SEGUNDA CHARLA
1. INTRODUCCIÓN
3. REQUISITOS:
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SEGUNDA CHARLA
1. INTRODUCCIÓN:
Continuamos nuestro retiro, este momento en que paramos,
hacemos silencio para sumergirnos en el corazón de Dios y desde él
poder contemplar nuestra vida.
En la primera charla concluimos algo básico pero esencial para poder
avanzar en nuestra vida espiritual. Llegamos a la conclusión:
TENEMOS NECESIDAD DE DIOS y no sólo como algo más que nos
hace falta para vivir… no es algo más… ES ALGO ESENCIAL. Tanto es
así que nos damos cuenta, por algunas experiencias que ya hemos
tenido, que cuando nos hemos alejado de Dios, nuestra vida se hizo
vacía, perdió su sentido e incluso quizá sentimos que todo a nuestro
alrededor se volvía absurdo, superficial y sin brillo.
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Quien ha nacido de Dios… por el bautismo nacemos de Dios, es decir
nos convertimos en hijos de Dios y miembros de Cristo… por tanto,
nosotros, bautizados somos capaces de vencer al mundo por la fe.
La fe es un don de Dios que he recibido desde el bautismo y entonces
yo como hijo de Dios y miembro de Cristo debo desarrollar los ojos
de la fe. ¿qué tipo de ojos son estos?
El P.Kentenich lo explicaba diciendo que tenemos tres posibilidades
de percibir la luz:
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nos ofrezcan de él o ella tendrá encanto mientras se esté en
los años jóvenes, pero con el correr del tiempo dicho encanto
se desvanecerá. Sí, porque la belleza y la figura hermosa tarde
o temprano se desvanecen. Vale decir que la fuerza del
hombre acaba un día por disiparse. Por eso, si nosotros nos
contemplamos sólo con ojos materiales, la alta estima que nos
dispensemos no durará mucho”.
El Padre continúa:
“Algo similar acontece con los ojos del entendimiento. Suele
ocurrir muchas veces que cuando se ha avanzado en años la
agudeza del entendimiento se debilita. (muchos lo
experimentamos, nos falla la memoria, estamos más lentos en
nuestros razonamientos…). Pero si nuestros ojos de fe están
bien provistos y acondicionados con las fuerzas necesarias,
entonces al contemplar al cónyuge, la mirada irá siempre más
allá de lo terrenal y contemplará la vida divina, al Dios Trino
que mora en él o ella”.3
Por lo tanto, si nuestra fe fuera más sólida, más firme y más grande…
no sólo venceríamos todas las dificultades sino que además nuestra
vida adquiriría otro brillo, un nuevo resplandor. No en vano Jesús nos
lo advierte: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho
a este sicómoro: Arráncate y plántate en el mar y os habría
obedecido”. (Lc 17, 6).
Por eso en este retiro queremos convertirnos en astronautas… sí, sí
en astronautas capaces de emprender un vuelo espacial. La fe
ha de ser la nave que nos permita vencer la fuerza de la gravedad
terrestre y nuestro destino será adentrarnos en el corazón de Dios.
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Lunes por la tarde. Tomo 21. pág. 23-24
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No se trata de un vuelo sin retorno, no, no se trata de una evasión…
Después de nuestro vuelo queremos retornar a la tierra, volver a
poner los pies sobre ella pero ojalá nuestro espíritu permanezca
arraigado en el corazón de Dios. Veremos la vida, entonces, con otros
ojos, con los ojos que me permiten ver mucho más allá de las
apariencias, ir a lo profundo y descubrir el plan de Dios. Sigamos
pues con nuestro vuelo…
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⇒ Si tengo Santuario-hogar… ¿cómo aprovecho el regalo de
tener a la Madre de Dios en casa?
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armonizar mis planes con los planes divinos. ¿Y por
qué ocurre muy a menudo que nuestra planificación no se
adecua en absoluto con la planificación de Dios? La causa
y la diferencia más profunda consiste en que
nosotros sólo proveemos para la vida terrenal, para
la vida aquí en la tierra, en cambio Dios se orienta
hacia el más allá, hacia la vida eterna.
