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La obediencia es cuestión de admiración no de


camaradería
Por Ángela Marulanda, Autora y Educadora Familiar

Uno de los mayores desafíos que enfrentamos los padres hoy es


formar a los hijos en una familia en la que la organización
jerárquica es muy distinta a aquella en que crecimos. Los días en
que los niños le obedecían a los adultos por el sólo hecho de ser
mayores "en edad, dignidad y gobierno" quedaron atrás. Hoy
reina la democracia que pregona la igualdad, y por ello la
estructura de mando en la sociedad -- y por ende en la familia
--ya no es de superiores a inferiores sino de igual a igual. Esto
significa que hoy debemos ganarnos la autoridad, no sólo porque
ser personas dignas de admiración y respeto, sino por ser las
más autorizadas e idóneas en la formación de nuestros hijos.

Si bien todo esto es una ventaja para los hijos, para los papás su
crianza constituye un desafío mucho mayor. Este cambo hacia la
igualdad, sumado a que estamos frente a unos hijos más
poderosos y beligerantes, hace que los menores se crean iguales
(o a menudo superiores) a los mayores. No cabe duda que los
niños hoy son más despiertos, saben más y se expresan mejor
de lo que lo hicimos nosotros a su edad.
De tal manera que, como muchos padres sienten que ya no
tienen ningún dominio sobre sus hijos, tratan de ganárselos
poniéndose a su mismo nivel para convencerlos "por las buenas"
de que sigan sus instrucciones. En el intento de acercarse más a
los niños se están igualando a ellos, al punto de que muchos ya
no parecen sus papás sino sus hermanos ligeramente mayores.

Lo grave es que los niños de hoy ya no "tragan entero" y no se


dejan conducir por quienes ven que están tan perdidos como
ellos. Así, no sólo se están quedando sin modelos a seguir sino
también sin quién les establezca los parámetros de lo que deben
y no deben hacer.

Los hijos nos tienen que admirar para poder influir en ellos en
un mundo en tinieblas cuando más precisan de la guía de sus
mayores. Para eso tenemos que ser y parecer personas cuya
forma de pensar, lucir y actuar mueva a los hijos seguir nuestras
recomendaciones porque nos respetan profundamente y quieren
ser como nosotros. Y la única forma es teniendo la sensatez y
estabilidad que nos haga merecedores de su admiración.

Debido a que a los niños les está tocando crecer en un mundo en


tinieblas, en el que reina el cambio y la confusión, la paternidad
es un reto más difícil que nos exige revaluarnos para estar
seguros de que somos adultos dignos de ser considerados como
tales por nuestra integridad y sabiduría. Hoy más que nunca los
hijos precisan de padres que no estén empequeñecidos por su
inmadurez y sean como luces incipientes colocadas a ras de
tierra, incapaces de mostrarles hacia a dónde van en el camino
de la vida. Tenemos que tener la entereza necesaria para ser
como faros colocados en lo alto de manera que nuestra madurez
ilumine la totalidad de su sendero y les permita andar seguros
hacia la cumbre de su propia madurez.
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angela@angelamarulanda.com

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