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Prologo la exigencia revolucionaria

Reconstruir los puentes quemados


Breve historia de una subversión

Amador Fernández-Savater

Prólogo del libro La exigencia revolucionaria, colección de escritos de Cornelius Castoriadis,


Acuarela, Madrid 2001.

Contiene los siguientes textos: "Socialismo y sociedad autónoma"; "Autogestión


y jerarquía"; "La fuente húngara"; "Conversación con militantes del Partido
Socialista Unificado"; "La exigencia revolucionaria" y "Transformación social y
creación cultural".

Los seis ensayos reunidos aquí fueron escritos durante la década de los setenta
y aparecieron juntos por primera vez en 1979, dentro de un volumen publicado
por la editorial francesa 10/18, dirigida por Christian Bourgois, con el título de El
contenido del socialismo. Ese libro recuperaba fundamentalmente los textos de
la revista Socíalisme ou Barbarie (abreviado en lo sucesivo como S. ou B.)
donde Castoriadis componía con mayor nitidez una imagen de lo que podría ser
una sociedad autoorganizada ("Sobre el programa del socialismo", "Sobre el
contenido del socialismo I y II" y "Lo que significa el socialismo"), para demostrar
así, entre otras cosas, que el proyecto de autonomía no sufría teóricamente de
ninguna incoherencia interna o estructural. Todos los artículos que presentamos
ahora venían recogidos al final del libro de 10/18, excepto "Socialismo y
sociedad autónoma" que servía de introducción crítica a los viejos textos de S.
ou B. Las líneas siguientes no pretenden ser más que un recordatorio de las
fechas y los hechos que marcaron la marcha del pensamiento de Castoriadis
desde S. ou B. hasta finales de los años setenta.

Socialismo o Barbarie

Seguramente, Castoriadis y sus compañeros de S. ou B. fueron los que mejor


supieron formular el proyecto político autogestionario que el proletariado
industrial europeo expresaba parcialmente en actos durante los años 50 y 60:
actos de rechazo del trabajo alienado y de construcción consciente de formas
institucionales democráticas (los Consejos obreros, por ejemplo). Otros grupos
operativos entonces, como por ejemplo la Internacional Situacionista (por no
citar más que a los mejores), con la que S. ou B. mantuvo una relación
tormentosa(1), permanecían mucho más vagos en los análisis de la actividad
efectiva del movimiento obrero y en la definición positiva y concreta de
propuestas políticas de intervención revolucionaria. Podríamos decir, pues, que
S. ou B. representó hasta su disolución en 1965 la expresión teórica general de
los deseos de autonomía del obrero-masa (los trabajadores descualificados y
sujetos a las cadenas de montaje que configuraban las filas del proletariado
industrial). Sus límites (teóricos y prácticos) fueron igualmente los de la acción
política protagonizada entonces por aquel sujeto. Y no por casualidad ni de
forma indirecta: S. ou B. ceñía estrictamente su producción teórica a las

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cuestiones relativas a la modernización del capitalismo (nueva alienación


consumista, burocratización generalizada, etc.) y la actividad subversiva del
movimiento obrero (tanto en los países del Este de Europa como en los países
occidentales). De hecho, Castoriadis estaba entre los miembros de S. ou B. que
defendía una mayor independencia de la actividad colectiva con respecto a los
conflictos puntuales, posición que motivó alguna ruptura en el grupo(2).

