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Una perspectiva sobre la guerra y el conflicto desde el punto de

vista de los derechos humanos de las mujeres.


Por Sunila Abeyesekera
Directora de Inform, organización de derechos humanos en Sri Lanka

Subió a Conferencia el 4 de abril del 2003.

Plantear una perspectiva sobre la guerra y la paz dentro del marco de los
derechos humanos de las mujeres es quizás uno de los mayores retos con los
que se enfrentan los movimientos de mujeres en todo el mundo al entrar en el
año 2003. La intensa campaña a favor de la guerra y la fobia al Islam, así como
el peligro inminente de una guerra contra el pueblo de Irak, que marcaron los
últimos meses de 2002, se han templado en cierta manera en este nuevo año
por los cientos de miles de voces por la paz y la moderación que se han
proclamado contra la guerra en todas partes del mundo. Sin embargo, aunque
no hay ninguna proclamación de guerra declarada en ningún lugar del mundo,
el impacto social, político e ideológico del clima pro-guerra que hemos
presenciado en los últimos meses seguirá diseñando nuestro futuro colectivo.

Las consecuencias específicas de la guerra y el conflicto armado para las


mujeres han sido exploradas en detalle en varios libros y estudios de mujeres
activistas en el tema y especialistas de todo el mundo. En este texto, por lo
tanto, solo voy a reiterar algunos puntos clave.

La implicación activa de las mujeres como miembros de las fuerzas militantes y


luchadoras ha llevado a la erosión de ciertos estereotipos con respecto a las
mujeres como amantes de la paz, moderadas e incapaces de implicarse en la
violencia. También ha dejado a un lado el mito de que las mujeres, por ser las
que traen la vida al mundo, tienen un especial interés en el mantenimiento de la
vida. Al mismo tiempo, las guerras y los conflictos han traído muchas
consecuencias negativas para las mujeres civiles no armadas y para los
miembros más dependientes de la familia: niños, mayores y enfermos. Las
cifras mundiales señalan el hecho de que la mayoría de los refugiados y
desplazados internos son mujeres. La erosión del espacio democrático que con
frecuencia acompaña las situaciones de guerra y conflicto, también empuja a
las mujeres a un papel más activo en la vida social y política. En momentos en
que los hombres y las organizaciones políticas y sociales dominadas
tradicionalmente por los hombres, tales como los partidos políticos y los
sindicatos, están reacias o no pueden salir en defensa de los derechos
humanos y de los principios democráticos, los grupos de mujeres han tenido la
valentía de alzarse ante el poder armado estatal y no estatal. La guerra y el
conflicto también empujan a las mujeres a adoptar una posición de
responsabilidad dentro de sus familias y comunidades, en particular como
cabezas de familia.

La mayoría de los conflictos y las guerras surgen a raíz de procesos de


formación de identidad en los que los grupos y comunidades de identidades en
competencia recurren a la violencia para afirmar que tienen el mismo estatus
dentro de la sociedad. Con esta dinámica, las situaciones de guerra y de
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conflicto provocan el aumento de todas las formas de conservadurismo y


extremismo, incluyendo el fundamentalismo religioso, el ultranacionalismo y el
chauvinismo étnico y lingüístico. La radicalización de roles basados en la
identidad que se adscriben a hombres y mujeres dentro de la comunidad y que
ocurren como parte de este proceso, con frecuencia ha tenido consecuencias
desastrosas para las mujeres. Restringe su movilidad y libertad, impone formas
de vestir, y las confina a la esfera doméstica, las pone bajo el rígido control de
los hombres de la familia y de la comunidad y, lo que es más importante, las
coloca en el papel de ' portadoras del honor de la comunidad ' y de las
tradiciones. Así, la violación y el abuso de las mujeres de la comunidad '
enemiga ' se convierte en una estrategia militar crítica en todas las guerras y
conflictos basados en la identidad.

