es propiedad de la
Introducción
Argumento
Canciones
Prólogo
LIBRO PRIMERO
Capítulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 |
LIBRO SEGUNDO
Capítulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
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LIBRO TERCERO
Capítulos
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ARGUMENTO
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CANCIONES
2. A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
6. En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
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PRÓLOGO
Hay otras que, con los mismos regalos y mercedes que Dios les
hace para caminar adelante, se embarazan y estorban y no van
adelante. Y otras muchas cosas que en este camino acaecen a los
seguidores de él, de gozos, penas y esperanzas y dolores: unos
que proceden de espíritu de perfección, otros de imperfección.
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LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO 1
(CANCIÓN PRIMERA)
DECLARACIÓN DE LA CANCIÓN
Y esto dice que le fue dichosa ventura, salir sin ser notada, esto es,
sin que ningún apetito de su carne ni de otra cosa se lo pudiese
estorbar. Y también porque salió de noche, que (es) privándola Dios
de todos ellos, lo cual era noche para ella.
CAPÍTULO 2
Declara qué noche oscura sea esta por que el alma dice haber
pasado a la unión.
1. Por tres cosas podemos decir que se llama noche este tránsito
que hace el alma a la unión de Dios.
La primera, por parte del término (de) donde el alma sale, porque
ha de ir careciendo el apetito de todas las cosas del mundo que
poseía, en negación de ellas; la cual negación y carencia es como
noche para todos los sentidos del hombre.
La tercera, por parte del término adonde va, que es Dios, el cual, ni
más ni menos, es noche oscura para el alma en esta vida. Las
cuales tres noches han de pasar por el alma, o, por mejor decir, el
alma por ellas, para venir a la divina unión con Dios.
5. Estas tres partes de noche todas son una noche; pero tiene tres
partes como la noche. Porque la primera, que es la del sentido, se
compara a prima noche, que es cuando se acaba de carecer del
objeto de las cosas. Y la segunda, que es la fe, se compara a la
media noche, que totalmente es oscura. Y la tercera, al despidiente,
que es Dios, la cual es ya inmediata a la luz del día. Y, para que
mejor lo entendamos, iremos tratando de cada una de estas causas
de por sí.
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CAPÍTULO 3
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CAPÍTULO 4
Donde se trata cuán necesario sea al alma pasar de veras por esta
noche oscura del sentido, la cual es la mortificación del apetito, para
caminar a la unión de Dios.
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CAPÍTULO 5
Lo primero, que arroje todos los dioses ajenos, que son todas las
extrañas aficiones y asimientos.
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CAPÍTULO 6
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CAPÍTULO 7
3. Por lo cual, habiendo Dios lástima a éstos que con tanto trabajo y
tan a costa suya andan a satisfacer la sed y hambre del apetito en
las criaturas, les dice por Isaías (55, 1-2): Omnes sitientes venite ad
aquas; et qui non habetis argentum, properate, emite et comedite:
venite, emite absque argento vinum et lac. Quare appenditis
argentum non in panibus, et laborem vestrum non in saturitate?;
como si dijera: Todos los que tenéis sed de apetitos, venid a las
aguas, y todos los que no tenéis plata de propia voluntad y apetitos,
daos priesa; comprad de mí y comed; venid y comprad de mi vino y
leche, que es paz y dulzura espiritual, sin plata de propia voluntad, y
sin darme por ello (interés o) trueque alguno del trabajo, como dais
por vuestros apetitos. ¿Por qué dais la plata de vuestra voluntad por
lo que no es pan, esto es, del espíritu divino, y ponéis el trabajo de
vuestros apetitos en lo que no os puede hartar? Venid, oyéndome a
mí, y comeréis el bien que deseáis, y deleitarse ha en grosura
vuestra alma.
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CAPÍTULO 8
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CAPÍTULO 9
3. Que todo este mal y más hacen en la hermosura del alma los
desordenados apetitos en las cosas de este siglo. Tanto, que, si
hubiésemos de hablar de propósito de la fea y sucia figura que al
alma los apetitos pueden poner, no hallaríamos cosa, por llena de
telarañas y sabandijas que esté, ni fealdad de cuerpo muerto, ni
otra cosa cualquiera inmunda y sucia cuanto en esta vida la puede
haber y se puede imaginar, a que la pudiésemos comparar. Porque,
aunque es verdad que el alma desordenada, en cuanto al ser
natural, está tan perfecta como Dios la crió, pero, en cuanto al ser
de razón, está fea, abominable, sucia, figura y con todos los males
que aquí se van escribiendo y mucho más. Porque, aun sólo un
apetito desordenado, como después diremos, aunque no sea de
materia de pecado mortal, basta para poner un alma tan sujeta,
sucia y fea, que en ninguna manera puede convenir con Dios en
una unión hasta que el apetito se purifique. ¿Cuál será la fealdad de
la que del todo está desordenada en sus propias pasiones y
entregada a sus apetitos, y cuán alejada de Dios estará y de su
pureza?
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CAPÍTULO 10
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CAPÍTULO 11
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CAPÍTULO 12
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CAPÍTULO 13
1. Resta ahora dar algunos avisos para saber y poder entrar en esta
noche del sentido. Para lo cual es de saber que el alma
ordinariamente entra en esta noche sensitiva en dos maneras: la
una es activa; la otra, pasiva.
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CAPÍTULO 14
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CAPÍTULO 15
LIBRO SEGUNDO
En que trata del medio próximo para subir a la unión de Dios, que
es la fe; y así se trata de la segunda parte de esta noche, que
decíamos pertenecer el espíritu, contenida en la segunda canción,
que es la que se sigue.
CANCIÓN SEGUNDA
CAPÍTULO 1
A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
Que, por eso, la llama aquí escala y secreta, porque todos los
grados y artículos que ella tiene son secretos y escondidos a todo
sentido y entendimiento. Y así, se quedó ella a oscuras de toda
lumbre de sentido y entendimiento, saliendo de todo límite natural y
racional para subir por esta divina escala de la fe, que escala y
penetra hasta lo profundo de Dios (1 Cor. 2, 10).
Por lo cual dice que iba disfrazada, porque llevaba el traje y vestido
y término natural mudado en divino, subiendo por fe. Y así era
causa este disfraz de no ser conocida ni detenida de lo temporal, ni
de lo racional, ni del demonio, porque ninguna de estas cosas
puede dañar al que camina en fe.
2. Por eso dice que salió a oscuras y segura, porque el que tal
ventura tiene que puede caminar por la oscuridad de la fe,
tomándola por guía de ciego, saliendo él de todas las fantasmas
naturales y razones espirituales, camina muy al seguro, como
habemos dicho.
Y así dice que también salió por esta noche espiritual estando ya su
casa sosegada, es a saber, la parte espiritual y racional, de la cual,
cuando el alma llega a la unión de Dios, tiene sosegadas sus
potencias naturales, y los ímpetus y ansias en la parte espiritual.
Que por eso no dice aquí que salió con ansias, como en la primera
noche del sentido, porque, para ir en la noche del sentido y
desnudarse de lo sensible, eran menester ansias de amor sensible
para acabar de salir; pero, para acabar de sosegar la casa del
espíritu, sólo se requiere negación de todas las potencias y gustos y
apetitos espirituales en pura fe. Lo cual hecho, se junta el alma con
el Amado en una unión de sencillez, y pureza, y amor, y semejanza.
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CAPÍTULO 2
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CAPÍTULO 3
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CAPÍTULO 4
4. Porque eso quiso decir también san Pablo (Heb. 11, 6), cuando
dijo: Accedentem ad Deum oportet credere quod est; quiere decir:
Al que se ha de ir uniendo a Dios, conviénele que crea su ser.
Como si dijera: el que se ha de venir a juntar en una unión con Dios
no ha de ir entendiendo ni arrimándose al gusto, ni al sentido, ni a la
imaginación, sino creyendo su ser, que no cae en entendimiento, ni
apetito, ni imaginación, ni otro algún sentido, ni en esta vida se
puede saber; antes en ella lo más alto que se puede sentir y gustar,
etc., de Dios, dista en infinita manera de Dios y del poseerle
puramente. Isaías (54, 4) y san Pablo (1 Cor. 2, 9) dicen: Nec
oculus vidit, nec auris audivit, neque in cor hominis ascendit, quae
praeparavit Deus iis qui diligunt illum; que quiere decir: lo que Dios
tiene aparejado para los que le aman, ni ojo jamás lo vio, ni oído lo
oyó, ni cayó en corazón ni pensamiento de hombre. Pues, como
quiera que el alma pretenda unirse por gracia perfectamente en
esta vida con aquello que por gloria ha de estar unida en la otra (lo
cual, como aquí dice san Pablo, no vio ojo, ni oyó oído, ni cayó en
corazón de hombre en carne) claro está que, para venir a unirse en
esta vida con ello por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a
oscuras de todo cuanto puede entrar por el ojo, y de todo lo que se
puede recibir con el oído, y se puede imaginar con la fantasía, y
comprehender con el corazón, que aquí significa el alma.
