Guillermo de la Peña
1
La revitalización de las danzas no sólo incluye las supuestas coreografías guerreras sino también la
recuperación y reinvención, en medios urbanos y rurales, de tradiciones dancísticas (como la de los
concheros) asociadas a pueblos y barrios definidos como indígenas desde la época colonial. Véanse
Rostas (1998), F. de la Peña (2005), de la Torre 2005, G. de la Peña (2006a).
2
En otro trabajo (de la Peña 2003) he tratado de caracterizar estas categorías. Las comunidades
renegociadas han logrado definir fronteras (físicas y simbólicas) relativamente estables gracias a la
apropiación de un territorio (real o supuestamente “ancestral”), la endogamia, la organización familiar
que transmite lengua y costumbres, y la persistencia de autoridades comunitarias que combinan funciones
rituales y de control social; pero todo ello implica la negociación continua con las autoridades oficiales.
Las comunidades reinventadas buscan reforzar sus fronteras mediante la recuperación de lo ancestral. Los
migrantes mantienen y amplían las redes sociales de su lugar de origen y resignifican la cultura
comunitaria en los nuevos contextos. Los nuevos intelectuales étnicos, merced a su escolaridad, se abren
2
En este contexto pueden entenderse tanto el fenómeno cada vez más amplio de
las comunidades reinventadas como los procesos de etnogénesis. Sobre éstos existen
caldeadas discusiones y opiniones contrastantes. Algunos autores conciben tales
5
Una discusión amplia y matizada del concepto puede encontrarse en Bartolomé 2006.
6
Por supuesto, como lo planteó Barth (1969) en su escrito seminal, lo importante no es que los
componentes culturales sean únicos y “originales” sino que en el grupo se consideren distintivos y
emblemáticos.
7
Los argumentos de los indigenistas clásicos son muy sofisticados e interesantes, pero en última instancia
veían la “aculturación plena” y la integración a la sociedad nacional como una condición necesaria del
proceso de modernización. Véase Palerm, ed. 1976; cfr. Lameiras 1987 y de la Peña 1995.
4
8
Para Spicer (1962), la conquista del Nuevo Mundo ha implicado ciclos de acoso –violento o mediante
instituciones de control-- a los pueblos indígenas por parte de los sucesivos regímenes de gobierno, desde
el siglo XVI hasta nuestros días.
9
En el Noroeste mexicano prevalecieron los enclaves asociados a la creación y mantenimiento de
rancherías dispersas (Lumholtz 1904; Spicer 1962; Sariego 2002).
5
El escenario y su historia
Se llama Sierra de Manantlán a la cadena de montañas que marca parcialmente la
división entre los estados de Jalisco y Colima. En ella, en la vertiente suroccidental, se
encuentra la comunidad de Ayotitlán, constituida por unas 60 rancherías (caseríos)
dispersas en un área de más de 50,000 hectáreas, la mayoría de vocación forestal.11
Actualmente, sólo diez de estos pequeños asentamientos cuentan con más de 100
habitantes. En la cabecera comunitaria, también llamada Ayotitlán, viven cerca de 600
personas. Ahí está la vieja capilla franciscana (que data del siglo XVII); hay también
una pequeña clínica, una escuela y algunas oficinas gubernamentales. Hasta la década
de 1970 la cabecera sólo era accesible por veredas; a partir de entonces se han abierto
caminos rudimentarios.).12
10
Guadalajara, la capital de Jalisco, es una metrópolis de cinco millones de habitantes que ejerce una
vasta influencia en el centro-occidente de México. Las dos ciudades más importantes del sur jalisciense
son Zapotlán (Ciudad Guzmán) y Autlán; en ambas existen sedes de la Universidad de Guadalajara.
11
En lengua náhuatl, Ayotitlán significa “junto a las calabazas”. Manantlán se puede traducir como “el
lugar de nuestra madre”.
12
El Censo Nacional de 2000 registra 543 habitantes en la cabecera y 1163 en Telcruz. Contigua a la
cabecera se encuentra la ranchería de Tiroma (163 habitantes en 2000). El poblado de Telcruz, más
próspero y mejor comunicado, se convirtió en las últimas décadas en el principal vínculo comercial con la
Costa Pacífica (Rojas et al. 1996: 112-114).
