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EL RENACIMIENTO

WILLIAM ESTEBAN RIVERA CARDONA

LIC. WILFRIDO CANOLES MATOS

FILOSOFIA

COLEGIO SEMINARIO DE CARTAGENA


CARTAGENA DE INDIAS
2008
INTRODUCCION

El presente trabajo es una breve recopilación de los avances y beneficios que trajo
consigo el renacimiento a nuestra época, gracias a todos aquellos pensadores y
filósofos que aportaron sus investigaciones y conocimientos a merced de la
humanidad y en busca de un progreso que permitiera al hombre mejorar sus
percepciones del universo y el mundo y mejorar su propia vida.

Han sido personas que han perseverado ante las circunstancias que les han
impedido alcanzar sus metas y llegar al conocimiento y la verdad del mundo, pero
que lo han logrado con gran satisfacción.

Espero que el lector disponga de su tiempo para comprender de una mejor


manera y poder atravesar nuevas fronteras de conomiento.
EL RENACIMIENTO

El Renacimiento, como parte de la historia de la filosofía, pertenece a la Etapa


conocida con el nombre de filosofía moderna, la cual abarca desde el
desmoronamiento de la filosofía medieval hasta finales del siglo XVIII, con la
filosofía de Kant. Así, los movimientos filosóficos que surgen después de Kant
que llegan hasta nuestros días forman parte de lo que se llama filosofía
contemporánea (siglos XIX y XX).

El Renacimiento marca un período de transición que va de la Edad Media al


mundo moderno y como toda época es difícil señalar, con precisión, cuándo
comienza. Los historiadores lo suelen ubicar entre los siglos XV y XVI. “La historia
–dice Juan Addington Symonds- es un tono continuo, y cuantos intentos podamos
hacer para aislar y localizar como algo independiente una parte de él, estarán
siempre condenados al fracaso”. Ello significa que los cambios que se dieron para
llegar al renacimiento fueron graduales. Por eso no sería adecuado rechazar en
bloque toda la obra realizada durante la Edad Media. Incluso durante esta larga
etapa ya se encuentran manifestaciones filosóficas, literarias y de otra índole, que
anuncian, en muchas formas, un rompimiento, así como el advenimiento de
nuevos tiempos con frescas y renovadas ideas. Por ejemplo, después de santo
Tomás de Aquino se inicia la decadencia de la escolástica. Filósofos como Duns
Escoto y Guillermo de Ocam consideran que la filosofía de Santo Tomás de
Aquino es contraria al verdadero espíritu cristiano y en sus intentos de rescatar su
verdadero espíritu propician, tal vez sin quererlo, la crisis de la escolástica. En el
caso de Ocam, es importante recordar que su filosofía abre el camino de todas las
filosofías que tratarán de fundar el pensamiento en la experiencia y en la ciencia.

Así mismo, a comienzos del siglo XIII Roger Bacon, anticipándose a la ciencia
moderna, sostenía que el hombre podía crear todas las cosas con la sola ayuda
de la naturaleza. Ello significaba que este autor ya se orientaba por una autonomía
de la razón. Podríamos decir, en suma, que todos aquellos filósofos que de
alguna manera contribuyeron a la emancipación de la razón humana pusieron las
bases del Renacimiento

De ésta época renacentista, propiamente en la filosofía veremos sus principales


representantes y las tesis e inquietudes filosóficas correspondientes a cada uno de
ellos.

Nicolás de Cusa (1401-1464), punto de partida del Renacimiento


Una de las figuras más sobresalientes del siglo XV es Nicolás de Cusa. Con éste
filósofo, el período renacentista tiene un punto de arranque muy significativo. Para
E. Cassirer, filósofo alemán que investigó detenidamente a Nicolás de Cusa, todo
estudio que tienda a describir la filosofía del Renacimiento como unidad
sistemática, debe tomar en cuenta a Nicolás de Cusa como punto de partida. La
filosofía de este profundo pensador es como un puente entre la Edad Media y el
Renacimiento. Por un lado, su pensamiento permanece dentro del estilo formal
abstracto del escolasticismo de la Edad Media, y por otro trata temas modernos
que van a tener gran influencia en la filosofía italiana renacentista. Nicolás de
Cusa, como apunta el mismo Cassirer, es “un teólogo especulativo; su curiosidad
intelectual es múltiple, pues se dirige a los problemas de la estática y a la de la
teoría general del movimiento, a los de la astronomía y a los de cosmografía, a los
problemas de la historia de la Iglesia y los de la historia política, a los de la historia
del derecho y a los de la historia general del espíritu”. No obstante abarcar
muchos temas, la filosofía de Nicolás de Cusa no es desordenada ni dispersa,
pues construyó su pensamiento de manera unitaria y sistemática a partir de una
idea fundamental, lo que se considera el hallazgo de su filosofía. Esta es la
filosofía de la que él llamó de la docta ignorancia. La edad media estableció un
meticuloso orden, tomando por base a Dios (lo absoluto) como valor supremo
hasta llegar a las creaturas (seres creados, corporales e imperfectos). Se
establecía así una gradación, una jerarquía que va del mundo celeste al terrestre.

Nicolás de Cusa no se opuso a este orden medieval que estaba bastante


arraigado. Sin embargo, en su obra más famosa llamada De la docta ignorancia,
presenta una orientación nueva que permite ubicarlo ya como un pensador
moderno. Parte de la oposición entre el ser absoluto y ser empírico (o relativo),
entre el mundo de lo infinito y de lo finito. Esta oposición no la enfoca desde un
punto de vista dogmático, sino que es comprendida en sus consecuencias últimas
y a partir de una teoría del conocimiento. Por ello, no le interesa explicar
propiamente la naturaleza de Dios , sino la posibilidad de conocerlo. Al abordar
este problema, se aparta de las respuestas y planteamientos que al respecto
habían dado la filosofía especulativa y la teología de su tiempo.

La filosofía de Nicolás de Cusa refleja todo ese clima optimista que caracteriza al
Renacimiento. En su pensamiento hay humanismo, una exaltación del valor del
hombre en el mundo y de la perfección y armonía que reina en la naturaleza. La
naturaleza –según Nicolás de Cusa- está situada por encima de todas las
restantes obras de Dios y ligeramente por debajo de los ángeles; encierra en sí la
índole sensible y la intelectual y abarca el universo: es un microcosmos o pequeño
mundo
LA REVOLUCIÓN FILOSÓFICO-CIENTÍFICA

Una de las características típicas del Renacimiento es la creación de la nueva


ciencia natural, la cual propicia una gran revolución filosófica y científica. La
ciencia se convierte en uno de los grandes resortes del mundo moderno. Traza a
la filosofía nuevas rutas, ya que plantea inusitados problemas de que
necesariamente ha de retomar. Además, la ciencia, que tiene su punto de partida
en el Renacimiento, incide por medio de su eficaz aplicación o técnica en la
realidad, transformando de manera sorprendente el mundo y la existencia del
hombre.

Leonardo da Vinci estableció un criterio de verdad que fue fundamental para la


ciencia moderna. El criterio se basa en la exigencia de necesidad y de validez
universal. Para comprender la naturaleza no basta atenerse a los puros sentidos,
a las meras sensaciones ni al sentimiento inmediato de la vida, sino que es
necesario reducirla a las leyes necesarias.

La revolución científica que se da en el Renacimiento se hace patente,


principalmente, con la aparición de la nueva concepción cosmológica postulada
por Copérnico –la concepción llamada heliocéntrica-, la cual se enfrenta a la
tradicional (concepción geocéntrica) aceptada y defendida por los domas
religiosos. Este enfrentamiento entre dos teorías antagónicas ejemplifica el
fenómeno que Thomas S. Kuhn analiza en su libro La estructura de las
revoluciones científicas: las batallas que se establecen en torno a los cambios de
“paradigmas” y todas las implicaciones que esto conlleva. Por ejemplo, una de
estas implicaciones consiste en que, al surgir una nueva teoría, aparece
concomitadamente una forma de ver y percibir el mundo.

Esta revolución provocada por la teoría copernicana es equiparable a la que se dio


tiempo después en el siglo XIX, por la obra de Darwin, cuya teoría de la evolución
provocó similares enfrentamientos de ideas y concepciones del hombre y del
mundo contrapuestos.

