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MA TANDO A CHA VEZ

Por Gustavo Bolívar Moreno.

"La única manera de librarnos de esta pesadilla que estamos viviendo es matando a
Chávez y Chávez no es fácil de asesinar. Tiene en el bolsillo a todas las fuerzas armadas
y sus anillos de seguridad son impenetrables. Por eso hay que matarlo desde lejos, con
un francotirador apostado en la ventana de un edificio, como sucedió con Kennedy". El
comentario vino de un hombre que venía caminando con su esposa por la tercera
planta del centro comercial Sambil en Caracas. El señor, como de unos sesenta años,
bien vestido, bien hablado y bien culto él, se me acercó con su mujer y entre los dos me
hablaron en voz baja:
–Señor Bolívar, yo lo vi. anoche por televisión y noté cómo el conductor del programa
trató de callarlo –apuntó el hombre. (Se refería a un gesto de desconcierto que hice al
aire cuando estaba hablando de la censura que le habían aplicado a la serie Sin tetas no
hay paraíso y el conductor del programa me hizo señas para que no fuera a decir lo que
al presidente Chávez no le gusta escuchar).
Yo acepté ante el hombre que eso sí había sucedido pero le expliqué que el presentador
no lo hizo porque estuviera en desacuerdo con lo que yo estaba diciendo, sino porque
sintió temor de que su canal corriera la misma suerte que la RCTV. Y así fue. Y así es.
Los Canales de televisión Venezolanos están mordiendo, todos, el anzuelo de la
autocensura temerosos de que sus licencias no sean prorrogadas como le sucedió a
RCTV. Luego, la jugada de Chávez es una jugada maestra pues eliminó de un tajo a su
principal opositor y les lanzó a los demás medios, un mensaje subliminal terrorífico,
que es el mismo que utilizan los dictadores: El que no está conmigo, está contra mí y
puede desaparecer. Lo sentí en cada entrevista.
El caso contrario me sucedió dentro de un taxi cuando le pregunté a su conductor por
lo que él percibía del gobierno de Chávez.
–Ese es un hombre con pantalones que no le ha temblado la mano para poner en su
lugar a los ricos de este país y al presidente de los Estados Unidos. Es un varón y
nosotros lo apoyamos porque está haciendo por el pueblo, todo lo que los anteriores
presidentes no hicieron por andarse robando los bolívares. Acto seguido, el hombre me
enumeró una serie de obras sociales que ha realizado "El gobierno bolivariano de Hugo
Chávez y me llegó a insinuar, cuando llegamos al tema, que si a él le pasaba algo, el
pueblo se iba a la guerra civil.
Estos dos comentarios, aunque aislados, representan, hoy por hoy, el pensamiento
polarizado de los venezolanos que están sentados sobre una bomba de Tiempo. La
mitad de sus habitantes vive, come, trabaja y hasta duerme pensando la manera más
creativa de matar a Chávez, porque saben que él jamás se irá del poder. La otra mitad,
que sabe lo que la otra mitad piensa, construye ideas sobre la manera de incendiarlo
todo si a Chávez le sucede algo. Futuro oscuro para una nación saber que si su
gobernante sigue acelerando su revolución socialista la economía se va al suelo pero que
si ese gobernante muere, todo será peor.

