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GABRIELA DALLA CORTE
PAOLA PIACENZA
prohistoria
ediciones
ISBN 987-1304-07-2
Rosario, 2006
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Este libro ha recibido el auspicio de
DIRECCIÓN DE EDUCACIÓN
SECRETARÍA DE CULTURA Y EDUCACIÓN
MUNICIPALIDAD DE ROSARIO
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GABRIELA DALLA CORTE
PAOLA PIACENZA
prohistoria
ediciones
ISBN 987-1304-07-2
Rosario, 2006
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Dalla Corte, Gabriela y Piacenza, Paola
A las puertas del Hogar: madres, niños y Damas de Caridad en el Hogar del Huérfano de Rosario (1870-1920) -
1a ed. - Rosario: Prohistoria Ediciones, 2006.
128 p. ; 29.7 x 21 cm. (Crónicas Urbanas / dirigida por Sandra Fernández y Gabriela Dalla Corte ; 4)
ISBN 987-1304-07-2
1. Hogar del Huérfano de Rosario-Historia. I Piacenza, Paola Adriana - II. Título
CDD 361.982 24
Fecha de catalogación: 02/06/2006
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, gráfico, magnético, electrónico u óptico,
incluyendo su diseño de portada, tipográfico y logos, sin expresa autorización del editor y las autoras.
Esta primera edición, con una tirada de 1500 ejemplares, se terminó de imprimir en talleres gráficos Cromografica,
Rosario, el 30 de julio de 2006.
ISBN-10: 987-1304-07-2
ISBN-13: 978-987-1304-07-3
6
ÍNDICE
Introducción .......................................................................................................................... 11
7
8
Este libro ha sido posible gracias al generoso apoyo de diversas instituciones y
personas cuyo concurso queremos reconocer.
Dedicamos finalmente estas páginas a todas las personas que pasaron parte de
su vida en la institución, y a quienes creen que el presente de la ciudad de
Rosario y de su gente es fruto de un pasado no tan lejano sobre el que la historia
del antiguo Hospicio de Huérfanos y Expósitos tiene mucho que contarnos.
Esperamos que esta visión que ofrecemos a caballo entre la historia y los
textos, llegue a un amplio público de nuestra ciudad.
9
10
Sra. Presidenta de las Damas de Caridad. Pte. Distinguida Señora.
Esta infeliz criatura que queda depositada en esta hospitalaria asilo, va
Bautizado con el nombre de Hipólito Boch, hijo legítimo y lleva por
seña un real en plata partido. Esta señal debe permanecer colgada en el
cuello, á fin de que no haya dificultad al ser recojido por si algun dia su
desdichada madre puede volverlo al hogar del que con dolor de su co-
razón ha tenido que sacarlo y privarlo de sus caricias. Espero de la bue-
na caridad de este establecimiento tenga toda clase de compasion, por
ese ver desgraciado que nació con el signo fatal de la desgracia. Lo de-
posito en esta hospitalaria casa, porque el estado de mi pobreza me obliga
á ello, por tener dos criaturas mas, y tengo que trabajar para poderlos
mantener. Con este motivo ruego encarecidamente tenga compasion de
esta infeliz criatura que en tan corta edad se vé privada de las caricias
maternas. Una desdichada madre, Rosario 19 de Setiembre.
Caja de “señales” conservada en el Archivo de las Damas de
Caridad y del Hospicio de Huérfanos y Expósitos de Rosario.
H
ipólito fue uno de los miles de niños que encontraron refugio en el
Hogar de Huérfanos de Rosario entre finales del siglo XIX y prin-
cipios del siglo XX. A Hipólito, como a otros chicos, le tocó
nacer en una época de cambios importantes para sus padres y para el país
que lo recibía. Lo que a los ojos de su madre era “el signo fatal de la desgra-
cia”, no era otra cosa que la consecuencia de los movimientos migratorios
europeos a la Argentina, de las políticas de un Estado Nacional no siempre
interesado por la suerte que corría la población, y de las transformaciones
recientes del mercado laboral. Una asociación privada, las Damas de Cari-
dad –que posteriormente asumiría el nombre de Damas de Protección al
Huérfano– fue creada en ese contexto para hacerse cargo de los bebés que
comenzaron a aparecer tirados en las calles o que quedaban huérfanos. Se-
gún escribió una de las mujeres que abandonó a su niño en 1891, las Damas
debían “hacerle de madre”:
Hoy 12 de Junio 1891 nació esta criatura baron, que llamarase Juan,
por ser hoy dia de Juan Sabejon [...] Cuando su madre, hoy impotente
para alimentarlo y cuidarlo, pueda recojerlo del piadoso ospicio al que
lo confia lo hará exibiendo un documento de igual tenor del presente.
11
Rogamos que cuiden de este documento para reconocer à Juan el dia
que la madre valla por él. Dios lo ampare, y apiade el corazón de las
que deban hacerle de madre!. Rosario Junio 12/1891.1
Por ese entonces, Rosario era una de las ciudades portuarias más importan-
tes del Cono Sur.2 Convertida en polo de atracción y de desarrollo, recibió
un elevado número de inmigrantes que cumplirían un rol fundamental, tanto
en la constitución social urbana como en el diseño del mercado laboral
local.3 Como sabemos, la Argentina recibió aproximadamente seis millo-
nes de personas entre 1851 y 1930;4 la inserción de estos inmigrantes en el
mercado de trabajo fue compleja y el Estado no siempre pudo dar cuenta
de esta nueva realidad que, a la larga, construiría la identidad social y polí-
tica de una Argentina transformada. Rosario y su entorno fue una de las
regiones más afectadas por este proceso.5
1
La documentación procede del archivo de la Sociedad Damas de Caridad (SDC) y del
antiguo Hospicio de Huérfanos y Expósitos de Rosario (AHHE), actual Hogar del Huér-
fano. Al citar el contenido de las “señales” (estas últimas conservadas en un archivo
específico compuesto de cajas metálicas de la marca Bagley) mantenemos el idioma, la
ortografía y la sintaxis de los textos originales.
2
Véase el excelente trabajo de SANDRA FERNÁNDEZ, Los burgueses rosarinos en el espejo de
la modernidad. Prácticas, representaciones e identidad. Rosario a comienzos del siglo
XX, Tesis de doctorado, UNR, Rosario, 2006; también JUAN ÁLVAREZ, Historia de Rosa-
rio (1689-1939), Buenos Aires, 1943; en particular referimos a la colección Nueva Histo-
ria de Santa Fe, dirigida por DARÍO BARRIERA (2006) en la cual, de la mano de autores y
autoras como Griselda Tarragó, Juan Nobile, Oscar Videla, Marta Bonaudo, Sandra
Fernández, Diego Roldán y Gabriela Águila, entre otros y otras, se refleja el recorrido
histórico de la provincia y la región hasta la actualidad.
3
Véase el relato de PIERRE DENIS, La valorización del país, la República Argentina-1920,
estudio preliminar, traducción y notas de Elena M. Chiozza, Ediciones Solar, Buenos
Aires, 1987.
4
CHIARA VANGELISTA, Dal vecchio al nuovo Continente, L´immigrazione in America La-
tina, Paravia Scriptorium, Torino, 1997, p. 163; véase el interesante trabajo de MARÍA
LILIANA DA ORDEN, Inmigración española, familia y movilidad social en la Argentina
moderna, una mirada desde Mar del Plata (1890-1930), Biblos, Buenos Aires, 2005.
5
Véase el ya clásico trabajo de EZEQUIEL GALLO, La Pampa Gringa, la colonización agrí-
cola en Santa Fe (1870-1895), Edhasa, Buenos Aires, 2004 [1983].
12
demasiado éxito.6 Uno de esos conflictos fue el abandono de niños y de
niñas por parte de mujeres recién llegadas al país que carecían de una red
social que pudiese hacerse cargo de ellas y de su prole en el momento en
que debían incorporarse al mercado de trabajo. Las mujeres recién llegadas
justificaron su decisión de abandonar transitoria o definitivamente a sus
niños y niñas en una institución de asilo argumentando la pobreza en la
que vivían. Acudieron al Hospicio de Huérfanos y Expósitos, y a las Da-
mas de Caridad que lo dirigían, para resolver el cuidado y la crianza de sus
bebés.7 Sobre esta historia, prácticamente desconocida, trata este libro.
13
identidad” de las criaturas depositadas y de los huérfanos. Durante los años a
los cuales hace referencia este trabajo, esto es, el periodo que va de 1870 a
1920, la mayoría de las mujeres que recurrieron al Hospicio de Huérfanos
y Expósitos fueron italianas y españolas recién llegadas al país que enfren-
taron su condición de madres, paradójicamente, en la escena del abandono.
