Esta frase que brota de lo profundo del corazón de San Agustín muestra
que solamente hay una única cosa importante en la vida: amar a la hermosura antigua y
nueva. Agustín, en toda su vida fue tras ella. Militó por muchos caminos: maniqueísmo,
escepticismo, platonismo... Anduvo por muchas ciudades: Cartago, Milán... Pero él
estaba inquieto, no se conformaba con lo que recibía y aprendía, había algo en su
interior que hacía que no se quedara satisfecho. Necesitaba algo que colmara su vida, su
sed de sabiduría, de verdad, de amor. Hasta que encontró lo que buscaba y aquel día, su
alma se desplomó al ver toda su miseria y se dejó guiar por la verdad que después de
tanto tiempo y trabajo había encontrado. El resto de su vida se dedicó a profundizar en
ella. Amó tarde a la hermosura antigua y nueva, pero la amó.
actitud, recibió, a su vez, la sabiduría de Dios: oró y oró. Descartes era cristiano, era un
enamorado de Dios. Tan comprometido que algunos han pedido que se abra su proceso
de beatificación. Tenía fe y esta lo llevó a descubrir verdades. Esto será de mucha
importancia en toda su vida, como veremos más adelante.
Por lo que hemos visto hasta ahora, se puede notar cómo su amor por la
verdad fue lo que lo movió a hacer todo lo que hizo. Es que la pregunta sobre la verdad
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es una pregunta a la que ningún hombre puede escapar. Y su respuesta se puede encarar
desde distintas perspectivas: científica, filosófica, religiosa, moral... Pero, no todos los
hombres creen que exista la verdad, sino que muchas piensan que hay verdades
parciales: una verdad en matemática, otra en lógica, otra en química. Pero estas
verdades no atraen, no mueven las vidas de los hombres. La pregunta por la verdad
supera esto, está más allá. Por esto Nietzsche, en el Anticristo, en el momento de
analizar a algunas personas del Nuevo Testamento, llega a la conclusión que solamente,
en este libro, hay una figura honorable: Poncio Pilato, porque ha dicho la única frase
que tiene valor: “¿qué es la verdad?” Pero el filosofo alemán no quiso creer o no lo vio
o se hizo el ciego, que la respuesta estaba en el mismo libro que él estaba criticando. Le
pasó lo mismo que a la “única figura honorable”, que le hizo la pregunta a Aquél que
era la Verdad. El escritor italiano Giovanni Papini, en su Historia de Cristo, en el
momento de este hecho dice lo siguiente: “y sin esperar respuesta, se levanta para
marcharse. El romano escéptico, que quizá asistió muchas veces a las discusiones de
los filósofos y que oyó tanta filosofía contradictoria y tantas sutilezas sofísticas ha
llegado a convencerse de que la verdad no existe y en caso de existir, no es dado a los
hombres conocerla, no se imagina ni por un instante que aquel desconocido Hebreo
que tiene adelante en calidad de malhechor puede decirle que es la verdad.” Conocido
es el final de Pilato: fue desterrado por Calígula y se suicidó en las Galias. El mismo
escritor, en otra obra, en Los testigos de la pasión, se imagina cómo trascurrieron los
últimos años del desterrado procurador. Sostiene que se desesperó y se volvió loco
porque no encontró respuestas satisfactorias a la pregunta sobre la verdad. Se imagina
que se pasaba todo el día preguntando a cualquiera que se le cruzase, qué era la verdad.
El único que le dio una respuesta interesante fue el filósofo Séneca, que le dijo lo
siguiente: “#adie puede saber mientras viva qué cosa es la verdad y de qué manera se
puede distinguir lo verdadero y lo falso... para saber qué cosa es la verdad es necesario
morir. Si tienes prisa por conocer la contestación a tu pregunta, ya sabes cuál es el
atajo.” Y esta respuesta se le gravó a fuego y lo llevó a tomar el atajo para conocer la
verdad, se suicidó.
contrario. Prestemos atención a estas dos frases que se encuentran en el Discurso: “Tan
vivas satisfacciones había experimentado desde que comencé a servirme de este
método, que no creía que pudiera haberlas en la vida más dulces e inocentes” y “la
satisfacción que por ello (descubrir verdades) sentía, de tal modo llenaba mi espíritu,
que todo el resto me importaba poco”. Su amor se regocijaba con las verdades. Le
ocurre aquello que se encuentra en el Himno a la caridad de San Pablo: “el amor se
regocija en la verdad”.
Sostiene, también, que Dios ha dado a todos los hombres una luz para
discernir lo verdadero y lo falso. Que se encuentran gérmenes de verdades que están
naturalmente en nuestras almas, de que no hay nada más antiguo que la verdad...
Retrocedamos nuevamente al siglo V y acordémonos de la doctrina de la iluminación,
de las verdades eternas (podemos aquí llegar hasta el siglo II, hasta San Justino mártir
que habla de las “verdades seminales”) y de la eternidad de la Verdad. Podemos ver en
el filósofo francés el mismo espíritu que en el oriundo de Tagaste.
Por todo lo expuesto sobre la verdad, Descartes hizo todo lo que hizo. Su
método fue la forma con que él llego a la verdad. Fue el método que a él le sirvió, y lo
da a conocer por si a alguien le puede ser útil y no quiere que para nadie sea perjudicial.
Descartes hizo lo que hizo, rompió con todas las tradiciones, tomó por
falsas todas las opiniones dadas, creyó falso lo que el mismo creía, para poder conocer
la verdad.
Dejemos que Descartes termine este ensayo con una frase en el que se ve
como la verdad suprema y primera es el fundamento de todo: “con toda claridad
reconozco, por tanto, que la certeza y verdad de toda ciencia dependen únicamente del
conocimiento del verdadero Dios”.