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}. Cuerpos brutalizados y politica emasculada: El club de la lucha, consumismo y violencia masculina! Introduccién Si hoy por hoy es mis fécil imaginarse el fin dela tierra y de la natu- raleza que el fin del capitalismo, tal como argumentaba Fredric Jameson en The Seeds of Time, es debido en gran medida a los esfuerzos reitera- dos del capitalismo global y neoliberal. La jadeante ret6rica de la vieto- ria global dela racionalidad del libre mercado que vomitan los medios de ccomunicacién de masas, los intelectuales de derechas y los Gobiemnos fines, ha hallado su expresién material en un despliegue ofensivo con- tra los valores democriticos y la auténtica nocién de lo pablico. Dentro del discurso del neoliberalismo —que interpreta que obtener beneficios es laesencia de la democracia y proporciona bases para que un pequefio 1, Dos versiones de este ensayo aparecieron en JAC (en prensa) y New Art Exam ner, diciembre-enero de 2000-2001, pags. 32-37, 60 y 61 2. Fredric Jameson, The Seeds of Time, Nueva York, Columbia University Press, 1994, pg. xi. 282. RAZA Y CULTURA DE LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWOOD ‘grupo de intereses privados controle en la medida de lo posible la vida social con el fin de maximizar sus beneficios personales— las cuestiones relativas a la persistente pobreza, a la desigualdad de la asistencia sanita- ria, al apartheid racial en las Zonas urbanas més depauperadas, y as cre- cientes desigualdades entre los ricos y los pobres se han eliminado del in- -ventario del discurso piblico y de la politica social o se han integrado en Ios especticulos de talk show. Estos tltimos ponen de relieve aflicciones privadas que no guardan relacién ni con la vida piiblica ni con las poten ciales soluciones que requieren una accién colectiva. ‘A medida que las leyes del mercado se van convirtiendo en priorita- ras respecto de las leyes del Estado en su funcién de guardianas del bien ‘comin, el Gobierno ofrece cada vez menos ayuda en la mediacién de la interferencia entre el avance del capital y sus depredadotes intereses co- merciales. Tampoco redunda en bien de los intereses no comercializados 0 de las esferas ajenas al mercado que ctean las condiciones poltticas, ‘econémicas y sociales vitales para la ciudadania critica y la vida pablica democritica. Dentro del discurso del neoliberalismo que se ha apodera- do de Ia imaginacién piblica, no existe vocabulario con el que hablar de politica o de transformacién social. No existe una visi6n colectiva, ni ac- Cin social, que desafic el abrupto recorte de las plantillas, la continua li- quidacién de la seguridad laboral o la eliminacién de beneficios para las personas que trabajan a tiempo parcial. En el fragor de este ataque con- certado por las altas finanzas contra lo paiblico, el consumismo determi- nado por el mercado sigue movilizando deseos con el interés de producir identidades de mercado y relaciones de mercado. Esto tiltimo se erige, tal como afirmé Theodor Adomo, nada menos que en Ia «prohibicién del ppensamiento en sf mismo».? Es en este contexto de continuo asalto de la economia de libre mer- ceado y de cultura corporativa contra Io paiblico que convierte todo lo {que toca en objeto de consumo donde hay que considerar una pelicula ‘como El club de la lucha. Es evidente que El club de la lucha (Fight ‘Club, 1999), de David Fincher, ofrece una critica de la sociedad capita- lista mas reciente y de los infortunios que genera su interés obsesivo por los beneficios, el consumo y los valores comerciales que subrayan su er- hos determinado por el mercado. Sin embargo, El club de la lucha pare- ce menos interesada en atacar las amplias relaciones materiales de po- der y las estrategias de dominacién y explotacién que se asocian con el 3, Theodor W, Adora, Critica! Models, Nueva York, Columbia University Press, 1993, pig. 290. (CUERPOS BRUTALIZADOS ¥ POL ICA EMASCULADA [..] 