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EL REGRESO DEL POCHTECATL

POR: Roberto Laguna Luna


Clementina Mendoza Carrillo

TRILOGÍA DEL CICLO NAHUATL

EL REGRESO DEL PCHTECATL

KUKULKAN BAJA AL MICTLÁN

LA CONJURA DE TLATELOLCO

Editorial 234 dec-l


Derechos reservados

XVII. LA CIUDAD DE XICALANCO


La populosa Xicalanco, perla de oriente, situada frente al mar, cabecera de una próspera
provincia comercial. Desde tiempos olmecas funciona como centro de abasto, pueblo
rebelde, sujeto a la voluntad de Tenochtitlan, paga de mala gana el hilo de algodón que
tributa al tlatoani Itzcóatl, y en secreto anima a huejotzingas y tlaxcaltecas para que
destruyan la isla. La aduana, controlada por Tenochtitlan, cobra arancel a todos los
tesoros que llegan por mar y tierra: telas, calzado, esclavos, maderas, aves, plumas,
colorantes, especias, joyería, armas, pieles, hilo de algodón, ixtle, gemas, oro, ropa,
etc... Los recursos naturales de Xicalanco superan, en gran medida, las riquezas del
valle de México, por eso la ciudad aloja una fuerza militar de diez mil tenochcas.
Palapas con grandes huertos cubren espaciosas franjas alrededor de la ciudad; la gente
que habita en ellas, provee la mano de obra de extensas zonas de cocoteros, maizales y
otros cultivos, generando con su esfuerzo la riqueza del país. En la ciudad, las casas y
bodegas construidas, una a continuación de otra, son colosales edificios de madera,
donde se atarean los cientos de personas que viven del comercio. Otra actividad igual de
productiva es la pesca, que abastece de alimento a las clases bajas. En los
establecimientos de comida, generalmente sirven pescados y mariscos, guisados de
diferentes formas: en quesadillas, tostadas, frito, asado, en caldo, en salsa verde o roja,
capeado, con sal y limón; la jaiba, camarones, pulpo, huevo de caguama, son productos
más caros, propios de gente más acomodada, pero en fin que esta profusa gama de
productos marinos hacen de las mesas costeñas un cuerno de la abundancia.

Después de ocho meses de deambular por deplorables caminos, soportando los excesos
del clima y el malhumor de los cargadores, Otlica y Cemo Tehuo, al frente de los
comerciantes, alcanzaron su destino.

Para no vagar por la ciudad, Otlica decide establecer el campamento cerca de la playa, y
a continuación se dirige a la casa de justicia donde ha quedado de reunirse con Comitl.
En el trayecto detiene a una morena, de diminuta cintura y amplias caderas, para
comprarle una rebanada de sandía. La mujer, al recibir la exquisita pieza de jade,
descaradamente observa a Otlica de arriba a abajo, y tomándole de la mano lo invita
sonriente a hospedarse en su casa. Otlica, disculpándose con la dama y ruborizado por la
propuesta, sigue su camino.

En la casa de justicia, un nuevo edificio alargado, con llamativos dinteles y jambas


labradas con motivos ceremoniales, llamado Ca ote mitzmapilhui (A ti te ha señalado
con el dedo), se encuentra Comitl. El general se alegra al verlo entrar.

─ ¡Otlica! Que bueno que llegaste, te esperaba con ansia, pues, en estos momentos, me
hace falta el consejo de un buen amigo; claro, nada que no pueda esperar hasta mañana,
porque ahora me encuentro bastante atareado. Mientras tanto, Nappantzin los llevará a
su alojamiento; vé con tus hombres, conoce el pueblo, descansa, y mañana temprano te
contaré mis desdichas. ¿Está bien?─.

El anciano asiente y despidiéndose, sale tras Nappantzin.

Una vez que los comerciantes se ven libres de responsabilidades, corren a zambullirse
en el mar. El ambiente tropical y la promesa de unas vacaciones contagian a los
hombres de un júbilo indescriptible y no tardan en asolear las panzas en las blancas
playas, pulidas por los rompimientos de las aguas marinas.