Ese abandono fue en ocasiones temporal, pero en otras oportunidades fue
de carácter permanente. La memoria histórica del funcionamiento de esta
institución, del significado de la actuación pública femenina, y de la articu-
lación entre mujeres inmigrantes y nativas, se ha conservado en diversos
documentos que ayudan a entender el rol jurídico, cultural, religioso y so-
cial de la señal. Se trata de los registros de ingresos y salidas de niños y
niñas, los libros de pago de amas de leche, las actas de las reuniones de las
Damas de Caridad que se encargaban de garantizar el funcionamiento del
Hospicio, y la correspondencia privada de la asociación. Sin embargo, son
las “señales” las que constituyen el corpus documental de este estudio ya
que aparecen como un espacio cultural privilegiado para la comprensión
de los sentimientos, pesares y anhelos femeninos. De los cientos de señales
conservadas en cajitas de galletas de la marca Bagley, en este libro reprodu-
cimos una pequeña selección con la finalidad de observar de cerca su cons-
trucción como artefactos sociales. En tanto históricos, estos artefactos es-
tuvieron sometidos tanto a las exigencias de la sociedad como a las restric-
ciones culturales y religiosas de la época en que fueron constituidos. Espe-
ramos que las señales sean leídas en estos términos: como producto de una
época lejana pero todavía presente en Rosario y en la Argentina.
14
filantrópicas más importantes y coexistió en el tiempo con otra entidad
formada por mujeres de la elite local, la Sociedad de Beneficencia. La pri-
mera comisión directiva fue conformada por María de los Ángeles Rodríguez
de Rosas como presidenta; Felisa Jordán de Zeballos, la madre de Estanislao
Zeballos, como secretaria; Blanca M. de Villegas en el puesto de tesorera, y
con dos consejeros: el canónigo Martín A. Piñero y Fermín Rodríguez.8
Durante los primeros diez años, las Damas de Caridad se reunieron en sus
casas particulares y, para garantizar el funcionamiento de la asociación, ad-
quirieron un libro mayor, un libro diario, un libro de socias, un bibliorato,
libretas del Banco Español de cuentas corrientes y plazo fijo, un libro de
actas de asambleas, y un libro copiador. Al principio, las tareas asumidas
por la asociación fueron verdaderamente diversas: en la segunda reunión,
María de los Angeles Rodríguez de Rosas informó al resto de las socias que
se había “presentado una muger pidiendo proteccion á la sociedad”; todas
coincidieron en comenzar su andadura concediéndole dinero. Una mujer
les pidió ayuda “para sacar una hija a los Indios” y recibió diez pesos.9 En
la tercera reunión, la tesorera planteó “la nececidad de atender con los re-
cursos de la sociedad á una viuda francesa que se hallaba en la indigencia i
fue resuelto se le pasasen los alimentos hasta que pudiera trabajar”.10 La
presidenta preguntó entonces si podían “disponer de algunos fondos a fa-
vor de los desgraciados que piden protección” mientras advertía, aunque
sin mostrar sorpresa, que en el futuro iban a tener que socorrer particular-
mente a las viudas y madres solteras o solas, quienes aparecen en los libros
de actas bajo el calificativo de “pobres mujeres”.11
8
AHHE, Libro de Actas de la SDC (1901-1910), acta del 16 de agosto de 1904.
9
AHHE, Libro de Actas de asambleas de la SDC (1869-1967), actas del 13 de septiembre
de 1870, del 23 de agosto de 1870 y del 25 de agosto de 1872.
10
AHHE, Libro de Actas de asambleas de la SDC (1869-1967), actas del 23 de mayo y del
27 de junio de 1870.
11
AHHE, Libro de Actas de asambleas de la SDC (1869-1967), actas del 11 y del 30 de
julio de 1870.
15
las familias más pudientes (como fue, por ejemplo, el caso de Carlos Casa-
do del Alisal), y en los atrios y puertas de las iglesias de la ciudad, cuando
no abandonados en plena calle apenas nacidos. La asociación benéfica, mien-
tras tanto, nunca dejó de quejarse del hecho de que “los Poderes se han ido
desligando” de las criaturas en riesgo, “porque otras tareas superiores los
han reclamado en absoluto”.12 A caballo entre la delegación y la asunción
de una atribución pública, las Damas tomaron algunas decisiones: en pri-
mer lugar, optaron por volcar todos los esfuerzos a la niñez en riesgo; en
segundo lugar, encomendaron su cuidado a la Congregación religiosa de
las Hermanas del Huerto; en tercer lugar, se pusieron bajo el patrocinio de
San Cayetano; y, finalmente, fundaron un establecimiento para alojar tanto
a los bebés que quedaban huérfanos como a los que eran abandonados por
sus familiares. Siguiendo una larga tradición histórica –consolidada en
Occidente en un apellido tan gráfico como estigmatizante del que pronto
se distanciaron, como veremos en este libro–, la asociación denominó “ex-
pósitos” a las criaturas arrojadas del ámbito privado y familiar, es decir,
expuestas a lo público.13 [ver imágenes 1 y 2]
12
AHHE, Caja de documentos (1891-1896), Reseña-Memoria explicativa de la SDC, 1889,
mimeo.
13
AHHE, Libro de Actas de asambleas de la SDC (1869-1967), acta del 11 de noviembre de
1871; Libro de Actas de la SDC (1910-1930), acta del 9 de junio de 1910.
14
Sobre este concepto véase MICHEL BERTRAND, «De la familia a la red de sociabilidad», Revista
Mexicana de Sociología, vol. 61, Núm. 2, abril-junio, 1999, pp. 107-135; también PILAR GARCÍA
JORDÁN Y GABRIELA DALLA CORTE, “Mujeres y sociabilidad política en la construcción de los
estados nacionales (1870-1900)”, en GUADALUPE GÓMEZ-FERRER, GABRIELA CANO, DORA BA-
RRANCOS Y ASUNCIÓN LAVRIN, (COORD.), Historia de las Mujeres en España e Hispanoamérica,
del Siglo XIX a los umbrales del XX, Tomo III, Cátedra, Madrid, 2006, pp. 559-583.
15
MARTA BONAUDO Y ELIDA SONZOGNI, “Redes parentales y facciones en la política santafesina,
1850-1900”, en Siglo XIX, Revista de Historia, 2ª época, Núm. 11, enero-junio, 1992, pp.
16
como una simple y lineal extensión de la maternidad (de lo individual a lo
social),16 las Damas de Caridad se constituyeron como un organismo pri-
vado asistencial de intervención en ámbitos que el régimen político dejó en
sus manos.17 Quizás por esto, cuatro años antes de la apertura oficial de la
Hospicio, Justina Rodríguez de Álvarez escribió a la madre de Estanislao
Zeballos diciéndole, significativamente, que el establecimiento, construido
para albergar a los huérfanos y niños desamparados, sería de “satisfacción
pública”. 18
74-110; sin referirse al peso de las familias de notables en la estructura política, véase NATALIO
BOTANA Y EZEQUIEL GALLO, De la República posible a la República verdadera, 1880-
1910, Ariel, Buenos Aires, 1997.
16
BROOKE A. ACKERLY, Political theory and feminist social criticism, Cambridge University
Press, Cambridge, 2000.
17
ELIZABETH JELIN (COMP.) Family, Household and Gender Relations in Latin America,
Kegan Paul International-Unesco, 1991; ASUNCIÓN LAVRIN (COMP.), Latin American
Women. Historical Perspectives, Westport, Connecticut, 1978; MARTA BONAUDO, “Cuan-
do las tuteladas tutelan y participan. La Sociedad Damas de Caridad (1869-1894)”, en
MARTA BONAUDO (DIR.) Imaginarios y prácticas de un orden burgués. Rosario, 1850-
1930, Tomo 2, Prohistoria, Rosario, 2006 (en prensa).
18
AHHE, Borrador y Copiador de cartas de la SDC (1872-1886), carta de la vicepresidenta
Justina R. de Álvarez a Felisa Jordán de Zeballos, Buenos Aires, 15 de abril de 1875;
Libro de Actas de asambleas de la SDC (1869-1967), acta del 24 de julio de 1871.
19
AHHE, Borrador y Copiador de cartas de la SDC (1872-1886), carta de las Damas de
Caridad a Servando Bayo, 08 de junio de 1875; carta del 25 de julio de 1875.
17
sus alocuciones, las Damas argumentaron que no buscaban beneficiar “á la
desgracia y á la mujer-madre pecadora” sino “la salvación de su inculpable
fruto”. Con el argumento de que “es una línea la que separa el baldón de la
desventura” y de que se dirigían de lleno a los sectores populares, caló hondo
el hecho de que su ámbito exclusivo sería, desde entonces, “el socorro del
desvalido y la educación del huérfano”. Para definir estas atribuciones en
la ciudad de Rosario, la presidenta de la asociación intercambió una intensa
correspondencia con la presidenta de la Sociedad de Beneficencia rosarina,
Ángela N. de Cullen.20 Carlos Casado del Alisal, importante empresario de
origen español establecido en Rosario,21 también donó dinero a nombre de
su hija Casilda y de la Hermandad de la Cruz Roja, por él presidida, ayu-
dando así a tejer una red institucional y asociativa de apoyo al asilo. En el
agradecimiento a Carlos Casado, la presidenta de las Damas agregó que el
Hospicio tenía en 1880, apenas abiertas sus puertas:
20
AHHE, Borrador y Copiador de cartas de la SDC (1872-1886), carta de Manuela Posse
de Ledesma, presidenta, Francisca E. de Rodríguez, secretaria, al gobernador Simón de
Iriondo, 15 de marzo de 1879 y 23 de marzo de 1879; carta al Reverendo Señor Obispo
Diocesano, José María Gelabert y Crespo, 1879; carta de María de los Ángeles Rodríguez
de Rosas, 23 de marzo de 1879; carta de Justina M. de Pereyra, secretaria interina, a la
presidenta de la Sociedad de Beneficencia, Ángela N. de Cullen, Rosario, 25 de octubre
de 1875.
