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RG NESS * Mario Bellatin El pasante de notario Murasaki Shikibu En El pasinte de nowario Murasaki Shikibu se encuentran varios tomes de una sinfonia literaria sublime. Divers personajes que son suno sol realizan actos de aparicién y desaparicion para consituir una pieza clave dela nue literatura del habla bispana. Con una excrisura refrecante, Mario Beatin dobega ta linealidad del relato y nos conduce por ries subterrdnes, cuevas perdidas en la India, pares agrestes del Japin medieval y otaslocaciones que bien pudieran ser Ciudad de Mésico 0 Santiago de Chile. Bellatin confirma, en eta iiima obra, que ta siya es una de las mds prodigigsas memes Jmaginativas de nuestro tiempo Mario Bellatin nacié en México, Vivib algunos afos en Peri, donde publics sus primeros libros. Su obra est constinuida por mis de vein tiulos y ha abrenido una sere de premios, Ese waducido mis de doce lenguas yactualmente es Curador Honorario de Documenta 13, wren en TU Raa de notario Murasaki Shikibu Mario Bellatin Bellatin, Mario EI Pasante de Notario Murasaki Shikibu ! Masio Bellacin = I edicign - Santiago de Chile: Editorial Cuneta, 2010 70 ps 18emx 11cm ISBN: 978-956-8947-10-1 Coleccién Plan Maestro, vol. 5 © Mario Bellatin © Editorial Cuneta Arcobispo Casanova 26 (ex 3), Santiago, Chile fono: (2) 946 01 79 editorialcuneta@gmail.com Coleccién PLAN MAESTRO Consejo editorial: Ncjandra Costamagna, Galo Ghigliotco Diagramacién: Galo Ghigliowo Diseno; Arvaro Aguilera Collage de porrada flckrcom/laleriadeliogar Mario Bellatin El pasante de notario Murasaki Shikibu nner ‘Mario Bellin (1960) nacié en Mésic. Vivié alguns aos cn Pera donde publi sus primers libros, Su obra itd constituida por mds de vente tues yh obtenido na serie de premias std raducido a més de doce lenguasy actuamente es (Gurador Honorari de Documenta 13. El tinieo error de Gregor fue haber experimentado tan sélo una transformacién. Margo Glantz Recuerdo cierta tarde de orofio en el estudio de Nuestra Escritora, La luz entraa través de las plantas de la terraza c ilumina no sélo los libros de la parte central de la biblioteca, sino también las plumas, los pinceles y algunos papeles desperdigados sobre la mesa de trabajo, Esas hojas forman parte de los eternos bosquejos que Nuestra Escritora tiene prometido publicar en un extenso volumen: su famoso libro de viajes. Le pregunto sobre aquellos. fragmentos y me contesta que la mayorfa han sido ideados durante los interminables traslados en vagones de tren que la han transportado alo largo de st vida. Me dijo que cuando el viajero se encuentra solitario en su compartimento, con la mente desocupada, acostumbra mirar sélo el _paisaje. Cavilar sin pensamientos. El espiritu del transhumante, motivado Gnicamente por Jo que aparece en forma fugaz ante sus ojos, responde de manera inconsciente a aquella seduccién, Podrfamos decir que el estimulo, mediante suaves llamadas, transporta a las personas a un estado que Nuestra Escritora acostumbra denominar ~en secreto eso si- cuasi metafisico. 10 Es probable que muchos de los viajeros de tren que miran por la ventanilla compartan una experiencia semejante. El embeleso que se produce en el vagén, conjurado por el paisaje y sus formas, es de naturaleza casi nica, Nuestra Escritora suele confesar que siempre dese6 que existiera un tren que fuera més rapido que el tiempo, que sea guiado tanto por la locomotora del talento como la de los suefios. Estas palabras tan clementales, por no decir de mal gusto - sobre todo las relacionadas alalocomotora del talento- Nuestra Escritora no se atreveria nunca a decirlas en piblico. Un tren al que nunca alcancen las situaciones banales de la existencia, u Nuestra Escritora, trabajando en aquel estudio iluminado por una luz tenue, parece demostrarlo con frecuencia. Me dice, quiz4 para comprobar esta teoria, que uno de los lugares donde se consigue de una mejor manera esta atmésfera es en las cuevas de Ajanta, ubicadas en la India. Aquellos templos budistas, esculpidos en medio de las montaiias, se le presentan como uno de los sucesos a los que suele denominar como los milagros terrestres. Para Nuestra Escritora este tipo de milagros son los que se pueden tocar de manera fisica. Que su existencia no depende de la fe sino de la experiencia directa. Entre este tipo de milagros se encuentra el Sagrado Quordn, las obras de Johann Sebastian Bach, asi como la incorruptibilidad de los cuerpos. Recuerdo la ocasién en que junto a Nuestra Escritora nos mostraron cierto 2 templo casi abandonado a la mitad de un desierto. Alguno de los pocos discipulos que quedaban habiténdolo nos quisieron ensefiar partedelasreliquias queatesoraban. Nos aseguraron que eran auténticas. Vimos lahuella del pie que el Profeta Mohammed -la paz sea con él y su familia- dejé grabada en una piedra verde. También una tira larga de pelo inerte, que el discfpulo nos informé se trataba de un mechén de la barba del mismo personaje. Sin embargo, no era esa clase de materialidad a la que se referia Nuestra Escritora al mencionar los mailagros terrestres. Para creer en la esencia de esa piedra y el pedazo de barba era indispensable profesar determinado tipo de cteencia, situacién que ella abomina. Me dijo que en el caso de las cuevas de Ajanta no habfa necesidad de que se pusiese en prictica ningiin mecanismo semejante. Basta con la experiencia directa. 