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Haiga sido como haiga sido
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Ebook249 pages8 hours

Haiga sido como haiga sido

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Este libro constituye el resultado de una larga investigación que, desde los años 80, se ha propuesto develar los mecanismos del fraude electoral en México. En la elección de 2006 se descubren las "alteraciones" dentro del sistema del entonces Instituto Federal Electoral, que llevaron al fraude. El autor propone así una metodología original para conocer cómo se ha ejecutado el fraude en los procesos electores mexicanos.
LanguageEspañol
Release dateJan 15, 2020
ISBN9786079874605
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    Haiga sido como haiga sido - Jesús Ibarra Salazar

    Haiga sido como haiga sido

    Jesús Ibarra Salazar

    Fraude electoral — Sistema electoral en México — Estudios electorales — Elecciones en México

    © Editora Nómada MR

    1era. edición, enero 2019

    ISBN: 978-607-98746-0-5 (versión epub)

    Cerro del Otate 21, Coyoacán, CDMX

    CP 04310, México

    Contenido

    Prefacio

    Presentación

    Hubo o no hubo fraude

    Manipulación de la información electoral: fraude

    Análisis de la información

    Antecedentes

    Estudio de los Cómputos Distritales

    PREP versus cómputos distritales

    Ahora sí: que hablen las actas

    ¿Qué esperamos para el 2012?

    Conclusiones

    Anexo de actas

    Siglas y abreviaturas

    Prefacio

    En obra constituye apenas un asomo a una larga investigación llevada a cabo durante varias décadas. Aparece ahora como un gesto genuido de la memoria. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, es importante volver la mirada, atender el pasado, comprenderlo para enmendar lo que tenga que ser enmendado. El primer paso para el cambio es conocer y reconocer las prácticas que –así es promovido oficialmente– han sido erradicadas por obra de la alternancia política.

    El aliento de esta obra es la convicción de que la democracia no se obsequia de una vez y para siempre. La democracia se conquista día a día a partir de la insistencia razonada de los ciudadanos, de la exigencia a favor de que los contenidos de la ley y los procedimientos y prácticas institucionales mejoren el nivel de participación en la vida pública y la calidad de vida de la población. Así pues, lo que consigue este libro es hacer ver las operaciones, que deliberadamente se tornaron complejas para pasar desapercibidas, de una mera simplificada (disminución, incremento o intercambio de cantidades de votos) lo cual resulta una indispensable aportación a la transparencia electoral y por tanto a la vida democrática del país.

    Jesús Ibarra Salazar, catedrático de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ciudadano de convicciones democráticas que ha sostenido a lo largo de su vida, ha emprendido desde los 80 una empresa silenciosa: la revisión sistemática de los resultados electorales. Ha descubierto así las formas y alcances del fraude electoral, desgraciadamente tan arraigado a nuestra cultura política. Esta obra presenta de manera sucinta los resultados de sus anteriores investigaciones para después entrar al análisis de la elección presidencial pasada, la de 2006. Una vez detectado el fraude, gracias al análisis estadístico y matemático de catedráticos e investigadores de algunas de las universidades más destacadas, Jesús Ibarra lo prueba. Más allá del análisis estadístico, pero teniéndolo en cuenta, el autor recurre a las evidencias verificables: las actas.

    En su trabajo, el autor hace uso de las bases de datos y, mediante una metodología relativamente sencilla, que consiste en la confrontación de las tres elecciones en juego, encuentra irregularidades que no suponen el simple error. Por sus dimensiones, el impacto que tuvieron en los resultados y la forma como se mostraron, Ibarra Salazar confirma el fraude electoral tramado desde la conformación del Consejo General del IFE, y llevado a cabo desde el cuartel central del mismo.

    Independientemente de la filiación política, estamos ante una ofensa al pueblo de México. Se vulnera el sentido del sufragio efectivo y se deja muy mal paradas a las instituciones que, pese a todo, han costado esfuerzos y aún sacrificios de muy diversa índole a los mexicanos. El reclamo de Jesús Ibarra es precisamente ese: el respeto al voto sin más. Gane quien gane, pero legítimamente, y nunca más un haiga sido como haiga sido, expresión desafortunada, por decir lo menos, del que el aquel entonces fuera candidato a la presidencia y principal beneficiario del fraude electoral.