21
Sobre Casado véase GABRIELA DALLA CORTE, “Asociaciones y redes sociales en la orga-
nización del Estado nacional en la Argentina: una reflexión a partir de tres estudios de
casos”, Encuentro de la Red Internacional de Estudios comparados en Historia Europa-
América Latina Marc Bloch, Tandil, 2006, mimeo.
18
Hospicio de Huérfanos la parte de los útiles y recursos que queden sin
empleo por esa Hermandad.22
Entre las actividades que el Estado delegó en las Damas de Caridad figura
la lactancia para mantener con vida a los bebés pequeños a cambio de una
pequeña subvención mensual. Desde el primer momento en que el asilo
abrió sus puertas, las Damas contrataron a innumerables amas de leche que
se empleaban para dar de mamar a las criaturas abandonadas y huérfanas a
cambio de un salario. La originalidad de esta estrategia radica en que los
niños y niñas eran enviados durante meses a las casas de las nodrizas don-
de, por un tiempo, conseguían insertarse en la privacidad y la intimidad de
una familia sustituta. Una Comisión de Damas visitaba todos los meses a
los niños y las niñas, así como a las nodrizas, para asegurarse de que todos
ellos estaban bien de salud y de que las amas cumplían con la tarea enco-
mendada.23 La sociedad benéfica afrontó prácticamente sola esta tarea ya
que cuando el gobierno enviaba niños para que fuesen criados en el Hospi-
cio, las Damas sólo recibían $15 por cada uno de ellos, mientras el ama de
leche cobraba, sólo por amamantar a cada criatura, entre $6 y $8 mensua-
les.24 La manera que eligieron las Damas de Caridad para llevar la contabi-
lidad de los pagos efectuados a las nodrizas nos permite saber la cantidad
22
AHHE, Borrador y Copiador de cartas de la SDC (1872-1886), carta de María de los
Ángeles Rodríguez de Rosas, presidenta, Francisca E. de Rodríguez, secretaria, a Carlos
Casado, presidente de la Hermandad de la Cruz Roja, 12 de julio de 1880; también carta
de Tomasa de Guillón, presidenta interina, y Francisca E. de Rodríguez, secretaria, a Car-
men G. de Marquardt, 26 de marzo de 1880.
23
MARY LOUISE PRATT, “Women, Literature, and National Brotherhood”, en EMILIE
BERGMANN ET AL. (ED.) Women, Culture, and Politics in Latina America/Seminar on
Femenism and Culture in Latin America, University of California Press, Berkeley, 1990.
24
AHHE, Libro de Actas de la SDC (1901-1910), acta del 12 de mayo de 1903.
19
de niños y niñas que estaban en las casas particulares de las amas, la canti-
dad de dinero que la asociación benéfica destinaba a la lactancia durante el
tiempo de supervivencia de los bebés, y la identidad de las mujeres que
sirvieron sistemáticamente a la institución y ayudaron, en consecuencia, a
la supervivencia de cientos de criaturas que pasaron por el Hospicio de
Huérfanos y Expósitos, actual Hogar del Huérfano. Como ejemplo, he-
mos elegido un registro del año 1882:
Las Damas y las nodrizas no estaban solas. Las Hermanas del Huerto
fueron las elegidas para llevar adelante la recepción de criaturas y para
25
AHHE, Diario de los gastos de amas del Hospicio de Huérfanos y Expósitos (1880-
1887).
20
asegurar su crianza. Para ello, las Damas se dirigieron a la Madre Provin-
cial de las Hijas de María de la ciudad de Montevideo y le solicitaron el
envío de algunas Hermanas de Caridad.
26
AHHE, Borrador y Copiador de cartas de la SDC (1872-1886), carta de Manuela Posse
de Ledesma, presidenta, y Francisca E. de Rodríguez, secretaria, a la Madre Provincial de
las Hijas de María, Montevideo, 12 de julio de 1879; carta de las Damas de Caridad a la
Madre Provincial de las Hijas de María, María Luisa Poloni, Montevideo, 21 de junio de
1881.
27
GABRIELA DALLA CORTE Y PAOLA PIACENZA, “Cartas marcadas: mujeres, identidad e in-
migración en la Argentina, 1880-1920”, Revista Signos Históricos, Núm. 13, Departa-
mento de Filosofía de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana,
enero-junio de 2005, pp. 71-93. Este libro que el lector tiene ahora entre manos es deu-
dor en parte de las reflexiones que hicimos en este trabajo publicado en México.
28
KRISTIN RUGGIERO, “Honor, Maternity and the Disciplining of Women: Infanticide in
late Colonial Nineteenth Century Buenos Aires”, Hispanic American Historical Review,
72, Núm. 3, 1992, pp. 353-373.
21
En 1884 la asociación presentó un informe a la Oficina de Estadística
General santafesina afirmando que su personal estaba compuesto por cua-
tro Hermanas de la Caridad, un presbítero incorporado el año anterior, y
un peón, además de una comisión inspectora compuesta de dos socias
encargadas de vigilar y atender las necesidades diarias. Un médico de la
ciudad prestaba también su asistencia sin remuneración alguna. De esta
manera se aseguraba el funcionamiento diario pero sin conseguir satisfa-
cer las crecientes necesidades originadas por el aumento desorbitado de
bebés que empezaron a ser “arrojados” al torno y a las puertas del Hospi-
cio a medida que aumentaba la población de Rosario. El relato puntual
que las Damas hicieron al presidente de la oficina de Estadística General
de Santa Fe en mayo de 1884 nos muestra hasta qué punto el asilo se vio
claramente desbordado por el crecimiento urbano, al tiempo que la aso-
ciación optaba por entregar en adopción a los bebés que llegaban sin
“señales”, para tener así plazas disponibles para nuevos ingresos.
29
AHHE, Borrador y Copiador de cartas enviadas por la SDC (1872-1886), carta de Justina
de Pereyra, presidenta, Elvira de López, secretaria, al presidente de la Oficina de Esta-
dística General, Santa Fe, 13 de mayo de 1884.
22
Fidela Ortíz de Somoza. De acuerdo con la nueva normativa, las Damas
establecieron también su derecho a exigir a los padres adoptivos la dona-
ción de 100$ para el expósito, dinero que debía quedar en poder de la
asociación benéfica en concepto de dote hasta que el niño o la niña alcan-
zara la mayoría de edad. Cuando el joven fallecía antes de esa fecha, el
dinero, así como los intereses devengados, quedaban en beneficio del Hos-
picio. Pero si lograba sobrevivir, recibía estos fondos para abrirse paso en
la vida.
30
En lo que sigue se utiliza la referencia AHHE, Caja de documentos (1891-1896), Rese-
ña-Memoria explicativa de la SDC, 1889, mimeo.
23
Los habitantes todos de esta ciudad sentirán la muy justa vanidad
del obrero que dá cima á la obra, pues de ellos es y á ellos pertenece el
triunfo. Y si la ayuda popular colocó ladrillo por ladrillo, sea también
de ella el alto mérito de haber salvado con sus limosnas tanta existencia
y tanta honra, acciones que solo premia Dios envolviendo á los pueblos
que las cometen en auras de salud, prosperidad y gloria como envolvió
á los pueblos pecadores.
24
mingo Sorni en su casa particular, donde les dá elementales lecciones
de instrucción primaria.
Como es indudable que entre los huérfanos de que se dará cuenta ha-
brá algunos de muy tierna edad é indigentes, desearía saber si este mi-
nisterio podría contar con el beneficio amparo que el Asilo de Huérfa-
nos tan habilmente rejenteado por la Sociedad que Ud. preside, ofrecer
a tantos otros niños que por causas diferentes se encuentran en igual-
dad de condiciones para participar de los sentimientos filantrópicos allí
dispensados. Aunque desgraciadamente para los que pierden sus pa-
dres, llega el momento propicio para la Sociedad humanitaria que Ud.
preside de atender á un mayor numero de niños la protección y el cui-
dado, agregando a la pagina envidiable de los servicios prestados, una
obra de sublime caridad.32
Una carta similar llegó el 4 de diciembre de 1886, esta vez escrita por el
presidente de la Sociedad de Niños Desvalidos, Ovidio Lagos, quien pidió
el ingreso en el Hospicio de
31
AHHE, Copiador de cartas recibidas (1886-1893), carta de Santiago R. Gallegos, Defen-
sor de Menores a la SDC, 16 de marzo de 1887.
32
AHHE, Copiador de cartas recibidas (1886-1893), carta de Santiago R. Gallegos a la
SDC, 25 de noviembre de 1886.
