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Química II. Prof.

Stella Maris Martinez

La derrota del Flogisto


Joseph Black y el descubrimiento del
dióxido de carbono
El creciente interés que había despertado la posibilidad de encontrarle nuevas
aplicaciones al fuego y, por lo tanto, a las máquinas de vapor, llevó a los químicos a
una nueva concepción acerca del fuego. En ese momento se empezaron a preguntar por
qué algunas cosas ardían y otras no, es decir, empezaron a investigar acerca de la
naturaleza de la combustión.

Según lo que se aceptaba desde el tiempo de los griegos, las cosas que podían arder eran
aquellas que poseían el elemento fuego, que sólo se liberaba en condiciones adecuadas.
Los alquímicos pensaban más o menos igual, salvo que concebían a los combustibles
como algo que contenía el principio del “azufre” (que no necesariamente es el azufre tal
como lo conocemos en la actualidad).

El químico y físico alemán George Stahl propuso un nombre nuevo al principio de


inflamabilidad: lo llamó flogisto, palabra que proviene del griego y que significa “hace
arder”. Desarrolló después un esquema, basado en el flogisto, que pudiera explicar la
combustión. Según Stahl, los objetos combustibles eran ricos en flogisto, y cuando
ardían, este se perdía en el aire. Lo que quedaba luego de la combustión carecía de
flogisto y no podía seguir ardiendo. De esta manera, la madera tenía flogisto, pero las
cenizas no. La teoría del flogisto ganó popularidad a lo largo del siglo XVIII. En la
década de los setenta era casi universalmente aceptada porque parecía explicar muchas
cosas de manera muy clara. Pero quedaban algunas cosas en el tintero, que eran difíciles
de explicar. Las sustancias más combustibles, como la madera y el papel, perdían gran
parte de su peso al arder, lo que era de esperarse, ya que el flogisto abandonaba la
sustancia original. Sin embargo, cuando los metales se “calcinaban”, también perdían
flogisto, pero el metal oxidado era más pesado que el original. ¿Podía, entonces haber
dos tipos de flogisto, uno con peso positivo y otro con peso negativo?

La explicación de los cambios de peso había que encontrarla, naturalmente, en los gases
que se aparecían o se consumían durante la formación de los distintos compuestos. Un
paso importante en este sentido lo dio el científico escocés Joseph Black.

Black había nacido en la ciudad escocesa de Burdeos en 1728 y, después de superar


los exámenes de medicina en Glasgow se trasladó a Edimburgo, donde realizó las
investigaciones para obtener el doctorado y que darían lugar a su más famosa
contribución a la químicae.

En aquella época existía un creciente interés por los ácidos y las bases, ya que se
utilizaban bases fuertes para disolver los cálculos renales y bases débiles, como el
hidróxido de magnesio, para tratar la acidez estomacal. Lo que hizo Black fue calentar
bases débiles y notar que, al calentarlas, perdían peso. Todo esto llevó a una serie de
experimentos en los cuales la balanza fue instrumento clave, ya que debían pesarse los
productos de cada reacción en cada paso. En su experimento más conocido, Black

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calentó carbonato de calcio, que al descomponerse liberó un gas y produjo óxido de


calcio. Aisló el gas, lo combinó con el óxido de calcio y pudo formar nuevamente
carbonato de calcio. Black llamó al gas “aire fijo” porque había que combinarlo
(“fijarlo”) para que formase parte de una sustancia sólida. Los experimentos de Black
fueron muy importantes porque mostraron que las sustancias gaseosas no solamente
eran producto de los sólidos y los líquidos, sino que también podían combinarse con
ellos para generar otros cambios químicos.

