}. Cuerpos brutalizados y politica emasculada:
El club de la lucha, consumismo y violencia
masculina!
Introduccién
Si hoy por hoy es mis fécil imaginarse el fin dela tierra y de la natu-
raleza que el fin del capitalismo, tal como argumentaba Fredric Jameson
en The Seeds of Time, es debido en gran medida a los esfuerzos reitera-
dos del capitalismo global y neoliberal. La jadeante ret6rica de la vieto-
ria global dela racionalidad del libre mercado que vomitan los medios de
ccomunicacién de masas, los intelectuales de derechas y los Gobiemnos
fines, ha hallado su expresién material en un despliegue ofensivo con-
tra los valores democriticos y la auténtica nocién de lo pablico. Dentro
del discurso del neoliberalismo —que interpreta que obtener beneficios
es laesencia de la democracia y proporciona bases para que un pequefio
1, Dos versiones de este ensayo aparecieron en JAC (en prensa) y New Art Exam
ner, diciembre-enero de 2000-2001, pags. 32-37, 60 y 61
2. Fredric Jameson, The Seeds of Time, Nueva York, Columbia University Press,
1994, pg. xi.282. RAZA Y CULTURA DE LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWOOD
‘grupo de intereses privados controle en la medida de lo posible la vida
social con el fin de maximizar sus beneficios personales— las cuestiones
relativas a la persistente pobreza, a la desigualdad de la asistencia sanita-
ria, al apartheid racial en las Zonas urbanas més depauperadas, y as cre-
cientes desigualdades entre los ricos y los pobres se han eliminado del in-
-ventario del discurso piblico y de la politica social o se han integrado en
Ios especticulos de talk show. Estos tltimos ponen de relieve aflicciones
privadas que no guardan relacién ni con la vida piiblica ni con las poten
ciales soluciones que requieren una accién colectiva.
‘A medida que las leyes del mercado se van convirtiendo en priorita-
ras respecto de las leyes del Estado en su funcién de guardianas del bien
‘comin, el Gobierno ofrece cada vez menos ayuda en la mediacién de la
interferencia entre el avance del capital y sus depredadotes intereses co-
merciales. Tampoco redunda en bien de los intereses no comercializados
0 de las esferas ajenas al mercado que ctean las condiciones poltticas,
‘econémicas y sociales vitales para la ciudadania critica y la vida pablica
democritica. Dentro del discurso del neoliberalismo que se ha apodera-
do de Ia imaginacién piblica, no existe vocabulario con el que hablar de
politica o de transformacién social. No existe una visi6n colectiva, ni ac-
Cin social, que desafic el abrupto recorte de las plantillas, la continua li-
quidacién de la seguridad laboral o la eliminacién de beneficios para las
personas que trabajan a tiempo parcial. En el fragor de este ataque con-
certado por las altas finanzas contra lo paiblico, el consumismo determi-
nado por el mercado sigue movilizando deseos con el interés de producir
identidades de mercado y relaciones de mercado. Esto tiltimo se erige, tal
como afirmé Theodor Adomo, nada menos que en Ia «prohibicién del
ppensamiento en sf mismo».?
Es en este contexto de continuo asalto de la economia de libre mer-
ceado y de cultura corporativa contra Io paiblico que convierte todo lo
{que toca en objeto de consumo donde hay que considerar una pelicula
‘como El club de la lucha. Es evidente que El club de la lucha (Fight
‘Club, 1999), de David Fincher, ofrece una critica de la sociedad capita-
lista mas reciente y de los infortunios que genera su interés obsesivo por
los beneficios, el consumo y los valores comerciales que subrayan su er-
hos determinado por el mercado. Sin embargo, El club de la lucha pare-
ce menos interesada en atacar las amplias relaciones materiales de po-
der y las estrategias de dominacién y explotacién que se asocian con el
3, Theodor W, Adora, Critica! Models, Nueva York, Columbia University Press,
1993, pig. 290.
(CUERPOS BRUTALIZADOS ¥ POL
ICA EMASCULADA [..] 283
capitalismo neoliberal que en rebelarse contra la cultura consumista que
suspende los limites de una sociedad de hombres y erige a su vez una
cexasperante nocién de identidad y de accién masculinas. Contrariamen-
te al aluvién de criticas que Hlovieron sobre la pelicula y Ia celebraron
‘como una osada critica social,“ el equivalente cinematogréfico de revis-
tas como Baffler 0 Adbusters 0 incluso de las protestas politicas en Se-
attle, Washington, D. C., Windsor, Ontario, Ginebra y Praga contra los,
agentes del capitalismo intemacional tales como el Banco Mundial, la
Organizacién Intemacional del Trabajo y el Fondo Monetario Intemna-
ional, lo cierto es que El club de la lucha no tiene nada que decir acer-
ca de la violencia estructural del paro, de la inseguridad laboral, de los
recortes del gasto piblico y de la destruccién de instituciones capaces
de defender las provisiones sociales y el bien paiblico. Por el contrario,
El club de la lucha define la violencia del capitalismo casi exclusiva-
‘mente en términos de un ataque contra las nociones tradicionales (por
no decir retr6gradas) de 1a masculinidad, y con ello reinscribe la hete-
rosexualidad blanca dentro de una légica dominante de brutalidad esti-
lizada y de vinculo entre hombres que parece predicado en la necesidad
de denigrar y emprender una guerra contra todo lo que es femenino. En
este ejemplo, la. crisis del capitalismo queda reducida a la crisis de la
masculinidad, y la naturaleza de tal crisis radica menos en las condicio-
nes econémicas, politicas y sociales del capitalismo en sf que en el auge
de Ia cultura del consumo en la que los hombres son supuestamente do-
‘mesticados, se les convierte en pasivos, blandos y emasculados.
