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Todo lo que ocurre, de alguna manera se cuenta; se cuenta con la cara, con los
ojos, con las manitas, queriendo o sin querer, escribiendo estas cosas como yo o
gritando como el loco del cuento.
Pero hay formas y formas, por eso pienso que ese desquiciado, ese imbécil que
yo cuento, cuenta las cosas mucho mejor que yo.
Son más bien las cosas que les grita, esas mentiras ridículas y malsonantes
talladas laboriosamente matiz a matiz; recogidas con esmero por todos los
rincones de lo frustrante, lo ruin, lo bajo, lo falso, lo negro, lo gastado, lo
enfermo.
Introducción a mí mismo:
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****************************************************************Y
o estoy cuerdo, nadie lo dice en voz alta o al menos yo no lo he oído, pero
tampoco me llama loco nadie y como es tan sumamente fácil llamar loco a
cualquiera actualmente...
Pero hay tristeza en mi cordura: por solidaridad con los tristes y por
incompatibilidad con los alegres, incapaz como soy de comprender o compartir
su alegría.
¡Y hay tantos tristes para ser solidario y tan pocos alegres dignos de intentar ser
compatible¡
Y no puedo cambiar, no he cambiado, uno no cambia. Son sus cosas las que se
desarrollan como tumores, y cuando las cosillas que antes eran insignificantes
se hacen patentes; sorprendido e impotente uno las llama cambios y en lugar de
adaptarse como pueda se dedica a buscarles una causa.
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Estaba profundamente hundido en mi sillón mirando uno de esos programas
los habitantes del desierto australiano y empezaba a notar esa deliciosa sensación
tercer piso y casi verticalmente sobre él, era una especie de hombre escuálido que
la vez, como un descoyuntado. Tenía muy poco pelo allá donde normalmente
crece el pelo, pero mucho donde no acostumbra a hacerlo. Esto lo supe por la gran
ceja rizada que la ausencia casi completa de frente me permitía ver desde mi
posición y por su increíble barba que empezaba a nacer hacía todas partes donde
la ceja empezaba a morir. Me imaginé que entre los dos espacios pilosos existirían
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unos ojos, o al menos la infraestructura necesaria para unos ojos, también pensé
Lo que no pude imaginarme fue la nariz, porque era casi tan patente en el
espacio como todo el resto de su cabeza y visto desde arriba se podía dudar cuál
de los dos órganos albergaba al otro. Por lo demás, vestía con cierta oscura,
- Joputa, Gutiérrez, tienes miedo hasta de tomar por culo, maldito sea
perspectiva del ridículo ajeno, satisfechos de no ser ellos los que insultaban a un
escandaloso porque cada palabra les salvaba a ellos y además le condenaba a él:
de la locura, a la locura.
Todos los que caminaban por la acera del peludo cruzaban deprisa al otro
lado, pero las cabezas se giraban hacia él, los oídos atentos, las mismas miradas y
joputa - cinco, siete, diez veces y hasta los pájaros estaban escuchando en
silencio. Después de flagelarse de esta forma durante dos minutos, levantó una
última vez su peluda cara al cielo, a las ventanas y empezó a alejarse con mucha
dignidad.
Y nadie se reía.
que su voz silenciaba hasta los crujidos del aire y el siseo del sol, algo indefinido
en él hizo que me pusiera los pantalones y bajara a la calle para ver mejor su cara.
Uno hace a veces cosas sin pensar, sin pensar en absoluto. Antes, después y
veces uno sin pensar... se piensa, se piensa sin piedad. Entonces se formula la
pregunta ¿qué hago yo aquí? y las respuestas son tan irreales, tan increíbles que
uno a veces hace sin pensar, se apoderan absolutamente de la mente de uno y uno
camuflado entre la gente, y yo iba detrás, atento. Llegó a una plaza y en un kiosco
compró una barra pequeña de pan, se sentó y empezó a comer con los ojos fijos en
mezquinas, se disputan la carroña, se picotean con saña, se mutilan las patas unas
a otras, asesinan a sus propios hijos, mucho peores que los lagartos.
- ¿No comprendes que los dos hemos envejecido muy mal, que ya no es
era: ¿se refería al mismo joputa Gutiérrez? !Que confusión! Cuatro calles antes
desengañado.
Me miró de reojo un par de veces y dejó que pasaran los cinco minutos
a escribirle y a decir que sus chillidos agudos trepaban a las ventanas como
gastado en perseguir a otro que gasta los suyos gritando mentiras. De nuevo me
para la actuación...
treinta caras estúpidas iguales a las anteriores y a las otras y a las otras.
damas...
reconciliarse.
- Guuutiii....
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