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Promoción 2010 - 2011

Problemas y Retos del Desarrollo

Dra. Gabriela Grijalva (titular)

Dr. José Luis Moreno

Dra. Lorenia Velázquez

Justicia medioambiental desde el enfoque de reciprocidad intergeneracional


por Claudia Cecilia Quijada Garavito

Hermosillo, Sonora a 14 de mayo de 2010


La perspectiva de la eternidad (…) es una forma de
pensamiento y de sentimiento que las personas racionales
pueden adoptar en el nuevo mundo. Y, al hacerlo así,
pueden, cualquiera que sea su generación, integrar en un
sólo esquema todas las perspectivas individuales, y alcanzar
en conjunto unos principios reguladores (…) y vivir de
acuerdo con ellos, cada uno desde su propio punto de vista.
La pureza de corazón, si pudiera alcanzarse, consistiría en
ver claramente y en actuar con indulgencia y dominio
propio desde esta posición.
– John Rawls, Teoría de la Justicia

[Sobre la Cumbre de Copenhague] Mucha gente puso sus


corazones en eso. Pero (…) es obsceno tener a 10,000
personas volando a Bali o a cualquier sitio para hablar del
ambiente. Simplemente muestra hasta qué punto los
humanos no tenemos remedio.
– James Lovelock, en entrevista a The Guardian

Este ensayo trata sobre justicia ambiental desde una perspectiva de justicia distributiva
y recíproca entre generaciones. En los dos últimos siglos, el mundo ha cambiado de
una manera desenfrenada. La revolución industrial y su acompañante ideológico, la
Ilustración, que empezaron con la seguridad de poder transformar el entorno humano y
de poder marcar el rumbo de la civilización a voluntad, ha probado repetidamente y
diversas formas que el hombre no tiene control sobre su entorno. Más bien al contrario,
y como sostienen algunos teóricos de la modernidad y la globalización, entre más
intente este control, más efectos colaterales posiblemente adversos (o al, menos,
desconocidos) desencadenará. Este ensayo se presentará ubicando brevemente los
inicios de las preocupaciones medioambientales por parte de los gobiernos y la opinión
pública en general, para lo cual se hará referencia al texto de Wolfgang Sachs
“Arqueología de la idea de desarrollo”.

Después se presentarán brevemente algunas de las posibles formas de abordar el


deterioro ambiental: enfocando al valor intrínseco vs. el valor utilitarista de los recursos
naturales, tratados en un artículo de Daniel Williams. Seguido, nos extenderemos sobre
la visión de justicia distributiva del medio ambiente, haciendo referencia en este
apartado al texto “Justicia en el Día Después de Mañana: Reciprocidad y Cambio
Climático” de Edward Page, justificando por qué se elige el enfoque de justicia como
imparcialidad y el de reciprocidad de costos sobre otras consideraciones; asimismo,
veremos cómo el autor encuentra soluciones a los problemas filosóficos que entraña la
no coordinación temporal de los participantes en el propuesto contrato de justicia
ambiental.

Tenida cuenta de los deberes que a esta generación corresponden para la vida digna
de las siguientes, se hará referencia a posibles soluciones y consideraciones del
problema, ensayando posturas tan variadas como el ajuste a hábitos y patrones de
producción y consumo en distintos grados, el cambio de sistema político, así como la
adopción de medidas de adaptación de la vida humana ante el inminente agravamiento
del problema e ineficiencia como especie para manejarlo. Se discutirá también el papel
de la ciencia en el monitoreo ambiental, su rol como informante de gobiernos y opinión
pública general, así como las distintas posturas científicas ante el cambio climático y
las contribuciones y participación de cada una en el avance de estudio del fenómeno.
En la conclusión, se buscará hacer una síntesis de los conceptos e información
tratados para facilitar una visión del problema, invitando en el marco de ésta a la
reflexión y a la acción.