El club de la lucha, junto con peliculas tales como Pulp Fiction, Ro-
gue Trader (1999), American Psycho (American Psycho, 2000) y El
informador (Boiler Room, 2000), inaugura un nuevo subgénero de peli-
cula de culto que combina una fascinacién por el especticulo de la violen-
cia, ilustrado a partir de manidas narrativas acerca de la crisis de mascu-
Iinidad, junto con el gesto superficial hacia la critica social que pretende
burlarse de las peliculas serias independientes y de arte y ensayo.’ Aun-
4. Véanse, por ejemplo, Janet Maslin, «Such a Very Long Way from Duvets to
Danger», The New York Times, 15 de octubre de 1999, pég. B14; Amy Taubin, «So
Good it Hurs», Sight and Sound, noviembre de 1999, ig. 16; Gary Crowdus, «Getting
Exereised Over Fight Clubs, Cineaste, 25.4, 2000, pigs. 46-48,
5. El género se fue incrementando con una serie de peliculas, la primera dela cu
les fue Reservoir Dogs, de Quentin Tarantino. James Wolcott ha llamado scuze nese
nero, «que toma su nombre de la persuasva, descarada, malhablada acid de sus per-
sonajes marginales, de sus situaciones y de Ia amésfera, todo cuanto ha convergido en
el derrumbe dela cvilizacién». Véase James Wolcott, «Live Past, Die Young, and Lee-284 RAZA Y CULTURA DB LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWOOD,
que aparentemente abordan importantes cuestiones sociales, dichas pelt-
culas acaban reproduciendo los mismos problemas que intentan abordar,
En lugar de arrojar una luz critica sobre los problemas sociales, es0s fil-
mes suelen trivializarlos en clave de una estética estilizada que revelan
tuna ironfa, un cinismo y una violencia excesivas. La violencia, en estas,
peliculas, queda reducida a una serie de actos de una brutalidad y una
patologia absurdas y a la indiferencia respecto del sufrimiento humano,
Reproduciendo representaciones de Ia violencia tan trilladas («absur-
das», «casuales») concluyen donde deberia iniciarse un comentario poli-
tico, Ademés, estoy menos interesado en una lectura moralizante de la
politica implicita en la pelicula de Fincher que en su lectura en cuanto
forma de pedagogia politica que ofrece una oportunidad de abordar y
comprender su politica de la representacién como parte de un comenta-
rio mas amplio acerca de la interseccién entre el consumismo, la mascu-
linidad, la violencia, Ia politica y las relaciones de género. Es més, El
club de la lucha es signiticativa tespecto del papel que desempefian las
peliculas de Hollywood como maquinas educativas. Lejos del simple en-
tretenimiento, esas peliculas funcionan como pedagogias ptiblicas al ar-
ticular el conocimiento a sus efectos, ¢ intentan influir deliberadamente
‘en cémo y qué conocimiento ¢ identidades pueden producirse dentro de
tun conjunto limitado de relaciones sociales. Asimismo, reconozco que
dichos textos son «radicalmente indeterminados respecto de su significa-
do, y cualquier lectura de un texto debe ser determinada por factores que
no prescribe el texto en siv.°
En su condicién de pedagogfas piblicas, textos como El club de la
lucha pretenden superar el espacio que media entre los discursos priva~
dos y los paiblicos, a la vez. que introducen ideologéas particulares y va-
lores que suenan en las conversaciones piiblicas relativas a cémo tna s0-
ciedad se ve a sf misma y al mundo del poder, los acontecimientos y la
politica. Contemplar una pelicula como El club de la lucha en términos
mis especificos plantea la necesidad de abordar cémo offece nociones
particulares de accién en las que a los hombres blancos de clase trabaja-
dora y de clase media se les permite verse a si mismos como oprimidos
ve a Big Stain», Vanity Fair, abil de 1998, pég. 148, Lainfatuacién que se ha dado en
los sitios tiempos con et fema de la violencia, el cinismo, el oropel y los disparos
en Tas cenas ha tenido su revisin cuando se le ha aiadido un cierto gesto de relevancia
social, es decir, de ertca de la vida suburbana, de consumismo, et.