13
Coamil: la milpa (sembradío de maíz, frecuentemente entreverado con frijol, chile y calabaza)
cultivada con el instrumento llamado coa (del náhuatl quauhtli: “estaca, árbol, madera”). Ésta es un palo
puntiagudo en un extremo y provisto de una pala triangular en el otro. Véase Seler (1998 [1901]: 66).
6
Lo cierto es que, en la segunda mitad del siglo XIX, las tierras de Cuzalapa y
Ayotitlán estaban sitiadas por varias grandes haciendas que se habían expandido gracias
a la desamortización traída por las Leyes de Reforma y a los abusos de supuestos
representantes comunales que vendían las tierras para su provecho particular (Gerritzer
2002: 49-51; Robertson 2002: 89-91). Apareció un pueblo llamado Cuautitlán, que a
causa de una epidemia se transplantó de su lugar original (en el vecino Valle de Autlán)
a las tierras ayotitlenses. La mayoría de los habitantes de este nuevo poblado no era
considerada indígena, sino mulata o mestiza.16 Y también llegaron pobladores mestizos
a Cuzalapa, cuyo número se acrecentó a principios del siglo XX, durante las décadas de
la Revolución y la Cristiada, pues muchos de ellos huían de la violencia (Gerritzer
2002: 51-53). Las propias rancherías de Ayotitlán sufrieron en esas décadas el asalto de
forajidos y tropas de diversas banderas, y por esa causa hubo familias que se
remontaron a las partes más altas de la sierra, donde todavía viven sus descendientes.
Hubo también lugareños –sobre todo los de Tenamaxtla, una ranchería que conservó
fama de rebelde-- que se levantaron en armas y lograron ahuyentar a algunos de los
hacendados invasores (Robertson 2002: 98-101).
14
Otros sujetos de Cuzalapa eran Chacala, Tlalchichila y Apango (Ibid.); los dos últimos han
desaparecido.
15
Un documento de mediados del siglo XVIII menciona que la Corona española había otorgado a los
naturales la categoría de república, con sus correspondientes tierras (Robertson 2002: 81).
16
La población africana apareció probablemente a finales del siglo XVII para laborar en las plantaciones
de caña de azúcar de los valles, pero se ha asimilado totalmente a la población mestiza. Hoy en día nadie
es clasificado como “mulato” o “negro”.
17
La Constitución de 1917 reconocía dos formas de propiedad social: la comunidad agraria (por
recuperación o confirmación de una posesión colectiva existente desde la Colonia) y el ejido (por
dotación del Estado a un grupo de peticionarios).
7
18
Los representantes ayotitlenses presentaron una copia certificada, con fecha de 1757, que la CNA
declaró improcedente seis años después (el 6 de diciembre de 1927). Citado en Registro Nacional Agrario
(en adelante RNA), Archivo General Agrario (en adelante AGA), Dotación de Tierras, Memorándum,
Ejido Ayotitlán, Mpio. de Cuautitlán, Exp. 23/834-3643-236, 18 de mayo de 1975, fojas 74-75.
19
Las sociedades anónimas habían obtenido títulos de propiedad de una parte de tierras comunitarias. En
las décadas de 1930 y 1940 las vendieron a negociantes de Colima, Autlán y Guadalajara. Véase RNA,
AGA, ibid., Exp. 23/834-152, 30 de marzo de 1939.
20
RNA, AGA, ibid., Exp. 23/834-832, 17 de octubre de 1953 y 10 de agosto de 1954. Cuzalapa logró en
1950 el reconocimiento de sus tierras comunales (24 057 hectáreas), que le fueron oficialmente
entregadas en 1959. La comunidad agraria de Chacala fue reconocida en 1965 y un año después le fueron
entregadas 23 303 hectáreas.
21
En el Censo Nacional de 1950, Tenamaxtla aparece registrada con 116 habitantes. En los censos
siguientes no aparece más.
22
Desde finales del siglo XIX, existía en el estado de Colima una prohibición oficial del uso del calzón de
manta –una prenda considerada “de indios”--, cuya desobediencia se castigaba con multa o cárcel. Véanse
las referencias y testimonios que aporta Robertson (2002: 170, notas 289, 290 y 291).
