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Tres años después del destronamiento de Isabel II en la revolución de 1868 y con é la

abolición de la monarquía borbónica es coronado rey Amadeo I de Saboya, príncipe


italiano que inaugura la nueva dinastía y el nuevo régimen democrático. Su difícil
situación, la falta de apoyos, una amplia oposición y la división del partido progresista
por la muerte de de su líder, Prim, lo llevó a abdicar en 1873.

El fracaso de la nueva dinastía llevó al congreso y senado en sesión conjunta a proclamar


la I república española que fue recibida con numerosos problemas e inestabilidad
política.
Tras estas experiencias en el sexenio revolucionario y la hábil dirección de Antonio
Cánovas del Castillo se fue aceptando la idea de restaurar la monarquía borbónica
coronándose rey al hijo de Isabel II, Alfonso XVII, exiliado en Inglaterra.
Así, en un pronunciamiento del general Martínez Campos en 1874 se proclama Rey se
proclama rey a alfonso XII adelantándose a Cánovas, que vio restaurada la monarquía
borbónica.
Debemos distinguir varias fases en la restauración:
La primera corre hasta 1885, cuando muere Alfonso XII, la segunda en la que su esposa,
la reina maria cristina de austria ejerce la regencia sobre su hijo, legítimo rey, alfonso
XIII. Y la tercera, que comienza en 1902 con la mayoría de edad del joven rey, cuando
comienza la crisis del sistema canovista hasta deshacerse en 1923.
Cánovas del Castillo ideó el sistema político de la restauración con la ayuda contínua de
Sagasta (Pragmático). Antonio Cánovas del Castillo se había formado en las filas de la
unión liberal de O’Donnel y tenía un claro proyecto de lo que España debía ser como
nación.
Los fundamentos doctrinales en los que se basa su sistema son, por un lado, pretender la
la estabilidad y la pacificación político-social del país junto con una sínstesis entre lo
viejo y lo nuevo con principios que formaban parte del “alma” española: La libertad, la
propiedad, la monarquía dinástica y el gobierno conjunto entre el Rey y las Cortes, y unir
esto a los ideales progresistas del sexenio.
Así, Cánovas inició un proceso constitucional convocando una asamblea de la que salió
una comisión que se encargaría de redactar un proyecto de constitución, y las cortes,
elegidas por sufragio universal, promulgarían el nuevo texto en 1876.

Destinada a la vigencia durante más de medio siglo consiguió el equilibrio entre la


constitución moderada del 45 y la revolucionaria del 69. Heredaba cierto carácter
conservador de la constitución del 45, quedando definido el principio de soberanía
compartida entre el rey y las Cortes, consecuencia de los fundamentos doctrinales fijados
por Cánovas y la “constitución interna”. Y de la constitución del 69 recoge los derechos
individuales del liberalismo progresista: la seguridad personal, la inviolabilidad del
domicilio y la correspondencia, etc…
Se establecieron cortes bicamerales formadas por el congreso, elegido por sufragio
universal, y el senado, formado por miembros de derecho propio, grandes
contribuyentes, nombramiento real, elegidos por las corporaciones, etc…
Además, la constitución reconocía la libertad de culto aunque la religión oficial del
estado seguía siendo la católica, por lo que seguía siendo un estado confesional.

La admiración de Cánovas del Castillo por el parlamentarismo inglés lo llevó a concebir


el funcionamiento político en un bipartidismo en alternancia dentro de la
constitucionalidad. A los que llamamos partidos dinásticos.
De esta forma, Cánovas configura su propio partido, el liberal conservador, y el
contrario, el liberal, presidido por Sagasta, transigente y comprensivo.
Cánovas aglutinó a los antiguos unionistas y moderados mientras que Sagasti reunió a
progresistas y demócratas. A su vez, a la izquierda y a la derecha de los partidos
dinásticos se unieron otras fuerzas políticas minoritarias como los nacionalismos.
El partido de Cánovas, el liberal conservador, era apoyado por la alta burguesía, y el
partido liberal era apoyado por la burguesía media y las clases medias.

En el sistema canovista tiene lugar el turnismo pacífico entre los dos partidos, que
precisaban de la confianza de las cortes y la corona, pero avalados por unos resultados
resultados electorales, por lo que se recurría al fraude electoral. Los partidos de Cánovas
y Sagasti se sucedían en el poder uno después de otro de forma periódica recurriendo al
sistema de encasillado, que consistía en que el ministro de la gobernación decidía los
diputados a obtener en cada distrito, el gobernador civil de cada pronvincia manipulaba
las elecciones previo acuerdo con los caciques comarcales y municipales, a los que
compraba los votos recurriendo al favor popular. Si los resultados electorales no eran los
esperados se recurría al “pucherazo”, aparecían en los resultados más votos que electores
por usarse el nombre de difuntos como votantes.

El republicanismo fue mayoritariamente excluido del sistema canovista y quedó


debilitado y dividido. Castelar formó el partido republicano (posibilistas) que participó
en el sistema canovista por conseguir el sufragio universal.

Los obreros no se veían favorecido y apostó la asociación y la huelga. Se distinguen dos


corrientes principales:
Por un lado, los socialistas en el PSOE, fundado por Pablo iglesias, que defendían las
ideas marxistas, fue más apoyado por el proletariado urbano, y a raiz de ellos surge un
sindicato, Unión General de Trabajadores (UGT).
Por otro lado, el movimiento anarquista, dirigido por Bakunin, no aspiran a la
representación parlamentaria pues no creen en el sistema político ni en las elecciones,
crean dos sindicatos, CNT y FAI. Se basaban en las acciones sindicales con el fin de
cambiar la ideología de los ciudadanos, se les atribuyen atentados terroristas y eran
apoyados por el proletariado urbano y rural y destacaban en Cataluña y Andalucía.

En el período de la restauración emergieron los nacionalismos y regionalismos. Los


nacionalistas defendían sus culturas, religiones, lenguas y costumbres contra el
centralismo.
La lliga regionalista catalana colaboraba en el sistema canovista y llegó a tener
representación parlamentaria. Formado por burgueses catalanes poseía una ideología
políticamente liberal moderada y defendían, con la autonomía de Cataluña, que todo
funcionario catalán fuera nacido en Cataluña.
Y el Partido Nacionalista Vasco perseguía la independencia del país vasco y estaba
dirigido por Sabino Arana.
Entre los regionalismos destacan el gallego y andaluz, con este último cabe destacar la
mención de Blas Infante.

El sexenio revolucionario mostró la existencia de fuerzas políticas enfrentadas y destaca


la aparición de grupos y movimientos de signo nuevo, como el federalismo, el
anarquismo y el movimiento obrero. La reconciliación de estas fuerzas políticas
constituirá desgraciadamente un nuevo reto en el nuevo régimen.

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