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La intendencia de Valladolid de Michoacán, 1786-1809: Reforma administrativa y exacción fiscal en una región de la Nueva España
La intendencia de Valladolid de Michoacán, 1786-1809: Reforma administrativa y exacción fiscal en una región de la Nueva España
La intendencia de Valladolid de Michoacán, 1786-1809: Reforma administrativa y exacción fiscal en una región de la Nueva España
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La intendencia de Valladolid de Michoacán, 1786-1809: Reforma administrativa y exacción fiscal en una región de la Nueva España

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Estudio sobre el impacto de las reformas borbónicas durante el gobierno del rey Carlos IV; muestra cómo el nuevo Estado español logró centralizar y controlar gran parte de la vida política, administrativa y fiscal de las provincias y regiones novohispanas, generando secuelas importantes contra la propia credibilidad del poder político español. La Intendencia de Valladolid de Michoacán, inmersa en un territorio donde la Iglesia desarrolló gran poder e influencia política, fue sometida a una sangría económica por la vía fiscal directa e indirecta.
LanguageEspañol
Release dateNov 18, 2014
ISBN9786071624734
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    La intendencia de Valladolid de Michoacán, 1786-1809 - Iván Franco Cáceres

    SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA


    LA INTENDENCIA DE VALLADOLID

    DE MICHOACÁN: 1786-1809

    IVÁN FRANCO CÁCERES

    LA INTENDENCIA DE VALLADOLID

    DE MICHOACÁN:

    1786-1809

    Reforma administrativa y exacción fiscal en una región de la Nueva España

    INSTITUTO MICHOACANO DE CULTURA

    FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

    Primera edición, 2001

    Primera edición electrónica, 2014

    Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

    D. R. © 2001, Instituto Michoacano de Cultura

    Av. Morelos Norte, 485, Centro; 58000 Morelia, Michoacán

    D. R. © 2001, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-2473-4 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    A ROCÍO

    AGRADECIMIENTOS

    Deseo expresar mi gratitud a varias personas e instituciones que coadyuvaron en la conclusión de este libro. En primer lugar a mis compañeros del CINAH-Yucatán, quienes fueron sensibles para permitir mis traslados a las ciudades de México, Morelia y Zamora. A los maestros de El Colegio de Michoacán, A. C., por su profesionalismo. Todos fueron piezas claves para la articulación de este trabajo. También mi reconocimiento y respeto a mis compañeros Francisco Noriega, Carlos Juárez, Martha Terán, Eduardo Flores Clair, Cuauhtémoc Velasco y Antonio Saborit; en especial mi gratitud con la familia Barajas en la ciudad de Morelia por su solidaridad y cálida hospitalidad.

    Mención especial merece el maestro Jaime Hernández por su sensibilidad para apoyar la publicación de este trabajo en su calidad de director del Instituto Michoacano de Cultura. También mi reconocimiento a los profesores Carlos Marichal, Jan de Vos, Enrique Florescano y Carlos Aguirre por su lectura y comentarios, así como a la compañera Josefa Vega Juanino con quien compartí sala y amenos ratos de discusión en el Archivo General de la Nación. Por su tiempo en diversas fases técnicas del trabajo deseo externar también mi reconocimiento a Magaly Zapata y Tere Millán, así como al arquitecto Javier Franco, por su apoyo constante y desinteresado.

    Finalmente, y como ocurre siempre, a ninguna de las personas indicadas deberá imputársele responsabilidad alguna por los errores u omisiones que pueda tener el trabajo, ganador de los premios Francisco Javier Clavijero del INAH (1995) y de la Academia Mexicana de Ciencias (1996). Éstos serán en todo caso responsabilidad plena y total del autor.

    INTRODUCCIÓN

    Mi interés por estudiar la formación y desarrollo de la intendencia de Valladolid de Michoacán surgió de sesiones de discusión y análisis sobre la formación y origen del Estado moderno en México a fines del siglo XVIII. De esas reflexiones, se fue concretando una idea de estudio que apuntó hacia el hecho de entender al gremio de comerciantes del Valladolid michoacano según el contexto de los cambios introducidos por las reformas borbónicas en la Nueva España. Ésta no se concretó y sí el estudio de la intendencia, forma político-administrativa que adoptó la Corona española para centralizar de manera más eficiente a sus territorios coloniales americanos.