ORIGEN DE LAS CONSIDERACIONES AMBIENTALES

El tema de la conservación ambiental no es uno que lleve mucho tiempo en la escena


del debate mundial. Como se vio en clase del Dr. José Luis Moreno, a mediados del
siglo XIX algunos exploradores y naturalistas aislados que veían con preocupación la
rápida intrusión de las ciudades e industria en la naturaleza, así como la depredación
de especies y recursos por las mismas y comenzaron a alertar al mundo, o a quien
quisiera escucharlos, sobre el peligro que se corría de seguir el hombre causando
estragos en la naturaleza. Sin embargo, no fue sino hasta la década de los 70´s del
presente siglo que surgen los primeros grupos y demandas ambientalistas con
trascendencia en movilizaciones, opinión pública y, de una u otra forma, en decisiones
de gobierno.
Para continuar hablando sobre el estado actual del medio ambiente y los compromisos
de la presente generación con las futuras, es determinante tratar, al menos de manera
superficial, los temas de dinámica política y economía mundiales, pues ambos están
íntimamente relacionados con el deterioro y la conservación de la naturaleza. Wolfgang
Sachs en su texto “Arqueología de la idea de desarrollo” habla sobre el petulante afán
de las economías dominantes, y sus aliados en el Tercer Mundo, de tener el control
sobre la humanidad y su bienestar, incluido el medio ambiente. Después del proceso
de descolonización mundial y, sobre todo, de la Segunda Guerra Mundial, las potencias
trazaron un nuevo orden para configurar dinámicas que les siguieran permitiendo
hegemonía y, a través del supuesto bienintencionado propósito de guiar a “los otros”,
los menos aptos, por un camino de desarrollo y bienestar, poder controlar ese rentable
sector del mundo que, al menos en términos geopolíticos, había dejado de ser suyo
(1997). Sin embargo, como señala el autor, este afán de desarrollo y, posteriormente el
bienestar, han demostrado ser discursos huecos que, después de explorar y echar
mano de las zonas que pretenden transformar, dejan su huella con una cantidad de
consecuencias adversas, problemas que simplemente no existían antes de que esa
“salvación” llegara a llamado de nadie (1997). En esta dinámica, y a través de las
llamadas organizaciones de Bretton Woods creadas por las potencias, se ha ejercido
por décadas una perniciosa dinámica de “dañar y curar a la vez” (1997). Sachs señala
que entre la década de los 60’s y 70’s, el mundo volteó la vista a la naturaleza,
comenzando a preocuparse por su estado y no pasó mucho tiempo antes de que las
potencias y sus organizaciones comenzaron a tratar la “sostenibilidad” del ambiente en
su repertorio de discursos huecos y fallidos.

Sachs encuentra que las primeras fotografías tomadas a la Tierra desde la superficie
lunar en la década de los 60’s como una revolución visual que permitió a la humanidad
prestarle atención y hablar por primera vez de “nuestro planeta” (1997).

En su texto marcadamente crítico, Sachs refiere cómo en los 70’s la demanda de


búsqueda de soluciones a problemas de lluvia ácida y envenenamiento de especies
animales por contaminantes, la ONU ve la oportunidad de tomar cartas en el asunto y
comenzar foros mundiales sobre ecología, de nuevo, siempre conciliatorios con las
necesidades de las potencias. El foro de Estocolmo en 1972 fue el primero de este tipo
(1997). Al ver que la implicación lógica de deterioro ambiental y crecimiento económico
llevaba a la igualmente lógica pero peligrosa solución del “decrecimiento”, se buscó
racionalizar y “neutralizar” las imágenes de caos ecológico mediante variables bien
definidas (población, producción industrial, producción alimentaria, etc.), haciendo ver
que sólo había que buscar controlar el crecimiento ilimitado de tales variables, sin
atacar de fondo al sistema económico y político que los provocaba ni al protagonismo
de sus potencias. Así,

La redefinición del sumario del crecimiento presentándolo como un problema de conservación


de los recursos volvió inofensivo el conflicto entre el crecimiento y el ambiente y lo transformó
en un ejercicio administrativo. Los planificadores del desarrollo debían ahora pensar también
en la naturaleza. La fuerza del Reporte Brundtland se deriva precisamente de esta
perspectiva: "En el pasado nos hemos preocupado del impacto del crecimiento económico
sobre el ambiente, ahora estamos obligados a preocuparnos del impacto de la presión
ecológica sobre nuestras expectativas económicas" (1997).