Nicolás Copérnico (1473-1543) era hijo de un próspero comerciante y funcionario


municipal de la vieja ciudad hanseática de Torún. Su padre falleció cuando
contaba apenas diez años de edad, por lo que fue adoptado por su tío Lucas
Watzelrode, quien fue nombrado obispo de de Ermland en 1489. Durante los años
de 1496 a 1506 estudió en Italia, más tarde volvió a su patria para ocupar una
canonjía en Fravenburg, en el Báltico, cuando su tío falleció en 1512.

Las actividades de Copérnico en los treinta años que permaneció en Fravenburg


fueron muy variadas, pues se dedicó a la medicina, las finanzas, la política y los
asuntos eclesiásticos. Su nuevo sistema cosmológico, sobre el cual comenzó a
trabajar cuando era aún muy joven, colocaba al Sol en el centro del universo,
atribuyendo tres movimientos a la Tierra: un giro diario sobre su propio eje de
rotación de la Tierra a fin de explicar la precisión de los equinoccios. Su obra
principal de donde está consagrada su teoría y que data de 1543 se llama De las
revoluciones de orbes celestes.

La reforma emprendida por Copérnico en el campo de la astronomía significó un


gran avance y un importante legado para las ideas modernas.

GALILEO GALILEI (1564-1642)

Expresión notable de esta gran revolución científica que se da en la época


moderna es también Galileo Galilei, fundador de una nueva ciencia mecánica que
se fue abriendo paso entre las viejas concepciones; como astrónomo reafirma la
teoría heliocéntrica de Copérnico. Enseñó en las universidades de Padua y Pisa
(Italia) de donde era originario. En 1610 vivió en Florencia como filósofo y primer
matemático del Gran Duque de Toscana donde tuvo oportunidad de realizar
importantes investigaciones astronómicas y, cuando sus investigaciones fueron
fustigadas o condenadas por las autoridades religiosas, reanudó sus antiguos
estudios sobre mecánica.

Galileo escribió dos obras importantes llamadas: Diálogo sobre los dos máximos
sistemas del mundo, el ptolomaico y el copernicano (1632) y Dos nuevas ciencias
(1638). Estas obras –recordando a Platón y para hacerlas más accesibles-
adoptan la forma de diálogos aristotélicos o tradicionales, mientras que otros
defienden los nuevos puntos de vista.

Para Galileo resultan muy importantes las consecuencias prácticas de la ciencia:


la construcción de todo tipo de instrumentos y de máquinas debido a la actividad
de un gran número de artesanos. Sin embargo, la artesanía en sí misma no es
ciencia sino que se apoya o complementa con las matemáticas y el método
científico. Galileo pensaba que las matemáticas se pueden ajustar a los objetos
físicos para interpretar la naturaleza mediante experimentos adecuados. Estas
ideas expresan el ideal de la ciencia moderna según el pensar de los
renacentistas.

La oposición de Galileo al pensamiento aristotélico, que en la Edad Media y aun


en su tiempo representaba un punto de vista indiscutible (un dogma), se puede
ejemplificar en sus famosas investigaciones sobre la caída libre de los cuerpos,
cuestión en que se plantea el problema de la caída de los objetos bajo la fuerza de
la gravedad. Galileo demuestra que la teoría aristotélica según la cual los objetos
pesados caen más rápidamente que los ligeros, era errónea. Haciendo una serie
de experimentos, Galileo llegó a la conclusión de que todos los cuerpos,
independientemente de su peso, caían recorriendo las mismas distancias en el
mismo tiempo, y que la distancia recorrida es proporcional al cuadrado del tiempo
de caída; en otras palabras, las velocidades de los cuerpos graves aumentaban
uniformemente con el tiempo.

Por toda esta serie de hallazgos logrados por Galileo, el método científico
matemático-experimental alcanzó un considerable desarrollo. Este método
utilizaba la observación de fenómenos susceptibles de medición, ya que las
matemáticas no podían aplicarse a cualidades no medibles. Para ello se requería
un método inductivo. Como el empleado por el filósofo empirista Francis Bacon.
Según el historiador de la ciencia Stephen F. Mason, “durante el siglo XVII el
método matemático deductivo recibió la más amplia aplicación; de hecho se
convirtió en una filosofía. Las propiedades no medibles de la materia que
ignoraban los científicos matemáticos llegaron a considerarse irreales”.

Como sabio representativo del Renacimiento, Galileo fue un científico completo.


Además de postular y comprobar teorías que contribuyeron a la demolición del
viejo orden, construyó instrumentos científicos como telescopios de gran alcance,
a través de los cuales escudriñó los cielos y descubrió hechos inusitados; por
ejemplo, que los cuerpos celestes no eran tan perfectos y superiores a la Tierra
como sostenía la tradición aristotélica y , en consecuencia, la tradición escolástica.
Se encontró que “había manchas en la faz del Sol y que la Luna parecía ser en
gran medida como la Tierra, poseyendo inmensas montañas cuya altura estimó a
partir de la sombra que arrojaban”.

Cuando los descubrimientos de Galileo lograron difundirse ampliamente,


encontraron una fuerte oposición por parte de los eclesiásticos, que acabaron por
calificarlos de “heréticos”. Los filósofos escolásticos también condenaban sus
opiniones por no ser compatibles con la autoridad de Aristóteles y, en general, con
las ideas establecidas. Así, en 1615 el eminente científico fue llamado ante la
Inquisición en Roma y obligado a renegar o abjurar de la teoría copernicana que él
había defendido. “Las proposiciones de que la Tierra rotaba sobre su propio eje y
de que se movía en torno al Sol se declararon oficialmente falsas y heréticas, y en
1616 la obra de Copérnico fue incluida en el Índice de libros prohibidos de donde
no salió hasta 1835”.’

TOMÁS MORO (1478-1535)

Tomas Moro, hijo de una familia "honorable, sin ser ilustre", nació en Londres en
1478, en una época de tránsito entre la Edad Media y el Renacimiento. Su padre,
Sir Juan Moro, trabajó en el Alto Tribunal Judicial, oficio que heredaría su hijo,
después de ser entregado como pupilo al Cardenal y Arzobispo Juan Morton,
Canciller de Enrique VII Tudor y de continuar sus estudios en Oxford, entre 1492 y
1494, donde adquirió una vasta cultura humanista, centrada en las lenguas y
literatura grecolatinas (Traducirá a Luciano), la retórica y la lógica. Allí conocerá a
Juan Colet, Guillermo Linacre, Tomas Latimer, Cuthberto Tunstall y Juan Colt que,
junto a Erasmo de Roterdam, al que conoce en 1499, formarán su círculo de
amistades humanistas.

Cuando en 1494 regresa a Londres, Moro se dedica a estudiar leyes, primero en


New Inn y luego en la Lincoln’s Inn, facultad donde su padre se había graduado.
Cuatro años reside en la Cartuja de Londres, pero abandona la vida monacal para
contraer matrimonio con Juana Colt en 1505, con la cual tendrá cuatro hijos. A
partir de este momento comienza su brillante y ascendente carrera. En 1504 es
elegido diputado y se especializa en derecho marítimo y comercial, trabajando
para las Livery Companies y The Merchant Adventures. En torno a 1510, después
de la muerte de su primera esposa (1509) y de contraer segundas nupcias con
Alicia Middleton, Moro es nombrado Under-Sheriff de Londres (cargo judicial y
administrativo), y Juez de Paz de Hampshire.

En 1515 comienza su carrera diplomática en Flandes, Calais (1517) y en su


mismo país. Dos años después, el día 1 de mayo se produce una revuelta en
Londres contra mercaderes extranjeros, que Moro logra refrenar hábilmente, por lo
que el rey Enrique VIII lo llama a su servicio como Consejero real. En 1520 se le
nombra vice-tesorero del Exchequer, Presidente de los comunes en 1525 y, cuatro
años después, Canciller de Lancaster, puesto del que dimite en 1532, por su
oposición tanto al Acta de Supremacía, mediante la cual Enrique VIII se convertía
en jefe espiritual de la Iglesia de Inglaterra y como a su divorcio de Catalina de
Aragón. Enrique VIII, que no había tenido hijos varones con Catalina, contrae
nuevo matrimonio con Ana Bolena en 1533. Se decreta un Acta de Sucesión que
declara ilegítimos los hijos de Catalina y legítimos a los de Ana. Moro abandona
sus cargos públicos y se retira a su casa de Chelsea, pero su persecución no se
hace esperar: acusado de traición es encarcelado en la Torre de Londres,
condenado a muerte el 1 de Julio de 1535 y decapitado el 6 de Julio de ese mismo
año.