13 Para acceder’ a las cuevas se deben subir cientos de escalones. Los choferes que acostumbran conducir a los turistas dejan sus vehiculos al borde de las impresionantes jonanen unasexplanadas construidas especialmente para ese fin. Nuestra Escritora me dijo que a veces esa falta de fe ante los milagros terrestres podia fallar, Recordaba, por ejemplo, el caso del Monje Zosime, Nunca dejé de asombrarleaquel suceso descrito por Fiodor Dostoievsky. Solia relatarme en detalle la caradesorpresa que pusieron los adoradores del santo personaje cuando pocas horas después de morir comenzé a despedir un olor hediondo. Los presentes se apuraron a bafar el cuerpo con agua de colonia. Al notar que aquello no era suficiente debieron interrumpir el velorio y trasladar el cuerpo a una habitacién trasera.Dieron escaleras. Los esta¢ 4 la orden de que era necesario sepultarlo, sin mas demora, antes del amanecer. 15 Al lado de fos autobuses de turistas, las escaleras hacia las cuevas de Ajanta aparecen como infinitas. Cuando bajamos del vehiculo se le acercan a Nuestra Escritora algunos hombres para oftecer montarla sobre un palanquin. A Nuestra Escritora le enfada que le hagan un oftecimiento semejante. Sabe que es capaz de acceder a las gradas por ella misma. Les pregunta a aquellos hombres la razén por la que le oftecen el servicio a ella primero y no a las decenas de turistas que nos rodean. Luego, quiz para demostrar lo equivocados que estuvieron al considerarla una victima facil de convencer, comienza a subir de manera compulsiva los escalones. Lleva atada al cuello una pashmina de color naranja. 16 Mientras los. _ demas visitantes comenzibamos a orientarnos sobre la direccién a seguir, Nuestra Escritora se encontraba enfrentando los escalones a una velocidad asombrosa. Por més que intentamos “alcanzarla fue imposible lograrlo. Se perdié répidamente entre los recodos y salientes que caracterizan a la famosa escalera de piedra. Algunos podrian considerar esta subida como un hecho fuera de lo comin, pero lo verdaderamente importante ocurrié después, cuando Nuestra Escritora desaparecié por tres dias. Si alguien le pregunta por aquellas jornadas, Nuestra Escritora diré ignorarlo todo. Afirmaré que aquella desaparicién nunca ocurrié, que sencillamente se adelanté al resto del grupo unas cuantas gradas. ” Pero eso no €s cierto. Lo sé no sélo porque vivi la experiencia, sino porque el secreto de aquella ausencia se encuentra escrito en algunos de los fragmentos del libro de viajes que promete publicar. En aquel pasaje de la obra -que logré leer la vex que me los dio para una posible correccién- afirma que cierta mafiana de verano la Dama Murasaki Shikibu -es decir, una de las facetas de Nuestra Escritora~ desperté convertida en un joven pasante de notario. Desde el primer momento descarté la idea de que el hecho tuviese relacién con el proceso de clonacién al que se habfa sometido meses atrés, En efecto, Nuestra Escritora habia participado hacfa un tiempo en una accién visual organizada por un miembro del grupo de artistas del mundo flotante, en Ia cual habia instruido, precisamente a un joven pasante de notario, en los diez temas 18 que més le interesaban en ese momento para que el muchacho los repitiera en su. nombre en un pais extranjero. Pero para la Dama Murasaki Shikibu aquella experiencia con los cteadores de arte de la ciudad se traté sélo de una aventura de orden estético, y por eso no podia concebir que en ese instante, mientras subia de forma un tanto atolondrada las escaleras, fuera ahora ella misma el joven pasante de notario que la habia representado en el Iejano pais. 9 Nuestra Escritora se encontraba acostada en su cama. Se habia convertido, sin saber cémo, en un pasante de notario. No era la primera vezqueleocurriaunametamorfosis semejante. Muchos afios atrés se habia transformado nada menos que en la escritora Murasaki Shikibu ~como se sabe, la autora més famosa del Japén de todos los tiempos-. En aquella ocasién Nuestra Escritora se vio obligada a terminar —a como diera lugar y contando solamente con un pincel, algo de tinta y algunos pliegos de papel kozo~ la tiltima parte del inconcluso Genji Monogatari. Cuando a Nuestra Escritora le fue encomendada semejante tarca, hizo lo que su talento le permitié realizar, Oftendé a la historia de la literatura aspectos de la obra que no se le hubieran podido ocurrir a la propia Murasaki Shikibu, como aquel pasaje en el 20 que se narra cémo una mujer judia -que extrafamente se encontraba viviendo en el Japén Medieval- logré deshacerse de una aparentemente caritativa sefiora que se empecinaba en alimentar a su perro en contra de su voluntad. Sucesos semejantes