OPOSICIÓN RESIGNADA
Pero el problema más grande que tiene Venezuela hoy en día no es la polarización, ni el
estado de guerra mental, ni Chávez con sus medidas dictatoriales, ni la censura de
prensa, ni la catastrófica desaparición de la separación de poderes tan imprescindible
para una democracia, ni la inflación del 17% en el 2006 y de 2% en enero de 2007, ni el
fantasma del fraude electoral, ni la amenaza sobre las normas internacionales sobre la
propiedad privada, ni la devaluación del Bolívar, ni el dólar negro a 5.000 bolívares, ni
las 68 muertes por cada 100 mil habitantes (una de las más altas de Latinoamérica) , ni
la inminente y cercana masificación del auto eléctrico, ni el anuncio de Bush de reducir
en un 20% el consumo de gasolina durante los próximos 5 años y ni siquiera el anuncio
de Chávez de impartir educación socialista en las escuelas con 20.000 maestros
importados de Cuba, ni la mala percepción de seguridad entre las gentes lo que les
impide caminar por las calles, ni la fuga de capitales, ni la fuga de cerebros, ni el
secuestro de ganaderos en la frontera por parte de paramilitares y guerrilleros
colombianos, ni la amenaza latente de una nación poderosa y ofendida como los
Estados Unidos. No. El principalísimo problema de Venezuela es que la oposición se
cansó. Bajó los brazos, se resignó. Y sin oposición no puede funcionar bien, ni siquiera
un buen gobierno, si fuera el caso. Porque independientemente de la buena o mala
gestión de su Presidente, cosa que no podría entrar a calificar porque no vivo allá,
Chávez necesita de la oposición para legitimar sus actos de gobierno.
Pero al parecer él ve las cosas de distinto modo y ha hecho todo lo posible por desgastar
la oposición y a fe que lo ha conseguido. No de otro modo el Congreso Venezolano pudo
votar a su favor, y sin ningún tipo de contrapeso, la llamada "Ley Habilitante" que le
permite al Presidente Chávez dictar decretos, con "rango, valor y fuerza de ley",
durante 18 meses para "profundizar la revolución bolivariana y avanzar hacia la
construcción del socialismo".
¿Pero cómo logró Chávez enfriar a sus opositores? Fácil. Controlando el flujo de
divisas para que sus empresas colapsaran, amenazando con expropiar cualquier sector
de la economía que no comulgara con sus medidas, disparando durante las
manifestaciones para amedrentar a sus contradictores, imponiendo multas a
columnistas, incluso de humor como le sucedió a Laureano Márquez del diario Tal
Cual de Teodoro Petkoff; negándose a prorrogar el contrato al canal RCTV y, sobre
todo, porque pudo sortear, durante dos meses y medio la paralización que de la
economía hicieron los sectores productivos enemigos de su régimen. Chávez no tuvo
problemas en esperar, con paciencia de héroe, a que los gestores de la huelga general de
que se prolongó por 62 días hasta el 3 de febrero de 2003, se cansaran de protestar y de
perder dinero en sus empresas hasta claudicar levantando el paro por su propia
decisión aunque sin un anuncio oficial.
Desde entonces, Chávez gobierna a sus anchas, con un sector de la prensa arrodillado y
el otro amedrentado; los líderes empresariales y de la oposición pensando en emigrar
junto con sus capitales; enlazando las cadenas de televisión, por horas, cada que se le
antoja; agrandando el estado a niveles peligrosos de burocracia, con la creación de
nuevas empresas o la nacionalizació n de otras; sin parlamento hasta mediados del
2008; con la justicia en su bolsillo y con las arcas llenas de petrodólares para sacar
avante un proyecto de socialismo que ha fracasado en todas las latitudes del orbe. Un
sistema de gobierno que prescinde de la democracia y del capitalismo aunque recurra a
ellos para sostenerse en el poder. Y así debe ser porque socialismo sin dictadura no
existe. El dictador es al socialismo como el pueblo a la democracia. Uno sin el otro no es
posible. Y se impregnan tanto sus súbditos y seguidores de su afán por controlarlo todo,
que incluso el gobernador del Estado Carabobo, Luís Acosta Carlez, intentó intervenir
la junta de socios del equipo de béisbol Navegantes del Magallanes, y el alcalde de
Caracas, Juan Barreto expropió dos campos de golf en la ciudad con la aparente
intención de construir en esos terrenos viviendas de interés social. En el primer caso
Chávez salió a desautorizar al gobernador, lo que demuestra su sagacidad al no
involucrarse con la fanaticada de un club insignia del deporte nacional y, en el segundo
caso, apoyó las medidas del alcalde.
El panorama venezolano no es el mejor. Hablé con personas que odian a Chávez y
también lo hice con quienes lo adoran. Los integrantes del primer grupo que representa
a la mitad de los venezolanos no quiere luchar más porque saben que a Chávez no lo
trasnochan las huelgas ni las manifestaciones multitudinarias en su contra. Sienten que
luchar no tiene sentido y por eso prefieren pensar en un término que se está
masificando y al que muchos denominan plan B. Consiste el famoso plan B en tener
bajo el brazo una alternativa rápida para salir del país con sus capitales.
Tienen un problema y es que no encuentran la manera fácil de realizar sus propiedades
y convertirlas en dólares pues saben que el Bolívar es una moneda devaluada que les
haría perder la mitad de sus fortunas. La otra alternativa es la lucha armada pero la
sociedad Venezolana no tiene ese espíritu beligerante y violento que existe en otras
naciones del mundo como la nuestra. Afortunadamente el venezolano no tiene
enquistada en su corazón la palabra guerra. Uno no se imagina a un venezolano
tomando en sus manos un fusil para derrocar a un gobernante. Punto a favor.
Los integrantes del segundo grupo, los que aman a Chávez están felices. Sienten que
por fin alguien representa sus intereses y reivindicaciones sociales. Ven en su presidente
al hombre que los respalda y les está consiguiendo un lugar digno en una sociedad que
antes los miraba de soslayo. Ellos ni están pensando en salir del país ni tienen con qué
hacerlo pues, a pesar de todo lo que se habla, los pobres de Venezuela siguen siendo
pobres. Sobre todo porque Chávez no les está enseñando a pescar, tal vez no le
convenga, sino porque les está regalando el pescado. Aunque no todos caben en el
esquema burocrático que ha convertido en nuevos ricos a cerca de 500 mil venezolanos,
la mayoría goza de mejores salarios y mayores prestaciones sociales y mejoras en los
sistemas de salud y de educación.