La Utopía política de Tomas Moro

Pese a que su actividad como escritor y traductor fue abundante (Epigramas,


Diálogos de Luciano, Vida de Pico de la Mirandola), no cabe duda de que Utopía
(1516) es la obra más importante e influyente de Tomas Moro, escrito en el que se
platea el problema de la legitimidad y la fundamentación del poder y que inaugura
el pensamiento político de la modernidad, junto con Maquiavelo (El príncipe) y La
Boétie (Discurso de la servidumbre voluntaria).

El proceso de progresiva secularización de la sociedad, así como la crítica a la


inadecuación de las instituciones políticas y eclesiásticas que culminaron en la
Reforma, exigían una nueva manera de plantearse el problema de la relación
entre lo público y lo privado o, lo que es lo mismo, la cuestión de la articulación
entre la esfera de la moral y la de la praxis política en la que la primera ha de tener
lugar.

Utopía está dividida en dos partes. En la primera, escrita después de la segunda,


Moro se lanza a una enérgica crítica de la situación política y social de Europa,
centrándose especialmente en la Inglaterra de mediados del siglo XVI. Todos los
males que acechan al hombre no son producto de un designio divino ni surgen de
su propia naturaleza. En contra de la tesis mantenida por Hobbes (homo homini,
lupus), Moro afirma la bondad e inocencia connaturales al hombre. Todo desorden
y mal moral es siempre fruto de una mala organización y gestión de lo público.
Son las instituciones y organizaciones sociales y políticas las responsables de la
entidad moral de los sujetos que bajo ellas se desarrollan. Nuestros destinos no
dependen de ninguna finalidad inmanente (formas, esencias, naturalezas) o
trascendente (Dios, inmortalidad, etc.) a nosotros mismos. Antes bien, el bien y el
mal morales se juegan siempre en el tablero de lo histórico, es decir: en lo político
y social mismos.
Por este motivo Utopía, término originalmente acuñado por Moro, designa un "no-
lugar" o un "lugar ilocalizable en ningún sitio" por cuanto es un ideal, un horizonte
futuro, aunque razonablemente posible y realizable a través de la praxis política.
Esto implica la aceptación por parte de Tomas Moro de la posibilidad histórica de
un progreso de la humanidad. Utopía no es una fábula ni un mero divertimento
literario del autor. Utopía es el límite que se ha de hallar presente en nuestra
mirada si lo que queremos es construir un mundo en el que todos los males
(morales, políticos, religiosos) sean erradicados por completo.

Ahora bien, desvinculado el mal de sus raíces trascendentes y naturales, Moro


llevará a cabo un exhaustivo análisis social que deje translucir su génesis. El
origen del mal se halla vinculado a dos fenómenos: por un lado la propiedad
privada, tesis que más tarde recogerá el ilustrado Jean-Jacques Rousseau, y por
otro lado la guerra a la que se prestan por pura ambición los gobernantes
europeos (ejemplo de ella fue la mantenida por Enrique VIII contra Francia,
contienda a la que Moro era contrario).

La división entre ricos y pobres, opresores y oprimidos surge de un desigual


reparto de la riqueza, desigualdad que genera no sólo una fractura entre dos
clases en pugna, sino un sinfín de rivalidades y desórdenes sociales (revoluciones
y levantamientos de los más pobres, miseria, delincuencia, ociosidad impúdica de
nobles y clérigos) que normalmente termina justificando el mantenimiento de un
ejército permanente muy costoso económicamente y peligroso en épocas de
estabilidad.

La modernidad del pensamiento de Moro se deja notar en su critica a la sociedad


estamental: la división platónica entre guardianes y trabajadores ha de ser
suprimida por una República en la que todos los hombres, cualquiera que sea su
condición y profesión, están obligados a trabajar en vistas al bien común. Esto es
posible únicamente si se elimina la propiedad privada:

"el solo y único camino hacia el bienestar público está en declarar la comunidad
de bienes, y esto no sé si se podrá guardar donde lo que posee cada uno es su
propiedad" (Utopía, Libro I).

"Por eso, cuando contemplo y medito sobre todas esas repúblicas que hoy
florecen por ahí, no se me ofrece otra cosa, séame Dios propicio, que una cierta
conspiración de los ricos que tratan de sus intereses bajo el nombre y título de
república. Y discurren e inventan todos los modos y artes para, en primer lugar,
retener sin miedo de perderlo lo que acumularon con malas artes; después de
esto, para adquirirlo con el trabajo y fatigas de todos los pobres por el mínimo
precio; y para abusar de ellos. Estas maquinaciones, tan pronto que los ricos han
decretado que se observen en nombre del pueblo, esto es, también de los pobres,
se hacen ya leyes" (Utopía, Libro II).

En el segundo libro de Utopía, Rafael Hythlodaeo nos describe la isla de los


utopienses: una comunidad de trabajadores que, gobernados por los más sabios,
actúan con vistas al bien común. En ella no existe la propiedad privada, sino que
todos producen, participan y disfrutan de los bienes, por lo que la miseria y las
revueltas y revoluciones asociadas a ella desaparecen:

"Pues la realidad misma enseña que se engañan de medio a medio quienes


opinan que la indigencia del pueblo es la garantía de la paz. En efecto, ¿dónde
hallas más pendencias que entre los mendigos?. ¿Quién se aplica con más ahínco
a transformar las cosas sino a quien la situación presente no agrada lo más
mínimo? ¿O quien, finalmente, está poseído de una furia más audaz para subvertir
todo con la esperanza de lograr algo de donde sea, sino quien ya no posee nada
que pueda perder?" (Utopía, Libro I).

La utopía de Moro, no es revolucionaria; antes bien, legitima y justifica el poder


absoluto del gobernante o monarca. Todo está sujeto a un orden inexorable. Los
delitos se castigan con la esclavitud, no con la pena de muerte, y el ocio y el vicio
se previenen mediante un trabajo y una cultura dirigidos. No hay penosas
diferencias sociales, pero la libertad se halla constantemente vigilada para que
nadie sobrepase los límites de la "corrección moral". Nuestros modernos Estados
heredaron muchos de los postulados utópicos de Tomás Moro, y su enorme
influencia se rastrea en los hospitales para pobres creados en Europa, las
reservas para indios en América o en el pensamiento de los socialistas utópicos y
del marxismo.

NICOLÁS MAQUIAVELO (1469-1527)

Nacido y muerto en Florencia de familia más noble que acaudalada. Poco se sabe
de la primera época de su vida. Recibió una sólida educación humanística, basada
en el estudio de los clásicos latinos e italianos. En 1498 fue nombrado secretario
de la República de Florencia. Sirvió como embajador del francés Luis XII, del
emperador Maximiliano y (en Urbino) de César Borgia, de quien se erigió en el
amigo de confianza. En 1512, al ser exonerado Piero Soderini, gonfaloniero de
Florencia, por el cardenal Julio de Médicis, Maquiavelo perdió su puesto en la
secretaría de estado. Entonces se retiró con su mujer y cuatro hijos a Albergaccio,
cerca de Florencia. En una famosa carta que dirigió al representante florentino en
Roma, Francesco Vettori, describe la vida, más bien rústica, que llevaba: después
de pasar el día cazando y charlando con los labriegos del lugar, dedicaba las
veladas a escribir y leer historia. Finalmente recuperó el favor perdido y en 1520
recibió el encargo de escribir la historia de Florencia. Dedicó esta obra, Istorie
fiorentine, a Julio de Médicis, que había ascendido al trono pontificio con el
nombre de Clemente VII. Seis años más tarde le confió el papa la inspección de
las fortificaciones de Florencia. En 1527, al rebelarse ésta y proclamarse una vez
más en república, Maquiavelo no fue considerado lo bastante hostil a los Médicis
para seguir ocupando el cargo. Enfermo de pena, según se dice, por el giro de los
acontecimientos, murió ese mismo año.

Maquiavelo es un pensador, pero sin un sistema filosófico concreto, un humanista


con nostalgia de la grandeza de la antigua Roma; patriota, sin principios éticos y
oportunista. Si Tomás Moro es un idealista, Maquiavelo está en el extremo
opuesto. No se distinguió ni por su amor ni por su respeto a sus semejantes.
Procurar el bien moral o material del pueblo quedaba relegado frente al objetivo de
afianzar el poder del déspota. Los dos valores centrales del Renacimiento:
racionalidad y libertad se aplican también a la visión renacentista de la sociedad y
del pensamiento. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no
de la intervención divina. Para pensadores como Pico y Campanella el hombre es
capaz de construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales: el orden
político ha de ser el reflejo de estos valores. Maquiavelo rechazó cuanto fuera
idealismo y teoría y aplicó el sentido práctico. La política nada tenía que ver con la
moral, la ética o la religión.