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CAPÍTULO 5
En que se declara qué cosa sea unión del alma con Dios. Pone una
comparación.
3. Para entender, pues, cuál sea esta unión de que vamos tratando,
es de saber que Dios, en cualquiera alma, aunque sea la del mayor
pecador del mundo, mora y asiste sustancialmente. Y esta manera
de unión siempre está hecha entre Dios y las criaturas todas, en la
cual les está conservando el ser que tienen; de manera que si de
esta manera faltase, luego se aniquilarían y dejarían de ser. Y así,
cuando hablamos de unión del alma con Dios, no hablamos de esta
sustancial, que siempre está hecha, sino de la unión y
transformación del alma con Dios, que no está siempre hecha, sino
sólo cuando viene a haber semejanza de amor. Y, por tanto, ésta se
llamará unión de semejanza, así como aquélla, unión esencial o
sustancial; aquélla, natural; ésta, sobrenatural; la cual es cuando las
dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de Dios, están en
uno conformes, no habiendo en la una cosa que repugne a la otra.
Y así, cuando el alma quitare de sí totalmente lo que repugna y no
conforma con la voluntad divina, quedará transformada en Dios por
amor.
Por lo cual, según ya queda dado a entender, cuanto una alma más
vestida está de criaturas y habilidades de ella, según el afecto y el
hábito, tanto menos disposición tiene para la tal unión, porque no da
total lugar a Dios para que la transforme en lo sobrenatural. De
manera que el alma no ha menester más que desnudarse de estas
contrariedades y disimilitúdines naturales, para que Dios, que se le
está comunicando naturalmente por naturaleza, se le comunique
sobrenaturalmente por gracia.
5. Y esto es lo que quiso dar a entender san Juan (1, 13) cuando
dijo: Qui non ex sanguinibus, neque ex voluntate carnis, neque ex
voluntate viri, sed ex Deo nati sunt; como si dijera; Dio poder para
que puedan ser hijos de Dios, esto es, se puedan transformar en
Dios, solamente aquellos que no de las sangres, esto es, que no de
las complexiones y composiciones naturales son nacidos, ni
tampoco de la voluntad de la carne, esto es, del albedrío de la
habilidad y capacidad natural, ni menos de la voluntad del varón; en
lo cual se incluye todo modo y manera de arbitrar y comprehender
con el entendimiento. No dio poder a ningunos de éstos para poder
ser hijos de Dios, sino a los que son nacidos de Dios, esto es, a los
que, renaciendo por gracia, muriendo primero a todo lo que es
hombre viejo (cf. Ef. 4, 22), se levantan sobre sí a lo sobrenatural,
recibiendo de Dios la tal renacencia y filiación, que es sobre todo lo
que se puede pensar. Porque, como el mismo san Juan (3, 5) dice
en otra parte: Nisi quis renatus fuerit ex aqua, et Spiritu Sancto, non
potest videre regnum Dei; quiere decir: El que no renaciere en el
Espíritu Santo, no podrá ver este reino de Dios, que es el estado de
perfección. Y renacer en el Espíritu Santo en esta vida, es tener un
alma simílima a Dios en pureza, sin tener en sí alguna mezcla de
imperfección, y así se puede hacer pura transformación por
participación de unión, aunque no esencialmente.
10. De la misma manera podemos decir que se han las almas con
Dios en esta ilustración o transformación. Porque, aunque es
verdad que un alma, según su poca o mucha capacidad, puede
haber llegado a unión, pero no en igual grado todas, porque esto es
como el Señor quiere dar a cada una. Es a modo de como le ven en
el cielo, que unos ven más, otros menos; pero todos ven a Dios y
todos están contentos, porque tienen satisfecha su capacidad.
11. De donde, aunque acá en esta vida hallemos algunas almas
con igual paz y sosiego en estado de perfección, y cada una esté
satisfecha, con todo eso, podrá la una de ellas estar muchos grados
más levantada que la otra y estar igualmente satisfechas, por
cuanto tienen satisfecha su capacidad. Pero la que no llega a
pureza competente a su capacidad, nunca llega a la verdadera paz
y satisfacción, pues no ha llegado a tener la desnudez y vacío en
sus potencias, cual se requiere para la sencilla unión.
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CAPÍTULO 6
En que se trata cómo las tres virtudes teologales son las que han
de poner en perfección las tres potencias del alma, y cómo en ellas
hacen vacío las dichas virtudes.
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CAPÍTULO 7
2. Para lo cual se deben notar con advertencia las palabras que por
san Mateo, en el capítulo 7 (v. 14), nuestro Salvador dijo de este
camino, diciendo así: Quam angusta porta, et arcta via est, quae
ducit ad vitam, et pauci sunt qui inveniunt eam; quiere decir: ¡Cuán
angosta es la puerta y estrecho el camino que guía a la vida, y
pocos son los que le hallan! En la cual autoridad debemos mucho
notar aquella exageración y encarecimiento que contiene en sí
aquella partícula quam; porque es como si dijera: de verdad es
mucho angosta más que pensáis. Y también es de notar que
primero dice que es angosta la puerta, para dar a entender que
para entrar el alma por esta puerta de Cristo, que es el principio del
camino, primero se ha de angostar y desnudar la voluntad en todas
las cosas sensuales y temporales, amando a Dios sobre todas ellas;
lo cual pertenece a la noche del sentido, que habemos dicho.
De donde nuestro Señor por san Mateo (11, 30) dijo: Mi yugo es
suave y mi carga ligera, la cual es la cruz. Porque, si el hombre se
determina a sujetarse a llevar esta cruz, que es un determinarse de
veras a querer hallar y llevar trabajo en todas las cosas por Dios, en
todas ellas hallará grande alivio y suavidad para (andar) este
camino, así desnudo de todo, sin querer nada. Empero, si pretende
tener algo, ahora de Dios, ahora de otra cosa, con propiedad
alguna, no va desnudo ni negado en todo; y así, ni cabrá ni podrá
subir por esta senda angosta hacia arriba.
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CAPÍTULO 8
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CAPÍTULO 9
Que eso es lo que quiso decir san Pablo en la autoridad que arriba
dijimos (Heb. 11, 6), diciendo: El que se ha de juntar con Dios,
conviénele crea, esto es: que vaya por fe caminando a él, lo cual ha
de ser el entendimiento ciego y a oscuras en fe sólo, porque debajo
de esta niebla se junta con Dios el entendimiento, y debajo de ella
está Dios escondido, según lo dijo David (Sal. 17, 10) por estas
palabras: La oscuridad puso debajo de sus pies. Y subió sobre los
querubines y voló sobre las plumas del viento. Y puso por
escondrijo las tinieblas y el agua tenebrosa.
2. En lo que dijo que puso oscuridad debajo de sus pies, y que a las
tinieblas tomó por escondrijo, y aquel su tabernáculo en derredor de
él es el agua tenebrosa, se denota la oscuridad de la fe en que él
está encerrado. Y en decir que subió sobre los querubines y voló
sobre las plumas de los vientos, (se da a entender cómo vuela
sobre todo entendimiento. Porque querubines quiere decir
inteligentes o contemplantes, y las plumas de los vientos) significan
las sutiles y levantadas noticias y conceptos de los espíritus, sobre
todas las cuales es su ser, al cual ninguno puede de suyo alcanzar.
4. Luego claro está que, para venir el alma en esta vida a unirse
con Dios y comunicar inmediatamente con él, que tiene necesidad
de unirse con la tiniebla que dijo Salomón (3 Re. 8, 12) en que
había Dios prometido de morar, y de ponerse junto al aire tenebroso
en que fue Dios servido de revelar sus secretos a Job, y tomar en
las manos a oscuras las urnas de Gedeón, para tener en sus
manos, esto es, en las obras de su voluntad, la luz, que es la unión
de amor, aunque a oscuras en fe, para que luego, en quebrándose
los vasos de esta vida, que sólo impedía la luz de la fe, se vea cara
a cara en gloria.
