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Ruth Casa Editorial no es una empresa imparcial o exenta de compro-
misos sociales. Nace en un momento muy especial de la historia univer-
sal, cuando la humanidad ha llegado al umbral de la catástrofe total o
del parto de una nueva civilización. No obedece a intención apocalíptica
alguna afirmar que este es el dilema que se dibuja en el horizonte.
Hoy hemos aprendido de nuestros fracasos que el trazado de la trans-
formación socioeconómica que puede conducir a un mundo mejor pasa
por una mudanza moral, que depende de la inteligencia que las genera-
ciones involucradas logren transmitirse en esta dirección y de la implan-
tación consecuente de una cultura de vida. Sin esto otra democracia, no
solo distinta, sino incompatible con la caricatura que ha prevalecido,
sería imposible. Con eso se compromete Ruth Casa Editorial, con un
mundo en el cual la libertad no pueda ser concebida fuera de la igualdad
y de la fraternidad, sino exclusivamente a partir de ellas.
El nombre de la editorial se inspira precisamente en aquel pasaje bí-
blico que nos invita a apreciar más generosamente el significado de la
solidaridad como virtud, y el núcleo de valores que nos impele al resca-
te y a la reflexión, a creer y a crear con coherencia, a decidir con lealtad
y valentía, y a restituir al ser humano toda su dignidad.
Ruth Casa Editorial quiere proclamar desde el comienzo mismo su
sentido de amplitud, sin fronteras, pero sin ambigüedades. Asocia su
proyección a los movimientos sociales y en particular al Foro Mundial
de Alternativas, sin constituir un órgano de este, ni contemplar restric-
ciones nacionales, continentales, sectoriales o institucionales. Con la
única aspiración de servir al impulso que reclama la marcha hacia un
futuro donde todos tengan cabida. Los lectores dirán si lo logramos.

FRANÇOIS HOUTART
Presidente

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Editora: Sandra Valmaña Lastres
Correctora: Nisleidys Flores Carmona
Directora Artística: Claudia Méndez Romero
Diagramadora: Nisleidys Flores Carmona

© Ruth Casa Editorial


© Sobre la presente edición:
Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2009
Ruth Casa Editorial
Todos los derechos reservados

ISBN: 978-9962-645-37-5
ISBN: 978-959-242-135-6

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización de Ruth
Casa Editorial. Todos los derechos reservados en todos los idiomas. Derechos Reservados
conforme a la ley.

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar por escrito su opinión
acerca de este volumen y de nuestras ediciones.

Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello


Ave. de Rancho Boyeros, no. 63, Plaza de la Revolución,
La Habana, 10600, Cuba
e-mail: cidcc@cubarte.cult.cu

Ruth Casa Editorial


Calle 38 y ave. Cuba, edif. Los Cristales, oficina no. 6
apdo. 2235, zona 9A, Panamá
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www.ruthcuadernos.org

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Editorial

Cada época genera sus urgencias críticas. El siglo XX finalizó con la


frustración rotunda de las esperanzas que había creado la Revolución
de Octubre y con el encumbramiento del imperialismo bajo el liderazgo
más absoluto de los Estados Unidos. Estos hechos resumen las comple-
jidades, la irracionalidad, los peligros y los desafíos de nuestro tiempo.
Desafíos para el pensamiento crítico y para la praxis.
Bajo el sello Ruth Casa Editorial se funda RUTH. CUADERNOS DE PEN-
SAMIENTO CRÍTICO, que se reconoce precisamente así, de pensamiento
crítico. Internacional por la naturaleza de la problemática que aborda,
por la determinación de las alternativas y por una obligada vocación de
universalidad. Tan universal debe aspirar a ser el proyecto como ha lle-
gado a ser el mundo del capital que luchamos por subvertir. Nada de lo
que ocurre en el tiempo que nos ha tocado vivir puede sernos ajeno.
Nada debe escapar al rasero de la reflexión comprometida.
Por tal motivo nos reconocemos, como publicación, bajo el signo de
la radicalidad revolucionaria, que diferenciamos de la radicalidad doc-
trinal. Rechazamos cualquier exclusión dogmática que margine el inge-
nio y el espíritu de búsqueda en el camino hacia el socialismo. Del mismo
modo que no podemos ceder a propuesta de tipo alguno que nos distan-
cie de la ruta hacia un mundo signado por la seguridad, la justicia, la
libertad y la equidad para todos los pueblos.

RUTH
CUADERNOS DE PENSAMIENTO CRÍTICO

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Índice

Trípo de
Trípode
13/ JULIO A. GARCÍA OLIVERAS: El movimiento estudiantil
antibatistiano y la ideología de la Revolución
24/ FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES: El Directorio, revolucionario de
su tiempo
51 / GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ: Mujer y Revolución:
Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
77 / SERGIO LÓPEZ RIVERO: Emigración y Revolución (1955-1958)
120/ JORGE IBARRA CUESTA: Frank País y los orígenes del movimiento
revolucionario en Santiago de Cuba
140/ JULIO CÉSAR GUANCHE: El compañero señor Chibás
170/ LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY: Rafael García Bárcena:
La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
200/ RICARDO QUIZA MORENO: Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
225/ CARIDAD MASSÓN SENA: Proyectos y accionar
del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
248/ JORGE RENATO IBARRA GUITART: Enero-marzo de 1958:
Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
275/ REINALDO SUÁREZ SUÁREZ: Articulación del primer gabinete
revolucionario
302/ CARLOS ALZUGARAY TRETO: Colimando al caimán:
Cuba y Estados Unidos en 1959
343/ FIDEL CASTRO RUZ: Carta a Celia (5 de junio de 1958)
Palabra propia
344/ CARLOS ROMEO: Che
La linterna
379/ Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido
a Aníbal Escalante y 36 acusados más
Derroteros
405/ JOSÉ BELL LARA: Una sola revolución
413/ Manifiesto del Moncada

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419/ FIDEL CASTRO: No hemos hecho más que cumplir
lo que prometimos al pueblo
437 / Primera declaración de La Habana
443 / FIDEL CASTRO: El dilema: detenerse o seguir adelante
El dios de todos los nombres
449/ RENÉ CÁRDENAS MEDINA: Religión, producción de sentido y
Revolución
Fusil contra fusil
465/ Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)
Visiones
490/ ARIEL DACAL DÍAZ (coordinador): Simposio El significado de la
Revolución Cubana hoy

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Trípode

1959:
Una rebelión contra las oligarquías
y los dogmas revolucionarios

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La realidad de una revolución nada tiene que ver con el espectáculo de
un rayo que cae en cielo sereno. La revolución es el estallido de la acumula-
ción, del vendaval incubado en el subsuelo de la historia. Aunque una
revolución se presenta como un concierto donde el pasado y el presente
parecen perder densidad bajo la majestad del «futuro», el legado revolu-
cionario, la tradición construida, es esencial para cualquier voluntad
emancipatoria.
En el contexto de 1959, la polémica sobre el carácter de la ideología
revolucionaria no era una cuestión teórica: buscaba interpretar el margen
de lo aceptable dentro de esa Revolución. Dos años antes de declarar
Fidel Castro el carácter socialista de esta, el anticomunismo en Cuba te-
nía gran fuerza, aunque desde los años 30 diversas ideas del socialismo
aparecieran en las formulaciones de casi todos los programas partidistas.
El curso político seguido luego por la Revolución fue determinado por
las necesidades de la coyuntura, porque los proyectos previos de revolu-
ción fueron suficientemente diversos, en plataformas ideológicas y en los
medios que se entendieron necesarios para alcanzar el triunfo, como para
hacer imposible una normativa sobre el color ideológico del poder que se
constituiría en Cuba una vez alcanzada la victoria revolucionaria.
Reconstruir el mapa ideológico previo a 1959 contribuye a recuperar
la genealogía del socialismo cubano, de sus fuentes y de las condiciones
en que se fue dibujando su perfil hasta hoy.
En tal horizonte, nuestro dosier pretende contribuir a recolocar al
socialismo cubano ante su tradición nacional: parecerá una paradoja,
pero todos los ensayos de este volumen dan cuenta de silencios y au-
sencias. Esta es otra manera de contar una historia de la Revolución
Cubana, que recién celebra el 50 aniversario de su triunfo: una historia
de las ideas y las prácticas que la hicieron posible, pero también de las
vidas de los seres humanos que vivieron, lucharon y –en muchos casos–
murieron por ella.
Sin embargo, el interés no es solo historiográfico. Recuperar cuerpos
de pensamiento, desarrollos que no llegaron a completarse, retomar la
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diversidad propia del pensamiento cubano, cumple también funciones
hacia el futuro: reconocer cómo las opciones posibles cuentan con tra-
dición, pensadores y experiencias de lucha enraizadas en el país, para
así poder vincular esos legados con las necesidades del hoy.
Cuba vivió el siglo XX entre dos extremos: una modernización capita-
lista que situó sus estándares entre los primeros países de América Lati-
na, y la primera revolución socialista de Occidente.
La Isla había sido la última colonia tradicional y estrenó luego el estatus
neocolonial en la modernidad imperialista. Suerte de submetrópoli para
Latinoamérica –de la Isla se expandían hacia el continente políticas,
creaciones y productos estadounidenses–, sería acusada tras 1959 de ex-
portar revoluciones hacia América Latina en plena Guerra Fría y, de
hecho, vivió luego períodos de «hermandad» con la Unión Soviética
que la situaron, con no pocas contradicciones, en el regazo del «comu-
nismo internacional».
Ciertamente, el hecho revolucionario de 1959 encarnó un movimien-
to de liberación nacional orientado a la justicia social, por lo que sería
una de las primeras revoluciones que fusionó el anticolonialismo con el
socialismo. En su decurso, la Revolución Cubana consiguió expresar,
como diría Darcy Ribeiro, la «viabilidad del Tercer Mundo», en un esce-
nario en que tras 500 años ningún país latinoamericano consiguió el
confuso estatus de «país desarrollado».
Si es hora de refundar el socialismo, es necesario hacerlo desde la
historia vivida, desde las tragedias sufridas y desde las hazañas logradas
por la imaginación revolucionaria. Con este Cuaderno, queremos recor-
dar el legado que en la historia latinoamericana, aunque también en la
historia contemporánea, ha inscrito el proceso cubano, por haber mos-
trado la posibilidad de recorrer, en el mundo nacido de la opresión colo-
nial, caminos «civilizatorios» distintos al regido invariablemente por el
capitalismo. Con sus hechos, la Revolución Cubana contribuyó de modo
decisivo a que la historia del siglo XX fuese mucho menos oprobiosa,
pero por igual ha contribuido, en la misma escala, a liberar la historia de
lo que podemos vivir en el siglo XXI.

JULIO CÉSAR GUANCHE*

* Ha coordinado, junto a Fernando Martínez Heredia, Carlos Tablada Pérez, Alexander Correa
Iglesias y la Redacción de RUTH. CUADERNOS DE PENSAMIENTO CRÍTICO, el dosier «1959: Una
rebelión contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios».

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RUTH No. 3/2009, pp. 13-23

JULIO A. GARCÍA OLIVERAS*

El movimiento estudiantil antibatistiano


y la ideología de la Revolución

El movimiento estudiantil revolucionario, correspondiente a la etapa de la tiranía de Batista,


fue uno de los motores importantes de la movilización política y de la etapa histórica en que se
alcanzaría la victoria. Sin embargo, cuando se tratan las luchas estudiantiles de esos años
usualmente se destacan los procesos de protesta política, huelgas y manifestaciones, pero muy
poco se ha escrito sobre sus proyecciones políticas e ideológicas, factor fundamental que dio lugar
e impulsó la lucha estudiantil. Este texto hará un breve recuento de los aspectos políticos e
ideológicos de manera que se evidencie la integración en una unidad inquebrantable entre el
pensamiento y la acción.

Consideramos de gran significación histórica destacar el desarrollo polí-


tico-ideológico del movimiento estudiantil en la etapa de la lucha con-
tra la segunda tiranía batistiana, de 1952 a 1958. Este aspecto tiene
particular trascendencia porque hemos visto que, en recientes trabajos
y libros, en los que se pone atención a los aportes de carácter ideológico
de los años 30, 40 o 50, que nos condujeron a la revolución socialista,
no se toma en cuenta el proceso en que se encontraba en el movimiento
estudiantil antibatistiano y la indiscutible influencia que tendría como
parte del pensamiento revolucionario general. Es posible que esto se
deba a desconocimiento o quizás a falta de suficiente estudio al res-
pecto.
Si entendemos que el movimiento estudiantil revolucionario, corres-
pondiente a la etapa de la tiranía de Batista, fue uno de los factores
importantes de la movilización política y, sin discusión, de la etapa

* (Cuba, 1931). Arquitecto y Doctor en Ciencias Económicas. Participante en la lucha estu-


diantil contra la dictadura de Batista y fundador junto a José Antonio Echeverría del Direc-
torio Revolucionario. Comandante, miembro de la Dirección Nacional de la Asociación de
Combatientes de la Revolución Cubana. Ha escrito varios libros y numerosos artículos sobre
la lucha estudiantil.

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histórica del movimiento estudiantil cubano en que se alcanzaría la vic-
toria, es obvio que el tema demanda que se tome en cuenta su aporte a
la ideología revolucionaria. Cuando se tratan las luchas estudiantiles de
esos años, usualmente se destacan los procesos de protesta política,
huelgas y manifestaciones, el ataque al Palacio Presidencial el 13 de
Marzo o quizás las actividades guerrilleras en el Escambray. Pero muy
poco se ha escrito sobre sus proyecciones políticas e ideológicas. Y sin
embargo, como se puede comprender, este es un factor fundamental
que dio lugar e impulsó la lucha estudiantil.
Cuando estudiamos ese proceso tenemos que destacar –en primer
lugar– el papel relevante que ocupó la figura de Julio Antonio Mella
para el movimiento estudiantil en general y, particularmente, para su
sector más importante y trascendente, el movimiento estudiantil revo-
lucionario. No se puede olvidar que, después del golpe militar, el 15 de
abril de 1953, la primera manifestación genuinamente revolucionaria y
combativa se efectuaría en desagravio a la profanación del busto del
fundador de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). Esa mani-
festación adquiriría trascendencia histórica, pues en la misma iba a ser
asesinado el estudiante de Arquitectura Rubén Batista Rubio, el primer
mártir del batistato quien, al igual que Rafael Trejo en 1930, se iba a
convertir en bandera de combate del estudiantado y de todos los revo-
lucionarios. La figura de Mella siempre fue acogida con respeto por la
masa estudiantil universitaria. En el Salón de los Mártires de la FEU
estuvo permanentemente tras la presidencia su imagen fotográfica, jun-
to a la de los ocho estudiantes de Medicina, fusilados por los españoles
en 1871.
Trataremos de dar respuesta a la pregunta de por qué luchaban los
estudiantes cubanos.
Al producirse el cuartelazo de Batista de 1952, la aspiración popular
en nuestro país –incluyendo al estudiantado– estaba centrada en el sur-
gimiento de un gobierno democrático, según el concepto de aquella épo-
ca, que se sustentaba en la Constitución de 1940. Instrumento que se
consideraba el fundamento positivo para la vida de la República. Esta
aspiración era especialmente importante después de 11 años de dicta-
dura –directa o indirecta– de Fulgencio Batista. El anhelo de los cuba-
nos se concentraba en el mantenimiento de un proceso político estable
y en la instalación de un gobierno honrado que trabajara por el bien del
pueblo. Ni el Partido Socialista Popular (PSP) de los comunistas apun-
taba en su programa a una revolución radical.
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En ese contexto se produjo el golpe que inesperadamente echó abajo
tales aspiraciones. La asonada militar interrumpió el proceso democrá-
tico y constitucional que, en cierta forma, se había recuperado después
de 1944, con los sucesivos mandatos de Grau y de Prío, independiente-
mente de sus conocidas deformaciones. Por otra parte, reinstalaba a
Batista, con su carácter dictatorial y su repudiada historia de crímenes
de la etapa anterior.
La primera reacción generalizada, y en particular del estudiantado,
fue enfrentar el golpe y tratar de salvar el proceso democrático. Estaban
muy presentes los vicios de los gobiernos auténticos –corrupción, poli-
tiquería, gansterismo– pero en esa etapa inicial el objetivo político su-
bordinaba esos problemas a la recuperación del estatus constitucional.
La declaración de la FEU del 14 de marzo de 1952 refleja claramente
este objetivo.
Dentro del movimiento estudiantil, en los meses que siguieron al 10 de
Marzo, se podrían distinguir varias tendencias: una –que siguiendo a

JULIO A. GARCÍA OLIVERAS / El movimiento estudiantil antibatistiano y la ideología de la Revolución


Lenin se calificaría de «academicista»– de quienes se preocupaban solo
por terminar sus estudios y abandonar la Universidad; otra parte que
rechazaba a la dictadura de Batista, pero que apostaba por una solución
política, es decir, una posible concesión de Batista o quizás una convo-
catoria a elecciones, según sus promesas iniciales después del golpe. En
este grupo no se podrían desconocer las tendencias vigentes de la poli-
tiquería y las aspiraciones a ocupar cargos gubernamentales, que exis-
tían entre los dirigentes estudiantiles de aquella época; esta posición se
pone de manifiesto en algunas declaraciones de la FEU. Y finalmente,
un tercer grupo que se oponía totalmente al cuartelazo, y que desde el
primer momento proclamaría la resistencia armada, al que se afiliaría
José Antonio Echeverría.
En el plano político-ideológico la situación descrita se va a extender
por algunos meses. La acción del Moncada, el 26 de julio de 1953, pu-
diera tomarse, desde la perspectiva histórica, como el punto de inflexión
a partir del cual comenzaron a surgir, y se harían fuertes, las nuevas
aspiraciones, que con el tiempo constituirán las bases del proyecto re-
volucionario cubano. El impacto del Moncada sacudió tanto a la juven-
tud, y en nuestro caso a la juventud estudiantil, como a todos aquellos
que tenían sentimientos patrióticos honestos. Lo extraordinario del he-
cho en sí, y los crímenes que lo sucedieron, hicieron desaparecer por
completo cualquier esperanza con respecto a Batista o a una posible

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solución aceptada por él. Se renovó, violentamente, su imagen criminal
y represiva. Por otra parte, en los meses transcurridos desde el golpe
militar no había aparecido ninguna señal de cambio respecto a la políti-
ca tradicional que lo situara en contraste con los gobiernos que lo ha-
bían precedido. Algunos ciudadanos habían acariciado la ilusión de que
el dictador militar pusiera coto a la formidable corrupción y los desór-
denes de los gobernantes auténticos.1
Otra consecuencia directa del Moncada fue poner de manifiesto que
la juventud tendría que tomar la iniciativa en el proceso político, que a
partir de ese momento podría calificarse de proceso revolucionario na-
ciente. Esto va a incidir de manera fundamental sobre el movimiento
estudiantil. Después del Moncada, en los sectores más revolucionarios
del estudiantado, en particular la Universidad, se iniciará gradualmente
una toma de conciencia de que la problemática que se enfrentaba no
solo se limitaría a la derrota del batistato, sino que el esfuerzo y el sacri-
ficio que demandaría debería alcanzar cambios más profundos.
Se hacen presentes y se renovarán de manera gradual los ideales de la
Generación del 30, tan vigentes en la Universidad, que se van a unir
indisolublemente, con las frustraciones de todo nuestro proceso repu-
blicano desde 1902. Uno de los responsables de esta temprana toma de
conciencia será Raúl Roa. Su libro Pluma en ristre circuló muy temprano
entre los estudiantes revolucionarios. En las condiciones subjetivas de
aquellos momentos fue un catalizador que nos puso en contacto con los
años 30. A esta lectura siguieron Bufa subversiva, Escaramuzas en las víspe-
ras y otros de sus trabajos que sirvieron para divulgar la tradición estu-
diantil revolucionaria. La presencia en la Colina2 de otros veteranos de
la lucha contra Machado como Rafael García Bárcenas y Willy Barrientos
también influyó.
En la búsqueda de las necesarias referencias, muy pronto había surgi-
do ante nosotros la figura del profesor Roa. Bien conocido en la Univer-
sidad, gozaba de gran prestigio dentro del claustro de profesores, era
una personalidad de renombre internacional en el mundo intelectual,
particularmente latinoamericano, y en especial gozaba de la simpatía de
los estudiantes.

1
Por auténticos se refiere al Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) [PRC (A)] [n. de la R.].
2
La Universidad de La Habana, por su ubicación, se conoce familiarmente como «la Colina» [n.
de la R.].

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Roa no nos legó un máuser, pero con su extensa obra contribuyó a
situarnos en el camino correcto de la Revolución Cubana.3 Fue el «agente
transmisor» de las proyecciones políticas e ideológicas de la heroica
Generación del 30 –de la que no se había ido a bolina–,4 del ejemplo de
su héroes y de sus mártires. Con ello habría de transmitir también el
legado de nuestros luchadores por la independencia; así tomamos con-
ciencia de que a nuestra generación le correspondía, si no completar, al
menos llevar adelante la obra iniciada en Yara.
Por la vía de Roa nos llegaron los primeros acercamientos a las ideas de la
izquierda. En una etapa de intensa búsqueda y lectura, los trabajos de
Mella y de Rubén Martínez Villena se hicieron comunes entre los miem-
bros del movimiento estudiantil y con ellos los primeros esclarecimientos
sobre el pensamiento marxista-leninista. Esto no quiere decir que en el
mundo universitario integrado por estudiantes, que como señalara Lenin
son parte de la intelectualidad, otros compañeros no avanzaran en la
formación de su conciencia política por vías más formales y con el estu-

JULIO A. GARCÍA OLIVERAS / El movimiento estudiantil antibatistiano y la ideología de la Revolución


dio de las obras de los clásicos del marxismo-leninismo. En cuanto al
grupo que se va a reunir en torno a José Antonio Echeverría –como
punto de referencia– se puede apreciar objetivamente un desarrollo pro-
gresivo del pensamiento en el campo político-ideológico a través de sus
declaraciones y manifestaciones públicas. Todo esto puede constatarse
ya que la FEU y la Universidad, por razones históricas, siempre se mantu-
vieron en el punto focal de la prensa cubana.
Al hacer el balance del aporte revolucionario de Raúl Roa a nuestra
generación, debemos subrayar su decisiva contribución al encarrilamiento
de nuestro ideario político en la línea principal del pensamiento revolu-
cionario cubano. En este sentido debemos destacar que sus prédicas se
fundamentan en esa trilogía magnífica que va de Martí a Mella y de
Mella a Rubén Martínez Villena. En ese trío se reúne y profundiza lo
más trascendente del pensamiento patriótico independentista y su ine-
vitable evolución a la alternativa socialista y de izquierda, que consoli-
da el sentido antimperialista de la Revolución. Roa a través de su obra
establece el vínculo indispensable en el desarrollo de la filosofía del pro-
ceso político e histórico cubano. Debo reiterar que esto no termina en
3
Ver Julio A. García Oliveras: «Al camarada Raúl Roa, que con su palabra nos legó el máuser»,
Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba, La Habana, 2007; ene.-jul.
4
El autor dialoga con el título de un libro de Raúl Roa sobre la Revolucion del 30, titulado La
Revolución del 30 se fue a bolina [n. de la R.].

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Roa, sin embargo sus trabajos abrían las puertas y eran un primer paso
para nosotros en el camino hacia un desarrollo ideológico posterior.
Es después del Moncada cuando Fidel y Raúl Castro van a prisión,
que José Antonio decide aspirar a la presidencia de la FEU y bajo esa
bandera impulsar un gran movimiento estudiantil, incluyendo a los es-
tudiantes secundarios, hasta convertirlo en una poderosa arma de lucha
política y de masas contra la dictadura. A partir de ese momento co-
mienza a aparecer en su discurso un concepto nuevo, «Revolución Cu-
bana», que gradualmente irá tomando forma y estructura, hasta
convertirse en un proyecto revolucionario con la creación del Directo-
rio. En el aspecto que hoy tratamos, la proyección política e ideológica,
esto no será un camino fácil ni lineal. Hay que evitar los giros literarios
y tratar de ajustarse objetivamente a la verdad, con sus altas y sus bajas,
con sus avances y retrocesos. No se puede olvidar que, aun dentro de lo
que podemos calificar de movimiento estudiantil revolucionario, el pen-
samiento era heterogéneo. Sin embargo, una muestra del desarrollo de
la filosofía política dentro del grupo que se reúne alrededor de Echeverría
se enuncia ya en el mitin convocado a fines de 1955 por la Sociedad de
Amigos de la República (SAR), en la que el presidente de la FEU dirá:
«Mantenemos que únicamente una transformación profunda de nuestra
realidad política, económica y social, puede ser la cura de los males de
nuestra patria». A las pocas semanas vuelve a expresarse en esa misma
dirección. El 24 de febrero de 1956, al proclamar la fundación del Di-
rectorio Revolucionario5 en el Aula Magna de la Universidad precisa:
«¿Qué cubano no comprende la necesidad de juntarse en un pensamiento
único verdaderamente renovador del sistema político, económico, so-
cial y jurídico, para que la revolución iniciada por Joaquín Agüero y
nunca concluida hasta ahora, sea un paso hacia la conquista de la liber-
tad política, la independencia económica y la justicia social?»6 Sobre
estas premisas se irá consolidando la orientación político-ideológica del
movimiento estudiantil revolucionario.
Aspectos concretos sobre el imperialismo, el papel rector del Estado,
la planificación y el apoyo al movimiento obrero se irán concretando a
lo largo de la lucha estudiantil. En este sentido son importantes los
pronunciamientos aparecidos en las declaraciones de Echeverría al Diario

5
Ver J. A. García Oliveras: José Antonio Echeverría: la lucha estudiantil contra Batista, Editora
Política, La Habana, 1979.
5
Ídem.

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Nacional el 13 de febrero de 1955, bajo el título «Debemos ir a la fase
industrial». Al señalar que la tarea de ese tiempo era consolidar la eco-
nomía de la nación cubana ya que el cuadro –escribe– se presenta an-
gustioso por la reducción de la cuota azucarera por parte de Estados
Unidos, afirma que es hora de que Cuba se levante y reclame un trato
justo de aquel país. Critica la posición de algunos de esperar ayuda de
Estados Unidos. Ese país –dice– no estará dispuesto a realizar transac-
ciones que no les sean favorables. Echeverría subraya que la situación
económica de Cuba no debe seguir vinculada a una sola industria y hace
especial énfasis en la urgencia de planificar la economía del país. Expo-
ne que será necesario hacer una revolución en las mentes y que el Esta-
do tendrá que asumir el papel de impulsar la industrialización. En sus
propuestas señala que Cuba en sí misma puede ser un mercado pequeño
para una gran industrialización, pero que podían hallarse mercados en
América Central y América del Sur, coordinando nuestra economía con
la de algunos países latinoamericanos. El artículo termina diciendo: «mejor

JULIO A. GARCÍA OLIVERAS / El movimiento estudiantil antibatistiano y la ideología de la Revolución


que estar pidiendo favores a los Estados Unidos es el exigirnos más a
nosotros mismos para lograr nuestro desarrollo».
La proyección antimperialista, herencia directa del legado de José
Martí, encontrará expresión definitiva en el gran acto «Contra las dic-
taduras de América» efectuado en el Aula Magna de la Universidad, el
9 de marzo de 1956,7 en que el presidente de la FEU, entre otras cosas,
denuncia la política de intervención que se proyecta con la creación de
la zona de influencia tan defendida por los nuevos gendarmes de las
empresas extranjeras que explotan y destruyen las riquezas nacionales.
Y finalmente, en el «Manifiesto del Directorio Revolucionario» apareci-
do en el periódico Alma Mater en marzo de 1956 que expresa: «La Revo-
lución Cubana en lo económico va a la estructuración de un sistema
que libere de la injerencia del capital imperialista extranjero».
La participación de Echeverría, Fructuoso Rodríguez y otros estu-
diantes cubanos en la acción internacionalista en Costa Rica, en enero
de 1955, durante el rechazo a la agresión del tirano Anastasio Somoza
de Nicaragua, apoyada por Estados Unidos, es un ejemplo histórico de
la posición del estudiantado cubano contra la estrategia imperialista.

7
J. A. García Oliveras: José Antonio Echeverría: la lucha estudiantil contra Batista, ob. cit. (en n. 5).

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Es conocida la vinculación tradicional de la Federación Estudiantil
Universitaria, desde los tiempos de Mella, con el movimiento obrero.
Aun en los años más confusos de los procesos políticos nacionales, la
FEU mantuvo su vinculación con los trabajadores. Esta se incrementó
con la presidencia de Echeverría y alcanzó su más alta expresión en el
apoyo a los trabajadores bancarios en 1955 y sobre todo en la participa-
ción de los estudiantes y el Directorio en la gran huelga de los trabaja-
dores azucareros de diciembre de 1955. Esta alianza quedaría reflejada
en las declaraciones de Echeverría aparecidas en la prensa el 1ro. de
enero de 1956, en las que destacaba que durante la huelga azucarera se
habían cerrado lazos estrechos con la clase trabajadora a la que «damos
la seguridad de que no abandonaremos en su lucha por las mejoras sin-
dicales».8
Ya advertimos que ese desarrollo no se ajusta a una línea recta y per-
fecta, como suele leerse en los manuales que tuvimos que estudiar, pero
se va desplegando una trayectoria ascendente y progresiva de un proce-
so dialéctico en el que influyen factores internos y externos, que consti-
tuyen las firmes bases para un proyecto socialista y democrático que se
irán sentando paso a paso.
En nuestro análisis surge una pregunta: ¿además de los enemigos de
clase –burguesía y otros sectores reaccionarios– eran los cubanos real-
mente anticomunistas? Esta opinión requeriría un tratamiento cuidado-
so. Sin extendernos demasiado al siglo XIX y los acercamientos a los
primeros ideales socialistas de Carlos Baliño y Diego Vicente Tejera, no
se puede discutir que las influencias de las ideas de Marx encontraron
acogida, de una forma u otra, entre los trabajadores cubanos y ciertos
sectores de la intelectualidad. Así lo afirma Blas Roca en su obra Los
fundamentos del socialismo en Cuba: «Hacia la década del 80 del siglo pasa-
do (XIX) comienzan a extenderse y a penetrar en el movimiento obrero
cubano las doctrinas marxistas [y precisa más adelante] desde entonces,
y al compás del desarrollo de los modos capitalistas de producción, el
marxismo comenzó a ganar el predominio ideológico entre las masas
laboriosas cubanas». El triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia y
el surgimiento de la Unión Soviética fueron un hecho que tendría reper-
cusión en todas partes del mundo. En 1925 nació el primer Partido
Comunista de Cuba, en cuya creación, además de Baliño, desempeñaría
un papel fundamental Julio Antonio Mella.

8
J. A. García Oliveras: José Antonio Echeverría: la lucha estudiantil contra Batista, ob. cit. (en n. 5).

20

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Al considerar estos antecedentes de la situación general es muy im-
portante tener en cuenta los acontecimientos que se producían en el
mundo en esos años y que tendrían gran influencia en Cuba. La termi-
nación de la primera gran conflagración internacional, la Primera Gue-
rra Mundial, dejó una estela de muerte y desastres sociales y económicos.
Esta hecatombe traería funestas secuelas. En el campo económico, tras
sucesivas convulsiones, se originaría en los países capitalistas la gran
crisis económica de 1929. Esta crisis no solo afectaría a los países capi-
talistas, sino que se extendería al mundo colonial y semicolonial, que en
definitiva eran partes del mismo sistema. Una situación de hambre, de-
sempleo y muerte afectaría prácticamente a todo el orbe. Frente a esa
terrible realidad, a los ojos de los hombres y mujeres del planeta, surgía
una esperanza en la forma de un nuevo sistema –el Socialismo– que en
la Unión Soviética mostraba los primeros éxitos en el campo económico y
social con sus planes quinquenales, a diferencia de lo que estaba ocu-
rriendo en el resto del mundo. No se puede disminuir la trascendencia

JULIO A. GARCÍA OLIVERAS / El movimiento estudiantil antibatistiano y la ideología de la Revolución


de este hecho que atraía el interés de millones de personas, hasta en los
pueblos de los países más desarrollados y en el propio Estados Unidos.
Bajo esta realidad crecieron y se fortalecieron las tendencias mundia-
les de la izquierda, en primer lugar entre los trabajadores, pero también
entre otros sectores de la sociedad y de la intelectualidad en particular.
En la misma Cuba importantes personalidades, a las que no se les pue-
de achacar ideales comunistas, escribirían impresionantes descripcio-
nes de los avances del socialismo en la Unión Soviética, por ejemplo
Sergio Carbó en su libro Mi viaje a la Rusia roja, de 1928, o Ramón
Vasconcelos en La URSS y el ensayo ruso, de 1937. Trabajos que recogen
extraordinarios elogios a los logros de la Revolución Rusa. No por otras
razones Pablo de la Torriente Brau, al hacer un detallado análisis de la
situación política en Cuba en 1936, no vaciló en afirmar que: «La revo-
lución con proyección hacia el socialismo comprende una serie de gru-
pos que, si ocasionalmente son los menos numerosos, están destinados
de manera absoluta a ser los de filas más nutridas, porque el pueblo va
hacia el socialismo, es decir hacia donde van ellos».9
Aunque indiscutiblemente existían actitudes anticomunistas entre los
cubanos, determinadas sin lugar a dudas por intereses de clase en la

9
Ver Pablo de la Torriente Brau: «Álgebra y política», Cartas cruzadas, Editorial Letras Cubanas,
La Habana, 1981.

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burguesía y los sectores reaccionarios –o quizás por ignorancia–, la gran
mayoría del pueblo no estaba prejuiciada ideológicamente contra el co-
munismo o el marxismo sino que, fundamentalmente, se habían creado
reservas en cuanto al partido de los comunistas, Partido Socialista Po-
pular, como ha indicado Fidel,10 ya que acumulaba sobre sí los errores
correspondientes al haber actuado disciplinadamente como Sección de
la Internacional Comunista. La Komintern en muchas ocasiones trazó
directivas que no correspondían a la situación concreta de Cuba o que
se contraponían a los verdaderos intereses revolucionarios en el país.
Esto no solo sucedió en Cuba, similares problemas se produjeron en
China o en Alemania. Al crearse esta organización en 1919, los partidos
comunistas pasaron a ser Secciones de la Internacional y a actuar bajo
una estrategia común.11 Pero la semilla del socialismo había quedado
bien sembrada en nuestra patria. Solo así se puede entender el entusias-
mo del pueblo cubano al proclamarse la Revolución Socialista en Cuba,
en abril de 1961. El sacrificio y la sangre de miles de cubanos dan testi-
monio de la fidelidad al socialismo de nuestro pueblo.
Para la adopción de un proyecto político para nuestra generación hubo
un antecedente adicional, quizás más claro y directo: la República
–mediatizada, neocolonial o pseudorrepública–, con su democracia re-
presentativa y economía de mercado, no había logrado resolver los pro-
blemas básicos del país en más de 50 años. El movimiento estudiantil
revolucionario, que participó activamente en la lucha contra la segunda
dictadura de Batista, el que se integró en el Directorio Revolucionario
fundado por José Antonio Echeverría, en su proyecto político ideológi-
co fue consecuente con las ideas revolucionarias más avanzadas de la
época. Así, queda constancia en su «Manifiesto al pueblo de Cuba» pu-
blicado en el periódico Alma Mater de abril de 1956, que establecía
claramente entre sus objetivos fundamentales la lucha por el socialis-
mo. Es decir, los estudiantes cubanos lucharon por el socialismo. Así
expone dicho manifiesto:
La Revolución es el cambio integral del sistema político, económi-
co, social y jurídico del país y la aparición de una nueva actitud

10
Fidel Castro Ruz: En esta Universidad me hice revolucionario, discurso en el Aula Magna de la
Universidad de La Habana, 4 de septiembre de 1995, Oficina de Publicaciones del Consejo de
Estado, La Habana, 2000.
11
Ver La Internacional Comunista. Ensayo histórico, Editorial Progreso, Moscú [s. f.].

22

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sicológica y colectiva que consolide y estimule la obra revolucio-
naria.
[...]
La Revolución se asienta sobre principios fundamentales de Liber-
tad Política (Democracia), Independencia Económica (Naciona-
lismo) y Justicia Social (Socialismo) [...].

La táctica revolucionaria del movimiento estudiantil se llevaría ade-


lante sobre dos principios fundamentales: la vía insurreccional, que da-
ría lugar a la organización del Directorio, y la línea unitaria, que se
materializaría con la firma de la «Carta de México», en agosto de 1956.
Hasta aquí un breve recuento de los aspectos políticos e ideológicos
del movimiento estudiantil revolucionario en la etapa de la lucha contra
la tiranía batistiana. De esa forma quedó integrada la unidad inquebran-
table entre el pensamiento y la acción.

JULIO A. GARCÍA OLIVERAS / El movimiento estudiantil antibatistiano y la ideología de la Revolución

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RUTH No. 3/2009, pp. 24-50

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES*

El Directorio, revolucionario de su tiempo

La historiografía cubana está urgida de contar con una obra que reconstruya íntegramente el
desempeño de la segunda organización insurreccional en importancia durante todo el proceso de
lucha: el Directorio Revolucionario. Debemos reflejar en toda su complejidad el devenir de la
Revolución Cubana, pues en la medida que entendamos y dilucidemos las dificultades y diferen-
cias que debieron superarse en asuntos tan vitales como el de la unidad revolucionaria, por
ejemplo, podremos aquilatar la grandeza y el talento político de sus hacedores, y la Historia
como ciencia podrá cumplir su verdadero objetivo formador en lo social.

La historia de la Revolución Cubana, en el período comprendido del


10 de marzo de 1952 al 1ro. de enero de 1959, esto es, la lucha contra la
segunda dictadura de Fulgencio Batista, si bien ha sido profusamente
investigada, presenta algunos espacios no estudiados cabalmente, por
motivos de diversa índole. Estas lagunas, que entorpecen la compren-
sión de nuestro proceso revolucionario, se traducen muchas veces en
omisiones de personalidades históricas o tergiversaciones de aconteci-
mientos.
Uno de los temas más apasionantes de la Revolución Cubana y que
exige un tratamiento más serio y abarcador, es la participación del Di-
rectorio Revolucionario (DR) en el enfrentamiento a la tiranía batistiana.
La historiografía cubana está urgida de contar con una obra que recons-
truya íntegramente el desempeño de la segunda organización insurrec-
cional en importancia durante todo el proceso revolucionario, con
presencia en varias regiones del país, y que hizo aportes significativos a
la victoria, los cuales incluyen una importante cronología de acciones
combativas y una impresionante nómina de mártires.

* (Cuba, 1981). Máster en Estudios Cubanos y del Caribe. Profesor de Historia de América de
la Universidad de Oriente. Es coautor de los títulos Nombrar a Martí y Nuevas voces de la
historiografía santiaguera. Tiene en preparación un libro sobre el Directorio Revolucionario 13 de
Marzo.

24

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Comparto con un amigo y colega de reconocido prestigio la convic-
ción de que el debate acerca de nuestra historia, sobre todo la del perío-
do insurreccional y los primeros años posteriores al triunfo rebelde de
1959, constituirá cada vez con más fuerza en el futuro inmediato uno
de los campos de batalla política fundamentales en la defensa de la
Revolución Cubana.
Enfrentar con éxito la guerra de pensamiento en el ámbito de las
ciencias sociales se dificultaría con una historiografía omisiva, elusiva,
edulcorada, en la que no existan contradicciones intra e interorganiza-
ciones, donde se idealicen determinadas figuras o se hiperbolice su sig-
nificado mientras son denostadas o suprimidas otras y se les desconozcan
sus méritos de entonces, al tiempo que se deformen o silencien algunos
hechos para ajustarlos a un discurso preestablecido.
Debemos reflejar en toda su complejidad el devenir de la Revolución
Cubana, pues en la medida que entendamos y dilucidemos las dificulta-
des y diferencias que debieron superarse en asuntos tan vitales como el
de la unidad revolucionaria, por ejemplo, podremos aquilatar la grande-
za y el talento político de sus hacedores, y la Historia como ciencia
podrá cumplir su verdadero objetivo formador en lo social.

Torrente en la Colina

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


A partir del 10 de marzo de 1952 el pueblo cubano entraba en una de
las dictaduras más terribles que haya sufrido. El golpe de Estado dirigi-
do por Fulgencio Batista Zaldívar echaba por tierra el régimen de de-
mocracia burguesa inaugurado con la Constitución de 1940, y con él, la
posibilidad de alcanzar mediante la contienda política, los objetivos trans-
formadores congruentes con las aspiraciones martianas.
La dictadura de Fulgencio Batista le cerró las puertas a una salida
institucional, «democrática», a los problemas del país. El reformismo
burgués cubano había tenido 12 años para demostrar su inoperancia y
su carácter corrupto y dependiente.
La frustración de las esperanzas populares abiertas con la Constitu-
ción de 1940 y la elección de gobiernos auténticos llegaría a su punto
más álgido a partir del 10 de marzo de 1952. El madrugonazo echaba
las últimas paletadas de tierra a un modelo republicano en crisis y
deslegitimado. Ello explica el tránsito relativamente breve recorrido por

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la nueva generación revolucionaria entre las tempranas demandas de
retorno a la constitucionalidad y los reclamos de un cambio más com-
pleto de todo el estatus económico, político y social de la nación, inclu-
yendo el orden imperante antes del golpe, lo que se dio en llamar «el 9
de Marzo».
La generación llamada del Centenario, los jóvenes que en 1953 con-
memoraban un siglo del nacimiento de José Martí, era la misma que
solo un año antes había asistido al cincuentenario de la República. De la
misma República, negación del ideal revolucionario libertador, que ahora
sumaba a sus taras tradicionales la reedición de una dictadura que se
superaba a sí misma en cuanto a represión, libertades públicas concul-
cadas y la más descarada corrupción.
Esta generación que llegaba a la juventud con el Centenario del Após-
tol tenía ante sí una tarea similar a la del Maestro: el enfrentamiento a
un poder despótico que se aferraba obstinadamente al dominio del país.
Y como él, tuvo que recurrir a la forma más viable y efectiva en nuestro
medio y momento de lucha bajo una tiranía: la violencia revolucionaria,
la guerra necesaria.
Uno de los centros más importantes de actividad revolucionaria de
esta hornada de jóvenes fue la Universidad de La Habana. Desde el
principio se constituyó en uno de los focos fundamentales de oposición
al golpe batistiano. En su seno hallaron abrigo y trinchera todos los
sectores rebeldes, que desde el mismo inicio de la resistencia alzaban a
Martí como bandera de lucha.
A solo cuatro días del madrugonazo, la Federación Estudiantil Uni-
versitaria (FEU) emitía una declaración de principios en la que definía
su postura de enfrentamiento al régimen. La radicalidad de este docu-
mento lo coloca, junto a los pronunciamientos de Fidel, entre las res-
puestas más firmes al golpe, en medio de tibiezas y ambigüedades en las
declaraciones de condena. Lo encabezaba, a modo de exergo, un pensa-
miento martiano que vendría a ser eje rector de la actitud estudiantil
durante todo el proceso revolucionario: «El estudiantado es el baluarte
de la libertad y su ejército más firme».1 Se aprecia la vinculación de sus
postulados con las tradiciones de la generación libertadora cuando de-
clara que «el estudiante cubano mantendrá su acatamiento y reverencia
solamente a los símbolos que los mambises nos trajeron ensangrenta-

1
Hilda Berdayes: «Declaración de principios de la Federación Estudiantil Universitaria», Papeles
del Presidente (compilación), Casa Editora Abril, La Habana, 2006, p. 13.

26

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dos del campo de batalla por la libertad».2 O sea, en el aspecto simbóli-
co, oponía a la dictadura y sus íconos, tales como la enseña cuartelaria
del 4 de Septiembre, los atributos de la nacionalidad cubana: himno,
bandera y escudo.
A un mes del golpe, Batista pretendía darse un ropaje legal con la
implantación de unos Estatutos Constitucionales que eran imagen y
semejanza de su dictadura. Coyuntura que aprovechó la FEU para blan-
dir como espada frente al régimen la reivindicación de la Constitución
de 1940, hecha añicos con la asonada. La estrategia era oponer la legiti-
midad constitucional a la ilegalidad del poder detentado por un crimi-
nal. De tal forma la organización universitaria desarrollaría de abril a
junio una campaña nacional denominada Jura de la Constitución, en la que
miles de cubanos a lo largo de todo el país firmaban su apego a la Carta
Magna y enviaban una clara señal de rechazo al gobierno golpista.
Un sector de la dirigencia estudiantil pretendía que la protesta no
rebasara los marcos de la denuncia cívica, de la condena pública que no
molestara demasiado al tirano y por eso sus constantes referencias a
recuperar la marcha democrática del país. O sea, para ellos estaba mal
la dictadura pero no el rejuego político que les permitiera acceder a
puestos y prebendas. Nada más lejos de sus propósitos que una revo-
lución. En cambio los estudiantes radicales, aunque apelaban a la
constitucionalidad como resorte para acicatear la conciencia popular,

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


comprendían, en la medida que avanzaba la lucha, que sus objetivos
debían trascenderla. Para este grupo quedaba descartada cualquier tran-
sacción con el régimen y solo cabía su derrocamiento a través de la
violencia revolucionaria.
Justamente por eso, fue su participación en las recogidas de firmas y
los juramentos de la Constitución lo que llevó a la campaña de las de-
mostraciones pacíficas pretendidas inicialmente a actos de combate
contra el batistato. El impulso rebelde de los universitarios fue dura-
mente reprimido y muchos de los participantes en la jornada de protes-
tas terminaron tras las rejas.
Durante estos meses de 1952 y todo el año 1953 las actividades ofi-
ciales de la FEU, si bien se declaraban de forma explícita opositoras y
condenatorias de la tiranía, no salían en su mayoría del ámbito estricta-
mente universitario y algunos dirigentes trataban de frenar la energía
revolucionaria de las masas estudiantiles.
2
Ibíd., p. 14.

27

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La mayoría del estudiantado radical, los partidarios de la insurrección
armada frente a la tiranía, se agrupan alrededor de José Antonio
Echeverría, quien empieza a distinguirse como la figura cimera del mo-
vimiento revolucionario que emerge en la Colina. Su talento, carisma
personal y sus virtudes como organizador le permiten aunar a una bue-
na parte de los universitarios que, aún dispersos por las distintas escue-
las, manifiestan su rechazo a la situación imperante en el país. Dos
elementos sirven de denominador común: 1) Batista solo será derrota-
do por la acción armada, y 2) su caída no puede entrañar un regreso al
9 de Marzo, pues Cuba exige con urgencia una revolución nacional que
transforme radicalmente el orden político, económico y social que ha
conocido en su medio siglo de vida republicana. Muchos no compren-
den todavía cabalmente qué tipo de revolución pretenden, cuáles serán
sus dimensiones y alcances. No saben todavía muy bien lo que quieren
lograr, pero sí tienen bastante claro lo que no quieren.
La línea estratégica a seguir sería la de prepararse para la insurrec-
ción. El objetivo de José Antonio era consolidar un núcleo revoluciona-
rio en la Universidad dispuesto permanentemente para la acción. De
forma paralela, Echeverría plantea la necesidad de llevar a este grupo a
la máxima dirigencia de la FEU y a sus principales cargos, para desde
allí facilitar y darle mayor impulso a los planes insurreccionales. Sus
pretensiones diferían radicalmente de los jóvenes con aspiraciones poli-
tiqueras que se proponían llegar a los más importantes puestos de repre-
sentación estudiantil como trampolín para luego continuar una carrera
política en los partidos tradicionales de la vida nacional.
Puede valorarse en toda su importancia esta línea política, la de recu-
perar la FEU como organismo de combate para desatar con mayor ener-
gía la lucha revolucionaria, si se analiza la correlación de fuerzas existente
en el país en este momento histórico, de finales de 1953 e inicios de
1954. Por un lado, después del 26 de julio de 1953, el sector más avan-
zado de la revolución, los moncadistas, con Fidel Castro a la cabeza,
que habían asombrado al país con su acción heroica, se encontraban
presos en la cárcel de Isla de Pinos, desde donde muy poco podían ha-
cer, no obstante simbolizar un formidable ejemplo para los demás jóve-
nes revolucionarios. Los alardes insurreccionalistas de los auténticos de
la Triple A3 y de Aureliano Sánchez Arango significaban un potencial

3
Organización insurreccional de origen auténtico surgida el 13 de marzo de 1952 en la Univer-
sidad de La Habana y cuya principal figura fue Aureliano Sánchez Arango, ex ministro de

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peligro para la futura Revolución, si lograban desarrollar exitosamente
una operación armada tendiente a derrocar al tirano. Con Fidel preso,
con la Ortodoxia resquebrajada por la vacilación de sus líderes y sin un
factor revolucionario de peso, la concreción de alguna aventura auténti-
ca representaría, indudablemente, un retorno al 9 de marzo de 1952.
Pero había otro peligro. Si (como al final sucedió) los auténticos, a pesar
de contar con un material bélico impresionante, demostraban no tener
el coraje necesario para enfrentarse a la dictadura y cosecharan fracaso
tras fracaso, esto haría decaer la fe del pueblo en una salida insurreccio-
nal y alimentaría la ilusión de la remota posibilidad de deshacerse de
Batista por la vía electoral, en comicios como los convocados para el
1ro. de noviembre de 1954, con la consabida desmovilización de la lu-
cha de las masas que ello acarrearía.
En estas condiciones, una FEU revolucionaria, acicate de la con-
ciencia y combatividad populares, encargada de mantener viva la llama
de la rebeldía, que desencadenara protestas contra el régimen, dispues-
ta a empuñar las armas cuando hubiera que hacerlo, sería de una tras-
cendencia vital. De este análisis es que surge la necesidad de alcanzar la
dirigencia de la FEU, limpiarla de males y convertirla, por el prestigio que
tenía entre la población, en una organización revolucionaria que ocupa-
ra el primer lugar en la trinchera de combate contra Batista, que movili-
zara a la opinión pública para enfrentar a la dictadura.

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


La personalidad de José Antonio Echeverría le imprimirá una nueva
tónica a la organización estudiantil universitaria, primero desde su de-
sempeño como secretario general durante el año 1954, y luego desde la
presidencia a partir del 30 de septiembre del mismo año. En lo adelante
la FEU tendrá como características esenciales, por un lado, la moraliza-
ción interna de la Universidad, el combate a la corrupción y el ganste-
rismo, la necesaria limpieza de la casa de altos estudios primero, para
luego enfrentarse, con sus fuerzas más sanas, a la dictadura batistiana; y
por el otro, la radicalización de las acciones de calle, de las movilizaciones
de masas, del combate frontal a los aparatos represivos del régimen. En
la estrategia de aumentar la actividad revolucionaria ante la tiranía, se

Educación en el gobierno de Carlos Prío Socarrás. Sin pretensiones revolucionarias algunas, su


objetivo se limitaba al derrocamiento de Batista. Siempre postergadas, sus promesas de acción
ocuparon buena parte del escenario de la oposición armada a la dictadura desde 1952 hasta
1954.

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inscribirán las grandes campañas nacionales por reivindicaciones popu-
lares, que encontrarán siempre en la FEU a su principal promotor y
activista.
Con este tipo de campañas de movilización nacional4 los estudiantes
revolucionarios perseguían el objetivo de mantener en agitación cons-
tante a las masas y elevar su conciencia sobre las violaciones cometidas
por la tiranía. Se sientan las bases para la lucha popular de masas que
llevará a la insurrección general armada.
Bajo la dirección de José Antonio las conmemoraciones de las fechas
patrias y de aquellas que entrañaban un simbolismo especial para los
estudiantes se convertían todas en jornadas de combate contra las fuer-
zas represivas.
La Universidad de La Habana era, y así había sido tradicionalmente,
un hervidero de ideas. Se erigía en tribuna pública para el debate de las
más variadas posiciones políticas e ideológicas. En su seno encontra-
ban espacio la confrontación, la polémica, la discusión abierta sobre los
principales problemas que aquejaban al país y a la propia vida universi-
taria, y de ahí surgían las propuestas y se concertaban los caminos a
seguir. Estas contiendas de ideas se agudizaban aún más cuando se acer-
caban las elecciones estudiantiles. Llegadas esas coyunturas se perfila-
ban y delimitaban con mayor nitidez las tendencias en disputa, lo que
adquiriría mayor significación y trascendencia para los comicios de mar-
zo-abril de 1955, donde sería electo José Antonio como presidente de la
FEU por diferencia de un voto.
Entre todos había un denominador común: la oposición a Batista.
No podía ser de otra manera en la Universidad, por su tradición de
lucha frente a los despotismos y la preeminencia que casi siempre tuvie-
ron en su seno las ideas radicales. Las diferencias estaban en lo funda-
mental entre los que opinaban que a la dictadura debía enfrentársele
por la vía de las urnas, la lucha política; los que asumían como método
las acciones de masas en la calle, o los que aún empleando estos pro-
pugnaran directamente la insurrección armada popular.

4
A la campaña contra la farsa electoral deben sumarse las desarrolladas para denunciar el
proyecto gubernamental de construir el Canal Vía-Cuba y la que se libró para exigir la amnistía
de los presos políticos en 1955.

30

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El más claro y firme paso

Si se tomaba en consideración el ascenso que estaba alcanzando la lu-


cha revolucionaria y la escalada represiva de la tiranía a mediados de
1955, que obligaba al exilio a varios de los fundamentales cuadros del
Movimiento 26 de Julio, era previsible un futuro cierre de la Universi-
dad y el asesinato, arresto o paso a la clandestinidad de los principales
dirigentes estudiantiles. José Antonio y sus compañeros se percatan de
la necesidad de asegurar que, en esas condiciones, la FEU no perdiera
su carácter beligerante y cayera otra vez en manos politiqueras. Para
cumplir esta misión era indispensable una organización insurreccional
que sirviera a la vez de dirección revolucionaria del movimiento estu-
diantil.
La necesidad de un movimiento clandestino, de acción, provenía del
análisis de que al aumentar el nivel de radicalidad de la lucha de masas,
crecería proporcionalmente la represión de la dictadura, y en un escena-
rio con esas características la FEU no podría desempeñar el mismo pa-
pel movilizador.
Un protagonista de aquellos días abunda en las razones detrás del
nacimiento del Directorio:
[…] nos damos cuenta de que esta FEU hacia donde la vamos a

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


llevar es hacia el martirologio, la cárcel y la persecución, y por tan-
to puede caer en manos aventureras y claudicantes de nuevo, y
para nosotros la FEU pesaba mucho en la opinión pública del pue-
blo cubano. [...] Por tanto, hacía falta una organización para cuan-
do llegara ese momento de persecución, cárcel y mártires, tener un
aparato armado ya para luchar en esas condiciones, y de defensa
de la FEU, que no permitiera que la FEU cayera en esas manos
claudicantes más nunca.5
Desde el mismo golpe del 10 de marzo de 1952 varios universitarios
han considerado esta idea de crear una organización insurreccional a
partir de los elementos más radicales, que reeditara en alguna medida
los directorios estudiantiles de la Revolución del 30. Durante los meses
de lucha transcurridos desde entonces, habían acariciado el proyec-
to infinidad de ocasiones, lo habían manejado en diversas reuniones y

5
Entrevista realizada por el autor a Faure Chomón, 15 de diciembre de 2004.

31

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encuentros personales, a la espera del momento idóneo para llevarlo a
efecto.
La madurez y la solidez alcanzada en la dirección de la FEU por el grupo
de estudiantes que encabeza José Antonio lo coloca en un nivel cuali-
tativamente superior para el logro de sus empeños.
En agosto de 1955, al analizar la situación existente en el país y en
el campo revolucionario, en momentos en que Fidel se encontraba en el
exilio, y tomando en cuenta que una insurrección auténtica de gran en-
vergadura que se estaba preparando tenía posibilidades materiales obje-
tivas de triunfar, José Antonio toma la decisión de incorporarse con su
grupo de estudiantes revolucionarios a dicha operación.6 La presencia
estudiantil vendría a ser garantía de una futura orientación radical tras
el derrocamiento del régimen. Además, aun si finalmente sucedía lo que
la experiencia indicaba –que todo lo planeado terminara una vez más en
fracaso–, al entrar en contacto con los abundantes alijos de armas que
almacenaban los auténticos, se podrían obtener algunas de ellas para la
nueva organización insurreccional del movimiento estudiantil que ya
empezaba a surgir.
Luego del estrepitoso fracaso que significó el 4 de Agosto, se decide
pasar a una nueva etapa de preparación y organización clandestina del
Directorio Revolucionario. El descrédito de las fallidas intentonas au-
ténticas hacía más evidente la necesidad de los estudiantes revolucio-
narios de contar con una organización armada independiente, con los
medios necesarios para la insurrección.
El viernes 24 de febrero de 1956 se celebra un acto en el Aula Magna
de la Universidad de La Habana para conmemorar el 61 aniversario del
Grito de Baire. Por el simbolismo y trascendencia de la fecha se decide
dar a conocer públicamente ese día la existencia del Directorio Revolu-
cionario. En la lectura por José Antonio de la proclama constitutiva, se
expresaba la ideología que animaba a la naciente organización, marca-
damente nacionalista, antimperialista, de profunda inspiración martiana.
En sus párrafos late el llamado a la unidad en la lucha revolucionaria y
se aprecia una definida orientación clasista hacia los pobres, los trabaja-

6
Se planeaba atacar el Palacio Presidencial, el Buró de Investigaciones y se pensaba contar con
el apoyo de la Sección Radiomotorizada de la Policía Nacional; véase Enrique Rodríguez
Loeches: «Biografías de Menelao Mora y Carlos Gutiérrez Menoyo», Alma Mater, La Habana,
1969; 97: 10, marzo.

32

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dores, de defensa de los intereses de los más humildes, de «los
hambreados y los oprimidos».7
También en un fundacional «Manifiesto al pueblo de Cuba»8 que sale
publicado en Alma Mater en marzo de 1956, se pronuncia el Directorio
por la defensa de los intereses nacionales, por el logro de la justicia
social, por la independencia económica, por la puesta en práctica de un
socialismo que, aunque algo difuso en su concepción, se basaba en la
transformación radical de todos los aspectos del sistema imperante en
el país. Algunos fragmentos del documento coadyuvan a ilustrar el pen-
samiento y los propósitos ideológico-programáticos que animaban al
Directorio:
• El Directorio Revolucionario considera la Revolución como un
proceso continuado de lucha por todos los frentes y medios posi-
bles –desde la resistencia civil hasta la insurrección popular– has-
ta lograr el resquebrajamiento definitivo del régimen y sistema
imperante; y considera inoperante el reducir la lucha revolucio-
naria a la acción determinativa de un simple golpe de Estado.
Derribado el actual régimen la Revolución continúa, por cami-
nos diferentes, hacia la consolidación del Estado revolucionario
y hacia la construcción renovadora integral. // [...] //.
• La Revolución se asienta sobre principios fundamentales de Li-

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


bertad Política (Democracia), Independencia Económica (Na-
cionalismo) y Justicia Social (Socialismo), reconocidos en el
Manifiesto de Montecristi.9
El programa del Directorio Revolucionario comprendía la lucha por
la soberanía nacional, la libertad económica, un régimen democrático
con justicia social, la solidaridad americana y la oposición a toda inje-
rencia estadounidense. Estas ideas y aspiraciones eran similares a las de
otros grupos revolucionarios del momento, en especial a las del Movi-
miento 26 de Julio, aunque este siempre se cuidó mucho de no definir
demasiado su programa político de transformaciones, con el pretendido
propósito de no ahuyentar a sectores medios con propuestas muy ra-
dicales.
7
«Proclama constitutiva del Directorio Revolucionario», en Julio A. García Oliveras: José
Antonio Echeverría: la lucha estudiantil contra Batista, Editora Política, La Habana, 1979, pp. 236-
238.
8
«Manifiesto al pueblo de Cuba», Alma Mater, La Habana, 1956; [s. n.]: 2, marzo.
9
Ídem.

33

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Al Directorio Revolucionario pudiera atribuírsele también esta ambi-
güedad, pues los suyos son postulados que pudiéramos considerar uni-
versales dentro de la cultura política cubana de los años 50 y gozaban
de apoyo y simpatías populares.
El pensamiento político de José Antonio Echeverría y el Directorio
Revolucionario es resultado de la tradición de la acumulación de cultu-
ra política del estudiantado revolucionario cubano.
Entender el pensamiento del Directorio Revolucionario, su evolu-
ción y actuación en el contexto cubano de los años 50 es imposible sin
establecer antes cuáles fueron sus antecedentes, sus paradigmas y sus
referentes históricos. Sus raíces ideológicas deben encontrarse, en pri-
mer lugar, en la generación independentista y en el legado ético y políti-
co de José Martí.
Sin embargo, fue sin dudas la Revolución del 30 y sus figuras históri-
cas las que mayor influencia tuvieron en el movimiento estudiantil re-
volucionario de los años 50. Ella proporcionó, en lo fundamental, las
formas organizativas, modos de actuación y sustrato ideológico del pen-
samiento del Directorio Revolucionario, sobre todo la generación uni-
versitaria que conformó el Directorio Estudiantil Universitario (DEU),
Mella y Guiteras fueron los de mayor ascendencia sobre la FEU de José
Antonio Echeverría. En sus declaraciones públicas y documentos
prográmaticos son constantes las referencias a ellos.

Respuesta al Partido Socialista Popular

La proclamación pública del DR provocó reacciones no muy positivas


en un sector del campo revolucionario, o al menos en una porción de
él. Es conocido que el Partido Socialista Popular (PSP) mantuvo hasta
mediados de 1958 una postura táctica contraria a la tesis insurreccio-
nal, por considerarla equivocada y alejada de lo que definían como eje
cardinal en el enfrentamiento a la dictadura: la lucha de masas, a la que
se entregaban con todo el sacrificio y la disciplina que les eran caracte-
rísticos a los militantes comunistas. Por eso, en su momento calificaron
de putchista, tanto el asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953,
como el asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957.
Coherente con esta línea de pensamiento, la Juventud Socialista, al
conocer la existencia del Directorio, publica en su órgano oficial, el ma-

34

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gazine Mella, una nota y hasta una caricatura con las que criticaba dura-
mente a la naciente organización. Desde el Directorio algunos se mos-
traban contrarios a contestar públicamente los planteamientos del PSP,
pues dudaban de su conveniencia, pero otros persistieron en la idea de
sacar en un suplemento de Alma Mater un documento de respuesta.10
En este lo más importante no es la réplica agria a las críticas «destructivas»
sino las explicaciones que abundan en la función y la justificación histó-
ricas del organismo revolucionario. Así, a la acusación hecha a José An-
tonio y a Fructuoso Rodríguez de haber dado «un paso en falso» con la
creación del Directorio Revolucionario, responde que «en realidad, ese
ha sido el paso más claro y más firme, dado por la FEU en el ciclo
revolucionario en que a esta generación le ha tocado vivir, al darle con-
tenido y forma revolucionaria a las jornadas de combate de Noviembre,
Diciembre y Enero, sirviendo de aval moral para la unión fuerte y estre-
cha de obreros y estudiantes».11
Al señalamiento de que su propósito es fraccionar la FEU, contesta:
1. La FEU, por su carácter específico, es un organismo académico
y docente, cuya función estatutaria es regir los destinos de la
masa estudiantil en lo que compete a esos puntos, realizando
una labor co-gobiernista, completada por el Consejo Universi-
tario. El Directorio Revolucionario es el instrumento creado,
auspiciado y originado por la FEU y, por tanto, no tiende a divi-

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


dirla; sino a vertebrar al estudiantado de manera organizada en
la labor típicamente revolucionaria, viniendo así a suministrarle
a la FEU el elemento que a esta le faltaba para una cabal realiza-
ción de su función nacional, en el momento actual.
2. Por otra parte, como la lucha electoral conlleva el triunfo de
determinado candidato merced a su simpatía personal o influen-
cia moral; sin embargo no siempre, y a pesar de sus virtudes, son
elementos aptos para la lucha revolucionaria. Y esto puede ser
afirmado con sólo señalar, de manera breve, la propia historia
de la FEU desde el 10 de Marzo para acá, en la cual junto a
dirigentes estudiantiles, electos por los votos, y de factura típi-
camente revolucionaria, ha habido otros que se han desentendi-
do con culpable indiferencia de las responsabilidades inherentes
10
«Respuesta a una infamia», Suplemento de Alma Mater, La Habana [s. f.]: 1-4, en: Archivo
Nacional, Fondo Especial, legajo 14, expediente 104.
11
Ídem.

35

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a sus cargos y hasta hemos llegado a presenciar el triste espec-
táculo de algunos cuyas actitudes han sido poco claras, en rela-
ción al régimen, y otros que han tenido que ser expulsados.12
Su actitud hacia los trabajadores se inscribe en la tradición inaugura-
da por el fundador de la FEU, Julio Antonio Mella, de unir la lucha y las
reivindicaciones de ambos sectores, obrero y estudiantil, en el esfuerzo
conjunto por la transformación radical de la sociedad. Por eso, su pro-
pósito no es llevar a los trabajadores a tirar tiros un día glorioso, como
se le imputa desde el PSP:
[...] sino brindarle toda su ayuda para que los obreros, la clase revo-
lucionaria por necesidad y conciencia, con los propios instrumen-
tos de su labor, en el mismo frente de trabajo, le dé batalla a la
Dictadura, marchando de las huelgas aisladas a la huelga general o,
al menos, al paro de los principales sectores económicos de la na-
ción, cuya falla determinará, junto con la labor típicamente accional
de los distintos frentes revolucionarios y la agitación estudiantil el
derrumbe de la actual tiranía.
Y si tales son nuestros propósitos, ingenuo resulta acusar al Direc-
torio Revolucionario de no proponerse la lucha de masas, cuando
ella es, precisamente, el basamento táctico de la labor a realizar,
pues consideramos que en Cuba sólo puede tener vigencia la ver-
dadera revolución: no el «putch» aislado; sino la insurrección revo-
lucionaria de verdadero sabor popular.13
Asimismo rechaza categóricamente que los dirigentes del Directorio
tengan en mente la idea de futuras prebendas y beneficios. De ser así,
[…] no habrían luchado de la forma audaz y enérgica que los mo-
mentos históricos han requerido y requieren, como lo han hecho. No
puede aspirarse a nada que no sea al sacrificio en bien de Cuba,
cuando constantemente, se está en peligro de perder no ya la liber-
tad; sino la vida misma.
Miente el órgano oficial de la Juventud Socialista cuando dice que
sus propiciadores han puesto «luz larga, mirando hacia futuras po-
siciones políticas y burocráticas». Sí se ha puesto la «luz larga»;

12
«Respuesta a una infamia», ob. cit. (en n. 10).
13
Ídem.

36

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pero mirando con pupila visionaria la gran tarea de la Revolución
Nacional, a la cual han de prestarle toda su energía creadora las
fuerzas sanas que integren o coordinen con el Directorio Revolu-
cionario.14
Concluía el texto recordando los errores en la ejecutoria política del
PSP durante las décadas precedentes y que, junto al anticomunismo
resultante de la Guerra Fría, le habían inhibido buena parte del apoyo
del pueblo y de la nueva generación revolucionaria.

Un brazo para la unidad revolucionaria

Es interés de José Antonio Echeverría y del Directorio Revolucionario


lograr la unidad revolucionaria entre los sectores opuestos a la dictadu-
ra, sobre todo con Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio, con los
cuales han coincidido en postura política y visión revolucionaria ante
cada una de las situaciones por las que ha atravesado el país. Narra Juan
Nuiry que los momentos compartidos en la clandestinidad después del
asalto al cuartel Goicuría le permiten conocer a fondo el pensamiento
que obsesiona al líder de la FEU en ese momento: «Hay que organizar
los factores dispersos, tanto en el seno del estudiantado como de este

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


con el obrero, el campesinado; unirse con todos los que sientan la mis-
ma necesidad de acabar con esta insostenible situación».15 A él mismo
le comentará, en tono apremiante, que debe entrevistarse con Fidel.
Ese es el espíritu detrás del manifiesto público que en junio de 1956
dirige el Directorio Revolucionario a todas las fuerzas revolucionarias.
Bajo el título «El Directorio llama a la unidad»16 se expresa la convic-
ción de que ningún esfuerzo aislado, por muy heroico y arrojado que
sea, conseguirá derrocar al dictador; propósito para el que es imprescin-
dible cuanto antes la coordinación de los factores rebeldes:
Mucho hemos pecado los revolucionarios de nuestro tiempo al no
comprender la necesidad imperiosa de enfrentar al poder del
antipueblo, el poder unitario y sólido del pueblo en su gestación

14
Ídem.
15
Juan Nuiry Sánchez: ¡Presente! Apuntes para la historia del movimiento estudiantil cubano, Editora
Política, La Habana, 2002, p. 102.
16
«El Directorio llama a la unidad», Alma Mater, La Habana, 1956; [s. n.]: 3, 7, 30 de septiembre.

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revolucionaria. Pero no es tarde aún cuando la urgencia nacional
es mayor; y criminal sería retardar por más tiempo esa unidad revo-
lucionaria tan gravemente necesitada.17
A continuación aparecen delineados los tres principios fundamenta-
les en los que deberá asentarse, según el DR, el empeño unitario:
La UNIDAD REVOLUCIONARIA ha de estar basada en una iden-
tificación sustancial mínima por parte de todas las fuerzas, en cuanto
a enfoque de la problemática nacional, fines perseguidos por la
insurrección y método insurreccional.
La UNIDAD REVOLUCIONARIA ha de ser lograda, no median-
te alianzas bajo cuerda y de espaldas al pueblo entre los cabecillas
del movimiento, sino en pública demostración de real y efectiva
fraternidad que disipe temores a todos los que de una manera u
otra participen en la lucha de toda la nación.
La UNIDAD REVOLUCIONARIA no podrá ser planteada como
la absorción de los distintos grupos por el que en definitiva resulte
más fuerte, sin violar de perversa manera el espíritu democrático y
justiciero de la nación. La UNIDAD REVOLUCIONARIA ha de
lograrse en respeto a los distintos criterios que se mueven hacia un
fin común y en demostración real de desinterés por parte de los
jefes y equipos que han de laborar sólo por el bien colectivo.18
Para el Directorio la forma más eficaz y posible de la unidad, es la
coordinación de esfuerzos revolucionarios.
Este documento continúa la constante vocación unitaria del Direc-
torio Revolucionario desde su nacimiento, y constituirá su plataforma
base para la histórica «Carta de México». Su lectura nos permite apre-
ciar la coherencia mantenida por la organización ante una cuestión cla-
ve como la unidad revolucionaria y nos explica los propósitos e intereses
que la animan en la posterior visita de José Antonio a México para coor-
dinar los esfuerzos insurreccionales con el M-26-7.
Ratifica para el momento una postura de principios del movimiento
estudiantil revolucionario: aunque lamentablemente fallaran los planes
insurreccionales y se quedaran prácticamente solos en la lucha, «a tra-

17
«El Directorio llama a la unidad», ob. cit. (en n. 16).
18
Ídem.

38

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vés del Directorio Revolucionario seguiremos la guerra por todos los
medios y en todos los frentes contra la tiranía. La única salida a los tre-
mendos y crecientes males de Cuba no puede ser la transacción bochor-
nosa o la claudicación cobarde a componenda alguna, sino la gran
Revolución, renovadora total del sistema».19
También en julio, el día 13, José Antonio es reelecto nuevamente
para el cargo de presidente de la FEU, esta vez con una mayoría abru-
madora, de nueve votos a cuatro.20
En las declaraciones que brinda a la prensa el día siguiente de su
reelección, el dirigente universitario insiste una y otra vez en la priori-
dad imperativa del momento:
Venimos a plantearle al pueblo que debe seguirse una táctica de
unión real y verdadera para alcanzar los objetivos históricos, que
no sólo saliendo de un régimen de fuerza se resuelven los proble-
mas esenciales de nuestra nacionalidad. Los males vienen de pro-
fundo, y a nosotros corresponde plasmar en claro programa
revolucionario todo un haz de anhelos que palpitan en el corazón
ciudadano.
[...]
Hacemos un llamado apasionado al pueblo y a la ciudadanía para
formar lo que debe ser indestructible: la unión de todos los cuba-

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


nos para realizar el gran destino histórico de la patria.21
Toda la praxis política de José Antonio y el Directorio ha estado regi-
da por un proyecto unitario. Ha nucleado tras de sí a la mayoría del
estudiantado revolucionario de la Universidad. También a los alumnos
de segunda enseñanza de todo el país, luego del II Congreso de Estu-
diantes Secundarios en mayo de 1954.
Ya las gloriosas jornadas de diciembre de 1955 han aliado a obreros
y estudiantes en el enfrentamiento común a la dictadura. Pero no se
19
Ídem.
20
Votos a favor del candidato José Antonio Echeverría: Fructuoso Rodríguez Pérez, de Agro-
nomía, Juan Nuiry Sánchez, de Ciencias Sociales y Derecho Público, Zayda Trimiño Ayllón, de
Ciencias, José Puentes Blanco, de Derecho, Ramón Prendes Varela, de Ciencias Comerciales,
Jacinto Otero, de Odontología, Epifanio Selman, de Farmacia, Amparo Chaple, de Filosofía
y Letras, y José Antonio Echeverría Bianchi, de Arquitectura. Votos a favor del candidato
Marcelo Fernández: Omar Fernández, de Medicina, Elvira Díaz Vallina, de Pedagogía, Carlos
Alfredo Muñoz Fontanill, de Veterinaria, y Marcelo Fernández Font, de Ingeniería.
21
El Crisol, La Habana, 14 de julio de 1956, tomado de J. A. García Oliveras: Ob. cit. (en n. 7),
p. 285.

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detiene ahí Echeverría, quien busca además aunar voluntades con los
honestos seguidores del insurreccionalismo auténtico, frustrados por la
cobardía de Prío y de muchos de sus lugartenientes. Tómese como bo-
tón de muestra el contacto que establece con Reynol García y los com-
batientes que preparan el asalto al Goicuría.
El mismo propósito anima a José Antonio Echeverría cuando esta-
blece relaciones con distintas conspiraciones militares antibatistianas,
como la de los Puros, descubierta el 4 de abril, o como la que en la
Marina de Guerra lidera el joven oficial Juan M. Castiñeiras.22
La elevada autoridad política y revolucionaria de la FEU, ganada con
las vertiginosas jornadas de combate de diciembre de 1955, que llega-
ron a estremecer al país, conducía a que cualquier iniciativa opositora al
batistato, intentara contar con el respaldo estudiantil. Sin duda alguna,
a finales de 1955 e inicios de 1956 el movimiento estudiantil comanda-
do por José Antonio Echeverría es la mayor fuerza revolucionaria mo-
vilizadora de las masas en Cuba.
Era más urgente alcanzar un acuerdo con Fidel en tanto se acercaban
los meses finales del año, y con ellos el agotamiento del plazo para el
cumplimiento de la promesa realizada por el líder del M-26-7 de ser
libres o mártires en el año 1956. Premonición ratificada por el presiden-
te de la FEU en una de sus tantas coincidencias históricas: «El año
próximo de 1956 será el de la total liberación de Cuba. Al decir ello ni
imito ni declamo, tal vez coincida».23 Es decir, cada día que pasaba acer-
caba mucho más la posibilidad real del inicio de la lucha armada, y ella
vería multiplicada su fortaleza si se emprendía con una conjunción de
esfuerzos.
Ya se habían desarrollado al máximo todas las posibilidades de la
lucha estudiantil y de masas, de las manifestaciones y demostraciones
de calle, alcanzando su más alta expresión con las ripostas armadas y el
violento movimiento de protesta obrero-estudiantil que significó la huel-
ga azucarera. Era indispensable pasar a una etapa superior: la insurrec-
ción armada popular.

22
Julio A. García Oliveras sirve de enlace a José Antonio para los contactos con Castiñeiras y
propicia los encuentros entre el oficial y el dirigente universitario a finales de 1956 e inicios de
1957. Ver J. A. García Oliveras: Contra Batista, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
2006, p. 279.
23
«Declaraciones de José Antonio Echeverría, presidente de la FEU», Bohemia, La Habana,
1956; 42-43, 1ro. de enero.

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En los meses transcurridos desde su fundación y sobre todo a partir
de su proclamación pública, el Directorio Revolucionario se ha forma-
do una personalidad, perfil e historial propios. José Antonio acude a
México no solo como presidente de la FEU, sino como representante de
una organización revolucionaria que posee su propia opción táctica y
estratégica, un aparato clandestino sólido, que se considera con los
méritos necesarios para tratar en igualdad de condiciones con cualquier
otro. Además, pretendía ser, y así quedaba claramente expresado en su
manifiesto fundacional, un instrumento de unidad, un eje cohesionador
de todos los factores insurreccionales de oposición a la dictadura.
El hecho histórico de que el sector del estudiantado revolucionario
que conquista la dirección de la FEU desde finales de 1954 es el mismo
que funda el Directorio Revolucionario, tiende a crear confusión entre
las funciones y espacios de actuación de ambas estructuras. A esto con-
tribuye que los dos principales dirigentes, en uno y otro caso, son los
mismos: José Antonio Echeverría y Fructuoso Rodríguez.
Si bien es cierto que el Directorio es creado, respaldado y auspiciado
por la FEU, para ser garante de su dirección revolucionaria en la etapa
de insurrección popular generalizada, y que debe ser el instrumento ar-
mado del organismo estudiantil en esta fase, además de su puente hacia
trabajadores, campesinos, profesionales y demás sectores populares,
también lo es que cada organización tiene características distintivas que

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


la singularizan.
Esta situación revelará toda su trascendencia a la hora de firmar la
«Carta de México». No consideramos para nada secundario el dato de
cuál organización representaba José Antonio a la hora de rubricar el
documento. No compartimos el criterio de algunos autores cuando se-
ñalan que ambas organizaciones eran lo mismo y daba igual cuál de las
dos apareciera firmando.24 Lo prueba el desenlace posterior y sus serias
consecuencias, cuando tras la muerte de Echeverría y Rodríguez,
ya la FEU y el DR no se encuentran tan ligados. Ese entrelazamiento
quedará por lo menos severamente cuestionado en la medida que otros

24
Julio A. García Oliveras afirma: «[...] a veces en los relatos sobre hechos históricos del movi-
miento estudiantil, se crea una diferencia entre la FEU y el Directorio, como si fueran dos
organizaciones distintas», J. A. García Oliveras: Contra Batista, ob. cit. (en n. 22), pp. 287-288.
El planteamiento es compartido por Faure Chomón: «Identificarse como Directorio Revolu-
cionario o la FEU era lo mismo», F. Chomón: «A 50 años de la “Carta de México”», Granma,
La Habana, 28 de agosto de 2006, p. 3.

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dirigentes estudiantiles ajenos al Directorio aleguen ostentar la repre-
sentación oficial de la FEU.
El ejecutivo del Directorio determina enviar a René Anillo a México
para informarle a Echeverría, tras su regreso de un evento estudiantil
en Chile, los acuerdos adoptados por la dirección de la organización:
1) recomendar al dirigente universitario que el documento resultante de
las conversaciones de unidad se denominara «Carta» y no «Pacto», para
dar mayor flexibilidad a su cumplimiento por parte de cada fuerza revo-
lucionaria en la medida que tuviera acceso a una mayor disponibilidad
de recursos materiales y bélicos, es decir, que no se estableciera un acuer-
do a plazo fijo;25 2) la unidad debía ser firmada a nombre del Directorio
Revolucionario, como lo explica Faure Chomón: «Siempre se pensó que
sería a nombre del DR, pero como las condiciones podían cambiar, se le
confirmaría con un enviado de la organización. Finalmente se acordó
que fuera a nombre del Directorio y se le envió el mensaje [...]»;26 3) co-
municarle a Fidel la percepción del DR de que en la Isla los preparati-
vos están atrasados para su llegada; solo en Santiago el Movimiento 26 de
Julio poseía las condiciones necesarias para generar un levantamiento ar-
mado que secundara un desembarco expedicionario.
Este sería el pacto unitario más importante de toda la lucha insurrec-
cional contra Batista, firmado por las dos figuras principales de la nue-
va generación revolucionaria y sus respectivas organizaciones. El principal
compromiso es el de aunar los esfuerzos en un plan común de acciones
armadas. Se declaraba que la Revolución debía nacer libre de cualquier
atadura con el pasado, para hacer avanzar las profundas transformaciones
que la Patria reclamaba, y se calificaba ya no solo como ineficaz, sino
como «infame» cualquier tentativa de solución electoralista. Resulta sig-
nificativo el contraste de una oposición politiquera que se subdividía
interminablemente mientras las organizaciones revolucionarias tendían
cada vez más a la unidad.
Puestos de acuerdo en lo fundamental, el derrocamiento de la tiranía
por vía insurreccional, para iniciar un proceso transformador, convie-
nen en dejar para un encuentro posterior la discusión de las diferencias
tácticas y los detalles de los planes militares.

25
Además, la historia reciente de pactos entre organizaciones opositoras era de triste recorda-
ción para el pueblo cubano. Era preciso desmarcarse de engendros como el Pacto de Montreal,
que se había diluido entre los alardes insurreccionalistas de sus promotores.
26
F. Chomón: «El movimiento estudiantil, foco insurreccional», Alma Mater, La Habana, 1972;
136: 44, noviembre.

42

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El Directorio Revolucionario era una organización que preconizaba
la lucha armada y que ya aglutinaba a muchos estudiantes y trabajado-
res, con fuerza principal en la capital. José Antonio Echeverría hacía un
tiempo era el dirigente máximo del movimiento estudiantil revolucio-
nario, y ya su personalidad trasciende el ámbito universitario para con-
vertirse en un líder político de alcance nacional y concitar las simpatías
de diversos sectores.
Aunque la marcha posterior de los acontecimientos impidió conocer
en detalle las razones que llevaron a José Antonio a rubricar el texto
como presidente de la FEU, todo indica que en la decisión tomó en
cuenta la tradición, la representatividad y el prestigio con que contaba
la federación ante los ojos del pueblo. Además, en agosto de 1956
Echeverría se encuentra en medio de un recorrido que lo lleva a dos
congresos internacionales, en los que ve acrecentada su estatura como
dirigente estudiantil, ampliamente reconocido más allá de las fronteras
nacionales cubanas. Es probable que por similares motivos Fidel y el
M-26-7 hubiesen preferido a la FEU como organización firmante. Tó-
mese en cuenta que en estos momentos el Directorio solo tiene seis
meses de ser proclamado públicamente.
¿Por qué consideraba el ejecutivo del DR que esta organización debía
aparecer firmando el pacto de unidad? La respuesta la proporciona Julio
García Oliveras:

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


[…] en primer lugar, la declaración representaba el llamamiento de
carácter histórico de las dos organizaciones a la guerra revolucio-
naria contra la tiranía. Y el Directorio en sí –según nosotros lo
entendíamos– por definición representaba el aparato insurreccio-
nal de la FEU. En segundo lugar, [...] cinco de los miembros del
ejecutivo, aunque éramos universitarios, no éramos dirigentes de
la FEU. Sólo eran dirigentes estudiantiles José Antonio y Fruc-
tuoso.27
Cuando los periódicos cubanos publican el domingo 2 de septiembre
el cable de la United Press (UP) fechado el día antes en México que
informa de la declaración conjunta entre el M-26-7 y la FEU, la conmo-
ción será inmediata. En las jornadas siguientes abundan las referencias

27
J. A. García Oliveras: Contra Batista, ob. cit. (en n. 22), p. 288.

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en la prensa y declaraciones en torno al tema de figuras políticas tanto
de oposición como del régimen.
El editorial de El Mundo, el 4 de septiembre, señalaba que la «Carta»
equivalía a una declaración de guerra, que colocaba a la FEU en una
postura definitivamente insurreccionalista y subversiva. Por primera y
única vez en su historia la FEU, en tanto organismo estudiantil, acorda-
ba un pacto unitario con una agrupación política, en un plan revolucio-
nario con fecha de cumplimiento, lo que le otorgaba, sin duda, un carácter
beligerante.
En la dirección de la organización, los cuatro presidentes de escuelas
que se opusieron a la presidencia de José Antonio Echeverría, reaccio-
nan enseguida protestando contra lo que consideran una violación de
los estatutos, al no haberse tomado la decisión de firmar la «Carta» en
un pleno de la Federación. Según alega Elvira Díaz Vallina, una de las
presidentas contraria al documento, la actitud de ellos no respondía a
un rechazo per se a la unidad revolucionaria, sino a la consideración de
que la FEU no contaba con los recursos para cumplir su parte en lo
acordado: «no había armas, por lo menos en lo que nosotros conocía-
mos como FEU y nos preocupaba».28
Más allá de la cuestión reglamentaria, de método, el diferendo en el
seno de la FEU tenía que ver realmente con la actitud que se mantuviera
ante la insurrección armada, tan cabalmente simbolizada por el docu-
mento unitario. Lo cierto es que el sector insurreccional del estudianta-
do, personalizado en José Antonio, había sido relegitimado al menos
dos veces en la dirección del organismo universitario, la última de ellas
el 13 de julio de 1956 con una mayoría aplastante, y por tanto, tenía la
autoridad suficiente para asumir decisiones en nombre de ella.
Para salirle al paso a las voces disonantes en contra del pacto, el ple-
no de la FEU, reunido el martes 4 de septiembre, expresa su respaldo a
la alianza suscrita con Fidel Castro y se aprobaba publicar unas decla-
raciones en las que quedara definitivamente aclarado el apoyo de la
organización a las gestiones y actuación de su presidente. Los pronun-
ciamientos, firmados por Fructuoso Rodríguez como presidente de la
FEU por sustitución reglamentaria, Juan Nuiry y José Puente, y dados a
conocer el 5 de septiembre, servían además para enmendar la impreci-
sión cometida en la capital mexicana y proclamar públicamente que el
28
Entrevista a Elvira Díaz Vallina citada en Julio César Guanche: El ejército de la libertad. El
Directorio Revolucionario 13 de Marzo en la Revolución Cubana, inédito, 2006, p. 8.

44

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Directorio Revolucionario era la organización signataria de la «Carta de
México». Ya el día 3 Fructuoso había declarado a El Mundo que en el
contacto mantenido con Fidel Castro, Echeverría había actuado de acuer-
do con la FEU y autorizado por esta.29
Con el propósito de complementar la concertación lograda en Méxi-
co con el M-26-7 y de sentar las normas mínimas que consideraban
necesarias para cualquier acuerdo unitario, el 30 de septiembre de 1956
el Directorio da a conocer sus «Bases de la Unidad Revolucionaria»,30
cuyo primer párrafo es bastante revelador del pensamiento de la organi-
zación sobre el tema: «La Unidad, para que sea verdadera, debe inte-
grarse sobre las Bases de la unidad en la acción (táctica, estrategia) y
unidad en la formación y proyección del gobierno que nazca de la revolu-
ción triunfante».31
Se restringe el llamado a la unidad únicamente a los sectores revolu-
cionarios, populares, insurreccionales, y en el caso de los militares, a
aquellos que no tengan vínculos con crímenes y desmanes. Plantea asi-
mismo que «los medios de lucha y la estrecha estrategia deberán amol-
darse a las circunstancias en tiempo y lugar, en base de la táctica de
insurrección general [...]»,32 cuestión que quedará establecida y regirá
luego la segunda ronda de la «Carta de México». Termina este primer
acápite dedicado a la unidad táctica aclarando que cada organismo con-
servará su individualidad en la integración unitaria.

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


En la segunda parte el DR señala que: «El gobierno será designado,
una vez concluida y victoriosa la insurrección, por los elementos repre-
sentativos de los núcleos o sectores integrados al respecto».33 Continúa
detallando las transformaciones inmediatas a emprender por un Go-
bierno Revolucionario triunfante y fija su provisionalidad en un máxi-
mo de un año y medio, al término del cual deberán convocarse elecciones
generales. Concluye el documento con una nota que advierte sobre la
no concurrencia a la unidad de trujillistas ni de individuos opuestos a
Batista solo por circunstancias coyunturales.

29
«Actuó Echeverría de acuerdo con la FEU», El Mundo, La Habana, 1956; 55 (17506): 1, 4 de
septiembre.
30
«Bases de la Unidad Revolucionaria», Alma Mater, La Habana, 1956; [s. n.]: 1, 3, 30 de
septiembre.
31
Ídem [con énfasis en el original].
32
Ídem.
33
Ídem.

45

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El punto nodal de la segunda ronda de discusiones entre el DR y el
M-26-7 en octubre de 1956 es la concreción de planes militares con-
juntos, luego de haber declarado públicamente su acuerdo en la «Carta
de México». No obstante compartir un objetivo central común y una
misma visión radical como salida para el país, las dos organizaciones
presentan concepciones de lucha distintas. Y como no se debe perder
tiempo en intentar convencerse mutuamente de la justeza de una u otra,
la propuesta de Fidel es hacerlas coincidir en el tiempo para buscar una
mayor eficacia en su complementariedad, dejando a un lado las discre-
pancias tácticas. La proposición resultaba congruente con la «coordina-
ción de esfuerzos», que como mecanismo de unidad revolucionaria había
pregonado el Directorio en su manifiesto de junio del año anterior.
El 27 de noviembre de 1956 ocurrían dos hechos de singular impor-
tancia. El primero, la circulación clandestina de un nuevo número de
Alma Mater, cuyo editorial vuelve a un asunto recurrente para el Direc-
torio Revolucionario: la unidad. Partiendo de una convicción: «sólo la
desunión de las fuerzas insurreccionales ha conservado la vida del régi-
men opresor»,34 la organización puede informar que ya la Unidad Revo-
lucionaria es un hecho, que su planteamiento unitario lanzado en junio
ha sido aceptado «tras arduas gestiones, tras infatigables luchas».35 Rati-
fica que el objetivo de la unión no es el mero cambio de un hombre:
¿Y qué persigue esta Unidad Revolucionaria? ¿Acaso nos conten-
tamos solamente con derribar al Dictador de turno para regresar a
un pasado igualmente cargado de errores? Miopes de espíritu sería-
mos si pretendiéramos la liquidación de la sombría etapa presente
como un fin en sí mismo, y no como un medio para lograr la pleni-
tud de nuestra conciencia nacional.36
Y en lo que fija «como meta alcanzable por la Revolución Cubana» se
halla lo que pudiera considerarse como la esencia del ideal revoluciona-
rio al que aspira:
Es la conquista de un clima de verdadero respeto a nuestras Leyes
y a nuestro pudor democrático, es la liberación de nuestra econo-
mía de bastardos intereses domésticos y sofocantes presiones ex-
34
«La Revolución no se detendrá», Alma Mater, La Habana, 1956; [s. n.]: 1-2, 27 de noviembre.
35
Ídem.
36
Ídem.

46

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tranjeras; es la utilización de nuestros recursos políticos y econó-
micos a favor del bienestar de los más, aunque esto represente el
perjuicio de los menos [...].37
El otro acontecimiento trascendente de la fecha es el recibimiento
por el Directorio de uno de los siete telegramas enviados por Fidel Cas-
tro desde México para informar la salida de su expedición armada. Eso
significaba que de inmediato debía ponerse en ejecución un plan de
acciones para apoyar el desembarco. Como ya hemos apuntado, en este
momento era muy limitado el armamento con que se contaba.
Frente a la campaña gubernamental por hacer creer la muerte de Fidel
luego del desembarco del Granma, el Directorio estima necesario dar a
conocer al pueblo las noticias reales sobre la presencia del líder revolu-
cionario en la Sierra Maestra. Así, en diciembre, el titular del primer
número de su órgano clandestino, Al Combate, podrá afirmar con certe-
za: «¡Fidel está vivo!», a partir de las informaciones recibidas por inter-
medio del dominicano Ramón Mejías del Castillo, Pichirilo,38 uno de los
expedicionarios sobrevivientes de Alegría de Pío, que se ha refugiado
en La Habana y ha contactado a los compañeros del DR. Los cerca de
2 000 ejemplares39 han sido tirados en mimeógrafo, en la casa de calle 6
entre 19 y 21, El Vedado, y repartidos por toda la ciudad por los propios
miembros de la organización.

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


Al tiempo que se aceleraban los preparativos del ataque al Palacio
Presidencial, el 26 de febrero de 1957 salía publicada en The New York
Times una entrevista realizada días antes a Echeverría por el periodista
Herbert Matthews, cuando este regresó de la Sierra Maestra, luego de
haberse producido su histórico encuentro con Fidel Castro. El mundo
conocía de las actividades revolucionarias del estudiantado cubano a
través de las palabras del secretario general del Directorio Revolucio-
nario:
El señor Echeverría dijo que los estudiantes estaban activos en la
resistencia, lo cual puede decir o no que estaban tomando parte en
la colocación de las bombas y en los sabotajes. Los estudiantes,
37
Ídem.
38
Mario Mencía: Génesis del Directorio Revolucionario. Una organización juvenil para la lucha armada
revolucionaria, inédito, 1978, p. 132.
39
J. A. García Oliveras: «La muerte de José Antonio», Revista Bimestre Cubana, La Habana, 2000;
17: 120, jul.-dic.

47

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dijo, se unirán a un movimiento serio de resistencia, pero mientras,
esperan la oportunidad de salir a la calle y unirse a la revolución, si
se produce.40
Concluía José Antonio Echeverría sentenciosamente: «Los estudian-
tes cubanos nunca han temido a la muerte».41
Cuando ya está todo preparado se da el 10 de marzo la orden de
acuartelamiento y ese mismo día se efectúa la última reunión formal, en
uno de los apartamentos de la calle 21, para analizar los detalles finales
del plan. La única organización a la que se ha determinado avisarle para
que se incorpore o se encuentre preparada es el Movimiento 26 de Julio:
[...] se informó del plan, cuál era. Para que el movimiento decidiera
qué hacer ¿no? Y el incorporarse al plan o tomar medidas de segu-
ridad [...] lo que diríamos respondía a los principios aquellos que
habían establecido Fidel y José Antonio, con la firma de la Carta de
México.
Nosotros enviamos la información a la dirección del M-26-7, que
para nosotros era el compañero Faustino que estaba en La Habana.42

Señal de libertad

El 27 de Noviembre los estudiantes rinden el tradicional homenaje que


cada año dedican a los estudiantes de Medicina fusilados por soldados del
poder colonial español en 1871. Generalmente las manifestaciones de
ese día suelen ser bastante tranquilas, son vistas como recordaciones
históricas sin mayor trascendencia política y cuentan con la tolerancia
de la policía, a diferencia de las demostraciones estudiantiles en fechas
tales como el 13 de Febrero, 8 de Mayo, o el 26 de Julio, que sí son
duramente reprimidas por la fuerza pública, pues los asesinatos de Rubén
Batista, de Antonio Guiteras y de los asaltantes del Moncada, son acu-
saciones directas al régimen de facto.
Pero en noviembre de 1956 ya la situación imperante es de confron-
tación abierta y la dictadura no permite siquiera el habitual desfile del
40
J. A. García Oliveras: José Antonio Echeverría: la lucha estudiantil contra Batista, ob. cit. (en n. 7),
p. 333.
41
Ídem.
42
Entrevista realizada a Faure Chomón por Guillermo Alonso, Ana Julia Faya y Stusser, 25 de
febrero de 1977, en Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, file 255.

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día 27. A tiros y chorros de agua los cuerpos represivos logran disolver
el contingente de 400 jóvenes, que se dirigía hacia La Punta con una
ofrenda floral. El resultado: 16 estudiantes lesionados y 6 policías heri-
dos a pedradas.
Los líderes de la FEU y el DR, que desde la clandestinidad han pre-
parado y dirigido la manifestación, transmiten la orientación precisa de
que a partir de ese día la Universidad deberá quedar cerrada, y suspen-
didas las clases indefinidamente.43 La Universidad de La Habana ya no
abrirá más sus puertas hasta después del 1ro. de enero de 1959.
La marcha estudiantil del 27 de noviembre de 1956 cerraba así todo
un capítulo, el de la lucha política y de masas contra la dictadura, que ha
sido llevada al límite de sus posibilidades. En lo adelante la insurrec-
ción ocupará totalmente el centro de la estrategia revolucionaria.
El asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957, fue califica-
do por el historiador Emilio Roig de Leuchsenring «la hazaña más fiera-
mente audaz de todas nuestras luchas por la libertad». Los hechos de
ese día, la mansión ejecutiva atacada por un comando de 50 jóvenes
armados, sin experiencia militar la mayoría, y uno de los dictadores más
feroces del continente, acorralado en su propia fortaleza por la osadía
juvenil, conmocionaron al país y demostraron lo vulnerable que era, de
hecho, el régimen batistiano. El 13 de marzo fue la gran obra de José
Antonio Echeverría y el Directorio Revolucionario; ese día fructifica-

FRANK JOSUÉ SOLAR CABRALES / El Directorio, revolucionario de su tiempo


ban sus esfuerzos y su labor insurreccional. No era el 13 de Marzo un
acto putchista, sino coherente con la proyección política de moviliza-
ción popular que había caracterizado siempre a José Antonio y al Direc-
torio. Postura refrendada en su testamento político:
Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad. Por-
que, tenga o no, nuestra acción el éxito que esperamos, la conmo-
ción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo.
Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo.44
Tras el descalabro militar que significó el 13 de Marzo para el DR,
con la muerte de muchos de sus cuadros y combatientes, incluyendo a
quien fuera su alma y guía, José Antonio Echeverría, el impulso ini-
cial de la organización es reagrupar los hombres, recuperar las armas, y
43
Entrevista realizada por el autor a Guillermo Jiménez, 7 de diciembre de 2004.
44
«Testamento político de José Antonio Echeverría. Al pueblo de Cuba», Hilda Berdayes: Papeles
del Presidente, ob. cit. (en n. 1), p. 97.

49

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contraatacar de inmediato. Pero las condiciones son muy adversas, la
cacería desatada contra ellos es intensa y despiadada y la realidad les
impone una convalecencia mucho más larga.
En los días siguientes se reuniría el Ejecutivo para analizar los he-
chos, reconstruirlos y decidir los próximos pasos. Quien hasta ese mo-
mento había sido su vicesecretario general, Fructuoso Rodríguez, pasaría
ahora a dirigir el Directorio Revolucionario, aunque solo fuera por espa-
cio de un mes, cuando caería asesinado.
En lo adelante la organización se llamaría Directorio Revolucionario
13 de Marzo. Con el cambio de nombre, también vendrían transfor-
maciones fundamentales en cuanto a fisonomía, estructuras y tácticas
de lucha. Antes del 13 de marzo de 1957 la actividad del Directorio
Revolucionario tiene un marcado carácter político. A la acción armada
se llega como resultado del ascenso de las luchas estudiantiles y de masas,
y aquella debe revestir siempre alguna connotación política. Después
del asalto al Palacio Presidencial, con la pérdida de los principales cua-
dros políticos y de su base estudiantil, la dirección del DR será ejercida
por sus cuadros de acción, lo que marcará un giro en su actuación a
brindarle mayor importancia a la lucha armada en sí misma.
La fuerza revolucionaria del Directorio no estaba liquidada. Ahora
solo entraba en una nueva etapa de su historia.

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RUTH No. 3/2009, pp. 51-76

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ*

Mujer y Revolución: Una perspectiva


desde la insurgencia cubana (1952-1959)

El estudio de la participación y el liderazgo de las mujeres en las diferentes organizaciones


femeninas de la insurrección, de las condiciones de igualdad con los hombres y de las relaciones
de poder entre «lo femenino» y «lo masculino», demanda tener en cuenta la necesidad de develar
los mitos de una realidad oculta por un discurso reductor y simplificador. Problema ya plantea-
do en la década del 50, se hace latente al escribir la historia femenina como parte de un todo no
excluyente de la acción masculina.

Mujeres de Cuba, que me decís tan elocuentemente tantas


angustias y tanto sufrimiento: me arrodillo ante vosotras y beso
vuestros pies doloridos. No lo dudéis.
VICTOR HUGO1

Introducción

El estudio de la participación y el liderazgo de las mujeres en las dife-


rentes organizaciones femeninas de la insurrección2 –contra el golpe de
Estado del 10 de marzo de 1952 y el régimen político militar impuesto

* Historiadora, ensayista y narradora cubana. Investigadora Titular de la Academia de Ciencias


de Cuba. Entre sus libros se cuentan: Insurrección y Revolución (1952-1959), Memoria e identidad:
un estudio específico (1952-1958), Premio Pinos Nuevos de ensayo 1996, y Cuando las edades
llegaron a estar de pie, Premio de narrativa Concurso CTC Rubén Martínez Villena 1974.
1
Victor Hugo: «Aux femmes de Cuba» (Carta a las mujeres cubanas), en Jean-Marc Hovasse:
Victor Hugo, Pendant l’ exil: 1851-1864, vol. VI, Fayard, Paris, t. 2, p. 53.
2
El programa de la Revolución, formulado por su líder Fidel Castro, contenido en La historia me
absolverá, la tesis económica y otros documentos del Movimiento Revolucionario 26 de Julio,
sustentan la continuidad del proyecto de independencia, soberanía económica y justicia social,
que se inició en Cuba contra el imperio español, y se reinició en las décadas de los años 30 y 50.
El Movimiento Revolucionario 26 de Julio añadió a dichas tesis la «chibasista ortodoxa» de
erradicar la corrupción política administrativa.

51

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por Fulgencio Batista–,3 de las condiciones de igualdad con los hombres
y de las relaciones de poder entre «lo femenino» y «lo masculino»,4 de-
manda tener en cuenta la necesidad de develar los mitos de una realidad
oculta por un discurso reductor y simplificador. Problema ya planteado
en la década del 50, se hace latente al escribir la historia femenina como
parte de un todo no excluyente de la acción masculina.5
Asimismo, este estudio conlleva la dilucidación del esquema dogmá-
tico ortodoxo de origen soviético, propugnado por el estalinismo, cuyo
cuerpo metodológico y modelos teóricos generales solían ser represen-
taciones inconsistentes y autoritarias. Sus partidarios someten el análi-
sis del triunfo del proceso insurreccional de la Revolución Cubana a la
influencia de dicha tendencia.6 En consecuencia, tergiversan la ideolo-
gía e interpretación histórica del proceso de liberación nacional y su
pensamiento de justicia social, que se fundamenta en la doctrina patrió-
tica acerca de la necesidad de un movimiento de libertad para una épo-
ca nueva de la revolución moderna, formulados por José Martí.7
En Cuba, a diferencia de lo ocurrido en los países socialistas europeos,
no fue un partido de la clase obrera el que dirigió la Revolución y tomó
el poder en 1959, sino un aparato político, cívico, militar, con una base

3
Fulgencio Batista, líder de la llamada «revolución septembrista». Lideró el movimiento de los
sargentos contra la dictadura de Gerardo Machado. Ver Fondo María Gómez Carbonell:
«Cruzada educativa cubana», Archivo de la Biblioteca de la Universidad de Miami.
4
En mis libros me refiero a la participación y liderazgo femenino y las relaciones hombre-mujer
en la lucha insurreccional. Ver entre otros: G. M. García Pérez: Cuando las edades llegaron a estar
de pie; «Género, historia y sociología. Cuba siglo XX: mujer y Revolución. Algunos apuntes
sobre estudios de casos y familias a partir de la perspectiva de la nación y la emigración»;
Insurrección y Revolución (1952-1959).
5
Carlos Barros: Historia a debate; en la misma compilación ver: «Reflexiones en torno a la
historia de las mujeres», de María Luisa Bueno Domínguez (Universidad Autónoma de Ma-
drid) y «Algunas cuestiones a debatir sobre la historia de las mujeres», de Cristina Segura
Graiño.
6
Sobre las dos concepciones dentro del campo revolucionario, por un lado, los autores influidos
por la ideología soviética, el movimiento comunista y la reproducción de los rasgos del tipo de
dominación en nombre del socialismo de tendencia dogmática soviética: Oleg Darushenkov:
Cuba. El camino de la Revolución; A. D. Bekarevich: El gran Octubre y la Revolución Cubana; Vania
Bambirra: La Revolución Cubana, una reinterpretación. Y entre los autores, cuyas concepciones
tienen su origen en el proceso insurreccional, su ideología de liberación y su triunfo, que
desarrolló la «revolución popular», ver Fernando Martínez Heredia: El ejercicio de pensar,
pp. 28-29.
7
Ver G. M. García Pérez: Memoria e identidad: un estudio específico (1952-1958), p. 1, n. 1; Evelyn
Picón Gardfield e Iván A. Schulman: Las entrañas del vacío. Ensayos sobre la modernidad americana.

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socio-clasista amplia y un programa de justicia social8 que, después de
lograda la independencia y aplicadas las leyes revolucionarias, conduci-
ría a un proyecto de socialismo cubano.
El dogma ortodoxo provocó el desafío del pensamiento social y cul-
tural, y el fenómeno repercutió en diferentes esferas –cultura, planes de
educación, política editorial, medios de comunicación, entre otros–, así
como en las instituciones cubanas, al entronizarse en el campo intelec-
tual durante el llamado «quinquenio gris».9 Desafío que, dentro de la
vorágine de los conflictos y las contradicciones que tuvieron lugar en el
campo de las ciencias sociales, abrió con la Nueva Historia10 un espa-
cio, al aplicar métodos y técnicas interdisciplinarios de investigación en
el estudio de la insurgencia como primera fase de la Revolución,11 y en
el que se incluye la historia de las mujeres desde la perspectiva del mo-

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
vimiento de liberación nacional.
El aporte de las combatientes clandestinas, guerrilleras, o de las Sec-
ciones del Exilio, descubre sus historias de vida como militantes de las
agrupaciones femeninas, o las de ambos géneros o las que militaron
indistintamente en unas y otras. El caso de Eva Jiménez, cuya trayecto-
ria servirá de ejemplo en este ensayo, representa la continuidad y la
ruptura del proceso independentista y de las generaciones revoluciona-
rias de 1895, 1930 y 1950.
La conciencia insurgente de hombres y mujeres de la Generación del
50 fue portadora de la cultura patriótica,12 del pensamiento de justicia
social y, en algunos elementos de la vanguardia, de la mentalidad de la
8
F. Martínez Heredia: El ejercicio de pensar, ob. cit. (en n. 6), pp. 16-28: sobre el pensamiento
social, el patriotismo radical, el patriotismo popular, antimperialismo y justicia social como
corrientes de pensamiento.
9
F. Martínez Heredia: «Pensamiento social y política de la Revolución», ob. cit. (en n. 6), p. 3,
n. 1.
10
La Nueva Historia como tendencia historiográfica promovida por la Escuela de los Annales
francesa y retomada después por Carlos Barros, desde las últimas décadas del siglo XX. En Cuba
se destacan, entre otros promotores en el estudio de la Revolución, los historiadores Jorge
Ibarra, Newton Briones; el ensayista y filósofo Fernando Martínez Heredia; en historia social,
cultural y estudios de género María del Carmen Barcia; y las sociólogas Niurka Pérez Rojas y
Marta Núñez.
11
Ver G. M. García Pérez: Insurrección y Revolución (1952-1959).
12
Cultura patriótica: Mentalidad promotora de la tesis de independencia política, soberanía
económica y justicia social, y de la necesidad de llevar a cabo un movimiento de libertad para
una época nueva de la revolución moderna. Ver G. M. García Pérez: Memoria e identidad: un
estudio específico (1952-1958), p. 1. Concepción martiana que implica la de nación libre e
independiente del injerencismo de potencia extranjera.

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izquierda ajena al injerecismo de los regímenes socialista europeo y es-
tadounidense imperialista.

1952

Transcurrían los primeros meses de 1952. La nación cubana se prepara-


ba para celebrar en el mes de mayo el cincuentenario de la República.
En las vísperas ganaba fuerza un movimiento patriótico que proyectaba
diversas actividades. Historiadores, escritores y otras personalidades del
mundo intelectual y académico destacaban la ocasión por numerosas
vías, incluida la publicación de textos con el propósito de incidir en la
opinión pública. Entre otras, Loló de la Torriente y Gabriela Mistral13
escribirían en El libro de Cuba14 sendos artículos sobre el pensamiento
martiano y el papel de las mujeres en la Revolución del 95.
Fue ese el año en que se produjo el golpe de Estado. Desde el mismo
momento se gestó la situación revolucionaria y con ella irrumpió la Gene-
ración del 5015 transformada en vanguardia insurgente. La acción inicial
de hombres y mujeres de diversas edades se generó de manera espontá-
nea, mas durante el proceso de integración se agruparon en varias organi-
zaciones,16 lo que dio inicio a la primera etapa de la Revolución.
13
Instituto de Literatura y Lingüística: Fondo Congreso de Historia de Cuba.
14
El libro de Cuba. Enciclopedia ilustrada, Edición Conmemorativa del Cincuentenario de la
Independencia y del Centenario del Nacimiento de José Martí, Taller Litográfico de Artes
Gráficas, La Habana, 30 de junio de 1954.
15
Defino «generación» como concepción histórica social. Me refiero a la resultante de la unidad
de determinados grupos de individuos de diferentes edades, de cuya fusión resulta una men-
talidad particular. A diferencia de la categoría demográfica, los integrantes de una generación
revolucionaria –en un momento coyuntural de la sociedad, de crisis, transformaciones y
cambios– cubren todas las escalas sociales y están enlazados más que por la edad por represen-
tar semejanzas, reacciones y actitudes similares, pues se sienten ligados por la comunidad de su
punto de partida, creencias y deseos. Se trata de hombres y mujeres a los que la fuerza de los
hechos impone un programa colectivo. La categoría generación, en su sentido demográfico, se
utiliza como grupo de individuos que nacen en un año civil, en este caso, ante una coyuntura
revolucionaria, los individuos nacidos en diferentes años civiles se unen con el objetivo
común de hacer la revolución.
16
De la Generación del 50 (1952-1959), emergen como vanguardia de la Revolución la Federa-
ción Estudiantil Universitaria (FEU), más tarde bajo el liderazgo de José Antonio Echeverría,
fundador del Directorio Revolucionario, nombrado después Directorio Revolucionario 13 de
Marzo; el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) liderado por Rafael García Bárcena;
la Triple A, bajo el mando de Aureliano Sánchez Arango; El Movimiento, después Movimien-
to Revolucionario 26 de Julio como aparato político, cívico, militar que, conducido por Fidel

54

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Entre las agrupaciones fundamentales que desempeñaron un papel
protagónico, el núcleo director del Movimiento Revolucionario 26 de
Julio17 (MR 26-7) hizo suyas las tesis martianas de independencia, sobe-
ranía y justicia social, a las que añadió la de erradicar la corrupción
político-administrativa, propugnada por Eduardo Chibás; formuló el pro-
grama de la Revolución contenido en La historia me absolverá, en la tesis
del Movimiento Revolucionario 26 de Julio18 y en otros documentos.
Mientras, José Antonio Echeverría, la Federación Estudiantil Universi-
taria y el Directorio Revolucionario dieron continuidad al movimiento
revolucionario de las generaciones cubana y latinoamericana de los años
30; y el Frente Cívico de Mujeres Martianas, de la ideología martiana y
de la unidad revolucionaria.
El movimiento femenino insurreccional se organizó fundamentalmen-

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
te en el Frente Cívico de Mujeres Martianas. En 1956 surge Mujeres Opo-
sicionistas Unidas; en la antigua provincia de Oriente se organizó el Frente
de Mujeres Cubanas; en las Secciones del Exilio del MR 26-7 en Nueva
York, la Sección Femenina; y en Tampa, Florida, el MR 26-7 agrupó a
las militantes en su estructura con el nombre de Frente Cívico de Muje-
res Martianas. En Cuba ni el MR 26-7, ni el Directorio Revolucionario
13 de Marzo tuvieron en sus estructuras secciones femeninas. Tampoco
incluyeron en sus programas los intereses de este segmento social, que
demandó desde principios del siglo la revolución de la mujer.19

Castro, tomó el poder en 1959; y el Frente Cívico de Mujeres Martianas, organizado por sus
fundadoras y dirigentes –de ideología martiana nacionalista popular y de ideas de izquierda–
Aída Pelayo y Carmen Castro Porta, Neneína. Todos ellos tras el golpe de Estado de 1952
conformaron la masa crítica de la Revolución, como avanzada del pueblo. En el decursar de la
lucha surgieron otras agrupaciones partidarias del enfrentamiento armado al poder.
17
Aunque en la actualidad se utiliza la denominación Movimiento 26 de Julio –como se eviden-
cia en el uso que hace la mayoría de los autores incluidos en nuestro dosier–, la autora, no solo
investigadora, sino también combatiente y dirigente de dicho Movimiento, explica que, tanto
la Dirección Nacional, provincial y regional del Movimiento, así como en documentos de
Fidel Castro, se firmaba Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR 26-7). Alude a una de las
primeras declaraciones públicas de Fidel Castro, por escrito, desde la prisión Miguel Schultz,
en México (1956), que publicara el periódico mexicano Excelsior: «Nuestro programa es
democrático nacionalista. El Movimiento Revolucionario 26 de Julio lucha por convertir a
Cuba en una nación libre [...]»; citado en Heberto Norman Acosta: La palabra empeñada, t. 2,
p. 143 [n. de la R.].
18
Fidel Castro: «Pensamiento económico (tesis del Movimiento Revolucionario 26 de Julio)»,
Pensamiento político, económico y social de Fidel Castro.
19
Mariblanca Sabas Alomá: Feminismo. Cuestiones sociales y crítica literaria; G. M. García Pérez:
«Emilio Roig de Leuchsenring: desde una perspectiva de género».

55

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No se puede estudiar la participación de las mujeres en la lucha revo-
lucionaria como fenómeno independiente de la de los hombres. Duran-
te el proceso insurreccional ambos actúan y se redefinen uno en función
del otro, y llegan en la actividad a un punto de equilibrio. Así, ejemplificaré
en este artículo la historia de Eva Jiménez, su actividad en la organiza-
ción femenina o en las que incorporan ambos géneros con un propósito
común: liberar a Cuba del régimen de Fulgencio Batista.
La participación femenina, como combatientes o dirigentes, se desa-
rrolló en los diferentes niveles de las organizaciones insurreccionales en
la nación, las cárceles, las montañas y el exilio. Ocuparon diversos car-
gos, dentro del MR 26-7 y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo; en
las direcciones nacional, provinciales, regionales, municipales y del exi-
lio; en el aparato militar guerrillero y clandestino en los Grupos o Briga-
das de Acción y Sabotaje, y en las milicias que operaban en las zonas
urbanas y rurales; así como también en columnas del Ejército Rebelde,
además del Pelotón Mariana Grajales del MR 26-7.

Mujer y Revolución

Hacer una nueva historia, diferente y capaz de tener en cuenta un enfo-


que de género para analizar la participación de la mujer, fue una necesi-
dad imperiosa a partir del triunfo de la Revolución. Se hizo evidente la
importancia de la narración oral sobre la gesta recién ocurrida, y las
publicaciones se iniciaron con los testimonios de combatientes y diri-
gentes femeninos y masculinos.20
Pero al mismo tiempo en el campo de las ciencias sociales y la cultu-
ra, de manera especial a partir del año 1961, se introdujo el aparato
conceptual y el dogma ortodoxo del llamado «socialismo real» de origen
soviético, y en consecuencia aparece una historiografía ajena y
distorsionada. Ya en mis investigaciones y resultados anteriores21 había

20
Louis Pérez Jr.: The Cuban Revolutionary War, 1953-1958. A Bibliography. Se destacan entre
otros autores las periodistas e historiadoras Mirta Rodríguez Calderón y Nydia Sarabia; tam-
bién Ernesto Che Guevara y Vilma Espín.
21
Ver G. M. García Pérez: Cuando las edades llegaron a estar de pie; Memoria e identidad: un estudio
específico (1952-1958); Insurrection and Revolution: Armed Struggle in Cuba, 1952-1959 (Studies in
Cuban History). En todos estos libros formulo las concepciones que tienen su origen en el
proceso insurreccional, su ideología de liberación nacional y su triunfo, como resultado de la

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encarado la tendencia dogmática,22 y cuando inicié el estudio del proce-
so participativo de la mujer en el movimiento insurreccional23 el enfren-
tamiento de los elementos de la tendencia ideológica pro soviética
dogmática, se hizo más relevante en la representación historiográfica.
Desde esta perspectiva es necesario –también en el estudio de las
mujeres que forman parte indisoluble y sistémica de la Revolución–,
develar «las nubes del engaño y la distorsión».24 Esto significa desentra-
ñar las falsedades historiográficas, que adulteran la utopía de que podía
estallar una revolución sui generis bajo el liderazgo de una nueva genera-
ción, con una táctica diferente a la promovida por los partidos políticos,
e ideologías extranjeras. Y en ese contexto se ha de evaluar y dar a
conocer la importante participación y el liderazgo de las mujeres, que
no se limitan a un número exiguo de heroínas.
El estudio de las relaciones de género en la dinámica y desde la pers-

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
pectiva de la insurgencia me condujo a valorar en las historias de vida la
manera en que se manifestaba la continuidad de la cultura patriótica, la
ideología de la liberación en el pensamiento independentista y de justi-
cia social, el papel de las mujeres, la nueva familia mambisa en el pro-
yecto, y si ellas fueron conscientes o no de ser vanguardia del segmento
social femenino.
Las escasas publicaciones sobre la dinámica de cambios sucedidos
entre los subordinados al poder y el régimen, así como la necesidad de

revolución popular, ideas que sintetizo en el libro objeto del debate: Insurrección y Revolución
(1952-1959). Estos resultados fueron sometidos a discusión en la predefensa del Departamen-
to de Historia de la Universidad de La Habana, y aprobados por unanimidad en ese nivel
académico. Pero en el Tribunal Nacional de Grados Científicos engendraron de nuevo el enfren-
tamiento a la concepción dogmática ortodoxa, tergiversaciones y falsedades. Ver G. M. García
Pérez: Confrontación: debate historiográfico.
22
Resultados de investigación que fueron objeto de enfrentamiento al dogma ortodoxo sovié-
tico en el debate académico en el Instituto del Movimiento Comunista y la Revolución
Socialista (1974-1979), Instituto de Ciencias Sociales (ICSO) de la Academia de Ciencias de
Cuba (1981-1987) e Instituto de Historia de Cuba (1989-1997).
23
«Mujer y revolución», proyecto que obtuvo premio de la Beca de Humanidades de la Funda-
ción Rockefeller 1995-1996, Instituto de Investigaciones Cubanas (CRI), Universidad Inter-
nacional de la Florida (FIU), Miami. Los resultados fueron presentados en diferentes eventos;
entre otros los Congresos de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) celebrados
en: Washington, Chicago, Miami y Guadalajara. También en conferencias y encuentros en la
Universidad de la Florida, Gainsville, en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill,
y en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
24
Noam Chomsky: «Perspectivas sobre el poder», en Xabi Puerta, Carlos Fernández Liria,
Vicente Romano y Ricardo Alarcón de Quesada: ¡Buenos días, Utopía! (De la posmodernidad a la
neohistoria), y G. M. García Pérez: Confrontación: debate historiográfico.

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develar los mitos de una realidad oculta por una visión tradicional
reductora y simplificadora de la participación y el liderazgo femenino25
llevan a analizar el papel que desempeñaron las organizaciones insu-
rreccionales ante el vacío de poder generado por los partidos políticos y
su descrédito.
Entre las agrupaciones insurrecciónales, el MR 26-7, como vanguar-
dia del pueblo protagonizó el papel de partido para liderarlo hacia la
huelga general política en apoyo a la lucha armada. Ellos, como mili-
tantes y dirigentes se organizaron y estructuraron en Cuba, el Exilio, el
Ejército Revolucionario y las Brigadas o Milicias de Acción y Sabotaje
que conformaron el aparato político, cívico, militar, clandestino y gue-
rrillero que integró a elementos, clases, sectores y segmentos sociales
diversos.26
Entre los diferentes niveles organizativos se destacaron numerosas
mujeres, que como resultado de la praxis revolucionaria convirtieron lo
común cotidiano del ámbito privado familiar en excepcional, al jugar a
la vez el papel de combatientes, madres, esposas e hijas. De esta mane-
ra rompieron las normas de conducta establecidas, y como resultado se
fueron transformando, y al mismo tiempo conformando las premisas
que generarían las nuevas relaciones de género a partir del triunfo de la
Revolución.

Eva Jiménez Ruiz27

Uno de los ejemplos que ilustra la historia de las mujeres y sustenta las
afirmaciones anteriores es el de Eva Jiménez Ruiz.
Contar su vida, en la que se personifican los valores de sus ancestros,
que lega a la contemporaneidad su existencia de mujer común y a la vez
excepcional –que despertó admiración, simpatía, amor, amistad en mu-
chos de los que la rodearon, pero también fue ignorada, abandonada y
desconocida por otros en momentos de su vida–, ejemplifica en lo par-
ticular el contexto de la dinámica del proceso revolucionario de media-
dos del siglo XX.
25
Entre los resultados se recoge la historia de un grupo de mujeres que participaron con el
Frente Cívico de Mujeres Martianas. Ver Carmen Castro Porta, Aída Pelayo y otras: La lección
del maestro.
26
G. M. García Pérez: Insurrección y Revolución (1952-1959), capítulos 2 y 3 y anexos 1 y 2.
27
G. M. García Pérez: Eva, en proceso editorial.

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La historia de Eva es símbolo de su tiempo. Porque es signo de con-
tinuidad generacional, de las nuevas relaciones de género y de la cultura
patriótica de la época, heredada del proceso de las guerras independen-
tistas y del carácter autóctono de la ideología de liberación nacional y
justicia social, ajena al sectarismo y al dogma ortodoxo.
«Creo que si mis padres o mis abuelos vivieran [dijo en una ocasión],
comprenderían que hablarme de esta Revolución sería la mejor historia
que podrían contarme, pero a la vez, me siento muy orgullosa de tener
una pequeña parte en ella».28
Desde pequeñita, a diferencia de otras niñas que gustaban de las na-
rraciones sobre Blanca Nieves, la Cenicienta y los clásicos infantiles de
su tiempo, prefería escuchar lo épico de las guerras de independencia,
en las que su abuela, doña Antonia Romero, el Agente Torcaza, su tío, el

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
general Juan Carrillo, su padre, el teniente coronel Juan Jiménez Castro,
eran los personajes y los héroes.
Aprendió en su hogar los valores de la libertad, honestidad, integri-
dad de principios y la amistad, que había que construir y cultivar. La
cultura transmitida por su abuela, padre y tío esculpieron la personali-
dad de aquella niña, cuyos pensamientos y sentimientos se fueron asen-
tando en tales principios. Así se fraguó la mujer, cuya talla emerge a
mediados de la década del 20, y que por la firmeza de su carácter y
decisiones ante la vida, transitó rompiendo lo determinado por la socie-
dad patriarcal, que limitaba la libertad participativa femenina.
Las nuevas relaciones de poder entre lo femenino y lo masculino, no
logradas en la esencia de una época nueva29 con la República, represen-
tarían un reto para quien, como ella –por su temperamento, lenguaje y
expresión fuerte– solo podía concebirse a sí misma en una vida como
luchadora firme e incansable, que todo lo revolucionaba a su alrededor,
al no corresponderse las normas de conducta con los valores que ella
poseía y tampoco con la vida que esperaba.

28
Eva Jiménez Ruiz: «Testimonios», recorte de prensa en el archivo de José Pepe Gruart Jiménez,
su sobrino.
29
G. M. García Pérez: Memoria e identidad: Un estudio específico (1952-1958), p. 1, n. 1. Para la
elaboración del concepto «época nueva» parto del enunciado de José Martí acerca de la idea de
la revolución moderna en una nueva época, no solo de la experiencia americana, sino univer-
sal, que califica en esencia como un movimiento de libertad, que está en todas partes, rompe
con los elementos de la anterior forma, a la vez que acumula aquellos que pueden persistir de
la nueva. Este concepto está dado también para lo estético por Rubén Darío; ver Evelyn
Picón Garfield e Iván A. Schulman: Las entrañas del vacío. Ensayos sobre la modernidad americana.

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Actuó adelantándose a su época y marchó siempre hacia el futuro,
rompió con todos los convencionalismos, como también hizo su abuela
Antonia, quien a fines del siglo XIX enviudó dos veces y luego se incor-
poró a la guerra de independencia. Este camino no fue fácil para ningu-
na de las dos, colmado de reveses que en muchos difíciles momentos
las condujeron a la soledad de aquellos «que brillan con luz propia»,
muchas veces incomprendidos. Eva era una mujer enérgica y estoica,
vital y dinámica.
Nació en el seno de una familia pudiente y creció entre relatos épi-
cos, en los que hombres y mujeres conspiraban juntos. Su abuela Antonia
y María Escobar, el Agente Vencedor,30 actuaban vinculadas a los campa-
mentos del general Máximo Gómez en el Central Narcisa y en la finca
Boffill.31 Antonia, al ser nombrada agente por la Junta Patriótica de Nue-
va York, fundó el Club Patriótico de Remedios. A través de ella la Junta
envió el cable que anunciaba al general Máximo Gómez la intervención
de Estados Unidos en la guerra hispano-cubana.
Antonia era esbelta, hermosa como pocas,32 como también lo fue Eva.
Uno de los rasgos suyos que heredó la nieta fue el de que no era pusilá-
nime, no se amilanaba ante las dificultades.
Durante la Revolución del 30 Eva participó en manifestaciones de
enfrentamiento al régimen de Gerardo Machado y estuvo vinculada al
Directorio Estudiantil Universitario (DEU). En la casa de su hermana
Graciela se escondieron los combatientes Eduardo Chibás y Luis Orlando
Rodríguez, perseguidos por los cuerpos represivos y, a pesar de la movi-
lización y del registro de los soldados del Tercio Táctico de Santa Clara,
no los pudieron capturar.33
Habiéndose incorporado al PPC (O) [Partido del Pueblo Cubano
(Ortodoxos)],34 «participaba en largas conversaciones» con Eduardo Chibás,
identificada como estaba con su ideario35 y campaña «Vergüenza contra

30
María Victoria Cabrera: María Escobar Laredo, inédito, Museo Municipal de Historia de Reme-
dios, Remedios.
31
Boffill, cerca del Central Narcisa, fue el último campamento del Generalísimo, Máximo
Gómez, y su Estado Mayor. En el lugar operaron los abuelos mambises de la autora, el alférez
Isidro Pérez y su esposa, doña Lola de los Reyes y Arteaga.
32
Ver notas del historiador de Remedios, Fondo José A. Martínez Fortún, Instituto de Litera-
tura y Lingüística; y Archivo de la autora. Disquete M3; MVC 0175, 185, 195.
33
Testimonios de José Gruart Jiménez, La Habana, 4 de marzo de 2008.
34
Eva Jiménez: Autobiografía, Fondo Archivo de Remedios, disquete M2.MVC.
35
Programa e Ideario, Fondo Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), Archivo Nacional de
Cuba.

60

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dinero». A Fidel Castro lo conoció en un acto del barrio de Columbia,
de la capital. Este dialogó con ella, le pidió su apoyo y desde ese mo-
mento se sintió atraída hacia él. «Intuí su calidad, su personalidad y su
poder de persuasión me convenció, me di desde entonces a la tarea de
ayudarlo con todas mis fuerzas».36 En aquellos momentos tenía alquila-
do un apartamento en la calle 12 de El Vedado, donde constituyó el
Comité Pro Fidel Castro, y se involucró en 1951 en la campaña política
ortodoxa.37
En esos meses se preparaba la Generación del Cincuentenario de la
República para celebrar el aniversario de esta. El vacío de poder gene-
rado con la desaparición de Chibás creó turbulencia en las luchas políti-
cas,38 y el lema «Vergüenza contra dinero» impregnó al movimiento
popular. Había desaparecido el líder pero no su pensamiento, sentimien-

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
tos y objetivos cívicos.39
En ese tiempo Fidel investigaba acerca de la vida de derroche e
inmoralidades del presidente de la República, Carlos Prío Socarrás, y en
una de esas ocasiones se dirigió a la casa de Eva para decirle que al día
siguiente la iba a buscar para entrar en la finca El Rocío, propiedad del
presidente, y hacer una película donde se vieran los soldados del Ejército
trabajando para él de sol a sol. El día señalado partieron en dos autos.40 Al
llegar, Eva se hizo pasar por mexicana y mientras conversaba con los
soldados en la posta, René Rodríguez los iba grabando. Fidel decidió guardar
la película en la casa de unos militantes ortodoxos cerca del lugar.

El golpe de Estado del 10 de marzo de 1952

Poco después se produjo el golpe de Estado bajo el mando de Fulgencio


Batista, quien nombró al teniente Rafael Salas Cañizares jefe de la Poli-
cía Nacional.41 Fidel lo había denunciado por el asesinato de Carlos

36
Eva Jiménez: Autobiografía, ob. cit. (en n. 34).
37
Ídem.
38
Ver nota 2. Ver además, C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: La lección del maestro, y Clara
Hernández: «Combatientes clandestinas», El Mundo, 21 de agosto de 1968, en: Tomas Fernández
Robaina: Bibliografía de la mujer cubana, p. 118, asiento 972. C.
39
C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: «Testimonio de Eva Jiménez: una martiana en México», La
lección del maestro, pp. 132-139.
40
Ídem.
41
Eva Jiménez: Autobiografía, ob. cit., (en n. 34).

61

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Rodríguez42 durante un acto universitario contra el aumento del pasaje,
y por tal motivo decidieron que debía permanecer clandestino ya que el
«cuartelazo era puramente militar».43
Eva y su hermana Graciela se dirigieron a la Universidad de La Ha-
bana y se unieron a la revuelta encabezada por la FEU, a las manifesta-
ciones y a la recogida de firmas en el libro situado al pie de la escalinata
universitaria, en apoyo a la Constitución del 40.
También durante esos días Eva acudió a una conferencia sobre histo-
ria impartida por el doctor Rafael García Bárcena, figura promotora del
ideario chibasista,44 a quien conocía del Partido Ortodoxo. Sabía que
este había combatido a la dictadura de Gerardo Machado con el DEU
del 30 y que estaba organizando la rebelión contra Batista. El profesor
a su vez conocía la proyección de Eva como figura que, por sus caracte-
rísticas y dinamismo, podía desempeñar un importante papel en el mo-
vimiento, y la invitó a incorporarse. Eva fue una de las principales
fundadoras del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), que se
constituyó en reunión celebrada en la Escuela de Ciencias de la Univer-
sidad de La Habana, el 20 de mayo de 1952.45
Al mismo tiempo participó en el núcleo fundacional del Frente Cívi-
co de Mujeres del Centenario Martiano, gestado por Aída Pelayo, Car-
men Castro Porta y Olga San Román,46 sobre el que expresó:
Las mujeres martianas nos organizamos en el 1952 en la Universi-
dad de La Habana. Las principales coordinadoras fueron Carmen
Castro y Aída Pelayo. Aunque pertenecíamos a organizaciones dis-
42
Sobre el asesinato de Carlos Rodríguez, ver Lionel Martín: El joven Fidel. Los orígenes de su
ideología comunista, 2da. edición revisada, Grijalbo, Barcelona, 1982, p. 93.
43
Eva Jiménez: Autobiografía, ob. cit. (en n. 34).
44
Rafael García Bárcena, fue director del órgano del Directorio Estudiantil Universitario del
30. Profesor de la Escuela Superior de Guerra del Ejército, dimitió después del golpe de
Estado. Su frustrada intentona de tomar el campamento de Columbia lo condujo al presidio
en Isla de Pinos; ver Enrique de la Osa: En Cuba. Tercer tiempo 1952-1954, pp. 487-488.
45
Eva Jiménez: Autobiografía, ob. cit. (en n. 34); C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: La lección del
maestro, p. 132.
46
C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: «Testimonio de Carmen Castro Porta», p. 27 y «Testimonio
de Aída Pelayo», p. 54, La lección del maestro. La estructura del Frente Cívico de Mujeres
Martianas se basó en comisiones de trabajo por grupos: Aída fungió como coordinadora
general; Carmen Neneína, Organización y Propaganda; Aída y Olga Román en Acción; Gudelia
García e Isabel Álvarez en Juventud; Nieves López y Olga Román en Finanzas; Tomasa
Crespo y Concha Cheda en Ayuda y Solidaridad y María Pazos en Relaciones Exteriores, p. 30;
en Testimonio de Josefina Rodríguez, Fifi, La Habana, septiembre de 2008.

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tintas –el 26, el Partido Ortodoxo, Auténtico, al Directorio–,47 to-
das nos unimos para luchar contra el tirano, por la libertad de la
patria, de la bandera.
Teníamos Comités de Acción en las distintas provincias. Era una
organización nacional. Aquí en la capital nos reuníamos en la casa
de Carmen, en Paseo entre 23 y 25, en El Vedado. De allí partía-
mos a las distintas misiones. ¡Fue una época dura!48

Conspiración del Domingo de Resurrección

El doctor Rafael García Bárcena, ex profesor de la Escuela de Guerra


de Atarés, mantenía contactos con los oficiales de mejor expediente y

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
entre mayo de 1952 y abril de 1953 creó la red del MNR,49 que se nutrió
del movimiento popular del PPC (O) y de jóvenes universitarios.50 Du-
rante el año transcurrido prepararon las condiciones para tomar el cuar-
tel de la ciudad militar de Columbia. Concibieron la entrada por la posta 13,
pero la conspiración abortó. Los miembros del Buró de Investigaciones
de la Policía Nacional y del SIM51 ocuparon el apartamento de Eva.52
Conducida junto a García Bárcena y el grupo que los acompañaba al
Buró y después al SIM, desafió al jefe de la Inteligencia, Ugalde Carrillo,
acusándolo de violar la Constitución.53

47
Eva Jiménez se refiere al Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR 26-7); al Partido del
Pueblo Cubano (Ortodoxos) en la tendencia insurreccional; asimismo el Partido Revolucio-
nario Cubano (Auténtico), la Triple A y al Directorio Revolucionario, que se llamó después del
asalto al Palacio Presidencial Directorio Revolucionario 13 de Marzo.
48
Ver Eva Jiménez: Autobiografía; ob. cit. (en n. 34); C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: La lección
del maestro, p. 132, y Testimonio de Rosita Mier, La Habana, julio de 2008.
49
En el archivo de la autora, Testimonio del general Guillermo Rodríguez del Pozo. Él y
Gustavo Arcos extendieron la red del MNR a todos los municipios de la antigua provincia de
Las Villas. Esta estructura sirvió, en 1955, de base municipal a la reorganización de El
Movimiento con el nombre de MR 26-7.
50
Heberto Norman Acosta: La palabra empeñada, t. 2, p. 47. Al MNR perteneció Vilma Espín.
51
El Servicio de Inteligencia Militar (SIM) fue creado en sustitución del Grupo de Represión de
Actividades Subversivas (GRAS), como sección del Estado Mayor General, bajo el mando del
jefe del Estado Mayor, general del Ejército, mayor general Francisco Tabernilla Dolz.
52
«Parte del Estado Mayor del Ejército», Información, La Habana, 5 de abril y 7 de abril de 1953
(periódico).
53
Ver C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: La lección del maestro, p. 133.

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Otras mujeres fueron detenidas por el Buró.54 Los periódicos compa-
raban los hechos, al decir que la posta 13, por donde planearon entrar
los conjurados, «ganó jerarquía histórica jugando un papel opuesto a la
posta 6», por la cual entró Batista al dar el golpe de Estado, así «El
domingo de Resurrección fue la oposición al 10 de marzo»; y repetían
una y otra vez que Eva era la primera mujer hecha prisionera por parti-
cipar en el plan de tomar un cuartel.55
Durante el proceso jurídico Eva se destacó al desafiar al régimen
junto con García Bárcena,56 quien declaró conocerla como una destaca-
da militante del Partido Ortodoxo, por lo que la consideraba un valioso
elemento en la lucha oposicionista del MNR. Enfrentó al poder al igual
que el hombre en semejante situación represiva, y ambos representaron
los intereses del pueblo y la nación. Sobresalió por su valentía, carácter
dinámico que se imponía al estar convencida de los valores y los princi-
pios que defendía con audacia57 –inherentes a la mujer de la Revolución
del 30 y la del 95–, dio continuidad generacional a la familia mambisa58
de manera diferente; ya que el modelo patriótico de los primeros 50 años
republicanos confería relevancia principal a las madres y esposas. Con
ello, la sociedad patriarcal legitimaba la cultura de la sumisión de la
mujer, subordinaba al ejercicio del poder masculino en la vida privada y
pública, y en lo ético-moral desvirtuaba la participación integral de la
mujer en la sociedad civil o en la vida militar.
Eva, desde esa perspectiva, no solo entraba en la historia indepen-
dentista de Cuba de mediados de la centuria del XX como la primera
mujer que se enfrentaba a la dictadura con la toma de un cuartel del
Ejército, también involucraba al segmento social femenino, al ser miem-

54
Entre ellas Marta Fray de Barraqué, Delia López Puncet, Herminia Delfín Charles y Ana Luisa
Capote García.
55
Información, La Habana, 7 de abril de 1953.
56
En Bohemia, La Habana, 26 de abril de 1953, ver Luis Ricardo Alonso: «Es falso que intentara
tomar Columbia el Domingo de Resurrección». Entrevista a Rafael García Bárcena, quien
maniobró junto con sus abogados, Armando Hart y Eduardo Corona, la táctica a seguir en las
declaraciones. Entre los detenidos se encontraban jóvenes estudiantes, obreros, campesinos,
empleados, propietarios de diversas edades.
57
Testimonio del general Arsenio García, expedicionario del Granma, compañero de Eva Jiménez
en México, La Habana, 13 de mayo de 2008; Testimonio de Rosita Mier, La Habana, 13 de
mayo de 2008.
58
Familia mambisa, concepto que elaboro para abordar las relaciones interfamiliares de la mujer
que actúa y participa en la lucha insurreccional al igual que el hombre; y junto a sus hijos,
padres y/o hermanos se enfrenta al poder del régimen.

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bro fundadora del Frente Cívico de Mujeres Martianas y militante de la
llamada línea dura –o sea, la insurreccional– de la Sección Femenina del
Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), agrupaciones que integraban
la «masa crítica» de dicho segmento social.
En apoyo a los combatientes del MNR, las secretarias generales de
Organización y Propaganda del Comité Gestor Municipal de La Haba-
na, de la Sección Femenina del PPC (O), en la semana de los hechos
hicieron declaraciones de protesta por el arresto de su compañera Eva
Jiménez y del profesor Rafael García Bárcena.59
El sector juvenil conformó una mayoría de estudiantes entre los com-
batientes, con ello se demostraba su papel en la vanguardia como nueva
generación. Desde el mismo día de los hechos la FEU desató un movi-
miento de apoyo en manifestaciones y actos públicos. La violencia de la

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
policía se agudizó en ataques a golpes y a tiros, y el 13 de abril resultó
herida Idelisa Álvarez, de la Facultad de Pedagogía de la Universidad
de La Habana.
El 27 de abril se inició en la prisión del Castillo del Príncipe el juicio
a los complotados en la Causa no. 237,60 radicada en el Tribunal de
Urgencia. El Tribunal decidió entregar a sus padres los siete conspira-
dores, menores de edad. Los alrededores del Castillo del Príncipe se
convirtieron en zona militar, donde soldados, perseguidoras y policías
armados, apostados en las esquinas, bloquearon el acceso a la prisión, a
la que acudían familiares, abogados, fotógrafos y periodistas.
Eva se mantuvo serena y firme al enfrentarse al Tribunal. Le brilla-
ban los ojos y hablaba de prisa. Declaró que era cierto que le ocuparon
la bandera de Carlos Manuel de Céspedes, que la quería para ir con ella
a Bayamo a recordar al «Padre de la Patria»; y que también encontraron
un emblema con las firmas de los que se reunían en su apartamento. Y
añadió: «La firma del jefe del MNR la puse yo, de mi puño y letra. Por-
que quiero aclarar que el doctor García Bárcena es mi jefe, a quien
admiro y respeto. Creo, sin molestar a nadie, que después de la muerte
de Chibás es el cubano de más honor que tenemos».61

59
«Protesta ortodoxa», Información, La Habana, 14 de abril de 1953. Participaron: Paquita
Vivar, Luisa Heredia y Nieves Porto, en nombre de la Sección Femenina del Partido del
Pueblo Cubano (Ortodoxos).
60
La Causa decreto 491, mencionado el Artículo 32 del decreto-ley 292, de 1934, señala la
similitud de acción en la rebelión y los delitos contra los poderes del Estado. Ver E. de la Osa:
«Tribunal de Urgencia», ob. cit. (en n. 44), pp. 285, 286.
61
Ibíd., pp. 272-283: la Causa no. 237, La Habana, 3 de mayo de 1953.

65

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Fue condenada a seis meses y un día de cárcel, a cumplir en el
Reclusorio de Mujeres de Guanajay. El 26 de julio de 1953 se enteró del
asalto al cuartel Moncada de Santiago de Cuba por una de las reclusas.
Luego obtuvo más información de la líder del Frente, Aída Pelayo, de-
tenida por el Buró de Investigaciones y remitida del vivaque de Guana-
bacoa al Reclusorio de Mujeres de Guanajay. Ambas continuaron
conspirando desde el penal. Cumplida la condena, Eva se reincorporó
al MNR, pero perseguida y asediada salió hacia el exilio en octubre de
1954.

México y los preparativos de la expedición del Granma

Fidel Castro y los moncadistas, después de salir del presidio de Isla de


Pinos, reorganizaron El Movimiento que tomó el nombre 26 de Julio.
Como núcleo gestor de lo que sería la expedición del Granma estructu-
raron la organización con una dirección nacional y direcciones provin-
ciales encargadas de extender la red a los municipios.
Raúl Castro arribó a México en junio y fue a ver a Eva para decirle
que Fidel venía a preparar la Revolución. Este, al llegar el 7 julio, tam-
bién se dirigió al apartamento donde aquella residía con su hermana
Graciela. Juntos reiniciaron una intensa labor durante los preparativos y
el entrenamiento de los expedicionarios (1955-1956).
Eva fue la organizadora del acto patriótico que Fidel protagonizó en
México, el 10 de octubre de 1955 –ante «los niños héroes», en el Bosque
de Chapultepec, frente al busto de José Martí– con motivo del Grito de
Dolores, aniversario de la Independencia de México.62 Con un amigo de la
Marina, consiguió una banda que interpretó las notas de los himnos
nacionales mexicano y cubano. Llevaron una corona que decía: «De
América soy hijo y a ella me debo» y Fidel habló sobre los hechos del
Moncada, su trascendencia y el significado para el futuro. La ideología
americanista brotó de su discurso al decir: «El pensamiento de Martí y
la espada de Bolívar van a volver a centellear en América. ¡Tengo fe en
América!»63

62
Testimonio del general Arsenio García, expedicionario del Granma, ob. cit. (en n. 57).
63
Santiago Álvarez, Rebeca Chávez: La Guerra Necesaria. Ver foto de Fidel Castro con el grupo
de futuros expedicionarios del Granma; entre otras mujeres, aparece Eva Jiménez.

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En junio de 1956, la Dirección Federal de Seguridad de México, D. F.
apresó bajo amenaza de deportación a Fidel Castro y a parte del grupo
de los futuros expedicionarios. Por los documentos ocupados conocie-
ron los vínculos de la exiliada peruana Hilda Gadea, esposa de Ernesto
Che Guevara. Esta, antes de que le fueron confiscados, entregó los do-
cumentos en su poder a los puertorriqueños doña Laura Meneses –es-
posa del líder revolucionario Pedro Albizu Campos– y Juan Juarbe,
quienes apoyaban a Fidel Castro y al MR 26-7.
Esa misma noche, bajo un torrencial aguacero, Eva salió sola a inda-
gar noticias en los periódicos y por estos se enteró de que estaban en la
Dirección Federal de Seguridad, lugar al que llegó cerca de las 9:00 p.m.
Al darse cuenta los agentes de que era cubana comenzaron a interrogar-
la, y antes de dejarla ir le aconsejaron que no se inmiscuyera porque los

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
cubanos habían violado las leyes mexicanas,64 y le advirtieron que visi-
tarían su casa.
Por orientaciones de la Dirección del MR 26-7 en México, María
Antonia Figueroa, dirigente en la provincia de Oriente, recibió instruc-
ciones de informar a la Dirección Nacional, radicada en Cuba, que ini-
ciara una campaña de denuncias, tal y como se estaba llevando a cabo
en Estados Unidos y en México, país este donde fue encabezada por
Eva Jiménez, con el apoyo de doña Laura Meneses y Juan Juarbe.
Las cartas publicadas en la prensa a favor de los detenidos y la de-
nuncia del contubernio entre las autoridades represivas cubanas y
mexicanas, cambiaron la correlación de fuerzas en la opinión pública a
favor de los prisioneros. No se hizo esperar el apoyo del ex presidente
mexicano Lázaro Cárdenas, y por medio de la Tribuna de la Juventud
mexicana enviaron una carta al entonces presidente de México, Adolfo
Ruiz Cortínez, que pedía la libertad de los cubanos presos.65
Juan Juarbe66 cuenta sobre la tenaz labor desarrollada por Eva, doña
Laura y él para que se publicaran numerosas cartas y no dejara de fluir la
denuncia dirigida a informar a la opinión pública mexicana. Para Eva
fue motivo de orgullo que los exiliados le confiaran la firma en su repre-
sentación del «Mensaje de los exiliados cubanos en México», cuyo con-
tenido proyectaba la identidad de lo femenino y lo masculino en la lucha
64
H. Norman Acosta: «Entrevista a Eva Jiménez, noviembre de 1983», La palabra empeñada, ob.
cit. (en n. 50), p. 93, n. 11.
65
C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: La lección del maestro, p. 136.
66
H. Norman Acosta: «Entrevista a Juan Juarbe», La palabra empeñada, ob. cit. (en n. 50), p. 160,
n. 20.

67

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revolucionaria y la continuidad del pensamiento latinoamericano y cu-
bano. Esta comienza con una evocación a las prédicas de Juárez y los
próceres latinoamericanos, a quienes trataron de agraviar sus enemigos,
y entre otras ideas expresaba:
[…] ¿Cárceles, torturas, vejámenes? ¿Quién fue el grande de Amé-
rica que no los sufriera? Hoy, hermanos mexicanos, hermanos de
exilio, en América, hoy, la única credencial de legítima ciudadanía
americana es el comprobante de encarcelamiento, tortura o vejamen
a manos de la satrapía que, carente de todo respaldo de derecho,
se ampara en leyes prostituidas y hasta en papeles internacionales.
Cuba proclama hoy, por la herida y el dolor de sus mejores hom-
bres y mujeres, que está perseguida, atropellada y vejada, pero no
vencida y menos sometida.
¡Viva México! ¡Viva Cuba! ¡Viva América!67
En Cuba la Dirección Nacional del MR 26-7 coordinó con las organi-
zaciones insurgentes enviar una amplia representación que entregara al
embajador mexicano un documento de protesta por la detención, ame-
naza de deportación y la pérdida de las armas.
El Frente Cívico de Mujeres Martianas nombró a Olga Román, quien,
junto con Josefina Rodríguez, Fifi, se dirigió a la embajada de México
para entregar el documento que pedía la no deportación de Fidel Cas-
tro.68 Al aproximarse a la sede diplomática, notaron la presencia de algu-
nos militares vestidos de civiles, pero lograron acercarse a la entrada por
el jardín. Cuando el custodio trató de impedirles el acceso, alegaron que
ya estaban en territorio mexicano; entraron y entregaron el documento.
En ese mismo momento llegaban a las cercanías el líder de la FEU y
del Directorio Revolucionario, José A. Echeverría, y el miembro de la
Dirección Nacional del MR 26-7, Antonio Ñico López, al frente de un
grupo de jóvenes. La policía los atacó de manera violenta, siendo
golpeados unos y detenidos otros; entre ellos, Ñico, quien fue introdu-
cido en una de las perseguidoras.69

67
C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: «Testimonio de Eva Jiménez», La lección del maestro, p. 136.
El «Mensaje…», hecho en imprenta en forma de hojas sueltas, tenía fecha: México D. F. Julio
de 1956.
68
C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: «Detención de Fidel en México, junio de 1956», La lección
del maestro, p. 130; ver también testimonios de Carmen Castro y Olga Román, pp. 130-131.
69
Ídem.

68

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Al mismo tiempo la policía exigía que Olga y Fifi salieran. Uno de los
diplomáticos intervino a su favor y ya en la calle se encontraron con
Haydee Santamaría, heroína del asalto al cuartel Moncada y miembro
de la Dirección Nacional del MR 26-7. Uno de los carros patrulleros
intentó atropellar a esta última pero ellas lograron evadirlo.70
El poder movilizativo y las gestiones del general Lázaro Cárdenas
lograron que el 24 de julio Fidel fuera puesto en libertad y se cancelara
la orden de extradición. Esa noche durmió en el apartamento de Eva y
durante varios días ambos conspiraron juntos de nuevo, pero decidie-
ron que era un peligro para él permanecer en ese lugar, pues estaba muy
«quemado».

Movimiento Revolucionario 26 de Julio,

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
FEU y Directorio Revolucionario

Los miembros del ejecutivo y los cuadros de acción del Directorio Re-
volucionario comenzaron a llegar a la capital mexicana, en octubre de
1956, para celebrar una segunda reunión con la dirección del MR 26-7.
En la primera (agosto) José Antonio y Fidel Castro habían firmado la
«Carta de México».71 El motivo principal de este segundo encuentro
entre Fidel, José A. Echeverría y los dirigentes de la FEU y del DR
13 de Marzo fue planear acciones militares de apoyo. Acordaron man-
tener la lucha según la concepción táctica de cada organización, pero
haciendo coincidir sus operaciones para golpear de forma efectiva a la
dictadura.
El MR 26-7 reiteró que al finalizar el año desembarcaría en Cuba
para iniciar la guerra, apoyada por la acción armada en las ciudades y
secundada por una huelga general política. Mientras, el Directorio, de
manera simultánea, a la vez que continuaría con sus planes, apoyaría el
desembarco con una insurrección armada urbana, en coordinación con
las fuerzas del MR 26-7 en la capital de la República.72

70
Ídem.
71
Llegan a México: José A. Echeverría, Fructuoso Rodríguez, Joe Westbrook, Faure Chomón,
Juan Pedro Carbó, José Machado y Juan Nuiry, secretario general de la FEU. Ver Julio García
Olivera: José Antonio Echeverría: a lucha estudiantil contra Batista, p. 303, «La Carta de México»,
pp. 263 y 296; Juan Nuiry: ¡Presente!, p. 108.
72
Julio García Olivera: José Antonio Echeverría: la lucha estudiantil contra Batista, p. 335.