Cuando yo trazo mis planes suelo plantearme cómo hacer
para que me vaya bien a mi y a mis hijos aquí en la
tierra, claro está, cómo hacer para gozar del bienestar en
el plano económico… Mientras que Dios podríamos pensar
que se pregunta: ¿qué puedo y debo hacer para que
todos los hombres lleguen al cielo? Dios conduce mi vida,
y en esa conducción están previstas cruces y sufrimientos
como medios de purificación y de crecimiento para tallar
en mí la auténtica imagen de hijo, del santo. Por eso,
muchas veces aunque no entendamos el “por qué” de los
sucesos sabemos que siempre hay un “para qué” y este
para qué siempre nace y converge en el Amor. Ésta es
nuestra paz y nuestra seguridad.
Armonizar con los planes divinos…. Cuánto nos cuesta
cuando nos cambian los planes, cuando de repente en un
minuto todo lo planeado se va al traste.
Aquí recuerdo una anécdota sobre nuestro padre
fundador:
Cuentan que en una ocasión estaba con mucho trabajo y
avisó a su secretaria que iba a trabajar todo el día, que
por favor no le molestara nadie. En ese momento sonó el
teléfono y él mismo contestó. La secretaria escuchó que
hablaba con un sacerdote. Al terminar la conversación el
Padre le avisa que debe ir a celebrar una misa. La
secretaria lo miró con extrañeza y le dijo: “pero Padre no
tenía tanto trabajo que hacer”… a lo que el Padre replicó:
“Ahora ha hablado Dios”
Así era nuestro Padre, siempre atento y dispuesto a hacer
la voluntad de Dios…
Voces del alma: la Providencia nos habla a través de las
voces interiores que suscita nuestro propio corazón. Estas
“voces” corresponden a lo que comúnmente llamamos
‘inspiraciones o insinuaciones del Espíritu Santo’.
Interiormente percibimos estas voces del alma en
diversas formas: como una inquietud, como un anhelo,
definido o indefinido; como una especie de necesidad
interior; como una inclinación; como un impulso… Es lo
que brota desde dentro, a veces en forma casi instintiva,
incluso de modo subconsciente.
A nosotros como padres nos toca no sólo estar atentos a
las voces de nuestra alma sino también a las voces del
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alma de nuestros hijos. En sus anhelos e inquietudes
también podemos percibir la voz de Dios. Por ej. cuando
vemos que en nuestro hijo se ha despertado una
inquietud especial por lo espiritual o percibimos una
inclinación permanente por alcanzar una meta que a lo
mejor nosotros nunca hubiéramos imaginado… entonces
debemos actuar con mucho respeto y dejar o ayudar a
que esa voz vaya encontrando respuestas y no apagarlas,
ahogarlas o sofocarlas. El resultado obtenido será mucho
peor, sin frutos e incluso puede ser perjudicial para
nuestro hijo.
Voces del ser: finalmente estas voces nos ayudaran a
discernir si la interpretación de la voz de Dios, la “puerta
abierta” ante la cual nos encontramos corresponde
verdaderamente a una voluntad de Dios. Nos ayudan a
evitar interpretaciones antojadizas de las voces del
tiempo o de las circunstancias; nos ayudan a evitar
interpretaciones puramente subjetivas del querer de Dios,
sobre todo en lo que toca a las voces del alma. Las voces
del ser están en el orden objetivo y determinará toda la
moral, lo que está bien y lo que está mal y por tanto es
norma para nuestro actuar. Por eso, el PK citaba siempre
el axioma: “el orden de ser condiciona el orden de
actuar”.
Pongamos un ejemplo: En el tema de la sexualidad no es
casualidad que los mismos órganos sexuales que
transmiten la vida sean aquellos a través de los cuales un
hombre y una mujer consuman su mutua donación de
amor: ello expresa la clara voluntad de Dios de unir
ambas finalidades en un solo acto. Toda manipulación
indebida, destinada a disociarlas, es desobedecerle y por
tanto inmoral. Cuando uno atiende al orden de ser no hay
por donde perderse… las cosas están claras.