Mayo del 68 y el marxismo

Pero en 1968, la brecha (3) abierta en el muro del capitalismo moderno


demostraría a Castoriadis que era preciso actualizar los análisis porque las
cosas estaban cambiando rápidamente. S. ou B. se había disuelto tres años
antes, pero toda su reflexión no alcanzaba a comprender la envergadura de las
aspiraciones y los envites puestos en juego en aquellas jornadas. Quizá la
disolución del grupo fue un presentimiento de eso. Castoriadis, que había
participado apasionadamente durante el 68 en la tendencia representada por el
Movimiento 22 de marzo de Cohn-Bendit(4), confirma entonces la necesidad
intuida unos años antes de repensar radicalmente (de raíz) los modos
tradicionales de entender y hacer política. Ciertamente, la voluntad de autonomia
flotó en el aire durante todo el 68: en ese sentido, el trabajo de S. ou B. no había
rebotado en el silencio, como creyeron a veces sus integrantes. Pero la gente de
S. ou B. no esperaba a los interlocutores que finalmente recogieron (y
encarnaron) su discurso. Castoriadis juzgó (ya en 1964) que esa ceguera no era
ninguna casualidad, sino una consecuencia necesaria del esquema marxista
empleado de forma insuficientemente crítica. El carácter central y soberano
imputado a la producción tendía a volver invisible (o secundaria) la acción de
todos los sujetos políticos que iban a cobrar protagonismo entonces. "Se trataba
de seguir siendo marxistas o de seguir siendo revolucionarios"(5). La reflexión
sobre "el contenido del socialismo" se transformó así en una reflexión sobre las
posibilidades y las características fundamentales de una sociedad autónoma. En
ambos casos, Castoriadis se enfrentaba a la cuestión de una sociedad que se
da a sí misma sus leyes mediante la participación igual de todos en la toma de
decisiones. Pero, si bien el socialismo respondía sobre todo a las exigencias
más elevadas del proletariado industrial (durante algún tiempo confundido con la
población, como en Hungría en 1956), el proyecto de autonomía, tal y como lo
formula Castoriadis durante los años setenta, no puede ser sólo la obra de un
sujeto relativamente homogéneo alojado en la esfera productiva, sino que debe
solicitar la participación activa de todos los implicados en la institución global de
la sociedad. Y era aquí, en el momento de la acción política instituyente, donde
el problema se planteaba con toda su intensidad: "cómo pueden coordinarse de
manera horizontal, en pie de igualdad, esa pluralidad de sujetos en la acción de
instituir una sociedad autónoma?"(6). El esquema teórico heredado conseguía
velar completamente todas esas cuestiones, ocultando así al mismo tiempo la
realidad: la hegemonía (como poco "en última instancia") de la economía sobre
todas las demás esferas de la vida social, determinaba finalmente una acción
política dirigida por el Partido, representante de la Razón y de la Clase del
Trabajo. Para Castoriadis, por el contrario, "la transformación de la sociedad, la
instauración de una sociedad autónoma, implica un proceso de mutación
antropológica que, evidentemente, no podía y no puede completarse ni
únicamente, ni centralmente en el proceso de producción. O bien la idea de una
transformación de la sociedad es una ficción sin interés, o la contestación del
orden establecido, la lucha por la autonomía, la creación de nuevas formas de
vida individual y colectiva invaden e invadirán en lo futuro (conflictiva y
contradictoriamente) todas las esferas de la vida social" (7).

Además, la misma composición de la clase obrera estaba cambiando. Y si algo


había distinguido a S. ou B. de los demás grupúsculos "marxistas" (que
pensaban en el proletariado como una especie de bloque), había sido su
atención a ese aspecto de la realidad: la experiencia y los deseos de los sujetos
concretos. La reflexión crítica de S. ou B. se había basado en un análisis de la
burocracia fundada sobre la división estricta entre dirigentes y ejecutantes como
forma moderna de dominación por excelencia (que llevaba aparejada igualmente

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una división entre el pensamiento entendido como Razón y la acción entendida


como proceso técnico, ejecución). Pero en el post-68 ya no parecía tan fácil
identificar al proletariado con las simples tareas de ejecución, en buena medida
porque la lucha (informal u organizada, pública o clandestina) había determinado
un cambio en la condición obrera. Como dice Castoriadis en este mismo libro,
"podía tener un sentido hablar de "proletariado" como "sujeto" de la revolución
socialista cuando se pensaba que se podía hacer corresponder una realidad
social masiva y nítida a un concepto que no era precisamente un colador: los
obreros manuales (o, como hice durante el primer periodo de S. ou B., los
trabajadores asalariados, manuales o no, reducidos a papeles de simple
ejecución). Pero hoy día, en los países del capitalismo moderno, casi todo el
mundo es asalariado. Tanto los trabajadores manuales como los "puros
ejecutantes" se han convertido en minoritarios entre la población"(8).

La mezcla cada vez mayor de papeles y posiciones en todos los estratos medios
de la jerarquía, la confusión de dirigentes y ejecutantes, la transformación de la
jerarquía rígida y piramidal en un conjunto de pirámides entrecruzadas, la
fragmentación extrema de la clase obrera, etc., son los datos que Castoriadis
expone para argumentar la necesidad de actualizar la teoría crítica de S. ou B.
(asumida entonces como vanguardia de la expresión teórica por su éxito relativo
en Mayo 68). Son los primeros indicios de la transformación total del mundo del
trabajo que todavía se desarrolla implacablemente ante nuestros ojos(9).