69

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Meses antes de su llegada a México, Joe Westbrook escribió a Eva:
Quisiera con mis sencillas letras volcar sobre ti todo mi corazón
joven y bravo y decirte con él en la mano: Eva, yo me ofrezco en
holocausto a la patria para servir de bandera a la liberación de
Cuba y así, con el goce pleno del deber cumplido, tú, mi amiga y
compañera, podrás mover de un lado a otro nuestra bandera de la
estrella solitaria y gritar a cuatro voces en nuestra América: He ahí
las reservas morales de nuestro pueblo, he ahí una generación que
empieza sobre otra que termina, he ahí mis hermanos de causa.
Deseo que conserves tu entereza de espíritu y tu bondad de alma y
con tu sonrisa linda y espontánea sirvas de estímulo a los compa-
ñeros que comparten la pena de estar fuera del territorio amado, en
tierra santa de libertad.73
Dice, al escribir a su familia, esta mujer espontánea que se vuelve
excepcional ante el desafío que la forja como símbolo de su tiempo: «La
lucha por la libertad de Cuba fue siempre una constante. Nacimos bajo
una estrella, dispuestos a darlo todo por la bandera».74
Después de la redada de la Dirección Federal de Seguridad de Méxi-
co, en junio los preparativos expedicionarios se incrementaron, y ya en
noviembre, mientras se llevaba a cabo el plan de acuartelamiento para
la salida del Granma hacia Cuba, Raúl Castro, en la mañana del día 24,
se despidió de Eva y Graciela, y poco después de sus hermanas Enma,
Agustina y Lidia a las que entregó un testamento político firmado por él
y Ñico López. A todas les dijo que debían permanecer en lugar seguro
durante una semana, a la espera de noticias de ellos.
Fidel también se despidió. Antes de partir se reunió con Jesús Montané
y Melba Hernández, quien insistió en incorporarse, pero fue convenci-
da con el argumento del poco espacio disponible en la embarcación.75
De la misma manera convenció, antes de zarpar, a la mexicana Marta
Eugenia López, quien había participado junto con su esposo y el resto
de los hombres en los entrenamientos.

73
C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: La lección del maestro, p. 137, y Archivo de Pepe Gruart.
74
Eva Jiménez en Clara Hernández: «Combatientes clandestinas», El Mundo, 21 de agosto de
1968, en: Tomas Fernández Robaina: Bibliografía de la mujer cubana, p. 118, asiento 972. C.
75
H. Norman Acosta: Entrevista a Melba Hernández, diciembre de 1983, La palabra empeña-
da, ob. cit. (en n. 50), p. 426.

70

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El Granma fue despachado el 25 de noviembre de 1956 en viaje de
recreo. Raúl Castro lo anotó en su diario de campaña.76 Desde el espi-
gón, rondando la oscuridad y la lluvia, Melba, Piedad Solís, Alfonso
Gutiérrez, Fofó, y su esposa Orquídea Pino, y Antonio del Conde, el
Cuate, observaron alejarse el yate por el río.
Sobre aquellos días del exilio mexicano, en que se forjaron estrechas
relaciones humanas entre los hombres y las mujeres, el expedicionario
Arsenio García al referirse a Eva rememora: «Mira que conocí a mujeres
en la clandestinidad y en la guerrilla, pero como Eva ninguna. Me sim-
patizaba por su carácter, valor, intrepidez, y llamar por su nombre a
todo. Con su valentía, disposición y análisis no conocí a nadie».77

El regreso a Cuba

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
Ya se conocía que los expedicionarios habían alcanzado la Sierra Maes-
tra cuando Eva decidió regresar a Cuba, por la vía de Miami. Por tercera
vez fue a solicitar la visa que le fue denegada. Airada, dijo al diplomáti-
co estadounidense: «A ustedes la América Latina entera los odia, uste-
des son los que han sembrado las dictaduras, a las que hay que ponerles
un letrero que diga “made in Washington”».
No tuvo otra alternativa que arriesgarse y regresar con otro nombre
en un vuelo directo México-La Habana. Salió del aeropuerto rumbo a
El Vedado, localizó a Carmen Castro, se reincorporó al Frente Cívico e
hizo contacto con su amiga Gudelia García, responsable estudiantil del
Frente. En casa de Neneína conoció además a Guillermo Jiménez,
Jimenito, delegado nacional del Ejecutivo del Directorio Revolucionario
13 de Marzo, y desde ese momento conspiró directamente bajo sus ór-
denes, durante 1957 y 1958.78
Transcurrían los primeros días de febrero de 1958. Jimenito la locali-
zó para que fuera a ver a Mario Reguera, asilado en la embajada de
Ecuador. Ya ella lo había conocido en casa de Neneína, después de que
él había participado en la operación de asalto a Radio Reloj79 –cuando
los sucesos del ataque al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957,

76
Ibíd., n. 94, p. 461; Oficina de Asuntos Históricos, Fondo Raúl Castro Ruz, no. 40.
77
Testimonio del general Arsenio García, expedicionario del Granma, ob. cit. (en n. 57).
78
Eva Jiménez: Autobiografía, ob. cit. (en n. 34).
79
Guillermo Jiménez, Juventud Rebelde, La Habana, 20 de abril de 2008.

71

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y en otras operaciones–.80 Durante varios meses Mario había operado
en La Habana y en Las Villas, pero el acoso y la persecución lo obliga-
ron a pedir asilo. El Directorio necesitaba de su audacia y no dudó en
contactarlo.
La misión de Eva consistió en transmitirle la orden de escapar de la
sede diplomática. Era necesario contar con él para realizar un plan de
apoyo a la expedición de El Escapade, que desembarcaría por las costas
de Nuevitas81 bajo el mando de Faure Chomón. Eva, acompañada de
María Pazos solicitó una entrevista con el embajador. Ambas se habían
puesto de acuerdo para que mientras Eva lo distraía María transmitiera
el mensaje a Mario,82 quien sin pensarlo dos veces saltó el muro de la
embajada y escapó.
El último encuentro que tuvo Eva con él fue en la mañana del 20 de
abril, cuando la llamó para transmitirles a ella y a Jimenito que estaba
preparando junto con el Chino Figueredo una acción por el aniversario
en homenaje a los caídos en Humboldt 7.83 Cuando ambos iban a abor-
dar el auto para llevar a cabo la operación, un policía de la radio moto-
rizada los sorprendió. Mario resultó herido y quedó atrapado entre dos
fuegos. Fue ultimado a balazos.
El acoso era cada vez mayor en la capital. Asediada de manera cons-
tante por el enemigo, Eva trató de incorporarse a la lucha en las monta-
ñas. En esa situación de incertidumbre y en peligro de ser atrapada narra:
La lucha se iba haciendo más dura con el aumento de la represión.
El tiempo transcurría y mientras tanto la guerra en la montaña se
extendía. Las victorias del Ejército Rebelde eran el mejor estímulo
para los combatientes acosados en las ciudades. Todo el mundo
estaba pendiente de lo que Fidel decía para orientar al pueblo. Las
Mujeres Martianas no dábamos abasto.
80
Guillermo Jiménez: Ob. cit. (en n. 79). Clandestino en Caibarién, se unió a militantes del MR
26-7, con quienes participaría en sabotajes hasta regresar a la capital, donde integra a militan-
tes, del Instituto de La Habana y de la barriada de la Habana Vieja, a células del Directorio. En
apoyo a las operaciones del Alzamiento de Cienfuegos, Mario se unió a los que debían asaltar
la Radio motorizada de la Policía.
81
Bahía de Nuevitas, al norte de la provincia de Camagüey.
82
C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: La lección del maestro, pp. 138-139.
83
En la calle Humboldt 7, por una delación de Marquitos (Marcos Rodríguez) cayeron asesina-
dos el 20 de abril de 1957 Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó, José Machado y Joe
Westbrook; Carlos Chino Figueredo y Mario Reguera se habían puesto de acuerdo para prepa-
rar un atentado a la policía en las calles Infanta y Estrella para conmemorar dicho aniversario.
Ver C. Castro Porta, A. Pelayo y otras: La lección del maestro.

72

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Recuerdo que Gudelia García y yo fuimos a ver a Raúl Díaz
Argüelles a la Embajada de Brasil, donde estaba operado de un
tobillo. […] Le dijimos que nos facilitara los medios para ir junto a
los que se batían tan bravamente en la parte central del país. Raúl
se negó, diciéndonos que hacíamos falta aquí, que eran de mayor
utilidad nuestros esfuerzos. Y nos quedamos junto a las demás com-
pañeras, en La Habana, luchando hasta la victoria final de la rebe-
lión.
La guerra revolucionaria se generalizó en todo el país, y la insurrec-
ción apoyada por la Huelga General consolidó el triunfo del Gobierno
Revolucionario aclamado por la Dirección Nacional del MR 26-7 y el
Ejército Rebelde, en Altos de Escandel, Sierra Maestra, en diciembre
de 1958.

GLADYS MAREL GARCÍA PÉREZ / Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)
El Frente Cívico de Mujeres Martianas dio por concluida su misión y
decidió disolverse el 28 de enero de 1959.

Conclusiones

La vida de Eva muestra la manera en que se produjo la unidad en la diver-


sidad táctica de las organizaciones insurgentes. Actuó al lado de la van-
guardia sin dejar de ser una compañera más y una amiga leal de los
combatientes que la rodeaban. De cultura patriótica, antimperialista y
descendiente de una familia mambisa, representa en la praxis las per-
manencias y las rupturas que se producen entre las generaciones revo-
lucionarias, como vanguardias del cambio social. Eva desafió los con-
vencionalismos sociales de su época y construyó su propia historia en el
proceso de la Revolución Cubana.
La participación y el liderazgo de las mujeres en las organizaciones de
la insurgencia femenina o en otras, en las cuales participaron en condi-
ciones de igualdad con los hombres, denotan las relaciones de paridad
entre lo femenino y lo masculino en las difíciles condiciones de la lucha
revolucionaria. Sin embargo, estas mujeres que se integraron en la prác-
tica a la masa crítica del segmento social femenino, no fueron conscien-
tes de su papel como vanguardia de este segmento social y no incluyeron
sus demandas en el programa del movimiento insurreccional.
La mentalidad de las mujeres insurreccionalistas, como parte de un todo
no excluyente de la acción masculina, reflejó la ideología de liberación,
73

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del pensamiento de justicia social y la credibilidad en las leyes formula-
das en el programa del movimiento insurreccional, que una vez lograda
la independencia y ser aplicadas, debían conducir al socialismo cubano;
sin embargo dejaron de lado demandas específicas relativas a la situa-
ción social subordinada de su género.

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76

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RUTH No. 3/2009, pp. 77-119

SERGIO LÓPEZ RIVERO*

Emigración y Revolución (1955-1958)**


El papel del frente exterior del MR 26-7 en el proceso nacional
liberador cubano

…con la guerra y buen manejo,


aquello será el tesoro de siempre,
de bolsas y de armas.
JOSÉ MARTÍ,
«Carta al general Antonio Maceo [s. l.],
8 de enero de 1894»1

El 2 de diciembre de 1956 el Granma desembarcó cerca de Las Coloradas y comenzó así el


período final de la insurrección, donde al frente exterior del Movimiento correspondía un nuevo
rol: el auxilio a la guerra revolucionaria. Finalizando el primer trimestre de 1957, el Comité
Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos propuso: la renuncia de los dirigentes
de tres agrupaciones para realizar elecciones; el reconocimiento de la autoridad de la Dirección
del Movimiento Revolucionario 26 de Julio; la alerta de que el Comité Obrero Democrático de
Exilados y Emigrados Cubanos tomaría la iniciativa de unir en la acción a todos los intere-
sados en combatir la dictadura mediante la vía insurreccional.

El desembarco del Granma y la emigración

El 2 de diciembre de 1956 el yate Granma arribó a Los Cayuelos, cerca


de Las Coloradas, al noroeste de Cabo Cruz. Con el desembarco de los
expedicionarios comenzó el período final de la insurrección, donde al
frente exterior del Movimiento correspondía un nuevo rol: el auxilio a la
guerra revolucionaria.

* Historiador cubano. Coautor, junto a María Antonia Márquez Dolz y Zaida Puñón Riaño, de
Emigración y clandestinidad en el M-26-7. La emisión de bonos.
** Capítulo II, «Consolidación organizativa», tomado de Emigración y Revolución (1955-1958). El
papel del frente exterior del MR 26-7 en el proceso nacional liberador cubano, Editorial Félix Varela,
La Habana, 1995.
1
En Obras completas, t. III, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 36.

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El inicio de la contienda guerrillera actuó como catalizador en la
emigración. En la zona norte de Estados Unidos, donde laboraban los
Clubes Patrióticos de Nueva York, Bridgeport y Union City, se encon-
traba el bastión más estable y numeroso de militantes y simpatizantes
del Movimiento Revolucionario 26 de Julio; a lo que se añadió, en esta
etapa, la edición de los periódicos Batalla2 y Patria3 que fungían como
órganos oficiales de Acción Cívica Cubana y del Comité Ortodoxo, los
cuales representaron el vehículo propagandístico más perseverante du-
rante todo el año 1957.
No obstante, el infructuoso decursar del intento unitario en Nueva
York, seguía opacando la verdadera potencialidad de esta emigración.
El 23 de abril de 1957, el dirigente del Comité Obrero Democrático de
Exilados y Emigrados Cubanos, Pablo Díaz González, explicaba el re-
ciente acontecer:
[...] antes de salir de aquí con rumbo a México y a la Sierra Maestra
hicimos un pacto de honor para que nuestro Movimiento trabajara
unido, al menos cuando se produjeran los acontecimientos revolu-
cionarios que preparaba Fidel pero cuando estos acontecimientos
se producen, Barrón convoca a todos los actos en nombre del Mo-
vimiento, pero desconociendo las organizaciones que lo integran
aquí. Se autoproclamó «Presidente» del Movimiento sin que nadie
lo nombrara, además de que ese cargo no existe.4
De tal suerte, la autonomía de las tres organizaciones se mantuvo
incólume. El Comité Ortodoxo –208 West, 88 Street– constituyó zonas
de influencia como la No. 31, la No. 34 y la de Lincoln Square. Acción
Cívica Cubana –124 West, 96 Street– estableció filiales en Nueva Jersey,
Bronx, Brooklyn y Washington Heights, y ambas, junto al Comité Obrero
2
El periódico Batalla, órgano oficial de Acción Cívica Cubana, se editó –con la salvedad de la
época II– en la ciudad de Nueva York, desde febrero hasta agosto del año 1957, a un precio
de 50 centavos. Su edición constó de 11 números, cuyas páginas oscilaban entre 6 y 10.
3
El periódico Patria, órgano oficial del Comité Ortodoxo, se editó en Nueva York con la identi-
ficación de época segunda, desde febrero de 1957 hasta enero de 1958. Constó de 11 números
y sus páginas oscilaban entre 4 y 8.
4
Pablo Díaz González: Carta a Lidia y Enma Castro, Nueva York, 23 de abril de 1957; Oficina
de Asuntos Históricos, Fondo Pablo Díaz.
Pablo Díaz González formó parte de los expedicionarios del Granma. Luego de la dispersión
en Alegría de Pío, viajó a La Habana y regresó a Estados Unidos, donde asumió de nuevo la
dirección del Comité Obrero de Exilados y Emigrados Cubanos. Para mayores detalles se
puede consultar el libro De Tuxpan a la Plata, del Centro de Estudios de Historia Militar.

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Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos (ahora extendido me-
diante ramales), fortalecieron su estructura con una Sección Juvenil.
A pesar de todo, no faltaron los proyectos aglutinadores. Finalizando
el primer trimestre del año, el dirigente del Comité Obrero Democrático
de Exilados y Emigrados Cubanos propuso un plan de cinco puntos. En
primer lugar, se indicaba que los dirigentes de las tres agrupaciones de-
bían renunciar para realizar elecciones. Esta formulación se sometería,
como segundo eslabón, a la consideración de Acción Cívica Cubana y
el Comité Ortodoxo. En tercer plano, se crearía una Comisión que lle-
garía al acuerdo más conveniente a la revolución, por encima de intere-
ses personales y de grupos. El cuarto aspecto reconocía la autoridad de
la Dirección del Movimiento Revolucionario 26 de Julio; y, el quinto,
alertaba que el Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados
Cubanos tomaría la iniciativa de unir en la acción a todos los interesa-
dos en combatir la dictadura mediante la vía insurreccional.5
Como respuesta, el 31 de marzo de 1957, se efectuó una asamblea en
Nueva York, donde tomó parte también el Club Patriótico 26 de Julio
de Bridgeport.6 Al final, con los votos adversos de una parte del Comité
Ortodoxo lidereado por su dirigente Arnaldo Barrón, se acordó unificar
las fuerzas.7
En realidad, fue esta una propuesta más que no prosperó aunque
sirvió de preludio al clímax de las diferencias que llevarían a la escisión
del Comité Ortodoxo de Nueva York. El 27 de abril de 1957 se celebró
la reunión que decidió el conflicto.8 La más rápida mirada revela un
rasgo central. Los ortodoxos «puros» sostenían intacto el concepto
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)

5
Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos: «Llamamiento a la Unidad»,
Oficina de Asuntos Históricos, Nueva York [s. f.], Fondo del MR 26-7 en Nueva York.
6
El Club Patriótico de Bridgeport se abstuvo de votar en esta asamblea, dado que constituía un
alineamiento independiente fundado por la Dirección Nacional del Movimiento, con dere-
chos sobre su jurisdicción. El 4 de julio de 1957 elaboraron el documento Pronunciamientos
acerca de la Unidad en New York que fija su posición al respecto: «1) [...] este Club nunca ha
afrontado el problema de la Unidad, 2) [...] este Club ha mantenido su disposición de indepen-
dencia y al mismo tiempo de crítica [...] frente a los tres grupos […], 3) Constitución e
integración del Movimiento 26 de Julio en la ciudad de New York, sin vínculo alguno con
grupos o facciones llámense ellas como se llamen»; Club Patriótico 26 de Julio de Bridgeport:
Pronunciamientos acerca de la Unidad en New York, Nueva York, 4 de julio de 1957, Archivo
personal de Luis García Leal.
7
Acta del MR 26-7 en New York, 31 de marzo de 1957, Oficina de Asuntos Históricos, Fondo
del MR 26-7 en Nueva York.
8
Acta del MR 26-7 en New York, 27 de abril de 1957, Oficina de Asuntos Históricos, Fondo
del MR 26-7 en Nueva York.

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chibasista de «no pacto». Ahora bien, esta tesis, que nació junto al Par-
tido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) y tuvo el mérito de salvaguardar
aquella alternativa ideológica, en las nuevas circunstancias violaba los
preceptos del «26» y confundía a su membresía. Por ello, una facción de
su seno, al frente de la cual se destacó Eusebio Valdés,9 quería la unidad
de las tres organizaciones y se separó del núcleo original.
Entretanto, en la zona sur de Estados Unidos, donde radicaban los Clu-
bes Patrióticos 26 de Julio de Miami, Tampa y Cayo Hueso, la noticia del
azaroso desembarco del Granma provocó cierto letargo. En Cayo Hueso,
por ejemplo, «la falsa noticia de la muerte de Fidel y Raúl [...] (explica Gus-
tavo Zorrilla) influyó en cierto debilitamiento de las actividades [...]».10 Lo
cual refrenda el testimonio de Emilia Carbó: «[...] mantuvimos un alto espí-
ritu durante los primeros meses (luego) [...] del desembarco, dado que mu-
chos compañeros perdieron la fe en el triunfo […]».11
La modificación del Ejecutivo en los Clubes Patrióticos 26 de Julio
de Tampa y Cayo Hueso y el hecho de que otra agrupación asumiera la
representación del Movimiento en Miami, aportan indicios a tener en
cuenta para comprender el escenario prevaleciente en este momento
histórico.12
Al espacio geográfico anterior, que significaba la prolongación en la
nueva etapa de la institucionalización creada desde el año 1955, solo se
incorporó durante el primer semestre de 1957 el Club Patriótico 26 de
Julio de Washington, D. C.;13 a la vez que grupos de emigrados cubanos
se nucleaban en Costa Rica y Panamá.

9
Eusebio Valdés emigró hacia Estados Unidos el 21 de mayo de 1948 por motivos económicos.
En Nueva York fue fundador del Comité Ortodoxo.
10
Gustavo Zorrilla: Respuestas a cuestionario sobre el Comité 26 de Julio en Cayo Hueso, [s. l.], [s. f.].
Gustavo Zorrilla emigró hacia Estados Unidos, por razones políticas, en el año 1956. Ese
mismo año se incorporó al Club Patriótico 26 de Julio de Cayo Hueso del cual fue vicepresi-
dente (noviembre de 1957) y secretario (desde comienzos de 1958).
11
Emilia Carbó Nodarse: Autobiografía [s. l.], [s. f.]. Emilia Carbó emigró hacia Estados Unidos
en el año 1940, luego de contraer matrimonio con Julio Cabañas, natural de Cayo Hueso,
Florida. Ambos fueron fundadores del Club Patriótico 26 de Julio de aquella localidad.
12
El 7 de enero de 1957 se constituyó el Grupo Cubano, que a partir del mes de marzo asumiría
la representación del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.
13
El 25 de abril de 1957 se autorizó la organización del Club Patriótico de Washington, D. C. La
reunión fue convocada por el Comité Ortodoxo de Nueva York y contó con la asistencia del
Club Patriótico de Bridgeport. Se aclaraba que el documento acreditativo era extraoficial,
para «el futuro reconocimiento legal»; «Acta de Constitución», Brooklyn, 25 de abril de 1957,
en Oficina de Asuntos Históricos, Fondo del MR 26-7 en Nueva York.

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Sin embargo, el fenómeno es más complejo de lo que se supone. El
abrupto desarrollo de los acontecimientos que caracterizó el inicio de
esta etapa, conspiró contra la necesaria organización del frente exterior
del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. El apresuramiento obligado
de la partida del Granma, el descalabro del contingente expedicionario y
los problemas de operatividad que confrontó el frente clandestino, de-
bido a su estructura inmadura y la prisión de sus principales dirigentes,
matizaron los primeros meses de la guerra.14
En este lapso, México continuó como centro director. Allá se encon-
traba Pedro Miret –fundador del Movimiento y miembro de su Direc-
ción Nacional– quien por estar en prisión no pudo zarpar en el Granma;
permanecían también las hermanas de Fidel y Raúl Castro, Lidia y Enma,
quienes alentaban con su actividad el fervor revolucionario. Como en la
fase preparatoria de la expedición del Granma, en este territorio no se
había creado una estructura que aglutinara a los emigrados cubanos en
las funciones propias del frente exterior del Movimiento, lo cual se
enrevesaba ahora, cuando las responsabilidades no estaban delimitadas
y las interferencias eran frecuentes. Pedro Miret encaminaba su empeño
hacia el logro de otra expedición. La preparación del factor humano y la
recolección de fondos para la adquisición de las armas y el transporte
adecuado, ocupaban sus esfuerzos. Lidia y Enma Castro, por su parte,
realizaban recorridos proselitistas por los principales predios de la emi-
gración.15 Entonces el problema capital consistía en que no se había
14
«Después del 30 vi con disgusto cómo se volvía de nuevo a la creación de Direcciones
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
Nacionales y Provinciales con exceso de miembros, y poca calidad. Muchos dirigentes y poca
coordinación y poco trabajo realizado concienzudamente. Los trabajos “por la libre” volvie-
ron a imperar. Por suerte la misma situación revolucionaria brindó la solución, actuando de
crisol purificador se consumieron en él por diversas circunstancias todo lo que no servía, o lo
que estaba enclenque, o lo que estorbaba a la buena marcha de las cosas. // Jacinto […]
(Armando Hart) […] y yo discutimos mucho sobre el giro que tomaban las cosas y nos
decidimos audazmente a replantear el Movimiento completo. Se centralizó por primera vez en
pocas manos la Dirección, se separaron y se fijaron claramente las distintas responsabilidades
y trabajos del Movimiento, y nos dimos a la tarea de hacerlo más efectivo, y pujante. //
Logramos el reconocimiento de todos y lentamente comenzamos a hacerlo realidad. Caímos
presos. El Movimiento sufrió un momento de crisis, ya Faustino estaba preso y el trabajo fue
demasiado para los pocos hombres que lo tuvieron que llevar. Pero las cosas se fueron
arreglando. Al salir nosotros el estado del Movimiento era deplorable pero nunca como
después del 30, ya habían [sic] muchas cosas logradas que seguirían marchando adelante»;
Frank País: Carta a Fidel Castro, Santiago de Cuba, 7 de julio de 1957, en Yolanda Portuondo:
La clandestinidad tuvo un nombre: David, Editora Política, La Habana, 1988.
15
En la ciudad de Nueva York, Lidia y Enma Castro visitaron casas y lugares de reunión de
cubanos enemigos de la dictadura de Batista, se mantuvo así el contacto directo con las tres

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previsto la designación oficial de la dirección revolucionaria en el ex-
terior.
Envueltos en esta dicotomía, los emigrados solicitaban orientacio-
nes de México, primero porque fue el eje conspirativo durante el pasado
reciente, y segundo, por la personalidad revolucionaria de los allí asen-
tados. «[E]stando nuestro máximo dirigente en la Sierra Maestra [...] (ad-
vertía el Club Patriótico de Bridgeport) ha quedado una dirección en el
extranjero, que a nuestro buen juicio, radica en México».16
Empero, la emigración era presa de la confusión. Por una parte, se
cuestionaban si debían rendir cuentas a México o a Cuba y, por otra,
unos reconocían la representación de Pedro Miret, junto a Gustavo Ar-
cos –también asaltante al cuartel Moncada–, mientras otros valoraban
el de las hermanas del líder de la Revolución.
Sin duda, la descentralización existente y las controversias en las ini-
ciativas, originaron una acción dispersa y por lo tanto menos eficaz, en
las tareas básicas que reclamaban el apoyo inmediato del frente exterior
del Movimiento Revolucionario 26 de Julio: la propaganda revolucio-
naria y la colecta de fondos.
En la fase inicial de la Revolución, la propaganda tenía dos motivos
fundamentales: la divulgación del estado beligerante del Movimiento y
la campaña para socavar las bases del régimen dictatorial.
En la zona norte de Estados Unidos, tan veloz como la noticia del
desembarco del Granma, el 3 de diciembre de 1956, los Clubes Patrióti-
cos 26 de Julio proclamaron su apoyo en actos frente a la Organización
de Naciones Unidas (ONU) y el Consulado de Cuba en la ciudad neo-
yorquina, agrupados en torno a una esperanza que nutrió la prensa del
momento: «Exilados afirman es mentira que haya muerto Fidel Castro».
Una semana más tarde se reunieron en los mismos escenarios para exi-
gir: «Si la ONU cree en la libertad establecida por Washington, Bolívar

organizaciones que representaban al Movimiento 26 de Julio. Entrevistas concedidas a los


periódicos Patria y Batalla complementaron esta actividad por la zona norte. En la ciudad de
Miami, participaron en un acto en el teatro Flagler, organizado por el Club Patriótico de la
localidad, junto al de Cayo Hueso. «Hoy no pedimos dinero para la venganza (exclamaría
Enma Castro) [...] pedimos dinero para la dignidad y el decoro de un pueblo […]». Por último,
las hermanas del líder de la Revolución visitarían el Club Patriótico de Cayo Hueso, donde
verificarían un homenaje al Héroe Nacional cubano; en Batalla, Nueva York, no. 3, 7 de abril
de 1957, pp. 1, 6; Patria, Nueva York, no. 6, 30 de junio de 1957, p. 4.
16
Club Patriótico 26 de Julio de Bridgeport: Pronunciamientos acerca de la Unidad en New York,
Archivo personal de Luis García Leal.

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y Martí, por qué no detiene el genocidio establecido por Batista». Mien-
tras, el domingo 9 de diciembre, colmaron el hotel Empire reafirmando
en voz de sus dirigentes que: «Fidel Castro vivía y seguía luchando en
las montañas de Cuba».17
El 28 de enero de 1957, en homenaje al natalicio de José Martí y
apoyo a la causa revolucionaria, Acción Cívica Cubana celebró un acto
en la Community Church de Nueva York; el Club Patriótico de
Bridgeport, su tradicional Cena Martiana; y en la zona sur, el nuevo
alineamiento de Miami disertó sobre la situación cubana en el Edificio
de Las Logias de aquella ciudad. Esta última organización dedicaría el
25 de febrero a la Glorificación del Grito de Baire.18
En este contexto, la presencia de representantes de la prensa extran-
jera en territorio rebelde ocupó un lugar de especial relevancia. Así lo
significó el comandante Ernesto Guevara:
[...] atravesábamos una etapa de mucha intranquilidad debido a las
preocupaciones naturales relacionadas con la política y conducta
de nuestro gran vecino del norte [sic]. En estos momentos era más
importante para nosotros la presencia de un periodista extranjero,
preferiblemente norteamericano, que una victoria militar.19
La entrevista realizada por el periodista estadounidense Herbert
Matthews –de The New York Times– fue la primera ruptura a la censura
dictatorial. Su estancia en la Sierra Maestra y el intercambio de impre-
siones con el líder de la revolución cubana, en el mes de febrero, fueron
exaltados por el periódico Patria en su edición del 4 de marzo, a la vez SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
que solicitaba la cooperación de los emigrados para costear el acto en el
que se le entregaría una bandera cubana al destacado editorialista. En la
redacción del órgano oficial del Comité Ortodoxo de Nueva York se
realizó la actividad, donde Herbert Matthews se refirió a las posibilida-
des del incipiente Ejército Rebelde: «Noticias que tengo en mi poder
me permiten asegurar que Fidel se encuentra el doble de fuerte que en

17
El Diario de Nueva York, Nueva York, 4 de diciembre de 1956, p. 3; 11 de diciembre de 1956,
pp. 3, 6.
18
Todas sus actividades las celebrarían en el Edificio de las Logias de Miami e incluirían el
«Homenaje a los héroes de Cuba», el 11 de marzo; «Fidel te llama», el 11 de abril; el homenaje
a los estudiantes asesinados y los mártires del Goicuría, el 4 de mayo; la velada en memoria de
José Martí, el 18 de mayo; y «La hora cero te reclama», el 13 de julio de 1957.
19
Ernesto Guevara: «Proyecciones sociales del Ejército Rebelde», Pensamiento Crítico, La Haba-
na, 1969; 27: 180, abril.

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los momentos en que yo estuve en la Sierra». Tiempo después, ante los
recios ataques de la tiranía a la acción del periodista estadounidense, el
Comité Ortodoxo organizó una manifestación frente al Times Square
donde se le obsequió un libro con la rúbrica de una amplia representa-
ción de los militantes y simpatizantes de las organizaciones revolucio-
narias.20
En el mes de abril se produjo la segunda visita a la Sierra Maestra de
periodistas estadounidenses. Se trataba de Robert Taber y el camarógrafo
Wendell Hoffman, de la Columbia Broadcasting System (CBS). Según
confesión del primero al periódico Patria, «[...] el espíritu de combate de
los muchachos es formidable». Asimismo se refirió al interesante hecho
de que jóvenes estadounidenses pelearan a favor de la revolución. En
este sentido afirmaba:
Personas influyentes en los Estados Unidos y en Cuba, que miran
con simpatías al Movimiento de Fidel, me hicieron hincapié en que
si Fidel dejaba regresar a los muchachos; esto podía dar una gran
impresión de responsabilidad en el pueblo norteamericano [...]. Más
trabajo le costó a Fidel convencerlos a ellos, que a mí conocer a
Fidel.21
La estancia de los jóvenes estadounidenses Michael Garvey, 15 años,
Victor J. Buehlman, 17 años, y Charles E. Ryan, 20 años, en la Sierra
Maestra, fue un acontecimiento ampliamente propagado por el Movi-
miento en el exterior. Bajo el título «Salvando el honor de América»,
Batalla incluyó una reseña sobre el particular en su edición del 17 de
marzo de 1957. Mientras, el 7 de abril reprodujo las declaraciones
de Enma Castro: «Esos representantes del verdadero sentir del pueblo
americano», y Lidia Castro: «Son la respuesta de la democracia de Esta-
dos Unidos al envío de tanques y aviones a la dictadura».22 También en
20
Patria, Nueva York, no. 2, 4 de marzo de 1957, p. 1; no. 4, 25 de abril de 1957, p. 5. Batalla,
Nueva York, no. 8, 7 de julio de 1957, p. 8. En realidad, la noticia de que Fidel Castro estaba
vivo se publicó primero en el periódico Norte, de Holguín, y luego en Bohemia, el 6 de enero de
1957. La trascendencia del reportaje de Herbert Matthews fue su publicación en The New York
Times –con la consiguiente ruptura de la censura al mundo– el domingo 24 de febrero, y la
confirmación de la noticia –ante la negativa de la dictadura– junto con una foto del periodista
y el líder de la Revolución, el jueves 28 de febrero. En Nueva York, el Movimiento 26 de Julio
tradujo la información al español bajo el título «Fidel Castro está combatiendo en la Sierra
Maestra por la libertad de Cuba», Archivo personal de Luis García Leal.
21
Patria, Nueva York, no. 5, 25 de mayo de 1957, p. 3.
22
Batalla, Nueva York, no. 2, 17 de marzo de 1957, p. 5; no. 3, 7 de abril de 1957, pp. 1; 6.

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este mes Patria dedicó su página cuatro al artículo «Tres valientes en las
montañas».23
En el mes de mayo, Batalla se hizo eco de la entrevista realizada por
Prensa Libre a los dos jóvenes que regresaban a sus hogares pues, Charles
E. Ryan, el de mayor edad, permanecería algún tiempo más en la Sierra
Maestra. «Nuestro jefe nos ordenó que bajáramos de la Sierra (expresa-
ron) [...] afirmando que era mucho mejor para la causa». Victor Buehlman
y Mike Garvey se refirieron luego a las posibilidades de la guerrilla: «[...]
el Ejército de Fidel está bien entrenado [...] y sus hombres son capaces
de pelear con valentía […]». Sobre sus futuras actividades, despejaron
incógnitas: «Haremos cualquier cosa por seguir ayudando».24
La misión de Robert Taber y Wendell Hoffman tuvo su logro más
acabado en el testimonio cinematográfico conocido como La película de
la Sierra, que divulgó las imágenes rebeldes por gran parte del continen-
te americano25 donde, como constancia del apoyo a la revolución, co-
menzaron a florecer las banderas del Movimiento Revolucionario 26 de
Julio.26
La difusión de la presencia beligerante del Movimiento era menester
complementarla con la empresa de minar los dos baluartes del sostén de la
dictadura de Fulgencio Batista: el ejército de Cuba y el gobierno de
Estados Unidos.
En el primer número del año, editado el 3 de febrero de 1957, Patria
reprodujo una carta del asaltante al cuartel Moncada Carlos González,
«A las fuerzas armadas cubanas»: «Soldado, ¡basta ya! Quita la venda de SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
tus ojos, no dispares tu rifle contra tus propios hermanos». El 4 de mar-
zo, el órgano oficial del Comité Ortodoxo explicó en el artículo «A ti
soldado también», «[...] que la Revolución no es una guerra contra ti,
sino una cruzada de honor, también por ti y por los tuyos». Y, el 1ro. de
abril, se imprimió un documento firmado por Celestino Rodríguez, te-
sorero del Club Patriótico 26 de Julio de Bridgeport, que los invitaba a

23
Patria, Nueva York, no. 4, 25 de abril de 1957, p. 4.
24
Batalla, Nueva York, no. 5, 20 de mayo de 1957, pp. 1-3, 6.
25
Desde el mes de mayo, en Washington, D. C., comenzó la labor divulgativa, que transcendió
al Palm Garden de Nueva York, el mismo mes; al teatro Flagler de Miami, en junio; y resultó
una constante en los actos por el aniversario del 26 de Julio en Nueva York y en México.
26
La bandera del Movimiento Revolucionario 26 de Julio ondeó, en estos momentos, en la
Estatua de la Libertad, en la Campana de la Libertad (Filadelfia) y en el Club San Carlos de
Cayo Hueso.

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formar parte de los verdaderos soldados de la República, esos que «[...]
usan uniformes olivos y al brazo llevan una cinta que dice: 26 de Julio».27
En lo que concierne a la neutralización al apoyo del gobierno de Es-
tados Unidos se conjugaron las actividades masivas con la campaña de
prensa.
Quizás la única demostración de concordia en Nueva York se mate-
rializó en la manifestación ante la Organización de Naciones Unidas, el
10 de marzo de 1957. Esta jornada fue convocada por los tres alinea-
mientos para denunciar oficialmente los crímenes de Batista, declarando
Día de Duelo Nacional Cubano la fecha del golpe de Estado.28 Además,
exigieron el cese del envío de armas al dictador en este acto que, según
el comentario del periódico Batalla, era «una prueba inequívoca de la
feliz unidad que existe».
En adelante, el Comité Ortodoxo convocaría con este motivo a dos
actos en el mes de mayo, frente a la Casa Blanca y el hotel Belvedere.29
Mientras, el Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados
Cubanos, Acción Cívica Cubana, los ortodoxos unitarios y la Delega-
ción del Directorio Revolucionario,30 conformaron un bloque común
que promovió también, durante este mes, una Marcha de Hambre en la
Casa Blanca, y un acto de reafirmación revolucionaria en el Palm Garden,
el día de la caída del Héroe Nacional.31 El órgano oficial de Acción
Cívica, por su parte, afirmó el 7 de abril: «Ya hay, por lo menos, tres
americanos ofrendando sus vidas por la Democracia en la Sierra Maestra
que sigue señalando el camino, ahora a los vecinos del Norte [...]»; y, en
mayo, envió un mensaje al presidente de Estados Unidos, relacionado
con la sustitución del embajador en Cuba, Arthur Gadner: «Esperamos
por el bien de la Democracia que el próximo tenga un poco más de tacto
[...] ante un pueblo que quiere y merece ser libre».32
27
Patria, Nueva York, no. 1, 3 de febrero de 1957, p. 4; no. 2, 4 de marzo de 1957, p. 2; no. 3,
1ro. de abril de 1957, p. 3.
28
Batalla, Nueva York, no. 2, 17 de marzo de 1957, pp. 1, 2.
29
Patria, Nueva York, no. 5, 25 de mayo de 1957, pp. 1, 3-4.
30
Desde comienzos del año 1957, el Directorio Revolucionario había constituido una delega-
ción de la organización en Nueva York. En su libro Bajando del Escambray (Editorial Letras
Cubanas, La Habana, 1982, p. 17), Enrique Rodríguez Loeches apunta que: «En Nueva York
el compañero Luis Blanca trataba de levantar la bandera del Directorio entre los estudiantes
y obreros de la emigración». Además de participar en los actos convocados por el Movimiento,
la delegación del Directorio organizó actividades en el Centro Español de Elizabeth (13 de
julio de 1957), y en el Carlton Terrace (3 de agosto de 1957), entre otras.
31
Batalla, Nueva York, no. 6, 9 de junio de 1957, pp. 2, 5, 7, 9.
32
Batalla, Nueva York, no. 3, 7 de abril de 1957, p. 4; no. 5, 20 de mayo de 1957, p. 8.

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En simetría con lo anterior, el «26» de Nueva York insistió en la vio-
lación de los derechos individuales en Cuba; así como alertó sobre la
incapacidad del régimen para cumplir sus compromisos azucareros con
Estados Unidos, como consecuencia de la quema de cañaverales de
acuerdo a la máxima «Sin libertad no hay país», antítesis del Movimien-
to al tradicional «Sin azúcar no hay país» de la oligarquía doméstica.
Asimismo, Acción Cívica Cubana, el Comité Obrero Democrático de
Exilados y Emigrados Cubanos y el Comité Ortodoxo, replicaron cual-
quier intento de relacionarlos con la ideología comunista. Por la sensibi-
lidad al respecto de la opinión pública estadounidense, este asunto asumió
tres dimensiones en la propaganda veintiseísta. La primera rechazó la
acusación de los voceros de la dictadura. La segunda advirtió la simula-
ción de Fulgencio Batista quien, en las elecciones generales del año
1940, había alcanzado el poder junto a los comunistas, integrados en la
Coalición Socialista Democrática. La tercera enarboló el eslogan «Cuba:
Hungría de América», que presidió las manifestaciones ante la ONU y
la Casa Blanca, en un esfuerzo por desmitificar la política exterior del
gobierno cubano, el cual, mediante su embajador en la Organización de
Naciones Unidas, se había convertido en «punta de lanza» del mundo
occidental liderado por Estados Unidos, contra la ocupación soviética
de Hungría desde el año 1956.
Como un principio de fácil explicación, todos estarían de acuerdo en
que estas declaraciones no constituían una solicitud de injerencia al
gobierno estadounidense. El 24 de febrero de 1957, Acción Cívica Cu-
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
bana afirmó: «[...] somos nosotros, los cubanos, los que tenemos que
ganarnos un puesto digno, como siempre ha sido, entre las naciones
libres de América [...]».33 El 30 de junio, el Comité Ortodoxo aclaró:
«Hemos ido a la Casa Blanca [...] no a pedir la intervención norteameri-
cana en Cuba, sino a que cese el envío de armas [...]».34 El 7 de julio, el
Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos sinteti-
zó: «El pueblo cubano no pide ayuda: solamente pide justicia [...]».35
Todos, además, conmemoraron el cuarto aniversario de los sucesos
del 26 de Julio, pero de forma aislada. Otra vez se reunieron el Comité
Obrero Democrático, Acción Cívica, los ortodoxos unitarios y el Direc-
torio Revolucionario. Más de 2 000 asistentes colmaron el Palm Garden
33
Batalla, Nueva York, no. 1, 24 de febrero de 1957, pp. 1, 2.
34
Patria, Nueva York, no. 6, 30 de junio de 1957, p. 5.
35
Batalla, Nueva York, no. 8, 7 de julio de 1957, p. 4.

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en un acto de «¡Desagravio a Oriente!», donde abogaron por la unidad
revolucionaria.36 Al mismo tiempo, el Comité Ortodoxo organizó una
actividad en el Manhattan Towers que, de acuerdo con su criterio, fue el
acto más concurrido y emocionante que se había ofrecido en la emigra-
ción. Más de 1 600 personas asistieron a esta reunión: «Contra un pasa-
do bochornoso. Contra un presente de crímenes».37
El 26 de Julio sería celebrado también en México, Costa Rica y Pana-
má. En la capital mexicana, la importante efeméride se conmemoró en
la mañana mediante una manifestación ante la Casa Presidencial, que
tuvo como objeto recabar del gobierno la presencia del caso Cuba en la
Organización de Naciones Unidas; y, durante la noche, con la agrupa-
ción de los diferentes alineamientos opositores en el teatro del Sindica-
to de Electricistas. En Costa Rica, un grupo de emigrados cubanos
celebró aquel acontecimiento mediante la redacción del manifiesto
«Cuba: martirio y heroicidad», distribuido en las calles de San José, y
leído a través de la emisora Nueva Alma Tica. Mientras, en Ciudad
Panamá, el 26 de julio de 1957, emigrados cubanos organizaron un ra-
dio-mitin por una cadena de emisoras.
Empero, dentro de la actividad desplegada por el frente exterior del
26 de Julio, donde se manifestaba con mayor nitidez la heterogeneidad
de criterios, era en la dedicada a las finanzas.
El Club Patriótico 26 de Julio de Miami, por ejemplo, recibía la re-
caudación del vecino Club Patriótico de Tampa, y junto a su propio
recaudo, la enviaban a Lidia y Enma Castro, en México, quienes
oficializaban el recibo.38 Mientras, la otra agrupación del Movimiento
en la ciudad imprimió sus propios bonos de recaudación y se puso en
contacto con Pedro Miret y Gustavo Arcos.
En Nueva York, el Comité Ortodoxo obtenía fondos de otros luga-
res, mediante la venta del periódico Patria, en una labor dedicada a re-
caudar «[...] 50 a 80 mil pesos en forma directa».39 El Comité Obrero
Democrático enviaba sus colectas y las de Acción Cívica a Pedro Miret,
mientras trataba de adquirir algunos fondos de «[...] los compañeros de

36
Batalla, Nueva York, no. 10, 4 de agosto de 1957, pp. 1, 10.
37
Patria, Nueva York, no. 7, 26 de julio de 1957, p. 1.
38
Juan Cheda y F. Margolles: Carta a Osvaldo J. González, Miami, 11 de junio de 1957, Oficina
de Asuntos Históricos, Fondo del MR 26-7 en Miami.
39
Armando Hidalgo: Carta a Juan Cheda, Nueva York, 2 de marzo de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo del MR 26-7 en Miami.

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Union City [...] que ellos tienen y que se han negado entregárselo a Barrón».40
En esta misma fecha, ya Acción Cívica Cubana había confeccionado
sus propios «Bonos del civismo», además de ofertar «Sellos Fidel Cas-
tro», para fijar como propaganda en la correspondencia.41 Los actos pú-
blicos eran utilizados también como medio de recaudación. Prueba de
ello fueron las actividades convocadas por el Comité Obrero Democrá-
tico, Acción Cívica y el Directorio Revolucionario en el Palm Garden,
el 19 de mayo y el 26 de julio de 1957. Al tiempo que los órganos
Batalla y Patria dirigían llamados particulares a la emigración para que
cooperara con el Movimiento Revolucionario 26 de Julio.42

La reorganización necesaria

A partir de la excarcelación de Frank País, el 10 de mayo de 1957, se


perfiló la restructuración del aparato de dirección del Movimiento Re-
volucionario 26 de Julio. Sería un intenso replanteo organizativo, prece-
dido por el reajuste de la clandestinidad a la nueva situación bélica luego
del desembarco del Granma, cuya trascendencia abarcaría hasta el primer
trimestre del año 1958. Desde su primera circular a los cuadros de direc-
ción, el 15 de mayo, se fijaron las líneas rectoras. Se trataba de centralizar
la dirección del Movimiento en el menor número posible de personas y
de ubicarla en Santiago de Cuba, por su potencialidad revolucionaria y
su cercanía al epicentro de la revolución en la Sierra Maestra. En la
cúspide de la organización estaría la Dirección Nacional –con jurisdic- SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
ción para el trabajo fuera de la Sierra– integrada por el coordinador
general del Movimiento, junto a los responsables nacionales de la teso-
rería, la propaganda, la sección obrera, la resistencia cívica y el apoyo
bélico. La Dirección la integrarían también los coordinadores provin-
ciales, y quedarían asimismo adscritos el delegado de la Sierra y el dele-
gado en el extranjero.43

40
Pablo Díaz: Carta a Pedro Miret, Nueva York, 13 de julio de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo del MR 26-7 en Miami.
41
Batalla, Nueva York, no. 9, 21 de julio de 1957, p. 10.
42
Batalla, Nueva York, no. 3, 7 de abril de 1957, p. 5, Patria, Nueva York, no. 7, 26 de julio de
1957, p. 3.
43
Ver Pedro Álvarez Tabío: «El más extraordinario de nuestros combatientes», Bohemia, La
Habana, 26 de julio de 1985, pp. 68-75; Yolanda Portuondo: Ob. cit. (en n. 14).

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A todas luces, se creaban las condiciones estructurales que reclama-
ba el momento histórico para la armonía en el funcionamiento de los
tres frentes del «26». En el proyecto, es fácil discernir, a la clandestini-
dad le correspondió asumir un rol decisivo. El llano debía cumplir sus
tareas básicas de subvertir la sociedad, liquidar las bases de sustentación
de la dictadura y aliviar la presión sobre el núcleo guerrillero, pero, ade-
más, debía contribuir al desarrollo del Ejército Rebelde, con el auxilio
directo (en el mes de marzo se había materializado el primer refuerzo en
hombres y armas), e indirectamente, coordinando y encauzando el es-
fuerzo del frente exterior.
La Dirección Nacional no era ajena al desarrollo de los acontecimientos
en la emigración. Mediante un contacto sistemático con Pedro Miret,
habían estado al tanto de los detalles de la organización fuera de Cuba.
El 21 de junio de 1957, la Dirección Nacional decidió el nombra-
miento oficial de Pedro Miret y Gustavo Arcos, para ostentar la repre-
sentación del Movimiento en el exterior44 y, paralelamente, el de Mario
Llerena45 como responsable de Relaciones Públicas.
Era una solución transitoria, pues el 8 de julio partió hacia el extran-
jero el delegado Léster Rodríguez con la finalidad de organizar y vincu-
lar a la Dirección Nacional a toda la emigración.46 En sus manos una
misiva del líder de la revolución, «A las Directivas y los miembros de
los Clubs Patrióticos 26 de Julio radicados en Estados Unidos».47 Una
de sus partes, hacía un reconocimiento explícito al trabajo del frente de
los emigrados: «Por revistas, periódicos y radioemisoras estamos infor-
mados de todos los actos organizados por la emigración […]. Estamos
orgullosos de la actividad de nuestros Clubs». En otra se advertía la nece-
sidad imperiosa de unificar los esfuerzos: «Se explica por sí sola la alta
conveniencia de planificar las tareas de nuestro Movimiento dentro y
fuera del país [...]»; con énfasis en las que correspondían a los emigra-

44
Frank País: «A quien pueda interesar», Santiago de Cuba, 21 de junio de 1957, Oficina de
Asuntos Históricos, Fondo Frank País.
45
Mario Llerena fue miembro de la Dirección Nacional del Movimiento Nacional Revoluciona-
rio hasta su desarticulación. En 1954 integró el Movimiento de Liberación Radical, de orien-
tación católica, que participó en las gestiones de solución pacífica propugnada por la Sociedad
Amigos de la República. En el año 1957 integró el Comité de Resistencia Cívica de La Habana.
46
Frank País: Carta a Fidel Castro, Santiago de Cuba, 7 de julio de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo Frank País.
47
Fidel Castro: «A las Directivas y a los miembros de los Clubs Patrióticos 26 de Julio radicados
en Estados Unidos», Sierra Maestra, 15 de junio de 1957, Archivo personal de Jacinto Vázquez.

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dos. «La propaganda, la recaudación de fondos y cualquier ayuda posi-
ble debe llevarse a cabo bajo un mismo plan general [...]». Junto a la
tarea de «organizar y vincular», el delegado de la Dirección Nacional
sería responsable, además, del abastecimiento de armas. «Las armas (ex-
plicaba Frank País) [...] si todo nos sale bien, las traeremos directamen-
te de Estados Unidos».48 La gestión de unificación debía comenzar, y
comenzó, por el núcleo director de México. En carta a Frank País, de
fecha 28 de julio, Léster Rodríguez indicaba que había acordado: «Que (Li-
dia y Enma Castro) [...] se ocupen de la Tesorería [...] Pedro se ocupe de la
acción y el entrenamiento de los muchachos. Y Mario Llerena de todo
lo que se refiere a propaganda, organización de actos y contactos en
general».49
Salvando este escollo, en el seno del máximo órgano de dirección, el
próximo punto del itinerario era Estados Unidos. El recorrido –de sur a
norte– comenzó por la ciudad de Miami. Allí, en las elecciones convo-
cadas al efecto, se ratificó el nuevo alineamiento, según explica el Infor-
me no. 3 del delegado de la Dirección Nacional, el cual añade: «Sería
conveniente se enviaran credenciales a las nuevas directivas nombra-
das y si es posible una declaración a la prensa, adhiriéndose al trabajo
que aquí desempeñan los señores designados».50
La ciudad de Nueva York reclamaba la presencia urgente del delega-
do en el exterior y hacia allá dirigió sus pasos Léster Rodríguez. En
asamblea celebrada con el único fin de lograr la unidad, el Comité Obrero
Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos expuso sus puntos de
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
vista: «En los problemas de unidad hemos estado siempre a la vanguar-
dia de cualquier solución que vigorice el Movimiento, llegando hasta el
extremo de ofrecer la renuncia y la disolución del Comité a cambio de
lograr una sola organización [...] en New York». Agrega que: «[...] hemos
tenido la satisfacción de recibir las orientaciones del Delegado [...] al
cual le hicimos saber que nuestra organización está por la unidad incon-
dicionalmente».51 De igual modo se pronunció la fracción unitaria del
48
Frank País: Carta a Fidel Castro, Santiago de Cuba, 5 de julio de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo Frank País.
49
Léster Rodríguez: Carta a Frank País, Miami, 28 de julio de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo Léster Rodríguez, cuaderno l.
50
Léster Rodríguez: Informe no. 3, Nueva York, 19 de agosto de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo Léster Rodríguez, cuaderno l.
51
Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos: «Acta de Asamblea en Nueva
York» [s. f.], Oficina de Asuntos Históricos, Fondo del MR 26-7 en Nueva York.

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Comité Ortodoxo en carta a Léster Rodríguez: «Esta representación
del Comité Ortodoxo que lucha por esa unidad, la que hasta el presente
no se ha podido lograr, ante esta asamblea oficial [...] renuncia a todo
cargo [...] y aceptamos y nos sometemos en lo absoluto a la Dirección
Nacional […]».52
Con la fusión del Comité Obrero Democrático, Acción Cívica y los
ortodoxos unitarios, quedó constituida la representación del Movimiento
Revolucionario 26 de Julio en Nueva York, mediante una restructuración
desde la base –en ramales no menores de ocho personas presididos por
un Ejecutivo– con una Directiva Central en la cúspide de 23 miem-
bros.53 La instancia máxima era la Asamblea General, formada por la
Directiva y los secretarios generales de los ramales.
La gestión organizativa del delegado Léster Rodríguez se consumó
con la constitución en la ciudad de Chicago del Club Patriótico 26 de
Julio,54 y con la unificación de la colecta de fondos, al solicitar a la
Dirección Nacional «[...] enviar urgentemente una cantidad [...] de nues-
tros propios Bonos que circulaban en Cuba, para que así la Tesorería
General pueda tener control exacto sobre el dinero que recaudan fuera
de Cuba».55 A lo cual se sumó la oficialización del Comité de Exilados
y Simpatizantes del 26 de Julio en Costa Rica, el 28 de agosto del año
1957,56 donde comenzó a circular el periódico Cuba Libre; y la Delega-
ción del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en Puerto Rico, el 31
de octubre.57
52
Comité Ortodoxo de Nueva York adherido al Movimiento 26 de Julio: Carta al Delegado
Oficial de la Dirección Nacional, 16 de agosto de 1957 Oficina de Asuntos Históricos, Fondo
del MR 26-7 en Nueva York.
53
Pedro Miret y Gustavo Arcos: «A todos los cubanos residentes en New York», México, 15 de
septiembre de 1957, Oficina de Asuntos Históricos, Fondo de Pedro Miret, cuaderno VII.
54
Club Patriótico de Chicago: «Acta no. 1», Chicago, 6 de agosto de 1957, Centro de Estudios de
Historia Militar, Fondo del MR 26-7 en Chicago.
55
Léster Rodríguez: Informe no. 3, Nueva York, 19 de agosto de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo de Léster Rodríguez, cuaderno l. Ver Sergio López Rivero, María Antonia
Márquez Dolz y Zaida Puñón Riaño: Emigración y clandestinidad en el M-26-7. La emisión de
bonos, Editora Política, La Habana, 1990.
56
El Comité de Exilados y Simpatizantes del 26 de Julio de Costa Rica fue fundado el 19 de
agosto de 1957. En la ciudad de San José editaron el periódico Cuba Libre, del cual circularon
tres números en los meses de agosto, septiembre y noviembre.
57
La delegación del Movimiento en Puerto Rico, se fundó el 25 de septiembre de 1957. Léster
Rodríguez y Pedro Miret: Carta a Jacinto Vázquez, México, 3 de octubre de 1957. Pedro
Miret: Carta a Jacinto Vázquez, México, 12 de octubre de 1957. Léster Rodríguez: «A quien
pueda interesar» [s. l.], 31 de octubre de 1957, Archivo personal de Jacinto Vázquez.

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Problemas en torno a la unidad de la oposición contra la dictadura:
el Pacto de Miami

La unidad de la diversa, y en ocasiones divergente, oposición a la dicta-


dura, era una de las líneas estratégicas del Movimiento Revolucionario
26 de Julio. Sin embargo, en el primer semestre de 1957, dos razones se
agolparon para posponer el entendimiento. Una: la oposición tradicio-
nal no estaba dispuesta a reconocer la beligerancia de una organización
emergente en fase de consolidación. La otra: esta organización emer-
gente en fase de consolidación conquistaba la opinión pública mediante
su distanciamiento con el pasado político vigente, por lo que no debía
comprometerse con sus representantes. Era una reticencia mutua.
De tal modo, el único acuerdo del Movimiento al estallar la guerra
revolucionaria era el concertado en México con el Directorio Revolu-
cionario en el mes de agosto del año 1956. Esta conformidad de propó-
sitos era bien conocida en la emigración. El dirigente del Comité
Ortodoxo de Nueva York señaló ante una interrogante al respecto: «Todo
el mundo conoce la Carta de México [...]. No conozco, ni creo que exis-
ta ningún otro acuerdo o pacto».58 Lo cual refrendó el Comité Obrero
Democrático en una declaración al periódico La Prensa, aclarando así la
concepción del alineamiento: «El Movimiento Revolucionario 26 de Ju-
lio nunca ha pretendido tener el monopolio de la lucha contra la dictadu-
ra. Con la misma energía que hemos rechazado toda clase de pactos sin
principios, hemos abogado [...] por la unidad de acción de todos los que SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
quieran combatir la dictadura de Batista con las armas […]».59
No obstante, otra cosa sucedió en la segunda mitad del año 1957. La
fuerza ascendente de la insurrección armada, junto al prestigio de Fidel
Castro, exportado en letra impresa e imágenes por The New York Times y
la CBS, incidieron en la creación de una atmósfera propicia al diálogo
entre las organizaciones opositoras a la dictadura de Fulgencio Batista.
No es casual entonces que acudieran a la Comandancia General del
Ejército Rebelde, Raúl Chibás y Felipe Pazos. El primero era más que el
hermano del fundador del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), ali-
neamiento que gozaba del favor popular para las elecciones cercenadas
58
Patria, Nueva York, no. 1, 3 de febrero de 1957, p. 3.
59
La Prensa, Nueva York [s. f.], Oficina de Asuntos Históricos, Fondo del MR 26-7 en Nueva
York; Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos: «Llamamiento a la
unidad», Nueva York [s. f.], Oficina de Asuntos Históricos, Fondo del MR 26-7 en Nueva York.

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por el golpe castrense. Raúl Chibás era uno de los baluartes de la «orto-
doxia histórica», que sostenía la ideología del partido ante las derivacio-
nes que lo atomizaban.60 El segundo era un economista prestigioso, que
había transitado escrupulosamente por la dirección del Banco Nacional
de Cuba, durante el derrocado gobierno de Carlos Prío. Ambos eran
asociados a las principales fuerzas del escenario político tradicional cu-
bano. Ninguno las representaba oficialmente. De ese encuentro surgiría
el «Manifiesto de la Sierra Maestra», firmado el 12 de julio de 1957.61
A pesar de los ingentes esfuerzos de Fidel Castro por materializar una
radical declaración de principios, el bloque formado por los otros dos
interesados mutiló esta posibilidad. En esencia, el documento invocó la
creación de un frente revolucionario e indicó la designación, desde aho-
ra, de una figura que presidiera el gobierno provisional. A la vez, propuso
la celebración de elecciones en el término de un año y la realización de un
programa mínimo.62 Junto a ello, de gran importancia resultó el desechar
cualquier solución basada en Junta Militar o en la mediación de otra
nación en los asuntos internos de Cuba. Por último, con el ánimo de
viabilizar el diálogo acerca de la constitución del Frente Cívico Revolu-
cionario, declaraba que no era necesario discutir en territorio libre ya
que el Movimiento Revolucionario 26 de Julio podía estar representado
donde fuese necesario.

60
En el año 1955 se había logrado una relativa unidad en el Partido del Pueblo Cubano
(Ortodoxos) en Cuba, alrededor de la figura de Raúl Chibás, quien ocupó la presidencia del
Consejo Nacional Director. Más adelante, en agosto de 1956, las pugnas internas conducen a
la renuncia de este. A partir de aquí funcionaron dos Consejos Directores. Uno, encabezado
por Pelayo Cuervo (abstencionista, luego «ortodoxia histórica»), y otro por Emilio Ochoa
(electoralista). Carlos Márquez Sterling se separó y fundó la Ortodoxia Libre, después Partido
del Pueblo Libre. El 13 de marzo de 1957 fue asesinado Pelayo Cuervo y el Consejo Nacional
que presidía acordó no suplir la vacante hasta que el gobierno concediera garantías. La
directiva provisional quedó integrada entre otros, por Raúl Chibás, Manuel Bisbé y Roberto
Agramonte. Sin embargo, la incorporación de Raúl Chibás a la Sierra Maestra fue una acción
a título personal; «Declaraciones del Dr. Raúl Chibás al incorporarse a las fuerzas del Dr. Fidel
Castro, en la Sierra Maestra», Biblioteca Nacional, Fondo 1952-1958.
61
«Documentos para la Historia», Bohemia, La Habana, 28 de julio de 1957, p. 69.
62
«[...] libertad inmediata de todos los presos políticos, garantía absoluta para el ejercicio de los
derechos individuales y políticos [...]; designación de alcaldes provisionales en todos los muni-
cipios, para consulta con las instituciones cívicas; supresión del peculado y establecimiento de
la Carrera Administrativa; elecciones libres en los sindicatos y federaciones obreras; inicio
inmediato de una campaña intensa contra el analfabetismo; basamentos de una reforma
agraria; adopción de una política financiera sana y creación de nuevos empleos»; en «Docu-
mentos para la Historia», Bohemia, La Habana, 28 de julio de 1957, p. 69.

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En suma, el Manifiesto afirmó la presencia del Movimiento como
fuerza política ineludible en cualquier convenio oposicionista puesto
que: «La Sierra es ya un baluarte indestructible de la libertad que ha
prendido en el corazón de nuestros compatriotas [...]».
En un análisis retrospectivo sobre el alcance del «Manifiesto de la
Sierra Maestra», el comandante Ernesto Guevara aclaró:
No estábamos satisfechos con el compromiso pero era necesario;
era progresista en aquel momento. No podía durar más allá del
momento en que significara una detención en el desarrollo revolu-
cionario [...].
Nosotros sabíamos que era un programa mínimo [...] pero también
sabíamos que no era posible establecer nuestra voluntad desde la
Sierra Maestra y que debíamos contar durante un largo período con
toda una serie de «amigos» que trataban de utilizar nuestra fuerza
militar y la gran confianza que el pueblo ya sentía por Fidel Castro,
para sus manejos macabros y, por sobre todas las cosas, para man-
tener el dominio del imperialismo en Cuba [...].63
Ciertamente, la propuesta programática de alianza firmada en la Sie-
rra Maestra, tomó distancia del radicalismo básico de La historia me ab-
solverá y el «Manifiesto no. 1 del 26 de Julio al pueblo de Cuba». Así, los
términos «nacionalización» e «industrialización» fueron desterrados, tanto
como cualquier referencia a la dominación extranjera o a la solución de
los problemas de la salud y la vivienda. Igualmente, otros objetivos car-
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
dinales bajaron de tono o se convirtieron a la ambigüedad. De tal suer-
te, la confiscación de bienes malversados fue sustituida por la supresión
del peculado y el establecimiento de la carrera administrativa, la refor-
ma agraria degeneró en «basamentos», y la reforma integral de la ense-
ñanza se redujo a una campaña contra el analfabetismo. Por consiguiente,
el «Manifiesto de la Sierra Maestra» reclamó la garantía de la libertad
individual y la representatividad del poder, que caracterizaban al Esta-
do oligárquico liberal en Cuba antes del golpe militar de Fulgencio Ba-
tista. Al tiempo que le añadía ciertas «propiedades éticas» y protegía a
aquella doctrina del proyecto de transformación social, al reservar a la
revolución un «ámbito infranqueable»: la propiedad privada.

63
Ernesto Guevara: Escritos y discursos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1972, t. II,
p. 127.

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Empero, a pesar de que las intenciones del 26 debieron ajustarse a las
posibilidades imaginativas y potenciales de los visitantes serranos, el
«Manifiesto de la Sierra Maestra» va más allá de sus inconsecuencias
doctrinales: el 12 de julio de 1957 se esbozó un propósito colectivo de
subversión del poder político sobre dos pilares de la ideología revolu-
cionaria: insurrección armada y esfuerzo propio.
De forma inmediata, lo que parecía una opción de unidad causó con-
moción en la oposición tradicional burguesa64 y, en contraste, acepta-
ción en las filas del Partido Socialista Popular. El 31 de julio de 1957,
Carta Semanal puntualizaba al respecto: «Esa es la cuestión: reunirse
para discutir –pero reunirse todos– y discutir con vista a ponerse de
acuerdo acerca del programa mínimo del frente único y acerca de los
medios tácticos adecuados para afrontar la situación y llevar adelante la
lucha contra la tiranía».65
En el extranjero, las organizaciones adheridas al Movimiento Revo-
lucionario 26 de Julio propiciaron amplia divulgación a la reunión de la
Sierra. El periódico Batalla ofreció cobertura informativa en sus edicio-
nes del 21 de julio y el 4 de agosto de 1957; mientras, en esta última
versión, se refirió a la entrevista concedida por el secretario general del
Directorio Revolucionario, Faure Chomón, al diario Las Américas, don-
de expuso criterios concordantes sobre «La Unidad de Acción revolu-
cionaria».66
El rotativo Patria, el 15 de septiembre de 1957, hizo otro tanto, pero
con cierta prevención:
El Manifiesto al Pueblo de Cuba […] lo aceptamos sin reservas,
pero en su verdadero contenido, no en el que le quisieron dar los
oportunistas, los que están detrás de arreglos y de pactos que, como
el de Montreal, no resuelven nada y sí desprestigian a quienes lo
concertan.67
En esta ocasión, la concepción «antipactista» del Comité Ortodoxo
no le permitió equivocarse. La crítica a un fenómeno que se desató tras
las gestiones unitarias era razonable. La actitud aparentemente fraternal
64
Frank País: Carta a Fidel Castro, Santiago de Cuba, 19 de julio de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo Frank País.
65
Partido Socialista Popular: «A los Partidos, grupos y sectores oposicionistas. Al pueblo», Carta
Semanal, no. 207, 31 de julio de 1957.
66
Batalla, Nueva York, no. 9, 21 de julio de 1957, p. 2; no. 10, 4 de agosto de 1957, pp. 5, 6.
67
Patria, Nueva York, no. 8, 15 de septiembre de 1957, p. 6.

96

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de la Organización Auténtica y su líder Carlos Prío, no los confundió.
Era, sin dudas, el preámbulo de una maniobra política que desemboca-
ría de inmediato en el Pacto de Miami.
El 23 de junio de 1957, se advierte el primer paso visible de esa
gestión. El teatro Flagler de Miami albergó a una constelación de figu-
ras de filiación heterogénea,68 que se pronunciaron a favor de la unidad.
No por azar, las conclusiones de la jornada fueron reservadas al ex pre-
sidente Carlos Prío.69
En Nueva York, el Comité Obrero Democrático de Exilados y Emi-
grados Cubanos adherido al Movimiento Revolucionario 26 de Julio,
ofreció sus impresiones:
[...] Nosotros aquí mantendremos la línea independiente del Movi-
miento, aunque sí haciendo constar que somos ardientes partida-
rios de la Unidad en la Acción con todos los grupos y organizaciones
combatientes contra la Dictadura, pero no estamos interesados en
realizar actos conjuntos e invitar a Prío, pues creemos que por ese
camino lo único que vamos a conseguir es servirle de compañero
[...]. Si ese Sr. quiere de verdad ayudar a los que quieren combatir y
están combatiendo, debe traducirlo en hechos positivos, no en meras
palabrerías [...].70
En esta dirección, el 26 de julio de 1937, el periódico Patria propagó
una declaración acusatoria firmada por el Comité Ortodoxo de Nueva
York y los Clubes Patrióticos de Bridgeport y Union City:
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
[...] este Movimiento no tiene pactos ni compromisos de ninguna
índole con otra organización o persona ajena al mismo. Reciente-
mente un grupo de personas que se dicen ser representantes de

68
En el acto intervendrían Pascacio Lineras –dirigente obrero textil, muy vinculado a la Orga-
nización Auténtica–, Alberto Mora, por el Directorio Revolucionario 13 de Marzo; María
Tallet, por el Frente Cívico de Mujeres Martianas; Félix Martínez, enviado especial de la
Triple A de Aureliano Sánchez Arango; y algunos miembros del Movimiento en Miami, como
Edilberto Serrano y Lino Elías, que personalmente apoyaron la actividad.
69
Diario Las Américas, Miami, 25 de junio de 1957, Biblioteca Nacional, Fondo 1952-1958. En
una carta a Fulgencio Batista, el ex presidente reflejaba lo distanciado que estaba de la
doctrina revolucionaria: «Váyase Batista. Usted es el obstáculo [...]. Todos estamos dispuestos
a aceptar hasta una Junta Militar integrada, inclusive, por los mismos hombres que están hoy
bajo su mando [...]», en Batalla, Nueva York, no. 9, 21 de julio de 1957, pp. 4, 7.
70
Pablo Díaz: Carta a Pedro Miret, Nueva York, 13 de julio de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo del MR 26-7 en Nueva York.

97

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este Movimiento en la ciudad de Miami, efectuaron un acto con-
junto con organismos y personas que no tienen ni tendrán jamás
vinculación con nosotros [...].
[...] una revolución no es igual a una guerra […]. En la primera
entran en juego factores morales. En la segunda, es factor primero,
el interés material. Para la guerra hace falta mucho dinero. Para la
revolución, es necesario [sic] solo el valor y la moral.71
A pesar de estos contratiempos, los auténticos continuaron su ma-
niobra. En el mes de agosto, el periódico Corinthia, órgano oficial de la
Organización Auténtica en Nueva York, exhortaba a la oposición a una
definición acelerada que avizoraba nuevos intentos.72 En octubre, el
diario El Vigía, de filiación auténtica en Miami, incitó al compromiso:
«El Frente Unido Revolucionario no es detalle secundario o fenómeno
adjetivo, sino requisito primordial, condición imprescindible para la lu-
cha fructífera y el éxito favorable del empeño revolucionario».73
A partir de aquí, los acontecimientos se desarrollaron vertiginosa-
mente. La cuestión decisiva era atraer la participación del Movimiento
Revolucionario 26 de Julio. Felipe Pazos, huésped ya de Miami, aseguró
al respecto:
Al llegar a Miami, los ortodoxos habían aceptado concurrir a la
unidad con la FEU, el PRC y los Demócratas si el 26 concurría.
El Directorio condicionaba su asistencia a las discusiones si el 26
asistía. Dependía enteramente del 26 que la unidad se produjera o
se rompiera.74
El 19 de agosto, el delegado de la Dirección Nacional del Movimien-
to, Léster Rodríguez, daba cuenta del acercamiento de las organizacio-
nes oposicionistas: «Con respecto a P. (Carlos Prío) [...] y al D. (Directorio
Revolucionario) [...] te diré que sostuve una serie de entrevistas con

71
Patria, Nueva York, no. 7, agosto de 1957, p. 2.
72
Corinthia, Nueva York, agosto de 1957. En La Habana, el presidente del Partido Revolucio-
nario Cubano (Auténtico), Manuel Antonio de Varona, expresaba sin rodeos: «Ni continuismo,
ni manigua; acuerdo decoroso». Y, al indagarse sobre la posición de Carlos Prío declaraba:
«[E]stoy autorizado para decir que si la libertad y la paz se alcanzaran por vías pacíficas, él sería
el primero en saludar alborozado [...]», Bohemia, La Habana, 14 de julio de 1957, p. 70.
73
Al Combate, Nueva York, no. 3, 10 de octubre de 1957, p. 6.
74
René Ramos Latour: Carta a Fidel Castro, Santiago de Cuba, 9 de octubre de1957, Oficina de
Asuntos Históricos, Fondo René Ramos Latour.

98

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ellos para coordinar planes de tipo militar, única y exclusivamente [...]».
En el Informe no. 3, el Delegado agregaba que, recientemente, había
tenido la oportunidad de comprobar las turbias intenciones del ex presi-
dente Carlos Prío, al evadir este el reclamo a secundar con las armas la
huelga que se desató en Santiago de Cuba al ser asesinado Frank País.
«[C]reo que en el futuro tampoco es recomendable [...] (añadía) [...] puesto
que en el momento que más falta le hacían a Cuba, negaron que poseían
el material que en estos días le han ocupado y que es de una cuantía tal
que mueve a indignación».75
Sin embargo, inesperadamente, el 15 de octubre de 1957, se dio a la
publicidad el denominado Pacto de Miami, firmado por el delegado de
la Dirección Nacional, y el recién firmante del «Manifiesto de la Sierra
Maestra», Felipe Pazos. La razón aludida para ejecutar un paso de tal
envergadura era que:
[...] Todas las Organizaciones allí representadas tenían poderes ple-
nos para actuar y que pidieron 46 horas, tiempo que estimaron
suficiente para consultar a la Dirección Nacional y tener respuesta,
y habiendo transcurrido dicho plazo y ante la insistencia de apro-
vechar la última reunión de la SIP (Sociedad lnteramericana de
Prensa) [...] para dar a la publicidad el acuerdo de unidad, dieron su
consentimiento, pero reservándose siempre el derecho de separar-
se si la Dirección así lo dispusiese.76
El pacto se materializó en el Documento de la unidad de la oposición cuba-
na frente a la dictadura de Batista,77 cuyos signatarios fueron: el Partido SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
Revolucionario Cubano (Auténtico), la Organización Auténtica, el Di-
rectorio Obrero Revolucionario,78 la Federación Estudiantil Universita-
ria, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, el Partido del Pueblo
Cubano (Ortodoxos), y la delegación no autorizada del Movimiento Re-
volucionario 26 de Julio.
75
Léster Rodríguez: Informe no. 3, Nueva York, 19 de agosto de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo Léster Rodríguez.
76
Luis María Buch: Informe a la Dirección Nacional del MR 26-7 [s. l.], [s. f.], Oficina de
Asuntos Históricos, Fondo Luis María Buch.
77
Documento de unidad de la oposición cubana frente a la dictadura de Batista, Miami, 15 de octubre de
1957, Biblioteca Nacional, Fondo 1952-1958, no. 42.
78
En una carta a Fidel Castro fechada el 20 de noviembre de 1957, Raúl Castro apuntaba que
esta organización era desconocida en Cuba (Raúl Castro: Carta a Fidel Castro, Sierra Maestra,
20 de noviembre de 1957, Oficina de Asuntos Históricos, Fondo Raúl Castro). Sus represen-
tantes eran Ángel Cofiño, Pascacio Lineras y Marcos A. Hirigoyen.

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La declaración se iniciaba con la denuncia al mundo del régimen de
terror y violación de los derechos humanos que la tiranía de Batista
sostenía en Cuba. Y, a continuación, destacaba las distintas formas de
lucha que demostraban la inconformidad del pueblo de Cuba, en este
orden: la opinión pública, el movimiento de resistencia, las institucio-
nes cívicas, la rebeldía de las juventudes, y el estado de guerra civil
sustentado durante 10 meses en la Sierra Maestra por las fuerzas del
MR 26-7 y en el resto del territorio nacional por todos los sectores revo-
lucionarios.
Matizaba la declaración el deseo de halagar al gobierno estadouni-
dense. «Expresamos nuestra gratitud a la prensa democrática de los
Estados Unidos [...]», indicaba en una de sus partes, mientras la alaban-
za al «Honorable Embajador Earl Smith» completaba otra y la referen-
cia a «la gran democracia del Norte» era el preámbulo a sus 10 bases
programáticas. Todo como complemento de un acto de fe anticomunista,
que declaró al plenario contrario «[...] a toda forma de dictadura y a toda
forma de totalitarismo».
Las bases programáticas estimulaban el incremento de la lucha con-
tra el régimen de Batista –la primera–, bajo la conducción –la segunda–
de una Junta de Liberación Cubana. La base tercera acuñaba la aspiración
al orden constitucional; mientras la cuarta, precisaba que la única solu-
ción era el cese de la situación actual y la proclamación de un gobierno
provisional que convocara a elecciones. Advirtiendo, en su base quinta,
que el presidente provisional no podía figurar como candidato a cargo
electivo alguno; los gobernadores, alcaldes o ministros, debían cesar en
sus cargos con seis meses de antelación si pretendían ser postulados. La
base sexta esbozaba una doctrina elemental,79 similar al liberalismo «éti-
co» del «Manifiesto de la Sierra», que orientara la gestión del gobierno
79
a) Inmediata libertad de todos los presos políticos, civiles y militares; b) Restablecimiento de
las libertades públicas; c) Establecimiento de sistemas efectivos de control y sanciones que
erradiquen el peculado; d) Establecimiento de la carrera administrativa; e) Elevación progre-
siva de la eficiencia del Estado en la prestación de servicios, con especial atención a la
educación popular, a la educación técnica, a la investigación científica y a la conservación de
nuestros recursos naturales a través de los organismos adecuados; f) Saneamiento de las
instituciones violentadas y adulteradas por la dictadura; g) Preservación de la estabilidad
monetaria y canalización del crédito hacia fines productivos; h) Establecimiento de las bases
para la Reforma Agraria; i) Depuración de los organismos sindicales para la colaboración de
elecciones libres; j) Creación de nuevos empleos y elevación del nivel de vida de los trabajado-
res y campesinos mediante el desarrollo de nuevas industrias y el fomento de la agricultura y
la minería.

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provisional y, la séptima, apoyaba las denuncias acerca de la violación
de los derechos humanos en Cuba, solicitaba el cese del envío de armas
a la dictadura por parte del gobierno estadounidense, e indicaba la ne-
cesidad de gestionar la condición beligerante de la Junta.
Por último, la octava base invitaba a las instituciones y corporaciones
económicas a adherirse; la novena, planteaba el propósito de apartar a
las fuerzas armadas de las luchas políticas y garantizar su adecuada or-
ganización, luego de convocarlas a unirse al proyecto de liberación na-
cional; al tiempo que la décima, hacía votos por la cohesión necesaria
para completar la obra en la cual se encontraban enfrascados.
En síntesis, la Junta de Liberación Cubana, que funcionaría con los
delegados de cada organización –en calidad de Cámara Consultiva– y
un Ejecutivo o gobierno provisional en el exilio «[...] llevaría el peso de
ejecutar y dar conocimiento a los acuerdos y disposiciones que se dic-
ten, así como sería [...] responsable de las relaciones públicas [...], es
decir, [...] (representaría) [...] al Poder Ejecutivo del Gobierno en el Exi-
lio, el cual designaría de su seno al Presidente Provisional [...]».80 Ade-
más, exigía «unificación de mando» en la utilización del apoyo bélico y
financiero. En otras palabras, dirigiría el destino de la revolución.
La noticia del Pacto de Miami sorprendió a la Dirección Nacional del
Movimiento Revolucionario 26 de Julio. «[N]osotros tuvimos conoci-
miento de la misma, por la misma vía que la conoció el pueblo de Cuba»,81
argumentó Armando Hart a Fidel Castro; a la vez que René Ramos
Latour afirmaba: «[L]os politiqueros parándose encima de nuestros ca-
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
dáveres, pretenden alzarse e igualarnos en altura».82
Empero, por la dificultad en las comunicaciones con la Sierra Maes-
tra, el frente clandestino tuvo que asumir la responsabilidad de solucio-
nar el problema consumado. En esta situación, la decisión no fue
desarticularlo, sino encauzarlo hacia el convenio de la Sierra. «Nosotros
no nos hubiéramos atrevido [...] (precisó Amando Hart a Celia Sánchez)
[...] a la declaración pública de rompimiento sin antes consultar con
80
Luis María Buch: Informe a la Dirección Nacional del MR 26-7 [s. l], [s. f.], Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo de Luis María Buch, no. 93. Como presidente de la Junta de Liberación fue
elegido el dirigente del PRC (A), Manuel Antonio de Varona, Boletín de la Junta de Liberación
Cubana [s. l.], no. 1, 24 de noviembre de 1957, p. 1.
81
Fragmento de una carta de Armando Hart a Fidel Castro, citada por Raúl Castro en su misiva
al líder de la Revolución, el 20 de noviembre de 1957, ob. cit. (en n. 78).
82
René Ramos Latour: Carta a Fidel Castro, Santiago de Cuba, 4 de noviembre de 1957, Oficina
de Asuntos Históricos, Fondo René Ramos Latour.

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Fidel [...]».83 De este modo, la posición de la Dirección Nacional fue
enviar un delegado a discutir los criterios divergentes –misión que de-
sempeñó Luis María Buch–,84 ofreciendo como plazo hasta el 1ro. de
diciembre; mientras se hacían las gestiones para concurrir a una reunión
de los dirigentes del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en la Sierra
Maestra.
En este trayecto, la propia militancia del Movimiento desaprobó la
Junta de Liberación. La clandestinidad, enfatizó Armando Hart, «[...]
siempre hubo de rechazar los pronunciamientos de unidad».85 La emi-
gración tampoco se abstuvo de tomar posiciones. En el diario La Repú-
blica, el Comité de Exilados y Simpatizantes del 26 de Julio de Costa
Rica publicó el documento titulado «Contra la mediación Fidel Castro y
el MR 26-7»:
El Comité del MR 26 de Julio de Costa Rica emplaza [a] los [...]
mediacionistas para que definan públicamente su postura. Una cues-
tión tan trascendental que afecta el destino de nuestra nacionali-
dad, no puede ser negociada a espaldas de un pueblo que tan
gallardamente se bate contra la tiranía y rechaza por experiencia
histórica las intervenciones y mediaciones que frustraron lo mejor
de su independencia y de la revolución antimachadista.86
En Cayo Hueso, el Club Patriótico 26 de Julio elaboró el «Manifiesto
al pueblo cubano y a los cubanos de la emigración y sus descendientes»:
El Club 26 de Julio de Cayo Hueso, fundado por su máximo líder,
Fidel Castro, no solo fue fundado para liberar a Cuba de la san-

83
Armando Hart: Carta a Celia Sánchez, Santiago de Cuba, 6 de diciembre de 1957, Oficina de
Asuntos Históricos, Fondo Armando Hart. Todo el proceso que abarca los antecedentes, la
rúbrica del Pacto y su destino posterior, transcurrió mientras en la Sierra Maestra el Ejército
Rebelde resistía la llamada Ofensiva de Invierno de la tiranía, cuyo plan de operaciones
consideraba las siguientes etapas: R1 (12 de octubre-2 de noviembre), R2 (2 de noviembre-5 de
diciembre), R3 (5 de diciembre-19 de enero), 4 (19 de enero hasta la aprobación del plan Fase
Final), ver Martha V. Álvarez y Sergio Ravelo López: «Brazo armado del pueblo», Bohemia, La
Habana, 17 de julio de 1987, pp. 58-63.
84
Luis M. Buch se vinculó al MR 26-7 desde finales del año 1956. En 1957 laboró en el
Movimiento de Resistencia Cívica. La Dirección Nacional del 26 lo responsabilizó, primero,
con indagar acerca de las gestiones de unidad que se realizaban en Miami, exponiendo los
criterios contrarios; y trasladar, después, la réplica de Fidel Castro.
85
Armando Hart: Carta a Celia Sánchez, Santiago de Cuba, 6 de diciembre de 1957, ob. cit. (en
n. 83).
86
Centro de Estudios de Historia Militar, Fondo del MR 26-7 en Costa Rica.

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grienta tiranía [...] sino también, para ampararla de la consuetudi-
naria burla de sus sempiternos políticos de oficio… ¡Con el único
que el Movimiento 26 de Julio y el Dr. Fidel Castro han hecho
pacto, es con el pueblo de Cuba!87
Entretanto, en medio de la ofensiva de invierno lanzada por la tira-
nía, el día 20 de noviembre de 1957 arribó la noticia a la Sierra Maestra,
y el 14 de diciembre, después de valorar el pensamiento de la Dirección
Nacional, Fidel Castro elaboró la réplica oficial revolucionaria.88
El documento se iniciaba con un esbozo del deber moral, patriótico e
histórico que lo motivaba, tras haber recibido la noticia sorpresiva de
las bases del pacto de unidad porque, aludía, el Movimiento Revolucio-
nario 26 de Julio «[...] no designó ni autorizó ninguna delegación para
discutir dichas negociaciones» y, por lo tanto, se trataba de «un engaño
al país, [...] un engaño al mundo».
Más adelante, impugnaba la ausencia de dos principios cardinales en
la concepción revolucionaria, presentes antes en el «Manifiesto de la
Sierra». «Suprimir en el documento de unidad [...] (enfatizaba Fidel Cas-
tro) [...] la declaración expresa de que se rechaza todo tipo de interven-
ción extranjera en los asuntos internos de Cuba, es de una evidente
tibieza patriótica y una cobardía que se denuncia por sí sola». «Lo más
nefasto que pudiera sobrevenir a la nación [...] (añade) [...] por cuanto
estaría acompañada de la ilusión engañosa de que el problema de Cuba
se ha resuelto con la ausencia del Dictador, es la sustitución de Batista
por una Junta Militar». Todo lo que resume en una máxima de la ideolo- SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
gía revolucionaria. «Si no hay fe en el pueblo, si no se confía en sus
grandes reservas de energía y de lucha, no hay derecho en poner las
manos sobre su destino para torcerlo […]».
Otros aspectos del «pacto» también fueron rechazados. Por una par-
te, era inaceptable que la Junta de Liberación aprobara o no el gabinete
del gobierno provisional; por otra, el MR 26-7 reclamaba la función de
mantener el orden público y reorganizar las instituciones armadas de la

87
Club Patriótico de Cayo Hueso: «Manifiesto al pueblo cubano y los cubanos de la emigración
y sus descendientes», Cayo Hueso, 27 de noviembre de 1957, Archivo personal de Gustavo
Zorrilla.
88
Fidel Castro: «Señores dirigentes del Partido Revolucionario Cubano, Partido del Pueblo
Cubano, Organización Auténtica, Federación Estudiantil Universitaria, Directorio Revolu-
cionario y Directorio Obrero Revolucionario», Sierra Maestra, 14 de diciembre de 1957,
Biblioteca Nacional, Fondo 1952-1958, folleto no. 6.

103

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República. Sobre todo: «La dirección de la lucha contra la tiranía está
y seguirá estando en Cuba y en manos de los combatientes revolucio-
narios».
A continuación, reiteraba el interés de la Dirección Nacional en coor-
dinar, en Cuba, planes específicos y hechos concretos que estimularan
el derrumbe de la tiranía para de inmediato plantear las medidas inapla-
zables al producirse el colapso del régimen,89 y proponer al magistrado
de la Audiencia de Oriente, Manuel Urrutia Lleó, como futuro presi-
dente del gobierno provisional.90 «Si se rechazan nuestras condiciones
(concluía) [...] seguiremos solos la lucha [...]» porque, había sentencia-
do, «[...] lo importante para la Revolución no es la unidad en sí sino las
bases de dicha unidad, la forma en que se viabilice y las intenciones
patrióticas que la animen», y, «[...] para caer con dignidad no hace falta
compañía».
Finalizaba pues el año 1957 junto a la desarticulación de la Junta de
Liberación Cubana. Tal era la autoridad del Movimiento Revoluciona-
rio 26 de Julio, que bastó su resuelta réplica para destruir la desatinada
maniobra donde, además, no todo resultó negativo. Así lo explicaba el
comandante Ernesto Guevara: «El enemigo nos ayudó con su traición
a romper lazos incómodos y demostrar al pueblo sus verdaderas in-
tenciones».91
De un lado, era fácil percibir, el Documento de la unidad de la oposición
cubana frente a la dictadura de Batista, firmado en Miami, era un paso atrás
en relación con el culto al «esfuerzo propio» para tomar el poder políti-
co, que había propuesto el «Manifiesto de la Sierra Maestra». De otro, la

89
El desplazamiento del Congreso espurio, funcionarios y dirigentes de la CTC vinculados al
dictador, no se haría esperar; al igual que la libertad de los presos políticos y el encauzamiento
de los que tuvieran complicidad con el régimen. El nuevo gobierno se regiría por la Constitu-
ción de 1940 y su ejecutivo asumiría las funciones legislativas del Congreso, teniendo como
tarea principal conducir al país a elecciones generales y desarrollar el programa mínimo ex-
puesto en el «Manifiesto de la Sierra Maestra». Además, decidiría cómo constituir el nuevo
Tribunal Supremo –luego de disolver el impotente actual– que se dedicaría a reorganizar todos
los tribunales del país.
90
Las causas para su designación fueron: primero, su posición ante la causa de los expediciona-
rios del Granma, donde declaró que «[...] organizar una fuerza armada contra el régimen no era
delito, sino perfectamente lícito, de acuerdo con el espíritu y la letra de la Constitución y la Ley
[...]»; segundo, que su vida «[...] consagrada a la recta administración de justicia, es garantía de
que tiene la suficiente preparación y carácter para servir de equilibrio a todos los intereses
legítimos [...]» y, tercero, que nadie puede ser tan equidistante de partidarismos «[...] ya que no
pertenece a ninguna agrupación política [...]».
91
Ernesto Guevara: Ob. cit. (en n. 63), t. II, p. 127.

104

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opinión pública conoció de la situación de la oposición política tradi-
cional que pretendió, desde el extranjero, ejercer o al menos compartir
la dirección de la revolución. Y, en este particular, se impone una
distinción entre los motivos esenciales que impulsaron los «represen-
tantes» del Movimiento Revolucionario 26 de Julio a refrendar el docu-
mento. Léster Rodríguez fue víctima de aquella concepción política
tradicional, de la cual Felipe Pazos era un exponente.
Es conocido que la misión del primero, como delegado en el exterior
del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, se reducía a «organizar y
vincular» a la emigración, aunque también a viabilizar el apoyo bélico.
Incluso, tras sus diligencias cohesionadoras, su labor se había dedicado
más a este último aspecto.92 En dicho acontecer, diversos contratiem-
pos habían dilatado los resultados.93 De tal suerte, cuando los auténti-
cos prometieron sus recursos materiales, luego de consumada la unidad
como condición previa, su firma refrendó el documento.
Más adelante, cuando su participación en el pacto fue cuestionada
por la Dirección Nacional, Léster Rodríguez asumió toda la responsabi-
lidad «[...] basado en el criterio siempre mantenido por él, de que es
indispensable contar con el material suficiente para hacer la guerra y era
el único medio que tenía a su alcance para conseguirlo […]».94
Otros motivos inspiraron al ex presidente del Banco Nacional de Cuba
durante el gobierno de Carlos Prío, quien recién firmaba un manifiesto
unitario con el líder de la revolución.
Los argumentos de Felipe Pazos pueden sintetizarse de la siguiente
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
forma: primero, que no existían razones para rechazar la unidad ya que,
«[…] al invitarnos [...] se nos ofrecía aceptar todos los planteamientos
del Manifiesto de la Sierra, excepto incluir en forma expresa en el docu-
mento público nuestros pronunciamientos: 1) contra la intervención, y
2) contra la junta militar, y dejando abierto a discusión 3) la forma de
92
El 30 de octubre de 1957 una carta de Fidel Castro institucionalizaría el Comité del Exilio.
Léster Rodríguez sería designado responsable de Asuntos Bélicos.
93
«La lancha torpedera que teníamos, por una serie de indiscreciones y de incapacidades la
hemos perdido ya que el que la regalaba se acobardó a última hora. Esto da por resultado que
no tengamos modo para trasladar lo poco que tenemos y sobre todo los proyectiles que
tanta falta hacen, no obstante si tú consideras que es imprescindible el traslado sin esperar
respuesta de la gestión grande, creo que podamos resolverlo comprando un barco pequeño
que pueda hacer la travesía», Léster Rodríguez: Informe no. 4 [s. l.], 9 de septiembre de 1957,
Oficina de Asuntos Históricos, Fondo Léster Rodríguez, cuaderno l.
94
Luis María Buch: Informe a la Dirección Nacional del MR 26-7 [s. l.], [s. f.], Oficina de
Asuntos Históricos, Fondo Luis María Buch, no. 93.

105

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elegir el gobierno provisional [...]»95 –sin duda los puntos programáticos
trascendentales del documento del 12 de julio–; segundo, que rechazar
la unidad «[…] pondría en peligro la supervivencia de nuestros hombres
en la Sierra […]» y, en gran , medida, «[…] arriesgar el triunfo mismo de
la revolución».96 «¡Nosotros (exclamaría Raúl Castro) [...] que salimos
dos veces de la nada y estamos acostumbrados a valernos solos!»97 y,
tercero, porque ese pacto era «[…] el paso más firme que contra el régi-
men de Batista se había realizado [...]».98 Esto último, naturalmente,
resume su pensamiento.
En realidad, la Junta de Liberación cubana, viciada en sus orígenes
por su falsa representatividad, anduvo el tiempo que le costearon sus
propulsores sin una sola diligencia trascendente.99 Y, si alguna impor-
tancia tuvo, fue precisamente la experiencia que aportó y la réplica que
provocó, lo cual fue evidencia de un paso de avance en el ideario revo-
lucionario.
Desde el punto de vista ideológico, entre el 12 de julio y el 14 de
diciembre de 1957 el ascenso fue notable, y no precisamente por un
ascenso de radicalismo en el programa mínimo de la revolución. Llama
la atención, incluso, que sobre el particular la dirección del Movimiento
Revolucionario 26 de Julio no añadiera una sola palabra. Notable sí fue
la diferencia, pero el índice de cambio no señala al futuro programa del
gobierno provisional, sino a las «reglas del juego» para ponerlo en prác-
tica. Dos eran los cursos de acción que se proponían. En cuanto a la
solución de la toma del poder político, la convocatoria del 12 de julio
había brindado la fórmula (ni junta militar ni injerencia extranjera), a lo
cual ahora solo se sumaba algo que parecía obvio: la dirección de la
revolución está «[…] en Cuba y en manos de los combatientes revolu-

95
Luis María Buch: «Informe de actividades» [s. l.], 28 de diciembre de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo Luis María Buch.
96
René Ramos Latour: Carta a Fidel Castro, Santiago de Cuba, 9 de octubre de 1957, Oficina de
Asuntos Históricos, Fondo René Ramos Latour.
97
Raúl Castro: Carta a Fidel Castro, Sierra Maestra, 20 de noviembre de 1957, ob. cit. (en n. 78).
98
Luis María Buch: Informe a la Dirección Nacional del MR 26-7 [s. l.], [s. f.], Oficina de
Asuntos Históricos, Fondo Luis María Buch, no. 93.
99
El día 24 de noviembre apareció el Boletín de la Junta de Liberación Cubana, como resumen de las
actividades desplegadas durante su lapso histórico de existencia. En este número hacen un
recuento de las arbitrariedades del régimen dictatorial en Cuba, explican la visita de sus
delegados a la cancillería de Washington solicitando el cese del envío de armas a Batista,
saludan a los militares dignos del país e invitan a la población cubana a cooperar en un
programa desestabilizador de la dictadura.

106

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cionarios». En el poder, y esto sí es noticia, la base era la subversión
total de las fuerzas armadas y los poderes del Estado. El mensaje era
fácil de traducir. Mientras «el blanco» del documento inicial era el 10 de
marzo de 1952, el de la réplica serrana era el 20 de mayo de 1902. Uno
apuntaba al golpe de Estado, el otro a los cimientos de un modelo polí-
tico que se inauguró 50 años antes. La clave era transparente. El 26
dejó de apuntar al efecto y puso la causa en la mirilla. Entonces, la
revolución emergió consolidada.

El comité del exilio. La constitución

Inmerso en este acontecer, el 30 de octubre de 1957, una carta de Fidel


Castro100 institucionalizó el Comité del Exilio del Movimiento Revo-
lucionario 26 de Julio, con sede en Nueva York, integrado por tantas
secretarías como tareas reclamaba la revolución del frente de los emi-
grados cubanos: en Propaganda y Relaciones Públicas, Mario Llerena;
en Organización, Carlos Franqui; 101 en Asuntos Bélicos, Léster
Rodríguez; en Finanzas, Raúl Chibás. En este instante, el centro direc-
tor de la emigración se trasladó a Estados Unidos.
Una nueva misiva, fechada el 9 de enero de 1958, apoyó con todo
rigor las actividades del Comité, para lograr efectividad en el auxilio
externo. En tal sentido orientaba: «A ese Comité deben quedar subordi-
nadas absolutamente todas las actividades de los miembros de nuestra
organización en el extranjero». Y añaden que, solo a través de sus dele- SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
gados «[…] se lleven a cabo las recaudaciones y se orienten las activida-
des [...]», y que su autoridad lo amparaba para «[…] reestructurar todos
los Comités locales y separar públicamente del Movimiento a cualquier
miembro que no cumple sus instrucciones».102

100
Fidel Castro: Carta a Mario Llerena, Sierra Maestra, 10 de octubre de 1957, Oficina de
Asuntos Históricos, Fondo Fidel Castro. En el contenido de la carta se proponía su designa-
ción como presidente «[...] para que en cualquier reunión o gestión puedas representar al
Comité con amplio voto de confianza [...]».
101
Carlos Franqui era redactor en La Habana del periódico Revolución. El 7 de marzo de 1957 fue
detenido por la policía batistiana y, luego de salir en libertad provisional, se asiló en la
embajada de Ecuador. El 5 de septiembre de 1958 arribó a San José de Costa Rica, donde se
integró al Comité 26 de Julio.
102
Fidel Castro: «Carta a los exilados y emigrados cubanos», Sierra Maestra, Nueva York, no. 1,
marzo de 1958, p. 4.

107

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La designación de una dirección centralizada fue acogida con bene-
plácito en la emigración. El principal obstáculo resultó el Comité Orto-
doxo de Nueva York el cual, en contraste con las facultades otorgadas,
se proclamó anfitrión de un «Congreso del 26 de Julio».103 El evento, a
efectuarse los días finales del mes de marzo de 1958, se hizo público el
23 de febrero, con la convocatoria y sus argumentos.104 Se dirá que el docu-
mento no cuestionaba la Dirección Nacional del Movimiento Revolu-
cionario 26 de Julio; tampoco cabe abrigar dudas acerca de su propósito
de viabilizar una «ayuda definitiva al Dr. Castro». Sin embargo, lo cierto
es que cualesquiera que fueran sus motivos intrínsecos, al mostrar su
incompatibilidad con la dirección revolucionaria de la emigración, al
promover otra alternativa, desobedeciendo la orientación del máximo
liderazgo veintiseísta, el Comité Ortodoxo de Nueva York frenaba la
unificación y la centralización de funciones que demandaba la estructu-
ra del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.
Otra vez el Comité Ortodoxo pecó de exceso y la militancia desacre-
ditó más las funciones que se habían atribuido. «[…] El Congreso ha
sido suspendido (aludían) [...] al no poder contar con la colaboración
del Club de Cayo Hueso [...] de Panamá, México, Venezuela [...] (etc.)».105
El epílogo fue su expulsión, en el mes de marzo, de las filas del Movi-
miento Revolucionario 26 de Julio.106
En este momento histórico, el frente exterior del 26 amplió sus rami-
ficaciones en Estados Unidos, Centroamérica, el Caribe; y se extendió a
Sudamérica. En algunos casos, reflejando la labor de grupos de emigra-
dos cubanos en esos países, en otros, el interés de mantener latente la
beligerancia del Movimiento donde no existía un asentamiento consi-
derable.
En Estados Unidos, los Clubes Patrióticos 26 de Julio sostenían su
estructura original en Bridgeport, Union City, Washington y Chicago, a
la vez que el Comité del Exilio añadió representantes (delegados) a

103
Mario Lecour y Carlos L. Torrens: Carta a Mario Maró y Gustavo Zorrilla, Nueva York, 10 de
marzo de 1958, Oficina de Asuntos Históricos, Fondo del MR 26-7 en Nueva York.
104
Comisión Organizadora: «Manifiesto al Congreso del Movimiento Revolucionario 26 de Ju-
lio», Nueva York, 23 de febrero de 1958, Oficina de Asuntos Históricos, Fondo del MR 26-7 en
Nueva York.
105
Orestes Noa: Carta a Gustavo Zorrilla, Nueva York [s. f.], Oficina de Asuntos Históricos,
Fondo del MR 26-7 en Nueva York.
106
También fueron expulsados José Infanzón y León R. Ciordi, del Club de Chicago, Sierra
Maestra, Nueva York, no. 1, 30 de marzo de 1958, p. 8.

108

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Miami, Tampa y Cayo Hueso. En Nueva York se mantuvo el trabajo
más o menos efectivo de los ramales orientados por su Directiva Cen-
tral;107 y en otras localidades, se sumaron los «Comités 26 de Julio» ge-
nerados por emigrados cubanos en Los Ángeles, Boston y San Francisco.
En Centroamérica, el Comité de Exilados y Simpatizantes del 26 de
Julio de Costa Rica proseguía la propaganda, aunque su órgano, Cuba
Libre, dejó de circular por falta de recursos financieros y su gestión se
dedicó cada vez más a la preparación de una expedición armada. Ade-
más, el Comité del Exilio designó delegados para unificar el trabajo en
México, reconocer la labor en Panamá, y propagar el ambiente revolu-
cionario a Honduras y El Salvador.
En el Caribe, la delegación de Puerto Rico se había fortalecido en la
capital, San Juan, y erigía filiales en San Germán e Isabela, al tiempo
que el Comité del Exilio renovaba allí su representación oficial.
Simultáneamente, en América del Sur, un delegado apoyó la recién
fundada Sección Venezuela –19 de febrero de 1958–, y otro fue nom-
brado para extender la influencia de la revolución a Uruguay, Chile y
Argentina, donde coincidió con la agrupación de emigrados cubanos.
En Perú, un conjunto de personalidades políticas, simpatizantes de la
revolución cubana, habían constituido el Movimiento Pro Liberación
de Cuba. La secretaria económica de esta entidad, Hilda Gadea –espo-
sa del comandante Ernesto Guevara– fue seleccionada por el Comité
del Exilio como su delegada en Lima.108
107
El ramal no. 13, «Juan Manuel Márquez», es un caso ilustrativo. Fundado el 11 de octubre de
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
1957, tenía como secretaria general a Elvira Rodríguez. Las reuniones –en el local central del
206 de Amsterdam Ave.– tenían una frecuencia semanal, y comenzaban con un minuto de
silencio «[...] a los héroes caídos por la libertad de Cuba». Luego se leía y aprobaba el acta de la
reunión anterior, pasando posteriormente a los asuntos particulares que los convocaban,
donde siempre se repetía la recaudación de fondos. En la reunión correspondiente al 24 de
abril de 1958, se propuso enviar una carta a «[...] la Dirección General del Movimiento
reclamando las promesas [de] [...] que pronto se vería solucionado el problema de la unidad de
todos los grupos del Movimiento en la ciudad de New York [...]», Archivo personal de Elvira
Rodríguez.
108
Un documento del Comité del Exilio reproducido por Sierra Maestra (Nueva York, no. 1,
marzo de 1958, p. 8) se refería a los lugares donde el Movimiento estaba representado en el
exterior. Sin embargo, era una relación incompleta. En Estados Unidos, no se mencionaban
las conocidas agrupaciones de Union City, Tampa y Cayo Hueso, donde funcionaba también la
Agrupación de Mujeres Martianas de Cayo Hueso. Ver: Entrevista a Guillermo León Antich
realizada por el autor, La Habana, 7 de julio de 1986; Gustavo Zorrilla: Ob. cit. (en n. 10);
Emilia Carbó Nodarse: Autobiografía [s. l.], [s. f.]. Además, en territorio estadounidense fun-
cionaban dos alineamientos de reciente promoción: Los Ángeles y San Francisco; Patria,
Nueva York, no. 9, 25 de octubre de 1957, p. 8. Israel Tápanes: Carta a Pedro Miret, Los

109

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En este contexto, el Movimiento de Resistencia Cívica (MRC) apare-
ció como complemento en Miami y Nueva York. El MRC, fundado en
Santiago de Cuba a comienzos de 1957, tenía una organización celular
basada en «letras» que identificaban a los alineamientos –en combina-
ción con los números consecutivos que diferenciaban a sus miembros–.
La estructura, que evitaba los amplios Ejecutivos, al centralizar las
responsabilidades en un jefe de ramal, un organizador y un tesorero,
junto con la similitud de las tareas encomendadas con las del frente
exterior del movimiento, resultó una opción unitaria ante las divergen-
cias tradicionales. En ambas ciudades circuló Resistencia, su órgano ofi-
cial, cuyo precio era: «El que desee pagar para ayudar a nuestra causa».109
Esta expansión del MR 26-7 en el extranjero, era el resultado del flujo
continuo y creciente de cubanos hacia el exterior, que se desató a partir
del inicio de la guerra revolucionaria, el cual, como tendencia, era moti-
vado más por factores derivados de la represión política en Cuba, que
por cualquier variante de atracción foránea, aun cuando Estados Uni-
dos seguía constituyendo el principal centro receptor. Tal tendencia se
correspondía con el auge de la insurrección en el país que alcanzó un
clímax momentáneo en el entorno de la convocatoria a la huelga gene-
ral del 9 de abril de 1958.

Ángeles, 14 de diciembre de 1957, Centro de Estudios Histórico Militares. Entrevista a Bladimiro


Murillo, realizada por el autor, La Habana, 29 de julio de 1988. Entrevista a Gabriel Piedra,
realizada por el autor, La Habana, 26 de febrero de1988. Por último, en el mes de abril se
designaron las delegaciones de Perú, Argentina, Uruguay y Chile; a la vez que se nombró un
nuevo representante en Puerto Rico, ya que el anterior «ha sido enviado a otra misión», Sierra
Maestra, Nueva York, no. 2, abril de 1958, p. 2. Santiago Riera: Carta a Eduardo Granados,
Buenos Aires, 5 de febrero de 1958, en Archivo personal de Eduardo Granados. Carlos Franqui:
«Credencial», Miami, 30 de abril de 1958, en Archivo personal de Jacinto Vázquez.
109
El Movimiento de Resistencia Cívica fundó su Comité Gestor en Santiago de Cuba durante el
mes de enero de 1957. El 12 de octubre del mismo año se creó su Directorio Nacional
integrado por: Ángel M. Santos Buch, secretario general; José Antonio Aguilera, secretario
organizador; Emilio Catasús, secretario de Finanzas; Antonio Buch, secretario de Propaganda
y responsable nacional de Resistencia del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. En un
documento al respecto, explicaba sus objetivos: «el derrocamiento del régimen inconstitucio-
nal y tiránico que Cuba padece y lograr el establecimiento de un gobierno democrático, apto,
por la limpieza de su origen soberano y la competencia y probidad de sus componentes, para
promover el desarrollo económico, social y cultural de la República, en un ambiente de
libertad y de justicia»; José María Cuesta Braniella: Apuntes históricos sobre el Movimiento de
Resistencia Cívica, junio de 1981 [s. l.], inédito. «Origen, objetivo y organización del Movimien-
to de Resistencia Cívica», octubre de 1957 [s. l.], Archivo personal de José Llanusa. Entrevista
a Pepín Gómez realizada por el autor, La Habana, 6 de marzo de 1989.

110

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Lo cierto es que, a comienzos del año 1958, el frente clandestino
había dispuesto sus fuerzas para la «batalla final» contra el régimen y,
entre los días 6 y 9 de marzo, la dirigencia del Movimiento se reunió en
la Sierra Maestra para coordinar los planes de un paro popular que sería
secundado por la acción armada.
Sea cual fuere su resultado final, es válido reconocer, por una parte,
que la alternativa priorizada no se alejaba, en lo esencial, del proyecto
revolucionario del frente guerrillero: y era razonable, cuando todavía el
Ejército Rebelde no había alcanzado la solidez necesaria para desempe-
ñar su papel protagónico, a pesar de sus sostenidas victorias y su conso-
lidación territorial. Por otra, que la eficacia de este proceder había sido
demostrada recientemente en Venezuela donde, el 23 de enero de 1958,
la acción popular diera al traste con la tiranía de Marcos Pérez Jiménez.
Y por último que, en este momento histórico, era manifiesta la oposición
a la dictadura de Fulgencio Batista de amplios sectores sociales, lo cual
sumaba evidencias concretas con la huelga de origen espontáneo por el
asesinato de Frank País, el 30 de julio de 1957, el levantamiento de
Cienfuegos, el 5 de septiembre del mismo año, y el apoyo nacional sin
precedentes, en febrero de 1958, a la campaña financiera del Movi-
miento «Día del Salario de la Libertad». Todo lo que ebulló cuando,
avanzado el mes marzo, se conoció que Washington suspendió la venta
de armas a Batista.
La realidad histórica es que el ímpetu de los preparativos trascendió
también al desarrollo de las tareas encomendadas al frente exterior del
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
Movimiento. La institucionalización de la dirección revolucionaria del 26
en su frente exterior, había impregnado un grado estimable de coheren-
cia a la propaganda, con la fundación de Sierra Maestra, órgano oficial
del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en el exilio.110 Ahora, el
Comité del Exilio retornaría a las temáticas habituales de la propaganda
en el extranjero.
El estado beligerante del Movimiento era un hecho consumado, y las
imágenes impresas del Ejército Rebelde se sucedieron en cada edición
110
Sierra Maestra, con la identificación de volumen l, constó de nueve números y un suplemento
especial. Su publicación comenzó en forma de tabloide, en la ciudad de Nueva York, en el mes
de marzo de 1958. En aquella fecha constaba de ocho páginas. A partir del número 4, correspon-
diente al mes de mayo, adquirió forma de revista. Entonces y hasta el mes de noviembre (no. 91)
su edición se hizo en Miami y sus páginas oscilaron entre 12 y 16, reservando de una a tres al
idioma inglés, para la opinión pública estadounidense. En julio se publicó el número aniversario:
Moncada, con 36 páginas y un suplemento adicional de cuatro páginas.

111

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de Sierra Maestra, que colaboró con la persistente divulgación fílmica a
través de La película de la Sierra,111 la edición de la propaganda radial,112 y
la presencia de los símbolos de la organización en diversos lugares del
universo.113
Particular relevancia adquirió la labor de la Delegación del Movi-
miento en Puerto Rico. En los meses finales del año 1957, se celebraron
mítines revolucionarios en los poblados de Caguas (3 de noviembre),
Mayagüez (8 de noviembre) y Aguas Buenas (11 de noviembre). Las
acciones del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba, se conme-
moraron mediante un acto frente al consulado de Cuba en San Juan; y el
desembarco del Granma (2 de diciembre), a través del «Día de Fidel
Castro», en el Colegio de Abogados de la capital boricua. El 2 de enero
de 1958, se inició la Marcha de la Fe, un periplo proselitista que abarcó
desde San Juan hasta Isabela.
En este momento, el periodismo latinoamericano se hizo presente en
territorio rebelde. El diario La Mañana, de Montevideo, publicó la in-
formación escrita y gráfica recogida a principios de año por el uruguayo
Carlos María Gutiérrez. Radio El Mundo de Buenos Aires transmitió,
en mayo, las declaraciones de Fidel Castro y Ernesto Guevara, grabadas
por el argentino Jorge Ricardo Masetti.114
El resquebrajamiento de las bases del régimen dictatorial fue el otro
objetivo explícito. En el orden externo, el reclamo del cese del apoyo
logístico de Estados Unidos siguió ocupando un lugar principal. El arri-
bo a Nueva York del último de los jóvenes estadounidenses que perma-
111
El domingo 2 de noviembre de 1957 se exhibió de nuevo en el teatro Flagler de Miami «[...]
la película de la Sierra Maestra Película de la Revolución Cubana!»
112
El 20 de noviembre se inauguró «La voz de la Sierra Maestra» en Puerto Rico. Este espacio se
desarrollaba los lunes y viernes, a las 12:53 p.m., en el programa Codazos. En Panamá, el
Comité 26 de Julio difundió la propaganda revolucionaria a través de Radio Balboa y Radio
Reloj.
113
Durante la llamada Serie del Caribe de béisbol, correspondiente al mes de febrero de 1958, en
el Parque Escobar de Puerto Rico, fue izada la insignia del Movimiento Revolucionario 26 de
Julio. En el mes de abril Sierra Maestra publicó bajo el título «La bandera del 26 de Julio recorre
el universo», que el símbolo ondeó en la Torre Eiffel de París (Francia), el Parque Real de la
ciudad de Madrid (España), el consulado cubano en San Juan (Puerto Rico), y el Empire State
y el Rockefeller Center de Nueva York (Estados Unidos); Sierra Maestra, Nueva York, abril de
1958, p. 5. También en este mes, la revista brasileña Mundo Ilustrado incluía un reportaje sobre la
bandera del 26 izada sobre una torre de televisión del Pão de Açúcar (Río de Janeiro, 23 de
abril de 1958, p. 16).
114
Ver Ernesto Guevara Linch: Mi hijo el Che, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1988,
pp. 35-58.

112

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neció en la Sierra Maestra, Charles Ryan, impregnó continuidad al re-
sultado favorable alcanzado antes en la opinión pública de ese país. El
10 de noviembre de 1957 el Comité del Exilio explicó en la convocato-
ria a un acto al efecto en el Palm Garden: «No hemos solicitado ni
deseamos ayuda extranjera, pero reclamamos, asistidos por el derecho
de pueblo que en todos los momentos ha sabido pelear por su libertad,
el respeto y la consideración de todos los pueblos del mundo».115
Sin embargo, junto a la clara persistencia en estos asuntos, el Comité
del Exilio dirigió sus pasos hacia el acondicionamiento externo de la
«batalla decisiva». De tal modo, encauzó la simpatía continental116 en
una campaña que promoviera el aislamiento diplomático de la dictadu-
ra. «Pedimos expulsión del gobierno de Batista de la OEA», expresaba
un titular del primer ejemplar de Sierra Maestra; mientras, el segundo
reclamaba: «Ya es hora de que la conciencia civilizada de América, los
conductores responsables, los gobernantes en posición responsable [...]
tomen el paso concreto que la situación cubana demanda: El rom-
pimiento de relaciones [...]». Y, el tercero, insistía en una «Carta a los

115
Movimiento Revolucionario 26 de Julio en Nueva York: «A todos los pueblos libres de
América», Biblioteca Nacional, Fondo 1952-1958, no. 59. Es necesario aclarar que, el 27 de
octubre de 1957, el Comité Ortodoxo organizó también un acto dedicado al joven estadouni-
dense en Manhattan Towers. Allí, Charles Ryan explicó los acontecimientos en el campo de
batalla y convocó a la opinión pública a repudiar el envío de material bélico por parte del
gobierno de Estados Unidos a la dictadura. Entre los años 1955 y 1957 el gobierno estadouni-
dense había apuntalado a la dictadura batistiana con siete carros de combate, una batería de
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
piezas ligeras de montaña, 4 000 cohetes, 40 ametralladoras pesadas, 3 000 fusiles automáti-
cos M-1, 15 000 granadas de mortero y 100 000 proyectiles calibre 50. En el mes de marzo de
1958, el notorio desprestigio de la tiranía indujo al Departamento de Estado a suspender
oficialmente el suministro. En adelante, la exigencia de neutralidad enarbolada por el Comité
del Exilio se basaría en un evidente apoyo encubierto.
116
La solidaridad de América Latina hacia la revolución cubana había sido pulsada por el arqui-
tecto Reynaldo Estévez en su recorrido proselitista, ver S. Rivero López: Emigración y Revolu-
ción (1955-1958). El papel del frente exterior del MR 26-7 en el proceso nacional liberador cubano,
Editorial Félix Varela, La Habana, 1995, capítulo I, p. 32, n. 5. Una relación detallada de la
gira y los contactos realizados sería enviada al responsable de Propaganda y Relaciones Públi-
cas del Movimiento en el exterior. Diversas manifestaciones de apoyo continental se habían
sucedido en este momento histórico. En Puerto Rico, durante el Festival Casals correspon-
diente al mes de mayo de 1958, a solicitud del delegado del MR 26-7, el famoso violoncelista
don Pablo Casals escribió sobre un programa del último concierto: «Mi adhesión y mi profunda
admiración a Fidel Castro y a los defensores de la dignidad de su patria», Archivo personal de
Silvino Sorhegui. Mientras que en el Congreso Nacional de Brasil, en el mes de marzo, y en la
Cámara de Diputados de Tucumán, el 29 de mayo, se escucharon adhesiones a la revolución
cubana.

113

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Presidentes de las naciones democráticas de Latinoamérica»: «Excelen-
cia: en nombre de un pueblo digno, pedimos la ruptura de Vuestro Go-
bierno con la tiranía de Batista y el reconocimiento de beligerancia para
la insurrección cubana».117
A tono con la misma coyuntura, el Comité del Exilio abordó la crea-
ción de un frente único opositor desde la posición establecida por Fidel
Castro en su réplica al Pacto de Miami, convocó a sus delegaciones a la
proclamación del presidente del gobierno provisional Manuel Urrutia
Lleó, el 23 de febrero de 1958; y puso énfasis en que, el 10 de marzo,
caravanas de automóviles recorrieran cada localidad anunciando el últi-
mo aniversario del golpe de Estado bajo la tiranía.
La recaudación de fondos también avanzó con la centralización de
funciones.118 Los Billetes de la Revolución, que circulaban en Cuba des-
de comienzos del año 1957, habían uniformado ya la colecta en la emi-
gración119 y, en el primer aniversario del desembarco del Granma, el 2 de
diciembre de 1957, el Comité del Exilio generó su primera gestión fi-
nanciera.120 En el mes de febrero de 1958, se coordinó el esfuerzo con la
Dirección Nacional para el desarrollo de la campaña Día del Salario de
la Libertad. Este fue el llamado de Sierra Maestra:
Exilado y emigrante cubano, coopera con el compañero y compa-
triota que no ha inclinado la cabeza frente al fusil opresor, y busca
la libertad aunque sea en la tumba, pero con el honor de haber
sabido cumplir con su deber y cerca de Martí y Maceo.

117
Sierra Maestra, Nueva York, no. 1, marzo de 1958, p. 7; no. 2, abril de 1958, p. 2; no. 3, mayo
de 1958, no. 3, p. 6.
118
Ahora todas las iniciativas tendrían un destino común. En Nueva York, en el mes de octubre,
se organizó la recaudación de $20 000 dólares, a razón de $ 1 000 por cada ramal, en un plazo
de 10 días, Carlos González, Ángel Pérez Vidal y Francisco García: «Comunicación al Exilio»,
Nueva York, 28 de octubre de 1957, Oficina de Asuntos Históricos, Fondo del MR 26-7 en
Nueva York. Además, en el local central del 206 de Amsterdam, se organizó un Bazar los días
22 y 23 de marzo de 1958, y una Cena Revolucionaria el 5 de abril. En Puerto Rico, durante
el mes de enero, el Movimiento ejecutó La Marcha de la Fe, desde San Juan hasta Isabela. En
Venezuela, la Sección del 26 celebró el 24 de febrero con la Gran Cena de la Confraternidad
Cubano-Venezolana.
119
El 1ro. de marzo de 1958, el delegado del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en Puerto
Rico informaba a los miembros que a aquella representación le correspondieron $12 000 en
«bonos cubanos», Acta no. 19, Archivo personal de Jacinto Vázquez. Ver: Sergio López, María
Antonia Marqués Dolz y Zaida Puñón Riaño: Ob. cit. (en n. 55).
120
Raúl Chibás: «Conciudadano», Miami, 27 de noviembre de 1957, Oficina de Asuntos Histó-
ricos, Fondo del MR 26-7 en Miami.

114

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[...] que el triunfo de la Revolución sea producto de los valores
morales y del limpio dinero de nuestro pueblo.121
El apoyo bélico, por su parte, siguió una senda desafortunada. La
concepción de la Dirección Nacional del Movimiento Revolucionario
26 de Julio acerca de este particular, había sido planteada a través del
razonamiento de Frank País: «[…] aquí lo que necesitamos son armas y
parque [...]».122 En tal sentido, durante el mes de noviembre del año 1957
arribó a Cuba el primer envío, pero «[…] con tan poca suerte (informaba
René Ramos Latour a Fidel Castro) [...] que la máquina luego de salir
bien de Estados Unidos y entrar en Cuba, y recorrer casi toda la Isla sin
tropiezos, se volcó llegando a Holguín, quedando al descubierto todo el
material que por este desdichado accidente se perdió».123
El 19 del propio mes, una patrulla fronteriza del Servicio de Inmigra-
ción de Estados Unidos, frustró una expedición integrada por miem-
bros del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el Directorio
Revolucionario 13 de Marzo y la Organización Auténtica, localizada en
el muelle de Big Pine Key, Florida.124 De manera simultánea, la misión
del responsable de Asuntos Bélicos del Comité del Exilio sucumbía con
la Junta de Liberación Cubana y la ocupación del apoyo previsto ancla-
do en el puerto de Houston, Texas.
De tal suerte, la Dirección Nacional designó como delegado bélico a
Alonso Hidalgo, quien arribó a territorio de Estados Unidos en el mes
de enero del año 1958. Ahora, el responsable bélico no pertenecía al
Comité del Exilio, la recepción del armamento en Cuba quedaba a car- SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
go del cuartel Maestre del Movimiento, Taras Domitro Telebauka, y su
distribución era responsabilidad del jefe de Acción en la clandestinidad,
René Ramos Latour.
El material de combate se dividió en armas largas para la montaña y
cortas con destino al llano, aunque: «La concepción era una sola, hacer
llegar las armas a Cuba».125 A través del trasiego, utilizado desde antes
por parte de las mujeres del Movimiento, y sobre todo, mediante los

121
Sierra Maestra, Nueva York, no. 1, marzo de 1958, p. 3.
122
Frank País: Carta a Pedro Miret, Santiago de Cuba, 23 de mayo de 1957, Oficina de Asuntos
Históricos, Fondo Frank País.
123
René Ramos Latour: Carta a Fidel Castro, Santiago de Cuba, 20 de noviembre de 1957,
Oficina de Asuntos Históricos, Fondo René Ramos Latour.
124
El Diario de Nueva York, Nueva York, 5 de febrero de 1958, p. 1.
125
Entrevista a Alonso Hidalgo realizada por el autor, La Habana, 25 de marzo de 1983.

115

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embarques de la Litográfica de Santiago de Cuba, primero, y Autos
Latour después, se sostuvo la gestión hasta el 11 de mayo de 1958,
cuando la tiranía ocupó este último local.126 Sin embargo, debido a la
lógica limitación de espacio, las armas eran livianas y su cantidad insu-
ficiente.
En los meses de marzo y abril, fracasaron dos nuevos intentos de
expediciones marítimas destinadas al apoyo de la huelga general revolu-
cionaria. El 28 de marzo fue capturado por el Servicio de Guardacostas
de Estados Unidos –Brownsville, Distrito Sur de Texas, condado de
Canceron– el Orion, organizado por el Comité Ortodoxo.127 El 8 de abril,
El Corojo arribó desde México a Punta de Palma, al este del puerto La
Coloma, cuando la Marina de Guerra de la dictadura estaba al tanto y
resultaba tarde para su desempeño efectivo.128
Por fin, el 30 de marzo aterrizó en Cienaguilla, junto al central Estrada
Palma, el avión C46 que conducía una expedición aérea procedente de
Punta Arenas, Costa Rica, apoyada por el presidente de aquel país, José
Figueres.129 Esta operación, coordinada desde la Sierra Maestra, signifi-
có el primer apoyo directo desde el exterior al Ejército Rebelde, sobre el
cual se avecinaba la mayor ofensiva de la tiranía batistiana, tras fracasar
la huelga general revolucionaria.

Una reunión decisiva

Diversos factores se aliaron para conducir al fracaso a la huelga general


del 9 de abril de 1958. A pesar de las incursiones rebeldes en los llanos
del Cauto y las zonas de los incipientes II y III Frente Oriental, la para-
lización de la provincia de Oriente y la ciudad de Sagua la Grande, los
126
Pedro Latour Daniel: Autobiografia [s. l.], 11 de agosto de 1981.
127
Corte del Distrito de los Estados Unidos de América. Distrito Sur de Texas. División de
Brownsville, Oficina de Asuntos Históricos, Fondo del MR 26-7 en varios países.
128
En los primeros días del mes de mayo, abortó en México otro intento mixto conocido como
«la expedición de Campeche», una experiencia similar a la del Blue Ship en el pueblo de Tuxpan,
durante el mes de septiembre del año anterior, ver Oscar Asencio D. H.: La expedición de
Campeche, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983. Entrevista a Aurelio Álvarez
realizada por el autor, La Habana, 25 de agosto de 1988.
129
Integraban la tripulación, entre otros, Pedro Miret, Hubert Matos, Evelio Rodríguez Curbelo,
Ricardo Martínez, Samuel Rodríguez y Orlando Ortega. El armamento incluía 10 ametralla-
doras Veretta, 10 ametralladoras Rainser, 38 Mauser, varias ametralladoras M-3 ametrallado-
ras calibre 50 sin trípode y abundante parque.

116

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sabotajes y el asalto a la armería de la Habana Vieja, esta no fue la
«batalla final» contra la dictadura.
Al frente exterior del 26 correspondió también una cuota de respon-
sabilidad. De un lado, a 14 meses de iniciada la guerra, la dirección
revolucionaria en el extranjero, que había resuelto la uniformidad de la
propaganda, a través de la edición de su órgano oficial Sierra Maestra,
así como de la colecta financiera mediante los Billetes de la Revolución
y la serie Día del Salario de la Libertad que circulaban en Cuba, no
había logrado encauzar el entusiasmo de la emigración como expresión
unánime. Lo cual explica la «Circular a los Comités del MR 26 de Julio»
firmada por la representación de Costa Rica: Hace falta urgentemente unifi-
car la acción de todos nuestros Comités en el exilio.130 Si a ello añadimos, que
las contradicciones internas de la esfera de dirección en cuanto a con-
cepciones organizativas –en modo alguno vinculadas a la solución re-
volucionaria–, habían persistido en los centros políticos de la emigración
(Ciudad México y Nueva York), se extendieron a la Delegación del
Movimiento en Puerto Rico, y se trasladaron al seno del Comité del
Exilio,131 así como que los otros dos núcleos de marcada permanencia,
localizados en San José de Costa Rica y Ciudad Panamá, mermaron su
actividad por el traslado de sus cuadros fundamentales a la Sierra Maes-
tra –el primero– y la deportación de su delegado –el segundo–, se com-
prende la envergadura del problema que interesa destacar.
De otro lado, el «asunto bélico» no se tradujo en apoyo efectivo y, por
una u otra razón, el material logístico había sido incautado, bien por el
SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)
gobierno de Estados Unidos, bien por la dictadura de Fulgencio Batista.
Al margen de cualquier conjetura, la experiencia mostraba que las
fuerzas revolucionarias no estaban preparadas para el golpe definitivo.
De tal suerte, el 3 de mayo de 1958, la dirección del Movimiento
Revolucionario 26 de Julio se reunió en Alto de Mompié, Sierra Maes-
tra, para valorar aquel revés y acondicionar la organización para la nue-
va etapa de lucha.
Para el frente exterior este encuentro resultó definitorio. En tal sentido
se tomaron dos decisiones trascendentales. Una, la designación de la he-
roína del Moncada, Haydee Santamaría, como delegada en el exterior, y

130
Evelio Rodríguez Curbelo y Pedro Bello: «Circular a los Comités del MR 26 de Julio», San
José, Costa Rica, 12 de febrero de 1958, Archivo personal de José A. Tabares.
131
Carlos Franqui: «Informe a la Dirección Nacional MR 26-7», Miami, 5 de marzo de 1958,
Oficina de Asuntos Históricos, Fondo del MR-26-7 en Miami.

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de Luis María Buch con el mismo rango en Venezuela. Otra, el Ejército
Rebelde asumiría directamente el suministro de armas.
En el primer caso, se cuestionó de hecho la autoridad del presidente
del Comité del Exilio, Mario Llerena, el cual ya había valorado abando-
nar su responsabilidad.133 No obstante, sin precipitar los acontecimien-
tos, la dirección del Movimiento confió la responsabilidad suprema en
el exterior a una figura de prestigio revolucionario indiscutible. A la vez
que consideró oportuno la atención especial de Venezuela, una plaza
destacada a partir del derrocamiento popular del dictador Marcos Pérez
Jiménez. Desde allí, la numerosa134 y organizada emigración cubana, había
mostrado su potencialidad a través de aportes económicos y contactos
radiales,135 mientras significaba la posibilidad de apoyo bélico gracias a
la posición amistosa de la Junta de Gobierno presidida por Wolfgan
Larrazabal.
En el segundo aspecto, la experiencia de año y medio de guerra revo-
lucionaria ofrecía la clave. Por lo tanto, se designó un delegado bélico
–Ricardo Lorié–136 que volcara los recursos hacia el logro de las expedi-

132
Para comprender la decisión de Mario Llerena, resulta valioso reproducir el siguiente frag-
mento de una carta de Marcelo Fernández a Fidel Castro, fechada el 5 de junio de 1958: «[…]
Franqui y otros compañeros del exilio, me han escrito reiteradamente dándome quejas sobre
la actuación de Mario. Se le acusa de: a) tener 2 guardaespaldas, b) asignarse un sueldo de $350,
c) mantener pugnas con casi todos los compañeros, d) subestimar y sabotear a Urrutia. Mario
alega que todo eso es falso, que muy a pesar tiene que mantenerse con fondos del Movimiento
pues no tiene propios (rechazó una proposición de cátedra en la Universidad de Vanderbilt
con un sueldo de $450), que es incierto que trate de pugnar con otros compañeros y finalmen-
te, que aunque estima que Urrutia adolece de ciertos defectos, lo acepta como nuestro
Presidente Provisional y siempre lo defiende públicamente […]». Entonces, si en el mes de
marzo la Dirección Nacional había ratificado al Comité del Exilio, y calificado de «absurdo»
su deseo de abandonar la responsabilidad de presidente de ese organismo; tres meses después
daba razón a los críticos y proponía «ir pensando en otro»; en Marcelo Fernández: Carta a Fidel
Castro [s. l.], 5 de junio de 1958, Oficina de Asuntos Históricos, Fondo Marcelo Fernández.
133
En los años 50 de este siglo [el autor se refiere al siglo XX (n. de la R.)], Venezuela encabezaba
las estadísticas como el país más opulento de América Latina. Su ingreso medio anual por
habitante, para utilizar un índice aproximativo, alcanzaba los 480 dólares, una cifra bien
distante de los $2 400 que se registraban para Estados Unidos, pero superior a los $300 que se
fijaban para Cuba. En la década, la frase «Venezuela flota en un mar de petróleo» se convirtió
en una atracción para los migrantes del área.
134
En Venezuela, la Sección del Movimiento instaló un radio trasmisor-receptor denominado
Indio Azul, que estableció contacto con Radio Rebelde en la Sierra Maestra; ver Entrevista a
Luis María Buch realizada por el autor, La Habana, 26 de mayo de 1984.
135
La designación de Ricardo Lorié como delegado bélico, tiene su antecedente inmediato en el
papel desempeñado por este para lograr el éxito de la expedición de Costa Rica.

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ciones aéreas hacia la Sierra Maestra. Alonso Hidalgo, por su parte, se
dedicaría exclusivamente al abastecimiento del frente clandestino.
En general, el análisis del fracaso de la huelga de abril conllevó a la
reconsideración organizativa del Movimiento Revolucionario 26 de Ju-
lio, y a concentrar su dirección política y militar en la Sierra Maestra. La
puesta en práctica de esta concepción preparó las condiciones que faci-
litaron la resistencia al embate de la tiranía y la ofensiva de las fuerzas.

SERGIO LÓPEZ RIVERO / Emigración y Revolución (1955-1958)

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RUTH No. 3/2009, pp. 120-139

JORGE IBARRA CUESTA*

Frank País y los orígenes del movimiento


revolucionario en Santiago de Cuba**

Uno de los hechos históricos y sociológicos más importantes de la Revolución Cubana es la


juventud de su dirigencia y militancia. Frank País había nucleado en torno a su persona a las
principales tendencias revolucionarias de la nueva generación, lo que lo hacía respetado por los
grupos insurreccionales más significativos. En esas circunstancias el movimiento revolucionario
estaba en condiciones de atraer y conquistar a la clase obrera y a la clase media urbana. En las
zonas rurales la guerrilla ganaría progresivamente sectores fundamentales del campesinado y
del proletariado rural para la causa revolucionaria.

Uno de los hechos históricos y sociológicos más importantes de la Re-


volución Cubana lo constituye la juventud de su dirigencia y militancia.
El movimiento revolucionario de los años 30 se caracterizó también
por el papel hegemónico que desempeñó la nueva generación que
irrumpió en el escenario histórico; no se puede aseverar, sin embargo,
que la gente joven se destacara durante esos años de la manera en que
lo hizo en los años 50. Cuando se produce el golpe de Estado de 1952,
Frank País tenía 17 años; cuando cae asesinado había cumplido 22 años.
La edad de los jóvenes que lo acompañaron en la lucha revolucionaria
contra la dictadura de Fulgencio Batista se correspondía aproximada-
mente con la suya.
Otra de las características del movimiento revolucionario de la déca-
da de 1950 es el significativo papel que le correspondió desempeñar al
estudiantado desde sus orígenes. Las manifestaciones estudiantiles de

* (Cuba, 1931). Doctor en Ciencias Históricas, investigador titular del Instituto de Historia de
Cuba. Ha recibido la Orden por la Cultura Nacional, la réplica al Machete de Máximo Gómez
y el Premio Nacional de Ciencias Sociales. Entre sus libros se encuentran: Historia de Cuba y
Cuba 1898-1958. Estructuras y procesos sociales.
** Tomado de Enrique Oltuski Ozacki, Héctor Rodríguez Llompart, Eduardo Torres-Cuevas
(coords.): Memorias de la Revolución, Imagen Contemporánea, La Habana, 2007, pp. 92-114.

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protesta que tuvieron su punto de partida en la Colina universitaria
habanera y que recorrieron también las calles de Santiago de Cuba, cons-
tituyeron un factor movilizador de primer orden de la juventud en la
lucha contra la dictadura. Frank, como José Antonio Echevarría, Pepi-
to Tey, Fructuoso Rodríguez, Félix Pena, Joe Westbrook y otros héroes
y mártires de la Revolución Cubana, no solo fue un dirigente estudian-
til, sino el fundador de distintas organizaciones revolucionarias. Otros
dirigentes del movimiento revolucionario de los años 50 eran jóvenes
graduados recientemente de la Universidad. De modo que las principa-
les organizaciones de la nueva generación revolucionaria –el Movimiento
26 de Julio, el Movimiento Nacional Revolucionario y el Directorio
Revolucionario 13 de Marzo– tenían una importante representación
universitaria, de estudiantes y jóvenes profesionales. Desde luego, ha-
bía empleados, maestros, trabajadores eventuales y desempleados en
las filas y en la dirección de esas organizaciones revolucionarias.
Las consideraciones sociológicas expuestas no obedecen al propósito

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
de conferirle un papel preeminente a una clase o a un estrato social
determinado en la conducción del movimiento revolucionario en sus
orígenes. A los historiadores de mi generación no les corresponde ese
quehacer. Ya vendrán otras promociones de estudiosos de la historia
favorecidos por la distancia de los hechos históricos, que ordenarán,
clasificarán y explicarán imaginativamente, con más objetividad y pon-
deración que nosotros, el proceso histórico que nos tocó vivir.
El intento que me anima esta mañana, es simplemente reconstruir las
condiciones en las que surgió la dirección revolucionaria del joven estu-
diante universitario y maestro Frank País. Por eso, debo decir que la
generación que se entregó en cuerpo y alma a la ardua, difícil y compleja
empresa de hacer una revolución no disponía desde el principio de los
medios y recursos más elementales para llevar a feliz término sus pro-
pósitos. Los jóvenes revolucionarios no contaban con el capital necesa-
rio para adquirir en el extranjero los armamentos requeridos para enfrentar
al ejército de la dictadura, ni disponían de los contactos en las fuerzas
armadas para promover el derrocamiento del dictador; tampoco tenían
nexos con el movimiento sindical para emprender la lucha en los me-
dios obreros contra la tiranía. ¿Qué podían hacer entonces? ¿Seguir a las
organizaciones y partidos políticos tradicionales que pregonaban poseer
alijos de armas en el país o contactos en el ejército capaces de promover
la destitución del dictador? ¿Relacionarse acaso con dirigentes obreros

121

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entregados a la tarea de organizar una huelga general revolucionaria,
como en los años 30?
La única forma de lucha que se correspondía con los alcances y las
posibilidades reales de la juventud revolucionaria en esos primeros años
de 1952 y 1953, consistía en promover manifestaciones y protestas en
las calles. En aquellos comienzos no faltaron, sin embargo, los reclamos
de los representantes del autenticismo que decían tener armas y anun-
ciaban expediciones desde el exterior, estallidos revolucionarios que no
se ejecutaban nunca. Frank, como muchos jóvenes de su generación, se
sentía urgido de redimir a la patria a costa de la vida si fuera preciso en
combates frontales contra la dictadura. De ahí, los contactos que esta-
bleciera para conseguir armas de Acción Libertadora, la organización
que dirigía Justo Carrillo, un funcionario del BANFAIC [Banco de Fo-
mento Agrícola e Industrial], que presumía de no haberse ensuciado las
manos con el gobierno de Carlos Prío y cuyos antecedentes políticos se
remontaban a los años 30. Era esa la imagen personal que proyectaba,
aparte de haberse identificado con los llamados nuevos rumbos del go-
bierno priísta. Eficiencia administrativa, creación de instituciones fi-
nancieras y fiscales de la actividad económica. En pocas palabras, se
trataba de un retorno al 9 de Marzo, sin Paco Prío y con Pepín Bosch, el
gerente de la Bacardí, como figura política principal. No obstante, Ac-
ción Libertadora había captado algunos de los más esforzados y
combativos representantes de la nueva generación revolucionaria en
Santiago de Cuba. Entre ellos se destacaban Otto Parellada, César
Pascual y Casto Amador. De acuerdo con el testimonio de este último,
días después del asalto al Moncada, Frank los convocó a él y a Otto
para demandarles que se fueran de Acción Libertadora, pues esa organi-
zación era un instrumento de los politiqueros que cubiertos con un bar-
niz de profesionalidad eran los mismos. De acuerdo con Frank, había
que crear nuevas organizaciones de la nueva generación. Casto Amador
refiere que no le hicieron caso al verlo tan joven sentándoles pautas a
ellos. Subrayemos que entonces tenía 18 años de edad.
La característica estructural más distintiva del proceso revolucionario
de los años 50 fue la profunda inestabilidad que trastornaba los funda-
mentos existenciales de la nueva generación. A diferencia de los años 30,
en que los sectores de la clase media de la nueva promoción revoluciona-
ria se sentían bastante seguros y estables, a la vez que actuaban funda-
mentalmente en función de los intereses propios de su medio social, en

122

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los años 50 la crisis económica había subvertido integralmente sus ba-
ses sociales y concepción del mundo y los había acercado a las clases
subalternas de la sociedad. La nueva generación no tenía un lugar bajo
el sol en la sociedad neocolonial cubana. Los jóvenes no solo carecían
de perspectivas de empleo y de un sitio en la sociedad, sino que se
sentían traicionados por la generación que le había precedido en el tiem-
po, entregándolos al extranjero que pugnaba por imponer sus valores y
modo de vida por doquier. La política de mostrador de acuerdo con la
cual tanto tienes tanto vales, regía las actividades políticas del país.
El desempleo alcanzaba al 30 % de la fuerza laboral, una proporción
sin precedentes en Latinoamérica. Si acaso un 20 % de los jóvenes que
llegaba a los 21 años conseguía empleo. No solo eran los hijos de los
obreros y los campesinos los que se encontraban desplazados social-
mente, sino que los descendientes de los profesionales y los propieta-
rios medios no encontraban salida en el entorno existente. En esas
circunstancias, los jóvenes de todas las procedencias sociales, con inde-

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
pendencia de sus intereses y percepción de clase, comenzaron a tomar
conciencia de que solo una transformación profunda de la sociedad que
le habían legado sus mayores, podía satisfacer las reivindicaciones más
sentidas de los cubanos. Revolución que hicieron no solo los jóvenes,
sino que la prepararon, organizaron y dirigieron.
En ese sentido la clave del triunfo revolucionario radicó en la manera
en que integraron al proceso revolucionario a los obreros, a los campe-
sinos y a la clase media. Ninguna otra generación había hecho suya de
manera tan raigal la exigencia de justicia social y de repudio a la corrup-
ción política y de las costumbres. Este imperativo moral, como vere-
mos, constituirá el fundamento del accionar revolucionario de Frank
País, la cifra y el compendio de su predicamento político entre los jóve-
nes. De sus conceptos de honradez política y justicia social se derivará
su anticolonialismo, como él llamaba al antimperialismo, y su percep-
ción de una revolución social profunda.
La breve incursión que hemos efectuado en la sociedad neocolonial
cubana en los años 50 tenía por objeto, situarnos un poco «en época», a
los efectos de comprender la problemática existencial del héroe cubano.