25
estuviesen contaminados por el mal, en el Departamento aislado de
ese Asilo se podría hacer efectivo la asistencia. Señora presidenta, con-
vencido que nuestras Asociaciones están llamadas a prestar en esta
situación afligente un rol importante en el orden de la Caridad Cris-
tiana, suplico a Ud. la protección de ese Hospicio, para los niños que
empiesan a vivir, para aquellas infortunadas criaturas que aun se
conserban en el periodo de la lactancia. La Sociedad de Niños Des-
validos contribuiría por cada una de las criaturas que pone bajo el
amparo de esa Institución con lo que la equidad y las necesidades de
ese Establecimiento, reclaman para casos extraordinarios.33
33
AHHE, Copiador de cartas recibidas (1886-1893), carta de Ovidio Lagos a la SDC, 25
de noviembre de 1886.
26
Precisamente, la señal ayudó a las Damas y a las religiosas a determinar
qué niños iban a parar definitivamente al Hospicio (huérfanos y expósi-
tos) y cuáles podían ser reclamados por sus familiares (expósitos transito-
rios). El depósito transitorio no es demasiado conocido pero diversas
referencias documentales nos muestran esta original función del asilo; las
actas de reuniones de las Damas de Caridad rebozan de datos tales como
“Antonio Viola de la estación Camilo Aldao avisa que no puede dar más
que $100 por su hija; L. Loza que vive en la calle Cochabamba 835 reco-
mienda á Rosa Vidal que desea poner en el Hospicio á su hija Cristina
pagando una pensión; Celestina Bresso de Leones pregunta si puede man-
dar la mensualidad de su hija por giro postal.”34
Como hemos visto, las criaturas dejadas en el torno del Hospicio no esta-
ban solas. Junto a ellas las madres depositaban un objeto o un mensaje es-
crito que funcionaba como una señal de identificación para garantizar la
recuperación de las criaturas cuando les fuera posible volver. ¿Cuál fue el
significado de la señal? La hipótesis principal de este libro es que la señal
articuló la decisión del abandono por parte de los familiares, la recepción
de los bebés por parte de las religiosas, y la política de la entrega en adop-
ción que tomaron las Damas de Caridad. Como veremos, las señales per-
mitieron sostener “identidades en espera”.
Las señales eran cartas y objetos que las madres inmigrantes, así como las
de la ciudad y de la zona, dejaban junto a sus hijos en el torno y en la puerta
del Hospicio de Huérfanos y Expósitos de Rosario. Dichas señales servían
para identificar y recuperar a las criaturas más tarde, es decir, cuando mejo-
rasen las condiciones sociales y económicas de la familia. La señal aparece
como un acto fundamentalmente público pero que remite al ámbito priva-
do, y cumplió una lógica muy determinada tanto en la actuación pública de
las Damas como en la actuación privada de las nodrizas. Su contenido es de
muy distinto carácter pero en todos los casos servía como despedida y tam-
bién para identificar y para establecer la verdadera identidad de los bebés
en el supuesto caso de que fuesen recuperados por sus familiares. No se
trataba de objetos personales que llevaran los bebés, como ropas y
escarpines, sino de elementos que los familiares dejaban conscientemente
para establecer un diálogo ritualizado, jurídico, con la institución. Así apa-
rece en la carta que las Damas enviaron al Jefe de Policía del Departamen-
to, Manuel Cilveti:
34
AHHE, Libro de Actas de la SDC (1910-1930), acta del 14 de diciembre de 1910.
27
he recibido su nota fha. 31 de Julio por la que me pide informe si el
día 17 de Noviembre de 1890 de 71/2 a 8 de la noche, fue depositado
en el Asilo de Huérfanos a cargo de la Sociedad Damas de Caridad
un niño con un pequeño atado de ropa y algunas otras piezas más
detallándolas con precisión á fin de individualizar el expresado niño.
En contestación le diré que según me informa la Hermana encarga-
da del Asilo se recibió por el torno a las 8 de la noche de la indicada
fecha un niño de pocos días, blanco, á quien no se le encontró ningu-
na señal. Tenia puesta una camisita de bramante, un pañal de bom-
basí, dos mantillas de franela, una faja blanca de algodón, traía un
lío que contenía un vestido blanco, tres mantillas y una faja. El niño
se bautizó el dieciocho de Noviembre de 1890.35 [ver imágenes 6 y 7]
35
AHHE, Copiador de cartas recibidas (1886-1893), carta de las Damas de Caridad al Jefe
de Policía del Departamento, Manuel Cilveti, 4 de agosto de 1891.
28
y una cinta negra cosida a un trozo de tela rosa con las iniciales bordadas:
A.S.C.”. A caballo entre el castellano y el italiano, un bebé fue dejado en el
torno del Hospicio –instrumento de piedra y madera, hoy desaparecido,
que garantizó el anonimato de los padres que abandonaban a sus bebés–
con el mensaje: “Rosario 23 Abril 1899. Señora Sivarina Eschievi, ija
legittima de Juana Eschievi, le entrego por el portador un cico baron, naci-
do el dia 18 de Abril del corente. Por propio nombre del cico que se le
ponga Carlo Eschivi, Reserbando, que el plazo, de un año la propia madre
lo chiere sacar dell´ospicio pagando el corriente que decir la Señora Madre
lo saluto a este S.S.S. Sepacia Eschievi”. [ver imágenes 8 y 9]
29
gliricomando di tenerla come por un anno quando pero prenderla qu
paro unrigallo”.
Entre las señales del año 1890 aparece una carta con el siguiente mensaje
en el sobre: “Entrano nella notte, Del tres giugno al quattro battesatto il
36
AHHE, Libro de Actas de la SDC (1893-1914), reproducción de la carta enviada por las
Damas al cónsul de Italia T. Bertola, de 21 de noviembre de 1896.
30
giorno cinque per nome suo Ernesto José, 1890”; en la carta figura una
descripción detallada de los rasgos físicos y de la vestimenta:
31
El tema del bautismo entre los hijos de italianos tiene una gran presencia
en el archivo de señales. Papelitos sueltos y hojas percutidas contienen los
siguientes mensajes:
37
AHHE, Libro de Actas de la SDC (1893-1914), acta del 08 de agosto de 1896; Caja de
Documentos (1891-1896), carta de la Capilla de San Patricio, Rosario, a Corina B. de
Muñoz, presidenta, 19 de julio de 1896.
32
La representación consular en Rosario se hizo cargo de encontrar refugio
a los bebés que quedaban huérfanos o en situación de “exposición”, pero
cuando era el Consulado el que mediaba de manera directa entre las fami-
lias y las Damas, estaba obligado a pagar por los servicios que estas últimas
brindaban en el Hospicio a los inmigrantes en su conjunto. Las asociacio-
nes francesas radicadas en la ciudad eran plenamente conscientes de que el
Hospicio se hacía cargo de niños y niñas de padres franceses. Por ello el
vicepresidente de la Comisión de Fiestas Francesas, Luis Visit, envió en
1897 cincuenta bonos que la colectividad había obtenido de las fiestas de la
caridad, y que fueron distribuidos entre todos los niños del Asilo.38 En una
oportunidad la sociedad benéfica aceptó hacerse cargo durante dos años de
“tres niños sin madre, hijos de Berthou Iria, siendo estos niños uno de
ellos de 5 años, otro de 2 y el menor de 9 meses”, pero aclaró que “los
Estatutos determinan en estos casos se pague una módica pensión por con-
tar nuestra Sociedad con muy pocos recursos.”39
Las Damas y las religiosas fueron las encargadas de conservar esos objetos
y esos mensajes que en el caso de los inmigrantes sirven para entender el
papel jugado por la institución para garantizar su asentamiento en un país
38
AHHE, Libro de Actas de la SDC (1893-1914), carta de las Damas de Caridad al vice-
presidente de la Comisión de Fiestas Francesas, Luis Visit, 15 de julio de 1897.
39
AHHE, Libro de Actas de la SDC (1893-1914), carta de las Damas de Caridad al Consu-
lado de Francia, Santa Fe, 03 de diciembre de 1896 y 26 de mayo de 1898.
40
AHHE, Caja de Documentos (1891-1896), Reseña-Memoria explicativa de la SDC, 1889,
mimeo.
33
extraño y que ofrecía por entonces un mercado de trabajo no demasiado
confortable. “Questo bambino e nato il giorno 8 Marzo ale ore 9
antimeridiane non é batezzato M.F. Rosario 8 Marzo 1895”, fue uno de los
tantos mensajes que dejaron las madres para dar a sus hijos inmigrantes,
aunque nacidos en la Argentina, alguna identidad rápidamente perdida. La
elección del apellido De Paul –por San Vicente de Paul– fue, como vimos,
otra de las formas en que estos niños pasaron a engrosar el conjunto de los
nuevos ciudadanos de la Argentina. Ser colocado bajo la protección de di-
cho Santo fue también una de las protecciones más aludidas por los
inmigrantes, como fue el caso de los franceses, que se identificaron con esta
elección. “Chere Señor Je voul prie de Lui Luis ponner le nom de Gabriel.
