MARCO PARMEGGIANI
I.
1 Las mejores exposiciones de ello en español las tenemos por obra de L.E. de Santiago
Guervós: «El poder de la palabra: Nietzsche y la retórica», introducción a F. Nietzsche, Escritos
sobre retórica, ed. L.E. de Santiago Guervós, Madrid: Trotta, 2000, pp. 9-80; y Arte y poder.
Aproximación a la estética de Nietzsche, Madrid: Trotta, 2004, cap. III: «La dimensión estética
del lenguaje. Otros modos de decir», pp. 349-472.
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filosóficos3. A nivel de la lengua, del estudio de los textos, abría que sustituirlo
por una consideración predominantemente pragmática, que es la base para el
enfoque operativo. Eso ayudaría a que, aún bajo cualidades expresivas
semánticamente muy distintas, subsistieran formas de funcionar o de
interaccionar semejantes. Entonces, bajo este punto de vista ¿qué efectos
producen las ambigüedades y polisemias de los textos nietzscheanos? La
dislocación, el resquebrajamiento de los sentidos instituidos en la mente del
lector, esto es, de las creencias y certezas en las que está sumergida la existencia
tanto cotidiana como especializada. Pero no de manera puntual, es decir sólo
centrada de vez en vez en casos concretos, sino de tal modo que afecte al
pensamiento y a la existencia en su conjunto: una auténtica dilaceración del
tejido de sentido que asegura nuestra existencia.
El punto de vista operativo nos dice entonces que, siempre que las
ambigüedades y polisemias conserven sus efectos específicos, podremos
retraducirlas, o mejor (ya que el concepto de traducción también es
excesivamente semanticista) reformularlas, desplegarlas, aplicarlas, utilizando
otros términos, otras expresiones, incluso otros estilos de pensamiento. Es
decir, nada de calcar el pensamiento nietzscheano, ni de imitarlo, ni de
cambiarlo de ropaje, diciendo lo mismo con otro lenguaje y otros recursos, sino
poner en conexión sus ambigüedades y polisemias con otras cosas,
completamente distintas, pertenecientes a ámbitos diferentes e incluso alejados,
pero de tal forma que entren en interacción, se conjuguen y produzcan algo
nuevo con nuevas consecuencias, nuevas dislocaciones y resquebrajamientos4.
3 A mi modo de ver éste es el gran defecto de los enfoques interpretativos que resaltan la
importancia de la ‘metaforicidad’ en el lenguaje y la obra de Nietzsche, basándose en el escrito
no-concluido y no-publicado Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. ¿No nos hemos
damos cuenta que después de su periodo schopenhaueriano Nietzsche no vuelve a hablar casi
nunca de ‘metáfora’ y menos vuelve a reivindicarla explícitamente? ¿No habrá que interpretar
todo el lenguaje del Zaratustra de otra manera, fuera del concepto de metáfora, del que él ya no
habla en esa época? ¿No será porque implica una concepción semanticista, y por tanto
metafísica, del lenguaje que él quiere superar?
4 Algo parecido a cómo entiende la composición musical Pierre Boulez: como la mala hierba
que en cuanto brota se pone a proliferar en todas las direcciones, desbordando el espacio
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ordenado de nuestra percepción, cf. Par volonté et par hasard. Entretiens avec C. Deliège,
Paris: Seuil, 1975, p. 14.
5 La aportación reciente de mayor interés acerca del Nietzsche de Heidegger, y en relación
con el problema de la técnica, es la de D. Sánchez-Meca, Nietzsche. La experiencia dionisíaca
del mundo, Madrid: Tecnos, 2005, pp. 341-379.
6 Sobre la problemática de reinterpretar de otro modo la ‘muerte de Dios’ y la posición de
Nietzsche ante el ‘nihilismo’, cf. mi libro Nietzsche: Crítica y proyecto desde el nihilismo,
Málaga: Ágora, 2002.
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II.
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9 I. Kant, Crítica de la razón pura, ed. P. Ribas, Alfaguara, Madrid, 1988, «Dialéctica
trascendental», Introducción I: «La ilusión trascendental», pp. 297-300.
10 Ibid.
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III.
11 I. Kant, Crítica de la razón pura, «Dialéctica trascendental», lib. I, sección II: «Las ideas
trascendentales», p. 318.
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IV.