123

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El joven Frank País

A primera vista, Frank no reunía las condiciones para dirigir un movi-


miento revolucionario. Algunos de sus compañeros de aula en la Escue-
la Normal lo identificaban como un joven filomático, un soñador, que
gustaba escribir poesías y tocar el piano. De hecho, sus condiscípulos de
la Escuela Normal, que eran en la mayoría mujeres, lo eligen para la
presidencia de la federación de estudiantes, porque a diferencia de
Pepito Tey, tiene un aspecto sosegado, pacífico y parece incapaz de
promover disturbios públicos y agitaciones políticas en la Escuela. Al-
gunos testimonios que se han recogido entre sus compañeros coinciden
en que no fumaba, no bebía, ni decía malas palabras.
Por otra parte, era profundamente religioso. Se trataba de un arquetipo
poco frecuente entre los jóvenes cubanos de la época. Su imagen públi-
ca lo distanciaba de los dirigentes estudiantiles de la época que promo-
vían protestas y manifestaciones contra la dictadura, como Temístocles
Fuentes, Cuqui Bosch o Félix Pena, que daban muestras de arrojo y
carácter en sus enfrentamientos con la fuerza pública. De ahí, la popu-
laridad de estos en los medios estudiantiles. Parecía imposible que na-
die pudiera disputarles la dirección que ejercían sobre la juventud
santiaguera. Las cualidades que hemos descrito de Frank no lo ponían
en condiciones para reemplazar a los dirigentes estudiantiles referidos.
Por otra parte, debe señalarse que en esta primera etapa de las luchas
contra el régimen, la protesta estudiantil se imponía sobre otras formas
de lucha. De hecho, no se había tomado conciencia aún de que al régi-
men había que enfrentarlo en el terreno de la acción armada. De todos
modos, las manifestaciones de protesta estudiantil desempeñaron un
papel decisivo en la toma de conciencia revolucionaria de la juventud y
en la exigencia ulterior de radicalizar las formas de lucha.
Como quiera que fuese, lo cierto es que el joven de apariencia tran-
quila y pacífica que presidía la Asociación de Alumnos de la Escuela
Normal, se encontrará al frente de todas las manifestaciones de protes-
ta de la época, conjuntamente con los otros dirigentes de mayor predi-
camento en las filas estudiantiles. Lo cierto es que solo un pequeño
número de alumnos de su plantel lo acompañaban en esos enfrenta-
mientos con las fuerzas represivas del régimen. ¿Cómo atraerlos a la
lucha frente al régimen? ¿Cómo sensibilizarlos de la afrenta que signifi-
caba para la ciudadanía el golpe de Estado militar que había perpetrado
124

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Fulgencio Batista de espaldas a las tradiciones democráticas del país?
Ningún otro medio parecía más contraproducente que agraviarlo defi-
niendo su actitud como aprensiva. No obstante, «Cobardía» sería el tí-
tulo del escrito que Frank publicara, para apremiar al estudiantado
normalista a una toma de partido, en la revista El Mentor. Los alumnos
del cuarto curso de la Escuela se habían opuesto a que la Asociación de
Estudiantes participara en los actos de protesta que protagonizaba el
estudiantado santiaguero en aquellos días, porque podía afectar su gra-
duación. Frank escribió entonces, «Cobardía»:
Dolor. Pena. Vergüenza. Cuando dirijo mi vista alrededor y miro a
mis compañeros, en que fijé mis esperanzas, por quienes sentí tan-
to cariño, no puedo menos que sentir tres sensaciones, porque pa-
rece mentira que estemos a pocos días de finalizar nuestro cuarto
curso y que hayan de salir maestros. No se ve por ninguna parte ni
los ideales, ni la pureza, ni los nobles sentimientos del magisterio
[...]. Se creen mis compañeros que solo se debe enseñar Matemáti-

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
cas, Gramática o Historia a la formación de ciudadanos cívicos
con cariño para su patria y responsabilidad en su futuro. De seguro
que no vacilaría por lo segundo. ¿Porque de qué sirve la cultura
humana cuando se es traidor? Prefiero la sencillez cuando es seria,
respetuosa y leal. Perder el curso dicen que es el miedo, perder la
dignidad y el honor, como se está perdiendo, debía ser el verdadero
miedo.
Este escrito que fustiga el individualismo y el egoísmo de sus condis-
cípulos, recuerda uno de los primeros discursos de Martí donde flagelaba
la flojedad culpable de los cubanos desterrados quienes le daban las
espaldas a los proyectos revolucionarios forjados por los patriotas de la
emigración. Quizás no fuera esta la manera más idónea de atraerse a los
apáticos e insensibles, pero al menos tenía la ventaja de sacudir la con-
ciencia de algunos descaminados y contribuía a reafirmar las conviccio-
nes de los revolucionarios frente a la indiferencia y la inconciencia
imperantes en ciertos grupos de estudiantes.
El sentimiento de repudio moral ante la insensibilidad al dolor de
la patria se manifiesta de manera más terminante en el discurso que
pronunciara el 28 de enero de 1953 en la conmemoración del naci-
miento de Martí: «Fue un hombre ante el que se presentaran las mis-
mas y aun mayores dificultades y pruebas y amarguras [de las] que se
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nos presentan a nosotros, que tuvo todos nuestros sentimientos y tuvo
los que nos faltan a nosotros, un amor muy grande, un amor de sacrifi-
cio, una espina de dolor y sacrificio y de amor ardiente y profundo por
su amada patria».
Nos encontramos aquí ante la que es, a mi juicio, la característica
esencial de la personalidad de Frank. Ninguno de sus amigos y compa-
ñeros más cercanos sintió tan acabadamente que la realización de la
misión que se habían asignado implicaba su entrega en cuerpo y alma a
la causa y el sacrificio personal más profundo. En la medida en que se
convenció de que el proyecto revolucionario suponía la preparación,
hasta en sus detalles más insignificantes, de las acciones revoluciona-
rias, Frank se convirtió en un hombre de acción, pero, ante todo, en el
hombre que debía gestar las condiciones para la concresión de los pla-
nes revolucionarios. Ese sentimiento que sus colaboradores adivinaban
en él lo convirtió imperceptiblemente, sin proponérselo, en el dirigente
del movimiento revolucionario de Santiago de Cuba. No es casual que
entre los compañeros que acataban su dirección se encontrasen hom-
bres y mujeres destacados por tener una edad mayor y en algunos casos
una experiencia política mayor. En ese sentido pueden mencionarse
Arturo Duque de Estrada, Enzo Infante, Léster Rodríguez, Vilma Es-
pín, Asela de los Santos, Gloria Cuadras, Amaro Iglesias, quienes se
identificaron tempranamente con sus proyectos y terminaron siendo sus
lugartenientes. El caso de Léster, cuya experiencia y conocimientos fueron
muy importantes para la organización del movimiento, es ilustrativo de
esa situación. Lo mismo podía decirse de Amaro Iglesias, a quien consi-
deraba su maestro, porque este le relató todo lo concerniente a sus rela-
ciones con los grupos revolucionarios guiteristas en Oriente durante los
años 30. De ahí que Frank designase a la primera de las organizaciones
revolucionarias que fundó, Decisión Guiteras. Quienes conocieron a
Frank, saben del interés que despertó en él Antonio Guiteras, hasta el
punto de considerarlo un paradigma de la acción y el pensamiento re-
volucionarios. Gloria Cuadras decía al respecto, «yo le notaba cierto
parecido físico y moral con Guiteras y a cada rato me inquiría sobre el
quehacer revolucionario de aquel y gustaba ponerse frente a una foto
suya que aún conservo». No obstante, Frank terminó atrayendo e inte-
grando a Amaro y a Gloria a Acción Nacional Revolucionaria. En el
caso mío, que lo sobrepasaba en edad y en lecturas marxistas, sucedía
algo parecido en la medida que le proponía algunas ideas que este apro-
126

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baba, pero en fin de cuentas, era él quien las hacía suyas y llevaba a
efecto hasta sus más insignificantes detalles, con o sin mi acompaña-
miento; o bien gestaba las iniciativas y yo era quien terminaba aceptan-
do su decisión. A mi modo de ver, lo que sucedía con todos era lógico:
quien vivía cada momento de su vida para llevar a efecto los designios
revolucionarios, quien vivía dedicado por completo a la revolución era
él y el que hacía las cosas antes que nadie era él. En su devoción a la
causa revolucionaria se encontraba ese carisma que hoy todos invocan
y del que se alimenta la leyenda de Frank País.
La actitud de Frank con respecto a la lucha armada contra Batista, en
el primer año posterior al golpe de Estado, en el que los auténticos
dominaban las actividades clandestinas en Santiago de Cuba, puede
resumirse en la respuesta que le diera a la pregunta que le formulase
Armando Colomé: «Bueno, Frank, ¿con quién estamos por fin, con Ac-
ción Libertadora o con la Triple A?» A lo que respondió Frank, «Esta-
mos donde nos den armas, ni con Acción Libertadora, ni con Triple A,

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
porque esa gente no va a hacer nada». Es por eso que Frank, de acuerdo
con William Gálvez, decidió finalmente fundar Decisión Guiteras, una
organización insurreccional de los jóvenes estudiantes santiagueros que
se constituía de manera independiente de los partidos políticos tradi-
cionales. No se han recogido suficientes testimonios de las actividades
de Decisión Guiteras, pero todavía hay mucho que investigar sobre es-
tos núcleos revolucionarios originales.
Los primeros signos de lo que iba a ser la actividad revolucionaria
futura de Frank se encuentran en dos cartas que le escribió a Elia Frómeta
a raíz del ataque al cuartel Moncada de Fidel Castro. En la primera le
comunicaba que luego de oír los tableteos de ametralladoras y disparos
que se escucharon durante las primeras horas del asalto armado revolu-
cionario, se dirigió con Pepito Tey y otros hacia el cuartel con el propó-
sito de conectarse con los asaltantes y conseguir armas, pero cuando los
soldados de Batista le impidieron avanzar a tiros y se consumó con
posterioridad la derrota revolucionaria, «fuimos a buscar armas [...] y
anduvimos todo el día caminando y enterándonos de lo que pasaba». La
compañera Marina Malleuve, participante de los destacamentos de es-
tudiantes originales, ha confirmado que en el grupo se encontraban Félix
Pena, Pepito Tey y otros, quienes caminaron por la carretera de Siboney
buscando armas que pudieran haber dejado abandonadas los asaltantes
en su retirada.
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Estos son hechos bien conocidos, pero lo que no se ha enfatizado
suficientemente es que el primer grupo de cubanos prestos a secundar
el asalto del Moncada con las armas en la mano estaba dirigido por el
joven de 18 años Frank País. Consternado por los asesinatos de los
moncadistas, fue también el primer cubano que lo denunció en un ma-
nifiesto titulado Asesinato, escrito con Pepito Tey y que imprimiera en la
imprenta del militante comunista Pinillos. Frank fue detenido junto con
Pinillos; resultó absuelto finalmente en la causa que se le instruyó.
Luego de que se conocieran las primeras versiones de los objetivos
revolucionarios de Fidel Castro y los moncadistas, difundidas en la po-
blación desde la prisión donde se encontraban los combatientes encar-
celados y por las declaraciones hechas con posterioridad en el juicio del
Moncada, Frank tuvo una confirmación de las amplias perspectivas y
posibilidades que tenía un grupo de jóvenes de la nueva hornada revo-
lucionaria de organizar por su cuenta un movimiento revolucionario
independiente de los políticos echados o marginados del gobierno por
el golpe de Estado. La primera enseñanza que legaba la acción revolu-
cionaria del Moncada era que la nueva generación representada por Fidel,
podía organizar y dirigir un movimiento revolucionario sin contar con
los millones de pesos de los Príos, ni los contactos de los políticos al
uso con la alta jerarquía militar. La revolución no tenía que llevarse a
cabo con el ejército, ni depender de las fortunas de los políticos desalo-
jados o excluidos del poder, ni, por supuesto, de los rejuegos políticos
de los electoralistas con el régimen, ni de las ilusorias llamadas a una
lucha de masas, cuando los sindicatos se encontraban controlados de
hecho por Eusebio Mujal. Esta última opción, la de la lucha de masas,
condenaba dogmáticamente a los jóvenes partidarios de la lucha arma-
da por considerarlos putchistas y terroristas. La lucha armada podía ges-
tarse por la nueva generación, la cual de forma progresiva podía conseguir
los armamentos, crear las condiciones para la revolución y atraer a los
campesinos y trabajadores a la lucha frontal contra el régimen. Los
moncadistas habían ido a parar al presidio de Isla de Pinos, pero queda-
ba el ejemplo y el camino desbrozado por ellos.
Fue por aquellos días, el 27 de noviembre de 1953, que la presidencia
de la Federación Estudiantil Universitaria de Oriente (FEUO), conjun-
tamente con la Federación Local de Estudiantes de Segunda Enseñan-
za, convocó a un acto conmemorativo del fusilamiento de los estudiantes
de Medicina, en 1871. En ese acto, efectuado en el patio universitario,
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la dirigencia estudiantil denunció los crímenes del Moncada, lo que fue
transmitido por una estación de radio a toda la provincia. Ese año,
Pepito Tey y Frank País habían ingresado en la Universidad y fueron
convocados por los dirigentes estudiantiles partidarios de la lucha ar-
mada a postularse por la Escuela de Pedagogía como presidente y vice-
presidente, respectivamente, de sus carreras, con el objetivo de controlar
la Federación Estudiantil y evitar que cayera en manos de los absten-
cionistas o tibios. El 7 de diciembre de 1953, la Federación Estudiantil
Universitaria, en conjunto de nuevo con la Federación Local de Estu-
diantes de Segunda Enseñanza, convocaba a un desfile de todos los
estudiantes de la ciudad desde la Escuela Normal hasta la casa de la
familia de Antonio Maceo. Se había solicitado el permiso de las autori-
dades para que no se impidiera la manifestación desde su partida por las
fuerzas represivas y se pudieran denunciar de nuevo los crímenes del
Moncada al término del desfile. Entre los participantes de la manifesta-
ción se encontraban Frank País, Pepito Tey, Félix Pena, Oscar Lucero,

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
Vilma y Nilsa Espín, Orlando Benítez, José Quiala, Pepín Lupiañez,
Belarmino Castilla, Pantoja, Palais y otros, destacándose en el conjunto
los que serían los principales dirigentes del movimiento clandestino re-
volucionario en Santiago de Cuba. En la Plaza de Marte, un nutrido
grupo de esbirros de la policía y del SIR [Servicio de Inteligencia
Regimental] aguardaban que transitase la manifestación. Al comenzar
esta, Félix Pena y un grupo de compañeros enarbolaron unos carteles
que proclamaban: ¡Los derechos no se mendigan, se arrancan con el filo
del machete!; ¡Chaviano asesino!; ¡Chaviano chacal!; ¡Abajo la dictadu-
ra! De inmediato la manifestación fue brutalmente reprimida, la policía
efectuó numerosas detenciones y los remitió al vivaque de Santiago.
La dirigencia de la FEUO organizó de nuevo un acto de recordación
a José Martí, el 27 de enero. Entre las instituciones que convocaban al
acto aparecían el Partido Socialista Popular y el Club Rotario, lo que dio
lugar a una protesta de esa última institución. El Consejo Universitario
acordó entonces suspender el acto, cuyo orador principal debía ser Ar-
mando Hart, quien se había destacado como el defensor de Rafael García
Bárcena en el juicio por el frustrado asalto de un grupo de revoluciona-
rios al campamento militar de Columbia. La visita del joven abogado
sirvió para que Frank, Pepito y otros miembros de la FEUO estrecha-
sen vínculos con el dirigente del Movimiento Nacional Revoluciona-
rio (MNR). Era la posibilidad de ampliar el ámbito local en el que se
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desenvolvían las actividades revolucionarias de Decisión Guiteras y de
robustecer a escala nacional las perspectivas ideológicas de la vanguar-
dia revolucionaria de nuestra generación. El MNR postulaba, igual que
Decisión Guiteras, la necesidad de constituir un movimiento de la nue-
va generación revolucionaria con independencia de las agrupaciones
políticas de los años 30, con una orientación nacionalista y socialista.
La medida más radical de sentido socialista era el establecimiento de
un impuesto progresivo sobre la renta que tendiera a disminuir las dife-
rencias y desniveles existentes entre las clases propietarias y trabajado-
ras. Por supuesto, el programa distaba de ser socialista, pero tenía un
carácter progresista en la época. En el mes de marzo, Hart visitó Santia-
go, acompañado de Alain Rosell, dirigente del MNR en Santa Clara. Allí
quedó constituida la dirección del MNR. Entre sus dirigentes se encon-
traban Rafael Duharric, Nilsa Espín, María Antonia Figueroa y Jorge
Ibarra. A fines de mayo, Frank viajó conmigo a La Habana para coordi-
nar acciones con Hart, y nos entrevistamos también con Faustino Pérez.
Nos pidieron que visitáramos a los dirigentes del movimiento en Santa
Clara y Camagüey e informásemos sobre la situación en esas provincias.
Por aquella época, Frank intentó sin éxito, en dos ocasiones, realizar
sabotajes contra las líneas que suministraban electricidad a Santiago.
Llevó a cabo un asalto a las minas del Cristo para robar dinamita, en el
que participaron Armando Colomé, Nilsa Espín, Félix Pena, Andrés
Rosendo y Arsenio Estable, un joven obrero negro, jefe del grupo insu-
rreccional de las minas, que le suministraba regularmente dinamita a
Frank. Se explotaron numerosos petardos en Santiago para sembrar la
alarma. Se llevaban a cabo con cierta regularidad prácticas de tiro entre
los miembros del grupo insurreccional. De acuerdo con las investiga-
ciones que realizó William Gálvez, por aquella época contábamos con
una pistola de ráfaga, un fusil Remington y otro calibre 22, una escope-
ta de caza calibre 16, una pistola Mauser y dos Vesta calibres 32 y 25, y
80 cartuchos de dinamita. No aparece en la relación un revólver que se
le arrebató a un policía que fue desarmado en el Morro por Frank, Ar-
mando Colomé y Andrés Rosendo. Poco tiempo después, Frank y
Colomé asaltaron al mayoral de una finca cercana a Palma Soriano, y se
apoderaron de dos escopetas y un revólver calibre 38.
Al finalizar el mes de mayo, llegó a Santiago de Cuba Luis Conte
Agüero, demagogo de voz estruendosa y gesto melifluo, quien andaba
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en trajines electorales. Pensaba crear un nuevo partido político que saca-
ría del presidio de Isla de Pinos a los combatientes del Moncada, a los que
incluiría en las boletas electorales para que resultaran electos y el régimen
se viera obligado a sacarlos de las cárceles. Dijo contar con el apoyo eco-
nómico del director de la revista Bohemia, Miguel Ángel Quevedo, y de
otros que le aportarían más de un millón de pesos para la campaña elec-
toral. A esos efectos convocó a una reunión en San Pedro del Mar a los
miembros de la FEUO con el propósito de convencerlos para que aspi-
rasen también a distintos cargos electorales del nuevo partido. Entre los
asistentes a la reunión se encontraban José A. Grillo Longoria, Alberto
Muguercia, Luis Masferrer, Pepito Tey, Frank País y Jorge Ibarra. Este
último le planteó que no creía en las elecciones convocadas por el régi-
men y que si querían garantizar la realización del proceso electoral, le
dieran una parte del dinero que se había recaudado al grupo insurrec-
cional en el que militaban para comprar armas y proclamar una insu-
rrección en caso de fraude. Conte Agüero dijo que la línea insurreccional

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
era un disparate. Frank, que se mantuvo todo el tiempo callado, dijo al
final, tras ponerse de pie: «Lo único que tengo que decir es que si yo
fuera el último cubano que creyera en la revolución me echaría un fusil
al hombro y me iría a pelear a las montañas». Acto seguido se fue. Al
final Conte Agüero dijo: «Estos muchachos son suicidas» y Grillo le
respondió que esa era la posición de la juventud santiaguera.
La anunciada visita de Batista a Santiago de Cuba dio lugar a varios
preparativos por parte de la juventud. Félix Pena había planeado entrar
en la catedral por medio de algunas relaciones que tenía allí y desde la
torre de la catedral disparar contra Batista, quien debía hablar al públi-
co de pie en el balcón del Ayuntamiento en un acto político convocado
a esos efectos. Pena fue denunciado y apresado días antes por las fuer-
zas represivas, pero a la llegada del dictador sonaron unas seis bombas.
El 4 de junio de 1954 por la noche, Pepito Tey y Frank llegaron a mi
casa para esconderse y conversamos sobre la posibilidad de poner en
efecto un plan que habíamos concertado desde hacía algún tiempo para
visitar el Realengo 18. Frank era secretario del buró campesino de la
FEUO. Yo había leído el relato de Pablo de la Torriente sobre el Realengo
18, en el cual refería cómo los campesinos habían protagonizado varios
conatos de insurrección armada contra la guardia rural y la primera dic-
tadura de Batista. De ahí que me pareciera interesante establecer con-
tactos con el campesinado y tantear las posibilidades insurreccionales
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de la región. Frank estuvo de acuerdo. Al otro día alquilamos un jeep y
partimos con los nombres de algunos dirigentes campesinos del Realengo.
Nos acompañaban Armando Colomé y Andrés Rosendo; en Guantánamo
se nos debía reunir Enrique Soto. En el curso del viaje surgió una discu-
sión sobre lo que era más apremiante para el campesinado en la situa-
ción actual, si llevar escuelas y maestros a cada rincón del país o realizar
una reforma agraria. En un artículo que publicó con posterioridad en la
revista de la Escuela de Comercio que tituló «Cinco estudiantes y el mon-
te», Frank dio respuesta a la cuestión que se había debatido en el grupo
en el curso del viaje, al reproducir las entrevistas que le hizo a tres
campesinos en distintos puntos de nuestro recorrido y en las cuales es-
tos planteaban la importancia de la educación, pero reclamaban ante
todo la estabilidad en la tenencia de la tierra como principal demanda
de su clase. He aquí fragmentos de algunas de las declaraciones de los
campesinos entrevistados. Palabras de Jorge Limonta: «Teníamos cerca
una escuela, pero por intereses la trasladaron cerca del pueblo y han
dejado sin el pan de la enseñanza a cientos de nuestros hijos. Y nosotros
queremos educación para nuestros hijos más que todas las cosas». A
continuación, Limonta añadía:
Hemos sido engañados una y otra vez por todos los gobiernos.
Estos terrenos pertenecen a una compañía que nunca se ha ocupa-
do en sembrarlos y que los compró a 60 centavos la hectárea. Aho-
ra después que lo hemos sembrado y cultivado, nos quieren
desalojar. Pero para eso tendrán que matarnos a todos. A mí el
terrateniente Casals me quitó un pedazo de tierra, a otra familia le
quemaron la casa y mataron a varios de ellos [...]. Casals y otros
terratenientes tienen hombres que fingen ser campesinos, pero
que en realidad son una cuadrilla armada [...] pero las autoridades
se hacen de la vista gorda. Nosotros tuvimos un gran líder que se
llamó Lino Álvarez, que peleó por el derecho de los realenguistas,
inclusive a tiros, como en la célebre batalla del Saito, inculcándo-
nos el espíritu de clase y Patria. Para nosotros decir patria es decir
el pedazo de tierra negra que nos da la vida.
A continuación Frank comentaba a propósito de otros campesinos
que entrevistamos durante la trayectoria: «Todavía tuvimos ocasión de
conversar con dos familias más, que tenían mayor fogosidad que Limonta.
Uno de los jefes de familia en un arranque muy mambí dijo, “hay que
matarme a mí y a mis ocho hijos para quitarme este pedazo de tierra”».
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Un poco más adelante, cerca de Yerba Guinea, un campesino le de-
claró al grupo de estudiantes:
Aquí se ahorca y se mata, y no puedo decir más, no se puede ha-
blar, no se puede decir más, porque amaneces ahorcado o con un
tiro en la cabeza [...] no hay protección, no hay seguridad, no hay
justicia. Nos hemos visto obligados a vender la caña a 60 centavos
la tonelada en pie, es decir, cortada y montada, así que imagínese
cuántas toneladas de caña hay que picar para comprar un par de
zapatos [...]. Cuba está mal hermanos [...]. Dios oiga a sus hijos
más desamparados y no los deje morir de hambre y miseria, porque
de eso moriremos todos, para sostener palacios y rascacielos, for-
tunas, riquezas y colas de patos.
A lo que Frank comentó, dando expresión a sus sentimientos e iden-
tificación total con los campesinos y trabajadores de la región: «Y dos
lágrimas surgen de nuestros ojos al contemplar la miseria del pobre
guajiro, su espíritu hidalgo y el trato que como perros reciben. Qué tris-

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
te esperanza la de Cuba cuando hay tantos y tantos hombres que viven
muriendo en la ansiedad de cada día, sufriendo el dolor de ella, la burla,
la traición y el desamparo». Y para concluir la parte sustancial del artícu-
lo, Frank reproducía las últimas palabras del guajiro: «No tenemos otra
esperanza que morir esperando a alguien con corazón de pueblo, alma
de poeta y sentimientos de hombre, no de hiena, que venga al campo,
no a pedir votos, sino a brindar el amor de hermanos, no pensando en
cómo engañar al pobre guajiro, sino pensando que el futuro de Cuba
está en el monte, no lo olviden. No lo olviden».
No podía concluir el artículo con unas palabras más proféticas.
El 18 de junio de 1954 Estados Unidos, con el apoyo del coronel
[Carlos] Castillo de Armas, organizó un ejército de mercenarios que in-
vadió a Guatemala con el propósito de derrocar el gobierno democráti-
co y constitucional de Jacobo Arbenz, que había emprendido una
reforma agraria con la finalidad de erradicar el latifundismo y entregarle
la tierra a los campesinos. La United Fruit Company, la mayor compa-
ñía latifundista del país, era propietaria de cerca de una quinta parte de
las tierras y por consiguiente, era la principal entidad afectada por la
reforma agraria guatemalteca. Tan pronto Frank y yo tuvimos conoci-
miento de la invasión estadounidense, visitamos al rico maderero san-
tiaguero Toffi Babún, propietario de una flota que compraba maderas
en Centroamérica, para pedirle que nos permitiera viajar en una de sus
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embarcaciones a Guatemala. Babún se negó, alegando que no embarca-
ba particulares en los viajes de su flota. Entonces decidimos viajar a La
Habana para sacar un pasaje a la nación hermana, pero se habían sus-
pendido los vuelos. El embajador guatemalteco nos comunicó que ante
la situación creada no se podía hacer nada.
A mediados de julio o a principios de agosto, Bilín Santa Cruz Pacheco
me visitó para comunicarme que en los territorios de la universidad,
Pujals, el secretario del Consejo Universitario, había ordenado retirar
los carteles de la FEUO que condenaban la dictadura y exigían la res-
tauración de la Constitución de 1940. En su lugar, el profesor universi-
tario Rafael Alomá, candidato a alcalde de Santiago de Cuba por el
partido auténtico, había colocado una valla electoral con su imagen y
el rótulo «Alomá, alcalde». Nos dirigimos de inmediato a la universi-
dad, destruimos la valla electoral y la arrojamos dentro de las oficinas
del rector, quien había hecho declaraciones recientemente como cónsul de
Guatemala en Santiago de Cuba, del gobierno del títere yanqui de Cas-
tillo de Armas. Acto seguido tomamos la decisión de apelar a varios
miembros de la FEUO con el objeto de que firmaran una carta dirigida
al Consejo Universitario, exigiéndole que aclarase su posición ante el
hecho de que se hubiese permitido la instalación de una valla de propa-
ganda política de un profesor en los territorios de la Universidad y que
el rector se mantuviera en el cargo de cónsul de la Guatemala de Casti-
llo de Armas. Firmaron la carta Frank País, Roberto Pupo, Marcelino
Prado, Alberto Muguercia, Francisco Santa Cruz Pacheco y Jorge Ibarra.
El Consejo Universitario procedió a instruirnos una causa por haber-
le faltado el respeto al exigirle aclarase su posición e inculparlo indirec-
tamente de los cambios de los letreros de la FEUO e instalación de los
de propaganda política, con lo que se solidarizaban con las decisiones
tomadas por el secretario Pujals y con el hecho de que el rector detentase
el cargo de cónsul de Castillo de Armas. Se nos incriminaba también
por haber arrojado en el despacho del rector los restos de la valla electo-
ral del profesor Alomá. En el juicio que se nos hizo se pedía nuestra
expulsión. El Consejo Universitario falló por fin que para permanecer
en la universidad debíamos tener un promedio de 80 puntos en todas
las asignaturas. Había que estudiar mucho, ser buenos muchachos y no
meternos en agitaciones políticas. En vista de eso decidí matricular por
la libre en la Universidad de La Habana. Cuando Frank y yo visitamos
La Habana para entrevistarnos con Hart y darle cuenta de nuestras
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actividades, aproveché para matricular por la libre. Frank me comunicó
que pensaba hacer lo mismo, pero nunca supe si había llegado a matricu-
lar, porque tuve que regresar a Santiago antes que él. En su investiga-
ción para la biografía de Frank País, William Gálvez no encontró el
expediente de Frank en la Escuela de Pedagogía, por lo que al parecer
no llegó a hacerlo. Durante esa visita estrechamos nuestras relaciones
con José Antonio Echevarría, que había sido electo presidente de la
FEU. Yo lo había conocido con motivo de una visita que hizo a Santia-
go de Cuba con el propósito de denunciar el canal Vía-Cuba, que la
dictadura se proponía construir con el apoyo de fuertes intereses yan-
quis. El canal dividiría la Isla en dos, como el Canal de Panamá y se
convertiría en un poderoso enclave económico y militar de Estados
Unidos.
Nos encontrábamos un día en la Plaza Cadenas con Fructuoso
Rodríguez y Faure Chomón, cuando hicieron irrupción en la Escuela de
Derecho unos elementos gansteriles que José Antonio había expulsado

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
de la Universidad. Acto seguido fueron increpados por los dirigentes
universitarios habaneros, que se fueron a las manos con ellos. Frank y
yo participamos en el intercambio de golpes con los bonchistas. Como
consecuencia de los contactos que tuvimos con José Antonio durante
ese año, este nos facilitó cuatro M-1 para un atentado que no se llegó a
fraguar contra el coronel [Alberto] del Río Chaviano, jefe del regimiento
del cuartel Moncada.
De regreso a Santiago de Cuba, se anunció por el régimen la libera-
ción de García Bárcena, que permanecía encarcelado en Isla de Pinos.
Frank decidió que Pepito Tey y yo fuéramos a visitarlo y le anunciára-
mos nuestros planes de preparar un alzamiento en el término de un año
en la región del Realengo 18. Bárcenas nos dijo que eso era imposible
en las condiciones actuales. En el siglo XX no era lo mismo que en el XIX:
los ejércitos contaban con aviación y artillería que destruirían cualquier
tipo de movimiento insurgente en el campo. Por otra parte, no ofrecía
ninguna solución concreta para la lucha contra Batista. En la cárcel
había escrito un libro, Redescubrimiento de Dios, en el que desplazaba sus
inquietudes fundamentales hacia la religión. Al tanto Frank de esto,
decidió separarse del Movimiento Nacional Revolucionario. Había te-
nido lugar una amplia incorporación de nuevos combatientes a nuestras
filas. Entonces, Frank me pidió que elaborase el programa de la nueva
organización. El programa se centraba en la necesidad de efectuar una
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reforma agraria, socializar los más importantes medios de producción,
industrias y centrales azucareros. Rafael Rivero revisó el texto y me
sugirió algunas innovaciones con las que estuve de acuerdo. Ninguno
de los dos éramos comunistas, como se nos llamaba entonces, sino que
éramos socialistas por nuestra cuenta, o mejor, partidarios del socialis-
mo sin partido. Rivero y Nilsa Espín, sin embargo, fueron captados pos-
teriormente por José Antonio Portuondo para el Partido. Regresando al
tema de nuestras consideraciones: le propusimos a Frank que la nueva
organización se denominara Acción Socialista Revolucionaria, y que su
orientación debía ser antimperialista y socialista. Frank se opuso al nom-
bre que proponíamos para la organización «porque la gente tenía mu-
chos prejuicios con la denominación de socialismo y lo importante en
aquel momento era luchar contra Batista».
El jueves 28 de enero de 1955 se realizó en la universidad la apertura
del fórum contra el canal Vía-Cuba, o canal «rompe Cuba» como lo
llamábamos. Al fórum había sido invitado Eduardo Corona, quien for-
maba parte de la comisión nacional contra el canal y era una prestigiosa
figura del Partido Ortodoxo. El último día de sesiones del fórum se
dieron instrucciones por Frank de fomentar fuertes protestas por la masa
de los estudiantes contra el engendro que proyectaba la dictadura. La
noche de la clausura, un ómnibus que penetró en el recinto universita-
rio fue incendiado por Pepito Tey y cientos de estudiantes se congrega-
ron alrededor dando gritos contra la dictadura. Eduardo Corona y los
principales dirigentes de la FEUO fueron detenidos cuando salían del
recinto universitario.
El 20 de abril de 1955 Frank efectuaba el asalto al Club de Cazadores
acompañado por Carlos Iglesias, Cala Benavides, Emilio Lamelas, Nano
Díaz, Lorenzo Reina y Alfonso Verdaguer. Los asaltantes se llevaron
10 escopetas y 200 cartuchos. Con esas escopetas el pequeño alijo de
armas de Acción Nacionalista Revolucionaria (ANR) sumaba cerca de
20 armas largas y cortas. El 23 de julio, Frank, Pepito, Nano Díaz, Cé-
sar Perdomo, Reinerio Jiménez, Bilín Santa Cruz Pacheco, Ariel Rojas y
Santiago Montes de Oca (traidor), se aprestaron a tomar el cuartel del
Caney. Las instrucciones eran tomar por sorpresa a los policías y los
guardias que dormían allí. Un suceso inesperado, la orden de alto a un
automóvil que transitaba a alta velocidad en las cercanías del cuartel,
impidió que se pudiera efectuar la captura de los agentes represivos sin
novedad. De inmediato se generalizó un tiroteo. Al disparar Frank cayó
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un policía muerto, al que Frank desvistió y se apoderó de sus armas. En
total se capturaron cuatro fusiles y una pistola, pero dos de los asaltantes
dejaron abandonadas sus escopetas. Al día siguiente Frank era detenido
por el SIR.
Ya desde junio de 1954, Frank había convencido a Casto Amador y a
Otto Parellada para que pasaran a las filas de su organización revolu-
cionaria, pero que antes se aseguraran el control de la mayor cantidad
de armas de Acción Libertadora y que empezaran a hacer captaciones
clandestinas entre los combatientes de esa organización para que ingre-
saran en el ANR. Por último, en el mes de mayo de 1955, Otto y Casto
abandonaban las filas de Acción Libertadora para incorporarse oficial-
mente a Acción Nacionalista Revolucionaria. De acuerdo con el testi-
monio de Casto, cerca de 100 hombres lo acompañaban, con 10 o 12
pistolas, dos fusiles uno calibre 22 y otro 22-20, así como dos pistolas
Parabellum. La seriedad y el accionar de Frank habían atraído finalmen-
te a los combatientes más honestos y aguerridos de Acción Libertadora.

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
El prestigio creciente que había ganado Frank entre los estudiantes y la
juventud santiaguera lo había convertido ya en el líder indiscutible del
movimiento revolucionario.
El paso de Frank al Movimiento 26 de Julio (M-26-7), o sea la fusión
de Acción Nacional Revolucionaria con el Movimiento que dirigía Fidel
Castro, no se produjo del día a la mañana como han apreciado algunas
versiones periodísticas. De acuerdo con estas, bastó con que María
Antonia Figueroa le propusiera a Fidel que designase a Frank País como
jefe de Acción para que este se incorporase al M-26-7. De acuerdo con
la disquisición que hace William Gálvez en su libro,1 así como de otros
testimonios, entre los que se pueden incluir el aval del conferenciante,
no fue hasta que Frank País se reuniera por segunda vez con Pedro
Miret –al cabo de un mes de haber partido Fidel para México–, que
aceptó ingresar en el M-26-7. Todavía no se conocen las discusiones y
las condiciones o capitulaciones previas que puso para ingresar con las
fuerzas revolucionarias que dirigía.
Después de superar algunas diferencias con Frank, Félix Pena, el más
acreditado dirigente estudiantil partidario de la insurrección de Santia-
go, ingresaba en las filas del M-26-7, designado jefe de las Brigadas
Estudiantiles por Ñico López. No obstante, se mantendrían algunas

1
W. Gálvez: Frank, entre el sol y la montaña, 2 ts., Ediciones Unión, La Habana, 1991 [n. de la R.].

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discrepancias sobre el papel que debían desempeñar las manifestacio-
nes y protestas estudiantiles a esas alturas. Pena consideraba que toda-
vía era necesario proseguir la agitación en los centros de segunda
enseñanza y en la universidad para mantener a los estudiantes en la
órbita de influencia del M-26-7 y evitar que otras organizaciones los
captaran políticamente; mientras Frank pensaba que era preciso comenzar
a disciplinarlos y adiestrarlos en lo militar. A la larga, la tesis de Frank se
impondría. Los acontecimiento del 19 de abril de 1955, confirmarían
en líneas generales la justeza de sus tesis.
En ocasión del juicio que se realizaba en la Audiencia de Santiago de
Cuba contra Sorribe y Feliú por la tenencia de un saco con granadas
de mortero, se efectuó una gran concentración de estudiantes que pe-
dían la absolución de sus compañeros de aula. Con motivo de un inci-
dente entre un policía y el estudiante Luis Argelio González Pantoja,
este resultó herido de bala; las fuerzas del orden comenzaron a disparar
contra los estudiantes, fueron baleados también Paquito Cruz, Carmen
Yassel y Faustino Valcárcel. Las heridas de Paquito y Pantoja eran de
pronóstico grave. Cuando le llegaban noticias nuevas a Frank sobre el
tiroteo de la policía contra los estudiantes, se limitaba a comentar: «No
te preocupes, eso no se quedará así». En la reunión del comando que se
convocó para responder a la balacera criminal de la policía, Frank dijo:
«Debemos dar una respuesta al criminal atropello y hacer sentir la ac-
ción revolucionaria. Tenemos que mostrar a esos esbirros que el M-26-7
responderá a las agresiones armadas de igual forma». Esa misma noche
salían tres automóviles, al frente de uno de los cuales iban Frank, Pepi-
to Tey y Carlos Díaz que se enfrentaron con los policías y los guardias
que encontraban en las calles. El resultado final de las acciones arma-
das fue: tres policías muertos y dos combatientes del M-26-7 heridos.
El estudiantado se convenció de que ya había llegado la hora de la
lucha armada frontal contra la tiranía. Las medidas de represalia toma-
das por Frank lo persuadió de que desde entonces el liderazgo de Frank
y la hegemonía de la línea insurreccional se impusieron en el escenario
santiaguero. La unidad de las vanguardias revolucionarias se había for-
jado en la acción. Acatado y respetado por los principales grupos insu-
rreccionales, el accionar de Frank había nucleado en torno a su persona
a las principales tendencias revolucionarias de la nueva generación. En
esas circunstancias el movimiento revolucionario estaba en condicio-
nes de atraer y conquistar a la clase obrera y a la clase media urbana. En
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las zonas rurales la guerrilla conquistaría progresivamente sectores im-
portantes del campesinado y del proletariado rural para la causa revo-
lucionaria.
Lo más significativo de ese proceso es que Frank no se dejó cegar por
sus triunfos, ni se deslumbró por el hecho de haber alcanzado la hegemo-
nía indisputada en Santiago, ni por las acciones victoriosas del 30 de no-
viembre. Cuando nadie depositaba esperanzas en la posibilidad de que
Fidel y los 12 supervivientes del Granma constituyeran la fuerza fun-
damental del movimiento revolucionario, Frank concentró todos sus es-
fuerzos en reforzar el reducido contingente guerrillero, aun a costa de
reducir a la mínima expresión a las fuerzas del movimiento en Santiago de
Cuba. Así, envió a la Sierra un primer contingente de 53 combatientes
con los mejores armamentos de los que disponía en la ciudad. De la mis-
ma manera envió a la Sierra un grupo alzado en Sierra Canastas, en la
jurisdicción de Guantánamo y a algunos combatientes de Santa Clara.
Frank estaba convencido de las potencialidades de la guerra de guerrillas

JORGE IBARRA CUESTA / Frank País y los orígenes del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
para diezmar y vencer finalmente al ejército de la tiranía. Todos los es-
fuerzos debían subordinarse a la lucha armada en el medio rural, hasta
que esta se consolidara. No aceptó la proposición de Faustino Pérez de
abrir un segundo frente en Las Villas para dispersar las fuerzas de la tira-
nía, hasta que no hubo fortalecido lo suficiente a la Sierra Maestra, per-
suadido como estaba de que nadie mejor que Fidel podía hacer viable la
victoria frente a la dictadura. Tan pronto se convenció de que la Sierra
Maestra se había consolidado, concibió la posibilidad de abrir un segundo
frente con el propósito de desviar y disgregar a las fuerzas del ejército
enemigo, pero solo en la región que ocupa hoy el II Frente Frank País.
Había palpado el potencial revolucionario del campesinado y del proleta-
riado rural durante su visita al Realengo 18, y eso lo llevó a fraguar un
alzamiento en esa región. Como sabemos, ese intento fracasó en sus orí-
genes a causa de la mala organización y preparación del contingente de
combatientes urbanos que pretendió abrir el frente guerrillero.

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RUTH No. 3/2009, pp. 140-169

JULIO CÉSAR GUANCHE*

El compañero señor Chibás


Un análisis del nacionalismo populista cubano

La Constitución de 1940 fue el resultado en clave reformista de la Revolución del 30, ya


derrotada su ala radical. Muchas de las conquistas sociales alcanzadas en ese texto fueron
consecuencia de la batalla de los convencionales comunistas en la Asamblea. No obstante, por
la existencia de alianzas, el consenso de 1940 es el resultado de la confluencia entre nacionalis-
tas, comunistas y abecedarios, que en común tenían un perfil político reformista. Las páginas
siguientes repasan la configuración de ese cuerpo de pensamiento, según su exposición por uno de
los voceros más extrovertidos del PRC (A) en esa coyuntura: Eduardo Chibás.

Para Berta Álvarez Martens

Si se busca una imagen que codifique el cuerpo ideológico del naciona-


lismo, de orientación democrática, burguesa y popular/populista, que
dominó la imaginación de la Convención Constituyente cubana de 1940,
acaso se puede encontrar en el calificativo con que se llamaron entre sí
muchos delegados a lo largo de los debates de la Asamblea: el «compa-
ñero señor».
La ecuación lo revela todo: el intento de conciliación entre el conte-
nido igualitario, aportado por la revolución popular que derrocó a
Gerardo Machado (1930-1933) y la canalización reformista burguesa
del curso revolucionario, que prometió, a través de la modernización
capitalista del país, conseguir la soberanía política nacional, la liberación
económica y la justicia social en aras del objetivo: «Cuba para los
cubanos».
La imagen del «compañero señor» no constituye una contradicción
sino un oxímoron: dos palabras opuestas que no obstante, como diría
* (Cuba, 1974). Ensayista. Es asesor del presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine
Latinoamericano. Sus libros más recientes son En el borde de todo. El hoy y el mañana de la
revolución en Cuba (2007) y El continente de lo posible. Un examen sobre la condición revolucionaria
(2008).

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Jorge Luis Borges, construyen un sentido. En este caso, la democracia
como proyecto regular de creación de la política «por el pueblo» –el
programa de la redistribución horizontal del poder entre ciudadanos tra-
bajadores–, contenida en el término «compañero», y su regulación por
la jerarquía, el poder vertical, expresada en el término «señor», uso par-
ticular de poder político por parte del ciudadano propietario, que con-
trola los términos de la creación, funcionamiento y reproducción de
dicho poder.
El compañero y el señor conviven en la conquista ideológica de la
revolución cubana del 30: el nacionalismo democrático de corte popu-
lar/populista. Ese discurso tiene gran consistencia en todos los debates
alrededor de 1940: es el tono genérico de la Asamblea, el esperanto en
el que se entienden desde los comunistas y los abecedarios1 hasta los
demócratas republicanos y los liberales, pasando por el resto de los
partidos presentes en la Convención –y solo confrontado, en ocasiones,
por el liberalismo old fashion estilo Orestes Ferrara–: cuando una pro-
puesta puede cercenar un derecho individual se tacha de antiliberal,
cuando quedase autorizado un acto ejecutivo sin control judicial queda
calificado de antidemocrático, cuando se hace una propuesta de impo-
ner costes de matrículas a la segunda enseñanza se tilda de antipopular.
Dentro del conjunto, fue el Partido Revolucionario Cubano (Auténti-
co) [PRC (A)] el portador, con mayor calado popular y capacidad de
penetración ideológica de ese tipo de nacionalismo, que se presentaba
como popular y solo podría ser populista. El PRC (A), fundado por
Ramón Grau San Martín en 1934, capitalizaría los logros sociales del
septembrismo, tras la experiencia del Gobierno de los 100 Días, y se
presentó, como su nombre lo indica, como el partido de la Revolución,
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

la continuidad del empeño martiano y la consagración en los hechos de


su ideal.
La Constitución de 1940 fue el resultado en clave reformista de la
Revolución del 30, ya derrotada su ala radical: el pacto entusiasta, y
ciertamente brillante, entre tendencias con fuerza apenas suficiente para
imponer su presencia compartida en el diseño del país.

1
Miembros de la agrupación política ABC, que, después del derrocamiento de Gerardo Macha-
do, se convirtió en partido político. Los líderes principales del ABC fueron Joaquín Martínez
Sáenz, Jorge Mañach, Carlos Saladrigas, Joaquín O. Hermida, Francisco Ichaso, Juan A. Lliteras,
Alfredo Botel y otros [n. de la R.].

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La mayor parte de la historiografía revolucionaria ha subrayado que
las conquistas sociales alcanzadas en ese texto fueron consecuencia cuasi
exclusiva de la batalla de los convencionales comunistas en la Asam-
blea que aprobó al fin la Carta Magna de 1940. En efecto, la política de
los Frentes Antifascistas había permitido la concertación de alianzas
entre los partidos comunistas y fuerzas de variado espectro ideológico,
que garantizaron un acceso inédito de los partidos comunistas a la ad-
ministración de la política, y por consiguiente una también inédita re-
presentación de intereses populares. No obstante, por la razón misma
de la existencia de tales alianzas, el consenso de 1940 es el resultado de
la confluencia entre nacionalistas, comunistas y abecedarios, que en
común tenían un perfil político reformista.
Las páginas siguientes repasan la configuración de ese cuerpo de pen-
samiento, según su exposición doctrinal en la Convención Constituyen-
te de 1940 por uno de los voceros más extrovertidos del PRC (A) en esa
coyuntura: Eduardo Chibás.2

El populismo cubano

Buena parte de las monografías cubanas, al estudiar su figura, han pre-


sentado a Chibás in extremis: «el adalid de Cuba», según el título clásico
de Luis Conte Agüero –versión laudatoria reeditada luego con profu-
sión en la historiografía revolucionaria–, o como un demagogo populis-
ta, afectado por un ego mitómano, compulsivo e irrefrenable.3
Sin embargo, la línea de análisis que describe mejor el pensamiento
de Chibás no es tanto la que ensaya su biografía personal, sino la que
2
Los documentos y los discursos elaborados por Chibás no son demasiado abundantes y han
sido confrontados una y otra vez en los materiales que le han sido dedicados. Para no volver
sobre ellos, he preferido en este texto recuperar su participación en la Convención Constitu-
yente de 1940, mucho menos conocida. Como se verá, salvo el énfasis en la denuncia de la
corrupción, correspondiente al período de crisis del autenticismo, no hay líneas de corte
esenciales en su pensamiento.
3
Ver Elena Alavez: La Ortodoxia en el ideario americano, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 2002; de la misma autora, Eduardo Chibás en la hora de la Ortodoxia, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1994; Ramón Rodríguez Salgado: Vergüenza contra dinero, Edi-
tora Política, La Habana, 2007; José Díaz Roque y Doris Era González: Eduardo Chibás: el gran
cívico, Ediciones Mecenas, Cienfuegos, 2005; Newton Briones Montoto: General Regreso, Edi-
torial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005; Raúl Roa: Viento Sur, Editorial Selecta, La
Habana, 1953.

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analizó el populismo cubano como corriente ideológica de especificida-
des latinoamericanas y, desde ese lugar teórico, la factibilidad de su pro-
grama político en el contexto del capitalismo dependiente.4
En rigor, es por lo menos curioso que, en un contexto de resurgimien-
to de las variantes populistas en el continente, después de los años 90,
no se haya recuperado la reflexión sobre el tema. Desde esa fecha, el
término «populismo» ha servido para explicarlo casi todo: se calificó de
«neopopulismo» a los gobiernos neoliberales de la tríada Fujimori-Sali-
nas de Gortari-Menem; se prometió desde gobiernos «progresistas» la
reaparición de «capitalismos nacionales», y se ha descargado la acusación
de «populismo», sin más, sobre cualquier tipo de política que busque
movilización de las masas desde liderazgos pobremente conceptualiza-
dos como carismáticos. En medio de esa confusión, es imprescindible
distinguir.5
El populismo expresado en Cuba por la tríada Ramón Grau San Mar-
tín-Carlos Prío Socarrás-Eduardo Chibás –con sus correspondientes ins-
trumentos partidistas, el PRC (A) y el Partido del Pueblo Cubano
(Ortodoxos), fundado por Chibás en 1947–, responde al concepto «clá-
sico» de este fenómeno,6 que buscó comprenderlo desde un enfoque
4
Ver Francisco López Segrera: Cuba: capitalismo dependiente y subdesarrollo (1510-1959), Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, 1981; del mismo autor «Peculiaridades del populismo en
Cuba: clases sociales y política (1940-1959)», en Cuba sous le régime de la Constitution de 1940.
Politique, pensée, littérature, James Cohen et Francoise Moulin Civil (dir.), L´Harmattan, Montreal,
1997; Germán Sánchez Otero: «La crisis del sistema neocolonial en Cuba: 1934-1952», Los
partidos políticos burgueses en Cuba neocolonial. 1899-1952, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1985. Ver también Antonio Annino: «Cuba 1934-1958: un caso atípico en el contex-
to latinoamericano», en La democratización fundamental. El populismo en América Latina, Carlos
M. Vilas (comp.), Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1994. Ver también
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

Jorge Ibarra Cuesta: Cuba: 1898-1958. Estructura y procesos sociales, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1995.
5
En Cuba, la reflexión que utilizó el paradigma de la teoría de la dependencia para comprender
la historia de la formación y de la estructura del capitalismo nacional, se opuso, en su momen-
to, al marxismo oficial soviético-criollo que había calificado a la propia teoría de la dependen-
cia como «corriente burguesa de pensamiento». Lamentablemente, es una tesis que no se ha
recuperado después en el escenario intelectual del país, no obstante lo valioso de los enfoques
abiertos por la teoría de la dependencia –aún con todas las críticas que recibiera después de sus
primeras formulaciones– para pensar el socialismo como salida al capitalismo dependiente.
Los trabajos cubanos que más avanzaron en esa dirección son los de López Segrera y Germán
Sánchez Otero, citados en nota 4.
6
El texto de Antonio Annino, ob. cit. (en n. 4), aborda el populismo cubano como una onda
larga comprendida entre 1934 y 1952, pero la mayor parte de los abordajes sobre el tema se
concentran en el análisis de los gobiernos auténticos y en el programa de Eduardo Chibás. Sin
embargo, el de Annino es un análisis relevante para esta problemática.

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estructural, al relacionar las condiciones de la producción con las
implicaciones de la distribución de ingresos, el empleo y el consumo.7
El conjunto se entendió como un estadio específico del capitalismo. El
uso posterior del término se contradice con aquella comprensión, con-
tenida en los estudios de Germani y Di Tella en una corriente, o de
Ianni y Vilas en otras, e incluso con enfoques más recientes que parecen
comprenderlo como un régimen de discurso, como en Ernesto Laclau,
todos los cuales intentaron construir el concepto de «populismo» lejos
de un uso adjetival de reparto a granel.8
Germani comprendió el populismo como un camino deforme que daba
cuenta de problemas estructurales en el tránsito de sociedades agrario-
oligárquicas hacia sociedades modernizadas e industriales. Se trataba
de un expediente «desviado», ante la incapacidad de utilizar para tal
tránsito la vía «normal» de la democracia liberal. En esa línea, el
populismo se presentó como sedante contra el trastorno de no sentirse
contemporáneo de la modernización: el remedio a la conciencia de no
pertenecer, de estar al margen o de estar «atrás», respecto a dicho proce-
so. La salida, monstruosa, es la posibilidad enarbolada por el populismo
de quedar incluido. Di Tella lo entendió como un efecto de la «revolu-
ción de las expectativas», del hechizo ejercido por la ciudad-moderni-
dad-civilización sobre el campo-tradición-barbarie, en un contexto en
que el ritmo de la modernización alcanzaba «solo» a la ciudad, porque
el sistema económico político no podía conseguirlo para la totalidad
del espacio social. Sin embargo, sus dispositivos simbólicos sí obtenían
el deslumbramiento «de todos» con esa posibilidad. La promesa de la
modernización consigue así la adhesión de las masas, encomendadas al

7
«Esta es, de manera muy resumida, la dimensión estructural del populismo en América Latina:
el predominio de la producción para el consumo personal, la gravitación de la pequeña
propiedad –es decir, la misma que la de su precedente ruso–. Los rasgos diferenciales de la
expansión del capitalismo industrial en el desarrollo tardío en América Latina, explican que
los elementos comunes hayan podido manifestarse con efectos opuestos en uno u otro caso: en
Rusia –como también en Estados Unidos–, para nutrir ideológicamente los ataques a la
expansión del capitalismo industrial; en América Latina, para impulsar su desarrollo»; Carlos
M. Vilas: «El populismo latinoamericano: un enfoque estructural», en La democratización
fundamental. El populismo en América Latina, Carlos M. Vilas (comp.), ob. cit. (en n. 4).
8
Entre la amplia bibliografía sobre el tema, es valioso el repertorio La democratización fundamen-
tal. El populismo en América Latina, Carlos M. Vilas (comp.), ob. cit. (en n. 4). Por otra parte,
de Ernesto Laclau: La razón populista (Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005), es
una polémica reconstrucción intelectual del concepto, que se reclama como hecha desde el
marxismo.

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líder carismático que las llevará de la mano por el camino del progreso.
El enfoque marxista (sobre todo el vinculado al dependentismo brasileño,
Ianni, Weffort, Cardoso, Marini) entendió el populismo como la expre-
sión de un ciclo económico preciso: el período de industrialización por
sustitución de importaciones, que condujo a cierta redistribución de la
renta. Se trataría de una fase de las transformaciones del Estado capita-
lista, en la cual el bloque tradicional oligárquico agrario exportador y la
burguesía minera y comercial pierden el monopolio del poder político
en provecho de las clases sociales urbanas –burguesía industrial, clase
media y proletariado industrial.
La ideología populista en esa hora, en general, articuló espectros
policlasistas –o «conjunto fluido de confluencias y acuerdos coyuntura-
les», como le llama Vilas– hegemonizados por programas burgueses ten-
dentes a estos fines: convertir al Estado en un instrumento técnico del
progreso, garantizar su uso legítimo –no espurio–, conseguir el buen
funcionamiento de la institucionalidad democrática liberal, redistribuir
ingresos para responder a las necesidades, tanto de la estabilidad del
sistema como de la acumulación capitalista, conseguir la industrializa-
ción del país, diversificar la estructura económica, liberar las posibilida-
des de desarrollo clausuradas por la monoproducción –azucarera en el
caso cubano–. Ninguno de estos contenidos era estructuralmente opues-
to a intereses específicos de las clases trabajadoras, también en ascenso
en esas fechas, lo que produjo la confluencia populista.
El populismo estaba llamado a rendir frutos diferentes –como afirma
López Segrera– según se tratase de países de economía de enclave (en
Centroamérica, Cuba, Venezuela, el área del Caribe), en los cuales el
producto principal de exportación estaba en manos extranjeras, o de
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

países en los que existía un sector productivo nacional dinámico (Bra-


sil, Argentina, México). Si en el primer grupo de países tal estructuración
dio lugar a la frustración del populismo y a formas regresivas de partici-
pación política, en el segundo tuvo una expresión pujante hasta princi-
pios de los años 50, en que hizo nuevamente crisis.9
En Cuba, como en cualquier parte, la industrialización –o su sinónimo
de la época, el desarrollo económico– necesitaba espacios de relativa

9
Francisco López Segrera: «Peculiaridades del populismo en Cuba: clases sociales y política
(1940-1959)», en Cuba sous le régime de la constitution de 1940. Politique, pensée, littérature, James
Cohen et Francoise Moulin Civil (dir.), ob. cit. (en n. 4), p. 159.

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autonomía de la burguesía industrial, ampliaciones del mercado inter-
no, crecimientos demográficos, niveles de organización del proletariado
industrial, la transformación de las relaciones del agro, la relativización
de la dependencia de la inversión foránea desde los centros metropoli-
tanos para desarrollar la idea del «capitalismo nacional», como ocurrió
en períodos muy concretos en Brasil, Argentina o México. En estos paí-
ses se lograron avances más firmes en la industria ligera, capaces de
satisfacer en lo esencial la demanda nacional de bienes de consumo no
durable, lo que se debió a condicionamientos socioeconómicos
preexistentes, localizables en el tipo de desarrollo colonial verificado en
ellos.10
Al mismo tiempo, la industrialización en Cuba necesitaría de la reali-
zación efectiva de la reforma agraria, tan prometida como incumplida
por toda la política cubana hasta 1959, porque la modificación de las
relaciones ciudad-campo resultaba imprescindible para los proyectos
de modernización industrial.
Como consecuencia, los intentos de la burguesía no azucarera cuba-
na de construir una industria sustitutiva de importaciones fracasaron a
lo largo del período republicano. Esta clase no pudo desarrollarse debi-
do a la estructura de las exportaciones, atada al mercado estadouniden-
se a través de instrumentos como el Tratado de Reciprocidad de 1934
(las importaciones pasaron, en el total cubano, de 56.2 % en 1934 a
78.4 % en 1949) y la Ley de Cuotas Costigan-Jones, que establecía un
límite a las importaciones de azúcar de Estados Unidos. Las tentativas
de diversificación se frustraron en su primer intento, tímido, en 1927, y
después en el más firme de ellos a partir de 1948 y a lo largo del gobier-
no de Carlos Prío, cuando se exigió, entre otras cuestiones, la inter-
vención estatal en el sostenimiento del crédito para el fomento

10
Grau, ya presidente constitucional, explicaría la necesidad de desarrollar esta industria de la
siguiente manera: «Ha dicho un estadista que los pueblos más progresistas, los más considera-
dos en el convivir social y económico, por lo general participan igualmente de las faenas
agrícolas y de las faenas industriales, de las faenas del campo y de las faenas de la fábrica,
nosotros, al organizar las escuelas politécnicas, hemos iniciado en el alumno el conocimiento
de la materia prima indispensable para la actividad industrial, que luego se transforma y que va
a ser una industria textil, una de las manifestaciones más plenas de nuestra capacidad produc-
tora»; Ramón Grau San Martín: La revolución constructiva. (Discursos en el poder), Ediciones de la
Oficina de Información y Publicidad del Gobierno de Cuba, La Habana, 1947, t. I, p. 180.

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industrial y la participación de capitales cubanos en la industria minera,
por ejemplo.11 Annino lo argumenta de este modo:
[L]a crisis de 1929 no modificó la relación entre imperialismo y
burguesía cubana tal como se había establecido a principios del
siglo. Por el contrario, fue reforzada, dado que el potenciamiento
del sector comercial favoreció al sector cubano más tradicional, o
sea, al mercantil, que junto con el azucarero constituía el grueso de
la burguesía vinculada financieramente al capital monopólico ex-
tranjero.12
La precariedad de ese bloque burgués no azucarero, al permanecer
sin base real para su expansión, haría imposible a su vez la expansión
populista en Cuba.13
11
Ver Germán Sánchez Otero: «La crisis del sistema neocolonial en Cuba: 1934-1952», Los
partidos políticos burgueses en Cuba neocolonial. 1899-1952, ob. cit. (en n. 4).
12
A. Annino: Ob. cit. (en n. 3), p. 443.
13
Las pruebas de los límites estructurales del nacionalismo populista se encuentran en varios
campos. Por una parte, no consiguió impedir el proceso de proletarización de la sociedad
cubana, descrito por Jorge Ibarra, que sumaba, en 1957, 1 000 000 de desempleados –entre
desempleados, subempleados y amas de casa–. Si en 1943 el 53.2 % de la población cubana no
estaba empleada, en 1957 ese indicador alcanzaba 55 %. Para Ibarra, «la muestra del Consejo
Nacional de Economía de 1957 confirma la tendencia inalterable del proceso de proletarización
a incrementarse de manera progresiva y a convertirse en una característica permanente de la
sociedad de plantaciones o del capitalismo de plantaciones neocolonial»; J. Ibarra Cuesta:
Cuba: 1898-1958. Estructura y procesos sociales, ob. cit. (en n. 4), p. 240. Por otra parte, para esa
fecha, tanto los análisis de la Conferencia para el Progreso de la Economía Nacional, de 1948,
como el Informe Truslow, permitían concluir que los salarios elevados de los trabajadores
cubanos eran el principal obstáculo para atraer inversiones extranjeras y propiciar las naciona-
les. Sus recomendaciones comprendían la creación de un clima de confianza con la Confede-
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

ración de Patronos, la autorización de las relaciones directas entre las organizaciones obreras
y patronales sin intervención del Estado, la legitimación del despido compensado y la neutra-
lización y disminución de las conquistas obreras. Un verdadero programa de acción contra la
Constitución de 1940 y el perfil de la política populista, que es preciso poner en relación con
el golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952; ver Germán Sánchez Otero: «La crisis del
sistema neocolonial en Cuba: 1934-1952», Los partidos políticos burgueses en Cuba neocolonial.
1899-1952, ob. cit. (en n. 4). Marini describió el marco de este proceso en el continente: «Solo
en aquellos países donde el sector exportador, controlado directamente por el capital extran-
jero, no disponía de las condiciones necesarias para cambiar su orientación es que las tensiones
se hicieron más graves, dando lugar a conflictos radicales que terminaron, sin embargo, por
conducir a una situación de represión impuesta por las antiguas clases dominantes, la cual se
tradujo en un relativo estancamiento económico»; Ruy Mauro Marini: Subdesarrollo y revolución,
Siglo XXI Editores, México, 1970, p. 13. Para una descripción más general del proceso, ver
Osvaldo Sunkel y Pedro Paz: El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, Edición
Revolucionaria, La Habana [s. f.].

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Chibás: profeta de la nueva aurora

Para Chibás la Constitución de 1940 significaba, sin más, el resultado


directo de la Revolución del 30. El otrora líder estudiantil utilizó siem-
pre la expresión «Revolución Cubana» como un continuo histórico-ideo-
lógico, que alcanzaba su cumbre en el nuevo texto legal. Siendo el
PRC (A), en rigor, un partido reformista, como la mayor parte de los
presentes en la Convención Constituyente, Chibás se representó a sí
mismo como el revolucionario por antonomasia, como su partido lo era
de la revolución cubana, y dejó explícito su proyecto de país: un capita-
lismo nacional, democrático y social.
Chibás, desde 1933, y desde entonces y hasta la futura ruptura, más
de una década después, considerará a Grau como el «jefe de la Revolu-
ción». Durante la Convención construyó con verosimilitud la coheren-
cia sin fisuras entre Grau y Guiteras, se sirvió de este último para
incorporar en su nacionalismo la apuesta de Guiteras por una vía no
capitalista de desarrollo, presentó como opuestos el nacionalismo revo-
lucionario con el comunismo, ante la incapacidad de los propios comu-
nistas, en ese momento, de conseguir una fusión entre ambas corrientes.
Chibás recordó a los comunistas su oposición a Guiteras, y aseguró que
el fundador de Joven Cuba,14 de no haber sido asesinado por órdenes de
Batista, estaría sentado en un banco de la Convención bajo el liderazgo
de Grau San Martín.
Según la particular manera de Chibás de trazar el mapa político de la
Asamblea –y del país– a su izquierda solo quedaba la nada. El partido
comunista, que asistió a la Convención Constituyente con el nombre de
Unión Revolucionaria Comunista, quedaría descalificado como revolu-
cionario, según se desprende del pensamiento de Chibás, por su voca-
ción «totalitaria». De hecho, los debates más largos, a veces insufribles,
sobre todo mientras estuvo la Convención presidida por Grau, tuvieron
como contendientes a Chibás y a la bancada comunista, en particular a
Blas Roca.

14
En los últimos meses de 1934 Guiteras funda la organización Joven Cuba, que pensaba fuera
una organización de masas; admitía en ella a los que pudieran servir en la lucha para alcanzar
el poder. En su programa, como lineamientos, se subrayaba el antimperialismo y las ideas de
llegar al socialismo, la solución al problema agrario, la necesidad del desarrollo industrial del
país y una serie de medidas beneficiosas al proletariado.

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Siendo fiel al programa fundador de su partido, y al programa especí-
fico del PRC (A) para la Constituyente, Chibás, a quien Salvador García
Agüero acusaba de querer pronunciar «discursos históricos» y solo con-
seguir «discursos histéricos», mostraba no obstante mucha coherencia a
la hora de defender el tríptico de la plataforma auténtica: antimperialis-
mo, nacionalismo y socialismo.

El antimperialismo como soberanía nacional y liberación económica

El antimperialismo había sido el pregón de la Revolución del 30 al de-


nunciar el estatus colonial al que había reducido a Cuba la dependencia
a Estados Unidos, con el «sacrificio de los intereses más vitales de la
sociedad cubana». Expresado por el PRC (A), el núcleo de este antim-
perialismo se encontraba en el derecho a la autodeterminación de las
naciones, a la conquista de la independencia política nacional y a su
liberación económica, quiere decir, a «nacionalizar» sus riquezas, en el
sentido de «cubanizarlas», o sea, que fuesen cubanos sus propietarios.
El populismo latinoamericano entendió la industrialización como si-
nónimo genérico de desarrollo económico. La industrialización sería, en
los hechos, diversificación económica, pero esta equivalía a confrontar
el control de las inversión extranjera sobre la economía nacional, si que-
ría de veras dominar sectores rígidamente sometidos a la dependencia
exterior, propiciada a lo largo del modelo de «crecimiento hacia afuera»,
favorecedor de las oligarquías exportadoras. El nacionalismo antimpe-
rialista fue el corolario ideológico de esta necesidad, que reelaboró con-
tenidos de varias fuentes y produjo el mito de la burguesía nacional.
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

Guillermo Martínez Márquez explicaba el sentido preciso de «nacio-


nalizar» en la plataforma del PRC (A) para la Constituyente:
Nuestro título de poseedores de Cuba es hoy, más que precario,
nominal. Nuestro país está ocupado por un capital invasor evalua-
do en más de mil quinientos millones de dólares, y expresamos en
dólares la cantidad invasora, para mejor demostrar la ausencia de
nuestros propios valores fiduciarios, que no son propios en ningún
sentido. El sesenta por ciento de nuestras tierras cultivables, las
grandes líneas de ferrocarriles, los servicios públicos, nuestra ri-
queza minera están en manos de ese capital. La tercera parte de
nuestro presupuesto se destinaba (en 1935) a satisfacer la deuda
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exterior, casi siempre impuesta obligatoriamente. Las actividades
secundarias, como el pequeño comercio, están igualmente contro-
ladas por intereses extraños. Los altos empleos de las compañías
privadas son desempeñados también por extranjeros. Aún en las
humildes labores, el trabajador nativo sufre la competencia extra-
ña, y las compañías extranjeras importan grandes masas de trabaja-
dores que contribuyen a la depreciación de los jornales y al descenso
del nivel cultural e higiénico de nuestra población.15
El populismo confió a un Estado crecido en funciones y medios la
resolución de los conflictos provenientes de la sobreexplotación del tra-
bajo, típica del subdesarrollo, y de la puja de los intereses «nacionales»
contra el latifundismo exportador criollo y contra la propiedad foránea
de las riquezas. El Estado sería así el fetiche del deseo, el demiurgo de
la posibilidad, el depósito de la conciencia misma de la «burguesía na-
cional». Por ello, se le consideraría capaz de regular las consecuencias
«injustas» provenientes del libre desenvolvimiento de las relaciones ca-
pitalistas de producción y de servir de garantía para «nacionalizar» la
economía y para «desarrollarla».
Esta doctrina hizo la apología del carácter neutral del Estado, árbitro
entre las clases, instrumento de conciliación, garante de la paz social,
pero lo desnudó como un instrumento al servicio del «capitalismo na-
cional»: el Estado tenía que invertir, garantizar, proteger, incentivar,
material y directamente, este tipo de desarrollo. Por ello, demanda crear
instrumentos públicos de intervención directa en la economía, desde
los bancos centrales hasta bancos de fomento agrícola e industrial, pa-
sando por una diversidad de expedientes de control y estabilización de
precios, de promoción del consumo de clases populares para ampliar el
mercado interno y de transferencia de recursos destinados a la promo-
ción de sectores no tradicionales.
El acápite sobre la propiedad del texto constitucional de 1940 es,
particularmente, el lugar donde quedó consagrado este credo: el servi-
cio a lo nativo que preconiza la «cubanidad» auténtica. El Estado cuba-
no reconoció la existencia y legitimidad de la propiedad privada en su
más amplio concepto de función social, consagró su propiedad sobre el

15
Guillermo Martínez Márquez: «El Autenticismo Revolucionario en la teoría y en la realidad»,
en Los partidos políticos y la Asamblea Constituyente, Club Atenas, La Habana, 13 de febrero-15
de mayo, 1939, p. 305.

150

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subsuelo, fijó condiciones de interés social para la explotación de la
tierra, los bosques y el subsuelo, al igual que para la utilización de las
aguas, los medios de transporte y con toda otra empresa de servicio
público, conservó el derecho de tanteo sobre cada adjudicación o venta
forzosa de propiedades inmuebles y de valores representativos de pro-
piedades inmobiliarias, proscribió el latifundio y declaró como propiedad
familiar, con carácter irrevocable, las fincas rústicas explotadas directa-
mente por el padre de familia, siempre que su valor no excediese de
2 000 pesos.
El texto constitucional creó la banca nacional, urgencia explícita des-
pués de la crisis de 1929, que reclamó contar con un signo monetario
independiente y un Banco Central –desde principios de los años 30 y
hasta 1951 en Cuba circulaban tanto el dólar estadounidense como el
peso cubano–. Sobre este tema, Chibás es copioso en el debate sobre la
liquidación de la moratoria hipotecaria. Él defendía dicha ley «porque
era preciso evitar los grandes remates de centrales azucareros en masa;
porque un interés nacional, indiscutible, aconseja darles facilidades ex-
traordinarias a los deudores». Pero la medida que tiende a favorecer a
los deudores del país, «en ningún sentido puede traducirse en beneficio
de clases particulares que afecten el crédito de la República». Es la opor-
tunidad óptima, según Chibás, para crear en ese contexto la banca na-
cional. La manera más efectiva de contrarrestar la actitud agresiva de
la banca extranjera e «impedir que sigan campeando por su respeto en la
economía nacional los grandes bancos extranjeros, es fundamentalmen-
te, anteponiendo a esa banca extranjera, una banca nacional».16
Ese antimperialismo burgués, por intentar nacionalizar la econo-
mía, buscó nacionalizar también las dirigencias de los organismos re-
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

presentativos del Estado, de los partidos y de los sindicatos. De ello dan


cuenta las propuestas de Chibás: los senadores, como los dirigentes
sindicales, han de ser cubanos por nacimiento. En el caso de los sindi-
catos, la tesis de Chibás se oponía a la idea de los comunistas. Para
estos, los dirigentes habrían de ser «ciudadanos cubanos», lo que abría
la puerta de la dirigencia sindical a los trabajadores extranjeros naturali-
zados cubanos, credo esencial del internacionalismo obrero.
La misma necesidad está en el fondo de otro debate: Chibás compar-
te la propuesta de los comunistas de aprobar de modo obligatorio «apren-

16
Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. II, no. 57, La Habana, 1940, p. 12.

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dices en toda clase de trabajo que requiera conocimientos técnicos»,
porque ello concedía posibilidades de empleo y de capacitación cerra-
das hasta ese momento. El delegado auténtico lo defendía así:
hay una serie de industrias que emplean técnicos extranjeros sin
darle ninguna oportunidad de entrar en ellas al cubano nativo. […]
Esto se confronta de manera especial en industrias de servicios
públicos, de ferrocarriles, en los grandes centrales azucareros, etc.
Los cubanos están perfectamente capacitados, con un aprendizaje
adecuado, a satisfacer cumplidamente esas funciones que hoy de-
sempeñan los extranjeros.17
Por lo mismo, es preciso nacionalizar la educación. El debate sobre el
tema, con el rótulo «por una escuela cubana», recorrería la década de los
40.18 La discusión específica sobre este particular, ventilada en la Con-
vención Constituyente, aporta una clave para entender el contenido
ideocultural de tal antimperialismo, cuando discute sobre la compatibi-
lidad entre los conceptos de «cubanidad» y de «solidaridad».
La oposición la desarrolló Ferrara: «el nacionalismo no es internacio-
nalismo. La solidaridad humana es el internacionalismo; la cubanidad
es el nacionalismo».19 El debate proyectará la sombra de otras discusio-
nes entre internacionalistas versus chovinistas, y será resuelto en la ver-
sión de una «cubanidad» abierta. Carlos Prío argumentó que esta no
podría confundirse «con el criterio agresivo de los pueblos conquistado-
res que hacen de su unidad nacional el mayor obstáculo para la libertad
de los otros pueblos».20 La cubanidad era entonces un nacionalismo y
no un chovinismo: ni movimiento defensivo ni movimiento expansio-
nista. Chibás secunda a Prío mientras ahonda en el ideal democrático:
No existe esa contradicción que señala el señor Ferrara, porque
precisamente, frente a un período de inquisición, a un período de
persecución y de opresión o de asalto por un gobierno a otros pue-
blos libres de la tierra, los principios de solidaridad […] estarán del
lado de la cubanidad en defensa de esa cubanidad, y en contra de la

17
Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. II, no. 67, La Habana, 1940, p. 19.
18
Ver Katia Figueredo: «La polémica educacional de los años 40 en Cuba», Temas, La Habana,
2008; 56: 184-195, oct.-dic.
19
Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. II, no. 45, La Habana, 1940, p. 15.
20
Ídem.

152

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inquisición, de la persecución y del asalto a los pueblos libres de la
tierra.21
El intercambio concluirá aprobando incluso que «en todos los cen-
tros docentes, públicos o privados, la enseñanza de la Literatura, la His-
toria y la Geografía cubanas, y de la Cívica y de la Constitución, deberá
ser impartida por maestros cubanos por nacimiento y mediante textos
de autores que tengan esa misma condición» (Artículo 56/1940). En tal
comprensión, Chibás es un ferviente defensor del magisterio cubano:
Ha sido evidentemente abandonado el magisterio, y por ello ha
constituido el precepto una necesidad extraordinaria en defensa de
la cultura nacional porque tiene en sus manos creativas la infancia,
y es por ello que la Asamblea debe saber corregir esa deficiencia,
más exagerada en el caso del maestro, que en cualquier otro caso; y
la manera de corregirlo es fijando la millonésima parte del presu-
puesto nacional como sueldo del maestro.22

Su propuesta será aprobada. El debate no pierde de vista la valora-


ción económica de la educación: es otra vía de redistribución del ingre-
so, de compensación no salarial, dirigida al corazón de las clases
trabajadoras, base de la alianza nacional populista.
Buena parte del antimperialismo burgués es a la vez anticomunista:
el autenticismo cubano es prueba firme de ello. Sin embargo, si algo le
es consustancial al populismo es su ambigüedad y su intrínseca contra-
dictoriedad. Sus partidos suelen poseer espectros de una derecha
encajable en los moldes tradicionales de la dominación –en el Partido
del Pueblo Cubano (Ortodoxos) [PPC (O)] será la tendencia de la frac-
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

ción gran-burguesa de Millo Ochoa–, hasta zonas de una izquierda


filomarxista, o cercana de algún modo a estos postulados, dirigida por
clases medias y proyectada hacia las bases populares. Chibás es un caso
típico de esta última: hacendado cafetalero muy pudiente, heredero acau-
dalado, defensor de modelos burgueses de desarrollo, radicalizado por
los proyectos de clases medias y comprometido con intereses popula-
res, por un lado, y antisoviético convencido por otro, que distingue a
los comunistas de partido respecto de los que considera «verdaderos
marxistas».
21
Ibíd., p. 13.
22
Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. II, no. 67, La Habana, 1940, p. 6.

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La moción presentada por Chibás en solidaridad con Finlandia, inva-
dida por la Unión Soviética en el contexto del reparto geoestratégico de
la Segunda Guerra Mundial, funcionó primero como solidaridad ante la
agresión a una «pequeña nación» –situación que compartía con Cuba–,
pero sobre todo en el recurso para entablar otro proceso contra el «im-
perialismo soviético» ante la opinión pública cubana que seguía en vivo,
a través de dos estaciones de radio, los debates de la Constituyente.
Lejos aún de la Guerra Fría y de la universalización del anticomunismo
más primario, la denuncia de Chibás es exhaustiva: hace la larga lista de
los crímenes de los Procesos de Moscú y explica la transformación del
proceso soviético en un régimen de terror. Chibás dedica un elogio encen-
dido de Trotski y de los bolcheviques de la época revolucionaria, que
presenta como incompatibles con los burócratas que habían dominado
el curso posrevolucionario, así como diferencia entre los comunistas
cubanos, como Mella, de los que consideraba acólitos de Moscú.23 Chibás
había sido amigo íntimo del marxista Gabriel Barceló, quien había tra-
ducido en la cárcel un libro de Bujarin, como fue admirador de Mella y
sería amigo hasta el final de su vida de marxistas como Leonardo
Fernández Sánchez, uno de los fundadores del Partido del Pueblo Cu-
bano (Ortodoxos) y redactor de su programa.
La crítica al socialismo soviético en Chibás se vale en ocasiones de la
argumentación trotskista, rinde culto a los marxistas «verdaderos» –mien-
tras ofende sin recato a los convencionales comunistas de la Asam-
blea–, pero es siempre liberal. Chibás afirmó: «[con esta postura Marinello
y Roca no defienden el comunismo], sino a la burocracia infame que
traicionara todos los postulados marxistas y leninistas, que se ha adue-
ñado del Estado ruso para explotar sin escrúpulo ni pudor a las grandes
23
La respuesta primera de Blas Roca a la provocación fue otra especie similar: presentó una
enmienda que exigía la aclaración de cuentas de fondos dedicados a la Revolución presunta-
mente en manos de Grau. Ante la falta de atención de la Asamblea sobre este particular encaró
el tema con toda razón: «El señor Chibás está haciendo política desde los escaños de la
Asamblea. He ahí el sentido de la moción del señor Chibás […]». «El señor Chibás dice que
defiende la libertad y la independencia de un pueblo con este mensaje, y en las narices nuestras
tenemos la base naval de Guantánamo, que es parte de nuestra soberanía, que no nos pertene-
ce. Bien está que nos adentremos en los asuntos lejanos, pero bien está también que limpiemos
nuestra casa, que miremos a nuestro alrededor, que limpiemos la viga del ojo propio antes de ver
la paja del ojo ajeno», a lo que Roca agregaba un hecho incontrovertible: la existencia de una
multitud de pequeños países agredidos sin que la Asamblea se molestase en declararles solida-
ridad; Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. I, no. 14, La Habana, 1940,
p. 19.

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masas de campesinos que no tienen derechos de ninguna clase, ni si-
quiera el derecho a la vida».24 Eusebio Mujal, ex trotskista, delegado
auténtico a la Convención –y quien dirigiría las sindicales únicas
batistianas después del golpe de 1952– abundó en apoyo a Chibás:
¿Acaso no sabemos comprender las diferencias que existen entre
un régimen democrático-imperialista (Francia, Inglaterra) o bien
un régimen fascista (Alemania e Italia) y un régimen pseudosocia-
lista, de rapacidad imperialista igual a los anteriores como es el
régimen actual de la U.R.S.S.? Pero aunque estos tres regímenes
sean distintos, ¿no debemos defender la libertad de los pueblos del
mundo, frente a las voraces invasiones de cualquiera de estas tres
modalidades de opresión?25

El nacionalismo burgués populista como


«nacionalismo revolucionario»

El nacionalismo Auténtico se autorreconoce como «nacionalismo revo-


lucionario», según lo hace el propio Chibás.
El nacionalismo revolucionario marxista, elaborado dentro del parti-
do comunista, tenía una escasa y controvertida historia en la figura de
Julio Antonio Mella y, en menor medida, en Rubén Martínez Villena,
pero se produciría en Cuba, en lo esencial, fuera del comunismo oficial.
Este nacionalismo marxista concibió la confluencia de la corriente de
independencia nacional con el proyecto de la liberación social desde un
enfoque heterodoxo respecto al marxismo distribuido por la URSS en
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

su época: «La causa del proletariado es la causa nacional», aseguraba


Mella.26 «La lucha contra el imperialismo de todas las fuerzas y tenden-
cias, desde las obreras y campesinas hasta las burguesas nacionales (aun-
que estas en su mayoría sean capaces de traicionar) es la lucha más
importante en el momento actual […]. Cualquiera que sea el futuro de
Cuba […] tenemos el deber de plantear el “problema nacionalista” para

24
Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. I, no. 14, La Habana, 1940, p. 45.
25
Ibíd., p. 57.
26
Julio Antonio Mella: «Los nuevos libertadores», en Mella. Documentos y artículos, Eduardo
Castañeda y otros (comps.), Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la Revolución
Socialista de Cuba/Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 123.

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unos, el “social” para otros, pero antimperialista para todos».27 Sin em-
bargo, después del VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista,
de 1928, los comunistas podrían considerarse cualquier cosa menos
nacionalistas. En esa coyuntura, el desarrollo de Mella obtuvo escaso
eco, cuando se compara con el alcanzado por la doctrina nacionalista y
socialista, mas no marxista, de Antonio Guiteras, pero sobre todo con
la prédica nacional populista expresada por Chibás.
Benedict Anderson entendió el nacionalismo como el artefacto cul-
tural de una clase particular, para enfatizar el elemento de invención
que interviene en la construcción de las naciones.28 El contenido del
nacionalismo popular/populista cubano queda muy bien explicado en
una frase de Marinello, expresiva de la ingeniería social operada por el
nacionalismo: «No el nacionalismo de banderas ni de himnos: el nacio-
nalismo como satisfacción legítima de las necesidades de la masa que
encara la nación».29
En 1940 el nacionalismo busca incluir en el espacio nacional desde
los trabajadores hasta los negros, pasando por todas las clases biosociales
–como les llama Edgar Morin–:30 reconoce la igualdad civil de la mujer
casada, suprime las diferencias entre los hijos, condena la discrimina-
ción racial, se pronuncia sobre problemas de la juventud estudiantil,
desde la enseñanza primaria hasta la universitaria.
En materia laboral, el espectro de los nacionalistas, comunistas y
reformistas en general consagró una legislación social a la altura de los
mayores desarrollos de la época: considerar el trabajo como un derecho
inalienable del individuo, garantizar un salario o sueldo mínimo, retri-
buir igual salario por igual trabajo; prohibir los descuentos no autoriza-
dos y el pago en vales, fichas y mercancías –característica común en las
economías subdesarrolladas de la época–; establecer seguros sociales
como derecho irrenunciable e imprescriptible de los trabajadores, y se-
guros por accidentes del trabajo y enfermedades profesionales, a expen-
sas de los patronos y bajo la fiscalización del Estado; fijar la jornada
máxima semanal en 44 horas; conceder el descanso retribuido de un mes
por cada 11 de trabajo; proteger la maternidad obrera, extendiéndola a

27
J. A. Mella: «Carta a Gustavo Aldereguía», Mella. Documentos y artículos, ob. cit. (en n. 26), p. 258.
28
Ver Benedict Anderson: Las comunidades imaginarias, Fondo de Cultura Económica, México,
1993.
29
Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. II, no. 45, La Habana, 1940, p. 16.
30
Edgar Morin: «Las clases biosociales y la revolución planetaria», Crítica de la Utopía, Universi-
dad Nacional Autónoma de México, México, 1971, pp. 57-92.

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las empleadas; reconocer el derecho de sindicación a los patronos, em-
pleados privados y obreros; regular los contratos colectivos de trabajo;
reconocer el derecho de los trabajadores a la huelga y el de los patronos
al paro y establecer la participación preponderante en el trabajo del cu-
bano por nacimiento.
En los debates de la Constituyente, Chibás hace su programa de fe
nacionalista en la discusión sobre una gran diversidad de temas.
Para algunos comentaristas, la discusión sobre la bandera del 4 de
Septiembre31 es un tópico de afirmación nacional,32 pero se trata tam-
bién de la disputa por el capital simbólico de la revolución popular
antimachadista. Cuando Blas Roca defiende la bandera del 4 de Sep-
tiembre, como la «bandera de la Revolución», por considerarla un «tim-
bre de orgullo», está defendiendo una posición inducida por Fulgencio
Batista, con quien el partido comunista había formado coalición para
asistir a la Asamblea, para legitimar que la Constituyente era también
un resultado revolucionario del movimiento militar por él encabezado.
En los hechos, resultaba una manera de escribir el nombre de Batista en
los créditos de una revolución que así sería ininterrumpida hasta 1940.
La convocatoria a la Constituyente, que Batista supo trabajar con mu-
cha habilidad construyéndose una reputación de demócrata y de hom-
bre con preocupaciones sociales, había sido el resultado de la confluencia
de muchos factores, pero no borraba su historial represivo y de agente
de la política estadounidense. La oposición de Chibás a la posibilidad de
izar la bandera del 4 de Septiembre junto a la nacional en sitios oficiales
fue tan virulenta como suya. Con ese fin, repasó toda la historia mambisa
y libertadora, pero en el fondo el problema quizás estaba en otra parte:
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

era imposible que se le escapase la importancia que tendría aprobar un


homenaje, aunque indirecto, legitimante de la trayectoria de Batista.
Chibás, surgido a las batallas políticas en el seno del Directorio Estu-
diantil Universitario de 1927, como parte de las luchas estudiantiles
contra Machado, hizo una abierta defensa de los ideales universitarios:

31
El 4 de septiembre de 1933 un movimiento de clases y de sargentos depuso a la oficialidad del
Ejército. Aunque sus reclamos fueron originariamente de índole castrense, se colocó en el
curso del proceso que derrocó a Gerardo Machado con un programa político mucho más
amplio, inspirado en el programa del Directorio Estudiantil Universitario. El movimiento del
4 de Septiembre fue el acta de nacimiento de Fulgencio Batista como figura política.
32
Ver José Ignacio Rasco: «Nacionalismo en la Constitución de 1940», en La Constitución de
1940. Ciclo de conferencias [s. e.], Miami, 1991.

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la autonomía universitaria, la responsabilidad estatal en el mantenimiento
económico de la Universidad, la recuperación del patrimonio físico de
la Universidad de La Habana –ejemplo de lo cual es el debate que con-
sigue reintegrar el hospital General Calixto García como hospital uni-
versitario–. Ahora, estas discusiones no están desvinculadas de
preocupaciones sociales que exceden las reivindicaciones universita-
rias, y se presentan bajo la enorme sombrilla del nacionalismo popu-
lar/populista: Chibás se opone a que la Universidad sea un «Estado
dentro del Estado», pero confía en la Universidad para prestar servicios
sociales, accesibles popularmente y con calidad, como no confía en la
prestación estatal del servicio. El hospital Calixto García no ha de ser
solo una escuela para estudiantes de medicina sino un centro asistencial de
la mayor calidad para sectores populares. En otra propuesta de Chibás,
de crear un Instituto de Enfermedades Tropicales, está presente la mis-
ma cosmovisión: una propuesta sanitaria, de nivel científico y acceso
popular, que coloque a Cuba en el ámbito natural de las enfermedades
propias del Caribe y que aspira a convertir en referencia internacional
sobre el tema.
El complejo de su discurso convertiría a Chibás con el tiempo en un
político nacionalista a la usanza latinoamericana, distinto en sus especi-
ficidades pero con matrices comunes: estaría ubicado, en el intento de
aportar rasgos propios, en la estela dejada hasta hoy por el aprismo, el
cardenismo, el peronismo, el varguismo y el populismo de Paz Estenssoro
en Bolivia, de Velasco Ibarra en Ecuador y de Jorge Eliécer Gaitán, en
Colombia.
Con todo, una mala interpretación del populismo lo ha convertido en
sinónimo de crasa demagogia. Esta idea desconoce cómo el populismo
contribuyó a instituir un país de ciudadanos allí donde solo habitaban
súbditos, a reelaborar las relaciones prevalecientes de dominación a tra-
vés de una mayor y distinta participación política –aunque dejase intac-
tas las bases económicas de reproducción del sistema–; a configurar la
expresión de los intereses económicos como una ética positiva, republi-
cana, de derechos y deberes; a ampliar, estructurar y fijar el concepto de
«pueblo»; a incorporar a grandes masas populares –que no pudieron
conquistar los socialistas y menos los comunistas– a la actividad política,
a reivindicar intereses populares y nacionales cuando el estalinismo ca-
lificaba de fascista o socialfascista cualquier variante que considerara
«populista», y a generar ciertos desarrollos materiales en las condiciones
de vida de grandes masas poblacionales.
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Por otra parte, la precaria comprensión de la relación líder carismático-
masa popular no entiende bien el problema de las mediaciones cuando
afirma que estas son inexistentes o muy limitadas –en el populismo–
para poder dejar abierto el camino al liderazgo clientelar. Esa tesis no
toma en cuenta que el populismo rompía con la clave tradicional
individualizada del clientelismo, de inclusión vertical de las personas en
la política.33 En el clientelismo solo existían el patrono y el cliente. El
populismo introdujo a las organizaciones de trabajadores como sujetos
de la relación, con la convocatoria no a individuos sino a sujetos de
clase. Ciertamente, el populismo contuvo un sindicalismo corrupto
–charros en México, pelegos en Brasil, cetekarios (mujalistas) en
Cuba–, pero indica un tipo de relación construida con organizaciones
sobre una base distinta al caudillismo tradicional oligárquico.
En ese pensamiento el pueblo es un agregado nacional, heterogéneo,
nombrado en verdad con gran abstracción, pero instituido a partir de la
organización del trabajo: sistema de derechos laborales, sindicatos, or-
ganizaciones obreras y campesinas, partidos políticos con referencias
de clase. El pueblo es imaginado así como una comunión de individuos
con derechos universales de representación. En conjunto, enfrenta a un
enemigo externo que agrede y expolia al país, lo que unifica al pueblo a
partir de conceptos como «unidad nacional».
Como es propio en su filosofía, Chibás protege a los trabajadores
desde un enfoque asistencial y paternalista, pero defiende con radicalidad
su derecho a la organización, así sea bajo la bandera comunista. En este
sentido, el futuro líder ortodoxo se manifestó en la Convención Consti-
tuyente en contra de la organización de los patronos. En este punto,
Ferrara defendía el derecho a la libre sindicalización, que suponía tam-
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

bién la libertad del obrero para no sindicalizarse. Prío, en la misma órbita


de Chibás, le inflige al viejo liberal una lección de las corrientes del
liberalismo democrático de los años 40:
El liberalismo ha sufrido transformaciones que lo han actualizado
al compás de los resultados funestos de la libre contratación para
las clases desposeídas de todos los países. Frente a ese derecho de
33
Ver Carlos M. Vilas: «¿Populismo reciclado o neoliberalismo a secas? El mito del “neopopulis-
mo” latinoamericano», en <http://catedras.fsoc.uba.ar/toer/articulos/txt-vilas03.html>
(2 de febrero de 2009); y Nicos Mouzelis: «Populismo y clientelismo como modos de incor-
poración de las masas en sistemas políticos periféricos», en La democratización fundamental. El
populismo en América Latina, Carlos M. Vilas (comp.), ob. cit. (en n. 4).

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sindicalizar libremente […] está la previsión del legislador, que sabe
que al sindicalizar por la mayoría, se opone al sindicato pequeño
del patrono, que encuentra fácilmente en las masas desposeídas, y
fáciles al soborno, cuando no tiene conciencia de sus derechos, el
hacer otro sindicato, que sirva siempre para destruir las mejoras y
ventajas que ha obtenido el gran sindicato formado por las mayo-
rías.34
La unidad nacional, la cooperación entre las clases, la justicia social,
con el corolario del enfrentamiento al enemigo externo, constituyen la
identidad del sujeto pueblo, sujeto por definición de la Revolución, y
convierte al nacionalismo en la amalgama que cifra el conjunto.

El socialismo como hipótesis del Estado de Bienestar

El credo populista sigue el canon de la democracia liberal, pero busca


completarla con un corrimiento hacia el parlamentarismo, la democracia
social y la participación económica. Como en acápites anteriores de
este texto se desarrollan contenidos de la democracia social, las páginas
que siguen recogen, y discuten, el compromiso demoliberal de Chibás
en materia de la institucionalidad política democrática, en sentido es-
tricto.
El socialismo Auténtico es sinónimo genérico del capitalismo de Es-
tado.35 La propuesta de Chibás se hará firme después en el lenguaje
político con los conceptos diversos, pero relacionados entre sí, de Esta-
do de Bienestar y Estado Social. Se trata de la confluencia del pensa-
miento democrático y populista en una especie de socialdemocracia en
clave cubana. Roosevelt había asegurado en la fecha: «el hombre nece-
sitado no es un hombre libre». El discurso de Chibás es también una de
las traducciones al lenguaje vernáculo de la política del Nuevo Trato
del estadista estadounidense.

34
Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. II, no. 66, La Habana, 1940,
pp. 19-20.
35
Recientemente, algunas acusaciones de «socialista» proferidas contra Barack Obama, durante
su campaña electoral para presidente de Estados Unidos, recuerdan cómo cualquier política
de intervención gubernativa en la economía que contradiga el principio de libertad de merca-
do es considerada «socialista» en ese muy frágil y vulgar sentido.

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En su apología del Estado instrumental, máquina construida para el
progreso y la conciliación social, según ese pensamiento, Chibás en-
cuentra la legitimidad estatal en el antiguo venero de la utilidad social.
De ahí surgirán necesidades propias: intervención gubernativa en el
mercado, funcionamiento de un sistema institucional con plena separa-
ción de poderes, canalización de la oposición en una vía institucional
multipartidista, meritocracia, élites políticas, sufragio universal, régi-
men de mayorías, sistema representativo de gobierno, burocracia técnica.
Juan Clemente Zamora explicaba la doctrina a su manera:
Puesto que el fin último del Estado es asegurar la felicidad común;
y puesto que la felicidad es, en gran parte, un fenómeno subjetivo,
solo tomando como decisión final la opinión libremente expresada
por todos los miembros del agregado social puede llegarse, razona-
blemente, a determinar el contenido de las normas jurídicas que
mejor satisfacen las apetencias y deseos colectivos, y solo pueden
del mismo modo elegirse los hombres que mejor cumplen esos de-
seos y satisfacen esas apetencias.36
En la Convención, Chibás critica la forma de gobierno presidencialista,
sistema que en su opinión había fracasado en Cuba, por hacer más viable
la dictadura. En su lugar, defiende el modelo semiparlamentario como el
más democrático –fue el instaurado por la Constitución de 1940, aunque
en la práctica posterior siempre funcionó con fuerte sesgo presidencial–,
criterio que lo lleva a defender la renovación cuatrienal del Congreso, en
lugar de la bienal, y a proteger la institución de un Congreso bicameral
como clave de equilibrio en la representación de intereses populares y
sectoriales, en contraste con la propuesta, de Juan Marinello, de ampliar
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

la membresía del Senado para conseguir un –imposible– «Senado popu-


lar» –aunque en realidad el escritor y convencional comunista hubiese
preferido un parlamento unicameral, según sus propias declaraciones.
El modelo de un Estado técnico incluye una burocracia especiali-
zada. En todo momento, Chibás defiende la racionalización del Estado,
el decrecimiento de su aparato burocrático: cuando apoya reducir el
número de concejales municipales y se opone a lo que signifique el au-
mento de magistraturas estatales, por el consiguiente aumento en las

36
Juan Clemente Zamora: «Nuevas orientaciones en materia constitucional», en Los partidos
políticos y la Asamblea Constituyente, ob. cit. (en n. 15), p. 26.

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cargas económicas públicas, como mismo solicita protección y garan-
tías para los empleados oficiales.
El convencional auténtico no solo asegura la libertad de expresión
sino condena regularla de una manera no «suficientemente amplia».
Busca incluir una propuesta sobre la libertad de expresión, además de los
folletos y periódicos, el caso de las transmisiones de radio. (Recuérdese
que, con el tiempo, Chibás hará un uso pionero de la radio entre los polí-
ticos de su época.) Por otra parte, se manifiesta contra la pena de muerte,
en el orden general, pero la aprueba para los casos específicos en que se
traicionara a la patria o de espionaje enemigo en tiempo de guerra.
El debate sobre prohibir las confiscaciones tiene en Chibás un deci-
dido defensor de los derechos individuales contra el arbitrio estatal. La
propuesta de proscribir «la pena» de la confiscación, significaba para
Chibás que se impedía solo la que pudiese ordenar el poder judicial,
pero, en cambio, dejaba la puerta abierta al ejecutivo para hacerlo. Se-
gún preveía, un futuro dictador podía usar el recurso confiscatorio como
represalia contra los opositores. Por ello, califica la prohibición exclusi-
va de la pena de confiscación, y no de toda confiscación, de «antiliberal,
antiprogresista y antidemocrática».
Para comprender el calado de la hegemonía del pensamiento
demoliberal en la trama nacionalista cubana de esa fecha, resulta particu-
larmente interesante la discusión sostenida en la Convención a partir
de una enmienda presentada por José Manuel Casanova, prohibitiva
«de las asociaciones, sindicatos, o cualesquiera otras organizaciones de
orden político o social que impongan a sus miembros obediencia a au-
toridades u organismos distintos de los de la República, así como los
conectados con organizaciones políticas o sociales extranjeras o de ca-
rácter internacional o contrarias al sistema democrático de gobierno».
En un contexto en que la mayor parte de la existencia del partido
comunista, desde su fundación en 1925, había transcurrido en la ilega-
lidad, Blas Roca se opuso de inmediato a la propuesta, tras denunciar
que perseguía sentar las bases de la ilegalización de este o de cualquier
otro partido de raíz popular, «que levante aquí la bandera de las reivin-
dicaciones populares».
La argumentación de Chibás al respecto es sintomática por varias
razones: da cuenta de la madurez de un pensamiento democrático bur-
gués que conoce sus fortalezas. Chibás estimó más peligroso llevar el
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partido comunista a la ilegalidad que dejarlo con estatus legal.37 Pero el
testimonio de Chibás no es la única prueba de esa convicción. Rafael
Guas Inclán, político vinculado primero a Machado y luego a Batista en
los años 50, lo expresó con pelos y señales:
El comunismo es una idealidad de redención humana, perseguirlo
es acrecentarlo; combatirlo es canalizarlo en el orden legal, dejarle
la libertad de propaganda, la libertad de tribuna, la libertad de pro-
selitismo, y la libertad electoral; si se le prescribe vivirá en la som-
bra, y entonces será peligroso porque tendrá la ira del agravio, del
odio y del resentimiento.
Si le damos la libertad de tribuna que esta Asamblea Constituyente
plenamente liberal que ha permitido la expansión y la divulgación
de todo pensamiento, entonces el comunismo es un Partido más,
con postulados, partidarios, apologistas, defensores, encarnizados
enemigos, un Partido como otro cualquiera, con un volumen elec-
toral susceptible de las altibajas y las veleidades de las luchas polí-
ticas.38
Esta estrategia política concesiva, alcanzable únicamente en un sóli-
do sistema institucional, con base en cierta cohesión social, en determi-
nada articulación/integración entre el capital y el trabajo, y en un sistema
económico con posibilidad real de expandir la estructura del ingreso, el
empleo y el consumo, entre otros indicadores, mostraría en todo el mundo
una fuerza corrosiva para integrar la disidencia, hacerla funcional a este
sistema, canalizarla en férreos márgenes y reprimir su oposición. La di-
sidencia, como dirían los seguidores de Edmund Burke, sería la oposición
de su majestad pero nunca a su majestad.
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

La época de Chibás vive el auge de la democracia liberal de conteni-


do populista en América Latina como el evangelio de la modernización
social. En aquel mismo debate sobre la hipotética habilitación de la
ilegalidad del Partido Comunista, Chibás aseguró que ella no se dirigía
solo contra este partido, sino también contra todas las organizaciones
obreras, contra la libre organización de los trabajadores cubanos y que

37
Chibás veía en otra parte la fuente de sus preocupaciones en este sentido: «El peligro funda-
mental que yo preveo en el futuro, va ser la penetración fascista dentro de la América debido
a las consecuencias que ya se están viendo, del resultado de la guerra europea»; en Diario de
sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. I, no. 34, La Habana, 1940, p. 27.
38
Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. I, no. 34, La Habana, 1940, p. 27.

163

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constituía un ataque a la solidaridad internacional de la clase trabaja-
dora.39
Esa comprensión de la democracia liberal en clave populista resolvía
en América Latina grandes cuestiones. Permitió identificar masivamen-
te al líder populista como el estandarte de los cambios, lograr la adhe-
sión a su persona y no necesariamente a su partido, siempre dependiente
de la posibilidad carismática de aquel –los observadores decían del
PRC (A) que este no era otra cosa que Grau, como la fuerza del Partido
del Pueblo Cubano (Ortodoxos) radicaba en su líder, según demostró la
progresiva debacle de su partido tras su muerte en 1951–.40 Con ello, el
líder populista servía de interfase entre las demandas de las clases tra-
bajadoras y las demandas de las clases capitalistas, desviaba las exigen-
cias radicales hacia cursos reformistas de resolución de los conflictos;
integraba «desde arriba» las clases populares al sistema político, hecho
que las hacía dependientes del líder populista y del Estado asistencial;
les imponía una visión del éxito a corto plazo –obtenían más de las
reuniones con el ministro del Trabajo que a través de las luchas en cada
empresa, con lo que despolitizaban las luchas obreras a favor de la ad-
ministración de los conflictos, renunciaban a su identidad clasista, al
perfil específico de la organización obrera y a la posibilidad de cambios
estructurales.
Esa prédica combinatoria de democracia, desarrollo económico na-
cional y justicia social caló, como corresponde, muy hondo en la socie-
dad cubana. Cuando Chibás presentó, apenas unos años más tarde, a
39
Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, vol. I, no. 34, La Habana, 1940, p. 26.
40
Raúl Roa comprendía así la historia del partido de Chibás: «No es posible llamarse a engaño
respecto a las similitudes aludidas entre el PRC (A) y el PPC (Ortodoxos). Basta recordar
simplemente que este viene de la misma cuenca. El movimiento ortodoxo surgió de las
entrañas desgarradas del autenticismo bajo el signo del adecentamiento administrativo, con
una perspectiva, una estrategia y una táctica puramente electorales. Es cierto que el PPC no
ha pasado todavía por la prueba de fuego del poder y continúa siendo una esperanza para
muchos; es cierto también que el autenticismo tiene tras de sí jornadas heroicas y logros
fundamentales que le garantizan la supervivencia, a despecho de los errores, frustraciones y
máculas imputables a sus gobiernos. No es ya, desde luego, un partido revolucionario; lo fue
en superior proporción que otro alguno; pero pudiera tornar a serlo si el afán de lucha que ya
anima a sus huestes –otrora aguerrida como pocas– adquiere cuerpo y espíritu en su más alta
jerarquía. En eso sí se diferencia radicalmente del PPC, que nunca lo fue, ni lo es aún, ni parece
estar en camino de serlo»; Raúl Roa: «En torno al frente único», Viento Sur, ob.cit. (en n. 3),
p. 238 (reproducido en Raúl Roa: Homenaje en sus textos de fuego, vol. II, Edel José Fresneda
Camacho [comp.], Imagen Contemporánea, La Habana, 2007, p. 633).

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través del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) la lucha contra la
corrupción como el antídoto a los males de la puesta en práctica del
liberalismo democrático, definía al mismo tiempo el horizonte a alcan-
zar, sus desviaciones ciertas y, según él, todos sus remedios: el paquete
político más atractivo de toda la República burguesa hasta entonces.
En ese contexto es preciso entender la posibilidad de un Estado de
Bienestar en la versión cubana del capitalismo dependiente.
Cuando Chibás defendía la legitimidad del aparato estatal como agen-
cia técnica al servicio de la industrialización burguesa y de los intereses
sociales, el uso políticamente correcto de la institucionalidad represen-
tativa, y medidas como la reforma agraria, al tiempo que repudiaba tan-
to el autoritarismo como la corrupción, se convertía en el estadista de
un capitalismo de Estado sedicente: sus calificativos de nacional, social
y democrático pretendían nombrar lo que en realidad solo podía ser el
Estado deformado propio de un capitalismo deformado.
Chibás fue, a diferencia de Arango y Parreño, no un estadista sin Es-
tado, sino el estadista de un Estado inviable. El golpe de Estado de
Batista del 10 de marzo de 1952 es la prueba del agotamiento de un
modelo que dudó de sí mismo desde su propio origen: en la Convención
ni siquiera sus propios proponentes se creen del todo cuando legislan de
esa manera en materia social: la acusación de que existían «preceptos
musicales» en la Constitución que aprobarán, es la sombra de un escep-
ticismo que duda, desde el principio mismo, de su efectividad y posibi-
lidad de concreción.41
El ideal auténtico reeditó en Cuba lo que Trotski apuntaba de los
socialrevolucionarios rusos, quienes «se imaginaban que la futura revo-
lución no sería ni burguesa ni socialista, sino “democrática”», cuyo par-
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

tido «se trazaba una senda, que pasaba entre la burguesía y el proletariado
y se asignaba el papel de árbitro entre las dos clases». La práctica del

41
«La crisis de la competencia populista llegó de este modo a la crisis de la función reguladora del
Estado. Con la dictadura de Batista este fue definitivamente privatizado por el capital finan-
ciero […]». «La crisis del Estado cubano fue precoz en el contexto latinoamericano, porque
precoz fue el desarrollo del capitalismo, y porque aquel se identificó con el ciclo del azúcar en
la fase de su agotamiento. La experiencia populista se basó esencialmente en un crecimiento
interno de mediano plazo, la “cubanización”, sin la ayuda del capital norteamericano. Cuando
este decidió reorientar su estrategia, no pudo contar más con el aliado cubano. El desfase en
el tiempo entre el comportamiento del capital cubano y el del capital norteamericano llevó al
giro autoritario de Batista, el cual, deslegitimando la experiencia anterior, eliminó toda alter-
nativa moderada»; A. Annino: Ob. cit. (en n. 4), pp. 456-457.

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PRC (A) corroboró, como recuerda Löwy,42 la conclusión del autor de
La revolución traicionada: bajo una dirección burguesa, las conquistas de-
mocráticas, agrarias, nacionales, son limitadas, parciales y efímeras.
El Estado de Bienestar supone un estadio específico del desarrollo
capitalista. Desde los años 60 del siglo XX, los trabajos de André Gunder
Frank, entre otros, demostraron que el subdesarrollo era el tipo de desa-
rrollo que podía tener, en el caso de su objeto de estudio, América Lati-
na –aunque la idea es válida para todo el mundo subdesarrollado–, que
el subdesarrollo no era una etapa, sino una condición del mantenimien-
to de la condición de desarrollados para los países que conquistaron ese
estatus.43 El Estado de Bienestar –sea cual sea la estatura que alcance–
es, por así decirlo, una estación de cierto tipo de desarrollo capitalista,
al que corresponden específicas configuraciones sociales, desarrollos
socioeconómicos, posibilidades de crecimiento en la acumulación y de
redistribución a través de políticas sociales y determinados empodera-
mientos y articulaciones entre las clases trabajadoras.
Por todo ello, el Estado de Bienestar se presentó como inviable para
los países subdesarrollados bajo las condiciones estructurales del capi-
talismo dependiente. En este contexto no pueden darse las circunstan-
cias que condicionan el Estado resultante de un «pacto» entre capital y
trabajo, pues «ni el proceso de acumulación, como asegura Carlos del
Cabo, se configura de forma que demande aquellas intervenciones es-
pecíficas del Estado, ni la clase trabajadora se constituye de forma que
pueda imponer sus exigencias».44

42
Michael Löwy: «Transformación del populismo en América Latina», en <http://
www.scribd.com/doc/6805471/Michael-Lowy-Tranformacion-Del-Populismo-en-America-
Latina> (2 de febrero de 2009).
43
La idea esencial de este planteamiento es «la unidad mundial del sistema de explotación
capitalista», que explica las relaciones centro-periferia o metrópoli-satélite, pero también, por
ejemplo, las de ciudad-campo, capital-región, economía capitalista industrial-economía de
subsistencia indígena, como eslabones de una sola cadena de explotación mundial. Por ello, «la
causa del “subdesarrollo” ha sido la integración de América Latina al sistema capitalista
mundial, empezando con la conquista»; André Gunder Frank: Capitalismo y subdesarrollo en
América Latina, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970. Ver la continuidad de estos
enfoques, entre otros, en Immanuel Wallerstein: Sistema mundo y mundo sistémico, Instituto de
Estudios Nacionales, Panamá, 2002.
44
Carlos del Cabo Martín: «Configuración constitucional del capitalismo avanzado: estado social
y estado de derecho», en <http://www.bibliojuridica.org/libros/libro.htm?l=144> (25 de enero
de 2009).

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Michael Löwy argumenta sobre las consecuencias del modelo:
Ninguno de estos regímenes bonapartistas logró cumplir con las
tareas de una verdadera revolución democrático-burguesa: no re-
solvieron la cuestión agraria –sea porque no tuvo lugar reforma
agraria alguna (Brasil, Argentina), sea porque no tuvo ascendiente
sobre los campesinos (Bolivia)–; no rompieron con el imperialismo
ni obtuvieron una verdadera independencia nacional; sus planes
de industrialización independiente fracasaron y la «burguesía na-
cional» eligió la vía de la asociación con el capital extranjero; final-
mente, en ninguno de estos países se estableció una democracia
estable.45
La crisis del populismo –acaso el maximun al que puede llegar un
capitalismo dependiente con vocación de justicia social–, como la crisis
del neopopulismo, hacen comprender que entre el populismo y el socia-
lismo revolucionario no existe continuidad sino ruptura: o las trans-
formaciones de orden político arrastran, y son arrastradas por las
transformaciones de la estructura económica y de la base social del
nuevo poder o son continuidad del populismo, con la persistencia con-
siguiente de sus límites.
La posibilidad de generar la ruptura es el tema clásico del marxismo:
denunciar el principio general de dominación implícito en la fetichiza-
ción del Estado que suponen el populismo y cualquier otra ideología de
la dependencia personal. Ello lleva a reivindicar el contenido del socia-
lismo a partir del complejo de la autonomía de la persona, del control
social del aparato estatal y de la ciudadanización de la política. Para
este propósito, es imprescindible vincular la democracia con el socialis-
JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

mo desde una doble base: articular las reglas de procedimiento demo-


cráticas, la ingeniería política de la democracia, con la sustanciación del
universo representado: la ciudadanía, y eludir, de ese modo, las falsas
distinciones entre democracia formal y democracia material, para lograr
su efectiva radicalización.46 Asimismo, es perentorio conectar ese ideal
democrático radical con la discusión sobre qué es el desarrollo, cómo
lograrlo y a quiénes ha de servir.
45
Michael Löwy: «Transformación del populismo en América Latina», ob. cit. (en n. 42).
46
Ver aportes interesantes a esta comprensión en Cornelius Castoriadis: «La democracia como
procedimiento y como régimen», en <http://www.inisoc.org/Castor.htm> (29 de enero de
2009), y Umberto Cerroni: «La democracia como Estado de Cultura», en Las incertidumbres de
la democracia, Pedro Santana (comp.), Ediciones Foro Nacional por Colombia [s. l.], 1995.

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El significado político de la «vergüenza»

La «verdad» de una teoría ha de medirse también por la historia cons-


truida en su nombre. Cuando se listan los límites de la Constitución de
1940 se ha subrayado la ausencia de la legislación accesoria que debía
hacer cumplir la Carta Magna, pero el proceso mismo de descomposi-
ción del PRC (A), que Prío vino a sepultar como alternativa política, y
la profundización de las tendencias al electoralismo, la demagogia, el
clientelismo y la corrupción en la política cubana, hasta llegar a su vir-
tual descomposición, han de ser considerados como la expresión mate-
rial de los límites del modelo político instaurado por aquella Carta Magna.
Ha gozado de gran persistencia la idea de que la causa del populismo
se encuentra en la irracionalidad, ignorancia, emotividad y bastedad de
la cultura política de las masas, que por esa razón siguen con fanatismo
a un líder. Una continuidad de ese enfoque se encuentra en considerar
la corrupción como un fenómeno de propensión psicológica, cuya clave
está en el arbitrio del individuo, que puede elegir ser honesto. Pero lo
que es cierto para una persona no lo es para un régimen social. De este
enfoque no escapa buena parte de la historiografía revolucionaria que
acusa a los gobiernos auténticos como si todos los ladrones de Cuba se
hubiesen puesto de acuerdo para militar en él. La corrupción no era ni
un rasgo personológico ni una deformación del sistema, sino su necesi-
dad. En los hechos, resultaba el mecanismo de equilibrio del sistema: la
condición de posibilidad de una política burguesa. La frase que asegura-
ba que la política era la «segunda zafra del país» lo explica bien: la co-
rrupción mantendría abiertas las fuentes de la riqueza que no habían
conseguido abrir por vías «económicas» los proyectos populistas.
La prédica de Chibás se ha tomado por algunos como un discurso
«ingenuo» según el cual el remedio a todos los males cubanos se encon-
traba en la honradez. Este enfoque es incapaz de comprender la capaci-
dad de contagio de la doctrina de la ortodoxia en la sociedad cubana y
su seguimiento por los sectores más radicalizados de ella. La verdad
está en otro lugar, su discurso se dirigía contra un elemento esencial
del sistema de dominación burgués en Cuba: la corrupción sostenía el
sistema.
Por ello, Chibás contribuyó como nadie a desmontar la legitimidad
del modelo que él mismo había defendido con ejemplar tesón en 1940.
La gran masa cubana que siguió el lema de «Vergüenza contra dinero»
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no seguía con obsecuencia a un orate, o a una personalidad valiente.
Seguía la certeza de que la «honradez» era el nombre de un programa
mayor: cambiar el estado de cosas en el país, aunque no imaginasen
hasta dónde los llevaría esa intuición. Chibás se encargó, como ningún
otro político republicano, de llevar hasta el límite la convivencia del
compañero y el señor. Llevada al límite, mostró su sólida fragilidad.

La Habana, en días de enero y febrero de 2009

JULIO CÉSAR GUANCHE / El compañero señor Chibás

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RUTH No. 3/2009, pp. 170-199

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY*

Rafael García Bárcena: La condición humana


en el proyecto de la Gran Nación

El pensamiento de Rafael García Bárcena se concreta sobre un trípode ideológico definido en:
«Nacionalismo, Democracia, Socialismo», consecuencia de la aspiración de que Cuba viviera la
creación de una nueva República,que superara el deficiente orden económico, político y social
existente y creara nuevas formas de vida con la definitiva consolidación de su integración
nacional. El análisis diacrónico de sus ideas deja ver la arraigada defensa del humanismo en
consonancia con la justicia socialista y las razones que le hacen comprender que ello constituiría
la única alternativa posible para sus esperanzas sobre Cuba, siempre animadas con las ban-
deras de la legalidad y la aceptación ciudadana.

Ya es pleno siglo XX en Cuba y se vive políticamente bajo los designios


del primer gobierno inaugurado por la República, en 1902. Los resulta-
dos de su gestión se dejan ver entre el sometimiento y la dependencia a
los intereses estadounidenses, que en esta etapa perfecciona sus meca-
nismos de dominación sobre la Isla mediante la injerencia económica,
fundamentalmente.
En este contexto histórico, el 7 de junio de 1907, en el barrio de San
Pedro, de la Villa de Güines, nace José Rafael, tercer hijo concebido de
matrimonio entre español y cubana.
No obstante no significar un representante genuino de pensamiento e
ideas abiertas hacia el Caribe, José Rafael García Bárcena se integra a la
vanguardia del pensamiento filosófico de mediados de siglo cubano, y

* (Cuba, 1981). Profesor de Fundamentos Históricos en la Facultad de Derecho de la Univer-


sidad de Oriente, Santiago de Cuba. Recibió el Premio Nacional de la Crítica Histórica
Fernando Rodríguez Portela 2009, que, por primera, vez se entregara a investigadores jóve-
nes, por su obra Rafael García Bárcena. El sueño de la Gran Nación.

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con claridad asume el componente latinoamericano en su obra intelec-
tual y política.
Ya desde la adolescencia habrá creado los espacios necesarios a su
propia formación e incursionado con éxito en la poesía y la filosofía,
que jamás abandonará.
Muchos serán los cambios que a partir de la segunda década de la
República van a provocar el nacimiento y la expansión de una vanguar-
dia cultural aupada en la libertad de búsqueda de derroteros, fenómeno
que se ubica en un proceso de transición entre un siglo y otro, y en los
linderos que como lógica rectora va a proponer el ámbito político e
histórico en que se mueve la sociedad cubana. Una vanguardia que, en
su producción más amplia, se propone, no solo la búsqueda de una in-
dependencia de pensamiento a toda costa, con la intrínseca apertura

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
teórica que ello supone, sino ser –aunque intente un reencuentro cultu-
ral con el referente nutricio de la vieja España en un esfuerzo más de
rechazar las múltiples seducciones, la asfixiante provocación que desde
Estados Unidos intenta pervertir lo criollo e insular– una teleología,
una sustancia que, cósmica y mestiza, escape a lo meramente cultural
para dar cuerpo al añejo sueño de la República. Es imposible explicar a
la nación sin esta vanguardia, que además, y partiendo del complejo de
situaciones que se dan, logra una coincidencia en algunos casos valiosa
entre vanguardia cultural y vanguardia política, para suerte de lo que
creo identificar como la misma génesis de la Revolución.
Por otro lado, el elemento capitalizador del pensamiento en estos pri-
meros años es José Martí. Porque cuando se intente resolver lo nacional
será en Martí en quien se encuentre el contenido del destino de ser.
Desconocido, edulcorado, muy temprano apropiado por los políticos
independentistas, terminará siendo, y sobre todo gracias a esta vanguar-
dia, rescatado y finalmente apuntado hacia la sociedad cubana como un
verdadero y magnífico instrumental crítico. Un instrumental que per-
mitirá examinar con aspereza nuestros vicios tanto como nuestras vir-
tudes, pero ante todo aportará las claves para salir del dédalo de los
primeros 20 años de vida republicana, en que por ejemplo la produc-
ción filosófica se vio marcada por la impronta del denominado Plan
Varona, que provocó, entre otros males, el desesperado chovinismo in-
dicado a una elaboración teórica netamente cubana, en un período his-
tórico que, en lo objetivo, no ofreció camino para que se lograra tal
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alternativa. Ya el destacado filósofo cubano Medardo Vitier1 lo había
advertido, al decir del descenso filosófico cubano «en las tres primeras
décadas, no obstante el docto magisterio de Varona».2
Sin un análisis del contexto en que se desenvuelven resultados como
la pertenencia a esta vanguardia de la producción filosófica republicana
en general, y particularmente la de Rafael García Bárcena, será estéril
todo esfuerzo encaminado a demostrar cualquier tesis en este sentido.
En la dimensión del análisis que proponíamos con anterioridad, García
Bárcena apunta que: «El disolvente complejo de inferioridad que sufre
el cubano desde los inicios de la República, por la mediatización de la
independencia por la cual estuviera dando sangre a través de todo un
siglo, es el principal obstáculo, no sólo a la aceptación de la posibilidad
de una filosofía peculiarmente cubana, sino también a su realización».
Una de las causas esenciales la concibe entonces en la falta de fe, fenó-
meno que considera como «el lastre más pesado que puede oponerse a
toda creación de grande aliento en el orden de la vida cultural o en
cualquier orden de la vida».3
Lógicamente, aquella producción filosófica tendría que ser reflejo
mismo del desarrollo de los diferentes factores integrantes de la na-
cionalidad, origen de su cosmovisión y su alcance en sentido teórico-
práctico, a partir del encuentro definitivo de derroteros autóctonos
generadores de obra y pensamiento.
No será entonces hasta después de recogidos los frutos de la reforma
de la enseñanza propiciada a finales de la década de los años 30, en que
Cuba va a comenzar a experimentar un alza en la generación de ideas y
concepciones que la situarán en un plano obviamente superior en el
camino hacia la verdadera formulación de un cuerpo de pensamiento
1
Medardo Vitier (1886-1960), uno de los más singulares e importantes exponentes de la
cultura y en especial de la filosofía cubana del siglo xx. Graduado de Pedagogía en la Univer-
sidad de La Habana, cursa estudios superiores también en Nueva York. Fue profesor en
Matanzas y en la Universidad Central de Las Villas. Su obra recoge, entre otros, La ruta del
sembrador (1921), Las ideas en Cuba (1938), La Filosofía en Cuba (1948) y Martí, un estudio
integral (1954).
2
Medardo Vitier: «Cincuenta años de la Filosofía en la República», Bohemia, La Habana, no. 19,
10 de mayo de 1953, p. 33.
3
Rafael García Bárcena: ¿Es posible una filosofía cubana?, conferencia impartida en el Aula Magna
de la Universidad de La Habana, 18 de febrero de 1946 (publicada por el Diario de la Marina
el 26 de febrero del mismo año; folleto original bajo custodia familiar), invitado por el grupo
de graduados de Filosofía y Letras del curso 1944-1945, en homenaje a Félix Varela. Hacia
entonces, Rafael García Bárcena representa al Grupo de Estudios Filosóficos de La Habana.

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filosófico más cercano a lo propio, en contacto permanente con la in-
fluencia del mundo occidental y las nacientes de América Latina y el
Caribe, las cuales van a ser reflejadas en la creación literaria, la narrati-
va, la poesía y en los más diversos órdenes de la cultura en general, por
los principales responsables de esa vanguardia, y que sin lugar a dudas,
van a constituir el origen del «renacer cultural» que valora García Bárcena
en su estudio de la época. En este plantea que: «Cuba, como pueblo
libre, nace en condiciones críticas y vive en crisis. Los estallidos políti-
cos del 23, del 27 y del 30 no son más que grados sucesivos en el plan-
teamiento de la crisis ante la conciencia de todo un pueblo».4

II

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
En esta órbita se encuentra, por fin, el alzamiento que la conciencia y
la cultura general cubanas van a lograr a partir de los primeros años de
la década del 40. Según García Bárcena, se abría para la generación de
cubanos que había luchado por la realización de conquistas como estas
«un nuevo sentido de responsabilidad».5
Él mismo, sin dudas, se siente inserto en la nueva etapa del intelec-
tual cubano, tras su temprana incursión en la filosofía y en las letras,
con su poesía. En ambos terrenos se volverá un trabajador incansable, y
también en lo polítco, con sus escritos, donde comienza a estudiar la
relación entre nación y socialismo.6
Resulta interesante acercarse a la conexión histórica de aquellas ideas.
García Bárcena recoge los frutos permanentes que en la cultura cuba-
na, y en especial en la creación filosófica, han dejado como impronta
José de la Luz y Caballero y Félix Varela, quienes se desenvolvieron en
etapas muy distintas a la que se desarrolla entonces, es evidente, pero
con un instrumental que sirve de base, sobre todo a una raíz de expre-
sión profundamente cristiana. Un repaso a los ejemplares atesorados en
su biblioteca personal, de permanente consulta y estudio, nos coloca en
perfectas condiciones de demostrar lo anterior. En esta dimensión, anota-
ba García Bárcena sobre Luz y Caballero: «La característica más señalada
4
R. García Bárcena: Sobre la filosofía cubana, Parte III (documentos originales bajo custodia
familiar).
5
Ídem.
6
R. García Bárcena: «Nacionalismo y socialismo», Polémica, La Habana, no. 5, julio de 1936.

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en el pensamiento y la actitud de Luz y Caballero lo constituye su ínti-
ma y esencial religiosidad. En él puede afirmarse con justicia que todo
sale de Dios y todo vuelve a Dios».7
A Luz y Caballero le acompañó siempre la necesidad de la fe y su
vida fue leal a su necesidad de creer sin ver. Con todo lo cierto de tales
afirmaciones, no nos atrevemos, empero, a señalar a García Bárcena
como seguidor de la línea de pensamiento, aunque sí cultural, de estos
dos grandes pensadores cubanos, sino como intérprete y revitalizador
de algunas de aquellas ideas, con lo que nos acercó a definirlas en la
línea de una modernización del cristianismo, dentro de la rama idealista
y trascendentalista de la filosofía.
Provocador y polémico, su obra tendrá varias publicaciones naciona-
les y en el exterior. En su criterio firme de valoración, supo guiarla
–amplia, a la vez que desconocida de los círculos nacionales de nues-
tros días– por los rumbos complejos que proponen los análisis alrededor
de temas como la ética (el problema de la objetividad de los valores),
que en su teorización logra describir a partir de las dimensiones de cate-
gorías como la atención, la imaginación, la inteligencia, la memoria y la percep-
ción.8 De manera similar transcurre su estudio sobre la estética a través
de la comprensión de tres complejos de categorías, interpretadas como
atributos, que lleva también a sus versos: Verdad, Belleza y Bien, que
analiza por los caminos inaugurados por el pensamiento ético martiano.9
De forma análoga hay un esfuerzo latente en sus estudios sobre el valor
científico de la filosofía por él propugnada,10 que propondrá agudos
enfrentamientos con la teoría marxista y en voces de marxistas inqui-
sidores.

7
«Prólogo» de Rafael García Bárcena al libro de José de la Luz y Caballero: Aforismos y apunta-
ciones, Roberto Agramonte (ordenación y anotación), Universidad de La Habana, Col. Biblio-
teca de Autores Cubanos, La Habana, 1945.
8
Rafael García Bárcena abordaba tales temáticas en «Individualización de la ética», Revista
Universidad de La Habana, La Habana, no. 19, 1938.
9
En este sentido, apunta: «El pensamiento de José Martí, que se mantiene vivo en la copiosa
producción literaria que nos dejara como legado el gran Maestro, es una cantera inagotable de
valores que señalan, como si fueran el índice orientador de nuestro excelso compatriota, hacia
los supremos ideales encarnados en la Verdad, la Belleza y en el Bien. Estas tres ideas univer-
sales se fundan en él en un consorcio tan indisoluble, que tanto lo verdadero como lo bello
resultan incorporados a la superior categoría de lo bueno»; en «El ideario político de José
Martí. El sentido de su doctrina», Cívica, no. 7, La Habana, 1942, p. 155.
10
En el año 1944 deja listo su trabajo La filosofía y las ciencias filosóficas (inédito), donde aborda
estos temas.

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Lo que evidentemente se observa en García Bárcena es la preemi-
nencia de la condición humana por encima incluso de factores objeti-
vos, que logra describir a partir de la experiencia de otras teorías.
Es lógico el sentido de pertenencia de aquel pensar a la situación
contextual, no podemos violentar los principios básicos que sirven de
fuente nutricia al pensamiento barcenista; el condicionamiento históri-
co, las fuentes teóricas, cómo responde a las corrientes ideológicas en
boga, las propias contradicciones epocales y la integración de ese pen-
samiento son, en esencia, algunas de las perspectivas necesarias para
juzgarle con justicia. Y es que en sentido general el pensamiento histó-
rico cubano se ha comprometido con su época, en función de no pocos
intereses radicales y fecundos.
Con la misma intención, García Bárcena propone en sus estudios

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
sobre la filosofía, que como hemos visto, se encuentra cundida de un
fuerte sentimiento cristiano, un análisis del comportamiento humano
a partir de las características que se describen en la sociedad, con
elementos como el psicológico como prioridad y guía de su accionar
en comunidad, en relación estrecha con otros no menos interesantes
como el biológico. Todos en armonía y organizados jerárquicamente
desde el punto de vista axiológico, según sus interpretaciones, permi-
tirían en cada individuo una evaluación de su calidad humana. En
esta dimensión, describe la presencia en los hombres de valores reli-
giosos (cultivo de la fe), éticos, estéticos y lógicos. Sobresale en sus
estudios la permanente aclaración de que estos no constituyen con-
clusiones absolutas y que siempre serán proclives a rectificaciones y
discusiones. Tal elevación la logra enunciar en su Esquema de un correlato
antropológico en la jerarquía de los valores, considerada como una de sus
obras medulares, en la que mezcla objetivamente contenidos corres-
pondientes a las esferas del conocimiento ontológico, axiológico y an-
tropológico, indicando un estudio que revela los nexos entre la
estructura psicofísica del hombre y sus valores humanos.11 «Muchas y
muy variadas excelencias he encontrado en este estudio. Su rigurosa
terminología técnica [...], la claridad, la precisión de diversos puntos,

11
R. García Bárcena: Esquema de un correlato antropológico en la jerarquía de los valores (folleto),
Imprenta Virtudes, La Habana, 1943.

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no faltan», escribía Elías Entralgo12 a García Bárcena en el mismo año
de su publicación.13
Recorre también su obra un interés marcado por lograr un equilibrio
entre los diferentes componentes de la realidad, la naturaleza y el pen-
samiento. Tesis creacionistas que se encuentran en equilibrio con la ra-
zón y la propia evolución de los componentes biológicos y psíquicos, en
su diversidad, y que además van a irse integrando a las formas de pensar
la política revolucionaria.
Aunque resulta objeto de otro de nuestros trabajos la profundización
del tema que proponemos apenas en este, sí nos parece oportuno apun-
tar que en el camino del cristianismo, en García Bárcena existe un nexo
–en opinión de entendidos– que sugiere puntos de coincidencia con la
doctrina futura de la teología de la liberación, nacida en América Latina
en la década de los años 60, al plantearse que la acción liberadora de
Dios se logra a través de la mediación del hombre. No podríamos agotar
en tan reducidas páginas un estudio que requiere tan profundo razona-
miento.
Como diría Luz y Caballero del verdadero filósofo, su existencia le
hará llevar la filosofía en el corazón más que en los labios, y con la brújula de
una profunda religiosidad sembrada en la fe.
Precisamente será esta la lógica más alta a través de la cual se define
su pensamiento: el imperativo de la religiosidad. En la fe estará pues la
sustancia más importante en la creación del espíritu y el valor más con-
creto de las acciones humanas. En esta dimensión reconoció siempre en
la fe «nuestra primera necesidad nacional».14
Aquella integración orgánica por la que transita su pensamiento, re-
corre en primera instancia la vinculación primigenia de la filosofía con
la política, los elementos estéticos, los métodos del conocimiento o la
epistemología, los valores culturales, la axiología y el criterio jurídico
que asume el factor de la justicia a escala social.
12
Elías Entralgo (1903-1966), destacado filósofo cubano de la segunda mitad del siglo XX,
ubicado dentro de la línea del escepticismo crítico. Profesor de Sociología de la Universidad
de La Habana y miembro de varias instituciones culturales nacionales y foráneas. Escribió El
ideario de Varona en la filosofía social (1937) y La paradoja de Luz y Caballero (1945).
13
La cita de referencia fue tomada de una carta que escribe Elías Entralgo a García Bárcena el
10 de septiembre de 1943, en la que comenta el ensayo aludido.
14
R. García Bárcena: Discurso pronunciado en conmemoración de la muerte de Ramiro Valdés Daussá,
17 de agosto de 1941, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana (manuscrito bajo
custodia familiar).

176

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III

Aquella época propuso sin lugar a dudas espacios de interés para la


recreación de contenidos y ciencias dentro de las cuales podrían emer-
ger aristas del saber filosófico, que en buena medida podría coronarse
como auténtico.
En el anhelo de lograr una producción nacional propia y a la vez
promover el acercamiento cultural del cubano al mundo de la filosofía
como reflejo mismo de su realidad, un grupo de intelectuales, entre los
que se destacan Humberto Piñera Llera y Rafael García Bárcena,15 to-
man la vanguardia en el afán de situar un medio que respondiera a di-
chas esperanzas. En este sentir, nace la Revista Cubana de Filosofía, que
él mismo dirigirá; espacio vital previo a la creación del Instituto Cubano

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
de Filosofía, donde García Bárcena recreará su perspectiva de pensa-
miento. Marcaban ambos acontecimientos hitos en el desarrollo y ex-
pansión de la cultura filosófica nacional.
A la luz y por medio de esta publicación, saldrán varios de sus traba-
jos, el primero de los cuales se inserta en el primer número, con el título
«Coyuntura histórica para una filosofía latinoamericana»,16 donde eva-
lúa el ritmo de la producción filosófica en la región y sus derivaciones
en los campos de la cultura en general, la política, la moral y la religión,
asumiéndolos como integrantes exactamente de una filosofía propia,
bajo influjo de la cultura occidental.
En la misma dirección, las palabras del editorial publicado en el se-
gundo número entrañarían las esperanzas de García Bárcena en la crea-
ción de una producción filosófica autóctona y firme en nuestra raíz. En
esta edición, salida a la luz en la fecha abril-mayo de 1947, es publicado
su ensayo Estructura de la estructura (esquema para una Filosofía de la Estruc-
tura), donde aborda y recrea los antecedentes del estructuralismo.
En lo adelante, serán conocidas en Cuba obras como la serie que
inicia en la década del 40 y que la revista reproduce: Estampa espiritual

15
En el grupo promotor de la idea de fundar un instrumento de debate filosófico también se
encuentran Máximo Castro Turbiano, Jorge Mañach, Gustavo Torroella, Roberto Agramonte,
Inés Segura de Bustamante, Mercedes García Tudurí y Medardo Vitier, todos ilustres pensado-
res cubanos de la época.
16
En Revista Cubana de Filosofía, La Habana, 1946; 1: bimestre junio-julio.

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de Federico Nietzsche,1844-1944 (Exégesis de centenario) (1944),17 ¿A dónde
va el universo físico? (1948), ¿A dónde va el mundo orgánico? (enero-junio de
1949), para concluir con un ensayo más completo: Estructura del mundo
biofísico, conocido también con el título de ¿A dónde va el mundo biofísico?,
merecedor del Premio Nacional de Filosofía otorgado por la Dirección
de Cultura del Ministerio de Educación, el 15 de septiembre de 1950,
que sin duda significó un sincero reconocimiento a la obra y el esfuerzo
permanente de García Bárcena en el terreno de la filosofía.
«Siempre he tenido un gran interés en la filosofía de los valores y la
filosofía de la estructura. Creo que ello ha contribuido, en gran parte, a
proporcionarnos la perspectiva que ha hecho posible lo que podríamos
llamar un redescubrimiento de Dios».18
Sus palabras, causa fiel de su producción filosófica, determinan la
culminación, con la salida de Redescubrimiento de Dios, una filosofía de la
religión, de un período de máxima maduración de sus ideas, inaugurado
con la serie de trabajos que antes apenas mencionamos, en los que se
cultivan las dos formas de expresión principales de su pensamiento.
Tras 10 años aferrado a su pluma, su obra cumbre es publicada en La
Habana, en el año 1956. Sus borradores le habrían acompañado hacia
entonces por la dura cárcel y el exilio, para al fin llegar a la desemboca-
dura de un sueño. Aquel título escogido adelantaba «el hecho de un
nuevo tipo de fe y de una nueva especie de experiencia dentro de la vida
del hombre».19 Sin dudas, representa un volver a la cultura cristiana en
el pensamiento cubano de un siglo atrás.
En esta dimensión, García Bárcena no representa una idea de retro-
ceso. No es normal una vuelta tan significativa a una época ya superada
históricamente, pero que va a conformar el caudal esencial de su pensa-
miento. Aquellas ideas del siglo XIX cubano van a nutrir las raíces del
pensar barcenista. No cabe ninguna duda de la similitud que deja ver su
propuesta con las partes del sistema filosófico que antes tuvo en la inte-
gración de la filosofía con la política, la promoción de la lógica por

17
Filósofo, poeta y filólogo alemán, con destacados pronunciamientos en el campo filosófico de
los siglos XIX y XX, cuya obra se basa en el sistema moral y la ética humana, y que fuera
estudiado con detenimiento y admiración por Rafael García Bárcena, en ocasión de este libro.
18
Rafael García Bárcena a Ángel del Cerro: «El ateísmo, una actitud contra la vida». Entrevista
realizada en colaboración para Prensa Libre (23 de enero de 1957, pp. 1-11), reproducida en
Vida Universitaria, Sección de Libros, marzo-abril, 1957, pp. 4, 27.
19
R. García Bárcena: Redescubrimiento de Dios, Editorial Lex, La Habana, 1956, p. 1.

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medio del conocimiento, la ontología y los valores éticos, la causa de
toda generación del pensamiento.
García Bárcena no representa una filosofía de élites ni de academia
de forma exclusiva, sino de constante reflexión, no obstante los mo-
mentos de retroceso que la República enfrentó: quizás su primer peca-
do a lo largo de todo el siglo XX se encuentra en lo reducido de sus
espacios; y por otra parte que en sí misma no alcanzó a constituirse
como el elemento más importante del pensamiento teórico. Lo que sal-
va en esta dirección a García Bárcena es precisamente la relación estre-
cha de su obra con el tema político, elemento que sí alcanza la cúspide
de este pensar.
Será en su Redescubrimiento de Dios… donde se va a producir, en lo
filosófico, la conquista más alta en la que lo humano va a convertirse en
el centro de las ideas que animan la obra. El cultivo de la fe, ante la

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
vista del lector, denota una sintonía profunda con el pensamiento cuba-
no del siglo anterior, de la misma manera que ocurre, consustancialmente,
con el resto de la reflexión filosófica en América Latina.
Es en este camino donde se produce la dicotomía con el pasado, que
plantea –en esencia a partir de Varela– la separación de la fe de la cien-
cia, vías que García Bárcena asume sin paralelismos.
Y era una fe depurada aquella que encuentra la razón. Un análisis
ubicado en el interior del desarrollo de las ciencias y la religión en el
hombre, una tendencia natural de su existencia, un ejercicio de la fe
como parte de vivir.

IV

Amén de toda discusión generada alrededor de su obra filosófica, García


Bárcena, no caben dudas, logra en el contexto histórico en que se desen-
vuelve plena autonomía al asumir su desempeño, en la incorporación
además exitosa de los elementos componentes de la cubanía y la libera-
ción de la nación. Algo análogo sucede en su producción en el campo
de la poesía, que asume como sendero para llevar un mensaje no des-
provisto de las ideas que antes valoramos, y mucho menos, de los influ-
jos políticos de la época. Solo observada de esta manera, su obra en
general se podrá juzgar como coherente, además de revolucionaria. Ya
con anterioridad enunciábamos el carácter de sus valoraciones a través
179

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de categorías que a todas luces irán siempre unidas al intento de descri-
bir al hombre como individuo en sociedad, su actividad, sus valores, su
universalidad. Aquí se encuentran las tesis palpitando tras cada poema, la
huella del cristiano, del filósofo, del patriota y revolucionario cubano.20
Su poesía logró crearse espacios en talleres literarios, aulas universi-
tarias, fechas conmemorativas, actos oficiales, revistas, periódicos, com-
pendios, y sirvió de homenaje, de recordación, de búsqueda de una
identidad, y en esa misma dimensión, fue agradecida.
Desde muy joven había comenzado a inspirarse y a convertir sus ideas
en versos, y hasta en canciones.21 Su empeño le ocuparía bastante tiem-
po de la adolescencia y muy pronto comenzaría a ser reconocido, en
tránsito a su formación como profesional.
El punto culminante de esta etapa lo tendrá la publicación de su
poemario Proa, en el año 1927, texto de 141 páginas que recoge, hasta
este momento, lo mejor de sus escritos: 56 poemas organizados en cua-
tro capítulos, con prólogo de Agustín Acosta.
La luz de una rica conjugación de contenidos en la significación de
un solo término, encontramos al leer versos como estos:
Amor en el augurio de Isaías,
que predice en el bíblico sendero
el sacro advenimiento del mesías
[…].
Amor patrio… delirio en que se encierra
el sueño más hermoso de la tierra:
por él marcha el guerrero a la victoria,
dejando sus amores tras de sí
amor que abre las puertas de la gloria
a Morelos, Bolívar y Martí.22
De manera que no veremos en su obra poética desligados los conteni-
dos que buscan el nexo necesario con su pensamiento práctico, que tam-
bién guía su filosofía. No hay simple inspiración poética en sus versos,
20
El énfasis es de Emilio Ichikawa Morín: «Filosofía y República», en: <http//
www.eichicawa.com/ensayos/filosofiarepublica.html>.
21
Mi primer beso. Canción criolla, lleva por título la canción que compone Rafael García Bárcena,
que saldría publicada en Mundo Social, La Habana, 1931; XI: 26- 27, mayo.
22
R. García Bárcena: «Himno», Proa: poemario, Taller Tipográfico Pérez, Sierra y Cía., La Habana,
1927.

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recorridos por una vibrante concepción humana. Su americanismo dis-
curre por sus textos y el hombre constituye el centro de cada idea.
No será hasta pasados ocho años que su obra poética vería coronado
el resultado de un arduo trabajo, al ser galardonado su libro Sed, con el
Premio de Poesía del Concurso Literario Nacional, convocado en febre-
ro de 1935 por el director de Cultura de la Secretaría de Educación, y
del cual fungirían como jueces Dulce María Loynaz, Regino Eladio Boti
y Andrés Núñez-Olano; dicho premio es otorgado entonces en calidad
de compartido, con la obra Eros, de Silverio Díaz de la Rionda.
Ya el destacado intelectual Raúl Roa se encargará de advertirlo: «Ra-
fael García Bárcena es, no obstante su juventud, un poeta en plena
madurez. No sólo hay en él un dominio fácil del verso y una lealtad
inquebrantable consigo mismo, sino también, y sobre todo, el acusado
vigor de una personalidad bien definida».23

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
Es en esta, su obra más trascendente de poesía (compilatoria del pe-
ríodo de 1929 a 1936, antes de que saliera publicada en 1937), en que
García Bárcena va a definir cuáles serán los valores estéticos que mati-
cen su pensamiento en versos. En la propia introducción al texto, en el
cual trata de ubicar su poesía entre la fusión de los conceptos del hom-
bre y el mundo, estará advirtiendo un camino entre los propios valores
propuestos en su estudio en filosofía, en la misma escala axiológica que
instrumentará en sus futuros ensayos filosóficos, que parten necesaria-
mente de la realidad objetiva, de la cual se convierte como poeta en
vigilante estudioso. Estará ubicada en este razonamiento su propia sed,
la meta de desenmascarar la individualidad del hombre a través de sus
ambiciones, sus esperanzas y su mundo circundante, al que llama univer-
so, cuando escribe: «universo que sabes a mí mismo, / ¿Dónde no estaré
yo en ti?»24
En lo adelante, su pensamiento revolucionario se vería más com-
prometido en sus versos, a medida que maduran sus ideas. El hombre,
en su ascenso en la vida, alcanzaría mayor estatura en la misma medida
de su aportación patriótica. Así, en el año 1943, la Comisión Pro Monu-
mento a los mártires universitarios, constituida para honrar la memoria
de los mártires de la Colina del período histórico comprendido entre el

23
Raúl Roa: «Opiniones sobre Sed», Índice, La Habana, marzo de 1937.
24
R. García Bárcena: Sed, poesía (1929- 1936), Empresa Editora de Publicaciones, La Habana,
1937.

181

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30 de septiembre de 1930 y el 3 de octubre de 1934, le otorgaba el
premio del concurso literario, por el poema Responso heroico a los mártires
universitarios de la Revolución:
Mártires,hijos de acero
del alma universitaria:
¿qué centella milenaria
caldeó vuestro pecho entero?
¿qué éxtasis hondo y cimero
os embriagó de tal suerte
que con la mirada fuerte,
como una espada escondida,
fuisteis a buscar la vida
en los ojos de la muerte?
[…]
¡La revolución!... fue ella
vuestra novia rutilante
que se ocultara un instante
para resurgir más bella.
[…]
Tal vez a vuestro sitial
llegue un día, con la mañana
la música soberana
de la esfera universal
y en el espacio abismal
cuando la noche se cierna
veáis una mano superna
con estrellas escribir:
Porque supisteis morir,
vuestra vida será eterna.25
De los mismos versos su arraigo patriótico, y su sentencia sin doble-
ces a todo injerencismo, cuando dice:

25
R. García Bárcena: «Responso heroico a los mártires universitarios de la Revolución». Esta
obra será reproducida por el boletín informativo Mis Libros, no. 67, Biblioteca Popular
Mariano Moreno, Buenos Aires, 1947.

182

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y que en su patria el cubano
sea del extranjero hermano
mas nunca su esclavo indigno.26

La fecha del 15 de mayo de 1947 marca el nacimiento del Partido Orto-


doxo. Fundador ahora también de esta nueva esperanza nacional apare-
ce García Bárcena, como antes lo habría sido del Directorio Estudiantil
Universitario (DEU) de 1930, desde las aulas de la Universidad de La
Habana.
Es la tarea de la revolución urgente que se identifica, «el vehículo de
las fuerzas nuevas de Cuba que propugnan la realización integral de la

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
revolución».27
Significa en su concepción el momento culminante de un período
histórico en que la política le vería integrado con fuerza, y por única
vez, alcanzando la oportunidad de ocupar cargos en la dirección nacional.
Primero desde Marianao es electo al cargo de delegado provincial, y
más tarde nombrado como candidato a gobernador de La Habana, estímu-
los que recibe con modestia y esperanzado por promover sus ideas de
convertir a la capital en un organismo vivo que impulsara a la nación
sobre mayores conquistas sociales.
Pero muy pronto el surgimiento de una tendencia negativa dentro de
las filas del partido comenzará a alejar a García Bárcena de su militancia:
el nacimiento del denominado Tercer Frente y sus gestiones pactistas con
agrupaciones de los Partidos Auténtico y Demócrata,28 a la vez que obli-
gó a la reforma de algunos de los artículos de los estatutos fundacionales
del partido, delimitó la actitud que de manera muy rápida y sin trance
asumiría García Bárcena quien, como muchos militantes en todo el país,
decidió rechazar las posturas contrarias a la línea de independencia políti-
ca. En tal sentido, decide abandonar su filiación partidista.29

26
R. García Bárcena: Responso heroico a los mártires universitarios de la Revolución, ob. cit. (en n. 25).
27
R. García Bárcena: Apuntes a la fundación del PPC (O), documento inédito.
28
Así lo demuestran los acuerdos tomados por el Bloque Pactista del Partido, dirigidos a la
Asamblea Nacional, con fecha 13 de marzo de 1948. Ver Archivo Nacional de Cuba: Fondo
Eduardo Chibás: PPC (O)- legajo 8, no. 258, folio 2.
29
En la fecha del 19 de marzo, Rafael García Bárcena dirige una carta al presidente de la Junta
Municipal de Marianao, con el objeto de solicitar la baja del Partido del Pueblo Cubano
(Ortodoxos) (PPC [O]).

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Sus enfoques con respecto a la crisis institucional y política que inunda
la Isla con anterioridad al 10 de marzo de 1952 demuestran un hondo
sentir antimperialista de raíz martiana. Mientras ocurre en el ciudadano
cubano el proceso gradual de interpretación de este sentimiento, la revo-
lución «esa luminosa concreción de las aspiraciones sociales»,30 se abre
paso. No habrá concesión en Rafael García Bárcena entonces: todo régi-
men anterior al 10 de marzo de 1952 también será contrarrevolucionario.
Escribe incansablemente sobre el problema nacional. El balance le
causa indignación. «Cuba ha quedado convertida en una tierra de explo-
tación y de miseria en donde los poderosos esquilman a los que traba-
jan».31 Para García Bárcena la República significa el sueño de los cubanos
hipotecado desde que la Constitución de 1901 inaugurara su rumbo
torcido con la espuria Enmienda Platt. En aquel pensamiento aparece
la combinación de que con la República se fundase la nación, idea que
además constituye la médula de sus más notables esfuerzos, y que a la
postre identificará la raíz del fracaso de los primeros 50 años de la vida
cubana del siglo XX. Su proyecto demarca efectivamente la idea de
refundar a Cuba como nación, con todos sus elementos integrantes, a
partir de las potencialidades éticas, morales y patrióticas en pos de
una voluntad colectiva de construir una sociedad superior, lo que de-
nota a todas luces la concepción de la revolución como un proceso
cultural, y no simplemente como un mero hecho.
En coherencia con el anterior pensamiento, García Bárcena había se-
ñalado otras aristas del problema cubano, con el hombre como centro:
El problema a que hace frente el cubano de la época no es un
problema de estrellitas solitarias, sino un problema de hondas
implicaciones sociales, un problema de verdadera libertad política,
de verdadera independencia económica, de verdadera justicia so-
cial, ¡un problema de dignidad y de hambre! El problema de Cuba
es,fundamentalmente,un problema de hombres y un problema de educación y
de cultura.32

30
R. García Bárcena: «La revolución y los gobiernos revolucionarios», Kayuko, La Habana, 23 de
febrero de 1934, p. 1.
31
R. García Bárcena: «El principio del fin», Kayuko, 23 de marzo de 1934, p. 1.
32
R. García Bárcena: «Concentración y contrarrevolución», Kayuko, Sección Kayukazos, 2 de
marzo de 1934, p. 1. El subrayado pertenece a un fragmento de Discurso pronunciado en la
Universidad de La Habana en la velada del 30 de septiembre para conmemorar la muerte del estudiante
Rafael Trejo, Imprenta de la Universidad de La Habana, La Habana, 1945.

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Y de aquella frustración el ánimo de redimirse, la voluntad de ser
convocados otra vez por la palabra de Martí, a quien consideró «refe-
rente obligado». De ahí la necesidad de la revolución nacional, que está
orientada «en sus líneas fundamentales, a rescatar nuestra nacionalidad
de las garras del imperialismo norteamericano, con su secuela inevitable de
injerencismo político y de esclavización económica: reivindicar en sus
derechos inalienables a la vida y a la cultura de las clases trabajadoras,
renovar la política criolla para que pueda dar frutos sanos de responsa-
bilidad ciudadana y de decoro colectivo».33
Estaba claro que el hondo problema de la autoidentificación del ciu-
dadano –y no de su reconocimiento legal– venía estrechamente vincu-
lado al tema de la cultura y la educación, que encuentran en la política
nacional su matriz.
Su antimperialismo fue abierto, sincero, la verdadera independencia

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
sería conquistada para Cuba en la medida en que la revolución fuera
capaz de sustraerse de «toda enajenación o tutelaje por parte del extran-
jero».34 En su trabajo ¿Qué necesita Cuba para ser una gran Nación?, aborda
la penetración nefasta del imperialismo en los pueblos latinoamerica-
nos. En el caso cubano, la llega a calificar como «una crónica enferme-
dad», curable únicamente en la total movilización de los recursos
nacionales.35
Esa revolución volvería a ser necesaria en la medida en que estuviera
presente el pensamiento del Apóstol y el caudal de su sabiduría ética.
De Martí, entonces, García Bárcena refiere: «Su pensamiento, valioso
para todos los instantes de la vida nacional, adquiere una significación
particular en los momentos actuales».36
Su convocatoria se escuchó clara:
[…] Frente al derrumbe moral de los que en vez de hacer historia,
consagraron sus energías a hacer fortuna, se alza erguida la fe de
una juventud que no ha desertado de la probidad pública, que no

33
R. García Bárcena: «La Revolución y los gobiernos revolucionarios», Kayuko, Sección
Kayukazos, 23 de febrero de 1934, p. 1.
34
R. García Bárcena: Discurso pronunciado en la Universidad de La Habana en la velada del 30 de
septiembre para conmemorar la muerte del estudiante Rafael Trejo, ob. cit. (en n. 32).
35
Ya en su lección de Sociedad Política sobre «La intervención americana en Cuba y el Tratado
de París», abordaba estos temas, durante su magisterio en el Instituto No. 1 de La Habana.
36
R. García Bárcena: «El ideario político de José Martí. El sentido de su doctrina», Cívica, ob. cit.
(en n. 9), p. 155.

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ha vuelto las espaldas al amor a su patria. Cuba llama otra vez, con
clarín de combate, a aquellos que no están manchados por el cie-
no, por el oro o por la sangre, a la guerra santa por la redención
nacional.37

VI

Inaugurando una nueva época revolucionaria, irrumpen en la historia


de Cuba el 10 de Marzo y Batista. Tras el derrumbe del Estado de De-
recho sustentado en las conquistas jurídicas pactadas en la Constitu-
ción de 1940, la sociedad civil cubana se moviliza en torno al sostén de
la esperanza de un retorno a la legalidad, no obstante la pálida respuesta
de los partidos políticos, incluido el Ortodoxo, virtual triunfador en las
elecciones saboteadas.
García Bárcena se presenta en la mañana del propio 10 de Marzo en
la Colina universitaria a repudiar la acción golpista, mientras eleva su
renuncia como profesor de la Escuela Superior de Guerra, en claro men-
saje de protesta. Se integra de inmediato a la parte del claustro universi-
tario que condena el golpe decididamente; mientras la Dirección Nacional
de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) lo propone como candi-
dato a la presidencia de la República por un período provisional de
18 meses, lo cual es muestra significativa de la alta moral que le acom-
paña y que constituye además el mérito ganado por la generación de
profesores revolucionarios provenientes del 30.
Al fundar bajo su liderazgo el 20 de mayo el Movimiento Nacional
Revolucionario (MNR), acompañado por una treintena de jóvenes es-
tudiantes y obreros en una de las aulas de la Universidad de La Habana,
conserva esperanzas en la nueva era del insurreccionalismo cubano, que
ahora tenía como adversario al régimen golpista de Fulgencio Batista.
Se convertía este en un instrumento a su parecer necesario de relevo del
pensamiento revolucionario cubano precedente y, al mismo tiempo, con-
tinuidad de su proceso. Nacía el primer proyecto insurreccional que a
escala nacional se concebía contra Batista.

37
R. García Bárcena: Discurso pronunciado en conmemoración de la muerte de Ramiro Valdés Daussá,
Aula Magna de la Universidad de La Habana, 15 de agosto de 1949 (archivo del autor bajo
custodia familiar).

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El régimen del 10 de marzo no pudo, por medio de un decreto,
convertir en fiesta lo que estaba destinado a ser, si no un día de
duelo, al menos un día de trabajo responsable por la emancipación
nacional.
No podemos considerarlo día de duelo, porque ese día, citados en
el recinto universitario, la escalinata se cubrió de gloria, y se plan-
teó formalmente un nuevo movimiento de la Revolución Nacio-
nal. Ese nuevo Movimiento Nacional Revolucionario, nacido en el
seno del Alma Mater, pero gestado en la entraña de nuestra nacio-
nalidad, tiene como fuerza motriz una nueva generación revolu-
cionaria [...].
Cada generación y cada momento histórico reclaman un instru-
mento político distinto; y el más adecuado instrumento en esta

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
fase de la Revolución Nacional que va desde el diez de marzo has-
ta la toma de posesión del gobierno que resulte electo bajo los
auspicios de la Constitución de 1940, sólo puede constituirlo el
Movimiento Nacional Revolucionario [...].
Pero la Revolución Cubana, en puridad a la verdad, no es más que
un proceso vital indivisible que ha presentado diversos brotes y
que aún en nuestros días no ha alcanzado totalmente su consuma-
ción. Cada uno de esos brotes ha constituido un nuevo movimien-
to nacional revolucionario, un nuevo período de lucha por la
realización, en mayor o menor grado, de la nacionalidad, de la de-
mocracia y la justicia social.
[...] Nada podrá detener la Revolución, porque ella obedece a cau-
sas que actúan desde el fondo mismo de la historia. Esas causas
estaban presentes desde antes, pero la generación del treinta, des-
pués de 1935, no pudo continuar la lucha con la misma combativi-
dad e intransigencia.
[...] la del año 30 y la del Cincuentenario, han tenido que enfrentar-
se a un mismo enemigo: Batista y las fuerzas antinacionales,
antidemocráticas y antisociales que él representa. La historia se ha
repetido en el proceso. También se repetirá en los resultados: la
victoria la consumará la última generación.38
38
R. García Bárcena: «Una nueva generación y un nuevo Movimiento Nacional Revoluciona-
rio», Bohemia, La Habana, 25 de mayo de 1952, pp. 56-93, 96.

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Lógicamente, se anuncia la apertura de un nuevo ciclo histórico –el
quinto del proceso revolucionario, en opinión de García Bárcena–, el naci-
miento de una nueva conciencia estimulada por la agresión golpista.
En su tesis sociológico-generacional en función del ideal de emanci-
pación y de refundación de la República, refiriéndose a la juventud,
atina a expresar que:
de las fuerzas cósmicas que se pueden considerar representantes
en la vida humana, la juventud es el índice del movimiento frente el
reposo que tiene el pasado inerte; cifra de transformación frente a la
conservación que está encarnada en los viejos. Frente a los que
querrían eternizar el régimen caduco porque lo usufructúan con-
cienzudamente, frente a los que tratan de apuntalar lo que se está
viniendo abajo, la juventud se fabrica una conciencia incontaminada,
y llega un instante en que esa conciencia, por el propio esfuerzo de
los jóvenes, cobra una validez objetiva. Después de echados los
cimientos para una nueva realidad, la juventud defiende su obra
sólo con el ansia de mejorarla.
En la misma idea de confiar en la juventud como fuerza motora de este
proyecto revolucionario, señala que «en el fondo de todos los antagonis-
mos, de todas las luchas libradas en el seno de la sociedad, late siempre
ese ideal de la juventud que aspira a un mundo mejor». Y redefiniéndola
en su ánimo redentor históricamente demostrado, terminante, expresa:
A las armas todos los jóvenes de Cuba; a las armas otra vez los que
ya hemos dado el pecho a los machetes insultantes y a los revólveres
homicidas; a las armas, para demostrar a este régimen sangriento
que no nos hará retroceder porque no tenemos miedo; que nadie
volverá la espalda aunque caigamos uno a uno con el pecho conste-
lado de balazos. ¡A las armas todos los jóvenes de la República, que
es fecunda nuestra sangre, y cada víctima que hace el dictador es
más temible que un ejército, porque inflama las iras populares! ¡A las
armas todos los jóvenes de Cuba, que si nos quitan de las filas en
que combatimos, engrosaremos la de los muertos, que son los que
mandan, con Julio Antonio Mella y Rafael Trejo a la cabeza!39
39
En todos los casos, acerca de la valoración del papel de los jóvenes en la Revolución, han sido
citadas conferencias ofrecidas en el Instituto No. 1 de La Habana, entre ellas «La juventud y
su misión social», así como otros escritos; en: René Llinas: «La estilla en la carne», Bohemia, La
Habana, 25 de junio de 1961, pp. 46-47, 89, 95.

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A partir de la propuesta barcenista, la única lucha planteada al MNR
no era contra Batista, sino también contra todo aquello que aqueja la
historia del cubano en fecha anterior al 10 de Marzo:
Si las cosas vuelven al nivel en que estaban situadas el pasado
nueve de marzo, ciertamente se habrá dado un paso de avance en
cuanto a la realidad presente, pero volveremos a la República Me-
diatizada que hemos tenido siempre [...]. Si a algo debemos aspirar
en este 1952, año del Cincuentenario de la República, es que en
1953, año del Centenario de José Martí, nuestra República esté
avanzando sobre rieles más firmes [...]. Cuando Batista y su vieja
guardia abandonen el poder, debemos poder decir que la noche
quedó atrás, pero no sólo porque nos hayamos librado del 10 de
marzo, sino también porque habremos rebasado el 9 de marzo.40

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
Esto es superar «definitivamente al régimen blando, incapaz y co-
rrompido que cayó el día 9, y al régimen tiránico, pero igualmente inca-
paz y corrompido, que madrugó el día 10».41 Se trataba de la fundación
de dos raíces que confluyen en el interés ideológico del Movimiento:
«una, el propósito de rescatar la libertad del pueblo; la otra, la decisión
de transformar sustancialmente a Cuba».42
El contenido de esa visión está arraigado con mucha fuerza en la
razón de ser del Movimiento que funda: esa ideología presente en un
contexto histórico en que la nación ve perder el rumbo de planteamientos
claros y precisos acerca del grave problema nacional instaurado con el
10 de Marzo. Es en este momento en que la sociología humana –en
opinión de García Bárcena– «debía asumir la responsabilidad filosófica
de colocar en el centro de la ciencia social del hombre de carne y hueso,
con todos los valores absolutos y relativos que se adhieren a la persona
humana»43 y en tal sentido actuar en virtud de reivindicar sus propias
esperanzas perdidas y su propia dignidad.

40
R. García Bárcena: «La fórmula nacional de la FEU», Bohemia, La Habana, no. 25, 22 de junio
de 1952, p. 60.
41
En documento a mimeógrafo A dos años de la fundación del Movimiento Nacional Revolucionario
(original), Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, La Habana, p. 1.
42
Ibíd., p. 2.
43
Tomado de escritos y borradores sobre cuestiones filosóficas y sociológicas de Rafael García
Bárcena.