El estado:

Maquiavelo tiene una concepción totalmente diferente de la sociedad humana:


para él el hombre es por naturaleza perverso y egoísta, sólo preocupado por su
seguridad y por aumentar su poder sobre los demás; sólo un estado fuerte,
gobernado por un príncipe astuto y sin escrúpulos morales, puede garantizar un
orden social justo que frene la violencia humana. Fue el primero en usar la palabra
estado en su sentido moderno. Algunos le atribuyen la invención de la dictadura
moderna y su consiguiente Realpolitik, como expresión específicamente distinta
de las antiguas formas de totalitarismo. Sus ideas políticas estaban impregnadas
de sentido práctico y una visión realista de gobierno.

Su obra El Príncipe (1513):

El príncipe o el gobernante, tiene como misión la felicidad de sus súbditos y ésta


sólo se puede conseguir con un Estado fuerte. Para conseguirlo tendrá que
recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. La virtud
fundamental es la prudencia, para la conveniencia del Estado. Si el interés de la
patria exige traición o perjurio, se comete. "La grandeza de los crímenes borrará la
vergüenza de haberlos cometido". Los medios no importan: no es necesaria la
moral, sino un realismo práctico, no lo que debe ser, sino lo que es en realidad.
Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios. Aunque El
Príncipe estuviera dedicado a Lorenzo de Medicis (1492-1519) [duque de Urbino],
con la esperanza de recuperar la confianza perdida, Maquiavelo quiere presentar
en su obra el arquetipo de cualquier político. Su personalidad debe poseer
condiciones especiales para llegar al poder y mantenerse en él:

• Capacidad de manipular situaciones, ayudándose de cuantos medios


precise mientras consiga sus fines: lo que vale es el resultado. "El que
consigue el poder es el Príncipe, el que consigue el orden y la paz son los
súbditos".

• El gobernante debe poseer seria destreza, intuición y tesón, así como


habilidad para sortear obstáculos, y "moverse según soplan los vientos".

• Diestro en el engaño: No debe tener virtudes, solo aparentarlas.

• Amoral, indiferencia entre el bien y el mal, debe estar por encima.

Para Maquiavelo la mejor forma de gobierno es la República: "el gobierno de


muchos es mejor que el de unos pocos", y justifica la romana como la más
perfecta. Aunque él era republicano y aspiraba a convertir a Florencia en un
Estado fuerte, en El Príncipe acepta, como mal menor, que en ciertos momentos
de corrupción y desorden que es mas útil y eficaz la acción de un solo personaje,
adornado de cualidades excepcionales.

La unidad de Italia:

Il Principe es el producto de una idea capital que lo informa en todos sus aspectos.
Maquiavelo no había echado por la borda todo vestigio de la ética discernible en
los Discorsi. En el último capítulo de Il Príncipe, titulado Exhortación a liberar Italia
de las manos de los bárbaros, proclama con apasionada sinceridad lo que
constituye la idea rectora y motivante de la obra: Italia debe hallar su gobernante y
sacudir el yugo extranjero. El historiador objetivo se convierte ahora en un
inflamado patriota que propugna la unidad de Italia. Al pesimismo y la carencia de
escrúpulos han venido a suplantar de pronto la esperanza y aun la fe. Para
aceptar el papel de padre de la patria propone a Lorenzo de Médicis, duque de
Urbino: vana exhortación, pues Lorenzo no pasaba de ser una figura secundaria
que no ofrecía la menor esperanza.
No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas la cualidades anteriormente
mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas. E incluso me atreveré
a decir que si las tiene y si las observa siempre son perjudiciales, pero si aparenta
tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer clemente, leal, humano, íntegro, devoto y
serlo, pero tener el ánimo predispuesto de tal manera que si es necesario no serlo,
puedas y sepas adoptar la cualidad contraria. Y si se ha de tener en cuenta que un
príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas
cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos pues a menudo se ve
obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra
la humanidad, contra la religión. Por eso necesita tener un ánimo dispuesto a
moverse según le exigen los vientos y las variaciones de la forma y, como ya dije
anteriormente, a no alejarse del bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se
ve obligado. (Maquiavelo, El Príncipe)

Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha visto jamás ni se


ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta distancia de cómo se vive a
cómo se debería vivir, que quien deja a una lado lo que se hace por lo que de
debería hacer, aprende antes su ruina que su preservación: porque un hombre
que quiera hacer en todos los puntos profesión de bueno, labrará necesariamente
su ruina entre tantos que no lo son. Por todo ello es necesario a un príncipe, si se
quiere mantener, que aprenda a poder ser no bueno y a usar o no usar de esta
capacidad en función de la necesidad. (Maquiavelo, El Príncipe)

El texto trata sobre temas políticos, que durante el Renacimiento se dieron bajo un
género literario concreto, Las Utopías, en las que bajo la forma de descripciones
de Estados ideales, se contienen alusiones a estados concretos y teorías políticas
importantes. El fragmento de El Príncipe, nos muestra las cualidades que el
gobernante de este Estado "Ideal" debe tener a juicio de su autor. Debe ser una
persona amoral, indiferente entre el bien y el mal, debe estar por encima de
ambos. En este "sistema político" por el que aboga Maquiavelo, se ha olvidado por
completo la ética y la política que predicaron Platón y Aristóteles, ahora un hombre
bueno, moral y honrado no puede, según el autor, ser un buen político.
Resumiendo, todo el texto se basa en un único principio: "El fin justifica los
medios".

FRANCISCO DE VITORIA (1483-1546)


Francisco de Vitoria nació en Burgos, en 1483. En 1505, ingresa en el convento de
los dominicos de San Pablo de Burgos, fundado en vida de Santo Domingo de
Guzmán, y en ese momento plenamente embarcado en la importante reforma de
las órdenes religiosas encarada por el Cardenal Cisneros a instancias de la Reina
Isabel. En una orden como la dominicana, dedicada al estudio y a la predicación,
la preocupación por la formación intelectual era prioritaria: se cuidaba el estudio de
la teología, sin desdeñar la filosofía ni las humanidades. Vitoria permanecerá en el
Convento de Burgos hasta 1508, en que sus superiores deciden su traslado a
París.

Su estancia en París se extiende entre 1508 y 1522. Son años claves para su
formación y las primeras etapas de su vida docente. En un ambiente París seguía
siendo un lugar privilegiado para los estudios universitarios. Hacia comienzos del
siglo XV empieza a observarse una reacción por parte de ciertos profesores de
algunos de los colegios más importantes. En la teología se vuelve a las fuentes
escriturísticas y patrísticas, lo cual acusa la influencia del Humanismo que ya se
hacía llegar desde Italia. Allí se había comenzado a redescubrir la literatura
clásica, “sacándola del destierro” a que había estado condenada en siglos
anteriores. Los humanistas redescubren a Platón, leen las Sagradas Escrituras
con mejores herramientas filológicas, devoran los autores grecolatinos en busca
de nuevas fuentes de conocimiento, renuevan la importancia de la elocuencia
como compañera de la sabiduría. Desde el campo teológico, el consejo de volver
a los Padres de la Iglesia significaba asimismo revalorar la cultura clásica en la
que éstos estaban inmersos. Este espíritu humanista llegará a París,
contribuyendo al desarrollo de nuevos métodos y modos de pensar.

Los dominicos poseían, adscrito a la Sorbona, el Colegio de Saint-Jacques, al que


solían enviar a los jóvenes que veían con mayor futuro para las tareas docentes y
de investigación teológica. Allí Vitoria, a la vez que se forma en la doctrina del
Aquinate, entra en contacto con el espíritu humanista y conoce las obras de sus
principales representantes. Comienza su actividad docente en 1513, enseñando
Artes en el Colegio de Saint-Jacques en las llamadas magnis scholis y a partir de
1516, Teología. Recibe los grados académicos de Licenciado y Doctor poco antes
de dejar París, en 1522.