Joseph Priestley y el aire deflogisticado


Joseph Priestley, químico británico, nació en una ciudad cerca de Leeds en 1733. Fue
formado para ser ministro de una iglesia como pastor calvinista y ejerció como tal
durante toda su vida, por lo que la ciencia estaba lejos de ser lo más importante en su
vida. Los intereses intelectuales de Priestley eran de lo más variados, ya que escribió
desde tratados de gramática inglesa hasta libros de historia. Durante una de sus visitas
a Londres se hace amigo de Benjamin Franklin y otros científicos interesados en la
electricidad. A partir de esto, establece con Franklin una relación epistolar en la que
comentan los resultados de sus investigaciones.

La mayor parte de las experiencias químicas de Priestley están descriptas en su libro


Experimentos y observaciones acerca de diferentes tipos de aire. De todos los
experimentos relatados, el más importante es el descubrimiento del oxígeno, mediante
el calentamiento del óxido de mercurio. Para ello utilizó una lupa que concentraba rayos
de sol sobre un poco de óxido de mercurio encerrado en una campana de vidrio:

Habiendo luego conseguido una lente de doce pulgadas de diámetro y veinte pulgadas
de distancia focal me dediqué, con gran presteza y cuidado, a examinar, con su ayuda,
la clase de aire, natural y ficticio (esto es, preparado artificialmente) que producían las
diversas sustancias (...) Con este dispositivo, después de haber realizado una serie de
experiencias variadas (...) en agosto 1ero de 1774 traté de extraer aire del mercurius
calcinatus per se; y encontré que por medio de esa lente podía hacer desprender de él
un aire, con mucha facilidad. Habiendo obtenido un volumen tres o cuatro veces
superior al de mi material inicial, hice llegar agua de modo de ponerla en contacto con
el aire y vi que no era embebido por ella. Pero lo que me sorprendió más de lo que soy
capaz de expresar fue el hecho de que una bujía quemaba en este aire con una llama
extremadamente vigorosa. Me encontré tremendamente perplejo ante la posible
explicación de este hecho.

Priestley experimentó con el nuevo gas. Pasó cierto tiempo hasta que descubriera que
aquel “aire” que había preparado con el óxido de mercurio era mejor que el aire común
para la respiración. Lo hizo respirar por ratones y también lo probó él mismo. Priestley
sabía por sus propios experimentos que un ratón adulto sobrevivía quince minutos en un
recipiente sellado con aire en su interior. Cuando colocaba a otro animal en el mismo
recipiente lleno con el nuevo “aire”, el ratón era capaz de resistir durante media hora.
Luego de una serie de experimentos cuidadosamente realizados, dedujo que, en lo que
se refería al mantenimiento de la respiración, el nuevo aire era entre cuatro y cinco
veces mejor que el aire común. Esto es coherente con el hecho de que el aire contiene
un veinte por ciento de oxígeno. En otras experiencias, observó también que las
sustancias que en el aire común no arden o lo hacen con dificultad, en el nuevo aire lo

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hacían con una gran facilidad, proporcionando llamas de gran tamaño. Por esto es que
Priestley concluyó que el nuevo aire contenía muy poco o nada de flogisto y que por ese
motivo era capaz de extraer el flogisto presente en otras sustancias aun en aquellos
casos en que su presencia fuera muy escasa. Por eso el aire recién descubierto fue
denominado aire deflogisticado. El otro componente gaseoso del aire ordinario recibió
el nombre de aire flogisticado.

Priestley identificó otros diez gases, entre los cuales figuran el amoníaco, el cloruro de
hidrógeno, el óxido nitroso y el dióxido de azufre. Su descubrimiento más importante
fue el oxígeno pero, a pesar de que poseía evidencias de que el oxígeno era un gas en sí
mismo, explicó sus hallazgos dentro de los términos de la teoría del flogisto.

La teoría del flogisto funcionó mientras la química fue una ciencia vaga y cualitativa.
Desde el momento en que Joseph Black y sus discípulos comenzaron a realizar sus
experiencias con mediciones precisas acerca de todos los componentes que participaban
en una reacción química, se vio condenada a desaparecer. Más tarde, cuando el francés
Antoine Lavoiser estableció la relación entre la combustión y el oxígeno, derribó los
cimientos de la teoría del flogisto.

