Lohana Berkins
Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT)
Las y los médicos y las y los psicoanalistas han definido a las travestis como
hombres que se visten con ropas correspondientes a las mujeres. Nosotras resistimos
esta definición que no da cuenta del modo en que nosotras nos pensamos y las maneras
en que vivimos.
En la década de 1990, cuando las travestis comenzamos a alzar nuestra voz en
público y a organizarnos3[3], decidimos que una de las primeras cuestiones en las que
teníamos que concentrar nuestros esfuerzos colectivos era en resignificar el término
travesti, que hasta el momento tenía connotaciones negativas para las y los otros y para
nosotras mismas. El término travesti ha sido y sigue siendo utilizado como sinónimo de
sidosa, ladrona, escandalosa, infectada, marginal. Nosotras decidimos darle nuevos
sentidos a la palabra travesti y vincularla con la lucha, la resistencia, la dignidad y la
felicidad.
De manera que las travestis nos esforzamos por articular los sentidos políticos de la
palabra travesti, que designa a unas sujetas, nosotras, que nos enfrentamos en diferentes
momentos y espacios a unas y unos adversarios, las y los fundamentalistas, las y los
autoritarios, las y los explotadores, las y los defensores del patriarcado y de la
heteronormatividad. Como nuestra comprensión de la identidad travesti cuestiona la
noción de identidades como límites, las presentes reflexiones no pretenden invalidar
otras experiencias subjetivas y relacionales, otras formas alternativas de vivir y entender
el travestismo.
Las travestis somos personas que construimos nuestra identidad cuestionando los
sentidos que otorga la cultura dominante a la genitalidad. La sociedad hace lecturas de
los genitales de las personas y a estas lecturas le siguen expectativas acerca de la
identidad, las habilidades, la posición social, la sexualidad y la moral de cada persona.
Se considera que a un cuerpo con un pene seguirá una subjetividad masculina y a un
cuerpo con una vagina seguirá una subjetividad femenina. El travestismo irrumpe en
esta lógica binaria que es hegemónica en las sociedades occidentales y que oprime a
quienes se resisten a ser subsumidas y subsumidos en las categorías “varón” y “mujer”.
Este proceso de apropiación del travestismo como lugar desde el cual alzar nuestras
voces y plantear nuestras demandas constituye una lucha política. Este devenir, que
incluyó momentos de tensión con la academia y con otros movimientos sociales y
políticos, nos permitió proponer comprensiones alternativas del travestismo como
identidad encarnada, que trasciende las políticas de la corporalidad binaria y de la lógica
sexo-genérica dicotómica.
Para seguir desarrollando los contrastes que encuentro entre las experiencias
transgéneros de otras regiones y las particularidades del travestismo en Latinoamérica
quisiera señalar a continuación algunas cuestiones ineludibles para la comprensión
contextualizada de los recursos culturales y políticos con los que contamos las travestis
en esta región.
En lo referente a los ámbitos en los que estas intervenciones sobre el cuerpo tienen
lugar el dato más significativo es la situación de vulnerabilidad: “El 97.7% de las que se
inyectaron siliconas y el 92.9% de las que realizaron un tratamiento hormonal señalan
que estas intervenciones se realizaron en un domicilio particular. En el caso del
implante de prótesis el 35.7% refiere que concurrió a un consultorio particular y el
59.5% a una clínica privada. En estos casos, con mucha frecuencia, no existen
condiciones adecuadas de asepsia, no hay internación ni control posterior de la
intervención y tampoco se obtiene un recibo por el pago” (Gutiérrez, 2005: 81).
Entre las circunstancias que nos hablan tanto del contexto político y social como de
algunos lugares comunes que transitamos las travestis latinoamericanas quisiera
referirme especialmente a la experiencia de la muerte. En particular, a la pérdida de
amigas y conocidas repetida una y mil veces. En Berkins y Fernández (2005: 12) se
menciona que en una investigación que consultó a 302 travestis se relevaron 420
nombres de travestis fallecidas en los cinco años anteriores. Aproximadamente el 70%
de estas travestis fallecidas tenía entre 22 y 41 años.
Detrás de todas las tensiones que causa nuestra presencia en el espacio de la ciudad
hay un debate en curso acerca de quiénes son las y los legítimos habitantes del espacio
público. Considero que detrás de los esfuerzos permanentes de regular prácticas que
tienen lugar en el espacio público – tal es el caso tanto de la prostitución, como de la
venta ambulante y de las manifestaciones políticas- lo que podemos encontrar es un
proceso de imposición de los valores morales propios de algunos grupos sociales a toda
la sociedad. Esta universalización de puntos de vista particulares constituye una práctica
autoritaria que resistimos y resistiremos.
4. Bibliografía:
Berkins, Lohana (2003) “Un itinerario político del travestismo” en Maffía, Diana
(comp.) Sexualidades Migrantes. Género y Transgénero. Buenos Aires: Feminaria
Editora.
Berkins, Lohana y Fernández, Josefina (2005) La gesta del nombre propio: Informe sobre
la situación de la comunidad travesti en la Argentina. Buenos Aires: Ed. Madres de Plaza
de Mayo.
Butler, Judith (1990) Gender trouble. Feminism and the Subvertion of identity. New
York: Routledge.
Fernández, Josefina (2004) Cuerpos desobedientes. Travestismo e identidad de género.
Buenos Aires: Edhasa.
Gutiérrez, María Alicia (2005) “La imagen del cuerpo. Una aproximación a las
representaciones y prácticas en el cuidado y la atención de la salud” en Berkins, Lohana y
Fernández, Josefina (coords.) La gesta del nombre propio: Informe sobre la situación de la
comunidad travesti en la Argentina. Buenos Aires: Ed. Madres de Plaza de Mayo.
Hiller, Renata (2005) “Los cuerpos de la universalidad. Educación y
travestismo/transexualismo” en Berkins, Lohana y Fernández, Josefina (coords.) La gesta
del nombre propio: Informe sobre la situación de la comunidad travesti en la Argentina.
Buenos Aires: Ed. Madres de Plaza de Mayo.