por completo esas heridas del conflicto ideolgico entre razn y f que nos abriera la Revolucin
Liberal de 1871.
Por otra parte, nos acaece en un mundo ya liberado de los totalitarismos ateos, como lo
atestiguan las campanas al vuelo cada domingo en las catedrales del Kremlin. En su
comparacin, los golpes recientes del terrorismo islmico, y aun de su escalacin posible al nivel
nuclear, se me antojan llevaderos.
Lo que me trae de regreso al tema siempre actual de la fe religiosa entre las generaciones
por venir.
Porque el monotesmo es el prisma religioso predominante en el mundo de hoy. Pero lo
ser en el futuro?
Con la ventaja de dos milenios a nuestras espaldas, y en lo personal de una vida larga, he
llegado al convencimiento de que la prctica cristiana jams desaparecer ni aun en los rincones
de la galaxia a los que un da podamos arribar ilesos.
Esa atrevida afirmacin la sostengo sobre premisas que me parecen de entre las ms
slidas, pues las percibo enraizadas en nuestra propia naturaleza. Que conste, tambin he vivido
los altibajos de la esperanza y de la desesperacin en torno a un Dios que, como deca
Dostoievski, siempre nos inquieta.
Primera leccin aprendida: la vida interior de cada cual fluye con independencia
irreduciblemente ltima de las de los dems. Su sello es tan individual como el de la misma
personalidad humana. Y no menos radicalmente libre. Impredecible, pues? As lo entiendo. De
ah mi acogida a la verdad de que el espritu sopla donde quiere.
Cuando uno llega a conclusiones que le parecen definitivas, al otro le
asaltan las
primeras dudas, en una danza inconclusa entre horarios personales siempre desiguales. Como nos
ocurre ante la muerte de un ser querido: cuando nos parece que el mundo se ha detenido
abruptamente, para los dems prosigue en su vertiginosa elipse.
De Martin Buber, encima, aprend que la vida de la fe es dilogo ntimo, sin ecos ni
retumbos que reboten desde riscos ajenos...
Nuestra vida interior, concluyo, puede fluir encapsulada como la de aquel Secretario
General de las Naciones Unidas, Dag Hammarskjld, que se vala del lenguaje de los msticos
medievales para hablar con Dios en su intimidad mientras atenda en ingls al mundo de los
negocios profanos.
(Continuar)