283 capitalismo neoliberal que en rebelarse contra la cultura consumista que suspende los limites de una sociedad de hombres y erige a su vez una cexasperante nocién de identidad y de accién masculinas. Contrariamen- te al aluvién de criticas que Hlovieron sobre la pelicula y Ia celebraron ‘como una osada critica social,“ el equivalente cinematogréfico de revis- tas como Baffler 0 Adbusters 0 incluso de las protestas politicas en Se- attle, Washington, D. C., Windsor, Ontario, Ginebra y Praga contra los, agentes del capitalismo intemacional tales como el Banco Mundial, la Organizacién Intemacional del Trabajo y el Fondo Monetario Intemna- ional, lo cierto es que El club de la lucha no tiene nada que decir acer- ca de la violencia estructural del paro, de la inseguridad laboral, de los recortes del gasto piblico y de la destruccién de instituciones capaces de defender las provisiones sociales y el bien paiblico. Por el contrario, El club de la lucha define la violencia del capitalismo casi exclusiva- ‘mente en términos de un ataque contra las nociones tradicionales (por no decir retr6gradas) de 1a masculinidad, y con ello reinscribe la hete- rosexualidad blanca dentro de una légica dominante de brutalidad esti- lizada y de vinculo entre hombres que parece predicado en la necesidad de denigrar y emprender una guerra contra todo lo que es femenino. En este ejemplo, la. crisis del capitalismo queda reducida a la crisis de la masculinidad, y la naturaleza de tal crisis radica menos en las condicio- nes econémicas, politicas y sociales del capitalismo en sf que en el auge de Ia cultura del consumo en la que los hombres son supuestamente do- ‘mesticados, se les convierte en pasivos, blandos y emasculados. El club de la lucha, junto con peliculas tales como Pulp Fiction, Ro- gue Trader (1999), American Psycho (American Psycho, 2000) y El informador (Boiler Room, 2000), inaugura un nuevo subgénero de peli- cula de culto que combina una fascinacién por el especticulo de la violen- cia, ilustrado a partir de manidas narrativas acerca de la crisis de mascu- Iinidad, junto con el gesto superficial hacia la critica social que pretende burlarse de las peliculas serias independientes y de arte y ensayo.’ Aun- 4. Véanse, por ejemplo, Janet Maslin, «Such a Very Long Way from Duvets to Danger», The New York Times, 15 de octubre de 1999, pég. B14; Amy Taubin, «So Good it Hurs», Sight and Sound, noviembre de 1999, ig. 16; Gary Crowdus, «Getting Exereised Over Fight Clubs, Cineaste, 25.4, 2000, pigs. 46-48, 5. El género se fue incrementando con una serie de peliculas, la primera dela cu les fue Reservoir Dogs, de Quentin Tarantino. James Wolcott ha llamado scuze nese nero, «que toma su nombre de la persuasva, descarada, malhablada acid de sus per- sonajes marginales, de sus situaciones y de Ia amésfera, todo cuanto ha convergido en el derrumbe dela cvilizacién». Véase James Wolcott, «Live Past, Die Young, and Lee- 284 RAZA Y CULTURA DB LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWOOD, que aparentemente abordan importantes cuestiones sociales, dichas pelt- culas acaban reproduciendo los mismos problemas que intentan abordar, En lugar de arrojar una luz critica sobre los problemas sociales, es0s fil- mes suelen trivializarlos en clave de una estética estilizada que revelan tuna ironfa, un cinismo y una violencia excesivas. La violencia, en estas, peliculas, queda reducida a una serie de actos de una brutalidad y una patologia absurdas y a la indiferencia respecto del sufrimiento humano, Reproduciendo representaciones de Ia violencia tan trilladas («absur- das», «casuales») concluyen donde deberia iniciarse un comentario poli- tico, Ademés, estoy menos interesado en una lectura moralizante de la politica implicita en la pelicula de Fincher que en su lectura en cuanto forma de pedagogia politica que ofrece una oportunidad de abordar y comprender su politica de la representacién como parte de un comenta- rio mas amplio