INTRODUCCIÓN
Armando Uribe Arce, poeta chileno, nace en 1933, y más adelante comenzará a
dejar una obra variada y extensa. Ensayista, jurista y poeta, Uribe desde hace años se ha
ganado un lugar importante dentro de las letras nacionales.
El año 2004 recibió el Premio Nacional de Literatura, como una forma de
reconocimiento hacia su obra poética. Curiosamente, en ese momento, la entrega de este
premio no generó polémica, como suele ocurrir. Prácticamente todo el mundo del
acontecer literario nacional estuvo de acuerdo en la designación de Uribe, y todos
coincidían en confirmar el título de gran poeta que es. Escritores y críticos vitorearon a
Uribe, sin embargo, es necesario decir que probablemente muy pocos conocieran su
obra. La poca cantidad de artículos, ensayos, obra crítica en general en torno a la obra
de este poeta hacen suponer que su obra no era tan conocida, al menos rigurosamente, y
que la gran aceptación que tuvo la entrega de su premio desnudó justamente la falta de
interés en su recorrido poético, o sencillamente, el desconocimiento.
Uribe debe ser estudiado desde variados aspectos. Sus temáticas son
interesantes, y sus variaciones aún más. Los tópicos que ha recorrido Uribe durante su
trayectoria poética no han sido muy variados, ya que vemos en su obra la extraña virtud,
infinitamente redundante, de insistir hasta el hartazgo con lo mismo. El amor y el
erotismo, la muerte, y el cuestionamiento de la trascendencia manifiesta en la relación
entre sujeto y divinidad, son los tres temas más marcados desde la publicación de su
primer libro de poesía en verso, Transeúnte pálido, en 19541. Además, la técnica de
escritura lo ubica como un poeta único dentro de su generación, y dentro de toda la
poesía escrita en Chile en la segunda mitad del siglo XX, razones por las cuales es
urgente detenernos un momento a leer a Uribe. De todos modos, no son estos temas en
sí mismos los que pretenden ser estudiados en este caso, sino más bien, una concepción
general de la obra poética de Uribe. En otras palabras, pretenderemos acercarnos a la
fuente primera del quehacer poético, al imaginario como motor de la poesía, a las leyes
de pensamiento que rigen su obra poética, o en otras palabras, a aquello que constituye
en su esencia la poética de Armando Uribe.
1
Uribe, Armando. Transeúnte pálido. Santiago: Ediciones del joven laurel, 1954.
Purcell 3
Para lograr estos objetivos se hará una revisión de aspectos críticos sobre Uribe,
reseñas, entrevistas o artículos que nos permitan acercarnos a una visión de la poética.
Luego se estudiará un ensayo escrito por el propio autor en el cuál se indagará en los
temas relativos a la relación entre inconsciente y poesía como alianza ineludible y a la
vez función de la poesía. Por último, se intentará ver estos aspectos en la misma obra
poética de Uribe, tomando algunos versos como ejemplo y material susceptible de ser
analizado.
3
En el prólogo de Imágenes quebradas, Santiago: Dolmen ediciones, 1998.
4
Esta explicación la hace Francisco Véjar en el prólogo a éste libro.
Purcell 5
una modernidad que deviene en vanguardia y rompe las piezas unificadas para armar
mosaicos.
Frente a estos fragmentos, que son de todo tipo, el poeta Uribe decide
enfrentarse de un modo poco amigable. Se transforma en un crítico ácido del acontecer,
y de ésta manera su lenguaje sí tiene utilidad, sí tiene funcionalidad, aunque él lo
niegue, o juegue a negarlo. Según Patricio Fernández, el poeta utiliza sus palabras de
manera filosa para desatar su rabia y terminar con la tibieza, y esta rabia a su vez sería
un antídoto ante la indignación.5 Uribe se ha transformado en un crítico de la sociedad,
del sistema, del mercado, de la intelectualidad, y ha desatado su rabia sin pudores,
aunque siempre de manera contenida, y con una agudeza de observación y
argumentación que por sí solas lo sitúan en un sitial preferencial en cuanto a opinión
autorizada.