6, Eleanor Byme y Martin McQuillan, Deconstructing Disney, Londkes, Pluto
Press, 1999, pags. 3 y 4
‘CUERPOS BRUTALIZADOS Y POLITICA EMASCULADA [..] 285
y subordinados a esas esferas econémicas y sociales y a necesidades que
‘onstituyen el reino de lo femenino.
Al abordar dichas cuestiones, quisiera analizar en primer lugar Ia es-
‘tructura narrativa de la pelicula, planteando en primer lugar su critica si-
‘multénea del consumismo y su celebracién de la masculinidad, Con ello,
pretendo abordar criticamente la politica de la representacién que estruc-
tura El club de la lucha —especialmente sus profundamente convencio-
nales perspectivas de la violencia, las relaciones de géneros y la masculi-
nidad— y c6mo dichas representaciones trabajan en conjuncién con una
cultura del cinismo atrincherada. Finalmente, defenderé que ese cinismo,
lejos de ser inocente, trabaja en colaboracién con discursos pablicos més,
amplios que socavan la fe con que los individuos y los grupos se enfren-
tan a la posibilidad de una politica disefiada para luchar contra el cre-
ciente empuje de las fuerzas antidemocriticas y de los movimientos que
amenazan el ya de por s{ debilitado tejido democrético. Obviamente, no
estoy afirmando que las peliculas de Hollywood como El club de la lucha
sean la causa de dichos problemas aunque es sintomético de una cultura
simbélicae institucional més amplia del cinismo y de la violencia sin sen-
tido que ejerce una poderosa influencia pedagégica en la configuracién
del imaginario piblico. Al tratar El club de la lucha como un texto poli-
tico y pedag6gico, mi objetivo es revelar sus premisas socialmente cons-
truidas, desmistificar sus contradicciones y contradecir sus perspectivas
reaccionarias. En parte, pretendo por un lado plantearme cuestiones acerca
de Bl elub de la lucha que no ha abordado la critica de la prensa popular,
y por el otro profundizar en cémo las pedagogias piblicas dominantes
‘nos impiden plantearnos dichas cuestiones en primer lugar. Adem, quie~
10 protundizar en el rol que El club de la lucha y otros textos culturales
pueden desempeftar en cuanto pedagogias piblicas que se pueden leer en
contra de sf mismas, ¢s decir, cmo dichos textos pueden deconstruirse y
reclaborarse teéricamente dentro de un conjunto més amplio de asocia-
cciones y significados que pueden ser a la vez. desafiados y rearticulados
con el fin de fortalecer, y no debilitar, la politica publica, lo que redunda-
ria en la promesa de una transformacién democritica.
En la aparente transformacidn de la violencia en entretenimiento, co-
reograffa y efervescencia machista operada por el cine comercial, puede
afirmarse que la realidad de la violencia ha sufrido un proceso de infanti-286 RAZA 'Y CULTURA DE LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWOOD
lizaci6n, Cabe no tomérselo en serio y ademés, sentir la necesidad de
plantearse si existe un idioma en el que la violencia pueda considerarse
‘.'' Atormentado por el vacio de su cotidianidad y por el sufii-
miento de su casi ininterrumpido insomnio, Jack acude a Ja consulta de
tun médico a contarle que siente dolor. Su médico, un treintafero, se nie-
ga a recetarle pastillas y le recomienda que si quiere ver lo que es el do-
lor, visite a un grupo de pacientes supervivientes de céncer de testiculos.
Jack no s6lo asiste a la reuni6n de autoayuda sino que, ademés, descubre
que el grupo le offece una sensacién de comodidad y de comunidad y, en
tuna especie de giro irénico, se engancha a los grupos de apoyo. En la pri-
‘mera reunién del Grupo de Hombres que Permanecen Juntos, Jack cono-
ce a Bob (Meat Loaf Aday), un antiguo levantador de pesos que tiene
‘unos senos enormes (descritos como «tetas de puta») como consecuencia
de un tratamiento hormonal. El grupo permite que Jack participe en una
especie de vinculacién de hombres que le brinds la oportunidad de libe-
rar sus emociones reprimidas y le proporciona una cura para st insom-
nio. Bob se convierte en un simbolo nada sutil en la pelicula que encar-
nna c6mo Ia masculinidad sufre ala vez-un proceso de degradacién (tiene
senos como una mujer) y es utilizado por una cultura que descansa sobre
las cualidades «femeninas» del apoyo y la empatfa en lugar de sobre los
atributos masculinos de la fuerza y la virilidad para unir a los hombres.
Cuando Bob abraza a Jack y Ie dice «Ahora puedes llorar», El club de la
lucha hace algo més que burlarse de las terapias new age para hombres;
también satiriza y condena el «lloriqueante> proceso de feminizaci6n
‘que dichas terapias sancionan y provocan.
