brujos, pero hoy escucho cada día uno nuevo», escribe Salvucci en su libro.
Para dar consistencia a sus palabras el exorcista cita algunos números
relativos a Italia. Hace ocho años, revela, un Congreso Universitario
celebrado en la ciudad de Perugia informaba que en ese país el esoterismo
contaba con 12 millones de clientes. Los magos serían 170 mil, con un
facturado de unos 600 millones de dólares. Hoy, sin embargo, según el
sacerdote, se considera que el facturado ha aumentado hasta tocar los 3 mil
millones de dólares.
Discernimiento
El exorcista tampoco pretende ver demonios hasta en la sopa. Reconoce que
lo más difícil de su ministerio es reconocer los casos de posesión
satánica, y distinguirlos de otro tipo de afecciones físicas o
psicológicas. «Este es ciertamente el problema más difícil de resolver
--reconoce--: está ya expresado claramente en la introducción al Ritual del
Exorcismo desde 1600. Con frecuencia los sacerdotes que reciben este
encargo tienen un carisma que les ayuda en el discernimiento. Ahora bien,
después de 25 años de experiencia y, sobre todo, después de interminables
horas de coloquio en el que he seguido durante años caso por caso, he
llegado personalmente a la certeza de que existe una determinada serie de
tests, semejantes a los que utilizan los psicólogos, que permite la certeza
del diagnóstico».
¿Qué buscan las personas que recurren a un exorcista? «Ante todo buscan que
se les haga un discernimiento para convencerse de que realmente existe una
presencia demoníaca. Pero poco después piden la "liberación inmediata" a
través del exorcismo. Se trata de un itinerario sumamente habitual. Cuando
experimentan cosas incomprensibles van en primer lugar a la maga que lee
las cartas (cuesta entre 150 y 200 dólares). Si la maga percibe signos y
movimientos de un maleficio hecho por magos, pero no logra hacer nada,
entonces se pasa a la segunda etapa: hay que recurrir a un mago fuerte,
anunciado por la radio y la televisión. En este caso se requieren unos 4
mil dólares. Pero si ni siquiera esto funciona, entonces se acaba
escuchando que hay un cura que hace exorcismos. Y, dado que, en el
imaginario colectivo de esta sociedad, que ha dado definitivamente la
espalda a Dios, existe todavía una ancestral concepción del sacerdote como
persona de confianza, entonces se recurre al exorcista. Pero se recurre al
sacerdote con tres condiciones mentales precisas: que reciba fuera de
horario de trabajo para no perder tiempo y dinero; que no pida dinero, a
diferencia de los magos; que sea inmediata y totalmente eficaz contra todo
mal oculto. Sin embargo, esta última condición no puede ser asegurada por
el sacerdote, de modo que puede volver a comenzar de nuevo el interminable
viacrucis tras los magos».