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A partir de la doctrina filosófica con la que cuenta su máximo líder, el
MNR como línea de pensamiento44 se propone un reordenamiento es-
tructural y funcional de manera radical en la nación, apartado de toda
práctica politiquera falta de compromiso verdadero con la obra de la «Re-
volución Nacional»,45 y en esta dimensión se inserta con claridad la es-
peranza de que «el día que se embarque definitivamente en el carro de
la violencia, puede considerarse que ha dado la orden para el inicio de la
guerra civil. La fórmula de la violencia es, por tanto, la fórmula idónea
para apurar y precipitar la crisis inexorable del régimen del 10 de
marzo».46
El derecho a la revolución que invoca el MNR en su fundación, como
actor político e histórico, es fiel intérprete de la doctrina y del pensa-
miento jus-filosófico de la época, que planteaba como condición sine
qua non para la supervivencia de un Estado de Derecho la presencia de
una Constitución. Eran necesarios además otros elementos, como la
vigencia plena de la soberanía popular, la facultad exclusiva emanada de
esta en relación con el poder suficiente constituyente y la capacidad para
modificar o reformar el sistema de Derecho por las vías establecidas.
En esta órbita, «el MNR existe por la nación y para la nación»47 y su
concepto revolucionario radica en la definición de que estar «por la crea-
ción de una nueva República, es ser revolucionario» pero no bastaría
para integrar el concepto el elemento anterior; para la doctrina del MNR,

44
Tomado desde este punto de vista, en la acción pública, el Movimiento Nacional Revolucio-
nario estaría integrado en el marco de lo lícito, legitimidad que se ofrecía desde las propias
leyes que ahora eran vejadas por el tirano Batista en lógico detrimento del Estado de Derecho,
inexistente de facto.
45
En tanto concepto, el término «Revolución Nacional» es abordado «[...] para llevar a término
la labor que iniciaron en los albores del pasado siglo los conspiradores independentistas
cubanos, continuaron los patriotas de 1868, mantuvieron los libertadores del 95 y trataron de
completar los revolucionarios del año 30; realizar la definitiva integración de nuestra naciona-
lidad; desarrollar todas las posibilidades económicas del país y colocar a Cuba en el puesto
destacado que corresponde por su ubicación geográfica y la superior cultura de sus hijos. El
planteamiento y desarrollo de esta obra constituyen la Revolución Nacional»; tomado de
Vanguardia, órgano de prensa oficial del MNR, no. 1, diciembre de 1953. Se aclara que los
artículos publicados en este medio de prensa no presentan autoría individual, sino que propo-
nen el criterio del grupo radical que ostenta la dirección independiente del Movimiento, tras
el encarcelamiento de su principal jefe, en abril de 1953.
46
R. García Bárcena: «La fórmula nacional de la FEU», Bohemia, La Habana, 22 de junio de
1952, p. 59.
47
Las citas comentadas en este epígrafe pertenecen a: A dos años de la fundación del Movimiento
Nacional Revolucionario, ob. cit. (en n. 41).

190

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que en su momento someteremos a crítica, el verdadero revolucionario
«tiene que aspirar sinceramente a derribar el orden de cosas existente
actualmente en nuestra patria, pero tiene que estar idénticamente deci-
dido y preparado para levantar un orden superior».
No habrá muestras más claras en las que se interprete el sentir que
regresa una vez más al siglo anterior: el concepto de República asume
los elementos fundacionales de la nación, lo cual trasciende su defini-
ción como mera forma de gobierno. No habría otro camino,
Cuba sufre bajo una tiranía, y ningún cubano puede permanecer
indiferente a este presente trágico. Cuba tiene que integrarse defi-
nitivamente en gran nación, porque en sus hijos, en su historia y en
su geografía, tiene todos los factores necesarios [...]. Cuba espera
que se culmine la obra comenzada en el siglo anterior, el proceso

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
inconcluso de la Revolución Nacional [...]. En pie, en el centena-
rio de Martí y de Varela. ¡En pie, que la historia aguarda por no-
sotros!48
Estas palabras anunciaban la marcha de la Revolución Cubana, de la
cual el MNR se convierte en instrumento. Y es que nunca dejará García
Bárcena de pensar en el pasado, presente y futuro de la patria.

VII

Para la consecución de los objetivos de la Revolución Nacional, el paso


previo y obligatorio lo constituiría el derrocamiento de Batista, de ahí la
vía insurreccional proyectada. Dos direcciones en lo esencial caracteri-
zan tal programa: «una, el propósito de rescatar la libertad del pueblo; la
otra, la decisión de transformar sustancialmente a Cuba».49
García Bárcena siempre insistía en el tema de las libertades. Decía
él que aun cuando una revolución fuera inicialmente defectuosa en
lo que se refiere a la justicia social o nacionalismo, lo único en lo
que no se podía fallar era en la democracia; pues teniendo garanti-
zadas las libertades democráticas, siempre le sería posible a un
48
Tomado de escrito editorial «Diana Mambisa» publicado en la portada del primer número de
Vanguardia, en diciembre de 1953.
49
Tomado de A dos años de la fundación del Movimiento Nacional Revolucionario,ob. cit. (en n. 41),
p. 2.

191

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pueblo erigir después los otros dos pilares de la justicia social y el
nacionalismo y hacerse plenamente libre.50
Claramente identificados quedan entonces los propósitos más ambi-
ciosos del MNR:
1. Culminar el proceso histórico de la Revolución Nacional.
2. Elevar a los puestos de mando del Estado un equipo honrado y
apto.
3. Impulsar a la nación hacia el cumplimiento de un destino histó-
rico.
4. Realizar un reordenamiento jurídico, político, económico y so-
cial de Cuba.
5. Eliminar los obstáculos que se oponen en nuestra patria para el
logro de una justicia social humana, en una democracia integral
y, en suma, de una gran nación.51
Su pensamiento doctrinal se concreta sobre la base de un trípode
ideológico definido en: «Nacionalismo, Democracia, Socialismo», con-
secuencia de la egregia aspiración de que Cuba viviera la creación de
una nueva República que superara el deficiente orden económico, polí-
tico y social existente, creadora de nuevas formas de vida sobre la base
de esas ruinas que combate, con la definitiva consolidación de su inte-
gración nacional. De la práctica internacional, los influjos llegaban des-
de los sistemas políticos escandinavos.
El primer elemento deriva del lema fundamental de la campaña del
Movimiento Nacional Revolucionario: «El MNR hará de Cuba una gran
nación», que ya hemos visto con anterioridad, y se interpreta a partir de
las raíces históricas del proceso de liberación cubano.
El elemento nacionalista en el pensamiento de García Bárcena, en
tanto pilar sano integrado al MNR, se expresa pues en
la amistad genuina con los gobiernos democráticos y pueblos del
mundo, entre ellos Estados Unidos, pero martianamente prestan-
do celosa atención a nuestra soberanía, como rezara en su pensamiento
hecho poesía en el año 1943,a decir en su Responso Heroico a los mártires

50
Correspondencia de Rafael García Bárcena (hijo) a redacción de la revista Cuba Nuestra,
Estocolmo, 2004; 50: febrero (el énfasis es nuestro).
51
Tomado de: A dos años de la fundación del Movimiento Nacional Revolucionario, ob. cit. (en n. 41),
p. 5.

192

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del 30: [...] con la justicia por signo,/ [...] y que en su patria el cuba-
no/ sea del extranjero hermano,/ mas nunca su esclavo indigno.52
Puede verse cuán arraigado se encuentra en el MNR el sentimiento
nacionalista que le da nombre y razón de ser, en la defensa más encarni-
zada por la salvaguarda del espíritu patriótico, por encima de cualquier
otro, apartado de toda injerencia y explotación extranjera, cimiento ade-
más de un arraigado antimperialismo en el pensamiento de Rafael García
Bárcena, que cobra vitalidad suprema por sus influjos directos sobre
cada momento de vida e inspiración de los hombres del MNR. Encuén-
trese en estas palabras el sentido más elocuente: «El derecho al himno y
a la bandera tienen que vitalizarse con el mantenimiento y defensa de
una cultura nacional y de una autosuficiencia económica».53
La democracia integral, como concepto compuesto, es considerada como

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
el segundo elemento del trípode ideológico sobre el cual se levanta el
pensamiento del MNR. Democracia capaz de alcanzar su identificación
a partir de la independencia de la tutela externa y la instrumentación
efectiva de la participación ciudadana.
Es en esta identificación que se inserta el adjetivo integral como ele-
mento además diferenciador que se define en la que
se extiende a todos los órdenes de la convivencia: la democracia
política, misión y ejercicio de los ciudadanos, por la cual todos
participen activamente en la elección y en la obra del gobierno; la
democracia social, donde exista una igualdad civil, no teórica sino
práctica; y la democracia económica, en la cual una equitativa dis-
tribución, al servicio del bien común, de la propiedad, el trabajo y
las cargas impositivas, debe proporcionar a todos los ciudadanos la
base material necesaria para que sean reales su libertad política y
su igualdad civil. El MNR cree que así como una nación, para ser
verdaderamente libre dentro de la comunidad internacional, tiene
que ser económicamente dueña de su destino, así cada hombre
tiene que ser económicamente dueño de su destino para poder pro-
clamarse realmente libre.

52
Correspondencia de Rafael García Bárcena (hijo) a redacción de la revista Cuba Nuestra, ob.
cit. (en n. 50); el énfasis es nuestro.
53
Ídem.

193

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Más adelante la democracia queda definida para el MNR como «el
régimen de igualdad de oportunidades para todos»54 con un convencido
rechazo al racismo y al clasismo.
Con tal responsabilidad también es definida la conducta hacia la po-
lítica internacional, bajo elementales conceptos éticos y de respeto al
derecho.
El socialismo humanista en su carácter revolucionario en la transforma-
ción de la estructura de la sociedad, es considerado el tercer y último
elemento del basamento ideológico definido desde el MNR, y a nuestro
entender, el más avanzado en su teoría política revolucionaria al decla-
rarse por vez primera por una organización de este tipo, tras la inspira-
ción de la nueva etapa nacida desde 1940 y alterada por el 10 de marzo
de 1952, la necesidad de superación del sistema capitalista en Cuba,
elemento este que de manera lógica reúne en su interior a los dos ante-
riormente analizados, y que se expresa como una conclusión radical,
por cuanto se plantea como única y necesaria vía de solución de todos
los conflictos que desde su estructura se dan en la sociedad cubana bajo
las banderas del capitalismo.
Es evidente que en la praxis de la superación del sistema capitalista
por la vía revolucionaria como doctrina que auspiciaba el MNR, la fuente
del conocimiento de las ideas materialistas en la concepción de la histo-
ria ofrece una guía irrenunciable, por cuanto científicamente había sido,
y es, la única que plantea un estudio científico de la evolución de la
humanidad, y con ello, del hombre y las sociedades. No obstante, y esto
debido a la radicalización del llamado modelo estalinista en la Unión
Soviética, el MNR rechaza sus deformaciones y por tanto al comunis-
mo como sistema estático, con hincapié en lo económico; contra el libe-
ralismo que promueve la esfera de la vida individual; y a favor de lo
social, a decir de la frase que sintetiza la aspiración económico-social
en la construcción de la nueva sociedad: «todos propietarios, ninguno
proletario», con afirmación de la existencia de la propiedad privada, ya
antes consagrada en la Carta de 1940, pero sin que esta significase solo
la conquista del texto constitucional, sino que fuese llevada a la prácti-
ca con una función social definida en beneficio de todos y no fundada
en el privilegio de los menos, germen de la definición de la propiedad
social donde, en ese ámbito de relaciones,

54
Correspondencia de Rafael García Bárcena (hijo) a redacción de la revista Cuba Nuestra, ob.
cit. (en n. 50); el énfasis es nuestro.

194

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el trabajo honrado constituya la fuente primordial de toda ganan-
cia y toda propiedad; que la explotación del hombre por otros hom-
bres, o por el Estado, cese definitivamente; que los obreros lleguen
a tener participación en el beneficio de las empresas; que cada ha-
bitante del país tenga un mínimun vital que comprenda alimenta-
ción, habitación, vestido, educación, asistencia médica, recreación
y seguro contra la invalidez y ancianidad; que haya, en fin –según
se expresó al hablar sobre la democracia económica– una justa dis-
tribución de la propiedad, el trabajo y las cargas impositivas entre
todos los sectores nacionales.55
Lógicamente en el seno de la sociedad capitalista cubana de los años 50,
estas eran las realidades, y las demandas justas no encontraban espacio,
y mucho menos seguidores dentro de la política corrupta que incluso

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
precede al 10 de marzo de 1952. El hombre –como se define en la
propia adjetivación que sucede al socialismo para el MNR– es quien se
coloca en el centro de los cambios no solo en el marco social, sino en la
restructuración institucional y económica que requiere Cuba para con-
vertirse en nación, como aspiración primigenia.
El carácter absoluto de pensar el hombre incluso dentro de sus pro-
pias aspiraciones, se resume en el pensamiento de un socialismo que «se
opone a que los seres humanos sean considerados solamente como pie-
zas necesarias para el soporte de la producción o del Estado, pues ad-
vierte en cada hombre la dignidad y la libertad inherentes a su condición
de persona humana» de ahí la conclusión de que el «Socialismo Hu-
manista lleva a la exaltación del hombre y a su justo equilibrio con el
Estado»,56 con la claridad en el sentido de afirmar que su pensamiento
filosófico encarna en primer lugar los valores del espíritu, rechazando
las concepciones materialistas y económicas del comunismo, pero diri-
gido a superar revolucionaria y necesariamente el capitalismo, elimi-
nando su forma base de distribución de las cargas sociales, así como su
modo de producción en sentido general, que atentan contra la expan-
sión de las potencialidades del ser humano.
Estas generales reglas doctrinales que rigen el fundamento ideológi-
co del MNR, bajo los influjos indirectos de Rafael García Bárcena, es-
tán marcadamente insertas en un período histórico llamado a reverdecer

55
A dos años de la fundación del Movimiento Nacional Revolucionario, ob. cit. (en n. 41), p. 7.
56
Ídem.

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estas teorías devenidas del humanismo socialista de la Ilustración que
ya desde mitad del siglo XIX y primeros años del XX aparecían en el
pensamiento latinoamericano (influenciados por acontecimientos vio-
lentos, de pobreza social y puntos elevados como la Comuna de París,
en Europa) comprendido en no muy amplios espacios de la intelectuali-
dad (en Cuba Diego Vicente Tejera como máximo exponente, y Martí
como referente anterior obligado en la idea del humanismo), y que ha-
bían tenido destaque en circunstancias históricas que lo requerían; mues-
tra de ello es el caso que nos ocupa, que contradice expresamente el
sentido marxista del desarrollo de los acontecimientos, empero, deja
bien clara una articulación de ideas conducentes irremediablemente al
socialismo.
En este mismo plano, cuestión que ya hemos mencionado antes, Ra-
fael García Bárcena se une a la línea del pensamiento latinoamericano
de su época que duda del éxito de las propuestas del liberalismo (llama-
do a salvar la vigencia capitalista). El arraigado sentimiento emancipa-
torio humanista no solo en lo político, lo conduce por la senda de la
construcción del socialismo como sociedad posible y sustituta del capi-
talismo que hasta este momento había cortado las alas a las aspiracio-
nes de sociedades enteras; pensamiento este también influenciado por
su hondo cristianismo. De ahí que las opciones sobre un cambio que
propiciara una transformación de la sociedad se buscaran en la idea del
socialismo.
Una conclusión sí quedaba clara para esta etapa en las ideas de Ra-
fael García Bárcena, las cuales encontraban ciertos contrastes con las
del resto de los pensadores en esa línea en América Latina, a quienes no
podríamos calificar ni como marxistas ni como socialistas:57 está rela-
cionada con la arraigada defensa del humanismo en consonancia con la
justicia socialista y las razones que le hacen comprender, en el estudio

57
Opinión esta derivada del estudio del filósofo cubano Pablo Guadarrama González, quien
señala que entre las principales ideas en la interpretación deformada del marxismo en estos
pensadores se encuentran algunas que también guardan relación, a nuestro parecer, con las
expuestas, nacidas en la ideología del MNR, entre las cuales menciona: «reducción de todo el
materialismo filosófico a su expresión vulgar presuponiendo que este no tomaba en conside-
ración adecuadamente el papel de los factores espirituales en el desarrollo social; hiperbolización
de su determinismo al atribuirle subestimación del papel de la libertad humana; crítica al
estatismo y al colectivismo que atentaba contra el desarrollo de la individualidad; rechazo de
la concepción de la dictadura del proletariado por contravenirse con los principios de la
democracia [...]».

196

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mismo de su sociedad y su historia, que esta constituiría la única alter-
nativa posible para sus esperanzas sobre Cuba, siempre animadas bajo
las banderas de la legalidad y la aceptación ciudadana.58
En defensa de una de las demandas más urgentes de la República
resulta en lo sumo interesante cómo se trata el tema de la tierra como
un problema fundamental de Cuba a ser resuelto en la única alternativa
revolucionaria, una reforma agraria «que rescate la agricultura del atra-
so colonial en que se halla sumida y levante al campesino de la postra-
ción económica y social en que vive» por medio de la implementación
de medidas urgentes y radicales dirigidas a la redistribución de la tierra
«mediante el desarrollo de una adecuada política agraria dirigida por el
Estado». Esta tendría éxito en la medida en que los campesinos alcan-
zasen a ser «propietarios independientes de su tierra», además del estí-
mulo que debe encauzarse a favor del fomento del cooperativismo

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
agrícola.
En lo adelante, los acontecimientos desencadenados en la fecha del
5 de abril de 1953 llevan a García Bárcena a la cárcel, acompañado de
un grupo de compañeros, donde recibe brutal tortura. Escribirá incan-
sablemente sobre política, filosofía y religión, y alimenta su esperanza
revolucionaria. Mientras, el sueño de la Gran Nación sigue conceptual-
mente animando los esfuerzos del grupo radical de jóvenes que conti-
núa confiando en el MNR, que en lo adelante será más extendido a todo el
país. Al calor de esos esfuerzos, desde diciembre de 1953 ya ha salido a
la luz un pequeño periódico clandestino, Vanguardia, bajo el concepto
de que el MNR es «la vanguardia de la Revolución y teniendo a Rafael
García Bárcena como la figura más gallarda de la hora nacional, presu-
puesto justipreciador de su inteligencia, su moral y su coraje».59
Su lectura evidencia que sus redactores estaban profundamente
impactados por la personalidad del profesor:
Todas las horas históricas tienen sus hombres. Esta hora de Cuba
tiene un hombre entre muchos, un hombre que asumió desde el

58
En esta consecución de ideas que definimos, y a partir de la guía ideológica modernizadora del
cristianismo que propone García Bárcena, unido a los aportes de la dirección radical, el
programa del MNR va a estar orientado en tesis similares a las propuestas por la socialdemo-
cracia, de tipo burguesa, obviamente, no más allá de un carácter reformista, en sentido
general.
59
«Rafael García Bárcena, la figura más gallarda de la hora nacional», Vanguardia, no. 1, diciem-
bre de 1953, p. 4.

197

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instante mismo del 10 de Marzo la actitud más intransigente ante
el «hecho consumado», negándose de plano a toda transacción o
componenda con el régimen antinacional de Fulgencio Batista.
Este hombre, el primero en denunciar públicamente a los cubanos
la rebelión (siete meses antes, en artículo de Bohemia); el primero
en negarse a pactar con las fuerzas corruptas o negativas que perviven
en el seno de la nación, fue el inspirador de la línea de independen-
cia política de la Ortodoxia, y el sostenedor actual de la línea de
independencia revolucionaria del MNR; el primero en actuar con-
tra Batista; el primer secuestrado, perseguido, encarcelado y tortu-
rado; el primero en hablar cuando había que hablar y callar cuando
hubo que callar, es también el primer revolucionario de la nación.
Su pasado nos revela un intelectual de valía: profesor genuino, poeta
inspirado, filósofo excelente, periodista profundo. Nos revela tam-
bién un revolucionario de fuste: luchador juvenil, firmante de la
proclama del 4 de Septiembre, perenne inconforme con la corrup-
ción política, a través de 20 años, desafiador a plena luz del régi-
men de oprobio de Batista. Nos revela, además, un hombre de alta
calidad moral: pobre, digno, honesto a toda prueba, resistente, desde
su hogar ejemplar, a la presión demagógica, los halagos del poder,
la amenaza, el anzuelo dorado, la persecución y la tortura.
[…] su pensamiento político es el más claro en este momento de
enorme confusión ciudadana. Su actitud ha sido y es la más valien-
te en este instante de tantas vacilaciones y simulaciones.60
Aquellos esfuerzos tuvieron como saldo más interesante la suma de
miles de jóvenes a la causa del Movimiento a lo largo de la geografía
nacional, desde Pinar del Río hasta Guantánamo. La figura de García
Bárcena se constituía en ejemplo y causa.
El acumulado de acontecimientos en los años por venir, colocaría al
MNR en coyuntura de crisis. Para esa fecha, ya en libertad, García
Bárcena insistía en la revolución sin odios que desde el MNR se había
convertido en lema, y que al mismo tiempo era sinónimo de ahorrar
sangre a la nación. Su plan insistía en el apoyo castrense. Muy lejos de
esta percepción, ya Fidel ha propuesto otro planteamiento. Su convoca-
toria sería la integración de las masas al proceso revolucionario.
60
«Rafael García Bárcena, la figura más gallarda de la hora nacional», ob. cit. (en n. 59).

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Es junio de 1955 y la reunión celebrada en la calle Factoría conocería
de la liquidación del MNR. Al nacer el Movimiento 26 de Julio, Fidel
sumaba a su causa los más valiosos cuadros, y con ellos las estructuras
creadas en todo el país por el MNR. Obedecía a ello, entre otras razo-
nes, su rápida generalización. De esta forma, pudiera calificarse como
clave aquel masivo alistamiento.
Con aquel nacimiento, al mismo tiempo, se crea un dilema en el
concepto de dirección. La vieja escuela del MNR provoca esta tem-
prana ruptura precisamente entre sus más valiosos militantes suma-
dos ahora a Fidel. Lo interesante también es que, en lo adelante, ambos
grupos ya no podrán separarse. Ha desaparecido el MNR. Sus represen-
taciones mentales, sin embargo, seguirán vigentes.
Luego de un exilio forzado que lo mantiene alejado de la patria du-
rante los últimos años de la guerra de liberación nacional, García Bárcena

LUIS ALBERTO PÉREZ LLODY / Rafael García Bárcena: La condición humana en el proyecto de la Gran Nación
regresa con el triunfo de Enero de 1959, incorporándose de inmediato a
las tareas encomendadas por Fidel. La revolución sin odios que tanto
predicó le hizo decir que todos los que daño hicieron quedaban perdo-
nados, mientras apunta con su mano segura por un porvenir luminoso,
al fin, para la Gran Nación. Lo anterior denotaba un mensaje ético cla-
ro, sin dudas, coherente con su forma de pensar y actuar.
Filósofo que abandona la academia para ir tras la idea de la revolu-
ción, cuya cosmovisión de lo humano lo coloca en el camino de lo ético.
No perteneció a élites, ni se comprometió con ellas. Se suma a las ansias
de preñar a la patria de saberes, y asiste a los resultados arrojados de
una filosofía nacional que en su conjunto contribuye a la fermentación
ideológica de sus procesos y a la misma génesis revolucionaria, aún hoy
necesitada de más profundos e incluyentes estudios.

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RUTH No. 3/2009, pp. 200-224

RICARDO QUIZA MORENO*

Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)**


Al gobierno instaurado tras el golpe de Estado de Marzo de 1952 le era imprescindible el
establecimiento de programas inclinados a la búsqueda de resultados en el orden social, proyec-
tos que contribuyesen a mantener, desde el orbe económico y espiritual, la supremacía alcanzada
por la fuerza. Dentro de las iniciativas encaminadas a sustentar la legitimidad del régimen
estaba el despliegue de una constante y calculada política cultural. De esta, la Revolución
heredó edificaciones, pero también ciertos hábitos de control y planificación de dicha gestión.

El período comprendido entre 1952 y 1958 constituyó uno de los más


complejos y cruciales de la historia cubana. La dictadura de Fulgencio
Batista significó el destierro de toda alternativa que –ceñida al sistema
democrático burgués– intentara solucionar los problemas de la nación.
Por añadidura, el golpe del 10 de marzo de 1952 puso en evidencia la
fragilidad de las instituciones políticas tradicionales y allanaba el camino
para que floreciesen métodos de gobierno excesivamente autoritarios.
Pero con independencia del cariz personalista que asumiera la ges-
tión pública durante la década del 50, al gobierno del marzato le era
imprescindible el establecimiento de programas inclinados a la búsque-
da de resultados en el orden social, proyectos de variada índole que
contribuyesen a mantener –desde el orbe económico y espiritual– la
supremacía alcanzada por la fuerza.
Dentro de las iniciativas encaminadas a sustentar la legitimidad
del régimen, estaba el despliegue de una constante y calculada política

* (Cuba, 1964). Historiador y ensayista. Investigador del Instituto de Historia de Cuba. Autor
de El ojo que te ve: discurso clínico y cirugía social en la escuela cubana (1902-1930) y de Nuevas voces,
viejos asuntos, y coautor de El cuento al revés: historia, nacionalismo y poder en Cuba. Próximamente
Ediciones Unión publicará su libro Imaginarios al ruedo: Cuba y los Estados Umidos en las
exposiciones internacionales (1876-1904).
** Versión revisada de «Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)», publicado en Cuadernos Cubanos
de Historia, Editora Política, La Habana, 2007, pp. 183-199.

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cultural que contribuyera –desde otro ángulo– a la búsqueda del nece-
sario apoyo a tan espuria hegemonía.
Mi interés en tal sentido es describir y caracterizar las formas que
adopta la dominación cultural por parte de la maquinaria del Estado en
las circunstancias previas al triunfo de la Revolución, así como analizar
el despliegue de dicha política en relación con el resto de la gestión de
gobierno desplegada por Batista. Asimismo intentaré evaluar hasta dón-
de el intervencionismo estatal en materia de cultura sirvió de anteceden-
te a la obra iniciada por el Gobierno Revolucionario.
En esa dirección pudiera atribuírsele al batistato una específica capa-
cidad de gestión inserta en un complicado panorama de situaciones que
abarcan, desde la personalidad del dictador, hasta el entramado de rela-
ciones internacionales de la época.

II

La frecuente comparecencia de Fulgencio Batista en el escenario políti-


co cubano obliga a retroceder en el tiempo para desentrañar los oríge-
nes de su quehacer. Nacido en 1901, en la antigua provincia de Oriente,
Batista hubo de soportar una vida azarosa y llena de privaciones que le
obligaron a ejercer los más variados oficios; de este modo su personali-
dad se va entretejiendo entre el afán de superación y la búsqueda de la

RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)


prosperidad, asistida por una mezcla de astucia nata, versatilidad y
autosuperación que le confieren a su psicología rasgos peculiares.
Durante la década del 20 y luego de reiteradas incursiones en la vida
militar, el futuro coronel optaría por integrarse de forma permanente a
la institución armada donde desempeñó cargos de perfil burocrático
como los de escribiente y taquígrafo.
En poco tiempo Batista consigue mejorar su estatus. Su obsesión por
evadir la miseria le convierten en un ser ambicioso presto a subordinar
su sagacidad y concienzuda preparación al ascenso en la pirámide
socioclasista.
En este contexto ingresa al Sexto Distrito Militar de Columbia donde
parece sellarse su destino. Al respecto, el investigador Servando Valdés
Sánchez afirma:
Desde entonces quedó a las órdenes del fiscal de dicho distrito, y
en el ejercicio de sus funciones participó en los consejos de guerra
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que se celebraron contra los conspiradores antimachadistas. De
ese modo, pudo conocer de cerca las actividades de la alta oficiali-
dad, así como establecer contacto con abogados y otras personali-
dades. En consecuencia, le resultó fácil percibir el deterioro del
régimen de Machado.1
El arribismo y la habilidad inherentes al joven sargento tuvieron po-
sibilidad de desplegarse en el convulso contexto de la lucha contra Ma-
chado. Con el propósito de hacerse de nuevos méritos Batista se
incorporaba en 1933 al Movimiento de los Sargentos una vez que este
se iniciara; el 4 de Septiembre del mismo año el oscuro oficial subalter-
no sobresaldría como cabeza visible del golpe castrense que derrocara
al llamado «machadismo sin Machado». Este acontecimiento lo catapultó
en breve a la jefatura del ejército y a la obtención de los grados de
coronel, lo que supuso un hito en su corta pero meteórica carrera.
Como consecuencia del golpe militar de septiembre se creó un go-
bierno que agrupó a los principales partidos de derecha. Esta suerte de
concertación contó con la anuencia de Estados Unidos y con el respaldo
del coronel Batista quien se ratificó como el sujeto más importante del
ejército, y probablemente de Cuba, pues en sus manos estaba el poder
real de la República.
A partir de ese instante y con la promulgación de la Ley Constitucio-
nal de febrero de 1934, las riendas de la nación estuvieron en manos de
Fulgencio Batista. Los proyectos, directivas u ordenanzas que nacieron
en la segunda mitad de la década del 30 estuvieron signados por el mi-
litarismo y, en especial, por las intenciones del miembro más notable de
la nueva casta de soldados.
Fue en ese lapso que asomaron las primeras inquietudes de Batista
referidas a la cultura. Dichas preocupaciones aparecieron anexas a un
proyecto más abarcador que sugería la modificación de diversos aspec-
tos de la realidad cubana. El proyecto comenzó a ejecutarse a partir de
1934 y culminó a fines de la década con el denominado Plan Trienal.
El programa reformista de Batista se circunscribía al marco de una
compleja red de circunstancias internas e internacionales que hacían
atractiva e impostergable su viabilización. Amén de la represión desatada, a
la cúpula gobernante le interesaba sobremanera la aplicación de medi-
das alternativas que tendieran a la neutralización de las fuerzas de iz-

1
Servando Valdés Sánchez: El proyecto reformista batistiano, inédito, 1994.

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quierda y crearan al unísono un relativo clima de estabilidad así como
cierta base de apoyo popular. El populismo y la conciliación marchaban
a tono a su vez con el rediseño de la política interna y externa de los
Estados Unidos en tiempos de Franklin Delano Roosevelt; es por ello
que bajo los auspicios del jefe del ejército se tomaron importantes me-
didas en la esfera educacional y cultural.
El 27 de febrero de 1936 se dictó el decreto-ley 620 que autorizaba a
designar miembros del ejército para que fungiesen como maestros de
enseñanza primaria en aquellas zonas en que no existieran escuelas ni
probabilidades de crearlas con prontitud. El decreto limitaba las facul-
tades del secretario de Educación quien debía circunscribirse a inspec-
cionar las aulas desde el punto de vista técnico.
Para garantizar que existiese una masa de educadores aptos para aco-
meter tal empeño, el Cuartel General del Ejército hizo un llamado a los
graduados de escuelas normales, bachilleres en ciencias y letras, univer-
sitarios y en general a todos los individuos con instrucción para que
engrosaran las filas de la reserva militar con el grado de sargento. La
misión de este personal consistiría en servir como maestros en las
nuevas aulas que fundasen los institutos armados. De esta manera
ingresaron a la reserva una gruesa cantidad de maestros y técnicos
desempleados.2
Para su financiamiento las también conocidas como escuelas cívicas
rurales o misiones educativas rurales contaron con la aprobación de un
RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
impuesto de nueve centavos por cada saco de azúcar elaborado. El gra-
vamen fiscal lesionaba los intereses del poder ejecutivo en la medida en
que quedaba fuera del control presidencial una cuantiosa suma de dine-
ro. Esta situación desató una crisis en las altas esferas del gobierno que
trajo consigo la destitución del entonces presidente Miguel Mariano
Gómez.
En poco tiempo los militares articularon un sistema de educación
rural que abarcaba las seis provincias del país. Las misiones estaban
compuestas a su vez por una «zona» a la cual se subordinaban de 25 a
2
El sistema de escuelas rurales fue regido por la sección de Cultura de la Ayudantía General del
Ejército. Participaron además en la dirección del proyecto educacional la Sección de Contabi-
lidad del cuartel Maestre General, el Consejo Directivo Superior y los Consejos Directivos
Provinciales. Debiera añadirse que los maestros recibieron una preparación especial en la
escuela José Martí, habilitada para tales fines en Santiago de las Vegas, provincia La Habana.
Un sistema similar pero sin la participación del ejército fue ensayado por el presidente Mario
García Menocal durante su largo mandato (1912-1920).

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30 escuelas. Las escuelas, por su parte, contaron con doctores en Peda-
gogía, Cirugía Dental y Medicina Veterinaria así como con un maestro
agrícola, otro en oficios, un higienista y una maestra hogarista.
De forma simultánea las misiones educativas le concedían al alumno
la posibilidad de recibir los rudimentos de la enseñanza elemental y de
capacitarse en los oficios relativos a la agronomía, la higiene, la cultura
física y las labores domésticas.
Aunque no resolvía definitivamente el problema educacional del país,
la escuela rural significó un paliativo a la profunda crisis de la escuela
cubana. Nótese que en 1937 existían diseminadas por toda la Isla 40 zo-
nas con 1 000 escuelas de un aula y 120 de dos o más aulas que se
beneficiaron además de los laboratorios enclavados en cada zona así
como de las informaciones culturales y la música que recibían a través
de la radio.3
La experiencia de la escuela rural se extendió también al primer pe-
ríodo del mandato presidencial de Batista: en 1944 había 2 110 escue-
las con una matrícula estimada de 110 725 alumnos.4
Las misiones educativas patentizaron la presencia de cierto espíritu
solidario por parte de Batista para con aquella masa que sufría a la sa-
zón las mismas privaciones que en algún momento le afectaran. No
obstante, la puesta en práctica del referido plan desbordaba los límites
de la filantropía pues estimulaba la formación de un rebaño adoctrinado
e incondicional y contribuía de igual manera a incrementar el influjo de
los militares en todos los órdenes de la vida cubana.
De este modo van tomando cuerpo dos facetas en la ejecutoria de
Batista que le acompañarán de por vida: una siniestra, que se complace
en diseñar un ambiente de perpetuidad política; y otra constructiva,
asociadas a las contingencias que rodean su actividad.
Con ese espíritu se produjeron otros hitos en la política cultural pro-
movida por el gobierno durante los años 30. De ellos han de distinguir-
se los que emergieran como iniciativas directas de los militares; del
conjunto de maniobras que en el terreno cultural desplegaran las insti-
tuciones armadas, se destacó la fundación del Instituto Cívico Militar,
sancionado por ley no. 707 de 30 de marzo de 1936. Bajo ese rótulo se
aprovecharon tres instalaciones enclavadas en diferentes partes de la
3
S. Valdés Sánchez: Ob. cit. (en n. 1), p. 15. Ver también: El Plan Trienal o Plan de Reconstrucción
Económico Social, Cultural S. A., La Habana, 1938, pp. 82-86.
4
Fulgencio Batista: Piedras y leyes, Ediciones Botas, México, 1961, p. 96.

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Isla para brindar un tipo de enseñanza primaria especializada. El Insti-
tuto alojó a huérfanos de campesinos, obreros, periodistas, universita-
rios y miembros del ejército «caídos prematuramente en el desempeño
de sus labores, servicios o profesiones».5
El primer curso comenzó en 1938 en la localidad habanera de Ceiba
del Agua y asistieron en calidad de albergados permanentes 1 200 niños
y niñas.
Asimismo, a la cúspide militar le correspondió instituir el teatro-biblio-
teca del pueblo e instaurar las Escuelas Provinciales de Agricultura.6
Otras iniciativas fueron aceptadas de buen grado por el jefe de la
institución armada; ellas constituían esfuerzos adicionales que en este
caso emergieron de los poderes civiles de la nación. El mayor logro fue
sin dudas la creación de la Dirección de Cultura del Ministerio de Edu-
cación.7
Por primera vez en Cuba aparecía una entidad con facultades legales
y operativas suficientes como para tratar los problemas culturales del
país. A su gestión se debe el florecimiento de algunas instituciones como
la Junta Nacional de Arqueología (1937), el Instituto de Altos Estudios
(1938) y el Instituto Nacional de Artes Plásticas (1938), todos adscritos
al nuevo organismo. Paralelamente la Dirección de Cultura editó la Re-
vista Cubana que se hizo eco de las mejores producciones literarias y de
las ciencias sociales, tanto de Cuba como del extranjero.8
Pero con el decursar de los años la situación política empezó a variar.
RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
El reagrupamiento y la revitalización respectivas de las fuerzas de iz-
quierda y de derecha, la creciente oposición de ambas al prolongado predo-
minio militar unido a los cambios operados en la arena internacional,

5
Ibíd., p. 97.
6
Dirección General de Relaciones Culturales: Anuario Cultural de Cuba, 1943, Úcar, García y
Cía., La Habana, 1944, pp. 312-313. Ver además: F. Batista: Ob. cit. (en n. 4), p. 108; José
María Chacón y Calvo: «El Plan Trienal y la cultura», Revista Cubana (Publicaciones de la
Secretaría de Educación, Dirección de Cultura), La Habana, 1927; IX (25): 109-110, julio.
7
Anuario Cultural de Cuba, 1943, ob. cit. (en n. 6), pp. 305, 312-313.
8
La Revista Cubana continuó existiendo como el órgano oficial de la Dirección de Cultura del
Ministerio de Educación hasta 1952. Entre 1953 y parte de 1956 cesa en sus funciones hasta
que reaparece en ese último año bajo la égida del Instituto Nacional de Cultura. Aún en la
década del 50 la revista contó con las colaboraciones de reconocidos intelectuales cubanos y
extranjeros como Dulce María Loynaz, José Lezama Lima, Emilio Ballagas, Francisco Ichazo,
Francisco Pérez de la Riva, Enrique Labrador Ruiz, Salvador Bueno, Emeterio Santovenia,
Humberto Piñera Llera, Juan J. Remos, José María Chacón y Calvo, Max Henríquez Ureña,
Herminio Almendros y Roger Callois.

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condujeron al planteamiento de un nuevo proyecto de reformas cuya
finalidad era la de postergar indefinidamente la convocatoria a una Asam-
blea Constituyente.
El nuevo plan contemplaba la solución de algunos problemas que
aquejaban a los estratos más humildes y apuntaba igualmente hacia el
logro de un apoyo mayoritario que asegurara el mantenimiento de la auto-
ridad castrense o que sirviera de cantera en caso de futuras elecciones.
El Plan Trienal o Plan de Reconstrucción Económica y Social estuvo
conformado por un conjunto de medidas, sugerencias e ideas relativas a
la coordinación y reorganización de la economía y la sociedad cubanas.
El mentado proyecto hacía hincapié en el rediseño de algunos aspectos
de la agricultura, en la estatización de algunos renglones productivos y
en la conciliación de los intereses del capital y el trabajo.9
En su contenido el «Plan Batista» recordaba la filosofía del Estado
corporativo fascista e insinuaba a su vez la presencia de cierto ideario na-
cionalista del corte de algunos gobiernos latinoamericanos, así como el
influjo relativo a las doctrinas socialistas.
El proyecto contenía 190 puntos agrupados en más de 20 temáticas.
En lo referente a la educación y la cultura se pronunciaba:
• A favor de la lucha contra el analfabetismo.
• A favor de la erradicación de la enseñanza memorística.
• A favor de la ley de enseñanza obligatoria.
• Por la regulación de la enseñanza del retrasado mental.
• Por la reorganización de la enseñanza vocacional.
• Por la creación de escuelas provinciales de Bellas Artes y de la
Escuela Nacional de Música.
• Por la instrucción gratuita para el pobre.
• Por la regulación de la enseñanza privada.
• Por el intercambio internacional de educación y cultura.10
No obstante, el consabido proyecto no pudo rebasar un entorno que
tornábase progresivamente adverso al sostenimiento de la «dictadura».
Las nuevas condiciones generadas en el plano interno y externo propi-
ciaron un cambio de actitud en Batista y sus acólitos. A partir de 1938
se inició un camino de flexibilidad en la esfera de lo político que condu-
9
Sobre este aspecto el lector podrá remitirse a El Plan Trienal o Plan de Reconstrucción Económico
Social, ob. cit. (en n. 3).
10
Ibíd., pp. 91-92.

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jo a la aplicación de medidas de corte democrático como la amnistía a
los presos políticos, la legalización del Partido Comunista y el llama-
miento a una nueva Asamblea Constituyente. Ese mismo año quedaba
abandonado oficialmente el Plan Trienal y con él los incisos dedicados
a la cultura.11
Tras la proclamación de la Carta Magna de 1940, la Isla se vio en-
vuelta en un proceso de elecciones mediante el cual resultó electo como
presidente Fulgencio Batista quien, como candidato de la Coalición
Socialista Democrática, gobernaría bajo condiciones diferentes. A par-
tir de ese momento Batista dejaría de ser el individuo uniformado que
manipulaba a su antojo los hilos de la política doméstica para convertir-
se en un funcionario estatal que habría de realizar su actividad guberna-
tiva en compañía de un Congreso y una nueva Constitución, ambos con
un peso específico estimable.
En cuanto al circuito de la cultura los objetivos del gobierno estarían
centrados en la construcción de una infraestructura y en el esbozo de
una estrategia que permitiera a esta proyectarse internacionalmente.
La ejecución de obras con un destino cultural se conectaba de cierta
manera con una inusual manía de grandeza, con el deseo desmesurado
de trascender e inmortalizarse a través de las construcciones. Machado
y Batista fueron quizás los mayores constructores que tuvo la Cuba
prerrevolucionaria y ello no fue obra de la casualidad.
En lo concreto la edificación de instalaciones culturales coincidía con
la erección de una imagen de mecenas para el ex coronel, pero, contradic-
RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
toriamente, develaba la coexistencia de algún estado de preocupación
por la problemática cultural de quien, a grandes zancadas, tuvo que suplir
muchas carencias en ese orden. Hombre receptivo, Batista hubo de ro-
dearse de mentores que asiduamente le aconsejaban.12
11
La proclamación del Plan Trienal estuvo inscrita en un ambiente desfavorable a los designios
de Batista. Los grupos de derecha, por ejemplo, consideraban que la puesta en práctica del
Plan restringía su participación en la órbita del poder político y lesionaba sus intereses econó-
micos. De este modo tildaron al mencionado proyecto de «socializante». Los distintos segmen-
tos de la izquierda, por el contrario, calificaban al Plan Trienal de maniobra demagógica y
divisionista propensa a apuntalar la preeminencia de los militares. Por otra parte, el plan
suscitó la alarma de las compañías azucareras estadounidenses, que no veían de buen grado
una posible reestructuración de la agricultura cubana. A estos estados de opinión sumábase la
crisis económica de 1938 que limitaba los recursos financieros con los que podía contar
Batista, así como el cambio de la coyuntura foránea que reclamaba el alineamiento de una
Cuba democrática junto a Estados Unidos en la lucha contra las dictaduras totalitarias fascistas.
12
Según refieren Eulalio Martínez Freyre, ex director del Archivo del Ministerio de Cultura,
lamentablemente fallecido, y el historiador José A. Tabares del Real, amplios conocedores de

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Durante el período en que Batista fue presidente se concibieron di-
versos inmuebles con una finalidad cultural, mientras que otro número
de ellos era reparado o aumentado. De esta época data la construcción
del edificio del Archivo Nacional y del nuevo local de la Sociedad Eco-
nómica Amigos del País así como la construcción de escuelas rurales y
la ampliación de la Academia de Ciencias.13
De modo paralelo se gestaron planes para articular una red de edifi-
cios y monumentos que agruparía al Instituto del Mar, al Acuario, el
Zoológico Nacional y el Museo de Bellas Artes, así como a una serie de
escuelas especializadas. De esas construcciones solo el Zoológico y el
Museo se llevaron a cabo, pero no de momento, sino mucho después.
No menos importante resultó la gestión del gobierno para extender a
otros ámbitos la cultura nacional. A inicios de la década del 40 se creó
en el Ministerio de Estado, la Dirección de Relaciones Culturales, que
se elevó en 1943 al rango de Dirección General con el ánimo de concre-
tar sus objetivos y aumentar sus recursos. Por esa fecha se nombraron
agregados culturales en las misiones diplomáticas cubanas y se editó un
Anuario Cultural con el fin de difundir en el extranjero las experiencias y
logros de la cultura cubana.
El gobierno de Batista se ocupó de brindarle atención y apoyo a las
organizaciones culturales que desde Cuba se proyectaban al exterior
como la Comisión Nacional de Cooperación Intelectual, la Sociedad
Colombista Panamericana y la Unión Interamericana y del Caribe.
La Comisión Nacional de Cooperación Intelectual fue creada en 1925
y formó parte instantáneamente del Instituto Nacional de Cooperación
Intelectual, organización mundial con sede en París. El Instituto fue
una suerte de entidad que aglutinaba a diversos organismos culturales
en todo el orbe.
En la década del 40 la citada institución se vio imposibilitada en sus
funciones por la presencia en suelo francés de las tropas nazis. Ante esa
coyuntura el gobierno cubano extendió créditos por un monto de 30 000
pesos para trasladar a La Habana el Instituto Nacional de Cooperación.

estos asuntos, Batista se hizo acompañar de un séquito en el que figuraban el historiador


Emeterio Santovenia, el conocido estudioso de la literatura cubana Juan J. Remos, el periodis-
ta Juan Luis Martín y el director del influyente Diario de la Marina, José Pepín Rivero; en
entrevista concedida al autor por Eulalio Martínez Freyre, el 15 de julio de 1994 y entrevista
concedida por José A. Tabares del Real, el 25 de enero de 1995.
13
Anuario Cultural de Cuba, 1943, ob. cit. (en n. 6), p. 29.

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En 1941, tres años antes de que se tomara esta medida, la capital
cubana hubo de convertirse en obligado punto de referencia cuando se
celebró en sus predios la Conferencia Internacional de Comisiones Inte-
lectuales regida por la consigna de defender a la cultura universal de los
embates del fascismo.
La Sociedad Colombista Panamericana se encargaba, por su parte, de
fomentar las producciones culturales del continente americano. Subor-
dinada al Ministerio de Educación por el decreto-ley no. 344 de 1935,
la Sociedad se distinguió en la organización de importantes reuniones,
como el Primer Congreso Histórico Municipal Interamericano (1941) y
el Primer Congreso Interamericano de Archivos, Bibliotecarios y Con-
servadores de Museos del Caribe.
A este número de actividades se adjuntaron otras tantas que tuvieron
una connotación en el plano interno. En ese sentido sobresalieron las
relacionadas con la conmemoración del Archivo Nacional y con la cele-
bración de las ferias del libro cubano. A ellas se añadirían las reiteradas
convocatorias para otorgar anualmente el Premio Nacional de Literatura
y la promulgación de la ley sobre el patrimonio documental de la nación.
El año 1944 marcaba el fin del ciclo presidencial de Batista; de esta
manera expiraba un decenio dominado por el protagonismo del hombre
de Columbia. Esos 10 años en comunión con el poder colaboraron en el
diseño de una gestión gubernamental poseedora de dos aristas paradóji-
cas que cohabitaron y se mezclaron indistintamente.
RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
Durante ocho años Batista estuvo apartado de la escena pública cu-
bana, aunque sin desistir, desde su confortable «exilio» en Daytona
Beach, de volver a ejercer su dominio en la palestra política nacional.
En marzo de 1952, con el supuesto fin de acabar con la anarquía y la
corrupción desatadas por los gobiernos del Partido Auténtico, el enton-
ces general Batista estableció un régimen autocrático. El golpe de Esta-
do perpetrado por el caudillo lo consagraría nuevamente como actor
principal de la escena pública cubana.
Sin embargo, pese a haber nacido a contrapelo del orden jurídico es-
tablecido, el nuevo gobierno deberá acudir a una especial interpretación
de la democracia para legitimar su abrupta presencia, lo cual complica
el estudio del momento histórico que antecediera a la revolución del
1ro. de Enero.
El nuevo poder sancionado por los militares seguidores de Batista
emergía en un ambiente poco propicio para enajenarse absolutamente

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de las tradiciones del sistema democrático burgués. De alguna manera
Batista había sido el artífice de la modernización político-jurídica de
Cuba, y bajo esas condiciones hubo incluso de gobernar. Por otra parte,
la Constitución de 1940 continuaba siendo el paradigma que, a fuerza
de incumplirse, resumía las expectativas del pueblo. Estos motivos ex-
plican de alguna forma las especificidades de la política desarrollada
por la tiranía.
En un universo marcado por la coexistencia entre autoritarismo y
rejuego democrático saldría a la luz una actividad concreta de gobierno
que comprendería también los asuntos relativos a la cultura.
En primer orden, la política cultural de Batista se caracterizó por su
correspondencia respecto al resto del programa de gobierno que elabo-
rara la dictadura. A tal extremo llegaba la relación entre una y otro que
la ejecutoria del Estado en materia cultural marchó siempre a tono con
los cambios estructurales del régimen.
Entre 1952 y 1954 la política cultural del batistato estuvo matizada
por la provisionalidad, o sea, por su grado de extrañamiento respecto al
sistema institucional usual, como mismo ocurriera con toda la ejecuto-
ria del gobierno. Sin embargo tras la «elección» de Batista como presi-
dente (1954) se aprecia un proceso de institucionalización que afecta
también al área de la cultura.
Otro elemento que demuestra la conexión entre política y política
cultural en la era de Batista es la reciprocidad existente entre los planes
económicos del régimen y el fomento de obras con fines culturales. La
construcción de edificaciones públicas encajaba resueltamente en los
proyectos elaborados por el dictador para eliminar el desempleo y esti-
mular el crecimiento económico del país como fueron el Plan de Gastos
Compensatorios y el Plan de Desarrollo Económico y Social.
En este aspecto resulta destacable también la filiación que se esta-
bleciera entre la proyección internacional del régimen y el ensalzamien-
to de la ideología anticomunista en los campos de la educación y la
cultura.14
14
Especialmente encarnizadas fueron las presiones ejercidas contra intelectuales e instituciones
culturales de orientación izquierdista o comunista. En estos casos el régimen acudió a diversos
métodos, desde el espionaje, hasta el chantaje económico y la represión policiaca, como
veremos más adelante. En cuanto a la educación, ocurriría algo similar; así por ejemplo Jorge
García Montes, uno de los ministros prominentes del dictador, enarboló el eslogan de la
defensa de la cultura cubana y universal de los embates del comunismo luego de reunirse con
importantes autoridades estadounidenses en ese país. De hecho se tomaban al pie de la letra las

210

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Colateralmente se vislumbraban otros elementos que le eran consus-
tanciales a la política cultural del régimen. El principio de la selectivi-
dad fue sin dudas de los más importantes.
La capacidad para privilegiar u omitir determinados aspectos de la cul-
tura expresaba el nivel de compromiso ideológico asumido por la dicta-
dura y sugería igualmente la existencia de vínculos estrechos entre la
cultura y la hegemonía.
Muestra del cariz selectivo de la política oficial fue la promoción de
un número de creaciones artístico-literarias cuyos temas no tenían una
connotación política evidente. Dichas creaciones se trasmitieron a tra-
vés de los espacios culturales que poseía el régimen, como la Revista
Cubana, la emisora oficial CMZ, la Revista del Instituto Nacional de Cultura
y el Museo de Bellas Artes.
Ensayos y poemas de tono intimista, conciertos de clásicos de la
música, obras de teatro de autores extranjeros y colecciones de arte
antiguo fueron beneficiadas por la propaganda gubernamental. Bajo este
criterio quedaban fuera obras de gran valor en su tiempo como el Ma-
nual de Historia de Cuba de Fernando Portuondo, la Geografía de Cuba de
Antonio Núñez Jiménez e incluso el documental El Mégano de los reali-
zadores Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa, convertido en
clásico de nuestra cinematografía. El peso de la censura recayó también
sobre el Ballet de Alicia Alonso, no ya por la repercusión «ideológica»
de tal manifestación artística sino por los consabidos criterios de la
Alonso respecto al régimen.
No obstante, el principio de aparente neutralidad cultural que enar- RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
bolaran los funcionarios del gobierno fue puesto en duda con la divul-
gación, en esos mismos espacios culturales consagrados por este, de
trabajos como «La penetración soviética en los medios de la cultura»15
de Jorge García Montes, así como «Lo que significa el Museo Nacional
y cómo aprovecharlo»,16 del director del Instituto Nacional de Cultura
creado por Batista, el señor Guillermo de Zéndegui.

recomendaciones del Informe Truslow referentes a la educación, al contratarse profesores


estadounidenses, aumentar el número de becas para estudiantes y maestros cubanos en Esta-
dos Unidos y aceptar la intromisión de la embajada de esa nación mediante propaganda
cultural y pedagógica. El caso más notorio fue el experimento realizado en la Universidad de
Las Villas donde se impusieron planes, programas y tipos de enseñanza acordes con el sistema
pedagógico estadounidense, sin distinguir entre la necesaria modernización y el adoctrinamiento.
15
Revista Cubana, La Habana, 1956; vol. XXX: oct.-dic.
16
Revista Cubana, La Habana, 1957; vol. XXXI: jul.-dic.

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El método selectivo se extendió al fomento o no de las instituciones
culturales: varias veces el gobierno utilizó el presupuesto destinado a la
cultura para defender a ciertos organismos culturales e ignorar a otros.
Con la justificación de la falta de fondos se eliminaban las subvencio-
nes al Ballet de Alicia Alonso y a la revista manzanillera Orto, y sin
embargo se ofrecían dádivas exageradas a la Orquesta Filarmónica de
La Habana. Estos hechos eran tan escandalosos que pusieron en entre-
dicho una vez más el principio de neutralidad de la cultura que enarbo-
lara la tiranía.17
Asimismo el carácter discriminatorio de la gestión cultural del go-
bierno se hizo notar en la localización de nuevas instalaciones; estas se
ubicaron casi exclusivamente en La Habana, convertida de hecho en
una especie de vitrina donde se exhibían las relativas conquistas del
país.
Este tipo de política afectó por igual a la escuela cubana. El 23 de abril
de 1952, apenas transcurrido mes y medio del establecimiento de la
dictadura, se proclamó el decreto 1573 mediante el cual se reglamenta-
ba lo dispuesto por la ley no. 15 de 1950 sobre el funcionamiento de la
escuela privada.
Con el referido dictamen se le daba continuidad a la política iniciada
por Carlos Prío. El objetivo de la disposición legal era alentar la supera-
ción de las élites.
Por este concepto se inauguraron algunos colegios y universidades
privadas de fuerte influencia estadounidense o católica que competían
con la tradicional escuela laica y pública.
Claro que la escuela privada no contemplaba exclusivamente en su
matrícula a los hijos de los sectores sociales más conspicuos sino que
a ella ingresaron niños procedentes de las capas medias y en menor

17
El artículo 4 de la ley no. 6 de 27 de octubre de 1955 le concedía a la Orquesta Sinfónica de
La Habana la suma de 50 000 pesos. Este decreto surgió a instancias del propio Batista quien
se interesó en subordinar la Orquesta al Instituto Nacional de Cultura. Un año después de
haber salido esta ley se celebraba un almuerzo en el Palacio Presidencial para discutir el
aumento del presupuesto de la Sinfónica. En este sentido resulta ilustrativo el estudio de las
Actas de la Junta de Asesores del Instituto Nacional de Cultura porque muestran la infinidad
de sesiones que se dedicaron al análisis del desenvolvimiento de la Orquesta. El tomo tercero
de dichas actas está dedicado en su mayor parte a este asunto. Ver Actas del Consejo Asesor del
Instituto Nacional de Cultura (3 ts.), t. I, 26 de marzo de 1956, Archivo del Ministerio de
Cultura, Fondo Instituto Nacional de Cultura, folio 85, y 2 de octubre de 1956, folio 185.
Véase además el tercer tomo de las referidas Actas.

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cuantía, algunos procedentes de sectores menos privilegiados de la so-
ciedad. Pero la desproporción entre unos y otros era evidente, así como
también lo era el peligro de desnacionalización de la escuela, tal como
lo denunciaran Fernando Ortiz y Juan Marinello entre muchos intelectua-
les que fomentaron la campaña «Por una escuela cubana en Cuba libre».
Por supuesto, la escuela pública continuó ocupando un papel impor-
tante, pues ella permitía materializar cierto reconocimiento popular, al
tiempo que servía de fuente para el enriquecimiento de la burocracia.
En 1958 Cuba era el país que más tomaba de su presupuesto para la
educación.
Otro rasgo de la gestión cultural del batistato fue el populismo. La
manipulación política de los sucesos culturales llegó a ser un imperati-
vo para un régimen cuyos ribetes de ilegitimidad eran ostensibles. Di-
cho simulacro transcurrió en dos sentidos, uno vertical, que pretendía
estructurar una imagen benévola del gobierno –especialmente de Batis-
ta–, y otro horizontal, que se ocupaba de hacer unánime el respaldo a la
dictadura.
Para estos fines se apeló al usufructo de la historia concediéndosele
importancia a la capitalización del homenaje a José Martí en ocasión del
centenario de su natalicio.
La celebración del centenario sirvió de pretexto para desatar una cam-
paña nacional auspiciada por el gobierno. La organización de los actos
conmemorativos recayó en el entonces ministro de Educación Andrés
RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
Rivero Agüero, nombrado presidente de la Comisión de Actos y Edicio-
nes del Centenario así como de la Comisión Promonumento a Martí.
En torno a la fecha histórica el gobierno desarrolló un sinnúmero de
actividades en las que no podían faltar los discursos de la oficialidad.
Durante las celebraciones se organizaron eventos internacionales, se
develaron monumentos, se inauguraron obras públicas y además se edi-
taron libros al tiempo que se estrenaba una película alegórica.18

18
Para festejar el centenario de Martí el gobierno encomendó al destacado director mexicano
Emilio Fernández, El Indio, la realización de una película sobre el Apóstol; para ello desembol-
só la suma de 250 000 pesos. El hecho de que participara en su rodaje un numeroso personal
extranjero, así como que se eligieran los Estudios Churubusco (México) para filmarla provocó
la protesta por parte de los trabajadores del cine cubano y de un segmento importante de la
opinión pública. La polémica alcanzó dimensiones profundas puesto que los involucrados en
ella denunciaron el desvío de recursos que hizo el régimen en detrimento del desarrollo cinema-
tográfico nacional y mostraron su inconformidad ante el hecho de que se le otorgara a extranje-
ros la responsabilidad de hacer una película de esta naturaleza. Luego de su exhibición, el

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Bajo vigilancia policial se celebraron las Conversaciones Filosóficas
Interamericanas con la asistencia de Leopoldo Zea y José Vasconcelos;
al Congreso Internacional de Historia vinieron Lewis Hanke y Mariano
Picón Salas.
Como cierre de la campaña por el homenaje a Martí se efectuó una
velada oficial en las inmediaciones del Capitolio en la que hicieron uso
de la palabra Fernando Ortiz, la poetisa chilena Gabriela Mistral y el
propio Fulgencio Batista.
En el acto participó como invitada María Mantilla, quien fuera con-
vidada por Emeterio Santovenia, a la sazón, jefe de la Comisión Orga-
nizadora del Centenario. La sección «En Cuba» de la revista Bohemia
recogía como un hecho irónico el momento en que María Mantilla puso
en manos de Batista el grillete que atenazara la carne de Martí en sus
días de preso político.19
Más allá del despliegue propagandístico, una parte de la prensa de la
época develaba las incongruencias del régimen.
Mientras ocurrían los festejos por el natalicio de Martí los órganos
represivos del marzato asaltaban la casa del escultor José M. Fidalgo
con el objeto de destruir su obra artística. De esa forma quedaron mu-
tiladas algunas estatuillas de Martí con la inscripción «A Cuba que su-
fre», así como bustos de Bolívar, Chibás y Rómulo Gallegos. Por otro
lado, una gran parte del dinero utilizado en el homenaje provino de los
bolsillos del propio pueblo al que se le obligó a pagar un impuesto adi-
cional para sufragar los festejos.20
La construcción de escuelas rurales se convirtió también en una ma-
niobra enfilada a recabar el apoyo popular. En esta oportunidad Batista
acude nuevamente a una política ensayada en otros tiempos, solo que
esta diferirá en sus resultados.

11 de agosto de 1954, las opiniones alrededor del filme se hicieron más críticas, pues este, a
juicio de muchos, había resultado ser una historia banal que distorsionaba la imagen de Martí.
A la premier de La rosa blanca asistió la esposa del dictador [Marta Fernández Miranda],
persona clave en la campaña populista del régimen, conocida por sus actos de caridad. Para
más detalles el lector podrá acudir a Arturo Agramonte: Cronología del cine cubano, Ediciones
ICAIC, La Habana, 1966, p. 98; sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, año 45, no. 12, 22 de
marzo de 1953, pp. 60-61; Alexei Pacheco: Tratamiento de la historia patria en el cine de ficción
producido en Cuba entre 1897 y 1958, material inédito, 1988.
19
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, año 45, no. 6, 8 de febrero de 1953, p. 60.
20
César García Pons: «Las honras que el Apóstol hubiera rechazado», Bohemia, La Habana, año 45,
no. 4, 25 de enero de 1953, p. 68; Fidel Castro Ruz: «Asaltado y destruido el estudio del
escultor Fidalgo», Bohemia, La Habana, año 45, no. 6, La Habana, 8 de febrero de 1953, p. 66.

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En entrevista concedida a la revista Bohemia el ministro de Educa-
ción Andrés Rivero Agüero afirmaba: «[...] allí queremos [en el campo]
continuar, mejorándola, la obra anterior de Batista, que ha sido el único
gobernante cubano que volvió la mirada al lugar de origen y trató, hasta
donde fue posible de acuerdo con los recursos de la época, de sembrar
el campo de escuelitas, de misiones cívico rurales, de hogares infantiles
campesinos».21
Pero aún las estadísticas del régimen no podían ocultar las diferen-
cias con el pasado; de 40 misiones que se construyeron a solo un año de
puesto en práctica el plan original (1937) la cifra se redujo en 1952 a 12.
A su vez la búsqueda de reconocimiento no podía circunscribirse
únicamente al sector civil de la sociedad. Las circunstancias en las que
Batista se apropia del poder convirtieron a los cuerpos armados en pie-
dra angular de su sostén, a ellos les correspondían una serie de privile-
gios en consonancia con las garantías que proporcionaban.
Como en los viejos tiempos, el general intentaba socorrer a sus anti-
guos compañeros de armas. Amén de los privilegios concedidos a la
cúspide militar, los oficiales subalternos y soldados se beneficiaban con
algunas migajas.22
Entre los favores otorgados a la masa militar estuvo la promulgación
de la ley 472 de 16 de octubre de 1952 que estipulaba la conversión del
campamento militar de Managua en Instituto Militar Juvenil Tecnológi-
co con capacidad para 1 000 alumnos de ambos sexos que fuesen hijos
21
Bohemia, La Habana, año 44, no. 15, 13 de abril de 1952, p. 61. RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
22
Sobre este asunto valdría la pena citar un fragmento de La historia me absolverá: «Para cumplir
la promesa de aumento de salarios a los militares que anunciara al asumir el poder, Batista
dictó con ese fin las Leyes-Decretos Números 2 y 4, de 31 de marzo de ese propio año, la
primera relativa al Ejército y la Marina de Guerra y la segunda a la Policía Nacional. // Sin
embargo la medida chocó muy pronto con la crisis económica por la que atravesaba la nación,
ahora agravada por el golpe. La ineficiencia económica del gobierno de facto y los fraudulen-
tos manejos de la hacienda pública del país, precipitaron un reajuste en el anteproyecto de
Presupuesto Nacional para el período fiscal 1953-1954, como resultado del cual se decidió,
entre otras medidas, rebajar los salarios de los empleados públicos y el personal de las fuerzas
armadas. Con este objetivo, Batista dictó primero la Ley-Decreto Número 942 de 30 de junio
de 1953, por la cual se rebajaban los sueldos de los militares, y pocas semanas después,
coincidiendo con la promulgación de una nueva Ley Orgánica del Ejército, dicta la Ley-
Decreto Número 975 de 22 de julio de 1953, mediante la cual se reducían los salarios de las
fuerzas armadas al mismo nivel que tenían en enero de 1942». Según el texto, el salario de un
soldado de primera era de 30 pesos, el de un guardia rural de 27.75 pesos y el de un soldado
raso de 25.25 pesos; en Fidel Castro: La historia me absolverá, Oficina de Publicaciones del
Consejo de Estado, La Habana, 1993, edición anotada, pp. 158-159.

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de individuos pertenecientes a las fuerzas armadas. El objetivo de esta
escuela era el de enseñar mecánica automotriz y electrónica a mucha-
chos de 14 a 16 años de edad. El curso se inició con una matrícula de
750 alumnos, 300 de ellos mujeres.
Al margen de la maniobra populista se entronizaba en la praxis cultu-
ral del Estado una vocación por el control que coincidía con la sustan-
cia autoritaria del régimen. Dicha inclinación, acompañada comúnmente
de cierto espíritu beligerante, tenía como propósitos crear un sustrato
cultural coherente y monolítico que contribuyera al sostenimiento de la
dictadura y destruir las expresiones culturales que comprometiesen su
existencia.
En ese empeño obraron simultáneamente dos tendencias, poseedo-
ras ambas de grandes dosis de inflexibilidad.
La propensión a reprimir y el hábito de institucionalizar permanecie-
ron como constantes de la absorbente política cultural de la época. Por
encima de las tácticas coyunturales, el despliegue de la coerción y de la
fiscalización extremas reflejaba el comportamiento tradicional de los
regímenes dictatoriales. Tales fenómenos constituían la expresión de un
mismo interés.
En esa órbita la década del 50 conoció numerosos atentados a la
expresión libre del pensamiento. La incautación de ediciones enteras de
libros, la censura, el asalto a instituciones culturales, el espionaje poli-
cial, el secuestro de filmes, la agresión física a miembros de la prensa, el
requisamiento de bibliotecas conformaron un triste expediente.
Harto conocidos fueron los niveles de brutalidad que exhibiera la
tiranía en su faceta de policía de la cultura; algunos de los hechos que
recalcaron la naturaleza punitiva del régimen fueron, entre otros, la agre-
sión física al periodista Mario Kuchilán (1952), el asalto al programa
radial Universidad del Aire (1952), la suspensión del noticiero radial La
Palabra, conducido por el periodista José Pardo Llada (1952), la clausu-
ra el periódico Hoy, órgano del Partido Socialista Popular (1953); por
esa época se impone también la censura a los noticieros cinematográfi-
cos y es suspendido el periodista Luis Conte Agüero por sus comenta-
rios difundidos en la Cadena Oriental de Santiago de Cuba; al mismo
tiempo, por resolución del ministro de Comunicaciones, Pablo Carrera
Jústiz, se notifica el cierre del espacio informativo de la emisora COCO.
Luego de los sucesos del 26 de Julio el gobierno manda a quitar la
sección «En Cuba» de la revista Bohemia. La prohibición se mantuvo
216

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hasta 1959. En 1954 el gobierno incauta más de 3 500 títulos de la
biblioteca de Carlos Rafael Rodríguez, intelectual y dirigente comunista
y en 1955, como ya se dijo, confisca la Geografía de Cuba, de Antonio
Núñez Jiménez y prohíbe su circulación en las escuelas; además, el régi-
men presiona para que se expulsen a determinados profesores de la
Universidad de Oriente cuya conducta no es de su agrado. Por causas
similares fueron expulsados de la Universidad de La Habana los docto-
res Rafael García Bárcenas y Juan Marinello.
Hacia 1956 el régimen secuestra la película El Mégano que reflejaba
las vicisitudes de los carboneros en la Ciénaga de Zapata.
A esta lista han de sumársele otros actos coercitivos como fueron los
constantes cierres de la Universidad de La Habana, la sostenida vigilan-
cia a la que fuera sometida la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo y la
prohibición permanente de las expresiones culturales procedentes de
los países socialistas.
En este tipo de actividades participaban el Servicio de Inteligencia
Militar (SIM) y el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC),
así como la Central de Inteligencia de Estados Unidos a través del de-
partamento de Cultura de la embajada.
El uso ordinario de la fuerza no impidió la germinación de tácticas
alternativas dirigidas por igual a garantizar el monopolio del Estado
sobre el medio cultural criollo.
Para alcanzar tales fines el gobierno apeló a una serie de mecanismos
RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
encaminados, en primer término, a subordinar a instituciones y perso-
nalidades de reconocida trayectoria, y en segundo, a fundar nuevos or-
ganismos culturales.
Así surgió a instancias de Batista el Instituto Nacional de Cultura
(INC) como entidad dependiente de la Secretaría de Cultura del Minis-
terio de Educación.
Bajo el lema de la neutralidad de la cultura el INC se propuso some-
ter a las diversas agrupaciones culturales cubanas y a los intelectuales a
los intereses políticos de la dictadura. Su poderío radicaba en la pose-
sión de la parte del presupuesto nacional reservada al fomento de la
cultura, así como en la posibilidad que tenía de contar con el espacioso
local del Palacio de Bellas Artes.
La concesión o no de recursos materiales y financieros llegó a ser el
arma preferida del gobierno para subyugar a los componentes del movi-
miento cultural cubano. Atraídos por el proselitismo del Instituto pero,
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sobre todo, por el apoyo material que este brindara, muchas institucio-
nes e intelectuales decidieron colaborar con el nuevo órgano de direc-
ción cultural.
La Sociedad Cubana de Ingenieros, el Club Fotográfico de Cuba, la
Sociedad Cubana de Ciencias Físicas y Matemáticas, la Sociedad
Espeleológica de Cuba y la Sociedad Cubana de Filosofía fueron algu-
nas de las que pidieron incorporarse al INC; a cambio, las mencionadas
entidades debían identificarse con el régimen o mantener al menos una
actitud acrítica.23
A su vez el Instituto tenía la posibilidad de obstaculizar el trabajo de
diversos organismos a través del manejo de las subvenciones. Por este
concepto se vieron afectados el Patronato del teatro, y como se ha di-
cho, la compañía de Alicia Alonso y la revista Orto. Sin dudas, en las
decisiones del INC influyeron las posturas políticas de algunas figuras
involucradas en esos proyectos culturales.
Curiosamente, el contenido de las manifestaciones culturales que
impulsaban esas entidades reprimidas no afectó de modo directo a la
dictadura, aun así, los máximos dirigentes del INC proclamaban su im-
parcialidad. El Instituto de Cultura –según su director Guillermo de
Zéndegui– «se impuso el deber de mantenerse al margen de las polémi-
cas partidaristas y de los intereses de grupos o banderías».24
Quizás por constituir un vehículo eficaz para la dominación ideológi-
ca es que Batista prioriza la fundación del INC. Es precisamente el
tirano quien caloriza la idea de crear un Instituto de Cultura; en su ánimo
pudieron incidir las preocupaciones de antaño, pero indudablemente la
sed de poder y legitimación discurría como elemento determinante.
El nuevo engendro contó con la firma, por parte del presidente, del
decreto no. 2057 de 18 de julio de 1955. Al cumplirse un año de creado
el propio mandatario se dirige al Congreso para insistir en la necesidad de
sostener un organismo de esa índole y reclamar el ensanchamiento de su
radio de acción.

23
Prueba de la actitud del INC hacia aquellas instituciones que mantuvieran una conducta
irreverente fue la represalia tomada contra la Sociedad Espeleológica, a la que le retuvieron las
mensualidades que se le asignaban; ver Acta de la Junta Consultiva de Asesores del Instituto
Nacional de Cultura, t. II, Acta no. 62, 18 de diciembre de 1956, Archivo del Ministerio de
Cultura, Fondo Instituto Nacional de Cultura, folios 29, 30.
24
Guillermo de Zéndegui: «Dedican los rotarios una sesión al INC», Boletín Informativo, órgano
del INC (Ministerio de Educación), La Habana, no. 1, noviembre de 1955, p. 2.

218

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[…] este Instituto Nacional de Cultura no puede desarrollar a ple-
nitud sus funciones ni asegurar la permanencia que demanden tan
esenciales servicios del Estado en el orden de la cultura en tanto
que no se apruebe la Ley que lo estructure definitivamente y fije
sus facultades institucionales y sus relaciones administrativas con
el Ministerio de Educación al que queda adscripto. Legislación cuya
necesidad no debo dejar de soslayar.25
Ahora bien, con independencia de las oscuras intenciones que se atis-
ban en la actividad cultural del batistato, a esta última pudiera adjudi-
cársele cierto éxito. En ese alcance intervinieron un grupo de elementos
propios de la época que delinearon el perfil positivo de dicha gestión.
La dictadura de Batista, según lo expresado aquí, no pudo prescindir
del sistema democrático usual. Este comprometimiento supuso la existen-
cia de un relativo espacio cívico ceñido al esquema de la democracia.
De este modo la deuda contraída por el nuevo gobierno precipitó un
tipo de conducta que albergaba la conciliación del autoritarismo con
ciertas tradiciones liberales.
La conjunción entre «absolutismo» y tolerancia insinuaba el consen-
timiento del tirano hacia las instituciones civiles de la nación, pero por
sobre todas las cosas enunciaba el deseo de proclamar la purificación
jurídica del gobierno de facto. No era la primera vez que el dictador
manejaba los hilos de la democracia, solo que ahora la manipulación era
más cuestionada.
En el orden general esta dicotomía traslucía una suerte de respeto RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
hacia la libertad de expresión, siempre y cuando no se transgredieran los
límites permisibles.
A despecho de las posiciones de fuerza asumidas por el régimen, los
distintos estamentos de la sociedad civil mostraron su desacuerdo. El
fantasma de la censura y la represión no coartaba del todo la oportuni-
dad de denunciar la imposición del régimen.
La avalancha de criterios opuestos se extendió también al escenario
de la cultura, sin embargo, en ocasiones, las instituciones gubernamen-
tales se hicieron eco de la labor de sus propios críticos.
Con motivo de celebrarse los 10 años de la revista Orígenes (1954)
algunos representantes de la cultura oficial intentaron subvencionar la
publicación; el gesto fue rechazado por Lezama Lima quien ripostó: «Si

25
Boletín Informativo, La Habana, número por el aniversario, julio de 1956, p. 2.

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andamos 10 años con vuestra indiferencia, no nos regalen ahora, el fru-
to fétido de su admiración».26
Pese al fiasco, el Instituto Nacional de Cultura editó su libro La expre-
sión americana.
Otro tanto ocurrió con la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo. La re-
ferida Sociedad fue la que probablemente mostró de manera más radi-
cal su oposición al gobierno; no obstante, sus miembros fueron invitados
a ofrecer conferencias en la sede del Instituto de Cultura, y aun más, sus
actividades aparecían reseñadas en el órgano oficial del INC.27
Por otra parte la estructura político-económica de la Isla determinó
la frecuente aparición de proyectos culturales a modo de iniciativas pri-
vadas, lo que les confería un alto grado de libertad de criterios en rela-
ción con la cultura oficial. Las concesiones hechas por Batista incluían
la posibilidad de permitir el desenvolvimiento de muchas de ellas, sin
que significara que la tiranía depusiera sus deseos de utilizarlas.
No menos valiosos fueron los resultados tangibles que en tal ambien-
te lograra el régimen, ellos simbolizaban el proceso mediante el cual se
sustentaba la imagen de credibilidad, operatividad y resolución que tan-
to necesitaba el nuevo poder; dicho proceso trajo aparejado el desplie-
gue de muchas actividades culturales así como la erección de sitios
específicos para la difusión cultural como el Palacio de Bellas Artes, el
Teatro Nacional y el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional.
De alguna manera la problemática que aquí se trata aparece sintetiza-
da en la fundación y ulterior itinerario del INC, razón por la cual reviste
importancia el examen de sus lineamientos y estructura interna así como
del cúmulo de realizaciones que se le atribuyen.
El INC surgió como entidad yuxtapuesta a las existentes institucio-
nes de su tipo, lo que permite comprender el carácter contradictorio de
la política cultural del batistato. Su creación no produjo rupturas pro-
fundas en el diseño de la política oficial salvo en lo concerniente al
grado de autonomía que tuviera en relación con su instancia superior
(Ministerio de Educación) y en el nivel de beligerancia que mostrara
hacia aquellas asociaciones, individualidades o expresiones culturales
que se mostrasen contrarias a la perdurabilidad del régimen.

26
Tomado de Pamela Smorkaloff: Literatura y edición de libros. La cultura literaria y el proceso social
en Cuba, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1987, p. 79.
27
Boletín Informativo, La Habana, no. 1, noviembre de 1955, p. 5; no. 3, marzo de 1956, p. 4.

220

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De esta manera sobrevivieron a los cambios las instituciones repre-
sentativas de la cultura oficial, que ya existían, pero además continua-
ron un buen número de asociaciones y proyectos culturales que se habían
forjado al margen de la labor auspiciada por los gobiernos republicanos.
Según declaraciones del órgano oficial del INC, la cultura cubana
precisaba de un instrumento que coordinase los esfuerzos e iniciativas
oficiales y privados.28
La institución rectora de la cultura cubana estuvo constituida por
especialistas en la materia, lo que aseguraba un nivel de dignidad en su
funcionamiento. Alrededor de la Junta Consultiva de Asesores del INC
se nuclearon un segmento de intelectuales a quienes por encima de su
filiación política, o a pesar de ella, les interesaba promover y difundir la
cultura en Cuba.
En la lista de miembros de la Junta aparecían entre otros, Mario Sánchez
Roig, Aurelio de la Vega, Juan José Sicre, Francisco Ichazo, Rafael Suárez
Solís, René Herrera Fritot, Lydia Cabrera, Gastón Baquero, Mario
Carreño, Francisco Pérez de la Riva, Arturo Alfonso Roselló, Rafael
Marquina y Pedro Sánchez Pessino, sin dudas una legión de profesiona-
les conocedores del asunto que sesionó desde 1955 hasta diciembre de
1958.
El número y la variedad de actividades auspiciadas por el INC fueron
relativamente considerables. La organización de charlas o ciclos de con-
ferencias, la fundación de instituciones y sociedades culturales, la habi-
RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
litación de los medios de comunicación para difundir conocimientos, la
gestión editorial y la inauguración de exposiciones mostraban la poli-
cromía que tuviera la política de animación cultural del INC.29
Grosso modo, algunas de las iniciativas propulsadas por el INC fueron
las siguientes:

28
Boletín Informativo, La Habana, no. 3, marzo de 1956, p. 1.
29
Al escoger al INC discriminamos otras tareas que ejecutara el gobierno entre 1952 y 1955,
fecha previa a la fundación de esta entidad. Entre ellas se destaca la fundación de la Organi-
zación (Nacional) de Bibliotecas Ambulantes y Populares (ONBAP) y la publicación de la
revista Isla. Según estimados, existieron alrededor de 1 000 bibliotecas ambulantes por las que
desfilaron unos 105 163 usuarios, mientras la revista Isla tuvo 22 números.
Por otra parte y en aras de la síntesis, obviamos otras actividades impulsadas por el INC y
simplificamos la información referente a instituciones como el Grupo de Amigos de la Cultura
y la emisora CMZ.

221

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1955
• Se adscribe al INC la emisora oficial CMZ. A partir de entonces la
emisora tuvo la obligación de ofrecer cobertura a todo tipo de es-
pectáculos de interés para la cultura, además de proseguir con sus
habituales programas de música sinfónica.
• La Junta de Asesores del INC aprueba la celebración de un evento
en homenaje al filósofo español José Ortega y Gasset.
• El INC acuerda contribuir en los actos nacionales en homenaje a
Fernando Ortiz.
• Sale a la luz el Boletín Informativo del INC con una periodicidad
mensual.
• Aparece la revista del INC.
1956
• Se inaugura la Orquesta de Cámara del INC.
• Se celebra la convención de los Grupos de Amigos de la Cultura.
• Se inaugura el Alto Centro de Estudios.
• Cuba asiste al festival del libro de Caracas, Venezuela.
• Comienzan en Bellas Artes ciclos de películas clásicas a precios
populares.
1957
• Se lanza convocatoria nacional a todos los artesanos del país para
organizar una muestra de arte popular que inauguraría la sala per-
manente de arte popular en el Palacio de Bellas Artes.
• Asisten a los espectáculos teatrales programados por el INC en su
sede de Bellas Artes un total de 24 568 espectadores.
• Asisten en calidad de miembros del INC, Francisco Pérez de la
Riva y Pedro Sánchez Pessino al II Congreso Hispanoamericano
de Historia con sede en Ciudad Trujillo (hoy Santo Domingo, Re-
pública Dominicana).
• Se publica La expresión americana, de José Lezama Lima.
1958
• Se edita Antología del teatro cubano.
• A instancias del INC, Batista concede 25 000 pesos para celebrar
el Segundo Festival Panamericano de Teatro.
Una lectura detallada de la agenda de trabajo del INC permite adver-
tir la preeminencia de una concepción estrecha de la promoción cultu-
ral que admitía la concentración de estas tareas en enclaves urbanos,
222

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especialmente habaneros. En honor a la verdad esta filosofía fue común
a todos los gobiernos republicanos lo que de algún modo demerita la
labor que en estos órdenes se acometiera.

III

En el período que nos ocupa la actividad oficial en la esfera de la cultu-


ra estuvo concatenada a una serie de circunstancias –coyunturales o
esenciales– que la matizaron.
La implantación de un régimen tiránico en el contorno político del
país propició la subversión del orden tradicional y allanó el camino al
surgimiento de condiciones sui generis en las que se mezclaron ciertos
hábitos de la democracia con actitudes de gobierno marcadamente per-
sonales.
Esta especie de híbrido, cuyos antecedentes han de encontrase en la
biografía política del dictador, afectó en alguna proporción a la política
cultural instrumentada por el marzato. Pudiera afirmarse que el gobier-
no de Batista se propuso darle un ordenamiento rígido y apologético a
la vida espiritual de la nación pero sin dejar de aceptar la faena cultural
de instituciones y personalidades.
El sentido de la coherencia, el principio selectivo, el fundamento
populista y beligerante así como la faceta constructiva resultaron los
RICARDO QUIZA MORENO / Cuba: cultura y dictadura (1952-1958)
pilares sobre los que descansó el esquema cultural del gobierno de Ba-
tista.
Sin duda alguna el régimen contó con un proyecto económico, políti-
co pero también social y cultural consistente en el establecimiento de
ciertos programas interconectados que estuvieron dirigidos a sancionar
intereses exclusivos y a lograr cierto progreso en las condiciones del
neocolonialismo. Contradictoriamente, y sin rebasar los márgenes de
una concepción que veía a la cultura como de enclaves y élites, dicho
proyecto debió contemplar un relativo número de exigencias provenientes
de amplios sectores de la sociedad cubana en aras de fomentar el reco-
nocimiento popular.
La Revolución heredó en materia de política cultural no solo un con-
junto de edificaciones sobre las que se asentaron nuevos proyectos cultu-
rales o sobre los que continuaron otros tantos, sino también, cierto
hábito de control y planificación de dicha gestión que había venido
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desarrollándose desde los tiempos de la caída de Machado, pero que
adoptaría nuevos bríos al conjuro de la necesidad de justificación que
clamaba el régimen del 10 de Marzo. Por supuesto, estos hábitos de
dirección y de participación estatal en el entramado de la cultura adop-
tarían formas novedosas en virtud de los legítimos intereses que empe-
zarían a defenderse.

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RUTH No. 3/2009, pp. 225-247

CARIDAD MASSÓN SENA*

Proyectos y accionar del Partido Socialista


Popular entre 1952 y 1958

El Partido Socialista Popular, entre 1952 y 1958, logró desarrollar una amplia propagan-
da a favor de las transformaciones urgentes que necesitaba la sociedad cubana a fin de lograr
su liberación nacional y social; denunció y alertó sobre las maniobras del imperialismo, decidió
apoyar la lucha guerrillera durante su última etapa; cientos de sus militantes y simpatizantes
comunistas fueron reprimidos, encarcelados, torturados y asesinados por la tiranía y, finalmen-
te, contribuyó de modo esencial a cohesionar a las masas para lograr la unidad que consolidó el
triunfo definitivo de la Revolución.

La dialéctica de los acontecimientos históricos pudiéramos asemejarla


a una infinita cadena que, en ausencia de un eslabón, pierde la lógica de
la continuidad. Cómo explicarnos entonces las trayectorias si no cono-
cemos a fondo los engarces antecedentes. Al pretender examinar los
proyectos y el accionar del Partido Socialista Popular (PSP) entre 1952
y 1958, es preciso avanzar en la historia y, al mismo tiempo, volver la
mirada hacia el ayer un poco más lejano.
De modo muy general y simplificado, pudiéramos decir que el Parti-
do Comunista de Cuba, en su primera etapa, comprendida desde la cons-
titución en 1925 hasta el desenlace final del proceso revolucionario de
los años 30, proyectó su meta estratégica en dos fases, una agraria y
antimperialista, y otra de carácter socialista, ambas a desarrollar por
medio de la táctica de la insurrección armada y la creación de los so-
viets de obreros, campesinos, soldados y marinos. Dichas proyeccio-
nes comportaban en sí mismas un sentido izquierdista y sectario que

* (Cuba, 1958). Investigadora titular del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan
Marinello, Doctora en Ciencias Históricas. Ha publicado, El Curita, Tras la estela cubana de
Gabriela Mistral, Lorca y Maroto en Caimito (en coautoría con Midalys Blanco), Rubén: desde el
recuerdo y la esperanza y La Revolución Cubana en la vida de pastores y creyentes evangélicos.

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influyó en el surgimiento de numerosos desencuentros con otras fuer-
zas de la oposición nacionalista de esa época.
Sin embargo, a partir de 1936 y con el cambio de las circunstancias, el
programa partidista comenzó a valorar la viabilidad de tácticas de lucha
legal y propuso un cambio de perspectiva a favor de la convocatoria a
una Asamblea Constituyente libre y soberana en unidad con los comba-
tes por las reivindicaciones populares más perentorias. Realizó numero-
sos esfuerzos por crear un frente democrático con otras corrientes
nacionalistas, los cuales resultaron infructuosos. En sus propósitos elec-
torales se transformó en el Partido Unión Revolucionaria Comunista
(PURC) en 1939. Ya la organización había adquirido un carácter legal y
trabajó por incluir en el texto constitucional de 1940 la mayor cantidad
de reivindicaciones populares posibles. Con ese objetivo estableció una
coalición política con Fulgencio Batista, cuando este –«disfrazado» de
demócrata– buscaba apoyo para llegar a la presidencia. Dicha alianza
tuvo costos negativos importantes para sus intentos de lograr la unidad
con otros sectores en las luchas que ocurrieron posteriormente.
Por más de una década, el partido, que en 1944 pasó a llamarse Socia-
lista Popular, trató de navegar sin mancharse en el mar de corrupción y
desconcierto que imponía la legalidad burguesa. En ese medio logró de
los gobiernos de turno algunas leyes significativas de beneficio para las
masas. Llegó incluso a proponer una candidatura de gobierno indepen-
diente en las elecciones de 1948, pero con la derrota se dio cuenta de
que el partido no estaba en condiciones de lograr un triunfo electoral
de tal envergadura. Por eso decidió cambiar su proceder.

Reacción ante el golpe del 10 de Marzo

El 1ro. de junio de 1952 se debían realizar elecciones generales en Cuba.


Entre las tres propuestas para presidente (Carlos Hevia, Fulgencio Ba-
tista y Roberto Agramonte) la de mayores simpatías era la última, el
representante de la ortodoxia.
Batista había regresado y no conforme con su status, aspiraba a
hacerse de nuevo del poder [recuerda Edith García Buchaca]. En
esos intentos, le pidió una entrevista a los dirigentes del Partido
Socialista Popular a la que asistieron Blas Roca y Joaquín Ordoqui.1
1
Secretario general y organizador del Comité Nacional del PSP, respectivamente.

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Quería saber si el partido estaba dispuesto a apoyarlo en sus aspi-
raciones presidenciales.
La respuesta de Blas fue contundente: «Nosotros consideramos
que usted no tiene ninguna oportunidad, lo más provechoso es que
se quede como senador. Su tiempo en ese sentido pasó. Eso si
piensa llegar por vías legales, si está pensando por otras vías, le
advertimos que usted y el pueblo de Cuba van a salir tintos en
sangre».2
Para evitar el triunfo del autenticismo, el PSP dirigió una carta el 8 de
diciembre de 1951 a la mayoría de las organizaciones de oposición para
proponerles la formación de un frente unido para los comicios. En ese
mismo sentido se proyectó en su VII Asamblea Nacional, celebrada en
febrero de 1952. Ante la indiferencia de la dirección de dichos partidos
se dirigió a sus bases y decidió no presentar candidatos independientes
para apoyar las preferencias por la ortodoxia. Pero sobrevino el golpe de
Estado del 10 de Marzo y se frustró la posibilidad de la victoria popular

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
en las urnas. En unas horas cambió totalmente el panorama político
nacional.
La reacción del PSP ante el zarpazo se concretó en la realización de
declaraciones condenatorias inmediatas. En su mensaje al pueblo pre-
sentó un programa de lucha por el restablecimiento de la legalidad, la
convocatoria a elecciones generales y la formación de un Frente Demo-
crático Nacional. Por su parte, el ejército ocupó sus oficinas centrales y
algunas de las provinciales y municipales.
El partido se desenvolvía en un entorno político de aislamiento. Las
organizaciones burguesas y nacionalistas evitaban cualquier tipo de coa-
lición con los comunistas; la Confederación de Trabajadores de Cuba
había pasado a ser controlada por Eusebio Mujal y sus seguidores; la
represión, la cárcel y el asesinato hostigaban constantemente a sus mili-
tantes; existían dudas sobre la potencialidad y viabilidad de un poder
comunista a solo unas millas del imperialismo estadounidense; y se
manifestaba cierto repudio e incomprensión en una parte de la ciudada-
nía con respecto a la alianza política que había establecido con Batista.
En tales condiciones, la posibilidad objetiva de que pudiera dirigir ac-
ciones masivas para enfrentar al golpe era muy limitada.
2
Caridad Massón Sena: En los límites de la memoria. Conversando con Edith García Buchaca, inédito,
La Habana, 2004.

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Luego de dirigir algunas huelgas y sufrir nuevamente el asalto a su
local de trabajo, en noviembre la Mesa Ejecutiva del PSP propuso a las
masas que apoyaran su programa de lucha a favor de la reforma agraria, la
nacionalización de las empresas de servicios públicos, la defensa de la
industria cubana, la anulación de la invasión de las inversiones yanquis
en sectores de la comunicación, el turismo y las finanzas, la rebaja de
los precios a los productos de primera necesidad, el aumento de los
salarios, la satisfacción de las demandas campesinas, la implantación de
la democracia sindical, etcétera, proyecto que requería de un gobierno
de Frente Democrático Nacional.3
Simultáneamente criticaba, tanto a los grupos políticos que preten-
dían establecer componendas con el régimen, como a aquellos favora-
bles a nuevos golpes de Estado, maniobras putchistas o movimientos
insurreccionales.4 Esa misma actitud mantuvo ante el Pacto de Montreal
firmado en el mes de junio.

El Partido y los sucesos del 26 de Julio

Las acciones armadas ocurridas el 26 de julio de 1953 desconcertaron a


la dirección del PSP. Aunque eran ajenos a los sucesos, los comunistas
estuvieron entre los primeros acusados por el gobierno de ser «autores
intelectuales» de los hechos. Por ese motivo fueron arrestados Lázaro
Peña y Joaquín Ordoqui.
Sin embargo, también fueron detenidos en Santa Clara, cuando regre-
saban de una reunión que se había realizado en la capital oriental, los
dirigentes de base José A. Cabrera, Antonio Pérez Mujica y Bernardo
Hernández, quienes fueron llevados al cuartel y remitidos a Santiago.
En su tránsito por Camagüey, fueron ametrallados indiscriminadamente
por un soldado y luego serían presentados a juicio como heridos en el
Moncada.5 A ese grupo se unieron otros militantes que fueron involu-
crados en el mismo proceso: Rolando Hevia, Armando Díaz y Juan M.
Llosa Perera.

3
«Llamamiento de la Mesa Ejecutiva», Fundamentos [revista del PSP], 1952; 129: 104, no-
viembre.
4
Blas Roca: «La situación cubana y la solución verdadera», Fundamentos, 1953; XIII (133):
abril.
5
«¿Cómo detuvieron a los compañeros Cabrera, Antonio Pérez y otros?», Carta Semanal, no. 2,
15 de agosto de 1953, p. 2.

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A partir de esa fecha, la dirección del Partido pasó definitivamente a
la clandestinidad y comenzó a funcionar un nuevo Buró Político. El
periódico Noticias de Hoy fue clausurado y tuvo que ser sustituido por
Carta Semanal, que comenzó a publicarse de forma ilegal.
El PSP no tuvo noticias de los preparativos de las acciones del 26 de
Julio. Tampoco estaba enterado de la composición del grupo de los
asaltantes y creyó que tenía proyecciones similares a las restantes agrupa-
ciones oposicionistas. En esa coyuntura, realizó un análisis incorrecto de
lo ocurrido al considerar que había sido un proceder equivocado, que
solo sirvió para que el régimen justificara la eliminación de las pocas
libertades democráticas que existían. Luego de valorar con más profun-
didad las características y resultados de las acciones, reconoció que eran
jóvenes que actuaban al margen de la politiquería al uso, que por una
vía independiente trataban de alcanzar objetivos justos y que desarro-
llaron un gran heroísmo en sus propósitos.6
[...] Todo el mundo sabe [dice un artículo de Carta Semanal del 3 de
septiembre] que el Partido Socialista Popular ha sido el más resuel-

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
to oponente de las aventuras, el que más empeño ha tomado en
mostrar a las masas que ese es un camino falso. Todo el mundo
sabe que el Partido Socialista Popular es el único que ha señalado
el camino justo para resolver la crisis cubana: el camino de recha-
zar resueltamente las aventuras, el terrorismo y las «expediciones»,
el camino de rechazar las «componendas» y el aislacionismo [...].7
Unos días después, el 19 de septiembre, proponía las bases para un
«arreglo limpio» de la situación nacional:
1) Modificar la convocatoria a elecciones anunciadas para junio de
1954 a fin de que tuvieran carácter general e inmediato. 2) Corregir
el código electoral para que todos los partidos y sectores tuvieran
las mismas facilidades de organización. 3) Asegurar la imparciali-
dad en los comicios. 4) Dar facilidades para la integración de un
Frente Democrático Nacional o una coalición de Partidos que
acordara programas y candidaturas comunes y, al mismo tiempo,
mantuviera su independencia orgánica, ideológica y política. 5)
Restituir las garantías, dar la libertad a los presos políticos, cesar

6
«El juicio de Santiago», Carta Semanal, no. 7, 26 de septiembre de 1953.
7
«El camino», Carta Semanal, no. 4, 3 de septiembre de 1953.

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las detenciones arbitrarias, respetar los derechos de los trabajado-
res y sindicatos.8
Para tratar de cumplir su proyecto, el Buró Municipal del Comité de
Frente Único de La Habana por orientación de los comunistas tomó el
acuerdo de organizar un Partido de Frente Unido y se dirigió al Tribunal
Superior Electoral para tratar de inscribirlo.
El juicio por los sucesos del Moncada comenzó el 21 de septiembre.
La defensa de los comunistas involucrados estuvo a cargo de José Mi-
guel Pérez Lamy, Rafael Cisneros Ponteau y Luis Pérez Rey. Ellos de-
bían esforzarse por demostrar que el Partido estaba ajeno totalmente a
los hechos. Con la encomienda de hacer cumplir esa orientación se tras-
ladó Carlos Rafael Rodríguez a la capital de Oriente.
El 6 de octubre fueron liberados, de manera provisional, algunos de
los llamados autores intelectuales, entre ellos Ordoqui y Peña. Enton-
ces, la dirección del PSP le dio la tarea a Edith García Buchaca de
reunirse con esos compañeros a fin de prevenir alguna provocación por
parte de las autoridades.
La primera noche de mi llegada [recuerda Edith] apenas dormimos
escuchando los relatos que Joaquín me hizo sobre el desarrollo del
juicio y la actitud de valentía y grandeza de los jóvenes del 26,
cuestión que los había impresionado y conmovido profundamente.
Recuerdo con cuánta emoción me habló de ellos, de su firmeza y
su actitud de reto ante el tribunal, de lo profundo de sus conviccio-
nes y la decisión de defenderlas con absoluto desprecio para sus
vidas. Me dijo entonces: «El Partido está equivocado, estas gentes
no son como los estudiantes del año 30, saben lo que quieren y han
demostrado una gran calidad. Es necesario que te entrevistes con
Carlos Rafael, para que le digas que Lázaro y yo no estamos de
acuerdo con la actuación de nuestros abogados. A ellos solo les
interesa sacarnos absueltos y que con ello se confirme que no tuvi-
mos participación en los hechos».9
Diez días después comenzaba el juicio contra Fidel Castro, quien exo-
neró de toda responsabilidad a los acusados de otros partidos, que fue-
ron finalmente liberados.
8
«Bases para un arreglo limpio de la situación cubana», Carta Semanal, no. 6, 19 de septiembre
de 1953.
9
Caridad Massón Sena: Ob. cit. (en n. 2).

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Los meses siguientes en el seno de la dirección partidista se expresa-
ron divergencias acerca de la actitud asumida con respecto a los acusa-
dos comunistas juzgados en el Moncada.

Propuestas para las elecciones generales de 1954

El 6 de abril de 1954 se efectuó la primera reunión del Comité Nacional


del PSP posterior al paso a la ilegalidad. Los dos asuntos más debatidos
fueron la postura a asumir para las elecciones y los criterios acerca de
las decisiones tomadas en el juicio del Moncada.
En cuanto al primer aspecto, el análisis trató sobre los infructuosos
esfuerzos realizados para inscribir el Partido de Frente Unido, la lucha
por la amnistía, los derechos democráticos y las demandas de los traba-
jadores. Al tiempo que se orientaba la consigna del voto negativo, o sea,
votar a favor de Grau, único contendiente de Batista, para así demos-
trar el rechazo al tirano.

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
Sobre el segundo tema, el informe central señalaba:
El camino escogido por Fidel Castro y sus compañeros es falso.
Nosotros, que apreciamos su limpieza moral y que estamos con-
vencidos de su honradez, tenemos que decir que el putch, que la
acción armada desesperada y con categoría de aventura, no condu-
cen a otra cosa que al fracaso, al desperdicio de fuerzas, a la muerte
de su objetivo. Tenemos que decir eso, y convencer a esos jóvenes,
y a todos los jóvenes que piensan como ellos, que el camino es el
de la lucha de masas y la acción de masas.10
Sin embargo, hubo criterios divergentes, sobre todo, en lo concer-
niente a las instrucciones que se dieron durante el juicio, donde se des-
tacó en la controversia el dirigente manzanillero César Vilar.
Además de dejar bien esclarecida la total desvinculación de los co-
munistas con los sucesos, al compañero de la dirección que estaba guian-
do el proceder de los abogados se le había dado la instrucción de
aprovechar la oportunidad para denunciar la agresión de sus camaradas
en Camagüey. Dicha acusación fue hecha por escrito al tribunal a través
del periódico Carta Semanal, pero no en el juicio oral, cuestión por la
10
Carta Semanal, no. 16, 20 de octubre de 1953, citado por Oleg Darushenkov: Cuba, el camino
de la Revolución, Editorial Progreso, Moscú, 1978, p. 85.

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que fue criticado fuertemente. No conforme con esta aclaración, Vilar
planteó que, de hecho, el juicio había constituido una derrota para el
partido y que la verdadera responsable de ese error era toda la dirección
de este.
Luego de varias reuniones se le pidió que hiciera una rectificación
autocrítica de su postura, a lo cual se negó y realizó declaraciones a la
prensa. Por esa actitud, el 25 de julio se tomó el acuerdo de separar de
sus cargos a Vilar y expulsarlo definitivamente del partido, argumentán-
dose además otros problemas de su actuación personal. Este asunto
tomó ribetes inusitados porque durante algún tiempo se dieron cons-
tantes acusaciones de un lado y del otro que solo beneficiaron a la reac-
ción y el asunto fue utilizado por intereses anticomunistas.11
Junto a la campaña a favor del voto negativo, el PSP rechazó la ley-
decreto que autorizaba la construcción del canal Vía-Cuba, proyecto
que laceraba la soberanía y enajenaba una parte del territorio nacional.
Tal fue el repudio generado por esta medida que, finalmente, no pudo
ser puesta en práctica.
Ante las presiones y la falta de garantías para las elecciones del 1ro. de
noviembre, Grau decidió retirar su candidatura y se invalidó entonces
la posibilidad del voto negativo. En tales circunstancias, el PSP orientó
a sus militantes aceptar la consigna del abstencionismo asumida por la
mayor parte de los opositores.
En un estudio de los resultados de las elecciones, en la primera quin-
cena de diciembre el Comité Nacional planteó que la consigna del voto
negativo hubiera podido neutralizar los propósitos de dar legalidad al
régimen y constituir una victoria al canalizar las demandas crecientes
de las masas. Sin embargo, la huida de Grau, con la que abandonó el
terreno al enemigo, facilitó la farsa electoral.
En resumen, se consideró que la lucha por la solución democrática de la
crisis exigía una férrea unidad popular, para demandar la anulación de los
comicios, el establecimiento de libertades democráticas y la convocato-
ria a nuevas elecciones.12
Como hemos visto, en 1954 el partido trató de ubicarse en el centro
de las luchas por las transformaciones que necesitaba el país. Sin em-
11
«Fragmento de la resolución de expulsión de César Vilar», Carta Semanal, época II, no. 52, 11 de
agosto de 1954, p. 2.
12
A. Díaz: Informe sobre «La brava del 1ro. de noviembre», la situación actual y la lucha por la solución
democrática de la crisis, 1954.

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bargo, en su seno se produjeron errores tácticos importantes como la
subestimación del trabajo de otras organizaciones opositoras, la crítica
indiscriminada a lo que consideraban «métodos terroristas» y el mante-
nimiento de la vía electoral pacífica que no se avenía con sus propósitos
de cambios radicales.

Por un Frente Democrático Nacional

Después de la salida de prisión de los moncadistas, Fidel Castro comen-


zó a reorganizar a sus seguidores en medio de una fuerte persecusión.
El PSP denunció las constantes provocaciones de funcionarios guber-
namentales que pretendían llevar de nuevo a la cárcel o asesinar al líder
revolucionario.
Dirigidos por el Comité de Defensa de las Demandas Obreras, unos
400 000 trabajadores azucareros se lanzaron a la huelga en el mes de
diciembre de 1955. Su objetivo fundamental era protestar por la negati-

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
va de las empresas a pagarles el diferencial que correspondía de acuerdo
con los precios del azúcar. Ese movimiento contó con la solidaridad de
numerosos sectores y ello decidió al gobierno a decretar el pago del
diferencial en 4.02 %. Aunque no se logró el 7.5 % a que se aspiraba, la
huelga resultó en un gran triunfo.
En mayo de 1954, un pequeño grupo de intelectuales hizo declara-
ciones públicas donde alertaron al país ante lo que ellos consideraban
un dilema del momento: la posibilidad de una guerra pavorosa con la
intervención de las más modernas armas nucleares o la sumisión al do-
minio soviético. Carta Semanal condenó esa postura y calificó de anexio-
nista el llamamiento.13
Unos meses después, a principios de 1955, Juan Marinello, Carlos
Rafael Rodríguez y Salvador García Agüero escribieron un folleto en
respuesta a aquel pronunciamiento. Para los comunistas el problema de
Cuba estaba muy bien definido en dos términos: independencia nacio-
nal o sumisión al imperialismo.14
Del 14 al 24 de febrero de 1956 se efectuó el XX Congreso del Parti-
do Comunista de la Unión Soviética. Blas Roca y César Escalante
13
«Frente a un llamado a la traición nacional», Carta Semanal, época II, no. 39 [s. f.], pp. 1-2.
14
Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y Salvador García Agüero: Independencia nacional o
sumisión al imperialismo [s. e.], La Habana, 1955.

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–quienes asistieron como delegados fraternales– estuvieron ajenos al
análisis de los problemas sobre Stalin, que allí fueron tratados en secre-
to. Conocieron de estos cuando la prensa capitalista publicó su versión
del asunto.
Las primeras discusiones en el Buró Ejecutivo del PSP sobre ese tema
se realizaron los días 30 y 31 de marzo bajo la dirección de Aníbal
Escalante, pues Blas no había regresado aún. Se elaboró un comunica-
do para saludar los avances y las victorias de la Unión Soviética y mani-
festar su acuerdo con las críticas realizadas a Stalin. Además se valoró
la política de coexistencia pacífica de la Unión Soviética, la cual tenía
implicaciones para otros partidos comunistas del mundo que se desem-
peñaban en contextos diferentes. Se afirmaba que el paso del poder de
la burguesía al pueblo, podía revestir una forma perfectamente pacífica,
siempre que las masas populares se hubiesen agrupado en torno a la
clase obrera, obligando a los burgueses a someterse a la voluntad de los
trabajadores.15
Blas Roca y Edith García Buchaca se encontraban en esos momentos
asistiendo a un ciclo de conferencias impartidas por el Partido Comu-
nista chino.
Por aquella época [recuerda Edith] imperaba el criterio de que las
revoluciones armadas victoriosas solo podían darse en países que
reunieran determinadas características, entre ellas un amplio terri-
torio y posibilidades de autoabastecimiento en momentos críticos,
atribuyéndose gran importancia a las zonas montañosas para la
guerra de guerrillas. De acuerdo con ello, se excluía a Cuba de toda
posibilidad de una victoria por vía insurreccional.
[…]
Cuando comenzaron las conferencias sobre las guerras de guerri-
llas y la lucha armada, donde se explicaba de forma minuciosa la
táctica seguida en diferentes territorios y sus experiencias durante
actividades militares prolongadas, yo le pregunté a Blas si debía
tomar en detalle aquellas ideas. Su respuesta fue que las tomara,
pues «a pesar de todas las teorías, nadie sabía lo que podría suceder
y si nos serían útiles en cualquier momento».16

15
A. Sobolev: «Algunas forma de transición del capitalismo al socialismo», Estudios y Documentos
Teóricos, no. 12, abril de 1957, pp. 4-5.
16
Caridad Massón Sena: Ob. cit. (en n. 2).

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La línea de agosto

El 24 de mayo de 1956, el PSP realizó un pleno en el cual anunció la


posibilidad de un reajuste táctico en Cuba al valorar que la consigna de
elecciones generales inmediatas había perdido actualidad, pues estaban
agotadas sus posibilidades revolucionarias al ponerse en concordancia
con los planes de la camarilla gubernamental.
Sin embargo, no fue hasta el 20 de junio que se dio a conocer oficial-
mente la denominada «línea de agosto», cuyos objetivos eran derrocar
el régimen por vía violenta mediante un movimiento de masas podero-
so y escalonado, similar al que derribó a Machado y que podía desembo-
car en un movimiento armado (en este sentido se acercaba a la táctica
del Movimiento 26 de Julio [M-26-7]).
No somos adoradores de la violencia por sí misma [planteaba un
manifiesto del 26 de septiembre] […]. Por eso formulamos y enar-
bolamos a su tiempo –nosotros antes que nadie– la consigna de las

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
elecciones generales democráticas e inmediatas, con garantías para
todos los partidos y zonas de opinión, que franqueaba la posibili-
dad de dar salida por vía electoral, sin graves convulsiones, a cier-
tas de las graves cuestiones que afectan el momento nacional. Pero
cuando el gobierno despótico que padecemos –con el apoyo de sus
amos imperialistas yanquis– bloquea la vía electoral y pretende man-
tenerse en el poder por la fuerza, no hay más remedio que apelar a la
acción extraparlamentaria, es decir, a la lucha directa de las masas,
elevándola a la altura que fuera menester –incluso la insurrección
popular– para liberar a nuestra Patria de la opresión y abrir paso a
las soluciones que necesita el pueblo […].17
Con la aprobación de la línea de agosto se abrieron nuevas posibilida-
des para gestiones unitarias entre el PSP y el M-26-7. Antes, Frank País
y Léster Rodríguez se habían reunido con Francisco Rosales y Luis
Mariano Ávalos, dirigentes comunistas de Oriente, para convocarlos a
acciones conjuntas. Ellos habían respondido que no podían participar
porque no tenían autorización para hacerlo. En noviembre, el partido
orientó que se iniciaran coordinaciones con Fidel Castro a través de

17
«El camino del pueblo: agosto de 1933. Manifiesto del PSP (26 de septiembre de 1956)»,
Carta Semanal, época II, no. 165, 10 de octubre de 1956, p. 1.

235

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Ñico López; para ello Flavio Bravo viajó a México. Luego de expresar la
disposición de trabajar unidos por la revolución, le pidió al líder veinti-
seísta un poco más de calma en los preparativos de la insurrección, que
demoraran por un tiempo la expedición a fin de coordinar mejores con-
diciones para su llegada y hacerla coincidir con una huelga azucarera.
El PSP manifestó su desacuerdo con tácticas a plazo fijo, como había
propuesto Fidel al declarar el 30 de octubre que en 1956 serían «libres o
mártires».
Santiago Rey, ministro de Gobernación, acusó a los comunistas de par-
ticipar en el levantamiento producido en Santiago de Cuba el 30 de no-
viembre en apoyo a la llegada de los expedicionarios del Granma, que
arribaron a la Isla el 2 de diciembre. El PSP declaró que aunque tam-
bién pretendía derribar al gobierno, estaba opuesto a ese tipo de acciones
aisladas de las masas. No obstante, ayudó modestamente a los rebeldes y
denunció los crímenes que contra ellos cometió la tiranía.
Sin embargo, los resultados del levantamiento y la persecución desa-
tada contra los rebeldes tuvieron un efecto regresivo en las posiciones
del partido. El 16 de diciembre se reunió su dirección para realizar un
reajuste de sus posiciones estratégico-tácticas y allí se manifestaron al-
gunos desacuerdos con la línea de agosto.
Uno de los discrepantes estimó correcta la consigna para el momento
en que había surgido, pero se cuestionaba si se había exagerado la posi-
bilidad de un nuevo agosto. Pensaba que, en la práctica, se habían des-
lizado un poco de la línea, tal y como se había planteado originalmente;
que al existir criterios diferentes y algunas concepciones izquierdistas
sobre el Frente Democrático Nacional se debían corregir esos errores,
pues salvo en algunas zonas azucareras no existía en el país una región
o una ciudad donde la situación fuera «peor» que en el período entre
1946 y 1952. Tampoco había comparación posible con los años 1932 y
1933, cuando estalló la revolución contra Machado.18
Otro militante señalaba sus dudas sobre la justeza de la línea, a partir
de que los últimos acontecimientos parecían probar que el fermento
revolucionario y la disposición de las masas eran menores de lo que se
suponía. En todo caso, no tan elevado como para pasar al camino del

18
«Sobre la táctica del camino de Agosto», 16 de diciembre de 1956, Archivo del Instituto de
Historia de Cuba, Fondo Primeros Partidos, sección PSP.

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12 de agosto. Por ello recomendaba situar la lucha por las elecciones en
un lugar preponderante.19
Como vemos, la dirección del partido, integrada en su mayoría por
veteranos luchadores, muchos de ellos testigos o protagonistas del pro-
ceso revolucionario de los años 30, hacía constantes comparaciones
entre la situación, las fuerzas actuantes y sus tácticas del momento con
lo ocurrido varias décadas antes, paralelos que no siempre fueron acer-
tados.

La táctica de las alternativas

Luego del fracaso del asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de


1957, el PSP reafirmó su cambio de táctica. En los meses siguientes se
produjeron importantes discusiones y, ante los reveses del movimiento
revolucionario y la reanimación económica que se venía produciendo,
se declaró definitivamente que la línea de agosto era incorrecta y unila-

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
teral.20
En mayo se efectuó el Pleno del Comité Nacional del PSP. El infor-
me de Aníbal Escalante analiza que la lucha guerrillera ciertamente era
importante, pero constituía un fenómeno aislado en el país y le daba
mucho realce a las tácticas de sabotaje y la acción individual. En cuan-
to al Directorio Revolucionario, reconoce en él los métodos de lucha
del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) de la década del 30 y lo
valora como un retroceso con respecto al accionar de la Federación
Estudiantil Universitaria (FEU) en 1955.21
Puntualiza que el objetivo estratégico del partido era la eliminación
de la agresión imperialista y los rezagos feudales de la economía, el
cumplimiento de un programa patriótico y revolucionario que diera solu-
ciones de fondo a la crisis, para lo cual necesitan de la unidad de todos los
sectores que contribuyan a expulsar al gobierno del poder y sustituirlo por
otro que restaure la Constitución del 40, asegure la democracia, la inde-
pendencia, el progreso y la paz, un gobierno de Frente Democrático de
Liberación Nacional. Las posibilidades tácticas convenidas fueron: la

19
«Algunas consideraciones en torno a la línea del 12 de agosto», Archivo del Instituto de
Historia de Cuba, Fondo Primeros Partidos, sección PSP.
20
A. Díaz: Informe del Pleno del Comité Nacional del PSP, mayo de 1957.
21
A. Díaz: Sobre la situación actual y la táctica del partido, 1957, pp. 8-9.

237

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unión y la movilización para la consulta pública con elecciones verda-
deramente democráticas y garantías impuestas por el pueblo, o si el go-
bierno bloqueaba la línea electoral ir a un levantamiento en base a una
huelga general política como la de 1933 e incluso, una insurrección. De
ellas el PSP estaría a favor preferiblemente de la primera opción. Esta
postura se conoce como táctica de las alternativas.
En el caso de que se lograra derrotar a la dictadura y no se alcanzara
la constitución del gobierno de Frente Democrático, los comunistas es-
tarían de acuerdo con apoyar un gabinete de amplia coalición.
El 5 de junio, Carta Semanal destaca el grado de división existente
entre los grupos opositores: haciendo el juego al plan continuista del
gobierno estaban Grau, Pardo Llada, Ochoa y sus seguidores; los orto-
doxos históricos, auténticos abstencionistas y demócratas esperaban que
las soluciones les cayeran del cielo; los del 26, los priístas y los jóvenes
del Directorio confiaban su destino al uso de las armas, a la violencia
anárquica, al estéril petardismo; mientras que los comunistas desde po-
siciones de base obrera y popular iban a la lucha por las demandas in-
mediatas, el derrocamiento de Batista y la constitución de un gobierno
de Frente Democrático de Liberación Nacional. El periódico afirma
que esa desunión era la culpable de que la tiranía hubiera subsistido.22
Por eso, más adelante, el PSP aceptó como positiva la creación del Frente
Cívico Revolucionario (FCR) y del Frente Unido de la Oposición (FUO).
El 16 de julio de 1957, los presos del Castillo del Príncipe se declara-
ron en huelga de hambre en protesta por la situación humillante que
padecían sus compañeros en la cárcel de Isla de Pinos. Uno de los huel-
guistas, Arístides Viera, le escribió una carta a Juan Marinello para que
apoyara la acción con un paro general. Algo tardíamente se recibió el
mensaje; no obstante, se intensificaron las acciones de solidaridad con
los ayunantes a través de protestas en los talleres y fábricas, por la pren-
sa y la radio, etcétera.
La noticia del asesinato de Frank País y de Raúl Pujol provocó una
huelga espontánea en Santiago de Cuba y otras ciudades. El PSP par-
ticipó en la misma y envió una misiva a Fidel Castro dándole el pésa-
me por la pérdida. A escasas cinco semanas, Carta Semanal revelaba
los desmanes de la dictadura a raíz del levantamiento ocurrido el 5 de
22
«Lo que no hace, pero debiera hacer la oposición», Carta Semanal, época II, no. 199, 5 de junio
de 1957.

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Septiembre en Cienfuegos.23 También se solidarizó con las críticas de
Fidel al Pacto de Miami y agregó a las mismas, la ausencia de programas
de lucha claros y adecuados para las circunstancias por parte de las
organizaciones signatarias.24
El 10 de noviembre, el Movimiento hizo un llamado a crear un frente
unitario, cuyo objetivo era organizar una huelga general revolucionaria.
El PSP expresó su satisfacción ante este hecho y colaboró para que en
diciembre se creara el Frente Obrero Nacional (FON).
El reajuste táctico comenzado en el pleno del Comité Nacional de mayo
de 1957 se fortaleció en la reunión nacional de diciembre, en la cual se
volvió a valorar la vía pacífica como la preponderante, sin desestimar
totalmente los procedimientos armados. De hecho, la táctica de las alter-
nativas significaba un retroceso con respecto a las posiciones de 1956.
El partido estaba tratando de crear condiciones para celebrar un con-
greso, pero la situación compleja del país lo impidió. Es por eso que se
convocó a una asamblea del Comité Nacional para mediados de di-
ciembre. Algunos miembros de la dirección partidista han atestiguado

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
que para esos momentos se había comenzado a valorar la realización de
un respaldo activo a la lucha guerrillera; sin embargo, en esa reunión no
aparece reflejada esa posibilidad en ninguno de sus documentos. Inclu-
so, el nuevo programa del PSP aprobado en la reunión ratificaba la línea
estratégica dirigida a obtener la liberación nacional en primera instan-
cia, para luego avanzar hacia el socialismo, materializada a través de la
táctica de las alternativas. La opción de la vía armada estaba latente, no
obstante, no se tomaron medidas concretas para preparar a sus cuadros
en ese sentido. Sus potencialidades se autolimitaban ante la convicción
de que un movimiento público de tal naturaleza provocaría la interven-
ción de Estados Unidos en Cuba, haría fracasar el frente unido y aparta-
ría de la lucha a la burguesía nacional y a otras capas anticomunistas.
Sobre todo, discrepaban de los métodos de actuación de las guerrillas
urbanas: el sabotaje, el ajusticiamiento de esbirros, las acciones de
diversionismo, calificadas todas como terroristas. Tampoco se dieron
cuenta de las diferencias de concepciones entre los líderes «del llano» y
«de la Sierra».
23
«Declaraciones del PSP. Sobre los sucesos de Cienfuegos y la salvaje represión desatada por el
gobierno», Carta Semanal, época II, no. 214, 18 de septiembre de 1957, pp. 1-3.
24
«La denuncia de Fidel Castro contra el Pacto de Miami y el pacto necesario», Carta Semanal,
época II, no. 231, [s. f.], p. 3.

239

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Ernesto Guevara en su trabajo «Un año de lucha armada»25 referido
al acontecer en 1957, explicó que el PSP se unió al M-26-7 en algunas
labores concretas, pero que existían recelos mutuos que obstaculizaron
el desempeño común. El partido no había visto con suficiente claridad el
papel de la guerrilla, ni de Fidel en la lucha. Los comunistas habían sido
capaces de crear cuadros firmes que se dejaban despedazar en la oscu-
ridad de un calabozo, sin decir una palabra; pero no formaron a militan-
tes entrenados para el asalto a un nido de ametralladoras. Aunque tenían
definida una estrategia revolucionaria que abarcaba la decisión de lu-
char contra el imperialismo y los desmanes de las clases explotadoras, a
los comunistas les faltaba la confianza de que existiera una posibilidad
real de tomar y sostener el poder político.26
La línea de las alternativas representaba una mezcla de criterios tác-
ticos contradictorios, una visión errónea del panorama nacional y de la
necesidad de pasar a una fase superior.
El 14 de diciembre, Fidel Castro llamó a la oposición a discutir una
plataforma de unidad en los campos de batalla. A finales de 1957, el
PSP asignaba a Carlos Rafael Rodríguez y Jorge Risquet para hacer un
periplo por América Latina para informar a los partidos comunistas del
continente la decisión de incorporarse a la lucha armada, determina-
ción que no se hizo pública hasta el 12 de marzo de 1958.

Cambios a favor de la lucha armada

A partir de febrero de 1958, el PSP comenzó a concretar las variaciones


tácticas con respecto a la lucha guerrillera y encomendó a Ramón Nicolau
la creación de una comisión para lograr un acercamiento con los líderes
de la Sierra Maestra y reclutar hombres que se incorporaran a los distin-
tos frentes. Los primeros contactos se realizaron a través de Osvaldo
Sánchez y Ursinio Rojas.
En esa etapa también se gestó la fundación de una columna en el
norte de la antigua provincia de las Las Villas, en la región de Yaguajay.
Según varios testimonios, los militantes comunistas Miguel Galán,

25
E. Che Guevara: «Un año de lucha armada», Pasajes de la guerra revolucionaria. Cuba 1956-1959,
edición anotada, Editora Política, La Habana, 2001, pp. 187-217.
26
Tomado de William Gálvez: Camilo, señor de la vanguardia, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1979, p. 173.

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Alberto Torres, Tomás Cortés, José González Castro y otros estaban sien-
do brutalmente hostigados por el ejército. Ante esa situación, la dirección
provincial citó a Alberto Torres a Santa Clara y le propuso que organizara
una guerrilla con los perseguidos. Ya existía entonces otro destacamento
armado del M-26-7 en la zona dirigido por Víctor Paneque. Los comunis-
tas alzados se reunieron con los dirigentes de ese grupo para discutir si
debían fusionarse o no. Dadas las divergencias de criterios llegaron a la
conclusión de que lo mejor era continuar independientes.
A mediados de año, el partido le ordenó a Félix Torres (del Buró
Provincial) que se alzara definitivamente y tomara el mando de aquel
grupo guerrillero, cuyo nombre sería Columna Máximo Gómez.
Con escasa experiencia militar, con pocas armas y municiones, se
organizaron en tres pelotones. Sus principales operaciones al inicio fue-
ron acciones diversionistas, el sabotaje a la planta eléctrica de Iguará, la
recolección de armas, la organización de los campesinos en apoyo a los
alzados, la creación de un pequeño hospital y la fundación del periódico
Unidad.27
El 12 de marzo, el partido decidió explicar al pueblo las razones de su

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
apoyo a la Sierra Maestra. En un artículo publicado en Carta Semanal,
analiza que aunque abogaba por una solución pacífica, sus tácticas tam-
bién comprendían la lucha armada, la insurrección y la guerrilla, si el
enemigo se resistía a las salidas de otro tipo. Además de que las tropas
de Fidel se habían engrosado por campesinos deseosos de pan y libertad
y, de ese modo, se enlazaban con la lucha de masas, como se había
aconsejado.28 Ya la columna comandada por Raúl Castro se había trasla-
dado al norte de Oriente para crear el II Frente y allí buscó el respaldo
de los comunistas y dirigentes populares de la zona.
Ese propio día 12, en un «Manifiesto al pueblo de Cuba» firmado por
Fidel Castro y Faustino Pérez se planteó la proximidad de una huelga
general y un movimiento definitorio con respecto a la tiranía a partir de
los primeros días de abril. Luego de leer el documento, el PSP hizo decla-
raciones en las cuales criticaba algunos de sus enfoques porque limitaban
una mayor participación de todos los sectores sociales en la lucha.29
27
«Carta de Félix Torres González a Aldo Isidrón del Valle», Noticias de Hoy, 1965; XXVII (169):
2, 20 de julio; y testimonios de Arnaldo Milián y Alberto Torres para el libro de William
Gálvez: Ob. cit. (en n. 26), p. 340.
28
«¿Por qué nuestro Partido apoya a la Sierra Maestra?», Carta Semanal, época II, no. 239, 12 de
marzo de 1958, p. 1.
29
«Sobre el último manifiesto de Fidel Castro», Archivo del Instituto de Historia de Cuba,
Fondo Primeros Partidos, sección PSP.

241

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No obstante, se acordó el envío de un «Memorándum urgente» a Fidel
en el cual señalaban que a pesar de existir entre ambas organizaciones
diferencias en cuanto a programa e ideología, coincidían en la necesi-
dad de derrocar a la tiranía, por lo cual asumía como decisiva la coordi-
nación entre ambas.30
Con poco tiempo de antelación, Faustino Pérez se reunió con diri-
gentes del PSP y del Directorio Revolucionario en la capital para con-
certar la colaboración con vistas a la huelga del 9 de Abril. Entre ellos
existían diferencias de criterios que no fueron solucionadas, lo cual in-
fluyó en el fracaso.
El 23 de abril, el PSP hizo un análisis de las causas de la frustración
del paro. La clase obrera y el pueblo no tuvieron la culpa de los errores
–decía en Carta Semanal–. La forma anárquica, extemporánea y unila-
teral de la convocatoria, la utilización de métodos de comando y el
desprecio a los elementos organizativos provocaron ese resultado. No
obstante el revés sufrido, se exhortó a las masas a no desesperarse ni
abatirse, a continuar los esfuerzos por obtener sus demandas inmedia-
tas y aprovechar para ello la fecha del 1ro. de Mayo.31
Luego de la reunión de Altos de Mompié, después de que el M-26-7
acordara establecer un mando unificado con Fidel Castro a la cabeza, la
dirección del PSP decidió enviar a Carlos Rafael Rodríguez (uno de sus
miembros) a la Comandancia de la Plata, en el mes de julio, en medio de
la ofensiva del ejército de la tiranía. Una vez detenida esta por los rebel-
des, el dirigente comunista bajó a reunirse con el Buró Ejecutivo y se
tomaron decisiones acordes con las circunstancias. En tres semanas,
Rodríguez estuvo de regreso en las montañas en calidad de representante
de su partido, acudiendo al llamado hecho por Fidel a todos los sectores
oposicionistas a congregarse en la Sierra para iniciar la contraofensiva.
Durante todo el período de la guerra, Carta Semanal se convirtió en
órgano de denuncia de los atropellos del gobierno y en propagandista de
las acciones guerrilleras en la región oriental así como de otros hechos
significativos. El 16 de julio publicó documentos fotostáticos que proba-
ban la ayuda del gobierno estadounidense al régimen y la Orden no. 30

30
«Memorándum urgente al Comandante doctor Fidel Castro, jefe de las fuerzas rebeldes y toda
la dirección del M-26-7», Archivo del Instituto de Historia de Cuba, Fondo Primeros Parti-
dos, sección PSP.
31
«Los acontecimientos de la semana pasada y lo que debemos hacer ahora», Carta Semanal,
época II, no. 245, 23 de abril de 1958.

242

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de Raúl Castro, conocida como Operación Antiaérea, que planteaba la
detención de los ciudadanos estadounidenses que vivían en la provin-
cia oriental para que pudieran percatarse del crimen que estaba come-
tiendo su gobierno al apoyar a Batista. Estos documentos y el mensaje
a las juventudes del mundo redactado por Raúl Castro fueron traslada-
dos a La Habana por José Ramírez Cruz, campesino comunista unido al
II Frente Oriental, y fueron llevados a México para ser publicados.32
El Buró Ejecutivo orientó a todos sus Comités Provinciales intensificar
las denuncias contra el terror, el estado de emergencia, la represión, las
campañas de exterminio a los rebeldes, la farsa electoral, la injerencia
externa; todo ello sin subestimar las demandas inmediatas y evitando
las tácticas terroristas.33 Una vez firmado el Pacto de Caracas, no obs-
tante no haber sido invitado y considerarlo insuficiente, el Buró Ejecu-
tivo elaboró una declaración de apoyo a este.
En esos momentos, se acordó también enviar a la zona guerrillera
bajo el mando del M-26-7 a varios dirigentes comunistas. A la Sierra
Maestra fue Armando Acosta Cordero, quien se mantuvo en la Colum-

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
na 8 dirigida por el Che y participó en la invasión, y el militante de la
Juventud Socialista Luis Mas Martín a la Comandancia General. Por su
parte, Antonio Pérez y Jorge Risquet fueron encomendados al II Frente
Oriental. En el comité organizador del Congreso Campesino en Armas,
efectuado el 21 de septiembre, estuvieron presentes Romárico Cordero
y José Ramírez Cruz.
El partido dio la orientación a su Buró de Camagüey, que esperaran
dos columnas invasoras que pasarían por ese territorio y una tercera que
se quedaría allí para operar. Sin saber exactamente cómo se producirían
esos desplazamientos, organizaron una unidad guerrillera en la zona de
Cubitas.34 Paralelamente, se trabajó por entorpecer el desenvolvimiento
de la farsa electoral convocada para el mes de noviembre.
Cuando los hombres dirigidos por Ernesto Guevara llegaron a Ciego
de Ávila, inmediatamente localizaron a Saturnino Aneiro, secretario
general del PSP en la región, quien les ayudó a conseguir prácticos para

32
Arquímedes Poveda Godínez: Un hombre de leyenda, Editorial Oriente, Santiago de Cuba,
1991.
33
«A todos los CCPP», 2 de julio de 1958, Archivo del Instituto de Historia de Cuba, Fondo
Primeros Partidos, sección PSP.
34
Testimonio de Felipe Torres, dirigente del PSP en Camagüey para el libro de William Gálvez:
Ob. cit. (en n. 26), pp. 239-240.

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que los guiaran, así como alimentos, ropas, calzado y medicinas.35 Entre
los paquetes de medicinas entregados al Che, le hicieron llegar un plano
de la zona elaborado por Felipe Torres y Osvaldo Sánchez, una brújula y
dos pequeños mapas que los auxiliaron a orientarse en el terreno.
También la Columna Antonio Maceo al arribar al norte de Las Villas
se puso en contacto con los guerrilleros del PSP en su campamento de
Jobo Rosado. En ese lugar se reunieron Camilo Cienfuegos y Wilfredo
Velázquez, de la dirección provincial partidista, quien le informó de la
situación existente en la provincia. Además, el secretario general del
partido, Arnaldo Milián, le ofreció ayuda en cuanto a las comunicacio-
nes, la construcción de algunos lanzallamas y el traslado de su tropa
hasta Pinar del Río. En octubre, Camilo se reunió con las dos guerrillas
de la zona (la del PSP y la del M-26-7) para explicarles la necesidad de
unidad y decidió organizar una columna mixta con guerrilleros pertene-
cientes a ambas organizaciones.
Osvaldo Sánchez se entrevistó con el Che en octubre, estuvo varios
días con su columna y causó muy buena impresión en el guerrillero ar-
g e n t i n o.
El 17 de noviembre fueron sorprendidos, torturados y asesinados el
dirigente del PSP y organizador del Frente Obrero Nacional Unido
(FONU), Carlos Rodríguez Careaga, y el secretario general del PSP en
Ciego de Ávila, Saturnino Aneiro, cuando se encontraban coordinando
acciones para la huelga general en preparación.
En un informe a Fidel del 19 de noviembre, Camilo le comentaba
que los hombres «de la unidad Máximo Gómez habían tenido una ver-
dadera conducta revolucionaria, apartándose de todo regionalismo, fa-
cilitando una verdadera unidad, y siguiendo en todo momento» sus
orientaciones.36
Por esos días había ingresado a la columna el dirigente comunista
Gerardo Nogueras, quien fue nombrado por Camilo responsable de una
comisión para organizar a los obreros azucareros y agrícolas de las cer-
canías. Mientras tanto, en las provincias occidentales el PSP orientó a
sus organizaciones de base la creación y adiestramiento de grupos ar-
mados para darle todo el respaldo necesario a la tropa de Camilo una
vez que llegara a La Habana y luego a Pinar del Río. Además, con el
35
Joel Iglesias Leyva: De la Sierra Maestra al Escambray, Editorial Letras Cubanas, La Habana,
1979, p. 333.
36
William Gálvez: Ob. cit. (en n. 26), p. 380.

244

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propósito de mantener informados a los revolucionarios de los movi-
mientos de las fuerzas represivas, se instaló una planta de radioescu-
chas en una azotea en Nuevo Vedado, a través de la cual lograron
interceptar y descifrar mensajes del Estado Mayor de las Fuerzas Arma-
das. Asimismo, los obreros de los talleres del ferrocarril de Ciénaga y del
Cerro, conocieron del envío del tren blindado hacia Santa Clara y lo
informaron al Che.
Otra de las tareas importantes encargadas a la comisión militar que
dirigía Ramón Nicolau fue la de construir una estación radiotransmisora
que debía llevarse al Escambray para entregársela al Che. La planta se
confeccionó por secciones que fueron luego embaladas en cajas de tele-
visores, se enviaron por ferrocarril al centro de la Isla y fueron subidas a
lomo de mulas hasta el campamento rebelde.37
El comandante en jefe orientó la realización de una Conferencia Na-
cional de Trabajadores Azucareros en el Escambray. Para que no inter-
firiera con las acciones que dirigía el Che, esta se trasladó al norte de
Las Villas y fue organizada la comisión obrera antes mencionada, que

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
logró llevarla a efecto los días 20 y 21 de diciembre. Su inauguración se
efectuó en el poblado General Carrillo con una gran concentración po-
pular ante la cual habló Camilo.
Durante los combates finales contra la tiranía, la guerrilla del PSP en
Las Villas participó en el asalto a los poblados de Iguará y Zulueta y en
la toma del batey del central Narcisa, donde se situó la jefatura que
dirigió el cerco a la ciudad de Yaguajay.
Después de conocer la huida de Batista, Fidel Castro convocó a la
huelga general y ordenó a las fuerzas invasoras que continuaran su avance
hacia La Habana. El PSP apoyó la decisión e hizo un llamamiento en el
cual explicaba que aunque había caído la tiranía, eso no era suficiente. El
poder debía ir a manos de los rebeldes y de las fuerzas revolucionarias,
por eso las masas debían lanzarse a la calle para asegurar la victoria. De
esa forma, se lograba evitar que la revolución «se fuera a bolina» como
en los años 30.

37
Arquímedes Poveda Godínez: Ob. cit. (en n. 32).

245

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Consideraciones finales

Como hemos podido analizar con anterioridad, el programa del Partido


Socialista Popular entre 1952 y 1958 pretendía, en el plano teórico, con-
tribuir al desarrollo de un movimiento de liberación nacional que, en una
fase posterior, se encaminara hacia el socialismo. Sin embargo, en su
accionar diario no pudo dirigir la última etapa del proceso revoluciona-
rio que culminó con el triunfo del 1ro. de enero de 1959.
¿Cuáles fueron las razones?
Primero: A consecuencia del aislamiento político en que se desenvol-
vía debido a la política anticomunista del imperialismo y las clases do-
minantes de Cuba; por sus propias posiciones sectarias y la desconfianza
que habían mantenido hacia todos los sectores de la oposición naciona-
lista, especialmente hacia aquellos provenientes de la pequeña burgue-
sía; porque una parte de esos sectores tampoco confiaba en los
comunistas por haber concertado una alianza política con Batista, la
cual lo ayudó a llegar a la presidencia; y porque el partido cifraba todas
su esperanzas en el sector proletario, esencialmente urbano, cuando este
no constituía la mayoría de la población económicamente activa y ele-
mentos anticomunistas habían logrado apoderarse de sus organizacio-
nes sindicales.
Segundo: Porque si bien tenía un programa revolucionario de lucha,
este era incongruente con los métodos reformistas desplegados y las
tácticas basadas en los esquemas y orientaciones tácitas que regían den-
tro del movimiento comunista internacional a favor de la coexistencia
pacífica y las vías parlamentarias. La aplicación de los principios marxis-
tas que hizo el PSP estuvo limitada por ópticas preconcebidas que no
tuvieron en cuenta suficientemente las condiciones particulares de Cuba.
Tercero: Le faltó dinamismo para desprenderse de las tácticas legales
por las que había transitado durante un largo período y asumir los méto-
dos insurreccionales.
Cuarto: La cercanía geográfica con Estados Unidos le hizo postergar
el momento de una batalla efectiva por alcanzar el poder político, pues
consideraba que si podía alcanzar el triunfo, el imperialismo no permiti-
ría un gobierno dirigido por los comunistas y lo aplastaría.
Quinto: Los «fantasmas» derivados de la experiencia de la Revolu-
ción del 30 influyeron en sus análisis estereotipados sobre la situación
económica (aparentemente más favorable en los 50), las fuerzas nacio-
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nalistas (con métodos de lucha similares y sin distinciones fundamenta-
les entre ellas) y la correlación entre los factores objetivos y subjetivos
(no existían suficientes elementos objetivos para desarrollar los aspec-
tos subjetivos que condujeran al triunfo de la Revolución). Ello le impi-
dió ver las peculiaridades del MR-26-7, el rol de Fidel Castro y la
importancia de la lucha guerrillera.
No obstante todos los factores mencionados, el Partido Socialista
Popular logró desarrollar una amplia propaganda a favor de las transfor-
maciones urgentes que necesitaba la sociedad cubana a fin de lograr su
liberación nacional y social, denunció y alertó sobre las maniobras del
imperialismo, decidió apoyar la lucha guerrillera durante su última eta-
pa; cientos de sus militantes y simpatizantes comunistas –como Paquito
Rosales, José María Pérez y Saturnino Aneiro– fueron reprimidos, en-
carcelados, torturados y asesinados por la tiranía y, finalmente, contri-
buyó de modo esencial a cohesionar a las masas para lograr la unidad
que consolidó el triunfo definitivo de la Revolución.

CARIDAD MASSÓN SENA / Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958
Caimito, 13 de noviembre de 2008

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RUTH No. 3/2009, pp. 248-274

JORGE RENATO IBARRA GUITART*

Enero-marzo de 1958: Un trimestre


de definiciones en la historia de Cuba

Desde fines de 1957, durante el período de suspensión de las garantías constitucionales, el


régimen del 10 de Marzo se había dado a la tarea de preparar condiciones para la farsa
electoral prevista para junio del siguiente año. Batista, presionado por el Departamento de
Estado estadounidense, se propuso preparar un simulacro de consulta popular para que la
casta político-militar que lo apoyaba pudiese conjurar tanto los peligros de la Revolución en
marcha, como los de una apertura democrática burguesa. Para ello ya tenía todo un camino
recorrido desde el fracaso de la Comisión Interparlamentaria.

El proceso de reorganización de partidos

La dictadura que instaló Fulgencio Batista con el golpe de Estado del


10 de Marzo atravesó por distintos momentos en la conformación de
un esquema de dominación política que se valió de no pocas argucias
legalistas para procurar una legitimidad de la que siempre estuvo huér-
fana. El fallo del Tribunal Supremo que otorgó constitucionalidad al
golpe de Estado, las elecciones de 1954, la convocatoria a elecciones
parciales, el llamado a una nueva asamblea constituyente y, finalmente,
las elecciones generales de 1958, fueron eslabones en la cadena de falacias
con que el régimen castrense pretendió legitimarse.
Desde fines de 1957, durante el período de suspensión de las garan-
tías constitucionales, el régimen del 10 de Marzo se había dado a la
tarea de preparar condiciones para la farsa electoral prevista para junio

* (Cuba, 1959). Doctor en Historia, trabaja en el Instituto de Historia de Cuba. Ha publicado,


entre otros, Sociedad de Amigos de la República. Historia de una mediación (1952-1958) y El fracaso
de los moderados de Cuba: las alternativas reformistas de 1957 a 1958. Recibió en 2007 el Premio
Anual de la Crítica Científico-Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba por su estudio El
proceso de negociación del tratado anglo-cubano (1905-1906).

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del siguiente año. Batista, presionado por el Departamento de Estado
estadounidense, se propuso organizar un simulacro de consulta popular
para que la casta político-militar que lo apoyaba pudiese conjurar, tanto
los peligros de la Revolución en marcha, como los de una apertura de-
mocrática burguesa. Para ello ya tenía todo un camino recorrido desde
el fracaso de la Comisión Interparlamentaria; ante sus pupilas tenía a
los partidos que podían prestarse a su maniobra aunque respondiendo
también a intereses propios de su conducta oportunista.
La primera gestión del régimen encaminada a burlar la opinión públi-
ca nacional fue dentro del Sistema de las Instituciones Jurídicas para
que estas diesen su aprobación al proceso de reorganización de parti-
dos. ¿Qué se podía esperar de un proceso reorganizativo con las garan-
tías constitucionales en suspenso? Andrés Domingo Morales, secretario
de la Presidencia, fue el hombre designado para mover las fichas. De

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
inmediato se dirigió a los miembros del Tribunal Supremo y de la Au-
diencia para que ratificasen a jueces incondicionales al gobierno: Eloy
Merino y Alberto Córdova. Como el régimen contaba con el respaldo de
los restantes magistrados, fue fácil dominar esas instancias jurídicas.
Entretanto, en el Tribunal Superior Electoral la resistencia a las preten-
siones del régimen quedó reducida al magistrado Antonio Barreras quien
afirmó: «Considero que la marcha del proceso electoral es absoluta-
mente incompatible con el estado de suspensión de garantías que vive
el país desde el primero de agosto pasado. Por tanto, estimo que debe
suspenderse hasta que sean restaurados los derechos ciudadanos».1
Se dio paso así al proceso de reorganización de los partidos políticos
con el visto bueno de las altas instancias jurídicas dominadas por la
dictadura. Salvo los partidos abstencionistas que se habían involucrado
en el «Manifiesto de la Sierra» o en el Pacto de Miami, los demás ofre-
cían una perspectiva plácida al gobierno: el Partido Revolucionario
Cubano (Auténtico) (PRC [A]) dirigido por Ramón Grau San Martín; el
Partido del Pueblo Libre (PPL) de Carlos Márquez Sterling; el Movi-
miento de Liberación Radical (MLR) de Amalio Fiallo y el Partido Na-
cionalista Revolucionario (PNR) de José Pardo Llada. Millo Ochoa había
ya declinado continuar actuando en la política. La materia prima para
orquestar una gran maniobra electoral estaba al alcance de la mano, pero
la dictadura, para asegurarse aún más, confió a Alberto Salas Amaro la

1
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 2 de febrero de 1958, p. 36.

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misión de conformar un nuevo partido político, el Partido Nacional
Cubano (PNC) (independiente).
La situación de este conjunto de partidos puede resumirse muy su-
cintamente del modo siguiente: todos le hicieron el juego al proceso
electoral en marcha. Grau, que se había retraído de la política después
de exigir cambios en la fecha de toma de posesión, finalmente se acogió
a la tesis de que convenía mantener vigente el mecanismo político.
Márquez Sterling asumió de lleno la tarea de la postulación electoral
ganando adeptos de partidos en proceso de disolución; en ese caso
Amalio Fiallo, del MLR, cedió sus parciales a la dirección del PPL y
Luis Conte Agüero aceptó la candidatura a senador que Márquez Sterling
le propuso y renunció a la facción «millista». Mientras, el PNR ofrecía
un cuadro desolador, era un partido al garete: Pardo Llada salió a España
y su sucesor reglamentario, Enrique Huertas, también abandonó el país
rumbo a Nueva York, otro tanto hicieron algunos líderes políticos de
esa agrupación. En Cuba Juan Amador procuró insertar al PNR en el
proceso reorganizativo pero encontró la firme resistencia de Conrado
Rodríguez y Conrado Bécquer. Este último declaró: «Ir a la reorganiza-
ción no tiene sentido. Lo más probable es que no se llegue a las eleccio-
nes; y de llegar, no creo que la situación tenga permanencia. Esto se cae
en cualquier momento».2
Según la Bohemia de la época, las más diversas expresiones del fraude
político caracterizaron el proceso reorganizativo en marcha: retención y
apoderamiento de las cédulas por los jefes y sargentos políticos, afilia-
ciones falsas, copo de posiciones, vaciado del censo en las inscripcio-
nes, entre otras. Mientras, la prensa publicaba una cifra inaudita de
afiliaciones: 1 500 000 de cubanos deseaban acudir a las urnas. Sin
embargo, todo ese rejuego sucio no era suficiente y para encubrir tantas
arbitrariedades el Consejo de Ministros aprobó un nuevo decreto-ley
«remache» que permitía que todos los políticos pudieran participar en el
proceso electoral.
Por su parte, entre las filas del gobierno se producía el traslado de
alguna que otra figura connotada de un partido a otro en búsqueda de
mejores posiciones políticas. Gastón Godoy y Rafael Díaz Balart aban-
donaban el Partido Acción Progresista y pasaban al Partido Demócrata
porque otras figuras le cerraban el paso a sus pretensiones electoreras,

2
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 2 de febrero de 1958, p. 36.

250

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en este caso se trataba de Justo Luis del Pozo y Anselmo Alliegro, res-
pectivamente. Entre los sustitutos de Batista aunque hubo alguna dispu-
ta entre Jorge García Montes, Gastón Godoy, Anselmo Alliegro, Rafael
Guás Inclán y Andrés Rivero Agüero, a fines de 1957 este último se
reveló como el candidato victorioso. En realidad no caben dudas de
que, con independencia de los resultados de la lidia política entre los
postulados a la presidencia, Batista fue quien decidió en torno a su su-
cesor.
El régimen de turno, con la vista puesta en su meta de perpetuarse en
el poder, procuró que las elecciones tal y como estaban previstas fueran
atractivas a los apetitos de encumbramiento de los políticos que desde
la oposición todavía mantenían posiciones electoralistas. Fue así que el
gobierno ofreció la segunda minoría senatorial. En realidad esa oferta
se venía estudiando desde mediados de 1957 cuando se produjeron los

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
debates de la Comisión Interparlamentaria. Ahora los partidos electora-
listas habían agotado sus recursos para la discusión activa con el régi-
men y la desmoralización que los abatía, unida a sus nunca olvidadas
ambiciones de poder, los hacía converger con la dictadura en el proyec-
to gubernamental de elecciones. En ese momento, las migajas que ofre-
cía el gobierno eran codiciadas por los partidos tradicionales que todavía
se mantenían actuando en la política. Por medio de esta fórmula los
senadores ascendían de 9 a 12 por provincia distribuidos de la siguiente
forma: siete para la mayoría, tres para la primera minoría y dos para la
segunda.
El gobierno, teniendo el dominio de la componenda que se fraguó en
medio de la supresión de las libertades públicas y ante las presiones del
Departamento de Estado estadounidense, decidió restaurar las garan-
tías constitucionales el 25 de enero de 1958 con excepción de la provin-
cia de Oriente. La dictadura confió en que la jugada le saldría bien,
creía que de esa manera podría neutralizar al foco guerrillero que se
mantenía en la Sierra Maestra y monopolizar los resultados de una con-
sulta electoral amañada. Las elecciones se habían diseñado para demos-
trarle a las altas instancias de Washington que la alternativa de una
apertura democrática burguesa era posible. Por eso Andrés Rivero Agüero
en entrevista con la periodista Marta Rojas, de Bohemia, a la pregunta de
si el gobierno contaba con algún nuevo plan para sofocar al movimiento
guerrillero instalado en la Sierra Maestra, respondió: «Qué plan es mejor
que el proceso electoral, la normalidad pública, la marcha ascendente
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de los negocios, la presencia de los consumidores en todos los merca-
dos, la concurrencia del público a todos los sitios y eventos. La Sierra
Maestra perecerá por asfixia, la va a asfixiar la indiferencia del pueblo».3
El objetivo de satisfacer las exigencias de Washington construyendo
un modelo de consulta electoral favorable a los intereses de la dictadu-
ra, fue muy tenido en cuenta por la cúpula batistiana. Por esos días el
embajador Earl Smith hacía comentarios elogiosos del proyecto de elec-
ciones en marcha de lo que se congratuló el posible sucesor del dictador
cuando el periodista de Bohemia le preguntó sobre la trascendencia de
las declaraciones de Smith: «La trascendencia que implica que el emba-
jador de un gran país vecino y especialmente amigo, considere que el
camino electoral, y no otro, es el correcto para resolver cuantas diferen-
cias existan entre los cubanos [...]. En ese sentido, el embajador Smith
ha venido a coincidir plenamente con el presidente Batista».4
Después de haberse negado continuamente a propiciar una consulta
popular transparente en distintos momentos de su mandato, ahora Batis-
ta pretendía demostrar que era posible un arreglo con la oposición. Pero
esa oposición que iba a converger con Batista en un mismo proyecto
electoral la conformaban los remanentes de los partidos tradicionales,
raquíticos y desprestigiados, que aún actuaban en la política. Era el
principio del fin de los partidos tradicionales en la Cuba neocolonial, la
alternativa reformista a la dictadura estaba atrapada en la red de las
maniobras del gobierno que le cerraba los espacios. Por eso la variante
reformista tuvo que buscar cauce en el proyecto revolucionario, solo
los incautos partidos electoralistas podían esperar de las elecciones que
convocaba el régimen la solución a la crisis política. La polarización del
proceso político cubano conducía a los reformistas a ser atraídos hacia
los dos polos activos: la dictadura y la Revolución. Ahora la Revolución
procuraba actuar cerca de los sectores que en otros momentos habían
alentado soluciones negociadas al conflicto interno, por ello en circular
del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) de 29 de enero dirigida a estable-
cer un plan para socavar la maniobra política de la tiranía, se planteaba:
1) Organizar los comités de paro en los colegios profesionales y
sectores de comercio e industria, que conjuntamente, con los
comités de la FON [Federación Obrera Nacional] en los centros

3
Sección «En Cuba», Bohemia, 2 de febrero de 1958, p. 45.
4
Ídem.

252

12 Jorge Renato.pmd 252 15/06/2009, 20:06


de trabajo, integrarán en un futuro próximo los comités de Huel-
ga General en todos los municipios y provincias.
[...]
7) Aprovechar la coyuntura del levantamiento de la censura de pren-
sa para realizar labor de agitación pública en estos sentidos [...].
c) Denuncia del actual proceso electoral, por el Conjunto de Insti-
tuciones Cubanas por la falta de garantías.5
La dictadura aparentaba que podía devolver el país a la normalidad
para así aislar al movimiento revolucionario pero la maniobra era muy
riesgosa para sus intereses: el levantamiento de la censura de prensa y el
restablecimiento de las garantías serían aprovechados por las organiza-
ciones revolucionarias para arreciar en sus preparativos de una huelga
general que derribase a la tiranía. Pero vale decir que esas medidas del
25 de enero no impidieron a los cuerpos represivos de la dictadura con-

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
tinuar una guerra criminal contra todo el pueblo de Cuba; por ello un
periodista muy aguzado, Sergio Carbó, describió en términos claros la
realidad de esos meses:
Si no hay confianza, si está difunta la fe, si el estruendo permanen-
te de los aviones militares [...] no nos deja dormir, si no se habla
más que de mortíferos combates, de desaparecidos o de gentes que
aparecen ahorcados, de cañaverales ardiendo [...], de alijos de ar-
mas encontrados por doquier, de bombas, de atentados. ¿Cómo ir a
un torneo de convicciones decisivas en este ciclón de venganza y
de muerte?6
El análisis de Carbó, un defensor honesto de alternativas reformistas,
estaba dirigido a establecer una salida negociada amplia:
Es tiempo aún para establecer la paz. Pero la paz, ahora, no son las
elecciones. Urge que los que puedan dar el paso al frente –los go-
bernantes, claro– ofrezcan a la nacionalidad íntegra, sin más diálo-
gos inútiles, con líderes y lidercillos, un planteamiento generoso y
rectificador aceptable para los descontentos, porque para todos se
gobierna, no para un grupo de favoritos.7

5
José M. Cuesta Braniella: La resistencia cívica en la guerra de liberación de Cuba, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1997, pp. 216-217.
6
Sección «En Cuba», La Habana, Bohemia, 9 de febrero de 1958, p. 8.
7
Ídem.