‘Al cabo de un tiempo, Jack conoce a Marla (Helena Bonham-Carter),
una chica desinbibida y provocativa que fuma demasiado y que también
11, Tom Peters atade un nuevo gir aplicando la liga det mercado al vida daria
al argumentar que todo el mundo deberia definisea si mismo como un producto, un bien
‘vendible. Mids concretamente, el seflor Peters sostiene que todo el mundo debe llegar a
verse a trtarse como una marca comercial. Segin Peters, el modo més seguro de triun-
{aren a vida es ponerse uno ala venta como un producto de marca. O,en palabras del se-
for Peters: «Es asf de sencilo. Eres una marca comercial y td mismo te ocupas de ella.
[No existe una via nica al éxito. Asi como tampoco existe una tnica manera de crear una
‘marca comercial llamada Ti, Salvo una cosa: empieza hoy. Pues si no..r. Tom Peters,
«The Brand Called You», Fast Company, agosto-septiembre de 1997, pg. 94
(CUBRPOS BRUTALIZADOS Y POLITICA EMASCULADA [.. 289,
acude a las sesiones del mismo grupo de terapia de Jack. Jack considera
‘que Marla es adicta tnicamente al especticulo de las reuniones, Marla le
recuerda su propia falsedad y lo angustia tanto que vuelve a sufrir in-
somnio y siente que su refugio se deshace en pedazos. Jack es incapaz de
hallar la tiberacién emocional que busca con otra farsante en la misma
sesi6n. En la voz en off, Jack afirma que, «si tuviera un tumor, lo llama-
ria Marla», Una vez. mds, la reprimida masculinidad blanca entra en cri-
sis a partir de la irrupeién de la versién ultraconservadora de la femini-
dad postsesentista, que significa la antitesis de la seguridad doméstica, la
‘comodidad y Ia pasividad sexual y que sélo ofrece a cambio la neurosis,
y la culpabilidad. Empezamos a entender el comentario de Jack al prin-
Cipio de la pelicula, cuando se quita la pistola de la boca y dice: «Marla
esté en el origen de todo esto».
Coincidiendo con esa pérdida, Jack conoce a Tyler Durden (Brad
Pitt) en un avid. Tyler es la antitesis de Jack, es un engretdo y descara-
do vendedor de jabSn, camarero a tiempo parcial y proyeccionista de pe-
Iiculas, y lo acompafia una vaharada de anarquismo que se desprende de
su manera de hablar, de su ropa y de su lenguaje corporal. Si Jack es un
‘modelo de ta conformidad envasada y de la superficialidad yuppie, Tyler
6 un rebelde carismético y desenfrenado que, en calidad de proyeccio-
nista de peliculas a tiempo parcial, canaliza su ataque contra los valores
familiares intercalando algunos fotogramas de peliculas pornogrificas
entre el metraje de las peliculas infantiles, o cuando trabaja como cama-
rero de banquefes en un hotel de lujo, orindndose en la sopa que va a ser-
vira los clientes yuppies que pagan un precio muy elevado por ella. Tyler
también afirma creativamente lo poco que le gustan las mujeres fabrican-
do carisimos jabones con grasa humana extraida en las iposucciones y di-
ciéndote muy orgulloso a Fack que les esta «vendiendo a las damas ricas
Ja grasa de sus propios culos a 29 délares la pastilla». Jack se queda pren-
."* En definitiva, El club de la lucha
descarta la eleccién como una ."* Lo que cambia EI
club de la lucha es el contexto que permite que los hombres se ataquen
entre sf, pero el mundo exterior sigue siendo el mismo, intacto en la ce-
lebracién de Ia hipermasculinidad y la violencia que proporciona la vni-
ca base para la solidaridad.”
Lactitica al consumismo de EI club de la lucha adolece de un niime-
rode ausencias que deben ser sefialadas. En primer lugar, la pelicula des-
cribe el capitalismo y la ideologia del consumismo como algo suturado,
impenetrable y totalizante, y ofrece pocas posibilidades, si es que ofrece
alguna, a la resistencia o la lucha, excepto para algunos particularmente
heroicos. No hay indicios de cémo la gente media criticamente el poder
del capitalismo y la l6gica del consumismo, lo vuelve en su contra y, con
ello, ofrece posibilidades cotidianas para la resistencia, la supervivencia
y los conflictos democraticos.”” Tampoco existe espacio dentro de El
‘club de la lucha para apropiaciones de las que se puedan derivar com-
promiisos eriticos, conceptos politicos y formas progresistas de cambio
social. Es més, para David Fincher, el consumismo s6lo puede funcionar
dentro de la economia libidinosa de la represién, especialmente en la me-
dda en que rearticula el cuerpo del hombre alejado de las experiencias
viscerales del pénico, ta coercién y la violencia, a partir de conceptos
és «feminizados» de empatfa, compasién y confianza. Por ello, la mas-
culinidad se define por oposicién tanto a la feminidad como al eonsu-
‘mismo, a la vez que rechaza las vias crticas o dialécticas.