En estas agudas observaciones, Uribe llega a concebir la poesía como algo que
va más allá de lo netamente literario y de las taxonomías académicas. La poesía existe
por sí misma, y se manifiesta en diversas formas. En otras palabras, podría decirse que
para Uribe la poesía existe sin necesidad de los poetas. La poesía simplemente está, y
simplemente se convierte en redención ante el mundo inundado de fragmentos, de
imágenes quebradas, salvación ante la imposibilidad de juntar los trozos y reconstruir
una vez más un universo uniforme.
y despojar al lenguaje, además de entregarle una fluidez y una voz muy propia, a la vez
atonal y gestual.14
14
En El Mercurio, 22 de noviembre de 1998.
15
Uribe, Armando. El fantasma de la sinrazón & El secreto de la poesía. Santiago: Be-uve-dráis, 2001.
Purcell 9
esta forma la concepción del duende de García Lorca, en la que la inspiración brota
desde las raíces mismas del sujeto16. De esta forma, aquello que para los antiguos venía
directamente de un dios, Uribe suscribe a la idea de vincularlo con la imaginación. Este
vínculo se explica además por la concepción antigua, en la que al atribuir el origen
poético a una realidad externa, la poesía dejaría de estar sujeta a controles lógicos
mentales, y por lo tanto no tendrían relación con la conciencia ni la voluntad propia.
Cabe entonces para Uribe la pregunta, ¿con qué tiene relación el origen de la poesía, de
dónde viene, de dónde brota, si no tiene relación con la conciencia?
Citando a Eliot, Uribe explora en la relación poética que se establece entre el
material usado para construir poesía, y la forma final que ese material adquiere. Eliot
señala que existe un desarrollo simultáneo de forma y material, es decir, no es el
material el que va dando la forma ya que la forma afecta en cada etapa al material, que
es, según Eliot “el desconocido, oscuro material psíquico” (59). De más está decir que
Eliot se refiere al inconsciente.
Otro ilustre citado por Uribe es Paul Valéry, de quien rescata su inteligente
raciocinio sobre la creación poética, o en otras palabras, su voluntad de conciencia. Sin
embargo, Valéry advierte que más allá de ese esfuerzo lógico y conciente, la poesía
contiene algo más, una serie de “espíritus y acontecimientos” (59) que operan en el
autor de manera sospechosa. Pero Valéry parece tener una concepción más cercana a los
clásicos al señalar que la poesía se da por una mezcla de la inteligencia del autor (plano
conciente) y el aporte de los dioses (el inconsciente, según Uribe).
Otro autor revisado en este ensayo por Uribe es Rainer Maria Rilke, quien
también está de acuerdo en esta condición inconsciente de la poesía. Rilke cree que la
escritura de la poesía no surge de un modo voluntario, sino más bien considera este acto
como una necesidad que ha sido impuesta al poeta de manera involuntaria y que nace
desde sus propias raíces. Ese sería el origen, y luego se trabaja de manera conciente, es
decir, existiría y operaría el inconsciente sin eliminar del todo la conciencia.
Una vez revisados estos postulados de algunos poetas importantes, Uribe se
atreve a concluir que en los “buenos poetas y su poesía verdadera”, usando sus propias
clasificaciones, existirían grados máximos de no-conciencia. Según esto, Uribe plantea
su hipótesis del ensayo, que seguirá desarrollándose de manera muy circular,
16
La idea del duende en García Lorca está explicada en su conferencia titulada Juego y teoría del duende.
Una versión de esta conferencia puede encontrarse en:
- García Lorca, Federico. Poesía Completa. Barcelona: Editorial De Bolsillo, 2003. Tomo I, págs 21-39.
Purcell 10
recurriendo a las mismas citas y conceptos. Para Uribe la poesía verdadera sería un
medio privilegiado entre el inconsciente del poeta y el objeto final que es el poema. Ese
objeto se materializa dentro una realidad externa, siendo expresión de una realidad
interna, que es el inconsciente del poeta.
Superada esta fase inicial, Uribe se refiere, sin profundizar más allá de lo
necesario para su argumentación, a ciertos psicoanalistas y lingüistas que también creen
en la relación directa entre la expresión poética y el inconsciente, como por ejemplo
Jung. Además, Uribe citando a Freud, sitúa al poeta como un ser que es capaz de
despertar emociones que están ocultas, que no creíamos capaces de sentir, y todo
gracias al material imaginativo del poeta y la dedicación del ser humano a crear
fantasías relacionadas con el sueño, ya sean sueños en vigilia o sueños nocturnos, los
que nos comunican directamente, según la teoría de Freud, con el inconsciente. De esta
manera se establece también una relación entre el quehacer poético y el inconsciente.