Al día siguiente, cuando la claridad, hija de la mañana, se deja contemplar, Otlica se


levanta de la hamaca, da instrucciones a los comerciantes y, después de tomar el
desayuno, se dirige a Ca ote mitzmapilhui, la casa del buen gobierno. En el interior se
encuentran los hombres que gobiernan la ciudad: los teomama, ancianos que
representan al gobierno de Xicalanco; el estado mayor de Comitl y el mismo Comitl
escoltado por Ceti Miquini. Otlica se queda pasmado, porque entre los asistentes se
encuentra el más grande guerrero del imperio, el celebérrimo: Axayacaci Xihutototzin.
¿Quién es Comitl Aca, para que tal guerrero se le subordine? Y ¿Por qué no están
presentes los militares que cuidan la seguridad de Xicalanco? ─.

Comitl, invitándolo a entrar, dice:

─Noble Otlica, ejemplo de tu generación, guía veraz de otros, toma asiento en el lugar
que te hemos reservado. Ya los presentes están enterados de quién eres y saben cuál es
el motivo de la misión que se te encomendó; así que por favor cuéntanos de lo que te
has enterado, y te escucharemos con el respeto que merecen tus loables canas.

Otlica, haciendo una reverencia, inicia el relato con el recuento de los pueblos que
visitó, y añade:

─Señores nobles y valientes guerreros, ustedes que sostienen al gobierno con el poder
de sus mentes, deben saber que allá, en el sur, habitan los itzaes, en una ciudad llamada
Chichen-Itzam, gobernada por el ahau Chac-Xib-Chac. Pues bien, los itzaes se
encuentran bajo el influjo de una maldición o profecía que se cumplirá en la fecha del
calendario Katún-ocho. La predicción les ordena que al llegar la época de la gran sequía
abandonen sus casas y vayan a refugiarse al interior de la selva; pero Hunac Ceel,
halach huinic (rey, soberano) de la ciudad de Mayapán, quiere impedirlo a toda costa y
les ha declarado la guerra.

Esas son las noticias más alejadas que hemos podido confirmar debido a lo reiterado de
la información, y no cambia el nombre de los actores ni el argumento. También se oyen
rumores de dos ciudad heroicas, situadas lejos de aquí, a una la llaman Copán; Aunque
también se dice que fue afectada por un copioso río que se salió de cauce; es probable
que la ciudad esté abandonada, no lo sabemos, la otra se encuentra en Cuahutemallan y
se dice que es de tal extensión que un peatón tardaría veinte días en ir de un extremo a
otro, la llaman la casa del jaguar, tal vez debamos ir a corroborarlo. Aunque por las
fuentes, creo como lo más probable, que la ciudad que buscamos es Chichen-Itzam,
ciudad, que dicen, ha adquirido tal refinamiento que la llaman delicadamente con el
sobrenombre de la mariposa─.

Al término de su relato se hacen comentarios aprobatorios. ─Señal de que están al tanto


de las noticias─ Después de unos momentos, Comitl dice:

─Todo lo que dices ya lo hemos confirmado, pero hay novedades que deseo exponer
para que las consideres entre lo que ya sabes, y tal vez, con la participación de los aquí
presentes, encontremos una solución para nuestros múltiples problemas. Para empezar,
la estela fue hecha en la ciudad de Chichen-Itza. Los maestros, sacerdotes de
Xochicalco, lograron descifrarla; en ella se advierte que el gobernante Hunac Ceel de
Mayapán, desea sujetar en esclavitud a los habitantes de Chichen-Itza, de Hoó (Mérida),
y los pueblos vecinos. Para llevar a cabo sus planes invadirá la región del Ziyancaán
Backhalal, antes de que los itzaes abandonen la ciudad; lo que sucederá en la próxima
fecha del calendario maya: Katún-ocho, no se si estas enterado que un Katún tiene una
duración de veinte años, por eso no sabemos con claridad en que año se dará el éxodo.
Pues bien, los itzaes, por orden divino, deben regresar al interior de la selva;
probablemente irán a un lugar no determinado que llaman Tayasal, no se sabe por qué o
para qué; pero no digamos nada al respecto, y pasemos de puntillas, respetuosamente,
ante el singular acontecimiento. Lo cual, en apariencia, despeja las dudas que nos
trajeron a Xicalanco.

