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ENSAYO: EL SIGNIFICADO DEL BINOMIO ÉTICA

Y POLÍTICA EN LA CONCEPCIÓN
DE NORBERTO BOBBIO
José Martínez Pichardo*

La concepción de Bobbio sobre la ética y la política lleva a


Martínez Pichardo a la aclaración de estos significados ("el deber ser
entre las dos esferas") y la manera en que en la práctica se vinculan,
sobre todo en la misma práctica de los políticos actuales ("para exigir responsabilidad oficial del
servidor público"), afirma, porque
cada uno de ellos "actúa" con un propio ejemplo "social del cual no se aparta", comprendiendo
además qué es para su comunidad "la moral social".

Como excelente analítico de la dinámica histórica, Bobbio para establecer el vínculo que
culturalmente une a la ética y a la política desde los tiempos de la polis griega, estudia los
significados de ambos términos, en sus diferentes expresiones.
El primer significado de política que considera Bobbio, lo explica a través de su concepción
con la organización social de Grecia y lo relaciona con todo aquello que comprende a la
ciudad y al ciudadano; el citoyen, aquel personaje que debería atender su vida privada,
priorizando los asuntos de la polis.
En Grecia, todo giraba en torno al desarrollo de la vida social y pública, como lo expresó
Aristóteles (384-322 a.C.), en su gran obra La Política, en la que comprendió las diversas
formas de gobierno y los orígenes de la sociedad políticamente organizada, que hoy
concebimos como el Estado.

En la Política de Aristóteles, como nos dice Bobbio, encontramos el significado de una política
relacionada en forma vinculante con el poder, concebida como politéia y para mejor comprensión
nuestra, la ubicaremos en nuestro tiempo, interpretándola como "constitución" o "gobierno"; para
mayor entendimiento del significado polítéia, Bobbio nos dice que el político debe comprender el
concepto original de constitución, con las palabras del estagirita, quien al explicar la esencia del
poder político y del gobierno, estima que se unen en el concepto constitución:

Ya que constitución y gobierno significan lo mismo y el órgano de gobierno es el poder