Con esto se introduce además una materia importante, que es la supuesta revelación del
inconsciente en el poema, revelación que nos hace pensar en los mensajes ocultos, en
los mensajes proféticos, en los análisis hermenéuticos y exegéticos, etc. De manera
tangencial se supone entonces la figura del poeta como el portador de un mensaje que es
revelado y comunicado por sí mismo y en sí mismo a través del acto de cerción poética.
Las fantasías creadas por el poeta no son tan simples como parecen, dice Uribe,
relacionando todavía con Freud. Por ejemplo, los niños crean fantasías en sus juegos,
pero mantienen plena conciencia de la creación de esa fantasía, la separan de la realidad.
Eso sería una fantasía simple. Sin embargo, el poeta no recurre al mismo mecanismo.
Según Uribe, el poeta, mientras crea el poema, en el acto mismo de la escritura, se está
manifestando en una conciencia verídica de realidad, no en una mentira ni realidad
ficticia. La creación poética es parte de la realidad, aún cuando se use la imaginación, la
creación de la fantasía, y todos esos recursos que vinculan la creación poética al
inconsciente. Esto tiene cierta relación con la búsqueda de la esencia de la poesía de
Martin Heidegger, para quien la poesía presenta cierta inocencia motivada por su
aspecto lúdico, ver el arte como un juego, pero no un juego efímero que nos lleva a lo
intrascendente, sino todo lo contrario, un juego serio, con conciencia de la realidad.17
Yendo Uribe hacia un plano más concreto de la expresión poética, comienza a
recorrer los caminos de las leyes o reglas de la poesía como una forma de acercarse al
17
Heidegger, Martin. Hölderlin y la esencia de la poesía. Barcelona: Anthropos, 1989.
Purcell 11
inconsciente del poeta. Para recorrer este camino, Uribe hace referencia a estudios de
Ella Sharpe, quien trabaja sobre la base de que:
rígidas de la poesía, las leyes métricas, rítmicas, etc. Complementando lo anterior, Uribe
cita a Lacan, quien propone que las figuras y tropos de la métrica también se
producirían en el inconsciente y a través del análisis poético se podría llegar a esta
fuente de origen.
La relación entre la conciencia creadora y su versión inconsciente figuran en
Uribe toda la problemática en este ensayo. Es difícil para el creador asumir con plena
conciencia su creación. Es difícil para el poeta asumir con toda racionalidad el poema
que ha escrito. Debe haber forma de llegar a esos lugares no racionales mediante el
análisis. La creación poética es entonces una mediación entre el poema y la psique del
poeta. Esa sería una de las funciones de la poesía: a través del recurso de la escritura,
hacer hablar al inconsciente.
Para lograr esto es necesario considerar algunos factores en la creación misma
del poema. Ya se ha dicho que Uribe considera en sus ejemplos tan sólo a poetas dignos
de su propia admiración, y dentro de este grupo selecto coinciden ciertas características,
como por ejemplo la premisa de que en los buenos poemas:
poesía en verso que no tenga reglas, según él. Aún la poesía en verso libre o verso
suelto, aún la escritura automática, estará regida por algún tipo de regla, por muy
permisiva que ésta sea, no puede dejar de existir algún tipo de ley que la esté rigiendo.
Según Uribe estas reglas comprimen las facultades conscientes del poeta, de tal modo
que lo obligan a que su inconsciente personal (y a veces su inconsciente colectivo) se
abra paso en forma de palabras, sílabas, rimas, fonemas, puntuación u otras vías
formales de la poesía. El inconsciente reprimido sale a la superficie en estas formas. Por
poner un ejemplo, para Uribe, el uso de rima consonante y asonante, trae consigo un
esfuerzo para el poeta, quien debe buscar el sonido adecuado para ser utilizado. Esto
supone una restricción en el lenguaje, ya que no puede usar cualquier palabra, sino solo
aquellas que sin perder la poeticidad del texto, logren calzar en la rima adecuada. En
esta búsqueda que debe hacer el poeta dentro del enorme universo de palabras
(paradigma), puede llegar a encontrarse con palabras que para él, en su propia realidad,
sean o reflejen algún tipo de tabú, palabras vetadas en su horizonte conciente, pero que
al ser necesarias en la rima, surgen a esta superficie y se revelan como estado de la
psique profunda. Finaliza Uribe esta idea diciendo que “la rima es instrumento notable
para provocar la eclosión de lo inconsciente” (95).