    Una de las grandes lagunas de la historiografía de la etapa final del siglo XVIII de la Nueva España, y en todo caso de una región como Michoacán, era precisamente el estudio de la creación, impacto y evolución de la intendencia, la institución modernizadora por excelencia del régimen borbónico español. Mi conocimiento de la obra de John Lynch sobre las intendencias del virreinato del Río de la Plata, y de la de David Brading acerca del reformismo borbónico y su impacto en las élites mineras y comerciantes del bajío novohispano era una motivación adicional para mantener vigente el interés por el desconocido impacto económico y político de la reforma política y administrativa impulsada por el rey Carlos III y sus secretarios de Estado.

    Comprendí entonces que estaba frente a un tema que por alguna razón (y siendo Michoacán una tierra de fuerte tradición historiográfica) no había sido tratado. Existía, por supuesto, una base real para esa evasión. Ésta era la ausencia local de los archivos de la intendencia. Sin embargo, conforme consulté los diversos ramos de las salas cuatro (Secretaría de Cámara del Virreinato) y cinco (Real Hacienda) del Archivo General de la Nación en la ciudad de México, asumí que la dificultad que representa el tema se debía al contexto relativamente disperso (pero infinito) de la información almacenada en dicho acervo. Ramos como Intendencias, Subdelegados, Historia, Donativos y Préstamos, así como la sala destinada a la Real Hacienda y la Gazeta de México, entre otros, fueron clave para articular el libro que ahora se presenta sobre esa institución y la dinámica social de apoyo y rechazo que acarreó su implantación.

    El estudio abarca dos periodos de la intendencia vallisoletana. Uno, que va de 1787 a 1791, corresponde al primer lapso de gobierno (fundamentalmente organizativo) del capitán Juan Antonio Riaño, y otro que va desde 1792 hasta 1809, que corresponde al gobierno del segundo intendente y cuya característica fue ya operativa, sin olvidar que en éste se dio un importante ciclo reorganizativo institucional de 1792 a 1805, destacando los años iniciales bajo el gobierno del virrey conde de Revillagigedo II. Durante ese lapso, los intendentes y sus funcionarios menores fueron actores primordiales de la escena política de la zona, por eso la importancia y urgencia de entender su comportamiento como funcionarios de un Estado con ánimo de actualización y de mayor control de las dinámicas de poder locales.

    Ciertamente, como forma de gobierno, la vida de la intendencia se prolongó 12 años más, y la acción de los intendentes y subdelegados como funcionarios durante el periodo 1810-1821 en muchos aspectos no está del todo clara, no sólo por la crisis política de todo el mundo imperial novohispano, sino porque la pérdida de la centralidad administrativa alcanzada una década antes se vio agobiada aún más por las disputas entre criollos y peninsulares. De tal modo, podemos decir que aun cuando ahora entrego a la comunidad académica un primer producto sobre dicho régimen, estamos en deuda con el tema. Hace falta estudiar la etapa final de ese régimen administrativo en la convulsa intendencia de Valladolid de Michoacán de 1810 a 1821.

    Centrarme en esos 22 años respondió entonces a una elección de un tema de estudio político-administrativo: abarcar los gobiernos de los dos primeros funcionarios reformistas que estuvieron al mando de la intendencia entre 1787 y 1809. Resultaba atractivo indagar qué fue lo que representó la intendencia de esos años para la sociedad michoacana en conjunto a fin de conocer, de alguna manera, lo que las intendencias fueron para la sociedad colonial en general. Así, aunque este testimonio no es más que un primer acercamiento al estudio de este periodo político-administrativo novohispano, era un paso obligado que había que cumplir. Más que nada para conocer mejor el complejo acontecer político, administrativo y fiscal implementado por la Corona, ejecutado por un séquito de burócratas criollos mal pagados pero a su servicio en la región, los años previos al estallido del movimiento independentista de México.