El problema que nos afecta, en estos momentos, se centra en el hecho de que el halach
huinic Hunac Ceel de Mayapán, envió un grupo de embajadores con la encomienda de
contratar un ejército mercenario que los apoyara en su guerra contra los itzaes; pero, no
contrataron regimientos zapotecos, chontales o tzotziles, no, ellos querían una milicia
profesional que les garantizara el éxito de la empresa, y por eso vinieron a contratar el
servicio de nuestras tropas. Los tlacatecutlis: Cacaitecatl, Pantemitl, Xochihuehuetl,
Tzontecomatl, Itzcóatl Chan, Ah Zinteyut y Taxcal Octl, quienes guardaban la zona, de
común acuerdo se dejaron sobornar y se llevaron las tropas de avanzada con ellos.
Estando las cosas en este punto, envié la información al cihuacóatl Tlacaélel,
comentándole que los generales, apoyados por un inmejorable ejército de avanzada,
ayudarán a Mayapán a establecer un imperio en el Zinyacaán Backhalal, lo cuál
compromete los intereses de la isla.

Los concejales, aquí presentes, anticipándose a las disposiciones del tlatoani, sugieren
que tú y tus hombres partan de inmediato a Chichen-Itza, pues necesitamos averiguar
cuáles son las verdaderas pretensiones de los generales; lo que me parece sensato, pues
la situación amerita un seguimiento. Dile a tus comerciantes que no aceptaré negativas,
so pena de castigo físico; la paga, si cumplen con su trabajo, será cuádruple más el
premio que el tlatoani les otorgue. Mis guerreros y yo te alcanzaremos en cuanto
tengamos la respuesta del rey Itzcóatl─.

Aunque en ese instante Otlica siente como se le revuelve el triperio, esta conciente que
como ciudadano del imperio, tiene la obligación de obedecer; pero al recordar los malos
ratos que le hicieron pasar los cargadores, no alcanza a imaginar lo que dirán si les
ordena avanzar sobre territorio inexplorado, sin protección ni salvo conducto.
Sopesando la disyuntiva: castigo o paga cuádruple, no tiene más alternativa que aceptar
la misión. No obstante tenga que ir solo, llegará a Chichen-Itza.

Cuando el tlacatecatl Comitl Acatzin se enteró de la deserción de los generales,


incrementó la vigilancia en la aduana, aguardando el arribo de mercaderes mayas;
finalmente, de un grupo de chenes se extrajo la magra información concerniente a la
geografía de la península y de las probables rutas que tomarían los mercenarios.

En una reunión privada, Comitl, tendiendo el plano, indica a Otlica la ruta que debe
seguir. El viejo, considerando la distancia que los separa de Chichen-Itza, señala que
tardará de diez a doce meses en llegar a su destino y, que tal vez, para entonces, será
demasiado tarde, y eso suponiendo que puedan franquear las tierras de los nativos, ya
que, necesariamente, atravesarán territorios chontales, popolucas, chol, kekchi, quiché y
maya, según lo indica el mapa. Comitl responde: ─Estoy convencido de que el rey me
ordenará ir por la cabeza de los siete desertores, y destruir un ejército de más de ocho
mil almas con tres mil guerreros, sin apoyo ni revituallamiento ¿Sabes lo difícil que me
resultará cumplir sus órdenes? Así que no te quejes conmigo y obedece las tuyas─. Los
dos que están atrapados por las circunstancias vuelven la vista al mapa, más que mapa
un mal dibujo con los nombres de algunos poblados y una ubicación poco confiable de
Mayapán y Chichen-Itza. Según los militares que elaboraron el plano, trazaron la vía
más transitable. En la representación ideográfica del territorio maya, se marcaron los
poblados: Civiltik, Ppustunich, Ochob, Chunchintok, Xtampak, Yaxuná y Chichen-Itza.