acerca de la interseccién entre el consumismo, la mascu- linidad, la violencia, Ia politica y las relaciones de género. Es més, El club de la lucha es signiticativa tespecto del papel que desempefian las peliculas de Hollywood como maquinas educativas. Lejos del simple en- tretenimiento, esas peliculas funcionan como pedagogias ptiblicas al ar- ticular el conocimiento a sus efectos, ¢ intentan influir deliberadamente ‘en cémo y qué conocimiento ¢ identidades pueden producirse dentro de tun conjunto limitado de relaciones sociales. Asimismo, reconozco que dichos textos son «radicalmente indeterminados respecto de su significa- do, y cualquier lectura de un texto debe ser determinada por factores que no prescribe el texto en siv.° En su condicién de pedagogfas piblicas, textos como El club de la lucha pretenden superar el espacio que media entre los discursos priva~ dos y los paiblicos, a la vez. que introducen ideologéas particulares y va- lores que suenan en las conversaciones piiblicas relativas a cémo tna s0- ciedad se ve a sf misma y al mundo del poder, los acontecimientos y la politica. Contemplar una pelicula como El club de la lucha en términos mis especificos plantea la necesidad de abordar cémo offece nociones particulares de accién en las que a los hombres blancos de clase trabaja- dora y de clase media se les permite verse a si mismos como oprimidos ve a Big Stain», Vanity Fair, abil de 1998, pég. 148, Lainfatuacién que se ha dado en los sitios tiempos con et fema de la violencia, el cinismo, el oropel y los disparos en Tas cenas ha tenido su revisin cuando se le ha aiadido un cierto gesto de relevancia social, es decir, de ertca de la vida suburbana, de consumismo, et. 6, Eleanor Byme y Martin McQuillan, Deconstructing Disney, Londkes, Pluto Press, 1999, pags. 3 y 4 ‘CUERPOS BRUTALIZADOS Y POLITICA EMASCULADA [..] 285 y subordinados a esas esferas econémicas y sociales y a necesidades que ‘onstituyen el reino de lo femenino. Al abordar dichas cuestiones, quisiera analizar en primer lugar Ia es- ‘tructura narrativa de la pelicula, planteando en primer lugar su critica si- ‘multénea del consumismo y su celebracién de la masculinidad, Con ello, pretendo abordar criticamente la politica de la representacién que estruc- tura El club de la lucha —especialmente sus profundamente convencio- nales perspectivas de la violencia, las relaciones de géneros y la masculi- nidad— y c6mo dichas representaciones trabajan en conjuncién con una cultura del cinismo atrincherada. Finalmente, defenderé que ese cinismo, lejos de ser inocente, trabaja en colaboracién con discursos pablicos més, amplios que socavan la fe con que los individuos y los grupos se enfren- tan a la posibilidad de una politica disefiada para luchar contra el cre- ciente empuje de las fuerzas antidemocriticas y de los movimientos que amenazan el ya de por s{ debilitado tejido democrético. Obviamente, no estoy afirmando que las peliculas de Hollywood como El club de la lucha sean la causa de dichos problemas aunque es sintomético de una cultura simbélicae institucional més amplia del cinismo y de la violencia sin sen- tido que ejerce una poderosa influencia pedagégica en la configuracién del imaginario piblico. Al tratar El club de la lucha como un texto poli- tico y pedag6gico, mi objetivo es revelar sus premisas socialmente cons- truidas, desmistificar sus contradicciones y contradecir sus perspectivas reaccionarias. En parte, pretendo por un lado plantearme cuestiones acerca de Bl elub de la lucha que no ha abordado la critica de la prensa popular, y por el otro profundizar en cémo las pedagogias piblicas dominantes ‘nos impiden plantearnos dichas cuestiones en primer lugar. Adem, quie~ 10 protundizar en el rol que El club de la lucha y otros textos culturales pueden desempeftar en cuanto pedagogias piblicas que se pueden leer en contra de sf mismas, ¢s decir, cmo dichos textos pueden deconstruirse y reclaborarse teéricamente dentro de un