    La importancia del tema está dada, pues, por varias circunstancias. Una inmediata es empezar a cubrir el vacío historiográfico existente en relación con el impacto de uno de los aspectos del reformismo borbónico más controvertido: la instauración del nuevo régimen de gobierno. Otro, más general, es que si bien conocemos el significado radical del reformismo borbón para la modernización del Estado en la Nueva España,¹ los alcances que éste tuvo en las provincias no han sido constatados con la fuerza de la mirada puntual de estudios monográficos. De aquí el interés por realizar un trabajo en el ojo del huracán independentista de principios del siglo XIX: Valladolid de Michoacán. Tierra de un movimiento criollo ilustrado que involucró a clérigos y élites civiles angustiados por la pérdida de sus antiguos privilegios corporativos y jurídicos, pero también alterados ante la pérdida constante de sus recursos económicos más inmediatos, debido, en gran parte, a las acciones fiscales del nuevo régimen y los prolegómenos de un nuevo Estado, es decir, por la acción administrativa de los intendentes y los subdelegados.

    Si las reformas borbónicas alteraron el panorama social, económico y comercial de la Nueva España, la creación de la intendencia nos obligó entonces a preguntarnos si la Corona logró ocupar en Michoacán el espacio de poder que el clero y los cabildos locales conservaban, y si lo hizo mediante la constitución de su novedoso cuerpo administrativo de intendentes y subdelegados mandado erigir por la Ordenanza de 1786.

    Fue indispensable hacer el seguimiento de la constitución de la nueva institución gubernativa, sobre todo cuando observamos que la reforma del gobierno representó la intromisión directa del intendente en casi todos los rubros administrativos de la zona, así como el aumento cotidiano de la cargas impositivas directas e indirectas a todo el conjunto de la población. En tales circunstancias, el control de las oficinas locales de la Real Hacienda y de los procesos de administración pública a través de los intendentes y subdelegados, trastocaron las bases del viejo régimen político de los Habsburgo, que mucho favorecía a las corporaciones y a los cabildos.

    En esos años, y en aras de mejorar el estado y nivel de ingresos de sus arcas reales, a la Corona borbónica le urgía contar con un aparato de gobierno jurídicamente delimitado dentro de la órbita del interés real; urgía edificarlo en el nivel local, con el ánimo de permitir la centralización estatal española, ya de por sí avanzada en este terreno en la Nueva España. El viejo sistema de alcaldes mayores y corregidores ya no era funcional para las necesidades del momento, ya que respondía más a los ámbitos de los intereses de los grupos de poder coloniales que a los metropolitanos. Era necesario, entonces, mediante el estudio de la intendencia, probar si tal aparato administrativo había logrado constituirse a la medida de las necesidades estatales y fiscales del momento.

    El proceso reformista que los reyes borbónicos pusieron en marcha en la Nueva España se desarrolló en tres etapas, y su seguimiento permite ver parte de la consolidación final de los procesos modernos de centralización del Estado español. La primera tuvo alcances de orden militar (fortificación de los presidios septentrionales y organización de un ejército permanente) y administrativo (creación de la Secretaría de Cámara del Virreinato). La segunda etapa abarca la estatificación de la renta del tabaco y las alcabalas, así como la supresión definitiva del régimen de gobierno corporativo con el consulado de comerciantes y con la Iglesia; esta etapa la cubrió fundamentalmente la visita de José de Gálvez durante el periodo 1765-1771. Pero quedaron pendientes dos importantes reformas: la liberación comercial y la implantación del régimen de intendencias, que sería la tercera.

    En este libro se estudia el influjo que tuvo la implantación de una de las 12 intendencias, en una zona conformada por 10 alcaldías de la provincia mayor de Michoacán, prácticamente gobernada a través de la institución religiosa. Estudiamos, pues, la labor de los nuevos funcionarios reales con perfil racionalista, fuerte inclinación fiscal, adscritos a una demarcación territorial inédita y, en teoría, totalmente comprometidos con la política de la Corona y dispuestos a afectar los privilegios de los grupos corporativos coloniales. De hecho, abarcamos dos etapas de gobierno y administrativas emanadas de la filosofía política ilustrada conocida como despotismo ilustrado; éste, definido por sus propios actores, es el gobierno fundado en la razón, en la búsqueda del bienestar común y en el desarrollo económico y moral de los habitantes novohispanos.

