BITÁCORA DE UN VISIONARIO
DE NUESTRA AMÉRICA
MIRANDA, BITÁCORA DE UN VISIONARIO DE NUESTRA AMÉRICA; Carmen L. Bohórquez.
Junio, 2006. Impreso en la República Bolivariana de Venezuela.
Depósito Legal: lf87120063301352
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Dirección de Publicaciones
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Diseño, Diagramación y Montaje
Lissy Chandía Price
Corrección
Sol Miguez
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I
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como tampoco se dejó amilanar por los obstáculos
que tuvo que enfrentar, ni inhibir en su acción, a
pesar de las críticas, burlas o amenazas de las que con
frecuencia fue objeto.
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el 1 de junio de 1783, cuando, habiendo tomado la
decisión de desertar del ejército español —al cual
había servido durante diez años—, se embarca
subrepticiamente en un navío norteamericano surto
en el puerto de La Habana, para salvaguardar su vida
y sus proyectos; amenazado como estaba por varias
órdenes reales que lo declaraban “reo de Estado”, y
hasta por la propia Inquisición, que ya había enviado
a un agente a esta isla caribeña para que lo capturase
y le confiscara las pruebas del grave delito cometido:
leer libros que hablaban de otras formas posibles de
gobierno y del derecho de los pueblos a la libertad.
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bien consolidado en su espíritu, cuando participa
en la Batalla de Pensacola (Florida, 1781), en apoyo
a los colonos norteamericanos que luchaban por la
independencia contra el imperio inglés.
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entonces contra Inglaterra, que Francisco de Miranda”.
Este no sólo indaga en esas batallas, sino que también
se preocupó por examinar detenidamente los cambios
que la adopción del gobierno republicano estaba
produciendo en la sociedad norteamericana, tanto
en la vida cotidiana como en la vida productiva. De
igual manera estudió a fondo la nueva Constitución;
discutiendo con los padres fundadores de la nueva
nación, los principios que la sustentaban.
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a convertirse, como le gustaba decir, en una de las
más preponderantes de la tierra y en un bloque de
poder político que, sin duda, ayudaría a mantener
el equilibrio internacional y a asegurar la paz en
el mundo. Para designar esta gran nación libre y
unida que habría de constituirse una vez derrotado
y expulsado de América el
imperio español, Miranda
concibe el sonoro nombre
de Colombia. Nombre que
tuvo mucho más éxito que su
creador y, todavía un siglo después, seguía siendo
utilizado por ilustres americanos para denominar a
esa patria grande que es nuestra América. Patria para
la que también Miranda, años más tarde, diseñaría
este hermoso tricolor que constituye hoy nuestra
bandera nacional, y cuyo izamiento por primera vez
—hace 200 años— nos ha reunido hoy, aquí, en
conmemoración y reconocimiento.
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para lograrlo, a partir de ese instante, Miranda se
entregó por entero a hacer realidad este proyecto
emancipador de la América Meridional. Su primer
paso en esa dirección fue hacer de sí mismo un
digno conductor de esa empresa y para ello, tomó la
determinación de viajar a Europa a fin de completar “la
magna obra de una educación sólida y de provecho”.
Aunque también lo hizo para escapar del cerco que le
venía tendiendo el Estado español, ese que —desde
sus primeros años en el Ejército Real y hasta que
lo tuvo finalmente en sus manos en La Guaira, en
1812— no dejó jamás de perseguirlo por todas partes
del mundo por las que anduvo.
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de la Ilustración, Miranda recorrerá el gran libro
del Universo para conocer otros pueblos, otras
ideas, otras costumbres, otras formas de gobernar;
recogerá textos constitucionales, discutirá sus
principios con los respectivos gobernantes, medirá
y comparará el grado de felicidad que cada forma
de gobierno proporciona a los habitantes del
país; sin dejar por ello de cultivar su espíritu y su
intelecto, asistiendo a conciertos y obras de teatro,
visitando museos e iglesias, conociendo bibliotecas,
comprando y devorando ávidamente cuantos libros
le fuera posible adquirir, intercambiando ideas con
científicos, inventores, poetas, filósofos, historiadores,
músicos, religiosos, y con cuanta persona le pareciera
interesante, fuese aristócrata o gente del campo.
Y todo eso, para fortuna nuestra, lo fue registrando
cada día en su diario de viajes.
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manicomios y cárceles. Esta práctica la convirtió casi
en un rito, que fue cumpliendo en cada una de las
innumerables ciudades visitadas durante sus viajes;
estando dispuesto en todos los casos, a hacer llegar
su denuncia a las más altas instancias de gobierno
y a exigir la corrección de las injusticias constatadas.