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Por supuesto, el llamado de Carbó no encontró eco en las esferas del
gobierno. Ni el cese de la represión y mucho menos una consulta popu-
lar amplia estaban en la agenda de los máximos personeros de la dicta-
dura, la maniobra quedaría al desnudo. Sin embargo su parecer fue
considerado por las instituciones cívicas por esos meses. Una alternativa
reformista constructiva tendría que plantearse la problemática cubana
concediendo un espacio importante a las organizaciones revoluciona-
rias para poder lograr consenso dentro de la sociedad. Pero Batista no
podría admitir una solución bajo esos supuestos, pues el régimen de
facto solo se mantenía a base de la fuerza: la menor consulta abierta a
las masas populares lo pondría en desventaja.
Por otro lado, los partidos electoralistas entraron sin muchos mira-
mientos en el circo convocado por Batista. Unos, como Grau, preten-
dían capitalizar las críticas del pueblo a la dictadura y otros, como
Márquez Sterling, le hacían el juego al gobierno pretendiendo neutrali-
zar al movimiento guerrillero. Según el ex presidente auténtico la situa-
ción cubana debía acomodarse a lo siguiente:
El régimen anuncia el cese de la censura de prensa y el restableci-
miento de las garantías constitucionales. ¡Es una burla decir que se
han restablecido las garantías! ¿Cuándo ha habido garantías des-
pués del madrugonazo traidor? [...] Se ha caído en un profundo
desprecio por la dignidad ciudadana. Este es un pueblo triste que
padece una incurable enfermedad. Hay que extirparla de raíz. La
cirugía se la haremos el día primero de junio en las urnas.8
Por su parte, «el biógrafo de Estrada Palma», como solía llamar la
prensa de la época a Márquez Sterling, pretendía que los revoluciona-
rios alzados en armas reconsideraran su actitud:
Llamamos al Movimiento 26 de Julio, el que debe hacer un alto en
sus intentos insurreccionales, porque la persistencia de esos em-
peños puede perjudicar grandemente la movilización cívica del pue-
blo y ofrecerle al régimen el pretexto de la conservación del orden
público para imponer al socaire de una situación provocada, a su
candidato, que carece virtualmente de todo apoyo popular.9

8
Sección «En Cuba», La Habana, Bohemia, 2 de febrero de 1958, p. 42.
9
Sección «En Cuba», La Habana, Bohemia, 9 de febrero de 1958, p. 9.

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¿Es que acaso no debió considerar Márquez Sterling que la revolu-
ción era una respuesta al régimen ilegítimo de Batista al menos? Por
supuesto que también la revolución era una respuesta a los males de la
República, no es difícil reconocer que a Márquez Sterling le asustaba
más la perspectiva de una revolución que cuestionarse los fundamentos
del orden neocolonial o que un mero rejuego electoral más o menos. La
movilización cívica del pueblo había sido cancelada por la dictadura el
10 de marzo de 1952 y constituía un sinsentido imputarle al movimien-
to revolucionario el hecho de que se encontrara perjudicándola. Más
bien lo que temía Márquez Sterling era que la movilización popular to-
mase caracteres radicales en apoyo a la acción de las organizaciones
revolucionarias. Pero la respuesta de los revolucionarios no se hizo es-
perar y en el propio acto donde emitió estos criterios, en los salones de
la Artística Gallega, un grupo de jóvenes irrumpió a los gritos de: «¡Viva

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
el 26 de Julio! ¡Fuera los politiqueros! ¡Abajo Batista!». El mitin se sus-
pendió, hubo un revuelo de sillas rotas.
Aunque la coyuntura histórica de abierta polarización del conflicto
cubano no daba margen para imponer una alternativa reformista con-
servadora como la que defendía Márquez Sterling, este confiaba en que
Batista tendría que adoptar una posición imparcial respecto al resultado
de la consulta electoral. El líder del PPL entendía que Batista no podía
continuar sosteniendo la guerra y que apostar al fraude significaba agra-
var el conflicto interno. Por tanto, aunque la propia selección de los
candidatos formaba parte de un proceso viciado desde sus orígenes y
que no incorporaba a amplios sectores de la opinión pública nacional,
Márquez Sterling consideraba a los opositores electoralistas como los
únicos que tenían capacidad de tender un puente entre la dictadura y la
revolución. En entrevista a Bohemia declaró:
Los insurreccionales no pueden ver en el civilismo un enemigo de
la idea de la revolución. En todas las épocas de Cuba corrieron
parejas ambas ideas y cuando se unieron triunfaron [...]. Perturbar
el proceso político sería perturbar las soluciones. Si la urna funcio-
na nadie salva al candidato gubernamental y de ello debieran darse
cuenta todos los sectores de la oposición y de la revolución. Nada
favorecería más a la insurrección que unas elecciones fraudulentas.
La llenaría de razones. Y nadie podría negarle luego el concurso a
una revolución democrática.10
10
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 9 de febrero de 1958, p. 115.

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En cuanto al dilema de ese momento histórico en torno a qué debería
ocurrir primero, si la paz o las elecciones, Márquez Sterling planteó su
tesis: «No podemos encerrarnos en el círculo vicioso de esperar a la
normalidad para celebrar elecciones. Por el contrario, hay que celebrar
elecciones para alcanzar la normalidad».11
Claro que de esta manera los privilegiados que podían acceder al
poder, si Batista lo entendía, eran tan solo los que participaban en la
contienda electoral. ¿Qué normalidad se podría establecer sobre tales
bases? Por otro lado la coyuntura histórica tenía ya sus protagonistas
sociales, la disputa estaba centrada entre la dictadura y la revolución
envueltas en un duelo a muerte. ¿Podía ser previsible que una tercera
alternativa lograse una transformación de las realidades nacionales?
¿Cuáles podrían ser sus recursos para imponer un camino nuevo? A
nuestro parecer pocas eran sus posibilidades de éxito. Dadas las condi-
ciones existentes, cualquier fuerza que pretendiera actuar en el escena-
rio político terminaba apoyando, directa o indirectamente, a las fuerzas
que habían polarizado el conflicto cubano: la dictadura y la revolución.
Pero por encima de ello, aquellos que pretendían defender los funda-
mentos de la República neocolonial ante un presumible estado de caos
social, no podían implementar nuevas soluciones sin atender al comba-
te que se había entronizado entre el régimen del 10 de Marzo y las orga-
nizaciones revolucionarias emergentes. Estaban atrapados en un
laberinto sin salida donde corrían peligro, entre otros, los intereses esta-
dounidenses. Por esa razón Márquez Sterling advirtió:
No hay que olvidar que los Estados Unidos tienen grandes intere-
ses en Cuba; que esos intereses necesitan, además, ser protegidos
por el pueblo y por todos aquellos que aspiren a tomar parte desta-
cada en la gobernación del país [...]. En los últimos meses, al anun-
ciarse la zafra, ciertos sectores han atacado las riquezas del país,
creyendo con ello dañar al gobierno. Equivocados han comparado
la época de España con la actual. El caso es totalmente distinto.12
Pensamos que la única posibilidad que tenía una alternativa refor-
mista para imponerse era mediante una situación en que las dos fuerzas
en disputa frontal, el gobierno y las organizaciones revolucionarias, no

11
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 9 de febrero de 1958, p. 36.
12
Ibíd., p. 38.

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tuviesen empuje suficiente para dominar una sobre otra. Tendría que
producirse una guerra de desgaste a largo plazo que condujera a los dos
sectores hegemónicos a una transacción política apoyados por una ter-
cera fuerza. Solo cuando ambos bandos, dictadura y revolución, llega-
sen a manifestar su impotencia para dominar al otro se hubiese podido
crear una situación favorable a otra propuesta política alternativa. Pero
la situación de la Cuba de fines de los años 50 no era esa: el volcán de la
revolución se propagaba con fuerza exorbitante actuando desde mu-
chos frentes (el llano, la Sierra, la emigración) y en diversas clases socia-
les, desde los sectores burgueses hasta el proletariado y campesinado
cubanos.
Además, la revolución supo con astucia sortear los obstáculos que
podían detener su fuerza arrolladora ganándose la opinión pública na-
cional e internacional. Y más importante aún, captando para sus propó-

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
sitos el apoyo indirecto de la alternativa reformista que fue objeto de la
represión de la dictadura.

El Cuarto Frente y una gestión insólita

Algunos políticos, no directamente involucrados en la farsa electoral ni


tampoco sumados al carro de la revolución, lanzaron una propuesta
dirigida a neutralizar al régimen en sus propósitos continuistas. Estaban
conscientes de que en el país reinaba un estado de terror y represión
generalizado pero pensaban que ello solo se podía superar asegurando
la derrota de Batista en las urnas. Entendían que si se conformaba una
candidatura de toda la oposición unida, se conquistaría la victoria. Sur-
gió así lo que en la época se conoció como el Cuarto Frente, cuyos
arquitectos fueron José Pardo Llada, presidente del PNR, y Miguel Suárez
Fernández, senador auténtico que hasta ese momento no se había pro-
nunciado contra la dictadura. Lo primero que intentaron fue convencer
de sus planes a los políticos abstencionistas, luego tenían previsto diri-
girse a los electoralistas. Al parecer esta estrategia la trazaron después
de un fuerte encontronazo con Grau en su casa de la Quinta Avenida.
El ex presidente tan solo aprobó el propósito de lograr una supuesta
«unidad doctrinaria o programática» pero nada de candidatura única.
Grau se sabía superior al resto de los partidos en la posesión de cédulas
electorales y no quiso arriesgar su posición ventajosa en ese terreno.
257

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Suárez Fernández y Pardo Llada se dirigieron a proponerle la fórmula
a José Miró Cardona, el lugarteniente de Cosme de la Torriente en la
Sociedad de Amigos de la República (SAR) y ahora cerebro político de
las instituciones cívicas. Veamos el diálogo:
MIGUEL SUÁREZ FERNÁNDEZ: Esta fórmula es la única que puede
devolvernos el sosiego. Con todos unidos, el gobierno no podrá
burlar la voluntad popular y vencerá la oposición. Así llegaremos a
la paz.
MIRÓ CARDONA: Yo opino lo mismo, pero exactamente al revés.
Primero paz y garantías. Después elecciones. ¿La juventud, fac-
tor beligerante y decisivo, iba a deponer las armas para confiar
cándidamente en un plan tan problemático? ¿Qué garantías exis-
tían de que el marcismo [de Marzo] modificara su postura usual de
arrogancia y desprecio por la opinión pública? ¿No estaba el proce-
so electoral viciado de origen por un código amañado y una reorga-
nización fraudulenta?13
Miró Cardona estaba convencido de que todo nuevo proyecto refor-
mista alternativo no podía desconocer la importancia del movimiento
revolucionario que alentaba la juventud rebelde cubana. Aun cuando lo
que se pretendiese fuera desviar de su cauce revolucionario a la juven-
tud e insertarla en las prácticas de los partidos tradicionales, las condi-
ciones políticas para mantener el rejuego de la democracia representativa
debían ser lo suficientemente atractivas y transparentes. El manteni-
miento del sistema de gobierno republicano bajo las condiciones del
capitalismo dependiente cubano exigía un régimen de consenso político
que la dictadura era incapaz de ofrecer. Por eso Miró Cardona dijo: «Me
parece que ustedes están padeciendo de un espejismo político».
Posteriormente los arquitectos del Cuarto Frente se dirigieron a
Guillermo Alonso Pujols, Tony Varona y Carlos Prío. Estos respondie-
ron negativamente a la oferta:
GUILLERMO ALONSO PUJOLS: Salvo que traigan el milagro de la paz a
través de condiciones tan esenciales como la suspensión de las
elecciones y el inicio de verdaderas garantías, la conversación ca-
recerá de importancia [...]. No creo en la virtud recuperadora de los
comicios convocados, dado su naturaleza unilateral y porque se
13
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 23 de febrero de 1958, p. 6.

258

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pretende consumarlos en un medio convulso, donde no imperan la
paz y la concordia.
[…]
TONY VARONA: ¿Qué gestiones puede hacer Pardo Llada después
de seis meses de paseo por Europa?
[…]
CARLOS PRÍO: Es muy grave lo que está ocurriendo. La tragedia es
tan honda que no pueden repararse los daños con gestiones electo-
rales. Seis años de mentiras, de violencias y crímenes requieren
para ser superados algo más que un trámite electoral.14
Fue otro intento baldío de recomponer un frente unitario de partidos
tradicionales como en otro momento lo logró Cosme de la Torriente.

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
Pero eran otros los propugnadores de la iniciativa y eran otras las condi-
ciones históricas. Si bien entre 1955 y 1956 la revolución no había to-
mado visos de una insurrección general, entre 1957 y 1958 la realidad
de una contienda bélica estaba perfectamente definida. Quienes pre-
tendieran restarle importancia a esos hechos podían estar construyendo
castillos de arena. Por eso la Bohemia de la época comentó: «En ninguna
de las declaraciones de los tetrafrentistas, se aludió directamente a los
combatientes de la montaña y la clandestinidad. Se ignoraba cómo iban
a hacer la paz sin contar con los factores que habían tomado la línea de
la guerra».15
La iniciativa también fue rechazada por el sector ortodoxo que dirigía
Millo Ochoa. En medio de estas consultas, cuando los creadores del
Cuarto Frente intentaban infundir esperanzas de mejoramiento de la
situación nacional entre los políticos tradicionales, se confirmaron las
previsiones negativas en declaraciones de Andrés Rivero a un periodis-
ta estadounidense acerca de una posible amnistía: «Faltando pocos meses
para la celebración de elecciones generales en Cuba, ya en franco proce-
so electoral y existiendo ese núcleo subversivo que no se acogerá a la
amnistía para incorporarse a la lucha política, sino para seguir su propia
ruta, no puede hablarse de perdón legal».16

14
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 16 de febrero de 1958, pp. 8-9.
15
Ibíd., p. 9.
16
Ibíd., p. 3.

259

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Ante esa situación el PNR tuvo que enfrentar un cisma interno. Fa-
vorecidos por el decreto remache, encontrándose Pardo Llada ausente,
habían participado en el proceso de reorganización con vistas a tormar
parte en las elecciones. Algunos jefes provinciales del PNR se dirigieron
a su líder para solicitar la retirada del proceso comicial.
Y mientras tenía lugar la iniciativa del Cuarto Frente impulsada por
algunos partidos tradicionales, una insospechada y poco común gestión
se comenzó a emprender. En este caso aparentemente no se precisaba
de la mediación de un tercero; sectores del gobierno y de las huestes
revolucionarias mantuvieron contactos secretos para estudiar posibles
fórmulas de solución al conflicto cubano. Como se trataba de tenden-
cias bien distantes, la adopción de una solución resultó imposible. Sin
embargo tuvo bastante divulgación por la prensa estadounidense la
fórmula que el comandante Fidel Castro le propuso al representante
liberal Manuel de J. León Ramírez. La propuesta, oculta por un tiempo,
fue develada por el periodista de The New York Times, Homer Bigart, y
establecía los siguientes puntos:
Retirada de todas las tropas del gobierno del territorio oriental,
dejando su equipo íntegro para que fuera usado por el M-26-7.
Celebración de unas elecciones generales presididas por el mismo
Batista, pero con la supervisión de la OEA.17
Debemos señalar que sectores de la emigración revolucionaria mani-
festaron sus reservas sobre si la propuesta divulgada por la prensa esta-
dounidense era en realidad cierta. Para algunos militantes revolucionarios
era inaceptable permitir que Batista convocase a unas elecciones desde
el poder. Mario Llerena, responsable del Comité del Exilio del M-26-7,
declaró que Bigart «no hablaba bien español y no había entendido a
Castro. El Movimiento 26 de Julio jamás irá a un entendimiento y mu-
cho menos a elecciones, mientras el presidente Batista permanezca en
el poder». Llerena, refiriéndose a Fidel, señaló que el líder rebelde «no
hacía nunca declaraciones públicas o privadas de ningún tipo sin con-
sultar antes a la dirección nacional de la organización».18
Pero lo cierto fue que el plan divulgado no partió de declaraciones
públicas del M-26-7 ni de conversaciones oficiales. Tan solo fue una
información que trascendió de un contacto extraoficial donde se mane-

17
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 9 de marzo de 1958, p. 83.
18
Ídem.

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jaron propuestas todavía muy primarias. Lo que llama la atención es la
manipulación de que fue objeto la noticia, que pudo dañar la imagen del
M-26-7 en el exilio. En realidad, la dirección revolucionaria no tenía
que comprometerse con noticias sensacionalistas sino solamente con
posiciones oficiales estudiadas a fondo por todos los factores que
actuaban dentro de la revolución.
De cualquier manera, en el supuesto de que extraoficialmente se hu-
biesen considerado algunos de los elementos de la fórmula que llevó el
representante León Ramírez, el plan no era conclusivo y además conte-
nía elementos incompatibles entre sí. A esas alturas no era posible un
entendimiento entre la dictadura y la revolución, que le había salido al
paso. El conflicto se había polarizado completamente. Por otra parte,
hay que considerar que todavía en la provincia de Oriente se mantenía
la censura de prensa y era muy difícil para la dirección del movimiento

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
guerrillero dar a conocer a fondo todas sus consideraciones en torno a
la visita del representante León Ramírez. Para mitigar esa desventaja la
emigración revolucionaria se encargó de precisar algunos aspectos des-
pejando las dudas que pudieran surgir. En informe expedido por René
Ray a Fidel Castro desde Nueva York se planteaba que había sido pre-
ciso dar a conocer en los periódicos en español de la emigración revolu-
cionaria las siguientes declaraciones:
La dirección del Movimiento de Resistencia Cívica de Cuba consi-
dera que las declaraciones que en el New York Times se atribuyen a
Fidel Castro se ha cometido un error, quizás debido a la dificultad
de traducción, toda vez que el Jefe del M-26-7 mantiene inque-
brantable actitud de no entrar en pactos con el gobierno de Batista.
Un delegado de la Dirección Nacional, llegado anoche a Nueva
York, después de obtener datos directos del cuartel General de
Castro, declaró que Castro le expuso claramente al representante
Manuel de Jesús León Ramírez que para acceder a la celebración
de elecciones, a más de la fiscalización de la OEA [Organización
de Estados Americanos] era indispensable que Batista abandonara
la presidencia, que sería ocupada por el Presidente provisional, acep-
tado por todos los sectores y que su candidato para dicho cargo
continuaba siendo el doctor Manuel Urrutia.19

19
Francisco Pividal Padrón: El Movimiento 26 de Julio en Venezuela y quienes lo apoyaron, Universi-
dad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, 1996, pp. 47-48.

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De esta manera, la emigración revolucionaria contuvo el efecto per-
judicial que la noticia divulgada por Bigart había tenido en el exilio
cubano y contribuyó a establecer ante la opinión pública los pasos pre-
cisos para arribar a una salida negociada. Además, llamó la atención
sobre la manera colectiva en que el M-26-7 discutía las propuestas de
solución pacífica.

La paz como paso previo

Por otro lado, en medio de los trajines de los partidos tradicionales, una
nueva alternativa reformista cobró fuerza. De nuevo, ante el cuadro
desolador que ofrecían los partidos políticos, las instituciones cívicas se
erigían en soporte de propuestas algo más realistas. Defensoras en últi-
ma instancia de los intereses de la burguesía y pequeña burguesía, esta-
ban conscientes de que los partidos tradicionales habían dejado de
constituir canales efectivos para promover soluciones a la crisis política
nacional. En un manifiesto que dirigieron al país el 17 de febrero de
1958 plantearon:
Los problemas que conturban a la ciudadanía no son ya asuntos de
gobierno y oposición que pueden resolverse por los medios usuales
y normales de la política. Están en juego cuestiones fundamenta-
les, que afectan a la integridad de la nación e interesan por igual a
todas las clases del país, reclamando la unión de todas ellas para
arribar a soluciones que restauren la paz y el imperio pleno de la
Constitución y las leyes.20
Sabían que la República enfrentaba el desafío de cambios traumáticos
para los que no tenía respuestas satisfactorias, lo mismo si se tratara de
una prolongada contienda civil, de un estado de represión generalizada,
un eventual desplome del gobierno, o más que todo del establecimiento
de un gobierno de tendencia radical conformado por jóvenes sin una
trayectoria que los vinculase a las instituciones constitutivas de la Re-
pública dependiente cubana. La sociedad civil había entrado a salva-
guardar el orden republicano, la propuesta era: «Actualmente el Conjunto
de Instituciones Cívicas considera que no puede celebrarse el evento

20
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 23 de febrero de 1958, p. 5.

262

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electoral convocado, porque éste tiene que ser la última etapa de un
proceso claro y definido que restablezca la paz ciudadana».21
De nuevo, como en los tiempos buenos de la SAR, las instituciones
cívicas hacían un llamado a la juventud revolucionaria para que contu-
viese su ímpetu rebelde que podía atentar contra los pilares de la Repú-
blica nacida en 1902:
Finalmente, para impedir que Cuba se destruya por el irrefrenable
avance de la violencia, dirige un cálido llamamiento a todos los
hombres y mujeres de Cuba, a fin de que, unidos en un propósito
común y de hondo sentido patrio, luchemos sin tregua hasta lograr
que el país emerja del caos en que vive y que las grandes mayorías
ciudadanas decidan el destino histórico de la nación.22
Es que en realidad, aunque pudiese resultar duro a los diseñadores de

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
alternativas reformistas de las instituciones cívicas, para salir de la larga
noche de la dictadura era necesario plantearse una lucha sin tregua uti-
lizando la violencia revolucionaria.
La SAR, por su parte, aunque había dejado de encarnar el rol prota-
gónico de mediados de los años 50, hizo otras declaraciones dirigidas a
reforzar la tesis de las instituciones cívicas: «A la proposición de “elec-
ciones para ir a la paz” oponemos la de “lograr la paz para concurrir a
las elecciones” y dar comienzo a la gran tarea de reestructurar la vida
democrática de la nación».23
En otras declaraciones de la SAR, dos días después se planteaba: «La
situación de violencia que vive la nación no resulta congruente con la
convocatoria a elecciones».24
No obstante, atendiendo al clamor de paz del conjunto de sectores
políticos y sociales, el líder del Movimiento 26 de Julio, Fidel Castro
Ruz, se manifestó públicamente por medio de una carta que dirigió a
José Pardo Llada, el 28 de febrero de 1958. El jefe rebelde, preocupado
siempre por dejar claro que la guerra es el último recurso lícito al que se
debe apelar, tal y como lo hizo también Martí, propuso una fórmula
oportuna:

21
Ibíd., p. 6.
22
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 23 de febrero de 1958, p. 6.
23
El Mundo, 20 de febrero de 1958, en Recortes varios no. 38, Biblioteca Nacional José Martí,
p. 88.
24
Diario de las Américas, 22 de febrero de 1958, en Recortes varios no. 38, Biblioteca Nacional José
Martí, p. 90.

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Nuestra primera condición de paz es que se permita a los periodis-
tas cubanos venir a la Sierra Maestra. La paz debe ir precedida de
la verdad; el derecho de la prensa a informarla y el derecho del
pueblo a conocerla [...]. La dictadura tiene la palabra. Que se diga
ante el pueblo y sus propios soldados, que son los que en definitiva
están luchando y están muriendo, si le interesa o no la existencia de
condiciones que conlleven a una solución decorosa para todos los
cubanos. Nosotros hablaremos de modo que nuestro pensamiento
no puede ser tergiversado en ningún sentido.25
Esta vez había que preparar condiciones para que no tuviese lugar
una manipulación propagandística como sucedió cuando la visita de
León Ramírez a la Sierra Maestra.
Fidel había retado al gobierno a demostrar si el restablecimiento de
las garantías constitucionales y el levantamiento de la censura de pren-
sa formaban parte de un proceso dirigido a consolidar una paz duradera
para todos los cubanos o eran tan solo medidas encaminadas a posibili-
tar otra maniobra para dilatar la solución a la crisis nacional, ganar tiem-
po y favorecer solo a aquellos que lo acompañasen en su farsa electoral.
De nuevo la dictadura quedó al desnudo; no hubo respuestas para la
propuesta de Fidel Castro.
La ola represiva de la dictadura no se detuvo ni con la formal aproba-
ción de las garantías constitucionales. Las resoluciones del Tribunal
Supremo de Justicia favorables al recurso de hábeas corpus eran desco-
nocidas por la fuerza pública. Todo ello produjo una denuncia de nueve
magistrados y dos jueces a la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo el
6 de marzo: «Los jueces son interferidos en sus funciones por la fuerza
pública y privándoles de los medios indispensables para el ejercicio de
su ministerio. Este estado de cosas presenta al Poder Judicial de la Re-
pública ante la nación, como un organismo debilitado o deprimido».26
El 12 de marzo se da a conocer un auto de procesamiento y prisión
dictado por el juez especial Juan Francisco Alaban Trelles que excluía
de fianza al comandante Esteban Ventura Novo y al teniente de Navío
Julio Laurent Rodríguez procesados por desapariciones y crímenes co-
metidos. Posteriormente serían indultados por la dictadura que pasó la
causa a los tribunales militares.27

25
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 9 de marzo de 1958, p. 77.
26
José M. Cuesta Braniella: Ob. cit. (en n. 5), pp. 224-225.
27
Ídem.

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La tiranía lo había apostado todo a barrer con la oposición que se
negara a transigir con sus fórmulas fraudulentas y mezquinas. No hubo
resquicio siquiera a otras propuestas de funcionarios batistianos que,
aunque apoyaban al régimen castrense, buscaban producir fisuras en la
oposición de los partidos tradicionales. Tal fue el caso de la fórmula que
el embajador cubano en Venezuela, Antonio Iraizos, sugirió a Batista
por medio de una carta a Rafael Guás Inclán:
Mi idea es que se busque un puente, un puente decoroso para todos,
a ver si es posible si el proceso electoral sirva de algo, al menos, para
atraer a la lucha cívica una parte de los grupos insurreccionales
[...].
El plan sería este: Por medio de una persona autorizada por usted,
acercarnos a Guillermo Alonso Pujols y José Raimundo Andreu a

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
los fines de formar una Comisión Cubana Pacificadora que estaría
integrada por elementos de ambos bandos. [...] Surgirían dos ideas
del campo adversario: el aplazamiento de las elecciones y la amnis-
tía. De antemano se puede ofrecer el tiempo mínimo para que ellos
se organicen y presenten su candidatura. Y como no conviene de
pronto conceder amnistía, si no hay una contrapartida de la oposición
para excluir toda actividad subversiva, que se permitiera el regreso
a Cuba para actuar en política a todo el que contrajera el compro-
miso con esa Comisión Pacificadora de regresar absteniéndose de
cualquier labor terrorista [...] figúrome lograría el quebrantamiento
de los insurreccionales.28
En la solución sugerida, Iraizos se propuso para establecer los contac-
tos con Alonso Pujols y Andreu. La fórmula se parecía un tanto a la apli-
cada por Welles en la mediación de 1933 que produjo la disolución de la
Junta Revolucionaria de Nueva York aunque con el sello de la dictadura
batistiana puesto en la farsa electoral. De cualquier manera el régimen no
quiso arriesgar nada, la propuesta fue engavetada por los tanquistas.

La fórmula de la Iglesia católica y el fin de una etapa

Mientras los partidos políticos y las instituciones cívicas hacían un


último esfuerzo por evitar ser atrapados en la maniobra electoral de la
28
Archivo Nacional de Cuba: Fondo Donativos y Remisiones, caja 756, no. 5.

265

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dictadura, surgía otra nueva alternativa reformista auspiciada por la Igle-
sia católica.
El 25 de febrero en el Palacio Cardinicio se reunieron los obispos
cubanos en presencia del nuncio apostólico de Cuba, monseñor Luis
Centoz. Se debatió en torno a una exhortación al pueblo de manera
que se le pusiera fin al estado de violencia reinante en el país. El acuer-
do no se obtuvo fácilmente, según trascendió a la prensa, los obispos de
Cienfuegos y Camagüey pusieron ciertas objeciones. De cualquier ma-
nera al final se concertó un entendimiento que permitió la adopción del
documento «Exhortación del Episcopado» en el que se podía leer:
Exhortamos a todos los que hoy militan en campos antagónicos, a
que cesen en el uso de la violencia, y a que, puestos los ojos única
y exclusivamente en el bien común, busquen cuanto antes las solu-
ciones eficaces que puedan traer de nuevo a nuestra patria la paz
material y moral que tanta falta le hace. A ese fin, no dudamos que
quienes de veras amen a Cuba, sabrán acreditarse ante Dios y ante
la historia, no negándose a ningún sacrificio, a fin de lograr el esta-
blecimiento de un gobierno de unión nacional, que pudiera prepa-
rar el retorno de nuestra patria a una vida política pacífica y normal.29
La dictadura comprendió de inmediato que la divulgación de ese do-
cumento podía complicar sus propósitos de fraguar la componenda elec-
toral de ese año y procuró ocultarlo. A esos fines, aunque no regía la
censura de prensa, Evangelina de la Llera, coordinadora de los censo-
res, solicitó la omisión del texto pastoral. En apoyo de la señora
Evangelina vinieron después el doctor Navarro, jefe de Despacho de
la Presidencia y Andrés Domingo Morales del Castillo, secretario de la Presi-
dencia. Pero fueron inútiles los esfuerzos, la United Press y la Associated
Press ya habían divulgado la información y The New York Times poseía el
documento. Incluso, en reunión del Consejo de Ministros celebrada en
el Palacio Presidencial se valoró la posibilidad de establecer la censura
de prensa nuevamente, pero el hecho de que la noticia estuviese circu-
lando impidió que se adoptase tal medida.
Estos esfuerzos de los máximos personeros de la dictadura evidencian
que realmente nunca tuvieron interés de propiciar una apertura democrá-
tica en el país. Las presiones que había dirigido el Departamento de Esta-
do estadounidense al régimen castrense para que este produjera un
29
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 9 de marzo de 1958, p. 71.

266

12 Jorge Renato.pmd 266 15/06/2009, 20:06


entendimiento nacional no sirvieron de nada, Batista pretendía engañar
a los cerebros fríos del Departamento, quienes no conocían a fondo la
problemática política cubana, con el proyecto electoral propuesto para
el año en curso. El hecho de que por distintas vías la propuesta comicial
fuese cuestionada ponía a Batista en una situación embarazosa. En cuan-
to al documento producido por el episcopado cubano, el régimen tenía
razones para sentirse alarmado: en Venezuela y Colombia documentos
hechos circular por la Iglesia católica habían facilitado el derrocamiento
de los tiranos Pérez Jiménez y Rojas Pinillas, respectivamente.
Algunos periodistas en contubernio con la dictadura sugirieron una
fórmula cómoda para los intereses del régimen castrense. El Diario de la
Marina y Crisol dieron a entender que, considerando que en el gabinete
gubernamental había crisis, se podía aprovechar para hacer los nuevos
nombramientos. Pero Humberto Mediano, de Prensa Libre, se encargó

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
de poner al descubierto las aviesas intenciones de sus colegas tramita-
dos: «Pretender que toda esa majestuosa estructura [...] se haya erigido
para sostener el chícharo nauseabundo de un gabinetico de concentra-
ción “ahora que el señor presidente va a nombrar a los nuevos minis-
tros” es prostituir y abaratar el noble gesto episcopal».30
No obstante, aunque la exhortación de la Iglesia católica tenía a su
favor que negaba la fórmula electoral del régimen, debemos significar
que la propuesta que contenía no era viable en el terreno político.
Porque, ¿cómo hacer converger a los dos polos radicalmente opuestos
del conflicto cubano –la dictadura y la revolución– en un mismo gobier-
no? ¿En qué situación quedarían Batista y sus oficiales asesinos? ¿Cuál
era el proceso que debía preceder a la conformación de ese soñado go-
bierno de unidad nacional? Si los políticos tradicionales no habían podi-
do armar ese rompecabezas, ¿se podía esperar que los obispos dedicados
a su sacerdocio dieran con la fórmula mágica?
A pesar de ello, el llamado eclesiástico produjo entusiasmo y regocijo
entre todos aquellos que recelaban de la farsa electoral. La repercusión
nacional e internacional de la convocatoria fue importante. A su favor
se pronunciaron: Acción Católica Cubana, la Universidad Católica de
Santo Tomás de Villanueva, la Agrupación Católica Universitaria, los
Caballeros de Colón, las juventudes masculina y femenina de Acción
Católica, las asociaciones de confesión a lo largo de la Isla y la Asocia-
ción de Católicas Cubanas. Entre los partidos políticos se mostraron

30
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 9 de marzo de 1958, p. 79.

267

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favorables el PPL, el PNR y el MLR, con la sola excepción del PRC (A)
de Grau San Martín, quien se aferró a su estrategia política de «la unión
nacional tiene que salir del pueblo a través de las urnas, que es la única
vía democrática».
Pero a la exhortación católica le faltaba el detalle más importante. Al
respecto se pronunció la Ortodoxia Histórica desde Miami, por inter-
medio de Roberto Agramonte. La única manera de hacer viable un go-
bierno coherente producto de presuntas negociaciones era acabar con
el régimen dictatorial porque de otra manera la violencia revolucionaria
daría cuenta de él:
Solamente la renuncia plena del actual gobierno, empezando por
su cabeza más visible, podrá franquear esa legítima solución que la
oposición propugna y la Iglesia señala con dedo responsable. Si la dicta-
dura no resigna a tiempo sus poderes, la salida necesaria se abrirá
camino por otras vías y habrá más sangre, más dolor y más caos en
nuestra patria. Eso es lo que ha querido evitar el Episcopado. Re-
flexionen los usurpadores en su responsabilidad y en su segura rui-
na si no escuchan a tiempo la voz de la verdad.31
Posteriormente sucedieron más adhesiones al reclamo eclesiástico,
incluyendo algunas agrupaciones que formaban parte del conjunto de
instituciones cívicas.32 Lo más importante de ese proceso es que fue
desmentida ante el mundo la afirmación de Batista de que todos los
cubanos ansiaban participar en las elecciones. La reacción oficial, aun-
que algo demorada, se hizo presente: Batista no veía otra solución que
las urnas, en la forma unilateral establecida por su gobierno.
Cuando parecía que bastaba solo con las palabras del jerarca del
marcismo33 para aniquilar la propuesta de la Iglesia católica, surgió en-
tonces la llamada Comisión de Concordia, que tuvo la responsabilidad
de instrumentar en el terreno político los postulados de la convocatoria
católica.
31
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 9 de marzo de 1958, p. 79.
32
Entre las instituciones cívicas que se adhirieron a la gestión de la Iglesia católica podemos
señalar al bloque de instituciones cívicas de Camagüey, la Universidad de Oriente, los Caballe-
ros de Colón, la Federación de Escuelas Privadas, la Federación de Maestros Católicos, la
Federación de Artes y Oficios, el Colegio Estomatológico y todo el profesorado de Santiago de
Cuba que incluía la segunda enseñanza, escuelas normales, de Artes Plásticas, de Artes y
Oficios, del Hogar y de Periodismo.
33
Así le llamaba la prensa a los personeros del golpe del 10 de Marzo.

268

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El 6 de marzo en el Palacio Cardinicio se nombraron los miembros de la
Comisión de Concordia, que integraban dos ex presidentes, Raúl de
Cárdenas y Gustavo Cuervo Rubio, el banquero Víctor Pedroso y el
presbítero Pastor González. A la comisión se le asignó la tarea de esta-
blecer contactos con el gobierno y los sectores de la oposición, incluido
el movimiento guerrillero. La intranquilidad en las filas gubernamenta-
les por conocer en qué consistía el gobierno de unión nacional que pro-
puso la alta jerarquía eclesiástica motivó un comentario poco favorable
al régimen marxista de monseñor Pérez Serantes, arzobispo de Santiago
de Cuba: «Yo creo que el documento está bastante claro [...]. Un gobier-
no de unión nacional debería ser un gobierno distinto. Tendría que ser
un nuevo gobierno. [...] Creo que está dicho todo».34
De lo planteado por Pérez Serantes se podía interpretar que en un
nuevo gobierno Batista no estaría presente. Pero faltó determinación y

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
el propio dictador se dio el lujo de recibir en Palacio a la Comisión de
Concordia por dos horas, después de las cuales no se llegó a nada con-
creto. Tenía lugar una de las tantas maniobras dilatorias del régimen
para desviar la atención de la opinión pública.
La Comisión de Concordia luego se entrevistó con distintos líderes
políticos que en general acogieron la iniciativa y propusieron la adop-
ción de medidas como el establecimiento de garantías genuinas, la am-
nistía política y el regreso de los exiliados. En ello convergían el PNR, el
MLR, el PPL y el PRC (A), este último difería en cuanto a la solución de
un gobierno de unidad pues según Grau se debía aplicar el artículo de la
Constitución que confiaba la regencia del país al magistrado más anti-
guo para viabilizar una consulta electoral nacional. Los partidos absten-
cionistas que contaban con sus líderes en el extranjero y colaboraban
con el movimiento revolucionario, se limitaron tan solo a exigir la re-
nuncia de Batista como condición primordial. En ese sentido se pro-
nunciaron Tony Varona, Carlos Prío del PRC (A) y el PPC (O) (Partido
del Pueblo Cubano [Ortodoxo]) histórico. Otras figuras, por su parte, se
manifestaron completamente en contra de la gestión: Mario Llerena,
que dirigía el Comité del Exilio del M-26-7, y Elvira Díaz, de la Federa-
ción Estudiantil Universitaria. Según Llerena: «En el extranjero somos
opuestos a ese contacto y la masa del movimiento es también adversa.
Creemos que la caída de Batista está a las puertas».35
34
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 16 de marzo de 1958, p. 5.
35
Ídem.

269

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Pero como los cautelosos miembros de la Comisión de Concordia no
se atrevían a solicitar el cese de la dictadura, un cablegrama de Guillermo
Alonso Pujols a Batista le hizo más explícito al dictador la demanda de
los sectores abstencionistas:
Con el ánimo atormentado por las inmensas desgracias que abaten
a la República y la certidumbre que tengo de que la paz depende
fundamentalmente de su personal decisión, me dirijo a usted con
el respeto que su alta magistratura inspira, para decirle que su re-
nuncia a la Jefatura del Estado es condición indeclinable al cese de
la violencia y a la instauración de la concordia.36
Encontrándose la Comisión de Concordia a la espera de la respuesta
de Fidel Castro para sostener una entrevista en plena Sierra Maestra,
llegó una carta del comandante guerrillero estableciendo las definicio-
nes cruciales que los demás políticos no habían establecido:
Que el episcopado debe definir qué se entiende por «Gobierno de
Unión Nacional».
Que la alta jerarquía eclesiástica debe aclarar al país si considera
posible que algún cubano digno y que se respete a sí mismo, esté
dispuesto a sentarse en un Consejo de Ministros presidido por
Fulgencio Batista.
Que esta falta de definición por parte del Episcopado está dando
lugar a que la dictadura trate de canalizar su gestión hacia una
componenda entreguista y contrarrevolucionaria.
Que, en consecuencia, el Movimiento 26 de Julio rechaza de plano
todo contacto con la Comisión de Conciliación.
Que al Movimiento 26 de Julio solo le interesa exponer su pensa-
miento al pueblo de Cuba, y reitera, por tanto, sus deseos de hacer-
lo ante una comisión de representantes de la prensa nacional.
Que habiendo transcurrido una semana de nuestro emplazamiento
público sin que la misma [...] haya dado respuesta alguna fijamos
de plazo hasta el 11 del corriente [marzo], para que el tirano diga
sin más dilación ni rejuego, si permite o no el tránsito de los perio-
distas por el territorio que dominan sus tropas.

36
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 16 de marzo de 1958, p. 6.

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Que vencido ese plazo, el Movimiento 26 de Julio hará un pronun-
ciamiento definitivo al país, lanzando las consignas finales de lucha.
Que a partir de este instante, el pueblo de Cuba entero debe estar
alerta y poner en tensión todas sus fuerzas.
Las cadenas están al romperse.37
La dictadura no podía resistir ni el cuestionamiento a sus propósitos
continuistas por alternativas reformistas y mucho menos una operación
verdad que desde la Sierra Maestra pusiese al desnudo los sofismas del
régimen castrense. Las declaraciones del nuevo primer ministro del go-
bierno, Emilio Núñez Portuondo, en abierta burla al episcopado nacio-
nal y al conjunto de la oposición, establecieron que la prédica de
«Gobierno de Unidad Nacional» estaba plasmada en el gabinete que
presidía, y con todo cinismo consideraba que dicho gabinete estaba «fir-

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
memente interesado en unir a la familia y despejar los odios».38
Así las cosas, la Comisión de Concordia dio por cancelada su gestión.
Por su parte la convocatoria del movimiento guerrillero a permitir el
acceso de la prensa nacional tuvo oídos sordos en el régimen castrense.
Una operación verdad que pusiese al descubierto los propósitos
continuistas de la dictadura con su farsa electoral y que permitiese la
exposición diáfana de los reclamos del movimiento revolucionario no
podía ser admitida por Batista. El plazo dado por Fidel a cumplirse el
11 de marzo se agotó, por eso el 12 de marzo se hizo circular el mani-
fiesto de los 21 puntos con las consignas finales de lucha llamando a
una huelga general revolucionaria. Esta vez se convocaba nuevamente
a los sectores reformistas integrados a las instituciones cívicas a apoyar
políticamente al movimiento revolucionario. La alternativa revolucio-
naria sumaba amplios sectores que anteriormente habían adoptado po-
siciones mediacionistas. Los reformistas, hostigados y reprimidos por
la dictadura y convocados a cooperar con la revolución, debían abando-
nar progresivamente sus posturas moderadas de otros momentos. La
paz no era posible con Batista ensangrentando el país. Solo quedarían
en el triste escenario de las componendas políticas los partidos que se
habían comprometido con los comicios convocados por el régimen cas-
trense. En el Plan de Organización y Desarrollo de la Huelga General

37
Sección «En Cuba», Bohemia, La Habana, 16 de marzo de 1958, p. 7.
38
Bohemia, La Habana, 16 de marzo de 1958, p. 76.

271

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Revolucionaria del 9 de Abril se señalaba que los dirigentes y demás
militantes de la Resistencia Cívica debían mantener estrecha vincula-
ción con los dirigentes de las instituciones cubanas en las distintas loca-
lidades, con vistas a que respaldaran y participaran en el movimiento de
huelga y que suscribieran un manifiesto llamando a la ciudadanía a su-
marse a la misma.39
Sin embargo, cabe destacar que las instituciones cívicas nunca llega-
ron a asumir una postura completamente beligerante en el conflicto
aunque determinadas personas sí lo hicieron.
Una vez convocado el país a las consignas finales de lucha, Batista
comprendió que no tenía margen para entretener a la opinión pública
con maniobras políticas. Mediante el decreto presidencial 647 de 12 de
marzo de 1958, suspendió las garantías constitucionales y por medio de la
resolución 307 estableció la censura de prensa.
El terreno estaba listo para producir la batalla final contra la dictadu-
ra. Las condiciones eran favorables para que las instituciones cubanas
se pronunciaran en público a favor de la destitución del gobierno, lo que
anteriormente no habían hecho. Ahora la situación era más clara para
todos y el M-26-7, en circular interior firmada por Marcelo Fernández
Font, indicaba que el Movimiento de Resistencia Cívica debía «actuar
cerca de las instituciones cívicas, nacionales y locales, para que estas
publiquen manifiestos al país en que pida la renuncia del dictador».40
Por ello, las instituciones cívicas dieron su último paso en la historia
cubana. Tajantes en cuanto a la solución política que requería el país
pero tímidas todavía en cuanto al método de lucha a que se debía acu-
dir. En manifiesto del 15 de marzo plantearon:
Consciente de que la nación se halla en trance de perecer demanda
hoy de modo sereno el cese del régimen actual porque ha sido inca-
paz de realizar la normal función de gobierno de cumplir los altos
fines del Estado. Al solicitar la cesación del régimen [...], ha medi-
do el alcance de su demanda determinada fundamentalmente por
el instinto de conservación social y pretende contribuir de ese modo
al restablecimiento de la paz al remover la única causa que hace
imposible ya el entendimiento civilizado [...]. Consciente de que
carece de fuerzas para desplazar al régimen por la violencia convo-

39
José M. Cuesta Braniella: Ob. cit. (en n. 5), p. 231.
40
Ibíd., pp. 223-224.

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ca a toda la ciudadanía para que estrechamente unida resista a la
opresión ejerciendo los derechos que la Constitución otorga al hom-
bre libre.41
Nosotros consideramos que esta valoración del conjunto de las insti-
tuciones cubanas expresa la insatisfacción de importantes sectores de la
burguesía y la pequeña burguesía con la manera en que se conducían los
asuntos de la República. A tal punto que estas clases sociales conside-
raban que su pronunciamiento estaba determinado «por el instinto de
conservación social». Luego se vuelve a plantear la problemática de los
Estados que bajo determinadas condiciones se divorcian de los intere-
ses de las clases dominantes para imponer ventajas a sus intereses pro-
pios. En ese caso, las tesis sobre la autonomía relativa del Estado de la
socióloga Theda Skocpol son aplicables también al caso cubano. Skocpol
indica que los Estados competían necesariamente y hasta cierto grado

JORGE RENATO IBARRA GUITART / Enero-marzo de 1958: Un trimestre de definiciones en la historia de Cuba
con las clases dominantes no solo en la designación de recursos de la
economía. Hay otra serie de esferas donde se producen discrepancias al
interior del Estado que dan paso a contradicciones capaces de favore-
cer las condiciones a las revoluciones sociales: «Las crisis políticas que
han lanzado las revoluciones sociales no han sido todas ellas reflejos
epifenoménicos de tensiones sociales o contradicciones de clases. An-
tes bien, han sido expresiones directas de contradicciones centradas en
las estructuras de los Estados del antiguo régimen».42
Esta apreciación de Skocpol la podemos complementar con la tesis
de Gramsci respecto al rol que juega la sociedad civil burguesa. El pen-
sador italiano entendía que la causa fundamental de la pervivencia del
Estado capitalista radicaba en la complejidad y la fortaleza de su socie-
dad civil.43 En la Cuba de los años 50 no se crearon las condiciones para
que las alternativas reformistas que defendían el conjunto de las insti-
tuciones cívicas como representantes de la sociedad civil cubana, los
partidos tradicionales y la Iglesia católica fuesen tenidas en cuenta. La
línea más sólida de defensa de la burguesía recibió el duro golpe de una
dictadura embriagada de poder.

41
Ibíd., p. 229.
42
Theda Skocpol: Los Estados y las revoluciones sociales, Fondo de Cultura Económica, México,
1984, pp. 60-62.
43
Jorge Luis Acanda: Sociedad civil y hegemonía, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura
Cubana Juan Marinello, La Habana, 2002, p. 257.

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A manera de conclusiones podemos decir que el trimestre de enero a
marzo de 1958 resultó decisivo porque prácticamente cerró el episodio
de disputas que en el plano de una muy escasa legalidad tuvo lugar
entre el Estado dictatorial y los representativos de la oposición oficial.
Con posterioridad vendrían la Huelga del 9 de Abril, la victoriosa ofen-
siva revolucionaria del verano de 1958 y un último intento raquítico de
facilitarle una salida favorable a Batista en las elecciones de 1958. He-
chos tras los cuales se abrió el camino al avance triunfal de las fuerzas
rebeldes que no pararon hasta la toma del poder político en enero de 1959.

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RUTH No. 3/2009, pp. 275-301

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ*

Articulación del primer gabinete


revolucionario**

La inquietud entre los ministros interesados en que el Gobierno Revolucionario cumpliera


rápidamente las promesas de transformación que animaron la insurrección cubana, llevó a
varios de los ministros veintiseístas a determinar a Fidel Castro a integrarse, el 16 de febrero
de 1959, al gabinete en calidad de primer ministro, con un cambio fundamental: sería el jefe
político del Gobierno Revolucionario, dejó de representar la política general del Gobierno para
pasar a dirigir la política general del gobierno. En verdad, la solución fue radical en su
contenido, al traspasar al primer ministro la autoridad material por la ejecutoria del Gobier-
no Revolucionario.

El desenvolvimiento del Gobierno Revolucionario se desencadena a


partir de la noche del 1ro. de enero de 1959 cuando el doctor Manuel
Urrutia Lleó juramenta su cargo de Presidente Provisional de la Repú-
blica ante el pueblo congregado en el parque Céspedes de la ciudad de
Santiago de Cuba, convertida de facto, por decreto verbal, en capital
provisional del país.
El doctor Manuel Urrutia Lleó era un magistrado desconocido para
el país hasta que en mayo de 1957 emergió públicamente con un voto
particular en el juicio político más importante del año, el de la Causa
62 de 1956 del Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba, por los
hechos relacionados con el reinicio de la insurrección armada del Movi-
miento 26 de Julio: el alzamiento armado del 30 de Noviembre y el desem-
barco del Granma. El doctor Urrutia era casi desconocido en la propia
* (Cuba, 1967). Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor y presidente de la Cátedra de Estudios
Históricos del Estado y el Derecho en la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba. Es autor
de Un insurreccional en dos épocas, con Antonio Guiteras y con Fidel Castro, Todos los viernes hay
horca… Martí y la pena de muerte en Estados Unidos, y coautor de Cuba y Puerto Rico: a cien años del
desastre y Otros pasos del Gobierno Revolucionario cubano.
** Versión de la conferencia ofrecida en el Club Martiano Faustino Pérez Hernández, Anfiteatro
Sanguily de la Universidad de La Habana, 17 de marzo de 2006.

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judicatura cubana, al no brillar ni por los cargos y puestos que ocupó ni
por su producción intelectual en el campo de la dogmática jurídica o en
la jurisprudencia misma. Fue juez municipal en puntos distantes o se-
cundarios de la República: Jiguaní, Los Arabos, Limonar y Cienfuegos,
hasta ser promovido a magistrado de la Audiencia de Oriente, cargo
que desempeñó entre 1949 y 1957.
No he hallado una sola sentencia suya digna de figurar por su enjun-
dia o renovación en una antología cubana de la cultura jurisprudencial.
En una judicatura que se caracterizó por su amplia producción edito-
rial, apenas produjo un folleto, La permanencia y el comprador de la finca
arrendada,1 analítico del Decreto 804 de 1944.
Al momento de trascender políticamente, comenzaba a presidir el
Tribunal de Urgencia de la Audiencia de Santiago de Cuba. Tomando
por sorpresa a sus propios compañeros del Tribunal de Urgencia, me-
diante la emisión jurisprudencial de su opinión a través de un voto par-
ticular, el doctor Urrutia legitimó la insurrección en Cuba, al reconocer
el derecho de resistencia que le asistía a los revolucionarios frente a la
tiranía política reinante. Ese fue su pasaporte histórico: una enormidad
simbólica, en un momento crítico de la historia nacional.
En la noche del 1ro. de enero era de un valor extraordinario que el
doctor Urrutia jurara su cargo ante el pueblo de Santiago de Cuba, el
que levantado en armas en 1953 debió aclamar a un presidente provi-
sional que encabezaría un Gobierno Revolucionario con la misión de
ejecutar el programa de los asaltantes del cuartel Moncada. Por aquellos
acontecimientos, en calidad de presidente del Tribunal de Urgencia, el
doctor Urrutia instruyó de cargos a Fidel Castro y sus compañeros por
atentar contra los poderes del Estado; pero en enero de 1959 llegaba de
la mano del líder rebelde a jurar como el nuevo primer magistrado de la
nación, por el mérito de haber proclamado su apego a la tradición libe-
ral y constitucional cubana de reconocer la legitimidad de la rebeldía en
situaciones de vulneración del régimen de garantías y derechos funda-
mentales.
De inmediato y en las horas siguientes a su juramentación, el Presiden-
te hizo designaciones en los más importantes mandos militares de la Repú-
blica. Anunció pública y formalmente que con anterioridad designó al
1
Sobre el mismo tema publicó en 1948 un artículo brevísimo en la revista Repertorio Judicial: «El
Decreto 804 de 1944 y el artículo 1571 del Código Civil». En la misma revista, un año antes,
publicó el artículo «Miguel Agramonte y Álvarez».

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comandante en jefe del Ejército Rebelde, doctor Fidel Castro Ruz, como
su delegado en los institutos armados del país, a la vez que comandante
en jefe de las Fuerzas de Mar, Aire y Tierra de la República; al hasta
entonces jefe del Regimiento no. 1 «Antonio Maceo» con asiento en el
cuartel Moncada, coronel José Rego Rubido, jefe del Estado Mayor del
Ejército; al capitán de la fragata Antonio Maceo, Gaspar Brooks, jefe de
la Marina de Guerra; y al comandante del Ejército Rebelde Efigenio
Ameijeiras Delgado, jefe de la Policía Nacional Revolucionaria.
Paralelamente, designó como presidente del Tribunal Supremo de
Justicia al doctor Emilio Menéndez y Menéndez y como Fiscal del mis-
mo órgano, al doctor Felipe L. Luaces Sebrango.
En las 48 horas siguientes al acto, el presidente permaneció, en lo
esencial, en la casa de unos amigos, la familia Mari Nasser, en el núme-
ro 1303 de la calle Aguilera, que por ese simple hecho se convirtió en
un lugar significativo, porque allí atendió los primeros asuntos de go-
bierno, incluyendo el reconocimiento de facto que la Junta Patriótica de
Venezuela, a través de dos enviados especiales, hizo al Gobierno Revo-
lucionario de Cuba. Pero el lugar era inapropiado para la actividad pú-
blica del presidente, además de la necesidad de no demorar más el inicio
de la constitución del Gobierno Revolucionario.
En la tarde noche del 3 de enero reunió en la Universidad de Oriente

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


a los ministros ya designados que se hallaban en la ciudad y les tomó
juramento; se produjo así la primera reunión del Consejo de Ministros.
Allí juraron sus cargos los doctores Roberto Agramonte Pichardo como
ministro de Estado; Ángel Fernández Rodríguez como ministro de Jus-
ticia; Julio Martínez Páez, titular de Salubridad y Asistencia Social;
Faustino Pérez Hernández, en el creado Ministerio de Recuperación de
Bienes Malversados; y Luis María Buch Rodríguez en calidad de minis-
tro de la Presidencia y secretario del Consejo de Ministros. De esta ma-
nera comenzó a existir un Gobierno Revolucionario integrado por un
presidente y cinco ministros, quienes solo representan el 26 % de los
miembros que integrarán el órgano.
De los ministros juramentados en Santiago de Cuba, tres fueron esco-
gidos por el presidente: Estado, Justicia y Presidencia. Dos de ellos no
tuvieron una relación orgánica con el Movimiento 26 de Julio: Roberto
Agramonte Pichardo y Ángel Fernández Rodríguez.
El doctor Agramonte Pichardo era un prominente intelectual y profe-
sor de Sociología en la Universidad de La Habana que fungió como
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candidato vicepresidencial ortodoxo a las elecciones generales de junio
de 1948 y para las elecciones de 1952, truncadas por el golpe de Estado
del 10 de Marzo, reemplazó a Eduardo Chibás –quien se suicidaría– a la
presidencia de la República. Sufrió desgaste público por sus inercias e
irresoluciones en la respuesta al golpe de Estado y a la dictadura misma.
Lamentable para él y para la ortodoxia, que de haber actuado con reso-
lución y radicalidad quizás habrían capitalizado la insurrección. Por un
extraño y no aclarado mecanismo de encuentro, reconocimiento y se-
lección, fue el primer individuo en ser nombrado ministro por el presi-
dente Urrutia. La cartera de Exteriores de lo que debió ser el Gobierno
Revolucionario en Armas le fue adjudicada en la ciudad de Nueva York
en una fecha por precisar, aunque posterior a agosto de 1958.
El doctor Ángel Fernández Rodríguez, graduado en la Escuela de Dere-
cho de la Universidad de La Habana, fungió como fiscal durante mu-
chos años, incluyendo los primeros del batistato, de la Audiencia de
Santiago de Cuba. Era amigo personal del presidente de la República.
Solo uno de los ministros escogidos por el presidente Urrutia, el doc-
tor Luis María Buch Rodríguez, ministro de la Presidencia, pertenecía al
Movimiento 26 de Julio (M-26-7), al que se incorporó en 1957 vía Mo-
vimiento de Resistencia Cívica, donde fue responsable de Relaciones
Públicas. Abogado influyente y solvente, con negocios de bienes raíces,
en su juventud perteneció a la organización insurreccional Joven Cuba.
En 1958 fungió como coordinador general del M-26-7 en el Exilio, con el
encargo de atender personalmente al candidato de la organización a la
presidencia provisional de la República, doctor Urrutia Lleó.
Los otros dos ministros juramentados, en las carteras de Salubridad y
Asistencia Social y Recuperación de Bienes Malversados, emergieron
por iniciativa del Movimiento 26 de Julio.
Aunque el 18 de diciembre de 1958 en La Rinconada, la dirección del
Movimiento 26 de Julio, a iniciativa y con el criterio influyente de su
Comandante en Jefe –ocasión en que se reservó la iniciativa para pro-
poner al doctor Urrutia a otras personalidades para ocupar varias carte-
ras ministeriales–, escogió a varios candidatos a ministros, que el
presidente aprobó en las horas siguientes, solo uno de ellos, el doctor
Julio Martínez Páez, eminente médico ortopédico y comandante del
Ejército Rebelde, juramentó en la Universidad de Oriente.
El otro cargo de ministro que se juramentó en la Universidad de Orien-
te fue el de Recuperación de Bienes Malversados, y le fue confiado al
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comandante Faustino Pérez Hernández, a quien se tenía como doctor
en Medicina, aunque en realidad no lo era, pues desde 1951 se negó a
presentar su tesis para el grado mientras el país estuviese gobernado por
camarillas corruptas o golpistas. Fue dirigente del Movimiento Nacio-
nal Revolucionario (MNR) y miembro fundador de la Dirección Nacio-
nal del Movimiento 26 de Julio; integró con el grado de capitán y como
miembro del Estado Mayor la expedición del Granma, tras lo cual pasó
a ser el coordinador del Movimiento 26 de Julio en La Habana y en el
segundo semestre de 1958 actuó como responsable de la Administra-
ción Civil de los Territorios Libres de la Sierra Maestra.
A su Consejo de Ministros el presidente comunicó varias decisiones
de extraordinario valor simbólico y material, que fueron ratificadas: ce-
sar en sus funciones a Fulgencio Batista y Zaldívar como presidente de
la República, a los representantes y senadores y disolver el Congreso
Nacional, a los gobernadores de las provincias y a los alcaldes y conce-
jales de los ayuntamientos; traspasar al Consejo de Ministros las funcio-
nes legislativas del Congreso de la República; reafirmar la vigencia de la
Constitución de 1940, introduciendo la posibilidad de hacerle modifi-
caciones para adaptarla a las circunstancias revolucionarias; designar a
Santiago de Cuba como capital provisional de la República hasta tanto
el Gobierno Provisional no se trasladara a La Habana.

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


Después de constituido el 3 de enero, aún el Gobierno Revoluciona-
rio permaneció unas 38 horas más en la ciudad de Santiago de Cuba, en
la Universidad de Oriente, sin que exista evidencia que descubra una
actividad gubernativa. Por ejemplo, el presidente no designó a ninguna
otra personalidad para integrarse al Consejo de Ministros. En aquellas
anormales y muy especiales circunstancias la limitada actuación del pre-
sidente Urrutia Lleó, quien más que actor parecía espectador en el pro-
ceso político revolucionario en consagración, acentuó la sensación de
provisionalidad de Santiago de Cuba como capital de la República. Re-
sulta ilustrativo que la casa de la familia Mari Nasser funcionara como
virtual «oficina presidencial».
La condición de Santiago de Cuba fue más simbólica que real. A ello
contribuyó la «ausencia» de Fidel, quien desde la madrugada del 2 de
enero inició una marcha motorizada sobre las ciudades del oeste, con la
mira puesta en La Habana, para consolidar el triunfo. En la misma me-
dida en que se aproximó a La Habana, que rápidamente quedó contro-
lada por las fuerzas revolucionarias y donde tenían lugar los principales
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acontecimientos políticos, se hizo innecesario que el presidente y el
Consejo de Ministros permanecieran en Santiago de Cuba. En la maña-
na del 5 de enero el Gobierno Revolucionario evacua la ciudad con
destino a La Habana, a la que no se había dejado de reconocer su con-
dición de capital permanente del país.
Dos razones inmediatas coincidieron para determinar que el presi-
dente y los miembros de su gabinete que le acompañaban en Santiago
de Cuba desembarcaran en Camagüey a encontrarse con Fidel: el
completamiento del Consejo de Ministros, incluyendo el nombramien-
to del primer ministro, y la solución que habría de dársele a la ocupa-
ción del Palacio Presidencial por parte del Directorio Revolucionario
13 de Marzo.
Para lo primero era lógico que el presidente quisiera consultar con el
líder de la Revolución, o que este quisiera abordar el asunto con el pre-
sidente provisional. Probablemente haya sido esto último si nos atene-
mos a que fue su iniciativa la que determinó el aterrizaje del avión
presidencial en la ciudad agramontina. Lo segundo implicaba al presi-
dente y a todo el gobierno y dada la complejidad de la situación políti-
co-militar en La Habana en estos primeros días del triunfo, exigía de
coordinación y sabiduría.
Una vez en la ciudad, el presidente Urrutia hizo nuevas designacio-
nes ministeriales, en algunos casos por sugerencia de Fidel, quien desde
mediados de diciembre de 1958, en la reunión de la Dirección Nacional
del Movimiento 26 de Julio en La Rinconada, se reservó la evaluación
de los posibles candidatos: Gobernación, Agricultura, Defensa, Educa-
ción y Obras Públicas. Pese a ello, la designación de los titulares de los
dos últimos ministerios no fueron propuestos al presidente por su ini-
ciativa.
El ingeniero Manuel Ray Rivero, de elevada reputación profesional
por su intervención en destacadas obras constructivas en La Habana,
uno de los líderes del Movimiento de Resistencia Cívica, organización
en la órbita del Movimiento 26 de Julio que posibilitó sumar a la insu-
rrección a importantes y numerosos elementos de los sectores profesio-
nales, medios y altos de la sociedad cubana, fue nombrado como ministro
de Obras Públicas. Su nombramiento fue iniciativa del propio presiden-
te de la República, quien en la segunda mitad de diciembre se lo hizo
saber a través de un dirigente del Movimiento de Resistencia Cívica,
José María Cuesta, quien participó de la reunión de La Rinconada.
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El doctor Armando Hart Dávalos fue nombrado ministro de Educa-
ción. En su caso lo curioso es que asistió al momento en que se deliberó
para nombrarle. Posiblemente de Armando Hart fue la iniciativa de
nombrar en el cargo a la principal ayudante de Fidel Castro, la infatiga-
ble Celia Sánchez Manduley, pero ante la negativa de este de perder sus
eficientes servicios, el propio Hart resultó escogido, por iniciativa de su
amigo y compañero de clandestinidad también presente, el comandante
Faustino Pérez. En ese momento Armando Hart se convirtió en el mi-
nistro más joven del Gobierno Revolucionario: tenía 27 años. Era abo-
gado y uno de los dirigentes fundadores del Movimiento Nacional
Revolucionario y del Movimiento 26 de Julio. Tuvo una participación
activa en la clandestinidad en una función coordinadora como miembro
de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio. Detenido en ene-
ro de 1958, terminó la guerra en prisión, en el Presidio Modelo de Isla
de Pinos. Liberado el 1ro. de enero, por indicaciones de Fidel viajó a
Santiago de Cuba a recibir orientaciones; a nombre de la Dirección Na-
cional del Movimiento 26 de Julio fue uno de los oradores del acto de
constitución del Gobierno Revolucionario en Santiago de Cuba, al que
acompañó hasta Camagüey.
Como ministro de Agricultura fue nombrado el doctor Humberto Sorí
Marín, ex dirigente del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) y

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


secretario general del Colegio Nacional de Abogados. Tempranamente
apoyó, primero, y se enroló, después, en el aparato clandestino del Mo-
vimiento 26 de Julio en La Habana; luego subió a la Sierra Maestra
donde fue ascendido a comandante y designado auditor general del Ejér-
cito Rebelde, y fue el responsable de la elaboración de las primeras nor-
mas jurídicas escritas emanadas del alto mando guerrillero, las que firmó
en su alta condición junto al comandante en jefe, Fidel Castro Ruz.
El doctor Luis Orlando Rodríguez fue seleccionado para ministro de
Gobernación. Antiguo líder juvenil del Partido Revolucionario Cubano
(PRC [A]), al romper con esta formación política, en 1947, devino uno
de los dirigentes fundadores del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos).
Director del periódico La Calle, órgano que sirvió de plataforma de
expresión política al amnistiado Fidel Castro en 1955, a su salida de la
prisión. Integró el aparato clandestino del Movimiento 26 de Julio, pri-
mero, y luego su guerrilla en la Sierra Maestra, donde se le ascendió a
comandante, y jugó un papel clave en el sistema de propaganda del
Ejército Rebelde.
281

13 Reinaldo Suárez.pmd 281 15/06/2009, 20:06


El doctor José Miró Cardona fue designado primer ministro. En el
ánimo de Fidel Castro primó la idea de escoger una persona que contara
con suficiente solvencia como figura representativa de las llamadas cla-
ses vivas para que sirviera como «bálsamo para la burguesía»2 cubana.
El doctor Miró Cardona era un abogado influyente y profesor univer-
sitario en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana. Como
abogado intervino en notables defensas penales que le granjearon mu-
cho crédito profesional y connotación pública, aunque no lo acredita-
ban gran cosa en lo político: abogado defensor del ex presidente Ramón
Grau San Martín en la Causa 82, radicada por actos de corrupción du-
rante su período de gobierno, y del capitán Joaquín Casillas Lumpuy por
asesinar a Jesús Menéndez Larrondo, líder de la principal federación
obrera del país y miembro de la Cámara de Representantes del Congre-
so de la República. Fue presidente del Colegio de Abogados de La Ha-
bana, el más poderoso e influyente del país. Como secretario de la
Sociedad de Amigos de la República, junto al veterano insurrecto Cosme
de la Torriente, fue un firme promotor del Diálogo Cívico, fórmula me-
diatizadora de la crisis cubana que al fracasar por la negativa del régi-
men a transigir, precipitó el camino a la solución armada del conflicto.
Gozaba de mucha ascendencia política, a tal extremo que fue escogido
en el verano de 1958 para fungir como secretario general del Frente
Cívico Revolucionario (FCR), la formulación unitaria de la oposición
insurreccional. El vertiginoso desenlace de la guerra a partir de enton-
ces y el afianzamiento del hegemonismo político del Movimiento 26 de
Julio al momento de su designación conspiraron firmemente para que
su posición política se fortaleciera y él emergiera como un decisor y
administrador de la victoria revolucionaria.
Su nombramiento descubre las características de la ecuación política
del momento. Si nos atenemos a las formas, el doctor José Miró Cardo-
na, en su condición de coordinador del FCR, la organización resultante
del acuerdo político de las organizaciones insurreccionales, entre ellas
el Movimiento 26 de Julio, en aquellas horas debía estar jugando un
papel activo en la conformación del Gobierno Revolucionario, al ser la
máxima autoridad formal de la victoriosa oposición. Lejos de ello, era

2
Testimonio de Luis María Buch Rodríguez, uno de los tres dirigentes veintiseístas que asistió
al intercambio con Fidel Castro. Aunque la idea es muy ideológica y abierta, es enteramente
creíble, no solo porque la fuente es directa, sino porque Fidel Castro leyó antes de su publica-
ción el libro del doctor Buch y no objetó la exactitud de su testimonio.

282

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virtualmente ignorado. En el acto de constitución del Consejo de Mi-
nistros en Santiago de Cuba, adonde llegó procedente de Miami con
una forzosa escala técnica en la Base Naval de Guantánamo, no quedó
excluido de la mesa presidencial por el gesto incluyente del doctor Luis
Buch, su amigo personal y quizás el dirigente veintiseísta que más nexos
tuvo con él en los últimos meses del exilio, de invitarlo a sentarse entre
todos. Quedó relegado al extremo izquierdo de la mesa, ya fuera de la
línea de personalidades previstas. El hecho tiene valor real, más allá de lo
aleatorio y simbólico. Significa una secundarización personal que se ex-
tiende a lo que Miró Cardona representaba, el FCR, o sea, el resto de la
oposición.
Un año antes, en un hipotético desenlace favorable de la lucha, un
Miró Cardona (quien fuera secretario general o coordinador del organis-
mo común de la oposición), habría presidido probablemente el acto y/o
administrado los resultados de la victoria. El fracaso de los políticos en
maniatar al Movimiento 26 de Julio a través del Pacto de Miami y la
consolidación hegemónica de este y de su Ejército Rebelde, y el acumu-
lado y ya indiscutido liderazgo mismo del doctor Fidel Castro, mucho
explican los planos que cada cual ocupa en la victoria de enero de 1959.
Al margen de lo fortuito, la secundarización del FCR en la victoria era
consecuencia de una realidad política, de un estado de cosas; pero la

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


marginación de Miró Cardona en Santiago de Cuba obedece a una tor-
peza política del presidente provisional. En consecuencia, su nombra-
miento en Camagüey fue fruto de la iniciativa de Fidel Castro y, además
de útil dadas las complicadas circunstancias político-militares que ha-
bría que sortear, podría ser entendido como un reconocimiento al FCR,
aunque lejos de ser lo que en otras circunstancias de relativo equilibrio
político entre las organizaciones opositoras debió ser.
Las designaciones hechas en Camagüey tienden a fortalecer al Go-
bierno Revolucionario, a través de su completamiento y de la inclusión
de personalidades de prestigio y ascendencia públicas. También fortale-
ce dos rasgos en su articulación: el papel de árbitro del doctor Fidel
Castro –también la dependencia política del presidente–, y la militancia
veintiseísta de una parte de los miembros del gabinete. En propiedad,
se articula un gabinete rojinegro –por los colores de la bandera y los
estandartes y propagandas del Movimiento 26 de Julio–, y de persona-
lidades de distinta extracción política que se incorporan a título indi-
vidual.
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El Movimiento 26 de Julio, por el peso hegemónico que finalmente
tuvo en la lucha, es el arquitecto del gobierno provisional. El presidente
provisional, el doctor Manuel Urrutia Lleó, era su candidato, y la composi-
ción del gabinete, hasta ese momento, era el fruto de la iniciativa presi-
dencial o de la dirección del Movimiento 26 de Julio, en especial de su
líder, doctor Fidel Castro. Una parte de los ministros eran miembros
activos y prominentes de la organización revolucionaria y los demás
estaban a título individual, aunque pudieran ser asociados con formula-
ciones políticas diversas. A todas luces, era el Movimiento 26 de Julio el
gran orfebre de la toma del poder y de la articulación del Gobierno
Revolucionario. El liderazgo del doctor Fidel Castro era indiscutido y
los presupuestos de su conducción lograron imponerse.
En el juicio del doctor Fidel Castro, quien actuó de manera determi-
nante en la vertebración del Gobierno Revolucionario hasta ese mo-
mento, por ser de hecho y admitidamente líder simbólico y real de la
insurrección, aunque es un gobierno controlado por el Movimiento 26 de
Julio no está pensado para constituir una respuesta estratégica a esa
bandería organizacional. El control veintiseísta pretende evitar que el
Gobierno Revolucionario se convierta en terreno de disputas estériles
por repartos de cuotas de poder político y quiere garantizar en última
instancia la consecución de un programa mínimo de transformaciones
socioeconómicas, las comprometidas desde el inicio de la lucha. La uni-
dad entre los revolucionarios ha de lograrse a partir de coincidir con la
marcha, la profundidad y los ritmos de la Revolución misma, y no de
ponerse de acuerdo para repartir cargos públicos.
En una visión externa: aquel era un gobierno esencialmente veinti-
seísta, que expresaba un estado de cosas, pero que ignoraba o dejaba
fuera a otros importantes factores de la insurrección. En tanto, exclu-
yente, de forma notable, del Directorio Revolucionario 13 de Marzo,
organización que tanto aportó en sacrificio y mártires a la revolución
triunfante.
En la visión del comandante Fidel Castro, el Movimiento 26 de Julio
fue un instrumento para derrocar a la dictadura y serviría para avanzar
un tramo, pero no estaba pensado como el vehículo definitivo para car-
gar el peso de la revolución. El gran problema en enero de 1959 es que
en un escenario de plena hegemonía del Movimiento 26 de Julio, no se
han establecido consensos de manejo del poder con el otro actor princi-
pal de la revolución cubana, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo,
lo que será transitoriamente fuente de tensiones.
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Después de la «Carta de México» no se volvió a producir un encuen-
tro personal entre los máximos líderes de ambas organizaciones revolu-
cionarias que posibilitara una coordinación efectiva y continuada de las
acciones y consenso sobre el curso político de la lucha batistiana y la
eventual toma del poder. Después de las heroicas acciones del 13 de mar-
zo de 1957, no se conoce –hasta hoy– de una práctica epistolar de acer-
camiento y coordinación político-militar entre Fidel y los dirigentes
máximos del Directorio Revolucionario 13 de Marzo. Fue un período
en el cual las diferencias o desencuentros tácticos afloraron a la opinión
pública en más de una oportunidad (por ejemplo, Pacto de Miami y
Pacto de Caracas).
Aunque se produjo la aproximación y concierto que significó el Pacto
de El Pedrero, rubricado a nombre del Ejército Rebelde por el jefe de
sus fuerzas en la provincia de Las Villas, comandante Ernesto Che
Guevara, y el comandante Rolando Cubela Secades, por la dirección
del Directorio Revolucionario, para combinar las fuerzas militares y las
estructuras clandestinas de las organizaciones en pro del avance militar
de la lucha contra la dictadura en aquella región, tenía un alcance limi-
tado. A la hora de la huida del dictador no hubo coordinación entre
ambas organizaciones para penetrar en la capital, controlar las instala-
ciones militares y los principales edificios públicos y administrar el triunfo
revolucionario.

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


Las tropas del Ejército Rebelde y del Directorio Revolucionario en-
traron por separado a La Habana y ocuparon instalaciones diferentes.
Las fuerzas del Ejército Rebelde desplegadas y actuantes en la provincia
de Las Villas, comandadas por Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos,
tal y como ordenó desde Santiago de Cuba su comandante en jefe, se
apoderaron del Cuartel General del Ejército en la Ciudad Militar de
Columbia y de la estratégica guarnición de la fortaleza de La Cabaña; y
también de otras instalaciones militares menos importantes. Las mili-
cias urbanas y otras fuerzas guerrilleras del Movimiento 26 de Julio to-
maron control de todo el sistema de instalaciones policiaco-represivas
de la dictadura, además de estratégicas instalaciones públicas y medios de
comunicación. De hecho, la mayor parte del orden y la seguridad de la
capital dependieron de la articulada y desplegada capacidad militar y
política del Ejército Rebelde y las milicias urbanas del Movimiento 26 de
Julio.
Por su parte el Directorio Revolucionario ocupó objetivos de mucha
significación política: el Palacio Presidencial, sede del Poder Ejecutivo;
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el Capitolio, sede del Poder Legislativo; y la Universidad de La Habana,
símbolo de la lucha revolucionaria del país.
El Palacio Presidencial, vetusto edificio, era sede del ejecutivo de la
República. Allí residían los presidentes del país y sesionaban sus Conse-
jos de Secretarios o Ministros. Para el Directorio Revolucionario tenía
una significación especial: el 13 de marzo de 1957 sus comandos lo
asaltaron con la intención de ajusticiar al dictador Fulgencio Batista y
tomar el poder para instaurar un Gobierno Provisional Revolucionario
que abriera el país a una nueva etapa democrática y permitiera la imple-
mentación de un paquete de reformas y transformaciones revoluciona-
rias en la economía, la sociedad y la política nacionales. A partir del
saldo heroico y la estela de mártires de aquel día, la organización fue
bautizada y se identificó en lo adelante como Directorio Revoluciona-
rio 13 de Marzo.
El Capitolio Nacional era uno de los edificios emblemáticos del po-
der en Cuba, al albergar desde su construcción a la Cámara de Repre-
sentantes y al Senado de la República. En el proceso político de
democracia representativa que se suponía emergería con la Revolución,
allí debían expresarse eventualmente las nuevas fuerzas que se articula-
ron en la lucha insurreccional, más lo que sobreviviera del viejo sistema
político.
La Universidad de La Habana fue el foco principal de resistencia ini-
cial y de articulación posterior de la oposición insurreccional a la dicta-
dura. Fue el reservorio social natural y más fértil que tuvo el Directorio
Revolucionario, de donde emergieron algunos de los más prominentes
mártires y la mayor parte de sus máximos dirigentes, a la sombra de
cuyas murallas el 13 de marzo de 1957 cayó combatiendo su carismático
y popular líder, José Antonio Echeverría. Era un conjunto de sólidos
edificios, amurallados en una colina estratégica desde la que se domina-
ba buena parte de la ciudad.
El inesperado, vertiginoso y aplastante control de la capital del país
por parte de las fuerzas revolucionarias, rápidamente convirtió en una
necesidad imperiosa el traslado del Gobierno Revolucionario constitui-
do en Oriente. Lo que debió ser un Gobierno Revolucionario en Armas
en los territorios liberados o un gobierno paralelo a la Junta Cívico-
Militar o cualquier ecuación pos Batista, las circunstancias lo hicieron
inoperante o ineficaz en la ciudad de Santiago de Cuba. Para normalizar
la situación política del país y propiciar el necesario proceso de recono-
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cimiento internacional de la Revolución Cubana era urgente llevarlo a
La Habana, a la que se debía restablecer la condición de capital.
El Gobierno Revolucionario debía instalarse en la sede del Poder
Ejecutivo de la República, como era tradición. En consecuencia, era
necesario lograr que el Directorio Revolucionario evacuara el Palacio
Presidencial para posibilitar la instalación del presidente y su gabinete,
protegidos por los efectivos del Ejército Rebelde. El asunto política-
mente era complicado por cuanto el Directorio Revolucionario tenía
exigencias de integración en el Gobierno Revolucionario, y militarmen-
te era engorroso porque podía desencadenar enfrentamientos, de no
actuarse con cuidado. La urgencia del asunto era visible: prolongar la
estancia en Santiago de Cuba era contraproducente, para el país y para
los asuntos externos, y establecer el gobierno en lugar distinto a la man-
sión ejecutiva, no menos que inaceptable en aquellas circunstancias. El
presidente no podía instalarse en otro edificio público porque significa-
ría una evidencia de precariedad que dañaría notablemente la capaci-
dad de irradiar control y estabilidad político-militar, garantías para el
pleno reconocimiento internacional de las nuevas autoridades.
En consecuencia, en la tarde del 5 de enero el presidente y sus minis-
tros llegaron al aeropuerto de Rancho Boyeros, donde se le unieron el
primer ministro designado y varios de los ministros que aún no habían
prestado juramento. Afortunadamente, sin incidentes, esa noche el pre-

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


sidente se instaló en el Palacio Presidencial, y formuló declaraciones
que apuntaban a un arreglo político de inclusión del Directorio Revolu-
cionario en el Gobierno Revolucionario: «Tendremos gabinete de con-
centración revolucionaria. Cuantos intervinieron en esta brega tendrán
allí su representación. Es la responsabilidad compartida, y al mismo
tiempo el matiz de las iniciativas según las necesidades populares».3
Finalmente, la anunciada integración del Directorio Revolucionario
al gabinete ministerial no llegó a producirse. El primer miembro del
Directorio Revolucionario en integrarse al Gobierno Revolucionario será
José, Pepín, Naranjo, a la altura de junio de 1959, y no como representa-
ción del Directorio Revolucionario en el gabinete, sino como revolucio-
nario integrado a la transformación del país.
La noche del 5 de enero el Palacio Presidencial aún permaneció res-
guardado por las tropas del Directorio Revolucionario. El edificio fue

3
Revolución, La Habana, 6 de enero de 1959.

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evacuado al día siguiente y las tropas del Ejército Rebelde pasaron a
servir como guarnición presidencial, comandadas por el capitán José
Ramón Machado Ventura, oficial solicitado en Santiago de Cuba por el
presidente al comandante Raúl Castro para que comandara la Casa Militar
del Palacio Presidencial. Aún hubo algunos días más de dificultades
políticas, de tensión pública entre ambas organizaciones revoluciona-
rias, principalmente por la ocupación de armas realizada por el Directo-
rio Revolucionario en un cuartel militar. A mediados de enero la situación
quedó resuelta en lo fundamental cuando los máximos dirigentes de las
organizaciones revolucionarias se entrevistaron y el Directorio Revolu-
cionario reintegró el armamento y muchos de sus efectivos se integra-
ron armoniosamente como oficiales o soldados al Ejército Rebelde.4 Al
final, como lo proyectó Fidel Castro, la marcha misma de la revolución
unió a los revolucionarios y no una asamblea o reunión, o un reparto de
puestos públicos.
Establecidos en La Habana, completar el Consejo de Ministros fue
una de las urgencias. Por eso, la misma noche del 5 de enero los minis-
tros designados en Camagüey juraron sus cargos: José Miró Cardona,
primer ministro; Luis Orlando Rodríguez y Rodríguez, ministro de Go-
bernación; Manuel Ray Rivero, ministro de Obras Públicas; Humberto
Sorí Marín, ministro de Agricultura; Armando Hart Dávalos, ministro
de Educación.
También lo hicieron dos ministros escogidos en diciembre en La Rin-
conada, pero que por no estar en Santiago de Cuba el 3 de enero, no
juraron sus cargos: Manuel Fernández García, ministro de Trabajo, y
Raúl Cepero Bonilla, ministro de Comercio. Ninguno de los dos tuvo
una militancia activa en el Movimiento 26 de Julio. Manuel Fernández
fue en los años 30 miembro de la organización insurreccional Joven
Cuba y tras el golpe de Estado de marzo de 1952, uno de los dirigentes
nacionales del Movimiento Nacional Revolucionario. Raúl Cepero
Bonilla era periodista, economista e historiador, pero no tuvo una mili-
tancia destacada en la insurrección.
Los nombramientos produjeron al interior del gabinete un equilibrio
numérico entre los militantes del Movimiento 26 de Julio y las persona-
lidades cuya incorporación no respondía a su militancia política. Esta
4
Serán el comandante Faure Chomón y otros oficiales del Directorio Revolucionario quienes
integren la primera delegación militar rebelde que, a finales de 1959, visite la Unión Soviética
y la República Popular China.

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tendencia al equilibrio se acentuó en las horas y días siguientes a partir
de tres fuentes de iniciativa: la del presidente provisional, otras figuras
independientes del Gobierno Revolucionario y la de algunas figuras pro-
minentes del Movimiento 26 de Julio, especialmente el ministro de la
Presidencia.
En las horas inmediatas al establecimiento del Gobierno Revolucio-
nario en el Palacio Presidencial hubo dos designaciones marcadas por la
singularidad: los nombramientos de los ministros de Hacienda y Trans-
porte. No fueron fruto del cálculo político, sino respondieron a necesi-
dades inmediatas de gobierno o administración, lo que evidencia la
velocidad y relativa espontaneidad políticas con la que se operaba. ¿Qué
ocurrió?
Por decreto presidencial el ministro de Comercio lo era también de
Hacienda, pero el doctor Raúl Cepero Bonilla se deshizo de la respon-
sabilidad casi de inmediato. En la misma noche del 5 de enero, Cepero
Bonilla planteó la imposibilidad de cumplir cabalmente con las obliga-
ciones inherentes a la responsabilidad adicional. Como ministro de Ha-
cienda se limitó a producir la destitución del doctor Joaquín Martínez
Sáenz como presidente del Banco Nacional de Cuba y presidente del
Consejo Director de los Ferrocarriles Occidentales de Cuba S. A., y su
sustitución en ambas responsabilidades por el doctor Felipe Pazos y

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


Roque.
Aceptada la objeción de Cepero Bonilla para el ejercicio de ambas
carteras ministeriales, resolviendo técnicamente el asunto en su condi-
ción de ministro de la Presidencia, sin asesorarse con nadie, sin trámites
políticos de consulta con el Movimiento 26 de Julio dada la envergadu-
ra de su iniciativa, el doctor Luis M. Buch le sugirió al presidente provi-
sional nombrar al doctor Rufo López Fresquet como ministro de
Hacienda. De esta manera entró al gabinete este economista, experto
en impuestos, que había sido columnista económico del Diario de la
Marina, consejero del ministro de Hacienda en el Gobierno del doctor
Ramón Grau San Martín (1944-1948) y director de la Sección Industrial
del BANFAIC [Banco de Fomento Agrícola e Industrial de Cuba] du-
rante el Gobierno de Carlos Prío Socarrás (1948-1952). López Fresquet
se vinculó activamente al Movimiento de Resistencia Cívica. Su rela-
ción personal con el doctor Luis M. Buch Rodríguez y su ascendencia
profesional llevaron a que se le considerara para el cargo de ministro de
Hacienda en el Gobierno Revolucionario que debió instaurarse en caso
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de que la huelga general del 9 de abril de 1958 se consolidara y produje-
ra la caída de la dictadura.
La designación del ministro de Transporte ocurrió de manera sui generis.
En la mañana del 6 de enero, compelido a resolver el estado de anarquía
existente en la Corporación Nacional de Transportes (CNT), resolvien-
do la situación el ministro de la Presidencia dispuso que el comandante
Julio Camacho Aguilera, quien en el preciso instante entraba a su des-
pacho, actuara interinamente como delegado interventor de la Presi-
dencia de la República. En los días posteriores el Presidente avaló el
nombramiento, y como la responsabilidad máxima de la CNT era equi-
valente a la de ministro de Transporte, se le tomó juramento. En ese
momento, Camacho Aguilera era comandante del Ejército Rebelde,
colofón de una intensa hoja de servicios en la lucha insurreccional, por
casi toda la geografía nacional. En el Gobierno Revolucionario será el
ministro de extracción proletaria, dado su origen obrero en Guantánamo.
En la sesión del Consejo de Ministros del 9 de enero fueron designa-
dos dos nuevos ministros: el de Comunicaciones y el de Ponencia y
Estudio de Leyes Revolucionarias. Las designaciones recayeron en dos
dirigentes del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Las Villas: el
ingeniero Enrique Oltuski Ozacki en la cartera de Comunicaciones, y
el doctor Osvaldo Dorticós Torrado como titular de un ministerio iné-
dito, encargado de la Ponencia y Estudio de las Leyes Revolucionarias,
que se creó como necesidad político-jurídica derivada del traspaso de la
función legislativa del disuelto Congreso al Consejo de Ministros.
La designación de Oltuski Ozacki, consultada por Faustino Pérez a
Fidel, amén de incorporar al gabinete a un joven ingeniero formado en
Estados Unidos, con una larga y protagónica labor revolucionaria en el
Movimiento Nacional Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio, re-
solvía de alguna manera la situación particular creada en Las Villas donde
en lugar de ser nombrado gobernador provincial, el coordinador del
Movimiento 26 de Julio, tal y cual había acordado oportunamente la
Dirección Nacional, al trasladarse el Che Guevara hacia La Habana el
1ro. de enero, en su condición de Comandante en Jefe de la provincia,
designó a uno de sus comandantes, Calixto Morales, desconociendo a
Oltuski. Durante el último año de la lucha y al momento de su designa-
ción, Oltuski Ozacki era coordinador del Movimiento 26 de Julio en
Las Villas.
El nombramiento del doctor Osvaldo Dorticós Torrado como minis-
tro encargado de la Ponencia y Estudio de las Leyes Revolucionarias
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fue más un acto de previsión legislativa que una necesidad experimen-
tada. El nombramiento fue iniciativa de su amigo, el primer ministro,
doctor José Miró Cardona. Dorticós provenía de una familia tradicional
de la ciudad de Cienfuegos, donde fue dirigente del Movimiento de Re-
sistencia Cívica y del Movimiento 26 de Julio, indistintamente, a la vez
que desempeñaba la doble condición de comodoro del Cienfuegos Yacht
Club y presidente del Colegio Nacional de Abogados. En diciembre de
1958 fue detenido y obligado a partir al exilio en México, de donde
regresó horas antes de ser nombrado.
El 20 de enero el presidente nombró y juramentó al comandante Au-
gusto Martínez Sánchez como ministro de Defensa Nacional, poniendo
fin así al desempeño interino de la cartera por parte del ministro de
Gobernación. Obviamente, su designación provenía de la iniciativa del
comandante en jefe, doctor Fidel Castro, a cuyo lado estuvo Martínez
Sánchez desde las primeras horas del triunfo de la Revolución. Aboga-
do y hombre meticuloso, en su condición de auditor, fue el pulmón de la
vertebración del virtual Estado guerrillero del II Frente Oriental Frank
País, que bajo el mando del comandante Raúl Castro operó en las mon-
tañas del noreste de la provincia de Oriente.
Igualmente, ese día el presidente designó y juramentó al doctor Regino
Boti León, renombrado economista, personalidad en la Comisión Econó-

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


mica para América Latina (CEPAL), profesor de la Universidad de Oriente
y coautor de un proyecto de Plan Económico del Movimiento 26 de Julio,
como ministro encargado del Consejo Nacional de Economía.
Tres días después se cerró propiamente el proceso de articulación del
Gobierno Revolucionario cuando el presidente propuso y el Consejo de
Ministros acordó la creación del Ministerio de Bienestar Social, el que le
fue confiado a Elena Mederos Cabañas, personalidad de prominente eje-
cutoria social, quien era vicepresidenta de la Sociedad de Amigos de la
República y directiva del Lyceum Lawn Tennis Club.
Cuando el Gobierno Revolucionario quedó integrado en su totalidad
el 23 de enero, algunas características se harán notorias.
Era un gabinete esencialmente masculino, con la sola excepción de
Elena Mederos: 18 ministros hombres, una mujer. Estaba integrado
abrumadoramente por profesionales (18), en particular abogados, quie-
nes representaban el 60 % de sus miembros.
La edad fue uno de los elementos más significativos de la nueva
administración provisional. Como fue una revolución impulsada y
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conducida principalmente por jóvenes, resultó, en consecuencia, una
administración pública extraordinariamente joven. Los benjamines del
primer gabinete revolucionario, el abogado Armando Hart Dávalos y el
ingeniero Enrique Oltuski Ozacki, tenían en común, entre otras cosas,
la edad de 27 años. De hecho, se hizo necesario modificar la Constitu-
ción de 1940 para posibilitar el ejercicio público de los jóvenes.
Algunos ministros eran muy jóvenes, pero tenían una escuela impar:
la lucha insurreccional, donde ocuparon responsabilidades que les ma-
duraron muy pronto. Tenían una inexperiencia absoluta acerca de cómo
conducir los asuntos públicos, pero estaban dotados de olfato político,
orientación ideológica para las reformas y oficio para la relación política.
Que varios ministros no superaran los 30 años describe una tenden-
cia, no necesariamente mayoritaria, pues también varios ministros eran
mayores de 45 años, sin que describa una tendencia mayoritaria. El Go-
bierno Revolucionario se dividía, en esencia, en dos bloques generaciona-
les. Por lo común, los elementos más conservadores, sobrepasaban los 45
años, los más radicales, se movían en los 30 años; los más jóvenes habían
tenido una militancia insurreccional destacada, no así los más maduros.
El gobierno se dividía en dos bloques de procedencia y proyección
políticas. De un lado, los provenientes del Movimiento 26 de Julio, del
otro, las figuras independientes. En su composición era mixto, había
personalidades de varias tendencias políticas, en su mayoría veintiseís-
tas, pero también auténticos y ortodoxos.
Los miembros del Gobierno Revolucionario podían ser evaluados
como reformistas, aunque podrían subclasificarse como reformistas-
conservadores y reformistas-revolucionarios, de acuerdo a donde apun-
taran estratégicamente.
Un hecho es cierto: el Gobierno Revolucionario tranquilizó a los sec-
tores económicos más importantes del país y a la comunidad interna-
cional más inmediata a los asuntos cubanos: Estados Unidos y las
naciones americanas, gobernadas todas por las burguesías locales. Un
renombrado historiador inglés ha dicho: «El nuevo gobierno era el pri-
mer motivo de entusiasmo». La razón base para el entusiasmo es la disi-
pación de los temores, por «la participación de estos hombres», razón
para que «el gobierno pareciera, en cierto modo, el tipo de gobierno que
Agramonte podría haber nombrado si hubiera sido elegido Presidente
en 1952: hombres decentes, para el momento de decencia».5
5
Hugh Thomas: Cuba, la lucha por la libertad, 1762-1970, La República socialista, 1959-1970, t. III,
pp. 1369, 1371.

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O en palabras de uno de sus miembros, el doctor Luis M. Buch
Rodríguez:
Con estas características, no es de dudar que en los Estados Uni-
dos y entre los grandes intereses económicos hubiera un clima de
relativa confianza, y que los compañeros que habían proclamado
la necesidad de una revolución profunda tuvieran ciertas reservas.
[…] En realidad, varios éramos mucho más radicales de lo que los
enemigos y algunos compañeros creían, y experimentamos, ade-
más, un vertiginoso proceso de radicalización, en la misma medida
en que la Revolución fue encontrando y superando escollos y tro-
piezos.6
En la visión rebelde de los cauces y destinos aquel gobierno habría de
jugar un doble papel: realizar los cambios básicos prometidos al país y
servir de bálsamo a los potenciales enemigos de los cambios: la burgue-
sía nacional y extranjera, la derecha cubana y Estados Unidos y sus
aliados internacionales. Lo segundo lo lograba su composición. Lo pri-
mero dependía sobre todo de la armonía en la velocidad y profundidad
de las medidas que adoptara el Gobierno constituido.
La revolución había vencido una primera etapa, la conquista del po-
der, y había que preparar la segunda. En la primera el enemigo princi-

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


pal, más visible, había sido la dictadura de Fulgencio Batista; en la
segunda, el enemigo se complejizaba: ya no serían los remanentes del
batistato, sino un amplio espectro de individuos que por razones econó-
micas, sociales y políticas colisionarían con la agenda de cambios, y
donde habría de todo: batistianos, escépticos, ex revolucionarios, y el
más importante: Estados Unidos de América. De la misma manera que
hubo que preparar paciente y profundamente la guerra contra la dicta-
dura en la primera etapa, sangrienta y compleja; había que preparar al
país para la segunda etapa, compleja y sangrienta. Si en Cuba se produ-
cía una revolución verdadera y no una simple reforma del sistema, a lo
que aspiraban muchos individuos y grupos muy influyentes, habría una
gran colisión político-militar. Fidel Castro y muchos de sus compañeros
–no todos– estaban conscientes.

6
Reinaldo Suárez Suárez y Luis M. Buch Rodríguez: Otros pasos del Gobierno Revolucionario
cubano, p. 14.

293

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Nadie se percató tanto de la necesidad de preparar ese segundo
momento como Fidel Castro, quien tuvo bien claro qué se necesitaba
hacer: ganar tiempo, crear una cultura de respaldo a lo que significaría la
revolución, organizar las fuerzas y medios propios, y avanzar en la apli-
cación de un programa de transformaciones a la vez que se neutralizaba
y derrotaba las reacciones enemigas de los sectores e intereses afecta-
dos. El objetivo estratégico que lo animaba era hacer una revolución,
con la inteligencia de prever sus necesidades temporales, personales,
organizativas.
El Gobierno Revolucionario apunta a cubrir esas necesidades, a la
vez que él se esforzaba por crear las condiciones políticas e ideológicas
de la revolución social y económica en Cuba. Por supuesto, aquel go-
bierno, que debía ser revolucionario por definición coyuntural, podía no
serlo, y limitarse a ser un gabinete reformista para un inigual momento
de tránsito político del país. Es más, por disfuncionalidades no ideoló-
gicas podía estancarse, desperdiciar el tiempo y comprometer la realiza-
ción de las reformas básicas que le estaban reservadas desde los días de
la insurrección.
La prioridad de la nueva gerencia revolucionaria en cada ministerio e
institución del Estado fue reemplazar a los directivos y parte del
funcionariado heredado del batistato y organizar el funcionamiento
institucional en las nuevas condiciones. En todos los casos hubo que
hacerlo sobre la marcha, vertiginosamente, por inesperado, apelando a
las personas que ofrecían confianza política a los nuevos rectores
institucionales. Esa fue casi una norma, la excepción sería que criterios
técnico-profesionales determinaran los nombramientos. No hay nada
de extraño en ello. La súbita caída del régimen y la naturaleza de confor-
mación del nuevo gabinete revolucionario determinaron en mucho los
grados de improvisación con que fueron cubiertas al inicio las principa-
les responsabilidades en los ministerios y organismos públicos. El re-
quisito primero de nombramiento fue la filiación revolucionaria del
escogido, por lo menos cuando los ministros respondían a una militan-
cia revolucionaria precedente.
Las primeras leyes revolucionarias, como es de suponer, apuntaron a
las mayores urgencias de las circunstancias institucionales y políticas, y
en algunos casos también delataron el sello personal, a ratos capricho-
so, que imponía a las decisiones de gobierno el presidente, abocado a
priorizar medidas en su mundo de origen profesional: el jurisdiccional.
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La primera ley dictada por el Gobierno Revolucionario7 declaró ex-
tinguida la jurisdicción especial de las salas de Urgencia, decretando la
disolución de la Sala Segunda de lo Criminal del Tribunal Supremo de
Justicia. En lo adelante, el conocimiento de los casos competentes a la
jurisdicción de Urgencia pasó a la jurisdicción ordinaria criminal. La
primera Reforma Constitucional aprobada fue suspender de manera tran-
sitoria la inmovilidad judicial consagrada en la Constitución de 1940
para acometer algo en lo que el presidente Urrutia mostró vivo interés:
una purga del Poder Judicial. El presidente consumió muchas energías
en realizar rápidamente, desde una perspectiva muy personal, la depu-
ración de las instancias jurisdiccionales cubanas.
Al caer la dictadura, el tratamiento de las personas y los bienes de
quienes estuvieron comprometidos con el régimen de facto determina-
ron algunas decisiones de una elevada incidencia humana y hondas re-
percusiones públicas. Por el mecanismo de Reforma Constitucional el
Consejo de Ministros autorizó el 10 de enero la aplicación de las leyes
penales con efecto retroactivo a los «delitos cometidos al servicio de la
dictadura», los que podrían «ser juzgados de acuerdo con las leyes pe-
nales que deberán ser promulgadas», a cuyos autores podría aplicarse la
pena de muerte, por fusilamiento, y la confiscación de bienes.8
Para garantizar que por vía legal las personas vinculadas al régimen
anterior y contra los que existieran atisbos de responsabilidad pudieran

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


evadir la jurisdicción criminal, el Consejo de Ministros derogó la Ley-
Decreto 1463 de 10 de junio de 1954 que exigía que los pasaportes
cubanos deberían tener una Certificación de Vigencia emitida por el
Ministerio de Estado, y exigió que todo ciudadano cubano que quisiera
trasladarse fuera del país debería tener un permiso o autorización otor-
gado por el jefe de la Policía Nacional, quien quedó facultado para to-
mar decisiones a discreción que garantizaran el espíritu de la nueva ley.9
A iniciativa del Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados,
que comenzó una enérgica campaña de intervención y ocupación de las
propiedades de individuos vinculados a la dictadura que fueran sospe-
chosos de haberse enriquecido ilícitamente, sujetas a expedientes de
confiscación, el Consejo de Ministros acordó ordenar que los funciona-
rios de los registros de la propiedad, mercantil y sociedades anónimas se
7
Gaceta Oficial, edición extraordinaria, La Habana, 6 de enero de 1959.
8
Gaceta Oficial, edición extraordinaria, La Habana, 14 de enero de 1959, pp. 1-2.
9
Ley número 2, de 9 de enero de 1959, en Gaceta Oficial, edición extraordinaria, La Habana,
12 de enero de 1959.

295

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abstuvieran de realizar cualquier tipo de operaciones sin previa autori-
zación ministerial. De igual manera, se decretó el congelamiento de los
depósitos bancarios.
A esta dirección apuntó la decidida campaña en los organismos pú-
blicos de supresión de las botellas,10 incluyendo los pagos subterráneos
a periodistas y medios de comunicación que caracterizó al anterior
régimen. Hubo un verdadero esfuerzo gubernamental por limpiar rai-
galmente a la administración pública cubana del fraude y la malversa-
ción. Queriendo poner remedio a los manejos turbios del régimen
precedente, en materia educativa se declararon nulos los exámenes rea-
lizados y las titulaciones expedidas en los Institutos de Segunda Ense-
ñanza durante el tiempo que estuvieron cerrados.
Hubo muchas más medidas de este corte. Pero más allá de las medi-
das adoptadas, preciso es observar un fenómeno: la limitación del con-
tenido y alcance de las leyes promulgadas. Lo urgente fue atacar la
herencia de corrupción y crímenes de la dictadura; pero el gobierno
descuidó el avance en la materialización de los derroteros derivados de
los enunciados programáticos de la revolución. Esta será la gran limitante
en el funcionamiento del Gobierno Revolucionario cuando llegue a los
primeros 45 días de su creación.
A ello es preciso unir las dificultades y contradicciones en su funcio-
namiento interno. ¿Qué ocurría? La combinación de diversos factores.
Basta citar algunos. En primer orden: el presidente no era propietario de
un plan de gobierno, ni tomó la iniciativa para estructurar un diseño
legislativo de realización del programa revolucionario, el que tampo-
co estaba delineado con precisión. En segundo orden: el primer mi-
nistro tampoco era propietario de un proyecto de reformas y su autoridad
y posibilidades de manejo del gabinete eran muy reducidas por disposi-
ción constitucional, pues el Consejo de Ministros era dirigido por el
presidente. En tercer orden: el presidente y el primer ministro, por ca-
racterísticas personales, lejos de armonizar en sus desempeños, se en-
frascaron en una sorda disputa de protagonismos discursivos que
entorpecía la agilidad y productividad de las sesiones del Consejo de
Ministros.
Por otro lado, echar a andar la maquinaria del Estado, las redes
institucionales de los ministerios, tras tan abrupto cambio, exigía tiem-
10
Institución nacional de la Cuba republicana que equivalía a sueldo que se percibía del Estado
o los municipios sin que el beneficiario tuviera que trabajar para obtenerlo [n. de la R.].

296

13 Reinaldo Suárez.pmd 296 15/06/2009, 20:06


po y dedicación. Pero con un Consejo de Ministros convocado a sesio-
nes permanentes, en lo concreto era imposible atender adecuadamente
los problemas ramales. Como si fuera poco, las extenuantes sesiones del
Consejo de Ministros dirigidas por el presidente se dolían de una mani-
fiesta improductividad. En todas las reuniones, a partir del 3 de enero y
hasta el primer tercio de febrero, se emplearon 153 horas de delibera-
ción para adoptar 265 acuerdos, o sea, 1.7 acuerdo por hora de sesión;
en la única reunión que, por indisposición del presidente, dirigió el pri-
mer ministro, en 9 horas de deliberaciones se adoptaron 40 acuerdos, a
razón de 4.4 acuerdos por hora.11 Uno de los ministros resumió el asunto
en estos términos:
Lamentablemente, en los primeros 45 días, el Gobierno Revolu-
cionario avanzó lentamente, con dificultades, aunque se sentaron
las bases jurídicas e institucionales para las medidas más profun-
das. Los ministros apenas podían trabajar en sus organismos, pues
estaban completamente abocados en reuniones extraordinarias de
carácter permanente, en las que Urrutia y Miró Cardona pugiletea-
ban discursivamente. El Gobierno Revolucionario no funcionaba
con la agilidad que se requería. Urrutia asumía posiciones torpes
en el manejo de situaciones de conflicto. Miró Cardona, aspirando
a sustituirle, con frecuencia imponía su retórica en las reuniones

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


del Consejo de Ministros, en una táctica evidente de crearle una
crisis y reemplazarlo.12
A tal extremo llegaron estas dificultades que a mediados de enero el
primer ministro presentó su renuncia y el presidente la aceptó en princi-
pio, aunque fue convencido de no hacerlo oficialmente para evitar una
crisis de gobierno.
Los ministros se veían atorados para el ejercicio de sus facultades.
Pronto varios de ellos, los que actuaron en el aparato clandestino del
Movimiento 26 de Julio, Faustino Pérez, Julio Camacho, Enrique
Oltuski, Armando Hart y Luis Buch, cobraron conciencia del problema
y decidieron actuar para resolverlo. Sabían que la gran debilidad del
Gobierno Revolucionario, más allá de las limitaciones de sus miembros,
o las contradicciones entre el presidente y el primer ministro, residía en

11
Luis M. Buch Rodríguez: Gobierno Revolucionario cubano. Génesis y primeros pasos, p. 72.
12
Reinaldo Suárez Suárez y Luis M. Buch Rodríguez: Otros pasos del Gobierno Revolucionario
cubano, ob. cit. (en n. 6), pp. 14-15.

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las dificultades que planteaba el liderazgo político de Fidel Castro y su
no integración al gabinete.
Un asunto donde no hubo contradicciones entre los actores revolu-
cionarios es, quizás, la mejor prueba de la dicotomía política que se
daba en el país. La primera crisis política internacional que tuvo que
afrontar el Gobierno Revolucionario fue la dañina campaña de prensa
hemisférica contra los fusilamientos de individuos condenados como
criminales de guerra que tuvieron lugar desde las primeras semanas del
triunfo rebelde en distintos puntos de la geografía nacional, en especial
en el centro-oriente del país.
En el Gobierno Revolucionario había unanimidad en cuanto a la ne-
cesidad de castigar severamente, acudiendo al recurso de la pena de
muerte, a quienes se les probara que habían cometido graves crímenes
en la terminada guerra civil. Por eso, cuando tras las dos primeras sema-
nas de ejecuciones y juicios sumarios por parte de los Tribunales Revo-
lucionarios se produjo una reacción crítica en todo el hemisferio, los
más prominentes miembros del gabinete salieron en defensa de los proce-
dimientos y sus consecuencias jurídicas. El presidente, el ministro de
Estado y otros miembros del gabinete revolucionario hicieron declara-
ciones públicas de respaldo a la actuación de la justicia revolucionaria.
Sin embargo, el peso de la reacción cubana lo llevó, por mucho, el co-
mandante en jefe, doctor Fidel Castro, quien concibió e instrumentó
una rápida y extraordinaria operación publicitaria internacional, cono-
cida como Operación Verdad, que incluyó la invitación y traslado a
Cuba de cientos de periodistas extranjeros para que observaran in situ
las causas y naturaleza de los procedimientos y escucharan las razones
históricas, circunstanciales y políticas de las medidas.
Como parte de la Operación Verdad hubo una muy concurrida y ex-
tendida conferencia de prensa, pero tuvo lugar en el hotel Habana Hilton,
cuartel general de Fidel Castro, y no en el Palacio Presidencial. Ante los
cerca de 500 periodistas concurrentes durante horas disertó Fidel Cas-
tro, y no el presidente, el primer ministro o los demás miembros del
gabinete, también presentes. La conferencia de prensa sirvió de termó-
metro para medir dónde radicaba el centro magnético de la Revolución
Cubana y dejó en claro la real dualidad de poder en el país.
Un hecho posterior lo hizo más visible, al expresarse contradicciones
en el manejo de un escabroso asunto: el juego en cabarets, hoteles y
casinos. El presidente sostuvo en público la determinación de erradicar
298

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de inmediato el juego, mediante la aplicación de subsidios a los trabaja-
dores afectados como fórmula de compensación laboral. Coincidiendo
plenamente sobre la necesidad social de exterminar el juego, Fidel Cas-
tro difería de manera notable en cuanto al momento de actuar. El Presi-
dente, de inmediato, sin dilaciones; Fidel Castro, en el momento en que
la economía recién asumida, en apremios diversos, lo posibilitara. Sus
palabras, en un acto público en que se resolvía otro de los numerosos
conflictos laborales heredados, no dejan dudas de la disparidad:
[…] es muy fácil escribir en un despacho olvidándose de que hay
medio millón de desempleados y cientos de obreros que trabajan
en los centros de diversiones. [...] Yo llegué a la convicción de que
nuestras condiciones económicas actuales no nos permitirían el
lujo de suspender el juego en los casinos. [...] ¿Subsidios? ¿Pero de
dónde vamos a sacar subsidios si aquí tenemos que pagar todos los
millones, las deudas, los intereses? [...] Es muy bonito resolver teó-
ricamente estos problemas con el estómago lleno. Es muy bonito
desde un despacho decir: «El problema es así». Pero yo a todos
esos los llamaría a que se reunieran con los trabajadores.13
Esa noche hubo una crisis interna de gobierno, anticipo de lo que
vendría en los meses siguientes: Urrutia decidió renunciar a su cargo
por sentirse atacado. Hubo que convencerlo de que la crítica del líder

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


de la Revolución iba dirigida al funcionamiento general del gobierno y
no a su persona. De todos modos, el incidente puso sobre el tapete el
hecho de que el presidente gobernaba desde el Palacio Presidencial sin
una proyección sistémica de contacto con la realidad del país, lo que
constituía su extraordinaria vulnerabilidad política. Evidenciaba además
que Fidel Castro, sin estar investido de responsabilidades de gobierno,
estaba en la calle, en contacto directo con los problemas sociales, econó-
micos y políticos, lo cual era factor determinante en su solución, por lo
que su posición política era casi inmejorable.
Si el presidente de la República hubiese logrado armonizar en bre-
vedad al Consejo de Ministros y empujarlo a la adopción de las medi-
das de gobierno comprometidas en el programa de la Revolución, su
debilidad habría quedado disminuida, incluso, no se habría vuelto fun-
cional. Pero al estancarse la labor del Consejo de Ministros, aflorar

13
Fidel Castro Ruz: Discurso en la Empresa Shell, 6 de febrero de 1959.

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contradicciones en su cúpula y no adoptar medidas reformadoras, la
crisis fue inevitable.
El problema era de diseño: un Gobierno Revolucionario presidido
por un no revolucionario. La solución desde esta perspectiva era senci-
lla: que el líder de la revolución asumiera el manejo y dirección del
Gobierno Revolucionario. Había dos fórmulas. Una total: que ostentara
la presidencia provisional, lo cual Fidel había rechazado en todo mo-
mento. Otra parcial, aunque igual de efectiva: que asumiera el control
político del Consejo de Ministros, por medio de asumir el cargo de pri-
mer ministro, lo que suponía vencer su resistencia.
El grado suficiente de inquietud entre los ministros interesados en
que el Gobierno Revolucionario marchara rápidamente hacia el venci-
miento de las promesas de transformación que animaron la insurrec-
ción cubana, hizo la solución: varios de los ministros veintiseístas
lograron determinar a Fidel Castro a integrarse, el 16 de febrero de 1959,
al gabinete en calidad de Primer Ministro, con un cambio fundamental:
sería el jefe político del Gobierno Revolucionario. Para ello se introdujo
una reforma del artículo 146 de la Constitución de 1940 y de la recién
aprobada, pero no publicada, Ley Fundamental del 7 de febrero, en vir-
tud de la cual el primer ministro dejó de representar la política general del
Gobierno para pasar a dirigir la política general del Gobierno.
No fue un mero cambio semántico, sino de contenido. El Primer Mi-
nistro pasó a presidir las reuniones del Consejo de Ministros y asumió la
responsabilidad política de su ejecutoria. En verdad, la solución fue
radical en su contenido, al traspasar al primer ministro la autoridad ma-
terial por la ejecutoria del Gobierno Revolucionario. En lo adelante el
presidente provisional de la República sancionaría o rechazaría los pro-
yectos de leyes que adoptara el Consejo de Ministros en el término que
fijaba la Ley Fundamental: 10 días.

Bibliografía y fuentes

Actas oficiales del Consejo de Ministros, enero-febrero de 1959.


BUCH RODRÍGUEZ, LUIS MARÍA: Gobierno Revolucionario cubano. Génesis y pri-
meros pasos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001.
CASTRO RUZ, FIDEL: Discurso en el parque Céspedes de Santiago de Cuba,
1ro. de enero de 1959.

300

13 Reinaldo Suárez.pmd 300 15/06/2009, 20:06


CASTRO RUZ, FIDEL: Discurso en la Ciudad Militar de Columbia, 8 de enero
de 1959.
—————: Discurso en la Empresa Shell, 6 de febrero de 1959.
SUÁREZ SUÁREZ, REINALDO y LUIS MARÍA BUCH RODRÍGUEZ: Otros pasos del
Gobierno Revolucionario cubano, Editorial de Ciencias Sociales, La Ha-
bana, 2002.
SUÁREZ SUÁREZ, REINALDO: Un insurreccional en dos épocas. Con Antonio
Guiteras y con Fidel Castro, Editorial de Ciencias Sociales, Col. Política,
La Habana, 2001.
OLTUSKI OZACKI, ENRIQUE: Gente del llano, Ediciones Imagen Contempo-
ránea, La Habana, 2000.
URRUTIA LLEÓ, MANUEL: Democracia falsa y falso socialismo: pre-castrismo y
castrismo, Engelwood Cliffs, Nueva Jersey, Vega Publishing Company,
1975.
THOMAS, HUGH: Cuba, la lucha por la libertad, 1762-1970, t. III, La Repú-
blica socialista, 1959-1970, Grijalbo, México, 1964.

Prensa periódica

Periódico Revolución, La Habana, enero-febrero de 1959.


Periódico Diario de la Marina, La Habana, enero-febrero de 1959.

REINALDO SUÁREZ SUÁREZ / Articulación del primer gabinete revolucionario


Periódico El Mundo, La Habana, enero-febrero de 1959.
Periódico Hoy, La Habana, enero-febrero de 1959.
Periódico Prensa Libre, La Habana, enero-febrero de 1959.
Periódico Gaceta Oficial, La Habana, enero-febrero de 1959.
Revista Bohemia, La Habana, enero-febrero de 1959.

Testimonios

Armando Hart Dávalos


Enrique Oltuski Ozacki
Faure Chomón Mediavilla
Luis María Buch Rodríguez
Julio Camacho Aguilera
Faustino Pérez Hernández

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RUTH No. 3/2009, pp. 302-342

CARLOS ALZUGARAY TRETO*

Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos


en 1959

El año 1959 constituye un hito en el conflicto entre Cuba y Estados Unidos, el cual data de
principios del siglo XIX con la «doctrina de la fruta madura». Ese año la administración
estadounidense pasó de un reconocimiento reticente del nuevo gobierno cubano, surgido de la
revolución victoriosa del 1ro. de Enero, a la puesta en práctica de una política que tuviera como
fin acelerar el desarrollo de una oposición en Cuba que conllevara a un cambio en el gobierno
cubano, favorable a los intereses de Estados Unidos. Toda una escuela historiográfica ha
defendido la falsa idea de que la adopción de un plan para reemplazar a Fidel Castro no se
tomó sino hasta marzo de 1960. Este ensayo demuestra lo distorsionado de tal interpretación.

Aunque el conflicto entre Cuba y Estados Unidos data de principios del


siglo XIX cuando se fue conformando la llamada «doctrina de la fruta
madura», que pretendía legitimar la adquisición del territorio de lo que
entonces era una colonia de España, mediante la equiparación de las
leyes de gravitación física con las de gravitación política, el año 1959
constituye, sin dudas, un hito. Ese año la administración del presidente
Dwight D. Eisenhower pasó de un reconocimiento reticente del nuevo
gobierno cubano, surgido de la revolución victoriosa del 1ro. de Enero,
a la decidida puesta en práctica de una política que tuviera como fin
«ajustar todas nuestras acciones de tal manera que se acelerara el desa-
rrollo de una oposición en Cuba que produjera un cambio en el gobier-
no cubano resultante en un nuevo gobierno favorable a los intereses de
Estados Unidos» [sic], como explicó de manera alambicada el segundo
hombre del Departamento de Estado, Livingstone Merchant, en una
reunión del Consejo Nacional de Seguridad, el 14 de enero de 1960. En
el mismo cónclave, al explicar el proceso a través del cual se había lle-

* (Cuba, 1943). Doctor en Ciencias Históricas. Profesor titular, trabaja en el Centro de Estu-
dios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU), Universidad de La Habana.

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gado a ese punto, otro alto funcionario, el secretario adjunto para Asuntos
Interamericanos, Roy Rubottom, expuso que el momento en que se tomó
esa decisión fue junio de 1959, cuando se llegó a la conclusión de que
«no podíamos alcanzar nuestros objetivos con Castro en el poder».1
Toda una escuela historiográfica en Estados Unidos y otros países ha
tratado de presentar la falsa idea de que durante 1959 la administración
Eisenhower tuvo una actitud positiva hacia Cuba y su disposición a man-
tener relaciones normales y que, por el contrario, fue el Gobierno Revolu-
cionario el que buscó el conflicto a toda costa, pues, en el fondo servía a
los intereses de la Unión Soviética. Para esta escuela historiográfica que
ha desarrollado una narrativa muy cercana a las justificaciones oficiales
utilizadas por la administración Eisenhower para organizar la agresión
armada contra Cuba y su aislamiento diplomático en el hemisferio, la
decisión de adoptar un plan para reemplazar a Fidel Castro en Cuba no se
tomó sino hasta marzo de 1960 y solo después de que se firmaran impor-
tantes acuerdos económicos y comerciales cubano-soviéticos en febrero
de 1960 cuando visitó La Habana el vice primer ministro Anastás
Mikoyán.2 Este ensayo demuestra lo distorsionado de tal interpretación.
Según aseveró el propio Rubottom en la reunión a la que se hizo

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


referencia más arriba, la evolución de la política hacia Cuba durante
1959 transcurrió por cuatro etapas distintas. De enero a marzo tuvo
lugar una fase inicial que Rubottom calificó de «luna de miel», pero que
difícilmente puede ser valorada así, pues desde el principio hubo un alto
grado de hostilidad y lo que pudiera calificarse de una actitud de «caute-
loso escepticismo crítico» hacia la figura de Fidel Castro y su gobierno.
El embajador de Estados Unidos en Cuba, Philip W. Bonsal, por ejem-
plo, es mucho más franco en sus memorias, pues califica la posición de
Estados Unidos en enero de 1959 como de «vigilancia benévola, pero
nerviosa».3

1
«Memorandum of Discussion at the 432nd. Meeting of the National Security Council, Wash-
ington, January 14, 1960, 9 a.m. (Source Eisenhower Library, Whitman File, NSC Records.
Top Secret. Prepared by Boggs on March 31)»; en Department of State: Foreign Relations of the
United States, 1958-1960, Cuba, Volume VI [en lo adelante FRUS, 1958-1960, Cuba, VI],
United States Government Printing Office, Washington, 1991, p. 742. A no ser que se
indique lo contrario, la traducción al español es del autor [n. de la R.].
2
Véase el debate sostenido entre Rafael Rojas y el autor de este ensayo en la revista digital
Foreign Policy en español, <http://www.fp-es.org/un-pasado-virtual#comment-38670>.
3
Philip W. Bonsal: Cuba, Castro, and the United States, University of Pittsburgh Press, Pittsburgh,
1971, p. 28.

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Un segundo momento se produjo desde abril hasta junio, mes durante
el cual hubo un grave deterioro de las relaciones a causa de la manifiesta
hostilidad de Estados Unidos hacia las primeras medidas revolucionarias,
en particular la Reforma Agraria, a pesar del viaje de Fidel Castro a ese
país, cuyo objetivo fue, precisamente, propiciar un mejor clima entre ambas
naciones y explicar las necesidad de los pasos que se estaban dando. En
este período el elemento clave lo constituyó la conclusión a que llegaron
los formuladores de política en cuanto a la imposibilidad de «moderar»
la Revolución y subvertirla desde adentro. En esta etapa se producían
las primeras evidencias firmes y concretas de que la CIA (Agencia Cen-
tral de Inteligencia) se encontraba envuelta en acciones contra el go-
bierno cubano. Al propio tiempo, el Departamento de Estado comenzó
a contemplar medidas de coerción económica directa.
Entre junio y octubre tuvo lugar un lapso contradictorio en el que se
evidenció un claro incremento de las actividades de la CIA mientras el
Departamento de Estado se concentraba en lidiar con los complejos
problemas de cómo proteger los intereses estadounidenses afectados,
negociando por primera vez en la historia de Cuba con un gobierno
remiso a someterse a los dictados de Washington. Fue este el momento
en que se consolidó el criterio de que era necesaria la adopción de me-
didas económicas punitivas, las cuales no se entronizaron porque se
consideró necesario un período previo de preparación política, diplo-
mática y económica. También se comenzó a articular una campaña
destinada a atraer a los demás países latinoamericanos hacia posiciones
anticubanas.
Finalmente, la etapa que transcurrió entre fines de octubre de 1959 y
mediados de enero de 1960, cuando cristalizó de manera definitiva la
nueva política y se esbozó un programa de acción que incluyó la adop-
ción de sanciones económicas abiertas por parte de Estados Unidos
contra Cuba y la organización de los grupos de oposición en un frente
unido contrarrevolucionario dirigido por oficiales de la CIA con activi-
dades paramilitares clandestinas en Cuba y una fuerte propaganda en el
exterior. En esta etapa los planes de la CIA y del Departamento de
Estado se articularon todavía más estrechamente en función de un solo
objetivo: derrocar al Gobierno Revolucionario.

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El cauteloso escepticismo crítico (de enero a abril)

El triunfo de la Revolución el 1ro. de enero de 1959 tomó al gobierno


estadounidense por sorpresa.4 A lo largo del año anterior las distintas
agencias de Estados Unidos habían estado trabajando, aunque con poca
coordinación, para impedir la llegada de Fidel Castro al poder. El emba-
jador Earl E. T. Smith y la Misión Militar eran partidarios de un firme
apoyo a Fulgencio Batista, mientras que el Departamento de Estado y
la CIA buscaban una alternativa que hubiera podido ser «batistiana sin
Batista». Solo al final intentaron lo que el propio Eisenhower definió
como «búsqueda de una tercera fuerza». Pero ya era tarde. En tales
circunstancias, materializada la fuga de Batista el 31 de diciembre de
1958, el Departamento de Estado propuso, y el presidente aprobó, dos
medidas: reconocer rápidamente al nuevo gobierno, lo cual se hizo el 7 de
enero, y reemplazar al embajador Smith por un diplomático de carrera.
Realmente, el pronto reconocimiento del gobierno y el retiro de Smith
fueron los únicos dos gestos amistosos que Washington tuvo con Cuba
al triunfo de la Revolución. Lo primero fue visto como el método más
expedito de obtener influencia sobre el flamante gobierno. La sustitu-

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


ción de Smith era inevitable si Washington quería prevenir tener en La
Habana a un embajador desprestigiado y sin acceso a las nuevas autori-
dades o, lo que era peor, que fuera declarado persona non grata.
La designación de Philip W. Bonsal como embajador también ha sido
presentada como un gesto favorable a Cuba. Sin embargo, esto no es
exacto. El nuevo enviado, que tardó mes y medio en llegar a La Habana,
tenía ciertas características personales que permiten aquilatar los ver-
daderos objetivos de Estados Unidos en Cuba a principios de 1959. La
decisión «era tanto un índice de la desconfianza de Estados Unidos en
el liderazgo de Castro y en parte un intento por orientar el curso de los
acontecimientos en una dirección favorable a las fuerzas anti-Castro».5
Bonsal tenía una larga carrera diplomática en el Departamento de
Estado y fue trasladado desde Bolivia, pues su experiencia era impor-
tante para el caso cubano. El período durante el cual fue embajador allí
4
Véase Carlos Alzugaray: Crónica de un fracaso imperial. La política de Eisenhower contra Cuba y el
derrocamiento de la dictadura de Batista, 2da. edición, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
2008.
5
Morris H. Morley: Imperial State and Revolution. The United States and Cuba, 1952-1986, Cambridge
University Press, Cambridge, 1987, p. 73.

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se había caracterizado por que Estados Unidos, a través de sus agencias
de ayuda y de las instituciones financieras internacionales, «había forza-
do al Gobierno de Paz Estensoro a moderar su programa de desarrollo
nacionalista», explotando la dependencia boliviana en el financiamien-
to externo. Allí, Bonsal «había demostrado ser un efectivo instrumento
de nuestra política de moderar la revolución [de 1952] y persuadir a los
bolivianos a que pospusieran las reformas en aras de balancear el presu-
puesto. Enviar a Bonsal a Cuba revelaba claramente lo que esperába-
mos de la Isla».6
A mediados de enero surgieron tres temas irritantes en las relaciones:
las exageradas y malintencionadas críticas estadounidenses a la forma
en que se venía aplicando la justicia revolucionaria a los asesinos y
torturadores de los aparatos represivos de Batista; la pretensión de Es-
tados Unidos de mantener en Cuba, si no todas, al menos una de las
misiones militares que había asesorado al ejército de la tiranía; y la ne-
gativa del gobierno estadounidense a responder la nota cubana sobre
la extradición de los personeros y criminales de guerra que habían huido
a su territorio y desde allí conspiraban contra la Revolución.
En el primer caso, se trataba de una campaña lanzada por los medios
de comunicación destinada a fomentar un clima enrarecido en las rela-
ciones bilaterales. El 15 de enero el secretario de Estado, John Foster
Dulles, envió un cable cifrado circular a todas las misiones diplomáti-
cas en América Latina, para instruirlas en cuanto a que la posición ofi-
cial de su gobierno era «deplorar estas actividades sobre bases
humanitarias».7 Este mensaje tenía el objetivo de fomentar condenas a
Cuba en el continente y propiciar eventuales sanciones en el marco de
la Organización de Estados Americanos (OEA), el tristemente célebre
«ministerio de colonias» de Estados Unidos para América Latina y el
Caribe.
En este contexto, el Gobierno Revolucionario decidió convocar el
21 de enero a una manifestación popular de apoyo a los juicios contra
criminales de guerra y a la demanda de extradición de los que habían
escapado a Estados Unidos, como parte de la Operación Verdad. Se
invitó a un numeroso grupo de congresistas y periodistas de ese país a
6
Frederick B. Pike: «Can We Slow Our Loss of Latin America», Inter-American Economic Affairs,
Washington, 1961; XV (1): 18, summer.
7
«Circular Telegram from the Department of State to Certain Diplomatic Posts in the American
Republics», en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), p. 364.

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presenciar ambas actividades. A pesar de las garantías dadas el 20 de
enero por el encargado de Negocios, Daniel M. Braddock, al ministro
de Estado, Roberto Agramonte, la actitud del Ejecutivo en Washington
ante esta iniciativa del Gobierno Revolucionario fue contraria y perju-
dicial, e incluso se sabotearon las invitaciones extendidas a los parla-
mentarios estadounidenses.8
Las primeras diferencias también se reflejaron en el espinoso tema de
las misiones militares. Si el gobierno estadounidense hubiera querido
demostrar su buena voluntad en las primeras semanas de 1959, habría
retirado unilateralmente las misiones. Sin embargo, visto el silencio de
Washington, fue el Gobierno Revolucionario el que tuvo que tomar la
iniciativa el 9 de enero. Ese día, durante el programa televisivo Ante la
Prensa, respondiendo a la afirmación de un periodista de que aquel go-
bierno estaba dispuesto a retirar la misión militar en Cuba si se le solici-
taba, Fidel Castro contestó: «Eso no hay que declararlo: tiene que
retirarla. El gobierno de Estados Unidos no tiene derecho a tener una
Misión aquí permanente, eso en primer lugar. O sea, que eso es una
prerrogativa no del Departamento de Estado, sino del Gobierno Revo-
lucionario de Cuba».9

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


Ante la falta de reacción oficial de Washington en este asunto, Fidel
Castro lo reiteró cuatro días después, el 13, durante un homenaje que el
Club de Leones le ofreció al Ejército Rebelde: «[N]o queremos espías
dentro de las fuerzas armadas de la República, ni conspiradores [...]».10
Las misiones fueron definitivamente retiradas el 11 de febrero, des-
pués de un proceso en que el Departamento de Estado, apremiado por
el Pentágono, tratara de negociar la retención y presencia de al menos
tres oficiales. Resulta interesante el intercambio sostenido por el encar-
gado de Negocios Braddock con el entonces canciller Roberto Agra-
monte, considerado por Estados Unidos como uno de los ministros
moderados sobre los cuales se intentaba influir. Al defender la presen-
cia de las misiones, el diplomático estadounidense le dijo al canciller
8
«Editorial Note», Documento no. 238, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), p. 378.
9
Citado en Antonio Núñez Jiménez: En marcha con Fidel: 1959, Editorial Letras Cubanas, La
Habana, 1982, pp. 53-54. Verificado en Fidel Castro: «Entrevista concedida al programa Ante
la Prensa, 9 de enero de 1959», Departamento de Versiones Taquigráficas del Gobierno Revo-
lucionario, Archivo del Instituto de Historia de Cuba, La Habana, 1959.
10
El pensamiento de Fidel Castro. Selección temática, enero 1959-abril 1961, Instituto de Historia del
Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba/Editora Política, La Habana,
1983, t. I (vol. I), p. 4.

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que «durante el mes de marzo pasado E. U. consideró la retirada de las
misiones pero decidió mantenerlas, [...] aunque desde ese momento ce-
saron de llevar a cabo sus funciones normales de asesoría para el Go-
bierno de Batista». Agramonte discrepó, subrayando que las misiones sí
habían entrenado a las fuerzas batistianas hasta el último momento.11
El 27 de enero el embajador de Estados Unidos en Costa Rica, Whiting
Willauer, envió a Rubottom un informe de una conversación sostenida
el 26, con el presidente costarricense, José Figueres. Según el diplomá-
tico, habían conversado sobre Cuba a partir del informe que el manda-
tario había recibido del ex secretario general de la Organización Regional
Interamericana del Trabajo (ORIT) y su cercano colaborador, Luis Al-
berto Monge, quien había regresado de una visita a Cuba y había repor-
tado un «avance comunista en el movimiento obrero cubano».12 El
embajador citó textualmente el siguiente diálogo:
WILLAUER: Me parece que aquellos de ustedes como Muñoz Marín,
Rómulo Betancourt, usted y otros que han estado apoyando y pro-
moviendo al movimiento de Fidel Castro, tienen una tremenda res-
ponsabilidad moral en lograr que las cosas salgan bien en Cuba.
FIGUERES: Estoy de acuerdo y creo que podremos hacer algo. Yo
personalmente voy a visitar Cuba después de la inauguración de
Betancourt el 13 de febrero.13
El estadounidense terminó su carta recomendando al Departamento
que se hiciera lo mismo con Luis Muñoz Marín y Rómulo Betancourt
con el fin de hacerles ver que sus reputaciones como dirigentes antico-
munistas estaban en juego y que debían asumir la responsabilidad de lo
que pudiera suceder. Este documento demuestra que en fecha tan tem-
prana como fines de enero de 1959 comenzaba a concertarse un frente
anticubano con el contubernio de algunas «prestigiosas figuras» de
América Latina.
El 12 de febrero, en la 396ta. reunión del Consejo Nacional de Segu-
ridad, el más alto liderazgo estadounidense condujo su primera discu-
11
«Telegram from the Embassy in Cuba to the Department of State», Documento no. 237,
Telegrama no. 863, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), p. 376.
12
Willauer adjuntó una copia del informe.
13
«Letter from the Ambassador in Costa Rica (Willauer) to the Assistant Secretary of State for
Inter-American Affairs (Rubottom)», Documento no. 242, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI,
ob. cit. (en n. 1), pp. 385-386. Se refería a la toma de posesión del presidente electo de
Venezuela, Rómulo Betancourt.

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sión en profundidad acerca de Cuba, paradójicamente, en vísperas del
primer cambio importante en el Gobierno Revolucionario, la sustitu-
ción del primer ministro, José Miró Cardona, por el comandante Fidel
Castro, quien asumió así la dirección del gabinete.14
El propio Allen Dulles, director de la CIA, calificó la situación como
la «más preocupante» que enfrentaba Estados Unidos en América Lati-
na y lamentó la sustitución de los principales funcionarios del antiguo
régimen. A una pregunta del secretario del Tesoro, Robert B. Anderson,
sobre cómo se debía reaccionar ante una hipotética solicitud de ayuda
del gobierno cubano para estabilizar su moneda (Batista había dejado
las arcas de las reservas a un muy bajo nivel), el presidente Eisenhower
respondió que se debía esperar «hasta que el propio Gobierno cubano
se estabilizara». El subsecretario de Estado para Asuntos Económicos,
Douglas Dillon, advirtió que «una explosión financiera en Cuba podía
conducir a una explosión del nuevo gobierno cubano», a lo que Allen
Dulles respondió que las nuevas autoridades en la Isla eran como niños
a los que había que enseñar.15 Esta reunión confirma la actitud básica-
mente hostil que tenía hacia Cuba el gobierno estadounidense y su poca
disposición a establecer relaciones de cooperación con el nuevo gobier-

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


no surgido del triunfo revolucionario, a pesar de la valoración positiva
que se tenía de ciertos miembros del gabinete, sobre todo en el área
económica. Se destacaban, entre ellos, el ministro de Hacienda, Rufo
López Fresquet, el presidente del Banco Nacional, Felipe Pazos y el
presidente del Banco de Fomento Agrícola e Industrial de Cuba
(BANFAIC), Justo Carrillo.
Unos días después de la toma de posesión de Fidel Castro como pri-
mer ministro, el 19 de febrero, llegó a La Habana el flamante embaja-
dor, Philip W. Bonsal. El día siguiente el Departamento de Estado aprobó
un documento de política hacia Cuba elaborado por William Wieland,
director de la Oficina de Asuntos Mexicanos y Caribeños. Para el alto
funcionario, dentro del gobierno cubano se manifestaban tres tenden-
cias. Una radical, dirigida por Che Guevara y Raúl Castro; otra centris-
ta, encabezada por Fidel Castro, orientada fundamentalmente al

14
Véase Luis María Buch y Reinaldo Suárez: Gobierno Revolucionario cubano: primeros pasos, Edito-
rial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 79-85.
15
«Memorandum of Discussion at the 396th Meeting of the National Security Council, Wash-
ington, February 12, 1959», Documento no. 250, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en
n. 1), pp. 397-398.

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«establecimiento de una Cuba próspera y democrática con un Gobierno
honesto»; y «un grupo más maduro y moderado formado por técnicos y
personas con experiencia política [...] la mayoría de los cuales se da
cuenta de que está en el interés de Cuba trabajar con Estados Unidos».
Para Wieland, este último tenía el apoyo de las clases medias y profesio-
nales e incluía un número de cubanos responsables a quienes les preo-
cupaba que Cuba adoptase un giro «nasserista» o radical. «Este grupo
también refleja la actitud anticomunista de la mayoría de los cubanos».
Partiendo de que Cuba enfrentaría una situación crítica en lo social,
económico y político, Estados Unidos debía adoptar una política que
«reforzara al grupo maduro y moderado [...] dándole una consideración
favorable a sus pedidos de ayuda a corto plazo para estabilizar la situa-
ción». Al mismo tiempo, se debía tratar de «influir sobre Fidel Castro y
sus seguidores más moderados para que hagan causa común con el gru-
po moderado [...] y dediquen sus energías principalmente a la estabiliza-
ción y mejora de la situación interna cubana». Paralelamente, los
funcionarios estadounidenses debían «aislar y reducir la influencia del
elemento “radical” dentro del 26 de Julio y de los comunistas».16
El Departamento de Estado aprobó la política propuesta e instruyó
al del Tesoro que se le diera una solución positiva a una petición cubana
y se apoyara la solicitud concurrente ante el Fondo Monetario Interna-
cional, presentadas ambas por una delegación del Banco Nacional de
Cuba que viajó a Washington. Se trataba de un crédito stand-by por
25 000 000 de dólares, con el que el Departamento pensaba favorecer a
los elementos moderados. Como señaló el memorándum definitivamente
aprobado por Dillon, «hay muchos elementos saludables e influyentes
en Cuba cuyas posiciones serán reforzadas si la actual misión cubana
puede regresar con una indicación de que la asistencia necesaria será
otorgada».17
El embajador Bonsal, por su parte, al escribir sus memorias en 1971,
describió así su perspectiva cuando llegó a Cuba en 1959:

16
«Memorandum from the Director of the Office of Mexican and Caribbean Affairs (Weiland) to
the Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Rubottom)», Documento no. 254
de 19 de febrero de 1959, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 404-406.
17
«Memorandum from the Deputy Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs
(Snow) to the Under Secretary of State for Economic Affairs (Dillon)», Documento no. 255,
en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 406-408. El préstamo nunca se llegó a
concretar pues la situación de las reservas mejoró posteriormente.

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Cuando llegué a La Habana en febrero de 1959 yo compartía el
criterio ampliamente sostenido de que el establishment cubano,
incluyendo los políticos que se habían opuesto a Batista y aquellos
ciudadanos (desde los «capitalistas» hasta los miembros de los sin-
dicatos, pasando por «las clases medias emergentes»), los cuales
habían gozado de relativa estabilidad y seguridad económica, aho-
ra tenían un papel importante que jugar. Yo pensaba que este
establishment confinaría al nuevo gobierno y a los dirigentes de la
Sierra Maestra, incluyendo a Castro, dentro de patrones democráti-
cos de comportamiento.18
Estas observaciones de Bonsal evidencian una visión distorsionada
acerca del sistema político cubano prerrevolucionario y acerca del pa-
pel que los distintos sectores de la sociedad habían desempeñado en el
pasado reciente.19 Detrás de esta visión emergía una política de contor-
nos bien definidos: frustrar la Revolución, «confinarla» dentro de «pa-
trones democráticos», que resultaran «aceptables» para el procónsul
estadounidense, como había sucedido en el pasado.
Según Bonsal, la posición estadounidense era de vigilancia benévola,
pero nerviosa.20 Mas al mismo tiempo estaba temperada por la confian-

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


za de que, al final, no existían las condiciones para un cambio tan radi-
cal como el que se llevó a cabo en la práctica. Una vez más, según
Bonsal:
Yo compartí la creencia, basada en la experiencia cubano-america-
na de 60 años, en que los intereses económicos recíprocos entre
Cuba y Estados Unidos ejercerían una influencia estabilizadora y
moderadora sobre los acontecimientos en Cuba. El bienestar de
Cuba había estado, estaba, y parecía destinado a mantenerse ligado
a la producción y venta de azúcar a precios lucrativos y en grandes
cantidades. Estados Unidos había sido, era, y parecía destinado a
continuar siendo un mercado ventajoso para una cantidad equiva-
lente a la mitad de la zafra azucarera a precios que eran normal-
mente superiores a lo que Cuba podía obtener en otros mercados
por su principal producto. La constante disponibilidad y probada

18
Philip W. Bonsal: Ob. cit. (en n. 3), pp. 4-5.
19
C. Alzugaray: Ob. cit. (en n. 4), pp. 3-42.
20
P. Bonsal: Ob. cit. (en n. 3), p. 28.

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flexibilidad de la producción azucarera cubana constituían activos
definitivos para Estados Unidos de la misma forma que la disposi-
ción americana de pagar altos precios por el azúcar cubano eran un
activo mayor y, yo pensaba entonces, irremplazable para Cuba.21
Uno de los más sorprendentes y contradictorios planteamientos que
hizo Bonsal en su libro de memorias es el que se refiere al modus operandi
que adoptó con vista a poner en práctica la política de influir sobre el
grupo «maduro y moderado», en su mayor parte integrantes del primer
gabinete del Gobierno Revolucionario. Vale la pena citarlo in toto:
Durante mis primeras semanas en La Habana, a través de cuantos
canales encontraba disponibles, me dediqué a trasmitir buena vo-
luntad y disposición de acometer negociaciones serias acerca de
todos los temas que el régimen quisiera plantear. Tomé la inusual
medida de hacer visitas bien divulgadas a cada uno de los minis-
tros del gabinete de Castro. Traté de desarrollar con cada uno de
ellos una relación a confianza cordial e imbuirlos en el convenci-
miento de que el gobierno de Estados Unidos estaba preparado a
dar la consideración más favorable y constructiva posible a cual-
quier propuesta del nuevo gobierno cubano en el campo de las
relaciones entre los dos países. Enfaticé ante estos hombres y mu-
jeres, muchos de los cuales eran novicios en sus responsabilidades
oficiales, los elementos de ventajas mutuas y recíprocas inherentes
en la relación existente entre Cuba y Estados Unidos. Hice todo lo
posible por evitar la actitud de paternalismo apenas encubierto,
que estas personas habían sido inducidos a creer era lo característi-
co de algunos de mis predecesores. Estas visitas, así como aquellas
que hice a los directores de los medios masivos, incluyendo aque-
llos establecidos por el nuevo régimen pero excluyendo al órgano
comunista Hoy, cuya reaparición Castro había permitido, estaban
diseñadas para crear una atmósfera de cordialidad hacia mi perso-
na y mi misión, lo que yo creo que se logró.22
Este párrafo, pleno del paternalismo que el propio Bonsal decía haber
tratado de evitar, demuestra hasta qué punto la concepción del papel
proconsular que el embajador debía desempeñar en Cuba había permeado
a un diplomático de carrera de talante liberal, como sin duda él era.
21
P. Bonsal: Ob. cit. (en n. 3), pp. 29-30.
22
Ibíd., p. 51.

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A partir de la llegada de Bonsal a La Habana el 19 de febrero y hasta
el 26 de marzo, fecha en que el tema de Cuba volvió a analizarse en la
400ma. reunión del Consejo Nacional de Seguridad, las relaciones bila-
terales cubano-estadounidenses no sufrieron aparentemente ningún de-
terioro significativo. La única medida concreta que afectaba los intereses
de Estados Unidos fue la intervención de la Cuban Telephone Company
y la rebaja de las tarifas telefónicas, ocurrida el 3 de marzo. Se trataba
de pasos elementales, pronosticados incluso por la propia embajada se-
gún se ha visto, y de profundo impacto popular. A causa del pésimo
servicio que prestaba, era una de las compañías más repudiadas en Cuba
y había recibido enormes facilidades de los gobiernos anteriores, particu-
larmente el de Batista, el cual había permitido un alza injustificada de
las tarifas.23
No obstante, varios acontecimientos deben haberle hecho compren-
der a Washington que enfrentaban un gobierno distinto en Cuba: Fidel
Castro continuó denunciando públicamente la historia de violaciones a
la soberanía nacional entre 1898 a 1958 y las conspiraciones contrarre-
volucionarias que se fraguaban desde el territorio estadounidense. Como
ha señalado Tad Szulc en su biografía sobre Fidel: «Castro usaba cada

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


discurso para decirle a Estados Unidos, de la forma más clara posible,
que ya no mandaba en Cuba».24 Por otra parte, y de manera más concre-
ta, el 5 de marzo se tomó la decisión de no cobrar los cheques que
Estados Unidos entregaba a Cuba cada año en pago por el arrendamien-
to del territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo.
El 5 de marzo se produjo la primera entrevista entre Fidel Castro y
Bonsal, la cual duró 90 minutos. Esta tuvo lugar apenas 24 horas después
de la presentación de sus Cartas Credenciales al presidente Manuel
Urrutia, lo que constituía un gesto amistoso, por desacostumbrado, de
la parte cubana. Según el escueto informe de Bonsal a Washington, Fidel
Castro se manifestó de forma cordial y efusiva, ofreciéndole una expli-
cación acerca de sus planes de gobierno en materia de reforma agraria,
industrialización, reducción de alquileres, financiamiento de viviendas
y otros, «describiéndolos como elementos vitales de la revolución».
Bonsal valoró la audiencia como «difícilmente conclusiva pero útil»,

23
Batista había recibido, como regalo de la ITT (International Telegraph and Telephone,
trasnacional propietaria de la Cuban Telephone Company) un teléfono de oro en pago por sus
servicios.
24
Tad Szulc: Fidel: A Critical Portrait, William Morrow and Company, New York, 1986, p. 486.

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reiterando que la «atmósfera fue cordial y, yo creo, prometedora». Du-
rante la conversación, Fidel le comunicó que había aceptado una invi-
tación de la Sociedad Americana de Editores de Periódicos para visitar
Washington y hablar ante su reunión anual en abril, esperando que ello
no resultara «embarazoso para la Casa Blanca o el Departamento de
Estado».25
El asunto de la visita del primer ministro de Cuba se discutió en pro-
fundidad durante la 400ma. reunión del Consejo Nacional de Seguridad
el 26 de marzo, lo cual motivó, además, un largo intercambio sobre la
política hacia Cuba en general. Como era común, Allen Dulles inició el
debate describiéndose «como perturbado por los recientes acontecimien-
tos en la Isla». A una pregunta de Eisenhower sobre si se podía hacer
algo contra Cuba a través de la OEA, el secretario de Estado interino
Christian Herter respondió que no.26 De inmediato se refirió a la próxi-
ma visita de Fidel. El presidente preguntó si no era posible negarle la
visa, idea que recibió el apoyo del subsecretario de Defensa, Donald A.
Quarles. Cuando el asesor de Seguridad Nacional, Gordon Gray, pre-
guntó si se podía hablar con los editores de periódicos para que cance-
laran la invitación, Herter respondió con una negativa, aunque prometió
estudiar el asunto aún más. El debate terminó con unas interesantes
apreciaciones de Allen Dulles, quien dijo que «en vista de su creencia
en que lentamente estaba surgiendo un movimiento contra Castro en
Cuba, debemos ser muy cuidadosos en hacer cualquier cosa que tienda
a desalentar el crecimiento de ese movimiento», infiriendo que «la can-
celación del discurso de Castro podría ser una acción de ese tipo».27
De lo anterior se puede deducir que en vísperas del viaje de Fidel
Castro a Washington, el presidente Eisenhower y sus principales cola-
boradores, entre ellos Allen Dulles, ya habían concluido que el tipo de
25
«Telegram from the Embassy in Cuba to the Department of State no. 1036», Documento
no. 258, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 420-421. En sus memorias,
Bonsal modificó un tanto su apreciación sobre esta primera reunión al afirmar: «Tal como
preví, la ocasión fue más un evento de relaciones públicas que una conversación seria sobre
asuntos actuales»; P. Bonsal: ob. cit. (en n. 3), p. 53.
26
Para esta fecha el secretario de Estado de Eisenhower, John Foster Dulles, se encontraba en
estado grave, enfermo de cáncer terminal y el subsecretario Herter lo había sustituido
interinamente hasta que fue nombrado de manera oficial en el cargo en propiedad, a fines de
abril de 1959.
27
«Memorandum of Discussion at the 400th Meeting of the National Security Council, Wash-
ington, March 26, 1959», Documento no. 266, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1),
pp. 420-421.

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relaciones que las nuevas autoridades cubanas pretendían mantener con
Estados Unidos eran inaceptables, pues no se ajustaban a lo que en sus
mentes eran los tradicionales y mutuamente beneficiosos lazos entre am-
bos países. En los próximos dos o tres meses se convencerían de que
solo podrían modificar esa situación a través del derrocamiento «desde
afuera» del Gobierno Revolucionario, pues la estrategia de moderarlo o
subvertirlo «desde adentro» no iba a dar resultado.

La agudización de las contradicciones (de abril a junio)

En los días previos a la visita del primer ministro, la situación económi-


ca de Cuba sufrió un grave deterioro a causa de dos factores: una depre-
sión en la demanda mundial de azúcar y un aumento del desempleo
interno. Las autoridades financieras cubanas, entre las que primaban las
tendencias moderadas, concluyeron que era necesario renovar en ese
momento las negociaciones financieras con Washington. Pazos y Carri-
llo, presidentes del Banco Nacional y del BANFAIC, respectivamente,
convencieron al primer ministro de que debía aprovechar su viaje para

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


plantear el problema y reiniciar los contactos, pero esta vez con el obje-
tivo de solicitar no solo ayuda financiera en la estabilización del peso,
sino, también, varios préstamos y créditos para el desarrollo del país.28
Este hecho, junto a la delegación que acompañaría a Fidel Castro,
constituida, entre otros, por los más altos funcionarios de los ministe-
rios de Economía y Hacienda y del Banco Nacional de Cuba, y por
empresarios privados, como Pepín Bosch, de la Empresa Bacardí, de lo
cual tenía conocimiento el Departamento de Estado desde principios
de abril, llevaron a las autoridades estadounidenses a pensar que las
cuestiones económicas estarían en el centro de la agenda del viaje.
En función del interés de presionar a Cuba, Washington se preparó
para seguir lo que puede calificarse como la «estrategia boliviana»: es-
perar que la parte cubana planteara el asunto de la ayuda para entonces
imponer determinadas condiciones que amarraran las manos del go-
bierno. Teniendo en cuenta que era esta la primera ocasión en que el
máximo dirigente cubano visitaría a Estados Unidos, un objetivo im-
portante fue sondearlo, para determinar si aún existían posibilidades de
28
Hugh Thomas: Cuba: La lucha por la libertad, 1762-1970, La República socialista, 1959-1970,
Editorial Grijalbo, México, 1973, t. III, pp. 1544-1545.

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modificar sus radicales posiciones. Se esperaba que el hecho de que
viajara acompañado de funcionarios integrantes del grupo maduro y
moderado y que en la capital de ese país tendría contactos con algunos
dirigentes estadounidenses, pudiera influir sobre la orientación general
del proceso.
A los altos funcionarios estadounidenses les preocupaba que el máxi-
mo dirigente de la Revolución adoptara en sus manifestaciones públi-
cas una posición crítica hacia el pasado de las relaciones y se aprestaron
nerviosamente a responder cualquier planteamiento de tal naturaleza.
Deseaban, además, aprovechar la ocasión para hacer valer su posición
hegemónica si el líder cubano les daba la oportunidad. Querían tener
listo el mazo, pero estaban dispuestos a ofrecer algunas zanahorias si la
delegación cubana daba muestras de flaquear. Esta postura ambivalente
se reflejó en el memorándum que Rubottom dirigió a Herter el propio
día 15, en el que concluía:
Aunque personalmente tengo serias dudas respecto al carácter y
motivaciones del primer ministro Castro, estoy de acuerdo con el
criterio del embajador Bonsal expresado en el cable de hoy de que
deberíamos escuchar a Castro con paciencia y estar dispuestos a
discutir con él cualquier asunto que pueda plantear. El doctor Cas-
tro está siendo sometido a la presión de los miembros de su propio
gobierno (incluyendo, creo, los ministros que lo acompañan en este
viaje) para que abandone su posición anti-Estados Unidos y reco-
nozca las realidades de la vida económica en lo que respecta a las
relaciones Estados Unidos-Cuba. Creo que nuestra oportunidad
de hablar con Castro durante el almuerzo con usted y en su visita al
vicepresidente Nixon puede ser nuestra última oportunidad de in-
fluir favorablemente en su actual forma de pensar y disuadirlo de
conducir a Cuba a una posición de neutralismo nacionalista, que
los comunistas explotarán al máximo.29
A su llegada a Estados Unidos, Fidel Castro hizo declaraciones pú-
blicas que dieron al traste con la estrategia de chantaje económico. «No
hemos venido a buscar dinero», dijo, «[...] Lo que pasa es que aquí están

29
«Memorandum from the Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Rubottom)
to the Acting Secretary of State», Documento no. 280, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob.
cit. (en n. 1), pp. 468-469.