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CAPÍTULO 10
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CAPÍTULO 11
También las que son (de) parte del demonio, sin que el alma las
quiera, causan en ella alboroto o sequedad, o vanidad o presunción
en el espíritu. Aunque éstas no son de tanta eficacia en el alma
como las de Dios en el bien; porque las del demonio sólo pueden
poner primeros movimientos en la voluntad y no moverla a más si
ella no quiere, y alguna inquietud que no dura mucho, si el poco
ánimo y recato del alma no da causa que dure. Mas las que son de
Dios penetran el alma, y mueven la voluntad a amar, y dejan su
efecto, al cual no puede el alma resistir aunque quiera, más que la
vidriera al rayo del sol cuando da en ella.
7. Por tanto, el alma nunca se ha de atrever a quererlas admitir,
aunque, como digo, sean de Dios, porque, si las quiere admitir, hay
seis inconvenientes:
10. ¡Dichosa el alma que supiere pelear contra aquella bestia del
Apocalipsis (12, 3), que tiene siete cabezas, contrarias a estos siete
grados de amor, con las cuales contra cada uno hace guerra, y con
cada una pelea con el alma en cada una de estas mansiones, en
que ella está ejercitando y ganando cada grado de amor de Dios!
Que, sin duda, que si ella fielmente peleare en cada una y venciere,
merecerá pasar de grado en grado y de mansión en mansión hasta
la última, dejando cortadas a la bestia sus siete cabezas, con que le
hacía la guerra furiosa, tanto que dice allí san Juan que le fue dado
que pelease contra los santos y los pudiese vencer en cada uno de
estos grados de amor, poniendo contra cada uno armas y
municiones bastantes (ib. 13, 1-7).
11. Ha, pues, el espiritual de negar todas las aprehensiones con los
deleites temporales que caen en los sentidos exteriores, si quiere
cortar la primera cabeza y segunda a esta bestia, entrando en el
primer aposento de amor, y segundo de viva fe, no queriendo hacer
presa ni embarazarse con lo que se les da a los sentidos, por
cuanto es lo que más deroga a la fe.
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CAPÍTULO 12
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CAPÍTULO 13
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CAPÍTULO 14
7. Y así, la diferencia que hay del ejercicio que el alma hace acerca
de las unas y de las otras potencias, es la que hay entre ir obrando
y gozar ya de la obra hecha, o la que hay entre el trabajo de ir
caminando y el descanso y quietud que hay en el término; que es
también como estar guisando la comida, o estar comiéndola y
gustándola ya guisada y masticada, sin alguna manera de ejercicio
de obra; y la que hay entre ir recibiendo, y aprovechándose ya del
recibo. Y así, (si) acerca del obrar con las potencias sensitivas, que
es la meditación y discurso, o acerca de lo ya recibido y obrado en
las potencias espirituales, que es la contemplación y noticia que
habemos dicho, no estuviese el alma empleada estando ociosa de
las unas y de las otras, no había de dónde ni por dónde se pudiese
decir que estaba el alma empleada. Es, pues, necesaria esta noticia
para haber de dejar la vía de meditación y discurso.
8. Pero conviene aquí saber que esta noticia general de que vamos
hablando, es a veces tan sutil y delicada, mayormente cuando ella
es más pura y sencilla y perfecta y más espiritual e interior, que el
alma, aunque está empleada en ella, no la echa de ver ni la siente.
Y aquesto acaece más cuando decimos que ella es en sí más clara
y perfecta y sencilla. Y entonces lo es, cuando ella embiste en alma
más limpia y ajena de otras inteligencias y noticias particulares en
que podría hacer presa el entendimiento o sentido; la cual, por
carecer de éstas, que son acerca de las cuales el entendimiento y
sentido tiene habilidad y costumbre de ejercitarse, no la siente, por
cuanto le faltan sus acostumbrados sensibles. Y ésta es la causa
por donde, estando ella más pura y perfecta y sencilla, menos la
siente el entendimiento y más oscura le parece. Y así, por el
contrario, cuanto ella está en sí en el entendimiento menos pura y
simple, más clara y de más tomo le parece al entendimiento, por
estar ella vestida o mezclada o envuelta en algunas formas
inteligibles, en que puede tropezar el entendimiento o sentido.
13. Esto baste ahora para entender cómo le conviene al alma estar
empleada en esta noticia para haber de dejar la vía del discurso
espiritual y para asegurarse que, aunque no le parezca que hace
nada el alma, está bien empleada, si se ve con las dichas señales,
y para que también se entienda, por la comparación que habemos
dicho, cómo, no porque esta luz se represente al entendimiento
más comprehensible y palpable, como hace el rayo del sol al ojo
cuando está lleno de átomos, por eso la ha de tener el alma por
más pura, subida y clara; pues está claro que, según dice
Aristóteles y los teólogos, cuanto más alta es la luz divina y más
subida, más oscura es para nuestro entendimiento.
14. De esta divina noticia hay mucho que decir, así de ella en sí
como de los efectos que hace en los contemplativos. Todo lo
dejamos para su lugar, porque aun lo que habemos dicho en éste
no había para qué alargarnos tanto, si no fuera por (no) dejar esta
doctrina algo más confusa de lo que queda, porque es cierto, yo
confieso lo queda mucho. Porque, dejado que es materia que pocas
veces se trata por este estilo, ahora de palabra como de escritura,
por ser ella en sí extraordinaria y oscura, añádese también mi torpe
estilo y poco saber. Y así, estando desconfiado de que lo sabré dar
a entender, muchas veces entiendo me alargo demasiado y salgo
fuera de los límites que bastan al lugar y parte de la doctrina que
voy tratando. En lo cual yo confieso hacerlo, a veces, de
advertencia; porque lo que no se da a entender por unas razones,
quizá se entenderá mejor por aquéllas y por otras, y también porque
entiendo que así se va dando más luz para lo que se ha de decir
adelante. Por lo cual me parece también (para concluir con esta
parte) dejar respondido a una duda que puede haber acerca de la
continuación de esta noticia, y será brevemente en el siguiente
capítulo.
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CAPÍTULO 15
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CAPÍTULO 16
En que se trata de las aprehensiones imaginarias que
sobrenaturalmente se representan en la fantasía. Dice cómo no
pueden servir al alma de medio próximo para la unión con Dios.
3. Es, pues, de saber que, así como los cinco sentidos exteriores
representan las imágenes y especies de sus objetos a estos
interiores, así sobrenaturalmente, como decimos, sin los sentidos
exteriores puede Dios y el demonio representar las mismas
imágenes y especies, y mucho más hermosas y acabadas. De
donde, debajo de estas imágenes muchas veces representa Dios al
alma muchas cosas, y la enseña mucha sabiduría; como a cada
paso se ve en la sagrada Escritura, como (vio) Isaías a Dios en su
gloria debajo del humo que cubría el templo y de los serafines que
cubrían con las alas el rostro y los pies (6, 2-4); Jeremías la vara
que velaba (1, 11), Daniel multitud de visiones (7, 10), etc.
10. Por tanto, para venir a esta unión de amor de Dios esencial, ha
de tener cuidado el alma de no se ir arrimando a visiones
imaginarias, ni formas, ni figuras, ni particulares inteligencias, pues
no le pueden servir de medio proporcionado y próximo para tal
efecto; antes le harían estorbo, y por eso las ha de renunciar y
procurar de no tenerlas. Porque, si por algún caso se hubiesen de
admitir y preciar, era por el provecho que las verdaderas hacen en
el alma y buen efecto. Pero para esto no es necesario admitirlas,
antes conviene, para mejoría, siempre negarlas. Porque estas
visiones imaginarias, el bien que pueden hacer al alma, también
como las corporales exteriores que habemos dicho, es comunicarle
inteligencia, o amor, o suavidad; pero para que causen este efecto
en ella, no es menester que ella las quiera admitir, porque, como
también queda dicho arriba, en ese mismo punto que en la
imaginación hacen presencia, la hacen en el alma e infunden a la
inteligencia y amor, o suavidad, o lo que Dios quiere que causen.
12. Por tanto, siempre se han de apartar los ojos del alma de todas
estas aprehensiones que ella puede ver y entender distintamente
(lo cual comunica en sentido y no hace fundamento y seguro de fe),
y ponerlos en lo que no ve ni pertenece al sentido, sino al espíritu,
que no cae en figura de sentido, que es lo que la lleva a la unión en
fe, la cual es el propio medio, como está dicho. Y así, le
aprovecharán al alma estas visiones en sustancia para fe, cuando
bien supiere negar lo sensible e inteligible de ellas y usara bien del
fin que Dios tiene en darlas al alma, desechándolas. Porque, como
dijimos de las corporales, no las da Dios para que el alma las quiera
tomar y poner su asimiento en ellas.