Por último, cree Uribe que todos los lapsus o errores del poeta también reflejan
este plano inconsciente, y yendo aún más allá, se atreve a decir que quizás todo poema
es un lapsus, y que por lo mismo todo poema supone e impone malentendidos, por lo
tanto en todo poema se ve reflejado el inconsciente, y generalizando estas ideas
podríamos llegar hasta una concepción de lo poético (en su condición universal) como
reflejo del inconsciente colectivo (entiéndase también, universal).
Tan solo para cerrar este capítulo y dejar sentado un precedente, me parece que
podría haber cierta relación entre toda esta idea del vínculo entre poesía e inconsciente y
algunas ideas de Paul Valéry, quien de alguna manera mezcla también la preocupación
por la forma y el estado de ensoñación consciente o inconsciente 18. Para Valéry por
ejemplo, la poética es una emoción producida por la combinación de algunas palabras y
no otras. Las ideas, sus valores, los conceptos, se asociarían de una manera distinta del
uso ordinario, se encuentran musicalizados, armónicamente correspondientes. Esto se
relaciona con el sueño. Las cosas dentro del sueño, tienen valores distintos, se asocian
de manera distinta, y sus modos de variación y sustitución son distintos. Así es como el
18
Valéry, Paul. Teoría poética y estética. Madrid: Visor, 1998.
Purcell 14
estado poético se instala, se desarrolla y se disgrega en los sujetos y ese estado de poesía
es irregular, involuntario y lo perdemos y lo obtenemos por accidente.
En estos versos podemos ver cuestiones que serán fundamentales para la lectura
de Uribe. En primer lugar se observa una idea de pasividad de las palabras que
duermen. En la relación entre sujeto y lenguaje, es el sujeto quien asume un rol activo,
es el sujeto quien busca las palabras, quien las urge. Luego el tiempo las entrega, para
con ternura regalarlas. En todo este proceso hay detalles que no dejan de ser
importantes. El sujeto poético en Uribe parece necesitar de la palabra poética. Esta
necesidad le otorga a la poesía un carácter de piedra angular en la existencia del sujeto.
Sin la palabra el sujeto no es, por lo tanto, la palabra no solo comunica sino que revela
al sujeto el cómo es. La palabra adquiere un componente de verdad, de mirada
introspectiva. La necesidad de la palabra tiene que ver con la condicionalidad, es decir,
19
La poesía publicada por Uribe entre 1951 y 1989 ha sido reunida en un solo libro. Todas las referencias
hasta 1989 corresponde a este volumen:
- Uribe, Armando. Obras reunidas (1951-1989). Santiago: Tajamar editores, 2004.
20
Uribe, Armando. Op. Cit.
Purcell 16
la palabra es condición para la existencia del sujeto, y esta palabra, despertada por el
tiempo, al ser regalada con ternura, simboliza una necesidad también de no adueñarse
de la palabra para sí mismo, sino que para expulsarla de la interioridad y así tender un
puente entre dentro y fuera. La palabra poética vuelve a ser entonces esta conexión entre
el interior del sujeto y su realidad contextual circundante.
Más tarde, con la publicación de El engañoso laúd, en 1956, Uribe instalará
definitivamente el tema de la muerte en su obra. La palabra poética tendrá en este caso
la intención de comunicar ya no solo interior y exterior del sujeto, sino que interior y
exterior de la existencia en cuanto realidad humana consciente. El sujeto poético de
Uribe intentará dialogar con la muerte, entendida como otredad, como la no-vida. El
simbolismo del cadáver será aquí importante para el resto de la obra de Uribe. El
cadáver es para Uribe la cáscara del ser, el revestimiento. El interior está vacío y existirá
un deseo de llenar ese vacío. Ese deseo de lo anhelado, de lo no tenido, representará una
otredad poderosa y digna de mencionar para poder entender la poética de Uribe en este
diálogo constante con la muerte, que en libros posteriores, como Odio lo que odio, rabio
como rabio, de 1998, llegarán incluso no al diálogo, sino a la apelación directa y a la
frustración por no lograr el punto de contacto en un estado de deseo thanático
extraordinario.