soberano de la ciudad, es necesario que el poder soberano sea ejercido por una persona o
unos pocos o la mayoría. Cuando el uno, pocos o la mayoría ejerce el poder en vista del
interés general, entonces forzosamente esas constituciones serán rectas, mientras que serán
desviaciones los que atienden al interés particular de uno, de pocos o de la mayoría (…)
Tenemos la costumbre de llamar monarquía al gobierno unipersonal que atiende al interés
general, y aristocracia al gobierno de pocos (…) cuando se propone el bien común; cuando es
el mayor número el que gobierna atendiendo al interés general recibe el nombre común a
todas las constituciones politia (…) Las degeneraciones de las mencionadas formas de
gobierno son: tiranía de la monarquía, la oligarquía de la aristocracia, y la democracia de la
politia. La tiranía en efecto, es una monarquía orientada hacia el interés del monarca, la
oligarquía hacia el de los ricos y la democracia hacia el interés de los pobres. Pero ninguna de
ellas atiende al provecho de la comunidad (1279 a-b)*.
Bobbio estima que en términos aristotélicos la política debe ser entendida como "el arte o
ciencia del gobierno", que tiende a constituir una sociedad que organiza las cosas del Estado.
Johanes Althusius hacia 1603, creó la Teoría de la Consociatio Pública, para establecer
generalidades de las organizaciones sociales, políticas y jurídicas denominadas Estados,
reafirmando el concepto de Nicolás Maquiavelo, a quien se le atribuye la invención del
término Estado, cuyas dimensiones políticas las podemos apreciar en sus obras El Príncipe y
Cartas Persas, escritas en el siglo XV, cuando Cossimo de Médicis había fincado las bases del
poderío de Firenze.
Ya estamos lejos de aquella politeia y de las consociationes que nos orientan sobre lo que es el
Estado, su gobierno y las normas a las que debe someterse el ciudadano; Bobbio nos dice que
en la edad moderna el término polis perdió su significado original y ha sido sustituido por
otras expresiones como "ciencia del estado", "doctrina del estado", "ciencia política",
"filosofía política", etcétera y se emplea comúnmente para indicar la actividad o el conjunto
de actividades que de alguna manera tienen como referencia a la polis, es decir al Estado, que
se caracteriza por el desarrollo de una acción vinculante del ciudadano que busca su
desenvolvimiento social, cultural y político en la vida comunitaria, como lo ha comprendido y
teorizado Hegel (1821) en la Filosofía del Derecho y George Jellinek (1900) en la Doctrina
General del Estado.
Bobbio sostiene que la política es una teoría sobre la dominación del hombre por el hombre,
como una de las formas de ejercer el poder.
Tal vez por estimar las amplias dimensiones y significado
histórico y conceptual a la ética que tiene como objeto primordial de estudio a la moral,
Bobbio no incluye en su Diccionario de Política, explicación alguna de ética, tal vez porque no
sea propio de la materia que dimensiona, que trata, la política.
Por lo tanto, nuestro ensayo comprenderá los conceptos de Norberto Bobbio sobre El filósofo
y la política; especialmente lo relativo al problema entre ética y política lo desentraña de las
concepciones en los clásicos griegos, estimando con base en las tradiciones griegas que la
moral no es el objetivo del político, quien para resolver los asuntos que se le encomiendan
utiliza un código diferente al de las reglas morales, por ello Maquiavelo utiliza las palabras de
Cossimo de Médicis al referirse al político, quien no es un moralista porque "los Estados no
se gobiernan con padresnuestros"; considera y da por descontado que el hombre político no
puede desempeñarse siguiendo los preceptos de la moral dominante, la que en una sociedad
cristiana coincide con la moral evangélica.
Por lo tanto, el binomio ética y política representa un entendimiento complejo, porque su
intersección dialéctica es incomprensible, ya que la contradicción y la contrariedad de la que
habla Hegel se presenta a cada momento; la conciencia social no concibe a un político
honesto, el político tiene como premisa lograr su objetivo, no importa la moral o la
inmoralidad, en esto estamos ante la presencia conceptual de Nicolás Maquiavelo: el fin
justifica los medios.
Si bien es cierto que política y moral son dos sistemas normativos, es lugar común decir que
la primera tiene como sanción el golpe aniquilador de conciencia y la segunda utiliza la
coacción como la fuerza legítima del Estado para reivindicar, resarcir o cubrir el daño
causado, por lo tanto, no se comprende que un significado ético y otro político se sustituyan
para dar lugar al de mayor jerarquía; cuando la ética forma parte de una legislación, ya es
considerada como derecho positivo, tiene sanción como el caso de las leyes de
responsabilidades de servidores públicos, por ello, el ethos que es propio del Estado, se puede
concebir como una síntesis de conciencia ciudadana mediante la que se practica la amistad y
el anhelo por una mejor vida, pero a la vez será una forma de poder, que no es la única del
pueblo, sino que hay otras como son la religión, la política que controla el poder, la moral que
controla la conciencia y el derecho que controla la conducta objetiva, prevista por la ley con
una sanción que pende como la espada de Damocles, sobre la cabeza de quien viole la norma
jurídicamente protegida, con la amenaza de sanción. Por ello, se ha dicho que el derecho es el
orden coactivo y soberano de la conducta o al decir de Recasens Siches, el derecho es vida
humana objetivada.
El binomio que establece Bobbio entre ética y política es muy diferente a la triada de Hegel,
quien concibe primero a la ética que convertida en ideología, pasa a formar parte de la
política, cuando el político enarbola determinados principios éticos que acepta la sociedad y
legisla, se convierte en derecho positivo; tal vez en esto podremos decir que hay una
intersección de tres esferas, pero lo cierto es que cuando la ética pasa a formar parte del
Estado de Derecho, se convierte en una norma coactiva que debe ser observada por los
gobernados, ya sea por fuerza o bien obedecida por conveniencia.
La reiterada concepción que le atribuyen a Maquiavelo de que el fin justifica los medios, es
parte del manejo político para que aún en contra de la ética "se logren cosas grandes", como
el mismo Maquiavelo explica en su obra Discorsi en Tutte le Opere: "cuando hay que resolver
acerca de la salvación de la patria, no cabe detenerse en consideraciones de justicia o de
injusticia, de humanidad o de crueldad, de gloria o de ignominia. Ante todo y sobre todo lo
indispensable es salvar su existencia y su libertad". Esta lección atraviesa los tiempos y los
ideólogos de las distintas revoluciones de los siglos XVIII, XIX y XX la utilizan como lo
hicieron Danton, Marat y Robespierre en la Revolución Francesa, en la que para salvar a la
patria, crearon comités de salud pública, no importando las inmoralidades o los miles de
hombres y mujeres que llevaron a la guillotina, combatida muy tarde por el poeta Víctor
Hugo.
Por lo anterior, son inexplicables aún en nuestros días las elaboraciones positivistas cuando
sirven para referirse a binomios como la ética política, ética médica, ética jurídica, ética
religiosa, etcétera; éticas que sí tienen una sanción coactiva, son derecho y sólo enunciaciones
literarias, son moral, que no vincula, pero sí reprueba conductas y origina repudio; en
nuestros escenarios de actores y sujetos, los organismos de derechos humanos aparentan ser
órganos de moral no vinculatoria, pero sus resoluciones invaden las esferas de derecho, al
reprobar, deslegitimar o recomendar la separación de algún servidor público, afectando su
esfera jurídica, luego entonces, las normas de los llamados derechos humanos, no son
enteramente ética y sí tienden a ser más política, aparentando no tocar las esferas de lo
jurídico.
Bobbio tiene dos concepciones fundamentales para la
aceptación o el rechazo de un político y que son la legitimidad y la legalidad, lo cual podemos
considerar en el contexto histórico de México; cuando Victoriano Huerta ordenó los
homicidios del presidente Francisco I. Madero, antiguo empresario del "guayule" y
propietario de hornos de fundición de hierro y del político José María Pino Suárez,
motivaron a Venustiano Carranza para levantarse en armas desde Coahuila y combatir la
inmoralidad de Huerta, y buscar la restitución de la vida constitucional; el consenso
deslegitimó a los magnicidas, y legitimó a los reivindicadores revolucionarios, de aquí que
ética y política están presentes para justificar al gobierno de facto de Carranza, que después
se convierte de jure y a través de las elecciones, se legitimó como presidente, al primer jefe del
ejército constitucionalista y entró a ejercer el poder en vías de constitucionalidad y de
legalidad. En consecuencia, hay que distinguir cuándo el ethos social es moral pública y
cuándo el triunfo adquiere forma jurídica y aquí estaremos en presencia de la legalidad, para
salvar a la patria.
Por lo tanto, el binomio ética y política solamente puede concebirse de manera ideológica y
discursiva, pero cuando se legisla sobre de ello se convierte en derecho positivo.
En consecuencia, el binomio ética y política que trata Bobbio, en teoría se puede dimensionar
a través de razonamientos del deber ser, en el cual se prescribe la norma de conducta que
debe seguir un político, adquiriendo la formalidad que Platón deseaba para los gobernantes;
ética y política las integraría y las desarrollaría el filósofo rey. En la práctica, como el mundo,
es de realidades y no de ideales; la mentalidad individual y social no concibe al político con
los dos atributos que lo convertirían casi en un justo, por coincidir en él moral y poder.