13. Pero nace aquí una duda, y es: si es verdad que Dios da al
alma las visiones sobrenaturales, no para que ella las quiera tomar,
ni arrimarse a ellas, ni hacer caso de ellas, ¿para qué se las da,
pues en ellas puede el alma caer en muchos yerros y peligros, o por
lo menos en los inconvenientes que aquí se escriben para ir
adelante, mayormente pudiendo Dios dar al alma y comunicarle
espiritualmente y en sustancia lo que le comunica por el sentido
mediante las dichas visiones y formas sensibles?
15. La cual no puede ser sin cerrar los ojos a todo lo que es de
sentido e inteligencia clara y particular. Porque, aun con estar san
Pedro tan cierto de la visión de gloria que vio en Cristo en la
transfiguración, después de haberlo contado en su Epístola 2ª
canónica (1, 17-18), no quiso que lo tomasen por principal
testimonio de firmeza, sino, encaminándolos a la fe, dijo (1, 19): Et
habemus firmiorem propheticum sermonem: cui benefacitis
attendentes, quasi lucernae lucenti in caliginoso loco, donec dies
elucescat, etc.; quiere decir: Y tenemos más firme testimonio que
esta visión del Tabor, que son los dichos y palabras de los profetas
que dan testimonio de Cristo, a las cuales hacéis bien de arrimaros,
como a la candela que da luz en el lugar oscuro. En la cual
comparación, si quisiéremos mirar, hallaremos la doctrina que
vamos enseñando. Porque, en decir que miremos a la fe que
hablaron los profetas, como "a candela que luce en lugar oscuro",
es decir que nos quedemos a oscuras, cerrados los ojos a todas
esotras luces, y que en esta tiniebla sola la fe, que también es
oscura, sea luz a que nos arrimemos. Porque si nos queremos
arrimar a esotras luces claras de inteligencias distintas, ya nos
dejamos de arrimar a la oscura, que es la fe, y nos deja de dar la luz
en el lugar oscuro que dice san Pedro; el cual lugar, que aquí
significa el entendimiento que es el candelero donde se asienta esta
candela de la fe, ha de estar oscuro "hasta que le amanezca" en la
otra vida "el día" de la clara visión de Dios, y en ésta el de la
transformación y unión.
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CAPÍTULO 17
En que se declara el fin y estilo que Dios tiene en comunicar al alma
los bienes espirituales por medio de los sentidos, en lo cual se
responde a la duda que se ha tocado.
1. Mucho hay que decir acerca del fin y estilo que Dios tiene en dar
estas visiones, para levantar a una alma de su bajeza a su divina
unión, de lo cual todos los libros espirituales tratan, y en este
nuestro tratado también el estilo que llevamos es darlo a entender.
Y por eso, en este capítulo, solamente diré lo que basta para
satisfacer a nuestra duda, la cual era: que, pues, en estas visiones
sobrenaturales hay tanto peligro y embarazo para ir adelante, como
habemos dicho, ¿por qué Dios, que es sapientísimo y amigo de
apartar de las almas tropiezos y lazos, se las ofrece y comunica?
3. Según, pues, estos fundamentos, está claro que para mover Dios
al alma y levantarla del fin y extremo de su bajeza al otro fin y
extremo de su alteza en su divina unión, halo de hacer
ordenadamente y suavemente y al modo de la misma alma. Pues,
como quiera que el orden que tiene el alma de conocer, sea por las
formas e imágenes de las cosas criadas, y el modo de su conocer y
saber sea por los sentidos, de aquí es que, para levantar Dios al
alma al sumo conocimiento, para hacerlo suavemente ha de
comenzar y tocar desde el bajo fin y extremo de los sentidos del
alma, para así irla llevando al modo de ella hasta el otro fin de su
sabiduría espiritual, que no cae en sentido. Por lo cual, la lleva
primero instruyendo por formas e imágenes y vías sensibles a su
modo de entender, ahora naturales, ahora sobrenaturales, y por
discursos, a ese sumo espíritu de Dios.
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CAPÍTULO 18
Que trata del daño que algunos maestros espirituales pueden hacer
a las almas por no las llevar con buen estilo acerca de las dichas
visiones. Y dice también cómo, aunque sean de Dios, se pueden en
ellas engañar.
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CAPÍTULO 19
13. Pongamos otro ejemplo. Está una alma con grandes deseos de
ser mártir. Acaecerá que Dios le responda diciendo: Tú serás mártir,
y le dé interiormente gran consuelo y confianza de que lo ha de ser.
Y, con todo, acaecerá que no muera mártir, y será la promesa
verdadera. Pues ¿cómo no se cumplió así? Porque se cumplirá y
podrá cumplir según lo principal y esencial de ella, que será
dándole el amor y premio de mártir esencialmente; y así le da
verdaderamente al alma lo que ella formalmente deseaba y lo que
él la prometió. Porque el deseo formal del alma era, no aquella
manera de muerte, sino hacer a Dios aquel servicio de mártir y
ejercitar el amor por él como mártir. Porque aquella manera de
morir, por si no vale nada sin este amor, el cual (amor) y ejercicio y
premio de mártir le da por otros medios muy perfectamente; de
manera que, aunque no muera como mártir, queda el alma muy
satisfecha en que le dio lo que ella deseaba.
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CAPÍTULO 20
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CAPÍTULO 21
2. Diréis: Pues, si así es, que Dios no gusta, ¿por qué algunas
veces responde Dios? Digo que (algunas veces responde el
demonio; pero las que responde Dios digo que es): por la flaqueza
del alma que quiere ir por aquel camino, porque no se desconsuele
y vuelva atrás, o por que no piense está Dios mal con ella y se
sienta demasiado, o por otros fines que Dios sabe, fundados en la
flaqueza de aquel alma, por donde ve que conviene, responde y
condesciende por aquella vía. Como también lo hace con muchas
almas flacas y tiernas en darles gustos y suavidad en el trato con
Dios muy sensible, según está dicho arriba; mas no porque él
quiera ni guste que con él se trate con ese término ni por esa vía.
Mas a cada uno da, como habemos dicho, según su modo; porque
Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el
vaso, y a veces las deja coger por esos caños extraordinarios; mas
no se sigue por eso que es lícito (querer) coger el agua por ellos, si
no es al mismo Dios, que la puede dar cuándo, cómo y a quien él
quiere, y por lo que él quiere, sin pretensión de la parte. Y así, como
decimos, algunas veces condesciende con el apetito y ruego de
algunas almas, que porque son buenas y sencillas, no quiere dejar
de acudir por no entristecerlas, mas no porque guste del tal término.
4. Aunque querer saber cosas por vía sobrenatural, por muy peor lo
tengo que querer otros gustos espirituales en el sentido. Porque yo
no veo por dónde el alma que las pretende deje de pecar por lo
menos venialmente, aunque más buenos fines tenga y más puesta
esté en perfección, y quien se lo mandase y consintiese también.
Porque no hay necesidad de nada de eso, pues hay razón natural y
ley y doctrina evangélica, por donde muy bastantemente se pueden
regir, y no hay dificultad ni necesidad que no se pueda desatar y
remediar por estos medios muy a gusto de Dios y provecho de las
almas.
Por lo cual justamente se enoja Dios con quien las admite, porque
ve es temeridad del tal meterse en tanto peligro, y presunción y
curiosidad, y ramo de soberbia y raíz y fundamento de vanagloria, y
desprecio de las cosas de Dios, y principio de muchos males en que
vinieron muchos. Los cuales tanto vinieron a enojar a Dios, que de
propósito los dejó errar y engañar, y oscurecer el espíritu, y dejar
las vías ordenadas de la vida, dando lugar a sus vanidades y
fantasías, según lo dice Isaías (19, 14), diciendo: Dominus miscuit
in medio eius spiritum vertiginis: que es tanto como decir: El Señor
mezcló en medio espíritu de revuelta y confusión, que en buen
romance quiere decir espíritu de entender al revés. Lo cual va allí
diciendo Isaías llanamente a nuestro propósito, porque lo dice por
aquellos que andaban a saber las cosas que habían de suceder por
vía sobrenatural. Y, por eso, dice que les mezcló Dios en medio
espíritu de entender al revés. No porque Dios les quisiese ni les
diese efectivamente el espíritu de errar, sino porque ellos se
quisieron meter en lo que naturalmente no podían alcanzar.
Enojado de esto, los dejó desatinar, no dándoles luz en lo que Dios
no quería que se entremetiesen. Y así, dice que les mezcló aquel
espíritu Dios privativamente. Y de esta manera es Dios causa de
aquel daño, es a saber, causa privativa, que consiste en quitar él su
luz y favor; tan quitado, que necesariamente vengan en error.