8
23
La indumentaria tradicional es semejante a la de otros pueblos nahuas del sur de Jalisco: cotón (una
especie de blusón cerrado al frente y abierto por el cuello), calzón blanco de manta y ceñidor rojo para los
hombres; jolotón o blusa bordada y falda larga de manta oscura para las mujeres.
24
RNA, AGA, Acta: Resolución Presidencial, Ejido Ayotitlán, Mpio. de Cuautitlán, Exp. 23/834-152, 28
de agosto de 1963, fojas 3-16, y 23 de septiembre de 1963, fojas 37-50.
25
RNA, AGA, Dotación de Tierras, Acta, Ejido Ayotitlán, Mpio. de Cuautitlán, Exp. 23/834-152, 6 de
mayo de 1977, fojas 17-22, 24-29, 76-78.
26
RNA, AGA, ibidem, Exp. 23/834-832, 24 de marzo de 1969, f. 263; 31 de julio de 1972, f. 298; Exp.
23/834-262, 22 de marzo de 1976, f. 30. Los empresarios forestales que operaban en Ayotitlán tenían
también ingerencia en otras muchas explotaciones madereras del sur y la costa jaliscienses (Torres y
Cuevas s.f.).
9
deslinde definitivo de las tierras recibidas.27 Por añadidura, desde el vecino estado de
Colima, el Consorcio Minero Peña Colorada invadió por el sureste las tierras de
Ayotitlán, sin permiso de sus dueños, para explotar los ricos yacimientos de cobre que
ahí existían (Ibidem: 284-286).
Por otro lado, desde mediados de los setenta, varios grupos de investigadores y
estudiantes de la Universidad de Guadalajara exploraban la sierra, atraídos por la
abundancia, diversidad y rareza de las especies zoológicas y vegetales, y por noticias de
la presencia del teosinte (Zea perennis), un ancestro distante del maíz, que crece
silvestre y puede ser usado en la producción de variedades híbridas de gran resistencia.
No sólo encontraron tal especie, sino también otra más antigua y hasta entonces no
estudiada: el Zea diploperennis (Guzmán 1978). En consecuencia, la Universidad creó
un programa de investigación integral y protección ecológica, e instaló en el corazón de
la sierra el Laboratorio Natural Las Joyas; éste, a su vez, se convirtió en el pivote de
varios proyectos científicos internacionales (Jardel, ed., 1992; Gerritzer 2002).
Asimismo, los universitarios realizaron estudios socioeconómicos y se interesaron en
buscar soluciones para los problemas de marginación de la población serrana, y para
detener la expoliación de los recursos forestales (León y Gutiérrez 1988; Rojas et al.
1996).
27
RNA, AGA, Dotación Ejidal, Ejido de Ayotitlán, Mpio. de Cuautitlán, Exp. 23/834-832, 10 de junio de
1975, f. 359.
28
Tras la reunión del episcopado latinoamericano en Medellín, celebrado en 1969, la Iglesia Católica
latinoamericana promovió una pastoral social en la que se denunciaba la injusta distribución del ingreso y
las oportunidades de vida. En las diócesis de Jalisco se propició en las décadas de 1970 y 1980 la creación
de comunidades de base, que combinaban la reflexión sobre la Biblia con la búsqueda de soluciones a
problemas sociales específicos. Véase de la Peña y de la Torre 1994.
29
Vease el "Decreto por el que se declara la Reserva de la Biosfera de la Sierra de Manantlán", Diario
Oficial de la Federación, 24 de marzo de 1987, pp. 10-22.
10
pudiera afectar los recursos (flora, fauna, yacimientos) o modificar el uso del suelo;
asimismo, en el resto (zona de protección) fue suspendida la tala de árboles durante 50
años; por otro lado, se autorizó a la población residente a mantener sus actividades
tradicionales, bajo la supervisión de las autoridades de la Reserva. Una vez publicado el
Decreto, un cuerpo de policía forestal se instaló en el área y forzó la salida de las
empresas madereras.
30
El ejército federal ocupó la sierra durante algunos días, para capturar a supuestos zapatistas de la región
(que nunca aparecieron).
31
Conscientización: el término acuñado por Freire para designar procesos educativos no alienados.