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demostró con su ejemplo, cuántas veces dice en la
Sagrada Escritura… “y se retiró a orar”. Jesús cuando
quería encontrarse con su Padre, se retiraba al desierto a
orar, a dialogar con él. Nosotros también debemos seguir
su ejemplo y buscar, no sólo una vez al año en un retiro
como este el silencio, sino que cada día deberíamos tener
nuestro espacio de silencio. Por eso, sería bueno que en
este retiro nos revisásemos un poco:
⇒ ¿qué momentos de silencio tengo durante el
día? ¿los aprovecho para entrar en oración,
en diálogo con nuestro Padre?
⇒ ¿los aprovecho para revisar mi vida a la luz
de la fe y descubrir las voces de Dios?
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conocimientos sino en captar las verdades que están
insertas en lo profundo del ser.
Reflexiono:
⇒ ¿Poseo la capacidad de admirarme?
⇒ ¿Me detengo a contemplar lo que me rodea?
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dolor. Ella estaba convencida y cobijada en Dios Padre
como ese Padre que nos contempla con benevolencia y no
puede hacer otra cosa que amarnos inefablemente. Ella
vivía del pensamiento:
“Dios es Padre, Dios es bueno,
bueno es todo lo que Él hace”.
Entonces el Padre dice:
“Nosotros estamos en la misma situación, vivimos en un
valle de lágrimas, pero si nos acostumbramos a mirar el
rostro de Dios, veremos su rostro amoroso de Padre y
como somos sus hijos, respondemos con una sonrisa
aunque de los ojos todavía brotan lágrimas.”5
Seguramente vosotros habéis visto alguna vez a un niño
en esta situación: cuando le duele algo y llora y llora con
lágrimas que le corren por las mejillas y viene la mamá,
lo acaricia y le sonríe y le responde con una sonrisa
aunque todavía le corran las lágrimas. Esa es la sonrisa
en medio del llanto.
Es una combinación magistral cuando en medio del
sufrimiento somos capaces de alzar la cabeza y tratar de
mirar el rostro amoroso de Dios Padre, entonces uno
descubre la sonrisa divina.
Pero esto no se consigue de la noche a la mañana exige
preparación y educación, para que en el momento de la
prueba la naturaleza no me traicione. Si no nos
ejercitamos en descubrir a Dios en las pequeñeces
de la vida diaria no creamos que lo podamos
descubrir en los momentos difíciles y dolorosos de
nuestra vida.
Pongamos un ejemplo práctico: una gran desilusión
invade mi alma, esperaba algo de alguien, quizá mi
propio cónyuge y me doy cuenta que no me lo puede dar
y que debo amarlo con esta limitación o debilidad. ¿qué
hacer? Espontáneamente no me resulta fácil ver a Dios
detrás de esto que me cuesta tanto, por eso debo volver
sobre ello y reflexionar: sucedió esto y esto otro ¿qué me
habrá querido decir Dios con esto?
El P. Kentenich usa la expresión “debemos poner
peldaños al entendimiento y al corazón”. El entendimiento
debe iluminarse por la luz de la fe y el corazón debe
subir, abrazarse a Dios y besarle la mano.
Debo poner la escalera en cada acontecimiento, sea
pasado, presente o futuro. ¡¡Arrimar una escalera!! Es
decir, me imagino que detrás de cada acontecimiento
está Dios, él está allá arriba como sobre una torre y por
eso pongo la escalera y miro hacia arriba y me pregunto
¿qué quiere decirme Dios con esto? Pero no basta que
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Conf. de la Hna. M.Petra en Chile-Abril 2003 pg.115
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lo analice con mi cabeza también debo elaborar cada
acontecimiento con el corazón porque si no lo hago, a la
larga no seré una persona interiormente libre. Y el único
que me puede hacer plenamente libre es Dios, sólo en
Dios podemos liberarnos de nosotros mismos, de
nuestros sentimientos, de tantas cosas que nos oprimen y
esclavizan.