Bn segundo lugar, El club de la tucha funciona menos como una cri-
tica del capitalismo que como defensa de un sentido de la masculinidad
intensamente estereotipico y limitado que se considera relacionado con
la inmediatez del placer sostenido mediante la violencia y el abuso. Una
18. Paul Giltoy, «"After the Love Has Gone": Bio-Politics and Ethepoetis in the
Black Public Sphere», Public Cultre, 7.1, 1994, pg, 58,
19. Para un comentario interesante del modo en que las formas dominantes de la
‘masculinidad operan para reproducir nociones partioulares de racism, véase Robin
D.G. Kelley, «Confessions of « Nice Negro, or Why IShaved My Head», en Don Bel-
ton (comp), (Speack My Name): Black Men On Masculinity and the American Dream,
Boston, Beacon Press, 1997, pigs. 15-28,
20, Para un interesante anliss de lo que puede lamarsedialéctica del consumismo,
‘véase Rober Miklisch, From Hegel to Madonna: Towards a General Economy of
«Conmodity Ferishism», Albany, Nueva York, SUNY Press, 1998,
(CUERPOS BRUTALIZADOS Y POLITICA EMASCULADA [.] 297
vez més, El club de la lucha se convierte en cémplice del mismo sistema
de comercializacién que denuncia, dado que ambos descansan en un
concepto de accién construido dentro de la inmediatez del placer, el cul-
to ala hipercompetencia y el deseo, determinado por el mercado, de ga-
nar y ejercer el poder sobre los dems. En tercer lugar, Bl club de la lu-
cha resucita una idea de libertad relacionada con un mundo hobbesiano
cen el que el cinismo sustituye a la esperanza, y Ia ideologfa de la «super-
vvivencia de los més adaptados» se hace literal en forma de llamamiento
‘con toque de trompeta para la legitimacién de précticas deshumanizadas
de violencia como fuente de placer y sociabitidad. Bl placer, en este con-
texto, tiene menos que ver con la justicia, la igualdad y la libertad que con
Ja hipermoda de la competencia mediada a través de ia fantasia de la vio-
lencia. En términos més especificos, esta particular version del placer se
prodica desde la legitimaci6n del vinculo entre opresién y misoginia, y la
‘masculinidad cobra su fuerza através de la celebraciGn, tanto de su bruta-
lidad como de la denigracién de lo femenino. Asf, El club de la lucha pa-
rece no comprender su propia articulacién con las verdaderas fuerzas del
capitalismo que supuestamente esté atacando, un extremo de lo més evi-
dente por su vinculacién con la violencia, la masculinidad, y el género. En
otras palabras, la vision que offece El club de la lucha de la liberacion y
la politica se basa en jerarquias sexistas y de género que se desprenden di-
rectamente de la cultura del consumo que afirma estar criticando.
Violencia y politica de la masculinidad
A diferencia de determinadas peliculas de Hollywood en las que Ia
violencia es, en buena medida, formulista y superficialmente visceral,
pensada en primer lugar para conmocionar, excitar y celebrar lo sensa-
cionalista, El club de la lucha utiliza la violencia tanto como forma de
identificacién voyeuristica como en calidad de instrumento pedagégico.
ese a que El club de la lucha ofrece un horripitante y despiadado es-
pectéculo de brutalidad de pufios desnudos, de un gore espeluznante y
estilstico, la violencia se convierte en algo mas que kitsch ritualizad
también proporciona al pablico un contexto ideolégicamente determinado
yun modo de articulacién para legitimar una visiGn particular de la mas-
‘ulinidad y de su relacién con importantes cuestiones relativas a la ac-
cién moral y efvica, al género y a la politica. La violencia, en El club de
Ja lucha, recibe el tratamiento de un deporte, un componente crucial que
pemnite que los hombres conecten entre sf a través de la superacién delif
298 RAZA Y CULTURA DE LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWooD,
‘miedo, el dolor y el cansancio revelando 2 la ver las ilusiones de una cul-
‘ura paramilitar. Por ejemplo, en una vivida escena, Tyler inicia a Jack en
Jas mis alias cotas de sadismo de intensidad homoerética vertiendo un li-
quido corrosivo sobre su mano y contemplando cémo le salen ampollas
y heridas en la piel. La violencia, en este ejemplo, sefiala su crucial fun-
Ci6n tanto afirmando la «ferocidad> natural en el hombre como propor-
ciondndoles una experiencia conereta que les permite conectar a deter-
minado nivel primario, Por més grotesco que pueda parecer ese acto,
Fincher no Io aborda —ni en ese caso ni en representaciones similares en
la pelicula— como expresién de patologia.” Por el contrario, esta absur-
da brutalidad pasa a ser crucial para una forma de uni6n entre hombres,
ser glorificada por sus propiedades catérticas e higienizantes.”? Maxi
‘mizando los placeres de los cuerpos, el dolor y la violencia, El club de la
lucha se aproxima peligrosamente a una lectura glamourosa y fascista de
la Violencia.® En muchos sentidos, EI club de la lucha remeda la milita-
rizacién y masculinizacién de la esfera pablica propia del fascismo, con
su exultacién de la violencia .