Los años setenta

Las figuras conceptuales desplegadas para captar los procesos históricos del
capitalismo y de la actividad del proletariado se revelaron de pronto insuficientes,
pesadamente dependientes de una visión del mundo solidaria de la hegemonía
de lo económico. Castoriadis abandona, después de Mayo 68, la actividad
política militante para entregarse plenamente a la tarea de repensar todo el
horizonte teórico de las categorías con las que el viejo movimiento revolucionario
había pretendido materializar en el discurso la comprensión de lo que hacía y la
representación de lo que quería. Ese horizonte estaba presidido, según
Castoriadis, por la hipercategoría de la "determinación", cuya aplastante
presencia impide aprehender la especificidad de la actividad política y de la
temporalidad que le es propia. Avanzando de espaldas a todas las modas,
Castoriadis no desecha como puros fantasmas los objetos teóricos que han
jalonado esencialmente el curso del pensamiento occidental (la historia, la
sociedad, el sujeto); más bien constata que su modo de ser pulveriza la lógica y
la ontología heredadas. Comienza así una investigación, a un tiempo audaz y
rigurosa, sobre el lenguaje, las categorías filosóficas centrales, la psique
humana, lo imaginario como base de las instituciones sociales, etc. Una
investigación que desembocó en ese libro formidable que es La institución
imaginaria de la sociedad (1975), cuya aportación a la meditación filosófica
sobre la sociedad y la historia está todavía por descubrir y (sobre todo)
conquistar.

Pues bien, los textos en los que mejor se combina la reflexión política
(prolongada por los acontecimientos del 68 en otras direcciones) y el
cuestionamiento filosófico de los modos de entender la actividad humana, son
sin duda los que escribió Castoriadis durante la década de los setenta y sus
inmediaciones. "La cuestión de la historia del movimiento obrero", por ejemplo,
escrito en 1973 como prólogo a una reedición de sus textos de S, ou B., es una
ilustración magnífica de esta plenittid recobrada del pensamiento político fundido
con la especulación filosófica: ahí se hace estallar toda una concepción de la
historia (el proceso histórico sometido a una finalidad exterior) que llevaba
inscrita una reducción del hacer político al esquema técnico de fines y medios,
se elucida la influencia desastrosa del pensamiento heredado en las corrientes
revolucionarias modernas (cómo la soberanía imputada a lo teórico, a la Razón,
generaba finalmente una separación práctica entre los dirigentes "sabios" y las
masas mudas y obedientes), se emprende una tentativa de comprensión de la
historia del movimiento obrero que no convierta el hacer (y hacerse) de este

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sujeto histórico, su creatividad instituyente, en el resultado inevitable de una


lógica determinista (que no haga, pues, de este sujeto el simple objeto de ciertas
"leyes generales de la historia"), incluso se apuntan observaciones que habrían
permitido aferrar por anticipado las tendencias que ahora son dominantes en el
ámbito de la "nueva explotación": comentarios de pasada sobre los "trabajos en
equipo" y el "enriquecimiento de las tareas" que intentaban corregir la
irracionalidad típica de la fábrica fordista y calmar, sobre todo tras el 68, la rabia
sentida por los obreros especializados ante un estado permanente de
aislamiento y actividad mecánica. Igualmente, en La institución imaginaria de la
sociedad, encontramos detalles luminosos sobre la institución capitalista de la
temporalidad, la producción moderna de subjetividad sometida, la solidaridad
profunda de la tecnología instituida con el mundo de significaciones capitalistas,
etc. Unos detalles con los que Castoriadis pretendía sobre todo aclarar las
categorías expuestas en el libro (significaciones imaginarias sociales, etc.), pero
que también representan momentos fugaces de una comprensión del mundo
contemporáneo ligada estrechamente a los problemas más acuciantes del
proyecto radical de transformación histórica de lo existente(10).