Priestley tuvo problemas toda su vida por sus manifestaciones políticas. En los últimos
años, se declaró ferviente admirador de la Revolución Francesa. Luego de celebrar el
segundo aniversario de la revolución, en 1791, una turba enardecida le quemó la casa
y sus pertenencias. Obligado a emigrar, muere diez años después en los Estados
Unidos.

Antoine Lavoiser: el padre de la química


moderna
Los numerosos e importantes experimentos y descubrimientos hechos en relación con
los gases durante casi cincuenta años tenían que ser reunidos en una teoría global,
cosa que ocurrió hacia finales del siglo XVIII. El encargado fue el químico francés
Antoine Laurent Lavoiser.

Lavoiser nació en París en 1743. En 1766 ganó una medalla de oro en un concurso
convocado por la Academia de Ciencias de su país sobre técnicas de alumbrado
público.

A fines de la década de 1760, Lavoiser ya había realizado una serie de experimentos que
partían de los hallazgos de Joseph Black, con los que demostró que el agua no podía
transformarse en tierra. Cuando en 1774 Priestley viaja a París y le comunica a
Lavoisier su descubrimiento del aire deflogistizado, al investigador francés le queda
claro que el aire no es un elemento inerte que recibe o entrega el flogisto, sino que el
supuesto aire deflogistizado constituye un elemento. Repite los experimentos de
Priestley con el óxido de mercurio y en 1775 aísla el aire “puro”. Desarrolla la idea de
que en toda combustión lo que ocurre es una destrucción del aire “puro”, y el peso del
cuerpo que ardió se aumenta exactamente en la misma cantidad del aire absorbido. Se

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opone así Lavoisier a la teoría del flogisto sobre la combustión. En esa época, se
aceptaba que cuando metales como el estaño y plomo se calentaban en un recipiente
cerrado que contenía aire, se observaba el aumento del peso del “calcinado” y la
constancia del peso del sistema total, al tiempo que se crea un vacío parcial en el
interior del recipiente y sólo aproximadamente una quinta parte del volumen del aire se
consume. La interpretación que da Lavoisier a estos hechos es bien distinta de la de
colegas británicos como Priestley y Black. Los metales no liberan flogisto al calcinarse
sino que se combinan con un elemento componente del aire que es el que se había
identificado como aire “puro”, y de ahí su incremento de peso. A partir de entonces
nombra este nuevo elemento gaseoso como oxígeno.

En 1789, casi coincidiendo con la Revolución Francesa, Lavoisier publicó su Tratado


elemental de química. Este libro fijaba los fundamentos de la química como una
disciplina genuinamente científica, y los químicos suelen considerarlo como el
equivalente en química de lo que fueron los Principia Matemática de Newton. Lavoiser
expone en este libro el método cuantitativo para interpretar las reacciones químicas y
propone el primer sistema de nomenclatura para los compuestos químicos, del que aún
perduran por ejemplo, la clasificación de los compuestos binarios del oxígeno. Además,
proporcionaba detalladas descripciones de las técnicas utilizadas, incluido el
equipamiento y el tipo de experimentos realizados.