11
intercambio de experiencias y las visitas mutuas entre los ayotitlenses y otros pueblos
indígenas, en particular los huicholes del norte de Jalisco y varias comunidades nahuas
del sur del estado. En 1995, la UACI negoció con el INI para que se apoyara
financieramente a un grupo de Ayotitlán que asistió al Congreso Nacional Indígena,
celebrado en la ciudad de México y auspiciado por el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional. Seis años después, los ayotitlenses acudieron a Nurío a otra sesión similar,
esta vez apoyados por la propia Universidad de Guadalajara.32
32
Puede parecer extraño que una institución gubernamental propiciara una reunión convocada por un
organismo que se declaraba rebelde al Estado. Pero entre los funcionarios del INI existía simpatía por las
demandas del EZLN, y además deseaban establecer vínculos amistosos con los ayotitlenses. Por otra
parte, el INI apoyó ampliamente las labores de la UACI.
12
Siglo XVIII, así como la confección de ropa de manta; pero no se han dejado las
técnicas de bordado, y se busca recuperar la manufactura de vasijas de tecomate o
guaje (una especie de calabaza) barnizadas con aceite de chía. Y en la edificación de la
vivienda aún se usan adobes y tejas producidas localmente (Robertson 2002: 75, 158-
164). Gracias a los talleres, se ha vuelto importante conocer las palabras náhuatl que
nombran a las materias primas y a los objetos artesanales. Más aún: se busca
activamente revitalizar la lengua ancestral, y por ello se ha pedido a la Dirección de
Educación Indígena estatal que el náhuatl se enseñe en las escuelas.
1. Don Juventino
35
En los talleres de la UACI se han recuperado y transcrito las versiones existentes del texto de las
pastorelas. Los personajes son los pastores, el ángel que anuncia el nacimiento, las gilas –muchachas
campesinas--, y Luzbel con sus vasallos los diablos. Hay además un personaje chusco, Bartolo, símbolo
de la pereza, y un ermitaño que lo presiona a unirse a la adoración de los pastores y así evitar que los
diablos lo arrastren al infierno.
36
Los testimonios fueron recabados en varias conversaciones informales que tuvieron lugar en la
cabecera de Ayotitlán, en las rancherías de Tirona y Loma Colorada y en la ciudad de Guadalajara.
14
“Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca, iba a ser fundada aquí. El dios
Huitzilopochtli había anunciado a los sacerdotes que encontrarían una isla en
medio de un lago y ahí verían un águila en un nopal, devorando una serpiente.
Las montañas tapaban el lago, y los sacerdotes pasaron sin verlo; pero algunos
más listos sí lo vieron y se quedaron. Por eso decimos que los mexicanos
originales somos nosotros”.
También afirma que la sabiduría de los nativos viene de los espíritus que viven en la
vieja capilla franciscana y en lo profundo de la sierra, y hablan con los ancianos: “por
eso necesitamos rescatar la fuerza del Consejo de Mayores”. Y se acuerda con tristeza
de los tiempos en que su padre y otros Mayores tenían que esconderse porque los
madereros los iban a matar, en complicidad con las autoridades corruptas.
Afortunadamente,
“don Zeferino todavía vive, ha guardado nuestros papeles, ahí tú puedes ver que
la comunidad es muy grande, nuestras tierras llegan hasta el mar del Pacífico.37
Él peleó contra los que se metían a nuestras tierras; él lo sabe todo. El Consejo
de Mayores estaba muerto, pero entonces los muchachos de la UACI llamaron a
don Zeferino y a otros viejos que sabían las cosas de antes. Y vino de [la ciudad]
de México un profesor de antropología a ayudarnos con nuestras tradiciones (…)
Ahora estamos volviendo a sentir gusto por todas nuestras fiestas.
“La verdadera autoridad es la de los Mayores, ellos tienen la obligación
de nombrar al delegado municipal, nomás por un año; tienen que castigar a los
que no se portan correctamente, y defender a la comunidad (…) Esta comunidad
siempre ha sido atacada, decía mi padre que también en la Revolución todos los
ejércitos venían y mataban gente, y luego los madereros hicieron lo mismo…”
Para don Juventino, lo que hace la UACI y en general la universidad es muy bueno;
aunque no parece saber mucho acerca de la Reserva de la Biosfera. Le gusta el interés
de los jóvenes citadinos que trabajan con los jóvenes locales para resucitar las viejas
costumbres: “a ver si así los jóvenes dejan de irse. Cada vez se siembra menos, porque
nos faltan brazos”. Y está muy contento de haber viajado a los Congresos Nacionales
Indígenas y conocido a los zapatistas.