¿CÓMO DEBEN ACTUAR LOS POLÍTICOS?

Esta interrogante es una de las cuestiones que sirven de punto a debates académicos, aspecto
implícito en el contenido de los estatutos de los partidos políticos y en la legislación que aborda el
servicio público, pero sobre todo es una enorme preocupación o punto de discusión entre los
ciudadanos.

En efecto, los ciudadanos pueden no tener conocimientos ciertos sobre la política, el Estado o
sobre la mejor forma de gobierno, pero de lo que sí tienen conocimiento y por cierto bastante
amplio, es de la forma en que actúan sus gobernantes. Y esto es así porque, aún cuando no es
frecuente el contacto cercano entre gobernantes y gober-nados, el comportamiento de los
primeros especialmente a partir de la última década del siglo XX, ha estado fuertemente
vigilado.
Son varias las razones de la situación antes mencionada; una es que los acontecimientos
ocurridos durante los años noventa a nivel mundial, despertó un interés mayor por el actuar
de los gobernantes, especialmente por el de los gobernantes autoritarios, tiranos, dictadores,
ya que uno de los indicadores de la modernidad en el plano político, es el establecimiento del
régimen democrático; otro factor es sin duda, un incremento gradual del nivel de politización
de las sociedades como resultado de la acentuación de la pobreza, del desarrollo de los medios
masivos de comunicación y de un mayor nivel educativo entre la población. Y en el caso
concreto de México otro factor importante ha sido la fuerza que han adquirido los partidos
políticos de oposición y el surgimiento de organizaciones ciudadanas.
La ciudadanización es una nueva forma de expresión del nuevo actor que exige espacios
públicos para reclamar sus derechos, de acuerdo con lo que la ley les concede en la vía del
ejercicio democrático; el reclamo ciudadano se fundamenta en una idea de justicia social que
permita acceder a las instancias del Estado; de esta forma, todo aquel partido político que
tenga pretensiones de acceder al poder, debe integrar en su plataforma política puntos
fundamentales que permitan la participación ciudadana en la resolución de los asuntos de la
vida comunitaria.
Es así como las ideas de Norberto Bobbio sobre legalidad y legitimidad deben servir de
orientación a los políticos para que en la búsqueda del voto, enarbolen banderas como son:

a) privilegiar el imperio de la ley, sobre la arbitrariedad,


b) buscar alternativas para que las mayorías accedan a las instancias estatales en las que se
haga justicia en condiciones de igualdad,
c) garantizar el respeto escrupuloso de las formalidades
de la ley, ante los reclamos o demandas ciudadanas,
d) elaborar un plan de seguimiento ciudadano a la autoridad para que no rebase los límites
que le marca la ley en su actuar,
e) renovar el marco jurídico con el fin de que la equidad sea la premisa mediante la que se
armonicen las acciones de gobernantes y gobernados,
f) generar oportunidades para que en la vida comunitaria en todo servicio público se
implementen contralorías sociales que observen el actuar de las autoridades en el
cumplimiento del deber que les marca la ley,
g) abrir espacios en las leyes administrativas, para que en los servicios públicos
necesariamente el ciudadano organizado participe, para que las licencias, permisos o
autorizaciones, se concedan por la autoridad, siempre y cuando exista participación
democrática, es decir que el pueblo decida sobre los recursos racionales de las riquezas del
suelo y del subsuelo,
h) en cuanto al consenso, debe haber programas permanentes de orientación ciudadana en el
que se les informen cómo va cumpliendo la autoridad política el

programa de gobierno,
i) para fortalecer el consenso, la autoridad política debe convocar a reuniones periódicas con
el fin de informar a las organizaciones de ciudadanos los avances del plan de gobierno.

El consenso del que nos habla Bobbio deriva de una aceptación ciudadana con base en la
moral que integra a los valores propios del pueblo y la entrega de confianza a quien ejerza un
gobierno.
Si el gobierno pierde consenso y se deslegitima, generando inconformidad, anarquía y falta
de respeto a la autoridad, y como consecuencia de ello, una falta de oportunidad para aplicar
la ley, en todos sus alcances y a la vez, que el ciudadano desconfíe y no participe con la
autoridad, con el fin de que el gobierno se debilite, se erosionen sus bases, y pueda caer.
Por ello se ha dicho que es importante que los políticos lleguen al poder, pero de mayor
trascendencia es que permanezcan en él con la aceptación plena del pueblo, es decir, la
armonía entre pueblo y gobierno se explica porque hay armonía entre gobernantes y
gobernados; entre quienes aplican la ley y quienes obedecen a los postulados legales; un
gobierno legitimado pasa a la historia por sus resultados a favor del pueblo y un gobierno que
no cumple pasa al olvido y sólo se le recuerda cuando hay que recurrir al ejemplo de la
ineficiencia o de la falta de tacto de alguien que pretendió ser político.
Nicolás Maquiavelo a quien Bobbio pondera en su ideología en diferentes escritos ya
vislumbraba las condiciones de la legalidad y de la legitimidad en su libro El Príncipe, pero
destacaba ante todo las cualidades que debería de tener el político en su forma de actuar ante
el pueblo.
Lo anterior lo aprendió Maquiavelo en el acontecer de la vida florentina, ya que desde muy joven
vivió al lado del líder Máximo Cossimo de Médicis, que hoy tiene una enorme estatua en la bella
ciudad de Florencia, en donde actualmente reposan los restos del autor de Cartas Persas, quien
no solamente le dio consejo a los príncipes para dirigir al pueblo, en especial a Lorenzo de
Médicis, sino que también le advirtió al pueblo la forma en que debería de obedecer y temer al
gobernante, que no debería de ser totalmente creador de un temor popular, ni débil para obtener
el consenso; las polaridades de ser totalmente temido o no serlo, conducirían necesariamente a la
deslegitimación que podría llevar incluso al cadalso a un mal príncipe.