14. Parece que nos habemos salido algo del propósito que
prometimos en el título del capítulo, que era probar cómo, aunque
Dios responde, se queja algunas veces. Pero, si bien se mira, todo
lo dicho hace para probar nuestro intento, pues en todo se ve no
gustar Dios de que quieran las tales visiones, pues da lugar a que
de tantas maneras sean engañados en ellas.
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CAPÍTULO 22
Que por eso también dijo en el Evangelio (Mt. 18, 20) que: Ubi
fuerint duo vel tres congregati in nomine meo, ibi sum ego in medio
eorum; esto es: Donde estuvieren dos o tres juntos para mirar lo
que es más honra y gloria de mi nombre, yo estoy allí en medio de
ellos, es a saber: aclarando y confirmando en sus corazones las
verdades de Dios. Y es de notar que no dijo: Donde estuviere uno
solo, yo estoy allí, sino, por lo menos, dos: para dar a entender que
no quiere Dios que ninguno a solas se crea para sí las cosas que
tiene por de Dios, ni se confirme ni afirme en ellas sin la Iglesia o
sus ministros, porque con éste solo no estará él aclarándole y
confirmándole la verdad en el corazón, y así quedará en ella flaco y
frío.
14. De donde no piense alguno que, porque sea cierto que Dios y
los Santos traten con él familiarmente muchas cosas, por el mismo
caso le han de declarar las faltas que tiene acerca de cualquier
cosa, pudiendo él saberlo por otra vía. Y así, no hay que
asegurarse, porque, como leemos haber acaecido en los Actos de
los Apóstoles que, con ser san Pedro príncipe de la Iglesia y que
inmediatamente era enseñado de Dios, acerca de cierta ceremonia
que usaba entre las gentes erraba, y callaba Dios; tanto, que le
reprendió san Pablo, según él allí afirma diciendo: Cum vidissem,
quod non recte ad veritatem Evangeli ambularent, dixi coram
omnibus: Si tu iudaeus cum sis, gentiliter vivis, quomodo gentes
cogis iudaizare?; que quiere decir: Como yo viese, dice san Pablo,
que no andaban rectamente los discípulos según la verdad del
Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si siendo tú judío, como lo
eres, vives gentílicamente, ¿cómo haces tal ficción que fuerzas a
los gentiles a judaizar? (Gl. 2, 14). Y Dios no advertía esta falta a
san Pedro por sí mismo, porque era cosa que caía en razón aquella
simulación, y la podía saber por vía razonal.
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CAPÍTULO 23
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CAPÍTULO 24
Las de las corpóreas son acerca de todas las cosas materiales que
hay en el cielo y en la tierra, las cuales puede ver el alma aun
estando en el cuerpo, mediante cierta lumbre sobrenatural derivada
de Dios, en la cual puede ver todas las cosas ausentes, del cielo y
de la tierra, según leemos haber visto san Juan en el capítulo 21 del
Apocalipsis, donde cuenta la descripción y excelencia de la celestial
Jerusalén, que vio en el cielo; y cual también se lee de san Benito,
que en una visión espiritual vio todo el mundo. La cual visión dice
santo Tomás en el primero de sus Quodlibetos que fue en la lumbre
derivada de arriba, que habemos dicho.
Pero de estas visiones que causa el demonio a las que son de parte
de Dios hay mucha diferencia. Porque los efectos que éstas hacen
en el alma no son como los que hacen las buenas, antes hacen
sequedad de espíritu acerca del trato con Dios e inclinación a
estimarse, y a admitir y tener en algo las dichas visiones, y en
ninguna manera causan blandura de humildad y amor de Dios. Ni
las formas de éstas se quedan impresas en el alma con aquella
claridad suave que las otras, ni duran, antes se raen luego del alma,
salvo si el alma las estima mucho, que, entonces, la propia
estimación hace que se acuerde de ellas naturalmente; mas es muy
secamente y sin hacer aquel efecto de amor y humildad que las
buenas causan cuando se acuerdan de ellas.
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CAPÍTULO 25
En que se trata de las revelaciones. Dice qué cosa sean y pone una
distinción.
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CAPÍTULO 26
Y, aunque esta noticia que dice aquí el Sabio que le dio Dios de
todas las cosas fue infusa y general, por esta autoridad se prueban
suficientemente todas las noticias que particularmente infunde Dios
en las almas por vía sobrenatural cuando él quiere. No porque les
dé hábito general de ciencia, como se dio a Salomón en las cosas
dichas, sino descubriéndoles a veces algunas verdades acerca de
cualesquiera de todas estas cosas que aquí cuenta el Sabio.
Aunque verdad es que Nuestro Señor acerca de muchas cosas
infunde hábitos a muchas almas, aunque nunca tan generales como
el de Salomón, tal como aquellas diferencias de dones que cuenta
san Pablo (1 Cor. 12, 8-10) que reparte Dios, entre los cuales pone
sabiduría, ciencia, fe, profecía, discreción o conocimiento de
espíritus, inteligencia de lenguas, declaración de las palabras, etc.
Todas las cuales noticias son hábitos infusos, que gratis los da
(Dios) a quien quiere, ahora natural, ahora sobrenaturalmente;
naturalmente, así como a Balam y otros profetas idólatras y muchas
sibilas a quien dio espíritu de profecía; y sobrenaturalmente, como a
los santos Profetas y Apóstoles y otros santos.
14. Pero es de saber que estos que tienen el espíritu purgado con
mucha facilidad naturalmente pueden conocer, y unos más que
otros, lo que hay en el corazón o espíritu interior, y las inclinaciones
y talentos de las personas; y esto por indicios exteriores, aunque
sean muy pequeños, como por palabras, movimientos y otras
muestras. Porque, así como el demonio puede esto, porque es
espíritu, así también lo puede el espiritual, según el dicho del
Apóstol (1 Cor. 2, 15) que dice: Spiritualis autem iudicat omnia: El
espiritual todas las cosas juzga. Y otra vez (1 Cor. 2, 10) dice:
Spiritus enim omnia scrutatur, etiam profunda Dei: El espíritu todas
las cosas penetra, hasta las cosas profundas de Dios. De donde,
aunque naturalmente no pueden los espirituales conocer los
pensamientos o lo que hay en el interior, por ilustración
sobrenatural o por indicios bien lo pueden entender. Y aunque en el
conocimiento por indicios muchas veces se pueden engañar, las
más veces aciertan. Mas ni de lo uno ni de lo otro hay que fiarse,
porque el demonio se entremete aquí grandemente y con mucha
sutileza, como luego diremos; y así siempre se han de renunciar las
tales inteligencias (y noticias).
18. Todas estas noticias, ahora sean de Dios, ahora no, muy poco
pueden servir al provecho del alma para ir a Dios si el alma se
quisiese asir a ellas; antes, si no tuviese cuidado de negarlas en sí,
no sólo la estorbarían, sino aun la dañarían harto y harían errar
mucho; porque todos los peligros e inconvenientes que habemos
dicho que puede haber en las aprehensiones sobrenaturales que
habemos tratado hasta aquí y más puede haber en éstas. Por tanto,
no me alargaré más aquí en esto, pues en las pasadas habemos
dado doctrina bastante, sino sólo diré que haya gran cuidado en
negarlas siempre, queriendo caminar a Dios por el no saber; y
siempre dé cuenta a su confesor (o maestro) espiritual, estando
siempre a lo que dijere. El cual muy de paso haga pasar al alma por
ello, no haciéndole cuerpo de nada para su camino de unión; pues
de estas cosas que pasivamente se dan al alma siempre se queda
en ella el efecto que Dios quiere, sin que el alma ponga su
diligencia en ello. Y así, no me parece hay para qué decir aquí el
efecto que hacen las verdaderas ni el que hacen las falsas, porque
sería cansar y no acabar; porque los efectos de éstas no se pueden
comprehender debajo de corta doctrina; por cuanto, como estas
noticias son muchas y muy varias, también lo son los efectos, pues
que las buenas los hacen buenos, y las malas, malos, etc. (En decir
que todas se nieguen, queda dicho lo que basta para no errar).
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CAPÍTULO 27
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CAPÍTULO 28
En que se trata de las locuciones (interiores) que
sobrenaturalmente pueden acaecer al espíritu. Dice en cuántas
maneras sean.
Y ésta es la causa por qué con tanta brevedad he concluido con las
aprehensiones de profecías, así como en las demás he hecho,
habiendo mucho más que decir en cada una según las diferencias y
modos y maneras que en cada una suele haber, que entiendo no se
podrían acabar de saber; contentándome con que, a mi ver, queda
dicha la sustancia y la doctrina y cautela que conviene para ello y
para todo lo a ello semejante que pudiese acaecer en el alma.