REVOLUCIÓN SIN AGRESIÓN


Lo que no saben los venezolanos pobres sometidos por décadas al saqueo de sus clases
dirigentes, es que todas las acciones sociales de la llamada "revolución bolivariana"
juntas no alcanzan a representar para los pobres de ese país, ni la mitad de lo que han
logrado los pobres de Bogotá durante las alcaldías de Antanas Mockus, Enrique
Peñalosa y Lucho Garzón. El primero, un hombre de centro que le apostó a la
educación, la cultura y el orden, el segundo un hombre de derecha que le apostó a la
infraestructura y el tercero un hombre de izquierda moderada que le apostó a la
educación y al desorden. Ninguno de los tres tuvo que recurrir a la cacareada palabra
"revolución" para ejecutar gigantescos planes de gasto social y mucho menos
atropellar a los ricos de la ciudad para llevar a cabo sus proyectos.
Por el contrario, los ricos, han respondido con solidaridad a estos ambiciosos planes
educativos y culturales. Por ejemplo, Julio Mario Santodomingo acaba de regalar 10
millones de dólares para educar en la mejor universidad del país a los niños
aventajados de sectores populares. Ardila Lule construye clínicas, Shakira construye
escuelas, Fernando Botero, padre, regala obras del arte universal y las suyas propias a
museos y parques de Bogotá y Medellín. Luís Carlos Sarmiento construye
polideportivos y apoya varias obras sociales y el Sindicato Antioqueño y la Fundación
Social apoyan las microempresas. Algunos dirán que es muy poco para las fortunas que
poseen pero "algo es algo peor es nada" como decían nuestras abuelas. Otros ricos no
dan nada.
Esto demuestra que los poderosos, manejados con inteligencia son más útiles que
cuando se manejan a las patadas como lo está haciendo Chávez en Venezuela. Los ricos,
detestables, tacaños, generosos, ventajosos o queridos, siempre existirán. Y no se puede
arremeter sobre sus capitales y propiedades con un cambio de reglas de juego
elaborado sobre la marcha. Si se quieren subsanar las inequidades sociales, que
evidentemente existen, se debe recurrir a medidas que empiecen a funcionar "a partir
de". Porque muchos no son culpables de sus fortunas. Algunos las han heredado, otros
las han conseguido con mucho esfuerzo y otros con mucha suerte y astucia. No faltará
el que se haya enriquecido con dineros mal habidos provenientes del estado o del
negocio de la droga pero para eso está la justicia y no todos se pueden medir con el
mismo rasero. Esto es lo que no ha entendido Hugo Chávez sobre la propiedad privada
y su obstinación por estigmatizar a los ricos lo puede llevar al fracaso de su revolución
socialista. A los ricos no se les debe combatir, se les debe utilizar y crear en ellos una
conciencia social. Con solo decirles que para gastar todo el dinero que tienen no les
serán suficientes dos mil años, ellos empezarán a mirar a los pobres y a lavar sus
conciencias, próximas al ocaso, entregando una parte de lo que tienen.