La exigencia revolucionaria

Los seis textos que componen este libro pertenecen también a esa década de
extrema fecundidad del pensador greco-francés. Tratan, pues, de repensar por
un lado todas las categorías utilizadas habitualmente para interpretar la acción
política y, por otro, de tomarle el pulso a los acontecimientos en curso
empleando para ello precisamente esas categorías. Ese es uno de los rasgos
que quizá más se echará luego en falta en la elaboración teórica de Castoriadis:
la verificación de la pertinencia de las categorías creadas en el roce mismo con
el material vivo de la historia. En efecto, la deriva "filosófica" de Castoriadis (en
el sentido amplio que él mismo otorgaba al término) no le apartó nunca de su
apasionado interés por la política, pero quizá le alejó paulatinamente de la
viveza de los debates que emergían de la parte más sensible y crítica de la
materia social (y eso le cegó a mi juicio en varias ocasiones al devenir histórico
del proyecto de autonomía). Sin embargo, estos textos están animados
esencialmente por la pasión experimental de poner en tensión los nuevos
esquemas conceptuales y la transformación efectiva de lo real. Y esa tensión
rinde sus frutos en todos los campos: desde la elucidación de aspectos
esenciales del proyecto de autonomía generalmente olvidados (por ejemplo, la
relación indisociable de la sociedad con sus instituciones y de los individuos con
su inconsciente), hasta una nueva vuelta de tuerca en la critica de la industria
cultural.

Quizá no esté de más exponer un ejemplo que ilustre cómo Castoriadis


desarrollaba entonces su concepción teórica en relación directa con la praxis del
movimiento democrático y revolucionario. Lo podemos encontrar en el texto
"Autogestión y jerarquía": se trata de la reivindicación de la igualdad de salarios.
Esa exigencia de "un salario igual para todos" no se la inventó Castoriadis -ni
tampoco Daniel Mothé, su antiguo compañero de S. ou B., junto al que escribió
ese ensayo en 1972 en un ejercicio de especulación arbitraria sin ninguna base
real, sino que estaba entonces en el aire de los tiempos (lo había estado, lo
siguió estando y, como veremos, todavía lo está de cierta forma). Era una idea-
fuerza presente en los momentos álgidos del "otoño caliente" italiano de 1969, y
fue teorizada como "salario político" por los intelectuales de la autonomía
operaia. Más cerca de nosotros, fue una exigencia flindamental de la plataforma
reivindicativa que abrió el proceso asambleario en Vitoria en enero de 1976,
aplastado por la policía dos meses más tarde con 5 muertos y más de 100
heridos de bala. Puede decirse quizá que el "salario igual para todos" era una
aspiración típica del obrero-masa, pero su contenido se ha actualizado ahora,
adaptando su forma a los nuevos sujetos productivos, en la propuesta del salario
garantizado y universal: ahí encontramos la misma significación igualitaria, la
misma intención de cuestionar radicalmente la hegemonía de la motivación
económica, la misma oposición a los chantajes de los poderosos, el mismo
análisis de fondo sobre la sociedad, la producción de riqueza, el desarrollo de
los saberes y las competencias, etc. La reflexión de Castoriadis desborda

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siempre por todos lados su contexto histórico inmediato.

Queda por saber en qué medida ayudan las categorías creadas por Castoriadis
a comprender y desarrollar hoy una auténtica acción política (que no es ni la
actividad de presión de un lobby cualquiera, ni la intriga palaciega típica de los
partidos políticos modernos). La función de este prólogo no consiste en anticipar
ese tipo de respuestas, pero me interesa señalar brevemente un par de cosas
laterales. En primer lugar, el empleo que hace Castoriadis de los conceptos
políticos clásicos (autonomía, democracia, libertad, igualdad) representa
inmediatamente una vigorosa rehabilitación del sentido de esas palabras. Eso
complica al menos una pizca la tarea de arruinar las significaciones del lenguaje
(para mejor falsificar las realidades correspondientes) que tienen hoy a su cargo
sobre todo los "medios de comunicación". El texto "Socialismo y sociedad
autónoma" funciona perfectamente como un martillo implacable de todos los
absurdos que se han impuesto, mediante la perversión de las palabras, como
evidencias políticas de primer orden: las falsas oposiciones libertad-igualdad o
sociedad-individuo, la distinción entre organización política y económica, la
misma definición de democracia (o de mercado), etc.

