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Universidad Central de Venezuela

Facultad de Ciencias Económicas y Sociales


Escuela de Sociología
América Latina Contemporánea II
Prof. Alejandro Mendible
Sección 71

Evolución Histórica de la Democracia en


América Latina
(Los procesos de Integración)
Segundo Parcial

Realizado por: José J. Reyes


C.I.: 17.986.371

Caracas, 01 de Diciembre de 2009

1. Comente los antecedentes históricos del presente proceso de integración


latinoamericano.

El pensamiento de la integración latinoamericana fue fermentado por las ideas ilustradas


desde fines del siglo XVIII, pero ante todo, por la necesidad de la independencia política.

La historia de América Latina y el Caribe demuestran que se han realizado varios


intentos integracionistas en la región desde la época en que los próceres de la
independencia latinoamericana, Bolívar y Martí luchaban por ella. La idea de la integración
en la región viene sustentada por favorables puntos en común que se presentan entre los
distintos países latinoamericanos por compartir similitudes en cuanto al idioma, en cuanto a
la estructura socioeconómica relativamente común que presentan producto de ser colonias
de España y Portugal, así como por la posterior acción imperialista que dejó relaciones de
dependencia y explotación similares.

Sin embargo en el periodo posterior a la segunda mitad del siglo XX esta problemática
alcanza real protagonismo, a tenor con las nuevas exigencias y necesidades de la vida
económica, social y política del mundo y la región, así como de la aparición y desarrollo de
un sistema de instituciones supranacionales en cuyo centro se encuentra la Organización de
Naciones Unidas (ONU). En ese contexto, la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL) se convirtió no sólo en el principal centro generador de teorías sobre el desarrollo
de la región, sino además en plataforma para la implementación de políticas económicas
encaminadas al mismo fin.

La integración cepalina correspondía a la época en que los economistas latinoamericanos


se dieron cuenta de que el desarrollo de la industria a través de la sustitución de
importaciones por parte de la burguesía nacional industrializadora, el desarrollo de la
ciencia y la técnica, el “desarrollo hacia adentro”, no tenían la suficiente salida en los
mercados nacionales y por tanto era evidente una necesaria ampliación de mercados para

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aspirar a niveles más elevados de producción y productividad. Además se reconocía la
imposibilidad de alcanzar el desarrollo sin llevar a cabo profundos cambios estructurales.
A pesar de que los intentos integracionistas hasta la década de los 70 en la región, no
sobrepasaron los límites económicos, sí sentaron las bases para futuros pasos en este
sentido.

La historia de la integración es muy compleja y contradictoria como expresión de las


reales contradicciones. La etapa que va desde los años 1980, que comienza con la crisis
económica que desemboca en crisis de la deuda y que llega hasta nuestros días es la etapa
de crisis y ajuste estructural interno en las economías latinoamericanas que se ve reflejada
en sus esquemas de integración, esto se expresa en dificultades, y en algunos casos,
decadencia de los modelos de integración tradicionales basados en el proteccionismo
comercial.

En la década de los 80 se restablecen gobiernos civiles en países de economía fuerte en


América Latina: Brasil y Argentina, propiciando una política de paz y cooperación entre
estas partes. Desde 1985 y hasta 1991 se sentaron las bases para que surgiera entre estos
dos países y los posteriores involucrados (Paraguay y Uruguay), el Mercado Común del Sur
(MERCOSUR). Con este mercado organizado de los países del sur con economías potentes
se logra una “simultánea apertura arancelaria, aplicada con igual ritmo para todos los
productos acordados, a diferencia por complejo y lento criterio utilizado para la
negociación de cada productos, empleado en experiencias anteriores. También se redujeron
las listas de productos que se exceptuaban de los procesos acordados para la degradación,
lo cual facilitó que el régimen de libre comercio abarcara en poco tiempo el noventa por
ciento de las mercancías”.1

Entrando en vigor también el Arancel Externo Común (AEC), a partir de 1995, utilizado
como instrumento de la política comercial en su primera etapa. “Se dinamizaron los flujos
de capital dentro de la asociación y creció la inversión extranjera, sobre todo en sectores
automotores, alimentario, petroquímico y textil”.2
1
Prieto. (1998). p. 217
2
Prieto. (1998). p. 218