De esta forma nace el concepto de “desarrollo sustentable”, sostenido hasta nuestros


días, como una solución que no hace más que cooptar la preocupación de
conservación, pues tal preocupación pone a la conservación en primer lugar en su
jerarquía de intereses, mientras que el discurso de sustentabilidad la acoge y acomoda
bajo su interés de beneficio económico. Así, el desarrollo económico se convierte en
“un techo conceptual para violar el ambiente tanto como para sanarlo” (1997).

TODO DEPENDE DEL CRISTAL CON QUE SE MIRE

Tratado el asunto del origen y visión predominantes sobre consideraciones


medioambientales en la escena mundial, se presentarán algunas posturas filosóficas
para su análisis.

Las primeras dos posturas, están consideradas implícitamente en el apartado anterior,


y son los opuestos en tanto a los fines que persiguen: una es la que ve el valor de la
naturaleza como algo intrínseco a ella, y la otra ve a la naturaleza como poseedora de
un valor instrumental, o como un medio para alcanzar los fines que el hombre persigue.
Como Daniel Williams afirma en su artículo “Construcción social de las zonas árticas
vírgenes”, esta última postura (la de valor instrumental de la naturaleza) es heredada
del pensamiento de la Ilustración. Este pensamiento, con su característica glorificación
de la ciencia y el conocimiento, hace énfasis en el carácter mecanicista e instrumental
de la naturaleza. “El significado del valor de la naturaleza es limitado a usos y
productos, opuesto a la esencia o, como Max Weber lo plantea célebremente, el efecto
de la ciencia moderna es el desencantamiento del mundo” (2002: 121). La otra visión,
la del valor intrínseco de la naturaleza y sus recursos, evidentemente conserva este
“encantamiento” y no ve a la naturaleza como simples piezas o un contexto espacial
donde “hacer civilización” o pasar momentos de recreación al margen de las ciudades.
Williams plantea que el origen ideológico de esta última visión en el marco histórico
moderno, la cual no duda en elevar a la naturaleza al grado de sagrado, correspondería
al Romanticismo de la Ilustración (2002).

De la misma manera en que en el texto de Sachs se dice que la dinámica económica y


política mundial que depreda la naturaleza, busca integrar la conservación en sus
acciones (aunque subordinada a su prioridad de crecimiento), Williams habla de cómo
la visión de valor instrumental de la naturaleza también busca su protección, aunque
siempre desde una perspectiva antropocéntrica, donde la actividad humana le va
“haciendo espacio” a la naturaleza (a manera de favor, aunque esto muchas veces
también se justifica en preservarla para su posterior explotación y disfrute a través del
turismo y expediciones) (2002). Esta actitud coincide con la mínima alusión que Robert
Nozick hace al tema de contaminación y justicia intergeneracional en su libro
“Anarquía, estado y utopía”: “En la medida en que la gente del futuro (o nosotros,
después) esté dispuesta a pagar por la satisfacción de sus deseos, incluyendo viajes a
bosques no estropeados y lugares salvajes, será en el interés económico de algunos la
conservación de estos recursos” (1974: 81).

CONSERVACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE BAJO EL ENFOQUE DE JUSTICIA


COMO RECIPROCIDAD
En su texto “Justicia en el Día Después de Mañana: Reciprocidad y Cambio Climático”,
Edward Page expresa que actualmente existe debate y preguntas incontestadas entre
entre cambio climático y la emergente disciplina de la justicia distributiva global
“entendida como la manera en que se deben distribuir costos y beneficios intra- e inter-
generacionales” (2007: 225). La propuesta de Page es resolver este problema a través
de una concepción de justicia como reciprocidad, explicando cómo las bases filosóficas
de tal consideración hacen perfectamente coherente una actitud de deuda con las
generaciones futuras, la cual debe ser pagada a través de la conservación de la
naturaleza y sus recursos (2007).

Para comenzar, Page expone dos posiciones distintas dentro de la justicia como
reciprocidad: una que persigue el interés propio, y una que concibe la justicia como
imparcialidad. La primera, refiere Page, surge de la conciencia de que, como integrante
de una comunidad donde todos buscan maximizar sus beneficios, los cuales pueden
interferir unos con otros, habrá ciertas reglas de convivencia que nos permitirán a todos
operar (ignorando en su trabajo el punto de la posición específica que toque a cada
actor y el máximo beneficio al que puede aspirar, con el fin de no extenderse
injustificadamente). Así, bajo la reciprocidad por interés propio, los actores contribuirán
en el cumplimiento de las reglas, tal vez hasta el grado de limitar su beneficio,
esperando que los demás actores reaccionen de la misma forma y también le permitan
operar. Así, la cota para poder operar en un ambiente favorable y seguro es la misma
para todos los agentes: reciprocidad en el cumplimiento de los acuerdos. También se
tiene la misma motivación: “la búsqueda de su propio beneficio” (2007). Gauthier,
citado por Page, señala como esta lógica de reciprocidad en la teoría de la justicia, está
impedida para explicar cuestiones de injusticia extrema, pues “(…) sólo aquellos que
son de antemano capaces de cooperar fructíferamente, y los que pertenecen de
antemano en determinado contexto, pueden ser reconocidos en el derecho de exigir
justicia” (2007: 227). Por lo mismo, esta versión de la teoría de la justicia retributiva no
puede ser considerada para casos de pobreza extrema o del reclamo de bienes por
parte de las generaciones por venir (2007).

Sin embargo, la justicia como reciprocidad imparcial sí justifica el otorgamiento de un


bien a generaciones por venir, pues “asigna valores morales intrínsecos a los tratos del
juego justo y denuncia las formas extremas de exclusión, entendiéndolas como
afrontas a la noción de imparcialidad” (2007: 228). Elegida la imparcialidad, aún hay
que contestar preguntas cuya respuesta no es evidente: ¿Qué se entiende por “hacer
la parte que nos corresponde”? En esta pregunta entra el debate entre reciprocidad de
beneficios versus reciprocidad de costos, a lo cual Page explica “(…) la equidad de
costos, en contraste con la equidad de beneficios, es la clave para la reciprocidad justa.
La idea es que los costos de realizar ciertas tareas recíprocas son mucho más
elevados para algunos (…) de tal manera que sería injusto requerir intercambios
equivalentes en estos casos” (2007: 228). La postura que Estados Unidos ha sostenido
es precisamente considerando la reciprocidad de beneficios y no una de costos. Como
Page expone:

Por su parte, India y otros países en desarrollo acusan a Estados Unidos por la falta de
compromiso en su contribución a los costos del cambio climático, considerando que
este país es un enorme beneficiario de las prácticas que lo provocaron. También
enfatizan la injusticia de fijar metas de reducción de emisiones generales, cuando sus
emisiones sólo son una fracción de las que los países desarrollados en términos per
capita, y cuando esas reducciones no podrían ser afrontadas sino con un gran
sacrificio ” (2007: 230).