jamas se los hubiera podido imaginar la verdadera escritora Murasaki Shikibu, pues tanto su vida como su posibilidad para adquirir conocimientos habian sido regidos por una disciplina férrea, lo que le habia impedido involucrarse en ciertos aspectos de la naturaleza humana. Estas limitaciones no le impidieron, desde luego, que a través de los siglos fuera aplaudida y admirada por decenas de generaciones ilustradas. Las aventuras del principe Genj dieron mucho que hablar. Sin embargo, en este momento, cuando Nuestra Escritora despertaba convertida en un joven pasante de notario, las alabanzas, las cétedras que se instauraron en diferentes universidades, los premios instituidos en su honor, se iban desvaneciendo mientras Nuestra a1 Escritora iba constatando -sintiéndose dentro de un cuerpo cuadrado vestido con traje y corbata- que ya no era Nuestra Escritora transformada en Murasaki Shikibu ni-tampoco Nuestra Escritora perdida en las cuevas de Ajanta. La manera como se daba semejante metamorfosis le parecia algo degradante, En su mutacién anterior -cuando Nuestra Escritora pasé a ser Murasaki Shikibu- el cambio se habia dado de una gran escritora a otra gran escritora. Ahora, en cambio, pasaba a ser representante de alguien que ejercia una actividad que desde nifia habia considerado como un oficio menor. Similar tal vezal que levaban a la prictica los cargadores que, en la India, llevaban sobre los hombros a las personas que contaban con el dinero y la suficiente falta de consideracién como para hacerse transportar en un palanquin. O también de una esencia similar a la de aquella mujer que en el Japon Medieval dedicaba su vida a dar alimento a los perros ajenos. 22 Después de algunas horas, los integrantes del resto del grupo Ilegamos a la cumbre. Recorrimos, una a una, las maravillosas cuevas. Ingresamos a los _espacios destinados a los distintos ritos budistas, a las celdas esculpidas dentro de la roca — donde algunos monjes habian pasado vidas enteras experimentando la precariedad més absoluta-, Asimismo apreciamos, hasta en sus minimos detalles, las majestuosas esculturas que mostraban a Budha en sus distintas posturas. Sin embargo, Nuestra Escritora no se encontraba presente en ninguna parte. En un principio pensamos que podia estar inmersa en alguna clase especial de pesquisa, que el resto del grupo no habia podido todavia descubrit. Pero las horas comenzaron a pasar y la oscuridad a nuestro alrededor empezd a hacerse cada vez més evidente. Pronto, cuando 23, la oscuridad fuese casi total correrfamos el peligro de quedar aislados en ese lugar. En cierto momento la temperatura bajé de manera evidente. No contébamos con los pertrechos necesarios para permanecer alli. Se nos ocurtié que cabia la posibilidad de que Nuestra Escritora hubiera regresado antes que nosotros y seguramente habia bajado sola los cientos de escalones con la misma celeridad con que los habia subido. Lo mds probable era que se encontrara esperandonos en la explanada de los vehiculos de turismo. Emprendimos entonces a bajada. Pero cuando Hegamos al punto donde nos esperaban los choferes, nadie nos pudo dar razén sobre el destino de Nuestra Escritora. Aquellos hombres nos recibieron hablando en su lengua. Algunos agitaban los brazos. Parecian querer irse lo mas pronto posible. Habjamos demorado mucho mas de lo previsto, Al notar nuestro desconcierto por la ausencia de Nuestra Escritora, dijeron que de noche la carretera era peligrosa y que por esa razén 24 partirfan de inmediato. Hab/a que tomar tuna decisién. Algunos de los miembros del grupo creyeron que Nuestra Mujer podia haber suftido un accidente. Otros que tal ver habja sido secuestrada. Sélo yo, que creo conocer ciertos aspectos del lado oscuro de Nuestra Escritora, cref apreciar en esa situacién un signo més de algunas de sus frecuentes transformaciones. No era casual que en el momento de leer los Hermanos Karamazov le hubiera causado tal impacto la putrefaccién del Monje Zosime. Si continuamos adentrindonos en los efectos que parecian causarle las lecturas de Fiodor Dostoievksy, sé que un golpe similar le produjo leer las noches que pasé el Principe Mishkin al lado del cadéver de Natasha Filipovna, en compaiifa de su rival, Rogoshin, mientras ambos se turnaban para arrojar chorros de desinfectante sobre el cuerpo amado. Estoy seguro’ de que en exe momento Nuestra Escritora no se encontraba escondida en ningtin recodo de las cuevas sino representando, tal vez, la escena de Ja dama judia atormentada por la mujer japonesa que se empecinaba en darle de comer a su perro. Qué harfa una dama judia viviendo sola con un perro en el Japén Medieval? podria preguntarse més de uno. Este hecho, que para muchos podria resultar fuera de lo comtin, es precisamente el que le otorga a las aventuras del Genji la fantasia necesaria para que no sea tomado como un tratado de costumbres. 