CCUBRPOS BRUTALIZADOS Y POLITICA EMASCULADA [.-] 303
én el fomento de las condiciones ideol6gicas que justifican los malos
tratos a las mujeres y vinculan exclusivamente la masculinidad a las ex-
presiones de violencia, definiendo ta identidad masculina en contra de
todo lo que es femenino.
El club de la lucha como pedagogia er
No hay vinculo alguno entre epistemologia y moralidad: entre cémo
Hegamos a saber lo que sabemos (a través de distintos medios, incluidos
los electrénicos) y la vida moral que aspiramos a llevar. [..] Cuando se
‘nos muestran continuamente cosas terribles, acabamos por tomarlas
‘como dads, como naturales y no como catéstrofes que son producto de la
accién del hombre. Zygmunt Bauman ha dado en lamarlo «produccién
de Ia indiferencia moral».**
A pesar de que El club de la lucha generé un buen mimero de co-
mentarios criticos, pocos fueron los especialistas que abordaron la natu-
raleza mis6gina de la pelfcula o la mitologia del guerrero de los ochenta
con la que tantas similitudes ideol6gicas y polticas guarda.” En algunos
casos, eriticos renombrados como Janet Maslin, que escribe para el New
York Times, defendieron la pelfcula como un intento serio de examinar el
«atractivo de la violencia» en una «cultura deshumanizada y peligrosa-
‘mente reglamentada». Janet Maslin también tild6 de estiipidos a los cri-
ticos que vieron en la pelicula un «ataque frontal nibilista contra la so-
ciedad.™ Lo més curioso es que Twentieth Century Fox, el estudio que
produjo El club de la lucha, consideré que dicha critica, mas que estipi
da, resultaba peligrosa y procedié a retirar toda su publicidad de la pu-
blicacién sindical The Hollywood Reporter porque habia publicado dos
crfticas de la pelicula. Sin embargo, y pese a que ese proceder no es raro
en Hollywood, los claros intentos de los estudios de produccién impor-
tantes de silenciar las voces disidentes —debidos a que algunas revistas,
de critica se refirieron al uso complaciente del poder politico por parte de
las instituciones corporativas en la esfera cultural para clausurar las rela-
34. Geoffrey Hart
vera de 1994, pigs. 28,26,
35, Acerca del culto a la mitologfa del guerrero y su relaci6n con Ia violencia mas-
clin, véase la excepcional labor que a realizado al respecto James William Gibson,
Warrior Dreams, op. ct.
36, Janet Maslin, «Such a Very Long Way from Duvets to Danger», op. ci
«Public Memory and its Discontents, Raritan, 8.4, prima:304 RAZA Y CULTURA DE LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWOOD,
ciones democréticas, denigrar a las mujeres y celebrar la violencia esti-
pida— no suscitaron ningtin escéndalo publico. Ciertamente, la Twen-
tieth Century Fox tiene poco que temer de los criticos «progresistas» que
se sumaron casi undnimemente al elogio de la pelicula, Por ejemplo,
Amy Taubin, critica de Sight and Sound alabé el filme por «bromeat con
nuestros biorritmos» y por expresar algunas de las «ideas més propias
del zeitgeist acerca de la masculinidad>.” Al parecer, Taubin también se
sintié desconcertada con la nueva formulacién de la masculinidad de
Brat Pitt, afirmando que «Pitt jamés habia estado tan exquisito como con
Ja nariz rota y con la sangre derraméndose por su cuerpo herido».™ Su-
san Faludi, Newsweek, realiz6 la notable afirmacién en de que El club
de la lucha era una pelicula feminista.”