Sa naul donne un Sanvenner del 2 orphelin que trava Saint Vincen de Paul
Salul pon de notre Dame a parel il cora Reglame 4 8bre. 1892”; “Cette
petite enfant n´ha eti pas recibi el batime, 29 Junio 1880”. [ver imagen 18]
34
del siguiente mensaje: “Este nene baron nasio el dia 23 Noviembre del
año 1901 alas oras 3 de mañana, M.G.”, y a la señal “Este niño baron ha
nasido il giorno 19 de Abril ala ora 3 antime ne, del año 1901, M.L.
Rosario 19 Abril del año 1901”. Se trata de una información puntual,
meramente descriptiva, pero, en general, el interés por asegurar la protec-
ción de Dios está presente en la mayor parte de las señales: una medalla
junto a una cinta color marrón claro y una nota “Este niño a nacido en
Santa Fé el día 13 Setiembre 1901 ha recibido l´agua bajo el nombre Emi-
lio hijo de doña Luisa Clara”, representa el deseo de enviar al Hospicio a
las criaturas previamente protegidas por el bautismo. Encontramos otros
casos similares:
En ese sentido, las señales, así como las recuperaciones de los bebés, cons-
tituyen elementos centrales para comprender los silencios cambiantes de la
cultura. El folletín del siglo XIX escribió una segunda parte de esta histo-
ria cuando hizo de la “tessera” la clave de revelación de un misterio –amo-
roso, policial– y, especialmente, una “seña de identidad”.42 El reencuentro
o reconocimiento de los seres a través del tiempo y la distancia se realiza-
ba a través de señales, cicatrices y marcas de la infancia que eran evidencias
innegables de una identidad puesta en discusión por confusión o por
engaño. La “tessera” aparece, por ejemplo, en una de las obras teatrales
más famosas de Roberto Arlt, Trescientos millones, en la cual el personaje
de la sirvienta se reencuentra con su hija cuando al descubrir su espalda
encuentra una crucecita que le había hecho la partera al nacer: “Hija mía...
tantos años... queridita”, dice la madre. “Yo sabía que tenía que llegar este
día”, contesta la hija recuperada.
Las señales designan por contigüidad a la madre ausente. [ver imágenes 25,
26, 27, 28, 29 y 30]. Como todo signo, se inscriben en la paradoja de la
representación según la cual los signos están ahí para designar algo –otra
cosa– que ya no está. Asistimos a la escena de una comunicación mutilada
por la separación que sólo podrá “completarse” en ocasión del reencuentro.
42
Cfr. NICOLÁS ROSA (DIR), Moral y enfermedad. Un sociograma de época (1890-1916),
Laborde Editor, Rosario, 2004.
35
Ahora bien, mientras esto no ocurra, las señales “velan” por el niño o la niña
abandonada ofreciéndoles un origen y, de este modo, el rudimento de una
identidad. Por lo mismo, la comunicación o, más precisamente, el vínculo,
resiste a las inclemencias del presente adverso por obra de la sola presencia del
objeto o imagen. Y esto es particularmente cierto en las señales que nos ocu-
pan aquí; las que privadas de alguna forma de mensaje verbal tienen la persis-
tencia incuestionable de las cosas. Mudas; estas señales-objeto y señales icónicas
testimonian una filiación y se constituyen –en el mismo acto– en índices de la
madre. La riqueza peculiar de esta suerte de señales radica en su singular
potencia significante que se ríe de las posibilidades expresivas de la palabra.
36
de un parto, la de la muerte de la madre, la de la orfandad del hijo, así
como su exposición y abandono final. Propiedad de Antonio Poggi, la
Cochería sirvió para construir el escenario familiar: en lápiz dice “Rinaldi
Andrea da 2 ½ Entre Rio fra 3 de Febbrero e 9 de Julio”, posiblemente la
dirección de la mujer muerta. En 1914 un sobre de la cochería fúnebre
italiana de Vicente Pozzi, establecida en San José de la Esquina, hizo las
veces de señal al igual que la libreta de familia, exclusiva para nacimientos,
del Registro Civil del año 1911, que acompañó a otra criatura en su in-
greso al Hospicio. [ver imágenes 41, 42, 43, 44 y 45]
37
cartones, trapos, cintas o fotografías que contaban con menos chance de
pervivencia que el metal de las medallas. Las cintas, en general, tenían la
función de sujetar un objeto aunque, en ocasiones, cumplían el rol extre-
mo de señal. El caso paradigmático es el de una rosa de tela que tiene la
particularidad de reunir, en sí misma, la “serie” del tiempo que corrompe
pero, también, la idea de permanencia (una rosa de tela; no una rosa “real”)
que se inscribe en la “serie” del recuerdo y lo perenne. Asimismo, la rosa
ha sido la alegoría tradicional para la representación de la mujer y de la
virgen por lo que también “habla” acerca de la mujer-madre profana y
bendita. [ver imágenes 50, 51 y 52]
38
elección de los objetos duraderos? Estos últimos son, sin duda, artefactos
que podríamos calificar de motivados: hay un deseo, una idea, una adhe-
sión precisa en estas elecciones. Podemos imaginar algunas posibilidades
en el caso de aquellos objetos simbólicos, tanto los de carácter cívico (las
banderas o escarapelas) como los religiosos. Aquí el sentido está confesa-
do o exhibido porque hay una subjetividad que se está construyendo en
la elección y que alienta la esperanza de convertir su condición en here-
dad para su hijo. Por ejemplo, en la siguiente carta la madre explica los
motivos de la elección de la señal en el marco de la invocación religiosa, y
su deseo de que el bebé sea protegido por nuestra Señora del Carmen:
Señora Madre: Entrego este niñito con mi mayor dolor y ruego a Vd.
Que le aga bautisar agradeciendole le pusiera de nombre Pedro Angel
y pidiendo a Dios le de salud y vida para algun dia poder volverlo a
tener le entrego con una medallita que tiene la Virgen de Lujan y al
otro lado mis iniciales C.G. (fecha de nacimiento el veinte de mayo de
mil novecientos veinticuatro, C.G.)”. [ver imágenes 55, 56, 57, 58, 59,
60 y 61; el texto transcripto corresponde a la imagen 57]
39
del padre son bastante recurrentes en el archivo de señales, aunque tam-
bién se conservan retratos de los bebés realizados antes de ser abandona-
dos en el Hospicio: Anselmo, por ejemplo, fue dejado por su madre en
1891 con una fotografía, cortada en dos, en la cual aparece él mismo de
bebé. En este caso, no sólo se produce una suerte de tributo a la infancia y
a la inocencia del hijo abandonado, sino que podemos presuponer que la
conservación de las dos mitades de la fotografía es indicio del deseo ma-
terno de recuperar el lazo tras aportar una “contraseña”. [ver imágenes
62, 63, 64, 65, 66 y 67]
40
de Paul, ingresado al Hospicio el 9 de julio de 1895, llevó consigo un
trozo cuadrado de tela atado a una cinta celeste en el que aparece pintado
un corazón color púrpura. El dibujo elegido no es casual: estamos no
sólo ante el Corazón de Jesús, sino también frente a “corazones rotos” o
“partidos” por el abandono del hijo. Así lo testimonia la madre de Cristi-
na de Paul, una niña que ingresa el 21 de mayo de 1895 con el número
618 y para quien su madre eligió como señal media estampita con la ima-
gen de Jesucristo, que fue cortada en dos de una manera muy singular ya
que a la imagen le falta el costado del corazón. Esto se repite en el caso de
otro bebé abandonado en 1895: la señal consiste en media tarjeta con la
imagen de Jesucristo mirando al infinito pero sin la parte que correspon-
de a su corazón. Este trozo seguramente fue conservado como contrase-
ña por la persona que dejó al bebé en el Hospicio. Detrás de la imagen
consta que la criatura “nació el 14 de Otubre 1895”. [ver imágenes 69, 70
y 71]
41
Hospicio de Huérfanos y Expósitos de Rosario hacia fines del siglo XIX
y principios del XX, cumplen literalmente con esa condición: las cartas,
junto con las señales, nombran el abandono. Son su huella. Están ahí
para decir que mamá ya no está pero no porque sea una “madre ingrata”.
El relato de Ramona es posiblemente el más patético:
42
zón de Jesus y una señal en la espalda derecha, se la recomiendo
mucho por que entre poco tiempo la vendré abuscar; ademas la ma-
drina cada mes le traerá un poco de ropa. M.V.