Vuelto a España, se incoropora al Colegio de San Gregorio de Valladolid, que se


había fundado en 1496 como pilar de la reforma de la orden dominicana. A partir
de 1504, constituye una verdadera Facultad de Teología, de suma importancia
para. la renovación de la espiritualidad y de los estudios teológicos en el seno de
la Orden . En efecto, en San Gregorio se logró compaginar “el rigor de la
observancia con el cuidado de los estudios académicos universitarios como medio
indispensable para la perfección y el apostolado, según el carisma dominicano” .

La ciudad de Vallaldolid era en esta época la sede del gobierno. En ella tendrían
lugar famosas juntas de expertos para tratar problemas cruciales: asuntos
concernientes a América, el examen de las obras de Erasmo. En ella comenzaría
a sesionar asimismo el Consejo de Indias, que tenía a su cargo todo el peso del
gobierno americano. Todo ello es importante a la hora de valorar la estancia de
Vitoria en esta ciudad. Los temas americanos tendrían inmediata repercusión en
Valladolid y, por ende, en el Colegio, donde serían objeto de discusión y examen.

En 1526, Vitoria se presenta a las oposiciones para obtener la Cátedra de Prima


de Teología en la Universidad de Salamanca y tiene éxito. Se traslada pues, a la
ciudad salmantina, donde permanecerá hasta su muerte. Allí desarrolla
ampliamente su actividad docente, renovando métodos y temáticas, y originando
una verdadera escuela de pensamiento teológico-jurídico destinada a tener
enorme repercusión.

Sus lecciones y relecciones no fueron dadas a la imprenta durante su vida, pero sí


fueron piadosamente conservadas por sus alumnos, para quien Vitoria era sobre
todo “el maestro”. En efecto, su capacidad docente era extraordinaria, y asistían a
sus conferencias no sólo los estudiantes, sino también afamados profesores de
esta universidad, que era una de las dos principales del reino. El también dominico
Domingo Báñez, que ocuparía más tarde la cátedra de Vitoria, dice de él que
“enseñó de viva voz como otro Sócrates la doctrina escolástica” .

Vitoria opinaba que la teología era una ciencia prácticamente omnicomprensiva,


pues a su luz podían estudiarse todas las cuestiones: “El oficio de teólogo es tan
extenso que ningún argumento, ninguna disputa, ningún asunto puede
considerarse completamente ajeno a la profesión e instituto teológico” . Fiel a este
principio, incluyó en sus clases los temas de mayor actualidad, que encaraba con
un enfoque teológico, pero sin desdeñar lo filosófico y jurídico, en la mejor
tradición de Santo Tomás. Fe y razón eran dos vías complementarias para el
acceso a la verdad, y Vitoria procuraba integrarlas en sus enseñanzas. Entre esos
temas, podemos señalar especialmente los referentes a la justicia, a las
potestades de la Iglesia y del Estado y a la colonización de América. Acerca de
esto último, es importante recordar que el convento de San Esteban de
Salamanca, donde residió Vitoria, fue una verdadera cantera de misioneros y que,
por tanto, los temas referentes a la relación con los indios, a sus pautas culturales,
a su conversión, eran habituales entre los religiosos. De las informaciones
brindadas por quienes retornaban de las Indias Vitoria obtendría material para su
reflexión y elaboración conceptual. Vitoria se encontró en San Esteban –afirma
Alonso Getino– “una tradición clara y firme sobre la libertad de los indios y sobre la
obligación de restituirles cuanto tiránicamente se les hubiera sustraído” .

Dentro de su labor docente, se distinguen las Lecciones ordinarias, en las que


Vitoria comentaba la Suma Teológica de Santo Tomás, y las llamadas
Relecciones. Éstas eran lecciones extraordinarias –como conferencias– que los
profesores debían pronunciar en ciertas fechas del año lectivo, generalmente en
días festivos, para favorecer la asistencia de alumnos y profesores. Vitoria
aprovechó esta costumbre para exponer el fruto de sus investigaciones haciendo
de estos actos acontecimientos de especial relieve en la vida académica. De
hecho, lo que más conocemos de las ideas de Vitoria procede de sus relecciones.

En la mayor parte de éstas trató de los temas que eran objeto de sus cursos
regulares, profundizando en aquéllos que ofrecían mayor interés. Tienen especial
trascendencia las referidas a los poderes temporal y espiritual, y las dos sobre los
indios. Son ellas: De potestate civili (1528), De potestate Ecclesiae (1532), De
Indis prior y De Indis posterior sive de Iure belli (1539). Según la opinión de
muchos autores, estas relecciones forman parte de un proyecto unitario de
exposición de los temas ético-jurídicos candentes en el momento, cuya base es la
relección De Potestate civili: en ésta se anuncian los temas fundamentales acerca
de los poderes del Papa y el Concilio, objeto de sus relecciones De Ecclesiae
(1532 y 1533) y De Potestate Papae et Concilii (1534), y se define al orbe como
una república, idea que será la base de la argumentación en De Indis y De Iure
Belli. Estudiando las fechas con detenimiento, los investigadores han llegado a la
conclusión de que los temas referentes a los indios ya eran objeto de comentarios
en los cursos ordinarios a partir de 1534. En 1537 pronuncia la relección De
Temperantia, que podría considerarse una “preparación próxima” para sus
discursos sobre los indios, ya que en ella vierte claramente sus opiniones acerca
de la legitimidad de una acción bélica contra ellos.

De Matrimonio (1531) es una relección menos conocida, que fue motivada por la
cuestión del “divorcio” de Enrique VIII de su esposa española Catalina de Aragón,
tía de Carlos V, asunto que tendría, lógicamente, amplia repercusión en España.
De Homicidio (1530) y De quod tenetur homo cum primum venit ad usum rationis
(1534 o 1535) contienen ideas fundamentales para comprender la antropología
vitoriana.

Las influencias intelectuales que recibió Vitoria y que plasmó en sus enseñanzas
han sido objeto de polémica entre los estudiosos.
Frente a los que sostienen su absoluta fidelidad a Santo Tomás, hay quienes
descubren en él influencias escotistas o nominalistas, por ejemplo, en lo referente
a la noción de derecho subjetivo .

Otros autores consideran importante la influencia humanista, y en concreto


erasmiana, que tan importante fue en España por esa época. Mesnard, por
ejemplo, afirma que la idea de comunidad universal que Vitoria plantea, tiene su
origen en Erasmo, quien la había concebido para el marco de la Cristiandad .

Pagden, sin embargo, sostiene que es un error atribuir la originalidad de Vitoria a


un “feliz matrimonio entre tomismo y humanismo cristiano”. Afirma que en sus
lecciones solía criticar a muchos humanistas: Budé, Valla, Lefèvre d’Étaples,
aunque reconoce como influencia humanista su referencia constante a textos
clásicos, especialmente de Cicerón y Séneca .

Por su parte, Skinner advierte un progresivo endurecimiento de Vitoria frente a


Erasmo y otros humanistas que atribuye a la necesidad de luchar contra la herejía
luterana y a rechazar, por tanto, cualquier doctrina que pudiera constituir un
asomo de heterodoxia .

Legaz y Lecambra, frente a la disyuntiva que muchos plantean entre escolástica,


como resabio medieval, y humanismo renacentista, como símbolo de lo nuevo,
sostiene que en España hubo una verdadera “escolástica del Renacimiento”,
representada, justamente por Vitoria y sus seguidores .

Por mi parte, considero que un espíritu abierto como el de Vitoria, difícilmente


podría haberse reducido a la influencia de un solo autor. Es, creo, muy evidente la
admiración de Vitoria por la figura de Santo Tomás, prueba de ello es el haber
logrado imponer –no sin gran esfuerzo– su Summa Theologiae como base para
las clases de teología en lugar de las Sentencias de Pedro Lombardo. No
obstante, su recurso a los autores greco-latinos, sus referencias a profesores de
tendencia escotista o nominalista son también muy evidentes en su obra. En una
España abierta a las influencias humanistas desde el tiempo de los Reyes
Católicos y más aún con Carlos V, esas ideas también deben de haber contribuido
a forjar su obra, más aún teniendo en cuenta que en París tuvo contacto directo
con algunos de estos autores. Su concepción orgánica de la comunidad política
seguramente debe mucho a Erasmo , así como también su insistencia en la
preservación de la paz como bien común fundamental en la comunidad universal,
que fue la prédica constante de los humanistas, en especial de Erasmo, Moro y
Vives, en un siglo especialmente turbulento y belicoso. En definitiva, como afirma
Castilla Urbano, “en esta capacidad para innovar, dentro de los cánones de la
tradicion, para sacar a la luz nuevos ideales desde las grutas del pasado consiste
el gran mérito y a la vez lo más característico del pensamiento vitoriano” .

