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Calentamiento global y recalentamiento mental

El urgente debate mundial sobre el calentamiento global dista de ser claro, y en él se han instalado
muchas confusiones. De lado y lado hay posiciones extremas. Pero la confusión no viene sólo de
los extremos, sino también de las zonas medias del espectro. Todo esto ha sembrado una
lamentable incertidumbre, en medio de la cual se hace difícil distinguir el rigor científico de la
propaganda política o de las expresiones emotivas. De nuevo, esto sucede a lado y lado del
debate.
Empecemos con los extremos del espectro. Allí encontramos, por un lado, a quienes se resisten a
aceptar que existe un problema de calentamiento global, y afirman que todo esto no es más que
una patraña de sectores ideológicos de extrema izquierda. Viene a la mente la figura del
prominente senador estadounidense James Inhofe, quien en 2003 afirmó que el calentamiento
global es “el más grande engaño que se haya perpetrado sobre el pueblo estadounidense”.

En el otro extremo encontramos a los fundamentalistas del medio ambiente, cuyas ideas sobre la
relación entre el ser humano y su entorno son verticalmente absurdas, y se resisten a aceptar
cualquier consideración pragmática del tema. Estos movimientos, como bien dijo el economista
John Kay en el Financial Times (enero 9 de 2007), tienen visiones apocalípticas y místicas, y no
aceptan otro dictamen que no sea una condena radical al ser humano como depredador de la
naturaleza, como si los humanos no fuésemos parte de ella sino agentes externos de destrucción.
Es una visión cuasirreligiosa, con la cual es imposible un diálogo sensato.

Pero vamos a otras zonas del espectro que, sin ser extremas, contribuyen también a sembrar
confusión. Empecemos con aquellos pensadores que, por sentir una cercanía intelectual con las
ideas de capitalismo y mercado libre, resisten con fuerza cualquier debate que pueda terminar en
propuestas de acción colectiva, o en el establecimiento de restricciones al funcionamiento de la
economía libre. Es el caso del presidente checo Vaclav Klaus, quien en una reciente columna
desestima la realidad del calentamiento global, con la tesis de que esto es una campaña de miedo
infundado, histeria y “pesimismo malthusiano” (Financial Times, junio 13 de 2007). Klaus además
afirma que, si existe un problema de calentamiento global, este se corregirá mediante los
mecanismos espontáneos e impersonales de la economía libre.

Por el otro lado, encontramos una buena cantidad de activismo que pretende ser científico, pero
que en realidad es político y mediático. El caso por excelencia es Al Gore, quien ha querido
presentar como autoridad científica su taquillero documental, lleno de errores y exageraciones. Y
hay personas como Leonardo Di Caprio, quienes, siguiendo el ejemplo de Bono, saben que hoy
por hoy toda estrella, para ser realmente "cool", debe abanderar alguna causa. Así no tenga idea
de lo que habla. Como Leonardo Di Caprio. Y como Bono.

¿Cómo podemos encontrar luz en medio de tal confusión? No puedo más que hacer algunas
sugerencias.

En primer lugar, de nada vale empeñarse en negar de forma obstinada el calentamiento global, el
cual está suficientemente documentado y respaldado por evidencia científica.
En segundo lugar, si bien es cierto que la economía de mercado, en su desarrollo, ha evolucionado
hacia formas cada vez más limpias de producción, y que además el avance de la tecnología es
nuestra mejor esperanza para combatir todos los problemas ambientales, no creo que sea
prudente despachar estas alarmas en el modo en que lo hace Vaclav Klaus, y simplemente
sentarnos a esperar sin tomar ningún tipo de acción concertada.
No tenemos que entrar en pánico simplemente cuidar nuestro planeta y nuestro ambiente
para conseguir un mundo lleno de vida y ayudar a que el planeta no sufra todas estas
alteraciones.

Autor: ANDRÉS MEJIA VERGNAUD


http://www.dinero.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=35852
Daniela Acuña Socha
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