Al parecer, la conexién entre las premisas mis6ginas de El club de la
lucha y las similitudes que guarda con ciertas peliculas recientes de Ho-
lywood que ofrecen imagenes denigrantes de las mujeres ha pasado de
sapercibida a criticas como Maslin, Taubin y la experta en la reacci6n
airada feminista Faludi. Los hay peores. La pgina de la red Slate sostenia
que el veterano director de videos de rock Fincher habfa transformado el
cine con su novisimo estilo de montaje digital y que «lo més increfble de
El club de la lucha no es lo que dice sino eémo |...] Fincher te mete en la
cabeza del narrador y simula sus subidas de adrenalina> (la cursiva es
mia). Gary Crowdus, en Ia critica que publieé con motivo de la apari-
cin de El club de la Ticha en formato video, la elogiaba en cuanto «co-
media negra como boca de lobo: una exagerada, conscientemente insul-
tante sftira social, caracterizada por el exceso y Ia irrisién»."* Para
‘Crowdus, la violencia de esta pelicula no es mas que una expresin de co-
‘micidad y, para los criticos que no repararon en ello, cada escena de vio-
lencia «se limita a proporcionar un contexto cémico 0 dramético para
cada pelea, y cada uno de 1os asaltos funciona en términos de desarrollo
de los personajes 0 sefiala un punto de inflexién clave en el argumen-
to». De naturaleza en buena medida formalista, el elogio que Crowdus
hace de la pelfcula ignota por completo cémo puede considerarse en
‘cuanto forma de pedagogfa o de transcripcién pablicas. No hay reflexién
37. Amy Taubin, «So Good It Hurts», op. cit, pi. 16.
38. Ibi, pg. 17
39, Susan Falud, lt's Thelma and Louie” for Guys», Newsweek, 25 de octubre de
1999, pi. 89.
40. David Edelstein, Boys Do Bleed», www. Slate com, 15 de octubre de 1999, pg. 4
41. Crows, «Getting Exercised Over Fight Clubs, op. cit, pig. 46
42. Ibid, pag, 47,
r
‘CUERPOS BRUTALIZADOS ¥ POL{HICA EMASCULADA [..] 305
alguna acerca de cémo funciona EI club de fa lucha y a qué suena en su
negativa a romper con los c6digos dominantes en unas arenas més am-
plias y discursivas en las que la violencia, la masculinidad y el sexismo se
presentan como en los medios dominantes ideolégicamente de dere-
chas. Crowdus comete el error de tratar el texto como si fuera puramente
hhermético y por ello parece intcapaz. de abordarlo a través de un lenguaje
de la articulacién que planteee EI club de la lucha en un contexto de re~
presentaciones y politicas contemporéneas, especialmente en tomo a sus
relaciones cruzadas entre el género, la violencia y la masculinidad.
El éxito de critica con que se recibié El club de la lucha fue de la
‘mano con una serie continuada de entrevistas a sus estrellas, Edward Nor-
ton, Brad Pitty Helena Bonham-Carter, asf como al director de la pelicu-
1a, David Fincher, que se publicaron en piginas preferentes." Norton, por
ejemplo, defendié que la pelicula trataba de unos muchachos que tenfan
problemas de definicién de su virilidad y que no tenfa mucho que ver con
las peleas: «fl club de Ja lucha no va de luchas; es una manifestacién del
deseo de despojarse de todo y redescubrirse uno mismo». Norton llega
al extremo de afirmar que El club de la lucha es, en realidad, una come-
dia similar al clésico El graduado (The Graduate, 1967)
Uno de los comentarios mas increfbles, aunque no mis inane, es el de
Helena Bonham-Carter, quien defiende el filme afirmando que Fincher
es un feminista. Al describir sus motives para aceptar el papel de Marla,
declaré: «El gui6n era muy oscuro respecto a ella y, dé caeren malas ma>
nos, hubiera podido quedar intiaduro e iticluso irresponsable. Pero,
cuanido the reuné con el director, ne di cuertta de que ese riesgo quedaba
descartady, No abe decit que sea un hombre intoxicado de testosterona.
Dirfa que tiene una saludable vena ferninista».**
En ocasiones, pareefa que Fincher estuiviera atrapado en ta disyunti-
va'de tener que proporcionar alguma’explicacién tedrica’o justificacién
ética para su pelicula: Afirmanido que El club’ de la lucha era-una pelicu-
la que «se desarrolla ante ti, que no'te espeta>, parecfa estat sugiriendo
ue algunos criticos‘estaban desconcertados intentaido entender la pelf-
cla, También defendia que, aunque la pelfevla narra uns historia de ini
4, Veanse, por ejemplo, Bob Strauss, «Actors Defend Uli Violet Film», The
Avizana Republic, 15 de octubre de 1999, DI; Gavin Smith «Inside-Out-on-One With
avid Fincher», Fil Comment, septiembre-ocabrée 1999, pips. 58-67
“44, Baward Norton citdo en Barry Koltnow; «Club's Call to Arms in Not Cal to
Violenee>, Centre Daily Times, 19 de octubre de 1999, pig: 11C.
45. Citado en Benjani Setkey, «Blood Sweat and Feats, Entertainment Weekly,
15 de octubre de 1999, ig. 28,306 RAZA Y CULTURA DE LA VIOLENCIA EN LAS PELICULAS DE HOLLYWOOD
ciacién a la mayorfa de edad, «no pretende ni por asomo saber lo que
debe ser una pelicula, lo que debe ser el entretenimiento y en qué medi-
dda debe ensefiar 0 excitar. Lo tnico que yo buscaba era hacer una peli-
cula buena y divertida»."* Naturalmente, la implicacién de sus palabras
induce a pensar que su piblico tampoco. Los comentarios de Fincher
son mucho més que falsamente ingenuos; representan, a fin de cuentas,
un discurso de exculpacién por la creciente aparicién de una violencia
desaforada, la hipermasculinidad y las inscripciones sexistas de las mu-
Jeres en las peliculas de Hollywood.”