26 Enel momento desu desaparicién, Nuestra Escritora se encontraba haciendo el rol de una autora que no sale de su casa por vergitenza de que la vean convertida en un pasante de notario. Acaba de abandonar su habitacién —no esperd esta mafiana a que apareciese el personal a su servicio- y se encuentra, agazapada, al lado de la puerta de calle, Es la hora exacta en que la amante de perros, que merodea la zona donde vive, dejaba amarrada, en la chapa de su casa, tuna bolsa de comida para su perra. Nuestra Escritora suele aguardarla escondida detrés de las cortinas del comedor. Dias atrés ha dado la orden al personal a su servicio que por ningin motivo saquen a la perra a la calle, En contra de la forma libre como ha sido criada debe llevar ahora la triste vida de un perro faldero, Nuestra Escritora desea hacerle saber a aquella mujer que su 27 perro no ¢s un animal callejero, Es més, debe saber que se trata nada menos que de la perra de Nuestra Escritora, la que apareceré mencionada muchas veces en el libro que la autora ha prometido publicar pronto. Algunos podrian pensar, al advertir la presencia del animal en aquel libro, que esa perra ha viajado en distintas ocasiones en compafiia de su ama. Esto no ¢s cierto. Jamas ha traspasado un radio mayoracuatro cuadras. Nunca ha transgredido sus paseos habituales de una vuelta a la manzana, durante los cuales fue descubierta por la mujer que piensa que esté mal cuidada por su duefia, ;De dénde provendré esa necesidad casi compulsiva por alimentar perros ajenos?, me pregunto al releer este texto, Nuestra Escritora, me lo dijo cierta vez en que corregia un relato que me habia centregado para tal fin, piensa que esa mujer estd atrapada en una necesidad profunda y compleja, una suerte de don mediante el cual las personas son proclives a volverse personajes literarios. Esté segura de que 28 esa mujer es una de esas criaturas que de ser colocada en un vag6n de tren, casi de inmediato serfa arrastrada por sus Fantasias. Lo tinico que le daba lastima es que cayera en un universo donde seguramente se verfa asi misma alimentando a una innumerable cantidad de canes. La veia como a uno de esos sujetos capaces de transcurrir a través de ese tiempo privilegiado que sélo es capaz de otorgar la vista desde un ferrocarril que cruza alguna estepa de madrugada. Poseedora del mismo sino brillante que seguramente acompaiié a Natasha Filipovna, a la Dama Murasaki Shikibu, al Monje Zosime pero de ninguna manera a un pasante de notario, duefio de una serie de caracteristicas que para Nuestra Escritora son incluso repulsivas. Nuestra Escritorasabequesdloalguien como Fiodor Dostoievsky seria capaz de darle alguna trascendencia a ese personaje gris. A aquel burdcrata que iba a enriquecerse firmando y poniendo sellos por el resto de su vida. De nada, pensé Nuestra Escritora, le habia 29 servido cerrar de modo tan espléndido el Genji Monogatari. Hecho un pasante de notario no podrfa hacer ya ninguna accion interesante en la vida. Menos atin si se encontraba perdida en las cuevas de Ajanta yalerta, al mismo tiempo, a la aparicién de la mujer que pretende dejar colgada en la puerta de la casa una bolsa de comida para perros. 30 * En la explanada de los autobuses de turismo, mientras decidiamos qué hacer ante la desaparicién de Nuestra Escritora -aturdidos por la excitacién que mostraban los choferes- no apartébamos la vista de las escaleras. Mantenfamos la esperanza de ver aparecer de un momento a oro la pashmina color naranja que Nuestra Escritora compré apenas lleg6 a la India. Bu Contra la sugerencia de aquellos hombres decidimos volver a subir, Eramos cinco Jos miembros del grupo. Algunos eran familiares de Nuestra Escritora. Con la oscuridad creciente se nos complicado el ascenso. Al legara la cumbre nos introdujimos en la primera cueva que encontramos. El amanecer del dia siguiente fue el més hermoso. Tuvo un parecido sorprendente con el que describe Murasaki Shikibu cuando al comienzo de la obta, el Principe Genji regresa de la cita galance que tuvo con la mujer del samurai Hiroshi. La luz se filtré por el contorno de los Budhas. Tuvimos entonces la impresién de que la piedra habia sido bordada con fibras de algodén. En el momento en que estébamos disfrutando de esa luz tan especial, entré un nifio inesperadamente hasta el rincén de la cueva donde nos encontrébamos zo mas 32 recluidos. Nos sorprendié que hablara un inglés nitido. Nos pregunté si éramos: compaferos de peregrinac sabia, de aquella que en ese momento se encontraba reunida con algunos maestros en la cueva més alta de la montafia. Al oir al nifio yo supe que no se referia a Nuestra Escritora, pues ella se encontraba en ese mismo instante escondida detrés de n de la mujer las cortinas del comedor. En ese instante estaba imitando, casi a la perfeccién, a aquella mujer judia que por extraiias razones habitaba en el Japén Medieval. 