Los diferentes hombres de ideas que Norberto Bobbio trata


en sus obras como el benévolo Thomás Hobbes, justificador del absolutismo y teórico del
mantenimiento de la autoridad del príncipe; John Locke, Montesquieu, incluido Marx, son la
base para que Bobbio fundamente sus teorías de legitimidad y de legalidad, integre diferentes
puntos de vista sobre la llegada al poder, la permanencia en él y el fin de su ejercicio.
En los diferentes momentos de la historia política, Bobbio nos ilustra sobre cómo los políticos
a través de una ideología propia de su tiempo, convencen a los pueblos para que puedan
sustentarse en posiciones de conductores de los destinos de sus Estados; así, Troya aún
cercana a la teocracia y al mito oriental, fundamentaba la justificación del poder en la
voluntad de sus dioses; Esparta y Atenas con diferentes modalidades implementaron la forma
de gobierno aristocrático, y la democrática como la que en Atenas implementó Perícles, cuya
vida política fue amplia porque conjuntó a sabios y arquitectos, como Fidias, quien fue el
arquitecto del Partenón.
En Roma, siglos antes de Cristo, una forma de poder que puede justificarse en el dominio de
la guerra, astucia y control de los plebeyos lo podemos apreciar en el gobierno de Julio César,
amigo personal de Marco Tulio Cicerón, dilecto amigo de Quinto Mucio Scaevola y
contemporáneo de Sergio Catalina, quienes a través de la jurisprudencia, de la astucia
política y de la guerra, controlaban al pueblo a través de la ideología y generación de
consenso para respetar a un emperador, pero el consenso de las élites políticas de no aceptar
un principado, llevó a Julio César a la muerte causada por Cayo Bruto, su hijo adoptivo
quien se confabuló con los senadores para deslegitimar al emperador y asesinarlo a
puñaladas; el consenso se inclinó y legitimó a Octavio, elevado a César y Augusto.
La edad media como una sociedad de dependencia, tenía su consenso fincado en el rey, pero
más que en el rey lejano, era directamente en el señor feudal, a quien el vasallo le debía
servidumbre y aunque las municipalidades generaban consenso para tener su autoridad
regional, muy poco lograban en las cartas o fueros municipales, pero era un avance de la
legalidad y una consolidación del consenso para que se constituyera la clase media que
lidereó a las revoluciones del siglo XVIII.
Sin embargo, en respeto a las ideas de Norberto Bobbio, comprendo que los políticos no
solamente deben considerar que los grandes cambios revolucionarios se fundamentan en una
ideología generadora de consenso, porque desde mi particular punto de vista la revolución
francesa más allá de las ideologías de los partidos políticos fuldenses, jacobinos, girondinos,
montañeses y otros, se fundamentó en las condiciones sociales originadas por el hambre, la
peste bubónica, el encarecimiento del trigo y el centeno.
En consecuencia, los políticos deben tener en cuenta que la legalidad debe incluir un
profundo sentido de justicia y que la legitimidad no sólo se logra atendiendo a la ideología,
con principios de cambio, de satisfacción de servicios públicos, de reparto equitativo de la
riqueza, sino como lo diría Carlos Marx, atendiendo fundamentalmente a la teoría de los dos
caminos: producir para vender y vender para producir; pero más que ello, producir para
satisfacer el hambre y atender cerebros, estómagos, hechos sociales, éticos y políticos, que
generaron un verdadero consenso y condiciones de gobernabilidad con base en el único
imperio aceptable y que es el imperio de la ley.
Finalmente de estas concepciones éticas, políticas y de legalidad, podemos concluir lo
siguiente:
1. En la teoría se pueden hacer intersecciones del deber ser entre las dos esferas, que es la
ética y la política y modelar en el aula o en el auditorio al nuevo filósofo rey, al político ético.
2. En la práctica al político le interesa la ética legislada, sólo para los propósitos de combatir
a sus adversarios, aplicando o dejando de aplicar la ley por estrategia.
3. En forma radical diremos que la ética en el servicio público es un concepto para
profesionalización, pero también para exigir la responsabilidad oficial del servidor público.
4. Para aclaración de los significados del vínculo ideal entre ética y política y de cómo debe
actuar el político, nuestro punto de vista es que cada político actúa con su propio paradigma
social del cual no se aparta y que aun actuando en forma maquiavélica algo o mucho tiene de
moral individual y debe además en el cargo público, entender qué es para su comunidad la
moral social y fije límites a su actuar; de lo anterior deducimos cuatro tipos de los
denominados políticos:
I. Los que hacen teoría política, como Noberto Bobbio, Jürguen Habermas y Karl Popper,
entre otros que se apoyan en hombros de gigantes (los clásicos), como diría Newton.
II. Aquellos que académicamente estudian teoría política, la exponen en clases o conferencias
y son reproductores de conceptos, sólo son informadores de teorías políticas.
III. Las personas que si hacen política, generan ideología, crean legado, logran perfil
histórico e intentan convertirse en estadistas.
IV. Aquellos ilusos que hacen política, que se aprovechan del "a río revuelto, ganancia de
pescadores", practican la simbiosis política, se pegan temporalmente a un "grande" o
"triunfador", pero sólo viven a expensas del presupuesto de la política, sin entender o hacer
política, pero que se dicen políticos.

*Cronista de la Facultad de Derecho de la UAEM e integrante del Comité Editorial de la Revista


Iniciativa.

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