El Significado de la
DEMOCRACIA.
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La Regla de la Mayoría.
La noción de democracia para Norberto Bobbio.
Por otro lado, entre este conjunto de normas, a las que se refiere Bobbio,
destaca una que es fundamental: la regla de la mayoría, es decir, “la regla con
base en la cual se consideran decisiones colectivas y por tanto obligatorias para
todo el grupo las decisiones aprobadas al menos por la mayoría de quienes
deben de tomar la decisión”2. A este principio subyace aquel que hace posible
que la democracia exista: la igualdad de condiciones. Si no existe una verdadera
capacidad de elegir en función de alternativas concretas todo el procedimiento
en torno a la democracia está obstruido. En este sentido, los derechos son la
base para la formación de la estructura democrática, ya que hacen parte del
desarrollo del proceso en términos constitucionales, resguardando tanto la
libertad como la igualdad al interior de la sociedad en democracia. Por último, la
libertad de asociación y libertad de opinión deben ser considerarse como
condiciones fundamentales del buen funcionamiento del sistema democrático,
porque “ponen a los actores (…) que deben decidir, en posibilidad de expresar
1
Bobbio, N.: “El futuro de la democracia”. Editorial Fondo de Cultura Económica, Colombia, 2000, p.24.
2
Ibídem, p.25.
3
las propias demandas y de tomar decisiones con conocimiento de causa,
después de la libre discusión”3.
A lo largo de la historia, la idea de democracia ha sido visualizada de maneras
distintas, aunque sus patrones, al menos en teoría, no se han modificado
completamente, sólo fueron interpretados desde perspectivas diferentes. Según
Bobbio, “la democracia nació de una concepción individualista de la sociedad, es
decir, de una concepción por la cual, contrariamente a la concepción orgánica
dominante en la Antigüedad y en la Edad Media, según la cual toda forma de
sociedad, especialmente la sociedad política, es un producto artificial de la
voluntad de los individuos”4. Luego, con la emergencia del Estado Democrático,
la principal característica de la sociedad ha sido la preponderancia indiscutida
de los grupos por sobre los individuos, siendo estos los principales actores de
la vida política. La lucha por el poder entre los diversos grupos que compiten en
una sociedad democrática es, por tanto, la tónica de este periodo.
La distribución del poder político entre los actores de la sociedad democrática
es una transformación en términos cualitativos y cuantitativos en la historia del
hombre. Sin embargo, existe un fenómeno de mayor amplitud: la
representación política. La democracia representativa, el modelo que prima en
el desarrollo de la idea de democracia, plantea un tipo de representación en
función de proteger los intereses de la sociedad en general, negando la
participación de intereses particulares.
3
Ibídem, p.82.
4
Ibídem, p.28.
4
capacidad de legislar para sí mismo”. En segundo lugar, encontramos la
limitación del espacio en el que el grupo social puede debatir y tomar
decisiones políticamente vinculantes. En este punto Bobbio indica que cuando
se desea conocer el desarrollo de la democracia en un país determinado, se
debe investigar no si aumentó o no el número de quienes tiene derecho a
participar en la toma de decisiones, sino los espacios en los que pueden ejercer
ese derecho. La tercera “falsa promesa” es la eliminación del “poder invisible”,
entendido éste no sólo como una especie de “mafia”, sino que como una
situación en la cual las decisiones políticas son tomadas en forma oculta, es
decir, lejos de la mirada de los gobernados. Liberar el poder de estas
“mascaras” es una de las principales tareas de la democracia, ya que si el
ciudadano conoce las acciones de los gobernantes pueden ejercer una fuerte
cuota de control, distinguiendo entre lo lícito y lo que es ilícito. En sexto lugar,
hallamos la educación de la ciudadanía, la cual no ha logrado frenar el aumento
de la apatía política. La cultura política, que se supone es producto de la
educación cívica, se orienta cada vez más a la protección y el fomento de la vida
privada.
En este sentido, Bobbio distingue entre estas “falsas promesas” de la
democracia, tres obstáculos, los cuales se superponen a las falencias porque
son producto de la transformación que ha sufrido la sociedad civil. La primera
de estas dificultades es la tecnocracia, comprendida como el auge de los
expertos en desmedro del ciudadano. La tecnocracia, a diferencia de la
democracia, pretende que las decisiones sean tomadas por un reducido grupo
que entiende de la disciplina. El segundo obstáculo, es el crecimiento del
aparato burocrático, entendiendo que éste se compone de un rígido orden
jerarquizado que lleva el poder del vértice a la base (imaginando el sistema
político como una pirámide). La democracia, por su lado, transporta el poder
desde la base al vértice, sin sobrepasar los distintos grados de poder.
Finalmente, la lentitud en lo que ha soluciones se refiere, es el último gran
obstáculo del sistema democrático. Como la sociedad se ha complejizado
enormemente, las demandas que ésta dirige hacia el sistema político se han
hecho bastante heterogéneas. En este sentido, el método para verificar la
eficacia de un sistema es precisar cuán rápido se satisfacen esas demandas, lo
cual conlleva un arduo trabajo en lo que a toma de decisión respecta Al ser la
democracia un sistema que avala y protege la sociedad pluralista, se ve
imposibilitada de emitir decisiones (y soluciones) de forma sencilla debido a que
las demandas entran rápida y masivamente.