‘Todos esos comentarios hacen gal de una iniferenca caballeresca
respecto a los modos en que los filmes operan en calidad de pedagogias
paiblicas dentro de un conjunto més amplio de articulaciones. does,
noran c6mo funcionan esas peliculas en cuanto discursos piblicos que
abordan, o al menos reflejan, cuestiones més amplias en el contexto hist6-
tico y politico en el que estan situadas. No se ha reflexionado sobre cémo
Elclub de ta lucha—u otras peliculas en general—traza el vinculo que re-
laciona al piblico con los discursos privados, y cémo desempesia un papel
‘muy importante al ofrecer un espacio pedagégico para abordar visiones es-
peeificas sobre cémo la vida cotidiana se interrelaciona con la politica, las
relaciones sociales y las formaciones insttucionales existentes. Por ejem-
plo, Fincher parece completamente inconsciente de lo mucho que en su re-
{rato de la violencia y la masculinidad resuena la mitologia reaccionaria de
Ja cultura del guerrero, que alcanz6 su auge durante la presidencia de Ro-
nald Reagan y se encamé en figuras como John Wayne, Oliver North y
toda una serie de peliculas de Hollywood pensadas para el lucimiento de
{guerreros soitarios como Arma letal (Letal Weapon, 1987), Missing in Ac-
tion (1988), Robocop (Robocop, 1987) y la serie de Raunbo*
Dada la enorme violencia, misoginia, agresiOn e indiferencia politica
ue impregnan la vida cotidiana contemporaine, resulta crucial compren-
der emo ls representaciones dela violencia masculna, a burl de todo
lo femenino y una orientacién politica protofascista en una pelicula
Elelub de la lucha se hace eco de un ensamblaje mis pencal de fucrzas
46; Aan in Sty ips 263
deena cuestsn en Heny A. Gio, Fupive Cultures, Nuva You
Route, 1996 yen Henry A Giroux ChanneSuring Rac, The Meda tnd the
Destruction of Toes Youth, Nueva Yon, St Mat Pros, 198
48, Un cucstonabrdada brilantemeneen Susan Jef, Hard Bodies Holly
vod Masclity he egan Er Nava et, Res Utay Psy, 198 Ne
"ume, esto de represent sigue noe se pune halen elas
cientes como Salvar al soldado Ryan, La delgada linea roja y Tres reyes. m=
(CUERPOS BRUTALIZADOS ¥ POLITICA EMASCULADA [.] 307
hist6ricas y contemporéneas para reproducir, que no para desafiar, algu-
nas de las fuerzas mas opresoras de la sociedad norteamericana. Es evi-
dente que muchos criticos de Fl club de la lucha, asi como Fincher y las
estrellas de la pelicula, parecen completamente indiferentes al tipo de la-
bor ideol6gica que realiza BI club de la lucha al relacionar ta masculini-
dad, la violencia y la politica en un momento hist6rico en que la politica
ppiblica se esta desmoronando y dando lugar a discursos y placeres pri-
vatizados, y en que la crisis de la masculinidad se percibe generaliza-
damente como la manifestacién més importante de los cambios en las
condiciones econémicas. Por ficil que sea rechazar los comentarios de
Fincher, Norton, y Bonham-Carter partiendo de que son comentarios al
servicio del producto que estén vendiendo —o sencillamente imbéciles &
la luz de la politica de 1a representacién de la pelicula—, dichos comen-
tarios ejemplifican un perfodo en el que, tal como Hannah Arendt sefial6
en otro contexto, se comprende mejor la violencia si no se trata de co-
nectarla con personas que tienen «la suficiente sangre fria como para
“pensar lo impensable”, hasta el punto de que no piensanm.” Contra la
cemergencia de peliculas como El club de la lucha y la negativa por par-
te de los eriticos y de otros agentes culturales a vincular la violencia en
Ja pelicula con la violencia que se dirige contra las mujeres, la vida pa-
blica y la misma democracia, los progresistas y otros sectores necesitan
cuestionar no s6lo las condiciones para la produccién de estas peliculas,
sino también c6mo operan para construir las definiciones particulares de
accién. Esas cuestiones resultan cruciales si los progresistas van a explo-
rar con propiedad qué instrumentos necesitan para resistirse a las con-
cepciones roménticas de la violencia y la masculinidad.
Igual de importante es la necesidad de comprender El club de la lu-
‘cha dentro de la herencia y la creciente reemergencia de las formaciones
culturales fascistas. Paul Gilroy defiende convincentemente que las
formaciones contemporsneas estin organizadas alrededor de