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acostumbrados a que todos los gobernantes que vienen piden dinero».30
Según Hugh Thomas, quien se basa en los recuentos de Pazos y López
Fresquet:
en la primera conferencia de prensa que dio en los Estados Unidos
le preguntaron si venía a buscar ayuda extranjera. Castro contestó:
«No, estamos orgullosos de ser independientes y no tenemos la
intención de pedir nada a nadie». Pazos, sorprendido, preguntó a
Boti qué significaba aquello. Boti dijo: «Sí, no tenemos intención
de pedir ahora ayuda, durante la visita de Castro, pero usted, Pazos,
volverá dentro de quince días para hacer una petición»; y, en reali-
dad, se mantuvo esta línea durante todo el viaje: nada de discusiones
económicas, nada de concesiones de los Estados Unidos [sic].31
La entrevista más significativa que sostuvo Fidel Castro durante su
estancia en Washington ocurrió el 19 de abril, cuando se reunió con el
vicepresidente Richard Nixon en sus oficinas del Senado.32 Hasta fecha
reciente, la única información con que contaban los investigadores al
respecto era la versión que de esta había dado el propio Nixon, primero
en su libro Six Crisis (Seis crisis), escrito en 1962 después de las derrotas
que sufrió a manos de John F. Kennedy en las elecciones presidenciales

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


de 1960, y de Pat Brown en las elecciones para gobernador de California
ese mismo año, y en sus memorias RN: The Memoirs of Richard Nixon,
escritas en 1978.
Ya hoy ya se conoce el texto completo del memorándum que el vice-
presidente elaboró, lo que nos permite formarnos un juicio más certero
y objetivo sobre los fines que se perseguían con esa entrevista y sus
resultados. Esto es importante porque desde que Nixon aseguró en su
primer libro que «dentro de los cónclaves de la administración, yo siem-
pre había instado a que adoptáramos una política más dura hacia Cas-
tro»,33 ha persistido la impresión de que el curso de acciones que llevó al
descalabro de Girón se debía exclusivamente a sus esfuerzos, cuando
ello no está sustentado ni por el memorándum en cuestión ni por los
demás documentos publicados hasta ahora.

30
Véase periódico Hoy, 17 de abril de 1959, p. 1.
31
H. Thomas: Ob. cit. (en n. 28), t. 3, p. 1549.
32
Dentro del sistema político estadounidense, el vicepresidente ocupa también las funciones de
presidente del Senado, aunque no tiene voto.
33
Richard Nixon: Six Crisis, W. H. Allen, New York, 1962, p. 351.

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El informe de Nixon a Eisenhower da la imagen de un debate entre
un hombre de talante conservador, como lo era Nixon, y un reformista
social de ideas muy avanzadas con relación al desarrollo de los países
latinoamericanos. Mientras que Fidel defendió la tesis de que los diri-
gentes se debían a sus pueblos y debían servir a sus masas desposeídas,
Nixon planteó que el papel de los políticos era el de orientar a sus pue-
blos y no dejarse llevar por las opiniones mayoritarias que no siempre
eran las correctas. El vicepresidente sostuvo el criterio de que las opi-
niones del primer ministro sobre el comunismo eran ingenuas y se pare-
cían mucho a las que le escuchó al presidente Sukarno de Indonesia. El
primer ministro le contestó que, dado el inmenso poder y desarrollo de
Estados Unidos, no entendía el temor que le tenían los estadounidenses
al comunismo. Las discrepancias fueron también importantes en mate-
ria económica, al ser Nixon partidario del estímulo a la empresa privada
y a la inversión extranjera, en tanto Fidel Castro privilegió el papel del
Estado.
En lo único que Nixon admitió aceptar los argumentos del cubano
fue cuando este planteó la necesidad de que Estados Unidos redujera
sus ventas de armas a los ejércitos latinoamericanos. Finalmente, en los
extractos de su memorándum publicado en sus memorias, Nixon omitió
dos frases significativas. Unas líneas antes de concluir, apreció así a su
interlocutor: «Mi propia evaluación sobre él [Fidel Castro] es algo ambi-
gua. El único hecho del cual podemos estar seguros es que posee esas
cualidades indefinibles que lo convierten en un líder de otros hombres».34
La conclusión que se puede sacar es que Nixon no solo trató de obte-
ner una información más completa y una visión más detallada acerca de
Fidel Castro, su personalidad y sus criterios, sino que también intentó
ejercer influencia sobre el dirigente cubano, como se había propuesto

34
Jim Blight: (1996) The Bay of Pigs: New Evidence from Documents and Testimony of the Anti-Castro
Resistance, Brigade 2506 and the Kennedy Administration, Volume 2, Readings from Primary
Sources. A conference of scholars; former officials from the Kennedy Administration, White
House, CIA, and State Department and former members of the anti-Castro resistance. Held
at: Musgrove Plantation, St. Simons Island, Georgia, 31 May-2 June 1996. Sponsored joint-
ly by: The National Security Archive, Washington, D. C., and t+he Center for Foreign
Policy Development of the Thomas J. Watson Jr. Institute for International Studies, Brown
University, with support from: The Arca Foundation and the John D. and Catherine T.
MacArthur Foundation. [Colección de documentos agrupados en una carpeta para una confe-
rencia celebrada en Musgrove Plantation, Georgia en 1996 por el profesor James Blight. La
referencia está tomada textualmente del título que aparece en la carátula de la carpeta (n. del
A.)].
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en varios documentos preparatorios. Pero ello resultaba incongruente,
porque todo indica que para esa época Eisenhower estaba ya convenci-
do de que no había posibilidad alguna de llegar a algún acuerdo con la
Revolución Cubana. Aunque por las características de sus métodos
de gobernar es difícil encontrar un testimonio que indique exactamente
cuándo llegó el presidente a esta conclusión, puede suponerse que fue
alrededor de estas fechas o antes.
Respecto a la actitud de Eisenhower, la única evidencia es la que
ofreció el secretario de Defensa, Neil McElroy, quien dejó el siguiente
testimonio:
Recuerdo claramente haber discutido con el presidente Eisenhower
acerca de la amenaza que para nuestro país (significaba) tener una
isla comunista tan cerca de nuestras costas y expresé al presidente
la creencia de que si el gobierno de Castro se orientaba definitiva-
mente hacia el comunismo, debíamos tomar cualquier acción que
fuera necesaria para quitarle el control del gobierno cubano a él y a
su grupo. Tengo la clara reminiscencia de que el presidente Eisen-
hower estuvo de acuerdo. Por supuesto, ello no quiere decir que
estuviéramos de acuerdo en cuanto a una acción específica en ese

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


momento.35
Ocho años después, en 1967, cuando el periodista estadounidense
Lee Lockwood le preguntó a Fidel Castro sobre su entrevista con Nixon,
este contestó: «Yo me limité a [...] explicar las realidades de nuestro
país, que creo semejantes a las del resto de Latinoamérica, y a demos-
trar que las medidas que íbamos a tomar, algunas de las cuales afecta-
ban a los intereses norteamericanos, eran justas».36 En realidad este había
sido el tema central de los planteamientos que hizo el dirigente cubano
acerca de las relaciones bilaterales durante toda su visita y en especial
en el discurso ante la Sociedad Americana de Editores de Periódicos, el
17 de abril. Allí dijo:
Queremos que, en los Estados Unidos, comprendan que lo que
estamos haciendo para mejorar nuestro país en la única forma
35
Entrevista con Neil McElroy, en The Eisenhower Oral History Collection (La colección de historia oral
de Eisenhower), Biblioteca de la Universidad de Columbia, Columbia, 1967, p. 88; citado en M. H.
Morley: Imperial State and Revolution. The United States and Cuba, 1952-1986, ob. cit. (en n. 5),
1987, p. 74.
36
Lee Lockwood: Castro’s Cuba, Cuba’s Fidel, The Macmillan Company, New York, 1967,
p. 186; citado en H. Thomas: Ob. cit. (en n. 28), t. 3, p. 1551.

319

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posible. Sé que en todos los países hay muchos intereses y, a veces,
hay choques entre unos y otros, pero nuestras necesidades son ésas
y la única forma que tenemos para solucionarlas es, sin discusión
alguna, el derecho de los cubanos a mejorar la situación económica
de su país. [...]
Cuando algunos me preguntan cómo, si no venimos por dinero,
pueden los Estados Unidos ayudarnos, les contesto: en primer lu-
gar, con un trato justo y, en segundo lugar, con una justa compren-
sión de las cosas que necesitamos. Si los turistas van a Cuba, si los
hombres de negocios quieren ir a Cuba, les brindamos garantías y
buenos beneficios. Pero si se lanzan campañas contra nosotros, los
turistas dejarán de ir a Cuba.37
El mismo mensaje fue reiterado de manera oficial cuando el primer
ministro respondió las palabras que pronunciara el secretario Herter en
el almuerzo que le ofreció el 16 de abril:
Los Estados Unidos y Cuba siempre han mantenido las relaciones
más estrechas. No hay razones para que estas relaciones no deban
mejorar cada día. Nuestro pueblo ve al pueblo norteamericano con
un amplio sentido de amistad. Al mismo tiempo, nuestro pueblo
tiene esperanzas en el mayor entendimiento, por parte del pueblo
de los Estados Unidos, del esfuerzo que estamos haciendo para
solucionar nuestros problemas.38
A pesar de estas palabras conciliadoras reiteradas a lo largo de la
visita y del éxito que resultó en términos de relaciones públicas, lo que
fue reconocido en varios documentos del Departamento de Estado, las
autoridades estadounidenses no se sintieron satisfechas y mantuvieron
las mismas reticencias e inquietudes en torno a las relaciones bilatera-
les. La cancillería estadounidense, en mensaje enviado a la embajada en
La Habana, valoró al primer ministro cubano de la siguiente forma:
En resumen, a pesar de la aparente sencillez, sinceridad y disposi-
ción a tranquilizar al público de Estados Unidos de Castro, hay
pocas probabilidades de que Castro haya alterado el curso esen-
37
Celia Sánchez Manduley: Resumen de un viaje (Textos taquigráficos de los discursos que figuran
insertos), Editorial Lex, La Habana, 1960, pp. 54-55.
38
Ibíd., p. 13.

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cialmente radical de su revolución. [...] Sería un serio error subesti-
mar a este hombre. Con toda su apariencia de ingenuidad, falta de
sofisticación e ignorancia en muchas cuestiones, claramente posee
una fuerte personalidad y es un dirigente nato con gran coraje y
convicción personales. Aunque ciertamente lo conocemos mejor
ahora que antes, Castro sigue siendo un enigma y debemos esperar
sus decisiones en asuntos específicos antes de asumir un punto de
vista más optimista que hasta el momento acerca de la posibilidad
de desarrollar una relación constructiva con él y con su gobierno.39
En vísperas de la adopción de la Reforma Agraria el 17 de mayo de
1959, el panorama de las relaciones era cada vez más diáfano. Por un
lado, el liderazgo de la Revolución había dejado claro que tenía la firme
voluntad de seguir adelante con el programa mínimo de medidas anun-
ciado en La historia me absolverá, al tiempo que, por boca del propio
Fidel Castro, tanto en planteamientos públicos como en privado, se ha-
bían dado las necesarias garantías a Estados Unidos de que ese progra-
ma no estaba dirigido contra los legítimos intereses que ese país pudiera
tener en Cuba, aunque la Revolución no se detendría en avanzar frente
a cualquier oposición, viniera de donde viniera. La postura del gobierno

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


cubano era firme pero razonable, si se tiene en cuenta la historia del
vínculo bilateral.
Por el lado estadounidense aumentaba la preocupación y la hostili-
dad. El viaje del primer ministro a ese país había demostrado dos cosas:
primero, que no era propenso a ser manipulado mediante los tradiciona-
les mecanismos de la ayuda económica condicionada; y segundo, que
era un hombre de firmes convicciones, capaz de defender efectivamen-
te sus criterios. Tres cuestiones preocupaban a los funcionarios estadou-
nidenses: la política económica del nuevo gobierno y la afectación que
ella pudiera producir en ciertos intereses; la presencia dentro del gobier-
no de sectores radicales (nacionalistas y/o comunistas) refractarios a la
influencia de Estados Unidos, y la política exterior progresivamente au-
tónoma que Cuba venía proyectando.
La presencia de estos tres factores en un país como Cuba, considera-
da desde el siglo XIX por los formuladores de política estadounidenses
como parte esencial y segura de su esfera de influencia en el Caribe,

39
«Memorandum Prepared in the Department of State», Documento no. 292, en FRUS, 1958-
1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), p. 483.

321

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motivaban la más profunda consternación. La evidencia documental
tiende a la conclusión de que en las más altas esferas de ese país existía
ya desde antes de la visita del primer ministro la convicción de que
había que derrocarlo. Las posiciones adoptadas por Fidel Castro en
Washington y durante el resto de su gira por el continente confirmaron
esta apreciación.
No obstante, la Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo fue un im-
portante punto de inflexión en las relaciones. Desde su decreto hasta la
propia embajada en La Habana se sintió alarmada por lo que consideró
dos elementos negativos: que la versión aprobada había sido «la deseada
por el grupo radical, por “Che” Guevara y la opuesta por el ministro de
Agricultura Sorí Marín»; y que la designación como director ejecutivo
recayera sobre Antonio Núñez Jiménez. Pero el Departamento de Esta-
do se sintió aún más sobresaltado. «La Ley de Reforma Agraria está
causando gran consternación en el gobierno de Estados Unidos y en los
círculos azucareros norteamericanos», informó el secretario adjunto para
Asuntos Económicos, Douglas Dillon, al embajador Bonsal pidiéndole
que viajara inmediatamente a Washington.40

Estalla el conflicto (de junio a octubre)

El 1ro. de junio el Departamento de Estado instruyó a Bonsal, ya de


regreso en La Habana, que solicitara una entrevista urgente con el pri-
mer ministro a fin de comentarle una serie de «preocupaciones levanta-
das en los Estados Unidos con respecto a la propuesta ley». Ellas se
referían fundamentalmente a la posible afectación en el suministro de
azúcar a Estados Unidos y al tema de la compensación por las tierras
que fueran expropiadas. Sobre esto último, el cable de instrucciones
requería que se demandara de la parte cubana «el pago rápido, adecuado
y en efectivo» por las propiedades que fueran tomadas.41 El embajador
no pudo concertar la reunión de inmediato y recomendó al Departa-
mento de Estado la redacción de una nota verbal, ya que la ley había
sido publicada en la Gaceta Oficial el 3 de junio.

40
«Telegram from the Department of State to the Embassy in Cuba», Documento no. 308, en
FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 510-511.
41
«Editorial Note», Documento no. 312, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), p. 516.

322

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La nota estadounidense se entregó el 11 de junio e inició un ácido
intercambio entre ambos países. Aunque los diplomáticos estadouni-
denses envolvieron sus protestas en lenguaje aparentemente inocuo, no
queda duda alguna de sus intenciones: presionar al gobierno cubano
para que la modificara o suspendiera su aplicación. Vale la pena citar
algunos párrafos clave del documento entregado al embajador Ernesto
Dihigo, en Washington, y al canciller Roberto Agramonte en La Habana:
El gobierno de los Estados Unidos reconoce que de acuerdo a las
leyes internacionales un estado tiene el derecho de tomar la pro-
piedad dentro de su jurisdicción con fines públicos en la ausencia
de tratados y otros acuerdos en contrario, sin embargo este dere-
cho está aparejado con la correspondiente obligación por parte del
estado de que tales medidas sean acompañados [sic] por el pago de
rápida, adecuada y efectiva compensación. [...]
El texto de la Ley Agraria Cubana da seria preocupación al gobier-
no de los Estados Unidos de América respecto a las adecuadas
previsiones referentes a las compensaciones a los ciudadanos nor-
teamericanos cuyas propiedades serán expropiadas. Visto el caso
de que en muchas ocasiones en el pasado, en que las consultas de

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


los problemas que puedan afectar a ambos países ha tenido un
resultado mutuamente beneficioso, siento mucho que hasta este
momento el gobierno de Cuba no haya encontrado oportunidad
para escuchar los puntos de vista de aquellos inversionistas nortea-
mericanos en Cuba cuyos intereses aparentemente están afecta-
dos. [...]
Por las tradicionales relaciones de amistad y económicas que ligan
tan estrechamente [a] ambas naciones, estoy seguro [de] que su
Excelencia comprenderá y apreciaría la esperanza que el gobierno
de los Estados Unidos tiene de que será posible tener futuros cam-
bios de opinión, siempre que sea necesario, respecto a la Ley de
Reforma Agraria en asuntos que son de profundo interés para am-
bos gobiernos.42
Por esa fecha y antes de que se produjera la respuesta cubana del 15 de
junio, tuvieron lugar acontecimientos vinculados directa o indirectamente

42
Tomado del texto en español que obra en el Archivo Central del Ministerio de Relaciones
Exteriores (MINREX), La Habana, Legajo E.U. 114 RC/3.8.

323

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con las relaciones cubano-estadounidenses. En primer lugar, la agudi-
zación del conflicto que desde el propio 1ro. de Enero afectaba las rela-
ciones de Cuba con República Dominicana. El asilo otorgado a Batista
por Trujillo no solo constituyó un acto hostil sino que a partir de ese
momento la capital dominicana se convirtió en foco de todo tipo de
conspiraciones contra la Revolución con el activo apoyo del régimen
trujillista. Las actividades de los agentes dominicanos estaban estre-
chamente coordinadas con la CIA, habían alcanzado un grado tal de
maduración a principios de junio de 1959, que el día 4 de ese mes llegó
a Cuba el sacerdote Ricardo Velazco Ordóñez, con instrucciones espe-
cíficas de Trujillo de entrevistarse con los comandantes Eloy Gutiérrez
Menoyo y William Morgan, que se encontraban ya en francas activida-
des contrarrevolucionarias pero cooperaban con los organismos de la
Seguridad del Estado. El Gobierno Revolucionario tenía pleno conoci-
miento de estas actividades y de sus vínculos con los servicios secretos
estadounidenses.43
Un segundo acontecimiento de importancia fue la reorganización
ministerial del 12 de junio, por la cual fueron sustituidos en sus respec-
tivas funciones, entre otros, Roberto Agramonte (Cancillería), Humberto
Sorí Marín (Agricultura) y Elena Mederos (Bienestar Social), quienes
fueron reemplazados por Raúl Roa, Pedro Miret y Raquel Pérez, respec-
tivamente. Este cambio no era favorable a los intereses estadouniden-
ses pues salían del gabinete algunos de los ministros que Bonsal había
considerado dúctiles a su labor de influencia. Sin embargo, quedaban en
el gobierno otros que mantenían las más estrechas relaciones con el
embajador como López Fresquet, Pazos y Carrillo.44
Aunque el 12 de junio Bonsal se pudo entrevistar al fin con Fidel
Castro, reunión que el diplomático calificó de «útil y generalmente sa-
tisfactoria»,45 la respuesta cubana no se produjo hasta el 15 en que Roa,
en su calidad de canciller, le entregó la nota verbal que contestaba a la
estadounidense del 11 de junio. El rechazo de Cuba a las pretensiones
de ese país quedó expuesto de forma tajante desde el primer párrafo:
«Lo que discute y objeta el Gobierno Revolucionario de Cuba es la va-

43
Fabián Escalante: Cuba: la guerra secreta de la CIA. Agresiones de Estados Unidos contra Cuba
1959-1962, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 1993, pp. 25-40.
44
L. M. Buch y R. Suárez: Ob. cit. (en n. 14), pp. 117-121.
45
«Telegram from the Embassy in Cuba to the Department of State», Documento no. 3210, en
FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), p. 530.

324

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lidez que pretende otorgarse a meras presunciones y la renuencia implí-
cita al sistema de pagos que se ha visto compelido a adoptar». Roa tam-
bién dejó claro al embajador que no se aceptarían intromisiones en los
asuntos internos de la Isla al enfatizar que la adopción de la Ley de
Reforma Agraria era una «facultad inalienable» del Estado cubano, no
obstante lo cual se tomaba nota del «expreso reconocimiento que hace
su gobierno del derecho que asiste al nuestro, desde el punto de vista
de su jurisdicción interna y a la luz del régimen jurídico internacional,
de expropiar la propiedad de ciudadanos norteamericanos con fines de
carácter público y de utilidad social, mediante la indemnización corres-
pondiente».46
La nota de Roa también sirvió para responder uno de los argumentos
más reiterados por el embajador en torno al pasado de las relaciones
entre ambos países y al supuestamente benévolo papel jugado en Cuba
por las inversiones de empresas y ciudadanos estadounidenses: «Este
reconocimiento constituye, sin duda, una satisfacción moral para el
pueblo cubano, interferido o entrabado, muchas veces, en la consecu-
ción de sus legítimas aspiraciones por la adversa conjunción de factores
nacionales y foráneos».

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


Respecto a la principal demanda de Estados Unidos sobre el pago
«rápido, adecuado y en efectivo» en contraposición a la forma adoptada
en la Ley –bonos pagaderos a 20 años al 4.5 % de interés–, el canciller
cubano precisó al embajador que:
la mencionada forma de indemnización está inexorablemente im-
puesta por hechos que son del dominio público: la caótica situa-
ción económica y financiera en que sumió al país la tiranía derrocada
y el considerable desnivel de la balanza de pagos entre los Estados
Unidos de Norteamérica y Cuba, que nos ha sido desfavorable,
durante los últimos diez años, en una cuantía aproximada de mil
millones de dólares. […] [Por ello, el Gobierno Revolucionario] en
uso del poder constituyente de que está investido por la soberana
voluntad del pueblo cubano y sobre la base del abrumador respal-
do de que goza –fuentes primigenias de su legitimidad democráti-
ca– ha optado por la forma de indemnización que, dadas las

46
Véase la excelente fundamentación jurídica de la nacionalización de latifundios establecida
por la Ley de Reforma Agraria que realizó la doctora Olga Miranda Bravo en su obra Cuba/
USA: Nacionalizaciones y bloqueo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996.

325

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circunstancias aludidas, juzga más conveniente a los supremos in-
tereses de la nación, los cuales antepone a cualquier otro por res-
petable que sea.
En la parte final de la respuesta cubana, el canciller respondió al plan-
teamiento hecho por el embajador en cuanto a que se escucharan los
criterios y opiniones de los inversionistas estadounidenses: «El Gobierno
Revolucionario de Cuba nunca ha renunciado al diálogo ni desconocido
la opinión disidente. Ha escuchado siempre, con atención y respeto, las
opiniones de todos y, aún más, las de quienes pueden resultar afectados
por sus resoluciones y medidas, que han usado y están usando, sin cor-
tapisas, el derecho a expresarlas públicamente».
Antes de terminar, Roa expresó a Bonsal que el Gobierno Revolucio-
nario confiaba
con sobra de fundamentos, que el gobierno de los Estados Unidos
de América comprenda y valore las poderosas razones que justifi-
can la forma que, en orden a las indemnizaciones, se aplicará la
Ley de Reforma Agraria, y las ponga en conocimiento de los ciuda-
danos estadounidenses que pudieran ser afectados, interponiendo,
a la par, sus buenos oficios en aras de un mayor fortalecimiento de
nuestros vínculos históricos y económicos.47
No cabe la menor duda de que el gobierno de Estados Unidos jamás
había recibido del cubano una respuesta tan firme como la contenida en
la nota del 15 de junio de 1959. Esta dejaba claro que el Gobierno
Revolucionario llevaría adelante la Ley de Reforma Agraria y que no
podría haber otra forma de compensación que la prevista.
El 24 de junio el secretario de Estado, Christian Herter, y el vicese-
cretario adjunto para Asuntos Interamericanos, William Snow, recibieron
en el Departamento de Estado la visita de Robert Kleberg, propietario
del King Ranch, y Jack Malone, su administrador en Cuba, quienes se
refirieron a la Reforma Agraria. Kleberg fue radical: la medida cubana no
solo significaría la pérdida de todas sus propiedades y las de otros
inversionistas, sino que implicaría «hacer imposibles las relaciones en-
tre nuestro país y Cuba además de crear una nación controlada por los
comunistas cerca de nuestras costas». Agregó que los bonos con los que

47
Las citas de la nota están tomadas de la autentificada que existe en el Archivo Central del
MINREX, La Habana, Legajo E.U.-Cuba 114 RC/3.8.

326

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Cuba pensaba pagar no tenían valor alguno y añadió, curiosa pero cíni-
camente, que «el valor imponible declarado ciertamente no representa
más del 20 % del valor real de la tierra», lo que demuestra que había
estado burlando al fisco cubano.
El final de la reunión merece citarse por la influencia que tuvo en
acontecimientos futuros:
El señor Kleberg creía que le correspondía al gobierno de Estados
Unidos adoptar de inmediato una posición muy firme contra la ley
y su puesta en práctica. Además, pensaba que la mejor manera de
obtener el resultado necesario era por medio de la presión econó-
mica. En teoría al menos, ello no debería ser difícil porque Cuba
dependía fuertemente de la exportación de azúcar en general y de
su status preferencial en el mercado azucarero de Estados Unidos
en particular. Si Cuba fuera privada de su cuota privilegiada, la
industria azucarera sufriría una caída abrupta, causando un desem-
pleo aún mayor. La gran cantidad de personas forzadas a dejar de
trabajar comenzarían a sentirse hambrientas. Estas de inmediato
percibirían la naturaleza catastrófica del programa de Castro, y ello
significaría el fin político de Castro.

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


El secretario preguntó si, en opinión del señor Kleberg, tal secuen-
cia de acontecimientos causaría realmente la caída del nuevo go-
bierno. El señor Kleberg respondió que estaba convencido de ello.
El secretario comentó que las medidas de guerra económica en
tiempos de guerra eran una cosa, pero en tiempos de paz eran otra
distinta. El señor Kleberg reconoció que esto era así, declarando
que estaba plenamente consciente de la complejidad del problema
que enfrenta nuestro gobierno y que no era él quien tenía que deci-
dir su política.48
Kleberg tenía una gran influencia sobre la administración. Al día si-
guiente de reunirse con Herter, el hombre de negocios fue recibido por
el presidente. Sobre esta reunión no se ha publicado ningún documento,
sin embargo el 27 de junio Eisenhower escribió a Herter y le pasó varios
documentos que Kleberg le había entregado, entre los que se encontra-
ba una nota que incluía cinco recomendaciones que el terrateniente le

48
«Memorandum of a Conversation, Department of State, Washington, June 24, 1959, 2: 40-3
p.m.», Documento no. 324, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 539-541.

327

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hacía al presidente con vistas a presionar a Cuba. Vale la pena citarlas
textualmente:
1. Suspender la cuota azucarera cubana a partir del 15 de julio de
1959 a no ser que las propiedades ahora confiscadas sean de-
vueltas intactas antes de la fecha.
2. Confiscar inmediatamente todos los activos cubanos en los Es-
tados Unidos (gubernamentales y privados).
3. Requerir pasaportes y visas para Cuba, y no emitir visas turísticas.
4. Ordenar a la flota a hacer maniobras en el Caribe.
5. Anunciar que en 1898 luchamos para liberar a los cubanos de la
tiranía –ahora no nos detendremos ni permitiremos que el co-
munismo destruya permanentemente esta libertad.49
La traición y deserción del ex comandante Pedro Luis Díaz Lanz el
1ro. de julio constituyó un elemento importante favorable a las manio-
bras de Estados Unidos contra Cuba, como lo demuestra el memorán-
dum que Rubottom le dirigió al subsecretario Robert Murphy el 16 de
julio. Para Rubottom las declaraciones de Díaz Lanz en el Congreso,
apenas unos días después de llegar a Miami, servían para demonizar la
Revolución Cubana con el fantasma del comunismo y promover una
reunión de la OEA que analizara las actividades de Cuba en la región del
Caribe.50 El 13 de julio el almirante Arleigh Burke, haciéndose eco de lo
dicho por el desertor, realizó declaraciones respecto a la presencia de
«una cabeza de playa comunista» cerca de las costas estadounidenses.
Estas constituyeron las primeras manifestaciones públicas en este sen-
tido por parte de un alto funcionario de Estados Unidos.51
Paralelo a ello, surgió una propuesta que hizo Bonsal a Rubottom el
16 de julio. Alegando tener información de que el primer ministro esta-

49
FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), p. 529, n. 2.
50
«Editorial Note», Documento no. 337, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1),
pp. 544-545.
51
«El caso Díaz Lanz sirvió para continuar la campaña de descrédito contra Cuba iniciada en la
prensa norteamericana desde la época de los juicios contra los esbirros de la tiranía. Desde ese
momento, a mediados de 1959, las publicaciones estadounidenses, con muy pocas excepcio-
nes –como los editoriales de Herbert Matthews en The New York Times–, desataron una amplia
especulación con comentarios e informaciones acerca del carácter comunista del régimen
cubano, y a presentarlo, también, como una amenaza a la seguridad nacional»; en Ana Julia
Faya y Pedro Pablo Rodríguez: El despliegue de un conflicto: la política norteamericana hacia Cuba,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996, p. 52.

328

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ba preocupado por la situación de las relaciones y que una fuente
confiable le aseguró que tenía interés en llegar a algún arreglo con Esta-
dos Unidos, el embajador solicitó se le autorizara pedir una entrevista
en la que se analizarían los asuntos pendientes;52 esta fue aprobada por
Dillon con modificaciones menores.53
Lo que Bonsal desconocía era que ya la maquinaria de acciones encu-
biertas de Estados Unidos, dirigida por la CIA, había recibido instruc-
ciones de poner en vigor un plan destinado a derrocar al gobierno cubano.
Según el Informe Secreto del Inspector General de la CIA sobre el
desastre de Playa Girón, a principios de agosto se creó un grupo de
acciones paramilitares para el Hemisferio Occidental y se estableció
una compañía aérea falsa como pantalla para estas. Uno de los objeti-
vos principales de esta estructura era Cuba.54
Además, Bonsal no podía ignorar que el 8 de agosto fueron arresta-
dos dos funcionarios de la embajada mientras dirigían una reunión de
contrarrevolucionarios. Esta conspiración coincidía sospechosamente
con el desenlace de los trajines en los que estaban envueltos William
Morgan y Eloy Gutiérrez Menoyo en confabulación con agentes truji-
llistas. La maniobra fue desbaratada definitivamente el 13 de agosto.55

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


El 12 de agosto habían fructificado las gestiones de Estados Unidos en
la OEA, al inaugurarse en Santiago de Chile la Quinta Reunión de Con-
sultas de Cancilleres Americanos.56 Aunque la delegación de ese país no
obtuvo en esta reunión el objetivo de enjuiciar a Cuba, sí logró crear
«condiciones para continuar hostilizando a Cuba, al darle nuevas facul-
tades a la Comisión Interamericana de Paz, creada en 1940». Como ha
señalado Carlos Lechuga, también se creó «una Comisión Interamerica-
na de Derechos Humanos, que comenzó a funcionar en octubre de 1960,
y que enseguida tergiversó los objetivos para las que fue creada [sic],
52
«Telegram from the Embassy in Cuba to the Department of State», Documento no. 336, en
FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 561-562.
53
«Telegram From the Department of State to the Embassy in Cuba», Documento no. 337, en
FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), p. 563.
54
Central Intelligence Agency: Inspector General’s Survey of the Cuban Operation –October 1961–
(T. S. 173040) and Related Documents, National Security Archives, Washington. Documento
obtenido por vía de internet después de que la organización National Security Archives
lograra su desclasificación en 1997 por parte del Programa de Revisión Histórica de la CIA a
través de la Ley sobre Libertad de Información o FOIA (Freedom of Information Act), 1997,
p. 4 del documento TS –Top Secret– No. 173040, en <www.nsa.com>.
55
F. Escalante: Ob. cit. (en n. 43), pp. 38-40.
56
Carlos Lechuga: Itinerario de una farsa, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1991.

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que era el de promover el respeto de tales derechos, y se hizo eco de las
campañas calumniosas dirigidas en Estados Unidos contra Cuba».57
En septiembre se intensificaron los planes de la CIA dirigidos a mon-
tar una operación semejante a la de Guatemala. Según el Informe del
Inspector General al que se hizo referencia más arriba, por esas fechas
se designó un alto oficial de la Agencia para dirigir el equipo paramilitar
al que ya se le definió como blanco principal Cuba, «cuyo control por
los comunistas se hace cada vez más aparente». La misión del nuevo
grupo fue definida en ese momento como la de preparar un voluminoso
informe operativo sobre distintos países, pero en particular acerca de
Cuba, con el concurso de otras dependencias de la comunidad de inte-
ligencia.58
No obstante estas actividades y el agravamiento de las relaciones, el
gobierno cubano mantuvo una actitud amistosa hacia el embajador
Bonsal, a quien el canciller Roa invitó a una cena con el primer ministro
Fidel Castro el 3 de septiembre. Posteriormente realizó su primera visi-
ta de cortesía al presidente Osvaldo Dorticós. El embajador se sintió
alentado por estos contactos, pero el Departamento de Estado lo llamó
en consultas el 14 de septiembre. Su contraparte cubana en Washing-
ton, Ernesto Dihigo, realizó una ofensiva diplomática por esos mismos
días con el Departamento de Estado. Poco después viajaría en consul-
tas a La Habana, donde recibió instrucciones de indicar al gobierno
estadounidense la disposición de Cuba de iniciar intercambios para re-
solver los problemas pendientes.59
El 15 de septiembre, antes de empezar siquiera las consultas con su
embajador o de escuchar lo que Dihigo podría traer como nuevas ins-
trucciones luego de su viaje a La Habana en consultas también, el De-
partamento de Estado y su brazo propagandístico, la Agencia de
Información de Estados Unidos (USIA, por sus siglas en inglés), envió
una instrucción a todas las misiones diplomáticas y consulares de Esta-
dos Unidos en América Latina. Esta indicaba que era del interés de
Estados Unidos «que se intensifiquen y aceleren en la opinión latinoa-
mericana las tendencias hacia el escepticismo con relación a Castro en

57
Carlos Lechuga: Itinerario de una farsa, ob. cit. (en n. 56), p. 39.
58
Central Intelligence Agency: Inspector General’s Survey of the Cuban Operation…, ob. cit (en n.
54), pp. 4-5.
59
MINREX: Archivo Central, La Habana, Legajo 114 E.U.-Cuba, Confidencial No. 107 de 30
de septiembre de 1959 del embajador en Washington (Dihigo) al ministro de Estado (Roa), p. 6.

330

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los temas relacionados con la dictadura, la intervención y el comunis-
mo». Agregaba que «el objetivo de Estados Unidos es el de aislar y
eventualmente eliminar los aspectos indeseables de la Revolución de
Castro». Recalcaba la importancia de que «el despertar del escepticismo
acerca de Castro retenga la apariencia de ser una reacción específica-
mente latinoamericana y que las declaraciones y acciones públicas de
Estados Unidos por separado o acumulativamente no deben dar la im-
presión de un esfuerzo de este gobierno por desacreditar a Castro». Ter-
minaba indicando que era la intención del gobierno que «cualquier
información que pueda coadyuvar a enfocar la opinión latinoamericana
sobre los aspectos negativos del régimen de Castro no sea atribuible a
una fuente del gobierno de Estados Unidos y que no exista conexión
evidente del gobierno de Estados Unidos con su origen».60

Aceleración del plan para derrocar al gobierno


(de octubre a diciembre)

Entre octubre y diciembre la política de Estados Unidos hacia Cuba fue


tomando el carácter complejo y multifacético que ya adquirió definiti-

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


vamente en 1960. Una buena parte de esa política quedó encubierta en
una impenetrable cortina de desinformación.61 Aunque no fue hasta el
17 marzo de 1960 que Eisenhower dio la aprobación definitiva el plan
principal de la Agencia Central de Inteligencia destinado a crear una
oposición armada que se enfrentara al Gobierno Revolucionario y lo
derrocara, el reclutamiento, entrenamiento y organización de los grupos
contrarrevolucionarios data de fechas mucho más tempranas. Los do-
cumentos actuales no dejan dudas de que esas operaciones comenzaron

60
«Instruction from the Department of State to All Diplomatic and Consular Posts in the
American Republics», Documento no. 361, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1),
pp. 599-602.
61
Por esta fecha, la CIA, había desarrollado la doctrina o práctica de la «negativa plausible»
(plausible denial, en inglés), que consistía en encubrir de tal manera sus acciones, aun en el
registro histórico oficial secreto, de manera tal que los funcionarios del poder ejecutivo,
incluyendo al propio presidente, pudieran alegar desconocimiento si las operaciones ilegales
encubiertas eran hechas públicas. La eficiencia y la extensión de la práctica de la negativa
plausible durante la administración Eisenhower llevó al politólogo Fred I. Greenstein a
escribir su libro The Hidden-Hand Presidency: Eisenhower as Leader, Basic Books, New York,
1986.

331

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al menos en diciembre, sin embargo es lícito suponer que ya la CIA
trabajaba activamente contra Cuba mucho antes.62
El Departamento de Estado y todo el aparato de relaciones exterio-
res de Estados Unidos cooperaron con el plan central de derrocar al
Gobierno Revolucionario por la fuerza, dándole apoyo tanto diplomáti-
co como propagandístico, el cual, al mismo tiempo, sirvió para encubrir
la actividad de la CIA. Por otra parte, la cancillería estadounidense la-
boró sin descanso para lograr la puesta en práctica de medidas de pre-
sión económica que posteriormente se convirtieron en el bloqueo
económico, comercial y financiero. Las discusiones sostenidas sobre
todos estos temas en el Consejo Nacional de Seguridad demuestran hasta
qué punto todas las facetas de la política (subversiva, propagandística,
diplomática, económica) eran estrechamente coordinadas y controla-
das al más alto nivel del gobierno. El encubrimiento de estas acciones
alcanzó niveles tan significativos que hasta el propio embajador Bonsal
y el personal de su misión quedaron compartimentados.
Durante el mes de octubre aumentaron las violaciones del espacio
aéreo cubano por avionetas que, en su mayoría, efectuaban sabotajes
en centro económicos del país. Estos ataques culminaron el 21 de octu-
bre con el bombardeo de La Habana por el traidor Pedro Luis Díaz
Lanz. La Revolución vivía momentos de indudable tensión. Era evi-
dente que el cumplimiento de las primeras medidas previstas en el Pro-
grama del Moncada había provocado el inicio de una virulenta lucha de
clases, y la oligarquía, con el apoyo de Washington, se movía para des-
truirla.
La intensificación de las acciones armadas contra Cuba obligó al
Gobierno Revolucionario a buscar el armamento necesario para prote-
gerse. Uno de los que más necesitaban las fuerzas armadas cubanas
eran aviones de combate más modernos, con los cuales contrarrestar la
actividad de avionetas piratas y defenderse de posibles ataques prove-
nientes del régimen trujillista, que poseía una aviación superior a la
cubana. Conocidos los intentos de Cuba de comprar aviones Hawker
Hunter británicos, Herter envió el 12 de octubre a Londres un mensaje

62
Así lo supone el investigador estudioso de las acciones encubiertas de la CIA, el profesor Piero
Gleijeses, de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns
Hopkins. Véase su artículo «Ships in the Night: The CIA, the White House and the Bay of
Pigs», Journal of Latin American Studies, Cambridge, 1995; 27: 1-42, february.

332

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que instruía hacer gestiones ante la Foreign Office con el fin de impe-
dirlo.63
La respuesta británica inicial resulta significativa. En primer lugar,
Londres se quejó de que el embargo estadounidense a la venta de armas
en el Caribe no era totalmente efectivo. Por otra parte, la Foreign Office
señaló que en este caso no se trataba de una venta sino de un cambio,
los viejos Sea Fury vendidos a Batista por los nuevos Hawker Hunter.
Dado que República Dominicana poseía 40 aviones de combate a re-
tropropulsión mientras que Cuba solo tenía uno, prácticamente obliga-
ba a los cubanos a comprar estos equipos donde quiera que los
encontraran lo que muy bien podría ser en Checoslovaquia u otro país
socialista. No obstante, el Foreign Office se comprometió en mantener
informado al Departamento de Estado y a no tomar decisión definitiva
alguna sin consultarlo.64
Aunque el 6 de octubre el embajador Bonsal había comenzado a es-
tablecer contactos con altos funcionarios cubanos, aparentemente con
el objetivo de intentar un proceso de reanimación de las relaciones y
sacarlas del estado crítico en que se encontraban, el tono en las relacio-
nes había cambiado de manera ostensible.65

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


De esa misma fecha data una nueva nota de Estados Unidos sobre el
tema de la Ley de Reforma Agraria, por la cual se respondía a la cubana
del 15 de junio. En ella se impugnaban los argumentos del Gobierno
Revolucionario en cuanto al pago de «pronta, adecuada y efectiva» com-
pensación, insinuando que si no se podía efectuar, entonces no debía
expropiarse a los terratenientes estadounidenses. Se procedía además a
una acérrima defensa de sus inversiones: «Estas inversiones han acele-
rado el desarrollo de la economía cubana y han hecho una contribución
básica en las pasadas décadas al problema de proporcionar un medio de
vida para la creciente población cubana y aumentar su standard de vida».
En una crítica velada al gobierno cubano, la nota añadía: «Un requisito
fundamental para la inversión del capital privado en un mercado libre
con economía de tal [sic] es tener confianza en la administración y el

63
«Telegram from the Department of State to the Embassy in the United Kingdom», Documen-
to no. 368, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en . 1), p. 624.
64
«Telegram from the Embassy in the United Kingdom to the Department of State», Documen-
to no. 369, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 625-626.
65
«Telegram from the Embassy in Cuba to the Department of State», Documento no. 367, en
FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 622-623.

333

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público que invierte. Esta confianza no es algo que pueda ser creado
por la persuasión que el gobierno de los Estados Unidos pudiera ofre-
cer, sino más bien por la actitud y acciones del gobierno de Cuba».66
La reorganización del gabinete el 16 de octubre, que incluyó la diso-
lución del Ministerio de Defensa Nacional y la creación del Ministerio
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, con el comandante Raúl Cas-
tro a la cabeza, causó consternación en la embajada, la cual calificó los
cambios como «una indicación de una expansión mayor del control de
los extremistas a expensas de los moderados». Terminaba el mensaje a
Washington: «Este es un acontecimiento inquietante».67
Al día siguiente se produjeron dos acontecimientos que conmovieron
al país y que repercutieron negativamente sobre las relaciones ya daña-
das, a los que se hizo referencia arriba: la conjura contrarrevolucionaria
encabezada por Hubert Matos en Camagüey y el bombardeo de La Ha-
bana por Pedro Luis Díaz Lanz. Para el Departamento de Estado este
último hecho era preocupante como lo demostró un memorándum de
Rubottom para Herter el 23 de octubre. El funcionario (que quizás no
conociera la envergadura de los planes de la CIA debido al secretismo
prevaleciente en la administración) reconocía que los ataques aéreos
contra Cuba habían aumentado, que los grupos contrarrevolucionarios
parecían estar bien financiados, que el gobierno cubano había protesta-
do en varias ocasiones, que resultaba obvio que los aviones y avionetas
provenían de territorio estadounidense, que ello perjudicaba la imagen
de Estados Unidos en América Latina y ponía en entredicho sus recla-
66
Véase copia de la nota en MINREX: Archivo Central, La Habana, Legajo 114 E.U.-Cuba RC
38.1 (Reforma Agraria).
67
«Telegram From the Embassy in Cuba to the Department of State», Documento no. 370, en
FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 627-628. La embajada se hubiera inquie-
tado aún más de haber sabido que ese mismo día el comandante Fidel Castro se había entre-
vistado en sus oficinas de la Presidencia del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA)
con Aleksander Alexeiev (el compañero Alejandro, para los cubanos), oficial de la KGB
soviética [KGB son las siglas en ruso del Komitet za Gosudarztvena Bezopasnosti (Comité de
Seguridad del Estado). En la URSS los órganos de seguridad del Estado tenían su propio
Ministerio o Comité Estatal, distinto del Ministerio del Interior, que agrupaba la Policía y los
Bomberos, entre otros. Antes se llamó Naroden Komisariat za Gosudarstvena Bezopasnosti,
también conocido como la NKVD] que, con el manto de periodista de TASS [Agencia de
Telégrafos de la URSS, conocida como Agencia de Noticias TASS], había llegado a La Habana
el 1ro. de octubre. Durante esa reunión, a la que también asistió el capitán Antonio Núñez
Jiménez, se invitó a la Unión Soviética para que enviara a Cuba una exposición comercial al
frente de la cual vendría el vice primer ministro de ese país Anastás Mikoyán; en A. Núñez
Jiménez: Ob. cit. (en n. 9), 1982, pp. 318-321.

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mos de que estaba buscando reducir las tensiones en el Caribe y, final-
mente, que esos ataques lo único que hacían era incrementar el apoyo
del pueblo cubano a la Revolución. Rubottom solicitó a Herter que se hi-
cieran esfuerzos por controlar los vuelos y a tales efectos que se
contactara a la Agencia Federal de Aviación y a la CIA a fin de solicitar
su ayuda en tal sentido.68
Sin embargo, también con esa misma fecha, Rubottom elevó a Robert
Murphy, subsecretario para Asuntos Políticos (tercer hombre del De-
partamento), un largo documento titulado «La política básica actual de
Estados Unidos hacia Cuba», en el cual se incluían una serie de reco-
mendaciones surgidas «al concluir una extensa revisión» hecha en Wash-
ington con la presencia del embajador Bonsal. Al explicar las
implicaciones de este documento, Rubottom afirmó que se basaba en la
tesis de que «las políticas y acciones del gobierno de Castro» contrade-
cían «los requisitos mínimos de unas buenas relaciones cubano-estado-
unidenses y los objetivos de Estados Unidos en América Latina y Cuba»,
por lo que había que lograr se alteraran ya fuera mediante «la oposición
cubana al curso actual de Castro y/o a un cambio en el régimen cuba-
no». Añadía que el dirigente cubano «había reprobado la “prueba”» a
que se le había sometido.69

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


El documento en sí se proponía que Estados Unidos fomentara «ac-
ciones, políticas y declaraciones que estimularan y unieran la oposición
a las formas y políticas actuales del régimen de Castro», con el objetivo
de que «a más tardar a fines de 1960 el gobierno que entonces tenga el
control de Cuba, en sus políticas domésticas y exteriores, se ajustara a los
objetivos y normas mínimas» establecidos en el Plan para América La-
tina del gobierno estadounidense. Todo ello debía hacerse sin dar «la
impresión de presión directa o intervención dirigidas contra el gobierno
de Castro y sus programas».
Aunque este documento está redactado en el estilo ambiguo y evasi-
vo característico de la burocracia del Departamento de Estado, y particu-
larmente de Rubottom, no cabe la menor duda de que se trataba de
confirmar por escrito que Estados Unidos trabajaría por el derrocamiento
68
«Memorandum from the Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Rubottom)
to the Secretary of State», Documento no. 375, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en
n. 1), pp. 633-635.
69
«Memorandum from the Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Rubottom)
to the Under Secretary of State for Political Affairs (Murphy)», Documento no. 376, en
FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 635-639.

335

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del Gobierno Revolucionario. Aunque no se aprobó definitivamente por
esas fechas, resulta importante porque es el primer paso en la confor-
mación del plan que en definitiva aprobó el presidente Eisenhower el
17 de marzo de 1960, a propuesta de la CIA. Conviene asimismo seña-
lar que este documento antecede por unos días la crisis que se produci-
ría en las relaciones alrededor de las fundadas acusaciones que Fidel
Castro hizo el 27 de octubre durante la manifestación a repudio al ata-
que aéreo del día 21.
Los documentos del Departamento de Estado demuestran el alto grado
de tensión que existía en Washington y en la embajada en La Habana en
espera de las denuncias que el liderazgo revolucionario haría el 26 de
octubre. Es significativo, asimismo, que el 27 de octubre el secretario
de Estado Herter realizara ingentes esfuerzos por lograr que las autori-
dades federales y estaduales en la Florida le dieran garantías suficientes
con respecto a la situación de los vuelos piratas, ya que el presidente
Eisenhower iba a tener una conferencia de prensa el 28 de octubre y era
previsible que el tema saldría a relucir, por lo que había que darle al jefe
de Estado todos los argumentos posibles que demostraran que Estados
Unidos estaba tratando de impedir estos actos criminales, a tenor con la
práctica de la «negativa plausible».70
El 27 de octubre se hizo pública la nota del Departamento de Estado
sobre la situación general de las relaciones cubano-estadounidenses, nota
que a su vez fue entregada por el embajador Bonsal al presidente Dorticós.
En esta declaración, que tenía contornos de ultimátum, se comenzó por
acusar al gobierno cubano de adoptar posiciones «que parecían ser es-
fuerzos deliberados y concertados en Cuba de substituir la tradicional
amistad entre los pueblos cubano y americano con desconfianza y hos-
tilidad que son ajenos al expresado deseo de ambos gobiernos de man-
tener buenas relaciones». La nota conminó al gobierno de Cuba para
que «en cumplimiento de su parte de responsabilidad en el manteni-
miento de buenas relaciones, examine seriamente su actitud […]».
El 28 de octubre tuvo lugar en la Casa Blanca una conferencia de
prensa rutinaria del presidente y el tema de Cuba y las avionetas salió a
relucir. Esta fue la primera vez que el primer mandatario se pronunció
públicamente al respecto y contestó dos preguntas que le hicieron los

70
«Editorial Note», Documento no. 379, en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1),
pp. 642-646.

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periodistas sobre el asunto de los ataques piratas. Sus respuestas fueron
decididamente ambiguas y engañosas. El mandatario terminó diciendo:
«Yo no sé exactamente cuál es la dificultad». Esta respuesta resultaba a
todas luces insuficiente pues no contenía advertencia alguna de que el
gobierno de Estados Unidos no estaba de acuerdo con estas acciones ni
de que se actuaría con energía contra los que cometieran actos crimina-
les, como Cuba había denunciado.71
El 30 de octubre, el secretario de la Foreign Office británica, Selwyn
Lloyd, escribió a Herter explicándole las razones por las cuales Gran
Bretaña estaba considerando favorablemente la entrega de los aviones
Hawker Hunter a Cuba. Argumentaba que «habiendo suministrado a Ba-
tista, sería muy difícil para nosotros rehusar tan sólo reemplazos a Cas-
tro». Lloyd también se refirió al impacto que tendría en América Latina
«tratar más duramente a un Gobierno de izquierda que luchaba, aún
cuando lo hiciera de manera desorientada, para llevar adelante un pro-
grama idealista». Además, según los británicos, los cubanos habían dado
garantías en cuanto a su uso defensivo, al tiempo que habían subraya-
do que no solo no aumentarían el poder ofensivo de la fuerza aérea sino
más bien lo reducirían pues se trataba de un mero trueque y los Hawker

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


Hunter, aunque más modernos y poderosos, tenían un menor radio de
acción. En todo caso, afirmó el diplomático británico, la entrega a Cuba
demoraría de seis a nueve meses después de autorizada.72
El 4 de noviembre el secretario de Estado contestó a su colega britá-
nico e insistió en que no se llevara a cabo la operación. Herter opinó
que la idea de que Cuba comprara armas en el campo socialista era un
elemento nuevo, pero que «no podemos estar seguros de que esto no
sea un “bluff ” de parte de Castro». Aunque no descartó que los soviéti-
cos se las vendieran, afirmó: «sin embargo, estamos preparados para
correr el riesgo», pues podía resultar «que los propios soviéticos vacila-
ran en este momento ante una acción tan provocadora cerca de nues-
tras costas».73
71
Aunque las declaraciones de Eisenhower pueden encontrarse en Public Papers of the Presidents
of the United States: Dwight D. Eisenhower, 1959, U. S. National Archives and Records, 1960,
pp. 751, 753, la versión al español está tomada de la traducción que obra en el MINREX:
Archivo Central, La Habana, Legajo E.U.-Cuba 114.
72
«Letter from the Foreign Secretary Lloyd to Secretary of State Herter», Documento no. 381,
en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 647-648.
73
«Letter from the Secretary of State Herter to Foreign Secretary Lloyd», Documento no. 386,
en FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 653-656.

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Al brindarle a Lloyd una visión general de la situación cubana y de las
relaciones con Estados Unidos, Herter afirmó: «Castro parece estar
quemando todas sus naves». Por otra parte, indicó que «la oposición
dentro del país está creciendo y su caída es solo una cuestión de tiem-
po». Esta última opinión contrastaba claramente con la expresada por
el embajador Bonsal en mensaje al Departamento de Estado el 30 de
octubre: «La oposición está sin liderazgo, temerosa y sin programa».74
La preparación de planes para derrocar al gobierno cubano por la
fuerza marchaba a toda máquina. El 31 de octubre Herter envió al pre-
sidente el documento que había preparado Rubottom el día 23. El 2 de
noviembre Eisenhower orientó que se hicieran algunos cambios para
reforzar los argumentos favorables a actuar contra Cuba. Además, el
30 de octubre John C. Hill, asistente especial de Rubottom, había suge-
rido a su jefe la necesidad de elaborar planes de contingencia con res-
pecto a la Base Naval de Guantánamo. Por estas fechas, además, ya se
estaban dando los pasos necesarios por la CIA para establecer estacio-
nes transmisoras de señales de radio de onda corta supuestamente ma-
nejadas por grupos de exiliados cubanos. Estos planes fueron analizados
por el Comité 541275 durante los últimos meses de 1959.
El 5 de noviembre Herter envió a Eisenhower una nueva versión del
documento «La política básica actual de Estados Unidos hacia Cuba».
En esta ocasión, el documento era mucho más directo y menos oscuro.
Vale la pena citar sus párrafos centrales:
El Departamento fundamenta su recomendación de política en va-
rias conclusiones, a las que se han llegado después de una meticu-
losa observación del régimen de Castro durante los últimos diez
meses. Estas conclusiones son: a) que no hay una base razonable
para sustentar nuestra política en la esperanza de que Castro adop-
tará voluntariamente políticas y actitudes consistentes con el míni-
mo de requisitos de Estados Unidos en materia de seguridad e
intereses políticos; b) que la prolongada continuación del régimen
de Castro en Cuba en su actual forma tendrá serios efectos adver-
sos en la posición de Estados Unidos en América Latina con la
74
«Telegram from the Embassy in Cuba to the Department of State», Documento no. 382, en
FRUS, 1958-1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 648-650.
75
Comité interagencias encargado de estudiar y aprobar las operaciones encubiertas, su nombre
se debe al número de la oficina del Edificio de Oficinas del Ejecutivo, anexo a la Casa Blanca,
donde se reunía.

338

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correspondiente ventaja para el comunismo internacional; y c) que
solo promoviendo dentro de Cuba una oposición coherente deseo-
sa de alcanzar progreso político y económico dentro del marco de
unas buenas relaciones Estados Unidos-Cuba puede moderarse o
reemplazarse el régimen de Castro.76
Los reparos al gobierno cubano fueron enumerados así: sometido
a «prueba», «en ocasiones importantes ha elegido un camino contrario a
Estados Unidos y sus intereses»; «ha fomentado deliberadamente el
sentimiento anti estadounidense en Cuba»; «se ha movido en dirección
a una política exterior «neutralista» antiamericana»; ha apoyado movi-
mientos revolucionarios en América Latina; «ha tolerado y estimulado
la infiltración de comunistas y sus simpatizantes en posiciones impor-
tantes de instituciones clave del gobierno»; y sus políticas «han sido
drásticas y tendido crecientemente al control estatal de la vida econó-
mica de Cuba», lo que no solo ha afectado los negocios estadouniden-
ses sino que ha repercutido en el resto de América Latina. Herter alertaba
que, en general, tolerar estas actitudes afectaría la influencia de su país
en el hemisferio, pues muchos países podrían seguir el ejemplo cubano.
Las directivas de trabajo que se propusieron para Cuba en este docu-

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


mento fueron:
Lo esencial de la propuesta de indicación política es que:
1) todas las acciones y políticas del gobierno de Estados Unidos
deben estar diseñadas a estimular dentro de Cuba y en toda
América Latina la oposición al curso extremista, antiamericano
del régimen de Castro, pero que
2) al lograr este objetivo, Estados Unidos debe evitar dar la impre-
sión de presión directa o intervención contra Castro, excepto
cuando la defensa de intereses legítimos de Estados Unidos esté
en juego.
Al final de su memorándum al presidente, Herter recomendó que,
«en vista de la especial sensibilidad de América Latina a la “interven-
ción” de Estados Unidos, este documento fuera manejado con la mayor
discreción posible». El 9 de noviembre Eisenhower aprobó el docu-
mento en todas sus partes, incluyendo la recomendación final de su
secretario de Estado.
76
«Memorandum from the Secretary to the President», Documento no. 387, en FRUS, 1958-
1960, Cuba, VI, ob. cit. (en n. 1), pp. 656-658.

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El 11 de diciembre, el coronel J. C. King, jefe de la División del He-
misferio Occidental de la CIA, elevó un memorándum sobre las accio-
nes contra Cuba, el cual contó con el visto bueno de Richard Bissell,
subdirector para Planes, y fue definitivamente aprobado por Allen Dulles
al día siguiente. En dicho memorándum se estableció como objetivo:
«El derrocamiento de Castro en un año y su reemplazo por una junta
amiga de Estados Unidos que convocaría a elecciones para seis meses
después de asumir el poder». Para ello, el coronel recomendaba que se
montara una estación de radio clandestina y, lo que era aún más impor-
tante, el estímulo a grupos oposicionistas pro estadounidenses que se
constituirían en un conglomerado contrarrevolucionario armado para
controlar parte del territorio cubano y servir de punto de concentración
a todas las fuerzas opositoras.
La realidad es que ya para esa fecha la CIA estaba entrenando grupos
de contrarrevolucionarios con ese objetivo, como se confirma, tanto en
el Informe Secreto del Inspector General sobre Playa Girón, como en
los documentos de la Comisión Taylor. Según este último documento,
se comenzó con un grupo de 35 cubanos, «preferiblemente con expe-
riencia militar previa», los cuales, a su vez, entrenarían a otros cubanos
en otros países de América Latina. A tales efectos, dos altos oficiales de
la CIA hicieron un recorrido por la región para buscar el lugar adecuado
para estos entrenamientos.77
En ese mismo documento se consideró por primera vez la elimina-
ción física de Fidel Castro: «Se debe dar una vasta consideración a la
eliminación de Fidel Castro. Ninguno de los que están cerca de Fidel,
tales como su hermano Raúl o su compañero Che Guevara [sic], gozan
del mismo atractivo hipnótico sobre las masas. Mucha gente informada
cree que la desaparición de Fidel aceleraría grandemente la caída del
presente Gobierno».78

77
Ver fotocopia del documento original en J. Blight: The Bay of Pigs…, ob. cit. (en n. 34).
78
En el informe que sobre los planes de atentados contra Fidel Castro preparó en 1967 por
instrucciones de sus superiores el inspector general de la CIA, J. S. Earman, desclasificado en
1994 y publicado en 1996 por Ocean Press, no hay referencia alguna a este memorándum. En
la primera página se afirma: «Esta reconstrucción acerca de la vinculación de la Agencia con
los planes para asesinar a Fidel Castro es, en el mejor de los casos, una historia imperfecta.
Debido a la extrema sensibilidad de las operaciones discutidas o intentas, como cuestión de
principio no se mantuvieron registros oficiales sobre el planeamiento, las aprobaciones o la
puesta en práctica»; Central Intelligence Agency (1967): CIA Targets Fidel: Secret 1967 CIA
Inspector General’s Report on Plots to Assassinate Fidel Castro, Ocean Press, Melbourne, 1996.

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Conclusión

El examen que se ha hecho de la documentación demuestra que en


1959 el gobierno de Eisenhower pasó rápidamente de un escepticismo
crítico a la activa búsqueda del «cambio de régimen» en Cuba. Este
primer mandatario se caracterizó por el diestro uso de la doctrina de la
negativa plausible, o sea, la utilización de métodos encubiertos para
llevar a cabo sus objetivos en política exterior, siempre y cuando pudieran
ser negados en caso de que se hicieran públicos. Así actuó contra Gua-
temala e Irán y hasta contra la URSS (vuelos espías U2). Se le ha llama-
do la «presidencia de la mano-escondida».
Es falsa la tesis de que la decisión de derrocar a Fidel Castro estuvo
motivada por una supuesta alianza con la URSS. Esta no se materializó
hasta después de la propia victoria de Playa Girón, aunque la Unión
Soviética no dejó de demostrar su solidaridad con Cuba. Como este
autor insistió en el debate con Rafael Rojas, al que se hizo referencia
más arriba, aun cuando fuera cierta la apreciación de que el liderazgo
cubano tuviera como objetivo a largo plazo dicha alianza, nada en los
documentos estadounidenses apunta hacia que esa fuera la principal

CARLOS ALZUGARAY TRETO / Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959


preocupación entre 1959 y 1960.
Nótese que en el informe que el secretario de Estado Herter le envió
a Eisenhower el 5 de noviembre, en el cual justificaba la adopción de
una política más agresiva contra Cuba, el principal cuestionamiento al
Gobierno Revolucionario en materia de política internacional es el de
adoptar una línea neutralista no pro soviética. Realmente el primer con-
tacto gubernamental cubano soviético de cierta envergadura tuvo lugar
en octubre de 1959 pero no hay evidencias de que fuera conocido por
Estados Unidos. Ese primer intercambio tuvo un resultado relativamente
modesto: la exposición comercial soviética, a escala, en Cuba, en febre-
ro de 1960, que tenía como destino final México. Al frente de esta esta-
ba el vice primer ministro Anastás Mikoyán. La firma del acuerdo
económico comercial durante esa visita no tenía ninguna implicación
de seguridad. La Habana estableció relaciones diplomáticas con Moscú
en mayo de 1960, cuando ya los planes de invadir por Playa Girón o
Bahía de Cochinos estaban bien avanzados.
Lo que motivó la hostilidad estadounidense, a todas luces, fue la po-
sición independiente del Gobierno Revolucionario y su persistencia en
llevar adelante las promesas de reforma que se hicieran desde el asalto
341

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al Moncada, aun cuando ellas afectaran determinados intereses estadou-
nidense. Así intentó explicarlo Fidel Castro en su viaje a Estados Uni-
dos en abril. Asimismo, molestó a los funcionarios de ese país su evidente
postura de no dejarse presionar ni comprar. Este era un factor nuevo
difícilmente comprensible incluso por funcionarios liberales como el
embajador Bonsal. Los cubanos nunca habían visto a un gobierno com-
portarse ante Estados Unidos de la manera en que lo hacía el liderado
por Fidel Castro y tal actitud era una de las aspiraciones más caras en
la tradición revolucionaria y antimperialista del país. La agresividad de la
administración Eisenhower no hizo más que preparar a la nación para
la radicalización del proceso que tendría lugar en 1960-1961.

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Sierra Maestra
Junio 5-58

Celia:

Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los
americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta
guerra se acabe, empezará para mi [sic] una guerra mucho más larga y
grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va
a ser mi destino verdadero.

Fidel

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RUTH No. 3/2009, pp. 344-378

Palabra propia

CARLOS ROMEO*

Che**

Una tarde del mes de septiembre, mientras estaba en el despacho de


Oscar Pino Santos, se abrió la puerta y entró el Che. Acababa de regre-
sar de un prolongado viaje por los países no alineados y lo acababa de
nombrar Fidel jefe del Departamento de Industrialización del INRA
[Instituto Nacional de la Reforma Agraria], en sustitución del simpático
y descarado Moro Abich, quien había sido propietario de bodegas en la
Sierra Maestra y solía decirme: «¿Ves lo gordo que está Fidel? Eso es
por la comida que yo le daba en la Sierra. ¡Pero no se lo digas!»
Quien entró esa tarde en la oficina de Pino Santos fue la encarnación
actual de un héroe mítico de la antigua Grecia, vestido con un uniforme
militar de soldado y con su ya famosa boina negra con una estrella dorada.
Fraternal, saludó a su amigo Pino Santos y al serme presentado, me
extendió la mano con una mezcla de cortesía y de distanciamiento.
Me quedé impresionado por haber conocido, al fin, a ese personaje ya
legendario del cual había oído hablar muchas veces. La visita fue breve,
Che venía a saludar a Pino Santos y con su característica modestia le
pedía su ayuda para enfrentar esta nueva tarea que Fidel le había asig-
nado.
No pasó mucho tiempo antes de que utilizando el expediente del
«affaire Cárdenas»1 subiera al octavo piso del INRA con el pretexto de
* (1933). Economista franco-chileno. Trabajó en Cuba entre 1959 y 1963 como funcionario del
Ministerio de Industrias.
** Capítulo del libro de memorias, Recuerdos de mi ayer, inédito.
1
El entonces administrador de la refinería Arrechavala, en Cárdenas, propuso que se le otorgara
un crédito estatal de 4 000 000 de pesos para construir una fábrica de caramelos y remozar la
antigua refinería de azúcar en esa ciudad, cerrada por obsolescencia, y así darle empleo a los

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traspasarle al Che un tema evidentemente de la competencia del nuevo
jefe del Departamento de Industrialización. La puerta de la oficina esta-
ba abierta y a la izquierda estaba Che sentado frente a un buró acompa-
ñado del inefable Pancho García Vals, «el comisario político del Che»,
como me enteré más adelante. Frente a la puerta, el entonces capitán
Harry Villegas, el Pombo de la guerrilla boliviana, acostado en una buta-
ca doble, y un guerrillero de aspecto de cubano oriental inequívoco, el
primer teniente Hermes Herrera, sentado en una silla con una subame-
tralladora sobre las rodillas. Imposible concebir una decoración más
espartana y, por qué no decirlo, lamentable.
Con el pretexto de entregarle el famoso expediente inicié una conver-
sación con Che que duró no menos de tres horas. Al tocar temas sensi-
bles, le dije al Che: «Voy a ser muy franco», y contestó: «Esa es la única
manera de que podamos entendernos». Al finalizar el encuentro le soli-
cité trabajar bajo sus órdenes a lo cual el Che me contestó «Elige un
buró y ponte a trabajar». Así fue como ingresé al equipo que se estaba
formando en el Departamento de Industrialización del INRA. ¡Me ha-
bía vuelto a «colar»!
Con la autorización de Pino Santos empecé mis labores en el octavo
piso del INRA. Lo primero que hizo el Che fue, como buen guerrillero,
instalar una cocina para todo su colectivo en un pantry en el cual todos
almorzaban por turno, Che incluido. Bien pensadas las cosas, era verda-
deramente una «guerrilla» que pretendía iniciar el desarrollo industrial
de Cuba. Su jefe quería hacer cosas y en consecuencia los primeros
proyectos en cartera eran de una diversidad digna de una quincalla. A
saber, el proyecto favorito del Che, el guarapo enlatado destinado a
derrotar a la Coca Cola, una fábrica de pilas de linterna, la producción del
color caramelo para poder hacer un refresco cubano tipo cola, el desa-
rrollo de la mina de manganeso en Oriente y otros que ya no recuerdo.
Un día vi a los dirigentes sindicales de la famosa refinería de azúcar
cerrada en Cárdenas haciéndole antesala al Che. Me imaginé lo que Che
debió decirles sobre el proyecto. Salieron del encuentro y no quisieron
verme. Tiempo después cuando se empezó a comprar y a instalar fábri-
cas, la primera que me tocó estudiar y proponer su localización fue una
CARLOS ROMEO / Che

de bicicletas. Recordando los pasados acontecimientos en Cárdenas y la

antiguos trabajadores, a cuyos representantes utilizó como portavoz ante las autoridades del
INRA. Al perdirme Pino Santos mi opinión me opuse terminantemente al referido proyecto.

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fama que tenía esa ciudad por la abundancia de bicicletas, le propuse al
Che instalarla en esa ciudad, idea que aceptó inmediatamente. Y así fue
como un día me anunciaron la visita de la delegación sindical de marras
muy interesada en conocer cuántos puestos de trabajo se iban a abrir a
través de la nueva fábrica. Los atendí, les di la información solicitada y
antes de despedirse se excusaron por el mal rato que me habían hecho
pasar en Cárdenas, diciéndome que en esos días estaban «confundidos»,
pero ya no.
A poco andar llegaron los «reclutas» chilenos y se los presenté al Che.
De más está decir que también fueron inmediatamente ubicados ante
sendos burós o escritorios en la oficina contigua a la del Che en la cual
yo trabajaba, que se comunicaba interiormente por una puerta muy ne-
cesaria para el Che ya que el baño estaba en la oficina de sus ahora
asesores chilenos. Como mi buró estaba al lado de la puerta entre ambas
oficinas, cuando Che tenía que ir al baño, se sacaba su pistola Walter
7.65 que llevaba por debajo de la camisa suelta verde olivo, me la entre-
gaba y me decía: «Cuídamela». Quizás ese comportamiento se debió a
que, como Che me dijo un día, le recordaba por el físico a su entrañable
compañero de la guerrilla Ciro Redondo, muerto con los grados de capi-
tán durante la guerra.
A los pocos días de haber llegado, los reclutas chilenos me acompa-
ñaron a la segunda reunión de jefes de Zonas de Desarrollo Agropecuario,
convocada por Fidel. Se tocó el tema del ganado en los latifundios que
eran expropiados. Fidel planteó que había que pagárselo a los latifun-
distas al contado, lo cual provocó entre los asesores chilenos que inter-
vinieran con argumentos en contra, y le tocó a Jaime Barrios decir que
el pago constituiría un ingreso de recursos monetarios a individuos con-
trarios al proceso. Fidel rebatió ese argumento de tal manera que ahí
terminó la discusión. Con el tiempo nos dimos cuenta de que Fidel trata
de evitar hasta el último momento posible la conversión en enemigos
políticos de quienes todavía no lo son.
En esa reunión estaba sentado al lado del Che conversando, cuando
vi que se aproximaba hacia nosotros el comandante Humberto Sori Marín,
ex ministro de Agricultura y el Che al verlo acercarse me dijo de manera
que Sori Marín pudiera oírlo: «Cuidado con lo que me dices que este no
es de confianza», a lo cual Sori respondió visiblemente incómodo:
«¡Este Che tan bromista!» Unos meses después Sori Marín fue sor-
prendido conspirando y fusilado por traidor a la Revolución, y cuando
sucedió pensé que ese día el Che le había transmitido una advertencia,
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aparentemente bromeando con él. ¿Otra vez el principio de conservar
un aliado hasta el último momento posible?
En esos días iniciales fue cuando conocí a dos personajes que jugaron
un importante rol en esa etapa de la Revolución y de los cuales ya nadie
se acuerda, el primer teniente Orlando Borrego Díaz y el contador Ma-
nuel Travieso, los creadores del Sistema Presupuestario de Financia-
miento como respuesta casi desesperada a la avalancha de fábricas y
negocios que serían intervenidos a corto andar sin timidez alguna por el
entonces ministro del Trabajo, el comandante Augusto Martínez Sánchez,
y entregados a la administración del Departamento de Industrialización
del INRA. También conocí al soldado Julio Cáceres, guatemalteco ami-
go del Che con quien este había convivido en México, devenido jefe de
Personal del Departamento. Julio le contó anécdotas sobre el Che entre las
cuales estaba la de su actividad como fotógrafo en la calle, y que cuan-
do veía a una mujer con un niño que parecía ser su hijo le ofrecía «to-
marle una foto al chiquito» sin saber que con esa palabra, según Cáceres,
los mexicanos se refieren al «culo» de una mujer. Cáceres moriría pocos
años después como guerrillero en su país y el Che le dedicaría uno de los
relatos más conmovedores de su libro Pasajes de la guerra revolucionaria,
en el cual plantea las tres recomendaciones en que quiso sintetizar lo
que es la guerra guerrillera: «Movilidad constante, desconfianza cons-
tante y vigilancia constante».
Otro tema en el cual yo insistía y que provenía del programa político
de la candidatura de Salvador Allende a la presidencia de Chile en 1958,
era la nacionalización de los recursos minerales y petroleros del país.
Ante mi insistencia Che me dijo: «Prepara un proyecto de ley». Escribí
dos proyectos, uno para los recursos minerales y el otro para las reser-
vas petroleras. Cursaba el mes de octubre de 1959, y un día que el Che
iba a un Consejo de Ministros, el máximo organismo de gobierno bajo la
dirección del entonces primer ministro Fidel Castro, le entregué los dos
proyectos. Che me dijo: «No van a pasar», refiriéndose al ala derechista
del 26 de Julio que todavía detentaba ministerios a la sazón. Le contes-
té que sí y finalmente, le ofrecí una apuesta que Che rechazó en primera
instancia toda vez que el juego ya había sido prohibido en Cuba. Insistí
CARLOS ROMEO / Che

sobre la base de que la apuesta era una caja de puros: si perdía se la


regalaría al Che y si ganaba, Che me la regalaría. Che no contestó y se
llevó los dos proyectos de ley.
El 26 de octubre de 1959 Fidel convocó al pueblo ante el Palacio
Presidencial con motivo de una incursión aérea de Díaz Lanz, ex jefe de
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la Fuerza Aérea Revolucionaria, quien había traicionado huyendo a Es-
tados Unidos. Díaz Lanz dejó caer sobre La Habana varias bombas, por
suerte de bajo poder explosivo. Fue la ocasión en que Fidel abiertamen-
te planteó que una guerra con Estados Unidos se les venía encima a los
cubanos de la Isla. Y en medio de su discurso, en un momento de gran
exaltación exclamó: «Y la ley de minas va, y la ley del petróleo va!» Me
encontraba entre el pueblo frente a Palacio y pensé: «¡Gané la apuesta!»
Al día siguiente, al entrar en la oficina, sobre mi buró, había una enorme
caja de marquetería de madera, decorada con el escudo nacional de Cuba
en colores y en su interior, con una dedicatoria del comandante Ernesto
Che Guevara, distintos puros cubanos. Jaime Barrios, sabedor de la
apuesta, en un momento de lúcido oportunismo comunista dijo: «Yo
me quedo con la caja y renuncio a mis puros», con lo cual al autor de la
apuesta no le quedó más recurso que recibir su «cuota» de puros que
guardó en un cajón de su buró y que los escoltas del Che, sabedores de
ello, se encargaron de saquear en la medida de sus necesidades, hasta
que se acabaron.
Pero antes de esa etapa en que el Departamento de Industrialización
fue desbordado por la cantidad de fábricas y negocios intervenidos que
pasaron a su administración, a la velocidad vertiginosa que iba adqui-
riendo la Revolución transcurrirían solo algunos pocos meses, el Che
inició una relación de trabajo con sus asesores a quienes planteaba pro-
blemas económicos y políticos que el gobierno iba confrontando, en
espera de escuchar ideas «valiosas» sobre el quehacer, conversación que
sus asesores hacían todo lo posible por desviar hacia el recuento de
anécdotas de la lucha guerrillera y sobre sus principios, campo al cual
no era muy difícil arrastrar al Che. Así, tuvieron el placer de conocer y
disfrutar del talento narrativo del Che, su delicado sentido del humor,
sus anécdotas personales en las cuales era el «antihéroe» porque se caía
o salía corriendo, salvo en aquellas utilizadas por él para expresar prin-
cipios de la guerra de guerrilla.
De estas nunca olvidaré aquella en la que Che explicaba la escasa
operatividad de la aviación en contra de los guerrilleros y relataba cómo,
solo y a caballo, en un campo descubierto, un avión militar lo vio y picó
para ametrallarlo, y él, sabiendo que cuando un avión de combate pica no
puede cambiar su curso, se apartaba de la zona que sería acribillada con
un corto galope del caballo hacia un lado, maniobra que repetiría hasta
que el avión desistía de su proyecto original. Así, en un tono serio y
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pedagógico, Che explicaba cuán fácil era eludir un avión de combate en
picada, maniobra que para él no tenía ninguna connotación heroica o
meritoria, salvo la de salir con vida del incidente.
Un día el Che me entregó el primer capítulo de un libro que empeza-
ba a escribir para que sus cuatro economistas asesores chilenos le die-
ran su opinión. Se trataba de Guerra de guerrillas. Al leerlo, quedamos
impactados por la envergadura de su análisis político y por sus tesis, a
saber:
1. Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército.
2. No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones
para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas.
3. En la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada
debe ser fundamentalmente el campo.
Hay que tener en cuenta el momento. Hasta entonces regía un axio-
ma en la política latinoamericana que decía: «Se puede hacer una revo-
lución con el ejército, sin el ejército, pero nunca contra el ejército». Era
el año 1959 en la Cuba revolucionaria, octavo piso del INRA, Departa-
mento de Industrialización. Nunca se había escuchado este tipo de len-
guaje entre los políticos de la izquierda latinoamericana. ¡Pero Fidel
había demostrado que sí se podía! Más aún, plantear que el terreno de la
lucha armada es el campo y no las ciudades, donde radica la clase obre-
ra, era para los partidos comunistas una herejía solamente perdonable a
los chinos, porque habían ganado. Pero los asesores eran todavía, yo al
menos, intelectuales de izquierda. Por ello, al recibir los capítulos si-
guientes, buscamos afanosamente otras grandes ideas esclarecedoras
del obrar revolucionario y quedamos defraudados cuando a poco andar,
el Che entró de lleno en la temática de la táctica guerrillera, en la cual
exponía el quehacer de la guerrilla hasta llegar a detalles como la impor-
tancia del calzado, de un pedazo de nailon para cobijarse, y otras reco-
mendaciones de esa índole. Recuerdo que Jaime, el más esclarecido del
grupo dijo: «No tiene tiempo por su trabajo para continuar el alto nivel
analítico del primer capítulo», y a decir verdad, sus asesores económi-
CARLOS ROMEO / Che

cos perdieron el interés por la obra. Pero en el futuro, que yo entonces


aún no podía predecir, comprendería por propia experiencia en los montes
venezolanos que sin el dominio de esos «detalles» aparentemente in-
trascendentes que Che describía como táctica guerrillera, se termina
muerto y adiós al objetivo estratégico: la revolución. La táctica es
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demasiado concreta y específica y por consiguiente no es del gusto de
los intelectuales de izquierda quienes sí se apasionan por la estrategia,
la gran solución general, que lleva «idealmente» al triunfo revoluciona-
rio.
Un día, y no sé por qué, Che, sentado frente a sus cuatro asesores
chilenos, dijo: «No me importa con qué mujeres ustedes tienen relacio-
nes. Solo les pido que no sea con las que trabajan en el Departamento,
porque bajo el gobierno batistiano, una muchacha para lograr un trabajo
debía generalmente acostarse con su jefe y este no es el caso bajo el
Gobierno Revolucionario». Yo estaba entonces enamorado de Anita, la
secretaria de Pedro Miret.
A fines del mes de diciembre de 1959, por la mañana, el Che se reu-
nió con sus asesores y les dijo: «Tengo plena confianza en ustedes. Va-
mos al socialismo a todo galope». Su declaración nos impactó a pesar de
que esa era la esperanza soñada y para nosotros constituyó una certeza
ya que Che nunca lo habría expresado si no fuera porque era el rumbo
trazado por Fidel. Solo 12 meses habían pasado desde el día del triunfo
de la Revolución. Los acontecimientos se sucedían a velocidades verti-
ginosas y en un año ya yo había vivido más que la mayoría de los hom-
bres durante toda su vida.
Por aquel entonces había reuniones periódicas «secretas» en una casa
de Cojímar entre cuadros del Partido Socialista Popular (PSP) bajo la
dirección de Carlos Rafael Rodríguez y los asesores chilenos, con el Che
presente. Se recomendaba hacer maniobras de desorientación por si acaso
eran seguidos. Recuerdo cómo me sentía protagonista de una escena de
un filme de espionaje cuando mirando hacia atrás trataba de cerciorar-
me de que no era seguido ¿por quién?, no importaba. Durante esos en-
cuentros se discutía y se proponía de todo, incluso la destitución de un
ministro o una nueva ley revolucionaria. Por ello, Carlos Rafael creó el
término de «los locos de Cojímar», porque decía que si alguien al pasar
los hubiera escuchado habría pensado que esos locos se creían gobier-
no. Años después Tad Szulc en su libro Fidel, a Critical Portrait hablaría
del llamado «gobierno secreto» contando por primera vez la existencia
de ese grupo de «locos».
Otro de mis temas favorito como «experto» era el control del Banco
Nacional de Cuba (BNC), el banco central que a su vez era el accionista
principal de los Bancos Estatales de Desarrollo Agropecuario, de Desa-
rrollo Industrial y del Comercio Exterior (BANCEX), entidades que
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habían financiado inversiones de la oligarquía criolla y que eran por
tanto tenedoras de obligaciones de las empresas resultantes. «Tanto va
el cántaro al agua que al final se rompe». Pero esa no fue la razón por
la cual en diciembre de 1959 Che fue designado presidente del Banco
Nacional de Cuba. Probablemente y casi con seguridad, un caso de sim-
ple coincidencia. Y valga el viejo chiste de la época que dice que des-
pués de la reunión en que nombraron al Che presidente del Banco
Nacional, este le pregunta a Fidel por qué él, y Fidel le contesta: «Por-
que tú levantaste la mano cuando pedí a un economista», a lo cual Che
le habría dicho: «Pero, Fidel, ¡yo entendí que tú querías un comunista!»
Che se instaló en el Banco Nacional y se llevó con él a Jaime Barrios
porque sin dudas ya se había dado cuenta de que Jaime era no solamen-
te el mejor de sus asesores sino también el de más criterio político y
madurez. Venía los miércoles por la tarde al Departamento de Indus-
trialización a revisar la marcha de los diferentes proyectos a los que ya
se hizo referencia. Esa era la oportunidad de Hilda Gadea, su primera
esposa, para traerle a su hija Hildita por quien Che tenía un entrañable
cariño. Estaba ya casado con Aleida March, a quien conoció durante la
campaña de Las Villas.
Uno de los reclutas chilenos que siguió al grupo inicial de asesores
fue Albán Lataste, cuatro años más adelantado en la Facultad de Eco-
nomía que yo, y quien había estudiado en Harvard gracias a una beca
que ganó. Durante su estadía en esa universidad trabó relación con el
famoso economista marxista estadounidense Paul Sweezy, autor de un
excelente libro que había estudiado, titulado Teoría del desarrollo capitalis-
ta. Albán mantenía comunicación con él y recibió una carta en la cual
Sweezy proponía visitarlo en Cuba. Albán consultó al equipo y se deci-
dió comunicárselo al Che, quien inmediatamente estuvo de acuerdo con
el viaje. Sweezy vino acompañado por Leo Huberman, autor del cono-
cido y excelente libro Los bienes terrenales del hombre, que explica la histo-
ria del desarrollo capitalista desde un enfoque teórico marxista. Como
era de esperar, quedaron fascinados por el Che y este por la madurez
política y la actitud de colaboración que mostraron los dos estadouni-
CARLOS ROMEO / Che

denses. El 4 de marzo de 1960, los llevé a la concentración convocada


en la calle 23 a la altura de la calle 12 con ocasión de los funerales de los
fallecidos en el barco francés La Coubre, volado por la CIA en el puerto
de La Habana, y al no poder pasar al frente del estrado que había sido
levantado para que hablara Fidel, los conduje por detrás. Fue el día en
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que Fidel pronunció por primera vez el que sería más tarde lema: «Pa-
tria o Muerte». Huberman, al dedicarme un ejemplar de su libro escri-
bió: «A Carlos Romeo que me permitió ver por primera vez a Fidel (por
detrás)». Esa fue la ocasión en que Korda logró su famosa foto del Che.
Ya en 1960 el número de empresas intervenidas por el Gobierno
Revolucionario y entregadas al Departamento de Industrialización se
hacía agobiante. En esa coyuntura sucedieron cosas notables y otras
que rayan casi en la desesperación. Entre las notables está la instalación
por Orlando Borrego y Julio Travieso del Sistema Presupuestario de
Financiamiento que se le aplicó a todas las empresas. Consistía en una
cuenta para cada empresa, en la cual estas debían depositar todos sus
ingresos, y otra cuenta de gastos pero presupuestados, sobre la cual
podían girar libremente pero sin sobrepasar el límite presupuestado para
cada ítem. Todo traspaso de un saldo positivo en un ítem para cubrir
otro ya agotado debía ser autorizado por el Departamento de Industria-
lización. En esos días nadie pensaba que esta experiencia sería la base
empírica de la famosa tesis del Che sobre la no vigencia de las relacio-
nes mercantiles dentro de la economía estatal cubana y su vinculación
con el desarrollo de la conciencia socialista.
Asumir la administración de una empresa intervenida o nacionaliza-
da exigía seleccionar a su personal dirigente. En la medida de lo posible
se mantenía el mismo personal. Pero se vivía una intensa lucha política
y en la mayoría de los casos se hacía imprescindible sustituirlos. Pero,
¿por quiénes? A tal efecto, en 1960 se organizaron cursos masivos de
capacitación. Me tocó impartir clases de Economía Política en los loca-
les de La Flor Martiana en las calles 100 y 41, Marianao. Se utilizó el
texto de Leo Huberman que rápidamente había sido traducido al espa-
ñol y editado en Cuba. Tenía un curso de 100 o más personas. Una
noche me encontré con el aula casi vacía lo que me provocó cierta in-
quietud. Pero en las noches siguientes empezaron a regresar mis alum-
nos dándome la explicación de que ya habían sido nombrados como
administradores de empresas que habían sido intervenidas, entre ellas
muchas estadounidenses. No habría sido recomendable poner la mano
en el fuego por el nivel de preparación de estos nuevos administradores
pero, ¿qué hacer? En una lucha política encarnizada siempre lo político
tiene la prioridad con respecto al dominio técnico. ¿Qué si hay que pa-
gar un precio por ello? ¡Claro que sí! ¿No se derrumbó uno de los dos
hornos Martin de la fábrica Antillana de Acero que fabricaba cabillas por
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un extremismo político del administrador que despidió a los ingenieros
sobre la base de que «la clase obrera se basta a sí misma»? ¿O cuando en
un rapto «obrerista» y asarampionado se declaró con toda pompa que
un obrero había resuelto el problema de los contactos de platino de las
centrales telefónicas sustituyéndolos por secciones de presillas para papel
de alambre de acero que tenían casualmente el mismo diámetro, que
dicho sea de paso, duraban algunos días solamente? La lista sería larga
pero, ¿se detiene el avance de la Revolución cuando empresarios y téc-
nicos emigran a Estados Unidos a la espera de que las tropas yanquis
invadan el país y les devuelvan sus propiedades y sus cargos en ellas?
Para bien o para mal así se hicieron las cosas. Orlando Borrego en uno
de sus libros relata la estupefacción de Jean-Paul Sartre al ser invitado a
un acto de toma de posesión de la administración de empresas interve-
nidas por jóvenes mozalbetes. «Están locos», dijo Sartre. ¿Es que había
otro camino? No creo que lo hubiera pero de haberlo habido, sencilla-
mente lo ignorábamos.
Entre las cosas no notables está también el encargo del Che de que
me ocupara de las industrias papeleras y químicas, ¡a mí, que nunca
había podido aprobar un examen de Química a la primera! «Cosas vere-
mos, Sancho». Y la razón era muy simple: siempre la confianza política
por encima de la competencia técnica cuando ya la lucha de clases esta-
ba al rojo vivo y la injerencia americana a «tutti plen».2
Utilizar el papel es una cosa pero conocer cómo se fabrica es otra
muy diferente y yo tenía la suficiente inteligencia para darme cuenta de
mi ignorancia, lo que motivó visitas a las empresas que estaban bajo mi
responsabilidad. Primero, el recorrido de la tecnología acompañado
por el administrador de antes de la Revolución todavía en funciones o
por el ingeniero principal, para adquirir nociones «culturales» del proce-
so productivo y de sus problemas. Después, me encuentro con un «com-
pañero de confianza política» previamente identificado, al cual le
preguntaba quiénes eran los técnicos indispensables para que la fábrica
no se parara. Una vez conocidos sus nombres, tratamiento especial para
ellos durante la visita a la fábrica, oferta de resolverles cualquier proble-
ma, entrega del número de teléfono de la oficina, e invitación a visitar-
CARLOS ROMEO / Che

me cuando fueran a La Habana.


Otro caso, risible y que hoy me llena de vergüenza, sucedió durante
la visita a la fábrica de fertilizantes nitrogenados de Matanzas, cuando
2
Expresión típicamente cubana que quiere decir «en todo su apogeo».

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el comandante Gustavo, Tabo, Machín, administrador revolucionario de
la planta, me mostró unas 4 000 toneladas de nitrato de amonio dentro
de un almacén parabólico de concreto. Como parte de mi cultura quími-
ca se la debía al Reader’s Digest, recordé el artículo sobre la catástrofe
sucedida en 1917 en el puerto canadiense de Halifax, cuando un barco
cargado de nitrato, seguramente chileno, voló por los aires y destruyó la
ciudad debido a la explosión del nitrato equivalente a una fuerza explo-
siva de cuatro kilotones. Puse «en guardia» a Tabo Machín y muy proba-
blemente lo angustié gratuitamente gracias a mi ignorancia revestida de
seriedad seudotécnica. ¿No era acaso uno de los asesores del Che?
En lo personal, fracaso total en mi empeño de casarme con la bella
Anita para quien había hasta alquilado una villa con piscina en Bejucal
y había ordenado muebles diseñados especialmente para esa casa. Anita
la visitó conmigo una tarde y salió huyendo de un destino en el cual la
transformarían en una ama de casa viviendo a 50 kilómetros de La Ha-
bana, ella, secretaria de un ministro y ya niña mimada de todo el gobier-
no. ¿Perderse las emociones de la Revolución desde ese nivel? ¡Ni
pensarlo!
Hay momentos en que uno tiene la suerte de poder plantearse un
dilema que uno está confrontando y tener, además, que elegir uno de
los dos caminos que se le ponen por delante. Dormí únicamente una
noche en esa casa de Bejucal, solo, y quizás por ello pude darme cuenta
de que o bien me quedaba con esa casa y con todo lo que ello suponía,
o bien seguía trabajando con Che y me olvidaba de casa, muebles, y lo
que es más importante, que o bien yo dominaba a las «cosas» o ellas me
dominaban a mí. Vivir para tener o tener para poder vivir como uno
quiere, lo cual no es en absoluto la misma cosa. Esa noche elegí tener lo
necesario para poder vivir como yo quería.
El descalabro sentimental me «multiplicó por cero», expresión que
trata de describir una incapacidad casi total para pensar en otras cosas y
por tanto para trabajar, pero consciente de mi lamentable estado le pedí
permiso al Che para pasar un tiempo con las Fuerzas Tácticas del Cen-
tro, la tropa del Che, que estaba construyendo la ciudad escolar Camilo
Cienfuegos al pie de la Sierra Maestra. Permiso concedido, me trasladé
hasta el lugar en mi Ford V8 que había sustituido a la «cuña» Mercury, y
me presenté ante el comandante Armando Acosta, a quien había cono-
cido en las oficinas del Che. Este me recibió con mucho afecto y me
dijo que me alojaría con él en su casa. Pensé: «Por lo menos estaré alo-
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jado a nivel del jefe». Pobre de mí, como dicen los argentinos, no me
había percatado de que todavía eran guerrilleros y la «casa» del jefe era
una barraca de tablas con cuatro literas dobles revestidas de unas sába-
nas que una vez, hacía ya mucho tiempo, habían sido blancas.
Aguanté no más de tres o cuatro días y fui a despedirme del coman-
dante Acosta. Este denotó vacilación toda vez que no sabía si había
venido voluntariamente o si había sido enviado por el Che como casti-
go. Cuando me di cuenta del dilema prácticamente huí del lugar y no
paré hasta llegar a La Habana.
Repuesto, pero con la espina aún clavada en el corazón, como diría
una canción romántica de segunda de esa época, me trasladé a vivir al
hotel Copacabana sobre el litoral del barrio de Miramar. Un día recibí
una llamada telefónica de mi madre desde Santiago de Chile que me
comunicaba que no siendo capaz de controlar a mi hermanito de casi
16 años, me lo enviaba a Cuba para que me hiciera cargo de él. Víctor
llegó y lo alojé conmigo en el Copacabana. Al día siguiente se lo presen-
té al Che y le pedí permiso para enviarlo con el comandante Acosta a la
ciudad escolar en construcción de la cual había «huido» casi vergonzo-
samente, para que adquiriera los valores revolucionarios. Al Che la idea
le pareció muy buena y dijo: «Yo debería hacer lo mismo con mi herma-
no menor». Muchos años después se lo contaría a Juan Martín Guevara
en Buenos Aires y este me diría que pese a su entusiasmo, su padre no
aprobó el proyecto. Así y todo, Juan Martín devendría montonero.
En espera del viaje a la ciudad escolar Camilo Cienfuegos, Víctor me
acompañaba a todas partes y una mañana al salir del hotel, el portero
nos pidió de favor que lleváramos a un cliente hacia el centro de La
Habana. Resultó ser una hermosa mujer, modelo de profesión, estadou-
nidense. Conversamos durante el trayecto, yo en mi mal inglés, y al
bajarse la joven me dijo: «Quisiera volver a verlo», cosa que resultó muy
fácil ya que habitábamos el mismo hotel.
Resultó ser que la «gringuita» era de una familia del social register de la
costa oeste de Estados Unidos, con un abuelo que aún tenía una empre-
sa de corredores de acciones en la New York Stock Exchange, pero ella
CARLOS ROMEO / Che

no había acabado de sentar cabeza y había venido a pasar una tempora-


da en la playa de Varadero con una amiga, también estadounidense.
Sin ninguna originalidad, la cosa terminó en la cama el mismo día que
Víctor partió para la provincia de Oriente junto al controvertido perso-
naje René Dumont y a Sergio Aranda.
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Choque de culturas: ella, Miles Davis, él, Los Panchos y Lucho Gatica;
ella contándole de sus anteriores amantes, él desestabilizado por una
liberación sexual que ya venía caminando al menos en Nueva York pero
que aún faltaba mucho para que llegara a Santiago de Chile; ella, la
búsqueda de la realización existencial para escapar de los moldes socia-
les; en mi caso, romper los moldes para hacer una Revolución Social.
Un viernes Che me dijo: «Vamos a visitar unas fábricas en Matanzas
durante el fin de semana. Nos vemos el sábado por la noche en la hene-
quenera a la entrada de Varadero». Partí ese mismo día con la americana
quien me dejó en la henequenera y regresó a La Habana en el Ford V8.
Ya de noche llegó el Che. Lo esperaban todos los obreros de la instala-
ción y tuvo que decir algunas palabras. Después me fui en el mismo
carro del Che hasta una casa en Varadero donde ya estaban Aleida, su
esposa, y la madre del Che. Mujer menuda, muy bien conservada, ha-
blaba un francés perfecto y, muy hábilmente, no interfería para nada en
las relaciones entre Che y Aleida.
A la mañana siguiente caminé hasta la playa que se encontraba a
unos 100 metros y contemplé ese maravilloso mar tranquilo y de colo-
res que van desde el verde esmeralda, pasando por el azul turquesa
hasta el azul marino, dependiendo de la profundidad y del fondo. Me
dieron ganas de bañarme pero no había llevado trusa. Entonces, con un
escolta, fui hasta las oficinas del Instituto del Turismo donde encontré
al comandante Jesus Montané Oropesa. Lo hice partícipe de que el Che
estaba en Varadero y solicité algunas trusas o shorts para que Che y los
demás pudieran bañarse. Y agregué: «Sería una oportunidad para que
Che pudiera dar un paseo en una embarcación». Minutos después llegó
a la casa donde estaban alojados un vehículo en que traían un puñado
de shorts y como a la hora divisé al final de la calle que daba a la playa
el perfil de un motovelero, el Río Damuji, fondeando a unos 100 metros
de la playa. Con toda inocencia le comuniqué al Che las novedades y
cuando indagó sobre la causa, le dije que muy posiblemente el coman-
dante Jesús Montané se había enterado de su presencia en Varadero y
había enviado shorts y embarcación para él. El Che era demasiado inte-
ligente para tragarse ese cuento pero no dijo nada. Finalmente todos
nos trasladamos a la playa para subir a bordo del Río Damuji.
Sucedió un episodio simpático. Del barco vino un bote de madera
con un remero que no tendría más de 12 o 13 años para llevarnos hasta
la embarcación. Entonces se pudo ver al héroe legendario sentado con
cara de resignación en la popa del bote, con Aleida al frente, y el niño
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remando, mientras que la madre del Che nadaba al lado con un magnífi-
co estilo. Nunca olvidaría ese episodio de «las cosas al revés».
Al subir a bordo Che le preguntó a Aleida: «¿Trajiste al camarada
Mao?» Y Aleida le entregó uno de los tomos de las Obras escogidas del
dirigente chino. Yo, en cambio, me fui a popa y con una vara de pesca
que encontré lancé al agua el nailon con una carnada artificial con tan
buena suerte que a poco andar o mejor dicho navegar, picó una barracuda
de buen tamaño que logré subir a bordo. Al oír el escándalo Che soltó al
camarada Mao y cogiendo su cámara tomó unas fotos del acontecimiento.
¿Dónde estarán esas fotos?
Che envió al Conejo Maldonado a trabajar en el Banco de Comercio
Exterior para apoyar y asesorar al comandante Alberto Mora recién nom-
brado presidente. Pero, expresión del equilibrio político, si bien Mora
venía del Directorio Revolucionario, su segundo al mando era Jacinto
Torras, economista y antiguo miembro del Partido Socialista Popular.
Maldonado en el BANCEX, Jaime en el BNC, de los cuatro primeros
asesores chilenos quedé solo en el Departamento de Industrialización
ya que Sergio Aranda trabajaba con Pino Santos y Edmundo Meneses
había sido enviado a la provincia de Oriente donde se enamoró de una
muchacha cubana, con quien a poco andar se casó y siguen juntos hasta
el día de hoy. Pero se habían incorporado Albán Lataste y Alberto Martínez
al Departamento de Industrialización del INRA. Alberto Martínez fue
enviado por Che a apoyar a Regino Boti, devenido director ejecutivo de
la recién creada Junta Central de Planificación, y Albán siguió tiempo
después el mismo camino. Ambos llegaron a ser viceministros de esa
institución. También el Conejo Maldonado llegó a viceministro de Co-
mercio Exterior y le tocó la responsabilidad de reorientar las relaciones
comerciales de Cuba hacia los países socialistas.
Los despachos diarios con el Che, más bien nocturnos para ser exac-
to, se trasladaron al Banco Nacional de Cuba. Al llegar éramos recibi-
dos por el inefable José [Manuel] Manresa, secretario y jefe de Despacho
del Che, al cual se le preguntaba al entrar «cómo estaba el ambiente».
En mi caso, después de haber terminado, me dirigía a la Bodeguita del
CARLOS ROMEO / Che

Medio, donde me sentaba en la mesa de Carlos Puebla y ordenaba una


botella de ron, ¡pues con esa cantidad apenas le alcanzaba al cantante
para aclarar la voz! Como había adquirido una guitarra por solo cuatro
pesos en la exposición soviética que se presentó en La Habana a principios
del año 1960 y pretendía aprender a tocar el instrumento, Carlos Puebla
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me ofreció clases gratis por las noches en la Bodeguita, oferta que
acepté con toda ingenuidad. Obviamente era una botella por noche, y
de clases, ¡nada! Pero sí, en cambio, una buena borrachera de un grado
tal que, así y todo, me permitía conducir mi carro hasta donde residía.
Todos nos enamoramos de las canciones revolucionarias que Carlos
Puebla había sacado, y la que más me gustaba era Llegó el comandante y
mandó a parar. Pero, y no me da vergüenza reconocerlo, yo era el más
asiduo a la Bodeguita del Medio. Me encantaba atravesar la Plaza de la
Catedral después de la media noche, con los sentidos en su punto por el
ron añejo que inevitablemente había bebido con Carlos Puebla. En aque-
llos días, con unos pocos faroles iluminando ese cuadrado perfecto, con
la catedral de un sobrio barroco al norte, un edificio del siglo XVIII al
frente y otros dos, tanto o más antiguos a los lados, sentía como si
hubiera retrocedido 200 años en el tiempo. Hoy, en cambio, esa plaza
prostituida por un turismo seudocultural, despierta en mí la misma ira
que seguramente experimentó Jesús cuando a latigazos expulsó del tem-
plo a los mercaderes.
Un día cualquiera llegaron hasta las oficinas del Departamento de
Industrialización dos alemanes de la entonces República Democrática
Alemana (RDA) para ofrecer maquinaria de su país. Para los asesores
rojos del Che fue un acontecimiento y los recibieron con la mejor inten-
ción de que sus objetivos prosperaran. Entre las ofertas estaba una fá-
brica de máquinas de coser y uno de ellos, en tono confidencial me dijo:
«¡También sirven para hacer ametralladoras!» Pero realmente el objetivo
de los visitantes era establecer al menos relaciones comerciales con Cuba
y los asesores no podíamos estar más de acuerdo con esa idea. Buscan-
do una manera de formalizar estas relaciones a Jaime Barrios se le ocu-
rrió redactar una carta que firmaría el Che invitando a la Cámara de
Comercio de la RDA a visitar Cuba. Jaime se sentó ante una máquina de
escribir y redactó la carta que Che firmó sin vacilar. Los alemanes ha-
bían superado con creces sus objetivos más ambiciosos y en señal de
gratitud invitaron al equipo a cenar al hotel Nacional.
En marzo de 1960 llegó la delegación de la Cámara de Comercio de la
RDA y el traductor era, qué casualidad, un alemán que había vivido gran
parte de su vida en Chile. De apellido Klein, «como la farmacia Klein
en Santiago», les decía. El Che me encargó la tarea de la formalización
de las relaciones comerciales con ese país y por consiguiente, durante el
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encuentro final en el salón de reuniones del Banco Nacional, al que
llegué tarde, Che me invitó a sentarme a su lado. En una manifestación
casi asombrosa de generosidad Che había encargado un servicio de be-
bidas y canapés al famoso restorán Floridita, a donde Hemingway iba a
tomarse sus daiquiríes. En ese momento la discusión era sobre el precio
del azúcar cubana que los alemanes querían comprar, pero las instruc-
ciones que tenía el joven comprador alemán no le permitían aceptar el
precio que pedía el Che. En ese momento el alemancito estaba acongo-
jado ante el dilema que no podía resolver y Che ya se había tomado un
daiquirí y, sin estar acostumbrado a las bebidas alcohólicas, él también
tenía la cara sonrosada. Les ofrecieron otro daiquirí y el Che al tomarlo,
me dijo: «Otro trago más y les declaro la guerra». Hay que haber cono-
cido al Che para darse cuenta de su fino y sutil sentido irónico en virtud
del cual se estaba burlando de sí mismo en su papel de «hombre de
Estado» al cual el guerrillero no estaba acostumbrado pero que final-
mente la historia lo obligó a asumir.
A partir del establecimiento de relaciones diplomáticas con la RDA,
su gobierno envió a Cuba un grupo de cinco científicos y economistas
para ayudar a definir un plan de desarrollo. Desde luego que la atención
al grupo me correspondió. Y uno de los problemas más complejos que
tenía el país era lograr hacer funcionar la fábrica estadounidense de níquel
de Moa construida sobre la base de un muy novedoso procedimiento
hidro-metalúrgico que la hacía única en el mundo. Los 800 kilómetros
desde La Habana a Moa se recorrieron en el avión ejecutivo del Che, el
Cessna 310C, piloteado por Eliseo de la Campa, y allí se organizó un
recorrido por la planta bajo la conducción del aún administrador esta-
dounidense. Todavía recuerdo al profesor Leibnitz parado debajo del
reactor diciendo con asombro: «¡Ácido sulfúrico a 190 grados! ¿Qué
pasará ahí dentro?» Estaba claro que los alemanes no habían visto y ni
siquiera leído nada sobre la producción de sulfuro de níquel-cobalto por
lixiviación en ácidos sulfúrico y sulfhídrico.
Pero ya se había extraído secretamente un tanque de 55 galones con
sulfuro de cobalto-níquel producido durante la puesta en marcha por
CARLOS ROMEO / Che

los estadounidenses. Raúl León y yo habíamos preparado una operación


de extracción que fue fructífera y esa muestra había sido enviada a la
URSS. La respuesta de los soviéticos fue que podían asimilar toda la pro-
ducción de Moa, cuando se lograra arrancar la planta, cosa que es otra
historia a contar más adelante.
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Se programó un encuentro del equipo de expertos alemanes con el
Che en su oficina del Banco Nacional que empezó después de la media-
noche y duró hasta cerca de las 5 de la madrugada, durante el cual los
alemanes rindieron su informe verbal al Comandante. Ya bien entrada
la madrugada, el hambre me hizo salir del salón de reuniones y dirigir-
me al pantry de la presidencia del Banco donde encontré a Manresa co-
miendo un suculento filete. Al manifestar mi hambre Manresa me dijo:
«Queda uno y te lo puedes comer» cosa que hice de inmediato para
regresar posteriormente a la reunión. A la hora de despedirnos recuerdo
que el Che dijo: «Bueno, señores, ahora voy a meterle mano a una carne
que tengo guardada». Al oír eso, me apresuré a despedirme y salí a toda
velocidad del Banco sin atreverme jamás a averiguar si le había comido
el filete al Che.
En verdad, yo había logrado establecer una relación personal muy
estrecha con Che hasta el punto de que fui el primero en pedirle su
avión personal prestado para llevarme a misiones fuera de La Habana y
nunca me lo negó en las tres o cuatro ocasiones en que lo hice. Ello me
permitió establecer una amistad con Eliseo de la Campa, su piloto, ex
propietario de una vaquería que le permitía en 1959 conducir su propio
Porsche deportivo, que le ocasionó la fractura de una pierna en un acci-
dente. Eliseo, ya adscrito al Che en cuerpo y alma, entregó su vaquería
al Gobierno Revolucionario y se dedicó exclusivamente al servicio del
Che. Una vez volando el Cessna 310C en compañía de un no piloto,
tropezaron con un avión que había venido de Estados Unidos para
bombardear un central azucarero. Eliseo, al darse cuenta de lo que ocu-
rría, le entregó la dirección del avión a su acompañante y con su fusil
automático FAL que llevaba, ametralló al avión y lo abatió. Che, al
enterarse del combate aéreo, le regaló como muestra de reconocimiento
una de las codiciadas pistolas 9 mm Stetchkinov de 20 balas, que dispa-
ran tiro a tiro y también ráfagas.
Un día llegó a mi oficina Fofó Gutiérrez, mexicano que apoyó en
cuerpo y alma a los revolucionarios cubanos durante su exilio y entrena-
miento en México y que ya en el poder, había sido nombrado gerente
del recientemente creado Instituto Cubano del Petróleo, pues tenía en
su país una sociedad para la exploración petrolera. Fofó le traía un rega-
lo al Che, pero conociendo su carácter, tenía dudas con respecto a en-
tregárselo. Me pidió mi opinión sobre si Che lo aceptaría y desenvolvió
un paquete en el cual estaba un hermoso jacquet de cuero verde olivo
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con puños y cuello en lana azul oscuro. Le dije que siendo del color del
uniforme no creía que el Che se lo rechazaría. Y así fue, esa es la prenda
que Che llevaba el 4 de marzo de 1960 cuando el fotógrafo Korda,
futuro amigo, lo inmortalizó en una de las 100 fotos más importantes
del siglo XX.
Los amores con la estadounidense y su prestancia hicieron que en
una ocasión miembros del PSP que me vieron con ella le fueran con el
cuento al Che, quien me pidió que la reenviara a Estados Unidos y me
olvidara de ella. Cumplí con su directiva y convencí a la gringuita de
retornar a su país por un tiempo. Evidentemente los «sapos» sacaron
rápidamente la conclusión de que estaba siendo infiltrado «sexualmente»
por la CIA, lo que en realidad no tuvo vinculación alguna.
Vinieron los primeros especialistas soviéticos y desde luego estable-
cieron contacto con los asesores del Che. Su misión era comprender la
situación de Cuba y prepararse para la eventual ayuda que empezó a
llegar de inmediato. Primero fue la compra de la cuota azucarera cuba-
na. Después fue el suministro del petróleo cuando el gobierno estadou-
nidense decretó el embargo de los combustibles y la prohibición de que
barco alguno transportara combustibles a Cuba so pena de no poder
tocar después sus puertos.
En los primeros tiempos, en 1960, los dos cuadros permanentes de
los soviéticos en Cuba para las cuestiones económicas y comerciales
fueron el jefe Merkulof y su segundo, Kósariev. El primer encuentro de
los asesores chilenos con ellos fue en la sala de reuniones del ministro
de Agricultura que la hermosa Anita puso a nuestra disposición para
sostener una reunión que debía ser muy discreta. Asistimos Raúl
Maldonado, Jaime Barrios y yo, y el objetivo era transmitirles las princi-
pales necesidades de ayuda. Hoy me da vergüenza revelar que entre
ellas, Jaime pidió una central electro-nuclear ya que Cuba carecía en esa
época de una producción significativa de petróleo. Cuando Kósariev
escuchó ese pedido demostró su profesionalismo al no echarse a reír y
con su poker face contestó: «No tenemos», a lo cual Jaime insistió dicien-
do que él había leído en una revista soviética que sí las fabricaban.
CARLOS ROMEO / Che

Respuesta de Kósariev sin inmutarse: «No tenemos para la exporta-


ción». No obstante, se estableció pronto una relación de amistad con
estos dos soviéticos que se instalaron en una bella casa en la avenida
1ra. y calle 36, que visitábamos periódicamente Maldonado, Jaime y yo,
acompañados de Orlando Borrego, quien ya era el número dos del
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Departamento de Industrialización del INRA. Cuando se llegaba a la
casa, Merkulof, el jefe, se dedicaba a poner la mesa abriendo latas de
conservas de caviar, arenques en aceite, y sobre todo las botellas de
vodka y de brandy armenio. Se trabajaba a toda velocidad para después
sentarse a comer a la mesa y sobre todo, a beber «a la soviética». De ahí
se salía siempre en un estado de «alta espiritualidad alcohólica» debido
a lo cual una noche, Maldonado con Jaime desvanecido a su lado, dejó
sus cuatro neumáticos en las rocas decorativas que rodean el monu-
mento a Maceo en la curva que hay en G y Malecón.
Kósariev se puso «la camiseta cubana» y en sus despachos con Che,
cuando este le comentaba de alguna grave escasez, Kósariev le decía:
«Pídaselo a Mikoyán», entonces el segundo en la jerarquía soviética, a
lo cual Che le contestaba que le parecía impropio y Kósariev le contes-
taba: «¡Pídaselo, que es obligación de Mikoyán mandárselo!» En efecto,
a Mikoyán sus colegas del Buró Político del Partido Comunista de la
Unión Soviética (PCUS) le pusieron el sobrenombre del «patriota cuba-
no». Con el tiempo, después de que Kósariev terminara su misión en
Cuba, cada vez que Che fue a Moscú no dejó de ir a visitarlo a su casa.
Porque Kósariev era de lo mejor que tenía la URSS junto con Alexander
Alexeiv, el «periodista» de la agencia Novosti, que con mucha inteligen-
cia Nikita Krushov designó como embajador en Cuba y del cual habría
dicho que «merecía su busto en oro».
Tuvimos la oportunidad de conocer lo mejor de los cuadros soviéti-
cos junto con los militares que vinieron a ayudar a organizar las Fuerzas
Armadas Revolucionarias (FAR) y cuando tras el acuerdo Jruschov-
Kennedy que puso fin a la Crisis de los Cohetes en 1962, se le dio la
orden al general que comandaba a las tropas soviéticas encargadas de
los cohetes y de su defensa, de desmantelar las instalaciones, este, aver-
gonzado, abrazó llorando a Fidel y le dijo: «Fidel, ¡yo vine aquí a morir-
me contigo!»
En ocasión de la despedida del grupo de expertos soviéticos que llega-
ron más adelante para concretar la primera ayuda, particularmente la mili-
tar, se celebró un almuerzo en el restorán Los Andes y los soviets llegaron
bien abastecidos de coñac y de vodka que empezaron a servirnos en
vasos para el agua. ¡A las dos horas ya nadie sabía cómo se llamaba!
Ellos habían designado a dos participantes que no bebían, ya que esta-
ban encargados de recoger los «cadáveres» y, al regreso, meterlos en el
ómnibus que los había traído. Estaba ya con un alto grado de intoxica-
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ción alcohólica cuando me informaron que en el Banco del Comercio
Exterior, a dos cuadras de distancia, había una llamada internacional
para mí. Fui, como pude, y llegué para escuchar a la gringuita que me
precisaba sobre si nos íbamos a casar o no. En mi borrachera le dije que por
qué no y que regresara a Cuba. Esa «decisión», si se la puede llamar así,
tendría consecuencias.
Un buen día de 1960 y ante la angustia de un colega del Departa-
mento de Industrialización del INRA, motivado por la avalancha de
empresas intervenidas y nacionalizadas que nos desbordaba para su di-
rección y control, se nos ocurrió concebir «sacos» en los cuales juntar
todas aquellas que a primera vista tenían algo semejante y denominarlas
«consolidados», palabra que resultó fatídica para la población cubana.
La ahora denominada «empresa consolidada», virtual monopolio nacio-
nal, devino la interfase entre una empresa individual, concreta y con
una problemática específica, y el ministerio correspondiente al cual se
le asignaron las empresas consolidadas. Y así, de la misma manera que
en el feudalismo no había siervo sin señor, en esta variante socialista en
gestación, desde ese momento no hubo empresa consolidada sin minis-
terio que pretendiera administrarla y a través de ellas a las verdaderas
empresas individuales y concretas. Así, de golpe y porrazo, se estableció
un nivel burocrático adicional bajo la ilusión de que ello permitía más
control y más capacidad de dirección. No fue ese el caso sino que por el
contrario, fue el resultado y la demostración de una incapacidad admi-
nistrativa. Habíamos empezado la creación de «un monstruo» burocrá-
tico que con el tiempo se nos fue de las manos. Así y todo el Che fue
inflexible en exigir un control contable y estadístico permanente de to-
das las empresas consolidadas.
Volviendo a mi vida personal, la gringuita regresó, nos fuimos a vivir
a un apartamento en la playa de Santa María del Mar, al este de La
Habana y decidí casarme con ella como habíamos acordado. Pero ojos
avizores se percataron del «reenganche» y nuevamente le fueron con el
cuento al Che. Este me mandó llamar y me recordó su anterior adver-
tencia. A decir verdad, yo era bastante intolerante en materia de intro-
CARLOS ROMEO / Che

misiones en mi vida personal, la cual para mí estaba y sigue estando


desvinculada de mi vida profesional y política. Por tanto le contesté al
Che que lo respetaba enormemente pero que no aceptaba que se inmis-
cuyera en mi vida personal, a lo cual Che me dijo que tenía razón y que
estaba de acuerdo con ello pero que como dirigente debía tomar las
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medidas correspondientes. Ese fue el momento de mi distanciamiento
del Che. Dejé de ser uno de sus asesores directos pero continué traba-
jando en el Departamento de Industrialización del INRA y nos veíamos
y conversábamos de trabajo de vez en cuando. Quizás, sin saberlo, la
gringuita me salvó la vida porque de seguir mi relación tan estrecha con
Che y dándome cuenta al menos hoy día, de mi tendencia a vivir aven-
turas intensas, lo más probable es que hubiera insistido hasta el cansan-
cio para participar en una guerrilla latinoamericana, que como se sabe
actualmente, fracasaron en su casi totalidad.
Me mudé a unas oficinas que el Departamento de Industrialización
ocupaba en la zona conocida como La Rampa, en La Habana, donde se
estableció un equipo de jóvenes ingenieros que pasarían con el tiempo a
conformar las Direcciones de Inversiones y de Ejecución de Proyectos
del futuro Ministerio de Industrias.
Cuando le comuniqué al personal con el que trabajaba que me iba a
casar, decidieron darme una despedida por la noche después del trabajo
en un cabaret cercano.
Esos jóvenes, casi todos ingenieros que habían trabajado para la fir-
ma estadounidense que había construido la fábrica de Moa, fueron en-
viados por Che en 1962 con la misión de arrancar esa planta, empresa
que hicieron realidad. Fue un bello logro del Che y de esos jóvenes que
así demostraron que aún se disponía de capacidad técnica, aunque insu-
ficiente para todo lo que se pretendía hacer.
Me casé por lo civil y mis testigos fueron el Conejo Maldonado y el
gringo Eddy Boorstein, economista estadounidense que habíamos co-
nocido en Chile y al que invitamos a trabajar con nosotros, obviamente
con la debida aprobación del Che, y que les transmitía consejos utili-
zando antiguos dichos judíos como el «no botes el agua sucia mientras
no tengas agua limpia para reemplazarla». Al año ya era padre de una
muy hermosa rubita, Carla, bembona como la madre y con su mismo
cuerpo atlético.
El Conejo Maldonado se enamoró de una hermosa mujer que era
además su secretaria. Pero estaba de por medio la advertencia del Che
con relación a las mujeres que trabajaban en las mismas oficinas. Por
consiguiente Maldonado tuvo que «oficializar» su relación ante las au-
toridades competentes de la moral revolucionaria y declarar la seriedad
de sus intenciones, tal como se hace en las «buenas familias», pese a
estar en una revolución a toda marcha hacia el socialismo. Las tradicio-
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nes son las tradiciones. Maldonado y Maggy se casaron a corto andar y
les devolví la mano actuando como uno de los testigos del matrimonio.
Poco tiempo después Jaime Barrios también cayó redondo en los bra-
zos de Nancy, una secretaria del Ministerio de Relaciones Exteriores, y
Sergio Aranda en los de una damisela del INRA. Todos los asesores
chilenos se enamoraron de mujeres cubanas y si yo fui la excepción en
esa época fue porque simplemente me habían rechazado. ¡Pero habría
novedades en el futuro!
El año 1960 fue decisivo para las relaciones entre los gobiernos de
Cuba y de Estados Unidos. Se caracterizó por un intercambio de «gol-
pes» entre ambos países. A la cancelación de la cuota azucarera de unos
3 000 000 de toneladas que Cuba le vendía a Estados Unidos, Cuba
contestó con la firma de un contrato de venta por esa cantidad con
la Unión Soviética. A la suspensión de los embarques de petróleo hacia
Cuba y la prohibición de que cualquier barco que transportara combus-
tible a la Isla no podría después atracar en puertos estadounidenses,
nuevamente la respuesta fue transferir las compras a la Unión Soviéti-
ca. A la preparación de bandas contrarrevolucionarias con suministros
estadounidenses y a los sabotajes, Fidel contestó en agosto de ese año
con la nacionalización de todas las propiedades que tenía ese país en
Cuba. Ya entonces para nadie era un secreto que Cuba marchaba a toda
velocidad hacia una confrontación abierta con los yanquis. Recuerdo un
comentario que le hice a Jaime Barrios por aquel entonces sobre la inevi-
tabilidad de un enfrentamiento armado con Estados Unidos y la respues-
ta de Jaime: «¿Y tú tienes el valor para marcharte?» Tal era el estado de
ánimo que una noche mi americanita, al ver por la ventana del aparta-
mento las luces de los pescadores cubanos en medio de la corriente del
Golfo capturando agujas y emperadores, me dijo alarmada: «Es la inva-
sión!» Yo mismo, por las noches al contemplar la iluminación de la ciu-
dad no podía creer que todo siguiera más o menos funcionando. El país
resistía y se preparaba para una contienda desigual sin ningún temor ni
vacilación. Los cubanos alcanzaron en esos días la altura de los
espartanos cuando decidieron enfrentar a los persas en las Termópilas.
CARLOS ROMEO / Che

Pero la administración estadounidense, prepotente y mal informada,


solamente logró concebir una invasión de unos 1 500 «cubanos» en abril
de 1961. No poder darse cuenta de lo ridículo de sus premisas políticas
y de sus acciones militares expresa objetivamente el desprecio que los
yanquis tienen por los latinoamericanos. Ha pasado casi medio siglo y
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cuando se observa hoy su actitud hacia Venezuela, Bolivia, Ecuador, es
difícil creer que sean tan estúpidos y que no hayan aprendido nada du-
rante todo ese tiempo. Pero lo son. Están casados con el ayer de la
primera mitad del siglo XX y no ha habido un solo presidente de ese país
que haya podido rebasar esa limitación, salvo John F. Kennedy, a quien
por algo mataron impunemente.
No está de más reflexionar y sacar conclusiones sobre la experiencia
cubana con la mafia estadounidense que por aquel entonces, año 1960,
todavía controlaba los casinos de juego que operaban en todos los gran-
des hoteles de Cuba y en el cabaret Tropicana. El Gobierno Revolucio-
nario decretó el cierre de esos casinos e ilegalizó el juego con dinero en
todo el país. La mafia de Estados Unidos hizo calladamente sus maletas
y se fue de Cuba sin chistar. ¿Por qué? Sencillamente porque no había
nadie en el Gobierno Revolucionario y mucho menos en la policía, a la
sazón comandada nada menos que por el comandante Efigenio Ameijei-
ras, hoy general de División y héroe cubano, con quien lograr un acuer-
do como el que mantienen con las autoridades políticas, policiales y
judiciales, en todos los países donde operan con una virtual inmunidad
en tanto organización, salpicada de arrestos publicitados pero que no
alteran para nada sus actividades y su desarrollo. Muy probablemente la
mafia pensó: «Volveremos pronto», como lo hizo la burguesía cubana,
detrás de los «marines» que según pensaban invadirían a Cuba. Pero lo
único que pudieron hacer fue colaborar activamente con la CIA para
promover la contrarrevolución en el país y así ganarse su sitio en una
nueva/antigua Cuba que nunca pudo ni volverá a existir.
Se ha hablado mucho del rompimiento del gobierno cubano con la
Iglesia católica en esa época. En verdad, la Iglesia fue víctima de su
propia orientación clasista y estratégicamente equivocada. La Habana
está llena de iglesias pero no así los pueblos del interior del país. Es que
la mayoría de la curia se dedicó a la clase pudiente y desconsideró a los
pobres del campo y de los pequeños pueblos. Cuando quiso utilizar su
fuerza espiritual hizo el ridículo porque la mayoría de sus ricos feligre-
ses huyeron hacia Estados Unidos, las grandes masas no la conocían y
no tenía ningún ascendiente sobre ellas. Por consiguiente, la mayoría de
la curia de origen español abandonó el país y se quedaron los verdade-
ros sacerdotes cubanos. Entre ellos hubo curas revolucionarios, como
el padre Sardiñas que subió a la Sierra Maestra y se unió a la columna de
Fidel. Bajó con los grados de comandante. Vino a arreglar este proble-
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ma años después el nuncio apostólico, monseñor Sachi, hombre de gran
inteligencia y de mentalidad moderna, que se bañaba en bikini en las
playas cubanas y que resultó ser gran amigo de Fidel. Cuando Fidel fue
a Roma, muchos años después, no dejó de visitar su tumba.
En 1960 Che partió en un largo viaje a los países socialistas, China
incluida, acompañado de Albán Lataste –muy probablemente también
el Conejo formaba parte de la comitiva–. En su recorrido adquirió un
sinnúmero de fábricas y de máquinas herramientas. Cuando regresó le
pregunté quién tenía la relación de las compras y sus valores, y me remi-
tió a Albán con quien, botella de ron por medio, hicimos la lista de las
compras. Ese fue el comienzo de las inversiones en la construcción de la
nueva industria socialista cubana. Albán me regaló una pistola CZ 100 de
calibre 7.65 mm, copia fiel de la Walter, a su vez regalo recibido por él
en Checoslovaquia.
¿Qué pretendíamos en materia de desarrollo industrial? Básicamente
sustituir importaciones ya que Cuba lo importaba casi todo. Pero ade-
más de esta línea general que se nutría de los anuarios del comercio
exterior del país hasta el año 1957, se agregaban ahora los consejos de
los nuevos amigos socialistas: energía eléctrica, transformadores eléc-
tricos, industria mecánica, industria química, en especial fertilizantes
agrícolas, utensilios para el hogar tales como cocinas a gas, ollas a pre-
sión, sanitarios, etcétera. A todo lo cual nuestros buenos deseos fruto
de la ignorancia habían agregado una industria siderúrgica y una fábrica
de automóviles, planes que, obvio, nunca se llevaron a cabo. ¡Por suerte
la realidad pudo más que la ignorancia!
Lo que se compró a crédito en los países socialistas era, como bien se
sabe hoy, tecnologías atrasadas en comparación con las que ya existían
en los países capitalistas. Pero era eso o nada. Ya Cuba estaba práctica-
mente bloqueada por Estados Unidos y, además, no disponía de divisas
convertibles ni de créditos en esas monedas a mediano ni largo plazo.
Conocidas las características de las futuras fábricas a edificar, queda-
ba el problema de dónde situarlas. Hay que recordar que Cuba salía de
un estado en el cual contaba con un 20 % de desempleo y por lo tanto,
CARLOS ROMEO / Che

la ubicación de las futuras fábricas adquiría una fuerte connotación po-


lítica. Ese pasó a ser mi trabajo principal, con una pareja de ayudantes y
con el «abre puertas» que significaba ser parte del equipo del Che.
En febrero de 1961 se creó el Ministerio de Industrias y varios más,
entre ellos el de Comercio Exterior, donde le tocó al Conejo Maldonado
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la gigantesca tarea de cambiar la dirección del comercio exterior de Cuba
hacia los países socialistas, y todos los miembros del Departamento de
Industrialización del INRA se trasladaron nuevamente a la Plaza de la
Revolución, al antiguo edificio del Tribunal de Cuentas. Y en eso ocu-
rrió el ataque por Playa Girón.
Mis recuerdos indican que el 15 de abril de 1961 era un sábado. Vivía
en el séptimo piso del edificio Riomar, con vista al mar. Me despertó el
ruido de las bombas con las que aviones A26 con falsas insignias de la
Fuerza Aérea Revolucionaria estaban atacando el aeropuerto militar de
Ciudad Libertad en el occidente de La Habana al mismo tiempo que los
aeropuertos de San Antonio, en La Habana, y el de Santiago de Cuba.
Era un intento de destruir los pocos aviones de combate en estado ope-
rativo que tenía la Revolución para asegurar el éxito del desembarco
militar que tendría lugar dos días después en Bahía de Cochinos, al sur
de la provincia de Matanzas. Medio dormido miré hacia el Norte por
una ventana y vi una gran luz amarilla sobre el mar. Le dije a mi esposa
que estaba saliendo el sol y ella me hizo ver que el sol salía por el este.
Entonces caí en cuenta de que lo que acababa de ver era un A26 abati-
do por las armas antiaéreas, que había caído al mar.
Los asesores chilenos, cuyo número se había incrementado con Albán
Lataste y Alberto Martínez, de la misma procedencia y con la misma
vinculación personal, también sentían la fiebre de la preparación militar
que campeaba por sus respetos en la Cuba de 1960. En un país donde
un mulato cubano me había dicho a principios de 1959: «hay revolución
si el americano [de Estados Unidos] quiere», todo el mundo quería «lim-
piarse» por no haber combatido con Fidel en la Sierra o en el llano, y se
incorporaban masivamente a las Milicias Revolucionarias para enfren-
tarse no a un país latinoamericano vecino ¡sino a los mismísimos «yan-
quis»! Cuando los asesores chilenos le «exigieron» al Che su derecho a
combatir por la patria cubana, este les dijo: «Dedíquense a su trabajo
que sobran cubanos para combatir». Pero de todas maneras y en «secre-
to» se incorporaron a la milicia, si no para pasar entrenamiento e inte-
grarse a sus batallones, por lo menos para vestir el uniforme y montar
guardia en el centro de trabajo. Recuerdo mi primera guardia con un
M3, una subametralladora estadounidense calibre 45, arma que desco-
nocía totalmente pero cuando me la entregaron mentí descaradamente
al decir que la podía manejar sin problema alguno. Así que cuando Pla-
ya Girón no fuimos a la batalla y nos quedamos trabajando en nuestras
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oficinas escuchando con ansiedad los partes que daba la radio. Todo
terminó en 72 horas y Fidel con ese toque maestro en política digno de
un gran pianista, había declarado públicamente el 16 de abril, un día
antes, el carácter socialista de la Revolución Cubana. Los cubanos fue-
ron al combate sabiendo por qué iban a combatir y hacia dónde se diri-
gían. Entre ellos la bella Anita, ya sargento e integrante de la artillería,
pues su jefe, el comandante Pedro Miret, había dejado el Ministerio de
Agricultura para ser jefe de la naciente artillería cubana que debutó en
esa batalla con los cañones de 120 mm que «molieron» a los invasores
en Playa Girón.
Exactamente el 30 de abril de 1961, la víspera del 1ro. de Mayo, tuve
que presentarle al Che el plan de localización de las nuevas industrias
ya adquiridas y por construir, que él como ministro debía exponer al
siguiente día ante las cámaras de la televisión. Subí a su oficina en el
noveno piso del Ministerio y al entrar me llamó la atención una cicatriz
en su mejilla derecha y un plástico transparente que le apartaba el lóbu-
lo de la oreja de la piel del cuello. Mucho después me enteré de que en
Pinar del Río, durante los días de Playa Girón, Che, que visitaba una
unidad militar bajo su mando, había tropezado en un patio con un tubo
de agua a flor de tierra por lo que su pistola soviética Sestetkinov, que él
llevaba en una funda abierta a lo cowboy, se había caído y como llevaba
una bala en la recámara, se disparó entrándole la bala por la mejilla y
saliendo por detrás de la oreja, sin detenerse ante huesos o vasos san-
guíneos. Colgué en la pared un gran mapa de Cuba en el cual se señalaba
la localización de cada fábrica y el porqué habían sido situadas en esos
sitios. Al finalizar mi exposición Che me preguntó: «¿Y eso está bien?», a
lo que contesté que estaba aprobada por el ministro y nada más. Enten-
dió perfectamente el mensaje, que se había hecho lo mejor posible, pero
que con seguridad un trabajo de esa envergadura y de esa importancia
merecía un estudio más profundo y profesional. A mi vez le pregunté si
habría alguna sorpresa en la concentración del siguiente día y después
de pensar un instante dijo que sí. Es de suponer que se refería a que en
la ceremonia del 1ro. de Mayo se tocó y cantó La Internacional, por pri-
mera vez en un acto oficial de la Revolución Cubana.
CARLOS ROMEO / Che

Durante lo que quedaba de 1961 y en 1962 me encargaron del Plan


de Inversiones del Ministerio de Industrias, tiempo durante el cual cons-
taté nuestro grado de incapacidad para proyectar e instalar las nuevas
industrias adquiridas, y tanto en 1961 como en 1962 no fuimos capaces
de invertir lo que se había planificado.
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Recuerdo el día en que por determinado motivo ya olvidado, entré
fumando a la oficina del Che en el noveno piso del Ministerio de Indus-
trias. Al verme, el Che dijo: «Apúrate en fumar», a lo cual contesté de
inmediato: «¿Le molesta el humo del cigarrillo?» Y él me respondió:
«No, es que vamos a eliminar la marca de los cigarrillos que estás fu-
mando». Eran los famosos Bock Especial, lo mejor que se ha hecho en
cigarrillo negro, elaborados con los recortes de una fábrica de puros y
presentados en unas cajetillas de color marrón oscuro y letras y diseños
en oro, con 14 cigarrillos ovalados fabricados con papel de arroz. La
razón de esa medida era «la racionalización» de la producción de cigarri-
llos, eliminando marcas para solo dejar una media docena en aras de
una producción más racional y económica. Pero bajo esa racionalidad
esgrimida se escondía otra vez nuestra incapacidad administrativa que
llevó a la desaparición de numerosos productos que nunca más volvie-
ron a venderse en los mercados de Cuba.
Consolidación de empresas, reducción del número de productos a
elaborar, todo ello bajo el signo de una nueva «racionalidad económi-
ca», hoy, muchos años después, nos damos cuenta de que eran solucio-
nes pragmáticas ante la incapacidad de seguir operando la economía
bajo su anterior división del trabajo social, tal como Lenin lo concibió
en su El Estado y la revolución, escrito antes de la toma del poder por los
bolcheviques. «Otra cosa es con guitarra», dice el viejo refrán. Pero no
se puede desconocer el enorme cambio que rápidamente se fue produ-
ciendo en la estructura del consumo con el vertiginoso crecimiento de
los gastos en educación y salud pública, sin olvidar los de la defensa, lo
cual implicó la reasignación de los recursos económicos del país debido
al carácter clasista del Gobierno Revolucionario. Lo hecho, hecho está
y había que hacerlo. Sin embargo no se debe olvidar cómo y por qué se
gestaron fórmulas organizativas que hoy deben ser reconsideradas y
sustituidas por otras más eficientes.
Cuando llegaron los especialistas soviéticos para definir nuestras ne-
cesidades energéticas, la tarea de la localización de las futuras centrales
eléctricas térmicas me tocó a mí, pues había «localizado» los lugares
donde estarían las futuras industrias. Recuerdo que el especialista prin-
cipal, de una edad que le permitía haber trabajado en los inicios de la
electrificación de la Unión Soviética bajo Lenin, me pidió llevarlo a los
futuros probables emplazamiento de las centrales que debían ser ciuda-
des con puerto para el abastecimiento del combustible. Pero había más:
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el especialista me dijo que requería lugares donde poder descargar equi-
pos de 80 toneladas métricas de peso. Eso redujo el recorrido a los
puertos de Mariel, Nuevitas, Cienfuegos y Santiago de Cuba y para ello
alquilé un avión Curtis C46 de Cubana y partimos a recorrer la Isla.
Finalmente los lugares escogidos para instalar las primeras dos termo-
eléctricas soviéticas fueron Mariel, a 30 kilómetros de La Habana, y
Santiago de Cuba en Oriente, puesto que el sistema eléctrico cubano no
estaba aún unificado y había dos redes, una que empezaba en La Haba-
na y otra en Santiago de Cuba, sin llegar a unirse.
Che había designado al comandante Tabo Machín como su viceministro
para el desarrollo industrial, el mismo que yo había «aterrorizado» cuan-
do visité la planta de nitrato de amonio en Matanzas con el peligro que
representaba a mi juicio un inventario de 4 000 toneladas de fertilizante
nitrogenado. Tabo era por tanto mi jefe directo. Un día me comunica
con evidente preocupación que Raúl Castro quiere vernos en Santiago
de Cuba. Raúl era en aquel momento el jefe militar y político en la
entonces provincia de Oriente. Che puso a nuestra disposición su avión
Cessna y Eliseo de la Campa nos llevó a Santiago y nos trajo de vuelta
a La Habana. Al llegar nos encontramos con que íbamos a asistir a una
reunión bastante numerosa. Raúl entró e inmediatamente saludó afec-
tuosamente a Tabo, quien me presentó. Al estrecharme la mano Raúl
dijo solamente: «Lo creía mayor». La cuestión era la localización de una
planta termoeléctrica en Oriente con relación a lo cual, cuando estuve
ahí con los expertos soviéticos había dicho que sería localizada donde
lo determinaran esos expertos, con la aprobación del Che. Mi afirma-
ción prepotente no había sido del agrado de los ingenieros santiagueros
porque no tomaba en cuenta sus opiniones. Y entre ellos había más de
uno que había integrado el Movimiento 26 de Julio durante la clandes-
tinidad y que tenían, por tanto, mucha mayor estatura política, técnica y
moral que yo para que así y todo desconsiderara sus opiniones, por lo
cual se habían quejado a Raúl. Me mantuve silencioso durante toda la
reunión y solamente le expresaba al oído mis opiniones a Tabo quien, si
lo estimaba pertinente, las expresaba en voz alta al intervenir. Parece
CARLOS ROMEO / Che

que mi proceder disciplinado impresionó positivamente a Raúl ya que


al terminarse la reunión se despidió de nosotros sin mayor comentario.
Con el tiempo me di cuenta de que «había metido la pata» olvidando
que en Cuba no se puede pasar por encima de las opiniones de los cuba-
nos, mucho menos cuando estos son antiguos combatientes de la lucha
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contra el régimen batistiano. Aprendí la lección aunque mi prepotencia de
intelectual chileno fue gradualmente sustituida por la de uno que ya se
consideraba un participante en la Revolución y que con ello asumía
también los eventuales riesgos y responsabilidades.
En 1961 llegaron los asesores checos para enseñarnos la metodología
de la planificación soviética extendida a todos los países socialistas eu-
ropeos. Así, en la práctica, aprendimos a conocer lo que es el volunta-
rismo apoyado en un insuficiente conocimiento de las verdaderas
condiciones para ejecutar lo que se planifica. Pero en nuestro caso a
todo ello había que agregar la ignorancia. Únicamente así era posible
que en nuestros planes de desarrollo industrial hubiera un proyecto para
la fabricación de automóviles en Cuba. Tan en serio se consideraba, que
mi futura esposa cubana me contó que un día durante una conversación
con Fidel, ella le dijo que tenía serios problemas con su viejo vehículo
estadounidense y que Fidel, con toda seriedad, le contestó que próxi-
mamente podría contar con un automóvil cubano. Fueron mis asesores
checos, entre ellos uno que había sido vicepresidente de la fábrica de
vehículos Tatra, quienes me hicieron comprender que para fabricar un
automóvil se requería todo un conjunto de distintas fábricas, de neumá-
ticos, de baterías, de carburadores, de motores, etcétera. No pasó mu-
cho tiempo antes de que abandonáramos esas fantasías en la medida en
que aprendíamos nociones «culturales» de lo que es la industria. Por su
parte, a Maldonado, en el Ministerio de Comercio Exterior le tocaron
también episodios increíbles, tales como la solicitud de importación desde
la URSS de «bembas de mono» en vez de bombas de mano, y la planifi-
cación de la compra de «250 toneladas de cobre y sus manufacturas». Se
dice que compraron hasta barredoras de nieve, probablemente para lim-
piar las calles o las playas, supongo. Regino Boti le puso un nombre:
«planificación a yunque y martillo».
En agosto de 1961 Che debió representar a Cuba en la reunión de
Punta del Este. Como parte de su intervención en esa reunión, debí
preparar un documento en el cual describía los diversos proyectos de
inversión industrial y su estado de ejecución, prácticamente todos ellos
aún en fase de estudio. Momentos antes de que Che partiera para el
aeropuerto subí al noveno piso del Ministerio para entregarle el docu-
mento y entré en su despacho. En ese momento apareció «Tamayito»,
hoy el coronel Leonardo Tamayo Núñez, veterano de la guerrilla en
Bolivia, vestido con un traje gris, camisa blanca, corbata azul y sombre-
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ro gris con una cinta azul, y, last but not least, unos zapatos azul y blanco.
Tamayito era un joven oriental, delgado, y de buen ver. Al entrar le dijo:
al Che: «Che estoy listo. ¿Qué hay que hacer?» Che lo miró y dijo «Van a
creer que tú eres mi bugarrón», a lo cual Tamayito, extrañado, le contes-
tó «¿Por qué, Che?» Este simplemente se rió, recogió unas cajas con
documentos que se puso bajo los brazos y al salir de la habitación, con esa
sonrisa suya y la mirada brillante que tenía cuando iba a entrar en ac-
ción, me dijo: «Esto parece un lanzamiento campesino», refiriéndose a
los desalojos por la Guardia Rural de los campesinos pobres a quienes
expulsaban de sus tierras antes de la Revolución. Después de la reunión
de Punta del Este, Felipe Pazos, otrora presidente y fundador del Banco
Nacional de Cuba que ya había desertado de la Revolución, publicó un
artículo en la Revista del Fondo Monetario Internacional basado en la inter-
vención de Che en Punta del Este, en el cual hizo una crítica lapidaria a
nuestros inmaduros proyectos de inversión.
Una noche de 1962, seguramente de verano porque había invitado a
mis colegas chilenos a una cena en mi apartamento situado en el sépti-
mo piso del edificio Riomar, cuya terraza daba, como ya dije, al mar,
estando en ella empezaron a dispararnos desde el mar con ametrallado-
ra de grueso calibre. Recuerdo que apagué las luces y le grité a todos
que se acostaran en el piso. El ataque duró no más de 10 o 15 segundos,
seguido del ruido inequívoco de motores marinos a toda velocidad con
lo cual nos dimos cuenta de que habíamos sido tiroteados por una lan-
cha rápida venida desde Estados Unidos. En efecto, según leí en la prensa
años después, fue el propio Basulto, jefe de los llamados Hermanos al
Rescate, el que se vanagloriaba de haber tiroteado un edificio de apar-
tamentos llenos de técnicos comunistas con sus familias. Nada pasó
salvo reiterarnos que estábamos metidos y comprometidos con el lado
cubano en una guerra virtual. Hoy, después del 11 de septiembre de 2001,
me doy cuenta de que para los estadounidenses hay terroristas buenos y
malos: ¡nosotros somos los malos!
También el año 1962 fue el de la Crisis del Caribe o Crisis de los Cohe-
tes que llevó al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial. Recuerdo
CARLOS ROMEO / Che

bien el primer comunicado de Fidel poniendo al país en pie de guerra tras


el bloqueo naval a Cuba con ciento y tantos navíos de guerra estadouni-
denses. Todos nos integramos de uniforme a nuestras unidades de la mi-
licia y a mí me entregaron una subametralladora checa 9 mm con cuatro
cargadores. Pero continuamos trabajando en el Ministerio porque no
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pertenecíamos a los batallones de milicianos preparados para el comba-
te en campo abierto. Por las noches escuchaba a la BBC de Londres en un
radio de onda corta y así me enteré de que teníamos instalados en Cuba
cohetes soviéticos de alcance medio con cabezas nucleares y que
Kennedy exigía su desmantelamiento inmediato so pena de atacar. Creí
sinceramente que en cualquier momento un ataque de Estados Unidos,
a lo mejor hasta con armas nucleares, nos borraría del mapa. Y mi esta-
do de ánimo no era diferente del de la inmensa mayoría de los cubanos
que en esos días nunca estuvieron más tranquilos, corteses y amables,
lo que me hizo recordar al admirable pueblo inglés durante la Batalla de
Inglaterra, entre 1940 y 1941.
Fue un sábado por la noche, si no recuerdo mal, cuando me enteré
por la emisora inglesa que se había producido un intercambio de cartas
entre Nikita Jruschov y John F. Kennedy a lo que siguió un acuerdo que
consistió en el retiro de Cuba de los cohetes soviéticos y, eventualmen-
te, la retirada de cohetes estadounidenses de Turquía que apuntaban a
la URSS. Esa noche dormí aliviado en compañía de mi americanita y de
mi hija. Pero al siguiente día leí la negativa de Fidel a dejar que nadie
inspeccionara a Cuba y los soviéticos tuvieron que cargar sus cohetes
en la cubierta de sus barcos para que los aviones estadounidenses los
retrataran y los contaran. Fidel solo permitió la entrada a Cuba de Sithu
U Thant, el secretario general de las Naciones Unidas, al cual le reiteró
que nadie podría entrar a Cuba a inspeccionar cualquier cosa. «Cuba no
es el Congo», rezaban las pancartas por las calles de La Habana, mos-
trando maniatado sobre un camión al presidente de ese país, Patricio
Lumumba que fue fusilado «bajo el paraguas protector de las Naciones
Unidas». ¿Cuál fue la reacción del pueblo cubano? En una demostra-
ción de profunda comprensión de la situación política, creó dos consig-
nas que se complementaban. La primera decía: «Nikita, Nikita, lo que
se da no se quita», y la otra era: «Fidel, Jruschov, estamos con los dos».
Por aquella época acaecía un hecho lamentable en el sector azucare-
ro, resultado también de la insuficiente evaluación de nuestras verdade-
ras fuerzas. Las fábricas de azúcar estaban bajo la dirección del Ministerio
de Industrias, mientras que los campos de caña bajo el de Agricultura,
con lo cual logramos divorciar una identidad que había subsistido duran-
te al menos dos siglos. En la época de las 28 Zonas de Desarrollo Agro-
pecuario, se desató una fiebre por fomentar tierras incultas a los efectos
de sembrar todo aquello que importaba Cuba. Ante este despilfarro de
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dinero, el economista francés René Dumont, especializado en agricul-
tura, planteó que con un aumento de solo 10 % en el bajo rendimiento
promedio de los campos de caña de azúcar se podían liberar 130 000
hectáreas de las mejores tierras de Cuba ocupadas por caña y utilizarlas
para nuevos y diferentes cultivos. Esa idea fue aceptada y se dio la
orden de demoler esa superficie de caña. Una vez más, una idea intere-
sante fue ejecutada sin control y de esa manera se demolieron siembras
de caña a diestra y siniestra, y consecuentemente la producción azuca-
rera decayó de unos 6 000 000 de toneladas en 1961 a solo 4 800 000,
en 1962, y a solo 3 800 000, en 1963.
Ya en 1963, yo trabajaba en la Dirección del Plan Perspectivo de la
industria y relacioné por una parte nuestra baja capacidad inversora en
nuevas industrias con la vertiginosa caída de la producción azucarera.
Mi conclusión fue que si seguíamos así, Cuba perdería sus ingresos de
divisas, situación inconfortable para mantener la independencia políti-
ca y que por tanto había que volver a priorizar la producción azucarera,
único producto de calidad que los cubanos sabían entonces exportar en
grandes cantidades.
Conociendo la preparación del Che en matemáticas y su profunda
capacidad de análisis, redacté un documento teórico en el cual explica-
ba que la rígida ley de la economía marxista por la cual la industria de
medios de producción debe crecer mucho más de prisa que la de los
bienes de consumo, no regía cuando se introducía el comercio exterior a
través del cual con bienes de consumo exportables se podían adquirir
los medios de producción necesarios, sin pasar por el proceso de fabri-
carlos primero. Y la fuente para poder adquirirlos en el caso cubano era
la producción de azúcar. Por consiguiente, había que priorizarla, incluso
en detrimento de las inversiones industriales de ser ello preciso. Mi ar-
gumento teórico se basaba en la introducción del vector del comercio
exterior en la matriz de la reproducción ampliada desarrollada por Marx
en El capital y se apoyaba, por una parte, en la acumulación de decenas
de miles de toneladas de equipos y de instalaciones industriales en los
puertos y patios de descarga que no éramos capaces de instalar y, por
otra parte, en la caída de la producción azucarera.
CARLOS ROMEO / Che

Supe que el Che había considerado mi trabajo «pesimista» pero, como


era el Che, mandó a todos sus viceministros a leerlo para luego reunirse
conmigo a discutirlo. Obviamente el «regreso al monocultivo azucare-
ro» fue la crítica principal, pero creo que me defendí bien y salí airoso
del encuentro.
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Poco tiempo después Carlos Rafael Rodríguez, presidente del INRA,
solicitó mis servicios para ser su asesor tras la trágica muerte en un
accidente de aviación del que lo era, el chileno Rodrigo Cabello Bolosky,
quien había sido alumno mío cuando cursó el segundo año en la Facul-
tad de Economía de la Universidad de Chile. Volví a la agricultura y lo
primero que hice fue un análisis crítico del plan nacional de producción
agropecuaria continuando mi idea de la urgente necesidad de empren-
der una recuperación azucarera.

***

¿Cómo era el Che? Esta pregunta es inevitable e intentaré contestarla.


No me voy a referir a su aspecto físico, ya bien conocido en todo el
mundo, sino a su carácter. Y desde luego, no pretendo decir la última
palabra al respecto, solo mi impresión, que todavía mantengo a pesar
del tiempo transcurrido. Cosa extraña, a pesar de haber desaparecido
hace ya 41 años, no es una simple frase de cliché el que para los que lo
conocimos lo sentimos todavía presente, como una constante en nues-
tras vidas.
Ante todo Che llamaba la atención por su calma y aplomo en todo
momento, salvo cuando se estaba divirtiendo, para lo cual debía estar
enfrascado en una conversación interesante o relatando él alguna anéc-
dota, lo que hacía con gran talento narrativo. En cualquier conversa-
ción Che prestaba su total atención al interlocutor, escuchando con
tranquilidad y hasta diría, con impavidez. Respondía sin jamás levantar
la voz, seguro de que sus palabras tenían fuerza por sí mismas. Sola-
mente una vez lo vi perder los estribos en una invitación que le hice
para escuchar y ver a Fidel por la televisión en el despacho del coman-
dante Pedro Miret, que quedaba en el piso 13 del edificio del INRA,
para así poder visitar en su compañía a mi amada Anita, su secretaria.
Cuando regresamos a nuestro piso no encontró a su escolta hasta que al
entrar en un cuartico vio al primer teniente Alberto Castellanos dur-
miendo en una pequeña cama que pateó para despertarlo a la vez que
decía gruesas palabras en alta voz.
Che sabía escuchar las ideas ajenas y refutarlas si no estaba de acuer-
do con ellas. Una vez en la Escuela de Economía dijo que en el plano

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intelectual era un contrincante que no daba cuartel, como en la guerra.
Pero después, por muy fuertes que hubieran sido las discrepancias, ello
no alteraba para nada la relación personal con su contrincante ocasio-
nal. Y si el contrincante no tenía suficientes argumentos o sus plantea-
mientos eran desechables, la discusión no era muy larga. Che no perdía
el tiempo discutiendo con quienes no le interesaban.
Era imposible no sentirse atraído por el Che y al trabajar con él, uno
lo hacía con total devoción, interés y alegría. Recuerdo cómo durante
una visita nocturna a una fábrica en Cárdenas me di cuenta de que esta-
ba expuesto a que le dispararan desde el exterior por una puerta abierta
a un patio no iluminado e inmediatamente me situé delante de la puerta
como un escudo. En un momento se volvió hacia donde estaba y se dio
cuenta de la situación, sin ningún comentario como si yo hubiera hecho
simplemente lo que debía hacer.
Audaz, le gustaban los proyectos que representaban un desafío. Re-
cuerdo que al expresarle una vez que el Plan de Inversiones Industriales
para el año siguiente era imposible de cumplir me dijo: «No me digas
que es imposible. Nosotros ganamos una guerra que empezamos con
apenas 12 hombres». Eso puede llamarse voluntarismo y efectivamente
lo fue, pero Fidel le había enseñado que era posible lograr lo aparente-
mente imposible, y Che era un hijo espiritual de Fidel.
El respeto que le teníamos quienes trabajábamos con el Che era com-
partido por todo el pueblo cubano revolucionario, que lo escuchaba con
interés durante sus intervenciones públicas porque tenía fama de decir
las cosas tal como eran. En efecto, recuerdo cómo durante una de las
reuniones de producción que celebraba con la dirección del Ministerio y
los administradores de las empresas industriales para evaluar pública-
mente la marcha de la institución que dirigía –actividad transmitida por
la televisión nacional–, recomendó al pueblo no acaparar pasta dental
porque al cabo de un corto tiempo se endurecía, y señaló que lo sabía
muy bien porque la producía una de las empresas que él dirigía. Pero ese
respeto alcanzaba a todos los dirigentes políticos de la Revolución. Re-
cuerdo que dos veces coincidí en la antesala de la presidencia del Banco
CARLOS ROMEO / Che

Nacional de Cuba con el entonces comandante Raúl Castro. La pri-


mera vez al entrar a la antesala vi a un joven de pelo corto vestido con
un traje marrón, camisa blanca y corbata del color del traje, sentado en
un sillón con una pierna sobre la otra leyendo un documento. Me pre-
gunté quién sería el joven personaje y tuve la respuesta cuando Manresa,
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el secretario personal del Che, se le cuadró delante y le dijo «Coman-
dante, el Che le pide que pase a su despacho». El joven de marras era
nada menos que Raúl haciéndole pacientemente antesala al Che para
entrar y discutir con él un discurso que debía leer esa noche ante no
recuerdo cuál asamblea. La segunda vez, estaba de uniforme y con sus
escoltas en la referida antesala, muy animado y jovial, y nos dio a los
presentes una breve explicación sobre las ventajas y desventajas de la
subametralladora Usi que tenía en sus manos.
Solamente dos personajes no le hacían antesala al Che: Fidel y me
atrevo a decir que también Camilo, el amigo más querido del Che.
Se han escrito muchas estupideces sobre supuestas discrepancias en-
tre Fidel y Che, sobre su partida de Cuba abandonando sus cargos de
ministro y de dirigente político para volver al combate guerrillero, pri-
mero en el Congo y después en Bolivia. Quienes lo han hecho nunca
conocieron al Che y mucho menos su relación con Fidel, que él expresa
tan sinceramente en su famosa carta de despedida dirigida a su amigo y
maestro. Solo puedo decir que una vez en broma le dije: «¿Cómo hay
que tratarlo?, ¿qué es usted? ¿Doctor, ministro, comandante, dirigente
político?», y él me contestó: «Guerrillero».

