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¿Quién dice que necesitamos de la clase política?

Necesitamos ciudadanos de verdad


Por. Raúl Benítez Ortega

Periodismo Ciudadano de Opinión

Se pregunta la revista Semana si ¿Podrán Mockus y Fajardo ser los primeros en


llegar al poder sin el apoyo de la clase política? La pregunta es retórica y ofensiva.
No solo es posible, sino necesario. El país requiere con urgencia una
despolarización y una profunda pedagogía política que sólo sería posible si
Mockus asume la primera magistratura del país.

Lo que Mockus necesita no es el apoyo de la clase política. Ese sería un error


monumental en su carrera como pedagogo y administrador del Estado. La clase
política está constituida por una minoría, que ha hecho del Estado un botín para el
saqueo, la corrupción y la criminalidad de cuello blanco.

Si comprendemos que los ciudadanos comunes, en realidad somos una gran


mayoría frente al número de políticos que pueden existir en el país, habremos
descubierto la fórmula para que entre todos los colombianos enderecemos nuestro
rumbo histórico, sobre el que no hemos podido ponernos de acuerdo desde los
orígenes de la República hace 200 años, ni siquiera con la Constitución de 1991
que hasta el momento, como proyecto de Nación, no ha sido posible hacerla
realidad.

¿Cuántos políticos tiene el país? ¿Cuántos funcionarios públicos tiene el Estado?


¿Cuántos de ellos responden a intereses particulares de la clase política? Hagan
cálculos, quizás no sean más de un millón.

Ahora, ¿Cuantos ciudadanos, comunes y corrientes, tiene Colombia? ¿Cuántos


de ellos están inconformes y constantemente se quejan de lo que hacen los
políticos en contra de los ciudadanos? ¿Cuántos están hastiados de ver en las
noticias los oscuros, corruptos y criminales actos de una gran cantidad de
políticos? ¿Cuántos están cansados de la impunidad, el amiguismo, el
favorecimiento y las penas mínimas que la justicia aplica a los políticos
involucrados en actos criminales de todo tipo? Con toda seguridad que la
respuesta es una cifra aplastantemente mayoritaria.

La clase política ha demostrado a lo largo de la historia contemporánea de


Colombia que ha impuesto su voluntad minoritaria a base de corrupción y
peligrosas alianzas narco-guerrillo-para-polítiqueras, para atornillarse en el poder y
para hacer de los recursos de la Nación, el escenario de sus negocios turbios.

Si el número de ciudadanos habilitados para votar supera los 20 millones de


colombianos, somos precisamente los ciudadanos los que tenemos en nuestras
manos el poder de transformar esa realidad frente a las urnas.

Los políticos han logrado que el ciudadano común y corriente aborrezca la idea
de la participación en política. Por eso están felices, porque eso les da margen
para administrar sus feudos electorales, repartiendo a su antojo tamales,
lechonas, aguardiente y plata, entre un pueblo hambriento e ignorante de esa
realidad. Los políticos han sabido hacer negocios turbios a costa de las
necesidades de los ciudadanos, por eso no les conviene solucionar nada, para
mantener esa dependencia esclavizante entre el pueblo colombiano. ¡Y a qué
costo!

No puede la Revista Semana soslayar la inconformidad de los ciudadanos


considerando que lo de Mockus es un fenómeno de opinión y un efecto mediático.
Los tres tenores no “salieron de la nada” y no pueden ser considerados una
“sorpresa”. Demostraron con hechos que las cosas si pueden cambiar.
Transformaron a Bogotá de una ciudad caótica en un modelo de desarrollo urbano
con calidad de vida que hoy es ejemplo para otras grandes capitales del mundo.

Los tres tenores, se han convertido en un proyecto político que con la fuerza
sumatoria de Fajardo les alcanza para que en los próximos 16 años, le cambien el
rostro a Colombia ante el mundo. Por fin tendríamos la posibilidad de ser un país
desarrollado, metido en el club de los poderosos, con uno de los más altos
estándares de calidad de vida y desarrollo humano.

Ese sí sería un plan de desarrollo coherente y con visión de largo plazo.


Avanzaríamos en la realización plena de los propósitos de la Constitución del 91.
Podríamos haber superado la barbarie de las ideologías totalitarias y radicalizadas
de violencia y muerte, que han justificado la guerra sucia que vive el país como
una “combinación de todas las formas de lucha” por el poder del Estado.
Rescataríamos en las urnas a la dialéctica, fundamento del modelo democrático,
secuestrada y amenazada por el tableteo de las ametralladoras.

Lo que Mockus necesita es el apoyo de la clase trabajadora, honrada, luchadora,


estudiosa y dedicada diariamente a trabajar para engrandecer a Colombia, esa
clase de ciudadanos excluidos de la esfera pública y de la toma de decisiones
colectivas, gracias a las artimañas de una clase política criminal.

Los ciudadanos tenemos los votos para elegir a un candidato que no cuenta con
el apoyo de la clase política. En esta oportunidad, el voto en blanco no es una
opción si queremos transformar al país de verdad. La política que necesitamos es
la de los ciudadanos. Nuestro programa de gobierno es la Constitución del 91. El
Estado es nuestro y somos nosotros quienes escogemos a nuestros gobernantes
para que administren bien nuestras riquezas, nos ayuden en el crecimiento y
desarrollo del país y para que protejan la vida, honra, bienes y derechos
fundamentales de todos, la mayoría de los colombianos que no formamos parte de

esa “clase política”.

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