conjunto més amplio de asocia- cciones y significados que pueden ser a la vez. desafiados y rearticulados con el fin de fortalecer, y no debilitar, la politica publica, lo que redunda- ria en la promesa de una transformacién democritica. En la aparente transformacidn de la violencia en entretenimiento, co- reograffa y efervescencia machista operada por el cine comercial, puede afirmarse que la realidad de la violencia ha sufrido un proceso de infanti- 286 RAZA 'Y CULTURA DE LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWOOD lizaci6n, Cabe no tomérselo en serio y ademés, sentir la necesidad de plantearse si existe un idioma en el que la violencia pueda considerarse ‘.'' Atormentado por el vacio de su cotidianidad y por el sufii- miento de su casi ininterrumpido insomnio, Jack acude a Ja consulta de tun médico a contarle que siente dolor. Su médico, un treintafero, se nie- ga a recetarle pastillas y le recomienda que si quiere ver lo que es el do- lor, visite a un grupo de pacientes supervivientes de céncer de testiculos. Jack no s6lo asiste a la reuni6n de autoayuda sino que, ademés, descubre que el grupo le offece una sensacién de comodidad y de comunidad y, en tuna especie de giro irénico, se engancha a los grupos de apoyo. En la pri- ‘mera reunién del Grupo de Hombres que Permanecen Juntos, Jack cono- ce a Bob (Meat Loaf Aday), un antiguo levantador de pesos que tiene ‘unos senos enormes (descritos como «tetas de puta») como consecuencia de un tratamiento hormonal. El grupo permite que Jack participe en una especie de vinculacién de hombres que le brinds la oportunidad de libe- rar sus emociones reprimidas y le proporciona una cura para st insom- nio. Bob se convierte en un simbolo nada sutil en la pelicula que encar- nna c6mo Ia masculinidad sufre ala vez-un proceso de degradacién (tiene senos como una mujer) y es utilizado por una cultura que descansa sobre las cualidades «femeninas» del apoyo y la empatfa en lugar de sobre los atributos masculinos de la fuerza y la virilidad para unir a los hombres. Cuando Bob abraza a Jack y Ie dice «Ahora puedes llorar», El club de la lucha hace algo més que burlarse de las terapias new age para hombres; también satiriza y condena el «lloriqueante> proceso de feminizaci6n ‘que dichas terapias sancionan y provocan. ‘Al cabo de un tiempo, Jack conoce a Marla (Helena Bonham-Carter), una chica desinbibida y provocativa que fuma demasiado y que también 11, Tom Peters atade un nuevo gir aplicando la liga det mercado al vida daria al argumentar que todo el mundo deberia definisea si mismo como un producto, un bien ‘vendible. Mids concretamente, el seflor Peters sostiene que todo el mundo debe llegar a verse a trtarse como una marca comercial. Segin Peters, el modo més seguro de triun- {aren a vida es ponerse uno ala venta como un producto de marca. O,en palabras del se- for Peters: «Es asf de sencilo. Eres una marca comercial y td mismo te ocupas de ella. [No existe una via nica al éxito. Asi como tampoco existe una tnica manera de crear una ‘marca comercial llamada Ti, Salvo una cosa: empieza hoy. Pues si no..r. Tom Peters, «The Brand Called You», Fast Company, agosto-septiembre de 1997, pg. 94 (CUBRPOS BRUTALIZADOS Y POLITICA EMASCULADA [.. 289, acude a las sesiones del mismo grupo de terapia de Jack. Jack considera ‘que Marla es adicta tnicamente al especticulo de las reuniones, Marla le recuerda su propia falsedad y lo angustia tanto que vuelve a sufrir in- somnio y siente que su refugio se deshace en pedazos. Jack es incapaz de hallar la tiberacién emocional que busca con otra farsante en la misma sesi6n. En la voz en off, Jack afirma que, «si tuviera un tumor, lo llama- ria Marla», Una vez. mds, la reprimida masculinidad blanca entra en cri- sis a partir de la irrupeién de la versién ultraconservadora de la femini- dad postsesentista, que significa la antitesis de la seguridad doméstica, la ‘comodidad y Ia pasividad sexual y que sélo ofrece a cambio la