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RUTH No. 3/2009, pp. 379-404

La linterna

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra


seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más*

Al elevar a definitivas las conclusiones que se formularon como provi-


sionales, planteamos a este Tribunal que por haberse determinado que
los procesados Orlando Arrastía Fundora y Ángel María Pérez de Ar-
mas, que eran miembros de las FAR [Fuerzas Armadas Revoluciona-
rias], no tenían vinculación estrecha con el resto de los procesados, y
haberse así solicitado por la jurisdicción militar, el Tribunal se inhibe a
favor de esa jurisdicción.
1-MICROFRACCIÓN. Llegamos al final de esta Causa que se sigue contra
el grupo de acusados que integran lo que se ha llamado «la microfracción».
Este nombre responde al hecho de que por el escaso número de sus
componentes, o participantes de los criterios que sustentan, no llegaron
a integrar lo que por su magnitud no puede calificarse de verdadera
fracción.
En el Acta de Cargos, leída al comienzo del Consejo, se han señalado
todas las actividades que este grupo realizó contra la Revolución y, por
tanto, no vamos a repetirlas nuevamente en detalle. Sí podemos aquí,
sintetizando, expresar que estas actividades fueron fundamentalmente
las siguientes: ataques, por medio de intrigas y calumnias, a las princi-
pales medidas de la Revolución; distribución de propaganda clandestina
contra la línea del Partido; intento de brindar orientaciones distorsiona-
das a varios núcleos del Partido; ofrecer información falsa y calum-
niosa a funcionarios de países extranjeros acerca de los planes de la

* Tomado de El Militante Comunista, suplemento, Reunión del Comité Central del Partido
Comunista de Cuba durante los días 24-25-26 de enero de 1968, Secretaría de Organización
y la COR del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, La Habana, febrero de 1968,
pp. 93-117.

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Revolución, con el propósito de socavar las relaciones internacionales
de Cuba con otros gobiernos; sustracción de documentos secretos del
Comité Central y del entonces Ministerio de Industrias; labor de prose-
litismo y diversionismo ideológico entre algunos militantes que proce-
dían de las filas del Partido Socialista Popular [PSP], así como otros
hechos encaminados a destruir la unidad y firmeza de las fuerzas re-
volucionarias.
ANTECEDENTES: Es necesario entrar a analizar cómo surge este grupo.
Una revolución es una lucha incesante de las ideas. Las ideas revolu-
cionarias surgen y se desarrollan dialécticamente. Al principio, esa lu-
cha es más encarnizada, porque las grandes masas han de ser educadas
políticamente y se hace necesario luchar contra las falsas «verdades»
con que fueron influidas durante toda una vida, hay que luchar contra la
ideología anterior a la Revolución. Y es en el quehacer revolucionario
donde el pueblo va descubriendo su verdad, es en la realización misma
de la Revolución donde esa verdad va ganando en profundidad y afian-
zándose en la conciencia de los trabajadores, de los campesinos, de los
revolucionarios. Esto ocurrirá en todos los países y ningún país estará
liberado de esa lucha de ideas. Como explicara el comandante Fidel
Castro, si bien es cierto que en aquella etapa había una lucha frente a las
ideas reaccionarias, frente a los desertores, a los conservadores, a los
vacilantes, y como método era correcto apoyarse en los que no estuvie-
sen afectados por la duda ni la vacilación, en los que por su vieja mili-
tancia brindaban la absoluta seguridad de su firmeza, no hay dudas de
que las ideas revolucionarias se convirtieron en conciencia no de una
minoría, no de un grupo, sino de las grandes masas de nuestro país. No
obstante, se desconfiaba aún por muchos de todo el que no tuviera
vieja militancia. No se entendía que nuestro pueblo había decidido su
suerte junto a las ideas marxistas, radicales, revolucionarias, y con esta
duda, se fue gestando el sectarismo.
Cuando ya nuestra realidad revolucionaria obligaba a emplear nue-
vos métodos, a tener una nueva concepción de nuestra problemática, se
pretendía por los sectarios que los únicos revolucionarios, los únicos de
confianza, tenían que ser los viejos militantes marxistas.
Todo esto fue ampliamente explicado y analizado por el compañero
Comandante Fidel Castro en su histórico discurso del 26 de marzo de
1962 sobre los problemas de los métodos y formas de trabajo de las
ORI [Organizaciones Revolucionarias Integradas], y en ese análisis se
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exponía cómo aquella situación iba conduciendo, no a la creación de un
verdadero Partido marxista-leninista, no a la constitución de una verda-
dera vanguardia de la clase obrera, sino a la organización de una coyun-
da, y cómo nuestra Revolución, que tanto luto, tanta sangre, tanto
sacrificio ha costado, se iba convirtiendo en instrumento de algunos,
para satisfacer ambiciones, vanidades, motivos personales, que no eran
precisamente revolucionarios.
En el centro de toda esta cuestión, giraba Aníbal Escalante. En su
análisis de entonces, Fidel planteaba que a Aníbal Escalante no se le
podía ver como a otros hombres que habían sido de la Revolución y
después la habían traicionado. Lo consideraba aún, generosamente, un
comunista que había errado, como otros tantos comunistas que se ha-
bían desviado por un camino equivocado y habían cometido grandes
errores. Pero señalaba que el análisis de aquella situación, realizado por
la Dirección revolucionaria –compuesta de «viejos» y «nuevos» militan-
tes–, había sido unánime en criterio al considerar que Aníbal Escalante,
Secretario de Organización de las ORI, abusando de la confianza que
se le concedió, siguió una política no marxista, siguió una política que
se apartaba de las normas leninistas de organización de un partido van-

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
guardia de la clase obrera y que había tratado de crear un instrumento,
un aparato, para perseguir fines de tipo personal. Que había llevado el
espíritu sectario hasta el máximo grado con fines de tipo personal, al
objeto de vertebrar una organización cuyos controles estuvieran en sus
manos, cosa que, además, no había realizado de manera inconsciente,
equivocada, sino de manera deliberada y consciente, arrastrado por la
ambición personal. Como a esa política no convenía una línea de con-
trol, de disciplina, de severa exigencia a los militantes de la organiza-
ción, sino una política de tolerancia, de privilegios, de favores de todo
tipo, lo que se estaba gestando era la corrupción. Resultaba la negación
de las condiciones y calidades de los verdaderos militantes e introducía
–con sus participaciones en todas las cuestiones administrativas– un
verdadero caos. Con sus métodos de controles llegó, efectivamente, a
tener en sus manos una total intervención y control de todas las cosas
de este país.
Afortunadamente, no había en esto un poder real.
El poder real no estaba allí. Pero detrás de esto había una intención
evidente. Mediante el engaño se trataba de crear condiciones que per-
mitiesen formar un aparato para servir usos personales y que luego ba-
rriera con todos los valores viejos y nuevos de la Revolución.
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Se pretendía ignorar las calidades y virtudes revolucionarias de nues-
tro pueblo, se desconocía que en la masa se encierran todos los valores,
las energías, las capacidades, la inteligencia. Para este señor, los únicos
revolucionarios eran los del viejo Partido, mejor aún, los incondiciona-
les de Aníbal en el viejo Partido, y en gran cantidad de casos eran desig-
nados, sin otras condiciones que aquellas, para importantes posiciones
y tareas, sin atender a la capacidad o a condiciones morales, bastando
sólo que respondieran a los fines de Aníbal Escalante.
A mediados de 1966, la Dirección revolucionaria comenzó a recibir
distintas informaciones sobre críticas a la Dirección de la Revolución, y
específicamente al compañero Comandante Fidel Castro, así como opi-
niones y comentarios contra la línea ideológica del Partido, provenien-
tes de algunos viejos militantes del PSP.
Muchas de estas opiniones se vertían a finales del año 1965 en la
finca Dos Hermanos que administraba Aníbal Escalante Dellundé, don-
de se celebraban comidas festivas a las que acudían viejos miembros
del PSP, amigos de Escalante.
En estas comidas se hacían planteamientos políticos, tales como que
Aníbal Escalante representaba la verdadera corriente ideológica de la
clase obrera; que su sola presencia en Cuba, aunque no participase de
las actividades políticas, constituía un freno para los elementos peque-
ñoburgueses enquistados en la Dirección del país; que existe una políti-
ca para eliminar a los viejos comunistas, que se inició con la crítica al
sectarismo, en marzo de 1962, cuando la pequeña burguesía concentró
sus ataques contra Aníbal Escalante. Se decía, además, que en Cuba
había una fuerte corriente antisoviética, enfatizando que la URSS era el
país que debía llevar la hegemonía.
Resulta risible escuchar, como se ha recogido en las declaraciones de
los acusados, que Aníbal Escalante era el representante de la clase obrera
cubana, cuando todos los actos y concepciones de este farsante han
negado su fe en nuestros obreros, a quienes ha despreciado y subestima-
do; y más indignante ha resultado oír la acusación de que nuestra Revo-
lución y la dirigencia de nuestro Partido revolucionario desprecia a
nuestros obreros, cuando precisamente, por valorarlos y defender la
participación de éstos en nuestro Partido y en las tareas de la Revolu-
ción, es que se hizo necesario destituir, en 1962, a Aníbal Escalante, se
hizo necesario barrer con sus núcleos clandestinos, que la masa no co-
nocía, donde en un centro de trabajo de quinientos trabajadores existía
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un núcleo de siete, desconocido del resto de los trabajadores. Y es des-
pués de su destitución que nuestro Partido se organiza con métodos
marxista-leninistas, de selección, de trabajo, que agrupa dentro del Par-
tido a lo mejor de nuestro pueblo, a lo mejor de la clase obrera, los
obreros modelos, los hombres y mujeres mejores de nuestro pueblo. El
primer requisito para pertenecer al Partido es ser Trabajador Ejem-
plar, nadie que no sea un trabajador ejemplar tiene derecho a militar en
nuestro Partido, porque son los trabajadores los que construyen nuestra
Revolución, porque son las masas trabajadoras de nuestro pueblo las
que hacen la Revolución, y, de ellos, los mejores, los seleccionados,
para el Partido.
¡Qué diferencia de aquellos núcleos clandestinos, donde la nomina-
ción era hecha «de dedo» y donde no siempre recaía en las personas más
revolucionarias, los más trabajadores, los de más moral y más concien-
cia revolucionaria! Hoy nuestros militantes son esta clase de hombres,
trabajadores de vida limpia, revolucionarios de los mejores, que defien-
den la ideología marxista-leninista de nuestra Revolución, que siguen
con entusiasmo la orientación y las pautas que señala la dirigencia de

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
nuestro Partido. Viejos y nuevos militantes –y es ya anacrónico hablar
de viejos y nuevos militantes– integran nuestro Partido, y todos son
conscientes de que militar en este Partido es un honor, aunque no mili-
tar no es un deshonor, pero militar en nuestro Partido significa más
sacrificio, más trabajo, más abnegación, menos privilegios que los de-
más. Formar filas en nuestro Partido no significa un privilegio, preben-
das, mercedes de ninguna clase; significa trabajo, sacrificio, dedicación,
esfuerzo. Por eso, los oportunistas no pueden ni podrán jamás volver a
nuestro Partido, porque el oportunista va allí donde hay ventajas, don-
de hay privilegios, pero donde hay sacrificios y trabajo, donde hay que
hacer un gran esfuerzo, con modestia, la mayor parte de las veces anóni-
mo y callado, allí no tienen terreno propicio a sus ambiciones los opor-
tunistas.
Nuestro pueblo ha ido logrando cada vez más la unidad en sus ideas
revolucionarias, pero la lucha de ideas subsiste aún, pues el hecho de
que tengamos un pueblo revolucionario no significa que no haya anta-
gonismos y contradicciones. Hay la contradicción clara, manifiesta, evi-
dente con la contrarrevolución y el imperialismo.
Pero hay contradicciones con elementos que participan de las ideas
del imperialismo, de los contrarrevolucionarios, y que sin embargo,
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encubiertos bajo el ropaje de revolucionarios, pretendiendo abrazar ideas
revolucionarias y marxista-leninistas, tratan de frenar el impulso de la
Revolución y el afianzamiento de las ideas revolucionarias, el desarro-
llo de esas ideas revolucionarias y, por tanto, de la Revolución misma.
Contra los primeros, la lucha es a cara descubierta, frontal; se sabe
dónde está el enemigo y cabe esperar sus acciones. Estamos acostum-
brados a luchar con los imperialistas, con la CIA, con los esbirros. No
les tememos, aunque no los subestimamos.
Los segundos resultan más despreciables, porque siendo tan enemi-
gos como aquellos, pretenden erigirse como los mejores revoluciona-
rios, actúan solapadamente, y llevan en las manos el puñal miserable de
la traición.
En ese proceso dialéctico que es la Revolución, cuando en 1962 se
enfrentó al problema del sectarismo, lo trató dialécticamente. Y fue ge-
nerosa, muy generosa, con el sectarismo como problema y con los sec-
tarios como causantes de aquellos problemas.
Porque el sectarismo ocasionó serios problemas a la Revolución. Con
un feroz oportunismo desató una implacable política de persecución
contra muchos compañeros y gestó y permitió que se desarrollaran en el
seno de la Revolución elementos de corrupción.
Resulta realmente gracioso escuchar a Aníbal Escalante y a sus se-
cuaces microfraccionarios acusando a la Revolución de persecución,
cuando fueron ellos, los sectarios, los más feroces perseguidores de re-
volucionarios, cuando aún la Revolución no los había desenmascarado
y mantenían posiciones clave, tanto en la dirección política como en las
esferas administrativas del país.
Y en este sentido veamos lo que decía el compañero Primer Ministro
en el discurso aludido del 26 de marzo de 1962.
Decía Fidel:
Un día vamos a un sitio y nos encontramos más de cien oficiales a
quienes vimos luchar en muchos combates. «¿Qué hacen ustedes?
¿No están al mando de tropas?» –No. «¿Qué pasó con estos com-
pañeros?» –Bueno. Por bajo nivel político no se les puso al mando
de la tropa. ¡Ah! Bajo nivel político. Y, ¿qué es el bajo nivel políti-
co? ¿Cómo van a venir ahora con los bajos ni los altos niveles
políticos, cuando se trata de compañeros que han hecho la Revolu-
ción, que han hecho la guerra victoriosamente, que han conducido,
hecho posible el triunfo de la Revolución Socialista? ¿Cómo se
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puede haber luchado por una Revolución Socialista, y después de-
cir que quien luchó y peleó por esa Revolución, y fue leal a ella, y
en los momentos de vacilaciones no vaciló, y estuvo siempre pre-
sente, y se enfrentó a los vacilantes, y se enfrentó a los enemigos, y
estuvo siempre dispuesto a morir, y se movilizó cuando los merce-
narios, y pudo morir combatiendo a los mercenarios después de
haber declarado que esta Revolución era socialista, le van a quitar
el mando de tropas por bajo nivel político, y van a poner a un
bachiller cualquiera, capaz de recitar de memoria un catecismo de
marxismo aunque no lo aplique? ¡Entonces un bachiller cualquie-
ra, que no peleó ni sintió ninguna inclinación por combatir tiene
más alto nivel político y debe mandar una tropa! ¿Eso es marxis-
mo? ¿Eso es leninismo?
«¡Qué absurdo que los hombres puedan haber muerto para hacer po-
sible una Revolución como ésta, que hubieran podido dar la vida para
ella y, sin embargo, después se les quitara el mando de la tropa por tener
bajo nivel político! Digo que eso es una insensatez, una injusticia, una
política carente de todo sentido marxista, proletario, leninista», conclu-

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
yó el Primer Ministro.
A pesar de todo esto, la Revolución hizo algo más, que fue evitar que
surgiera un sectarismo contra el sectarismo. La lucha contra un nuevo
sectarismo no fue planteada solamente por el Comandante Fidel Cas-
tro, que ha criticado duramente cualquier clase de sectarismo, el de la
«Sierra» o el de los «20 años de militancia», que siempre ha llamado al
pueblo a unirse, planteando que «todo aquel que no tuvo oportunidad
de luchar que no se desaliente, que por delante tiene muchas oportuni-
dades, que por delante está por escribirse toda la historia, que la Revo-
lución no ha hecho más que empezar y que tenemos por recorrer todo
un largo camino».
Otros dirigentes revolucionarios han mantenido también su vigilan-
cia y preocupación ante este problema. En el informe de la Empresa
Consolidada de la Electricidad de junio 3 de 1963, se recogen los plan-
teamientos del Comandante Che Guevara en este sentido (y citamos el
caso del Comandante Che Guevara, por citar uno de entre las figuras
más relevantes de nuestra Revolución y por ser el Che Guevara uno de
los más atacados por estos traidores).
En el acta de dicha reunión se recoge lo expresado por el Che.
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No obstante esta generosidad de la Revolución, algunos elementos
sectarios guardaron su resentimiento. Los más oportunistas trataron de
mantener una posición aparentemente consecuente con el proceso que
acababa de desarrollarse, los otros no se ocultaron para expresar su po-
sición; pero en unos y otros el resentimiento se mantuvo latente, enve-
nenando las conciencias. Ese resentimiento, producto de un oportunismo
frustrado, es el que los llevó a este banquillo, donde hoy se sientan para
ser juzgados por nuestro pueblo.
Si un elemento se destaca, como denominador común en la casi tota-
lidad de ellos es, precisamente, el oportunismo y el resentimiento.
Nunca creyeron en la Revolución ni en sus dirigentes, como no fue-
ra oportunistamente para tratar de lucrar con el esfuerzo de nuestro
pueblo revolucionario, para tratar de trepar a su costa, de una manera
indigna.
De ese oportunismo, tenemos algunas experiencias personales: Recor-
damos que por el año 61 –más o menos–, cuando la Revolución calaba ya
en profundidad, se planteó a los trabajadores la necesidad de realizar todo
el esfuerzo posible en el trabajo, a fin de llevarla adelante. En el Tribunal
Supremo, que mantenía el horario tradicional establecido por los buró-
cratas privilegiados del pasado, de cuatro horas de trabajo de lunes a
viernes, de inmediato se acogió aquel llamado a la Revolución y se esta-
bleció la jornada del resto de los trabajadores de este país (8 horas dia-
rias y 4 horas los sábados). En la asamblea de trabajadores que se organizó
para discutir esta cuestión, el procesado Arnaldo Escalona se opuso de
manera enérgica a aquella medida acudiendo a los más falaces argu-
mentos para atacarla: Que si aquel horario no era para los trabajadores
de oficina y los profesionales, que si en el organismo no resultaba nece-
sario aquel esfuerzo. Era evidente que en el fondo sólo lo movía su
interés personal, que aquella medida afectaba, ya que el nuevo horario
le impedía desempeñar los dos o tres puestos que ostentaba. Recorda-
mos cómo en dicha ocasión se alegaba el derecho que a oponerse le
daba su «vieja militancia».
Revelando su concepto oportunista de la militancia, los procesados
esgrimían el argumento de que se les relegaba, se les discriminaba. Para
ellos el trabajar por la Revolución no era el fiel y sencillo cumplimiento
de una tarea, del deber, como hacen a diario cientos de revolucionarios.
Hablan de que estaban excluidos, pero hay que ver por qué estaban
excluidos. Algunos de los que alegan estas cosas, ni siquiera estaban
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excluidos, y así vemos cómo Octavio Fernández, por ejemplo, se en-
contraba al frente de una tarea importante como era la del montaje de la
imprenta del Comité Central del Partido, cargo que desempeñaba hasta
el momento de ser detenido.
Ramiro Puertas también excluido, perseguido, y alega que fue desti-
tuido de su cargo en el ICR [Instituto Cubano de Radiodifusión] por su
vieja militancia, cuando él conoce bien que fue destituido por las inmo-
ralidades que cometió cuando estaba al frente de dicho organismo.
Las condiciones de Fleitas quedaron evidenciadas aquí con el relato
del investigador del DSE [Departamento de Seguridad del Estado], re-
firiendo que al ser detenido se arrodilló implorando piedad y rezando un
«Padre Nuestro»; ¡semejante tipo pretende ser un comunista! Y es que
ni la vieja militancia, ni la militancia de la Sierra, ni la nueva militancia,
ni ninguna militancia, puede ser una patente de corso, como en tiempos
de Aníbal, que permita cometer, amparándose en la Revolución, atroci-
dades ni inmoralidades.
La Revolución ha separado a muchos hombres de sus cargos, los si-
gue separando, y los seguirá separando. A unos, porque se hace necesa-

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
rio colocarlos al frente de nuevas tareas, a otros por incapacidad, a otros
por no mantener la moral y los principios revolucionarios. Al hacerlo,
no se ha ido a revisar si su militancia es vieja o es nueva; se ha ido a
analizar su trabajo, su actitud, su capacidad, sus principios.
Es cierto que muchos militantes, viejos militantes, han sido separa-
dos, pero también han sido separados nuevos militantes y hasta coman-
dantes de la Sierra o compañeros de la clandestinidad, porque es que
para la Revolución todos, los de antes y los de ahora, son sus militan-
tes y como a tales se les exige el más estricto cumplimiento de su deber
y la más fiel observancia de los principios revolucionarios.
Se ha querido crear la sensación por estos hipócritas de que la Revo-
lución persigue a aquellos de sus miembros que proceden de las filas del
viejo Partido Socialista Popular. Nada más canallesco, nada más mise-
rable. Los verdaderos comunistas, los que no han traicionado sus prin-
cipios, los que son fieles a la ideología del marxismo-leninismo, son
parte de esta Revolución, están y seguirán estando dentro de esta Revo-
lución, y no es justo que tantos buenos comunistas carguen con las
culpas y con el desprestigio de éstos que han traicionado los princi-
pios comunistas aliándose a los reformista y a los traidores del marxis-
mo-leninismo. Porque los viejos comunistas gozan de todo respeto, del
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reconocimiento a sus méritos, del reconocimiento a su militancia, que
no han traicionado.
Y es bueno que se diga que estos traidores no pueden pretender ja-
más ostentar la representación del viejo Partido Socialista Popular, por-
que este grupo microfraccionario no es ni siquiera una parte sensible de
aquellos viejos militantes.
Es cierto que en el proceso de profundización de nuestra Revolu-
ción, muchos militantes revolucionarios de antes del triunfo de la Re-
volución no han pasado a integrar las filas de nuestro Partido. Pero ello
no se ha debido a una política sectaria de la Revolución, sino a que cada
día se ha sido más exigente con las condiciones requeridas para pertene-
cer al Partido, y esa exigencia obliga a los revolucionarios a que sean
más conscientes, a una actitud, a expresar con hechos su condición de
tales, a ser un ejemplo, a no vivir de las glorias pasadas, ni a girar contra
la cuenta de lo que hicieron, o contra lo que dicen que hicieron. Ser
revolucionario es una actitud unida a una ideología y no un título vita-
licio que se adquiere.
Al Partido han ingresado no sólo viejos militantes del PSP, sino mu-
chos militantes del 26 de Julio y de otras organizaciones revoluciona-
rias. La microfracción no puede arrogarse el derecho a hablar en nombre
de los viejos comunistas, no puede confundir el concepto de viejos co-
munistas con sus actitudes seudorrevolucionarias. Los hombres de la
Revolución no son el resultado de una selección de dedo, sino de un
profundo mérito y probada condición. Los verdaderos comunistas ja-
más han traicionado a la Revolución y son hoy firmes militantes en sus
filas. Los verdaderos comunistas no reclaman jamás posiciones, acep-
tan tareas por sencillas y humildes que sean, pues lo que les importa es
llevar adelante la tarea creadora y revolucionaria de nuestro pueblo. Si
la Revolución, al modo sectario en que lo hizo Aníbal Escalante, hubie-
ra perseguido a viejos comunistas, no habría contado entre sus filas,
como contó para su orgullo hasta el momento mismo de su muerte, con
César Escalante, hermano de Aníbal, quien sí supo ser un verdadero
comunista, fiel a la Revolución, hasta su momento final. Es bueno que
se destaque aquí que los individuos que cometieron los hechos delictivos
que hoy se juzgan, no tenían ningún cargo de dirección en el Partido.
Tan sólo nueve de ellos eran militantes del Partido, y el resto estaba
totalmente divorciado de las grandes tareas y planes de la Revolución.
Este grupo de resentidos, de oportunistas resentidos, confundió la
generosidad de la Revolución y, desde hace dos años, comenzó a rea-
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gruparse, comenzó a gestar este grupo microfraccionario. Sin embargo,
en esta ocasión, tampoco le faltó la generosidad de la Revolución y no
se esperó a que se despeñaran, barranca abajo, para luego ir a recoger
sus despojos. A partir de entonces y en múltiples ocasiones, la Revolu-
ción también los advirtió, los aconsejó, públicamente en varias oportu-
nidades y, a muchos de ellos, también de manera personal y privada.
Aníbal Escalante, eje principal también ahora de este grupo, con su
personalidad autosuficiente, egocentrista, no podía renunciar al fenó-
meno de sentirse centro de un grupo, líder de un grupo, y comenzó de
nuevo a nuclear «su gente» a su alrededor, como él mismo reconoció. A
repetir el tránsito por el mismo camino que ya había recorrido anterior-
mente. No le bastó aquella lección. No supo extraer de aquellos hechos
ni la experiencia ni la enseñanza que aquellos hechos debieron darle.
Con su actuación de ahora pone de manifiesto lo generosa que fue la
Revolución con él en aquella ocasión. Lo generoso que fue Fidel cuan-
do todavía reconocía en él un comunista, aunque un comunista equivo-
cado. Lanzando por la borda su historia anterior de comunista y a pesar
de la oportunidad para rectificar que la Revolución le brindaba, demos-

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
tró que sólo era un ambicioso, y que si alguna vez fue realmente un
comunista, desde hace ya bastante tiempo ha dejado de serlo. En su
ambición fue capaz de concebir una esperanza, de imaginar un regreso,
de continuar soñando con el poder. Bajo su pretextada preocupación
revolucionaria, sólo alentó su ambición desenfrenada y su desenfrena-
do afán de poder, como han reconocido sus propios secuaces. En un
terreno bien abonado por el resentimiento, por el oportunismo, no le era
difícil sembrar en otros la semilla que germinara y floreciera en tiempo
más o menos breve. Así, se ideó una estrategia y se empezaron a utilizar
todos los elementos que podían servir a esta estrategia: la calumnia a
los dirigentes de la Revolución para intentar su desprestigio; el endilgar
a la Revolución calificativos, palabras, esquemas que la demeritaran; la
crítica a todo, que los papagayos repetían eficazmente; la explotación
interesada y canallesca de los sentimientos hacia la URSS, bajo los cua-
les se formaron los viejos comunistas; el aprovechar las propias dificul-
tades de la Revolución, que trataron de capitalizar para sus perversos
fines.
Resulta indignante escuchar, como se ha expresado aquí, que estas
cosas se hacían por la preocupación que sentían –que ahora admiten
injustificada– por la marcha de nuestra Revolución, que todo esto fue
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hecho en un interés –que ahora admiten también equivocado– por el
mejor avance de nuestra Revolución. ¿Es que toda esta campaña, toda
esta difamación, toda esta duda que sembraron podía hacerse realmen-
te en interés de la Revolución? ¿Es que en interés de la Revolución
puede acaso intentar destruirse los prestigios de la Revolución? ¡Si mien-
tras más prestigios tenga la Revolución, es mejor! Mientras más presti-
gios tengan los dirigentes de la Revolución, es mejor! ¿Qué se persigue
con sembrar la duda sobre los planes agrícolas, sobre la línea política,
sobre las personas de los dirigentes de la Revolución? ¿Es eso velar por
la Revolución, o es eso debilitar la Revolución? Si destruimos la fe, la
confianza, la seguridad que nuestro pueblo siente por nuestra Revolu-
ción y sus dirigentes, entonces, ¿el pueblo en quién va a creer, a quién
va a creer? Si vienen días difíciles, como los de Playa Girón, o como los
de Vietnam, ¿cómo va a reaccionar un pueblo en quien se ha minado su
fe? No creemos que las masas de nuestro pueblo se habrían dejado con-
vencer por estos señores. Hay toda una historia avalando la vida de
nuestros dirigentes que no es posible destruir con calumnias. Los he-
chos mismos de esta Revolución no pueden ser destruidos con calum-
nias. Pero esta propaganda, esta conjura, esta conspiración, perseguía
destruir esa historia y destruir esos hechos. La diseminación de esta
propaganda iba encaminada a minar algunas esferas de opinión del país.
Las ideas que propugnaban, las tesis que planteaban, los argumentos
que sostenían, iban encaminados a socavar nuestra Revolución.

Coincidencia con el enemigo

Y estas ideas y estos argumentos son los que más les agradan a nuestros
enemigos. En ello coinciden los microfraccionarios con el imperialismo y
con los enemigos de la Revolución. ¿Qué dicen los enemigos de la Re-
volución? ¿Qué decía el imperialismo de nuestra Revolución? Que la
Revolución se había hecho por la pequeña burguesía, a la que Fidel
había traicionado. ¡Qué coincidencia, que ahora los microfraccionarios
acusen a la Revolución de pequeñoburguesa! ¿Qué dice el enemigo so-
bre las guerrillas y la lucha armada de otros pueblos? Que ése no es el
camino, que no hay condiciones, que los cambios sociales deberán rea-
lizarse por otra vía. En su afán de contener el avance revolucionario de
los pueblos, en su afán de aplazar el estallido revolucionario para man-
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tener su explotación, los enemigos tratan de buscar argumentos que
eviten la toma del poder por la lucha armada de los pueblos. ¿Y qué
dicen los microfraccionarios, qué dicen los que se apartan de las tesis
marxistas, como algunos partidos comunistas latinoamericanos? Que no
hay condiciones, que ése no es el camino, que hay que esperar, que hay
que aplazar el estallido revolucionario. ¿Qué dicen los cables de la UPI
[United Press International], la AP [Associated Press] y otras agencias
imperialistas? Que la economía de Cuba se desintegra, que los planes
agrícolas no podrán rendir los resultados que se esperan, que la zafra
azucarera irá al fracaso, que en Cuba gobierna un solo hombre. Esos
mismos argumentos esgrimen los microfraccionarios. ¡Qué coinciden-
cia! Esas teorías, esas tesis les vienen como anillo al dedo al imperialis-
mo y a la contrarrevolución; coinciden también con ella en la propaganda
desplegada, como circular la carta del PCV [Partido Comunista de Ve-
nezuela]. Pero, ¿qué elementos poseían estos señores para opinar acerca
de nuestros planes agrícolas, de nuestra zafra azucarera, del desarrollo
de nuestra economía, de nuestra industrialización? ¿Es que acaso ma-
nejaban las cifras de las caballerías en explotación, los tipos de siembra,

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
los datos ciertos que existen respecto a cada uno de nuestros planes?
Por supuesto que no. El procesado doctor Quesada decía, al prestar
declaración, que se vino a enterar de todas estas cosas en el Departa-
mento de Seguridad del Estado cuando, hablando, con un compañero
interrogador, éste le explicaba los planes de cítricos, de viandas, de in-
seminación, cañeros, frutales y las perspectivas de nuestro país en ga-
nado, en leche, en industrias de productos derivados, así como las
perspectivas en cemento, petróleo y otros muchos renglones de nuestra
economía. ¡Se vino a enterar en el Departamento de Seguridad del Es-
tado!, y es que así actuaban estos señores. Su mala fe, su ambición, los
llevaba a difamar y a desprestigiar. Se ha alegado por algunos que su
formación en el viejo Partido, su dogmatismo, la falta de perspectiva para
comprender el proceso, les hizo confundirse de buena fe. ¿Es que acaso, a
nueve años de Revolución, puede creerse en esta clase de «confusiones
de buena fe»? ¿Es que puede creerse en la buena fe de Aníbal Escalante,
que ya pasó por un proceso igual anteriormente, a estas alturas? ¿Es que
cabe la buena fe en elementos como éstos que, dentro de la Revolución,
sólo se preocupan por sus intereses personales, por los cargos, las posicio-
nes y privilegios? También, producto de su formación católica o de su
educación pequeñoburguesa, algunos contrarrevolucionarios tampoco
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comprendieron el proceso y se pusieron a conspirar contra la Revolución
o vinieron en la invasión de Playa Girón. Ante tales acciones, frente a los
elementos aliados al imperialismo o que sin pretender aliarse al imperia-
lismo le hacen el juego y le sirven de pretexto, la Revolución tiene el
derecho y el deber de defenderse. Tiene el derecho de protegerse, de im-
pedir que se frustre el avance revolucionario; tiene el derecho y el deber
de destruir a sus enemigos. Lo peor de todo no es coincidir con la contra-
rrevolución en los argumentos, sino desear que todas estas cosas que plan-
tean ocurrieran realmente.
En la lucha política, la reacción trata de buscar justificativos, no im-
porta de qué tipo sean; si son argumentos y procedimientos reacciona-
rios, la Revolución tiene el derecho y el deber de aniquilarlos. En el
caso que hoy juzgamos, es evidente que esta conspiración se fraguó de
un modo consciente y premeditado.

Los planteamientos de los microfraccionarios

Aunque resulta ridículo que tengamos nosotros que venir aquí a anali-
zar y responder algunos de los argumentos teóricos de estos traidores, el
hecho de que hayan sido expuestos y sustenten la acción de los procesa-
dos nos obliga a entrar también en su análisis.
Aunque a algunos de estos planteamientos nos hemos referido ante-
riormente, no pretenderemos hacer un análisis exhaustivo de todos ellos;
ha sido tanta la basura, tanta la infamia vertida, que requeriría un tiem-
po interminable refutarlos, uno a uno.
Se acusa a la dirigencia de la Revolución de ser pequeñoburguesa, y a
los viejos militantes del PSP de traidores, tramitados, vendidos, etc.
Los compañeros Armando Hart, José Llanusa, Faure Chomón, Haydee
Santamaría, Marcelo Fernández, Raúl Roa y Celia Sánchez han sido tam-
bién blanco de estos ataques, que se basan en el origen de clase de estos
dirigentes. Una Revolución no se define por el origen de clase de quie-
nes la dirigen, de quienes la componen, sino por la ideología de esa
Revolución. La vanguardia es portadora de la ideología revolucionaria
y trasmite con su acción y con su teoría esa ideología a las masas, que la
adoptan porque ven en esas ideas la expresión de sus propios senti-
mientos e intereses. Las ideas revolucionarias se abren paso porque
representan verdades que enfrentan las mentiras de los enemigos de las
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clases explotadas, porque respondiendo a las grandes ansias de las ma-
sas, a las grandes necesidades, a los grandes intereses, ven en ellas la
única vía para su realización.
Las ideas revolucionarias se convierten de conciencia de un grupo
vanguardia, en conciencia de las grandes masas de nuestro país. Las
masas en Cuba abrazaron la ideología marxista, el marxismo-leninismo,
y esta toma de conciencia no se debió a una imposición de la dirigencia
revolucionaria, sino a los mismos hechos de la Revolución.
Se revela la mala fe de los microfraccionarios al acusar a nuestra
dirigencia de pequeñoburguesa, atendiendo a su origen de clase. Carlos
Marx y Federico Engels, los padres del marxismo, descubridores de las
leyes científicas de la historia, no eran de procedencia proletaria. La
Revolución Rusa da buenos ejemplos de ello, siendo su máximo expo-
nente el propio Lenin, su conductor.
El grupo de jóvenes que organizaron el 26 de Julio –según ha expre-
sado el propio Comandante Fidel Castro– no podían llamarse marxista-
leninistas conscientes el 26 de Julio de 1953, pero estudiaban a Marx y
a Lenin; y entre los libros que les ocuparon después del asalto al cuartel

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
Moncada, estaban los libros de Martí y los libros de Lenin. Ahora bien,
el conocimiento del fenómeno imperialista no fue una adquisición teó-
rica para los miembros del 26 de Julio, sino una realización práctica, ya
que se sufrió en carne propia los crímenes que el imperialismo cometió
contra el pueblo, y se tomó conciencia de los crímenes cometidos en
todo el mundo. La filosofía política adquirida no fue producto de un
bagaje teórico, sino el resultado de la lucha. «El marxismo –dice Fidel–,
lo hemos aprendido en los libros, pero sobre todo lo hemos aprendido
en la vida».
Desde los primeros años del triunfo de la Revolución se planteó por
la dirigencia revolucionaria la necesidad de estudiar marxismo y de en-
señar marxismo, y de estudiarlo no por simple curiosidad filosófica o
histórica, sino porque es la única ciencia política revolucionaria verda-
dera. Para ser revolucionarios, hay que ser dialécticos, y el marxismo no
es un esquema que se importa mecánicamente; por el contrario, es el
conocimiento científico de realidades concretas, para actuar conforme
a las leyes de la historia; desconocer las peculiaridades de cada realidad
es actuar con un molde antimarxista por excelencia. Lenin se opuso a la
importación del modo reformista de los partidos socialdemócratas de la
Segunda Internacional para ser aplicado en la Rusia de principios de
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siglo, y reivindicó su derecho de revolucionario de fundar un Partido
que pusiera a la orden del día la toma del poder político. Hizo un análi-
sis dialéctico de la situación rusa y así pudo llevar a cabo la primera
Revolución Socialista del mundo. Nuestra dirigencia revolucionaria
aplica los principios generales del marxismo a nuestra realidad concre-
ta. Porque nuestra Revolución, que forma parte del movimiento revolu-
cionario mundial, también hace sus aportes a la historia, a la cultura
universal, al marxismo como la práctica de todos los verdaderos revolu-
cionarios del mundo. Es de sietemesinos el despreciar la obra propia, la
capacidad de pensar de su pueblo. En el fondo, no es más que un des-
precio a la capacidad de pensar y de actuar de las masas.

Una dirigencia pequeñoburguesa no podría haber realizado


esta Revolución

Son los hechos revolucionarios los que van ganando a las masas po-
pulares para la Revolución. La adscripción a la teoría marxista, por sí
sola, no determina el carácter marxista de la Revolución. Para que ten-
ga valor la ideología, tiene que realizarse en la práctica, y es ésta, en
definitiva, la que va a ganar a las masas populares para esa ideología.
Una serie de hechos que comenzaron por una serie de leyes de bene-
ficio popular, la reducción de las tarifas telefónicas, la reforma urbana,
la reforma agraria, las nacionalizaciones y otras fueron pilares que seña-
laron el camino de la Revolución y marcaron el avance ideológico del
pueblo.
El pueblo fue haciéndose cada día más revolucionario y cuando el pe-
ligro de invasión comenzó a amenazar a nuestro país, se movilizó el
pueblo, se hicieron milicianos miles y miles de jóvenes dispuestos a
librar las batallas que fueran necesarias, es decir, a luchar por su ideolo-
gía, y cuando se produjo el ataque del 15 de abril de 1961, al día si-
guiente se proclamó el carácter socialista de la Revolución, se declaró la
ideología marxista-leninista de la Revolución, cuando ya en los hechos
se estaba realizando la Revolución marxista-leninista, y un día después,
el 17 de abril, el pueblo fue a derramar su sangre en Playa Girón, y al
frente de él, en primera línea, el Comandante en Jefe. Esa ha sido la
línea, y ese ha sido el camino que ha seguido nuestra Revolución. Ese
ha sido el camino de profundización de la conciencia revolucionaria
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que ha seguido nuestro pueblo. Nuestro pueblo no hubiera seguido ja-
más a una dirigencia pequeñoburguesa que no representara sus propios
intereses, los intereses de las clases humildes, de los explotados, de los
desposeídos. Pensar lo contrario es un modo también de despreciar a nues-
tro pueblo, de subestimar sus condiciones revolucionarias. Resulta im-
posible identificar la línea radical de nuestra Revolución con la línea
vacilante que caracteriza a la ideología pequeñoburguesa. La nuestra,
es una Revolución fiel a los principios, sin claudicaciones, sin someti-
mientos, en la única proyección posible de las verdaderas revoluciones
marxista-leninistas. ¿Cómo acusarla entonces de pequeñoburguesa?
Dicen que en la Revolución existe el gobierno unipersonal del Co-
mandante Fidel Castro. La imputación de que la dirigencia revoluciona-
ria impone su criterio a las masas y de que el gobierno de este país es un
gobierno unipersonal, no es patrimonio de la microfracción. Los ele-
mentos contrarrevolucionarios también suscriben esta afirmación.
Este planteamiento ignora –de mala fe– la práctica creadora de las
masas en nuestra Revolución, cómo nuestros dirigentes son, en muchas
ocasiones, sólo los receptores de las ideas de nuestro pueblo. Por ejem-

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
plo, los Comités de Defensa de la Revolución [CDR] nacen a la luz
pública antes de que se les dé vida institucional. En Pinar del Río surgió
el primer Comité para defender la Revolución como una iniciativa po-
pular, antes de que se constituyera oficialmente como creación social
de la Revolución. Y los Comités de Defensa de la Revolución son una
genuina organización de masas, no producto de un satelizaje mental, ni
de una copia mecánica, sino por el contrario, una auténtica creación de
nuestra Revolución. Y como organización de masas constituyen una
magnífica forma de enlace entre las masas y las instituciones del poder
revolucionario. Esta relación puede calificarse de magnífica porque los
CDR son organismos capaces de movilizar rápidamente a nuestro pue-
blo, y movilizar es politizar. En las movilizaciones, las masas expresan
su convicción, su decisión, su voluntad revolucionarias. Porque el pro-
ceso revolucionario mismo es el mejor maestro de la historia para el
pueblo y la vanguardia dirigente. Cuando 150 000 ciudadanos se movi-
lizan hacia las montañas para sembrar en dos días 103 caballerías de
tierra ¿puede decirse que no se ha expresado la convicción revoluciona-
ria, la fe del pueblo en la Revolución y en sus dirigentes, su voluntad de
construir un mundo nuevo? ¿Y cuando se moviliza para aplastar las
bandas de bandidos contrarrevolucionarios, como en el Escambray? ¿Y
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esos dirigentes? ¿Por qué son dirigentes? Nuestra dirigencia está a la
cabeza de nuestro Gobierno y de nuestro Partido por su actitud de van-
guardia, por sus hechos revolucionarios. Desde el Moncada hasta el pre-
sente, su actitud de sacrificio, de lucha, de fidelidad a los principios, los
han hecho acreedores de la confianza de nuestro pueblo. Como decía el
Comandante Guevara, la vanguardia va cercanamente seguida por las
masas, que la presionan constantemente a hacer mayor el espíritu de
sacrificio, de austeridad, de rigor, de autocrítica, y esa vanguardia es
cada vez más amplia, la conciencia del pueblo se profundiza cada vez
más, obligando a la dirigencia a ser más completa, más total, más auste-
ra, más autocrítica, más capaz.
La relación entre la dirigencia revolucionaria y el pueblo es como una
correa de transmisión de energía en que tanto una como el otro se
interinfluyen; como decía el Che, «las masas siguen sin vacilar a sus
dirigentes, fundamentalmente a Fidel Castro; pero el grado en que él ha
ganado esa confianza responde precisamente a la interpretación cabal
de los deseos del pueblo, de sus aspiraciones, y a la lucha sincera por el
cumplimiento de las promesas hechas». El Gobierno utiliza el doble
método de plantear al pueblo una iniciativa de la dirigencia revolucio-
naria, o generaliza una experiencia local. Buen ejemplo de esto, es la
experiencia del Poder Local y los Tribunales Populares. Además, el Co-
mandante Fidel Castro posee una extraordinaria sensibilidad, un extraor-
dinario poder de captación de las ansias populares, y muchas veces se
saltan las instancias jerárquicas.
No sólo dicen los microfraccionarios que en la Revolución el Go-
bierno se ejercita unipersonalmente por el Comandante Fidel Castro,
sino que plantean además que el Comité Central no se reúne, que no
resuelve. ¡Miren si se reunió, que ya ven lo que pasó que están Uds.
sentados aquí, aunque esto no fue lo único que se planteó en la reunión!
El Comité Central de nuestro Partido no es una institución parlamen-
taria. No sabemos qué concepción tendrán los microfraccionarios de lo
que es el Comité Central de nuestro Partido, pero sí sabemos que éste
no es un organismo deliberativo. Por otra parte, no son las reuniones las
que determinan y definen el avance de la Revolución. Cuando el secta-
rismo, se vivía de una reunión en otra, y sin embargo, jamás resolvieron
ningún problema. El Comité Central es el organismo donde deben plan-
tearse y discutirse las cuestiones fundamentales de la Revolución y, en
ese sentido, nuestro Comité Central siempre ha trazado la línea y la
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estrategia de la Revolución. Para estos señores microfraccionarios las
cosas formales podrán revestir una gran importancia, pero la Revolu-
ción no se ha caracterizado, precisamente, por el formalismo. Esto es
así desde la lucha contra Batista. Es la historia la que desmiente que el
Comandante Fidel Castro haya sido un concentrador de poderes. En la
misma lucha armada contra la tiranía, Camilo, el Che y todos los jefes
militares tuvieron plenas facultades, dentro de la línea de la estrategia,
para desarrollar sus campañas, organizar sus ejércitos, llevar adelante la
invasión. Es conocido de todos que al constituirse el Gobierno en el
año 59, Fidel no participó en la designación de cargos ni posiciones. Y
aun en la elección de los ministros del Gabinete, su participación se
redujo a la designación de tres de ellos. Los hombres situados en cada
frente de trabajo han dispuesto siempre de las más amplias facultades
en el ejercicio de sus funciones. ¿Puede decir lo mismo, acaso, Aníbal
Escalante, cuando estuvo al frente de las ORI?
Otra de las infamias consiste en acusar a nuestra Revolución de chau-
vinismo y de falta de internacionalismo proletario.
A la Revolución Cubana no se la puede tildar de chauvinista y nacio-

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
nalista, porque esos calificativos implicarían el anteponer los intereses
nacionales a los universales. Y la Revolución Cubana ha dado buenas
pruebas de su espíritu internacionalista revolucionario. Internacionalis-
mo en el sentido más total del término. No de satelismo. Solidaridad
militante con todos los pueblos que luchan por su liberación. «Porque
cuando decimos patria, no decimos la patria de los cubanos, sino la
patria de la Revolución Cubana. Y cuando decimos Revolución Cuba-
na, hablamos de la Revolución de América Latina. Y cuando hablamos
de la Revolución de América Latina, hablamos de la Revolución en
escala universal, la Revolución de los pueblos de Asia, de África y de
Europa». Los principios internacionalistas de la Revolución Cubana están
contenidos en la Primera y Segunda Declaraciones de La Habana, docu-
mentos aprobados en Asambleas públicas de más de un millón de ciu-
dadanos de nuestro pueblo, tan sólo en la capital, que los ha respaldado
día a día con mayor integración y mayor firmeza revolucionarias. En
una entrevista con un periodista yanqui, nuestro Primer Ministro res-
pondió a una pregunta sobre la cuestión de la ayuda al movimiento
revolucionario en América Latina: «Mire, la ayuda a los movimientos
revolucionarios no puede ser negociada», y más adelante: «Eso no se-
ría propio de revolucionarios, y si nosotros alguna vez damos alguna
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ayuda, o diéramos alguna ayuda, no lo haríamos para negociar a base de
esa ayuda». Esta es una lección clara de solidaridad revolucionaria. Nues-
tro internacionalismo se expresa en hechos concretos y no en declara-
ciones formales, se expresa en una actitud de principios inviolable, que
se han estado materializando diariamente, hasta nuestra disposición in-
condicional de dar nuestra sangre por Vietnam.
Nuestra posición internacionalista, sin ningún rezago de chovinismo,
fue planteada claramente por el Comandante Fidel Castro en su discur-
so del 26 de Julio de 1965, cuando dijo: «Somos cada vez más marxistas
y lucharemos cada vez con más fervor por un mundo de hombres gene-
rosos, por un pueblo que sea todo como una gran familia, que cada
hombre y cada mujer no tenga un hermano, sino millones de hermanos
y hermanas, millones de hijos, millones de padres y de madres».
La idea de la obligatoria unidad de todos los movimientos revolucio-
narios es una idea de Marx desarrollada por Lenin, porque sólo la revo-
lución mundial del proletariado estaría en condiciones de derrotar al
capital internacional. El ideal internacionalista de Lenin era la estrecha
alianza de los elementos revolucionarios de todos los países y procla-
maba que renunciar a la insurrección y ayudar a los insurrectos era «re-
negar de la idea de la Revolución». Sustentó la tesis de que el proletariado
internacional debía apoyar activamente las sublevaciones de los pue-
blos explotados contra sus opresores. Y como corolario, en junio de
1920, resumió el internacionalismo proletario en la siguiente tesis:
1. La subordinación de los intereses de la lucha proletaria en un país
a los intereses de esta lucha en escala mundial;
2. que la nación que ha conquistado el triunfo sobre la burguesía sea
capaz y esté dispuesta a hacer los mayores sacrificios nacionales en
aras del derrocamiento del capital internacional.
Jamás nuestro país ha intentado subordinar los intereses internacio-
nalistas a los intereses nacionales; su existencia como pueblo se ha vis-
to amenazada y, sin embargo, no ha tenido un instante de claudicación.
Nuestro pueblo está consciente de su deber internacionalista, está
consciente de que como pueblo pobre y subdesarrollado debe hacer un
esfuerzo máximo por salir del subdesarrollo, pero que cuando esta etapa
haya sido superada, no podrá pensar en la riqueza plena para él, mien-
tras haya otros pueblos que necesiten nuestra ayuda. Ese sentido del de-
ber internacionalista sirve inclusive de acicate para nuestro desarrollo,
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y así vemos cómo las brigadas de trabajadores que se destacan más, o
los estudiantes, cuya brigada realiza el mayor esfuerzo, eligen como di-
visa el nombre de Vietnam, y es porque sienten las agresiones al pueblo
hermano como agresiones en carne propia.
Sería objeto de mofa si no fuera tan doloroso para los revolucionarios
examinar esta imputación de chovinismo a la Revolución Cubana, por-
que nuestro pueblo ha dado y brinda diariamente ejemplos de sus senti-
mientos internacionalistas, porque nuestro pueblo jamás se considerará
independiente de la suerte de otros pueblos, y la única seguridad a que
aspiramos, es a la que tendremos cuando no exista el imperialismo en el
mundo.
Hablaban de que había una fuerte corriente antisoviética, enfatizando
además, que la URSS es el país que debe llevar la hegemonía.
Respecto a la URSS, nadie puede dejar de tener respeto por el partido
de Lenin, ni por aquel heroico pueblo que padeció valientemente los
embates de las terribles guerras que lo acosaron, pero cuando nuestra
Revolución reclama el derecho de pensar con su propia cabeza, no se
falta [a] aquel respeto, sino que se postula el derecho a pensar y actuar

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
con criterio propio.
Si hay algo que indigna es el servilismo de estos señores que quieren
negar a nuestra Patria el derecho a pensar y a decidir ante sus propios
problemas y los problemas del mundo. Nuestra Revolución es una re-
volución gestada y desarrollada en el seno de nuestro propio pueblo,
con el esfuerzo de nuestro propio pueblo. Es alentador que un país pe-
queño como el nuestro, esté en condiciones de opinar por sí mismo en
el mundo convulso y agitado de hoy, capaz de hablarle al mundo con la
autoridad con que nuestro pueblo puede hablar.
Lo que no nos perdonan estos enanos es ser capaces de pensar y
actuar independientemente, el apartarnos de los clisés, de los manuales,
lo que no nos perdonan es la fe en la capacidad de nuestro pueblo para
seguir su camino, la decisión de dar nuestro aporte a la causa revolucio-
naria. Nadie puede endilgarnos el calificativo de satélites, y por eso se
nos respeta en el mundo. Y esta, nuestra práctica revolucionaria, es una
actuación conforme a los principios del marxismo-leninismo, a la esen-
cia del marxismo-leninismo.
La fidelidad al marxismo-leninismo requiere el desarrollo creador de
sus principios, requiere una aplicación concreta que halle las fórmulas
para las nuevas situaciones que se plantean en el mundo de hoy.
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Otros argumentos esgrimidos por la microfracción son los que atacan
a la Revolución por propugnar los estímulos morales como palanca para
la construcción del comunismo.
Nuestra Revolución ha planteado que las armas melladas del capi-
talismo no podrán conducirnos por los caminos del socialismo. Las
sociedades de clase surgieron sobre la base del incremento de la pro-
ducción: apelando al egoísmo, a la avaricia, al interés desmedido de los
hombres. Sobre este fundamento se han sucedido, a lo largo de siglos,
los diversos regímenes de explotación. El comunismo plantea la edifi-
cación de una sociedad distinta, sin explotación. ¿Podría ser ese mismo
interés individual, material, egoísta, la palanca que mueva a construir
esta otra sociedad? No, lo que ganaríamos en la construcción económi-
ca no nos acercaría al comunismo, porque, al mismo tiempo, se operaría
un proceso de signo contrario: el retroceso en la conciencia de los hom-
bres hacia el capitalismo. Y es el desarrollo de la conciencia, la creación
del hombre nuevo que vamos formando nosotros mismos, día a día, en
el trabajo, en el estudio, en la defensa, ese hombre nuevo con una con-
ciencia verdaderamente socialista, verdaderamente comunista, lo que
nos permitirá construir la nueva sociedad.
Lo han criticado todo, de todo discrepan, con nada están de acuerdo,
no hay una sola cosa de la Revolución, ni aun de las más evidentes, que
haya merecido siquiera el reconocimiento de alguno de estos señores.
Su resentimiento ha sido tal, su ambición ha sido tal, que no han podido
ver una sola cosa noble, una sola cosa buena, una sola cosa positiva en
nuestra Revolución. Que si la salida por Camarioca, que si el fracaso de
la industrialización. Camarioca fue una batalla que nuestra Revolución
ganó al imperialismo poniendo en evidencia ante el mundo sus mentiras
y falacias, y en cuanto a nuestra industrialización, ahí están las termoe-
léctricas, la industria del cemento, los almacenes de azúcar a granel, los
progresos en la industria del petróleo, en la del níquel, para desmentir
también sus calumnias miserables.
Todas estas cosas nacidas al calor de las comidas en la finca Dos
Hermanos con su centro de gravitación en Aníbal Escalante, no se tra-
taban de simples críticas u opiniones discrepantes entre éste y su grupo
de sectarios. Muy pronto comenzó a articularse toda una red encamina-
da a captar a otras personas, a divulgar estas opiniones, a influir en
otros sectores de resentidos; y esta corriente, que no puede decirse que
surge en el seno de la Revolución, sino al margen de la Revolución,
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llega a conformarse en una corriente de oposición ideológica a la línea
del Partido, que no provenía precisamente de las filas enemigas, sino de
gente que parecía moverse dentro de las propias filas de la Revolución,
actuando desde supuestas posiciones revolucionarias. Las opiniones que
vertía Aníbal Escalante en los almuerzos y comidas, así como las que en
visitas posteriores a su casa o finca trasladaba a sus visitantes, eran
acogidas por éstos como verdades, las cuales salían a divulgar y defen-
der externamente, sirviendo de argumento en sus contactos con otros
viejos militantes.
Los tanteos de la posición de los viejos militantes del PSP se hacían
en forma sutil. En los casos en que existía coincidencia de criterios
sobre distintos aspectos, se continuaban manteniendo los contactos a
fin de ganarlos totalmente para las opiniones del grupo.
Así, fueron nucleándose en estas actividades los distintos procesados
en esta causa. No vamos a repetir en este informe la participación per-
sonal de cada procesado, puesto que en el Acta de Cargos estas partici-
paciones ya les han sido señaladas; y por sus propias confesiones, la
declaración de los testigos del DSE que aquí han comparecido y las

Informe del Fiscal en el Consejo de Guerra seguido a Aníbal Escalante y 36 acusados más
numerosas pruebas documentales aportadas a la causa, esta participa-
ción de cada uno de ellos en los diferentes hechos ha quedado plena-
mente probada. Estas actividades comprendieron la reproducción y
distribución clandestina de propaganda contra la línea del Partido; el
intento de brindar orientaciones distorsionadas a varios núcleos del
Partido. Como ejemplo de esto, citamos el caso del procesado Emilio
de Quesada, militante del núcleo del Partido del hospital Calixto García,
quien recibía orientaciones de Aníbal Escalante sobre la forma en que
debía plantear sus opiniones sobre los distintos temas que se discutían
en los círculos de estudio de dicho núcleo, cosa que debía hacer de
manera sutil y sin evidenciarse ante los demás compañeros, pero sí ar-
gumentando en contra de las líneas y principios de nuestra Revolución.
Ha quedado probado también que, siguiendo instrucciones de Aníbal
Escalante, otros procesados trabaron contactos con extranjeros a fin de
hacer llegar al exterior, fundamentalmente a miembros del PCUS [Parti-
do Comunista de la Unión Soviética] y de los partidos de la RDA y
Checoslovaquia, las discrepancias que el grupo mantenía con la línea de
nuestro Partido, tratando de socavar las relaciones internacionales de Cuba
con otros gobiernos, propósitos que perseguían, además, brindando in-
formación falsa y calumniosa a funcionarios de algunos de esos países
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acerca de los planes de la Revolución. El propio Aníbal Escalante rea-
lizó diversas gestiones para lograr viajar a la URSS y otros países donde
pudiera explicar su posición.
Ha quedado probado también, que por los procesados Escalante y
Octavio Fernández se redactaron documentos, con el propósito de ser
enviados al exterior, expresivos de la posición del grupo microfraccio-
nario, con iguales fines. Aníbal Escalante asimismo recibió documentos
secretos del Comité Central y del entonces Ministerio de Industrias, los
que fueron sustraídos de dichos organismos, a fin de mantener informa-
do a Escalante del contenido secreto de los mismos.
Todos los cargos, uno a uno de los imputados en el Acta de acusa-
ción, han sido probados plenamente y en cada caso.
Por ello resultaría tedioso e interminable insistir nuevamente sobre
esta misma cuestión.
En las largas horas que ha tomado este juicio, en las declaraciones
de los procesados, en la prueba testifical efectuada, en los documentos
y pruebas que obran en el sumario, tiene el Tribunal elementos de sobra
para constatar nuestra afirmación. El hecho de que las metas que se
propusieran los encartados resultaran irrealizables, porque carecían to-
talmente de apoyo en nuestro pueblo, no aminora la acción criminal,
contraria a nuestro Partido y a nuestra Revolución, que desplegaron. Es
conveniente destacar el absoluto derecho de la Revolución a juzgar y
sancionar a los que desplegaron esta actividad criminal, no sólo porque
de acuerdo con los principios es absolutamente intolerable que se utili-
cen estos procedimientos en el seno de la misma, sino porque la activi-
dad desplegada se enmarca dentro de lo tipificado en los artículos 128,
135(A)-157 del Código de Defensa Social tal y como fue modificado
por la Ley 425 de 1959, así como en el Artículo 11 de esta ley.
El Fiscal terminó su alocución de anoche ante el Tribunal que juzga
a los acusados, solicitando las sanciones que corresponden a cada caso.

Sanciones impuestas a integrantes de la microfracción

El Consejo de Guerra Verbal de la Causa número 27 de 1968, del Tribu-


nal Revolucionario número Uno del Distrito de La Habana, impuso las
siguientes sanciones:

402

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15 años de reclusión a:
Aníbal Escalante Dellundé

12 años de reclusión a:
Octavio Fernández Bonis
Inaudi Kindelán Reyes
Ramiro Puertas Quiroga
Edmigio López Castillo
Luciano Argüelles Botella
Emilio de Quesada Ramírez
Ricardo Boffil Pagés
Félix Fleitas Posada

10 años de reclusión a:
Orlando Olivera Sardiñas
Francisco Pérez de Armas
Orestes Valdés Pérez
Hugo Vázquez Medina
Ricardo López Castillo
Higinio Casuso González
Ángel Gutiérrez Paz
José Caballero Campos

8 años de reclusión a:
Manuel Ramírez Nodarse
Francisco P. Brito Rodríguez
Renay Hernández Rodríguez
Raúl Fajardo Escalona
Alfredo Batista Sánchez
Arnaldo Escalona Almeida

4 años de reclusión a:
Inocente Martínez Bravo
Hildo Madan Real
Ramón Chávez Fornaris
Manuel Martín Lavado
Luis M. Rodríguez Saínz

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3 años de reclusión a:
Reinaldo Puig Verdejas
Arturo García González
Miguel Machado D’Woolf
Leovilgildo Diago Reyes
Giraldo Victoria González
Lázaro Suárez Suero

2 años de reclusión domiciliaria a:


Marcelino Menéndez Menéndez
Asimismo ha acordado este Consejo de Guerra inhibirse del conoci-
miento de los hechos imputados a Ángel María Pérez de Armas y Orlando
Arrastía Fundora a favor de la Fiscalía de las Fuerzas Armadas Revolu-
cionarias, a cuya disposición son dejados dichos acusados.

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RUTH No. 3/2009, pp. 405-448

Derroteros

JOSÉ BELL LARA*

Una sola revolución

La Revolución Cubana, por ser una revolución en un país neocolonial, solo


podía liberarse de esa sujeción mediante una revolución socialista.
Para comprender esto hay que referirse a las características de la economía y
sociedad cubanas y al imaginario político acerca del cambio que esta necesitaba.
En Cuba, la omnipresencia imperialista constituía un hecho central de la so-
ciedad; no era meramente un agente externo que actuaba desde fuera, sino
parte constitutiva del sistema de dominación de clases en el territorio. La eco-
nomía del país funcionaba como una extensión de la economía estadouniden-
se. Hasta la década de los años 30 Cuba fue la primera plaza de inversión
extranjera de Estados Unidos en América Latina y en la de los 50 se encontraba
entre las tres primeras.1
La economía cubana estaba estructurada en torno al azúcar. La clase domi-
nante de la Isla, dependiente y asociada al imperio, desarrollaba sus actividades
en funciones complementarias, de acuerdo con el papel que desempeñaba y el
lugar que ocupaba en el esquema de dominación estadounidense. A partir de
aquí se daba el vínculo neocolonial en una relación particular de asociación-
subordinación que imbricaba los intereses de ambos: la oligarquía burguesa
nativa y el imperialismo.
Era imposible una revolución antimperialista en alianza con sectores de la
burguesía nacional, pues esta no existía y los elementos que pudieran recibir tal
denominación eran muy débiles. En la práctica, y como resultado de esa unión,

* (Cuba, 1939). Sociólogo, profesor de la Universidad de La Habana y de la Facultad Latinoa-


mericana de Ciencias Sociales (Programa FLACSO-Cuba). Doctor en Ciencias Filosóficas. Ha
compilado documentos importantes para la historia de Cuba en Documentos de la Revolución
Cubana, 1959, 1960, 1961.
1
U. S. Department of Commerce: Investment in Cuba, Government Printing Office, Washing-
ton D. C., 1956, p. 10.

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no se podían perjudicar los intereses de uno sin perjudicar los del otro, por eso
cuando la Revolución tomó el poder, las medidas antimperialistas tuvieron a su
vez un filo anticapitalista. En Cuba no era posible una revolución que no mar-
chara hacia el socialismo si quería satisfacer los intereses nacionales.
Un elemento importante para comprender esta dinámica es que, paralelo al
surgimiento y desarrollo de la crisis estructural de la neocolonia cubana en la
década de los años 20, apareció y se desarrolló un clima político-ideológico de
la necesidad de cambios. Todas las fuerzas sociales y sus expresiones políticas se
pronunciaron a favor de estos cambios, aunque, desde luego, con una visión
diferente, según sus intereses de clases. El abanico de propuestas abarcaba des-
de las soluciones corporativo-fascistas hasta las socialistas; pero todas tenían en
su vocabulario un conjunto de medidas y acciones que de una u otra forma se
referían a la industrialización, la reforma agraria, el adecentamiento de la vida
pública, etcétera aunque el contenido real de esos conceptos variaba según la
fuerza política que los enarbolara.
Al imaginario de la necesidad de cambios se sumó la mística de un destino
superior para Cuba.2
El fracaso de la Revolución del 30, que se suma a la frustración de la organi-
zada por Martí en 1895, creó un clima moral que en ciertos sectores se expresó
en la concepción de que en Cuba solo se podía hacer lo que querían los estado-
unidenses, lo cual se justificaba con el fatalismo geográfico. También en los
sectores revolucionarios y populares se expresó en un sentido de insatisfacción
por la obra inacabada, porque la independencia no había sido tal, era necesario
completarla.3
Un poeta cubano, Rubén Martínez Villena, que dejó los versos por la mili-
tancia política, expresó ese sentimiento sintéticamente: «Hace falta una carga
para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones [...]».4
La Generación del Centenario, ya desde el Moncada, se reconoce en las
revoluciones pasadas y frustradas y en las organizaciones que trataron de llevar
a realidad ese ideal trunco, de ahí que proclamara: «la Revolución declara que
reconoce y se orienta en los ideales de Martí, contenidos en sus discursos, en las
Bases del Partido Revolucionario Cubano, y en el Manifiesto de Montecristi, y
hace suyos los Programas Revolucionarios de la Joven Cuba, el ABC Radical y el
Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo)».5

2
Ver por ejemplo el libro de Gustavo Pittaluga: Diálogo sobre el destino o el último discurso de
Eduardo R. Chibás, titulado El último aldabonazo.
3
Ver Vicentina Antuña: Logros y déficits de la Revolución. Chibás (conferencia ofrecida en el sexto
curso del programa radial Universidad del Aire titulado «Curso del cincuentenario», publicada
en Cuadernos de la Universidad del Aire, Editorial Lex, La Habana, 1952).
4
Órbita de Rubén Martínez Villena, Ediciones Unión, La Habana, 1964, p. 99.
5
«Manifiesto del Moncada», en José Bell Lara: Fase insurreccional de la Revolución Cubana, Edito-
rial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 48.

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La historia me absolverá fue actualización y síntesis del programa de la Revolución. En
ella Fidel concreta en cinco leyes el programa inmediato de la Revolución, enu-
mera el conjunto de problemas que debe enfrentar la revolución para ser tal y,
además, identifica el sujeto social de esa revolución: el pueblo.
Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta,
a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela
una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias
ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación
tras generación, la que ansía grandes transformaciones en todos los órde-
nes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o en alguien,
sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota
de sangre. La primera condición de la sinceridad y de la buena fe en un
propósito, es hacer precisamente lo que nadie hace, es decir, hablar con
entera claridad y sin miedo.6
En la definición que Fidel hace de pueblo enumera un amplio conjunto que
engloba a todos los que son perjudicados y explotados por el capitalismo de-
pendiente existente en Cuba; en su concepción se puede vislumbrar como una
macroclase que se constituye en la lucha.
El Moncada fue el inicio de la última etapa de la lucha por la liberación del
pueblo cubano y de la constitución del pueblo como sujeto decisivo de esa
lucha.
En la memoria popular una afrenta ocurrida en los finales de la última guerra
de independencia había quedado como símbolo de lo inconcluso de la Revo-
lución. Después de 30 años de guerras de independencia, en 1898, cuando el
Ejército Libertador (llamado popularmente mambí) había derrotado práctica-
mente al ejército español,7 intervinieron los estadounidenses a partir del oscuro
incidente de la explosión del acorazado Maine y ocuparon la Isla.
Una de las campañas militares de esa breve guerra se desarrolló en torno a
Santiago de Cuba, con una participación decisiva de las tropas mambisas diri-
gidas por el general Calixto García; pero una vez derrotados los españoles no
les fue permitido a las fuerzas cubanas entrar en esa ciudad.
JOSÉ BELL LARA / Una sola Revolución

Por eso, cuando el 1ro. de enero de 1959, ante la última maniobra del imperia-
lismo para impedir la victoria de la Revolución mediante un golpe de Estado,

6
Fidel Castro: «Las fuerzas motrices de la Revolución», en José Bell: Ob. cit. (en n. 5), pp. 56-57.
7
Que esta era la situación lo revela –según Juan José Remos– una opinión española, la del
comandante Víctor Concas, quien en su libro La escuadra de Cervera, publicado en Madrid en
1898, expresa: «Cuando empezó la guerra ya estaba de hecho perdida, lo mismo tomando
parte los Estados Unidos que otra nación de mucho menos importancia» (p. 23). Ver J. J.
Remos: «La guerra hispano-cubana», en Ramiro Guerra y otros: Historia de la nación cubana,
t. VIII, Editorial La Historia de la Nación Cubana, La Habana, 1952, pp. 422-423.

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Fidel Castro manifestó en su alocución: «Esta vez sí los mambises entrarán a
Santiago de Cuba», no acudía a una simple frase retórica sino que expresaba el
sentimiento de todo un pueblo que retomaba un pedazo de su historia trunca.
En 1959 los mambises entraron en Santiago de Cuba y en todas las ciudades
del país. Era la revolución. Fidel lo sintetiza:
Esta vez no se frustrará la revolución. Esta vez, por fortuna para Cuba, la
Revolución llegará de verdad a su término; no será como en el 95, que
vinieron los americanos y se hicieron dueños del país; intervinieron a últi-
ma hora y después ni siquiera a Calixto García, que había peleado durante
30 años, lo dejaron entrar a Santiago de Cuba; no será como en 1933, que
cuando el pueblo empezó a creer que la Revolución se estaba haciendo,
vino el señor Batista, traicionó la revolución, se apoderó del poder e instauró
una dictadura feroz; no será como en 1944, año en que las multitudes se
enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder, y los
que llegaron al poder fueron los ladrones. ¡Ni ladrones, ni traidores, ni
intervencionistas, esta vez sí es una Revolución!8
La justicia social se hizo dueña del país y bajo la dirección de Fidel Castro
comenzaron transformaciones en todos los órdenes de la vida social por eso
puede afirmarse que a partir de 1959 comenzó realmente la independencia de
Cuba y su pueblo a reconocerse como tal en la medida en que defendía su
Estado nacional y su poder, un poder que realizaba los anhelos y aspiraciones
populares sin que pudieran ser coartados por la intervención estadounidense.
Se rompió así el mito del fatalismo geográfico. Con la revolución socialista,
Cuba logró su independencia real, su soberanía y su plena identidad como
nación.
En la lucha contra la tiranía de Batista, la vanguardia revolucionaria no estuvo
vinculada orgánicamente al movimiento comunista internacional; sin embargo,
en un tiempo muy breve la Revolución Cubana asumió un carácter socialista.
La explicación de este proceso no está solo en las condiciones objetivas de
Cuba en las que todo intento de superación del subdesarrollo implicaba ruptu-
ra de la dependencia, sino también en la herencia ideológica de las luchas popu-
lares, en las que el proyecto cubano tuvo un fuerte componente ético y moral
(desde Félix Varela hasta Fidel Castro, pasando por Carlos Manuel de Céspe-
des, Ignacio Agramonte, José Martí, Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras).
De ese magma ideológico formó parte el populismo, que tuvo una fuerte
impronta en Cuba. Este había estado presente en las guerras de independencia
a través del ideario martiano («Con todos y para el bien de todos») y se había

8
Fidel Castro: «Esta vez no se frustrará la Revolución» en José Bell, Delia Luisa López y Tania
Caram: Documentos de la Revolución Cubana 1959, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
2006, p. 15.

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retomado con fuerza a partir de la Revolución del 30 en diversas expresiones
políticas, la más fuerte de las cuales se constituyó en el Partido Revolucionario Cu-
bano (Auténtico), que capitalizó las realizaciones del efímero revolucionario Go-
bierno de los 100 Días y la acción del recio líder antimperialista y socialista
Antonio Guiteras.
La frustración de los gobiernos auténticos (1944-1952) generó una segunda
corriente, que se constituyó en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), su
principal líder Eduardo Chibás, se caracterizó por denunciar la corrupción
pública. Este partido se perfilaba como el vencedor de las elecciones cuando
Batista dio el golpe de Estado en 1952.
En su imaginario político la ortodoxia preveía una remodelación del conjun-
to social (proyecto impugnador y rupturista), uno de cuyos ejes era la justicia
social con fuertes componentes moralizadores, y apelaba a la independencia
económica. Este partido tenía como símbolo una escoba, en alusión a la nece-
sidad de barrer con los depredadores del erario público, y su lema era «Ver-
güenza contra dinero».
La declaración de principios del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo),
dada a la publicidad el 15 de mayo de 1947, expresaba que el propósito de su
creación era: «Rescatar el programa y la doctrina de la Revolución Cubana» y
poco antes en un discurso Chibás había expresado que entre los componentes
de los ideales de la Revolución se encontraban el nacionalismo, el socialismo y
el antimperialismo. El programa de la Juventud Ortodoxa en plena época de la
Guerra Fría, como antes el de la Joven Cuba, la organización fundada por
Guiteras, tenían como meta el socialismo.
Asimismo, el Partido Socialista Popular (el partido comunista de la época)
llegó a tener gran influencia en el movimiento obrero, y una parte de la intelec-
tualidad cubana estaba vinculada a él. De ahí que en Cuba, antimperialismo y
socialismo fueron corrientes coexistentes en una relación de confluencia/
disfluencia y, por tanto, se incorporaron a la cultura popular revolucionaria,
independientemente de las estructuras orgánicas que adoptaron como manifes-
taciones políticas.
JOSÉ BELL LARA / Una sola Revolución

El referente socialista no implicó necesariamente la adhesión a los postula-


dos y a las estructuras de un partido político específico, ni tampoco a una
concepción determinada de lo que era el sistema como tal. En ello influyeron
fenómenos como el estalinismo en la Unión Soviética, el pacto Ribentrop-
Molotov y la política que aplicaron los partidos comunistas, la Guerra Fría y el
anticomunismo, etcétera.
El populismo tuvo una retórica en parte estatizante, en parte socializante,
explicable por ciertos valores que integraban la cultura popular y revolucionaria
prevaleciente.

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La coyuntura electoral de 1952, en que dos partidos populistas tenían la
supremacía en el espectro político nacional, permite afirmar que esa corriente
hegemonizó la conciencia popular de la época a través de dos expresiones: el
autenticismo y la ortodoxia.
El nacimiento de la vanguardia del proceso revolucionario que se inició en
1953, agrupada en un principio bajo el nombre de Juventud del Centenario,9
estuvo vinculado a la ortodoxia, cuya influencia está presente en sus primeras
manifestaciones programáticas y organizativas. En 1955 Fidel definió al Movi-
miento 26 de Julio como el aparato revolucionario del chibasismo.
La victoria revolucionaria y la instrumentación práctica del programa de la
Juventud del Centenario y la lucha por su cumplimiento ante la oposición del
imperio y sus servidores nacionales, aceleró y amplió el proceso de
revolucionarizar al pueblo y a sus dirigentes, con lo que se definía hacia la op-
ción socialista o claudicaba. Esto último no hubiera permitido rebasar los
parámetros de soberanía limitada inherentes al plattismo10 que habían caracteri-
zado a los gobiernos de la neocolonia.
En esa dialéctica, las ideas revolucionarias se convirtieron en patrimonio de
la mayor parte del pueblo, que asumió el socialismo como su proyecto. Esto
no fue un proceso pasivo, sino una fuerte lucha contra la ideología burguesa, su
base económica, los elementos que la propiciaban en el pueblo (analfabetismo,
ignorancia, prejuicios), y su ejército político: las clases reaccionarias, los elemen-
tos reformistas y aventureros y su aliado externo/interno: el imperialismo.
La amplia participación popular abarcó todos los órdenes de la vida social,
y las masas hicieron suyas y realizaron las principales medidas de la Revolución:
• La Reforma Agraria, la entrega de tierras a los campesinos y la conversión
de los otrora latifundios en Granjas del Pueblo.
• La educación y la creación de un ejército de miles de alfabetizadores.
• La defensa del país y la creación de las Milicias Nacionales Revoluciona-
rias, en las que se enrolaban voluntariamente miles de cubanos.
• La nacionalización de los grandes monopolios, proceso en el que resultó
decisiva la participación de los trabajadores, para que continuaran operan-
do las empresas, y se destacaron miles de administradores surgidos del
seno del pueblo.
• El surgimiento de organizaciones populares masivas sui generis, como los
Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
9
Llamada así porque precisamente en 1953 se cumplían 100 años del nacimiento del Apóstol,
José Martí (1853-1895).
10
Término derivado de la Enmienda Platt, apéndice constitucional impuesto por Estados Uni-
dos al finalizar su ocupación de la Isla en 1902; mediante este podía intervenir en Cuba cuando
lo estimare conveniente. Estuvo vigente hasta 1934. La calificación se aplicaba a los políticos
e ideólogos que predicaban la sumisión a los intereses estadounidenses.

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En ese contexto, la agresión imperialista se convirtió en una constante a la
que ha tenido que enfrentarse la Revolución para ser y existir y, por tanto, prác-
ticamente en un elemento estructural que afecta todos los aspectos de la vida y
el desarrollo de la Revolución.
El bloqueo es en propiedad una guerra económica que forma parte de un
sistema global de agresión contra la Revolución Cubana, cuyo propósito es des-
truirla. En cierto sentido puede asimilarse como una deformación estructural
más que hay que vencer una y otra vez, pues mantiene su capacidad de reproduc-
ción mientras exista el imperialismo estadounidense como fenómeno global.
La lucha antimperialista fue una escuela política práctica de afirmación de la
nacionalidad y de radicalización ideológica que llevaría a la asunción del socialis-
mo como ideología popular masiva. Por eso, no es casual que en el contexto
del enfrentamiento militar a la fuerza mercenaria organizada en y por Estados
Unidos, que desembarcó por Playa Girón, Fidel proclamara la revolución como
patriótica, democrática y socialista.
Fue justamente la dialéctica de la historia la que mostró que solo la opción
socialista hacía viable el proyecto revolucionario del Moncada, con lo cual se
constituía en la continuidad lógica de este y, por tanto, en su superación; de ahí
que los que fueron al Moncada siendo martianos se convirtieran al marxismo
sin dejar de ser martianos –como expresó la combatiente Haydee Santamaría–
y los que fueron siendo marxistas comprobaran en la práctica la justeza de sus
concepciones.
Fidel Castro expresó el 1ro. de diciembre de 1961: «Cuando se escriba la
historia de este etapa y quieran escribir sobre algún mérito de esta Revolución,
digan que estábamos haciendo una revolución socialista sin socialistas».11
Un mérito histórico de Fidel es que supo conjugar la tradición nacional po-
pular y la impronta socialista del pueblo cubano, con la acertada interpretación
de la realidad y de los caminos que conducían a la liberación definitiva.
Del mismo modo que en sus orígenes Marx compartió las ideas filosóficas
hegelianas, Fidel en una primera etapa militó en un partido populista, la orto-
doxia. Las dos corrientes, cada una en su campo, fueron conciencia de su épo-
ca. El mérito de ambos es que la trascendieron para abrir una nueva era.
JOSÉ BELL LARA / Una sola Revolución

Durante los años 50, producto de la Guerra Fría y el macartismo, tenía gran
influencia ideológica el anticomunismo, formaba parte de los instrumentos de domi-
nación del imperio, por lo que calificar de comunista a un movimiento de
liberación tenía una función divisionista y confusionista, de ahí que la Revolu-
ción se definiera por sus hechos y por la fidelidad a lo que había prometido
realizar y estaba cumpliendo.

11
Dirección Nacional del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba: El Partido Marxis-
ta-Leninista, La Habana, 1963, p. 133.

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Fidel, en sus declaraciones en el juicio al traidor Hubert Matos, ante la cam-
paña confusionista que este trataba de levantar, mostró cómo la Revolución
desde sus inicios, cuando aún no era poder, manifestó en declaraciones y docu-
mentos cuáles eran los propósitos del movimiento revolucionario –comenzando
por La historia me absolverá–, cuáles eran sus propósitos y cómo estos objetivos
fueron ratificados una y otra vez en el transcurso del proceso revolucionario y,
justamente, el hacer realidad esos propósitos era la real causa del enfrentamiento.
El Che en una carta al escritor argentino Ernesto Sábato escribió acertada-
mente que la Revolución había engañado a los imperialistas y sus lacayos diciendo
la verdad:
Según sus hojas de testificación, donde decía: «nacionalizaremos los servicios
públicos» debía leerse: «evitaremos que eso suceda si recibimos un razonable
apoyo»; donde decía: «liquidaremos el latifundio», debía leerse: «utilizaremos el
latifundio como una buena base para sacar dinero para nuestra campaña polí-
tica, o para nuestro bolsillo personal», y así sucesivamente. Nunca les pasó por
la cabeza que lo que Fidel Castro y nuestro Movimiento dijeran tan ingenua y
drásticamente fuera la verdad de lo que pensábamos hacer.12
Y hacer realidad lo que pensaban hacer, solo podía ser bajo el socialismo.
Los documentos que presentamos a continuación pretenden ser una prime-
ra aproximación, incompleta por lo reducido de la muestra, a la complejidad
de ese proceso.

12
Ernesto Che Guevara: Obras 1957-1967, Casa de las Américas, La Habana, 1970, t. I, p. 679.

412

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Manifiesto del Moncada*

Ante el cuadro patético y doloroso de una República sumida bajo la


voluntad caprichosa de un solo hombre, se levanta el espíritu nacional
desde lo más recóndito del alma de los hombres libres. Se levanta para
proseguir la Revolución inacabada que iniciara Céspedes en 1868, con-
tinuó Martí en 1895, y actualizaron Guiteras y Chibás en la época repu-
blicana. En la vergüenza de los hombres de Cuba se asienta el triunfo
de la Revolución Cubana.
Ante la arrogancia desafiante de la dictadura y el conciliábulo y la
componenda ridícula de los políticos desgastados, se levanta la ver-
güenza inquebrantable del pueblo cubano en la decisión unánime de
reconquistar su Constitución, sus libertades esenciales y sus derechos
inalienables, pisoteados sin tregua por la usurpación traicionera.
Ante el caos en que ha sumido a la nación el empeño del más ambi-
cioso de todos los cubanos y el interés despiadado de sus congéneres, la
juventud que ama la libertad y respeta el decoro de los hombres libres,
se alza vibrante en un gesto de rebeldía inmortal, rompiendo el pacto
insano con la concepción del pasado y con el presente de duelo y
decepción.
Ante la tragedia de Cuba contemplada con calma por líderes políticos
sin honra, se alza en esta hora decisiva, arrogante y potente, la juventud
del Centenario, que no mantiene otro interés como no sea el decidido
anhelo de honrar con sacrificio y triunfo, el sueño irrealizado de Martí.
En nombre de las luchas incansables que han marcado cumbres de
gloria en la historia de Cuba, viene la Revolución nueva, rica en hom-
bres sin tachas, para renovar de una vez y para siempre la situación
insoportable en que han hundido al país los ambiciosos y los impreviso-
res y, agarrada a las raíces del sentimiento nacional cubano, a la prédica
de sus más grandes hombres y abrazada a la bandera gloriosa de la estre-
lla solitaria, viene a declarar ante el honor y la vergüenza del pueblo
cubano: en la vergüenza de los hombres de Cuba está el triunfo de la
Revolución Cubana. La revolución de Céspedes, de Agramonte... de
Manifiesto del Moncada

Maceo, de Martí... de Mella y de Guiteras, de Trejo y de Chibás. La

* Redactado en acuerdo y orden del comandante Fidel Castro, por Raúl Gómez García, mártir
del Moncada. Tomado de J. Bell Lara: Fase insurreccional de la Revolución Cubana, ob. cit. (en n. 5),
pp. 44-49.

413

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Revolución que no ha triunfado todavía. Por la dignidad y el decoro de
los hombres de Cuba, esta Revolución triunfará.
El Centenario Martiano culmina un ciclo histórico que ha marcado progre-
sos y retrocesos paulatinos en los órdenes político y moral de la Repú-
blica: la lucha sangrienta y viril por la libertad e independencia; la
contienda cívica entre los cubanos para alcanzar la estabilidad política
y económica; el proceso funesto de la intervención extranjera; las dicta-
duras de 1929-1933 y de 1933-1944; la lucha incansable de los héroes y
mártires por hacer una Cuba mejor.
Alboreaba en la vida cubana el propósito encendido de encontrar el
camino verdadero; estaba la conciencia ciudadana en disposición de
dar su mejor fruto, conquistado por el sacrificio de la vida de uno de los
más preclaros próceres y por el mandato de su voz admonitoria; al man-
do del más ambicioso de los cubanos una ridícula minoría se apoderó
del país, derrochando falaces promesas y mentirosa propaganda. El pro-
pósito era hacer creer al pueblo sano que aquel golpe traicionero al co-
razón de las instituciones era capaz de engendrar el progreso social, la
paz, el trabajo.
Al collar de sangre y de ignominia, de lujuria desmedida y de atraco al
tesoro nacional, que estaba atado al nombre del nuevo gobernante, se
unía a la larga cadena de atentados contra Cuba: institución del «golpe
de Estado» para asegurar regímenes de fuerza; soborno del Congreso y de
los presidentes títeres; destitución física de varios presidentes; imposi-
ción de castas y privilegios, disolución del Congreso; nombramiento
ilegítimo de personas en el Poder Judicial; destitución de concejales y alcal-
des; atropellos y abusos en la persona física de los ciudadanos y coloca-
ción de una bandera sin gloria al lado de la bandera más gloriosa.
El presente reeditó con creces, al poco tiempo del golpe traidor, las
calamidades, la angustia, el desalojo y el hambre, de que es signo ine-
quívoco el ambicioso Jefe de Gobierno y sus acólitos principales. La
paralización en seco del ansia popular por el abuso de la fuerza, trajo
como consecuencia la más grave situación engendrada por un suceso
político cubano en todas las épocas; merma de la producción industrial;
disgusto de los obreros y expulsión de sus centros de trabajo; persecu-
ción y encarcelamiento de los estudiantes por su protesta cívica contra
el régimen; aislamiento y división de los partidos políticos; desaparición
repentina del dinero de la calle; huida a las arcas del temeroso capital;
presos los que se atrevieron a protestar públicamente por el atropello a
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la República; disolución del Código y muerte de la Constitución y sus
derechos. Sobre la conciencia del autor cae el desprecio de los hombres
libres y el filo de la espada justiciera...
En el caos surgido sobre nuestro pueblo, herido, pero jamás muerto,
cayeron otras tardías ambiciones. Los que no pudieron hacer del país lo
que mil veces prometieron teniendo en sus manos el poder..., los que, si
bien no ahogaron la expresión serena de la libertad, tampoco contribu-
yeron a hacerla justa y eterna para nuestro país, para arrancar de la raíz
de nuestra historia el trágico golpe insólito; vinieron entonces a fungir
de apóstoles, tratando en vano de reconquistar glorias pasadas. Ni puede
triunfar en el ánimo y la conciencia popular otra idea que no sea la
desaparición total de este estado latente, de este caos infecto donde nos
han sumido tanto los culpables del atentado madrugador a las institu-
ciones nacionales, como los que han podido ver en calma el crimen. Ni
es honrado ni justo atentar al corazón de la República, ni es justo ni es
honrado encaramarse sobre ella para dejar que los demás atenten.
Ante el cuadro político de Cuba se regocijan el dictador infeliz y sus
congéneres subidos sobre la frente del pueblo en su afán ansioso de
saqueo. Ante el cuadro patético de Cuba los políticos venales se aso-
cian para montar la nueva pantomima. Fósiles de la política cubana
sacan al foro público las ideas más retrógradas, los pensamientos más
inútiles; mientras el ansia popular, que nunca se equivoca, esperaba la
clarinada de alerta, la defensa de sus más sagrados derechos, de su ban-
dera tricolor y de la idea eterna por la que han muerto los más ilustres y
desinteresados ciudadanos.
Por defender esos derechos, por levantar esa bandera, por conquistar
esa idea, en tierra tiene puestas las rodillas la juventud presente, juven-
tud del Centenario, pináculo histórico de la Revolución Cubana, época
de sacrificio y grandeza Mariana. Por conquistarla, el ojo avizor tiene la
juventud puesto en la entraña de los hombres de verdad, de mente ágil,
espíritu gigante, que supieron darlo por una Cuba digna de la sangre
espontánea de sus hijos, viva en la consolidación de su destino inevita-
ble por el sueño supremo del Apóstol.
Manifiesto del Moncada

A los que prescindieron de los amantes de la libertad para consumar


el golpe de Estado, se les levanta en esta hora decisiva, arrogante y
potente, la juventud del Centenario, eco de un ayer honroso, cuna de un
porvenir mejor. Los que no contaron con esa juventud honesta y estu-
diosa, capaz de escribir con sacrificio su homenaje mejor a Martí, ni
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conocen ni saben que en el corazón de los cubanos todos está el valor y
la vergüenza de la Patria y que iremos a ponerla en victoria en los cam-
pos excelsos de las palmas. Allí debe estar la justicia del pueblo en este
año glorioso. En 1853 con el nacimiento de un hombre de luz, comenzó
la Revolución Cubana; en 1952 terminará con el nacimiento de una
República luz.
A. La Revolución declara que no persigue odio ni sangre inútil, sino
salvar la vergüenza de Cuba en su año crucial. Surgiendo de las
capas más genuinas del valor criollo, nace la revolución del pueblo
cubano con la vanguardia de una juventud anhelante de una Cuba
nueva, limpia de pasados errores y de mezquinas ambiciones. Es la
revolución hermandad de nuevos hombres y de procedimientos
nuevos preparada con la potencia irredenta y la decisión de los que
dedican su vida a un ideal.
B. La Revolución declara que es el frente meditado de un empeño
arrancado de una vez y para siempre de todas las ataduras que nos
ligan al pasado corrupto y todos los mitos que nos mantienen en el
presente de amargura y dolor.
C.La Revolución se declara libre de trabas con las naciones extranje-
ras y libre también de influencias y apetitos de políticos y persona-
jes propios. La Revolución es una entidad viril, y los hombres que
la han organizado y que la representan pactan con la sagrada vo-
luntad del pueblo para conquistar el porvenir que se merece. La
Revolución es la decisiva lucha de un pueblo contra todos los que
lo han engañado.
D.La Revolución declara que respeta la integridad de los ciudadanos
libres y de los hombres de uniforme que no han traicionado el co-
razón nacional, ni le han sometido su bandera gloriosa, ni han ab-
jurado de su Constitución. Saluda en esta hora decisiva a todos los
cubanos de vergüenza, donde quiera que estén, y abraza con júbilo
a los decididos que se cobijan sinceros sobre su arco de triunfo.
E. La Revolución declara su energía y rigor contra los que solo han
sabido tener energía y rigor para arrebatar al pueblo sus sagrados
derechos e instituciones, conculcando la libertad y soberanía al
costo del dolor, y de la angustia de los hijos de Cuba.
F. La Revolución declara su decisión firme de situar a Cuba en el
plano de bienestar y prosperidad económica que aseguran su rico
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subsuelo, su situación geográfica, su agricultura diversificada, y su
industrialización, que han sido explotados por gobiernos legítimos
y espurios, por ambiciones desmedidas y por interés culpable.
G. La Revolución declara que reconoce y se orienta en los ideales de
Martí, contenidos en sus discursos, en las Bases del Partido Revo-
lucionario Cubano, y en el Manifiesto de Montecristi; y hace suyos
los Programas Revolucionarios de la Joven Cuba, el ABC Radical y
el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos).
H. La Revolución declara su respeto por las Naciones Libres de Amé-
rica hermana que ha sabido conquistar, a costa de cruentos sacrifi-
cios, la posición de libertad económica y justicia social que es el
índice de nuestro siglo. Y hace votos, en esta hora decisiva, por
que la claridad cubana sea una estrella más en la conquista de los
ideales e intereses latinoamericanos, latentes en la sangre de nues-
tros pueblos y en el pensamiento de nuestros hombres más ilustres.
I. La Revolución declara su afán y decisión de renovar, íntegra y to-
talmente, el medio económico nacional, con la implantación de las
medidas más urgentes para resolver la crisis y repartir trabajo hon-
rado y dinero equitativo a todos los hogares cubanos, decisión que
es una e indivisible en el corazón de los hombres que la defienden.
J. La Revolución declara su respeto por los obreros y los estudiantes
como masas acreditadas en la defensa de los derechos inalienables
y legítimos del pueblo cubano, la plasmación de una total y defini-
tiva justicia social basada en el adelanto económico e industrial
bajo un plan sincronizado y perfecto, fruto de razonado y meticu-
loso estudio.
K. La Revolución declara su respeto absoluto y reverente por la Cons-
titución que se dio al pueblo en 1940 y la restablece como Código
Oficial. Declara que la única bandera es la tricolor de la estrella
solitaria y la eleva como siempre, gloriosa y firme, al fragor del
combate; que no hay otro himno que el Nacional cubano reconoci-
do en el mundo entero por la estrofa vibrante: ¡Que morir por la
patria es vivir!
Manifiesto del Moncada

L. La Revolución declara su amor y su confianza en la virtud, el ho-


nor y el decoro del hombre y confiesa su intención de utilizar los
que valen de verdad, en función de esas fuerzas del espíritu, en la
tarea regia de la reconstrucción cubana. Estos hombres existen en
todos los lugares e instituciones de Cuba, desde el bohío campesi-
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no hasta el cuartel general de las Fuerzas Armadas; y el ojo avizor
de la Revolución los situará en la posición de servicio que Cuba les
pide. No es esta una Revolución de castas.
Cuba abraza a los que saben amar y fundar, y desprecia a los que
odian y deshacen. Fundaremos la República Nueva, con todos y para el
bien de todos, en el amor y la fraternidad de todos los cubanos.
La Revolución se declara definitiva, recogiendo el sacrificio incon-
mensurable de las pasadas generaciones, la voluntad inquebrantable de
las presentes generaciones, y la vida en bienestar de las generaciones
venideras.
En nombre de los Mártires.
En nombre de los derechos sagrados de la Patria.
Por el honor del Centenario

LA REVOLUCIÓN CUBANA

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FIDEL CASTRO

No hemos hecho más que cumplir


lo que prometimos al pueblo*

Y por último, vamos a terminar sobre este problema de la cosa ideológica.


Yo creo sencillamente que nosotros aquí, en el Gobierno Revoluciona-
rio, no hemos hecho más que cumplir con lo que prometimos al pueblo.
«Dígase a dónde vamos». La Revolución dijo a dónde iba, desde mu-
cho antes de que nosotros llegáramos a la playa de Belice.
Creo que no necesito más que 15 minutos, todo lo más 20, para ter-
minar: Nuestra conducta, nuestra postura, nuestros planteamientos,
cómo hemos actuado; si nosotros hemos sido unos mentirosos engaña-
dores del pueblo, o nosotros hemos sido hombres que siempre hemos
dicho la verdad. En esta cosa, quiero solo explicar en este juicio el as-
pecto político de nuestra Revolución, y nuestra línea.
Y aquí está lo primero que escribí después del 10 de marzo; empezá-
bamos a decir lo que pensábamos a los tres días del 10 de marzo:
Revolución no: zarpazo... Patriotas no: liberticidas, usurpadores,
retrógrados, aventureros sedientos de odio y poder; no fue un cuar-

FIDEL CASTRO / No hemos hecho más que cumplir lo que prometimos al pueblo
telazo contra el Presidente Prío, fue un cuartelazo contra el pue-
blo; no había orden pero el pueblo era a quien le correspondía decidir
civilizadamente, escoger sus gobernantes, por voluntad y no por la
fuerza; correría el dinero en favor del candidato impuesto, nadie lo
niega, pero ello no alteraría el resultado, como no lo alteró el derro-
che del Tesoro Público en favor del candidato impuesto por Batis-
ta en 1944. Falso por completo, absurdo, ridículo e infantil que
Prío intentase un golpe de Estado. Se sufría el desgobierno, pero se
sufría desde hace años, esperando la oportunidad constitucional
justiciera del mal; y usted, Batista, que huyó cobardemente cuatro
años y politiqueó inútilmente otros tres, se aparece ahora con su
tardío, perturbador y venenoso remedio, haciendo trizas la Consti-
tución, cuando solo faltaban dos meses para llegar a la meta por la
* Fragmento de las declaraciones del primer ministro del Gobierno Revolucionario, Fidel Cas-
tro, en el juicio contra el ex comandante Hubert Matos, en Ciudad Libertad, el 14 de diciem-
bre de 1959 [n. de los A.]; tomado de José Bell, Delia Luisa López y Tania Caram: Documentos
de la Revolución Cubana 1959, ob. cit. (en n. 8), pp. 298-314.

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vía adecuada. Todo lo alegado por usted es mentira, cínica justifi-
cación, disimulo de lo que es vanidad y no decoro patrio, ambición
y no ideal, apetito y no grandeza ciudadana.
Otra vez las botas, otra vez Columbia dictando leyes, otra vez los
tanques rugiendo amenazadores sobre nuestras calles, otra vez la
fuerza bruta imperando sobre la razón humana. Nos estábamos
acostumbrando a vivir dentro de la Constitución, 12 años llevába-
mos sin grandes tropiezos, a pesar de los errores sedentarios; los
estados superiores de convivencia cívica no se alcanzan sino a tra-
vés de largos esfuerzos; usted, Batista, acaba de echar por tierra en
unas horas esa noble ambición del pueblo de Cuba. Cuanto hizo
Prío de malo en tres años lo estuvo usted haciendo antes; su golpe
es, pues, injustificable; no se basa en ninguna razón moral seria ni
en doctrina social o política de ninguna clase, solo halla razón de
ser en la fuerza y justificación en la mentira; su mayoría está en el
Ejército, jamás en el pueblo; sus votos son los fusiles, jamás las
voluntades; con ello puede ganar un cuartelazo, nunca unas elec-
ciones limpias. Su asalto al poder carece de principios, que lo legi-
tima; ríase si quiere, pero, los principios son a la larga más poderosos
que los cánones, de principios se forman y alimentan los pueblos,
con principios se alimentan en la tarea, por los principios mueren.
¡No llame revolución a ese ultraje, a ese golpe perturbador e ino-
portuno, a esa puñalada que acaba de clavar en la espalda de la
República! Trujillo ha sido el primero en reconocer su gobierno, él
sabe quiénes son sus amigos en la camarilla de tiranos que azota la
América, ello dice mejor que nada el carácter reaccionario, milita-
rista y criminal de su zarpazo. Nadie cree ni remotamente en el
éxito gubernamental de su vieja y podrida camarilla; es demasiada
la sed de poder, es muy escaso el freno cuando no hay más Consti-
tución ni más ley que la voluntad del tirano y sus secuaces. ¡Sé de
antemano que su garantía a la vida será la tortura y el palmacristi!
¡Los suyos matarán, aunque usted no quiera, y usted consentirá
tranquilamente porque a ellos se debe por completo! ¡Los déspotas
son amos de los pueblos que oprimen y esclavos de los cuerpos en
que sustentan la opresión! A su favor lloverá ahora propaganda
mentirosa y demagógica, por las buenas o por las malas, y sobre sus
opositores lloverán viles calumnias, así lo hicieron otros y de nada
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les valió en el ánimo del pueblo; ¡pero la verdad que alumbre los
destinos de Cuba y guíe los pasos de nuestro pueblo en esta hora
difícil, esa verdad que ustedes no permitirán decir, la sabrá todo el
mundo: correrá de boca en boca en cada hombre o mujer, aunque
nadie lo diga en público ni lo escriba en la prensa, y todos la cree-
rán y la semilla de la rebeldía heroica se irá sembrando en todos los
corazones, es la brújula que hay en cada conciencia!
No sé cuál será el placer vesánico de los opresores en el látigo que
dejan caer como Caínes sobre la espalda humana. Cubanos: ¡hay
tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras! ¡Hay
opresión en la Patria, pero habrá algún día otra vez libertad! ¡Yo
invito a los cubanos de valor: la hora es de sacrificio y de lucha! ¡Si
se pierde la vida, nada se pierde! Vivir en cadenas es vivir en opro-
bio y afrenta sumidos, morir por la Patria es vivir!
(OVACIÓN PROLONGADA)
Así comenzamos nuestra lucha, tres días después del 10 de marzo de
1952, llamando al pueblo. Lo demás es largo. Hay muchos documentos,
pero ya que se habla de que se defina a dónde vamos y cómo vamos, y
esto se definió hace mucho tiempo, debo decir algunas cosas: «Mani-
fiesto número 1 del “26 de Julio” al pueblo de Cuba...» –unos párrafos

FIDEL CASTRO / No hemos hecho más que cumplir lo que prometimos al pueblo
nada más, sobre los problemas económicos y sociales:
A los que acusan a la Revolución de perturbar la economía del
país, les respondemos: para los guajiros que no tienen tierra, no
existe economía; para el millón de cubanos que están sin trabajo,
no existe economía; para los obreros ferrocarrileros, portuarios,
azucareros, henequeneros, textileros, autobuseros y otros tantos
sectores a quienes Batista ha rebajado sus salarios despiadadamente,
no existe economía, y solo existirá para todos ellos mediante una
revolución justiciera que repartirá la tierra, movilizará la inmensa
riqueza del país y le liberará las condiciones sociales, poniendo
coto al privilegio y la explotación.
¿Acaso puede esperarse ese milagro de los candidatos a Represen-
tantes en las elecciones parciales que se anuncian? ¿O se trata por
ventura de la economía de los Senadores que ganan 5 000 pesos
mensuales, de los generales millonarios, de los trusts extranjeros
que explotan los servicios públicos, de los grandes terratenientes,
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de la tribu de parásitos que medran y se enriquecen a costa del
Estado y del pueblo? Entonces, ¡bienvenida la Revolución que
perturba la economía de los pocos que disfrutan de ella
pantagruélicamente!; al fin y al cabo, no solo de pan vive el hombre.
Y otra pregunta para los que hablan de economía: ¿no está com-
prometiendo Batista el crédito de un país por 30 años, no pasa la
deuda pública de 800 000 000 de pesos, no hay un déficit de más
de 100 000 000, no está pignorando las reservas monetarias de la
Nación a los bancos extranjeros, buscando dinero como un deses-
perado? ¿No despilfarra los 350 000 000 del último empréstito
comprando aviones de propulsión a chorro y cosas por el estilo, sin
plan ni programa, sin más consejo que sus personalísimos capri-
chos? ¿Se puede jugar así con el destino de un país, lo autorizó
alguien para emprender estas locas aventuras crediticias, consultó
al pueblo en algún sentido? ¿A cuánto ascienden, por último, los
millones que personas muy ligadas a Batista trasladan periódicamen-
te a los bancos norteamericanos? A nosotros nos corresponde, más
que a nadie, preocuparnos, porque nosotros y las generaciones veni-
deras tendremos que pagar las terribles consecuencias de esa polí-
tica corrompida y desenfrenada.
Nosotros estamos pagando más: la persecución contra el país es cada
día mayor, las campañas, incluso para privarnos del turismo, las campa-
ñas que se hacen diariamente. Aquí mismo: «La Canadian Pacific se
unirá al boycot turístico contra Cuba»:
NEW YORK, 17. La Canadian Pacific Steamship anunció que estu-
dia la suspensión de sus escalas de viajes de turismo en La Habana
durante el invierno, en vista de la reacción desfavorable de los pa-
sajeros ante los sucesos políticos de esa República. L. S. Thompson,
gerente de pasajes, dijo que la compañía tenía antes la intención de
enviar sus buques de 25 000 toneladas Express of the Plane y Express
of Kingland a La Habana durante la temporada de turismo. Ocho
compañías de turismo: Home Line, North German, Lloyd, Holland
American, Hamburgo American, Clipper Line, Cunard Tourist
American y Grace Line han eliminado a La Habana de sus itine-
rarios.
Han eliminado a La Habana de sus itinerarios; cuando La Habana
es la ciudad más tranquila, cuando no aparecen los cadáveres de
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los jóvenes asesinados, cuando no hay crimen, cuando no hay tor-
turas, cuando un pueblo está viviendo por primera vez un espec-
táculo de paz verdadera, de respeto y de esperanza; y entonces:
boycot turístico contra Cuba, lo que no hicieron contra la sangrienta
tiranía, porque la sangrienta tiranía defendía esos grandes intereses.
Y así en la revista Bohemia, en un artículo titulado «Frente a todos»,
porque aquí ya no quedaba más remedio que decir, frente a todos para
poder llevar la Revolución adelante: «Sin un centavo salí de Cuba,
decidido a realizar lo que otros no habían logrado con millones de pe-
sos. Acudí al pueblo, visité la emigración, lancé un manifiesto al país
solicitando ayuda y me puse a mendigar para la Patria, reunir centavo a
centavo lo que era necesario para conquistar su libertad».
Esto no está escrito ahora, esto está escrito en el exilio. Dije pública-
mente en el Park Garden de Nueva York:
El pueblo cubano desea algo más que un simple cambio de man-
dos. Cuba ansía un cambio radical en todos los campos de la vida
pública y social. Hay que darle al pueblo algo más que libertad y
democracia en términos abstractos, hay que proporcionarle una
existencia decorosa a cada cubano; el Estado no puede desenten-
derse de la suerte de ninguno de los ciudadanos que han nacido en

FIDEL CASTRO / No hemos hecho más que cumplir lo que prometimos al pueblo
el país y crecido en él; no hay tragedia mayor que la del hombre que
capaz de trabajar y deseoso de hacerlo pasan hambre él y su familia
por falta de ocupación; el Estado está obligado a proporcionárselo
ineludiblemente o a mantenerlo mientras no lo encuentre. Ningu-
na de las fórmulas de bufete que hoy se discuten contempla esa
situación, como si el grave problema de Cuba consistiera en el modo
de satisfacer las ambiciones de unos cuantos políticos desplazados
del poder o deseosos de llegar a él.
Dije públicamente: «Reuniremos a nuestros compatriotas detrás de
una idea de dignidad plena para el pueblo de Cuba y de justicia para los
hambrientos y olvidados y de castigo para los grandes culpables».
Y finalicé aquel escrito:
En Cuba no ha habido nunca justicia. Envían a la cárcel al infeliz
que robe una gallina, mientras disfrutan de impunidad los grandes
malversadores. Es sencillamente un crimen incalificable. ¿Cuándo
un juez correccional ha condenado a un poderoso? ¿Cuándo un
dueño de ingenio fue a parar a un vivac? ¿Cuándo un guardia rural
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se lo llevó preso? ¿Serán impolutos, serán santos, o será que en
nuestro ordenamiento social la justicia es una gran mentira aplica-
da a la medida de la conveniencia de los intereses creados? El te-
mor a la justicia es lo que ha puesto de acuerdo a los malversadores
y a la tiranía; los malversadores, aturdidos por los gritos de revolu-
ción que redoblan con fuerza creciente, como campanas que lla-
man a juicio final de los malvados, en todas las concentraciones
multitudinarias han atendido las prudentes palabras de Ichaso en
su «Cabalgata Política» de la Bohemia de fecha 4 de diciembre de
1955: «Fidel Castro resulta un competidor demasiado peligroso para
ciertos jefes de la oposición que durante estos tres años y medio no
han acertado a tomar una postura correcta ante la situación cuba-
na. Esos jefes lo saben muy bien, se sienten ya desalojados por el
volumen que va alcanzando el Movimiento Revolucionario 26 de
Julio, en la batalla antimarxista. La reacción lógica de los políticos
ante este hecho evidente debiera ser enfrentar una acción política
resuelta a la acción revolucionaria del fidelismo. Los malversadores
han escuchado el cordial llamamiento que le ha hecho el concejal
batistiano de La Habana, Pedro Alomá Keesel, en un órgano gu-
bernamental, con fecha de 14 de diciembre: “A los políticos sin
excepción nos interesa mucho frenar los planes insurreccionalistas
de Fidel Castro; si nos dormimos en las naves y continuamos
empecinados en cerrar los caminos políticos estaremos abriendo a
Fidel Castro la vía revolucionaria. Quisiera ver quiénes de la opo-
sición y del Gobierno vamos a salvarnos si el fidelismo llega a triun-
far en Cuba”».
Saben que salí de Cuba sin un centavo, sin embargo temen que
hagamos la revolución; luego reconocen que podemos contar con
el pueblo. La nación está a punto de presenciar la gran traición de
los políticos: sabemos que para los que mantenemos la postura
digna la lucha será dura, pero no nos arredran el número de enemi-
gos que tengamos delante, defenderemos nuestros ideales frente a
todos. Joven es quien siente dentro de sí la fuerza de su propio
destino; quien sabe pensarlo contra la resistencia ajena; quien pue-
de sostenerlo contra los intereses creados. La oposición politiquera
está en plena decadencia y descrédito. Primero exigieron un go-
bierno neutral y elecciones generales inmediatas; luego se concre-
taron a pedir solamente elecciones generales en 1956; ya no hablan
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siquiera de año; terminarán quitándose la última hojita de parra y
aceptarán cualquier arreglo con la dictadura; no se ha discutido
una cuestión de principios, simples detalles de tiempo para entrar a
saco en el presupuesto de la desdichada República. Y aquí volve-
mos a los problemas económicos y sociales, pero los campesinos
cansados de discursos y promesas de reforma agraria y repartos de
tierra, saben que de los políticos nada pueden esperar. Un millón y
medio de cubanos que están sin trabajo por causa de la incapaci-
dad, imprevisión y avaricia de los malos gobiernos, saben que de
los políticos nada pueden esperar. Millares de enfermos que están
sin camas y medicinas, saben que de esos políticos que les piden el
voto a cambio de un favor, y cuyo negocio consiste en que haya
siempre muchos necesitados para poder comprar al bajo precio sus
conciencias, nada pueden esperar. Los cientos de miles de familias
que viven en bohíos, barracones, solares y cuarterías, pagan alqui-
leres exorbitantes, los obreros que ganan salario de hambre, cuyos
hijos no tienen ropas ni zapatos para ir a la escuela, el ciudadano
que paga la electricidad más cara que en ningún país del mundo, o
solicitó un teléfono hace 10 años y no lo han puesto todavía, en
fin, cuantos han tenido que sufrir siempre los horrores en mísera
existencia, saben que de los políticos nada pueden esperar.

FIDEL CASTRO / No hemos hecho más que cumplir lo que prometimos al pueblo
Sabe el pueblo, que con los cientos de millones sustraídos por los
trusts extranjeros, más los cientos de millones que le han robado los
malversadores, más las prebendas que han disfrutado millares de
parásitos sin prestar servicios, ni producir nada para la sociedad,
más las filtraciones de toda índole por concepto de juego, vicio,
bolsa negra, etcétera, Cuba sería uno de los países más prósperos y
ricos de América, sin emigrados ni desocupados, ni hambrientos,
ni enfermos sin camas, ni analfabetos, ni mendigos, de los partidos
políticos, organizaciones de comadres y de compadres destinadas
a sacar representantes, senadores y alcaldes, nada espera el pueblo.
De la Revolución, organización de combatientes hermanados en
un gran ideal patrio, todo lo espera y lo tendrá. Diciembre 25 de
1955.
Y aquí, en los puntos que señalábamos en este Manifiesto:
Primero: Proscripción del latifundio, distribución de la tierra entre
familias campesinas, concesión inembargable e intransferible de la
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propiedad a todos los pequeños arrendatarios, colonos, aparceros,
precaristas existentes, ayuda económica y técnica del Estado, re-
ducción de impuestos. Dos: Reivindicación de todas las conquis-
tas obreras, arrebatadas por la dictadura. Tres: Industrialización
inmediata del país mediante un vasto plan trazado e impulsado por
el Estado, que deberá movilizar resueltamente todos los recursos
humanos y económicos de la Nación, en un supremo esfuerzo de
librar al país de la postración moral y material en que se encuentra.
No se concibe que exista hambre en un país tan privilegiado por la
naturaleza, donde todas las despensas debieran estar abarrotadas
de productos, y todos los brazos trabajando laboriosamente. Cuar-
to: Rebaja vertical de todos los alquileres, con beneficio efectivo
de las 2 200 000 personas que invierten en ello la tercera parte de
sus entradas; construcción por el Estado de viviendas decorosas
para dar albergue a las 400 000 familias hacinadas en cuarterías,
barracones, solares y bohíos inmundos; extensión de electricidad a
los 2 800 00 personas de nuestra población rural y suburbana que
carecen de ella; iniciación de una política tendiente a convertir a
cada inquilino en propietario del apartamento o casa que habita,
sobre la base de una amortización a largo plazo; nacionalización de
los servicios públicos; construcción de 10 ciudades infantiles para
albergar y educar íntegramente 200 000 hijos de obreros y campe-
sinos, que no pueden en la actualidad alimentarlos y vestirlos –y ya
el Ejército Rebelde está construyendo esa primera ciudad– exten-
sión de la cultura, previa reforma de todos los métodos de ense-
ñanza, hasta el último rincón del país, de modo que todo cubano
tenga la posibilidad de desarrollar sus aptitudes mentales y físicas
en un medio de vida decoroso; reforma general del sistema fiscal;
organización de la administración pública; implantación de medi-
das adecuadas en la educación y legislación para poner fin a todo
vestigio discriminativo, por razones de raza o sexo que lamentable-
mente existen en el campo de la vida social y económica; seguro
social y estatal contra el desempleo; reestructuración del Poder
Judicial y abolición de los Tribunales de Urgencia; confiscación de
todos los bienes a los malversadores, para que la República reco-
bre los cientos de millones que le han arrebatado impunemente y
puedan invertirse en la realización de algunas de las iniciativas an-
teriores.
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Es decir, que esta Revolución no está haciendo sino cumplir el pro-
grama que se prometió, cuando muchos, quizás casi todos, creían que
no éramos más que unos ilusos.
«Frente al 10 de Marzo el 26 de Julio». Así finalizaba, con las palabras
siguientes, este artículo que decía:
Para las masas chibacistas, el Movimiento 26 de Julio no es algo
distinto a la ortodoxia; es la ortodoxia sin una dirección de terrate-
nientes, sin latifundistas azucareros, sin especuladores de bolsa,
sin magnates de la industria y el comercio, sin abogados de grandes
intereses, sin caciques provinciales, sin politiqueros de ninguna
índole. Lo mejor de la ortodoxia está librando junto a nosotros esta
hermosa lucha y a Eduardo Chibás le brindaremos el único home-
naje digno de su vida y su holocausto: la libertad de su pueblo, que
no podrán ofrecerle jamás los que no han hecho otra cosa que de-
rramar lágrimas de cocodrilo sobre su tumba. El Movimiento 26 de
Julio es la organización revolucionaria de los humildes, por los hu-
mildes y para los humildes […].
(OVACIÓN)
[...] El Movimiento 26 de Julio es la esperanza de redención para la
clase obrera cubana, a la que nada pueden ofrecerle las camarillas

FIDEL CASTRO / No hemos hecho más que cumplir lo que prometimos al pueblo
políticas; es la esperanza de tierra para los campesinos que viven
como parias en la Patria que libertaron sus abuelos; es la esperanza
de regreso para los emigrados que tuvieron que marcharse de su
tierra, porque no podían trabajar ni vivir en ella; es la esperanza de
pan para los hambrientos y de justicia para los olvidados. El Movi-
miento 26 de Julio hace suya la causa de todos los que han caído en
esta dura lucha desde el 10 de marzo de 1952, y proclama serena-
mente ante la Nación, ante sus esposas, sus hijos, sus padres y sus
hermanos, que la Revolución no transigirá jamás con sus victimarios.
El Movimiento 26 de Julio es la invitación calurosa a estrechar
filas, extendida con los brazos abiertos, a todos los revolucionarios
de Cuba, sin mezquinas diferencias partidaristas y cualesquiera que
hayan sido las diferencias anteriores.
(APLAUSOS)
[...] El Movimiento 26 de Julio es el porvenir sano y justiciero de la
Patria, el honor empeñado ante el pueblo, la promesa que será cum-
plida. Marzo 19 de 1956.
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(APLAUSOS)
¿Quién habló más claro al pueblo? ¿Quién habló más claro? Noso-
tros, que dijimos que vendríamos en el 56, y no solo dijimos el día en
que veníamos, cuando todos estaban esperando que nos quedáramos
desprestigiados.
«Si en el plazo...» –esto fue el 19 de noviembre de 1956, faltaba un
mes y pico para ver si cumplíamos, nos estaban persiguiendo, y sencilla-
mente esto lo traigo aquí como una prueba de cómo hemos estado ac-
tuando siempre, dignamente, que incluso no solo fue la promesa del
56–, sino que aquí dijimos:
Si en el plazo de dos semanas a partir de la publicación de esta
entrevista, no hay solución nacional, el Movimiento 26 de Julio
quedará en libertad de iniciar en cualquier instante la lucha revolu-
cionaria, como única fórmula salvadora. Ratificamos plenamente
la promesa de 1956, pero aún en esa circunstancia declaramos que
si en medio de la lucha elementos trujillistas invaden a Cuba, esta-
mos dispuestos a hacer una tregua y volver nuestras armas contra
los enemigos de la Patria.
Es decir, si en el plazo de dos semanas, a partir de la publicación de
esta entrevista no hay solución nacional, el Movimiento 26 de Julio
quedará en libertad de iniciar en cualquier instante la lucha revolucio-
naria, como única fórmula salvadora.
Esto fue el 19 de noviembre, y el 2 de diciembre, es decir, 13 días
después, dos días antes de las dos semanas, llegamos a Cuba. Creo que
hemos sido hombres que hemos hablado claro, y quizás, por si quedan
algunas dudas, las que queden, aquí está La historia me absolverá [...]
(APLAUSOS). Y voy a leer solamente este aspecto económico social, don-
de se demuestra que la promesa se ha cumplido, que nuestra Revolu-
ción dijo desde hace mucho tiempo, desde hace mucho tiempo, hacia
dónde iba y cómo iba:
Dije que las segundas razones en que se basaba nuestra posibilidad
de éxito eran de orden social, porque teníamos la seguridad de con-
tar con el pueblo. Cuando hablamos de pueblo no entendemos por
tal a los sectores acomodados y conservadores de la nación, a los
que viene bien cualquier régimen de opresión, cualquier dictadura,
cualquier despotismo, postrándose ante el amo de turno hasta rom-
perse la frente contra el suelo. Entendemos por pueblo, cuando
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hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y
a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una Patria mejor
y más digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales
de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación
tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones en
todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea
en algo o en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí
misma, hasta la última gota de sangre. La primera condición de la
sinceridad y de la buena fe en un propósito es hacer precisamente
lo que nadie hace, es decir, hablar con entera claridad y sin miedo.
Los demagogos y los políticos de profesión quienes obran el mila-
gro de estar bien en todo y con todos, engañando necesariamente a
todos en todo. Los revolucionarios han de proclamar sus ideas va-
lientemente, definir sus principios y expresar sus intenciones para
que nadie se engañe, ni amigos ni enemigos.
Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los 600 000 cuba-
nos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente
sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento, a los 500 000
obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que tra-
bajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto compartiendo
con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para

FIDEL CASTRO / No hemos hecho más que cumplir lo que prometimos al pueblo
sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no
hubiera tantos corazones de piedra; a los 400 000 obreros indus-
triales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas
conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las inferna-
les habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las ma-
nos del patrón a las del garrotero, cuyo futuro es la rebaja y el
despido, cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tum-
ba; a los 100 000 agricultores pequeños, que viven y mueren traba-
jando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente
como Moisés la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla,
que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales una
parte de sus productos, que no pueden amarla, ni mejorarla, ni
embellecerla, plantar un cedro o un naranjo porque ignoran el día
que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen
que irse; a los 30 000 maestros y profesores tan abnegados, sacrifica-
dos y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones y que tan
mal se les trata y se les paga; a los 20 000 pequeños comerciantes
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abrumados de deudas, arruinados por la crisis y rematados por una
plaga de funcionarios filibusteros y venales; a los 10 000 profesio-
nales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, peda-
gogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores,
etcétera, que salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y
llenos de esperanza para encontrarse en un callejón sin salida, ce-
rradas todas las puertas, sordas al clamor y a la súplica. ¡Ese es el
pueblo, el que sufre todas las desdichas y es por tanto capaz de pe-
lear con todo el coraje! A ese pueblo, cuyos caminos están empe-
drados de engaños y falsas promesas, no le íbamos a decir: «te vamos
a dar», sino: «¡Aquí tienes; lucha ahora con todas tus fuerzas para
que sea [...] tuya la libertad y la felicidad!»
No dijimos... (APLAUSOS) no dijimos nunca que el pueblo fueran los
garroteros, ni los latifundistas, ni los intermediarios, ni los rentistas, ni
las plagas de parásitos que han mantenido sumido en la ruina y en el
hambre a nuestro pueblo. Dije lo que entendíamos por pueblo, y si no lo
supieron, si no lo entendieron o no lo quisieron oír, yo no tengo la culpa.
[...] Todas estas pragmáticas y otras estarían inspiradas en el cum-
plimiento estricto de dos artículos esenciales de nuestra Constitu-
ción, uno de los cuales manda que se proscriba el latifundio y, a los
efectos de su desaparición, la Ley señale el máximo de extensión
de tierra que cada persona o entidad pueda poseer para cada tipo de
explotación agrícola, adoptando medidas que tiendan a revertir la
tierra al cubano; y el otro ordena categóricamente al Estado em-
plear todos los medios que estén a su alcance para proporcionar
ocupación a todo el que carezca de ella y asegurar a cada trabaja-
dor manual o intelectual una existencia decorosa. Ninguna de ellas
podrá ser tachada por tanto de inconstitucional […].
El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el
problema de la vivienda, el problema del desempleo; el problema
de la educación y el problema de la salud del pueblo: he ahí concre-
tados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado re-
sueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las
libertades públicas y la democracia política.
Quizás luzca fría y teórica esta exposición si no se conoce la espan-
tosa tragedia que está viviendo el país en estos seis órdenes, suma-
da a la más humillante opresión política.
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El 85 % de los pequeños agricultores cubanos está pagando renta y
vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de
la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en
manos extranjeras. En Oriente, que es la provincia más ancha, las
tierras de la United Fruit Company y la West Indian unen la costa
norte con la costa sur. Hay 200 000 familias campesinas que no
tienen una vara de tierra donde sembrar una vianda para sus ham-
brientos hijos y, en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de
poderosos intereses, cerca de 300 000 caballerías de tierras pro-
ductivas. Si Cuba es un país eminentemente agrícola, si su pobla-
ción es en gran parte campesina, si la ciudad depende del campo, si
el campo hizo la independencia, si la grandeza y prosperidad de
nuestra Nación depende de un campesinado saludable y vigoroso
que ame y sepa cultivar la tierra, de un Estado que lo proteja y lo
oriente, ¿cómo es posible que continúe este estado de cosas?
Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles,
Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima [...].
Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar
el país es urgente, que hacen falta industrias metalúrgicas, indus-
trias de papel, industrias químicas, que hay que mejorar las crías,

FIDEL CASTRO / No hemos hecho más que cumplir lo que prometimos al pueblo
los cultivos, la técnica y elaboración de nuestras industrias alimen-
ticias, para que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen
las industrias europeas de queso, leche condensada, licores y acei-
tes y las de conservas norteamericanas, que necesitamos barcos
mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente de rique-
zas; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen
bajo las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la indus-
trialización espera por las calendas griegas.
Tan grave o peor es la tragedia de la vivienda. Hay en Cuba 200 000
bohíos y chozas; 400 000 familias del campo y de la ciudad viven
hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las más elementa-
les condiciones de higiene y salud; 2 200 000 personas de nuestra
población urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto
y un tercio de sus ingresos; y 2 800 000 de nuestra población rural
y suburbana, carecen de luz eléctrica. Aquí ocurre lo mismo: si el
Estado se propone rebajar los alquileres, los propietarios amenazan
con paralizar todas las construcciones; si el Estado se abstiene,
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construyen mientras puedan percibir un tipo elevado de renta, des-
pués no colocan una piedra más aunque el resto de la población
viva a la intemperie; otro tanto hace el monopolio eléctrico: ex-
tiende las líneas hasta el punto donde pueda percibir una utilidad
satisfactoria, a partir de allí no le importa que las personas vivan en
las tinieblas por el resto de sus días. El Estado se cruza de brazos y
el pueblo sigue sin casas y sin luz.
Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con
todo lo anterior: ¿En un campo donde el guajiro no es dueño de la
tierra para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una ciudad don-
de no hay industrias para qué se quieren escuelas técnicas o indus-
triales? Todo está dentro de la misma lógica absurda: no hay ni una
cosa, ni otra. En cualquier pequeño país de Europa existen más de
200 Escuelas Técnicas y de Artes Industriales; en Cuba, no pasan
de seis, los muchachos salen con sus títulos sin tener dónde em-
plearse. A las escuelitas públicas del campo asisten, descalzos,
semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en
edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir
con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así como puede
hacerse una patria grande?
[…] El 90 % de los niños del campo está devorado por parásitos
que se les filtran desde la tierra por las uñas de los pies descalzos.
La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesina-
to de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante
el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de
niños que mueren todos los años por falta de recursos […]. Y cuan-
do un padre de familia trabaja cuatro meses al año, ¿con qué puede
comprar ropas y medicinas a sus hijos? Crecerán raquíticos, a los
30 años no tendrán una pieza sana en la boca, habrán oído
10 000 000 de discursos, y morirán al fin de miseria y decepción.
El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, solo es
posible mediante la recomendación de un magnate político que le
exigirá al desdichado su voto y el de toda su familia para que Cuba
siga siempre igual o peor.
[…] Cuando vosotros juzgáis a un acusado por robo, señores Ma-
gistrados, no le preguntáis cuánto tiempo lleva sin trabajo, cuántos
hijos tiene, qué días de la semana comió y qué días no comió, no os
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preocupáis en absoluto por las condiciones sociales del medio donde
vive: lo enviáis a la cárcel sin más contemplaciones. Allí no van los
ricos que queman almacenes y tiendas para cobrar las pólizas de
seguros, aunque se quemen también algunos seres humanos, por-
que tienen dinero de sobra para pagar abogados y sobornar magis-
trados. Enviáis a la cárcel al infeliz que roba por hambre, pero
ninguno de los cientos de ladrones que han robado al Estado dur-
mió nunca una noche tras las rejas: cenáis con ellos a fin de año en
algún lugar aristocrático y tienen vuestro respeto. En Cuba cuando
un funcionario se hace millonario de la noche a la mañana y entra
en la cofradía de los ricos puede ser recibido con las mismas pala-
bras de aquel corpulento personaje de Balzac, Taillefer, cuando
brindó por el joven que acababa de heredar una inmensa fortuna:
«¡Señores, bebamos al poder del oro! El señor Valentín, seis veces
millonario actualmente acaba de ascender al trono. Es rey, lo pue-
de todo, está por encima de todo, como sucede a todos los ricos.
En lo sucesivo la igualdad ante la ley, consignada al frente de la
Constitución, será un mito para él, no estará sometido a las leyes,
sino que las leyes se le someterán. Para los millonarios no existen
tribunales ni sanciones».
El porvenir de la Nación y la solución de sus problemas no pueden

FIDEL CASTRO / No hemos hecho más que cumplir lo que prometimos al pueblo
seguir dependiendo del interés egoísta de una docena de financie-
ros, de los fríos cálculos sobre ganancias que tracen en sus despa-
chos de aire acondicionado 10 o 12 magnates. El país no puede
seguir de rodillas implorando los milagros de unos cuantos bece-
rros de oro que como aquel del Antiguo Testamento que derribó la
ira del profeta, no hacen milagros de ninguna clase. Los problemas
de la República solo tienen solución si nos dedicamos a luchar por
ella con la misma energía, honradez y patriotismo que invirtieron
nuestros libertadores en crearla. Y no es con estadistas al estilo de
Carlos Saladrigas, cuyo estadismo consiste en dejarlo todo tal y
cual está y pasarse la vida farfullando sandeces sobre la «libertad
absoluta de empresas», «garantías al capital de inversión» y la «ley
de la oferta y la demanda», como habrán de resolverse tales proble-
mas: En un palacete de la Quinta Avenida, estos ministros pueden
charlar alegremente hasta que no quede ya ni el polvo de los hue-
sos, de los que hoy reclaman soluciones urgentes. Y en el mundo
actual ningún problema social se resuelve por generación espon-
tánea.
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Un gobierno revolucionario con el respaldo del pueblo y el respeto
de la nación después de limpiar las instituciones de funcionarios
venales y corrompidos, procedería inmediatamente a industrializar
el país, movilizando todo el capital inactivo que pasa actualmente
de 1 500 millones a través del Banco Nacional y el Banco de Fo-
mento Agrícola e Industrial y sometiendo la magna tarea al estu-
dio, dirección, planificación y realización por técnicos y hombres
de absoluta competencia, ajenos por completo a los manejos de la
política.
Un gobierno revolucionario, después de asentar sobre sus parcelas
con carácter de dueños a los 100 000 agricultores pequeños que
hoy pagan rentas, procedería a concluir definitivamente el proble-
ma de la tierra, primero: estableciendo como ordena la Constitu-
ción un máximo de extensión para cada tipo de empresa agrícola y
adquiriendo el exceso por vía de expropiación, reivindicando las
tierras usurpadas al Estado, desecando marismas y terrenos panta-
nosos, plantando enormes viveros y reservando zonas para la re-
población forestal; segundo: repartiendo el resto disponible entre
las familias campesinas con preferencia a las más numerosas, fo-
mentando cooperativas de agricultores para la utilización común
de equipos de mucho costo, frigoríficos y una misma dirección profe-
sional técnica en el cultivo y la crianza y facilitando, por último,
recursos, equipos, protección y conocimientos útiles al campesi-
nado.
Un gobierno revolucionario resolvería el problema de la vivienda
rebajando resueltamente el 50 % de los alquileres, eximiendo de
toda contribución a las casas habitadas por sus propios dueños,
triplicando los impuestos sobre las casas alquiladas, demoliendo
las infernales cuarterías para levantar en su lugar edificios moder-
nos de muchas plantas y financiando la construcción de viviendas
en toda la Isla en escala nunca vista, bajo el criterio de que, si lo ideal
en el campo es que cada familia posea su propia parcela, lo ideal en
la ciudad es que cada familia viva en su propia casa o apartamento.
Hay piedra suficiente y brazos de sobra para hacerle a cada familia
cubana una vivienda decorosa. Pero si seguimos esperando por los
milagros del becerro de oro, pasarán 1 000 años y el problema esta-
rá igual […].

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Con estas tres iniciativas y reformas el problema del desempleo
desaparecería automáticamente y la profilaxia y la lucha contra las
enfermedades sería tarea mucho más fácil.
Finalmente, un gobierno revolucionario procedería a la reforma
integral de nuestra enseñanza, poniéndola a tono con las iniciati-
vas anteriores, para preparar debidamente a las generaciones que
están llamadas a vivir en una patria más feliz. No se olviden las
palabras del Apóstol: «Se está cometiendo en América Latina un
error gravísimo: en pueblos que viven casi por completo de los
productos del campo, se educa exclusivamente para la vida urbana
y no se les prepara para la vida campesina». «El pueblo más feliz es
el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pen-
samiento y en la dirección de los sentimientos». «Un pueblo ins-
truido será siempre fuerte y libre».
[…] Cuba podría albergar espléndidamente una población tres ve-
ces mayor, no hay razón pues para que exista miseria entre sus
actuales habitantes. Los mercados debieran estar abarrotados de
productos; las despensas de las casas debieran estar llenas; todos
los brazos podrían estar produciendo laboriosamente. No, eso no
es inconcebible. Lo inconcebible es que haya hombres que se acues-

FIDEL CASTRO / No hemos hecho más que cumplir lo que prometimos al pueblo
ten con hambre mientras quede una pulgada de tierra sin sembrar;
lo inconcebible es que haya niños que mueran sin asistencia médi-
ca; lo inconcebible es que el 30 % de nuestros campesinos no sepa
firmar; y el 99 % no sepa Historia de Cuba; lo inconcebible es que
la mayoría de las familias de nuestros campos estén viviendo en
peores condiciones que los indios que encontró Colón al descubrir
la tierra más hermosa que ojos humanos vieron.
A los que me llamen por esto soñador, les digo como Martí: «El
verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué
lado está el deber; y ese es el único hombre práctico cuyo sueño de
hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las
entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensan-
grentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una
sola excepción, está del lado del deber».
Y no habla el soñador de ayer, sino el Primer Ministro del Gobierno
Revolucionario, que ha cumplido todas sus promesas, y ¿cuándo una
revolución fue más clara que esta?, ¿y cuándo una revolución en el mundo
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ha cumplido más cabalmente que esta? Esa es mi respuesta, señores del
Tribunal, para que el Tribunal juzgue.
En cuanto a mis sentimientos respecto a los que tomaron ese camino
equivocado, digo que me siento, en lo personal, libre de odios, libre de
resentimientos; lo que el Tribunal decida, no importa, el Tribunal puede
condenarlos o puede absolverlos; si los absuelve, no importa: ¡LA HISTO-
RIA LOS CONDENARÁ!

Fuente: Y la luz se hizo, Confederación de Trabajadores de Cuba, Ciudad Liber-


tad, 14 de diciembre de 1959, pp. 84-95.

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Primera declaración de La Habana*

Junto a la imagen y el recuerdo de José Martí, en Cuba, territorio libre de


América, el pueblo, en uso de las potestades inalienables que dimanan
del efectivo ejercicio de la soberanía expresada en el sufragio directo,
universal y público, se ha constituido en Asamblea General Nacional.
En nombre propio y recogiendo el sentir de los pueblos de Nuestra
América, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba:
1. Condena en todos sus términos la denominada «Declaración de
San José de Costa Rica», documento dictado por el imperialismo
norteamericano y atentatorio a la autodeterminación nacional, la
soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos del continente.
2. La Asamblea General Nacional del pueblo de Cuba condena enér-
gicamente la intervención abierta y criminal que durante más de
un siglo ha ejercido el imperialismo norteamericano sobre todos
los pueblos de la América Latina, pueblos que más de una vez han
invadido su suelo en México, Nicaragua, Haití, Santo Domingo o
Cuba, que han perdido ante la voracidad de los imperialistas yan-
quis, extensas y ricas zonas como Tejas, centros estratégicos vita-
les como el Canal de Panamá, países enteros como Puerto Rico
convertido en territorio de ocupación; que han sufrido además el
trato vejaminoso de los Infantes de Marina, lo mismo contra nues-
tras mujeres e hijas que contra los símbolos más altos de la historia
patria, como la efigie de José Martí.
Esa intervención, afianzada en la superioridad militar, en tratados
desiguales y en la sumisión miserable de gobernantes traidores, ha
convertido a lo largo de más de 100 años a Nuestra América –la
América que Bolívar, Hidalgo, Juárez, San Martín, O’ Higgins,
Sucre y Martí quisieron libre– en zona de explotación, en traspatio
del imperio financiero y político yanqui, en reserva de votos para
Primera declaración de La Habana

los organismos internacionales en los cuales los países latinoameri-


canos hemos figurado como arrias de «el Norte revuelto y brutal
que nos desprecia».
La Asamblea General Nacional del Pueblo declara que la aceptación
por parte de los gobiernos que asumen oficialmente la representa-
* Tomado de José Bell, Delia Luisa López y Tania Caram: Documentos de la Revolución Cubana
1960, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, pp. 286-291.

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ción de los países de América Latina de esa intervención continuada
e históricamente irrebatible, traiciona los ideales independentistas
de sus pueblos, borra su soberanía e impide la verdadera solidari-
dad entre nuestros países, lo que obliga a esta asamblea a repudiar-
la a nombre del pueblo de Cuba y con voz que recoge la esperanza
y la decisión de los pueblos latinoamericanos y el acento liberador
de los próceres inmortales de Nuestra América.
3. La Asamblea General Nacional del Pueblo rechaza asimismo el
intento de preservar la Doctrina de Monroe, utilizada hasta ahora
como lo previera José Martí, «para extender el dominio de Améri-
ca» de los imperialistas voraces, para inyectar mejor el veneno tam-
bién denunciado a tiempo por José Martí, «el veneno de los
empréstitos, de los canales, de los ferrocarriles...». Por ello, frente
al hipócrita panamericanismo que es solo predominio de los mono-
polios yanquis sobre los intereses de nuestros pueblos y manejo
yanqui de gobiernos prosternados [sic] ante Washington, la Asam-
blea del Pueblo de Cuba proclama el latinoamericanismo liberador
que late en José Martí y Benito Juárez. Y, al extender la amistad
hacia el pueblo norteamericano –el pueblo de los negros linchados,
de los intelectuales perseguidos, de los obreros forzados a aceptar
la dirección de gangsters– reafirma la voluntad de marchar «con todo
el mundo y no con una parte de él».
4. La Asamblea General del Pueblo declara que la ayuda espontánea-
mente ofrecida por la Unión Soviética a Cuba en caso de que nues-
tro país fuera atacado por fuerzas militares imperialistas, no podrá
ser considerada jamás como un acto de intromisión, sino que cons-
tituye un evidente acto de solidaridad y que esa ayuda, brindada a
Cuba ante un inminente ataque del Pentágono yanqui, honra tanto
al gobierno de la Unión Soviética que la ofrece como deshonran al
gobierno de los Estados Unidos sus cobardes y criminales agresio-
nes contra Cuba. Por tanto, la Asamblea General del Pueblo decla-
ra ante América y el Mundo, que acepta y agradece el apoyo de los
cohetes de la Unión Soviética si su territorio fuere invadido por
fuerzas militares de los Estados Unidos.
5. La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba niega categóri-
camente que haya existido pretensión alguna por parte de la Unión
Soviética y la República Popular China de «utilizar la posición eco-
nómica, política y social de Cuba [...] para quebrantar la unidad
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continental y poner en peligro la unidad del hemisferio». Desde el
primero hasta el último disparo, desde el primero hasta el último de
los 20 000 mártires que costó la lucha para derrocar la tiranía y
conquistar el poder revolucionario, desde el primer hasta el último
acto de la Revolución, el pueblo de Cuba ha actuado por libre y
absoluta determinación propia, sin que, por tanto, se pueda culpar
jamás a la Unión Soviética o a la República Popular China de la
existencia de una revolución que es la respuesta cabal de Cuba a
los crímenes y las injusticias instaurados por el imperialismo en
América.
Por el contrario, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba
entiende que la política de aislamiento y hostilidad hacia la Unión
Soviética y la República Popular China preconizada por el gobier-
no de los Estados Unidos e impuesta por este a los gobiernos de
América Latina y la conducta guerrerista y agresiva del gobierno
norteamericano y su negativa sistemática al ingreso de la Repúbli-
ca Popular China en las Naciones Unidas, pese a representar aque-
lla la casi totalidad de un país de casi 600 000 000 de habitantes, sí
ponen en peligro la paz y la seguridad del hemisferio y del mundo.
Por tanto, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba rati-
fica la política de amistad con todos los pueblos del mundo, reafir-
ma su propósito de establecer relaciones diplomáticas también con
todos los países socialistas y desde este instante, en uso de su so-
beranía y libre voluntad, expresa al gobierno de la República Popu-
lar China, que acuerda establecer relaciones diplomáticas entre
ambos países y que, por tanto, quedan rescindidas las relaciones
que hasta hoy Cuba había mantenido con el régimen títere que
sostienen en Formosa los barcos de la Séptima Flota yanqui.
6. La Asamblea General del Pueblo reafirma, y está segura de hacerlo
como expresión de un criterio común a los pueblos de América
Latina, que la democracia no es compatible con la oligarquía finan-
Primera declaración de La Habana

ciera, con la existencia de la discriminación del negro y los desma-


nes del Ku Klux Klan, con la persecución que privó de sus cargos
a científicos como Oppenheimer, que impidió durante años que el
mundo escuchara la voz maravillosa de Paul Robeson, preso en su
propio país y que llevó a la muerte, ante la protesta y el espanto del
mundo entero y pese a la apelación de gobernantes de diversos
países y del propio papa Pío XII a los esposos Rosenberg.

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La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba expresa la con-
vicción cubana de que la democracia no puede consistir solo en el ejer-
cicio de un voto electoral que casi siempre es ficticio y está manejado
por latifundistas y políticos profesionales, sino en el derecho de los ciu-
dadanos a decidir, como ahora lo hace esta Asamblea General del Pue-
blo de Cuba, sus propios destinos. La democracia, además, solo existirá
cuando los pueblos sean realmente libres para escoger, cuando los hu-
mildes no estén reducidos –por el hambre, la desigualdad social, el anal-
fabetismo y los sistemas jurídicos– a la más ominosa impotencia.
Por eso, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba:
• Condena el latifundio, fuente de miseria para el campesino y
sistema de producción agrícola retrógrado e inhumano;
• condena los salarios de hambre y la explotación inicua del traba-
jo humano por bastardos y privilegiados intereses;
• condena el analfabetismo, la ausencia de maestros, de escuelas,
de médicos y de hospitales, la falta de protección a la vejez que
imperan en los países de América;
• condena la discriminación del negro y del indio;
• condena la desigualdad y la explotación de la mujer;
• condena a las oligarquías militares y políticas que mantienen a
nuestros pueblos en la miseria, impiden su desarrollo democráti-
co y el pleno ejercicio de su soberanía;
• condena las concesiones de los recursos naturales de nuestros
países a los monopolios extranjeros como política entreguista y
traidora al interés de los pueblos;
• condena a los gobiernos que desoyen el sentimiento de sus pue-
blos para acatar los mandatos de Washington;
• condena el engaño sistemático a los pueblos por órganos de di-
vulgación que responden al interés de las oligarquías y a la polí-
tica del imperialismo opresor;
• condena el monopolio de las noticias por agencias yanquis, ins-
trumentos de los trusts norteamericanos y agentes de Washing-
ton;
• condena las leyes represivas que impiden a los obreros, a los
campesinos, a los estudiantes y a los intelectuales, a las grandes
mayorías de cada país, organizarse y luchar por sus reivindica-
ciones sociales y patrióticas;
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• condena a los monopolios y empresas imperialistas que saquean
continuamente nuestras riquezas, explotan a nuestros obreros y
campesinos, desangran y mantienen en retraso nuestras econo-
mías y someten la política de la América Latina a sus designios e
intereses.
La Asamblea General Nacional del Pueblo condena, en fin, la explo-
tación del hombre por el hombre, y la explotación de los países subde-
sarrollados por el capital financiero imperialista.
En consecuencia, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba
proclama ante América:
• El derecho de los campesinos a la tierra;
• el derecho del obrero al fruto de su trabajo;
• el derecho de los niños a la educación;
• el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria;
• el derecho de los jóvenes al trabajo;
• el derecho de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental
y científica;
• el derecho de los negros y los indios a «la dignidad plena del
hombre»;
• el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política;
• el derecho del anciano a una vejez segura;
• el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar,
con sus obras, por un mundo mejor;
• el derecho de los Estados a la nacionalización de los monopo-
lios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos naciona-
les;
• el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos
del mundo; el derecho de las naciones a su plena soberanía;
• el derecho de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en
Primera declaración de La Habana

escuelas, y a armar a sus obreros, a sus campesinos, a sus estu-


diantes, a sus intelectuales, al negro, al indio, a la mujer, al jo-
ven, al anciano, a todos los oprimidos y explotados, para que
defiendan, por sí mismos, sus derechos y sus destinos.
7. La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba postula:
• el deber de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes, de
los intelectuales, de los negros, de los indios, de los jóvenes, de
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las mujeres, de los ancianos, a luchar por sus reivindicaciones
económicas, políticas y sociales;
• el deber de las naciones oprimidas y explotadas a luchar por su
liberación;
• el deber de cada pueblo a la solidaridad con todos los pueblos
oprimidos, colonizados, explotados o agredidos, sea cual fuere
el lugar del mundo en que estos se encuentren y la distancia
geográfica que los separe. ¡Todos los pueblos del mundo son
hermanos!
8. La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba reafirma su fe
en que América Latina marchará pronto, unida y vencedora, libre
de las ataduras que convierten sus economías en riqueza enajena-
da al imperialismo norteamericano y que le impiden hacer oír su
propia voz en las reuniones donde cancilleres domesticados hacen
de coro infamante al amo despótico. Ratifica, por ello, su decisión
de trabajar por ese común destino latinoamericano que permitirá a
nuestros países una solidaridad verdadera, asentada en la libre vo-
luntad de cada uno de ellos y en las aspiraciones conjuntas de to-
dos. En la lucha por esa América Latina liberada, frente a la voz
obediente de quienes usurpan su representación oficial, surge aho-
ra, con potencia invencible, la voz genuina de los pueblos, voz que
se abre paso desde las entrañas de sus minas de carbón y de estaño,
desde sus fábricas y centrales azucareros, desde sus tierras
enfundadas donde rotos, cholos, gauchos, jíbaros, herederos de
Zapata y de Sandino empuñan las armas de su libertad, voz que
resuena en sus poetas, en sus novelistas, en sus estudiantes, en sus
mujeres y en sus niños, en sus ancianos desvelados.
A esa voz hermana. La Asamblea General Nacional del Pueblo de
Cuba responde:
¡PRESENTE!
Cuba no fallará. Aquí está hoy Cuba para ratificar, ante América La-
tina y ante el mundo, como un compromiso histórico su dilema irrenun-
ciable: Patria o Muerte.
9. La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba resuelve que
esta declaración sea conocida con el nombre de «Declaración de
La Habana».

Cuba, La Habana, Territorio Libre de América, 2 de septiembre de 1960.

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FIDEL CASTRO

El dilema: detenerse o seguir adelante*

Al llegar la Revolución al poder tenía dos caminos: o detenerse en el


régimen social existente, o seguir adelante; o detenerse dentro del siste-
ma capitalista, dentro de la órbita imperialista, dentro de la política cri-
minal del imperialismo en América, en Asia, en África, dentro de la
política que se asociaba a Franco en España, a Adenauer, a Chiang Kai-
shek, a todas las dictaduras militares, a los colonialistas franceses de
Argelia, o desarrollar la política que situara a nuestro país donde debe
estar nuestro país, es decir, al lado de los pueblos explotados, al lado de los
pueblos oprimidos, al lado de los pueblos colonizados.
Nuestro país, viendo las cosas con claridad, jamás habría aceptado
estar al lado de Francia frente a los argelinos; al lado de Franco frente a
los españoles; al lado de Chiang Kai-shek, frente al gran pueblo chino;
al lado de los imperialistas frente a los vietnamitas del Sur que luchan
allí por su independencia; al lado de Portugal contra los angoleños; al
lado de Rómulo Betancourt contra el Partido Comunista y el Movi-
miento MIR de Venezuela; estar al lado de los Somoza, estar al lado de
todos esos regímenes. Porque a pesar de que aquí la literatura del impe-
rialismo pretendía hacer diferencias, la gran realidad es que la política
del imperialismo era exactamente la misma en España, que en Nicara-
gua, que en Cuba –en Cuba bajo Prío o bajo Batista–, en Venezuela
–bajo Pérez Jiménez o bajo Betancourt–, en Perú –bajo Odría o bajo
FIDEL CASTRO / El dilema: detemerse o seguir adelante

Prado.
Desde el punto de vista de la marcha de la historia del mundo, desde el
punto de vista del gran esfuerzo que realizan todos los pueblos por librar-
se del hambre, de la miseria, de la explotación, del coloniaje, de la discri-
minación, como están luchando los pueblos de Asia, de África, de América
Latina, nosotros jamás podríamos haber estado conscientemente al lado
* El día 1ro. de diciembre de 1961, dando inicio al Noveno Ciclo de Conferencias de la
Universidad Popular, titulado «Los organismos de la Revolución», Fidel Castro ofreció una
charla sobre «El Partido Revolucionario Socialista». Fragmento tomado de: El Partido Marxis-
ta-Leninista, Dirección Nacional del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba, La
Habana, 1963, 1ra. edición, t. I, pp. 124-130 [n. de los A.]. Tomado de José Bell, Delia Luisa
López y Tania Caram: Documentos de la Revolución Cubana 1961, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 2008, pp. 459-465.