Caso emblemático, por sólo citar un ejemplo, fue
la visita hecha a las cárceles y hospicios del Reino
de Dinamarca, donde se horroriza de tal modo por
las condiciones de vida de los detenidos, que sale
“resuelto a hablar con todo el mundo” para ponerle fin
a dicha situación. Lo constatado, lo impulsa a formular
de inmediato un proyecto de reforma de prisiones,
que acompañado de la obra de John Howard, El estado
de las prisiones en Inglaterra, con observaciones preliminares y
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podía tener “la gran satisfacción de haber hecho un
bien a este país y a la humanidad”.1
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las ideas sostenidas por las mujeres que se cruzaron
en su camino. Con ellas intercambia libros, habla
de literatura y de poesía, comenta los hechos más
relevantes del momento, discute de política, les habla
de América y de sus proyectos de emancipación y, en
general, alaba sus dotes intelectuales y su sensibilidad
para comprender los problemas de la sociedad. Su
reconocimiento del ser femenino como igual, queda
claramente demostrado en sus apreciaciones sobre
la poetisa negra Phillis Weatley, de quien admira su
talento y lamenta su suerte final, producto de la poca
valoración que en muchas partes se le daba al cultivo
de la razón y al hecho de que ese talento estuviera
“preservado en este negro-ente”.2
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que están igualmente sujetas a la misma severidad de
las leyes que los hombres han hecho a su voluntad?
¿Por qué al menos no son ellas consultadas sobre las
leyes que las conciernen más directamente, como
son las del matrimonio, del divorcio, educación de
los hijos, etc.? Yo le confieso que todas estas cosas me
parecen usurpaciones escandalosas y muy dignas de
ser tomadas en consideración por nuestros sabios
legisladores (…)”.3
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Esa conciencia y ese compromiso con la defensa
de los valores más esenciales de la humanidad, más
su conciencia de la injusticia del hecho colonial en
América, hizo que Miranda convirtiera también esa
etapa preparatoria que constituyen sus viajes, en una
cruzada por la libertad de este continente. Por boca
de Miranda se enteraron muchos en Europa de lo
que realmente estaba sucediendo en América; de
las crueldades y asesinatos con las que habían sido
sometidos sus habitantes originarios, del despojo de
las riquezas naturales de sus vastas regiones, de la
discriminación de que eran objeto incluso los criollos
más encumbrados, y hasta de la negación del derecho a
pensar que ejercía el “infame Tribunal de la Inquisición”;
como también se enteraron del descontento que
agitaba algunas voluntades, del sacrificio de muchos
indígenas que prefirieron perecer o refugiarse en
lugares inhóspitos, antes que someterse a la ignominia
de una esclavitud; y del reclamo de ayuda que, decía, se
multiplicaba por doquier, para acabar con tan injusta
situación. Puede decirse que fue Miranda el primer
publicista de América en Europa y que, no sin razón,
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llegó a ser tenido por la monarquía española como su
enemigo más peligroso; pues introdujo en la opinión
pública europea una información que contradecía
el discurso que España había gestado de ser la gran
benefactora de los pueblos americanos.
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que fue Rusia la primera y, financieramente, la única
nación en apoyar, decididamente y de manera oficial,
el proyecto emancipador
de Miranda. Y esto no por
las razones que aducen los
frívolos cultivadores de la
leyenda donjuanesca de
Miranda, sino por razones
fundamentalmente
geopolíticas, dado el
conflicto de intereses que en ese momento mantenían
Rusia y España por el control de la costa americana del
Pacífico norte; como también por la admiración que
siempre tuvo Catalina por las ideas de la Ilustración,
como lo mostró al proteger también a Voltaire y a
Diderot. Sin embargo, pareciera que estos últimos sí
podían ser admirados por sus ideas, pero un americano
como Miranda, tan sólo podía serlo por quién sabe
qué ocultas razones.
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de la toma de La Bastilla. Considerándose formado
en lo personal y con el proyecto emancipador mejor
estructurado, inicia Miranda la tarea de la realización
material del mismo, que no es otra, que la de establecer
las alianzas necesarias que le permitieran armar una
expedición de 10 a 15 mil hombres y de preparar
las condiciones necesarias para que otro tanto se le
sumara en América, tan pronto desembarcara. No
contando con medios financieros ni con el respaldo de
ningún grupo o movimiento, salvo la ayuda personal
de algunos amigos, logra tener su primera entrevista
con William Pitt, a comienzos de marzo de 1790. Pocos
días después, le hace entrega ya de su primer Plan
para la formación, organización y establecimiento de un
gobierno libre e independiente en América meridional.
Comienza aquí la etapa inicial de lo que Miranda llamó
“Negociaciones” con el Gobierno inglés; las mismas
que luego emprenderá con los revolucionarios
franceses y de nuevo con los ingleses en 1798,
cuando, desengañado también de éstos, y en peligro
su vida, debe abandonar furtivamente Francia para
refugiarse de nuevo en Londres. En todo caso, éstas
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negociaciones estuvieron siempre y exclusivamente
dirigidas a obtener el apoyo necesario para armar su
proyectada expedición contra el dominio español en
América; pero nunca a cualquier precio, pues cuando
éstas potencias quisieron condicionar esa ayuda a
que Miranda realizara ciertas misiones militares que
favorecían sus intereses, pero que iban en contra de
la dignidad de otros pueblos, como cuando Francia
quiso enviarlo a someter la sublevación de los esclavos
negros en Haití, Miranda prefirió rechazar dignamente
el ofrecimiento y seguir postergando su proyecto
liberador, antes que prestarse a atentar contra la
libertad ajena.
