Los siento como mis manos, las manos del Obispo, al tocar el cuerpo de Cristo, dijo, sin olvidar a los
voluntarios romanos y de otros lugares de Italia, que descubren un mundo que requiere atencin y
solidaridad:
Hombres y mujeres que buscan afecto, relacin, dignidad, con las cuales todos podemos experimentar la
caridad aprendiendo a acoger, escuchar y donarse.
Deseando poder encontrarlos pronto personalmente, como fue en la Capilla Sixtina, con el anhelo de que el
Seor nos ayude a reconocerlo en el rostro del pobre, y que la Virgen Mara nos acompae en este camino,
les dio su bendicin.
(CdM RV)