    Muchos de quienes aún rechazan la posibilidad del fraude, remitiéndose a meras apreciaciones, a simples supuestos, muestran ingenuidad o de plano colusión con el delito. Si se aborda el tema con seriedad lo eluden o lo descalifican. Las razones de tal cerrazón son diversas. Pero un juicio realista, al que en el análisis desde la academia debe apelarse con todo rigor, advierte que si en el pasado ya se hizo del fraude la vía para llegar al poder, esto puede volver a ocurrir. Por lo general, los políticos optan por un pragmatismo a ultranza cuya premisa es la desmemoria (inducida). Ante la posibilidad de una derrota la tentación de ganar a toda costa, como mostró en su momento con gran cinismo Calderón, debe mantenernos alertas. Para ello no basta con la sola voluntad: es preciso saber. Y saber es lo que permite el libro de Ibarra Salazar. El saber, contrario a lo que suele constatarse, debiera ser buscado. Y esto vale no sólo para líderes de opinión, funcionarios y todo aquel individuo responsable del destino de otros, sino para todos los ciudadanos que aspiramos a ser respetados en nuestra elección política. No saber nos expone a cometer errores o a ser atropellados en nuestros derechos sin disponer de la capacidad para defendernos.

    Algunos se incomodan y adoptan un discurso defensivo frente a la crítica de los yerros de una institución que tuvo un nacimiento impecable, pero que pronto fue desviada en sus procedimientos y fines: quienes hablan del fraude –dicen ciertos funcionarios electorales- menosprecian la ardua labor de capacitadores, supervisores, trabajadores eventuales que ayudan con la captura de datos y en la logística del proceso electoral y, más grave aún, dudan de los ciudadanos. Una democracia sin el ejercicio de la crítica y de la autocrítica deja de serlo. Quienes confían en su capacidad de observación, al contrario de este discurso, persiguen el verdadero ejercicio democrático, pues éste sólo puede ser efectivo mediante el respeto a la decisión de miles de ciudadanos que acuden a votar, respetando también la labor de aquellos que honestamente participan en la jornada electoral.

    Con la aparición de esta obra, se abre la posibilidad del debate. También se enciende la alerta. Sólo los ciudadanos conscientes pueden promover el cambio, romper la cerrazón que hasta el momento ha imperado. Exigir que se respete el voto a partir del conocimiento de la realidad en que opera el fraude.

    Katia Irina Ibarra

    Abraham Nuncio Limón

    Presentación

    Como se dará cuenta quien tiene en sus manos este texto, el desarrollo político del país ha transitado por diferentes vías. Grandes cambios se han producido en lo económico, en lo político y en lo social. No obstante, la población, los ciudadanos, continúa siendo excluida de todos los beneficios que esos cambios han producido y, por el contrario, es víctima de los males desatados por esas mismas transformaciones, en especial los mexicanos más desvalidos. En general, la inmensa mayoría es rebajada al rol de extra en la gran representación de la democracia mexicana.

    Uno de los principales rezagos en el campo de la democracia es el del sufragio, que a cien años de la Revolución sigue siendo letra muerta, esta deficiencia se hace más notoria cuando la competencia político electoral es más intensa, como ocurrió en las elecciones de 2006. Ese año se volvió a las viejas andadas: la manipulación de las votaciones.

    Ahora, sin embargo, se tiene acceso, aunque con limitaciones, a los resultados electorales de cada casilla gracias al Programa de Resultados Electorales Preliminares. En cuanto a los cómputos definitivos, éstos no son dados a conocer sino hasta terminada la fase de litigios poselectorales. Igualmente, se puede tener acceso a la documentación electoral, y específicamente a las actas de escrutinio y cómputo, aunque no sin evidentes resistencias institucionales en algunas entidades. Todas estas facilidades son parte de la representación democrática. Es decir: del teatro de la democracia.

    La práctica del fraude

    El fraude electoral implica dolo. O sea, actuar intencionalmente para alterar las votaciones y así poder dar el triunfo al partido o al candidato al que se sirve. Es necesario distinguir entre fraude y delito electoral. En este último caben prácticas como la coacción o compra de votos, ciertos tipos de propaganda, la intervención directa de actores que deben permanecer ajenos a la contienda política, incluso los llamados carruseles. Empero, esto no afecta realmente el hecho de que, detrás de cada voto depositado en las urnas, haya un ciudadano que ha manifestado su voluntad.

    Precisamente cuando los magistrados han debido declararse ante la demanda de nulidad de la votación de una casilla es que se han encontrado con la situación de votos sobrantes, no soportados por electores de carne y hueso. Si es posible que estos votos adicionales hayan favorecido al candidato ganador —en otras palabras: que la distancia entre el primero y segundo lugar es menor que el total de aquellos votos espurios—, lo procedente en la anulación de la votación en la casilla.

