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CRONICAS DEL ESTADO.

Enrique S. De Aguinaga Cortés.

DE LOS INDIOS Y SUS ENFERMEDADES, MUERTES Y NÚMERO.

Don Domingo Lázaro de Arregui no aparece en ningún diccionario o repertorio


clásico de autores o personas famosas que hayan vivido durante el virreinato, sin
embargo, para todos nosotros los nayaritas del siglo XXI es de vital importancia todo lo
que este hombre nos dejo en su obra titulada: “Descripción de la Nueva Galicia”. El
hecho de escribir esta descripción tan detallada nos permite conocer aquella época en la
cual el vivió y que al estudiarla nos permite darnos una idea mas clara del modo de vida
de aquellos años. Tiene un estilo propio y critico que nos permite imaginar todo lo que
describe y que nos demuestra su basto conocimiento del lugar y de otras mas cosas,
como cuando nos platica sobre el idioma náhuatl y observamos su gran conocimiento de
esta lengua mexicana.: “…es la lengua en sí más pomposa y en quien se haya muchos
tropos, frases y fuguras, y modos de decir que la hazen elegante y con ornato
rrétorico”. Pero bien, permitamos que el nos platique más:

“Los indios naturales son pocos respecto de las grandes mortandades que han tenido
y tienen, que aún los años pasados de -618 y -619 hubo una gran dolencia entre ellos
que apocó mucho la gente en este reino, sin las de atrás que redujeron a cuenta un
número que, por las relaciones y ruinas que vemos, parece debía de ser innumerable de
gente”.

“Llaman los indios a estas enfermedades “cocolistle” y lo que es su pestilencia es un


género de calentura muy fuerte, que parece aquella que los médicos llaman sínoco, y
dales con un dolor en el vientre y flujo sanguino de él, con lo cual en ocho días mueren,
y algunos en dos o tres, y en tiempo de sanidad mueren algunos de repente sin más
muestras de accidente que toser dos o tres veces y echar uno o dos bocados de sangre. Y
esto lo más común sucede con la gente moza, y en el tiempo de sus enfermedades
también mueren más de la gente moza que de la gente mayor. Por estos accidentes, y
por su color y otras muchas muestras, parece, vencer en esta gente la complisión
sanguina, aunque en ser tan sanguinos y lampiños que apenas tienen pelos en la barba y
en todo su cuerpo, y los de la cabeza blandos y derechos, muestran ser de flaca
naturaleza”.

“Las causas de sus enfermedades y mortandades muchos las tratan y nadie las
alcanza. Unos dijeron que les venían de la servidumbre y sujeción, y de entrar en las
minas; otros que de las hambres; otros que del vino que beben de maguey, de cañas, de
cocos, de ciruelas, de granadas de mexcale y de maíz, y de otras muchas cosas que lo
hacen. Y aunque todo pudiese ser, muchos murieron los años pasados de -18 y -19 que
ni sirvieron, ni bebieron vino, ni tuvieron hambre que los pudiese traer a tal extremo,
como lo vimos en este valle de Jalisco donde no usan estos vinos, que es una cosa rara
porque en los indios el vicio de embriaguez es muy común en todas partes. Y los
naturales de este valle salen poco de sus pueblos para minas ni otras partes y sueles
coger maíz para su sustento los más años, y en este reino los indios no tienen sujeción,
ni en estas provincias marítimas hay repartimientos ni ellos son de condición que
trabajan de manera que el trabajo les haga enfermar; antes ni para sí ni para nadie
trabajan sino es mientras se lo están mandando, ni su ociosidad la acomodan sino es a
buscar algunas frutas o cosas con que hacer vino, pero ni el no beberlo ni lo demás
dicho excusó a los de este valle de la mortandad, antes murieron muchos”.