Estudiando lo que fue su labor docente en Salamanca, inmediatamente salta a la


vista la libertad intelectual con que Vitoria encaraba su labor docente, en especial
frente al poder político. Debemos tener en cuenta que es un momento de
afirmación monárquica, y que al frente de la monarquía española se encuentra
nada menos que Carlos V, Emperador, dueño de buena parte del mundo
conocido. Pues bien, nada de ello parece arredrar a nuestro profesor cuando se
trata de exponer y defender sus opiniones.

Frente a quienes comienzan a considerar el poder de los reyes como cuasi-divino,


afirma con ironía: “Al Rey Don Hernando solamente le llamaban "Vuestra Merced";
ahora llaman "vuestra Majestad" y "divino César"; no falta decir sino que es Dios” .

No duda en oponerse a la política de Carlos frente a Francia, que juzga nefasta


para la Cristiandad, por favorecer la expansión del Imperio turco, ni vacila en dejar
constancia de esta opinión en sus relecciones. Pero además, convence de esta
posición al Condestable de Castilla, Don Pedro Fernández de Velasco. En 1536 le
escribe afirmando que si Carlos y Francisco dejasen de guerrear, no habría más
herejes en la Iglesia, ni más moros, y la Iglesia se reformaría. En 1538, este
influyente personaje se opone enérgicamente a las pretensiones de Carlos de
obtener tributos para la guerra, y pide al Emperador “trabaje de tener paz universal
con todos por algún tiempo”. Haciéndose eco de las ideas políticas vitorianas,
considera principal deber de su cargo suplicar en favor de los pobres que son los
que más sufren con el aumento de las imposiciones y de las guerras .

Ante las noticias de las opiniones vertidas por Vitoria en la Universidad acerca de
la justicia de la conquista de América, la primera reacción del Emperador es
escribir una dura carta al prior de San Esteban: “He sido informado que algunos
maestros religiosos de esa casa han puesto en plática y tratado en sus sermones
y en repeticiones , del derecho que nos tenemos a las Indias, Islas y tierra firme
del mar Océano” y, debido al perjuicio que de ello pudiera resultar, “encarga y
manda que luego, sin dilación alguna, llaméis ante vos a los dichos maestros y
religiosos [...] y recibáis dellos juramento para que declaren en qué tiempos y
lugares y ante qué personas han tratado y afirmado lo susodicho, así en limpio
como en minutas y memoriales”.

Finalmente, ordena recoger todos los manuscritos que se refieran a dichos


asuntos y enviarlos a la Corte. Sin embargo, y paradójicamente, el propio
Emperador, sometió a su examen y opinión complejos asuntos, entre los cuales,
se destacan los referentes al trato con los indios. En 1539 y 1541 le son remitidos,
para su dictamen, dos cuestiones. Carlos V le escribe en 1539 solicitándole la
selección de doce clérigos para enviar a Nueva España, a pedido del obispo Juan
de Zumárraga. En 1541 hay una nueva carta de Carlos V solicitándole su parecer
sobre el modo de bautizar a los indios. Se trata de un informe que trae Las Casas
de México y que

“por ser cosa teologal ha parecido que conviene que sea visto y examinado por
personas teólogas, y yo, por la buena relación que de vuestra persona, letras y
vida tengo, he acordado de os lo remitir, para que, como celoso de Dios Nuestro
Señor e vuestro, como cosa que tanto importa a nuestra santa fe católica, lo veáis
y deis en ello vuestro parecer” .

La Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca emitió finalmente un


informe teológico sobre el método misional en la instrucción, formación y
educación de la fe, aconsejando una diligente enseñanza previa al bautismo de los
indios adultos .

Los abusos ocurridos durante la conquista de Perú y las guerras llevadas a cabo
en la zona denominada Nueva Galicia, en el Virreinato de México, dieron lugar a
amplias discusiones concernientes a la justicia de la guerra y a los métodos
misionales a emplear. Algunos defensores de la conversión forzada de los indios
-Juan de Zumáraga, obispo de México, y Vasco de Quiroga, oidor de la
Audiencia,- cambian de opinión y denuncian ante el Emperador los graves abusos
de los conquistadores. A su vez, y sobre todo por influencia de la Bula Subblimis
Deus y el Breve Pastorale Officium, del Papa Paulo III, dictados en 1537, que
reconocían la naturaleza humana del indio, prohibían su esclavitud y subrayaban
el carácter eminentemente voluntario que había de tener la conversión, proponen
nuevos métodos de penetración y de evangelización. Éste era el clima que se
vivía en España cuando Vitoria pronuncia sus relecciones. La De Temperantia es
de 1537, el mismo año de la bula Subblimis Deus; las dos De Indis, de 1539.

Pereña ha visto con claridad la relación entre las circunstancias que se vivían en
esos años en México y la Relectio de Indis, en la que Vitoria cita expresamente
algunos de los abusos referidos por misioneros y autroidades; asimismo,
considera la influencia vitoriana en la redacción de las Leyes Nuevas de 1542. En
efecto, las dudas planteadas por las autoridades residentes en México, las
múltiples denuncias de abusos cometidos por los conquistadores, las propuestas
de cambios en la política española en las Indias, las opiniones de Vitoria, hicieron
necesaria la convocatoria, por parte de Carlos V, de una junta que desembocará
en la promulgación de las Leyes Nuevas de 1542. Éstas procuran la corrección de
los innumerables abusos denunciados. Se propone la supresión de la conquista
armada y su sustitución por entradas o penetración pacífica “en dos tiempos”:
primero evangelización sin armas, y segundo trato humano, amistoso, social y
comercial, sin armas, por los seglares, en orden a la incoporación libre de los
reinos de las Indias a la Corona de Castilla. Afirma Pereña que entre las
instrucciones de Carlos V a Pizarro en 1533, que le ordenaban proseguir las
conquistas y utilizar el “Requerimiento”, y las Leyes Nuevas, hay un cambio
profundo de enfoque, que mucho debe a la influencia vitoriana

Durante los últimos años de su vida, Vitoria estuvo gravemente aquejado de gota,
y ello le impedía caminar y dictar sus clases. En algunas oportunidades, sus
alumnos lo llevaron en andas, pero los dos últimos años los pasó postrado. Ya
gravemente enfermo de gota, es invitado por Carlos V a asistir al Concilio de
Trento como teólogo imperial, pero su estado le impide asistir. Lo hace, en su
lugar, su colega Domingo de Soto. Vitoria murió el 12 de agosto de 1546 y fue
enterrado en la sala capitular del Convento de San Esteban, hoy conocido como
Panteón de teólogos .

ESCRITOS DE FRANCISCO DE VITORIA

–Prólogo a: Tomás de Aquino, Sancti doctoris divi Thome Aquinatis… Secunda


secunde [Summae Theologiae], París, 1512; en la edición preparada de Pedro
Crockaert (este prólogo desaparece en las reediciones posteriores).

–Prólogo a: Pedro de Covarrubias, Pars estivalis Sermonum dominicalium, París,


1520 .

–Prólogo a: Antonino de Florencia, Summa aurea, edición de Juan Petit, París,


1521 .

–Prólogo a: Pedro Bersuire, Dictionarium seu Repertorium morale, 3 vols., París,


1521-22 .

–Summa sacramentorum Ecclesiae, ex doctrina Fratris Francisci a Victoria,


Pinciae, 1560; es un extracto o suma de las lecciones de Vitoria sobre los Sa-
cramentos, recogidas por Tomás de Chaves .

–Confesionario útil y provechoso compuesto por fray Francisco de Victoria,


Amberes, 1558 . Si bien parece seguro que Vitoria no es el autor de la obra, sino
solamente de la Introducción que reproduce una carta de Vitoria ("Carta a una
señora devota"), puede ser un extracto de sus enseñanzas.

–Un parecer que dio el padre maestro Fray Francisco de Vitoria sobre si los
señores pueden vender o arrendar los oficios, como escribanías y alguazilaz-gos,
etc., fue publicado por Diego de Zúñiga junto con su Instrucción y refugio del
ánima y conciencia escrupulosa y temerosa de Dios.

–Carta a una señora devota, publicada como Introducción a Confesionario útil y


provechoso .

