En el sistema canovista tiene lugar el turnismo pacífico entre los dos partidos, que
precisaban de la confianza de las cortes y la corona, pero avalados por unos resultados
resultados electorales, por lo que se recurría al fraude electoral. Los partidos de Cánovas
y Sagasti se sucedían en el poder uno después de otro de forma periódica recurriendo al
sistema de encasillado, que consistía en que el ministro de la gobernación decidía los
diputados a obtener en cada distrito, el gobernador civil de cada pronvincia manipulaba
las elecciones previo acuerdo con los caciques comarcales y municipales, a los que
compraba los votos recurriendo al favor popular. Si los resultados electorales no eran los
esperados se recurría al “pucherazo”, aparecían en los resultados más votos que electores
por usarse el nombre de difuntos como votantes.