En segundo lugar, creo que hay que destacar el carácter ejemplar del análisis
político de la revolución húngara de 1956, uno de los mejores textos de toda la
obra de Castoriadis. "La fuente húngara" hace honor a su objeto: revela la
amplitud y la profundidad de aquella revolución sin atrancarse ni un solo
momento en los problemas que paralizan a los historiadores mediocres, define
sobre el terreno los rasgos específicos que diferencian la elaboración teórica
revolucionaria de la concepción dominante del "trabajo intelectual", elucida la
importancia de las formas institucionales y las exigencias más elevadas de la
población húngara insurrecta, etc. Todo esto complica igualmente la empresa
totalitaria de expropiación del tiempo y la memoria que quisiera convertir la
revolución húngara en un simple "levantamiento nacional" que pretendía
acelerar el paso para llegar cuanto antes al "final de la historia"
(parlamentarismo y mercado).

Amador Fernández Savater, verano del 2000.

* Agradezco a Alberto Riesco sus útiles observaciones críticas sobre los


aspectos que han aguantado peor el paso del tiempo en los análisis de
Castoriadis sobre el trabajo. Han servido para componer este prólogo.
Emmanuel Rodríguez y Abel H. Pozuelo también me hicieron comentarios muy
pertinentes.

1. La relación entre la Internacional Situacionista y Socialismo o Barbarie fue


reveladora en muchos aspectos. La posibilidad de forjar una alianza formidable
entre la vanguardia artística (en realidad una crítica del arte especializado) y la
vanguardia política (en realidad una crítica de la política especializada), se
difuminó debido fundamental a una incompatibilidad de caracteres (Castoriadis y
Debord) y al desprecio altanero de buena parte de S. Ou B. Hacia la experiencia
de las vanguardias artísticas sedimentada en la I.S. Más tarde asistiremos a una
extraña pirueta dialéctica: veremos a Debord cortar amarras radicalmente con
los "residuos artísticos presentes en la I.S. hacia 1961 y a Castoriadis
interesarse por el contenido cultural de la transformación social (en este mismo
libro, por ejemplo). Pero en ambos casos, el cambio de perspectiva se resiente
de la oportunidad perdida y el retraso acumulado. La conflictiva relación entre
ambos grupos puede conocerse a través de: "Debord, dans le bruit de la
cataracte du temps" (Futur anterieur, nm. 39-40, 1997-1998), de Daniel
Blanchard, que participaba en S. Ou B. con el alias de Pierre Canjuers y junto al
que Debord escribió el texto "Preliminares para la definición del programa
revolucionario" (la revista Etcétera prepara una edición conjunta de ambos
textos); "Debord", de Pierre Guillaume, el militante de S. ou B. que regentaba la
librería La Vieille Taupe (El Viejo Topo), frecuentada durante un tiempo por los
situacionistas, y que luego derivó hacia el revisionismo histórico de los campos
de concentración (este texto puede encontrarse en www.notbored.org); y

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Prologo la exigencia revolucionaria

Socialisme ou Barbarie, un engagement politique et intellectuel dans la France


d'aprés-guerre, una tesis doctoral del joven suizo Philippe Gottraux (Ediciones
Payot-Lausanne, 1997). La I.S. alude a S. ou B. En diferentes tonos en los
siguientes artículos de su revista: "El hundimiento de los intelectuales
revolucionarios" (nm. 2), "Sobre el empleo del tiempo libre" (nm. 4), "La creación
abierta y sus enemigos" (nm. 5), "Instrucciones para tomar las armas" (nm. 6),
"Los malos días acabarán" (nm. 7), "Dominación de la naturaleza, ideologías y
clases" (nm. 8), "Ahora, la I.S." (Nm. 9), "La contestación en migajas" (nm. 9),
"los meses más largos" (nm. 9), "De algunas cuestiones políticas sin
cuestionamiento ni problemática" (nm. 10), "Socialismo o Planeta" (nm. 10),
"Leer ICO" (nm. 11), "Cómo no se comprenden los libros situacionistas" (nm.
12). La edición de todos los números de la revista situacionista en castellano
corre a cargo de la editorial Literatura Gris www.literaturagris.com

2. Castoriadis lo comenta de pasada, en este mismo libro, en su "Conversación


con los militantes del PSU (Partido Socialista Unificado)". La versión de Henri
Simon sobre las fracturas del SouB puede conocerse a través de una larga
entrevista publicada en el número 6 de la revista L'anti-mythes, diciembre 1974.
Existen entrevistas similares en otros números de la publicación con Castoriadis,
Lefort y Daniel Mothé (comunicación de Henri Simon al autor de este prólogo, 21-
10-2000).