33, Como sefialésla perra de Nuestra Escritora aparecerd en su libro de viajes como un personaje fantasma, Seré la perra aftorada, la que se sabe espera a su ama y conoce el instante preciso en que su ducfa, en cualquier lugar del mundo en el que se encuentre, decide el regreso al hogar. Esta capacidad de su perra se la han expresado los miembros del personal a su servicio. Cuando quedan solos con el animal varios dias en la casa, suelen escuchar un largo aullido que lanza la perra de pronto. No tarda entonces en sonar el teléfono. Es Nuestra Escritora, quien lama para anunciar su préximo arribo. En el texto que hace sobre sus vi Nuestra Escritora sefiala que en més de tuna ocasién eché de menos a su animal. Le sucedié cuando admiraba, sentada en la butaca de un teatro de San Petersburgo, la escena de las noches que habia pasado el Principe Mishkin junto al cadéver de Natasha Filipovna, La extrafié también la ocasién en que, por razones de un accidente sin mayor trascendencia, tuvo que pasar largas horas aferrada a la eslora de una canoa que se desplazaba entre las estalactitas de un rio subterrdneo en Guatemala, Aquella muestra del instinto dela petra es otro de los milagros terrestres alos que suele referirse. | Pero la mujer que pretende dejar una bolsa de comida en la perilla de la puerta ignora estos detalles. No sabe que el ama es parte de la perra y viceversa. La mujer desea, a como dé lugar, dejar el alimento que esté segura le es negado a ese animal en su casa. Nuestra Escritora sabe que a pesar de la tardanza la mujer no abandonard ese dia su empeio. El personal a su servicio le ha hablado de esa mujer. Vive muy cerca, en tuna casa repleta de perros recogidos de la calle, Mantiene docenas de ellos. Los va acumulando sin cesar. A pesar de que en la puerta mantiene un cartel donde ofrece los cjemplares en adopcién, los vecinos saben que nunca se desprende de ninguno. A los posibles adoptantes los somete a rigurosos interrogatorios y les pide condiciones de vida que casi nadie estd dispuesto a cumpliz. Uno de los requisitos es que los 36 futuros propietarios estén dispuestos a recibirla una ver al dia en sus casas para ver las condiciones en que es mantenido el animal. Los empleados le han comentado, ademés, un hecho curioso. Que los perros en casa de esa mujer se mantienen en condiciones lamentables. Enjaulados la mayoria. 37 + Nuestra Escritora quiere ahora darle un escarmiento. Por supuesto que no pretende realizar la accién que realizé laextrafia mujer judfa que aparece en el Genji Monogatari. En el final ideado por Nuestra Escritora esa mujer le asesta ochenta puialadas ala judia impertinente. Existe incluso un grabado que narra la escena, donde vemos cémo una se abalanza sobre la otra. La verdad de este grabado me lo aseguré Nuestra Escritora, quien me dijo ademés que lo hallé s6lo después de haberse transformado en Murasaki Shikibu y de haber escrito el final del Genji Monogatari. 38 Al principio, cuando la mujer comenz6 a tratar de alimentar al perro, Nuestra Esctitora -al advertir el cardcter extraordinario de aquella persona- la invité atomarel té. Mandéa.una desusempleadas a dejar una invitacién a su casa. No fue posible, Apenas deslizé la esquela debajo de la puerta fue destruida por los perros en cuestién de minutos. La empleada tuvo que aguardar a que la mujer saliera a la calle -siempre lo hacia cargada con bolsas de comida- para extenderle la invitacién. La mujer no acept6, Fue por esa razén que Nuestra Escritora se vio obligada a tomar algunas medidas de orden mayor. Primero prohibié las visitas de sus propios amigos durante el dia. Le avergonzaba que al llegar a st casa encontraran la bolsa atada a la puerta. Curiosamente, fueron los Maestros de la cuevas de Ajanta quienes 39 le aconsejaron que no recibiera durante el dia a nadie en su casa y le propusieron ademés que juntara barro de su jardin para construir un musieco. Sobre la frente debia ponerle tres letras y después dejarlo ir. 40 Nuestra Escritora llamé por teléfono a su rabino de cabecera para pedir su opinién. El rabino vivia en el penthouse de un moderno edificio ubicado en el otro extremo de la ciudad. Nunca salia de alli, pero reservaba tres horas en la maftana para absolver dudas por teléfono. Le dijo a Nuestra Escritora que le producta felicidad que volviera a los asuntos de la fe. Le expresé que podia ficilmente, con un método que habia disefiado, convertirla en una militante ortodoxa. Nuestra Escritora se limité a preguntar por la receta de los muiiecos de barro. No mencioné que eran un consejo de los sabios de la cueva. Llevé a cabo la hechura del musieco a escondidas de sus empleados, a quienes mandé a cumplir ciertas diligencias que les tomarfa varios dias llevar a cabo. Una vezsola regé la tierra y obtuvo la materia prima. Después a de permanecer algunos dias estético en el jardin, semejando el mufieco de alguna navidad negra, el ser comenz6 a moverse por si mismo, Nuestra Escritora lo vigilaba desde la ventana de su estudio. El homoide se escondié durante algunos dias entre las plantas. Nuestra Escritora constaté que crecfa a una velocidad asombrosa. En menos de medio mes logré sobresalir de su escondite. Se hizo més grande que unas palmeras que Nuestra Escritora habia mandado plantar casi treinta afios atrés, Fue algo extrafio ver el conjunto de palmeras -Nuestra