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LA MÚSICA COMO TERAPIA

El conocido Efecto Mozart, la musicoterapia y otros estudios


sobre el tema apuntan a reafirmar el poder curativo de la
música.

El uso de la música como vía terapéutica es tan antiguo


como el hombre mismo. Ya en los papiros médicos egipcios
del año 1500 A.C. hay evidencias de su valor para resolver
asuntos relacionados con la fertilidad femenina. Pero fueron
los griegos quienes consideraron la música con criterio
científico, al utilizarla como agente terapéutico. De hecho
Pitágoras, filósofo griego, recomendaba cantar y tocar algún
instrumento musical a diario para extraer del organismo
emociones nocivas como el miedo, las ansiedad y la rabia.
No es nada nuevo que la música cure, pero en nuestra
cultura occidental se necesitan pruebas de laboratorio para
reconocer que su poder es realmente efectivo.

El sonado Efecto Mozart

A comienzos de los '90' un estudio efectuado por la


psicóloga Frances Rauscher y el neurobiólogo Gordon Shaw,
de la Universidad de California, EEUU, sacó a la luz en la
revista 'Nature' lo que sería el inicio de la controversial
teoría conocida como Efecto Mozart: 36 estudiantes
escucharon la Sonata para dos pianos en Re Mayor de
Wolfgang Amadeus Mozart durante 15 minutos;
inmediatamente después los sometieron a pruebas para
evaluar su razonamiento espacio-temporal. Otros dos grupos

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realizaban idénticas pruebas, con la única diferencia de
haber pasado ese mismo tiempo escuchando cintas de
relajación unos y en absoluto silencio otros.

Curiosamente, las puntuaciones (traducidas para su


evaluación a la escala del coeficiente intelectual) resultaron
ser de ocho a nueve puntos superiores después de escuchar
a Mozart, frente al resto de las situaciones. Aquel hallazgo
era muy breve, pero lo suficientemente importante para no
dejar indiferente a ningún investigador.

Un par de años más tarde, Rauscher y Shaw indagaron aún


más sobre las bases neurológicas de este aumento en la
capacidad de razonamiento, con pruebas de inteligencia
espacial: En esta ocasión a 79 jóvenes se les proyectaban 16
figuras de papel dobladas de diferentes maneras; cada
proyección duraba un minuto y ellos debían adivinar qué
forma tendrían estas figuras cuando se desplegaran.

Durante 15 días, un grupo escuchó la sonata de Mozart, otro


grupo hizo la prueba en silencio y un tercero escuchó una
mezcla de otros compositores. Los resultados fueron que el
grupo de Mozart logró predecir un 62%, mientras que el
porcentaje del grupo en silencio fue de 14 y de 11 en el
grupo de sonidos mezclados.

La polémica estaba servida: Varios investigadores trataron


de reproducir aquel efecto sin éxito; otros tuvieron ocasión
de comprobar los resultados positivos, aumentando así el
interés por las repercusiones de la música del famoso

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compositor sobre el cerebro humano. En la actualidad no se
duda de que el efecto Mozart exista, aunque limitado al
razonamiento espacio-temporal.

Hacia finales del siglo XIX el músico y educador austriaco


Émile Jaques-Dalcroze desarrolló un método para el
aprendizaje y experimentación de la música a través del
movimiento. Sostenía que el organismo humano es
susceptible de ser educado eficazmente conforme al impulso
de la música; de esta manera se convirtió en el precursor de
la musicoterapia como alternativa médica para el
tratamiento de diversas enfermedades.

Esta práctica terapéutica consiste en la utilización de la


música y/o sus elementos por un profesional calificado, con
un paciente o grupo, en un proceso destinado a facilitar y
promover comunicación, aprendizaje, movilización,
expresión u otros objetivos terapéuticos relevantes, a fin de
asistir a necesidades físicas, psíquicas, sociales o cognitivas.
Lo que se busca es restituir funciones del individuo para que
alcance una mejor organización intra e interpersonal, y por
tanto, mejorar su calidad de vida.

Cómo cura la música

La influencia positiva y terapéutica de la música es un


asunto complejo, condicionado por la estructura y las
funciones del sistema nervioso central y el sistema
neurovegetativo, las glándulas de secreción interna y los
órganos internos. Todo ello se conjuga en una complicada

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cimentación, con la obra musical, con su melodía, su
armonía, su ritmo, el timbre y la disposición psíquica
particular del paciente. La música, según las características
señaladas, puede movilizar o bloquear la sensibilidad
emocional del sujeto, su memoria, su imaginación y sus
representaciones mentales. El terapeuta que utiliza la
música como método de tratamiento debe saber con
exactitud cuándo y cómo debe reforzar o debilitar, según
sea necesario, esas cualidades inherentes al ser.

Ciertas pautas sónicas pueden generar per se ondas


cerebrales alfa. Cuando se escucha una melodía, el cuerpo
tiende a seguir el ritmo. No hace falta una concentración
profunda en lo que está ocurriendo, sino que debe dejarse
que se produzca como una sintonía automática y sincrónica.
De esa manera, el efecto de la música se irá convirtiendo en
una especie de masaje sónico que ayuda a eliminar las
tensiones, provocadas por una vida cotidiana cargada de
estrés y ansiedad.

La musicoterapia se sitúa dentro del campo de la medicina


recuperativa y está indicada para el estrés, problemas de
socialización, además de trastornos físicos, mentales y
emocionales y sirve como un regulador de los estados de
ánimos.

Según cada problema de salud, existen piezas clásicas


terapéuticas:

Insomnio: Nocturnos de Chopin: (op. 9 No. 3; op. 15 No. 22;

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op. 32 n 1; op. 62 No. 1) Preludio para la siesta de un Fauno:
Debussy. Canon en Re: Pachebel.

Hipertensión: Las cuatro estaciones: Vivaldi. Serenata No.


13 en Sol Mayor: Mozart.

Depresión: Concierto para piano No. 3, Rachmaninov.


Música acuática: Haendel. Concierto para violín: Beethoven.
Sinfonía nº 8: Dvorak.

Ansiedad: Concierto de Aranjuez: Rodrigo. Las cuatro


estaciones: Vivaldi. La sinfonía Linz, k425: Mozart.

Dolor de cabeza: Sueño de amor: Listz. Serenata:


Schubert. Himno al Sol: Rimsky-
Korsakov.

Dolor de estómago: Música para la Mesa: Telemann.


Concierto de Arpa: Haendel. Concierto de oboe: Vivaldi.

Energéticas: La suite Karelia, Sibelius. Serenata de Cuerdas


(op. 48): Tschaikovsky. Obertura de Guillermo Tell: Rossini.

“Si yo fuera un dictador, obligaría a cada persona, entre los


4 y 80 años de edad, a escuchar a Mozart durante un
mínimo de 15 minutos al día al menos durante cinco años.”
Sir Thomas Beecham (músico director inglés: 1879-1961)

“La música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor,


sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso”

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Franz Liszt (pianista y compositor austríaco de origen
húngaro (1811-1886)

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