desafo simblico de los dibujantes (generador de obvias incomodidades, de subido escozor) era respondido por una
materialidad de muerte que generaba otro tipo de imagen. Llammoslo el simbolismo del asesinato real, con lo cual el
smbolo y lo real adquiran otras dimensiones universales, absolutamente pavorosas. No es mejor la otra opcin: hay que
recordar, en la absurda bifurcacin que poseen las formas de violencia, que los ejrcitos occidentales que atacaron Irak,
Libia o Mal, no permitieron que se difundieran imgenes de las acciones de guerra y su inevitable cortejo de atropellos
contra la vida humana.
Repensar estos temas a partir de teoras democrticas de la imagen a eso hay que llegar, es ya casi lo mismo que
ahondar en los mejores argumentos para evitar la derechizacin definitiva de Europa, la conversin de las religiones
mundiales en teologas-polticas justificatorias de instituciones que se constituyen a travs de cualquier tipo de poder
artillado, los cercamientos territoriales que impiden medievalizando la historia contempornea toda circulacin de
personas, tanto en aeropuertos como en cualquier suerte de frontera, y el tributo nocturnal que todos pagamos al
surgimiento hegemnico de las tesis sobre la seguridad como fortuna final de todo razonamiento poltico.