"Nosotros podemos asistir a la Ceremonia en el Aire aquí y ahora.
Podemos hacer que la Torre de los Tesoros brille en nuestra vida, en nuestro hogar y en nuestro quehacer cotidiano. Esta es la grandeza de la fe en el Gohonzon. Siempre está con nosotros, siempre se refleja en nuestra realidad circundante. La Ceremonia en el Aire, a diferencia de las ceremonias en el Pico del Aguila que la preceden y le siguen, transcurre en un ámbito que va más allá del tiempo y del espacio. No sucede en un momento histórico y en un lugar geográfico particular. Precisamente por esa razón, podemos participar de la Ceremonia en el Aire en cualquier momento y lugar. Cuando oramos al Gohonzon, que describe la Ceremonia en el Aire, en el momento actual, nos fusionamos con la vida eterna universal. Allí donde estemos, manifestamos un inmenso estado de vida capaz de escrutar el universo entero. En tal sentido, nuestra práctica diaria de gongyo y dáimoku constituye una `travesía de la vida', de magnitud muy superior a la de una astronauta que contempla la Tierra desde el espacio exterior". Daisaku Ikeda en La sabiduría del Sutra del Loto: Diálogo sobre la religión en el siglo XXI, Sección 17, fascículo 9, p. 22 En el Gohonzon, Nichiren Daishonin representó su iluminación o budeidad gráficamente, la cual es la condición vital iluminada del universo. Lo importante es que la misma capacidad para la iluminación existe dentro de cada uno de nosotros y cuando fusionamos nuestras vidas con el Gohonzon al entonar Nam-myoho-rengue-kyo, hacemos conexión con esa condición de vida iluminada, nuestra propia budeidad. Por esta razón el Daishonin se refiere al Gohonzon como un espejo del yo interior. Es una manera de ver adentro de nosotros mismos, para empezar a modificar lo que no nos gusta y a fortalecer lo que sí nos gusta. Tenemos el potencial de muchas condiciones de vida, que aparecen cuando entramos en contacto con varios estímulos externos. Por ejemplo, tal vez alguien sea bastante apacible, pero otra persona puede decirle algo que provoque una demostración de ira. Este ataque de furia estaba inactivo hasta que fue provocado por el entorno. Para que surja nuestro potencial de condición vital más alta, nuestra budeidad, también se requiere de un estimulo. Cuando desarrollamos nuestra convicción, llegaremos a ver que el Gohonzon es el estimulo externo más positivo y que el entonar Nam-myoho-rengue- kyo al Gohonzon es la causa interna que activara el estado latente de budeidad en nuestras vidas. Se mantiene el pergamino del Gohonzon en un altar en la casa de la persona que practica este budismo, donde puede estar protegido de la rutina cotidiana de las personas que viven allí. En el centro del Gohonzon están escritos los caracteres chinos «Nam-myoho-rengue-kyo, Nichiren». El Gohonzon es, así, un objeto físico que corporifica la fusión perfecta de la Ley última del universo o Nam-myoho-rengue-kyo, y la Persona, el Buda original de kuon ganjo o Nichiren Daishonin. A la derecha y a la izquierda de estos caracteres centrales están inscritos los nombres de seres que representan cada uno de los Diez Estados de los cuales la vida está perfectamente dotada. Los nombres de budas, bodhisattvas y otros seres están inscritos, tal como se indica en la majestuosa Ceremonia en el Aire descrita en el Sutra del Loto. El Gohonzon corporifica, al mismo tiempo, la Ley última que impregna toda vida y la vida de Nichiren Daishonin, quien está iluminado con respecto a ella. Invocar dáimoku con fe en el Gohonzon pone de manifiesto el Nam-myoho-rengue-kyo, la Ley de la vida, que existe en nuestro interior. De este modo, uno fusiona su vida con él. Sólo mediante esta fusión se puede lograr el objetivo de la práctica: la Budeidad. ¿Dónde debemos centrar la vista cuando miramos el Gohonzon? Lo que nos resulte más natural está bien. Podemos mirar los ideogramas de Nam-myoho-rengue-kyo-Nichiren, que están escritos de arriba abajo, en el centro, o el Gohonzon entero. Mirar el Gohonzon es como contemplar el universo, es como observarlo en su totalidad desde un punto panorámico. El Gohonzon es una representación de la fuerza motriz y de la esencia universales. Por lo tanto, cualquier parte del Gohonzon que contemplemos es como estar mirando el universo entero. En tal sentido, no tiene mucha importancia adónde posamos la mirada. Pero es más fácil invocar si nos concentramos en el centro en el carácter myo. En el «Ongi Kuden» (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), el Daishonin dice con respecto a los cinco ideogramas de Myoho-rengue-kyo: «Nuestra cabeza es myo, nuestro cuello es ho, nuestro pecho es ren, nuestro vientre es ge y nuestras piernas son kyo» Miramos, entonces, la parte del Gohonzon en que nos queda más cómodo fijar la vista. El Gosho tan sólo dice que debemos sentarnos erguidos; no dice dónde hay que mirar cuando uno hace daimoku. En su inmensa benevolencia, Nichiren Daishonin nos ha permitido invocar libremente, de la manera que nos resulte más natural y cómoda. Con su notable comprensión de la naturaleza humana, el Daishonin tomaba en cuenta la autonomía, la personalidad y las circunstancias de cada individuo; nos alentó siempre a practicar la fe con flexibilidad y libertad. Los que impusieron rituales y prácticas no descritos en el Gosho ni en el Sutra fueron los sacerdotes ambiciosos de los tiempos posteriores, en su intento de justificar su autoridad sobre los laicos.