Por otro lado, estableció la definición más clara de lo que era un elemento químico,
poniendo por fin en práctica la idea que había tenido Robert Boyle durante la década de
1660, relegando definitivamente a los cuatro elementos de los griegos. Se entiende por
elemento toda aquella sustancia que no puede descomponerse en otras más sencillas.
Además, presentó la primera tabla de los elementos que, aunque muy incompleta, se
puede considerar como la base a partir de la cual surgió la tabla periódica moderna. El
listado de las 33 sustancias simples presentando por Lavoisier tiene el siguiente
encabezamiento: “Sobre la tabla de las sustancias simples o, al menos, de aquellas que
el estado actual de nuestros conocimientos nos obliga a considerar como tales”, e
incluye, entre otras, la luz y el calórico. Los nombres dados a las sustancias hasta
entonces pretendían identificar cada sustancia según alguna de sus propiedades. Así, por
ejemplo, las denominaciones asignadas se referían al color, al sabor, a una propiedad
medicinal o al nombre del descubridor. Los compuestos se clasificaban por familias
según los elementos que los constituían, adoptándose el acuerdo de nombrar en primer
lugar la familia a la que pertenecían y en segundo lugar su rasgo específico (óxido de
hierro). La proporción entre dos elementos que formaban más de un compuesto se
indicaría cambiando la terminación del nombre específico. Las sales tomarían el nombre
genérico del ácido y el específico de la base. La química adquiría así un lenguaje
analítico, metódico y preciso, que permitía nombrar a cualquier nueva sustancia que se
descubriese. Además, facilitó enormemente la tarea de los químicos a la hora de
comunicarse los descubrimientos los unos a los otros.

Desdichadamente, cuatro años más tarde Lavoisier es ejecutado en la guillotina al ser


acusado de verse relacionado con un grupo de recaudadores de impuestos que los
revolucionarios franceses consideraron un instrumento de corrupción de la odiada
monarquía. Su amigo, el célebre matemático J. Lagrange diría: “un segundo bastó
para separar su cabeza del cuerpo, pasarán siglos para que una cabeza como aquella
vuelva a ser llevada sobre los hombros de un hombre de ciencias”.

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Guía de Trabajo:

1. Lee los artículos detenidamente; relee aquellos párrafos que te resulten difíciles;
subraya las palabras que no conozcas o no interpretes adecuadamente y busca su
significado.
2. Realiza una línea de tiempo con las fechas mas relevantes que se incluyen en el
texto (se cuidadoso con la escala que elijas), ¿fueron contemporáneos? ¿se
habrán conocido personalmente? ¿cómo se enteraban de los descubrimientos de
los científicos de su época? Indica también acontecimientos culturales o
históricos destacados de la época en la que se desarrollan las actividades de estos
científicos.
3. ¿Cuáles fueron los distintos conocimientos que se tuvieron sobre el aire desde la
época de los griegos hasta Lavoisier?
4. ¿Qué preguntas, generales y particulares, habrán guiado las experiencias de cada
uno de los científicos estudiados en el texto? Enuncialas con tus palabras y
proponé las respuestas que obtuvieron en cada caso.
5. Menciona que aportes realizó cada uno de los científicos mencionados a la
Química, indica también en qué explicaciones propusieron que se modificaron
después por no ser correctas.
6. ¿Por qué creés que Priestley no avanzó hacia una explicación distinta a la del
“flogisto” para su experiencia con óxido de mercurio, a pesar de tener indicios
de que el “aire desflogisticado” era un elemento en sí mismo?
7. ¿Qué opinión tenés sobre la teoría del “flogisto”? ¿te parece creíble o no? ¿Qué
pruebas se tenían a favor de su existencia? ¿y en contra?
8. ¿Qué vínculos podés establecer entre la realidad (social, política, económica,
religiosa, personal) en el que trabajó cada uno y el desarrollo de sus
investigaciones? ¿Qué aspectos de su entorno/realidad favorecieron sus trabajos
científicos? ¿Cómo los influyó en cada caso?
9. ¿Qué similitudes y qué diferencias podés encontrar entre la experiencia que
realizaste con “óxido de mercurio II” en el laboratorio y la que realizó Priestley?
Podés utilizar un cuadro comparativo para responder.
10. ¿Cómo interpretó Lavoisier la misma experiencia? ¿Qué otras experiencias
realizó sobre el tema? Comentalas brevemente.
11. Investiga sobre “el calórico” incluido en la tabla de elementos de Lavoisier, ¿por
qué razón esta “sustancia ficticia” fue desestimada al igual que el “flogisto”?
¿puedes dar otro ejemplo de “sustancia ficticia”?

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