    En Valladolid de Michoacán, los intendentes y subdelegados actuaron como auténticos funcionarios reales, como burócratas al servicio del nuevo Estado, ejerciendo el poder político en los espacios antes ocupados por las corporaciones y por funcionarios muy ligados a éstas en la Colonia. Vemos cómo los intendentes y subdelegados de la provincia tuvieron presencia política y fiscal efectiva ejecutando las políticas dictadas por la Corona y generando un gran malestar entre los grupos, corporaciones y comunidades indígenas locales. Las inconformidades derivaban de los excesos en que incurrieron tanto el intendente como sus subordinados en el desempeño de sus tareas. De aquí que una hipótesis que empieza a despejarse con la presente investigación consiste en distinguir cómo una institución (la intendencia) empezó a incidir en la dinámica y vida cotidiana de los cuerpos y grupos tradicionales con y sin poder aposentados en toda la jurisdicción.

    La implantación de la intendencia en esta región tuvo un sabor muy particular porque implicó la conformación de un auténtico poder estatal en un contexto en el que la Iglesia era ciertamente ama y rectora de vidas y conciencias, pero ante todo un poderoso cuerpo administrativo y gubernamental. En estas circunstancias, a pesar del fuerte trauma causado por la expulsión de los jesuitas y de la represión política durante los años de la visita de José de Gálvez, habían arrinconado al cuerpo religioso; la crisis agrícola de 1785-1786 había permitido a esta institución reivindicar su imagen y fortalecer su presencia moral y económica en la sociedad michoacana. Por eso, la cercanía entre un suceso y otro —la crisis agrícola y la implantación de la intendencia— explica en parte el choque ríspido suscitado entre los representantes de uno y otro poder en el primer momento de la reforma (1788-1791).

    A medida que fue avanzando el nuevo orden gubernativo y se manifestaron sus alcances y limitaciones, la relación entre la Corona y los vasallos michoacanos se volvió más conflictiva. El cambio administrativo y la extracción de recursos que el nuevo orden impuso a toda la población de esta intendencia (en una especie de sangría e inducción a la debacle económica local) fue tal, que prácticamente obstaculizó el crecimiento de su economía. La Corona descapitalizó a la colonia mediante ese proceso de ajuste administrativo y fiscal. Al menos eso ocurrió en Valladolid de Michoacán, pues tanto por la vía fiscal directa como por la indirecta muchos de sus recursos económicos salieron de la región y fueron a parar a las arcas centrales o a las administraciones militares del Caribe. Lo grave es que, precisamente en el ajuste, sólo los intereses reales salían beneficiados.

    Por eso, cuando terminó por muerte natural el gobierno del intendente de Valladolid, Felipe Díaz de Ortega, la semilla del rechazo al nuevo régimen estaba presente en toda la sociedad michoacana. A su muerte le siguió, apenas nueve meses después, una fallida rebelión dirigida por las élites de la provincia, hecho que evidenció el malestar existente contra el despotismo borbónico y sus representantes. Sin embargo, la Corona podía estar también satisfecha: por fin contaba en una zona secularmente hegemonizada por la Iglesia, con un cuerpo burocrático capaz de satisfacer muchas de sus demandas fiscales, en una época por demás difícil para el erario.

    BALANCE HISTORIOGRÁFICO

    La mayor parte de los estudios sobre territorios como el de la Nueva España han ahondado en las secuelas de los cambios económicos y comerciales ocurridos a partir de la visita general de José de Gálvez. Poco se ha estudiado en este caso el impacto económico, político y fiscal causado por el cambio de régimen administrativo de intendencias.² A diferencia de la Nueva España, existe ese tipo de estudios para los virreinatos sudamericanos de Río de la Plata y Perú. Un aspecto central de estos trabajos es que sus autores no han dejado de relacionar el cambio propiciado por el nuevo régimen con la cauda de malestar social y movimientos políticos que antecedieron desde la primera década del siglo XIX a la independencia americana de 1821.

