“Para que los fieles lleguen a adquirir una estima viva de la sagrada Escritura
por la audición de las lecturas divinas, es necesario que los lectores desempeñen este
ministerio, aunque no hayan sido oficialmente instituidos en él, sean de veras aptos y
estén cuidadosamente preparados.
Esta preparación debe ser, en primer lugar, espiritual, pero también es necesaria
la preparación técnica. La preparación espiritual supone, por lo menos, una doble
instrucción: bíblica y litúrgica. La instrucción bíblica debe encaminarse a que los
lectores puedan comprender las lecturas en su contexto propio y entender a la luz de la
fe el núcleo central del mensaje revelado. La instrucción litúrgica debe facilitar a los
lectores una cierta percepción del sentido y de la estructura de la liturgia de la palabra
y la relación entre la liturgia de la palabra y la liturgia de la eucaristía. La
preparación técnica debe capacitar a los lectores para que cada día sean más aptos en
el arte de leer ante el pueblo, ya sea de viva voz o con la ayuda de los instrumentos
modernos para amplificar la voz.”1
1
OLM 55.
CURSO DE LECTORADO
o No leer lo que está en rojo. Por lo tanto NO se lee “primera lectura”, “salmo
responsorial”, “segunda lectura”. Directamente se comienza a leer diciendo de
dónde está tomada la lectura.
o Vigilar la posición del cuerpo. No se trata de adoptar posturas hieráticas y
rígidas, pero tampoco leer con las manos en los bolsillos, con el cuerpo echado
sobre un solo pie o sobre el ambón. Posición de las manos.
o Leer con entonación el título.
o No precipitarse. La mayoría corre demasiado. Es muy importante como se
empieza. Para ello al llegar al ambón, respirar antes de empezar, establecer con
la mirada conexión con los oyentes y leer sosegadamente haciendo las pausas
oportunas para que se pueda ir asimilando lo que se oye.
o Luego de leer, haciendo una pausa más prolongada que durante la lectura, hay
que decir con solemnidad la aclamación final: “¡Palabra de Dios!” Esta
fórmula es como un juramente pronunciado a la Asamblea. Hay que decirla
mirando al Pueblo y esperar su respuesta al retirarse. No hay que usar otras
fórmulas.
El que lee la segunda lectura, luego de la aclamación final, tiene que leer la
aclamación antes del Evangelio. Para leerlo tendrá que esperar unos segundos.“Junto
con el Sínodo, pido que la liturgia de la Palabra se prepare y se viva siempre de
manera adecuada. Por tanto, recomiendo vivamente que en la liturgia se ponga gran
atención a la proclamación de la Palabra de Dios por parte de lectores bien instruidos.
,unca olvidemos que cuando se leen en las Iglesias las Sagradas Escrituras, Dios
mismo habla a su Pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio…Para
comprender bien, la Palabra de Dios ha de ser escuchada y acogida con espíritu
eclesial y siendo conscientes de su unidad con el Sacramento eucarístico. En efecto, la
Palabra que anunciamos y escuchamos es el Verbo hecho carne, y hace referencia
intrínseca a la persona de Cristo y a su permanencia de manera sacramental. Cristo no
habla en el pasado, sino en nuestro presente, ya que él mismo está presente en la
acción litúrgica. En esta perspectiva sacramental de la revelación cristiana, el
conocimiento y el estudio de la Palabra de Dios nos permite apreciar, celebrar y vivir
mejor la Eucaristía. A este respecto, se aprecia también en toda su verdad la
afirmación, según la cual desconocer la Escritura es desconocer a Cristo.
Para lograr todo esto es necesario ayudar a los fieles a apreciar los tesoros de la
Sagrada Escritura en el leccionario, mediante iniciativas pastorales, celebraciones de
la Palabra y la lectura meditada. Tampoco se ha de olvidar en la tradición, la liturgia
de las Horas, sobre todo Laudes, Vísperas, Completas y también las celebraciones de
las vigilias. El rezo de los Salmos, las lecturas bíblicas y las de la gran tradición del
Oficio divino pueden llevar a una experiencia profunda del acontecimiento de Cristo y
de la economía de la salvación, que a su vez puede enriquecer la comprensión y la
participación en la celebración eucarística.”2
1) Leerse antes la lectura. Dos veces: la primera para saber qué dice; la segunda para
fijarse en las palabras o nombres que nos pueden resultar más difíciles. Leerlas en vos
alta, así “tropezaremos” con las dificultades y luego las podremos evitar mejor.
2
Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 45.
CURSO DE LECTORADO
2) Es decisivo cómo comenzamos la lectura. Para el que lee y para quienes escuchan. Para
quien lee, porque si empieza a acelerarse desde el principio o empieza inseguro, la cosa
irá empeorando. Para quien escucha, porque si el principio no se entiende, la atención
cae en picado.
3) Para que se nos oiga y entienda bien, son importantes dos cosas: la primera es no bajar
la cabeza, la segunda es abrir más la boca de lo habitual. Con la cabeza alta, la voz
resultará más clara y el tono más elevado (si nos hace falta, podemos levantar el libro).
Abriendo bien la boca, las vocales nos saldrán más redondas y las consonantes más
contrastadas. Nunca hay que bajar el tono al final de una frase.
4) Durante la lectura, nos ayudará el mantener la ilusión en el servicio que estamos
realizando (prestamos nuestra voz a la Palabra de Dios y servimos a la comunidad
cristiana). Esta ilusión por hacer bien este servicio, hará que leamos con una tonalidad
amable, no agresiva ni hiriente pero tampoco desganada. Porque toda lectura de la
Palabra de Dios es una “buena y alegre noticia”.
5) Conviene leer en el libro del Leccionario, no en hojas. Porque para eso está el
leccionario (y es dar nobleza a la lectura). Y porque su letra es más grande y el texto
está mejor distribuido.
6) Si nos equivocamos en una palabra lo correcto es detenernos un momento y volverla a
decir con calma (pero no hace falta decir “perdón”).
7) Ya que antes de leer en público, nos habremos leído el texto, sabremos si se trata de una
narración, una exhortación, una reflexión, etc. Y se leerá muy bien si sabemos el modo
adecuado de leerlo. Por ejemplo, si es una narración, saber distinguir el tono del
narrador, el de los diálogos… Si es una exhortación saber leerla con convicción. Atinar
en todo eso no es difícil: basta buen sentido y ganas. Hay que leer de un modo
expresivo, pero nunca exagerando, ni actuando.
8) Puede sorprender pero para una buena lectura son muy importantes los silencios. Los
silencios (las pausas) dan luz a las palabras. El lector que sabe respetar los silencios y
además los aprovecha para respirar, es casi seguro que se hace escuchar.
9) En todo es bueno escuchar la opinión de otros. Es muy conveniente que las personas
que leen intercambien sus opiniones sobre cómo se leyó.