La ruta a seguir, además de larga y aventurada, es peligrosa, sobre todo por los
inflexibles puumes (comerciantes mayas), que no permiten en la península la intrusión
de extraños; por otro lado, los datos cartográficos de la región son escasos, y en suma no
arrojan claridad suficiente sobre la geografía de las tierras. Comitl le dice a Otlica que
no puede hacer más, le extiende el plano y le desea buena suerte.

El viejo regresa al campamento seguido por tres niños que venden tostadas de ceviche;
para no desairarlos, se sienta a la sombra de una palmera y los invita a comer con él.
Cemo Tehuo, pendiente de su regreso, sale a recibirlo y le pregunta: ─ ¿Debemos
seguir?─. Otlica, asintiendo, camina al interior de la palapa y tendiéndose en una
hamaca le informa sobre las novedades que desestabilizan la zona y hacen de Xicalanco
un blanco vulnerable. Cemo Tehuo, recargado en un poste, mira fijamente hacia la playa
y escucha con atención al viejo: ─Si no hubiera llegado Comitl con su ejército, cuando
los generales disidentes acababan de partir, los olmecas se hubieran levantado en armas
y ahorita el lugar sería un pandemonium incontrolable─.

Cuando Otlica termina de hablar, Cemo Tehuo con decisión dice: ─Preparemos todo y
partamos cuanto antes, creo que con nuestros cargadores podemos completar la misión.

Otlica responde: ─Cree cuando digo que me sentiría muy a gusto viajando contigo; pero
en estas circunstancias tú eres lo más valioso que tengo y no puedo arriesgarte. Lo he
pensado bien y necesito que regreses a la isla y te hagas cargo de nuestros asuntos; de
hecho, si no regreso serás el administrador del grupo y los viajes se los cederás a
Tecayahuatzin y a sus hijos. Las disposiciones necesarias te las darán mi hijo Macce
Ocotl y Oquichcuauhtin, el hijo del gordo Conatl Otlice; mientras tanto, organiza el
retorno a casa.

Aunque la hospitalidad en Xicalanco ha sido excelente, el ambiente dentro del grupo no


es el óptimo, y tanto comerciantes como cargadores se encuentran tensos por el temor
de seguir con el proyecto.

Otlica, reuniendo a sus compañeros, les pide que escuchen y luego decidan, porque está
consciente del riesgo que conlleva la empresa. Después de contarles sobre los desertores
y el proyecto de imperio en Mayapán, argumenta que estos elementos ponen en peligro
la estabilidad por la que se ha luchado en Tenochtitlan y que él no puede hacer otra cosa
mas que apoyar a Comitl, y va a partir cuanto antes en busca de información; aunque
para eso tenga que contratar gente de Xicalanco, además les dice que se encuentra
indignado por la forma ladina en que los generales marcharon con la tropa a defender
una tierra que no los formo, educo, ni nada. ─Es una vergüenza que mancha la
reputación de Tenochtitlan y nos pone en evidencia frente al resto del mundo; por mi
parte, tengo la esperanza de encontrar la forma de marcarles el alto a esos traidores─.

Finalmente, añade que los deja en libertad de elegir, cosa que deben madurar
cuidadosamente, porque si regresan tendrán que rendirle cuentas claras al emperador, y
si deciden continuar el viaje, además de prolongado, será peligroso, como lo demostró
la expedición fallida de Cotzcatzin.