    Los estudios que evaluamos discuten la problemática de la fundación de intendencias en Hispanoamérica. Cabe aclarar que tales trabajos son de dos tipos en general: los que siguieron la evolución formal de la institución, y los que han optado por profundizar en las consecuencias económicas, políticas, sociales y fiscales que el nuevo régimen, así como la incipiente centralización local anunciada en las Ordenanzas de Intendentes, causó en los territorios americanos. De todos éstos, podemos decir que sus aportaciones han propiciado un amplio campo de reflexión sobre lo que representó la revolución borbónica en cada región y rincón americano gobernado por intendentes.

    Dos estudios generales

    Los trabajos de Luis Navarro García³ y Gisella Morazzani⁴ son los mejores ejemplos de estudios sobre el origen y desarrollo institucional de las intendencias en América. El primero profundizó en el análisis de las contradicciones existentes al interior de los grupos conservador y reformista ligados al poder real. Pero al centrarse en lo que la figura de José de Gálvez significaba para la reforma —reconociendo sin explicar por qué ésta implicó una centralización administrativa en el caso de los intendentes— no abundó en el impacto económico, político y fiscal de la nueva institución en los territorios americanos. Asimismo, sabiendo que el contexto bélico había orientado muchas de las decisiones políticas imperiales, Navarro García apenas reparó en la naturaleza abiertamente fiscal y extractiva de recursos de las Indias que caracterizó al nuevo gobierno a partir de aquél. Sin embargo, su obra dejó en claro la importancia de estudiar tanto el nivel local de la reforma como la burocracia intelectual influyente de los regímenes borbónicos de Carlos III y Carlos IV, respectivamente.

    En el caso de Morazzani, su estudio jurídico-comparativo se circunscribe a un panorama general del desarrollo de la institución desde Francia, pasando por España, hasta su arribo a las colonias americanas de la Corona española. Pese a su enfoque limitado, sugiere que esta institución cumplió un activo papel modernizador de las estructuras de poder americanas y que los intendentes cumplieron con un designio más allá de lo administrativo. Destacó, así, que contribuyeron en cuanto pudieron al mejoramiento económico del Imperio, aunque estudios más recientes (como el que se presenta aquí) han puesto en duda esta tesis en el caso de las colonias de América.

    Estudios sudamericanos

    Acerca de los virreinatos del Río de la Plata, Perú y la Nueva España, los estudios de John Lynch,⁵ John Fisher,⁶ Óscar Acevedo,⁷ David Brading,⁸ Brian Hamnett⁹ y Enrique Tandeter,¹⁰ marcaron definitivamente un nuevo rumbo en la mirada sobre la vertiente administrativa del reformismo borbónico. Con excepción de las obras de Brading y Hamnett, que comentamos más adelante, señalamos a continuación algunos aspectos básicos sobre los autores referidos en este punto.

    Lynch, por ejemplo, señaló que los estudios sobre el sistema de intendencias eran escasos y estaban muy concentrados en lo político (y lo jurídico) al punto de excluir la práctica. Destacó, para esos años de la década de 1940, los avances mínimos logrados por los trabajos de Lilian Fisher y el profesor Ravignani, pero se mostró pesimista sobre lo que se había avanzado en el análisis del impacto político, social y fiscal causado por las intendencias en la América española. Si bien Lynch no encontró en el virreinato del Río de la Plata un fenómeno de las dimensiones de la política extractiva indirecta (mediante donativos y préstamos) aplicada en la Nueva España entre 1779 y 1812, descubrió la existencia de una conciencia independentista entre la población del antiguo Perú y del mismo virreinato del Río de la Plata. Pero lo interesante de su obra deviene de su tesis sobre cómo el nuevo régimen administrativo exacerbó una conciencia antiespañola arraigada entre muchos sectores sociales (criollos o no) de las provincias peruanas y rioplatenses.

