Publicada el 04-03-2010
Los niños, que tienen mayor dificultad para entender y elaborar lo sucedido, expresan su
malestar mediante llanto sin motivo, pasividad o miedos a la separación, dolores de
cabeza o estómago, sobresalto, pesadillas, conductas regresivas, como volver a orinarse
o hablar infantil, sentimientos de culpa y recuerdos frecuentes del evento.
Sin embargo, hay personas que pueden experimentar problemas más serios o duraderos.
Estos son crisis de pánico, o miedo, ideas suicidas, uso excesivo de alcohol y drogas,
manifestaciones de violencia contra otros o contra sí mismos. En estos casos, es
importante pedir ayuda al personal de salud.
También ayuda el mantener y fortalecer vínculos con familiares y amigos, organizar bien
el tiempo y mantenerse ocupado, hacer cosas que nos haga sentir bien, útil y solidario,
descansar lo suficiente, controlar la exposición excesiva a noticias y evitar conversar
todo el tiempo sobre lo mismo, aunque proveer información suficiente y pertinente para
no generar más miedo y rumores.
Con los niños es fundamental promover la confianza y diálogo donde ellos puedan
expresar su vivencia, sentimientos y preguntar sobre lo sucedido. Explique la situación
con palabras simples, claras, sin mentirles ni inventar cosas para dejarlos tranquilos. No
haga promesas poco realistas (como que no habrá otras réplicas, por ejemplo), acepte y
no critique lo que los niños sienten y piensan y mantenga las rutinas habituales. Evite
también la exposición excesiva a la TV y la radio, o conversaciones entre adultos.
La actitud y respuesta emocional de los padres, el personal de auxilio y cuidadores y de
los líderes de la comunidad, tienen una gran influencia sobre la capacidad para
reponerse y recuperarse de los niños y de las personas en general a situaciones
traumáticas.