“Y los más indios a quien dio esta enfermedad estando en casas de españoles
escaparon, o fuese por lo que les esforzaron, que es gente extremo dejativa y sin ánimo,
o porque los regalasen y curasen, que todo les aprovecharía porque ellos en sus casas
tienen mala o ninguna cura y poco o ningún regalo: pues de parte de su nación con
ponerle un poco de atole de maíz delante al enfermo le han pagado sus más allegados,
bébalo o no, que eso ha quedado a su voluntad; que de parte de la nuestra, con una
visita, y esa se les hace después de muerto a ver si han dejado algún caballo, mula o
buey, si no es ya que por no poder ir en una frecada a la iglesia (en que los suelen llevar)
les van a confesar a su casa. Y esto es lo general, no negando la caridad con que algún
particular los trata”.

“Y aunque con estas enfermedades se han acabado algunos pueblos, no se han


despoblado por acá de diez años a esta parte ninguno porque, por conservar las tierras y
que no se metan en ellas españoles, en acabándose los de un pueblo envían de otro los
vecinos dos o tres indios, y de esta manera hay muchos pueblos con gente como
despoblados, y alguno está vacío, y pagan y cuentan en él tributario y medio, y en otros
uno. Y estos pagan sus fiestas y acuden por su tequio y obligación de pescado, hierba y
leña para los conventos, y otros servicios, que todo lo tienen por bien por conservar las
tierras, que hay tantas baldías en estos reinos que no sé si toda Europa tiene gente para
ocuparlas, porque, demás de no se les saber fin, todo o casi es despoblado”.

“Los indios generalmente son de mediana estatura, morenos a manera de gitanos, y


muy lampiños, aunque en las provincias marítimas de estas costas hay gente alta de
cuerpo y de grandes ojos y razonable talle. Son todos gente humilde y de poco ánimo y
por extremo tímidos; y así se sirven de ellos peor los que peor les tratan, con lo cual se
sirven de ellos más bien los que tienen poca conciencia o poca sumisión a la justicia”.

“Es gente inconstante y tan varia que si la dejasen a su voluntad con la religión
cristiana sin el freno del temor, en dos años no la conocerían los cristianos por las
superticiones que la juntarían, y aún la dejarían del todo según de su modo se colige y
por lo que vemos en los nuevos que se van descubriendo, que tan presto creen como
descreen y no adoran ni aún (han) adorado a dios conocido, sino hoy a una piedra que
hallan o hacen, y mañana a otra de diferente figura y ordinariamente de animales, sin
permanecer en ninguna, aunque en algunas les habla el demonio como se averiguó en el
alzamiento de los Tepeguanes que les habló muchas veces, y no es mucho que en eso no
tengan fe, pues cuando les dijo en esta ocasión les salió falso como él es en todas. Y de
este natural inconstante le queda mucho a algunos que son cristianos, y últimamente no
se halla ley que hayan guardado ni más rastro de Dios que hayan conocido que el de
esta inquietud de andar buscando que adorar. ¡Dichosos nosotros los cristianos! Que
conociendo todas las naciones naturalmente que hay Dios a quíen se debe adorar, según
parece en cuantas hasta hoy se han descubierto y de que tenemos noticia, pues todas
andan con inquietud y cuidado buscando a quien adorar, y solo nosotros por la
misericordia de Nuestro Señor hallamos y adoramos al verdadero Dios, creador y
redentor del mundo”.

“El número de los tributarios de todo este reino es de 7.196, y desde el año de -610
hasta este de -621 han faltado 2.500 indios tributarios, y aunque parece poca la falta
para los que decimos haberse muerto, la causa es que para un tributario que se muere se
mueren cuatro que no lo son por pequeños, y por otras causas también. Por esta razón
parecen muy pocos todos los Indios que hay hoy, y es porque en los pueblos ocultan en
las cuentas algunos y se dejan otros para el servicio de las iglesias; que todo mirado más
son los muertos y más son los vivos, demás que aún hay mucha gente en este reino que
por nueva no tributa, como son los de las congregaciones de San Pedro de Analco, de
Guaximic y Guaynamota, y toda la mayor parte de estas vertientes de la sierra hasta
Acaponeta, donde hay muchos, sin el sinnúmero de indios de la provincia de Sinaloa, de
que en su lugar trataremos”.

(Enrique S. De Aguinaga Cortés. “Crónicas del Estado”. Tomo I. Próxima


publicación).

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