Aun las que son del demonio, a veces son dificultosas de entender
y conocer, porque aunque es verdad que ordinariamente dejan la
voluntad seca acerca del amor de Dios y el ánimo inclinado a
vanidad, estimación o complacencia, todavía pone algunas veces
en el ánimo una falsa humildad y afición hervorosa de voluntad
fundada en amor propio, que a veces es menester que la persona
sea harto espiritual para que lo entienda. Y esto hace el demonio
por mejor encubrir(se), el cual sabe muy bien algunas veces hacer
derramar lágrimas sobre los sentimientos que él pone, para ir
poniendo en el alma las aficiones que él quiere. Pero siempre les
procura mover la voluntad a que estimen aquellas comunicaciones
interiores, y que hagan mucho caso de ellas, porque se den a ellas
y ocupen el alma en lo que no es virtud, sino ocasión de perder la
que hubiese.
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CAPÍTULO 30
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CAPÍTULO 31
2. Acerca de éstas, ni tiene el alma qué hacer (ni qué querer, ni qué
no querer, ni qué desechar, ni qué temer.
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CAPÍTULO 32
Los de la voluntad, cuando son de Dios, son muy subidos; mas los
que son de la sustancia del alma son altísimos y de gran bien y
provecho. Los cuales ni el alma ni quien la trata pueden saber ni
entender la causa de donde proceden, ni por qué obras Dios los
haga.
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LIBRO TERCERO
CAPÍTULO 1
7. Dirá alguno que bueno parece esto, pero que de aquí se sigue la
destrucción del uso natural y curso de las potencias, y que quede el
hombre como bestia, olvidado, y aun peor, sin discurrir ni acordarse
de las necesidades y operaciones naturales; y que Dios no destruye
la naturaleza, antes la perfecciona, y de aquí necesariamente se
sigue su destrucción, pues se olvida de lo moral y razonal para
obrarlo, y de lo natural para ejercitarlo, porque de nada de esto se
puede acordar, pues se priva de las noticias y formas que son el
medio de la reminiscencia.
9. Y de aquí es que las obras de las tales almas sólo son las que
conviene y son razonables, y no las que no convienen; porque el
Espíritu de Dios las hace saber lo que han de saber, e ignorar lo
que conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar sin
formas (o con formas) y olvidar lo que es de olvidar, y las hace amar
lo que han de amar, y no amar lo que no es en Dios. Y así, todos
los primeros movimientos de las potencias de las tales almas son
divinos; y no hay que maravillar que los movimientos y operaciones
de estas potencias sean divinos, pues están transformadas en ser
divino.
13. Dirás, por ventura, que el alma no podrá vaciar y privar tanto la
memoria de todas las formas y fantasías, que pueda llegar a un
estado tan alto, porque hay dos dificultades que son sobre las
fuerzas y habilidad humana, que son: despedir lo natural con
habilidad natural, que no puede ser, y tocar y unirse a lo
sobrenatural, que es mucho más dificultosa; y, por hablar la verdad,
con natural habilidad sólo, es imposible.
14. Y los divinos efectos que hace en el alma cuando lo es, así de
parte del entendimiento como de la memoria y voluntad, no los
decimos en esta noche y purgación activa, porque sólo con ésta no
se acaba de hacer la divina unión; pero dirémoslos en la pasiva,
mediante la cual se hace la junta del alma con Dios.
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CAPÍTULO 3
6. Estése, pues, cerrado sin cuidado y pena, que el que entró a sus
discípulos corporalmente, las puertas cerradas, y les dio paz sin
ellos saber ni pensar que aquello podía ser, ni el cómo podía ser
(Jn. 20, 19-20), entrará espiritualmente en el alma sin que ella sepa
ni obre el cómo, teniendo ella las puertas de las potencias,
memoria, entendimiento y voluntad, cerradas a todas las
aprehensiones, y se las llenará de paz, declinando sobre ella, como
el profeta dice (Is. 48, 18), como un río de paz, en que la quitará
todos los recelos y sospechas, turbación y tiniebla que le hacían
temer que estaba o que iba perdida. No pierda (el) cuidado de orar
y espere en desnudez y vacío, que no tardará su bien.
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CAPÍTULO 4
Que trata del segundo daño que puede venir al alma de parte del
demonio por vía de las aprehensiones naturales de la memoria.
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CAPÍTULO 5
Del tercer daño que se le sigue al alma por vía de las noticias
distintas naturales de la memoria.
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CAPÍTULO 6
1. Por los daños que habemos dicho que al alma tocan por las
aprehensiones de la memoria, podemos también colegir los
provechos a ellos contrarios que se le siguen del olvido y vacío de
ellas; pues, según dicen los naturales, la misma doctrina que sirve
para un contrario sirve también para el otro.
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CAPÍTULO 7
2. Y digo que el alma, para conseguir este bien, nunca sobre las
cosas claras y distintas que por ella hayan pasado por vía
sobrenatural ha de hacer reflexión para conservar en sí las formas y
figuras y noticias de aquellas cosas. Porque siempre habemos de
llevar este presupuesto: que cuanto el alma más presa hace en
alguna aprehensión natural o sobrenatural distinta y clara, menos
capacidad y disposición tiene en sí para entrar en el abismo de la
fe, donde todo lo demás se absorbe. Porque, como queda dicho,
ningunas formas ni noticias sobrenaturales que pueden caer en la
memoria son Dios, y de todo lo que no es Dios se ha de vaciar el
alma para ir a Dios; luego también la memoria de todas estas
formas y noticias se ha de deshacer para unirse con Dios en
esperanza, porque toda posesión es contra esperanza, la cual,
como dice san Pablo (Hb. 11, 1), es de lo que no se posee.
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CAPÍTULO 8
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CAPÍTULO 9
3. Para huir este pestífero daño, a los ojos de Dios aborrecible, han
de considerar dos cosas. La primera, que la virtud no está en las
aprehensiones y sentimientos de Dios, por subidos que sean, ni en
nada de lo que a este talle pueden sentir en sí; sino, por el
contrario, está en lo que no sienten en sí, que es en mucha
humildad y desprecio de sí y de todas sus cosas -muy formado y
sensible en el alma-, y gustar de que los demás sientan de él
aquello mismo, no queriendo valer nada en el corazón ajeno.
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CAPÍTULO 10
3. Por tanto, para huir este daño grande del demonio, conviene
mucho al alma no querer gustar de las tales cosas, porque
certísimamente irá cegándose en el tal gusto y cayendo; porque el
gusto y deleite y sabor, sin que en ello ayude el demonio, de su
misma cosecha ciegan al alma. Y así lo dio a entender David (Sal.
138, 11) cuando dijo: Por ventura en mis deleites me cegarán las
tinieblas, y tendré la noche por mi luz.
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CAPÍTULO 11
1. De este cuarto daño no hay mucho que decir, por cuanto está ya
declarado a cada paso en este 3º libro, en que habemos probado
cómo, para que el alma se venga a unir con Dios en esperanza, ha
de renunciar toda posesión de la memoria, pues que, para que la
esperanza sea entera de Dios, nada ha de haber en la memoria que
no sea Dios; y como, también habemos dicho, ninguna forma, ni
figura, ni imagen, ni otra noticia que pueda caer en la memoria, sea
Dios ni semejante a él, ahora celestial, ahora terrena, natural o
sobrenatural, según enseña David (Sal. 85, 8), diciendo: Señor, en
los dioses ninguno hay semejante a ti, de aquí es que, si la
memoria quiere hacer alguna presa de algo de esto, se impide para
Dios: lo uno, porque se embaraza, y lo otro, porque, mientras más
tiene de posesión, tanto menos tienede esperanza.
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CAPÍTULO 12
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CAPÍTULO 13
2. Pero dirás, por ventura, que ¿por qué muchos espirituales dan
por consejo que se procuren aprovechar las almas de las
comunicaciones y sentimientos de Dios, y que quieran recibir de él,
para tener que darle, pues si él no nos da, no le damos nada? Y
que san Pablo (1 Tes. 5, 19) dice: No queráis apagar el espíritu. Y
el Esposo a la Esposa (Ct. 8, 6): Ponme como señuelo sobre tu
corazón, como señuelo sobre tu brazo, lo cual ya es alguna
aprehensión. Todo lo cual, según la doctrina arriba dicha, no sólo
no se ha de procurar, mas, aunque Dios lo envíe, se ha de
desechar y desviar. Y que, claro está que, pues Dios lo da, para
bien lo da y buen efecto hará; que no habemos de arrojar las
margaritas a mal. Y aun es género de soberbia no querer admitir las
cosas de Dios, como que sin ellas, por nosotros mismos, nos
podemos valer.