Otro tema que ya deja ver Uribe en este libro es el erotismo, entendido en su
relación con la muerte. Para Uribe, en concordancia con las ideas de Bataille, el deseo
erótico y el deseo de la muerte van en caminos paralelos pues son muy parecidos. La
voz poética funciona como conexión de estos dos tópicos, estableciendo la unión, pero
también dando a entender el repudio que produce esta unión. Es como si por un lado el
sujeto buscara y concordara con este nexo, pero al mismo tiempo lo rechazara. Por
poner un ejemplo, en un poema en que habla acerca de las letras y las palabras que se
pueden formar con las letras de una sopa, dice:
Con las letras escribo amor
y después me lo tomo;
escribo pasión, escribo muerte
y me da una arcada y vomito. (59)21
el hablante fracasa y sufre, vomita por el rechazo que le provoca esta sensación, y ese
rechazo viene dado porque el sujeto justamente busca mediante la palabra poder
alcanzar cierta autonomía de acción ante lo incontrarrestable, por ejemplo, la muerte. La
poesía de Uribe se moverá siempre en este plano activo. Como veíamos en un ejemplo
anterior, son las palabras las pasivas, el sujeto el activo. El sujeto mismo busca a la
muerte, apela a ella, el sujeto apela a la poesía, el sujeto busca desmarcarse de las cargas
que lleva consigo, del inconsciente. La poesía en Uribe busca sacar adelante esta
negación, liberar y restaurar.
La idea de la pasividad y la actividad frente a la palabra poética es vista en otro
poema del mismo libro. En este caso se nos dice que el silencio, es decir, la pasividad,
es fatal. Quien calla, muere. Además, Uribe devela en estos versos la conexión entre
poesía e inconsciente al señalar que las letras de los libros en su baile van mostrando al
lector el alma del escritor, es decir, su mundo interior e inconsciente.
22
Op. Cit
23
Op. Cit.
Purcell 18
En estos versos, como se dijo antes, puede llegar a verse un tono irónico, un
decir todo lo contrario a lo que se dice, es decir, a quien escribe poesía, al poeta, ni la
cárcel ni juzgarlo de imbécil. Pero es de todos modos un hecho innegable que las
24
Uribe, Armando. Imágenes quebradas. Santiago: Dolmen, 1998.
Purcell 19
25
Uribe. Armando. Memorias para Cecilia. Santiago: Editorial Sudamericana, 2002.
26
En sus memorias, Uribe explica que después de leer el artículo de Scarpa, que era su profesor, se lo
encontró al día siguiente. Uribe relata de este modo ese encuentro:
“El día lunes siguiente, tuve clases con Scarpa, me acerqué a él y le dije: `Mire Don Roque, no
se lo perdono´. Y lo decía completamente en serio y no por falsa modestia, porque me ponía en
un brete o intríngulis ese artículo, en el cual no quería internarme, que era el de admitir que yo
sería poeta, y recibir la tarea de seguirlo siendo”. (En Memorias para Cecilia, pág. 221)
Purcell 20
Además de revelarnos esto, el sujeto poético de Uribe nos entrega más claves
para comprender ese proceso de acercamiento al objeto que será el material poético,
aunque sea potencialmente.
Dos cosas son importantes de destacar con este ejemplo. En primer lugar, la
observación completa del objeto, por todos sus lados, con todas sus caras y
posibilidades, nos acercan también al diálogo establecido con la modernidad, ya que
mirar un objeto desde distintos puntos de vista, convierte esa unidad de objeto en una
multiplicidad de imágenes. Al igual que el proyecto cubista, el objeto es desintegrado en
fragmentos, en imágenes quebradas. En este tema nos enfrentamos a otra contradicción
en Uribe, quien por un lado respeta y reproduce formas clásicas de la poesía, pero
algunas líneas de pensamiento de creación poética no llegan hasta esas formas
tradicionales. En este caso Uribe utiliza la visión fragmentaria para, dentro de una forma
probablemente clásica, utilizar sus mecanismos de creación con la palabra poética.