La guerra y el conflicto, por tanto, crean unas condiciones en las que el papel y
la posición de las mujeres en la sociedad se transforman. Uno de los dilemas
de las sociedades después del conflicto y en momentos de transición, es que la
voz colectiva y la fuerza descubierta por las mujeres a través de este proceso
en tiempos de conflicto y de guerra, puede a veces infravalorarse en el
momento de la transformación del conflicto y de construcción de la paz.
'Restaurar la normalidad' en algunas situaciones puede significar volver a las
normas patriarcales y al control de los derechos y libertades de las mujeres.
Los ' patriarcas' pueden salir ganando en una situación así y fomentar la vuelta
de las mujeres a sus casas, familias y a su papel doméstico.

La labor de las mujeres activistas en todo el mundo con respecto a distintos


aspectos de la violencia contra las mujeres en la familia y en la comunidad, y
en la sociedad en general, ha puesto de manifiesto la continua violencia que se
da en las sociedades patriarcales y jerárquicas, relacionando la violencia en el
hogar con la violencia en la sociedad. Este enfoque ha subrayado cómo la
utilización de la violencia como un mecanismo de resolución de disputas, tanto
en lo privado como en lo público, engendra intolerancia y prejuicio a todos los
niveles de la sociedad. El análisis de la violencia contra las mujeres como una
flagrante violación de sus derechos humanos y de su derecho a la dignidad e
igualdad, ha hecho que se tenga en cuenta el impacto sobre la pobreza y sobre
los procesos de desarrollo económico y social, desde la perspectiva de los
derechos humanos. Además, las mujeres activistas han relacionado las
cuestiones sobre la paz con la militarización. Esto implica no solo estudiar la '
normalización' de la guerra y de los estilos de vida militares y de los ideales de
la sociedad en términos de su impacto sobre las mujeres, sino también
cuestionar los aspectos económicos de la guerra y su relación con el creciente
complejo militar-industrial en todo el mundo, en relación con su impacto sobre
todas las comunidades marginadas.

La necesidad de incorporar la perspectiva de las mujeres y tomarse en serio los


problemas de las mujeres en todos los procesos de construcción de paz y de
transformación de conflictos se ha reiterado no solo por parte de los
especialistas y los activistas por la paz, sino por el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas a través de su Resolución 1325. Una vez más, es una
cuestión crítica reconocer el papel específico que las mujeres pueden y deben
jugar en la resolución de conflictos como consultoras y con respecto a los
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derechos humanos y las libertades. Sin embargo, también es crucial que no


apoyemos argumentos basados en cuestiones biológicas esenciales en este
proceso; no es solo porque somos madres o esposas por lo que estamos en
contra de todas las formas de conflicto y de violencia o la razón por la que
luchamos por la negociación en la resolución de conflictos y guerras. Al ser las
que experimentamos discriminación y opresión como parte de nuestra vida
diaria, hemos llegado a comprender las cuestiones de prejuicio y violencia en el
contexto político, no solo como víctimas y supervivientes, sino como
ciudadanas y participantes de la vida política. Hemos aprendido a no temer el
conflicto sino a entenderlo como parte de la existencia humana diaria; lo que
hemos aprendido es a aborrecer el uso de la violencia como medio de resolver
un conflicto. Hemos aprendido la importancia de buscar y entender la raíz que
causa el conflicto. Al negociar con los perpetradores de la violencia en nuestra
vida diaria, hemos aprendido el arte de la negociación y el acuerdo, hemos
aprendido a considerar el punto de vista del otro, de trabajar con humildad y
dentro de un espíritu de reconciliación más que de confrontación.

Y lo que es más importante, hemos aprendido la importancia capital de una


justicia no punitiva, de formas y métodos de compensar a los que han sufrido
injusticias y de imponer castigos a los que han cometido actos de injusticia, sin
cerrarnos en un círculo perpetuo de 'crimen y castigo'. Hemos aprendido todo
esto y lo hemos entendido con un alto precio para nuestra vida. Si la
oportunidad de utilizar estas habilidades para intereses mayores de la
comunidad mundial no se nos da fácilmente, debemos hacer evolucionar
nuestras propias estrategias para buscar oportunidades allí donde podamos
encontrarlas, para fomentar los ideales de justicia social, igualdad y respeto por
los derechos humanos que son las piezas clave de nuestra existencia como
seres humanos plenos.

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Tomado de:
Women's Human Rights Net
<http://www.whrnet.org/docs/perspective-abeyesekera-0302.html>

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