Soy Cecilia del Villar, tengo tres hijos, Pedro, Pablo y Gonzalo y cuatro
hermosos nietos. Ante todo, quiero dar las gracias infinitamente al
Gojonzon, por tener el beneficio de contarles mi experiencia y
demostrarles con prueba real lo maravilloso que es practicar el Budismo
Ortodoxo de Nichiren Daishonin.
En el año 1987 mi destino era morir. Así lo dijeron los médicos ya que
desahuciada por ellos me enviaron a mi casa, diciéndole a mis padres que
no llegaría a diciembre de ese año. Padecía entonces un cáncer
generalizado a los huesos. En casa decaía cada día mas, estuve casi un
interminable año en cama padeciendo dolores indescriptibles; los brazos
se me salían de los hombros, mis rodillas se hinchaban como enormes
pelotas de fútbol, los pies parecía que se me caían a pedazos. No era
capaz de moverme ni de hacer nada por mí misma, para todo dependía de los
demás, principalmente de mi madre, quien se sacrificó todo ese tiempo
durmiendo en una colchoneta a los pies de mi cama, para estar presta a
acomodarme o masajearme los pies y las piernas, ya que me daban
calambres, principalmente en las noches que me mataban de dolor. Sólo
tengo infinito agradecimiento para mi madre por haber contado
incondicionalmente con ella.
Nunca dejé de entonar Nam Miojo Rengue Kio, aun a veces sintiéndome muy
grave, peor de lo que yo estaba, pues me habían enseñado que si eso
sucedía tenía que repetirla aun más. Así lo hice y al cabo de un tiempo
comencé a comer sola y a hacer mis necesidades sin ayuda y a caminar
lentamente. Empezaba, sin saberlo, a ver los resultados que estaba
obteniendo con la oración, es decir, estaba obteniendo el beneficio del
Gojonzon. Cuando logré hacer esto, sintiendo todavía muchos dolores para
sentarme o pararme, empecé a ir al Kaikan, para orar frente al Gojonzon y
agradecer infinitamente el poder estar allí. Comencé a hacer la liturgia
por mi cuenta con un gran espíritu y deseo de aprender, pero hoy les
puedo asegurar que no hay aprendizaje mas verídico y auténtico que el que
se experimenta con la propia vida, ya que gracias a las horas que hice
Daimoku con el objetivo concreto de volver a desenvolverme como una
persona normal y sana, al poco tiempo podía no sólo hacer las cosas
cotidianas, sino incluso manejar.
Fue en ese momento de mi mejoría, cuando grabé para siempre en mi vida
Nam Miojo Rengue Kio adquiriendo una fe férrea, una fe como el agua a
prueba de los ocho vientos. Creo y estoy convencida que con Nam Miojo
Rengue Kio lo imposible se hace posible, pues tengo la certeza que
erradiqué para siempre el cáncer de mi vida.
“Sufra lo que tenga que sufrir, goce lo que tenga que gozar, el
sufrimiento y la alegría son parte de la vida, pase lo que pase, siempre
entone Nam Miojo Rengue Kio.”