En el mensaje que acompaña una imagen de San José con el niño, cortada
por dos costados de manera muy particular, se aprecia el compromiso del
dativo de interés: “A quí le dejo esta niñita que nació el 4 de Marzo á la 1
p.m.. tendran la amabilida de ponerle ette nombre María Antonio se la re-
comiendo mucho pronto posible vindre a buscarla á quí le dejo una seña lo
que falta de ete Santo lo tengo en mi poder. Esperando que me la atenderan
bien”. La certeza del desamparo de sus hijos hace que se refieran a ellos con
distintos epítetos sumamente diversos que refieren a la inocencia y a la
desgracia:
43
dad de un tercero. Este tercero es el que “sabe escribir” y el que conoce el
procedimiento y el ritual que se debe seguir para llegar a buen puerto en
el Hospicio de Huérfanos y Expósitos. Abogados, parteras, religiosos y
religiosas, cónsules, policías, comerciantes y allegados más o menos
alfabetizados son los que, en general, interceden frente a la letra desconoci-
da para dar cuenta de los deseos de las madres respecto del destino de sus
hijos. En ocasiones, son incluso los responsables de dejar a los niños en el
torno o a las puertas del Hospicio:
44
A través de un tercero o con una escritura vacilante, entonces, pobres
mujeres pobres –valga la redundancia– se construyen como madres, para-
dójicamente, en la escena del abandono. No es casual que firmen “la Ma-
dre” –con mayúsculas– o que elijan dirigir la misiva a sus hijos para expli-
carles su situación: “Querida hija la necesidad me obliga salvarte a qui.
Nunca jamas me olvidaré de ti”, es posiblemente una de las señales, confi-
gurada mediante una carta, más enternecedoras y gráficas de las que se
conservan en las cajitas de galletas Bagley.
45
Encuentras algun (dolor) /
Sufrelo por el mu(cho) /
que me hiciste sin (pensarlo/considerarlo/protegerme/querer).
43
SUSANA TORRADO, Historia de la familia en la Argentina moderna (1870-2000), De la
Flor, Buenos Aires, 2003; ELIZABETH JELIN, Pan y afectos, la transformación de las fami-
lias, FCE, Buenos Aires, 1998.
44
Véase FERNANDA GIL LOZANO (COMP.), Historia de las mujeres en Argentina, siglo XX,
Alfaguara, Buenos Aires, 2000.
45
GABRIELA DALLA CORTE Y PAOLA PIACENZA, “Cartas marcadas…”, cit.
46
bre dan a sus hijos la palabra que les fuera negada: la palabra escrita (y con
ella los códigos de una cultura que no las incluye) y la palabra como
acción; están tomando una mínima decisión; ellas a las que la necesidad
les negó la posibilidad de elegir. El bautismo funciona en las cartas como
otra instancia de cobijo: los niños son depositados bajo la protección de
las Damas de Caridad y, también, bajo la tutela de Dios. Las madres con-
signan la situación del niño o niña argumentando que “está bautizado” o
“cristianado”. En su defecto, agregan que “va infiel”. Las cartas que acom-
pañan a los niños expósitos nos ofrecen un catálogo completo de mujeres
en desgracia: pobres, locas, muertas o enfermas no pueden hacerse cargo
de sus hijos. Sin embargo, sus esquelas están ahí para dar testimonio des-
esperado de la única opción de la que disponen aunque, al acudir a ella,
pierdan a sus niños. Estas mujeres han sido abandonadas por sus maridos
o parejas; o son viudas:
47
Es importante precisar las formas que asume el desamparo en las vidas de
estas mujeres que entregan a sus hijos porque, si bien en la mayoría de los
casos el desamparo es de naturaleza económica, en algunos otros se suma la
fragilidad de una red familiar en ocasiones inexistente o las dificultades y
condicionantes de orden social. La legislación liberal de finales del siglo
XIX proporcionó un nuevo orden legal basado en el matrimonio civil al
cual se integraron los inmigrantes, en su gran mayoría católicos. Esta situa-
ción no excluyó la existencia del concubinato y de los nacimientos de
niños calificados de “hijos naturales”.46 En las señales del Hospicio de
Huérfanos y Expósitos rosarino aparecen algunos casos de muchachas
jóvenes y solteras que fueron obligadas por sus familias a abandonar a sus
hijos con tal de esquivar la posible deshonra fruto del embarazo
extramatrimonial. Se registran cartas en las que se indica esta situación o el
hecho de que el niño era “rico” y pertenecía “a buena familia”. En una
carta incompleta se dice que la criatura “pertenese a vuena familia. Esta
cristiano sellama Angelito cuando tenga un año el padre lo sacara tengo
recurso para sacarlo. No lleba mas ropa por no saber si lean miten [por
admiten]”. El niño que aparece con el registro número 403, Roque, que
fuera depositado el 18 de diciembre de 1891, llegó con una carta a la que
iba unida una cinta de color bordó. La carta informaba de la holgada
situación económica de sus padres:
Rosario de Sat. Fé, Marzo 10 del 89. Señora Superiora del Hospicio
de Huerfanos, Anoche 9 del Corriente alas 10 de la noche fue puesto
en esa casa un niño baron que se ruega a V. se digne guardar por dos
años pidiendole sea para el lo que pueda en lugar de sus desgraciados
46
JOSÉ LUIS MORENO, Historia de la familia en el Río de la Plata, Sudamericana, Buenos
Aires, 2004.
48
padres que no pueden hasta entonces recompensarle por guardar la
honra de una familia respetable. Para evitar ser confundido con otro
por señal lleba mantilla de franela blanca ondeada beteada con ge-
nero de algodón.
[en un costado dice]
Unica señal para V. engtregando otro papel igual á este.
Los libros de actas de las Damas de Caridad dan cuenta de un intenso mo-
vimiento de ingreso y de egreso de los niños. Los chicos dejan el Hospicio
porque son dados en adopción pero también porque sus madres, padres u
otros familiares vuelven a retirarlos. En este sentido, en las cartas que ac-
túan como señales, se advierte la urgencia del presente que conmina al aban-
dono pero, además, la ilusión del reencuentro. Un dato lingüístico en la
escritura precaria de los textos así lo confirma; como decíamos, los textos
fallan todo el tiempo desde el punto de vista de su redacción pero hay un
“error” que se destaca notoriamente: la conjugación de los verbos.
Por señas hasta dos años se presento la madre a sacarlo si Dios permite.
Lo hago por la gran necesidad. De nombre le pone Amable Lopez y
Lopez, nacido el 9 de Dbre. de 1905, Pueblo de Campaña de Alcorta, M.
49
a reclamar”. La imposibilidad del presente introduce una representación
de futuro que o bien asume la forma del deseo –“y es el deseo de la pobre
madre, á obtener algun dia esta su hijita”– o del compromiso: en un acta
de asamblea de las Damas del año 1908 se asienta que una madre, por
intermedio del cura rector de San José, dice no estar en condiciones de
abonar la pensión de los hijos que tiene en el Hospicio pero pide la consi-
deren “y que en cuanto trabaje (está enferma ella y su esposo) dará lo que
pueda por sus hijos porque no quiere perder los derechos de madre”.
50
y creo tener derecho á sacarlo cuando me encuentre en mejor posicion.
Es hijo natural, J.C.
[en un costado de la carta dice]
Desearia que al bautizarlo lo hicieran bajo el nombre de Pedro.
La madre de Adolfo, que firma “una madre desgrasida (sic)”, ofrece como
prueba de su honestidad la expresión de deseo de trabajar, cuando sane,
para restituir la relación madre-hijo. Esta restitución del vínculo podía
delegarse en un familiar o a un tercero (un vecino, una familia amiga, etc.) a
través de la entrega de la señal.
51
inmigrantes que llegaban al país arrastraban consigo antes de subir a los
barcos que los traerían a la Argentina. La señal es, en suma, el eslabón de
un mundo complejo que une jurídicamente a la madre con las personas a
las que ella decidía trasladar temporalmente el cuidado y la salvaguarda de
su niña o de su niño. Por ese motivo, los objetos y cartas no fueron entre-
gadas ni a los expósitos y huérfanos que tuvieron la suerte de “ir con
señal”, ni a los familiares que fueron a recuperarlos y presentaron una
señal duplicada como intrumento probatorio de su identidad. El psicoa-
nálisis ha enseñado que toda carta es una carta de amor porque el amor no
se dice, a menos que se interponga una distancia. Estas cartas son cartas de
amor porque suplen la caricia y el cobijo de madres forzadas a permane-
cer lejos, al menos, temporariamente. Quizás por ello, las Damas no qui-
sieron que el Hospicio fuese identificado como un espacio hospitalario,
sino como un lugar que pudiese descomprimir una situación económica
delicada en los hogares pobres.47 [ver imagen 90]
47
Véase para el caso europeo, ELENA MAZA ZORRILLA, Pobreza y beneficencia en la España
contemporánea (1808-1936), Ariel, Barcelona, 1999; BRONISLAW GEREMEK, La Piedad y
la horca: historia de la miseria y de la caridad en Europa, Alianza, Madrid, 1998.
52
Como hemos visto, los registros de niños del Hospicio de Huérfanos y
Expósitos consignan tanto los huérfanos como las criaturas que habían sido
depositadas de manera permanente o transitoria por sus padres.48 Los re-
gistros completan la información que el archivo de señales trasluce par-
cialmente acerca del destino de las criaturas y, lo más importante, están
estructurados a partir de la existencia o inexistencia de la señal. Las Damas
de Caridad y la Congregación del Huerto utilizaron dichos registros para
hacer un seguimiento completo de la vida de los bebés hasta que salían del
asilo. La muerte en muchos casos, el regreso de las madres que querían
recuperar a sus niños en muchos otros, la entrega en adopción y la salida
por propio pie cuando los expósitos llegaban a la mayoría de edad, son las
situaciones, a veces cargadas de dramatismo, relatadas en las cortas biogra-
fías individuales de niños y niñas que pasaron muchos años de sus vidas en
el Hospicio.