2. Ildefonso
En contraste con la versión de don Juventino, quien ve la historia local en
términos de la resistencia de los “verdaderos mexicanos” a la agresión de los invasores,
Ildefonso piensa que los principales conflictos en Ayotitlán han sido causados por
pleitos internos. Él pertenece a una familia cenecista; empezó la escuela primaria en
37
Don Zeferino tiene mas de 90 años. Vive en una ranchería remota y es considerado el más sabio de los
Mayores. En marzo de 2003, para celebrar el equinoccio de primavera, la UACI organizó una reunión
interamericana de ancianos indígenas en el Lago de Chapala, donde se ubica uno de los principales
lugares sagrados de la etnia wixarika (huichola). Acudieron representantes de 20 países, entre ellos
miembros del Consejo de Mayores de Manantlán, quienes se expresaron en términos semejantes a los de
don Juventino (incluyendo la alabanza del mítico don Zeferino). Véase Robertson el al. (eds.) 2007: 31-
33.
15
Ayotitlán y la terminó en Cuautitlán. A sus cincuenta y pocos años, ha sido varias veces
Presidente del Comisariado Ejidal y Delegado de la CNC.
“Las comunidades indígenas han sufrido una pobreza terrible, a pesar de que son
las que han cuidado las tierras mexicanas. Aquí los mestizos nos quitaron
muchas tierras, pero eso fue porque los indios nos peleábamos todo el tiempo y
se nos olvidaba pagar impuestos, así que mientras nosotros estábamos en el
pleito ellos le compraban los títulos al cobrador de impuestos (…) Cuando en
1921 los Mayores pusieron una demanda para que nos devolvieran la tierra, eran
muy ignorantes, y no recibieron asesoría legal, así que no sacaron nada. Y
también ahora, ahora que ya tenemos un ejido, no hemos recibido toda la tierra
que nos corresponde por ley, porque la gente ignorante se sigue peleando”
38
Véase RAN, AGA, Dotación de Tierras, Oficios, Ejido Ayotitlán, Mpio. de Cuautitlán, Exp. 83/834-
3643-236, 14 de julio de 1981, fojas 164-165.
16
acciones asistenciales del gobierno, opina que son paternalistas, inequitativos y mal
administrados:
“El INI nomás da dinero a los que son amigos de los universitarios, todos del
PRD o la ACR, y el dinero les sirve para emborracharse. Dizque los
beneficiarios iban a volverse autosuficientes y devolverlo, pero nunca ha pasado
eso. También otros programas como PROCAMPO o PROGRESA han vuelto
irresponsable a la gente. Sería mejor enseñarlos a trabajar”.39
3. Manuel
Tiene alrededor de 45 años. Sus padres migraron a Autlán cuando era
adolescente, y ahí cursó la escuela secundaria; no la continuó estudiando porque la
familia volvió a la sierra. Ha sido miembro de la ACR y de la UPIM, ha participado en
numerosos talleres y cursos de capacitación promovidos por el Laboratorio Las Joyas y
la UACI, y es ahora uno de los líderes de una cooperativa de producción (la Sociedad de
Solidaridad Social Miguel Fernández, nombrada así por uno de los fundadores de la
ACR en la Sierra de Manantlán). Desde su punto de vista, fue la ACR la que inició el
cambio en la Sierra:
Manuel narra con orgullo cómo la ACR y la UPIM condujeron a la gente de una
docena de rancherías a apoyar a los universitarios y a los técnicos de la Secretaría de
Ecología en el proyecto de creación de la Reserva de la Biosfera; deplora en cambio lo
que han hecho las autoridades ejidales:
39
El PROCAMPO (Programa de Ayuda al Campo) reparte subsidios a los productores de maiz;
PROGRESA (Programa de Educación y Salud, hoy llamado Programa Oportunidades) otorga becas a las
familias en situación de pobreza que se comprometen a enviar a sus niños a la escuela y llevarlos
periódicamente a revisión médica.