Escritora habia sembrado varias juntas- con la cabeza del hombre de barro sobresaliendo de las copas. Nuestra Escritora comenz6 a atemorizarse, pero su rabino personal -con quien hablaba cada mafiana- la tranquilizaba diciéndole que las letras que habfa colocado en su frente la salvarian de cualquier aftenta. Finalmente el Golem -porque eso era, un Golem, aunque ni el rabino ni Nuestra Escritora habian querido nombrarlo nunca por su ae nombre- rompié la pared del jardin y salié como enloquecido a la calle. Destruyé a su paso una serie de automéviles, agarré del cuello, los hizo girar en el aire, y arrojé contrael pavimentoaun par de transeiintes. Dos cuadras mas alld la mujer de la bolsa fue alcanzada mientras metia las llaves en la cerradura de su casa. Fue aplastada sin misericordia. No quiero contar lo que sucedié con los perros y sus jaulas. Todo aquel alboroto, causado_principalmente por los ladridos desesperados, cesd de pronto. 43 ‘A partir de ese momento ya nadie pudo detener al homoide. Mientras mis destrozos causara més alto era su tamafio. Se fue aduefiando de casi toda la ciudad. Delas plazas, de las fuentes, de los parques. EI rabino Hamé varias veces a Nuestra Escritora para preguntarle si su mufieco de barro tenia que ver con los destrozos que alcanzaba a apreciar desde la ventana principal de su penthouse. Le dejé varios mensajes en la contestadora de voz. Le rogé que sacara las letras colocadas en la frente del homoide o que al menos le dijera a él, al rabino, cudles eran esas letras. 44 ° Una semana después legs un grupo de investigadores de la policfa a visitar a Nuestra Escritora, quien les abrié la puerta convertida ya en un pasante de notario. Ya no vestia con kimono -como en la época en que era conocida como la Dama ‘Murasaki Shikibu-, ni con un elegante traje occidental, ni llevando una pashmina color naranja envuelta al cuello. Abrié luciendo traje y corbata, Calzaba unos zapatos estilo mocasin y unos calcetines delgados con una costura engargolada a los lados. Algunos vecinos la habian acusado. Principalmente porque la pared del jardin de su casa estaba destruida, Muchos sabian que el mufieco habia salido por alli. En efecto, una vez que los agentes pisaron al jardin pudieron ver una especie de silueta del monstruo en la pared del fondo. El pasante de notario guard6 un respetuoso silencio. Quedé 45 callado de la misma manera como la Dama Murasaki Shikibu permanecié la mayor parte de su vida. Mientras escuchaba a los investigadorés el pasante de notario se preguntaba * cosas como: ;Hasta cuando durarfa una mutacion semejante? :Hasta cudnndo iria por la vida como un drbitro de tratos legales ajenos? 46 Los Maestros de las cuevas de Ajanta parecfan incapacitados para resolver dudas semejantes. Sélo aseguraron que Nuestra Escritora, al regresar a su casa del trabajo y recostarse en el sofa para ver la televisién con una lata de cerveza en la mano, verfa sin duda las imagenes de la destruccién que iia causando, cada vez con mayor frecuencia, el ser — mds bien una especie de siendo- que, antes de convertirse en un pasante de notario, habla creado utilizando el barro de su jardin, Nosotros, los del grupo que esperdbamos la aparicién de Nuestra Escritora en las cuevas de Ajanta, no supimos cémo_ reaccionar ante la afirmacién que aquel nifio nos iba ofreciendo. Sélo pudimos estar seguros de que hablaba de Nuestra Escritora cuando describié los detalles de la pashmina que Hlevaba envuelta al cuello. Al parecer, los a7 maestros de las cuevas de Ajanta la habfan estado esperando desde tiempo atrés. La llegada de Nuestra Escritora a semejantes alturas estaba anunciada en una leyenda de la zona, la cual afirmaba que una mujer extranjera -relacionada de alguna manera con un ser errante que habja matado de ochenta pufialadas a una mujer natural de Varanasi que pretendié una y otra vez alimentar a su perro- subirfa, sin la ayuda de nadie y a una velocidad asombrosa, los casi cinco mil escalones necesarios para encontrar por si misma la cueva mayor, la que siempre se mantuvo oculta a los ojos de los turistas. Quisimos preguntar al nifio la razén por la que esa cueva no era visible para todo el mundo, pero el nifio salié corriendo después de ofrecernos la informacién. Durante los siguientes dos amaneceres esperamos el regreso del nifio para que trajera més noticias. Nos sorprendié que le hubiésemos preguntado acerca de las cuevas y no sobre la situacién de Nuestra Escritora. Para ese entonces 8 ya nos encontrébamos pertrechados de manera correcta. Habiamos realizado un viaje de aprovisionamiento a un poblado cereano. No quisimos dar aviso de la desaparicién a las autoridades. Sabfamos que Nuestra Escritora tenia mds que suficiente con enfrentarse a los agentes de la policfa que habjan legado a su casa para averiguar sobre el origen del monstruo de barro. 