Las administraciones de Bush, y más recientemente, la no-participación de Obama en


la Cumbre de Cambio Climático en Copenhage, mantienen esta postura. Como resulta
claro, las resoluciones eficientes para un acuerdo climático global no serán hechas
hasta que se adopte una postura de justicia en la distribución de los costos (2007). El
enfoque a adoptar para procurar un medio ambiente hospitalario para futuras
generaciones puede ser más flexible, como se verá posteriormente.

Volviendo al tema de la justicia medioambiental intergeneracional, muchos teóricos


consideran que el enfoque de reciprocidad no es apto para justificar por qué la
generación actual ha de limitarse en sus actividades para heredar un ambiente que
hospitalario a las generaciones futuras, en tanto que estas no están en postura de
reclamar a sus ancestros. A esto se la llama principio de no-reciprocidad y se justifica
por la creencia de que “[la] reciprocidad existe sólo entre personas que pueden
interactuar a través de alguna relación directa y causal” (2007: 232). Page encuentra
solución a esto modificando la creencia anterior: existe reciprocidad también cuando la
relación es indirecta (2007). Así, el autor considera que la noción que caracteriza más
atractivamente esta postura ética es la de “administración intergeneracional”: “La idea
es que las personas existentes están sujetas a tareas de reciprocidad indirecta para
proteger recursos ambientales y humanos para la posteridad a cambio de los
beneficios heredados por sus ancestros” (2007: 233).

La discusión aún no ha terminado, pues esta concepción tampoco está libre de


objeciones. Según refiere Page, la “administración intergeneracional” arriba explicada
es vulnerable puesto que los beneficios que hemos recibido de generaciones
anteriores, probablemente no fueron intencionados para que nosotros los disfrutáramos
como tales, y menos para que fueran preservados para generaciones futuras. A esto,
Becker, citado por Page contesta “tanto como hemos recibido, debemos hacer nuestras
retribuciones en la forma en que fuimos beneficiados (intencionada o
desintencionadamente), y hacia las mismas instituciones que nos beneficiaron a
nosotros” (2007: 235).

A la misma “administración intergeneracional” también se le puede cuestionar alegando


que intervienen “receptores involuntarios”, es decir, beneficiarios de las actividades de
cooperación. En este caso, se puede pensar que los beneficiarios no tienen ninguna
obligación de cooperación, puesto que nunca hicieron explícita la petición de los bienes
que recibieron. Esto nos lleva a hacer la distinción entre bienes públicos y privados. Los
primeros se caracterizan por el hecho de que tener acceso a ellos no conlleva
necesariamente hacer uso de ellos, además de no ser exclusivos (quienes no los
compran no pueden ser privados de su uso) (Michalos, 2006: 361). Además, Michalos
hace la observación de que los bienes públicos corren el riesgo de ser objeto de “free-
riders” o “gorrones”, es decir, aquellos quienes se sirven a discreción del bien en
cuestión, intentando pasar el costo a todos los demás” (2006). Es irremediable pensar
en los bienes naturales como blanco regular de este problema.

Para aquellos “gorrones” que se escudan en la afirmación de que no tienen por qué
contribuir con las partes del trato si, para empezar, nunca pidieron el bien, Page alude
a Rawls para contestar: si los beneficios en cuestión no fueron voluntariamente
pedidos, sí son voluntariamente aceptados (2007). Ciertos bienes, como una biósfera
hospitalaria, son bienes que “(…) cualquier persona razonable los procuraría (y pagaría
sus costos asociados) si esto fuera necesario para recibirlos” (Klosko citado en Page,
2007: 237).

“ÚLTIMA ADVERTENCIA: DISFRUTENLO MIENTRAS PUEDAN” 1

Surgen naturalmente las preguntas que pueden salvarnos: ¿Qué tan seguros podemos
estar de que el panorama sea realmente desolador? ¿Es el cambio climático algo que
en verdad pone en riesgo nuestra especie? ¿Cuánto tiempo podría pasar antes de que
algo realmente tremendo suceda?