17
“Tenemos que esforzarnos por alcanzar la armonía, para que ya mandemos lejos
toda la tristeza que teníamos (…) La solución a nuestros problemas está en
nuestras capacidades humanas, no en estar explotando y devorando nuestros
recursos hasta acabar con ellos. Los Mayores conocen nuestra historia, nuestras
maneras de vida, nuestra cultura. Ellos pueden traernos optimismo; para ser
nosotros, dependemos de ellos”.
“Hoy somos 125 miembros. De hecho éramos más, pero una parte se separó y
formó un grupo independiente; no importa, si se hacen las cosas de buena fe.
Nuestro principal proyecto es de apicultura, y funciona muy bien; pero también
tenemos pequeñas plantaciones de café, jamaica y zarzamoras, y ya empezamos
a producir licor de café y jabón. Tenemos una tienda en Telcruz, y además
exportamos a Guadalajara y México. Vamos despacio, pero si estamos unidos
llegaremos muy lejos…”
4. Roberta
Tiene cerca de 40 años. Es una de las personas más escolarizadas de la Sierra.
Por impulso de una maestra de la escuela de Ayotitlán –que vivía en Cuautitlán y desde
ahí acudía a su trabajo-- terminó la primaria y la secundaria en la cabecera del
municipio. A las mujeres “no las dejaban estudiar, pero yo me rebelé (…) Tenía el
apoyo de mi abuelo, que sabía leer y escribir: él hacía las cartas de la comunidad”. En
1981, por recomendación del director de la secundaria, consiguió un empleo como
alfabetizadora en el Instituto Nacional de Educación de Adultos; así pudo financiarse
los estudios de preparatoria en Guadalajara. Pero se mantuvo en contacto con la sierra, y
por influencia de los universitarios del Laboratorio Las Joyas decidió estudiar
agronomía en la Universidad de Guadalajara. En 1992, ya graduada, estaba de regreso
en Ayotitlán, como investigadora asistente en Las Joyas; fue, además, una de las
fundadoras de la UPIM y ha colaborado con la UACI desde sus comienzos.
“En los ochentas los aserraderos estaban en su apogeo, y una buena parte de los
ejidatarios estaba de acuerdo en seguir vendiendo [madera], porque el abogado
de la CNC –que también tenía negocios con los madereros—había conseguido
pagos para el ejido; pero el pago se repartía inequitativamente, y mucha gente
quedaba descontenta (…) Era muy difícil coordinar a todos, había más de 1 600
ejidatarios, y a muchos no les tocaba nada (…) La tala era excesiva y el bosque
se acababa (…) La UPIM la empezamos como un grupo comunitario, vinculado
a la Iglesia, y en 1993 lo registramos como una asociación civil, para [tener
reconocimiento oficial y] que no nos acusaran de subversivos. Queríamos la
unión para lograr la explotación racional del bosque, y también queríamos
defender a los trabajadores migrantes que iban a los campos agrícolas, porque
18
5. Mercedes
A sus 29 años, Mercedes es conocida en la región como curandera, pero también
por su afinidad con el Congreso Nacional Indígena (CNI), que articuló a muchas
organizaciones étnicas nacionales a partir del levantamiento del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional en Chiapas. Terminó la escuela primaria en la cabecera comunal.
Se declara consciente de su condición de mujer indígena, a partir de experiencias dentro
y fuera de su comunidad, pero afirma que “la conciencia de la opresión de género” la
motivó a “no depender siempre de otros”. Desde niña veía los maltratos que sufrían las
mujeres a manos de hombres alcohólicos:
19
“No había justicia para las mujeres golpeadas, no se reconocían sus valores…
Ellas no tenían voz, tenían miedo, no querían dar su palabra […] Lo que nos
empezó a dar posibilidades de hablar fueron los talleres de medicina natural.
Ahora ya las mujeres no se dejan así nomás, y denuncian las golpizas. [Una
amiga mía] hasta metió a su papá a la cárcel, porque le pegaba a su mamá”.