49 * Nuestra Esctitora tuvo que informar a esos hombres que era un pasante de notario para que no siguieran con sus pesquisas. Luego deverlas credenciales que Nuestra Escritora les mostré, ni siquiera le preguntaron Ja razén por la que la pared estaba rota. Regresaron juntos al salén de la casa. El pasante de norario les invité un puro a cada uno y se los encendié. Acto seguido les propuso sentarse en el sofé. El pasante de notario ocupé el sillén principal de la casa. Escuché de manera atenta el estado de emergencia en el que estaba sumida la ciudad. La perra de Nuestra Escritora se les subié sobre la falda a los investigadores. Desde allf le comenzé a grufiir al pasante de notatio. No parecla reconocerlo. Sentado con el puro entre los dedos, el pasante intenté bajar a la perra y sacarla del salén. Se trataba de una caniche blanca 50 de tamafio mediano. Siempre mantenia llorosos los alrededores de los ojos. No estaba flaca, al contrario, el pasante de notario pensé que la habia alimentado de mas. La actitud de la mujer de las bolsas de comida, como siempre lo supo, habia sido absurda. Su muerte y la de todos sus perros hubiera podido evitarse. Debia llamar al rabino. Preguntar cudles eran las palabras que estaban escritas en la frente del Golem. Ella, en su rol de pasante de notario, las habia olvidado por completo. Cualquiera que supiera algo sobre estos mufiecos de barro estaba enterado de que solamente volviendo a mencionar las letras que lo habian creado podria desactivarse la suerte de vida que mostraba con tanta violencia. La perra continuaba grufiendo. Cuando el pasante de notario se levanté para cumplir su cometido se le lanz6 encima. No llegé a morderlo, pero le rasgé una de Jas mangas del saco. El pasante de notario pensd que de esa manera, asf vestido, no podia presentarse a la notaria donde estaba si realizando sus practicas. Finalmente, se deshizo de la perra con una patada en el hocico. Los investigadores se sorprendieron tanto dela conduicta del pasante del norario como de la del animal. Si asi era con los de la casa cémo se comportarfa con los de afuera, comentaron antes de declinar la invitacién a tomar una copa que acababa de hacer la pasante. Los investigadores se fueron sin més de la casa. 52 Apenas quedé la casa sola la perra parecié enloquecer. Comenzd a _ perseguir, mostrando los dientes_amenazantes, al pasante de notario. Dieron vueltas alrededor del sal6n principal, del comedor, de la cocina, de los patios, del jardin que mostraba la pared destruida. Subieron por las escaleras que Hlevaban al primer piso. Mientras corria, el pasante de notario fue recordando a la anterior inquilina de esa casa, a Nuestra Escritora. También ala Dama Murasaki Shikibu. Se acordé especialmente del capitulo final del Genj Monogatari. De la escena en que la mujer judia le asesta ochenta pufialadas a la japonesa que se empefia en alimentar a su perro. Finalmente, el pasante de notario logré encerrarse en su estudio. La perra no lo alcanzé en ningtin momento, Se trataba de una perra no s6lo gorda sino vieja, de 53, alli el constante destilar liquido por sus pupilas. Una ver frente a su mesa de trabajo, el pasante de notario miré con extrafieza la luz que entraba a través de las ventanas de la terraza e iluminaba no sdlo los libros de la parte central de la biblioteca sino también las plumas, los pinceles, y una serie de papeles desperdigados. Esos bosquejos eran los eternos bosquejos que Nuestra Escritora tiene pensado publicar en un gran volumen: su famoso libro de viajes. El pasante de notario tomé uno de los pinceles. Sin saber cémo, con la perra caniche ladrando detrés de la puerta y vestido con traje y corbata, empez6 a describir la escena en la que el Principe Genji manda a redactar la sentencia contra Ja mujer extranjera que maté a puftaladas a una de las personas més apreciadas del reino: la guardiana divina de los perros nacidos en el imperio. En el dictamen 55 mandé a que la montaran en una cruz, le cortaran la oreja izquierda y le atravesaran la caja torécica en forma de equis. 56 Mientras tanto, Nuestra Escritora escuchaba algunas de las ensefianzas de los Maestros de las cuevas de Ajanta. El nifio nos conté que habia dejado asombrados a esos Maestros cuando les informé que publicé un libro cuyos personajes eran unos zapatos auténomos que con el tiempo se convierten en una jauria de perros callejeros. No hay que creer que los miembros del grupo que acompafiaba a Nuestra Escritora estébamos muy conscientes de lo que estaba sucediendo. Veiamos y no al nifio aparecido en la cueva. A nuestro alrededor habjan una serie de pertrechos para acampar. Yo suponia que lo habfamos conseguido en una expedicién que habfamos emprendido al poblado mas cercano. Pero en esa zona, lo veo ahora que reviso el mapa, no existe poblado més cercano. El tiempo y el espacio parecieron 37 haber suftido en ese lapso un repliegue. Lo consideré légico, tomando en cuenta que somos parte de un escrito de la Dama Murasaki Shikibu, quien se convirtié en Nuestra Bsctitora, la que a su vez desperté hecha un joven pasante de notario. 