¿DEBERÍA REDUCIRSE A OCHO SEmestres la duración de carreras como
ingeniería, derecho o economía —hoy de diez—, a diez la de medicina —hoy de doce— y a seis la de sociología, sicología, antropología e historia —hoy de ocho —?
Es la reforma que proyecta cierta tecnocracia educativa para superar las
deficiencias cualitativas de la educación universitaria. Como compensación al recorte en la formación de pregrado, el estudiante deberá reforzar su formación con una especialización (dos semestres) o una maestría (cuatro semestres).
Que abunden especialistas, maestros y doctores es un índice del desarrollo
científico y tecnológico de un país. Aunque seguimos rezagados, algo hemos avanzado cuando en 2008 se ofrecieron 1.481 programas de especialización, 377 de maestría y 76 de doctorado (frente a 2.832 programas de carreras universitarias). Sin embargo, tal indicador puede escamotear la baja calidad formativa e investigativa de nuestros estudios universitarios. La mediocridad y precariedad científica del pregrado se transmite inevitablemente al posgrado. Quien mal ofrece una carrera universitaria, peor ofrece una educación avanzada.
La discusión sobre estas propuestas en boga debería considerar que el tiempo
de preparación lectiva bajo orientación del docente en el aula, el seminario, el laboratorio y el campo de prácticas (variable t), constituye un factor relevante que determina en buena medida el resultado integral del proceso. Están en juego los contenidos esenciales del plan de estudios, ya de por sí vertidos en mínimos irreductibles. En la enseñanza de arduas teorías y de conocimiento complejo, la simplificación excesiva falsea y degrada el objeto del saber (“el arte es largo y el tiempo corto”, decía Mefistófeles a Fausto). Además, no hay eliminación de componentes curriculares que no empiece por arrasar, cual bárbaro científico, las asignaturas de contexto social y humanístico que dotan de sentido a técnicas y artes. Acortar la variable t —vital en procesos cognitivos— puede anular todo esfuerzo docente porque la información sólo se transforma en conocimiento gracias al ejercicio reiterado de procesarla, interpretarla y utilizarla racionalmente. Lo cual supone larga cohabitación con el objeto, acción continuada de creación de hábitos intelectuales en múltiples momentos concatenados, mucho más que simple aproximación episódica al concepto.
Asimilar competencias profesionales no sólo requiere activar facultades
intelectivas sino que comporta un proceso de maduración sicológica en el educando: moldear en él una forma vital de asumir el saber y las destrezas científicas. La docta preparación de un médico imberbe poca confianza suscitará en el paciente, porque nadie puede ser más veloz que su propia sombra.
Como la universidad pública maneja el posgrado con idénticos criterios de
mercado no intervenido que la privada —el Estado social igualador todavía no pasa por la formación avanzada—, entonces el costo global de una especialización o una maestría (10 y 20 millones, respectivamente) se ha desbocado en comparación con el del pregrado. Trasvasar tiempos de la carrera hacia el posgrado implica exclusión.
Punto de Convergencia Entre El Movimiento Humanista, El Método Fenomenólogico Trascendental y La Terapia Gestalt A La Luz de La Filosofia de Kitaro Nishida