BUCOLICAS - EGLOGA IV
Introducción
En el año 40 a. C., luego de una larga guerra civil, en la ciudad de Brindisi se celebró un tratado
de paz logrado por mediación de Mecenas y de Asinio Polión: Occidente quedó a cargo de
Octavio, Oriente de Antonio y el Norte de África, Sicilia y Cerdeña de Sexto Pompeyo. Poco
después Polión tomó posesión del consulado de Roma y tuvo un hijo. En esa época corría la fama,
apoyada por los oráculos sibilinos del famoso santuario de Cumas, de que una nueva edad del
mundo estaba por comenzar.
Los esfuerzos de Polión sacaron de sus desgracias a Italia: Virgilio lo felicita como quien, bajo
sus auspicios, renacerá la edad de oro, y predice que el niño inaugurará un siglo de altísimos
destinos.
La paz no duró mucho: eliminado Pompeyo el triunvirato se redujo a la dualidad de Octavio y
Antonio. A fines del año 31 Octavio derrotó a Antonio, y con el nombre de Augusto, otorgado por
el Senado, restauró la república e inició la era de paz que durará dos siglos. Durante el reinado
de Augusto nace en Palestina Jesucristo, ya que Augusto fallece en el año 14 d. C.
Esta magnífica égloga, escrita en tales términos y pocos años antes del nacimiento de Jesús, no
podía no impresionar a los cristianos de entonces, y tampoco a los de ahora, que vieron en tan
grande poeta una inspiración que trascendía la época histórica para extenderse a un vaticinio
sobre la salud aportada por Cristo. El niño y su madre, la era de salvación y paz, su relación con
los dioses y los héroes, la anulación de los crímenes, la nueva edad de oro, la convivencia de
tradicionales enemigos simbólicos, y otros símbolos e imágenes que no son difíciles de discernir,
llevaron a los cristianos al convencimiento de que el Espíritu que animaba a Virgilio había dejado
en esta égloga un claro testimonio de lo que pronto iba a ocurrir.
Lactancio en sus Divinae Institutiones, en el siglo IV, interpretó esta égloga en sentido
cristológico; lo mismo hizo Constantino en la oración pascual después del concilio de Nicea, y San
Agustín admitió, como posible, la inspiración divina de la Sibila cumana, y derivando de ella la
inspiración de esta égloga.
A POLIÓN