58 En ese instante vimos a Nuestra Escritora subiendo a pasos acelerados las escaleras que conducen a Ajanta, Nos Ilevaba ventaja, pues nos entretuvieron en nuestra ascensién los sujetos de los palanquines. Nuestra Escritora se habia adelantado sin necesidad. No fue ella la Gnica a quien le oftecieron Ilevarla en hombros. Lo hicieron con todos nosotros. Sin embargo, si revisamos nuestras bitécoras de viaje advertimos que igualmente hay tres dias que no concuerdan. Puede ser que en ese lapso hayamos desaparecido. Sospechamos que algo estaba fuera de orden al momento de regresar a la explanada de los autobuses de turismo, No nos querfan transportar de regreso. Atribuimos la confusién a un problema de idioma. Pero no. Ahora, cuando reviso tanto los mapas como la bitécora de viaje advierto que 59 transcurrieron tres dias. Los mismos que tardé el Monje Zosimeen corromperse ante la desesperacién de sus fieles. Un tiempo similar al que le tomé a Mohammed -la paz sea con él- en darse cuenta de que con la revelacién del Quorn que estaba experimentando formaba parte ya de lo que Nuestra Escritora consideraba como los milagros terrestres. Tres dias estuvo el pasante de notario encerrado en el estudio ante el asedio de la perra. Durante ese tiempo se sintié como si estuviera dentro del vagén de un tren cruzando alguna estepa en medio de la noche. 60 Al tercer dia el mufieco regresé al lugar de donde provenia el barro que lo habia originado. El pasante de notario alcanzé a asomarse por la terraza. Vio cémo la perra, que habia dejado por un momento la guardia ante los ruidos que venian del jardin, era destrozada sin conmiseracién por aquel se El pasante de notario -mientras el rabino Hamaba por teléfono en forma desesperada desde su penthouse- al sentir que el homoide comenzaba a destruir la casa aftoré la experiencia de ser arrastrada por una barca en medio de un rio subterrdneo de Guatemala. o ° Las letras que llevé el Golem sobre la frente nunca se llegaron a conocer; sin embargo, para el rabino del penthouse estuvieron relacionadas, de alguna manera, a la idea de una locomotora arrastrando lo que se conoce como el talento y los suefios. 62 Fijense: -Los viajes en tren. Las situaciones mégicas que suelen presentarse en los vagones. -Los milagros terrestres. -La pashmina color naranja. -Laluz cayendo sobre los papeles colocados en el estudio. -Mientras Nuestra Escritora sube las escaleras que conducen a las cuevas de Ajanta se convierte en un pasante de notario. -El experimento artistico al que la sometieron los Artistas del Mundo Flotante. 63 ramos cinco los miembros del grupo. “La cita galante que el Principe Genji sostuvo con la mujer del general Hiroshi. -Memorias del Subsuelo. -Nos sorprendié que el nifto hablara un inglés nitido. sLas horas que Nuestra Escritora pasé aferrada a una canoa en Guatemala, -La mujer de los perros que parece que sufre el Sindrome de Noé. -Fueron los maestros de las cuevas de Ajanta Jos que le propusieron hacer un golem. -El rabino le dijo que tenia un método personal para convertirla en ortodoxa. -,Cusles eran las letras que Ilevaba el muiieco en la frente? 64, -La mujer de la bolsa de alimentos fue sorprendida mientras introducia las Ilaves en la chapa de la puerta de su casa. -El famoso libro de viajes que Nuestra Escritora pretende publicar. -Se trataba de dos mil escalones. -Viaje imaginario de aprovisionamiento a un poblado cercano. -Un libro. cuyos personajes eran unos zapatos. auténomos que se_ terminan convirtiendo en una jauria de perros. -En la mesa de trabajo hay plumas y pinceles. -Estado cuasi metafisico. -Monténdola en una cruz, sin clavos, le cortaban la oreja izquierda y le atravesaban la caja tordxica en forma de equis. 65, -La guardiana divina de los perros nacidos dentro del imperio. -En la zona de las cuevas de Ajanta existe la leyenda dela aparicién de una mujer que tiene la necesidad compulsiva de alimentar perros ajenos. -Nuestra Escritora hizo el mufieco de barro a escondidas de sus empleadas. -En un teatro de San Petersburgo la escena de las noches que pasa el Principe Mishkin junto al cadaver de Natasha Filipovna. -Milagros terrestr Johann Sebastian Bach Sagrado Quorn La incorruptibilidad de los cuerpos -El personal al servicio de Nuestra Escritora suele aparecer temprano en su habitacién para asearla y darle de desayunar. 66 OTROS TITULOS DE EDITORIAL CUNETA Coleccién Plan Maeno | 1+ Naturales muertas, de Alejandra Costamagna 2. El sama final, de Siu Kam Wen 3 Yo ent una mujer casada, de César Aira | 4 Las aventuras dela negra Lola, de Robero Echavarten Coleccién Ouraboros 1. Alériia de Soledad Faria 2. Adiés muchedumbre, de José Angel Cuevas 3. Huellas de Siglo, de Carmen Berenguer 4 La Bandera de Chile, de Elviea Herndnder 5. Elsermén dela montaia, de Rail Zurita Colecciin Menas es més 1.- Aeropuerta, de Galo Ghighiowo 2 Un gabinete méuily rs poemas, de Francisco Garamona 3.- Desdiosidad, de Joan Cats Vidal Coleceién Traducciones 1. Quién va a podar los cruelos cuando me vaya, de John. Landry 2. La alteracién del silencio: poesia novteamericana recente, ccompilada por William Allegrczza

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