5
Desde una perspectiva más central, Bobbio hace la distinción entre democracia
representativa y directa. En la primera de ellas, las deliberaciones colectivas, o
sea, las deliberaciones que involucran a toda la sociedad, no son tomadas
directamente por quienes forman parte de ella, sino por personas elegidas para
ese trabajo. “Las democracias representativas que nosotros conocemos son
democracias en las que por representante se entiende una persona que tiene las
siguientes características: a)en cuanto goza de la confianza del cuerpo electoral,
una vez elegido ya no es responsable frente a sus electores y en consecuencia
no es revocable; b)no es responsable directamente frente a sus electores,
precisamente porque él ésta llamado a tutelar los intereses generales de la
sociedad civil y no los interese particulares de esta o aquella profesión”5. Por
otro lado, la democracia directa existe sólo cuando las decisiones política y
socialmente vinculantes, son tomadas por el individuo, en primera persona y en
total ausencia de intermediarios. En esta visión de la democracia, sobresale el
mandato imperativo, es decir, el delegado (que por ningún motivo es un
representante como en el caso anterior) ésta limitado estrictamente a la
confianza que se le ha entregado, poseyendo un mandato restringido y
revocable.
Como fácilmente se puede apreciar, la diferencia radical entre democracia
representativa y directa es el tipo de mandato. En esta última el delegado tiene
obligación de mandato, mientras que en la primera esta noción es mínima o
simplemente no existe.
6
Ibídem, p.60-61.
7
Ibídem, p.63.
7
Así como la democratización supone la extensión de la democracia no sólo a
toda la sociedad civil, sino que también a todo el Estado, presume también que
existen otros centros de poder al margen del aparato estatal. La sociedad, por
tanto, no es homogénea, además, el proceso político democrático implica
siempre la presencia de una mayoría y una minoría, por lo que la noción de
pluralismo es central para el correcto desarrollo de la democracia, luchando
contra el abuso de poder. En este sentido, la democracia se encarga del poder
autocrático, aumentando el poder desde abajo; mientras que el pluralismo hace
lo propio con el poder monocrático, distribuyendo equitativamente el poder.
En una situación de democracia representativa, en la cual ya se ha generado una
pequeña oligarquía, el pluralismo permite la existencia de una multiplicidad de
oligarquías en mutua competencia por el, o los, centros de poder. Además, la
democratización hace posible que, paulatinamente, los individuos, mediante la
conquista de los centros de poder, se conviertan en participantes de este
proceso, eliminado así la oligarquización del sistema político.
Para finalizar, la democracia posee un último gran atributo, que si bien ya fue
mencionado, merece ser explicado profundamente. Se trata del poder visible, es
decir, “el gobierno del poder público en público”.
En un régimen democrático las decisiones y el actuar, en general, de los
gobernantes deben ser expuestos, y considerados, por el pueblo en su calidad
de soberano. Por otra parte, Bobbio es enfático al decir que la democracia no
sólo libera al poder de cualquier tipo de “mascara”, sino que además lo acerca a
los gobernados. Si este principio no se cumple, se está frente a la antitesis de la
democracia, es decir, un gobierno autocrático, en el cual las determinaciones
social y políticamente vinculantes son tomadas en el más absoluto silencio. “Lo
que distingue el poder democrático del autoritario es que sólo el primero puede
desarrollar en su seno anticuerpos y permitir formas de desocultamiento por
medio de la crítica libre y el derecho de expresión de los diversos puntos de
vistas”8.
8
Ibídem, p.114.
8
La Democracia de Liberación.
La noción de democracia para Alain Touraine.
Además, por otra parte, Touraine comparte con Bobbio la idea de que ante la
supuesta condición de soberano del pueblo se presentan una serie de hechos
que van en contra de este raciocinio. Destacan, de esta forma, la escasa
penetración de la democracia en algunos espacios sociales, la persistencia de
las oligarquías y de los intereses privados, y la importancia que aun poseen los
poderes invisibles.
9
Touraine, A.: “Qué es la democracia”. Fondo de Cultura Económica, Uruguay 1995, p.33-34.
9
contentarnos con una democracia de deliberación; necesitamos una democracia
de liberación”10.
Desde esta perspectiva, la acción democrática tiene como fin primordial la
libertad de los individuos y los grupos, venciendo a toda coacción que pese
sobre ellos. Así, la igualdad es también parte de esta lógica, en el sentido de
que significa el derecho de cada uno a escoger y gobernar su propia vida en
relación con el resto.
10
Ibídem, p.20.
11
Ibídem, p.24-25.
10
mayoría con los de la minoría, sino que los máxima. Además, no olvida el
contexto, por lo que reconoce al ser humano no sólo en su condición de
ciudadano, sino que también como un ser libre perteneciente al conjunto social.