Otra de las cosas importantes de rescatar de este ejemplo es el asunto de la
utilidad que el poeta le atribuye al objeto. Al atribuirle utilidad, deja de lado la
intrascendencia antes señalada de manera irónica. Con esto el sujeto poético de Uribe
nos resuelve la duda y además nos hace ver que el objeto por sí solo no tiene utilidad
dentro de un contexto poético, sino que dicha utilidad le viene dada de fuera, desde la
intención creativa.
En 1989 Uribe publica uno de sus libros más importantes, titulado Por ser Vos
quien sois. La importancia de este libro radica en que la temática abordada es
completamente de índole religiosa. Su título es un verso de un rezo, y los versos
desarrollados reflejan el tipo de relación que se establece entre el sujeto y la divinidad.
En esta relación la palabra poética esta íntimamente relacionada con la Palabra, así con
mayúsculas, en el sentido de revelación divina. Uribe concibe esta Palabra, según nos
Purcell 21
dice en Memorias para Cecilia, bajo la influencia de la lectura del evangelio de San
Juan, que comienza con la frase latina “In principio verbum erat”. En el principio era el
verbo, traduciendo del latín verbum justamente como palabra. En este libro el sujeto
apela a esta divinidad en su búsqueda constante de un estado de trascendencia,
reescribiendo además el tópico religioso de profundis te clamavi. Uribe escribe:
En este verso queda clara la intención del sujeto poético en Uribe en relación a la
divinidad. Ser sujeto del verbo, ser sujeto de la palabra, que aquí adquiere el sentido de
evangelio y revelación. Ser sujeto del verbo implica tener una complicidad en la gracia
(entendida en términos de fe), instancia anhelada y apelada constantemente por el sujeto
poético. El hablante intenta encarnar una otredad, la que nuevamente funciona como
una no-modernidad. Lo otro, lo no humano, lo no sujeto. En este sentido, coincidimos
con Floridor Pérez cuando señaló, como se dijo en la primera parte de este trabajo, que
en Uribe existiría una desacralización del yo, admitiendo que el yo como operación y
proceso se desarrolla en tanto el sujeto es sujeto. En la otredad el sujeto como tal ha
desaparecido. Es un no-sujeto en la no-modernidad, que contempla para asumir una
27
Referencia de Obras reunidas (1951-1989)
Purcell 22
Aquí vemos una vez más la intención dialógica entre sujeto y divinidad. Existe
en este caso una visión positiva de dicha relación y nuevamente podemos desprender
una visión negativa del sujeto con la modernidad. Queda claro hacia quién va dirigida la
voz en el poema, pero esa voz es un grito. El grito representa una angustia. En este caso
esa angustia tiene que ver con la relación impropia entre sujeto y modernidad, es decir,
la angustia es el resultado de esa relación en constante tensión y conflicto. Es innegable
el diálogo con la modernidad, así como es innegable la frustración que ocurre a partir de
dicho acto. El sujeto se siente perdido y acude a la divinidad para restaurar su
integridad, su condición de sujeto, su ipsidad. Sin embargo, como ya se dijo, el
mecanismo para lograrlo pasa justamente por la desacralización de sí mismo, que visto
en otros término implica también un auto sacrificio, ejercicio que ritualiza y simboliza
aún más todo el proceso. El grito entonces responde a este mismo proceso. La visión
positiva la vemos en el segundo verso, al descubrir que ese grito es escuchado por el
interlocutor, que es el símbolo metafórico de otredad más poderoso: un dios, y en este
caso, según la búsqueda de Uribe, Dios. Visto así, el sujeto logra hacer contacto, logra
establecerse en comunicación, su apelación y su diálogo se concretizan, sujeto y
divinidad entran en plena comunión.
Concluyendo la revisión de versos de Por ser Vos quien sois, podemos decir que
existe una profunda relación entre la palabra poética y la Palabra, entendida en Uribe
Purcell 23
según San Juan como verbum. La palabra poética funciona como medio para alcanzar el
estado de gracia con esa divinidad, lo cual implicaría un absoluto de trascendencia, una
negación del sujeto sí mismo, una otredad, como reflejo de un desencanto con la
modernidad,
Finalmente, para terminar este capítulo, abordaremos otro problema al que se
enfrenta Uribe relacionado de alguna manera con lo ya dicho. En este caso no serán
versos los que revisaremos, sino extractos de algunos fragmentos de ensayos. Los
fragmentos son tomados de Imágenes quebradas, que a su vez considera trozos de los
ensayos escritos por Uribe sobre Leataud y sobre Montale. En este caso veremos la
relación entre la poética y la forma.