    Si hacemos historia, nos toparemos con aquellas viejas denuncias de representantes de casilla: antes de iniciarse la jornada ya había votos en el interior de la urna. En las elecciones anteriores a las de 1991 fuimos testigos del acarreo de votantes, de su peregrinación de casilla en casilla; leímos las denuncias de candidatos y dirigentes de la oposición nacidas de la constatación de que los muertos votaban; escuchamos sobre personas que suplantaban a otras; supimos de los popularmente conocidos como tacos: fajos de boletas depositadas en la urna por un mismo individuo; presenciamos la llegada de grupos que, una vez concluida la jornada, se hacían por la fuerza de la documentación electoral para que luego apareciera misteriosamente en los centros de acopio.

    Anulación de casillas

    Ante estas situaciones, los partidos y candidatos que se sentían despojados del triunfo recurrían al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). El asunto se volvía cosa de magistrados. Indiscutiblemente, cuando como resultado de una o varias de las acciones antes mencionadas, en una casilla el número de votos en el acta de escrutinio y cómputo rebasaba la cantidad de electores, se configuraba una razón suficiente para la anulación de la casilla.

    Para el proceso electoral federal de 1991, ante la andanada de demandas interpuestas por los partidos políticos, el tribunal emitió una serie de sentencias relativas a los criterios fundamentales para dar por acreditada la causal de nulidad en una casilla, dando así cumplimiento a la fracción III del artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual está orientado hacia la seguridad que debe tener el elector de que su voluntad emitida a través del voto es respetada y garantizada.¹

    Así, en la Memoria del Tribunal Federal Electoral de 1991, puede leerse:

    Esta causal de nulidad se compone de tres elementos: 1) Error o dolo en la computación de los votos; 2) Que ese error o dolo beneficie a uno de los candidatos o fórmula de candidatos; 3) Que esto sea determinante para el resultado de la votación. Por lo anterior, el error debe entenderse en el sentido clásico de cualquier idea o expresión no conforme a la verdad o que tenga diferencia con el valor exacto y que jurídicamente implica la ausencia de mala fe; por lo contrario, el dolo es una conducta que lleva implícito el engaño, fraude, simulación o mentira; por lo que el juzgador deberá analizar primeramente la situación anómala respecto a éstos […] Por lo que respecta a que el error o dolo beneficie a un candidato o fórmula, obliga al juzgador a hacer un análisis de los otros dos elementos de esta causal para determinar si hubo o no el mencionado beneficio; y por cuanto hace a que el error o dolo sea determinante para el resultado de la votación, el juzgador tiene que recurrir principalmente al análisis numérico, teniendo en cuenta que éste no necesariamente es el presupuesto definitivo.²

    Generalmente, las demandas de los partidos se han circunscrito a los posibles errores cometidos por los funcionarios electorales; por lo tanto, suelen presentar, como elemento de juicio, la siguiente ecuación: total de boletas recibidas por los presidentes de casilla versus número de boletas sobrantes después de la celebración de la jornada electoral.

    Ya desde 1991 los magistrados fijaron criterios de interpretación para efectos de la anulación de casillas, y declararon que la cantidad de boletas recibidas y la de boletas sobrantes constituyen elementos adicionales en la determinación de las causales de nulidad:

    Por el contrario, si existe discrepancia entre los datos relativos al número de boletas extraídas de la urna, número de electores y votación total, hay un error que el Tribunal no puede pasar inadvertido y para saber si es determinante para el resultado de la votación, tendrá que acudirse a los datos relativos a los votos obtenidos por los partidos que obtuvieron el primero y el segundo lugares y comparar la diferencia de estas votaciones con el número de votos sobrantes, de tal manera que si se deducen los votos sobrantes del número de los obtenidos por el partido en primer lugar y se altera con ello el resultado de la votación, el error fue determinante y debe declararse la nulidad de la votación recibida en esa casilla.³

    Las nuevas formas del fraude

    Efectivamente, desde 1991, y hasta que se afincaron los cambios en la organización de los procesos electorales, sobre todo con las reformas de 1994 y 1996 al Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales (COFIPE) –verdaderas victorias ciudadanas–, las prácticas del fraude debieron modificarse. Como ejemplo de esto, tenemos que antes era bastante común la práctica llamada carrusel, la cual tenía el fin de hacer fraude. Para evitarla, se estableció en el COFIPE un conjunto de lineamientos como son la distribución, en partes iguales, del padrón o lista nominal en la casilla básica, contiguas y extraordinarias –mas no las especiales–; el uso de la tinta indeleble, que se fue mejorando para evitar su remoción a las pocas horas de entintado el dedo pulgar; la emisión de la credencial con fotografía; el requisito, para poder sufragar, de contar con la credencial y encontrarse en la lista nominal. Sin embargo, lo que observamos es que aquella práctica llamada

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