–Pareceres sobre las tesis de Erasmo de Rótterdam, que se encuentran en el


Memorial de las Juntas de Teólogos de Valladolid (del 27 de junio al 13 de agosto
de 1527).

–Carta al P. Miguel de Arcos, del 8 de noviembre de 1534, es una carta que lleva
por título Del Perú, y en la que hace una breve consideración respecto a las
noticias que le llegan desde las Indias en distintas cuestiones sobre beneficios, el
tratamiento de los indios y la guerra .

–Cartas a Don Pedro Fernández de Velasco . En la primera, reflexiona so-bre la


función pública del Condestable. En la segunda refle-xiona sobre los consejos que
como filósofo y teólogo puede dar en asuntos po-lí-ticos, citando distintos hechos
históricos, como los problemas entre el rey es-pa-ñol y el francés.

–Carta al Doctor Luis González del 21 de noviembre de 1535 ó 1536 , sobre la


pluralidad de beneficios, en la que plantea que, como cuestión discutida se tienen
en cuenta no sólo lo afirmado por el Evangelio y los Doctores, sino también lo
establecido por costumbre, por ello debe resolverse en junta de auto-ridades que
dictaminaran el tema atendiendo a si contraría el derecho natural.

–Fragmento de una carta sobre la composición.

–Carta al Príncipe Don Felipe contestando a la invitación de acudir al Concilio de


Trento como teólogo, de marzo o abril de 1545.

–Al P. Miguel de Arcos, del 27 de agosto de 1545; en esta carta Vitoria trata tres
temas: el testamento del conde de Ureña, en donde se plantea la necesidad de
dar respuesta, por parte de los herederos (quien recibió la herencia del conde y
quien toma posesión de su título), de dar satisfacción de las deudas contraídas por
aquél; en la misma carta tiene una breve conclusión sobre el matrimonio
clandestino, terminando con una conclusión sobre la venta al fiado.

–Al P. Bernardino de Vique, del 18 de marzo de 1546 (como fecha probable), en


ella Vitoria plantea el problema de los esclavos con que negocian los por-
tugueses.

–Al P. Miguel de Arcos, del 28 de abril de 1546; en esta carta, ya muy al final de
su vida, Vitoria plantea con mucha dureza a quienes se aprovechan de la extrema
necesidad para encarecer el trigo y enriquecerse con ello .

–Parecer del padre fray Francisco de Vitoria de pluralitate beneficiorum .

–An beneficia eclesiástica uniantur licite monasteriis, .

–De los que se retraen por delitos a las iglesias en este parecer que según Beltrán
de Heredia se planteó a varios maestros salmantinos.

–Preceptos de que se debe ayudar un buen predicador, auctore R. P. Francis-co a


Vitoria.

Relecciones (versión PDF preparada bajo la dirección de Juan Cruz)

1. Relección de la potestad civil (1528)

2. Relección de la potestad de la Iglesia (1532)

3. Relección Sobre los indios (1ª parte) (15

4. Relección Sobre el derecho de guerra (1539)

NICOLÁS COPÉRNICO

Copérnico (1473-1543) fue un astrónomo polaco, conocido por su teoría


heliocéntrica, según la cual el Sol se encuentra inmóvil en el centro del Universo y
la Tierra gira alrededor de él. La teoría fue desarrollada en los primeros años de la
década de 1500, pero se publicó años después. Se oponía a la teoría de
Ptolomeo, entonces vigente, según la cual el Sol y los planetas giran alrededor de
una Tierra fija. Al principio, Copérnico dudó en publicar sus hallazgos porque
temía las críticas de la comunidad científica y religiosa. A pesar de la incredulidad
y rechazo iniciales, el sistema de Copérnico pasó a ser el modelo del Universo
más ampliamente aceptado a finales del siglo XVII.

Su formación académica fue muy variada. En 1491 comenzó a estudiar la carrera


de humanidades en la Universidad de Cracovia. En enero de 1497, empezó sus
estudios de derecho canónico en la Universidad de Bolonia, alojándose en casa
de un profesor de matemáticas que contribuyó al interés de Copérnico por la
geografía y la astronomía. En 1500, Copérnico se doctoró en astronomía en
Roma. Al año siguiente obtuvo permiso para estudiar medicina en Padua. Sin
haber acabado estos estudios, se licenció en derecho canónico en la Universidad
de Ferrara en 1503 y regresó a Polonia.

Concluyó su obra más célebre, De revolutionibus orbium caelestium (Sobre las


revoluciones de los cuerpos celestes), en 1530, pero no fue publicada hasta el 24
de mayo de 1543, poco antes de su muerte, por Andreas Osiander, un editor
luterano de Nuremberg (Alemania). La teoría copernicana, pese a la oposición de
la Iglesia Católica, fue imponiéndose paulatinamente debido a las observaciones
científicas y a los apoyos de ilustres astrónomos como Kepler y Galileo.

El sistema de Ptolomeo

Hasta Copérnico el movimiento de los cuerpos celestes se explicaba mediante el


sistema de Ptolomeo. Se suponía que los cuerpos celestes (el Sol, la Luna y los
planetas) se encontraban situados en esferas huecas concéntricas a la Tierra. Las
estrellas fijas (casi todos los objetos del cielo, se situaban en una sola capa
exterior. Se suponía que cada una de estas esferas ajustaba perfectamente en la
siguiente, como si fueran las capas de una cebolla. En el centro de todas ellas
estaría la Tierra. Todas estas esferas girarían con distintas velocidades alrededor
de la Tierra, de forma que desde la Tierra veríamos deslizarse por el Cielo a los
distintos objetos celestes. Sin embargo, no todo era tan simple y para poder
explicar los distintos movimientos que se fueron observando hubo que ir
complicando bastante el modelo.

La teoría heliocéntrica de Copérnico

Copérnico se planteó que, en vez de ser las esferas las que giraban alrededor de
la Tierra, podría ocurrir que la Tierra girara alrededor de su eje una vez al día. Idea
que no era demasiado original porque se les había ocurrido antes a otros. Sin
embargo, la verdadera aportación de Copérnico fue la de proponer que la Tierra
no era el centro del mundo, sino que la Tierra y todos los demás planetas se
movían describiendo círculos alrededor del Sol. Este nuevo modelo permitía
explicar fácilmente el aparente movimiento de avance y retroceso que describen
los planetas en el firmamento. De esta manera pudo desecharse la teoría de
Ptolomeo con toda su carga de complicación y los reajustes que había sufrido. A
partir de ese momento, los navegantes y los astrónomos disponían de un método
mucho más sencillo para realizar sus cálculos. Bastaba suponer que la Tierra y los
demás planetas giraban alrededor del Sol.

KEPLER, JOHANNES (1571-1630)

Astrónomo y filósofo alemán, famoso por formular y verificar las tres leyes del
movimiento planetario conocidas como leyes de Kepler.

Kepler nació el 27 de diciembre de 1571, en Weil der Stadt, en Württemberg, y


estudió teología y clásicas en la Universidad de Tübingen. Allí le influenció un
profesor de matemáticas, Michael Maestlin, partidario de la teoría heliocéntrica del
movimiento planetario desarrollada en principio por el astrónomo polaco Nicolás
Copérnico. Kepler aceptó inmediatamente la teoría copernicana al creer que la
simplicidad de su ordenamiento planetario tenía que haber sido el plan de Dios. En
1594, cuando Kepler dejó Tübingen y marchó a Graz (Austria), elaboró una
hipótesis geométrica compleja para explicar las distancias entre las órbitas
planetarias -órbitas que se consideraban circulares erróneamente.
(Posteriormente, Kepler dedujo que las órbitas de los planetas son elípticas; sin
embargo, estos primeros cálculos sólo coinciden en un 5% con la realidad.) Kepler
planteó que el Sol ejerce una fuerza que disminuye de forma inversamente
proporcional a la distancia e impulsa a los planetas alrededor de sus órbitas.
Publicó sus teorías en un tratado titulado Mysterium Cosmographicum en 1596.
Esta obra es importante porque presentaba la primera demostración amplia y
convincente de las ventajas geométricas de la teoría copernicana.