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17 Para casos concretos de este tercer nivel de crítica, remito una vez más a mi trabajo
Perspectivismo y subjetividad en Nietzsche.
18 Sobre el problema de la verdad y sus paradojas, tenemos un excelente resumen crítico en
M. Clark, Nietzsche on truth and philosophy, New York Univ. Press, New York, 1990.
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V.
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vez, son falsificaciones en tanto que simplifican los fenómenos. Pero ¿por qué el
simplificar los fenómenos tiene que abocar en falsificarlos? Yo creo que si
observamos atentamente el discurrir del pensamiento nietzscheano observamos
que funciona siempre de un modo formalmente igual: a partir de las
consideraciones hechas, vemos cómo tal conocimiento es una simplificación,
por tanto es una falsificación de los fenómenos. Evidentemente, esta manera de
proceder se explica por la visión de la realidad que Nietzsche unas veces da por
supuesto, pero que otras explicita claramente: la realidad es cambio y pluralidad
radicales, es un incesante ‘múltiple fluir’. Entre numerosos textos donde aparece
expresada, veamos el siguiente fragmento póstumo de la época de Más allá del
bien y del mal: «Interpretación [Auslegung], no explicación. No existen hechos,
todos es fluido, inasible, dúctil; lo más duradero siguen siendo nuestras
opiniones. Poner adentro sentido [hineinlegen]... en la mayor parte de los casos
se trata de una nueva interpretación respecto a una antigua que se ha vuelto
incomprensible, que incluso es ya sólo un signo»19. Por tanto, simplificar supone
siempre falsificar, es decir, reducir el devenir real, negar, obviar su naturaleza
esencial. En otras palabras, no puede haber una simplificación ‘correcta’. En la
concepción substancialista de la metafísica, esto era posible precisamente
porque se presuponía una estructura estable en lo real. Pero si lo real es la
multiplicidad y el cambio continuo, toda simplificación es ‘arbitraria’, y por
tanto falsa. Denominaré a esta tesis nietzscheana tesis nominalista. No quiero
entrar en mayores consideraciones que nos alargarían demasiado, sólo decir que
con esta denominación no pretendo emparejarlo, por ejemplo, al empirismo de
Hume, del que se diferencia en puntos importantes.
Pero Nietzsche acompaña esta tesis nominalista con otra que me gustaría
llamar tesis trascendental (trascendental en sentido kantiano): el conocimiento
sólo es posible simplificando ese devenir. Es decir, nuestro entendimiento no
puede hacerse cargo de lo real en toda su multiplicidad y mutabilidad, sino que
para asimilarlo, para extraer de él objetos cognitivos (sensaciones, percepciones,
conceptos, etc.), tiene forzosamente que simplificarlo, es decir, que reducirlo
forzosamente a unos pocos elementos persistentes: «La voluntad de apariencia,
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VI.
Para finalizar retomemos las conclusiones a las que habíamos llegado con la
segunda de las razones aducidas para resolver la paradoja de la
autocontradicción. Habíamos dicho que sólo bajo un punto de vista ‘operativo’
hay que entender las descripciones concretas que ofrece Nietzsche
incesantemente acerca de múltiples ámbitos de estudio: como propuestas
procedimentales para sacar a la luz cada vez mejor el devenir. Pero en sí
mismas, en cuanto descripciones concretas, también ellas, aunque en menor
grado, simplifican el devenir, y por tanto caen bajo el efecto de ilusión. Se
concluirá entonces que volvemos al principio, que qué sentido tiene dar tantas
vueltas para terminar siempre en ilusiones. Y sin embargo, observando
atentamente, vemos que sí se ha hecho un gran avance. Porque, como hemos
dicho, simplifican pero en menor grado. Es decir, lo importante, aquello que hay
considerar, en la teoría y en la vida, son los grados, no los términos absolutos.
Los términos absolutos son ficticios, sólo hay grados de verdad y falsedad. En
términos absolutos, todo es falso o todo es verdadero. En la época de Más allá
del bien y del mal hallamos explícitamente confirmada esa conclusión: «Ya no
encontramos que haya oposición entre ‘realidad’ y ‘apariencia’, hablaríamos en
todo caso de grados del ser, o mejor aún, de grados de ilusión [Graden des
Scheins]»24. Lo importante es conseguir descripciones de lo real que recojan
cada vez mejor su multiplicidad y mutabilidad.
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