4. Que sea más baja, también está claro; porque las potencias del
alma no pueden de suyo hacer reflexión y operación, sino sobre
alguna forma, figura e imagen; y ésta es la corteza y accidente de la
sustancia y espíritu que hay debajo de la tal corteza y accidente. La
cual sustancia y espíritu no se une con las potencias del alma en
verdadera inteligencia y amor, si no es cuando ya cesa la operación
de las potencias; porque la pretensión y fin de la tal operación no es
sino venir a recibir en el alma la sustancia entendida y amada de
aquellas formas. De donde la diferencia que hay entre la operación
activa y pasiva, y la ventaja, es la que hay entre lo que se está
haciendo y está ya hecho, que es como entre lo que se pretende
conseguir y alcanzar y entre lo que está ya (conseguido y)
alcanzado.
Pero puédense conocer por los efectos, porque las que son
naturales o del demonio, aunque más se acuerden de ellas, ningún
efecto hacen bueno ni renovación espiritual en el alma, sino
secamente las miran. Aunque las que son buenas, todavía,
acordándose de ellas, hacen algún efecto bueno en aquél que hizo
al alma la primera vez; pero las formales que se imprimen en el
alma, casi siempre que advierte le hacen algún efecto.
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CAPÍTULO 14
Mas de las increadas digo que se procure acordar las veces que
pudiere, porque le harán grande efecto, pues, como allí dijimos, son
toques y sentimientos de unión de Dios, que es donde vamos
encaminando al alma. Y de esto no se acuerda la memoria por
alguna forma, imagen o figura que imprimiesen en el alma, porque
no la tienen aquellos toques y sentimientos de unión del Criador,
sino por el efecto que en ella hicieron la luz, amor, deleite y
renovación espiritual, etc., de las cuales cada vez que se acuerda,
se renueva algo de esto.
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CAPÍTULO 15
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CAPÍTULO 16
En que se comienza a tratar de la noche oscura de la voluntad.
Pónese la división de las afecciones de la voluntad.
3. Y para que demos más por entero doctrina de esto, iremos, como
es nuestra costumbre, tratando en particular de cada una de estas
cuatro pasiones y de los apetitos de la voluntad; porque todo el
negocio para venir a unión de Dios está en purgar la voluntad de
sus afecciones y apetitos, porque así de voluntad humana y baja
venga a ser voluntad divina, hecha una misma cosa con la voluntad
de Dios.
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CAPÍTULO 17
Que trata del gozo acerca de los bienes temporales. Dice cómo ha
de enderezar el gozo en ellos a Dios.
Pero cuán vana cosa sea gozarse los hombres de las riquezas,
títulos, estados, oficios, y otras cosas semejantes que suelen ellos
pretender, está claro; porque, si por ser el hombre más rico fuera
más siervo de Dios, debiérase gozar en las riquezas; pero antes le
son causa que le ofenda, según lo enseña el Sabio (Ecli. 11, 10),
diciendo: Hijo, si fueres rico, no estarás libre de pecado. Que,
aunque es verdad que los bienes temporales, de suyo,
necesariamente no hacen pecar, pero porque ordinariamente con
flaqueza de afición se ase el corazón del hombre a ellos y falta a
Dios, lo cual es pecado, porque pecado es faltar a Dios, por eso
dice el Sabio que no estarás libre de pecado.
Que por eso el Señor las llamó en el Evangelio espinas (Mt. 13, 22;
Lc. 8, 14), para dar a entender que el que las manoseare con la
voluntad quedará herido de algún pecado. Y aquella exclamación
que hace en el Evangelio (por san Lucas, tan para temer), diciendo
(Lc. 18, 24): ¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de los
cielos los que tienen riquezas!, es a saber, el gozo en ellas, bien da
a entender que no se debe el hombre gozar en las riquezas, pues a
tanto peligro se pone. Que para apartarnos de él dijo también David
(Sal. 61, 11): Si abundaren las riquezas, no pongáis en ellas el
corazón.
2. Y no quiero traer aquí más testimonios en cosa tan clara, porque
tampoco acabaría de alegar Escritura, porque ¿cuándo acabaría de
decir los males que de ellas dice Salomón en el Eclesiastés? El
cual, como hombre que habiendo tenido muchas riquezas y
sabiendo bien lo que eran, dijo que todo cuanto había debajo del sol
era vanidad de vanidades, aflicción de espíritu y vana solicitud de
ánimo (1, 14); y que el que ama las riquezas no sacará fruto de
ellas (5, 9); y que las riquezas se guardan para mal de su señor (5,
12), según se ve en el Evangelio (Lc. 12, 20), donde a aquel que se
gozaba porque tenía ganados muchos frutos para muchos años, se
le dijo del cielo: Necio, esta noche te pedirán el alma para que
venga a cuenta, y lo que allegaste, ¿cúyo será? Y, finalmente,
cómo David (Sal. 48, 17-19) nos enseña lo mismo, diciendo que no
tengamos envidia cuando nuestro vecino se enriqueciere, pues no
le aprovechará nada para la otra vida; dando allí a entender que
antes le podríamos tener lástima.
4. Pues sobre los hijos tampoco hay de qué se gozar, ni por ser
muchos, ni ricos, y adornados de dones y gracias naturales y
bienes de fortuna, sino en si sirven a Dios. Pues que Absalón, hijo
de David, ni su hermosura, ni su riqueza, ni su linaje le sirvió de
nada, pues no sirvió a Dios (2 Sm. 14, 25) Por tanto, vana cosa fue
haberse gozado de lo tal.
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CAPÍTULO 19
11. Y de este cuarto grado son aquellos que dice san Pablo (Rm. 1,
28) que tradidit illos in reprobum sensum; porque hasta estos daños
trae al hombre el gozo cuando se pone en las posesiones
últimamente. Mas a los que menos daños hace es de tener harta
lástima, pues, como habemos dicho, hace volver al alma muy atrás
en la vía de Dios. Y por tanto, como dice David (Sal. 48, 17-18): No
temas cuando se enriqueciere el hombre, esto es, no le hayas
envidia, pensando que te lleva ventaja, porque, cuando acabare, no
llevará nada, ni su gloria y gozo bajarán con él).
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CAPÍTULO 20
Mas, aunque no fuese por estos intereses, sino sólo por el disgusto
que a Dios se da en estos gozos de criaturas, había el espiritual de
apagarlos en su alma. Pues que vemos en el Evangelio (Lc. 12, 20)
que, sólo porque aquel rico se gozaba porque tenía bienes para
muchos años, se enojó tanto Dios, que le dijo que aquella misma
noche había de ser su alma llevada a cuenta. De donde habemos
de creer que todas las veces que vanamente nos gozamos está
Dios mirando y diciendo algún castigo y trago amargo según lo
merecido, que, a veces, sea más de ciento tanto más la pena que
redunda del (tal) gozo que lo que se gozó. Que, aunque es verdad
que en aquello que dice por san Juan en el Apocalipsis (18, 7) de
Babilonia, diciendo que cuanto se había gozado y estado en deleite
le diesen de tormentos y pena, no es para decir que no será más (la
pena) que el gozo (que sí será, pues por breves placeres se dan
eternos tormentos), sino para dar a entender que no quedará cosa
sin su castigo particular, porque el que la inútil palabra castigará
(Mt. 12, 36), no perdonará el gozo vano.
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CAPÍTULO 21
Por lo cual debe tener recato y vivir con cuidado el que tuviere las
tales partes, que no dé causa a alguno, por su vana ostentación,
que se aparte un punto de Dios su corazón. Porque estas gracias y
dones de naturaleza son tan provocativas y ocasionadas, así al que
las posee como al que las mira, que apenas hay quien se escape
de algún lacillo y liga de su corazón en ellas. Donde, por este temor,
habemos visto que muchas personas espirituales, que tenían
algunas partes de éstas, alcanzaron de Dios con oraciones que las
desfigurase, por no ser causa y ocasión a sí o a otras personas de
alguna afición o gozo vano.
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CAPÍTULO 22
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CAPÍTULO 23
De los provechos que saca el alma de no poner el gozo en los
bienes naturales.
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CAPÍTULO 25
Que trata de los daños que el alma recibe en querer poner el gozo
de la voluntad en los bienes sensuales.