48
HHE, Registro de ingresos y egresos de niños del Hospicio de Huérfanos y Expósitos de
Rosario (1870-1900); Libro de salidas de niños (30 de agosto de 1918 al 02 de febrero de
1928); Libro de Expósitos Núm. 3 del Hospicio de Huérfanos y Expósitos de Rosario
(1907-1921); Diario de los gastos de amas de lecho del Hospicio de Huérfanos y Expósi-
tos de Rosario (1880-1887).
53
En 1897, en virtud de la determinación ritual de la señal, se produjo un
cambio muy importante en la tradición de la entrega de niños en adopción
inaugurada por las Damas de Caridad y en la devolución de bebés reclama-
dos por sus familiares. La asociación se sintió verdaderamente presionada
por el crecimiento del número de niños y niñas abandonados y en la
asamblea extraordinaria de mayo de ese año se acordó entregar de inme-
diato a las criaturas que llegasen al Hospicio “sin señales”.49 La señal se
convirtió así en un elemento esencial del funcionamiento institucional y
jurídico de la asociación benéfica, presentándonos estos artefactos no sólo
como productos culturales sino también como el elemento central en la
toma de decisión para definir el futuro de los miles de niños que ingresa-
ron al Hospicio. María de Paul, una niña que fue depositada el 29 de
junio de 1900, llegó con la siguiente nota que luego sirvió a las Damas de
Caridad como “señal” de identificación de su identidad pero también
como advertencia de que la niña no debía ser dada en adopción:
49
AHHE, Libro de Actas de asambleas de la SDC (1869-1967), acta del 14 de mayo de
1897.
54
La relación entre la madre y el bebé sólo podía recuperarse tras cumplir
una serie de rituales jurídicos, como aceptar ante las Damas de Caridad que
era bueno el estado de salud de la criatura “reclamada y recuperada”. El 31
de agosto de 1918 Serafina L. de Bay aceptó firmar un documento que acre-
ditaba que “con esta fecha recibo á mi hijo José Bay en estado de salud”,
mientras que el niño Gregorio Cifuentes fue recuperado por su padre,
Chitolín, “con estado de salud”. Pedro Anisini, por ejemplo, acreditó que
“con esta fecha recibo á mis hijas Fortuna y Angelita en estado de perfecta
salud”. Amelia Argenton retiró en agosto de 1918 a su hija María después
de firmar la nota que decía que la niña estaba en perfecto estado de salud.
En similar situación se encontró Antonia Almada que recibió a su hija Rosa
“en estado de salud”, o José Moralejo que retiró a sus dos hijos, Eulalia y
Gerardo Moralejo, a finales de 1918. Muchas de las madres que fueron a
buscar a sus hijos e hijas al Hospicio de Huérfanos y Expósitos fueron
incapaces de firmar el documento que les entregaron las Damas. Inés Ga-
llegos, que era analfabeta, retiró a su hija María Socorro tras pedirle a José
Fernández que firmase por ella. Lo mismo ocurrió con Matrona Luzenko
que retiró a su hijo Juan gracias a que Casimiro Lases aceptó firmar en su
lugar; o con Catalina Ledesma, que recuperó a Wenceslao con la rúbrica de
Capani Nazareno. El analfabetismo condicionó la elección de las señales:
las expósitas Julieta y Elida, ingresadas con los números 2189 y 2190 el 17
de diciembre de 1912, sólo llevaron consigo una señal idéntica: un crucifijo
y una medalla cada una. [ver imagen 92]
55
un documento que le dieron las Damas de Caridad en el que consta que
“en esta fecha recibo a mi hijo Fernando Augusto en el mismo estado de
salud en que lo traje ayer”. Las Damas calculaban el periodo de perma-
nencia de los niños y niñas en el Hospicio y exigían una retribución eco-
nómica antes de proceder a satisfacer el “reclamo” que hacían los familia-
res. Juan Durán, por ejemplo, recuperó a su hija Dolores en 1919 después
de abonar las mensualidades que le correspondían por la estancia de la
niña en la institución. Andrés Bautista Mota, por su parte, tuvo que de-
mostrar que carecía de fondos y pudo retirar a su hija Margarita Bautista
en perfecto estado de salud no sin antes firmar una nota que decía que no
había “abonado ni un céntimo por la crianza”.
56
La decisión de entregar al bebé se producía si era dejado en el torno “sin
señal”, o cuando dicha señal mostraba la voluntad de los familiares de des-
prenderse totalmente de la criatura. En ambos casos, sin embargo, las Da-
mas esperaban meses y hasta años antes de autorizar la adopción. La aso-
ciación prefirió siempre entregar las criaturas en adopción plena, aunque
no siempre se estableciese el vínculo filial. Celma F. de Lavallen, por ejem-
plo, firmó el Libro de Salidas del Hospicio de Huérfanos confirmando que
se quedaba con Deodato de Paul sólo para “criarlo y educarlo”. Luis Rabia
fue entregado a José Almada y a su esposa María, vecinos de Carcarañá,
“en perfecto estado de salud, para tenerlo y educarlo convenientemente”.
Isolina C. de Piñero se quedó con la expósita Alejandrina de Paul de siete
años de edad “para cuidar de su educación é instrucción, con el interés de
hija”. Muchos de esos niños y niñas habían perdido a sus madres en el
momento del parto. [ver imagen 93]
50
HHE, Libro de Contratos de adopción de niños del Hospicio de Huérfanos (12 de abril
de 1904 a 15 de agosto de 1906).
51
AHHE, Libro de Actas de asambleas de la SDC (1869-1967), acta del 26 de agosto de 1893.
57
Con los años, los habitantes de pueblos y colonias que se iban fundando
al compás del crecimiento económico de la región también recurrieron al
Hospicio de Huérfanos y Expósitos para adoptar alguna criatura. Pavón
Arriba, Arroyo Seco, Carcarañá, Maciel, fueron los destinos de muchos
bebés del asilo porque seguramente el boca a boca funcionaba como el
mejor sistema de información entre los habitantes de esas localidades. Las
familias que adoptaban tenían el derecho de probar durante un tiempo la
experiencia de la maternidad y de la paternidad. Leopoldo de Paul fue
devuelto en junio de 1920 tras haber pasado ocho meses en casa de sus
padres adoptivos. En mayo de 1920 María Quiaragua aceptó firmar el
documento que decía que “Ramón Rodríguez de 9 años de edad, y en
perfecto estado de salud, lo recibo para adoptarlo como hijo”, aunque
decidió devolverlo dos años después. Estos pocos casos no deben hacer-
nos olvidar que gran parte de los niños y niñas que fueron adoptados por
familias rosarinas ingresaron como miembros de pleno derecho y perdie-
ron, al mismo tiempo, el apellido de Paul con el que habían sido bautiza-
dos el mismo día en que aparecieron en el torno del asilo. Este fue el caso
de Bonifacio de Paul adoptado por M. Teresa Capellini en 1919. El 31 de
agosto de 1918, por ejemplo, Carmen B. de S. rubricó que “con esta
fecha recibo á la niña Soledad Danelia para dotarla como hija, en estado
de salud, de veinti y cinco meses de edad”. A. Catelli dijo que adoptaba a
María Josefa de Paul “para criarla como hija en perfecto estado de salud”.
La expósita Irene de Paul, registrada con el número 2369, fue entregada a
Antonio O. de Guerrero “en perfecto estado de salud para criarla como
hija”. Antonio Tenailla firmó en lugar de Juan Dubois en ese mismo mes
para poder recibir condicionalmente “a Ramón Lorenzo de Paul para
adoptarlo como hijo en estado de salud de dos años tres meses”. Hay
numerosos casos de adopciones efectuadas por matrimonios que decidían
adoptar a un niño y una niña que no tenían entre ellos ningún vínculo de
parentesco. Rosa Lanza, por ejemplo, adoptó en 1919 a Dominga y En-
rique “en pefecto estado de salud para tenerlos como hijos”. José Cerqueira
y su esposa Juana adoptaron como hijos a Eduardo de Paul y Waldina de
Paul, que tampoco eran hermanos, a finales del año 1918.
58
número 2652, fue entregada de manera definitiva a su ama y a su esposo
Francisco Buch después de que la pareja dejase claro que hasta entonces
sólo la habían criado, pero que desde ahora la querían “para tenerla en
adelante como hija”. El expósito 1788, Pedro de Paul, “estuvo un tiempo
en el Colegio San José de los P.P.Salecianos, y que fue retirado de allí con
fecha 24 de Mayo (de 1919) y entregado al ama Carmen Ruiz, huyó del
poder de esta Sra. el 5 de Junio de 1919, y encontrado en la comisaría 6º el
comisario de la misma, pocos días después decidió conservarlo para su
cuidado, anotado hoy Junio 30 de 1919”.