neurosis, y la culpabilidad. Empezamos a entender el comentario de Jack al prin- Cipio de la pelicula, cuando se quita la pistola de la boca y dice: «Marla esté en el origen de todo esto». Coincidiendo con esa pérdida, Jack conoce a Tyler Durden (Brad Pitt) en un avid. Tyler es la antitesis de Jack, es un engretdo y descara- do vendedor de jabSn, camarero a tiempo parcial y proyeccionista de pe- Iiculas, y lo acompafia una vaharada de anarquismo que se desprende de su manera de hablar, de su ropa y de su lenguaje corporal. Si Jack es un ‘modelo de ta conformidad envasada y de la superficialidad yuppie, Tyler 6 un rebelde carismético y desenfrenado que, en calidad de proyeccio- nista de peliculas a tiempo parcial, canaliza su ataque contra los valores familiares intercalando algunos fotogramas de peliculas pornogrificas entre el metraje de las peliculas infantiles, o cuando trabaja como cama- rero de banquefes en un hotel de lujo, orindndose en la sopa que va a ser- vira los clientes yuppies que pagan un precio muy elevado por ella. Tyler también afirma creativamente lo poco que le gustan las mujeres fabrican- do carisimos jabones con grasa humana extraida en las iposucciones y di- ciéndote muy orgulloso a Fack que les esta «vendiendo a las damas ricas Ja grasa de sus propios culos a 29 délares la pastilla». Jack se queda pren- ."* En definitiva, El club de la lucha descarta la eleccién como una ."* Lo que cambia EI club de la lucha es el contexto que permite que los hombres se ataquen entre sf, pero el mundo exterior sigue siendo el mismo, intacto en la ce- lebracién de Ia hipermasculinidad y la violencia que proporciona la vni- ca base para la solidaridad.” Lactitica al consumismo de EI club de la lucha adolece de un niime- rode ausencias que deben ser sefialadas. En primer lugar, la pelicula des- cribe el capitalismo y la ideologia del consumismo como algo suturado, impenetrable y totalizante, y ofrece pocas posibilidades, si es que ofrece alguna, a la resistencia o la lucha, excepto para algunos particularmente heroicos. No hay indicios de cémo la gente media criticamente el poder del capitalismo y la l6gica del consumismo, lo vuelve en su contra y, con ello, ofrece posibilidades cotidianas para la resistencia, la supervivencia y los conflictos democraticos.”” Tampoco existe espacio dentro de El ‘club de la lucha para apropiaciones de las que se puedan derivar com- promiisos eriticos, conceptos politicos y formas progresistas de cambio social. Es més, para David Fincher, el consumismo s6lo puede funcionar dentro de la economia libidinosa de la represién, especialmente en la me- dda en que rearticula el cuerpo del hombre alejado de las experiencias viscerales del pénico, ta coercién y la violencia, a partir de conceptos és «feminizados» de empatfa, compasién y confianza. Por ello, la mas- culinidad se define por oposicién tanto a la feminidad como al eonsu- ‘mismo, a la vez que rechaza las vias crticas o dialécticas. Bn segundo lugar, El club de la tucha funciona menos como una cri- tica del capitalismo que como defensa de un sentido de la masculinidad intensamente estereotipico y limitado que se considera relacionado con la inmediatez del placer sostenido mediante la violencia y el abuso. Una 18. Paul Giltoy, «"After the Love Has Gone": Bio-Politics and Ethepoetis in the Black Public Sphere», Public Cultre, 7.1, 1994, pg, 58, 19. Para un comentario interesante del modo en que las formas dominantes de la ‘masculinidad operan para reproducir nociones partioulares de racism, véase Robin D.G. Kelley, «Confessions of « Nice Negro, or Why IShaved My Head», en Don Bel- ton (comp), (Speack My Name): Black Men On Masculinity and the American Dream, Boston, Beacon Press, 1997, pigs. 15-28, 20, Para un interesante anliss de lo que puede lamarsedialéctica del consumismo, ‘véase Rober Miklisch, From Hegel to Madonna: Towards a General Economy of «Conmodity Ferishism», Albany, Nueva York, SUNY Press, 1998, (CUERPOS BRUTALIZADOS Y POLITICA EMASCULADA [.] 