JUAN SOTO*
Mucho se ha escrito en relación con las duras medidas económicas anunciadas por el
gobierno para hacer frente a la actual situación y la necesidad que comparto plenamente
de reequilibrarlas adoptando medidas que extiendan la solidaridad de manera visible y
clara implicando a los sectores mas poderosos de la sociedad, con la imposición sobre
las grandes fortunas, los grandes empresas, y los bancos. De no ser así la explicación
pedagógica a la sociedad es simplemente imposible.
En los primeros momentos de esta situación existía un gran consenso entre la izquierda
y los sectores progresistas europeos, de la necesidad de introducir reformas estructurales
sobre el capitalismo para recuperar el control político, económico y democrático, sobre
unos agentes sin escrúpulos que no dudaron en exigir la salvación económica del
sistema financiero que ellos mismos habían contaminado para amasar ilegalmente
grandes fortunas especulativas. Este SOS para financiar con dinero público del Estado
el saneamiento de las entidades financiera venía, paradojas de la vida, de quienes
defienden en el terreno ideológico la no injerencia del Estado en la política y en la
economía. Hoy la necesidad de alumbrar una alternativa al neoliberalismo en el terreno
económico y al neoconservadurismo en el político no sólo es un derecho sino un deber
moral y democrático.
Estamos ante un tema que debería trascender las ideologías clásicas, para convertirse en
una prioridad democrática. Lamentablemente no parece que la derecha vaya a
acompañar el impulso de estas reformas estructurales inaplazables para devolver a la
ciudadanía el control político y económico de sus decisiones superando una situación de
democracia amputada. Y este reto, o lo asume la izquierda o no se hará.