Entre los comerciantes se genera una fuerte polémica, porque según ellos, las personas
que sigan a Otlica estarán arriesgando la vida, lo cual no es comparable a la pérdida de
mercancía o del ixe (dinero), que siempre se puede reponer. Y se preguntan: ¿Cómo se
le explica a una familia que el padre no volverá a casa, porque los comerciantes que
dirigían la expedición cometieron la imprudencia de internarse en territorio desconocido
y sin apoyo de ningún tipo? ¿Tle nen totlaihiyohuiliz? (¿De qué serviría nuestro
sufrimiento?)─.
El viejo responde: ─Todo eso que dicen está muy bien y de ninguna manera voy a
rebatir sus sabias palabras, porque hasta donde sé, son ciertas; pero permítanme
recordarles que ustedes se comprometieron a realizar el viaje cuando yo me encontraba
delicado de salud, y establecieron que Xicalanco sería una escala más del viaje, donde,
según ustedes, recibirían instrucciones: ya fuera de seguir adelante o de regresar a casa;
pues bien, la orden es de continuar. A ver, imaginen ¿Qué harían si yo no estuviera
aquí? ¿Cómo le dirían a Comitl que no quieren cumplir con el contrato? Digo esto,
porque francamente me preocupan sus argumentos, y veo con tristeza que, dependiendo
de sus intereses, acomodaran las cosas a su conveniencia. Por favor, no lo hagan,
recuerden que somos buenos improvisando, que el camino nos ha enseñado a trabajar en
equipo, y no olviden que sólo sobre la base del esfuerzo y la experiencia, lograremos
trascender las dificultades que nos agobian. Quiero aclarar que no forzaré a nadie a
seguir en contra de su voluntad, eso lo dejo a su criterio; pero tengan en mente que
Comitl ha ordenado salir so pena de castigo físico y no se sorprendan de los excesos que
el general pueda cometer contra ustedes, cuando se entere de la negligencia con que han
tratado los asuntos de estado, pues ya conocen como se las gasta cuando se enoja. Para
terminar, sólo les pido que lo piensen de prisa para que pueda hacer uso de mis
alternativas.

El viejo, saliendo de la palapa, los deja seguir en su circunloquio y se va a comer jabalí


asado a la orilla del mar.

Después de una acalorada discusión, Quetolzonzin Cozupa y Ahatzin Cuéyatl, se


ofrecen a continuar con Otlica; los demás regresarán a la isla al mando de Cemo Tehuo.

A Otlica le fastidia la idea de ir tan lejos; pero si no apoya a Comitl ¿Quién lo hará?

El viejo, con la meticulosidad que lo caracteriza, inicia el estudio del mapa y coteja la
información de los militares con la que él obtuvo por su cuenta, usando de referencia las
ciudades marcadas en el dibujo y la posición de algunos astros. Por triangulación se da
una idea aproximada de la distancia a vencer. Con esos datos saca la cuenta de los días
que tardarán en alcanzar su meta, y concluye que la distancia es equiparable a la que
han recorrido. Pensando en cómo podrá superar el trayecto, sin que los hombres
opongan resistencia, resuelve: “Sólo yendo por mar”. Entonces, contrata embarcaciones
para hacerse a la mar.

Las historias de esclavismo que practican los chontales, lacandones y tzetzales, circula
entre los comerciantes y cargadores, despertando fuertes suspicacias entre los viajantes.
Una vez más el miedo latente en sus corazones les impide realizar el trabajo con
eficacia, convirtiéndolos en un lastre para el viejo.

Otlica, visiblemente enojado, los reúne para hablar con ellos y les dice:

─No les voy a aclarar que nuestra ruta no cruza por esos pueblos, ni siquiera de cerca,
porque como dije, esta vez no llevaré a nadie contra su voluntad; pero recuerden que los
soldados no pueden realizar el trabajo solos, y se les tiene que ayudar forzosamente. Si
alguno de ustedes decide regresar, no lo tomaré a mal, pero será con paga simple; ahora
que si en plena expedición se quieren rajar o se quejan como mujer parturienta, yo
mismo los castigaré de la peor manera que se me ocurra, y lo digo en serio. Así que
necesito que decidan si van a continuar de buena voluntad o retírense y alcancen al
grupo de Cemo Tehuo; considérenlo detenidamente, porque en verdad, los que
continúen corren el riesgo de no regresar a casa. Ahora, no les estoy pidiendo que
actúen por lealtad, pues se les va a pagar cuatro veces más de lo acordado y un bono que
nos otorgará el rey a nuestro regreso, y esto quedó firmemente establecido con el
general del imperio, Comitl Acatzin─.

El interés, que todo lo puede, de inmediato doblega las sombras que empañan el ánimo
triste de los comerciantes y sus cargadores, y un poco más templados, están de acuerdo
en continuar por mar hasta el Zacatal, provincia de Comalcalco, donde los remeros
olmecas proyectan cambiar de naves para, posteriormente, seguir la travesía por la
laguna de Chumpán, con destino al cauce del Mamantel, ahí remontarán sus aguas hasta
Civiltik. Y si todo sale de acuerdo a lo planeado, seguirán a pie solicitando
salvoconductos para no meterse en problemas con los célebres puumes.

