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“Vosotros sois la luz del mundo…Así alumbre

vuestra luz delante de los hombres…”


Mateo 5.14-16
La pregunta que debemos hacer es la siguiente: ¿es posible que, de manera
definitiva, un cristiano no de testimonio de Cristo? Si hablamos estrictamente de términos
la respuesta sería un necesario no, ya que cristiano significa pequeño Cristo por su
semejanza al mismo. De todas maneras analicemos más detalladamente esta cuestión.
La salvación de una persona, y por lo tanto, la autenticidad de su cristianismo, no
debe medirse, en primera instancia, por obras, sino por fe. La salvación de un hombre es
exclusivamente por medio de la confianza depositada en Jesucristo, aparte del
cumplimiento o incumplimiento de la Ley. Entendemos que “…aparte de la ley, se ha
dado ha conocer la justificación que Dios otorga al hombre…por medio de la fe en
Jesucristo” (paráfrasis de Romanos 3:21). Esta verdad debe guardarnos de no depositar
nuestra fe (confianza) en absolutamente nada ni nadie que no sea nuestro Señor Jesucristo
y su obra de redención. Ahora bien, la Palabra de Dios nos habla de las buenas obras (el
testimonio de Cristo…la luz…la sal) como siendo el fruto natural y necesario de la
salvación. Por lo tanto, es imposible separa la salvación del testimonio, ya que el segundo
es fruto necesario del primero. Entiendo que estos pensamientos puedan ayudarnos a
responder la pregunta que hemos formulado. Decimos que, en última instancia, le es
imposible al hombre que es verdaderamente cristiano, no dar testimonio de Cristo. En
otras palabras, como dice nuestro Señor: “una ciudad asentada sobre un monte no se
puede esconder”.
Ahora bien, si es imposible que el verdadero cristiano no de testimonio de Cristo,
¿cuál es el sentido de la exhortación expuesta en estos versículos? Me referiré
básicamente a dos razones para esto. La primera de ellas es que, en el propósito de Dios,
es mediante la exhortación de la Palabra que Él despierta a su pueblo a la acción. La
Palabra de Dios es el instrumento por el que su pueblo pasa a conocer a que ha sido
llamado, y la naturaleza de su capacitación para hacerlo. Pero esto no es el todo de la
cuestión. En segundo lugar, sostengo que es posible que el cristiano deje de manifestar a
Jesucristo temporariamente a causa de ciertos factores. Uno de estos factores es la
ignorancia o incredulidad respecto a la libertad que Dios nos ha dado en Cristo Jesús.
Esta es la razón por la que Pablo oraba para que la iglesia de Efeso fuese capaz de
conocer el poder que actuaba en ellos. Vivimos como esclavos del pecado y de las
circunstancias cuando ya somos libres de los mismos. Otro factor es el dar lugar a la
carne. Muchas veces permitimos (pues ya no somos esclavos de ella) que sean nuestros
miembros los que gobiernen nuestras vidas, y no el Espíritu de Dios. Un tercer factor es
la apatía respecto al alimento espiritual. Al descuidar el maná diario que el Padre prepara
para nosotros, tendemos a tropezar y caer, pues como dijo Jesús: “el espíritu a la verdad
está dispuesto, pero la carne es débil”. Estas son algunas de las razones por las que
nuestro Señor Jesucristo nos ha dejado esta preciosa y necesaria exhortación.
Hermanos, como iglesia de Cristo somos llamados a ser sal y luz. Nadie en la faz
de la tierra tiene tamaño legado. Ninguna institución u organización es capaz de
realizarlo. Pero no sólo hemos sido llamados para tal, sino que hemos sido también
capacitados para hacerlo. Es menester que demos a conocer las virtudes de Aquel que nos
llamó de las tinieblas a su luz admirable. No puedo terminar esta sección sin expresar con
plena convicción que la verdadera iglesia se ha de levantar para dar a conocer a su Dios
en medio de esta generación, pues ese es su deseo y voluntad. Amén y amén.

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