En primer lugar señalaremos que en Uribe existe una conciencia de la forma de
la poesía por sobre su contenido temático. El poeta señala:
En este sentido, nos damos cuenta que para Uribe la sensación musical de la
poesía tiene un efecto comunicativo en sí mismo. Esta sensación musical en la poesía
está dada por su forma de composición, mediante la cual opera una conciencia creativa,
matizada como se vio anteriormente con una clara importancia de la función
inconsciente de la psique. El ritmo, delimitado por los golpes acentuales que van
marcando el tiempo, la rima y su sonoridad, la métrica silábica, la utilización formal de
sonidos consonánticos y vocales, las aliteraciones, etcétera, otorgan al poema esa
melodiosidad que puede ser percibida según Uribe sin entender necesariamente el
significado de las palabras utilizadas, ni el significado de las imágenes de un lenguaje
figurado, ni el tema general del poema, ni sus implicancias, ya sean sociales o
culturales, pero, sí puede llegar a entenderse en cierto grado el sentido y las
implicancias estéticas a través de la melopea. Este rasgo preliminar ya nos sitúa a Uribe
y su concepción poética dentro del campo de la forma como fenómeno poético de
relevancia superior.
De esta manera, la unidad del texto poético no estará en las palabras vistas desde
sus características semánticas. Las relaciones de los distintos elementos formales
otorgan al texto una entrada al inconsciente, lo que nos comunica aparentemente con la
Purcell 24
interioridad del sujeto poético: “La coherencia no puede estar en las palabras del poema:
o está en la emoción o pensamiento del poeta, o es un disfraz.” (185)
Este punto está directamente relacionado con la expuesto acerca de la relación
entre inconsciente y poesía en el capítulo en el que se estudió el ensayo escrito por
Uribe sobre este tema. De todos modos, en esta cita se agrega un elemento nuevo, y éste
es el tema del disfraz. Si la coherencia no reside ni en la emoción o pensamiento, pasa a
ser una realidad ficticia, superpuesta, reclamada como cierta cuando realmente remite a
una falsa manifestación. Este es el caso, siguiendo la línea de pensamiento de Uribe, de
aquellos textos poéticos en los que no existe ningún tipo de control sobre la forma. Para
Uribe, aún en el verso libre y las formas vanguardistas, existe o debe existir una plena
consciencia y control sobre la forma. Si no es así Uribe considera que a los textos les
falta poeticidad, desplazando a estos escritores del grupo de “poetas”, denominándolos
“poetícolas”, incluyéndose a él mismo, por supuesto por una cuestión de falsa modestia.
Yendo a los aspectos propios de la forma que destaca Uribe y su relación con la
poética, se puede mencionar la importancia de la puntuación como aquello que no se
dice explícitamente, ya sea en términos del silencio y pausas otorgados al texto, o bien
como una significación particular propia de leguaje paraverbal. Estos aspectos trabajan
sobre la noción de tiempo en la poesía, variando los matices estéticos y expresando de
maneras diversas la multiplicidad de espacios poéticos. A estos aspectos habría que
agregar la inclusión de la rima, que como ya se dijo, obliga al poeta a buscar ciertas
palabras que podrían estar vetadas dentro de su psique y utilizarlas en un sentido
poético. Para ir terminando, acerca de este tema y para cerrar este apartado, una frase de
Uribe que resume su concepción de la forma en la poesía.
Por último, es preciso señalar que la visión de Uribe sobre su propia obra poética
tiene una mirada cautelosa. Uribe, consciente de su vasta producción poética, se
cuestiona el valor de la palabra como constructo absoluto de comunicación poética. La
palabra poética la deja Uribe a juicio de otros, señalando que él mismo no sabe si logró
alcanzar ese estado poético. De esta manera, deducimos que para Uribe la palabra
poética representa una unidad estética llena de simbolismo y significación tanto
comunicativa como estética que comunican al sujeto con una trascendencia. Esa palabra
que logre el objetivo es esquiva, es parte de un proceso donde conciencia e
Purcell 25
inconsciencia se dan cita para intentar formar un núcleo poético realmente significativo.