Reflexiones finales
Desde su apertura en 1879, hasta el año 1920, aproximadamente, el Hos-
picio de Huérfanos y Expósitos de Rosario funcionó como un espacio de
depósito transitorio, un hecho poco conocido pero que, de alguna mane-
ra, transformó el sentido originario de la institución e hizo de la señal el
instrumento fundamental de la articulación entre las mujeres involucradas
en esta experiencia. Los numerosos mensajes escritos en italiano de las dos
últimas décadas del siglo XIX y de la primera del XX, fueron disminu-
yendo a partir de la primera posguerra, al compás de la reducción del
flujo migratorio a la Argentina y de la desaparición de la señal como me-
canismo de identificación. El archivo de señales dejó así de cumplir la
importante atribución de articular las relaciones sociales y jurídicas entre
Damas, nodrizas, madres, familiares, religiosas y familias adoptivas. Los
objetos cosidos o prendidos con alfileres a la ropa de las criaturas, y que
hacían las veces de su “seña” de identidad, dejaron de acompañar los cuer-
pos de los bebés. Este cambio impactó de lleno en el funcionamiento del
Hospicio de Huérfanos y Expósitos, no por el declive demográfico en la
institución, sino porque la recepción de los niños pasó a realizarse prefe-
rentemente en la puerta y mediante la exigencia de establecer un contacto
directo con los padres que optaban por recurrir a las Damas y a las religio-
sas. Al mismo tiempo, las Damas de Caridad vieron reducidas sus atribu-
ciones para decidir el destino de las criaturas entregadas en adopción, y
pasaron a dedicar gran parte de sus esfuerzos a garantizar la supervivencia
económica del Hogar. A pesar de estos cambios, la asociación benéfica
nunca dejó de controlar la lactancia y la crianza de las criaturas que esta-
ban a su cargo ni perdieron interés por el destino que les esperaba a los
cientos de niños y niñas que pasaron por el asilo.52 A partir de la Primera
52
HHE, Libros de pago de mensualidades de las nodrizas del Hospicio de Huérfanos,
correspondientes a los años 1893-1896, 1899, 1914-1917, 1922-1927.
59
Guerra Mundial, los niños y niñas ingresados al Hospicio fueron
mayoritariamente hijos de argentinos pobres.
53
LEA FLETCHER (COMP.), Mujeres y cultura en la Argentina del siglo XIX, Feminaria, Bue-
nos Aires, 1994; PILAR GONZALBO AIZPURU Y BERTA ARES QUEIJA (COMP.), Las mujeres en
la construcción de las sociedades iberoamericanas, CSIC-El Colegio de México, Sevilla-
México, 2004.
54
Véase el estudio comparativo de SUSANA MENÉNDEZ Y BARBARA POTTHAST (COORD.), Mujer
y Familia en América Latina, siglos XVIII-XX, Cuadernos de Historia Latinoamerica-
na Núm. 4, AHILA, Málaga, 1996, y BARBARA POTTHAST Y EUGENIA SCARZANELLA (EDS.)
Mujeres y Naciones en América Latina, Problemas de inclusión y exclusión, Biblioteca
IberoAmericana, Madrid, 2001.
55
CATHERINE MACKINNON, Hacia una teoría feminista del Estado, Cátedra, Madrid, 1995,
pp. 283-284; MARÍA DOLORES RAMOS Y MARÍA TERESA VERA (COORDS.) Discursos, reali-
dades, utopías. La construcción del sujeto femenino en los siglos XIX y XX, Anthropos,
Barcelona, 2002; desde la perspectiva del estudio de la familia, véase DARÍO BARRIERA Y
GABRIELA DALLA CORTE, “Fuentes para los estudios de la familia: pinceladas y conside-
raciones transatlánticas desde la historia social”, en DARÍO BARRIERA Y GABRIELA DALLA
CORTE (COORD.), Espacios de Familia ¿Tejidos de lealtades o campos de confrontación?
España y América, siglos XVI-XX, Jitanjáfora, Morelia, 2003, pp. 7-34.
56
JUNE NASH, Important Women in Public and Profesional Life in Latin America, Pan
American Union, Washington D.C., 1969; también véase DONNA GUY, “La verdadera
historia de la Sociedad de Beneficencia”, en BARBARA POTTHAST Y EUGENIA SCARZANELLA
(EDS.) Mujeres y naciones en América Latina, Problemas de inclusión y exclusión,
Bibliotheca Iberoamericana, Vervuert, Madrid-Frankfurt, 2001, pp. 253-270.
57
Como ejemplo parcial de esta tesis véase el interesante libro de MARÍA SILVIA DI LISCIA Y
ERNESTO BOHOSLAVSKY (ED), Instituciones y formas de control social en América Latina
(1840-1940), Prometeo, Buenos Aires, 2005.
60
mujeres está limitada a la esfera del mundo privado y de la intimidad,58 o
su vinculación con la esfera estatal está dada por su supuesta peligrosi-
dad:59 baste recordar a las histéricas que tanto preocuparon a José Inge-
nieros o a las prostitutas que atraviesan la literatura de la época o a las que
hicieron, por ejemplo, famosa a la propia ciudad de Rosario hasta ganar
el mote de “La Chicago argentina”.60
Quizás por ello, este libro no pretende contar una historia como senti-
miento y como expresión del amor,61 sino que intenta descubrir –en el con-
texto de la ruptura y de la interrupción de un vínculo amoroso entre dos
generaciones– la diversa actuación de las mujeres en la configuración de la
ciudad de Rosario y de la Argentina cosmopolita. Las señales dejadas jun-
to a los bebés en el torno o en la puerta del Hospicio de Huérfanos y
Expósitos permiten comprobar que, en el mismo momento en que estaba
en juego la construcción de la tan remanida identidad nacional, se produ-
cía un juego complejo.62 A partir de la presencia de un grupo de mujeres
inmigrantes, enfrentadas a una situación de extrema necesidad que aparece
relatada en cada una de las señales, surge otro grupo de mujeres de los
sectores más desahogados y pudientes de la ciudad, que asumió la difícil
tarea de dar respuesta a las demandas de las primeras, no siempre satisfe-
chas por el Estado. Esas mujeres, a su vez, se relacionaron estrechamente
con otras jóvenes pobres que vendieron su leche y sus cuidados permi-
tiendo la supervivencia de los bebés, y con un grupo de religiosas que,
entre muchas otras actividades, colaboraron en la preservación del archi-
vo de señales de la destrucción y del paso del tiempo. Una coyuntura
muy especial, pero de carácter estructural, las reunió con fines y motivos
tan diversos como enfrentados, pero que, a los efectos, constituye una
fuerza en la que se escribe el destino de parte de las futuras generaciones
que se reconocerán a sí mismas como “argentinas”.
58
Véase BONNIE S. ANDERSON Y JUDITH P. ZINSSER, Historia de las Mujeres: una historia
propia, vol. 2, Barcelona, Crítica, 1991, en particular el apéndice “Historia de las Mujeres
en España” a cargo del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad
Complutense de Madrid.
59
DONNA GUY, Sex & danger in Buenos Aires: prostitution, family, and nation in Argentina,
University of Nebraska Press, Lincoln, 1991.
60
GABRIELA DALLA CORTE Y PAOLA PIACENZA, “Cartas marcadas…”, cit.
61
Para acercarnos a esta propuesta, véase CARLOS MAYO, Porque la quiero tanto. Historia
del amor en la sociedad rioplatense, Biblos, Buenos Aires, 2004.
62
GABRIELA DALLA CORTE, “Un archivo de señales en la exposición infantil: Derecho con-
suetudinario e imaginario popular”, en Mora, Núm. 4, Buenos Aires, 1998, pp. 83-93.
61
Desde la Ley de Patronato hasta las leyes de adopción de la actualidad, la
entrega en adopción ha formado parte de la historia de la niñez en nues-
tro país como corolario, en general, de la existencia de la pobreza, de la
exclusión y de la necesidad.63 Lo original de la experiencia infantil relata-
da en este libro es la presencia de usos y costumbres que, en parte, prece-
dieron a la legislación y a los discursos institucionalizados sobre el desti-
no de niños y niñas abandonados y patronados. También sobre el ci-
miento de la orfandad, de la adopción y de la actividad pública femenina
se construyó la condición de “argentino”. Algunas señales reforzaron
esta filiación nacional a través del uso de objetos simbólicos tales como
escudos y banderas, como hemos visto antes. Pero hay dos señales que
elegimos para cerrar este libro ya que en ellas el sentimiento de pertenen-
cia a un país de los “recién llegados” se conjuga con la retórica de una
nación que ostenta sus colores y rostros heroicos: Pueyrredón, Moreno
y San Martín “celebran” la independencia argentina el día en que se escri-
be el destino de Luis Humilde. [ver imágenes 94, 95 y 96] En este proce-
so, las mujeres jugaron un papel específico en el que la pobreza y la nece-
sidad estuvieron presentes mucho más que el honor o la dignidad
mancillada. Las cartas estaban echadas... y marcadas.
63
MARÍA FELICITAS ELÍAS, La adopción de niños como cuestión social, Tramas Sociales, Bue-
nos Aires, 2004.
62
Imágenes de las Señales
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