3. Así se llama el libro que publicaron Castoriadis, Claude Lefort y Edgar Morin
en el mismo 68 en la editorial Fayard. La empresa de falsificación y banalización
lanzada sobre el sentido del 68 desde todos lados y por todos los medios
posibles es brutal. El mismo Castoriadis denunció la impostura de ciertos
intelectuales franceses en este sentido (en su libro El ascenso de la
insignificancia). El día en que escribo estas líneas (1-8-2000), El País concede
una página a un escritor "demoledor e incorrecto" llamado Paul Johnson que,
amén de otras pintorescas declaraciones ("en los años ochenta entramos, por
fortuna, en el realismo de Reagan y Thatcher", "Franco fue un hombre
extraordinario (...) Uno de los hombres más inteligentes del siglo XX algún día la
población española colocará a Franco en el lugar que merece), desvela cómo
sigue las motivaciones ocultas de la revuelta parisina: "Los estudiantes querían
el poder para ejercer inmediatamente de profesores y ahorrarse así los pasos
intermedios: el estudio, el trabajo, es decir, la condición d ela vida". Lo
"demoledor e incorrecto" se reduce hoy a este tipo de bufonadas descreídas.

4. Gabriel Cohn-Bendit, hermano mayor de Daniel, comenta brevemente la


presencia de Debord y Castoriadis en las asambleas generales del movimiento
22 de marzo en Nous sommes en marche (Editorial Flammarion).

5. La cita se encuentra en el primer tomo de La institución imaginaria de la


sociedad (Tusquets, Acracia 33, 1983). El segundo tomo lo editó también
Tusquets en 1989. Las relaciones entre Castoriadis y el marxismo deberían ser
analizadas en un espacio mayor del que aquí dispongo. Pero me atrevo a repetir
lo que escribí en otro sitio: las debilidades de la crítica del pensador greco-
francés al marxismo derivan casi siempre de que Castoriadis nunca comprendió
a Marx más que como un hegeliano de estricta observancia.

6. La dificultad de las tareas que plantea la liquidación del viejo sujeto histórico
es tal, que se prefiere permanecer cómodamente instalado en la ilusión de una
recomposición de la clase obrera, o bien adjudicar a cualquier otro sujeto
alternativo unos rasgos extrapolados de la esencia del viejo (capacidad de
gestionar la sociedad futura y derrumbar la presente organización de cosas,
etc.). De todas formas, los 80 y 90 no han visto en los países "desarrollados" ni
una sola respuesta práctica de la cuestión planteada más arriba: "¿cómo pueden
coordinarse en pie de igualdad esa pluralidad de sujetos en la acción de instituir
una sociedad autónomo? Los "nuevos movimientos sociales" (estudiantiles,
pacifistas, ecologistas, feministas, etc.) llegaron a abandonar en muchos casos
toda perspectiva global ante la imposibilidad de darle un contenido concreto
(más allá de la mera consigna: "Obreros y estudiantes, unidos y adelante", etc.).
Se han lanzado varias hipótesis de unificación de las luchas y los sujetos (la
crítica de la política y de la técnica, la renta básica de ciudadanía, etc.) Pero

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solamente sobre el plano teórico.

7. La cita es de "Socialismo y sociedad autónoma".

8. "Socialismo y sociedad autónoma". En este libro, también puede verse sobre


el mismo tema la "Conversación con los militantes del PSU (Partido Socialista
Unificado)".

9. El llamado paso del fordismo al posfordismo. Sobre estas transformaciones y


sus implicaciones para la acción política antagonista, vease la revista
Contra(el)poder, número 4. Contraelpoder@sindominio.net

10. Podemos citar brevemente otros ejemplos en este sentido: la formulación de


Castoriadis de una alternativa a la brumosa polémica entre el imperialismo
americano y el soviético en Ante la guerra (publicado en 1981); o la atención
concedida a la ecología radical como un posible nuevo contenido universal y
concreto del proyecto de autonomía (existen apuntes sueltos y un largo debate
con Daniel Cohn-Bendit recogido en De la ecología a la autonomía, 1981.

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