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Amaru sólo pretendió una autonomía regional.
En general, los levantamientos y rebeliones que
se habían dado en América tuvieron casi siempre
un objetivo muy específico: hacer derogar un
impuesto excesivo, protestar contra los abusos
de un funcionario real, oponerse al monopolio
del comercio por parte de compañías como la
Guipuzcoana o, como también sucedió, establecer
un enclave autárquico que sirviera de refugio a los
esclavos que lograban burlar la vigilancia de sus
amos. En todos estos casos, la fidelidad al rey se
mantuvo prácticamente fuera de las motivaciones
de la protesta, por lo que podemos decir que lo que
estaba en el centro del cuestionamiento no era el
orden mismo, sino algunas de sus manifestaciones,
y bajo el supuesto no explícito de que la supresión
de la causa de la protesta habría de traducirse en el
perfeccionamiento de la bondad
del sistema.
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vez con el Primer Ministro inglés, William Pitt, para
hablarle de su proyecto emancipador; y le plantea
como exigencia fundamental la necesidad que tiene
la América española de que Inglaterra “le ayude a
sacudir la opresión infame en que la España la tiene
constituída”4, está asumiendo por primera vez como
causal de insurrección, no un hecho circunstancial
o local, sino una razón esencial: América ha sido
constituída como oprimida.
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emprender una acción que permita superar esta
condición y afirmar, por el contrario, el ser propio:
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a la misma un cierto carácter sagrado que convertía
de antemano en herejía cualquier cuestionamiento
al ejercicio de este dominio. Contra esta pretensión,
Miranda, siguiendo la tradición de Francisco de Vitoria
(1480-1546)6 y de Francisco Suárez (1548-1617)7, asume
y defiende, por el contrario, la tesis de una comunidad
internacional basada, no en un imperium mundi que se
pretende necesario, perpetuo e inmutable, sino en la
interdependencia de Estados soberanos que acuerdan
someterse a los mismos derechos y obligaciones, esto
es, a un Derecho de Gentes que es universal, evolutivo
y contingente. Concepción bajo la cual todo pueblo
preserva el derecho inalienable a la libertad y a la
autonomía y, en consecuencia, el derecho a combatir
por todos los medios a su alcance a quien quiera
mantenerlo en un estado de opresión y tiranía. Aquel
que, todavía hoy, los pueblos del mundo se ven
obligados a defender con sus vidas ante pretensiones
imperiales de nuevo cuño, pero igualmente insaciables,
que siguen queriendo imponer el imperium mundi;
alegando no ya el derecho divino, sino el de su santa
voluntad y de su fuerza militar.
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Así, pues, es con Miranda que se reconoce por
primera vez, de manera expresa, que hay una situación
de negación de la esencia de los americanos y que, en
consecuencia, éstos, como hombres dignos, tienen
todo el derecho o están plenamente justificados
para rebelarse contra aquello que los niega: “seremos
libres, seremos hombres, seremos nación; entre esto
y la esclavitud no hay medio, el deliberar sería una
infamia”.
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afirmación de una conciencia de saberse siendo otro
que la totalidad vigente y como proyecto histórico de
construcción de una nueva realidad.
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solo Estado. Es decir, independencia e integración
son, para Miranda, ideas indisolubles que conforman
un mismo proyecto político y que, ensambladas,
constituyen la clave para que Nuestra América llegue
a convertirse en un bloque de poder que contribuya a
equilibrar el mundo.
32
II
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en detalle, desde por lo menos su primera conversación
con William Pitt en 1790. Tres meses antes de embarcar,
había escrito la frase que citamos al comienzo. Como
vemos, a pesar de tantas vicisitudes y frustraciones,
Miranda no ha dudado jamás de los principios que
defiende, ni se ruboriza por haberse pasado la vida en
esas ocupaciones.
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enviará agentes suyos a las propias colonias españolas;
hará circular en ellas papeles que los españoles
calificaron de “incendiarios”, entre ellos, la Carta a
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las diversas provincias de la América española, se
pretendía no sólo proveer a los americanos de una
información objetiva y veraz de lo que realmente
estaba ocurriendo en España, sino que se intentaba
también, a través de la deconstrucción del discurso
oficial, mostrar los mecanismos mediante los cuales el
Imperio pretendía seguir enajenando la voluntad de
sus siervos de ultramar.
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lugar de ir a enriquecer “a unos extranjeros codiciosos”,
se quedaran en manos de sus propios naturales:
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y un mandato histórico ineludible. En realidad, de
muy poco valieron todas esas proclamas y escritos
que, además de revelar tras ellas un intenso trabajo de
investigación y análisis, fueron escritas con la pasión
que brota de saber que se trabaja por una causa justa
y por la defensa de los derechos más esenciales del
ser humano.