Los talleres de medicina natural los promovió Roberta, apoyada por la UACI, en
1994-1995. Convocaban a mujeres de todas las edades y condiciones; y los conducía
Mari-Chuy, una joven curandera de Tuxpan –otra comunidad del sur de Jalisco,
también de origen nahua--, quien había fundado en su pueblo una casa de salud
comunitaria (cfr. de la Peña 2006b: 485-488). El propósito era recuperar las tradiciones
curativas locales, pero también se hablaba de nuevas prácticas de nutrición, de posibles
aprovechamientos de recursos locales y del valor del trabajo femenino. Mari-Chuy, a su
vez, había participado en su parroquia en el movimiento de las Comunidades Eclesiales
de Base, y no ocultaba sus simpatías por el EZLN. Prosigue Mercedes:
“Los maridos y los papás no se opusieron mucho a los talleres. Aquí también se
conocía de plantas, pero aprendimos a preparar jarabes, pomadas y tinturas. Me
pasé una semana en Tuxpan aprendiendo a dar masajes; fue la primera vez que
salí de la comunidad. Aprendí a dar tratamientos y atendía a mi mamá y a mis
hermanos, pero después mis compañeras me convencieron de que pusiéramos
aquí en la cabecera una casa de salud, aunque yo me sentía muy insegura. Con el
tiempo, ya me siento más segura; he recuperado a dos niñas inválidas, a otra que
se había golpeado la columna y a un muchacho que tenía la cadera salida. Hago
limpias a personas cargadas de energía negativa; primero les doy un masaje de
relajación y luego les paso un huevo, que se bate con el calor, se oscurece y a
veces se rompe; es que sueltan todo [lo malo que llevan dentro]. A veces los
llevo al río, [porque] el agua y el sol cargan de energía positiva y sacan la
negativa”.
“En el Foro de San Cristóbal (Chiapas) había como 5000 personas, [en talleres].
Yo me fui al [taller] de mujeres, y el debate fue grande, se hablaba de derechos
de las etnias, pero también de los de las mujeres indígenas, por ejemplo a ser
representantes en las asambleas de la comunidad. [Decíamos que] podemos tener
nuestro propio terreno, como mujeres, independientemente del marido, aunque
aquí sea todavía muy difícil. Yo empecé a despertar porque estaba dormida.
Somos seres humanos y pensamos igual [de bien que los hombres], aunque nos
digan que somos fáciles y no sabemos nada. Fueron cuatro días; les di mucho
valor, a pesar de que no había comodidades. Y además yo no sabía nada de lo
que pasaba en Chiapas, y entonces empecé a ver periódicos.
“Con los huicholes tuvimos encuentros interculturales. Los hombres de
allá no querían que las mujeres fueran, pero sí [asistieron], gracias a Mari-Chuy,
que los regañó. Yo también los regañé, les dije: ¿Cómo vamos a progresar? Si
no participamos nunca haremos nada. Ellas quieren venir, y siempre las mujeres
van por delante. Y ustedes nomás quieren poliginia, ¿y por qué no poliandria?
20
Para el caso de México, autores como John Womack (1968), Eric Wolf (1969),
Jean Meyer (1973-1974), Arturo Warman (1976), Alan Knight (1986) y John Tutino
21
(1986) han arrojado luz sobre las condiciones en que surgieron movilizaciones
populares de envergadura, durante las primeras décadas del siglo XX. Tutino resumió
las tres condiciones principales: el sentimiento colectivo de agravio en los sectores
dominados, la atribución explícita del agravio a las acciones del gobierno y/o de un
sector dominante específico, y la percepción real o ficticia de que los guardianes del
orden público se encuentran en situación de debilidad o división (y por tanto es posible
lograr mediante la movilización que las cosas cambien). El enfoque de Scott muestra
que, cuando no existe el último componente, la resignación no es la única alternativa.
Como también lo argumentan los autores de la corriente historiográfica conocida como
Estudios Subalternos, “subalternidad” no es sinónimo de pasividad.