    Otra tesis sustancial de Lynch es que las expectativas que los ministros reales reformistas acumularon del virreinato del Río de la Plata eran irreales. Como toda esta región carecía de la corrupta tradición administrativa de los Habsburgo, los ministros y la misma Corona pensaron que la administración y el gobierno de intendentes y subdelegados serían ejemplares. Pero la corrupción de los intendentes rioplatenses y el cinismo con que algunos de ellos realizaron desfalcos en la Real Hacienda, en contubernio con subdelegados afines, agudizó la crisis de relación criollopeninsular y criollos-Corona o criollos-autoridades reales que ya existía en estos territorios. Lynch parece consentir que la concentración de poder ejecutivo en los intendentes puso las bases para su propia destrucción.

    En este sentido, Lynch concluyó que el nuevo régimen fue un auténtico fracaso financiero en el virreinato sureño, pues su pretensión de depurar la Real Hacienda fracasó ante la indiferencia de los propios intendentes, de manera que sólo se consiguió acrecentar la dimensión de la crisis política entre la Colonia y la metrópoli. Para Lynch está claro que la administración fiscal experimentó a partir de 1780 números ascendentes en favor del erario real, pero —como para el caso novohispano— esto se debió a la intensificación y dinamismo comercial de la época y no a la tarea de mejoría administrativa y fomento de los intendentes.

    Por el contrario, para Lynch, la ambigüedad con que fueron planteadas y sobre todo gobernadas las intendencias sólo trajo desconcierto y confusión política. Más que bienestar, las intendencias ocasionaron malestar al terreno de su aplicación. En la zona donde mejor se apreció esta situación fue en el Alto Perú. Las intendencias, según él, tuvieron en ella un efecto quebrantador de las instituciones hispanas que ahí se habían desarrollado, y tendieron a romper la unidad del gobierno colonial por siglos existente. En pocas palabras, lejos de resolver el ya de por sí enmarañado sistema político colonial, crearon una duplicidad de instancias que sólo agudizaron la crisis de identidad administrativa de las colonias.

    Por último, cabe señalar una idea central del trabajo clásico de este autor: el sistema de intendentes no supuso descentralización alguna, ya que fueron agentes de la autoridad real los designados específicamente para subordinar cada territorio al propósito fiscal del momento. El rey depositó en los intendentes el manejo de la política ilustrada de sus provincias. Les cedió su total confianza como funcionarios ejecutivos y legislativos, pero muchos de ellos la defraudaron. Son de destacar, finalmente, sus aportaciones en relación con las estrategias de adaptación y conflictos generados entre los intendentes y los poderes reales y formales del mundo colonial: oligarquías, ayuntamientos, Iglesia, virreyes, audiencias, etcétera.

    En términos generales, el trabajo de John Fisher resulta complementario de la obra de Lynch. Su foco de interés fue el virreinato de Perú, y detalla aspectos que Lynch sólo pudo bordear sobre este dominio. Así, Fisher, como su homólogo novohispano, dice que el virreinato de Perú era un territorio con una tradición administrativa derivada desde los años de la Conquista. Pero si las instituciones políticas novohispanas eran vistas, a raíz de la visita de 1765, como decadentes y anticuadas por los círculos reformistas, las peruanas gozaban dentro de este mismo grupo de un desprestigio total, sobre todo la virreinal. Asimismo, a diferencia de la Nueva España, donde la administración del virrey Bucareli (1771-1779) salvó temporalmente el prestigio de la organización virreinal, en Perú la corrupción de la estructura administrativa colonial y las redes de intereses entre autoridades mayores y menores eran el mayor obstáculo para la sustitución del antiguo régimen.

    El fracaso del primer visitador enviado por la Corona para iniciar la reforma (Areche) y el éxito relativo y temporal para la causa real del segundo visitador (Escobedo) mostró, según Fisher, el abierto rechazo de todos los sectores peruanos por la reforma administrativa borbónica. En este virreinato, la reforma estuvo precedida por la rebelión indígena de Túpac Amaru, un movimiento popular al que los grupos poderosos no dudaron en otorgar cierto apoyo, tan sólo para hacer sentir a la Corona el rechazo a su autoridad. Por su parte, la Corona aprovechó esta coyuntura para impulsar el cambio de régimen, pero éste fue rechazado por los virreyes y los sectores tradicionalistas peruanos. En algo, éstos tuvieron razón: en conjunto, las reformas administrativas significaron un beneficio limitado a la Real Hacienda peruana y al erario real.