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luz de la fe; en segundo lugar, habla a menudo y
fervorosamente con Dios; y por último realiza por amor a
Dios muchos sacrificios. Todo esto corresponde a un solo
proceso vital pero para nuestra reflexión vamos a analizarlo por
separado.
i. Mirar con frecuencia a Dios: este punto lo acabamos de
desarrollar bastante. Se trata de descubrir a Dios en todo,
vale decir, hacer transparente todo lo creado: a la luz de
la fe podemos mirar a través del hombre como a través de
un cristal y vislumbrar en su corazón al Dios Trino.
ii. Hablar frecuentemente con Dios: nuestro diálogo con
Dios debe ser sencillo, como un niño con su Padre, debe ser
original y auténtico, cada uno con sus propias palabras.
También podemos desahogar nuestro enojo en la
conversación con Dios, manteniendo siempre una actitud de
respeto.
Condición esencial para un encuentro personal con Dios es
“darse tiempo” y tenemos que ser conscientes que en el
tipo de cultura actual, donde vivimos corriendo de un lado
para otro, ajetreados por múltiples actividades, el torbellino
nos conduce a priorizar otras cosas menos importantes y a
no dejarnos tiempo para la oración. Pero si tomamos
conciencia que depende de mi, de mis prioridades, el que
tenga tiempo o no, le daremos hueco a Dios. No podemos
dar recetas de cuán a menudo debemos dialogar con Dios,
hay gente que necesita más y otra menos… la medida es
variable lo importante es que mi oración sea una escuela
de amor, que la santa misa, el rosario o la oración de la
mañana se convierten en una escuela de amor a Dios. A
través de mi oración, de los tiempos de meditación diarios
debería acostumbrarme a rastrear los caminos del amor de
Dios en mi vida de manera que pueda exclamar siempre:
¡¡cuánto me amas, Dios mío!!
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renunciar a mí mismo, a mis intereses por Dios. En
Schoenstatt hablamos de contribuciones al capital de
gracias. Con ello, demostramos a Dios que le amamos
realmente, no sólo de palabra sino con obras. La Cuaresma
precisamente nos invita a esto a acrecentar nuestro amor a
Dios justamente creciendo en el espíritu de sacrificio y de
renuncia: el ayuno y la limosna tienen este sentido. Son
prácticas que si no se unen al amor, por amor a Dios, no
tienen sentido.
Por otro lado, el gran alimento espiritual y de nuestra fe es
la Eucaristía. Cuando participamos en la Cena del Señor se
reactualiza el misterio insondable del amor de Dios hecho
Hombre que se entrega nuevamente por nosotros en
sacrificio. En ella nos sumergimos nuevamente en su
amor, nos renovamos en él y somos enviados a
hacerlo presente en el mundo. Cada eucaristía es una
llamada a continuar aquí y ahora el amor redentor de Cristo.
A la eucaristía nunca debemos llegar con las manos vacías.
Traemos al altar nuestra vida y nuestra obra y la de las
personas que llevamos en el corazón y el pensamiento.
Traemos nuestros sufrimientos y cruces, nuestra esperanza
y nuestra pequeñez. Todo lo entregamos y ofrecemos en y
con el Señor en la misa. En el memorial de su muerte y
resurrección nuestra ofrenda se sumerge en la ofrenda de
Cristo, para elevarse en él al Padre. Y salimos de la misa
renovados y con el encargo de reeditar en la vida cotidiana
los misterios de gozo, dolor y gloria del Salvador. En la misa
nos cristificamos, nos hacemos más de Cristo para poder
irradiarlo en el mundo. Hoy queremos entregar todo lo vivido
y reflexionado en el retiro, ofrecerlo como don de amor y
pedir a Jesús que nos enseñe a amarle y a entregarnos cada
día más al Padre tal como él nos dio ejemplo en su vida.
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