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Lenguaje y Poder en la Sociedad del Conocimiento

III

La Web junto a Internet, por lo demás, han transformado la forma de hacer de la


ciencia misma, permitiendo, por ejemplo, que los científicos recluten a miles de
voluntarios “amateurs” y especialistas que les ayuden en proyectos como GalaxyZoo,
mediante el cual se clasificaron un millón de imágenes de galaxias de varios tipos
(espirales, elípticas, irregulares), o el proyecto herbaria@home, donde se revisan y
descifran manuscritos sobre plantas almacenados en museos británicos para seguir los
cambios en la distribución de especies, en respuesta, v.gr, al cambio climático, como
informa The Economist del pasado marzo de 2009, oportunidad que la Web cumplió 20
años de existencia. Esto, por mencionar sólo algunos ejemplos, porque, como dijimos,
la propia Web es una idea surgida de científicos que buscaban un modo de coordinar la
información de cientos de laboratorios en el mundo, en preparación para la
construcción del Colisonador de Hadrones, “la Máquina de Dios”, ya construido en la
frontera entre Suiza y Francia.

El desarrollo de la ciencia, de cómo conocemos y qué queremos o necesitamos conocer


con seguridad abrirá las puertas a nuevas discusiones que tenderán a romper –y ya lo
están haciendo- con la concepción autoritaria implícita en el actual currículo del
“correcto” conocer, según las pautas de investigación e intenciones de los nuevos
poderes de las diversas y plurales comunidades mundiales que comienzan a emerger y
también debates morales de enorme relevancia.

La mixtura conocimiento-poder (más si este es omnímodo) se puede intuir en recientes


descubrimientos como el del experto en neurociencia, Todd Sacktor, que lidera el
grupo investigador en el centro médico de SUNY Downstate, Brooklyn, Nueva York,
quien informó que trabajan con un fármaco (ZIP) que, aplicado a la molécula PKMzeta
en el cerebro, borra cierta información, según dijo a The New York Times. El fármaco,
ya utilizado en animales, bloquea la actividad de dicha molécula que el cerebro
necesitaría para retener gran parte de la información aprendida. Si aquella es tan
importante como parece, podría tener efectos en el tratamiento de recuerdos
traumáticos, adicciones o en la mejora de la memoria y aprendizaje. Pero el doctor
Steven Hyman, de la U. de Harvard, alerta que “esta probabilidad de editar la memoria
humana tiene enormes posibilidades, aunque suscita asuntos éticos muy importantes”.
En el área de las ciencias NTIC, a su turno, una reformulación de las investigaciones
que se realizan en materia de programación de ordenadores apunta a revisar el
paradigma informático que se inició en la analogía con el cerebro humano y que
avanzó por años en la búsqueda de su reproducción. Esta mirada está cambiando hacia
una en el que los asistentes digitales en el trabajo u ocio serán interfaces carbono-
silicio especializadas en determinadas áreas del quehacer humano, ajustadas a la
forma y propósito con que los hombres han operado sus especiales entornos, haciendo
que la tecnología sea más amigable y casi invisible para el usuario. Así lo muestran las
tendencias en el uso de artefactos NTIC mediante interfaces cada vez más naturales,
tales como videojuegos que reemplazan el joystick por movimientos naturales del
control; ordenadores, celulares, I-Pod y E-books en pantallas sensibles que operan las
páginas digitales mediante toques de los dedos, imitando el desplazamiento de las
hojas analógicas; eliminación creciente de los teclados; y usos limitados del lenguaje
natural como instrucciones comando.

El éxito del manejo programado del lenguaje de las matemáticas en las NTIC,
responde a que se trata de un lenguaje que “no es sobre nada existente”, especie de
patrón de patrones o sustancia cuantitativa de “algo” sin especificar, que posibilita su
mecanización y transforma a la matemática en un instrumento formidable de inducción
lógica. Sin la intención o deseo que se expresa en el lenguaje natural invariablemente
para construir un mensaje con sentido, las matemáticas responden plásticamente a las
intenciones de quien las utiliza con tal o cual dirección, para desplegar sus argumentos
o procesos consistentemente. Tales operaciones hasta ahora no han sido exitosas en el
ámbito del lenguaje natural, debido a sus componentes epilingüísticos.

La matemática binaria resulta pues sustento clave para máquinas que creativamente
son “tontas”, pero que pueden multiplicar por millones la velocidad del hombre de
operar con algunos de los algoritmos que constituyen los modos de relación entre
“uno” y “cero”, mediante las funciones del álgebra booleana1.

1 George Boole (1815-1864), en "The Mathematical Analysis of Logic" (1847) y "An Investigation of te Laws
of Thought" (1854), propuso la idea de que los juicios lógicos pueden ser tratados mediante la matemática.
Las proposiciones lógicas son aquellas que únicamente pueden tomar valores Verdadero/Falso, o preguntas
cuyas únicas respuestas posibles sean Sí/No. Según Boole, estas proposiciones pueden ser representadas
mediante símbolos y la teoría que permite trabajar con aquellos, sus entradas (variables) y sus salidas
(respuestas) es la Lógica Simbólica Booleana. Dicha lógica simbólica cuenta con operaciones que siguen el
comportamiento de reglas algebraicas. El álgebra booleana es pues un sistema matemático deductivo
centrado en los valores cero y uno (falso y verdadero).
El problema que enfrentaban los investigadores de máquinas de “quinta generación”,
cuyo propósito expreso era la reproducción del modo operar del cerebro humano, se
presentaba justo en este ámbito: el lenguaje “natural” y sus potencialidades
semánticas son infinitas, porque las palabras, siendo símbolos igualmente arbitrarios
que los números, se manifiestan cualitativamente en un sistema autogenerativo, dado
que son signos que se comparten socialmente, pero se recrean individualmente con
diversas coloraturas emocionales que dependen de cada experiencia y valoración
epilingüística del usuario con su medio, facultad clave para sus ajustes estructurales.
Adicionalmente, el lenguaje natural es un instrumento que permite un tipo de
metaaprendizaje, un aprender a aprender, “programa” que aún está lejos de
concebirse a nivel artificial.

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