3
No se ha logrado la totalidad de la liberalización del comercio en otros sectores como
telecomunicaciones e informática, así como en las finanzas, seguros y transporte aéreo.
Como tampoco se ha logrado un conjunto de leyes que respalden el movimiento de la mano
de obra entre los países miembros del MERCOSUR. “A diferencia de los acuerdos
proteccionistas sustitutivos de importaciones precedentes (que pretendían aislar las
economías de la competencia extranjera), éste ha generado la interdependencia, notable en
la industria automotriz, modernizada y ampliada”3, y ha facilitado por lo tanto la inversión
de empresas transnacionales en el sur.

3
Ídem.

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2. Destaque las semejanzas y diferencias entre los diferentes procesos de integración
existentes en América Latina. (Por ejemplo, entre la CAN y MERCOSUR)

A finales de los años 80, y a lo largo de los 90, Latinoamérica sufrió el impacto de una serie
de medidas de ajustes económicos, con tutelaje de algunos organismos internacionales, como el
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los cuales estimulaban la aplicación de
premisas como el libre mercado, la apertura a capitales extranjeros, la desregulación estatal y
las privatizaciones de bienes y servicios estatales, todo ello con la propuesta de alcanzar un
crecimiento económico sostenible y estable.

“En este sentido, los intereses oligárquicos e industriales, aunque


manteniendo su especificidad, se mezclan y se complementan, resultando de
allí, en el plano económico y político – social, una serie de conflictos que
no ocultan sus antagonismos, pero que los limitan a una situación de
compromiso, base sobre la cual se asienta el sistema oligárquico burgués en
estos países. La burguesía industrial latinoamericana ya nace limitada y
comprometida con las clases dominantes y oligárquicas”.4

Sin Embargo, tales políticas contribuyeron prácticamente al crecimiento de brechas sociales


y las asimetrías económicas de la región, generándose así un coste social sobre los grupos más
vulnerables (los más grandes en el común de los casos latinoamericanos). Como consecuencia,
los gobiernos de América Latina han decidido priorizar en sus agendas la disminución de las
desigualdades de su población y el fortalecimiento de sus economías. Es por ello que surge la
necesidad de establecer organismos institucionales que coordinen operaciones conjuntas entre
los Estados, a fin de solucionas una serie de problemáticas a través de mecanismos que resulten
sostenibles y rentables.

Como nos dice Rojas Aravena5, América Latina cuenta con una serie de ofertas
integracionistas o agrupaciones supranacionales (MERCOSUR, CAN, ALBA, entre otras), pero
estas se han presentado tanto como alternativas, como problema; esto se debe a la sobreoferta
de alternativas y la alta heterogeneidad que existe, tanto entre los miembros que conforman
dichas agrupaciones, como entre dichas agrupaciones por los modelos de desarrollo que se
conciben. Por tanto, una efectiva postura para un mecanismo integracionista demanda de una
4
Bambirra. (1992). p. 47.
5
Francisco Rojas Aravena. Integración Regional: Un proyecto político estratégico. 2007.

5
alianza estratégica en la que impere una visión compartida de Gran Nación latinoamericana, a
partir se genere una solidaridad que se ubique por encima de los intereses económicos
particulares de las naciones o los proyectos gubernamentales del mandatario de momento.

Sin embargo, el escenario latinoamericano presenta cierta complejidad, existen distintos


conflictos, rencillas, o desconfianzas recíprocas entre los distintos Estados de la región que
hacen de la misma un espacio de poca o difícil concertación para establecer un mecanismo de
integración que se constituya como proyecto político estratégico regional.

La fragmentación de América Latina, no permite encausar estrategias conjuntas ante la


globalización, por ello que seamos considerados en muchas ocasiones como una zona
periférica en temas globales (con relación a la agenda de política exterior norteamericana). No
es de extrañar entonces, que sólo han sido preponderadamente factibles los acuerdos de
cooperación económica subregional o los tratados bilaterales. La integración, por las razones
anteriormente expuestas, padece de impedimentos políticos, económicos, etc. con los que
resulta difícil articular una visión global de la región.