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del imperialismo. Es posible que mucha gente, atiborrada de revista
Selecciones, de películas yanquis, de revistas Life, y de cables de la UPI y
de la AP que han dicho tantas mentiras, llegara a creer que la política de
los Estados Unidos era una política correcta, noble y humanista, como
ellos hacían ver.
¿Quién que hoy comprenda, quién que hoy razone, quién que hoy se
dé cuenta de lo que pasa en el mundo entero, podría estar honestamente
al lado de la política del imperialismo?
Era lógico que nuestro país, ya desde el punto de vista no de los
valores nacionales y de los sentimientos nacionales, sino desde el punto
de vista de los intereses universales del hombre, jamás podría haber
estado al lado de aquella política, sino al lado de la política que sustenta
hoy defendiendo en todas partes los derechos de todos esos pueblos.
Por eso es posible que alguna gente todavía lo vea más claro que los
propios problemas económicos. Para todo aquel que no se dé cuenta
[de] que nuestro país tenía que optar entre dos políticas: la política del
capitalismo, la política del imperialismo, o la política antimperialista, la
política de socialismo.
Es preciso tener en cuenta que no hay términos medios entre capitalismo y
socialismo. Los que se empeñan en encontrar terceras posiciones caen en
una posición verdaderamente falsa y verdaderamente utópica. Eso equi-
valdría a desentenderse, eso sería complicidad con el imperialismo. Es
perfectamente comprensible que quien permanezca indiferente ante la
lucha de los argelinos es un cómplice del imperialismo francés. Quien
permanezca indiferente ante la intervención yanqui en Santo Domingo,
es un cómplice de la intervención yanqui en Santo Domingo. Quien
permanezca ajeno a la persecución desatada por el traidor Rómulo
Betancourt contra los obreros y contra los estudiantes en Venezuela,
esos mismos obreros y estudiantes de Venezuela que nos defienden, es
un cómplice de aquella opresión. Quien permanezca indiferente ante
Franco en España, ante el rearme alemán, ante el hecho de que los
guerreristas alemanes, los oficiales nazis, estén hoy armados, y estén
reclamando por armas termonucleares, inclusive, quien permanezca
indiferente ante lo que pasa en Vietnam del Sur, ante lo que pasa en el
Congo, ante lo que pasa en Angola, quien permanezca indiferente y
pretenda, frente a todos estos hechos adoptar una tercera posición, no
está realmente adoptando una tercera posición, está adoptando una posi-
ción prácticamente de complicidad con el imperialismo.
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Hay algunos, que se presumen de muy sabios que afirman que lo que
debió haber hecho la Revolución Cubana era cogerles dinero a los ame-
ricanos, y cogerles dinero a los rusos, como dicen ellos.
Es decir, que no faltan quieres prediquen una tesis política tan repug-
nante, tan cobarde y tan mercachifle y tan baja. Es decir: véndete, ven-
dan el país, como si se vendiera una mercancía cualquiera, a los intereses
del imperialismo. Cójanle al imperialismo amedrentándolo y asustándo-
lo con la amistad de la Unión Soviética, es decir, sé chantajista. Y así ha
habido quienes promovieron aquí la tesis del chantaje.
¡Ah!, pero, además, la tesis del chantaje, ¿cómo? ¿Cómo iban a llevar
a cabo esa tesis del chantaje? Eso no era tal chantaje. Habría sido la
tesis, además, de permanecer en el statu quo que existía en nuestro país,
y el respeto a todos los intereses del imperialismo, todos sus miles de
caballerías, todos sus centrales azucareros, su «pulpo» eléctrico, su com-
pañía telefónica, su control de nuestro comercio exterior e interior, de
los bancos. Y, además, cualquier país que se decidiera a liberarse del
monopolio del comercio norteamericano, que se decidiera a hacer una
Reforma Agraria, que se decidiera a tener una industria propia, tener
una política independiente, tenía que enfrentarse al imperialismo.
Es decir, que la Revolución no era Revolución o tenía que ser trai-
ción. La Revolución tenía que escoger entre estos dos términos traición o Revolución.
Y nosotros, que nos acordamos de los hombres que han muerto por
esta Revolución, que nos acordamos de nuestros compañeros caídos en
la lucha, como de todos los revolucionarios que tenían que haber recor-
dado los que cayeron desde Guiteras, desde Martínez Villena –aunque
Martínez Villena prácticamente no murió asesinado, pero murió como
consecuencia de aquella lucha–, de Mella, de todos aquellos revolucio-
FIDEL CASTRO / El dilema: detemerse o seguir adelante

narios. Los que pensaron no en los revolucionarios de ahora, los que


pensaron en Martí; en Martí, que tuvo también una visión genial.
Porque ¿cuál es el mérito de Martí, lo que nos admira de Martí? ¿Martí
era marxista-leninista? No, Martí no era marxista-leninista. Martí dijo
de Marx que, puesto que se puso del lado de los pobres, tenía todas sus
simpatías. Porque la Revolución de Cuba era una revolución nacional,
liberadora, frente al poder colonial español; era una lucha que perseguía
primero la independencia nacional. Y aun en aquella época, en aquella
época, Martí dijo de Marx: «puesto que se puso del lado de los pobres
merece mi respeto».
Y ¿qué otra visión tuvo Martí? Una visión también genial en el año 1895.
Tuvo la visión del imperialismo norteamericano, cuando el imperialismo
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norteamericano todavía no había empezado a ser imperialismo. Eso se
llama tener visión política de largo alcance.
Porque el imperialismo norteamericano se comienza a desarrollar vi-
gorosamente a partir de la intervención en Cuba, en que se apodera
prácticamente de la riqueza del país, se apodera de Puerto Rico, se apo-
dera de Filipinas, y se inicia la etapa imperialista del capitalismo nortea-
mericano.
Martí prevé en el año 1895 el desarrollo de los Estados Unidos como
potencia imperialista. Y escribe, y alerta al pueblo contra eso, y se pro-
nuncia contra eso. Véase si Martí era realmente un revolucionario ge-
nial, que se percató del desarrollo del imperialismo en el año 1895 cuando
todavía no había empezado a manifestarse ese imperialismo como fuer-
za mundial.
Y, entonces, hay que pensar en todos los que cayeron, en todos los
que murieron, en todos lo que lucharon. ¿Para qué lucharon? ¿Para que
la Compañía de Electricidad siguiese siendo compañía yanqui? ¿Para
qué las 18 000 caballerías de la Atlántica del Golfo siguieran siendo
18 000 caballerías extranjeras? ¿Para que siguieran sin tierra, siguieran
pasando hambre, siguieran pasando miseria nuestros campesinos? ¿Para
que los Bancos continuasen siendo propiedades extranjeras? ¿Para que
de nuestro país se succionaran cientos de millones de dólares todos los
años? ¿Para que continuaran 1 000 000 de analfabetos en nuestro país?
¿Para que continuaran sin escuelas los campesinos, sin hospitales, sin
casas, viviendo en los barracones, en los barrios de indigentes? ¿Para
que continuara así nuestro pueblo, después de 50 años en que supuesta-
mente había conquistado su independencia?
Desde luego, yo no estoy hablando aquí para los revolucionarios, y es
posible que ya para los revolucionarios sea innecesario hablar esto. Hay
que hablarles, incluso, a los insensibles, a los indiferentes, a los confu-
sos, a los que no entienden por qué esto y por qué aquello.
Y, ¿había muerto toda esa gente para que los latifundistas siguieran
siendo dueños de miles de caballerías de tierra? No, cualquiera com-
prende que no; cualquiera comprende que habrían sido traidores los
dirigentes de la Revolución, si hubiesen hecho una Revolución, si hu-
biesen llevado a tantos jóvenes al combate y a la lucha, si se hubiesen
sacrificado tantas vidas para eso. ¡Para tan poca gloria no valía la pena
que hubiese muerto un solo cubano! ¡Para tan poca gloria no habría
valido la pena levantar un arma! Esgrimir un arma, combatir, luchar,
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sufrir lo que sufrió nuestro país, tenía que ser por algo mucho más que
todo esto.
Y algunos pretendían que estaban muriendo los hombres, precisa-
mente, para que siguiese ese sistema de explotación, para que siguiese
un millar de familias viviendo como príncipes en nuestras capitales y en
nuestras ciudades, para que siguiese existiendo aquel régimen de explo-
tación, de hambre, de miseria, de discriminación, de abusos. Algunos
pretendían eso. Y, precisamente, al parecer creyeron que la Revolución
podía ser eso. Hubo algunos que, a última hora, incluso compraron al-
gunos bonos, e hicieron algunas cosas para eso. ¡Qué equivocados esta-
ban! ¡Qué equivocados estaban que creían que ciertas conquistas de
nuestro país, que ya fueron trazadas incluso desde la guerra del 95, iban
a quedarse truncas, y las cosas iban a seguir como estaban!
Claro está que esta política honesta, esta política revolucionaria, esta
política que marcha acorde con la Historia, acorde con los sentimientos
e intereses de los pueblos subdesarrollados y explotados de todo el
mundo, que marcha acorde con los intereses y con el honor nacional no
es una política fácil. Tenía que ser necesariamente una política de sacri-
ficios, porque si nosotros queríamos redimir a nuestro pueblo de la in-
cultura, del desempleo, del hambre, de la miseria, desarrollar nuestra
economía, tener una economía propia, una economía independiente y,
junto con una economía independiente, una política independiente que
acabara con el desempleo, con la incultura, con la miseria, con el retra-
so, con la pobreza, con la ignorancia, con la enfermedad, con la situa-
ción de infelicidad que vivía la mayor parte de nuestro pueblo, teníamos
que hacer una política consecuentemente revolucionaria. Hacerlo sig-
nificaba enfrentarse al imperialismo con todas sus fuerzas. Y eso es lo
FIDEL CASTRO / El dilema: detemerse o seguir adelante

que hemos hecho.


Desde luego, los dirigentes de la Revolución somos revolucionarios.
Si no fueramos revolucionarios, no estaríamos, sencillamente, haciendo
una revolución. Quiero decir con esto que los revolucionarios, y los
pueblos junto con los revolucionarios, es decir, la gran masa explotada
del pueblo, está dispuesta a pagar el sacrificio que sea necesario, y el
precio que sea necesario por todo eso.
A un «pancista», a un indiferente, a un insensible, a un corrompido, le
podrán decir que lo mejor era no buscarse problemas, que lo mejor era
respetar todos esos intereses, sencillamente.
Nosotros teníamos que optar entre permanecer bajo el dominio, la
explotación y la insolencia imperialista, seguir soportando aquí a los
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embajadores yanquis que dieran órdenes, seguir manteniendo a nuestro
país en el estado de miseria en que estaba, o hacer una Revolución
antimperialista, y hacer una Revolución socialista.
En eso no había alternativa. Nosotros escogimos el único camino
honrado, el único camino leal que podíamos seguir con nuestra patria, y
acorde con la tradición de nuestros mambises, acorde con la tradición de
todos los que han luchado por el bien de nuestro país. Ese es el camino
que hemos seguido: el camino de la lucha antimperialista, el camino de
la revolución socialista. Porque, además, no cabía ninguna otra posi-
ción. Cualquiera otra posición era una posición falsa, una posición ab-
surda. Y nosotros nunca adoptaremos esa posición, ni nosotros jamás
vacilaremos. ¡Jamás!
El imperialismo debe saber que –para siempre– jamás tendrá nada
que ver con nosotros, y el imperialismo tiene que saber que por grande
que sean nuestras dificultades, por dura que sea nuestra lucha por cons-
truir nuestro país, por construir el futuro de nuestro país, por hacer una
historia digna de nuestro país, el imperialismo no debe tener con res-
pecto a nosotros la menor esperanza.
Muchos que no comprendían estas cosas las comprenden hoy. Y las
comprenderán cada vez más. Para todos nosotros estas cosas son cada
vez más claras, más evidentes, más indiscutibles.
Ese era el camino que tenía que seguir la Revolución: el camino de la
lucha antimperialista y el camino del socialismo. Es decir: la nacionali-
zación de todas las grandes industrias, de los grandes comercios. La
nacionalización y la propiedad social de los medios fundamentales de
producción, y el desarrollo planificado de nuestra economía a todo el
ritmo que nos permitan nuestros recursos, y nos permita la ayuda que
estamos recibiendo del exterior. Que ha sido otra cosa verdaderamente
favorable a nuestra revolución el hecho de que contamos con ayuda y
solidaridad que nos permiten, sin los enormes sacrificios que tuvieron
que hacer otros pueblos, llevar adelante nuestra Revolución.
Había que hacer la revolución antimperialista y socialista. Bien. La
Revolución antimperialista y socialista solo tenía que ser una, una sola
revolución, porque no hay más que una Revolución. Esa es la gran ver-
dad dialéctica de la Humanidad: el imperialismo, y frente al imperialis-
mo el socialismo.

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RUTH No. 3/2009, pp. 449-464

El dios de todos los nombres

RENÉ CÁRDENAS MEDINA*

Religión, producción de sentido y Revolución**

Según la opinión generalizada, la conexión más significativa entre la


religión y la Revolución Cubana se limita al plano de lo político. Sin
embargo, tal significación no puede reducirse a este; hay que conside-
rar, ante todo, su vínculo con la producción de representaciones y el
cambio cultural ocurrido, el cual se manifestó en la transición de los
esquemas de pensamiento existentes hacia formas más analíticas –más
modernas–, con la correspondiente desacralización de numerosas esfe-
ras de la vida, y la generación de nuevos sentidos de carácter religioso.1
Tanto la avalancha transformadora iniciada en 1959, como en el ac-
tual y perspectivo reordenamiento económico y el movimiento de la
sociedad en busca de la real consecución de un modelo socialista, dan
lugar a tales cambios en la reproducción ideal de la sociedad, que el
factor religioso, siendo uno, nunca podrá ser el mismo.
Pero este es tema para otra ocasión. Aquí quiero referirme al plano
inicialmente mencionado: a la cuestión de la política y la religión en la
Revolución Cubana. Dos razones invitan a ello:
1. La celebración, en 1995, del quinto aniversario del encuentro del
presidente cubano con pastores y líderes del movimiento ecuméni-

* (Cuba). Investigador del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), y


profesor de Sociología de la Universidad de La Habana.
** Ponencia presentada en el I Encuentro Internacional de Estudios Sociorreligiosos, auspiciado
por el Departamento de Estudios Sociorreligiosos del Centro de Investigaciones Psicológicas
y Sociológicas, 3 al 8 de julio de 1995. [Tomado de Temas, La Habana, 1995; 4: 6-12, oct.-dic.
Todas las notas, a no ser que se indique lo contrario, pertenecen al texto original (n. de la R.)].
1
Un análisis más detallado acerca de la producción de un nuevo pensamiento religioso en
nuestro medio puede verse en Juana Berges, René Cárdenas y Elizabeth Carrillo: «La nueva
teología cubana», en La religión. Estudios de investigadores cubanos, Editora Política, La Habana,
1993, pp. 60-81.

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co (trascendente no por el hecho en sí –pues no fue el primero–,
sino por la significación de lo allí tratado), y del décimo de la apa-
rición del libro Fidel y la religión. Conversaciones con Frei Betto.2
2. La necesidad de reflexionar sobre este tema en momentos en que
la sociedad cubana debate sobre participación ciudadana, socie-
dad civil, profundización de la democracia, etcétera, como parte
del perfeccionamiento del actual modelo social, y la urgencia de
nuevos patrones participativos que se correspondan con el proceso.
Acerca de estos acontecimientos, debe señalarse que incidieron en la
sociedad cubana de modo tal que prácticamente no hubo indiferentes
ante ellos y que dejaron su huella en esferas aparentemente tan distan-
tes como pueden ser la reflexión teológica de los cristianos cubanos o la
vida partidista de los comunistas de la Isla. En ambos se concentra,
como en ningún otro, el tratamiento desprejuiciado dado al asunto por
un líder estatal comunista, la capacidad de autocrítica, el intercambio
sincero, así como una proyección estratégica que, siendo continuidad y
no divorcio de la plataforma política seguida y producto de un proceso
de maduración y de paulatino relajamiento del disenso político tras lo
religioso, constituye un resultado, pero a la vez una superación de aque-
lla misma política.
Por el acto de hacer pública una voluntad de unidad más profunda y
de superación de desigualdades, estas se insertan en el proceso de reno-
vación iniciada aun antes del llamado Período Especial. El IV Congre-
so del Partido Comunista de Cuba, que eliminó las restricciones a los
creyentes confesos para su ingreso a la organización partidista –deci-
sión de espíritu democrático y de justicia, cuyo alcance va más allá de
los límites de ese órgano político–, se inscribe como continuidad lógica
de aquellos hechos, y como parte de un debate sobre la cuestión religio-
sa que, luego de estar varios años limitado a determinados sectores po-
líticos e intelectuales creyentes y no, se hizo abierto y público con la
salida del libro Fidel y la religión, y que, después de la reunión del 2 de
abril de 1990, y más específicamente con la discusión del Llamamiento
al Congreso, abarcaría casi a todos los cubanos.

2
Publicado en 1985 por la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, constituyó no solo
uno de los mayores éxitos de venta registrados en las librerías del país, sino que fue esperado con
sumo interés por creyentes y no creyentes en Cuba, así como en el extranjero. Ha sido
traducido a los idiomas más leídos y aún hoy sigue teniendo nuevas ediciones.

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Sin embargo, aún hoy se conserva ampliamente extendida entre la pobla-
ción una visión bastante desprovista de matices en relación con el fenó-
meno religioso, deformación que resultó del enfrentamiento a la
Revolución por representantes del medio eclesiástico, de la política ofi-
cial seguida acerca de ese sector, y de la percepción popular sobre esta.
La política de la Revolución Cubana hacia la religión ha tenido como
su plataforma global el respeto a las creencias y prácticas religiosas,
apreciable en el discurso de sus líderes desde el mismo 1959. Pero, a la
vez, fue condicionada por una serie de factores que la modularon e
introdujeron limitaciones y restricciones a su concreción práctica. En
primer lugar debe mencionarse la agresividad del gobierno estadouni-
dense contra la Revolución; además, la virulencia reaccionaria de sec-
tores de las membresías, principalmente cristianas, identificados con la
oligarquía desplazada del poder político, pero con la suficiente autori-
dad e influencia institucional para proclamar –sin ser autorizados– sus
propios sentimientos e intereses de clase como los auténticos de la fe; el
descomprometimiento sociopolítico de otra parte de dichas feligresías,
formadas en el énfasis pietista y espiritualista de las teologías oficiales
y, por supuesto, la abierta o sutil oposición de las jerarquías eclesiales,
que consciente o inconscientemente hicieron el juego al cerco que le
imponía el imperialismo al joven proceso. A ello se le sumó, en conse-
cuencia, un abordaje del hecho religioso como «rezago del pasado» que

RENÉ CÁRDENAS MEDINA / Religión, producción de sentido y Revolución


en la práctica tuvo que ver más con un materialismo vulgar y el ilumi-
nismo que con el espíritu social del análisis de la religión efectuado por
el marxismo.
No entender la religión como condicionada histórica y culturalmente
por los modos concretos de organización social, ni como elemento inte-
grante de la propia producción y reproducción subjetiva de la sociedad,
significa, teóricamente hablando, una interpretación incompleta, sesgada
de la realidad social. El principio sociológico general del análisis marxis-
ta de la religión radica en comprenderla como parte y resultado de la
organización, condiciones y grado de desarrollo de una sociedad con-
creta y no como elaboración arbitraria, desconectada de esa propia rea-
lidad. Este se puede apreciar en el tratamiento dado por Marx en la ya
famosa «Introducción» de la Contribución a la crítica del derecho político
hegeliano. Precisamente, el ajuste a ese principio condujo a Marx a relegar
la crítica a la religión en función de la crítica de la sociedad, superando
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así las posturas estrechamente antirreligiosas del pensamiento materialis-
ta anterior a él: «La crítica al cielo se convierte en crítica de la tierra».3
El abandono de tal principio no solo tiene una consecuencia teórica,
sino también práctica. Este, que se asumió como respuesta política
defensiva ante la acción desestabilizadora de sectores reaccionarios de
las iglesias, se manifestó en la interpretación generalizada de la religión
como fenómeno ajeno y adverso al socialismo –en el mejor de los
casos como consecuencia de las desviaciones del mismo– y no como
una parte ideal de su propia existencia real, lo que se concretó en la
puesta en práctica de acciones que redujeran su «incidencia negativa» y
que aceleraran su desaparición como ideología enemiga de esa socie-
dad. Ello completó el panorama para la aparición de decisiones y actos
de contenido discriminatorio contra los creyentes en sentido general.
Ahora bien, también se ha hiperbolizado el alcance del ateísmo en la
sociedad cubana, particularmente en la conformación de una opinión
pública en relación con la religión.
No es difícil constatar reticencias –sobre todo políticas– a nivel de la
conciencia común respecto a la religión en general y más concretamen-
te a las religiones institucionalizadas. Esto puede ser, en apariencia,
contradictorio en una sociedad donde hay una amplia presencia de ele-
mentos de religiosidad en los estilos de pensamiento de la mayoría de la
población, de la cual solo el 15 % aproximadamente puede ser conside-
rada como no creyente.4
Claro que sin más explicaciones, esta cifra podría conducir al equívo-
co, en el análisis de la religiosidad del cubano, de pretender reducirla a
los marcos de determinada Iglesia o confesión de las establecidas
institucionalmente en el país; intento que se percibe hoy en las afirma-
ciones públicas de algunas personalidades religiosas o de la intelectuali-
dad. Esto significa desconocer que la proporción de cubanos cuya
religiosidad se corresponde con cualesquiera de esas formas religiosas
–en las que lo sobrenatural es representado como parte de un sistema
doctrinal de complejidad más o menos alta, con rangos y roles diferen-
ciados, jerarquizaciones, agrupamiento, aparatos éticos y en ocasiones

3
Carlos Marx: «Introducción», Contribución a la crítica del derecho político hegeliano, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1976, p. 15.
4
Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas: Conciencia religiosa en la sociedad cubana
contemporánea. Características y formas en que se estructura [monografía], inédita, Archivos del
Departamento de Estudios Sociorreligiosos (DESR), La Habana.

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hasta teorías filosóficas y sociales; como pueden ser los sistemas reli-
giosos del espiritismo, el catolicismo, la santería, el palo monte, el pro-
testantismo (en sus variantes tradicional, pentecostal o tardía), el
judaísmo u otros similares– no es superior, en Cuba, a la de no creyen-
tes, es decir, oscila entre el 13 % y el 15 %.
Es que la población cubana vive su religiosidad mayoritariamente
desvinculada de organizaciones religiosas. Esto, más que en el sentido
de la pertenencia, tiene que ver con el modo concreto en que se estruc-
tura la representación del sobrenatural; es, por tanto, en primer lugar,
una diferenciación en la lógica de la producción del referente sobrena-
tural. Así, la más extendida entre la población –entre poco más del
50 %–5 es un tipo de religiosidad difusa, de un alto grado de inmediatez
y sentido práctico en función de la solución de problemas de la vida
cotidiana, donde el referente sobrenatural aparece representado tanto
como fuerzas abstractas o mediante la personificación en figuras o dei-
dades milagrosas, lo que refleja grados distintos en la evolución de la
lógica religiosa. Pero, por el modo en que se manifiesta su estructura
lógica esencial, se trata de un tipo de religiosidad cualitativamente dife-
rente de la que le corresponde a aquellos modelos de mayor compleji-
dad, que han sido mencionados antes. De ahí que todo intento de
apropiación de dicha religiosidad más extendida, por parte de cualquier
institución confesional, resulte descalificado por ser errado, aun cuando
puedan existir lugares comunes entre ellos. Es propio de este tipo de
RENÉ CÁRDENAS MEDINA / Religión, producción de sentido y Revolución
religiosidad popular la convivencia de símbolos y figuras generados es-
pontáneamente por la tradición popular, con los producidos por otros
sistemas religiosos y que han sido aportados a la cultura nacional, pero
asumidos aquí en función de los modos propios, desconectados de los
nexos, vínculos y referencias que en aquellos les dan razón de ser y son
traducidos como entidades autónomas a la lógica de ese modo mayori-
tario de vivir la religión; aquel que hizo equivocarse a observadores
extranjeros cuando en numerosas ocasiones, desde el pasado siglo, defi-
nían al cubano como un pueblo irreligioso o indiferente en esa esfera.
En ello se conjugan razones históricas, culturales y hasta políticas; las
5
Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas: Conciencia religiosa en la sociedad cubana
contemporánea. Características y formas en que se estructura, ob. cit., (en n. 4). Además de las no
creencias, de los niveles de religiosidad –tanto de la más extendida como de las institucionalizadas
con mayor complejidad de estructuración del referente sobrenatural–, las investigaciones
refieren la existencia de un sector de vacilación o duda, que no puede ser definido ni en el
campo de las creencias ni en el de las no creencias y que completa el universo estudiado.

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mismas que dieron lugar a un anticlericalismo extendido no solo entre
la intelectualidad librepensadora, sino que ha abarcado a otros sectores
de la población, y que ha sido el sentimiento prevaleciente entre los
cubanos en relación con la religión desde mediados del siglo XIX.6
Por otro lado, regresando al tema que nos ocupa, debe tenerse en
cuenta que los procesos de cambio social, particularmente las revolu-
ciones, cuestionan la cultura anterior –«de los padres»– como parte del
orden social que ha sido derrocado. La función de unidad social, nece-
saria no solo para el funcionamiento de la sociedad, sino también como
seguridad individual, es puesta en duda cuando aparecen propuestas de
unidad social más amplias o más novedosas; en resumen, más acordes
con el proceso que tiene lugar.
La efervescencia que acompaña a una revolución como ciclo de acti-
vidad afectiva, según la entiende Parsons,7 donde tiene lugar un proce-
so de «diferenciación», es decir de desmontaje de diferencias sociales
como parte de la discusión de las estructuras anteriores, genera una
potencialidad de realización social e individual que resquebraja los pa-
trones culturales, sociales e institucionales aceptados hasta ese momento.
Tales procesos, que cuentan a su favor no solo con el hecho de ser los
portadores de lo nuevo, sino de hacerlo con ese otro contenido afectivo,
se convierten ellos mismos en productores de sentido, rompen el mono-
polio que hasta ese momento disfrutaban determinados institutos so-
ciales responsabilizados con esa función, e imponen nuevos marcos
referenciales y nuevos contenidos a dicha producción. La convicción
de la justeza social y ética del proceso que tiene lugar le da fortaleza a
este y capacidad de movilización, resistencia y enfrentamiento a todo lo
que pretende retrotraerlo. El propio Durkheim reconoce el «excepcio-
nal incremento de fuerza y de energía característico de las épocas revo-
lucionarias» 8 y que, en mucho, está dado por la percepción –en la
subjetividad de las personas– de un sentido de participación y perte-
nencia a una entidad común, que trasciende no solo la individualidad,
sino el propio sistema de estratificación social: la revolución.
6
Jorge Ramírez Calzadilla: Religión y relaciones sociales: un estudio sobre la significación sociopolítica de
la religión en la sociedad cubana [tesis doctoral], La Habana, 1994 (en proceso editorial). [Publi-
cada por Editorial Academia, La Habana, 2000 (n. de la R.)].
7
Talcott Parsons, R. F. Bales and Edward A. Shils: Working Paper in the Theory of Action, The
Free Press, New York, 1950, p. 167.
8
Emile Durkheim: The Elementary Forms of the Religious Life, Collier, New York, 1961, p. 241;
citado por Edward A. Tiryakian: «From Durkheim to Managua», en: J. C. Alexander (ed.):
Durkheimian Sociology: Cultural Studies, Cambridge University Press, Cambridge, 1988, p. 49.

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El hecho de que la institución religiosa fuera entendida como porta-
dora de una verdad metaempírica, con implicaciones en la vida cotidia-
na a través de hábitos, valores, costumbres, etcétera, pero no identificada
directamente con la vida profana en sí, la preservó del cuestionamiento
al viejo orden, hasta tanto sus representantes comenzaron a erigirse en
abiertos opositores al cambio. En la medida en que su discurso asumió
un contenido político, fue entrando en el espacio sociocultural que es-
taba en disputa; su ubicación, opuesta al proceso de cambio que tenía
lugar, determinó que se le identificara como parte de la estructura so-
cial que estaba siendo desmontada.
Por supuesto que no solo razones directamente clasistas determina-
ron la postura de oposición al cambio asumida por jerarquías cristianas
y sectores del clero o de la feligresía. Entre las causas que se articula-
ron, puede mencionarse la educación pietista y la teología centrada en
la visión estrictamente personal del pecado, adecuadas al orden existen-
te, a las cuales les correspondía una doctrina social que sacralizaba la
propiedad privada y la democracia representativa y que, en el caso pro-
testante, hacía muy marcada la opción por el modo de vida estadouni-
dense; la imagen dantesca del comunismo generalizada en la población, y
el temor ante esa sociedad, sobre todo luego del comienzo de la Guerra
Fría; el tradicionalismo institucional, que en la Iglesia católica no solo
era un problema cubano. Recuérdese que aún no había tenido lugar el
Concilio Vaticano II, evento reconocido como el paso a la modernidad
RENÉ CÁRDENAS MEDINA / Religión, producción de sentido y Revolución
al interior de la Iglesia católica universal, y que dejaría su huella no solo
en la dinámica teológica o religiosa, sino también en la social y política
de la América Latina contemporánea; la negativa a aceptar una reorga-
nización de la sociedad que, en la práctica, significó un paso en la mo-
dernización –y por tanto en la secularización y desacralización– de todo
el cuerpo social, y que implicaba fijar espacios diferentes de los predo-
minantes tenidos hasta ese momento por dichas instituciones religiosas.
Con ese trasfondo, el nuevo orden social era percibido como una ame-
naza a la autoridad y al poder eclesial, tanto en el plano de lo simbólico
como de lo real, por lo que su proyección oficial fue más acompañante
de la oligarquía desplazada que de los sectores populares identificados
con la Revolución y movilizados a favor de ella.
Condicionada por el tipo de religiosidad del cubano, y por la tradi-
ción anticlerical, entre otros factores, tal coyuntura generó un grado de
rechazo a ese instituto social, incluso entre personas con creencias reli-
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giosas, mucho antes de que pudiera hablarse en el país de una educa-
ción o propaganda de corte ateísta. Como ilustración, baste referir que a
raíz de la derrota de la invasión de 1961, y en relación con la presencia
de tres sacerdotes que acompañaron a la brigada mercenaria en su desem-
barco por Playa Girón, varios templos de esa zona fueron objeto de
manifestaciones populares espontáneas que instalaron en ellos bande-
ras y carteles con consignas revolucionarias.9
Es decir, que la aparición en el pueblo de un sentido que contrapone
la religión y la Revolución, no es el resultado exclusivo de una labor de
formación ideológica en los principios del ateísmo, sino, ante todo, del
propio enfrentamiento contra los sectores que se opusieron al proceso y
fue asumido como sentimiento de clase. La tesis, por la cual ha sido
duramente criticado el ateísmo dogmático, acerca de que el principal
enemigo ideológico del socialismo es la religión –idea que en cierta
medida se conserva entre las personas–, no se fijó solo por los manua-
les de marxismo, sino que formó parte de las convicciones y del discur-
so de líderes religiosos. La declaración que harían pública los sacerdotes
acompañantes de la brigada mercenaria –luego de la supuesta victoria–,
justamente hacía referencia a que la única ideología capaz de derrotar al
comunismo era la «ideología católica».10
El discurso de la jerarquía que descalificaba al activismo social revo-
lucionario como contradictorio con la fe y validaba a su opuesto como
el auténticamente cristiano, profundizó en la percepción popular la bre-
cha entre lo religioso y lo revolucionario. A ello se le añade la emigra-
ción de un alto número de líderes, sacerdotes y pastores –incluida parte
de algunas direcciones nacionales de iglesias– junto a cerca de la mitad
de la feligresía cristiana, en momentos en que ese paso había adquirido
una definida connotación política.
Otro proceso similar, pero en el propio país, se verificó con el consi-
derable número de personas que en aquellos momentos abandonaron
las iglesias, las prácticas y hasta las creencias religiosas. De ellos, mu-
chos tomaron esa decisión luego de un conflicto que tuvo su origen en
lo político, como rechazo ante la actitud que las jerarquías, y otros sec-
tores de las membresías, adoptaron frente al joven proceso.

9
«Entrevista a José Felipe Carneado», Kairos, México, 1988; 1: 2.
10
François Houtart y André Rousseau: The Church and Revolution, Orbis Books, New York, 1971,
p. 121.

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La condición paradójica en que se encontraron los creyentes revolu-
cionarios que mantuvieron su membresía en las instituciones religiosas
–acusados, por ser creyentes, por los revolucionarios desde fuera y, por
revolucionarios, por los creyentes desde adentro– contuvo en muchos
casos una reacción más firme y organizada de estos, tanto hacia afuera
como hacia adentro, en defensa de la autenticidad de sus posiciones y lo
orgánico de estas. Esta coyuntura, agravada por el éxodo de las iglesias
de los simpatizantes con la Revolución, limitó la posibilidad de una
contestación antijerárquica, articulada desde dentro mismo del campo
religioso.
Todo lo anterior dio lugar a la formación de una opinión compartida
por gran parte de la población (creyente o no), por cuadros políticos y
líderes religiosos, acerca de la imposibilidad de toda conexión positiva
entre la fe religiosa y una actitud revolucionaria, lo que significó asumir
y reforzar la dicotomía propuesta por el mensaje pietista de la jerar-
quía,11 que oponía –como antagónicas– dos esferas esenciales de la in-
tegridad humana del creyente: la religiosa y la sociopolítica.
La bifurcación entre la proyección política revolucionaria y la fe fue
acatada como una verdad irremediable de este proceso social y de la

11
Es conveniente aclarar que la frecuente mención de las Iglesias católica o evangélicas, es
solamente una necesidad del análisis y no significa reducirlo al medio cristiano ni contraponer
estas con otras confesiones. Ocurre que son ellas las agrupaciones que incluyen un sistema

RENÉ CÁRDENAS MEDINA / Religión, producción de sentido y Revolución


referencial más o menos explícito sobre la sociedad, junto a su aparato doctrinal. En los
marcos de la religiosidad más extendida –difusa, con el menor grado de estructuración y
sistematización, compartiendo símbolos de otras expresiones religiosas y ajena a toda integra-
ción institucional– el conflicto que se analiza no implicó tensión al interior del conjunto de
ideas que la conforma, pues este no incluye ninguna doctrina o referencia social explícita ni,
menos, cuenta con alguna estructura jerárquica. De uno u otro modo, algo similar ocurre con
las religiones afrocubanas y con el espiritismo criollo, los cuales, aunque con un mayor grado
de institucionalización y de organicidad como sistemas religiosos que el segmento anterior,
tampoco tienen incorporadas una doctrina social específica que intermedie la proyección de
clase del creyente. A esto se le añade que, en sus esquemas organizacionales, no aparecen ni
estructuras superiores al grupo mismo de fieles –al menos, hasta este momento– ni jerarquías
supragrupales, con la consiguiente ausencia de sentidos referenciales únicos más allá de los
producidos por cada centro, familia o plante y de las interconexiones que a modo individual
haga el creyente. Es cierto que las características apuntadas de estas expresiones religiosas han
influido en la no prevalencia de una u otra inclinación sociopolítica oficial en su seno; esto ha
dado lugar a criterios simplistas acerca de la militancia política de santeros, paleros, abakuá o
espiritistas, entre quienes, en definitiva, se verifica el mismo espectro político que entre el
resto de los cubanos, creyentes o no; es decir, desde la plena identificación hasta el desacuerdo
con el proceso revolucionario. Igual ocurre con los asociados a las formas de religiosidad más
extendidas, arriba mencionadas. Pero otra cosa es la articulación entre la vida sociopolítica y

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religión, incluso por creyentes identificados con el proyecto de la Revo-
lución.
En medios cristianos ecuménicos fue donde se generó un referente
distinto al que había –y ha– prevalecido en la percepción de muchas
personas en cuanto a la relación entre la religión y la Revolución. Lo
que hemos dado en llamar Nueva Teología Cubana (NTC)12 para un
mejor abordaje sintético, y que abarca toda la reflexión teológica desa-
rrollada al influjo de ese espacio, elaborada principalmente por perso-
nalidades del protestantismo tradicional y aislados exponentes de otras
Iglesias (evangélicas o católicas), es el esfuerzo más orgánico y sistemá-
tico por romper con el modelo pietista y producir un pensamiento reli-
gioso desde la realidad y organización social cubanas. Con una
comprensión no acrítica de la trascendencia del cambio social iniciado
en 1959, ha incorporado a su hacer temáticas, preocupaciones y proble-
mas que tienen que ver con lo ocurrido en el país en estos tres decenios.
Su particular abordaje de la fe, su capacidad de análisis social y su
vocación política a favor de los sectores populares, la aproxima a otras
corrientes contemporáneas como la teología de la liberación latinoame-
ricana, aunque con énfasis y personalidad propias. Para Cuba, que ha
sido una importadora de teología, la NTC adquiere la significación de ser
el pensamiento teológico de mayor congruencia entre la coyuntura socio-
histórica que le da origen y la realidad en que es consumida como pro-
ducto cultural simbólico. Sin embargo, a pesar de que su propuesta central
gire en torno a la razón de ser de la comunidad religiosa en una sociedad
como la cubana, a las implicaciones que esto tiene para la fe, y al carác-
ter que la propia fe asume cuando el compromiso del hombre es el de
construir el futuro de todos y no solo el individual, su alcance como refe-
rente religioso válido para el creyente cubano ha estado restringido a
determinados círculos más bien identificados con el ecumenismo. Tal
vez en ese plano se encuentre hoy uno de los retos más grandes a que se

la vida religiosa. Ahí, lo predominante ha sido la separación mencionada en el cuerpo del


trabajo. En tal sentido, estos grupos se sirven, inconscientemente, de los referentes que a nivel
de conciencia cotidiana fija la dinámica que se desarrolla más ampliamente a nivel social, en la
cual aquellas instituciones que cuentan con una doctrina social determinada, desempeñan un
papel protagónico. Es decir, que la consideración particular de estas últimas, en el análisis, se
explica porque ellas, además, en mayor o menor medida, sirven de referente a otras agrupacio-
nes e individuos, más allá de sus propias fronteras simbólicas o doctrinales.
12
Véase Juana Berges, René Cárdenas y Elizabeth Carrillo: «La nueva teología cubana», ob. cit.
(en n. 1).

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enfrenta este pensamiento teológico, que se propone abordar más
armónicamente el vínculo de la proyección ciudadana del creyente con
su fe, en un medio donde un aspecto no es ajeno al otro.
Un estudio al interior del pastorado protestante histórico descubrió
nexos entre las inclinaciones teológico-religiosas y la proyección y par-
ticipación sociales del individuo. Así, los menores índices de conserva-
durismo religioso –entendido en su manifestación alrededor de las
inclinaciones litúrgicas, preferencias teológicas, contenido de la prédi-
ca, carácter de la congregación, actitud ante la cooperación interdeno-
minacional y ante el papel femenino en el liderazgo de la iglesia, entre
otros– se correspondían con los de mayor proyección y participación
social, mientras sus opuestos mantenían similar relación.13
Es evidente que alrededor de la asimilación como propias de activi-
dades que trascienden el interés individual, no basta con la referencia al
elemento clasista. Otros significantes tienen también que ver con esto.
Estudios realizados a fines de la década del 8014 muestran que la parti-
cipación de las personas con creencias religiosas en las tareas que ha
tenido que acometer colectivamente la sociedad cubana, ha sido pro-
porcionalmente más baja que la de los no creyentes. Al analizar la in-
tervención de los individuos en tareas tales como movilizaciones
agrícolas, las zafras, la alfabetización, la construcción de obras de
beneficios comunitario y social, las misiones internacionalistas civiles
o militares, las responsabilidades asumidas en organizaciones sociales o
RENÉ CÁRDENAS MEDINA / Religión, producción de sentido y Revolución
representando a sus conciudadanos en eventos de significación social o
ante el Estado y otras, que abarcan las esferas laboral, educacional,
sociopolítica y de la defensa, se constató una tendencia general que
indica que a medida que se estructuran más las representaciones de lo

13
Para más detalles sobre el particular, véase Juana Berges, René Cárdenas y Elizabeth Carrillo:
«Le pastorat du protestantisme historique à Cuba: ses aproches socio-religieuses et la nouvelle
théologie cubaine», Social Compass. International Journal of Sociology of Religion, 1994; 41: 273-
291, June.
14
Entre las investigaciones desarrolladas por el Departamento de Estudios Sociorreligiosos
pueden citarse: Conciencia religiosa en la sociedad cubana contemporánea. Características y formas de
su estructura, ob. cit. (en n. 4), estudio de una muestra nacional, representativa para los grupos
que conforman la estructura clasista de la sociedad cubana; Creencias y prácticas religiosas en
zonas rurales [monografía], La Habana, 199?, estudio aplicado escalonadamente en zonas
rurales de 10 de las 14 provincias cubanas, que abarcó a todos los grupos sociales de dichas
regiones entre 1983 y 1990; La religiosidad de las amas de casa [monografía], La Habana, 1989,
una aplicación realizada a uno de los grupos más significativos de la estructura religiosa del
país. Ninguna ha sido publicada [Archivos DESR].

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sobrenatural, es más bajo el grado de participación del individuo en
dichas tareas sociales. Similar tendencia se manifiesta en relación con la
integración a organizaciones de masa o sociales como los Comités de
Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas
(FMC), la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), las Milicias de Tro-
pas Territoriales (MTT) y otras.
Esta constatación obliga a concluir que, en la Revolución, el proceso
de socialización de las personas de religiosidad difusa, alejadas de los
sistemas doctrinales establecidos y el de los no creyentes, ha sido más
efectivo que el de las personas cuya religiosidad se organiza al modo de
cualesquiera de dichos sistemas (sea espiritista, católico, santero, pres-
biteriano, adventista u otro). Si se tiene en cuenta que no se trata del
análisis de la religiosidad de sectores antagónicos en la estructura social
y que, por tanto, las tendencias observadas no son testimonio de una
reacción clasista ante la transformación de la sociedad, sino que, todo
lo contrario, estamos ante grupos que se caracterizan proporcionalmen-
te por la presencia del elemento popular –obreros y campesinos–, cuyos
padres también lo fueron, debe considerarse entonces la significación
del elemento simbólico. La inhibición que alrededor de la participación
y la integración a organizaciones populares se verifica, es de una u otra
forma resultado del conflicto que a nivel simbólico-religioso tuvo lugar
como parte del proceso por la afirmación de la Revolución.15
Uno de los elementos centrales referidos a lo aquí tratado, estriba en
la producción de sentidos. En ello está implicado el hecho de que el
enfrentamiento más agudo en el campo religioso se resolvió política-
mente. Este concluyó con la derrota política de la reacción eclesiástica,
pero con la ausencia de una lectura religiosa alternativa a la propuesta
jerárquica que cumpliera la función de traducir el nuevo proyecto social
a la fe, con excepción de la NTC, pero que, como se vio, no ha tenido el
grado de incidencia suficiente para constituirse a nivel social en esa
alternativa. Esta situación condujo a que la única referencia simbólica
religiosa reconocida por la población se expresara en términos históri-
camente no correspondientes al nuevo contexto social, dado que en la

15
El abordaje de la inhibición en la participación social de los creyentes aquí está reducido a su
vínculo con el conflicto en la producción simbólica, lo que por supuesto no lo agota. Otras
aristas del problema, como, por ejemplo, las actitudes y actos discriminatorios generados en
nuestro país contra los creyentes, deberán ser tratados cuando se analicen los factores sociales
que coadyuvaron a dicho retraimiento.

460

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percepción pública no hubo superación de dicho referente simbólico.
De hecho se conservó un esquema donde –como esferas desconecta-
das– la fe religiosa no es interpelada por la práctica social ni vicever-
sa. Tanto a nivel de la conducta individual del creyente, como de la
colectiva, ello reafirmaría el carácter supuestamente irreconciliable en-
tre la religión y la Revolución, lo que implicaba validar aquella lectura
pietista como la única lectura que desde la religión podía hacerse en el
contexto cubano. Los intentos diversos de este, de producir una visión
íntegra del creyente en su vida social, eran –han sido– considerados
como politización de la fe, y abandono de lo auténticamente religioso.
Se trata, en resumen, más que de otra cosa, de un conflicto de sentidos.
La cuestión de la producción de sentidos de contenido religioso, es-
taba ubicada en el mismo centro del conflicto, aunque su percepción se
dificulte, pues ha tenido lugar en medio de un gran despliegue de es-
fuerzos políticos a favor y en contra de la afirmación de las nuevas
estructuras sociales. El rápido proceso de desacralización, tanto de la
naturaleza como de numerosas esferas de la sociedad, los requerimien-
tos participativos de la joven Revolución, el reordenamiento de la dis-
tribución de las riquezas, el protagonismo de sectores y clases sociales
históricamente subordinados en la economía y la política nacional, y la
rápida movilidad social con nuevas perspectivas de realización indivi-
dual y colectiva, la brusca ruptura de la percepción del espacio social
en la subjetividad humana y otros procesos similares, estremecieron no

RENÉ CÁRDENAS MEDINA / Religión, producción de sentido y Revolución


solo la estructura de la sociedad cubana, sino también a los propios
sistemas religiosos, cuyos esquemas, discurso y referentes –hasta ese
momento válidos en función de la reproducción de relaciones sociales
diferentes– se enfrentaron al conflicto lógico de resultar inadecuados
para la reproducción ideal de la nueva realidad social.
La resistencia al cambio es una respuesta esperada en toda transición
cultural, sobre todo cuando en ella están involucradas instituciones en-
cargadas de la elaboración y resguardo de esos mismos sentidos que
están expuestos al cambio. Tal reacción es habitualmente del tipo: «si
una realidad deja de ajustarse a los modos en que está concebida, es
necesario reajustarla, llevarla de nuevo a su forma “auténtica”». Y más
aún cuando ese «modo de concebirla» aparece avalado por provenir de
la fe. De ese modo, la crítica a la Revolución por parte de las élites
jerárquicas de dichas instituciones, fue sustentada en la contradicción
insalvable entre el proceso cubano y «los principios inmutables, puros
de la tradición».
461

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Es decir, la cuestión es más profunda que un simple enmascaramien-
to tras una fachada religiosa de la lucha política contra la Revolución
–aunque de eso, hubo, hay y podrá haber– ni un enfrentamiento de la
religión con la Revolución. Se trata principalmente del conflicto entre
los patrones caducos de apropiación religiosa de la realidad y la necesi-
dad del establecimiento de patrones religiosos nuevos más adecuados a
la nueva coyuntura histórica.
En tal sentido, es más propiamente un conflicto al interior mismo del
campo religioso y cuya real solución solo ha de emerger de dicho campo
y no del político, aun cuando se inserte en el proceso de transición a que
está sujeto todo el cuerpo social y esa solución pase en grado considera-
ble por opciones y definiciones políticas. Pero es del campo religioso.
Sin embargo, al igual que otros procesos sociales, no resulta fácil per-
cibirlo de modo inmediato en su esencia. Incluso los propios protago-
nistas lo asumen no como lo que es, sino como un conflicto con lo que
ha –o con los que han– hecho cambiar las anteriores formas «verdade-
ras» de organización social. Por su parte, estos últimos lo que perciben
es la reacción de los primeros y responden en consecuencia, lo que ori-
gina una escalada, o mejor un seudoconflicto, que lejos de conducir a la
solución real obstaculiza su consecución.
Justamente, una de las responsabilidades del científico social radica
en intentar descubrir los reales conflictos tras los aparentes y contribuir
a la eliminación de los impedimentos y a establecer el clima adecuado
que conduzca a su solución real.
Debatir socialmente lo relacionado con los referentes religiosos –aun
cuando parece una tarea principalmente de teólogos, pero en la cual los
científicos sociales pueden y deben contribuir mediante el aporte de los
resultados de sus estudios– es una tarea de cierto grado de urgencia en
la sociedad cubana contemporánea. La coyuntura en la que el fenóme-
no religioso se ha desarrollado en el país –como se ha visto– ha marca-
do deformaciones en la percepción de las personas tanto acerca de lo
religioso propiamente dicho, como de su connotación social y política.
A ello contribuye la extensión de un modelo tradicional de pensamiento
en la población, más dado a la asimilación de los fenómenos en su ma-
nifestación externa que en la complejidad de sus esencias.
El debate acerca del socialismo, la caída del modelo que se siguió en
Europa, la crisis por la que atraviesa Cuba hoy, y las medidas de reajus-
te económico (y social y político) fijan en variados sectores populares
462

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una sensación de derrota –en la que hay responsabilidad de los dirigen-
tes políticos, al presentar esos reajustes como «concesiones» y no como
vías de perfeccionar y de enriquecer el socialismo en las actuales condi-
ciones del mundo– y, además, de desubicación social, lo que oscurece
aún más la percepción por las personas de los fenómenos sociales en su
movimiento conflictual y no lineal.
El aumento del espacio social por el que transita hoy la religión es
interpretado en muchos casos como una confirmación de la sensación
referida anteriormente, ya que es vista –por unos con alarma, por otros
con triunfalismo, por los más con asombro– como la expansión de una
forma de conciencia «opuesta» al socialismo. Esta última considera-
ción, por otro lado, ha viciado en numerosos casos, a favor o en contra,
el acercamiento de personas a grupos o instituciones religiosas con
independencia de sus sentimientos religiosos o no. Lo anterior es con-
secuencia de la visión deformada que se ha extendido en la población y
que, de hecho, obstruye la comprensión de la sociedad, la realización
individual de las personas y su participación constructiva en el progreso
social. Un debate teórico público, amplio, respetuoso y sobrio, que ayu-
de al esclarecimiento por la vía de aportar criterios de valor para la
educación de la capacidad de análisis, y no juicios prefijados, debe te-
ner prioridad en la ruptura del anquilosamiento mencionado, que como
tal, es uno de los obstáculos para la comprensión del fenómeno religio-

RENÉ CÁRDENAS MEDINA / Religión, producción de sentido y Revolución


so, no como mal irremediable ni como opositor político, sino como uno
de los modos en que se expresa la subjetividad del hombre en las condi-
ciones concretas de su vida.
El reconocimiento de la religión como integrante de la realidad social
cubana como reflejo y a la vez partícipe de la producción de esa propia
realidad, y no como huella del pasado ni como entidad suprasocial aje-
na a los conflictos, aciertos y errores de la Cuba de hoy –lo que implica
la superación de precondicionamientos políticos, tanto desde la izquierda
como desde la derecha– resulta indispensable para alcanzar la normali-
dad en su dinámica en el país.
Normalidad en la sociedad no implica estar exento de conflictos,
sino enfrentarlos y superarlos como única fuente de desarrollo. Uno de
esos conflictos a superar es, precisamente, el relacionado con la ade-
cuación de los énfasis y referentes de significación religiosa a las condi-
ciones concretas de la sociedad cubana, lo que contribuiría, entre otras
funciones que le corresponden, a una más efectiva socialización del
463

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creyente desde su especificidad como tal, toda vez que como actor so-
cial, su propia producción simbólica resulta un componente de la pro-
ducción y reproducción subjetiva de esta, y no de alguna otra sociedad.
En ello hay responsabilidad tanto de los políticos como de los líderes
religiosos y de los propios científicos sociales.

464

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RUTH No. 3/2009, pp. 465-489

Fusil contra fusil

Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)*

COMANDANTE GUEVARA: Yo hubiera querido hacer un análisis más o menos


completo, más o menos meditado y exhaustivo de las tareas del Minis-
terio durante este año. Desgraciadamente ustedes saben que he acaba-
do de llegar de un viaje y ahora tengo que salir para otro, y no he tenido
tiempo realmente de ocuparme del Ministerio en todos estos días, de
manera que tendré que hablar más o menos de impresiones generales, lo
que no es lo ideal y una mala costumbre un poco establecida por mí.
Muchas veces me tengo que presentar sin poder hacer un análisis pro-
fundo debido a un excesivo cúmulo de tareas distintas que hay que
hacer.
Yo creo que el análisis de las ocho tareas fundamentales se puede
hacer a otros niveles con más detalles, pues yo no lo puedo hacer ahora
como hubiera querido. Quería simplemente expresar las ideas que me
llevaron a las nuevas tareas fundamentales para el año 1965 que todos
ustedes tienen. Ya eso ha sido entregado.
Las tres tareas, es decir, dos tareas que se incorporan y una tarea que
se modifica, para mí son de vital importancia de acuerdo con la marcha
del Ministerio, como la veo.
La tarea modificada tiene una precisión mayor en cuanto a manteni-
miento, pero fundamentalmente la tarea de plan perspectivo e inversio-
nes. Está de más decir, cada vez más, que sin un plan perspectivo nuestras
posibilidades de una acción planificada se ven muy limitadas y se ve, además,
muy distorsionadas. Nosotros hemos tratado de hacer varios planes,

* Acta de la reunión bimestral efectuada en el Ministerio de Industrias el 5 de diciembre de


1964. Los fragmentos que publicamos constituyen una versión de los reproducidos en Ernesto
Che Guevara: Apuntes críticos a la Economía Política, María del Carmen Ariet García (ed.),
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, pp. 353-380 [n. de la R.].

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incluso hace un tiempo la dirección de Plan Perspectivo trabajó en un
esquema preliminar que no llegó a discutirse en el gobierno, y después
se han hecho planes sectoriales de ramas o de empresas. Sin embargo,
constantemente estamos con el mismo problema sobre los hombros y
es que los planes que nosotros podemos hacer son rotos por las necesi-
dades de la economía general y supeditados a otra serie de inversiones
que se consideran de mayor importancia. Sin embargo, tenemos que
seguir por ese camino hasta que no haya otro, y seguir haciendo planes
perspectivos que tengan, por lo menos, consistencia dentro del Minis-
terio.
Dentro de todas las desventajas que tiene esto, a veces tiene algunas
ventajas de tipo operativo que dan determinada seguridad a nuestras
industrias, en que uno utilizaba toda la mala fe que el espíritu revolu-
cionario permite, para asegurar. Por ejemplo, las inversiones tardan cua-
tro o cinco años en madurar desde el momento en que se toman las
decisiones primeras, hasta el momento en que empiezan a andar y a
veces más. Por ejemplo, la planta de fertilizantes la firmamos en el
año 60, el protocolo preliminar, y empieza a hacerse en el año 65, es
decir, varios protocolos que hemos firmado y que todavía ni siquiera
empiezan a hacerse. Por eso yo muchas veces he firmado una serie de
plantas con toda una sana mala intención de asegurar y tener algunos
pilares en qué basarnos. Lo que sucede es que estas plantas no respon-
dían exactamente a las necesidades más lógicas del desarrollo industrial
y es así como estamos teniendo grandes chinchales. El «formidable»
Combinado 30 de Noviembre, que inauguramos el otro día, como uste-
des saben, es otro «chinchal» más, con características atrasadas y en
general bastante mal.
Me voy a referir, precisamente, a una de las características más nega-
tivas que he observado en el Ministerio y es una de las cosas que tene-
mos que luchar para superar, y voy a poner como ejemplo una de estas
cosas. Pero nosotros debemos hacer un plan perspectivo con nuestras
propias ideas, mientras no haya un plan perspectivo nacional a donde
nos tendremos que subordinar naturalmente a las ideas que el gobierno
tenga en cada uno de los puntos, y después con la libertad de acción que
se nos dé, tomar las decisiones internas. Y en eso debemos seguir firmes
en las características fundamentales que hemos apuntado, es decir, el
desarrollo de la industria mecánica solamente suficiente para asegurar
una base de reparaciones sólidas y el desarrollo de algunos tipos espe-
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cíficos de productos y la maquinaria agrícola. Al desarrollo de la geo-
logía, de la minería, de los recursos naturales en general, en todo lo
posible que sean recursos naturales de tipo geológico, de tipo extractivo
que nos corresponde íntegramente a nosotros, ya sea el aprovechamien-
to de recursos naturales potenciales de tipo agrícola como son, por ejem-
plo, el desarrollo del algodón, del kenaf, es decir de las fibras que
dependan de estos vegetales, y como línea de largo alcance el desarrollo
de la química y la automatización.
Todos ustedes conocen nuestra manera de pensar a fuerza de repetir-
lo insistentemente, son las bases del desarrollo del comunismo, no las
bases, son las condiciones, digamos, indispensables para que el comu-
nismo se pueda alcanzar. Por otra parte, hay otra condición más que
debemos respetar también, y es que todas las nuevas inversiones se
hagan con una productividad, es decir, se hagan de tal tipo que la pro-
ductividad del trabajo responda a las mundiales. Es decir, precisamente
lo contrario de lo que hemos hecho hasta ahora, donde cada una de las
plantas que inauguramos son plantas mecánicas, en general de tecnolo-
gía atrasada y algunas químicas, también de tecnología atrasada que
aportan muy poco a la productividad media del país. Y por supuesto
están muy por debajo de la productividad internacional.
Estos estudios deben hacerse y este tipo global intermedio que es el
Ministerio con las líneas generales que se trazan y después ya los estu-
dios específicos de empresas, atendiendo naturalmente a la reposición
del equipo por un lado, y atendiendo a las necesidades crecientes de la
población en una serie de productos que deben servirse dentro del país.
Esas deben ser las orientaciones generales para hacer. Ahora bien, la
tarea de inversión y el cuidado de la inversión debe ser algo de primor-
dial importancia. Nosotros incluimos como tarea fundamental las in-
versiones. De todas las tareas fundamentales, en mi concepto, es la que
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

menos fue atendida y la que menos resultados prácticos brindó al Mi-


nisterio, por lo tanto a la economía nacional. Nosotros tenemos que
trabajar mucho en todo lo que sea la tarea de inversión, cada vez más, y
acostumbrarnos a que sea solamente una cosa excepcional el aprove-
char alguna coyuntura internacional para adquirir una planta de un tipo,
que no haya sido sometida a estudios exhaustivos, en cuanto a la tarea
de inversión.
Ahora bien, esta tarea de inversión también debe todavía, en mi con-
cepto, pulirse más en cuanto a su trabajo, a su resultado final. Nosotros
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tenemos algunos ejemplos muy curiosos de forma de trabajar. Por ejem-
plo, en estos días se produce algo de lo que yo estoy diciendo que debe
ser excepcional, pero que todavía es prácticamente el sistema. Por una
serie de razones, se da la orden de firmar la inversión de superfosfato,
parte de la inversión general que va a haber en Nuevitas de la planta de
fertilizantes, sin que todavía la tarea de inversión esté completa. Sin
embargo, en la Junta Central de Planificación [JUCEPLAN] tienen toda
una serie de ideas sobre esta tarea de inversión, basada, parece –no es
seguro–, en las ideas que la empresa directamente le ha dado a
JUCEPLAN, ya sea como una comunicación directa, o ya sea como una
comunicación informal, contactos entre técnicos o contactos entre
amigos. De tal manera que JUCEPLAN aceptó una serie de evaluacio-
nes físicas sobre la base de unos datos que no son los que en definitiva
se consideraban como válidos, y sobre la base de unas decisiones que
no son las que en definitiva se adoptaron. Y todo esto enmaraña el
sistema, creado por sí enmarañado y obliga a todo el mundo a tomar
decisiones con una gran desconfianza interior.
La época que pasé por JUCEPLAN me di cuenta, precisamente, de
esa gran debilidad que tiene ese organismo, y hablando con Dorticós,
este me recalca la inseguridad que se tiene cada vez que se firma un
papel, de si se está haciendo una cosa inteligente o si se está firmando
una barbaridad, por los sistemas de comunicaciones existentes. Noso-
tros aquí adentro tenemos que liquidar esos sistemas colaterales de co-
municación y establecer un sistema rígido en cuanto a cierta disciplina
para llegar a un resultado concreto, aun cuando sea rápido, que no sea
burocrático. Nosotros estamos confundiendo muchas veces la discipli-
na con inquietud y en definitiva se arranca la disciplina de pronto por-
que hay que hacer las cosas y se rompe por cualquier lado, no por el lado
más lógico.
De modo que esta tarea fundamental hay que jerarquizarla realmen-
te. Como ustedes ya habrán escuchado por las informaciones de los
compañeros esta mañana, el sistema de inversionistas va a ser total-
mente cambiado. El inversionista directo será la empresa que va des-
pués a operar esas plantas y el sistema de proyección y ejecución será
totalmente cambiado. Nosotros pensamos que eso tiene que traer una
serie de mejoras, pero por ejemplo, hay cosas que antes deben haberse
cambiado.
Estaba visitando en Santiago la fábrica de cemento, y tienen ahí una
serie de retrasos, Obras Públicas, paradas por la falta de unos planos, y
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todo es producto de no tener un proyectista al pie de obra. A mí me
parece que esa es una situación que podría haberse detectado y cambia-
do antes de cambiar todo el sistema. Podrían haberse establecido viajes
más frecuentes de los proyectistas, una obligación de los proyectistas
mucho más grande con la obra, no esa separación absurda que existe
hoy entre el intelectual que compone a nivel de aire acondicionado y
que después se desvía totalmente de lo que significa la proyección en el
campo y los naturales problemas que surgen en cualquier obra.
Este punto es fundamental para que el Ministerio pueda orientarse,
aun cuando esa orientación no va a ser, si no mediatizada, digamos
mientras no exista un plan perspectivo general, y por lo tanto pueda
haber un sistema de inversiones ya prestablecido.
Con respecto a la inversión en sí, también hay una serie de observa-
ciones que fue las que citó el compañero Angelito, muy atendibles mu-
chas de ellas y fundamentalmente esa de las asignaciones anuales, a las
inversiones que duran más de un año que frenan totalmente el trabajo y
que tenemos que ir también a modificarlas en alguna forma para poder
asegurar una continuidad en el trabajo.
La otra tarea muy importante es la del establecimiento de las normas.
La habíamos dividido, como aquí está expresado, la normalización téc-
nica en normación de productos y procesos y normas de consumo.
Todo eso ya, y si nosotros somos capaces de dominar lo que hasta
ahora hemos tenido como tarea fundamental, y agregamos el dominio
de esas normas, habremos dado el paso más importante de todo para
que el Ministerio pueda moverse, en sentido general, sin limitaciones.
Digo en sentido general, porque ya estarían dadas todas las condiciones
externas fundamentales, necesarias, para que el Ministerio funcionara
realmente como un todo afectado.
La forma práctica del trabajo habrá que establecerla, llevarla a nive-
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

les de unidad e imbuir a los administradores de la importancia de este


trabajo.
La otra tiene una característica totalmente distinta, es la de seguridad
e higiene del trabajo. Como muchos de ustedes habrán escuchado si
estaban allá en Oriente, estábamos explicando la importancia que tiene
que no nos desliguemos tanto, como lo hemos hecho ahora, del gran
destinatario de la evolución que es el hombre y que no nos dediquemos
a ser productores simplemente, sino que consideremos la sustancia pro-
ductora del trabajo que es el hombre y que lo consideremos de una
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forma distinta a la que inconscientemente lo hemos estado consideran-
do ahora. También ahí se hacía énfasis y esto está expresado en las
tareas fundamentales, en los dos aspectos. El aspecto investigativo de
estudio, para ya en el año 66 sacrificar lo que haya que sacrificar para
lograr las inversiones que aseguren la seguridad e higiene en el trabajo, y
una tarea de tipo práctica y mediata que es el orden de la disciplina del
trabajo para establecerla en algunos casos y recuperar, restablecer en
otros disciplinas que estaban perfectamente establecidas, sobre todo
en las grandes compañías monopolistas y que nosotros hemos dejado
perder muchas veces.
Estos dos últimos aspectos que he tocado, los de la disciplina, de la
seguridad e higiene del trabajo y los controles de inventarios, los con-
troles en general de las normas, se consideran los dos pilares fundamen-
tales que nosotros pretendemos que debe ser el Sistema Presupuestario
en cuanto a su capacidad de control centralizado y efectivo por un lado,
al mecanismo que puede funcionar a través de líneas directas de mando
desde la cabeza hasta las extremidades ejecutoras, junto naturalmente
con una serie más de controles que deben ir perfeccionándose; y el én-
fasis en el hombre, en el individuo como destinatario de la revolución
que debemos nosotros dar constantemente.
Hace bastante tiempo, una vez tuve que hacer una rectificación pú-
blica –aunque la gente no se acuerde mucho de lo que uno dice, por
cierto–. En un congreso de la CTC [Central de Trabajadores de Cuba]
dije una cosa que hoy digo que es totalmente absurda y es que, «el admi-
nistrador no debe ser, no es un dirigente político como ustedes, es un
dirigente administrativo». Y esta afirmación no solamente es absurda,
sino que además está contra los principios que nosotros defendemos en
el Sistema Presupuestario. Nosotros tenemos que convertir al adminis-
trador en un cuadro político administrativo, de calidad dirigente. Y ahí
es uno de los defectos fundamentales, naturalmente eso no figura en las
siete tareas fundamentales del año que viene, ni estuvieron en las ocho
de este año, sin embargo es uno de los defectos fundamentales que tie-
ne el Ministerio. El cuadro administrativo actual, el administrador de
unidad, dejando a un lado las deficiencias de tipo administrativo diver-
sas que tiene, y de tipo técnico que tiene, es un hombre con escaso
desarrollo, yo diría con el sistema actual, mientras no tomemos medidas
será una posibilidad clara de desarrollo.
Hay una cosa que nosotros debemos aclarar y es que la centralización
nunca debe estar reñida con el máximo de iniciativa que se dé a los
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individuos a diferentes niveles. Naturalmente que esta iniciativa tiene
que estar muy bien definida, los límites dentro de los cuales la iniciativa
fuera. Y de encontronazos que se han dado a administradores, encontro-
nazos que se les ha dado a distintos cuadros al tener iniciativas extras
donde no había una delimitación muy precisa y han ido a parar pues a
Guanahacabibes o han recibido alguna sanción, o en fin que han tenido
algún tropiezo de esos. Algo tremendo. Pero además, hay una cosa en
los mismos directores, uno observa que hay toda una serie de tareas que
cuando se ponen se cumplen, pero también hay toda una serie de tareas
que podrían hacerse, y el director tiene toda la autoridad para hacerlas y
además tiene todo el deber de preocuparse y que no se ha preocupado.
Por ejemplo, cuántos hombres tiene un director en su empresa por
trabajador ocupado, cuántos tienen otros, surgen en las circulares 90,
surgen a veces en determinados momentos, pero no tienen una preocu-
pación constante.
La capacitación de los directores me luce que no ha sido una lucha
llevada con demasiada sistematización, pero se ha insistido, por lo me-
nos de palabra muchas veces, y sin embargo la capacitación no es una
cosa que se ponga como un deber fundamental, sino en muchos casos
como una obligación más de las tantas que tiene un director, y a veces
una obligación penosa, molesta.
Ahora, eso en los administradores es mucho más patente y eso es
falta de preocupación por ir a revisar lo que hay en su fábrica, a ver
exactamente lo que hay en su fábrica, a compararlo con lo que hay en
otras fábricas, a buscar lo bueno y a mejorar en todos los sentidos. Real-
mente es algo que falta. Tenemos ahí una deficiencia grande. Esa defi-
ciencia es directamente atribuida al escaso desarrollo de los cuadros.
Pero ese escaso desarrollo de los cuadros es absolutamente lógico que
tiene que ser atribuido a la poca acción del Ministerio en ese caso. Es
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

decir, a que todavía no hemos encontrado, a pesar de las preocupacio-


nes que hemos tenido siempre en este campo, el sistema que permita
desarrollar los cuadros y al mismo tiempo llevar a otros niveles en los
cuales pueda trabajar todo aquel cuadro de dirección que no tenga las
condiciones mínimas demostradas. Nosotros podemos ver en las em-
presas y en las direcciones del Ministerio, con muy contadas excepcio-
nes, que en dos o tres meses a lo sumo, un hombre muestra lo que vale.
Es raro el caso de un compañero sobre todo, digamos en el sentido
positivo, es decir en el sentido de ascenso a su capacidad, que ese as-
censo se haga muy gradualmente, muy lentamente y continuado.
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En general, a los dos o tres meses ya se da una idea de lo que el
hombre va a dar. Nosotros muchas veces hemos tenido directores que
hemos visto que no van a ser buenos directores. Sin embargo, hemos
insistido en mantenerlos en el cargo, y además con una cualidad, es
decir con una agravante los hemos mantenido en el cargo sin darle la
ayuda necesaria por si hubiera madera suficiente para que con una ayu-
da desarrollara. Entonces el director, entregado a sus propios esfuerzos,
va cayendo en una especie de rutina, de conformismo que en un mo-
mento dado se hace necesario quitarlo.
En los administradores ocurre exactamente igual y creo que se imita
más todavía, y los directores tienen que estar atentos, muy atentos. Y
además, otro aspecto, el cuadro hay que cuidarlo, hay que desarrollarlo
pero no en sí el desarrollo en algún punto fijo, no puede ser un átomo
loco que tienen que desarrollar y ponerlo a dar vueltas como todos los
administradores que los pasan de un lugar a otro, a otro, sin siquiera
darle tiempo a sentarse. Nosotros establecimos que estuviera seis me-
ses por lo menos un hombre en un lugar para cambiarlo de lugar o
ascenderlo, cosa que no se ha cumplido. Esto no se cumplió formal-
mente porque había que elevarle una petición al Ministerio y parece que
los viceministros con toda tranquilidad aceptan. Cada vez que se plan-
tea lo aceptan.
El hecho es que los cambios se van produciendo con una frecuencia
sumamente elevada y no hay administradores de experiencia. Hay cua-
dros brillantes que se desarrollan rápidamente, que de por sí ganan. Y
hay cuadros que no son tan brillantes, nosotros no podemos tener aquí
una «colegiatura de astros» para dirigir la industria. Y estos cuadros pue-
den suplir esa falta de cualidades excepcionales por la experiencia, pero
para tener experiencia hay que tener tiempo en un lugar. Esos que uste-
des conocen por ahí, jefe de almacén, que tienen un tercer grado, pero
tienen 27 años de jefe de almacén. Si tiene kardex no lo tiene muy bien,
pero tiene un kardex en la cabeza; eso es una vieja experiencia que debe
ser vista. Nosotros desdeñamos este tipo de experiencia excesivamente.
Naturalmente que nosotros no tenemos actualmente la posibilidad
de mantener a todo el mundo en su lugar. Además este ministerio, entre
otras cosas, es un suministrador permanente de cuadros y se van movi-
lizando, pero de todas maneras se atiende poco a este sistema de tener a
la gente un tiempo en su lugar. Además, eso evita los espejismos. Cuan-
do un administrador o un funcionario cualquiera llega a ocupar un lugar
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que había ocupado un funcionario mediocre o malo, si es menos medio-
cre, simplemente menos mediocre y nada más, enseguida se empieza a
notar una mejoría en el trabajo. Ahora, esa mejoría lleva a veces a tomar
decisiones tales como que a los dos meses ya trasladarlo para otro lugar
de mayor categoría, de mayor responsabilidad, cuando todavía no se
han asentado bien, cuando todavía no se sabe bien lo que va a dar. Y
eso es algo que nosotros tenemos que combatir de una buena vez. Es
decir, en la base de todo esto es el cuadro, pero en las debilidades fun-
damentales que tiene el cuadro de nuestro ministerio, se observa falta de
iniciativa, una apatía general y una falta de dolor físico por los proble-
mas que afronta su industria, o empresa, o lo que sea.
Algunas y otras cosas pueden desarrollarse mucho mediante el traba-
jo empeñoso, mediante un aparato que se dedique a todas estas cosas.
Otras son un poco inherentes a la gente del espíritu revolucionario y
hay que reglamentarlas por lo menos si no se pueden impulsar, o si no
llevar a este tipo de cuadro a funciones en las cuales no se necesite que
duela el hígado cada vez que suceden barbaridades.
El otro gran defecto que está muy ligado a este también y que tiene el
Ministerio, es el burocratismo. Cómo duermen las cosas, cómo se tras-
ladan. Lo más bonito es que las cosas ya no duermen, se ha desarrollado
un sistema tal que las cosas ya no duermen en las gavetas, duermen en
continuo movimiento, que es un sistema especial de sueño en el cual se
van trasladando, trasladando, trasladando, varios vuelven, vuelven y van,
y siempre que uno lo busca está en un departamento distinto, pero nun-
ca está resuelto, siempre le falta un dato, algo, una cuestión imprescin-
dible para que ya se decida.
Nosotros una vez hablábamos de eso, que todos estos problemas de
burocratismo, dentro de una de las cosas, era la falta de conocimiento.
Pero ya esto está llegando a unos niveles que no debemos permitir. No
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

es que sea peor que hace cinco años, naturalmente, es mejor que hace
cinco años, pero no ha funcionado, pero no hemos mejorado en ese
aspecto en la misma manera que hemos mejorado en otra serie de as-
pectos.
[…]
Ahora bien, eso que yo puedo captar perfectamente cuando llega a
un nivel en el cual yo tengo que tomar una decisión y desgraciadamen-
te, pues ahí hay que captarlo, uno se da contra la pared. Se produce
cada vez que se cambia un cuadro en cualquier nivel del Ministerio. Si
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cambia un jefe de un departamento de organización, cambia el criterio
organizativo, cambia un jefe económico, cambian toda una serie de cri-
terios económicos, cambian a un técnico y cambian los criterios técni-
cos. Es decir, nuestras empresas todavía no han logrado, por supuesto
el Ministerio, que en definitiva es también el conjunto de las empresas
que dirige, digamos lo que se llama esto en el orden militar, se llama la
«doctrina militar». La doctrina que desde los generales hasta los cabos
ya saben que una escuadra se compone de siete hombres, seis hombres
tienen tales fusiles; de la escuadra viene el pelotón con tantos hombres y
entonces al pelotón se le agrega esto, tal, tal, tal, y siempre igual. Podrá
ser muy malo el sistema, estratégico, pero todo el mundo lo sabe y nadie
se equivoca y todo el mundo va a hacer lo que es necesario hacer.
Nosotros todavía no hemos alcanzado esa doctrina aquí, que nos
permita tener criterios y cuando los criterios son contrarios no hemos
alcanzado la disciplina suficiente como para sostener el criterio general
del Ministerio, sino que simplemente, en todo caso cuando la gente es
muy honrada dice: «Bueno, miren, el Ministerio dice esto, pero esto es
una barbaridad, nosotros pensamos esto otro». Entonces está la duali-
dad allí y las dos teorías expresadas, lo que nos dificulta mucho el avan-
ce administrativo, pero mucho. Nosotros tenemos que ir todavía a ganar
en disciplina, y al mismo tiempo en flexibilidad. Tenemos un sistema de
disciplina inarmónico, distorsionado, con algunos cuellos de botella que
es muy difícil de pasar, donde hay que ir pasando muy lentamente y
después con grandes lagunas, donde cada uno puede llegar y tomar a su
antojo sin una dirección exacta.
Esta es una de las tareas administrativas que nosotros tenemos que
seguir trabajando en ella y seguir desarrollando, lo que no quita que se
puedan hacer experiencias porque no podemos de ninguna manera de-
cretar que lo que nosotros obtendremos es el non plus ultra. Lo que sí
tenemos que decretar es que esto que sostenemos debe seguirse hoy y
que toda aquella gente que no esté de acuerdo con esto y que tenga
ideas, no caprichosas, sino ideas fundamentales, en determinados casos
que se aprueben, se hagan tentativas de buscarse nuevos métodos, pro-
blemas piloto que permitan ir mejorando el sistema.
Por último, el otro defecto del Ministerio, digamos de los más grue-
sos, de los más aparentes, de una categoría un poco menor, pero tam-
bién importante y que hemos tratado de liquidarlo o por lo menos de
atemperarlo con el plan este de integración al trabajo, es el de la falta de
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comunicación entre los niveles paralelos, horizontales, que hace que las
ramas tengan un sistema de trabajo, que las empresas tengan un sistema
de trabajo y que las fábricas tengan un sistema de trabajo, que son dife-
rentes y que no se intercambian y no se analizan.
Yo creo que si nosotros logramos por un lado, junto a las cuatro gran-
des tareas que sobreviven de este año, que se mantienen de este año
para el siguiente, es decir, el análisis económico en sentido general, el
control de inventario, la capacitación y el plan de mantenimiento, y al
mismo tiempo estas tres tareas nuevas, las podemos llevar, sobre todo
mejorar el trabajo inversionista que ya es viejo y sigue muy malo, ha-
bremos dado un paso de avance en la configuración de la mecánica de
nuestro ministerio. Ya nuestro ministerio tendrá todos los implementos
mecánicos necesarios para actuar. Ahora, estos implementos mecáni-
cos necesitan de una ordenación interna que haga que no falte el engra-
naje al primer movimiento y estas coordinaciones internas deben darse
por los cuadros, por la disciplina consciente y movilizadora de la gente
y por el intercambio de experiencias entre el uno y el otro.
[…]
Y esa es una prueba, la paradoja que nosotros tenemos. Un sistema
socialista hecho por la gente, por gente honesta, por gente sacrificada para
la gente y que todas esas otras gentes no sienten siempre poner la comu-
nicación. Se siente desligado, siente que todas esas horas de trabajo no
son parte de su vida. Y eso hay que romperlo. Hay una parte de esa, que
es la parte, digamos, que es la cualidad innata. Es lo Boti o lo Arcos
[Ángel Arcos Bergnes] y no todos podemos ser Boti [Regino E. Boti] o
Arcos, eso es evidente. Y hay otra parte que se aprende. Se aprende
porque los capitalistas lo hacen y seguramente ellos no están muy liga-
dos a la masa y no tienen ningún cariño a la masa, ni les importa para
nada como productor, pero lo hacen y los sistematizan y tienen especia-
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

listas en esos aspectos y desarrollan toda una rama científica que se


llama la psicología industrial.
Nosotros tenemos aquí a la doctora Del Cueto,1 precisamente para
tratar de impulsar al máximo eso, pero muchas veces, vamos a decir,
siempre ha trabajado sola en todas estas cosas. Y todos ustedes son
testigos [de] que ha habido siempre una separación y muchas veces una

1
Doctora Graciela del Cueto, directora del Departamento de Psicología del Ministerio de
Industrias, vinculado a la dirección de Cuadros [n. de la R.].

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mucha indiferencia y otras veces desconfianza, a veces de tipo filosófico,
porque había falsos conceptos marxistas de que los hombres son iguales,
que no se puede medir la inteligencia del hombre, no se puede medir el
carácter del hombre, etcétera, etcétera, dogmatismo trasnochado. Y por
otro lado, a veces también porque a la gente no le gusta que se le metan en
los recovecos de la mente, los recovecos son de uno y uno tiene ahí en los
recovecos sus cosas guardadas, pues no le gusta a la gente. Y de estas dos
cosas se ve mucho. Sin embargo, eso es una ciencia que se desarrolla, que
los capitalistas la utilizan con toda frialdad, la valoran en pesos y centa-
vos y hacen andar las cosas también. Y nosotros preocupados, ya no sola-
mente por el socialismo, además de eso establecemos, creo que por primera
vez en el mundo, ya lo podemos decir sin que suene petulante, por prime-
ra vez en el mundo un sistema marxista, socialista, congruente o aproxi-
madamente congruente, en el cual se pone el hombre en el medio, se
habla del individuo, se habla del hombre y de la importancia que tiene
como factor esencial en la revolución.
Ahora, no somos capaces de desarrollar los sistemas que hagan que
ese hombre rinda lo que debe rendir y las fallas en nuestra mecánica
hacen que tendamos a convertirlo en máquina, incluso como en las co-
sas como en el trabajo voluntario, se transforma en mecanismo. No se
cumpla –como podría decir yo–, del individuo hacia fuera, hacia la so-
ciedad que es la forma en que el trabajo rinde su fruto. Hay una frase de
Mao muy bonita donde dice aproximadamente que «el hombre como
ser enajenado es esclavo de su propia producción», esclavo del trabajo,
entrega el trabajo, entrega parte de su naturaleza ahí y que solamente se
realiza como hombre, cuando hace aquellas cosas que no son necesa-
rias a su ser físico, es decir, cuando se transforma en el arte o, por ejem-
plo, cuando hace trabajo voluntario o sea fuera de las cosas que rinde a
la sociedad, algo que el hombre entrega. Pero que nosotros no hemos
logrado todavía que el hombre entregue, sino que hemos creado un apa-
rato donde la sociedad succiona trabajo voluntario.
No sé si alcanzo a hacerme entender en esta disquisición, pero es
muy distinto. Que el hombre sienta la necesidad de hacer trabajo volun-
tario es una cosa interna, y que el hombre sienta la necesidad de hacer
trabajo voluntario por el ambiente, es otra. Las dos deben estar unidas.
El ambiente debe ayudar a que el hombre sienta la necesidad de hacer
trabajo voluntario, pero si es solamente el ambiente, las presiones mo-
rales las que obliguen a hacer al hombre trabajo voluntario, entonces
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continúa aquello que mal se llama la enajenación del hombre, es decir,
no realiza algo que sea una cosa íntima, una cosa nueva, hecha en liber-
tad y no que sigue esclavo del trabajo. Y entonces pierde mucho el
trabajo voluntario, y eso nosotros lo vemos, alguna gente lo hace, algu-
nos en esos últimos días quieren saber las horas que tienen, si fulano o
mengano tantas, si no cumple las 240. No hemos sido capaces de darle
el contenido que debe tener.
Las cosas no son fáciles, pero no crean ustedes que son boberías, no
crean ustedes que es perder el tiempo el hablar de esas cosas. Si noso-
tros logramos darle ese contenido a todo el trabajo nuestro, entonces sí
habríamos dado ya el salto que nos falta, yo estoy seguro que nosotros
podemos completar el armazón. Hay una disciplina, hay cuadros cons-
cientes, hay un trabajo serio en línea general, maduro, en línea general,
pero un poco deshumanizado, diría yo. Nosotros tenemos que darle ese
contenido humano para que sea completo y para dar un salto, quién
sabe de qué proporción. Y en eso incluso tenemos que ayudar al Parti-
do, tenemos que ayudar a todo el mundo a que entienda esas cosas.
Estamos haciendo una experiencia, compañeros. Yo me recuerdo frente
a estas caras escépticas que veo, una vez que yo tenía que echar una
descarga a todos los invasores en medio de un marabú descalzos y muer-
tos de hambre, y además estaba la tropa muy indisciplinada, mucho más
con una cara más patibularia, tétrica, y no hacían caso. A veces había
que recurrir hasta al castigo físico para que caminaran y entonces yo les
decía que estaban escribiendo una página importante de la historia de
Cuba sin darse cuenta. Y a mí me luce que ustedes están, más o menos,
en una situación parecida; que se está haciendo una cosa importante.
Realmente, yo siento la importancia de lo que nosotros estamos ha-
ciendo, de la experiencia que estamos haciendo y a la que todo el mun-
do contribuye en definitiva, no es una cosa de nadie, es un trabajo
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

colectivo en general. Pero hay cierta pereza mental para entrarle en el


fondo al problema y para saber qué es lo que estamos haciendo y tratar
de encontrarle el porqué. Hay excesiva disciplina en seguir la línea y
falta de una disciplina consciente de buscar los porqué, hay que estu-
diar todos esos asuntos de la construcción del socialismo, de los proble-
mas que plantea la construcción del socialismo, los problemas de la
construcción del hombre hay que estudiarlos. Y ya empezó Marx a es-
cribir sobre esto, después de Marx se ha escrito poco en este sentido,
pero hay una serie de materiales riquísimos, allí en toda esa primera
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época, y después en toda una serie de materiales capitalistas también. Y
es más, tenemos que ir a recoger esas últimas cosas de la técnica. Acuér-
dense de algo que creo que con ustedes también estaban insistiendo de
esa dualidad, de esa interrelación dialéctica entre la forma y el conteni-
do y cómo nosotros en determinadas circunstancias podemos extraer la
forma, despojándola del contenido capitalista, del idealismo, es decir,
de todos los factores negativos de explotación que tiene. Hay cosas que
se pueden aprovechar, hay muchas cosas que se pueden aprovechar.
Hay que estudiar más.
HABLA UN COMPAÑERO: Este problema que se plantea tiene una impor-
tancia extraordinaria desde el punto de vista político, según yo veo, y
desde luego, desde el punto de vista económico también. Todos noso-
tros hemos estado preocupados por estos asuntos, en nuestra empresa,
porque veíamos una gran descoordinación del aparato de la empresa
con la masa. Y esa descoordinación ya no es el contacto físico, sino de
alguna despreocupación en relación con algunas tareas que son senci-
llas. Nosotros estábamos tratando de buscarle la raíz a este problema.
Lo que no se le podía señalar en esta descoordinación una indiferencia
ante los problemas. No se le podía.
COMANDANTE GUEVARA: Yo les voy a decir una cosa primero, que es la
más consoladora de todas. Yo estaba viendo las caras de ustedes, mez-
cla de aburrimiento en algunos, y otros preguntándose qué es lo que
querrá decir este, otros, «cuándo acabará de hablar».
En Moscú tuve una reunión con todos los estudiantes, entonces sale
por allí uno y me hace las tres preguntas de rigor: la ley del valor en el
socialismo, la autogestión... Unas preguntas, para contestar porque era
una información general, pero ellos están al tanto de todas las cosas de
Cuba y entonces más o menos era una cosa de preguntas y respuestas.
Entonces les dije: «Bueno, esto es un problema ya de tipo muy específi-
co, no vamos a discutir aquí –había una serie de compañeros soviéti-
cos–, plantear los problemas ahí». Entonces los invité a la embajada.
Ahora, bueno, vamos a ver los economistas. Enseguida se ofrecieron
una serie de voluntarios de automatización, en resumidas cuentas, se
me juntaron como 50. Yo fui dispuesto a dar una tremendísima batalla
contra el Sistema de Autogestión. Bueno, pues yo nunca había tenido
un auditorio en ese tipo de descarga más atento, más preocupado y que
más rápido entendió las razones mías. ¿Ustedes saben por qué? Porque
estaban ahí, y porque muchas de las cosas que yo las digo, y que las digo
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aquí en forma teórica porque no las sé, ellos sí las saben. Las saben
porque están ahí, van al médico; cuando van al restaurante, van al res-
taurante, cuando van a comprar algo a las tiendas, van a las tiendas y
entonces pasan hoy en la Unión Soviética cosas increíbles.
Entonces esa ligazón que tú dices, de la autogestión entre la masa, es
mentira. En la autogestión lo que hay es una valoración del hombre por
lo que rinde, que eso el capitalismo lo hace perfectamente, perfectísi-
mamente, pero tampoco hay ninguna ligazón entre la masa y el dirigente,
ninguna. Es decir, que si nosotros tenemos aquí defectos que estábamos
anotando para corregirlos, ese defecto no se corrige con el método de
darle un peso más a aquel que dé esto o un peso más aquel que dé aquello,
de ninguna manera.
Y aquella gente planteó cosas interesantísimas, salvo uno que hizo
una intervención defendiendo los puntos de vista tradicionales. Todo el
mundo intervenía y hacían preguntas realmente interesantes sobre una
serie de problemas de esos que uno plantea que ustedes más o menos
conocen.
De manera que es allí, precisamente en la Unión Soviética, donde se
pudo precisar más claramente. ¿Quiere decir eso de revisionismo hasta
trotskismo, pasando por el medio? Bueno, cuando empezamos nosotros
a plantearnos estas cosas, no sé si aquí queda algún sobreviviente de
aquella época. Pues decían, «está revisando», «esto hay que preguntár-
selo al Partido», «porque esto está feo». Ahí es donde se empezó a plan-
tear, claro, era una cosa violenta. La biblia, que es el Manual,2 porque
desgraciadamente la biblia no es El capital aquí, sino es el Manual. De
pronto estaba impugnada en algunos puntos y otra serie de cosas
peligrosamente capitalistas, entonces de ahí surge el asunto del
revisionismo. El trotskismo surge por dos lados, uno –que es el que
menos gracia me hace–, por el lado de los trotskistas, que dicen que hay
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

una serie de cosas que ya Trotski dijo.


Lo único que creo es una cosa, que nosotros tenemos que tener la
suficiente capacidad como para destruir todas las opiniones contrarias
sobre el argumento o si no dejar que las opiniones se expresen. Opinión
que haya que destruirla a palos es opinión que nos lleva ventaja a noso-
tros. Eso es un problema que siempre debemos hacer. No es posible
destruir las opiniones a palos y precisamente es lo que mata todo el

2
Se refiere al Manual de Economía Política, de la Academia de Ciencias de la URSS [n. de la R.].

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desarrollo, el desarrollo libre de la inteligencia. Ahora, sí está claro que
del pensamiento de Trotski se pueden sacar una serie de cosas. Yo creo
que las cosas fundamentales en que Trotski se basaba estaban erróneas,
que su actuación posterior fue una actuación errónea e incluso oscura
en su última época. Y que los trotskistas no han aportado nada al movi-
miento revolucionario en ningún lado y donde hicieron más, que fue en
Perú, en definitiva fracasaron porque los métodos son malos. Y aquel
compañero, Hugo Blanco, personalmente un hombre sacrificado, como
parte de una serie de ideas erróneas, pues va a un fracaso necesaria-
mente.
Los trotskistas lo plantean desde ese punto de vista y entonces toda
una serie de gente que murmuran del trotskismo. Creo que en esto hay
una implicación política que no se refiere solamente a la actitud que uno
toma frente a los problemas, tales como el Sistema Presupuestario, sino
que como hay una bronca encendida ahí, muy violenta, muy amarga y
como todas las broncas de este tipo poco flexible, poco generosa en el
reconocimiento de las opiniones ajenas. Y en toda una serie de aspectos
yo he expresado opiniones que pueden estar más cerca del lado chino.
En la guerra de guerrillas, en la guerra del pueblo, en el desarrollo de
todas esas cosas, el trabajo voluntario, el estar contra el estímulo mate-
rial directo como palanca, toda esa serie de cosas que también las plan-
tean los chinos y como a mí me identifican con el Sistema Presupuestario
también lo del trotskismo surge mezclado. Dicen que los chinos tam-
bién son fraccionalistas y trotskistas y a mí también me meten el «San
Benito».
[…]
Yo quería decir otro puntico, esto sucede en algunos lugares en la
Unión Soviética en puntos muy específicos y por supuesto esto no quie-
re significar de ninguna manera que uno vaya a estar de acuerdo en una
afirmación de que en la Unión Soviética haya capitalismo. Lo único es
la indicación de algunas aclaraciones que se producen y yo creo que se
producen, porque la teoría está fallando, y está fallando la teoría, por-
que se olvidan que existió Marx y toda una época anterior y se basan
nada más, digamos, [en] Lenin y una parte de Lenin. Lenin del año 20 en
adelante y esos son pocos años de Lenin, porque Lenin vivió muchos
años y estudió mucho. Yo una vez les decía a ustedes de los tres Lenin,
y ahora hay una bronca que no son tres Lenin que son dos Lenin. Evi-
dentemente el de El Estado y la revolución y el de El imperialismo, fase
superior del capitalismo, al Lenin del [inaudible] y de toda esa época, hay un
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abismo. Ahora, se tomó esa última época nada más y entonces se han
tomado como verdades cosas que teóricamente no son verdades, que
fueron impuestas por la práctica, pero que habría que revisar esa prácti-
ca y estudiar además, como yo les decía, la economía política del perío-
do de transición, que es un período nuevo.
Ahora, frente a todos esos fracasos que han ocurrido, ¿cuál ha sido la
reacción? No ir a las fuentes a ver dónde están los errores, sino tratar...,
ahí en Moscú empleaba el cine y un avioncito, que creo es bastante
justo. En un momento dado, el avión, el aviador se da cuenta que ha
perdido el rumbo, está totalmente perdido. Este aviador en vez de vol-
ver a su punto de destino, para tomar un punto verdadero, está corri-
giendo el rumbo ahí donde se dio cuenta de que lo había perdido, pero
el que él se haya dado cuenta que lo había perdido en esos momentos,
no quiere decir que es allí donde lo perdió. Y de esto es donde parte
toda una serie de aberraciones. Aberraciones que se producen en qué.
Bueno, ustedes van a ver. En Yugoslavia hay la ley del valor; en Yugos-
lavia se cierran fábricas por incosteables, en Yugoslavia hay delegados
de Suiza y Holanda que buscan mano de obra ociosa y se la llevan a su
país a trabajar en qué condiciones, en las condiciones de un país impe-
rialista con la mano de obra extranjera, donde hay toda una serie de
reglamentos y regulaciones para que sea la última cosa. Así van esos com-
pañeros yugoslavos a trabajar como agricultores o como obreros a esos
países donde escasea la mano de obra y expuestos por supuesto a que-
dar en cualquier momento en la calle. Prácticamente son, en ese sen-
tido, portorriqueños en Estados Unidos.
Ahora, eso sucede en Yugoslavia. En Polonia, se va por el camino
yugoslavo, claro, se retira toda una serie de colectivización, se vuelve a
la propiedad privada de la tierra, se establecen toda una serie de siste-
mas cambiarios especiales, se tiene contacto con Estados Unidos.
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

En Checoslovaquia y en Alemania ya se empieza a estudiar también


el sistema yugoslavo para aplicarlo. Entonces tenemos que ya hay una
serie de países que están todos cambiando el rumbo, ¿frente a qué?
Frente a una realidad que no se puede desconocer, y es que, a pesar de
que no se diga, el bloque occidental de países europeos está avanzando
a ritmos superiores al bloque de la democracia popular. ¿Por qué? Ahí,
en vez de ir al fondo, de ese por qué, que hubiera de resolver el proble-
ma, se ha dado una respuesta superficial y entonces se trata el mercado
[inaudible], reforzar el mercado, empezar la ley del valor, reforzar el estí-
mulo material. Todo el mundo, todo lo que sea estímulo material...,
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todo los directores cada vez ganan más. Hay que ver el último proyecto
de la RDA, la importancia que tiene la gestión del director, es decir, en
la retribución, la gestión del director. Todo eso está sucediendo por fa-
llas de principios que no son suficientemente analizadas. Por eso insisto
tanto en eso y ya no hablo más.
[…]
DRA. DEL CUETO: [inaudible].
COMANDANTE GUEVARA: Yo quiero contestarle una cosa a la doctora
nada más, no para establecer una controversia científica, pues hace
mucho tiempo que abandoné ese campo en que nunca fui muy brillante,
pero para establecer, de todo lo que usted ha dicho que todo es cierto,
no podría decir que es una afirmación científica por lo menos hasta
ahora, sino una manera de pensar. Nosotros tenemos que cuidar los
cuadros, tenemos que cuidar al hombre, hemos insistido sobre eso. Ahora,
hay algo que a determinado nivel no se puede olvidar que es el ejemplo
y le aseguro que la vida de un dirigente de la revolución, de nivel de la
dirección nacional, es realmente una vida que si no tuviera la compen-
sación que uno puede lograr por la existencia de una obra que se cons-
truye, es el poder ver en esa obra algo que uno pone, sería realmente
algo decepcionante. Es el precio que en las condiciones actuales hay
que pagar, yo creo. A determinado nivel hay que pagarlo. Es evidente,
uno no tiene familia prácticamente.
Muchas veces lo hemos dicho –sin que medie ninguna sospecha–, los
hijos míos le dicen papá a los soldados que están ahí, que los ven todos
los días, a uno no lo ven nunca y con la situación tan ideal, siempre
tensa por lo menos, que sabe que lo van a mandar a un viaje de esos,
con una bronca además. Y realmente hay, digamos, una compensación
sublimada en el reconocimiento que en grandes masas se puede hacer
por el trabajo, el reconocimiento que los compañeros puedan hacer de
un trabajo que pueda significar un ejemplo y en la obra que se va viendo.
Entonces es evidente y uno lo puede saber sin ser un gran psiquiatra,
un gran fisiólogo, que una vida como la que llevamos nosotros es una
vida que consume. El organismo humano está más o menos equilibrado
para llevar determinada vida, se ha acondicionado así durante el tiem-
po, y el esfuerzo tan constante pues quita años de vida. Pero eso es
necesario, a determinada altura, a determinado nivel eso es necesario,
yo diría que es imprescindible porque las condiciones en que Cuba cons-
truye el socialismo son muy difíciles, aunque hay una relativa abundan-
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cia comparado con otros lugares, es muy difícil porque precisamente
esa abundancia es menor hoy que antes.
Hay que luchar contra el recuerdo de una abundancia mayor, obje-
tivamente hablando, por la vecindad del imperialismo, por la deficien-
cia de nuestros cuadros, por la poca oportunidad de trabajar
tranquilamente, debido a la cantidad de problemas que hay. Entonces
evidentemente, a determinados niveles hay que hacer un sacrificio enor-
me. Claro, ese sacrificio tiene que ser de tal tipo que no vaya a redundar
en una baja de la eficiencia diaria, es decir, nosotros podemos usar la
máquina de tal manera que durante cinco años rinde al máximo y se
rompe al sexto, cuando es una máquina destinada a diez años de trabajo.
Pero lo que no debemos hacer es que la máquina trabaje siete días y al
octavo día se pare porque se descompuso, sino que trabaje, trabaje y
trabaje hasta que dé el último quejido y ya pues vaya a recuperación de
materias primas. Esto es cómo yo veo el dirigente a determinado nivel y
cómo muchas veces, a pesar de que uno ve los cuadros ya de cierto
nivel cansados, nunca, por lo menos yo, he dicho a nadie descansa, haz
esto o aquello, salvo a gente muy agotada, muy ineficiente porque creo
que hay que desarrollar ese espíritu, es necesario.
El espíritu del autoconcepto, de su importancia, que muchas veces
se ha desarrollado y creo que también hemos hablado de eso. Es el
mismo que en la Sierra llevaba, por ejemplo, a que Hubert Matos no se
arriesgara mucho, porque estaba consciente de la importancia de su pa-
pel en el futuro, y por supuesto Gutiérrez Menoyo se arriesgara menos.
Es decir, al oportunismo en la acción, al abandono del deber social que
tiene que ser parte de eso que pudiéramos llamar la mística del socialis-
mo si no fuera una palabra un poquito peligrosa, pero que tiene que
existir. Un dirigente no puede ser una persona normal, es decir, en las
condiciones de anormalidad en que se debe trabajar en estos momentos.
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

Ahora, nosotros tenemos que fijar los niveles y siempre tener presente
una cosa, por lo menos lo que decía la doctora, que la maquinaria no se
nos rompa al octavo día. Ahora, si trabaja cinco años eficientemente y se
rompe al sexto a todo lo que da y hemos sacado el 20 % más, bienvenido
sea, porque esos son los años en que es necesario eso, después ya vienen
los otros cuadros que lo remplazan a uno, que tienen mayor preparación,
mayor base y además las condiciones serán diferentes, ya todo el mundo
camina hacia eso, pero hoy hay que hacerlo. No es una defensa específica
de mi caso, es una defensa de los casos de determinados niveles del
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Ministerio donde hay que trabajar, y nosotros tenemos casi como diri-
gentes la obligación de preocuparnos hacia los otros niveles y nunca,
una cosa muy peligrosa, nunca tener el autosentido de las responsabili-
dades en estos aspectos y cuidarse para el futuro.
Es una cosa muy difundida, el sentido de la responsabilidad. Uno no
puede ir adelante en una acción si no puede ser el ejemplo, el sentido de
la responsabilidad para el futuro. Lo que se trata en determinado mo-
mento es el presente y eso está sintetizado por la frase de Fidel: «Vale más
un ejemplo que un hombre», cuando en el año 56 hablaba: «Seremos
libres o seremos mártires», cuando vino en el Granma y desarrolló todo
lo demás, y era la base de que Fidel sea Fidel. Es decir, el ejemplo que
ha dado en todos los momentos difíciles, en todos, está a la vanguardia.
Entonces tampoco debemos, en este caso, y ya se trata de un proble-
ma político esencial, debemos cuidarnos mucho nosotros y todos los
cuadros de dirección. Ahora, hacia abajo sí tenemos que cuidar. El es-
fuerzo individual de un obrero no va a hacer cambiar el cuadro general
del país, y ni de muchos obreros en distintos lugares, pero tenemos que
cuidarles la salud y hacer que se sienta bien y que irradie esa sensación
de sentirse bien.
[…]
COMANDANTE ALBERTO MORA:3 Sin ánimo de polemizar. En primer lu-
gar es sobre el esbozo que el comandante hizo últimamente sobre el
Sistema Presupuestario que entendemos muy interesante por lo siguien-
te: se ha estado hablando mucho del Sistema Presupuestario desde un
punto de vista estrictamente administrativo que forma la actividad eco-
nómica, y es interesante la ampliación del concepto que el comandante
expone hoy y ha estado exponiendo últimamente, que entendemos es-
taba en su ánimo el señalar el de que algunos de los compañeros que
están aquí están participando en algo nuevo en cuanto a la construc-
ción del socialismo, que es el exponer el problema o replantear, traer
nuevamente a la memoria el problema básico de la construcción del
socialismo: es decir, el hombre. A veces, en el fragor de la lucha por
construir una sociedad mejor se olvida el objetivo, que es precisamente
el que sea una mejor sociedad, y se enfrentan problemas específicos del

3
Comandante Alberto Mora, procedente del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, fue
ministro de Comercio Exterior de Cuba, luego trabajó como asesor del Che en el Ministerio de
Industrias [n. de la R.].

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momento que después permanecen como soluciones generales, desvián-
dose del objetivo primero que había. Esto creo que es importante, por-
que replantea algo que está aparentemente a flor en estos momentos y
que ha salido mucho a relucir en todos los problemas de la polémica
chino-soviética y otros aspectos en esta cuestión, que es la realidad de
que no existe todavía elaborado o desarrollado ampliamente toda una
teoría y una práctica de la construcción del socialismo. Es decir, que
esto después de planteado científicamente por Marx, que Lenin tuvo
que enfrentarse a cuestiones concretas y específicas de la Rusia en esos
momentos, que falta por hacer todavía y está precisamente en el proce-
so de que cada país tiene que enfrentar problemas, en algo que no pode-
mos aprender en ningún lugar, porque es algo que hay que hacer y que
está por desarrollar.
Este preámbulo lo quise llevar a colación porque entiendo que efec-
tivamente es fundamental en estos momentos, no solo para nosotros,
sino para el mundo y que la base de muchas de las cuestiones que se
debaten, que es concretamente qué es la teoría y la práctica de la cons-
trucción del socialismo.
Ahora bien, a mi entender hay que tener cuidado con la cuestión
metodológica de confundir la teoría al expresar o desarrollar una cues-
tión. Me refiero a los problemas económicos que se plantean también
en la construcción del socialismo sobre la gestión o sobre la dirección
centralizada, o la posibilidad de utilización, o mejor la necesidad de
utilización en un período dado de métodos indirectos. El hecho de que
esté en discusión en algunos países, en la Unión Soviética, por ejem-
plo, como señalaba el comandante, no es solo exclusivamente un pro-
blema subjetivo, sino ha sido producto de la discusión y confrontación
en la práctica de problemas a solucionar en los métodos de dirección de
la economía. Problemas que se han confrontado al crecer el ámbito eco-
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

nómico al cual hay que aplicar métodos para su dirección. En la Unión


Soviética ha habido discusión sobre estos aspectos de problemas prác-
ticos en la técnica de planificación, que han llevado en algunos casos al
planteo de la necesidad de la utilización de métodos indirectos. Hay
ejemplos, digo esto porque como empezó el revisionismo en Yugosla-
via fue por algo que todos nos pensamos que era algo correcto, era debi-
do a cuestiones de la autogestión. Surgen como una lucha contra la
burocracia y lo que se plantea entonces en aquellos momentos es preci-
samente tratar de evitar caer en un burocratismo, y en lo que se va a
parar es en un revisionismo.
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Esto lo quiero señalar por lo siguiente, yo entiendo que no está proba-
do el que la utilización de métodos indirectos en la dirección de la econo-
mía tenga necesariamente que desviarse del camino del objetivo final,
que es la construcción del socialismo y de la sociedad comunista. A mi
entender hay dos problemas básicos: uno, los problemas de la superes-
tructura sobre el cual hay que trabajar y cuidar, y otro, el problema prác-
tico de técnica propiamente dicha en la gestión y dirección de la economía.
Si analizamos los problemas que se pueden haber creado en otros
países, incluso en la propia Unión Soviética, podíamos también señalar
problemas de poco cuidado en la superestructura. Cuestiones no surgi-
das por deseo de nadie, sino también por condiciones concretas y del
momento, pero que provocaron indiscutiblemente fallos en ese proble-
ma. Con esto quiero señalar que, a mi entender, en el Sistema Presu-
puestario faltan por desarrollar dos cosas: primero, una concepción más
general de los problemas de la construcción del socialismo, que no es-
tán solamente basados en el problema técnico de cómo dirigir la econo-
mía, sino en todos los otros problemas en que, a mi entender también,
lo que ha tratado de exponer el comandante al plantear la necesidad de
poner al hombre en su relación con la sociedad, en su relación con el
centro de trabajo, a sus problemas culturales, incluso en esta nueva so-
ciedad que estamos todos empeñados en construir. Pero por otra parte,
problemas muy concretos como es cómo dirigir la economía, responde
a necesidades que hay que analizar tal y como existen en este momento.
Es decir, si queremos desde un centro dirigir la economía, si es posible
hacerlo por métodos exclusivamente administrativos o si hay que,
necesariamente en algún instante, recurrir a métodos indirectos, entrando
aquí a colación todos los problemas de la operación de la ley del valor, de
los precios, y de todo mecanismo que también se utilizan en el capitalis-
mo, pero como también señalaba el comandante, que del capitalismo
tenemos que recoger lo que nos sirva para un objetivo determinado.
En resumen, no creo que esté garantizado que la utilización necesaria
en algunos instantes de métodos indirectos en la dirección de la econo-
mía, conjuntamente con un trabajo adecuado en la superestructura, tenga
necesariamente que llegar a un desvío del objetivo final, que es la cons-
trucción del socialismo.
[...]
COMANDANTE GUEVARA: Un momento, no por polemizar, entre otras
cosas cada vez que hablamos, nos vamos separando más de los pastelitos
486

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aquellos. Yo voy a decir una cosa muy pequeña. Por supuesto que yo no
estoy de acuerdo con Alberto en los problemas de los métodos indirec-
tos. Como método indirecto está la ley del valor y para mí la ley del
valor equivale a capitalismo, pero en este caso nosotros hemos concedi-
do en que trabaja. Es decir, del trabajo de Alberto hasta aquí, solamen-
te pueden faltar dos cosas: o que nos demuestre que estábamos
equivocados –lo que de ninguna manera puede ser malo–, o que se de-
muestre a sí mismo que está equivocado él, que tampoco puede ser
malo. Cualquiera de las dos cosas va a redundar en enriquecer algo que
está bastante pobre y que se necesita trabajar sobre ello. Y contribuir a
que la polémica vaya adquiriendo mayor profundidad, de manera que en
este caso que está él, convicto y confeso, algunos de ustedes que pue-
dan estar escondidos por ahí, tapiñados, es una oportunidad de trabajar
en estos problemas, y después llevarlo a una discusión.
Ahora sí, por mí es evidente que donde se utiliza, al hablar de méto-
dos indirectos, la ley de valor, exactamente allí estamos metiendo el
capitalismo de contrabando, porque en todo caso en Cuba todavía exis-
te toda una serie de categorías del capitalismo que estamos reintrodu-
ciendo en el sector estatal.
De manera que está expuesta mi posición y además que Alberto tiene
el compromiso de hacer todo un esquema de trabajo para desarrollarlo y
ver a dónde llegamos.
[…]
COMANDANTE GUEVARA: Primero podemos hacer una cosa, indepen-
dientemente de que... Yo no sé si dentro de dos meses será una buena
época, es decir, la próxima reunión, para que ya se mencionen una serie
de compañeros encargados, por ejemplo de expresar, en esa reunión,
sus experiencias. A mí me gustaría hacerlo en un momento en que yo
también hubiera pasado por la experiencia de director de empresa. Va-
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

mos a hacerlo dentro de cuatro meses, independientemente que se ten-


gan las instrucciones en el viceministerio. Dentro de cuatro meses, es
decir no la bimestral que viene, sino la otra, hacer la experiencia indivi-
dual de los compañeros de distintos puntos de trabajo. Y la próxima
podemos tener un punto sobre colectivismo, más que colectivismo, po-
demos decir la experiencia de ustedes con intervención de cada uno de
los compañeros o por lo menos algunos de los compañeros, viejos o
nuevos, es decir, Rama Mecánica y Rama Textil.
[…]

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COMANDANTE GUEVARA: El sindicato es la asociación de los obreros
para estar contra el patrón. Es la asociación de clase para luchar contra
la otra clase. Al desaparecer el dominio de una clase sobre otra, al pasar
los medios de producción a todo el mundo, las contradicciones no exis-
ten. Las contradicciones..., Lenin lo decía. Entonces, ¿qué es lo que pasa
aquí? Si nosotros quitáramos las palabras de Lenin, prácticamente para
todo el mundo estaría bien claro que el sindicato no tiene razón de ser.
Ahora, Lenin explicaba la necesidad de los sindicatos, yo también dije
que el sindicato en las fábricas era necesario para evitar una serie de
abusos que se pudieran cometer. ¿Qué es lo que pasa? Las contradiccio-
nes que existen, hay que buscar una fórmula de resolverlas, pero la for-
ma de resolverlas no puede ser nunca manteniendo la diferenciación
original y convirtiendo a cada obrero que deja de trabajar manualmente
para pasar a un cargo administrativo, en un enemigo de la clase obrera
que debe luchar por el sindicato de alguna forma, porque si no hubiera
tal contradicción, ya el sindicato no debiera existir, sencillamente.
Entonces se habla en general de los sindicatos y de otras series de
trabajos. Se habla de la escuela de comunismo, etc. El único problema
es que no tiene por qué ser el sindicato una asociación de obreros que
haga eso, sino la solución de esa contradicción. La síntesis de esa con-
tradicción, que se puede realizar, por ejemplo, en este sistema que aho-
ra se implanta, las comisiones de justicia laboral como primer paso, como
prueba, como experiencia donde están representados la parte adminis-
trativa y los obreros, y donde aquí se podrá probar en qué forma se
desenvuelven, cómo reaccionan. Se ha visto una cosa fundamental, algo
que era elemental, la importancia, el entusiasmo que tiene la gente cuando
sabe que va a elegir a sus representantes.
Aquí la democracia sindical es un mito, que se dirá o no se dirá, pero
es un perfecto mito. Se reúne el Partido y entonces propone a la masa a
«fulanito de tal», candidatura única y de ahí en adelante salió aquel ele-
gido, una con mucha asistencia, otra con menos asistencia, pero en rea-
lidad no ha habido ningún proceso de selección por parte de la masa.
Ahora, en este sistema sí realmente la gente eligió su candidato, y ha
habido entusiasmo grande en general, por todo lo que yo he sabido.
Es algo que a nosotros nos tiene que llamar la atención desde el otro
punto de vista institucional, que es el hecho de que la gente tiene nece-
sidad de expresarse, tiene necesidad de un vehículo para expresarse.
Eso nosotros tenemos que reflexionar sobre este asunto, pero al mismo
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tiempo si estas comisiones son capaces de actuar, de ganarse la confian-
za de la gente, es un vehículo mucho más idóneo que el sindicato por su
constitución para representar los intereses generales de los trabajadores
de la administración, que también son trabajadores, es decir, los proble-
mas generales de la unidad. Y podrían por esa vía hacer una bella ac-
ción, eliminarse los sindicatos, con su nombre y toda la presentación
que tienen de un antagonismo de clases, y al mismo tiempo crearse un
vehículo de democracia necesario para las nuevas instituciones que hay
que crear, o sea, hay una base ahí. Por eso, en el momento actual yo
diría, incluso, que ya los sindicatos podrían dejar de existir, en un tiem-
po que se probara la acción de los consejos, podrían dejar de existir y
traspasar sus funciones a los consejos de justicia laboral, se le agrega-
rían algunas tareas concretas y la gente sería elegida.
[…]
Como muchas veces aquí hemos tenido que hablar sobre una serie de
cosas, hasta del pequeño campesino, pobre y pequeño campesino, y todo
lo demás, y nosotros no decimos en general que el campesino por más
pequeño y pobrecito que sea, es un generador claro del capitalismo.
Pero eso no se dice, ahora es así, es real […], el campesino ha sido uno
de los puntales de la revolución, el campesino ha estado en todos los
momentos al lado de la revolución, ha luchado en la Sierra, ha sido de
los primeros componentes del Ejército Rebelde, pero con todo eso hay
que liquidarlo. Ahora, ¿la forma de liquidarlo? Bueno, tienen que ser
formas distintas, no puede ser en la forma de liquidar a un explotador
directo porque no es un explotador directo, se va transformando en
explotador poco a poco, las condiciones de explotación están limitadas,
es pequeño, pero tiene todas las características que retardan el desarro-
llo de la sociedad. Entonces hay que liquidarlo, todos estamos cons-
cientes que hay que liquidarlo
Reunión bimestral (5 de diciembre de 1964)

[…]
COMANDANTE GUEVARA: Esos problemas de los sindicatos tenemos que
discutirlos todavía y resolverlos, en definitiva resolverlos en una forma
correcta, que no lesione la sensibilidad ni los intereses de un montón de
compañeros y que permita hacer un aparato más adecuado.

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RUTH No. 3/2009, pp. 490-506

Visiones

ARIEL DACAL DÍAZ*

Simposio
El significado de la Revolución Cubana hoy

De variados signos pueden ser los homenajes al primer medio siglo de la Re-
volución Cubana. Uno de ellos es pensar la Revolución en transformación vital,
en clave de proyecto y futuro, no como pieza de museo inocua al capitalismo
mundial. En vísperas de sus primeros 50 años, la Revolución Cubana vive un
proceso de repensar sus formas socialistas, lo que responde más a demandas
de sus propias circunstancias y hechuras que a la necesidad de festejos en fechas
cerradas. Para tal demanda sería muy útil contar con un acervo amplio de
referencias históricas y fuentes teóricas que den cuenta del largo camino andado
por las nociones socialistas y su acumulado práctico en Cuba y fuera de ella.
Con el propósito de homenajear a la Revolución Cubana en virtud de su desa-
fío anticapitalista, presentamos a la consideración de ustedes preguntas referi-
das al proceso cubano mismo y a su proyección fuera de frontera.

¿Qué balance hace usted de la experiencia revolucionaria


de Cuba en relación con nuestra América y con respecto
al capitalismo como sistema?

La gesta cubana cambió la historia de América Latina al romper todos


los frenos que interpone el institucionalismo burgués a la emancipación
social. Transformó una revolución democrática en una transición socia-
lista, trastocando por completo el pensamiento de izquierda. Los gue-
rrilleros del Movimiento 26 de Julio refutaron las concepciones que
* (Cuba, 1974). Doctor en Ciencias Históricas. Educador popular, especialista en Relaciones
Internacionales, en el Centro Memorial Martin Luther King Jr. Ha coordinado este simposio.

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objetaban la posibilidad de un desenvolvimiento socialista en Latino-
américa. A diferencia de lo ocurrido en México, Bolivia o Nicaragua, la
Revolución Cubana no se limitó a desplazar a la oligarquía del gobierno
o a introducir reformas sociales. Puso en marcha todas las transforma-
ciones anticapitalistas requeridas para erradicar la miseria y la explota-
ción. La introducción de grandes conquistas populares en la salud, la
educación o las condiciones de trabajo demostró cómo se puede mejo-
rar la vida de los oprimidos en un país del Tercer Mundo.
Es importante recordar esta lección en un momento de generalizados
cuestionamientos a la adopción de medidas más radicales en Venezuela
o Bolivia. Muchos analistas advierten contra las reformas que amena-
cen la continuidad del capitalismo. Esgrimen los mismos argumentos
que desaconsejaban el curso socialista de Fidel en 1960-1961.
Lo distintivo de Cuba fue la contundente respuesta a las conspiracio-
nes de la derecha. Esta reacción llevó a la acelerada nacionalización de
los ingenios, las refinerías, las telecomunicaciones, el sistema eléctrico
y las grandes propiedades rurales.
La decisión de seguir adelante con la revolución fue el signo distinti-
vo del proceso cubano, en comparación con Chile, México o Nicaragua.
La ausencia de esta dinámica de respuestas políticas radicales socavó al
resto de las revoluciones latinoamericanas y amenaza actualmente a los

ARIEL DACAL DÍAZ / Simposio El significado de la Revolución Cubana hoy


procesos surgidos de las rebeliones recientes.
El impacto de Cuba sobre América Latina ha sido perdurable. Tuvo
un efecto inicial sobre la región semejante al generado por la Revolu-
ción Bolchevique en Europa o la victoria socialista de China en Asia.
Pero a diferencia de ambas situaciones esta influencia se mantiene has-
ta la actualidad. En los años 60 una dirección jacobina franqueó todas
las fronteras y condujo la revolución más allá de lo imaginable.
CLAUDIO KATZ (ARGENTINA, 1959)
Economista, docente de la Universidad de Buenos Aires

Creo que es el suceso político más importante desde la llegada de


Colón a nuestro continente. Enseña que es posible cambiar el mundo
y que aun frente a los desafíos de la mayor potencia mundial, pudo
sostenerse y seguir avanzando. Muestra que los sectores populares,
los más pobres de nuestras sociedades, tienen la fuerza moral y políti-
ca para encabezar la resistencia al imperio y mantenerse firmes pese a
todas las adversidades. Muestra que aun un pequeño país pobre de la
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periferia del sistema-mundo es capaz de superar la pobreza cuando rompe
con la lógica del imperialismo y del capitalismo. Por último, también es la
demostración de que los errores son corregibles en un proceso revolucio-
nario, ya que Cuba fue capaz de mantener su independencia y autonomía
pese a la caída de la Unión Soviética y del llamado socialismo real.
RAÚL ZIBECHI (URUGUAY)
Sociólogo, periodista, editor de la sección
«Internacionales» del semanario Brecha

Mis amigos y yo siempre hemos considerado a Cuba –desde 1959– nuestra


Madre Patria y un modelo de lucha contra el capitalismo. Así sigue sien-
do hoy.
ALFONSO SASTRE (ESPAÑA)
Ensayista

El balance histórico de los 50 años de la Revolución Cubana es extre-


madamente positivo, para el pueblo cubano, para el pueblo latinoameri-
cano, y para todos los pueblos que luchan contra el capitalismo, contra
el imperialismo y sueñan con una sociedad más justa e igualitaria. La
Revolución Cubana ocurrió como resultado de una combinación de fac-
tores de ascenso de la movilización social en Cuba, desde el enfrenta-
miento a la dictadura de Batista, y también del ascenso de las masas a
nivel continental, donde vivimos una gran efervescencia revolucionaria
que empezó con Guatemala/Bolivia en el 52 y fue hasta la Revolución
Nicaragüense de 1979. Sin embargo, después, tuvimos prácticamente
40 años de descenso del movimiento de masas en todo el continente y
una ofensiva de las fuerzas del capital, que resultaron en años de dicta-
duras militares y después el neoliberalismo como expresión del dominio
del capital financiero internacionalizado. Y para colmo la derrota de los
países socialistas. Sobrevivir en ese nuevo contexto, ya fue por sí solo
una victoria del pueblo cubano. Y solo fue posible resistir y sobrevivir,
gracias a la gran unidad popular, la fidelidad de los líderes populares y la
transparencia del proceso revolucionario, con amplia participación po-
pular en lo bueno y en lo malo.
JOÃO PEDRO STEDILE (BRASIL)
Miembro de la Coordinación Nacional del Movimiento
de los trabajadores rurales Sin Tierra
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El proceso revolucionario y socialista de Cuba sigue siendo un desafío
para el capitalismo, y los cimientos de ese proceso siguen confirmando
que se construyeron con firmeza gracias a la entrega de un pueblo he-
roico, que brinda su solidaridad e internacionalismo no con lo que le
sobra sino con todo lo que tiene y con lo más preciado, sus hijas e hijos,
sigue vigente como propuesta y alternativa a la vida, a la humanidad y
al planeta. Por ello el proceso cubano sigue siendo inspiración e ilumi-
nación, sin idealismos, para los movimientos sociales y políticos, inclu-
so ha sabido imponer respeto y cierto reconocimiento aun en los
gobiernos reaccionarios. Tendríamos tanto que decir de los logros del
proceso cubano, que necesitaríamos cientos de páginas, pero me gusta-
ría acotar que esos logros se sienten y se asumen no como logros del
pueblo cubano sino de la humanidad, y sobre todo de los pueblos de
América Latina y el Caribe.
La relación de la Revolución Cubana con nuestra América va más
allá de relaciones oficiales entre instancias políticas o sociales, esa rela-
ción es construida por la naturaleza misma de la Revolución, que
incrementa su visibilidad de manera más reciente con la interacción, la
convivencia y el trabajo diario de solidaridad en diversos sentidos entre
las y los internacionalistas cubanas y cubanos con las poblaciones fuera

ARIEL DACAL DÍAZ / Simposio El significado de la Revolución Cubana hoy


de Cuba; a pesar del bloqueo y de las estrategias mediáticas para desa-
creditar el proceso cubano, de todos los intentos y manipulaciones por
destruir su imagen y el conocimiento de los pueblos respecto a ella. Con
la presencia y convivencia directas de los internacionalistas, se quebró la
idea de que cubanos y cubanas eran «demonios» y, aunque cosas como
estas parecen ser simples, tienen un significado profundo en las pobla-
ciones de nuestras regiones.
Las diversas identidades dentro de los movimientos sociales que han
ido construyendo poco a poco acercamiento, coordinación y articula-
ción con el proceso cubano han permitido mayor conocimiento de cómo
se construye el sistema socialista, elemento fundamental para consoli-
dar posiciones tanto dentro como fuera de Cuba.
Se ha ido aprendiendo que este proceso emancipador revolucionario
no es algo que haya que idealizar como perfecto, que más bien hay que
reconocerlo con sus desafíos, errores, limitaciones, contradicciones y
realidades concretas.
Que se ha desarrollado la capacidad de intercambio de experiencias,
de acercamiento y de coordinación con los movimientos sociales y con
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algunos gobiernos. Esto ha servido para nutrir mutuamente los proce-
sos emancipatorios nacionales o internacionales.
BERTHA CÁCERES (HONDURAS)
Coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones
Populares e Indígenas de Honduras

Al celebrar los 50 años del triunfo del Ejército Rebelde encabezado por
el Movimiento 26 de Julio me preguntan y me pregunto qué balance
hago de la experiencia revolucionaria de Cuba en relación con nuestra
América y con respecto al capitalismo como sistema. Son dos preguntas
ligadas entre sí, y debo contestarlas como si estuviera en la escalerilla
del avión. Lo primero que me viene a la cabeza es el artículo que publi-
qué recientemente y que titulé «Cuba: la revolución de la esperanza».
Pero no lo releo e incluso aprovecho para decir lo que siento que me
faltó... La Revolución Cubana es una revolución latinoamericana y le-
jos de ser la última marxista-leninista, inicia un nuevo ciclo de revolu-
ciones que en algunos aspectos tienen características universales, es
decir características que no solo repercuten en el resto de América Lati-
na, sino en las más distintas regiones del mundo. Su repercusión variará
en cada circunstancia concreta; lejos de obedecer solo a su influjo, obe-
decerá a múltiples procesos afines que se observan en la historia uni-
versal de las luchas por la emancipación humana. Entre las contribuciones
de la Revolución Cubana destacan varias en que aparecen juntas la lu-
cha por la independencia y la lucha de clases, y otras, en que tres con-
ceptos separados se vuelven un solo concepto y un solo fenómeno que
no cabe entender si falta uno de los demás integrantes. En el nuevo
concepto compuesto interactúan en formas dialécticas y sinérgicas las
luchas por la democracia, por la liberación y por el socialismo. Piénsese
en cada una de ellas sin las otras dos y se verá que algo le falta de las que
quedan, y piénsese en las tres como procesos, y se advertirá que son a
veces coincidentes y otras desajustados en profundidad y ritmo, y hasta
encontrados en victorias y costos diferentes, según las condiciones de
la lucha y las formaciones sociales de la transición... o las experiencias
históricas de la construcción, entre mediaciones de opresión y emanci-
pación que varían en las distintas historias regionales o nacionales.
PABLO GONZÁLEZ CASANOVA (MÉXICO)
Sociólogo, director de la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM
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De los proyectos habidos en el proceso socialista cubano,
y de las ideas en que se han fundamentado esos proyectos,
¿cuáles no reeditaría usted y con cuáles continuaría
hacia adelante?

Creo que Cuba tendría que recuperar quizás lo que de espíritu libertario
tuvo en sus principios la Revolución Cubana.
ALFONSO SASTRE

No volvería a fomentar el monocultivo o la dependencia de un solo


producto de exportación como el azúcar. Creo que así se contribuye a
conseguir la soberanía alimentaria y política.
Seguiría adelante con los proyectos de educación y salud para todos,
y muy en particular con las inversiones en tecnologías médicas que, por
lo que conozco, están contribuyendo al desarrollo del país, siendo un
ejemplo para el resto del continente sobre la posibilidad de crear valor
agregado pese a no contar con grandes recursos y ningún capital.
RAÚL ZIBECHI

ARIEL DACAL DÍAZ / Simposio El significado de la Revolución Cubana hoy


El pueblo cubano conquistó y construyó muchas victorias políticas, ya
las nombré, de resistir y sobrevivir con soberanía y dignidad en un mun-
do dominado por las trasnacionales, el capital financiero y las ilusiones
del consumismo individualista. Conquistó muchas victorias sociales, al
universalizar el derecho de cada persona a tener acceso a la educación.
La educación y la cultura son las principales armas de un pueblo. Con
ellos, tú puedes caminar con tu cabeza y con tus piernas.
También son una victoria las formas de participación popular desde
abajo, que garanticen que el poder sea de hecho ejercido por el pueblo,
organizado en su barrio, fábrica, escuela. Y sacando las ilusiones de que
la democracia es confundida por la burguesía con la enajenación del
voto.
El pueblo cubano tiene su propia evolución de los errores que come-
tió. Es muy difícil desde afuera tener la pretensión de señalarlos, o me-
jor identificar cuáles son los peores. Pero, me atrevo a decir, que hubo
equivocaciones en la estatización de muchos emprendimientos produc-
tivos. Hubo una adhesión excesiva a la división internacional de la pro-
ducción del mundo socialista, que determinó que Cuba mantuviera el
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monocultivo, malo, de la caña. Y la no inversión en un proceso de in-
dustrialización rápida del país, como quería el Che. Y por esas razones,
creo, Cuba no logró alcanzar un principio fundamental para su sobera-
nía popular, que es la soberanía alimentaria. Lograr producir todos los
productos alimenticios que necesita.
JOÃO PEDRO STEDILE

No conozco a profundidad cada uno de los proyectos emanados del


proceso socialista, pero tengo dudas o contradicciones sobre lo que he
conocido en algunos aspectos. Por ejemplo, considero que hay una des-
valorización del conocimiento, las formas de ver el mundo y los con-
ceptos cosmológicos de los pueblos originarios y de otras poblaciones,
sectores y comunidades, que están en condiciones de marginación, que
no participan o se resisten a la educación formal y la ciencia occidental.
Pero considero que la intensificación directa del internacionalismo cu-
bano en nuestras comunidades viene rompiendo esas barreras.
Lo anterior es seña de que hay mucho que hacer frente al racismo,
incluso en cómo se manifiesta en sectores poblacionales al interior de
Cuba. Ejemplo, el racismo que aún se expresa hacia la población negra
cubana. En muchos niveles y espacios, sería muy bueno ver más res-
ponsables en las esferas oficiales de alto nivel que sean afrodescendientes
y que además tengan conciencia de su identidad y sus raíces, o que haya
más inclusión en todos los ámbitos e impulsar procesos de formación y
culturales antirracistas que visibilicen el problema y que se lleven a cabo
acciones que erradiquen el racismo.
Al mismo tiempo, el patriarcado es otra forma de dominación, se
necesita fortalecer más el trabajo de descolonización cultural, social y
estructural que lo sustenta. Aunque reconocemos el avance de los dere-
chos de las mujeres cubanas como resultado del proceso socialista, este
también debe ser parte del proceso revolucionario que no se debe pos-
tergar porque hay «otros prioritarios». Cuba debería impulsar más desde
sus posibilidades que, en proyectos conjuntos de integración alternati-
va como el ALBA, se incluya de manera decisiva una visión crítica a
favor de las causas y procesos de descolonización que impulsamos las
mujeres.
Entendemos las dificultades y el impacto del bloqueo y que Cuba ha
tenido que ingeniárselas de miles de maneras para resolver en medio de
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las limitaciones las necesidades básicas del pueblo cubano, entre ellas la
alimentación y la agricultura, sabemos que además ha avanzado la inge-
niería genética. En los países capitalistas la ingeniera genética ha estado
en manos de las trasnacionales, las que han impuesto sus políticas y
proyectos de muerte en este tema como en muchos más, esa experien-
cia nos ha permitido conocer las amenazas que puede desarrollar esta
actividad sobre todo en el campo de la agricultura, la biodiversidad y la
salud. En Cuba debe tenerse esta información en cuenta para revisar
los proyectos que se desarrollan en ese ámbito, y revisar, ser autocríticos
y además escuchar las experiencias de organizaciones o expertos/as lu-
chadores de otros países, como es el caso de las luchas contra los trans-
génicos y sus impactos en la biodiversidad, alimentación, salud, etcétera.
Por la situación de asedio, hostigamiento, la imposición del bloqueo
contra Cuba hay razones para la depresión en muchas áreas, pero si hay
algo vital que nos enseñan aun la crisis mundial y el cambio climático es
que debemos retomar la producción autosuficiente y el autoconsumo
sostenible y sustentable. Por ello es crucial reimpulsar la agricultura
orgánica y respetuosa del ambiente en el marco de la soberanía alimen-
taria. Observamos que en Cuba se ha abandonado el trabajo agrícola de
alguna manera y que en su población hay una negación del valor, de la
importancia e interés del trabajo y el regreso al campo.

ARIEL DACAL DÍAZ / Simposio El significado de la Revolución Cubana hoy


El trabajo con los jóvenes es fundamental. En la medida que se abren
aún más las diferentes relaciones con el mundo, Cuba enfrenta la inva-
sión cultural imperante en el mundo occidental sobre todo en la pobla-
ción joven, que se vuelve muy vulnerable ante ese fenómeno.
Otro de los desafíos es la apertura a los medios de comunicación e
informáticos; el avance de la tecnología es necesaria para Cuba también
y lo viene haciendo poco a poco con gran éxito, particularmente con el
acceso a internet, lo que se combina con el alto nivel cultural del pueblo
cubano, elemento fundamental para resistir a las tentaciones del capita-
lismo. Pero somos testigos de cómo estas herramientas se vuelven car-
comas o cánceres en las sociedades, con alienación sistemática y sutil,
se ha convertido al mismo tiempo en una amenaza a los principios más
nobles, se ha convertido en un medio poderoso de la desinformación y
manipulación. Esta debe ser una alerta para los cubanos y las cubanas.
Por otro lado, es importante enfatizar siempre que bajo los principios
de la Revolución las necesidades del pueblo son un deber y son priori-
dad, pero al mismo tiempo se debe realizar ese acto con el cuidado de
que no se entienda como, o no se convierta, en paternalismo.
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Es necesario superar la burocratización y el centralismo con estruc-
turas organizativas, políticas y con espíritu de quebrar esquemas que
más bien atrasan la diligencia que debe tener la construcción del proce-
so revolucionario y socialista.
BERTHA CÁCERES

Cuba también aporta enseñanzas de errores económicos y desaciertos


en el modelo político. Este balance tampoco debe ser soslayado a la hora
de evaluar las estrategias socialistas viables para cada país de la región.
Pero incluso al considerar estos espinosos problemas, no hay que per-
der de vista que Cuba se diferenció por el desenlace positivo de su revo-
lución. Y este resultado obedeció al curso socialista adoptado por ese
proceso.
El colapso del esquema piramidal que rigió en el ex «campo socialis-
ta» ha desprestigiado la tesis que postulaba el liderazgo exclusivo de
una organización en la transición poscapitalista. La preeminencia de un
sistema pluripartidista o de partido único constituye otro aspecto clave
del modelo socialista en discusión. En el caso de la Unión Soviética y
de Europa Oriental, este ejercicio monopólico del poder facilitó la res-
tauración del capitalismo, cuando las burocracias que dirigían esos par-
tidos decidieron reconvertirse en clases dominantes. Con muchas
diferencias de tiempos y estrategias, esta misma involución se está repi-
tiendo en China. En ciertos países, el pluripartidismo formal solo com-
plementaba esa deformación con la presencia de organizaciones
fantasmales, que eran digitadas desde el poder central. La democracia
socialista implica diversidad real de partidos, libertad de expresión y
contraposición efectiva de proyectos que expresen a los distintos secto-
res de la población.
Algunas deformaciones del monopartidismo provienen de la genera-
lización abusiva de la experiencia bolchevique. La primera revolución
socialista indujo ensayos de repetición, que olvidaron las singularidades
y los errores de esa gesta. La idea de crear un sistema de partido único
nunca figuró en el proyecto inicial de Lenin. Fue un resultado de la
guerra civil, la agresión imperialista y el fracaso de la revolución en
Europa. Aunque era una medida transitoria –destinada a defender el
poder soviético frente a las fuerzas invasoras– fue teorizada como una
regla de toda transición socialista. Se transformó la necesidad en virtud,
favoreciendo un dogma que fue sacralizado durante décadas.
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Al mismo tiempo, la corrupción es un problema grave porque convie-
ne recordar el antecedente de la Unión Soviética y de Europa Oriental.
Allí los grupos restauradores se nutrieron del maltrato, el robo y la de-
predación de los recursos del Estado. La desidia frente a la propiedad
pública suele reflejar que un sector de la población visualiza a esos re-
cursos como bienes ajenos y esta actitud no se supera solo con exhorta-
ciones, especialmente si coexiste con signos de apatía entre la juventud.
El único antídoto efectivo es la participación popular, en un sistema
político crecientemente democratizado.
CLAUDIO KATZ

Bueno, me parece obvio que no soy el más indicado para contestar esas
preguntas sino para formularlas a quienes ya tuvieron la experiencia y
práctica de ideas y de proyectos. Pero algunos de ellos me parecen de
importancia universal. Tal vez el más importante, o el que me parece
más importante, es el que corresponde a la construcción de la fuerza
como moral colectiva, del que dan prueba diaria los líderes del 26 de
Julio y los comunistas del viejo partido comunista que hasta ahora los
acompañan, o que cayeron o nos dejaron sin apartar la vida de su pensa-
miento. La moral colectiva como fuerza revolucionaria es la que salvó a

ARIEL DACAL DÍAZ / Simposio El significado de la Revolución Cubana hoy


la pequeña isla de la catástrofe mundial que hizo del socialismo formal
un socialismo realmente inexistente. Extender y profundizar ese pro-
yecto con el incremento de las relaciones sociales no lucrativas sigue
siendo tan necesario como reforzar el arte que practicó Fidel desde sus
primeros discursos con los que se propuso enseñar a los guajiros y tra-
bajadores a gobernar, y a decidir qué camino se sigue, cuando cualquiera
que se escoja tiene ventajas y desventajas que uno está obligado a asu-
mir, sin olvidar sus amenazas a los principales objetivos. Enseñar al
pueblo a gobernar, razonando y gobernando, hacer una política de la alfa-
betización para la liberación constituyen, junto con la práctica de la moral
colectiva y junto con la creación y proliferación de las relaciones socia-
les no lucrativas, la gran contribución y el gran reto de la Revolución
Cubana y de cualquier otra que la suceda. Algo semejante ocurre con la
necesidad de enseñar a pensar y hacer la revolución, a sabiendas de que
toda revolución vive entre contradicciones y, lo que es más, crea sus
propias contradicciones.
PABLO GONZÁLEZ CASANOVA
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¿Cómo podría contribuir a recrear las formas en que se concibe
hoy el socialismo en la Isla una discusión sobre las fuentes
del socialismo?

Tal vez en el diálogo interno y con el resto del mundo, la ampliación de


este tipo de observaciones nos ayudaría mucho a comprender y enri-
quecer los planteamientos actuales del socialismo en la Isla, no solo en
lo que tienen de específico sino en lo que tienen de universal. Volver a las
fuentes del socialismo en la Cuba de hoy y para la Cuba de mañana
implica aclarar por qué se dice que Martí es «el autor intelectual de la
Revolución Cubana» y cómo esa afirmación no es una manera de ha-
blar, ni un merecido elogio a Martí, sino una afirmación que tiene un
contenido histórico real en el proceso y en el proyecto cubano, así como
en su significado universal. Al hacerlo suyo Julio Antonio Mella, se for-
taleció la incipiente unión de la liberación y el socialismo que ya se daba
en el Partido Revolucionario Cubano de Martí, y que tanto enriquece a
la Revolución Cubana. La importancia paralela que cobran las luchas
por la Independencia y las luchas de clases, asociadas en el siglo XIX al
pensamiento liberal más radical en la historia del mundo abren el cam-
po a un pensamiento crítico que enriquece a Martí con Marx y a Marx
con Martí. En otros terrenos no es cosa de volver a los clásicos, sino de
aclarar esas afirmaciones que encierran una deliberada sintaxis de las
palabras y los hechos con definiciones de las palabras con los hechos y
de los hechos con las palabras, en procesos y debates históricos en que
la transición y la construcción del socialismo en Cuba revelan sin duda
un acontecimiento que «no es calco ni copia» sino creación histórica
insuficientemente analizada o explicada, o captada. Así, me parece
que las políticas revolucionarias que llevan a la discusión y el diálogo, y
que frenan las descalificaciones de una disciplina autoritaria y no revo-
lucionaria corresponden a esfuerzos muy grandes en la historia del pro-
ceso cubano y de sus luchas contra el autoritarismo en el pensamiento y
por un pensamiento crítico que tenga capacidad creadora de fuerzas en
la lucha contra el capital monopólico y el imperialismo colectivo, así
como contra sus asociados y subordinados locales.
PABLO GONZÁLEZ CASANOVA

Las fuentes del socialismo no pueden, para los latinoamericanos, cir-


cunscribirse a Europa. De todos modos, en ese continente existen
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teorizaciones que cuestionan el capitalismo, ecologismo, feminismo, y
otras, vinculadas a muchas ideas nacidas en el primer tramo del movi-
miento socialista.
RAÚL ZIBECHI

Yo iría más que a las «fuentes» culturales del socialismo (Marx, Engels,
etcétera), a sus raíces sociales, hoy desgraciadamente tan vivas en las
miserias y los horrores de la globalización del sistema.
ALFONSO SASTRE

Hay muchos aspectos que podríamos profundizar en el debate para se-


guir el proceso de construcción del socialismo, no solo en Cuba, sino en
todos los procesos de movilización social en nuestro continente. Desde
el punto de vista de las ideas, es fundamental, recuperar el debate sobre
los valores humanistas y sociales, que son la base de una verdadera
sociedad más justa. Hablo del valor de la solidaridad. De la indignación
contra cualquier injusticia, del trabajo como fuente de realización per-
sonal y no como fuente de acumulación de riquezas o desigualdad so-
cial. De la necesidad de seguir estudiando y cultivando nuestra cultura.
De la conciencia de que los bienes materiales no significan nada. No es

ARIEL DACAL DÍAZ / Simposio El significado de la Revolución Cubana hoy


allí donde están los valores de las personas. O sea, debemos combatir el
individualismo permanentemente.
Desde el punto de vista económico, es necesario debatir la importan-
cia de tener en el país una base industrial que logre hacer los bienes que
la sociedad necesita. La necesidad de reorganizar la producción agrícola
para alcanzar la soberanía alimentaria.
Y desde el punto de vista de la política, seguir profundizando para
garantizar siempre, y de manera creciente, niveles más sólidos de efec-
tiva participación popular, de todas las formas posibles, en todas las
decisiones, del Estado, de la sociedad, de nuestra vida cotidiana.
JOÃO PEDRO STEDILE

A través de la profundización de la batalla de ideas basada no solo en lo


que se llama y conoce como científico sino en los saberes propios del
pueblo, en su cultura y su diversidad. Además, incentivar aún más el
debate de manera abierta, franca, profunda donde participen pueblo y
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autoridades centrales, quienes deben escuchar más las propuestas y cons-
truir procesos críticos con métodos que eleven la relación cercana con
el pueblo.
Seguir empoderándonos del socialismo latinoamericano y del pensa-
miento latinoamericano y caribeño. Pero no solo desde una visión
androcéntrica, sino retomar los grandes pensamientos y aportes históri-
cos de las mujeres, que grandes razones y solvencia tenemos para plan-
tear nuestras posiciones antisistémicas diversas, llámese capitalismo,
patriarcado, racismo o discriminación.
En el debate en los movimientos sociales, políticos y culturales, me
parece que hay riqueza con la que debemos refrescar nuestros pensa-
mientos, pues son procesos emancipatorios diversos, en la diversidad
de sus demandas, de sus identidades, de sus causas y autodenominacio-
nes, todos coincidiendo en el objetivo de la descolonización y de la
defensa de la vida y del planeta como un fin que nos une.
BERTHA CÁCERES

El país afronta un momento crucial porque –según reconoció Fidel en


un importante discurso de noviembre de 2005– la Revolución puede
autodestruirse. Frente a esta amenaza hay rumbos que facilitarían la
renovación del socialismo y caminos que conducirían al retroceso capi-
talista.
Conciliar la defensa de la revolución con debates más abiertos,
alineamientos políticos más diferenciados, libertades sindicales y me-
dios de comunicación modernizados es la gran asignatura pendiente para
una renovación del socialismo en Cuba.
Cualquier reflexión sobre la renovación socialista exige reconocer
primero la excepcional hazaña de supervivencia que ha logrado la Re-
volución Cubana durante la última década. Sin comprender las raíces
de este extraordinario mérito, no es posible entender las enormes dife-
rencias cualitativas que siempre distinguieron a Cuba de la Unión So-
viética. Esta incomprensión conduce a visiones sombrías o carentes de
opción, que no sugieren caminos para gestar el pluralismo socialista. En
este análisis nunca se debe olvidar la situación que enfrenta una peque-
ña isla, asediada por el coloso imperialista.
El multipartidismo es un principio esencial de la democracia socialis-
ta, aunque su aplicación resulte muy compleja durante los períodos de
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enfrentamiento más duros con las clases opresoras. La historia demues-
tra cuán brutal es la resistencia que oponen estas minorías. Pero tam-
bién indica que el éxito de la respuesta popular depende de la capacidad
de los revolucionarios para mantener el aval mayoritario de la pobla-
ción. Este sostén no puede preservarse en el mediano plazo con regí-
menes dictatoriales. El gran desafío de una transformación anticapitalista
es afrontar las conspiraciones capitalistas, perfeccionando al mismo tiem-
po la democracia socialista.
CLAUDIO KATZ

¿Qué elementos, resultados de las luchas actuales en América


Latina, debieran ser discutidos al interior de Cuba para recrear
su socialismo?

La recreación del socialismo puede pasar por la experiencia de los mo-


vimientos indígenas, afros, sin tierra y de los sectores populares urba-
nos de América Latina. Su experiencia aporta infinidad de elementos en
materia de educación, salud, producción, poder, fiesta… Las propues-
tas no productivistas de los indígenas, a contrapelo del progreso, que

ARIEL DACAL DÍAZ / Simposio El significado de la Revolución Cubana hoy


son bienvenidas por quienes luchamos por otra sociedad pero además
en un momento en que la crisis civilizacional parece inocultable.
RAÚL ZIBECHI

Las luchas por los espacios del arte y por los valores de la belleza y la
vida, asociados a la resistencia y la fiesta se fortalecen mutuamente y a
veces se celebran y libran por separado sin olvidarse una de otra total-
mente. Esas luchas corresponden a una cultura dialéctica y estética,
fundamentales para mantener la voluntad de resistir y vencer asociadas
a la alegría.
Como muchos problemas se van a plantear en un proceso universal,
con Cuba en las avanzadas para enfrentarlos, no podemos olvidar la
lucha contra la restauración del capitalismo. Esta tiene que ser tan im-
portante como la creación de una «nueva civilización». En ella será fun-
damental «la guerra de las ideas» junto con la siembra de los sentimientos
y los atractivos de un ser humano que de manera natural deje atrás la
sociedad de consumo, y construya al hombre nuevo en sus relaciones
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sociales, creativas, lúdicas, y en las más íntimas, a sabiendas de que no
hay hombre sin contradicciones ni revolución sin contradicciones; sino
hombres y contradicciones superables.
PABLO GONZÁLEZ CASANOVA

Parece que antes había que elegir entre justicia y libertad, y que era
preferible para nosotros la Justicia a la Libertad. En la nueva utopía, ha
de quedar claro que sin libertad no hay justicia que valga, o sea, que la
libertad es un ingrediente de la justicia.
ALFONSO SASTRE

Como dije antes, los cambios y el proceso de construcción del socialismo,


en Cuba o en cualquier país, no solo dependen de voluntad política, de
una especie de idealismo. Dependen, fundamentalmente, de un proceso
de concientización de las masas, para que se convenzan de que es necesa-
ria la socialización de los medios de producción, de los bienes, para resolver
los problemas sociales. Y para eso es necesario hacer luchas de masa.
Lastimosamente, en la mayoría de los países de nuestro continente,
aparte de algunas victorias electorales importantes que han elegido go-
biernos progresistas, no hay todavía reascensión del movimiento de
masas. Hay una crisis ideológica de la izquierda, de las organizaciones
de vanguardia política. Y ese retraso político e ideológico afecta tam-
bién la posibilidad de avances en Cuba ya que ni esta ni ningún otro país
lograrán avanzar solos.
Entonces, creo que nuestra tarea como militantes socialistas, en el
continente americano, es seguir poniendo nuestras energías para con-
cientizar al pueblo, elevar su nivel de conocimiento ideológico y cultural.
Seguir estimulando la movilización social como única forma de que el
pueblo se transforme en actor político y participe activamente en la
lucha de clases. Seguir dedicando energías a la formación de militantes
socialistas, sobre todo entre la juventud. Y desarrollar procesos de inte-
gración popular entre nuestros pueblos para que los cambios en la co-
yuntura, y el reascenso del movimiento de masas, ocurran más rápido y
a nivel continental. Con eso podríamos avanzar más rápido en las solu-
ciones prácticas de los problemas fundamentales de nuestros pueblos,
enfrentados en Cuba y en todos los demás países.
JOÃO PEDRO STEDILE
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La convocatoria venezolana a construir el socialismo del siglo XXI ofrece
una alternativa en un marco muy distinto al de los años 90. La diplomacia
cubana recuperó influencia. La autoridad de Fidel y la memoria del Che
están presentes en los movimientos sociales de la región y la solidaridad
bolivariana ha permitido atenuar muchas dificultades de la Isla.
Si en América Latina se afirman los modelos neodesarrollistas, la pre-
sión capitalista persistirá aunque se afloje el bloqueo. El dinero ya no
buscará penetrar en la Isla por medios militares, sino a través de los
grandes negocios. La revolución ha debido coexistir en los últimos años
con las desigualdades sociales creadas por las remesas y la implantación
de un enclave dolarizado. Los neodesarrollistas del Mercosur buscarán
reforzar esta fractura y promoverán a todos los aspirantes a conformar
la nueva burguesía de la Isla. La resistencia social, el crecimiento de la
izquierda y el despunte del socialismo en América Latina operarían en
la dirección opuesta.
CLAUDIO KATZ

Los procesos de emancipación y descolonización de los pueblos indíge-


nas y negros, sus logros y planteamientos que han hecho mover presi-
dentes, gobiernos y estructuras colonizadoras. Sus planteamientos en

ARIEL DACAL DÍAZ / Simposio El significado de la Revolución Cubana hoy


las formas de vida y concepciones del mundo y la creación, sus aportes
en todos los ámbitos de la existencia humana, su aporte al desarrollo
verdadero de la humanidad, su aporte político, científico, económico,
cultural, el equilibrio con el medio ambiente y sus hábitats funcionales,
con la tierra, con su alternativa de vida para salvar el planeta.
La causa ecologista, sus planteamientos ante el desastre acelerado
que vive el planeta, el cambio climático y la amenaza al agua como un
derecho humano y un bien común. El avance en los conceptos y cons-
trucciones colectivas sobre la soberanía alimentaria y alternativa.
Las concepciones feministas y la lucha de las mujeres donde se
visualice la lucha de clases, sus aportes al avance de la humanidad; el
valor de la lucha de las mujeres como una acción profundamente revo-
lucionaria y descolonizadora.
La propuesta de liberación y de humanidad de los movimientos de
lucha de la diversidad sexual, su avance en la incorporación con el resto
de los movimientos sociales, políticos y culturales.
Los logros ante las estructuras capitalistas y sus instituciones de al-
guna manera vienen a enriquecer con experiencia que debe ser reflexio-
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nada, ejemplo de ello, la lucha contra las políticas e imposiciones de los
organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, el Ban-
co Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional, el
Banco Centroamericano de Integración Económica, y la agresión de las
trasnacionales.
BERTHA CÁCERES

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Presidente: François Houtart
Director General: Carlos Tablada Pérez
Asesor de la Dirección: Pablo González Casanova
Redactor: Alexander Correa Iglesias
Segunda Redactora: Juliette Isabel Fernández Estrada
Editora: Sandra Valmaña Lastres
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RUTH. CUADERNOS DE PENSAMIENTO CRÍTICO responde a la creciente necesidad de la sociedad


del siglo XXI de información sobre el desarrollo del pensamiento social, económico, político
y filosófico de actualidad. Los conceptos expresados por los autores no reflejan necesaria-
mente los criterios de la Dirección, que se reserva el derecho de expresarlos cuando lo estime
conveniente.

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Publicaciones de Ruth Casa Editorial

Lucía y el mundo soñado. 2007 (3ra. edición)


Wim Dierckxsens
Coedición con Monte Ávila Editores Latinoamericana, Venezuela
Susana y el mundo del dinero. 2007 (4ta. edición)
Wim Dierckxsens
Coedición Monte Ávila Editores Latinoamericana, Venezuela
La historia de la Banca en Cuba. Del siglo XIX al XXI. Tomo I La colonia. 2007
Carlos Tablada y Galia Castelló
Leuven, Bélgica
África codiciada. El desafío pendiente. 2007 (2da. edición)
Carlos Tablada, Roberto Smith y François Houtart
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba
El pensamiento económico de la nación cubana. 2007
Ernesto Molina
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba
Mercado y religión. 2007 (4ta. edición)
François Houtart
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba
Mercado y religión. 2007 (5ta. edición)
François Houtart
Coedición con Monte Ávila Editores Latinoamericana, Venezuela
Suzana e o mundo do dinheiro. 2007 (5ta. edición)
Wim Dierckxens
Coedición con Expressao Popular, São Paulo, Brasil
El marxismo del Che. 2007
Carlos Tablada
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba
La compleja muerte del neoliberalismo. 2007
Osvaldo Martínez
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba
La Revolución Cubana del 30. Ensayos. 2007
Fernando Martínez Heredia
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba

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La historia de la Banca en Cuba. Del siglo XIX al XXI. Tomo I La colonia. 2007
(2da. edición)
Carlos Tablada y Galia Castelló
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana
El marxismo del Che y el socialismo del siglo XXI. 2007
Carlos Tablada
Leuven, Bélgica
Deslegitimar el capitalismo. Reconstruir la esperanza. 2007 (2da. edición)
François Houtart
Coedición con Fundación Editorial el Perro y la Rana, Ministerio de
Cultura, Venezuela
Deslegitimar el capitalismo. Reconstruir la esperanza. 2007 (3ra. edición)
François Houtart
Coedición con Justicia y Vida, Bogotá, Colombia
Las identidades. Una mirada desde la psicología. 2008 (2da. edición)
Carolina de la Torre
Coedición con Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, La
Habana, Cuba
El ejercicio de pensar. 2008
Fernando Martínez Heredia
Coedición con Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, La
Habana, Cuba
La transición hacia el postcapitalismo: el socialismo del siglo XXI. 2008 (4ta.
edición)
Wim Dierckxsens
Coedición con Fundación Editorial el Perro y la Rana, Ministerio de
Cultura, Venezuela
O marxismo do Che e o socialismo no século XXI. 2008 (2da. edición)
Carlos Tablada
Coedición con SindBancários Porto Alegre y Federaçao dos Bancarios
RS. Porto Alegre, Brasil
La transición hacia el postcapitalismo: el socialismo del siglo XXI. 2008 (4ta.
edición)
Wim Dierckxsens
Coedición con Monte Ávila Editores Latinoamericana, Venezuela

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Deslegitimar el capitalismo. Reconstruir la esperanza. 2008 (4ta. edición)
François Houtart
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba
La integración en América Latina. De la retórica a la realidad. 2008
Osvaldo Martínez
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba
Futuro de América Latina. Integración y movimientos sociales. 2008
Osvaldo Martínez
Coedición con Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba
El camino a la utopía desde un mundo de incertidumbre. 2008
François Houtart
Coedición con Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, La
Habana, Cuba
El continente de lo posible. 2008
Julio César Guanche
Coedición con Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, La
Habana, Cuba
Como un leño en un incendio. Selección de textos. 2008
Julio Antonio Mella
Coedición con Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, La
Habana, Cuba
Los moluscos terrestres cubanos de la familia Urocoptidae. 2008
Carlos de la Torre y Paul Bartsch
Coedición con Editorial Científico-Técnica, La Habana, Cuba
Primer libro de la Colección de Ciencias Naturales
En busca de una teoría crítica para el desarrollo de América Latina. 2008
Ernesto Molina
Coedición con Fundación Editorial el Perro y la Rana, Ministerio de
Cultura, Venezuela
América Latina. Resistencias y alternativas. 2008
José Ángel Pérez García
Coedición con Fundación Editorial el Perro y la Rana, Ministerio de
Cultura, Venezuela

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África codiciada. El desafío pendiente. 2008 (2da edición)
Carlos Tablada, Roberto Smith y François Houtart
Coedición con Fundación Editorial el Perro y la Rana, Ministerio de
Cultura, Venezuela
Lucy’s droomwereld. 2008 (1ra. edición en neerlandés)
Wim Dierckxsens
Leuven, Bélgica

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