Kepler fue profesor de astronomía y matemáticas en la Universidad de Graz desde


1594 hasta 1600, cuando se convirtió en ayudante del astrónomo danés Tycho
Brahe en su observatorio de Praga. A la muerte de Brahe en 1601, Kepler asumió
su cargo como matemático imperial y astrónomo de la corte del emperador
Rodolfo II. Una de sus obras más importantes durante este periodo fue
Astronomía nova (1609), la gran culminación de sus cuidadosos esfuerzos para
calcular la órbita de Marte. Este tratado contiene la exposición de dos de las
llamadas leyes de Kepler sobre el movimiento planetario. Según la primera ley, los
planetas giran en órbitas elípticas con el Sol en un foco. La segunda, o regla del
área, afirma que una línea imaginaria desde el Sol a un planeta recorre áreas
iguales de una elipse durante intervalos iguales de tiempo. En otras palabras, un
planeta girará con mayor velocidad cuanto más cerca se encuentre del Sol.
En 1612 Kepler se hizo matemático de los estados de la Alta Austria. Mientras
vivía en Linz, publicó su Harmonices mundi, Libri (1619), cuya sección final
contiene otro descubrimiento sobre el movimiento planetario (tercera ley): la
relación del cubo de la distancia media (o promedio) de un planeta al Sol y el
cuadrado del periodo de revolución del planeta es una constante y es la misma
para todos los planetas.

Hacia la misma época publicó un libro, Epitome astronomiae copernicanae (1618-


1621), que reúne todos los descubrimientos de Kepler en un solo tomo.
Igualmente importante fue el primer libro de texto de astronomía basado en los
principios copernicanos, y durante las tres décadas siguientes tuvo una influencia
capital convirtiendo a muchos astrónomos al copernicanismo kepleriano.

La última obra importante aparecida en vida de Kepler fueron las Tablas rudolfinas
(1625). Basándose en los datos de Brahe, las nuevas tablas del movimiento
planetario reducen los errores medios de la posición real de un planeta de 5 °a 10'.
El matemático y físico inglés sir Isaac Newton se basó en las teorías y
observaciones de Kepler para formular su ley de la gravitación universal.

Kepler también realizó aportaciones en el campo de la óptica y desarrolló un


sistema infinitesimal en matemáticas, que fue un antecesor del cálculo.

Murió el 15 de noviembre de 1630 en Regensburg.

RENÉ DESCARTES

René Descartes nació en la Haya (Turena) en 1596. Tuvo una esmerada


educación en el Colegio La Féche de los jesuitas. Con el afán de conocer el
mundo y de probar fortuna, en 1618 se alistó en el ejército del príncipe Mauricio de
Nassau y en 1619, en el de Maximiliano de Baviera. Entre 1625 y 1628, Descartes
vivió en París. En 1628 se trasladó a Holanda, donde encontró un clima de
tranquilidad adecuado para sus reflexiones. Residió en este lugar hasta 1649, año
en que fue invitado por la reina Cristiana a trasladarse a Suecia, donde falleció el
11 de febrero de 1650, víctima de una pulmonía.

La Haye, Francia, 1596 - Estocolmo, Suecia, 1650) Filósofo y matemático francés.


René Descartes se educó en el colegio jesuita de La Flèche (1604-1612), donde
gozó de un cierto trato de favor en atención a su delicada salud.
Obtuvo el título de bachiller y de licenciado en derecho por la facultad de Poitiers
(1616), y a los veintidós años partió hacia los Países Bajos, donde sirvió como
soldado en el ejército de Mauricio de Nassau. En 1619 se enroló en las filas del
duque de Baviera; el 10 de noviembre, en el curso de tres sueños sucesivos, René
Descartes experimentó la famosa «revelación» que lo condujo a la elaboración de
su método.

Tras renunciar a la vida militar, Descartes viajó por Alemania y los Países Bajos y
regresó a Francia en 1622, para vender sus posesiones y asegurarse así una vida
independiente; pasó una temporada en Italia (1623-1625) y se afincó luego en
París, donde se relacionó con la mayoría de científicos de la época. En 1628
decidió instalarse en los Países Bajos lugar que consideró más favorable para
cumplir los objetivos filosóficos y científicos que se había fijado, y residió allí hasta
1649.

Los cinco primeros años los dedicó principalmente a elaborar su propio sistema
del mundo y su concepción del hombre y del cuerpo humano, que estaba a punto
de completar en 1633 cuando, al tener noticia de la condena de Galileo, renunció
a la publicación de su obra, que tendría lugar póstumamente.

En 1637 apareció su famoso Discurso del método, presentado como prólogo a tres
ensayos científicos. Descartes proponía una duda metódica, que sometiese a
juicio todos los conocimientos de la época, aunque, a diferencia de los escépticos,
la suya era una duda orientada a la búsqueda de principios últimos sobre los
cuales cimentar sólidamente el saber.

Este principio lo halló en la existencia de la propia conciencia que duda, en su


famosa formulación «pienso, luego existo». Sobre la base de esta primera
evidencia, pudo desandar en parte el camino de su escepticismo, hallando en Dios
el garante último de la verdad de las evidencias de la razón, que se manifiestan
como ideas «claras y distintas».

El método cartesiano, que Descartes propuso para todas las ciencias y disciplinas,
consiste en descomponer los problemas complejos en partes progresivamente
más sencillas hasta hallar sus elementos básicos, las ideas simples, que se
presentan a la razón de un modo evidente, y proceder a partir de ellas, por
síntesis, a reconstruir todo el complejo, exigiendo a cada nueva relación
establecida entre ideas simples la misma evidencia de éstas.
Los ensayos científicos que seguían, ofrecían un compendio de sus teorías físicas,
entre las que destaca su formulación de la ley de inercia y una especificación de
su método para las matemáticas. Los fundamentos de su física mecanicista, que
hacía de la extensión la principal propiedad de los cuerpos materiales, los situó en
la metafísica que expuso en 1641, donde enunció así mismo su demostración de
la existencia y la perfección de Dios y de la inmortalidad del alma. El mecanicismo
radical de las teorías físicas de Descartes, sin embargo, determinó que fuesen
superadas más adelante.

Pronto su filosofía empezó a ser conocida y comenzó a hacerse famoso, lo cual le


acarreó amenazas de persecución religiosa por parte de algunas autoridades
académicas y eclesiásticas, tanto en los Países Bajos como en Francia. En 1649
aceptó la invitación de la reina Cristina de Suecia y se desplazó a Estocolmo,
donde murió cinco meses después de su llegada a consecuencia de una
neumonía.

Descartes es considerado como el iniciador de la filosofía racionalista moderna por


su planteamiento y resolución del problema de hallar un fundamento del
conocimiento que garantice la certeza de éste, y como el filósofo que supone el
punto de ruptura definitivo con la escolástica.

Obras

Aunque se conservan algunos apuntes de su juventud, su primera obra fue


Reglas para la dirección del espíritu (ca. 1628) (póstuma). Luego escribió El
mundo o Tratado de la luz y El hombre, que retiró de la imprenta al enterarse de la
condena de la Inquisición a Galileo, y que más tarde se publicaron a instancias de
Leibniz. En 1637 publicó el Discurso del método para dirigir bien la razón y hallar
la verdad en las ciencias, seguido de tres ensayos científicos: Dióptrica, La
Geometría y Los meteoros. Estas se consideran sus primeras obras de evidente
importancia.

En 1641 publicó las Meditaciones metafísicas, acompañadas de un conjunto de


Objeciones y respuestas que amplió y volvió a publicar en 1642. Hacia 1642
puede fecharse también un diálogo, La búsqueda de la verdad mediante la razón
natural (póstumo).

En 1647 aparecen los Principios de filosofía, que Descartes idealmente habría


destinado a la enseñanza. En 1648 Descartes le concede una entrevista a Frans
Burman, un joven estudiante de teología, quien le hace interesantes preguntas
sobre sus textos filosóficos. Burman registra detalladamente las respuestas de
Descartes, y éstas usualmente se consideran genuinas. En 1649 publica un último
tratado, Las pasiones del alma, sin embargo aún pudo diseñar para Cristina de
Suecia el reglamento de una sociedad científica, cuyo único artículo es que el
turno de la palabra corresponda rotativamente a cada uno de los miembros, en un
orden arbitrario y fijo.

De Descartes también se conserva una copiosa correspondencia, que en gran


parte canalizaba a través de su amigo Mersenne, así como algunos esbozos y
opúsculos que dejó inéditos. La edición de referencia de sus obras es la que
prepararon Charles Adam y Paul Tannery a fines del siglo XIX e inicios del XX, y a
la que los comentaristas usualmente se refieren como AT.

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