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El tiempo de la canalla
Madrugando. Un potencial candidato a la Presidencia dice a un diputado: nos consta que en
México el sufragio no existe, existe la disputa violenta de los grupos que ambicionan el
poder. Esa es la verdadera Constitución mexicana; lo demás, pura farsa. Pero como nuestras
mismas disputas tienen sus reglas y son, en medio de todo, susceptibles de cierta decencia,
me propongo no disparar el primer tiro. El diputado le responde: pero un punto me parece
merecedor de más amplios desarrollos, el de las reglas posibles en nuestras contiendas
públicas. La regla la daré, desde luego, en una sola: en México, si no le madruga usted a su
contrario, su contrario le madruga a usted. Casi estaría uno tentado a encontrar este diálogo
entre el grupo dirigente que organizó el asalto a Alternativa Socialdemócrata. Pero no, se
trata del diálogo magistral surgido de la pluma de Martín Luis Guzmán hace 70 años.
La maquinaria del fraude y el acarreo. En la alternancia quedan intactos los resortes del
poder del corporativismo. También quedan intactas las maquinarias del acarreo y el fraude
electoral. Su papel durante los 70 años del régimen de partido dominante no sólo era
suplantar la voluntad popular, sino también asegurarse la lealtad de los electos al aparato
político. Modernizada gracias al influjo de los recursos públicos, convertida en redes
profesionales al servicio del mejor postor y con exiguas lealtades partidistas, reforzada eso
sí con el conocimiento técnico de un pequeño núcleo de ex funcionarios de organismos
como IFE, Trife y transfigurada en despachos profesionales; esta maquinaria, que prolifera
por todo el país, ha jugado el papel que siempre tuvo, sólo que ahora en el marco de un
débil sistema de partidos.