A. T. Robertson al rescate.
Después de alguna investigación, usted decide empezar a examinar los trabajos de un
hombre llamado A.T. Robertson, quien parece ser casi universalmente aceptado como la palabra
final en gramática griega. Todavía un tanto nervioso al tratar de entender el idioma griego, usted
empieza por mirar a un libro con el amistoso título de Word Pictures in the New Testament.
Rápidamente, hojeándolo, llega a la página 361. Allí, un poco más de la mitad de la página, se
encuentra con echete pistin theou, y con la afirmación de Robertson de que la traducción es
"tened fe en Dios". Robertson explica que esa es la traducción correcta porque theou es lo que
pudiéramos llamar un "genitivo objetivo".11
De pronto usted se ha metido en algo profundo. No tienela más remota idea de lo que pueda ser
un "genitivo objetivo". Así que la investigación continúa.
Después de varias horas, se encuentra con uno de los más importantes libros de Robertson,
A New Short Grammar of the Greek Testament. Aquí, en la página 227, él explica lo que
significan un genitivo subjetivo y uno objetivo. Para su deleite personal, él usa Marcos 11:22
para ilustrar la lección.
En esencia, lo que él dice es que el genitivo objetivo determina que el nombre (en este caso
theou) es el objeto de la acción. Así que en Marcos 11:22, Dios es el objeto de la fe. Esto
demanda que el pasaje sea traducido, "Tened fe en Dios".11
Usted se da cuenta rápidamente de que los maestros de la Fe necesitan un gerundio
subjetivo. En ese caso. Dios sería el sujeto de la fe, y entonces el texto se leería, "la fe de Dios".
Pero Robertson insiste en que tal traducción es absurda. "No es la fe que Dios tiene" —el
escribe—, "sino la fe de la cual Dios es el objeto".12
Debido a que usted quiere ser completamente justo, determina que a pesar de lo reconocido
que es A.T. Robertson como un gramático de griego, es necesaria una segunda opinión. Así que
se pasa unos días revisando los trabajos de otros gramáticos del griego. Consulta usted a H.E.
Dana, Julius R. Mantey, William Douglas Chamberlain, Curtís Vaughan, Virtus E. Gideon,
James Hope Moulton y Nigel Turner, entre otros. Para su asombro, la conclusión es siempre la
misma. Los expertos que han dedicado sus vidas al estudio de la gramática griega coinciden de
forma unánime en su opinión de que Copeland y sus seguidores están en un error.
Contrariamente a sus reclamos, hallan estas perversiones no hallan base en el griego original.13
Dejando a un lado nuestra ilustración imaginaria, la verdad es que no hace falta un detective
para determinar si los maestros de la Fe nos han estado extraviando. Para conseguir que la
traducción que ellos hacen de Marcos 11:22 fuera correcta, habría que violar muchos principios
de interpretación bíblica. Un maestro de la Fe pretende leer este texto de tal manera que
destrona a Dios como soberano del universo y lo convierte en un ser sujeto a las impersonales
leyes de la fe.
* Aunque esta conversación con Copeland es imaginaria, la esencia de todo lo que aquí es
referido en sus palabras, está ampliamente documentada.