El análisis del panorama actual permite comprender que los escenarios de cooperación con
pretensiones integracionistas atraviesan un momento conflictivo por las dificultades,
brevemente expuestas, para la construcción de mayorías políticas, por lo que se evidencian
divisiones geopolíticas que reflejan esos espacios de negociación en los que muchas veces no
se generan resultados a tiempo, o se ven estancados los procesos políticos.

En este sentido, la integración ha de ser abordada como la vía para fortalecer la posición
negociadora de América Latina frente al sistema y mercado internacional y los EE.UU. De
igual manera, para alcanzar tales pretensiones por medio de la integración, se ha de requerir un
proyecto político estratégico que surja ante (o en resistencia) a ciertos aspectos de la
globalización, de manera que se puedan disminuir los impactos de esta (en cuanto a asimetrías
macroeconómicas, y otros factores). Producto de ésta necesidad nace la emergencia de una
nueva agenda internacional con la que se erigen intereses comunes en aras del fortalecimiento
de las naciones latinoamericanas. Para consolidar un mecanismo efectivo de Integración
regional en América Latina y el Caribe, se deben vencer elementos como la profundización de
nacionalismos, los impactos de la globalización y todo aquello que impida la consolidación de

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opciones como la CAN o MERCOSUR. Asimismo, construir una agenda asociativa bajo la cual
se asuma la integración como un proyecto político estratégico, de manera que la sobreoferta de
opciones tampoco sea un problema (que consecuentemente generen obstáculos, los cuales
limitan tales pretensiones, llevando a que los tratados se den en función de un cierto grado de
cooperación únicamente). El desafío, en este punto, radica en la percepción que se tenga sobre
la globalización y su impacto regional y subregional, pues a partir de ello se delimitará el nuevo
mapa político y la forma de implementar un hipotético plan articulado con el que se definan
metas, establezcan recursos (humanos, materiales, etc.) y cursos de acción desde los cuales se
fundamente el sentido estratégico que requiere la integración como tal, pues la carencia de esta
visión da espacio a más conflictos, y al aumento de la vulnerabilidad de los Estados
Latinoamericanos en torno a sus diferencias y asimetrías en diversos ámbitos.

Por último, debo añadir, que nos encontramos con alternativas como el Plan Puebla Panamá
(PPP), el ALBA, La unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), MERCOSUR, SICA,
CARICOM, CAN, etc. Todas estas, son opciones que buscan reforzar la autodeterminación y
soberanía de los pueblos, desarrollar un contexto de integración de integración económica de
cooperación y diálogo político a partir del cual se den espacios integrados en lo político, social,
ambiental e infraestructura con los que se fortalezca la identidad de la región. Sin embargo,
estas alternativas no se asocian del todo, cada una tiene su agenda y unos intereses particulares.

Si acaso, ha sido el Grupo de Río la única iniciativa regional que engloba a todos los países
de América Latina y el Caribe, conformando principios compartidos y consensos esenciales
para la paz, el desarrollo y la democracia, y generando mayor estabilidad interestatal a través de
referentes político-estratégicos regionales con los que se reafirma la capacidad de concertación
a través del consenso de acuerdos vinculantes, son los que se establecen normas y decisiones
internacionales, que han significado transferir cierta cuota de autonomía.

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Bibliografía

Bambirra, V. 1992. El Capitalismo Dependiente Latinoamericano. Siglo XXI Editores.

Prieto Rozos, A. 1998. Ideología, Economía y Política. Editorial Ciencias Sociales. pp.
117, 118.

Rojas Aravena, F. (s/f). El Nuevo Mapa Político Latinoamericano. En: Revista Nueva
sociedad, nº 205.

Rojas Aravena, F. y Altmann, J. 2007. Multilateralismo e Integración en América Latina y El


Caribe. Santiago de Chile, FLACSO, pp. 1-41.

Rojas Aravena, F. 2007. La Integración en América Latina: un proyecto político estratégico.


Santiago de Chile, CEPAL, pp. 1 -55.

Referencias Electrónicas:

http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/congreso06/conf3_martin.pdf

http://www.ucla.edu.ve/dac/investigaci%F3n/compendium7/Integracion.htm

www.eumed.net/cursecon/ecolat/ar/2005/cn-lg/texto.doc

www.copppal.org.mx/sem-ve/rs-3.pps

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