El absoluto y la otredad se suman también a esta reunión de búsqueda dentro de la
palabra poética.
En toda esta preocupación por la forma, podemos ver relaciones entre la
propuesta poética de Uribe y algunas apreciaciones teóricas sobre al poesía. La
influencia de los estudios lingüísticos de Saussure dio paso a una preocupación y una
serie de estudios referentes al signo lingüístico. Una de las consecuencias fue el
surgimiento de los formalistas rusos, grupo de estudiosos del lenguaje que intentan
relacionar sus ideas lingüísticas con la literatura. En este camino parten de la tesis de
que el lenguaje literario no es igual al coloquial, y esas diferencias deben ser
encontradas por el estudioso fijando su atención en el uso particular del signo
lingüístico. De esta manera, el concepto de extrañamiento es fijado como una de las
claves para entender aquello que hace un texto literario se diferencio de los demás. El
extrañamiento viene dado por la variación en el uso del lenguaje coloquial manifestado
en la literatura. Dicho de otra manera, los formalistas rusos intentan establecer un
estudio científico de la literatura debido al rol fundamental que ocupa el signo
lingüístico dentro del proceso de creación literaria. Por esta razón la vinculación con
Uribe no es gratuita. Para Uribe el signo cobra tanta importancia que, sin ser él un
estudioso, crítico o teórico de la literatura sino un poeta, la forma de la creación, la
forma del poema, la forma de la palabra y el sonido reflejan una realidad fundamental
dentro del proceso de escritura y creación, determinando también el valor estético del
objeto de arte. Asimismo, dentro de los formalistas rusos, debido a su preocupación por
la forma, existe una preocupación importante por la sonoridad. Por ejemplo, Jan
Mukarovský, en Fonología y Poética28, al igual que Uribe, atribuye una función
fundamental a la sonoridad del poema, lo que Uribe llamó melopea destacándola sobre
el significado semántico, como una condición formal y estructural del texto. La poética
y la fonología son subsidiarias.
Después de los formalistas rusos, Amado Alonso y sus estudios de estilística
siguen conservando esta preocupación formal, pero incluyendo una cuestión del
sentimiento afectivo y la emoción en estos estudios. En otras palabras, y he aquí el
punto de interés, Alonso combina la forma con el goce estético, con el placer. Al
principio de este trabajo, en una cita de Uribe, vimos que él escribía para provocarse
28
Jakobson, Roman et al. El círculo de Praga, traductores, Ana María Días y Nelson Osorio. Valparaíso_:
Ediciones Universidad de Valparaíso.
Purcell 26
placer a sí mismo y a los demás, a los lectores, de manera que la estilística propuesta
por Alonso tendría puntos importantes en común. Alonso fija el campo de estudio de la
estilística mezclando estas dos realidades:
Para terminar este capítulo, como idea definitoria y para no extendernos más,
citamos a Uribe observando la reflexión que él mismo hace acerca de su obra y su
relación con la palabra como unidad portadora de verdad y trascendencia en lo absoluto:
Saber que he escrito centenares, tal vez miles (tal vez centenares o
decenas de miles) de miles de versos para llegar a decir en unas cuatro o
cinco líneas lo que quiero (lo que soy, lo que sé) lo que vivo. Tal vez una
o una y media de esas líneas están sepultadas entre todo lo que he escrito
desde hace veinticinco años. No sé cuales sean. Pero estoy cierto,
segurísimo, podría jurar que no son estas páginas de libro las que tienen
esa lírica verdadera. Me conformaría con que hubiera una palabra de
verdad. Me contentaría si en todo lo que he escrito hubiese una palabra
pero no puedo saberlo. (190-191)
CONCLUSIONES
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Ésta es la temática principal tal vez del poemario Odio lo que odio, rabio como rabio, de 1998. Ahí
Uribe tiene unos versos que dicen: “Cuerpo, te pido por favor / sepárate del alma, o sea muérete …” (47)
Purcell 29
BIBLIOGRAFÍA
- Jakobson, Roman et al. El círculo de Praga, traductores, Ana María Días y Nelson
Osorio. Valparaíso: Ediciones Universidad de Valparaíso.
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
- Uribe, Armando. Odio lo que odio, rabio como rabio. Santiago: Editorial
Universitaria, 1998.