Estando las cosas en ese punto el tlacatécatl Comitl Aca, recibe la orden de transferir a
Apanecatl Opochtzin su segundo al mando, el cargo de gobernador, dejar la mitad de
sus fuerzas en la guarnición y marchar en persecución de los desertores. Apanecatl,
consciente de lo delicado de la misión, se inconforma y dice:

─Vamos Comitl... ¿Cómo quieres que me quede a cuidar Xicalanco mientras sales con
mil quinientos guerreros a detener una fuerza de casi nueve mil hombres? Es absurdo,
vas a salir a que te maten; por esta vez contravengamos las instrucciones del rey y
vayamos juntos a contenerlos─.

Comitl responde: ─El rey ha tenido suficiente desacato por parte de sus hombres de
confianza, lo mejor será obedecer, quédate cuidando sus tlatocatlatquitl (posesiones) y
en cuanto lleguen los refuerzos de la isla, sales a alcanzarme; además, Otlica y sus
comerciantes me mantendrán al tanto de los movimientos que efectúen los generales y,
con un poco de suerte, los podré detener hasta que llegues a fortalecerme─.

Apanecatl Opochtzin le dice: ─Sea como quieres; pero te enfrentas a las mejores mentes
militares que, en pocos años, se abrieron paso hasta Xicalanco─.

Comitl responde: ─Para mí que no tanto, y sus triunfos se debieron a que lucharon
contra pueblos sin instituciones militares; grupos de campesinos sin experiencia en el
uso de las armas, ignorantes en el arte de la confrontación cuerpo a cuerpo, sin
estrategias ni anhelos de conquista; gente deseosa de halagar la holgazanería y llenar sus
abultados vientres, sin imaginación ni sueños; egoístas que sólo piensan en su bienestar,
sin considerar el mejoramiento del conjunto; conformistas aterrados de enfrentar la vida,
iracundos y prepotentes con sus vecinos y sumisos con los fuertes. Por estas razones, a
esos siete holgazanes, enfermos de poder, se les hizo fácil traicionar la confianza del
rey, quién les dio a manos llenas para que vivieran en la abundancia con sus familias. Es
verdad que marchamos pocos, pero vamos preparados para enfrentar a nuestros iguales;
sabiendo que para superarlos debemos ser excelentes o nos destruirán en el primer
encuentro─.

Apanecatl Opochtzin, su amigo de toda la vida, comprende por qué Comitl es de las
preferencias del rey Itzcóatl.

Los comerciantes, embarcados y dispuestos a la aventura, embalan cuidadosamente su


mercadería y la colocan bajo los bancos, de forma que no estorbe a los hábiles remeros
olmecas, de quienes la fama dice pueden competir en velocidad con la carrera del astro
rey, estos en sus puestos esperan la orden de aplicar los remos, cuando de súbito, se
escucha la voz: ─ ¡Hombre al agua!─. Se trata del cargador Ocelopán, quien tirándose
de la canoa, nada hacia donde se halla Otlica, y dice:
─Maestro Otlica, perdóname, pero no podré acompañarte en lo que resta del viaje, lo he
pensando por muchos días y me voy...

Otlica, extrañado, pregunta sobre el motivo del espontáneo. Ocelopán responde:


─Maestro, espero que no te ofendan mis palabras, pero a decir verdad regresaré al valle
maldito para sacar a los niñitos de la cueva.

Otlica se queda pasmado y haciendo un esfuerzo para no ofenderlo responde: ─Está


bien, si no puedo detenerte has como deseas; pero si cuando regrese de la “Mariposa”
no estás en Xicalanco, iré por ti y los niños a la cueva.

Ocelopán: ─Maestro comerciante, no esperaba menos de ti, y no te preocupes, a tu


regreso estaré aguardándote.

Después de esto, se dan un fuerte apretón de manos y cada cual sigue su camino;
aunque en este momento, ninguno de los dos está consciente de la cantidad de peligros
que tendrán que afrontar antes de volver a verse.

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