Seguramente con el afán de evitarnos cualquier compromiso que cambie radicalmente


la manera de hacer nuestras vidas (y el miedo que esto conlleva) o, cuando somos
menos egoístas, cualquier preocupación que mine nuestra tranquilidad y salud
psicológica2, nos gustaría creer en los reportes científicos que anuncian que el cambio
climático puede ser manejado por la capacidad de recuperación de la Tierra o, aún, que
no existe tal fenómeno.

En entrevista con el periódico The Guardian, James Lovelock, científico británico


dedicado a estudiar el ambiente desde mediados del siglo pasado, está consciente de
la falta de credibilidad que tiene la ciencia entre las personas con respecto al tema de
cambio climático. Él afirma que el mal papel de la ciencia ambiental en los últimos años
responde a dos cuestiones: primero, la masificación, y por tanto, profesionalización de
la profesión. El refiere como antes de la década de los 60’s, quien quería ser científico
lo era por vocación. Sin embargo, la ciencia ha sufrido un grave deterioro en los últimos
años debido a la sobrepoblación de “profesionales de la ciencia” – más que científicos
por vocación. Estos profesionales salen expelidos por montones de las universidades y
buscan ubicarse en un buen trabajo, que les de seguridad y les pague bien. Esto
muchas veces conlleva involucrarse en un “lobbying científico” más que una actividad

1El título de este apartado fue tomado del nombre del último libro del reputado y polémico científico
ambiental James Lovelock: The Vanishing Face of Gaia: Last Warn: Enjoy It While You Can (2009).

2Sobre la tensión psicológica que algunos experimentan al reprimir pensamientos sobre los riesgos de
catástrofes probables, como las ambientales, Anthony Giddens dedica algunas páginas en su libro “Las
consecuencias de la modernidad” (1997).
científicamente seria y sin compromiso de intereses. A propósito de esta masificación,
Lovelock añade:

Uno puede cometer errores, son útiles. En los viejos tiempos, era perfectamente
aceptable cometer un error y decirlo. Seguido se aprendía de eso. Ahora, si se es
dependiente de una beca –y 99% de los casos lo son- no puedes cometer errores, pues
no habrá otra oportunidad para ti. Es un clima moral horrible (…) Creo que se pensó que
había mucha desigualdad en la ciencia y hubo una enorme transformación. Viendo
alrededor, en la sociedad más amplia, esto fue algo bueno, en general, pero en algunas
profesiones específicas uno quiere lo mejor, la élite. El elitismo es importante en la
ciencia. Es vital (2010).

La otra cuestión por la cual la ciencia ambiental no ha demostrado tener el total dominio
de las cosas, es porque simplemente no lo tiene: es imposible hacer predicciones
exactas de lo que sucederá en 50 años con el clima y el planeta. “Si tu pones un trillón
de toneladas de dióxido de carbono en la atmósfera, lo cual hemos hecho en un lapso
de 20 años, eso tendrá consecuencias asquerosas, pero lo que no sabemos es qué tan
asquerosas y cuándo” (2010).

Además, según Lovelock, los centros de investigación del clima alrededor del mundo
se ven limitados a hacer el tipo de investigaciones convencionales que informen a los
gobiernos que los mantienen con sólo lo que quieren oír. “Ellos están conscientes de lo
débil que es su ciencia. Si hablas con ellos, se encuentran asustados hasta la médula
del hecho de que realmente no saben lo que las nubes y los aerosoles están haciendo.
Podrían absolutamente ser los causantes del problema (…)” (2010).

Sobre los escépticos al cambio climático, Lovelock refiere que se necesita escepticismo
“del bueno” para hacer un buen trabajo de investigación ambiental, tener una guía que
cuestione tu trabajo con el fin de mejorarlo. “Yo respeto a los escépticos correctos [da
el ejemplo de Nigel Lawson]. Él es más un consultor de defensa para los escépticos
que un conservador defendiendo a capa y espada su punto. Él intenta razonar su caso”
(2010).