    Agobiado el virreinato por un estancamiento económico generalizado, debido a una corrupción abierta que alcanzó al mismo cuerpo de intendentes y al debilitamiento económico y comercial que le provocó la creación del virreinato del Río de la Plata, las intendencias sellaron la suerte a futuro de la autoridad real ante el rechazo de la población criolla, sin que se desarrollara, como en la Nueva España, esa amplia y contundente política extraordinaria extractiva que en este caso marcó negativamente la labor gubernativa de las autoridades reformistas novohispanas. Así, las pocas y temporales mejorías de la administración pública que el cuerpo de intendentes peruanos logró impulsar (como el caso del cabildo limeño) fueron opacadas por los problemas económicos básicos (cambios de circuitos comerciales, crisis de productividad mineras, por ejemplo), causados por la creación del virreinato argentino.

    Edberto Óscar Acevedo, sobre ese mismo territorio, concluyó que si bien la reforma trajo consigo novedades administrativas, ideológicas y políticas, provocó escisiones importantes en la élite gobernante. Según Acevedo, éstas se mostraron rápidamente, dadas las rencillas políticas acumuladas en cada región. Y mientras en algunas regiones peruanas la creación de la intendencia favoreció administraciones relativamente tranquilas y ordenadas, en otras se agudizaron los conflictos contra la autoridad real y sus personeros. Como diversos autores contemporáneos (véase supra, nota 6), Acevedo está convencido de que el reformismo, pese a su convicción centralizadora del poder local, creó una conflictiva ambigüedad institucional.

    Enrique Tandeter mostró, en su libro sobre la minería de la plata en el Potosí, que la ausencia de capitales fuertes, un primitivo e inhumano sistema de trabajo y el empecinamiento de los explotadores de azogue de dicha zona en el Alto Perú fueron factores clave para hacer fracasar cuanto intento por mejorar la producción argentífera promovieran los reformistas intendentes durante el periodo 1783-1809. Como en general para toda Hispanoamérica, si la explotación de determinado producto experimentó ascensos que beneficiaron paralelamente a la Real Hacienda, ello se debió más a factores ligados a la apertura comercial y la circulación de mercancías de los años antecedentes.¹¹ Poco o casi nada debe atribuirse a acciones específicas emprendidas por las nuevas autoridades reformistas. Por el contrario, como muestran la obra de Tandeter y otros trabajos recientes, los intentos reformadores de los sistemas productivo, laboral y de distribución de la producción de plata más bien ocasionaron conflictos con los grupos locales que controlaban esas explotaciones; e incluso, sus propuestas llegaron a propiciar caídas serias en los niveles de productividad.

    Aunque ciertamente todos estos estudios convienen en que los intendentes y los subdelegados fueron ya un nuevo instrumento de gobierno del Estado español, coinciden también en que las intendencias estuvieron muy lejos de complementar exitosamente los resultados de la primera fase reformista: la económica y mercantil. Y aseguran que la sustitución lenta, conflictiva e incompleta de las antiguas instituciones de gobierno sólo creó un clima político confuso que llevó al gobierno español a la bancarrota de la credibilidad política en espacios fuertemente controlados por grupos criollos, incluidos aquellos en los que se designaron intendentes, con la intención de someter a la nueva legalidad la administración de los recursos coloniales.

    Estudios y ensayos novohispanos

    El tema de la repercusión de las reformas borbónicas en el virreinato novohispano ha sido estudiado por varios autores. Destacan quienes empiezan por analizar la trascendencia que tuvo la visita general de José de Gálvez para la economía, la sociedad, el gobierno administrativo y la política de la Nueva España.¹² Pero, a diferencia de los estudios sobre el sur americano, en que los autores parecen coincidir en el fuerte impacto político e institucional causado por la implantación de intendencias,¹³ en las obras relativas al septentrional virreinato novohispano se resalta, explícitamente, que además las intendencias crearon una presión fiscal más acentuada que la experimentada por sus hermanos sureños.

