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núm.

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Invierno 2006

Jesús Carrillo: Especialmente tras la Segunda guerra


mundial, las prácticas artísticas de vanguardia apenas
pueden concebirse fuera de la institución. ¿Se puede, al
borde del 2006, superar las contradicciones que implica el
trabajar dentro de ella?

Hans Haacke: Yo creo que, a lo largo de toda la historia, y no


solamente en el así llamado mundo occidental, la producción de
estos artefactos a los que denominamos “arte” ha tenido lugar,
en mayor o menor medida, en conexión con las instituciones de
su tiempo. De hecho, muchos de estos objetos fueron
encargados por instituciones o disfrutaron, cuanto menos, de un
apoyo tácito por parte de las mismas. En aquellas épocas en que
las sociedades no son monolíticas surgen desacuerdos o desafíos
directos a las normas, que adoptan formas muy diversas. El arte
“divergente” es una de ellas.
Hans Haacke, El vapor de la lana, 1995 ©
Este modelo se continuó durante el siglo XX y persiste hasta
Hans Haacke, VEGAP 2006 hoy en día. Perviven aún muchas formas de disuasión
institucional y de censura ejercidas por los organismos
gubernamentales, las instituciones museísticas, las entidades
financiadoras, las facultades de bellas artes y los departamentos
Hans Haacke de historia del arte. Pero en los periodos no dictatoriales
(Colonia, 1936) articula su obra aparecen individuos e instituciones que se muestran
en torno a la crítica social y la relativamente abiertos a la divergencia respecto al consenso
crítica de las condiciones de la general, o incluso la estimulan, y lo hacen a pesar de entrar en
producción artística. Jesús conflicto o en “contradicción” con las instituciones que dirigen
Carrillo, profesor de la o con las que están afiliados. Después de todo, no debe
Universidad Autónoma de extrañarnos el que las instituciones del arte sean permeables a
Madrid, le ha entrevistado. La
los conflictos del ámbito social del que forman parte. Cada
capacidad de que el arte
articule nuevos públicos, o el institución, y la constelación específica de individuos y fuerzas
futuro de la espectacularización sociales que la enmarcan en un momento dado, ha de ser
de los museos, han sido algunas valorada por sí misma a la hora de decidir si trabajar o no dentro
de las cuestiones abordadas en de ella. Ninguna institución, contradicciones incluidas, es igual a
esta entrevista. ninguna otra.
Mi trabajo ha sido censurado tanto en Europa como en los
Estados Unidos. Conozco de primera mano la auto-censura
institucional, aquella que sólo se admite en privado, y aquella
que está tan internalizada que se produce de un modo casi
inconsciente. Pero también he experimentado un apoyo
generoso, valiente y fiel a sus principios, sin el cual mi obra no
hubiera sobrevivido durante tantos años y sería desconocida hoy

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en día. La respuesta a la pregunta seria, por lo tanto, un
matizado “sí”.

JC: La apropiación neoliberal de lo público y el miedo al


terrorismo, unidos a la crisis del ideal de una ciudadanía
igualitaria y de un espacio común - tal como se ha puesto
de manifiesto en las recientes revueltas ocurridas en
Francia - dificultan hoy imaginar una noción estable de lo
público. ¿Puede operar el arte sin tal horizonte de
referencia? ¿Tiene el arte competencia para articular
nuevos públicos?

HH: Siempre ha existido un control sobre el espacio público,


sobre las calles y lugares en que la gente se reúne o va de
compras. Esto no es nuevo. Sí lo es la privatización de espacios
que habían sido tradicionalmente públicos y el actual nivel de
vigilancia y control, tanto de lo público como de lo privado,
provocado por el miedo a un ataque terrorista o a los disturbios
callejeros. Sin embargo, lo que ocurre hoy en París no es nada si
lo comparamos con el sitio al que se vio sometida la ciudad en
los momentos álgidos de la guerra de Argelia y la amenaza de
golpe de estado por los militares de ultraderecha.
Égalité y fraternité o “lo común” (para utilizar el término en
género neutro) son principios que defender. Ni en Francia,
donde se formularon por vez primera durante la Revolución y
aún adornan todos los edificios públicos, ni en muchos otros
países que suscriben estos principios básicos, funcionan como
líneas directrices que enmarquen o impulsen las políticas
públicas, por no hablar de los intercambios privados en la vida
cotidiana. La película La haine [El Odio]1 de mediados de los
noventa puede interpretarse como una premonición de las
consecuencias de esta flagrante dejación. La implementación de
una igualdad genuina y la adopción de una actitud
verdaderamente comunal requeriría cambios tales que nos
llevarían, de hecho, al borde de la revolución. Deberían
recortarse los privilegios disfrutados sin cuestionamiento alguno
durante generaciones por ciertos segmentos de la población e
iniciarse una redistribución masiva de los recursos sociales.
Tengo la convicción que el subtexto tras la vehemente oposición
de muchos miembros del parlamento alemán a mi instalación
Der Bevölkering [A la población] en el edificio del Reichstag de
Berlín fue un rechazo encubierto al principio de igualdad, tal
como lo reconoce la constitución alemana2. Concebí esta obra
con la esperanza de que pudiera contribuir a dar forma a un
1
La haine –Odio-, película dirigida consenso social más democrático. Por muy modesto que sea el
en 1995 por el director francés impacto de las obras de arte en la configuración del Zeitgeist,
Mathieu Kassovitz. independientemente de lo persuasivas que estas lleguen a ser, su
2
Finalmente, se aprobó la papel no debe ser menospreciado pues están dotadas de un
instalación de la obra en el considerable capital simbólico. El no utilizar tal capital
Bundestag por 260 frente a 258
votos el 5 de abril de 2000. significaría entregar sin resistencia a merced del enemigo aquella
plaza pública en que se intercambian las ideas.

2
JC: Siguiendo la actual ley capitalista de “proliferar o
morir”, muchos museos y centros de arte contemporáneos
están modificando sus estructuras con el fin de sobrevivir
en el competitivo mercado del ocio, de “la cultura” y del
turismo. ¿Deberían evitar las instituciones artísticas
participar en tal competición? ¿Existen espacios de
interacción social para el arte más allá de este modelo?

HH: A pesar de que me repugna el modo en que las


instituciones culturales han entrado a formar parte de la
industria del entretenimiento, aún no estoy en disposición de
desacreditarlas del todo. Recuerdo que durante los sesenta y los
setenta nos quejábamos de que los museos eran demasiado
elitistas, de que las entradas eran demasiado caras y de que no
eran accesibles a la gente “corriente”. Yo mismo he sido turista
en multitud de ocasiones y entre aquellos que estaban a mí
alrededor siempre ha habido quienes, por su comportamiento,
me hacían pensar que estaban verdaderamente interesados en
aquello que contemplaban y que realmente significaba algo para
ellos. Tengo la certeza de que entre los organizadores de la
Documenta hubo algunos que entendieron la naturaleza de este
espacio como “campo de batalla”, y es justo reconocer que tuvo
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un impacto nada despreciable tanto en los alemanes “corrientes”
Juega con la homofonía entre la como en los visitantes extranjeros. “Arts & Leasure” (Arte y
palabra “museo” y el término
muzak que en inglés designa el
Ocio), título de la sección de cultura del New York Times no es
estilo de hilo musical, aludiendo a solamente muzak3. Sus páginas siguen siendo un foro que no
algo de consumo fácil, pasivizado, y deberíamos abandonar.
de gusto popular.

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