Por otra parte, el Estado democrático y el Estado liberal, según Bobbio, son
interdependientes de dos formas: “en la dirección que va desde el liberalismo
12
Ibídem, p.33.
11
hasta la democracia, en el sentido que se necesitan ciertas libertades para el
correcto ejercicio del poder democrático y, en la dirección opuesta, que va
desde la democracia hasta el liberalismo, en el sentido de que se necesita el
poder democrático para garantizar la existencia y persistencia de las libertades
fundamentales”13. Sin embargo, desde una perspectiva totalmente inversa,
Touraine asevera que liberalismo y democracia no son sinónimos
necesariamente. Pueden existir, continua, democracias que no sean liberales y
regímenes liberales que no sean democráticos. Esto es así porque el liberalismo
centra toda su atención en una sola dimensión de la democracia: la limitación
del poder; amenazando la democracia en la misma proporción que la resguarda.
13
Bobbio, N.: “El futuro de la democracia”. Editorial Fondo de Cultura Económica, Colombia, 2000
14
Touraine, A.: “Qué es la democracia”. Fondo de Cultura Económica, Uruguay 1995, p.51-52.
12
En este sentido, la democracia sostiene que el sistema político debe ser
autónomo, para que de esta manera pueda establecer relaciones que permitan
en definitiva que logre, en última instancia, legitimar al Estado. Esto se consigue
sólo si se reconoce la independencia de la sociedad civil y el Estado, además de
su separación. Si se cumple esta lógica, la democracia permite que el flujo de
poder se mueva desde abajo hacia arriba, es decir, desde la sociedad civil al
sistema político y de allí al Estado.
15
Ibídem, p.68-69.
13
La democracia se constituye, según Touraine, por tres dimensiones que se
complementan: respeto a los derechos fundamentales, ciudadanía y
representatividad de los dirigentes.
En primer lugar, la representatividad supone la existencia de ciertos actores que
sirven como “instrumento” de los gobernados. Esta noción se entronca
inevitablemente con el pluralismo, el cual es, a su vez, inseparable de la
autonomía y del rol decisivo de las relaciones sociales. Por lo tanto, si no existe
este pluralismo en las relaciones entre los actores sociales no es posible hablar
de democracia, aunque el gobierno haya sido electo por la mayoría.
La segunda dimensión tiene que ver con la condición de ciudadano de los
electores, o sea, cuando el individuo se siente parte del proceso político.
Finalmente, el poder de los gobernantes debe estar, de una u otra forma,
limitado, si no fuera así todo lo anterior, el proceso eleccionario y la condición
de ciudadano, estaría viciado. Tanto es así, que la democracia no seria posible
si este principio no está definido.
Con respecto a la representatividad, Touraine aclara que para que ésta exista,
en términos democráticos, es necesario que se logre una correspondencia
16
Ibídem, p.45.
14
extrema entre demandas sociales y ofertas políticas, o sea, entre categorías
sociales y partidos políticos. En segundo lugar, es preciso que estas categorías
sociales sean capaces de crear, o fomentar, la organización autónoma de la vida
social en su propio espacio, es decir, independiente de la vida política. Si los
actores sociales no son capaces, por ellos mismos, de dar sentido a su accionar,
y deben depender de otros, como los partidos políticos, para lograrlo, la
democracia representativa no existe, o por lo menos no funciona.
En este sentido, cuando existe desequilibrio, es decir, cuando los actores
políticos no están subordinados a las demandas de los actores sociales, se
pierde la representatividad. Esta perdida del balance puede expresarse en una
inclinación hacia el lado del Estado, destruyendo la limitación del poder de éste,
o, en ausencia de este primer fenómeno, puede que la sociedad civil se desligue
tanto de la sociedad civil como del Estado, orientándose sólo a acrecentar su
propio poder.
En síntesis, podemos decir que “es en el momento en que actores sociales y
actores políticos están vinculados unos a otros y por lo tanto en que la
representatividad social de los gobernantes está asegurada, cuando la
democracia puede desarrollarse plenamente, siempre y cuando, de todas
maneras, que esta representatividad esté asociada a la limitación de los poderes
y a la conciencia de la ciudadanía”17.
18
Ibídem, p.102.
16
La democracia se debe al consenso.
La noción de democracia para Giovanni Sartori.
21
Ibídem, p.124.
19
partido con el que uno se identifica, es decir, al más próximo en el espectro
pertinente.
Así, como las elecciones estipulan finalmente que quién deberá decidir no es el
electorado sino los representantes, se traslada la carga de racionalidad hacia
estos últimos. Por lo que, se hace menester poseer una opinión pública
autónoma, que apoye, mediante las elecciones, gobiernos que cuenten con el
consenso del pueblo, los cuales, a su vez, sean sensibles ante las opiniones del
público.
20
automovimiento y, por tanto, lo contrario del heteromovimiento (por otra
voluntad), es decir, lo opuesto a movilización”22.
23
Ibídem, p.168.
22
Bibliografía.
23