    Los antecedentes historiográficos sobre el tema del reformismo borbónico y su impacto en la sociedad novohispana se remiten a la obra Mineros y comerciantes en el México borbónico, 1763-1810, de David Brading. Este autor dedicó un extenso apartado de su ya clásico estudio sobre el bajío minero novohispano a la llamada revolución en el gobierno, término con el que hizo referencia a la estrategia desarrollada por los reyes Fernando VI y Carlos III para: a) recuperar en favor de la metrópoli el control de las principales instituciones novohispanas que habían caído bajo influencia criolla, b) crear las condiciones políticas para la instauración de una nueva burocracia colonial, más moderna y al servicio del Estado, a través de las intendencias.

    Sin analizar a fondo el impacto administrativo causado por la instauración de la nueva forma de gobierno en el nivel local, Brading dio numerosas pistas sobre el comportamiento apegado a pautas ilustradas de diversos intendentes novohispanos: Riaño en Valladolid y Guanajuato, y Flon en Puebla, entre otros. También aportó elementos sobre las reacciones de los cuerpos más afectados en sus privilegios y jurisdicciones, como los comerciantes de la ciudad de México, los cabildos civiles y la Iglesia. Su seguimiento de la llamada revolución en el gobierno se mantuvo en el nivel comprensivo de los cambios ocurridos en las altas esferas del poder novohispano, incluso aquellos que afectaron la marcha de la reforma administrativa intendencial. Es cierto que sugirió que el accionar de los intendentes causó transformaciones en diversos ámbitos tradicionales, pero nunca se detuvo a estudiar las secuelas e implicaciones fiscales que dejaron a su paso por cada una de las provincias novohispanas. Digamos que esta tarea la dejó para futuras indagaciones.¹⁴

    Lo mismo podemos decir para otras obras relativas al ámbito novohispano. Por ejemplo, para Ricardo Rees Jones¹⁵ la reforma del gobierno colonial pretendía básicamente uniformar la administración para asegurar ingresos efectivos a las cajas reales. Pero a pesar de lo acertado de su observación, Rees Jones profundizó apenas en el impacto causado por la compulsiva y centralizada actividad fiscal del periodo impuesta a la población novohispana, desde la Real Hacienda. Resaltó, eso sí, como también lo hizo Brading, la importancia que tuvo esta institución en este lapso; y habría que señalar que, hasta el momento, el trabajo de Rees Jones es uno de los pocos que ha intentado hacer un balance global de las implicaciones políticas que tuvo la reforma administrativa en la Nueva España.

    Brian Hamnett,¹⁶ uno de los pocos estudiosos que hasta la fecha ha logrado caracterizar una región novohispana, señala que los fuertes intereses de los comerciantes peninsulares directamente vinculados con la producción de materias primas textiles de Barcelona, mediante el repartimiento, hicieron fracasar el plan de reformas en la intendencia de Oaxaca. Los comerciantes oaxaqueños controlaban el comercio de mantas, grana y algodón a través de los alcaldes mayores; pero la oposición de los intendentes hacia el sistema del reparto los obligó a una confrontación de la que salió muy desgastada (como en el Alto Perú) la propia autoridad real representada por ellos.

    Hamnett también dejó en claro que los sectores coloniales que más se opusieron al retiro de los viejos métodos productivos fueron las corporaciones, como la Iglesia y los ayuntamientos, y que todo este proceso antirreformista propició que los subdelegados oaxaqueños derivaran en renovados alcaldes mayores de la peor cepa. Ciertamente, como mostramos en el estudio sobre Valladolid de Michoacán, no ocurrió así en esta provincia, pues pese a la marcada proclividad a corromperse y cometer abusos, los subdelegados vallisoletanos llegaron a operar como un verdadero cuerpo de Estado, favoreciendo los requerimientos económicos de la Corona a pesar de que muchos eran criollos con ingresos ínfimos y que los repartimientos estaban lejos de su alcance porque no se practicaban más en la provincia.

    Todos los estudios anteriores mantuvieron presente una idea que a su vez se concretó en ensayos más recientes: que la extracción de recursos que permitió la titubeante legislación —favorable a un nuevo poder local en parte descentralizado

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