297 vez més, El club de la lucha se convierte en cémplice del mismo sistema de comercializacién que denuncia, dado que ambos descansan en un concepto de accién construido dentro de la inmediatez del placer, el cul- to ala hipercompetencia y el deseo, determinado por el mercado, de ga- nar y ejercer el poder sobre los dems. En tercer lugar, Bl club de la lu- cha resucita una idea de libertad relacionada con un mundo hobbesiano cen el que el cinismo sustituye a la esperanza, y Ia ideologfa de la «super- vvivencia de los més adaptados» se hace literal en forma de llamamiento ‘con toque de trompeta para la legitimacién de précticas deshumanizadas de violencia como fuente de placer y sociabitidad. Bl placer, en este con- texto, tiene menos que ver con la justicia, la igualdad y la libertad que con Ja hipermoda de la competencia mediada a través de ia fantasia de la vio- lencia. En términos més especificos, esta particular version del placer se prodica desde la legitimaci6n del vinculo entre opresién y misoginia, y la ‘masculinidad cobra su fuerza através de la celebraciGn, tanto de su bruta- lidad como de la denigracién de lo femenino. Asf, El club de la lucha pa- rece no comprender su propia articulacién con las verdaderas fuerzas del capitalismo que supuestamente esté atacando, un extremo de lo més evi- dente por su vinculacién con la violencia, la masculinidad, y el género. En otras palabras, la vision que offece El club de la lucha de la liberacion y la politica se basa en jerarquias sexistas y de género que se desprenden di- rectamente de la cultura del consumo que afirma estar criticando. Violencia y politica de la masculinidad A diferencia de determinadas peliculas de Hollywood en las que Ia violencia es, en buena medida, formulista y superficialmente visceral, pensada en primer lugar para conmocionar, excitar y celebrar lo sensa- cionalista, El club de la lucha utiliza la violencia tanto como forma de identificacién voyeuristica como en calidad de instrumento pedagégico. ese a que El club de la lucha ofrece un horripitante y despiadado es- pectéculo de brutalidad de pufios desnudos, de un gore espeluznante y estilstico, la violencia se convierte en algo mas que kitsch ritualizad también proporciona al pablico un contexto ideolégicamente determinado yun modo de articulacién para legitimar una visiGn particular de la mas- ‘ulinidad y de su relacién con importantes cuestiones relativas a la ac- cién moral y efvica, al género y a la politica. La violencia, en El club de Ja lucha, recibe el tratamiento de un deporte, un componente crucial que pemnite que los hombres conecten entre sf a través de la superacién del if 298 RAZA Y CULTURA DE LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWooD, ‘miedo, el dolor y el cansancio revelando 2 la ver las ilusiones de una cul- ‘ura paramilitar. Por ejemplo, en una vivida escena, Tyler inicia a Jack en Jas mis alias cotas de sadismo de intensidad homoerética vertiendo un li- quido corrosivo sobre su mano y contemplando cémo le salen ampollas y heridas en la piel. La violencia, en este ejemplo, sefiala su crucial fun- Ci6n tanto afirmando la «ferocidad> natural en el hombre como propor- ciondndoles una experiencia conereta que les permite conectar a deter- minado nivel primario, Por més grotesco que pueda parecer ese acto, Fincher no Io aborda —ni en ese caso ni en representaciones similares en la pelicula— como expresién de patologia.” Por el contrario, esta absur- da brutalidad pasa a ser crucial para una forma de uni6n entre hombres, ser glorificada por sus propiedades catérticas e higienizantes.”? Maxi ‘mizando los placeres de los cuerpos, el dolor y la violencia, El club de la lucha se aproxima peligrosamente a una lectura glamourosa y fascista de la Violencia.® En muchos sentidos, EI club de la lucha remeda la milita- rizacién y masculinizacién de la esfera pablica propia del fascismo, con su exultacién de la violencia