Así las cosas, la Venezuela inconforme se enfrenta por estos días a un dilema difícil.
Seguir con los brazos caídos y dejar que Chávez, gobierne, legisle, imparta justicia,
eduque a sus hijos bajo el esquema revolucionario, y maneje el presupuesto de la
nación con auditores amigos o volver a levantar la frente, llenarse de nuevos bríos y
conquistar el lugar que le corresponde a la oposición de cualquier nación decente del
mundo.
Pero ese respeto que se requiere para ser tenido en cuenta como una fuerza opositora
no se logra cantando joropo con letras ridículas en los programas de televisión
mañaneros, ni agrediendo al gobernante, ni tratándolo de payaso. La oposición se gana
un lugar y un respeto entre la gente y entre el mismo gobierno con propuestas.
Gobernando en la sombra. Uniendo los capitales de los ricos y haciendo obras sociales
en aquellos lugares a los que el estado no ha llegado. Investigando con seriedad.
Protestando con respeto, paz y obstinación como lo hizo Gandhi. Haciendo propuestas
objetivas. Alabando con honestidad y desprendimiento las cosas buenas que hace el
gobierno, porque las hace.
Fortaleciendo la democracia con foros donde se estudien reformas urgentes, como la
electoral, por ejemplo. Estudiando al contradictor, desnudando sus falencias y
debilidades. Encomendando el liderazgo a personajes con talla de estadistas, muy
carismáticos como no lo fue el candidato Rosales durante la última campaña y con
mucha credibilidad, algo de lo que pocos miembros de la oposición gozan por el
sectarismo, el odio y la subjetividad como enfrentan a diario a su contendor. Pero lo
más importante: Preparándose para gobernar cuando le llegue el turno porque, como
reza el adagio, no hay rey que dure cien años ni pueblo que lo resista. Que no les vuelva
a suceder lo que el 13 y 14 de abril de 2002 cuando, después de derrocar a Chávez,
impusieron como presidente a una persona que no estaba preparada para gobernar a
una nación amenazada por el estallido de una guerra civil.
El remedio resultó más malo que la enfermedad y Pedro Carmona intentó disolver el
parlamento, el tribunal de justicia, la fiscalía, la defensoría del pueblo y se adjudicó
poderes extraordinarios para legislar, por lo que varios sectores, entre ellos algunos
militares golpistas y otros de la misma oposición, consideraron que las cosas iban a
empeorar y prefirieron abortar la intentona. Luego, la aventura duró apenas unas
horas y Chávez recibió en bandeja de plata la oportunidad de regresar de la Isla La
Orchila donde estuvo detenido por algunos miembros de las fuerzas armadas.
Por eso, si lo que quieren sus opositores, por el cansancio que les produce seguir
luchando, es matar a Chávez, deben saber que a Chávez no se le mata con un rifle de
mira telescópica y largo alcance, entre otras cosas, algo indebido y sucio. A Chávez se le
mata con argumentos, ideas y un tesonero, incansable, sano y buen ejercicio de la
resistencia civil. Y lo tienen que empezar a hacer ya o tendrán que acostumbrarse a
convivir con su exótica, ruinosa y altanera manera de gobernar, porque si de algo han
de servirle las facultades otorgadas por la "Ley habilitante" es para elevar a rango
constitucional la reelección inmediata y vitalicia de los presidentes, es decir su
perpetuación en el poder.
Sin democracia no hay libertad, sin libertad no hay felicidad y sin felicidad no hay
paraíso. Resistencia Civil y pacífica.

Percepciones de mi viaje a Caracas en el mes de febrero de 2007.


Gustavo Bolívar Moreno.
Escritor colombiano.

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