Ahora bien: según este mismo autor, la persistencia de las diferencias étnicas son
funcionales a la exclusión del acceso a los recursos estratégicos que sufre el sector
dominado. En otras palabras: la forma en que se genera y ejerce el poder implica la
creación y reproducción de sujetos indígenas subalternos. El caso de Ayotitlán muestra
un proceso más complejo. En los años sesenta, un grupo de ayotitlenses aceptó y utilizó
alianzas con la CNC para romper con el proyecto de reconstitución de la comunidad
indígena como titular de la tierra; en su lugar promovieron la creación de un ejido que
los constituiría jurídicamente como campesinos vinculados al régimen revolucionario --
ya no como indígenas. Sin embargo, en la práctica el ser ejidatarios no logró detener la
depredación del bosque ni la discriminación negativa hacia los serranos, lo cual facilitó
la influencia local de los eclesiásticos críticos y de la ACR traída por los maestros. Esta,
además, denunciaba la creciente corrupción y el agotamiento de las políticas populistas
del PRI. El Consejo de Mayores levantó otra vez sus banderas y acusó a las nuevas
autoridades agrarias y a sus seguidores (los cenecistas) de usar su papel de
intermediación respecto de los empresarios forestales y el municipio para acaparar los
beneficios. En los años setenta y ochenta, las nuevas alianzas de la facción de los
Mayores con actores externos, que culminaron en la creación de la Reserva de la
Biosfera en 1987, la expulsión de los madereros invasores y la fundación en 1993 de la
UPIM (en la que confluyeron comuneros, curas, ACR y universitarios), modificaron la
naturaleza de la intermediación. En 1994, la aparición de la UACI permitió la
continuidad de las alianzas y propició el acceso a recursos públicos. Pero también, en la
coyuntura de la difusión nacional de las acciones del EZLN y la vinculación de gente de
Ayotitlán con el Congreso Nacional Indígena zapatista, surgió un nuevo tipo de discurso
en el que la reivindicación de “lo indígena” se convertía en sinónimo de combate a la
exclusión. Este discurso, a su vez, resultaba de pertinencia estratégica respecto de las
22
40
El Programa Oportunidades, por ejemplo, considera a los indígenas como un grupo particularmente
vulnerable (cfr. nota 38).
23
Comisariado Ejidal podía cobrarles por la extracción de madera.41 Para Ildefonso, los
problemas en la comunidad los han creado “los ignorantes, los izquierdosos y los
peleoneros”. En cambio Manuel culpa a los invasores coludidos con las autoridades
locales, y Roberta a la falta de unidad y de diálogo. Ambos subrayan el papel negativo
de los dirigentes cenecistas. Mercedes, por su parte, no disocia la política de los
problemas de género: la defensa de la comunidad y la dignidad de los indígenas, para
ella, no tiene sentido sin la participación igualitaria de las mujeres. Como Roberta y
Manuel, piensa que la reivindicación histórica particular no está disociada de la defensa
de los derechos humanos y la búsqueda de ciudadanía.
41
También la comunidad de Cuzalapa ha demandado acceso al bosque de la Reserva (Público, 3 de enero
de 2001). Por su parte, el Consejo Nacional de Áreas Naturales Protegidas ha declarado 2001) que la
fragilidad del ecosistema de Manantlán hace necesario que se le proteja de la explotación irracional de los
propios habitantes de la Sierra (Mural, 10 de febrero de 2001).
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AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se basa en una investigación de campo y archivo realizada en el periodo
1999-2002, en el contexto del proyecto colectivo “Las políticas sociales hacia los
indígenas en México: actores, mediaciones y nichos de identidad”, bajo mi coordinación
y con el patrocinio de CIESAS, CONACYT y la Fundación Ford. Agradezco su valiosa
colaboración a mis colegas y alumnos, en particular a mis asistentes Alejandra Navarro,
Rocío Moreno, Carlota Rivera y Cristina Alfaro, y asimismo a mis generosos amigos
de la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas (UACI) de la Universidad de
Guadalajara, especialmente a Margarita Robertson, Jaime Hernández , César Delgado y
Samuel Salvador. Expreso también mi gratitud a mis informantes de Ayotitlán, cuyo
anonimato debo respetar, y a todas las personas que me recibieron en mis visitas a la
Sierra de Manantlán. Durante el proceso de producción del manuscrito (2007-2008) me
beneficié de los comentarios de mis colegas del Seminario “Rethinking histories of
resistance in Brazil and Mexico”; menciono en particular a Ilka Leite, Mariela Hita,
Sasha Schell, Luis Nicolau Parés y John Gledhill. Participar en este seminario ha sido
una gran experiencia: gracias a su promotor, John Gledhill, y a quienes con él
colaboraron para organizarlo: Sasha Schell, Claudia Nateri, Mariela Hita y
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