Otra queja del mismo científico, y una de las razones por las cuales resulta tan
controvertido, es su propuesta de que, dado el inminente peligro que para él se
avecina, los gobiernos deberían dejar de gastar millones en tímidas investigaciones
científicas y en supuestas “soluciones verdes”, costosas e ineficientes (como la energía
eólica, asegura), y gastarlo en medidas de adaptación para lo que viene en los
próximos años: proteger ciudades de inundaciones, abrir plantas de energía nuclear,
(que, según Lovelock, además de haber evolucionado enormemente en seguridad, son
muchísimo más inofensivas que el veneno que estamos inyectando en la atmósfera
con combustibles fósiles) (2010). Incluso, se aventura a proponer un cambio de
régimen político ante la gravedad del asunto:

Necesitamos un mundo más autoritario. Nos hemos convertido en un mundo donde


todos tienen algo qué decir. Eso está muy bien. Pero hay ciertas circunstancias –la
guerra es un ejemplo típico- donde eso no se puede hacer. Debes tener a cierta gente
con autoridad y en quien confíes en lo que hacen (…) incluso las mejores democracias
coinciden que cuando una gran guerra se aproxima, la democracia debe ponerse en
pausa mientras eso dure. Tengo la sensación de que el cambio climático debe ser
tratado como un asunto tan grave como una guerra. Puede que sea necesario poner a la
democracia en pausa” (2010)

Michalos, en su texto “Fundamentos conceptuales y filosóficos” referente a calidad de


vida, concuerda con el punto de Lovelock, en cuanto a que estamos acostumbrados a
concebir la democracia como la mejor plataforma para dialogar y decidir lo que a todos
nos conviene. Sin embargo, el autor nos advierte de no caer en un vicio conceptual de
creer que algo es bueno simplemente por haber sido concebido democráticamente:

Casi cualquiera sabe que las mayorías pueden tomar malas decisiones y el mero hecho
de que la mayoría de la gente concuerde no es condición suficiente de ser una decisión
correcta, inteligente, moralmente buena (…). De hecho, sospecho que muchos filósofos
probablemente se encontrarían de acuerdo con Dewey cuando argumentaba que uno
debe apoyar la educación liberal por formar los mejores ciudadanos para una
democracia y uno debe apoyar la democracia por ser forma de gobierno para individuos
educados liberalmente (2006: 363).

Así, cuando el panorama ambiental es más bien catastrófico, o por lo menos, incierto, y
ante la posibilidad de acciones, nos corresponde, en la más conservadora de las
posturas, dar el beneficio de la duda a los posibles peligros que amenazan la
hospitalidad del planeta a generaciones no tan lejanas a nosotros en la línea del
tiempo. Sin duda nos corresponde una participación activa para cambiar radicalmente
la concepción que subordina las condiciones más indispensables para la vida humana
actual y futura sobre cosas a las que la presente generación puede perfectamente
adaptarse a no tener.

BIBLIOGRAFÍA

Hickman, Leo. Entrevista a James Lovelock. Lunes 29 de marzo 2010, the Guardian,
guardian.co.uk

Michalos, Alex. (2006) “Conceptual and philosophical foundations” en “The Quality-of-


Life (QoL) Research Movement: Past, Present, and Future”, en Social Indicators
Research, 76.

Page, Edward (2007) “Fairness on the Day after Tomorrow: Justice, Reciprocity and
Global Climate Change”. Political Studies, vol. 55. Warwick University.

Sachs, W. (1997). “Arqueología de la idea de desarrollo”, en Revista Economía


Informa. FE–UNAM. FFES, 253:(1). Publicado también en Revista Envío
Internacional, número 185, agosto 2007. (http://www.envio.org.ni/articulo/317).

Williams, Daniel (2002). ”Social construction of Arctic Wilderness: Place Meanings,


Value Pluralism and Globalization”. USDA Forest Service.

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