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El documento describe el misterio pascual en la vida de la Iglesia. Aunque Cristo ha vencido al mundo, la Iglesia aún vive en el mundo y sufre las tensiones entre la carne y el espíritu. El tiempo de la Iglesia entre la resurrección inicial y la final está marcado por la paciencia y la celebración de la eucaristía. La virginidad y la esperanza testimonian la presencia del misterio pascual en la Iglesia. La Iglesia encuentra equilibrio solo en Cristo, que alcanzó la identidad
El documento describe el misterio pascual en la vida de la Iglesia. Aunque Cristo ha vencido al mundo, la Iglesia aún vive en el mundo y sufre las tensiones entre la carne y el espíritu. El tiempo de la Iglesia entre la resurrección inicial y la final está marcado por la paciencia y la celebración de la eucaristía. La virginidad y la esperanza testimonian la presencia del misterio pascual en la Iglesia. La Iglesia encuentra equilibrio solo en Cristo, que alcanzó la identidad
El documento describe el misterio pascual en la vida de la Iglesia. Aunque Cristo ha vencido al mundo, la Iglesia aún vive en el mundo y sufre las tensiones entre la carne y el espíritu. El tiempo de la Iglesia entre la resurrección inicial y la final está marcado por la paciencia y la celebración de la eucaristía. La virginidad y la esperanza testimonian la presencia del misterio pascual en la Iglesia. La Iglesia encuentra equilibrio solo en Cristo, que alcanzó la identidad
Con el cumplimiento del misterio pascual la Iglesia ha adquirido una nueva
vida , un nuevo conocimiento , una nueva moral . Pero mientras que Cristo se ha convertido ya en vencedor del mundo y ha sometido a su dominio a todas las potencias, la Iglesia vive an inmersa en el mundo, siendo al mismo tiempo reino de Dios y signo e instrumento de ese reino. Aunque ella es el cuerpo del Cristo glorioso y vive del Espritu, gime an bajo el peso de una existencia mundana y en la fatiga de un camino en la fe, no iluminado completamente todava por la visin. En la Iglesia, comunidad redimida, siguen an las tensiones entre la carne y el pecado, por una parte, y el espritu y la gracia, por otra; y, aunque sus miembros no tienen ya que conformar su conducta con las exigencias de los elementos del mundo, de hecho permanecen bajo su tirana y su influencia malfica. Ms an, "desde que el Jess histrico venci y fue elevado a Seor del mundo, est el cristiano mucho ms implacablemente reclamado por la cruz histrica de Cristo, hecho jirones entre la posesin anticipada de la ciudadana celeste y la exigencia de iniciar lo que all est ya realizado, en un mundo esencialmente desprovisto de las condiciones para lograr tal realizacin y dotado de unos instintos de conservacin que le hacen ponerse a la defensiva contra la irrupcin del Reino escatolgico de Dios". El tiempo de la Iglesia, tiempo de la paciencia de Dios y del hombre, tiempo de la celebracin de la eucarista hasta que l venga, tiempo del ya y del todava no, est colocado entre la resurreccin inicial que la hace nacer a la historia y la resurreccin final que la hace nacer a la eternidad. Mientras no se afirme la caridad en la posesin eterna de la vida misma de Dios, habr un estado de vida, la virginidad, que atestiguar ante el mundo la presencia del misterio pascual en la Iglesia y la relativizacin de todas las situaciones humanas frente al poder del reino de los cielos. Y habr una virtud, la esperanza, que, partiendo de la posesin actual del Espritu, alimentar los deseos de liberacin y de redencin total de la humanidad. La Iglesia sufre la falta de plenitud de su resurreccin en Cristo cuando soporta la persecucin de sus miembros, incomprendidos en su fe y pisoteados en su dignidad de personas humanas, cuando se ve sometida a la debilidad y a la incoherencia en su testimonio de comunidad de salvacin y de amor, cuando sufre la tentacin de un poder ambiguo y se olvida de servir a Dios crucificado. Esta Iglesia, que en su dimensin histrica lleva los contrasignos de las dos condiciones antitticas de un destino celestial y de una realidad humana, encuentra el equilibrio entre el desnimo y el optimismo, entre el cansancio y el arrojo, entre el sufrimiento y el gozo solamente en Cristo, el nico que ha alcanzado la identidad de la cruz y de la resurreccin. La Iglesia se hace realmente lo que ella es cuando se expropia de su existencia y se sumerge en Cristo Jess: "Ninguno de vosotros vive para s, y ninguno
muere para si. Pues si vivimos, para el Seor vivimos; y si morimos, para el Seor morimos. As que, vivamos o muramos, somos del Seor. Porque por eso muri Cristo y resucit: para reinar sobre muertos y vivos".