6. Del gozo acerca del tacto en cosas suaves, muchos más daños y
más perniciosos nacen, y que más en breve trasvierten el sentido al
espíritu y apagan su fuerza y vigor. De aquí nace el abominable
vicio de la molicie o incentivos para ella, según la proporción del
gozo de este género; críase la lujuria, hace al ánimo afeminado y
tímido y al sentido halagüeño y melífluo y dispuesto para pecar y
hacer daño; infunde vana alegría y gozo en el corazón, y cría
soltura de lengua y libertad de ojos y a los demás sentidos
embelesa y embota, según la cantidad del tal apetito, empacha el
juicio, sustentándole en insipiencia y necedad espiritual, y
moralmente cría cobardía e inconstancia; y, con tiniebla en el ánima
y flaqueza de corazón, hace temer aun donde no hay que temer;
cría este gozo espíritu de confusión algunas veces e insensibilidad
acerca de la conciencia y del espíritu, por cuanto debilita mucho la
razón y la pone de suerte que ni sepa tomar buen consejo ni darle,
y queda incapaz para los bienes espirituales y morales, inútil como
un vaso quebrado (Ecli. 21, 17).
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CAPÍTULO 26
4. Y que esto sea verdad, está claro; porque, como quiera que el
ejercicio de los sentidos y fuerza de la sensualidad contradiga,
como dice el Apóstol (Gl. 5, 17), a la fuerza y ejercicio espiritual, de
aquí es que, menguando y acabando las unas de estas fuerzas,
han de crecer y aumentarse las otras fuerzas contrarias, por cuyo
impedimento no crecían, y así, perfeccionándose el espíritu, que es
la porción superior del alma que tiene respecto y comunicación con
Dios, merece todos los dichos atributos, pues que se perfecciona en
bienes y dones de Dios espirituales y celestiales.
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CAPÍTULO 27
Pero los bienes morales ya por la primera causa, que es por lo que
en sí son y valen, merecen algún gozo de su poseedor; porque
consigo traen paz y tranquilidad y recto y ordenado uso de la razón,
y operaciones acordadas; que no puede el hombre humanamente
en esta vida poseer cosa mejor.
Porque ama Dios tanto estos bienes morales, que sólo porque
Salomón le pidió sabiduría para mostrar los de su pueblo y poderle
gobernar justamente, instruyéndole en buenas costumbres, se lo
agradeció mucho el mismo Dios, y le dijo (3 Re. 3, 11-13; 2 Cor. 1,
11-2) que, porque había pedido sabiduría para aquel fin, que él se
la daba y más lo que no había pedido, que eran riquezas y honra,
de manera que ningún rey en los pasados ni en lo por venir fuese
semejante a él.
Y así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios
con sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este respecto
no valen delante de Dios nada las virtudes, como se ve en las diez
vírgenes del Evangelio (Mt. 25, 1-13), que todas habían guardado
virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no habían
puesto su gozo en la segunda manera -esto es, enderezándole en
ellas a Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera,
gozándose en la posesión de ellas, fueron echadas del cielo sin
ningún agradecimiento ni galardón del Esposo. Y también muchos
antiguos tuvieron muchas virtudes e hicieron buenas obras, y
muchos cristianos el día de hoy las tienen y obran grandes cosas, y
no les aprovecharán nada para la vida eterna, porque no
pretendieron en ellas la gloria y honra que es de sólo Dios.
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CAPÍTULO 28
Hay tanta miseria acerca de este daño en los hijos de los hombres,
que tengo para mí que las más de las obras que hacen públicas, o
son viciosas, o no les valdrán nada, o son imperfectas delante de
Dios, por no ir ellos desasidos de estos intereses y respetos
humanos. Porque ¿qué otra cosa se puede juzgar de algunas obras
y memorias que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren
(hacer) sin que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la
vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o
señorío, hasta poner de esto sus señales (nombres) y blasones en
los templos, como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de
imagen, donde todos hincan la rodilla, en las cuales obras de
algunos se puede decir que se adoran a sí más que a Dios? Lo cual
es verdad si por aquello las hicieron, y sin ello no las hicieran.
Pero, dejados éstos que son de los peores, ¿cuántos hay que de
muchas maneras caen en este daño de sus obras? De los cuales,
unos quieren que se las alaben, otros que se las agradezcan; otros
las cuentan y gustan que lo sepa fulano y fulano y aun todo el
mundo, y a veces quieren que pase la limosna o lo que hacen por
terceros porque se sepa más, otros quieren lo uno y lo otro; lo cual
es el tañer de la trompeta, que dice el Salvador en el Evangelio (Mt.
6, 2) que hacen los vanos, que por eso no habrán de sus obras
galardón de Dios.
6. Deben, pues, éstos para huir este daño, esconder la obra, que
sólo Dios la vea, no queriendo que nadie haga caso. Y no sólo la ha
de esconder de los demás, más aún de sí mismo, esto es: que ni él
se quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni
sacar gusto de toda ella; como espiritualmente se entiende aquello
que dice Nuestro Señor (Mt. 6, 3): No sepa tu siniestra lo que hace
tu diestra, que es como decir: no estimes con el ojo temporal y
carnal la obra que haces espiritual. Y de esta manera se recoge la
fuerza de la voluntad en Dios y lleva fruto delante de él la obra; de
donde no sólo no la perderá sino que será de grande mérito. Y a
este propósito se entiende aquella sentencia de Job, cuando dice
(31, 26-28): Si yo besé mi mano con mi boca, que es iniquidad y
pecado grande, y se gozó en escondido mi corazón. Porque aquí
por la "mano" entiende la obra y por la "boca" entiende la voluntad
que se complace en ellas. Y porque es, como decimos,
complacencia en sí mismo, dice: Si se alegró en escondido mi
corazón, lo cual es grande iniquidad y negación contra Dios; y es
como si dijera: que ni tuvo complacencia ni se alegró su corazón en
escondido.
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CAPÍTULO 29
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CAPÍTULO 30
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CAPÍTULO 31
Y a tanto mal llega el gozo de éstos sobre estas obras, que no sólo
(llega) a querer comprar los dones y gracias por dinero, como
quería Simón Mago (Hch. 8, 18), para servir al demonio, pero aun
procuran haber las cosas sagradas y aun (lo que no se puede decir
sin temblar) las divinas, como ya se ha visto haber sido usurpado el
tremendo Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo para uso de sus
maldades y abominaciones. ¡Alargue y muestre Dios aquí su
misericordia grande!
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CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
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CAPÍTULO 34
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CAPÍTULO 35
6. Tenga por cierto el alma que, cuanto más asida con propiedad
estuviere a la imagen o motivo, tanto menos subirá a Dios su
devoción y oración; aunque es verdad que, por estar unas más al
propio que otras y excitar más la devoción unas que otras, conviene
aficionarse más a unas que a otras por esta causa sólo y no con la
propiedad y asimiento que tengo dicho, de manera que lo que ha de
llevar el espíritu volando por allí a Dios, olvidando luego eso y
esotro, se lo coma todo el sentido, estando todo engolfado en el
gozo de los instrumentos, que, habiéndome de servir sólo para
ayuda de esto, ya por mi imperfección me sirve para estorbo, y no
menos que el asimiento y propiedad de otra cualquiera cosa.
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CAPÍTULO 36
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CAPÍTULO 37
2. Por tanto, para evitar todos los daños que al alma pueden tocar
en este caso, que son: o ser impedida de volar a Dios, o usar con
bajo estilo e ignorantemente de las imágenes, o ser engañado
natural o sobrenaturalmente por ellas (las cuales cosas son las que
arriba habemos tocado) y también para purificar el gozo de la
voluntad en ellas y enderezar por ellas el alma a Dios, que es el
intento que en el uso de ellas tiene la Iglesia, sola una advertencia
quiero poner que bastará para todo, y es que, pues las imágenes
nos sirven para motivo de las cosas invisibles, que en ellas
solamente procuremos el motivo y afección y gozo de la voluntad
en lo vivo que representan.
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CAPÍTULO 38
Porque la causa por que Dios ha de ser servido es sólo por ser él
quien es, y no interponiendo otros fines. Y así, no sirviéndole sólo
por quien él es, es servirle sin causa final de Dios.
5. Pero dejemos ahora esto y digamos todavía de los que hilan más
delgado, es a saber, de los que se tienen por gente devota. Porque
muchos de éstos de tal manera dan en tener asido el apetito y
gusto a su oratorio y ornato de él, que todo lo (que) habían de
emplear en oración de Dios y recogimiento interior se les va en
esto. Y no echan de ver que, no ordenando esto para el
recogimiento interior y paz del alma, se distraen tanto en ello como
en las demás cosas, y se inquietarán en el tal gusto a cada paso, y
más si se lo quisiesen quitar.
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CAPÍTULO 39
De cómo se ha de usar de los oratorios y templos, encaminando el
espíritu a Dios (por ellos).
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CAPÍTULO 40
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CAPÍTULO 41
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CAPÍTULO 42
4. Por estas cosas debe ir, y no por pensar que está Dios atado a
hacerle allí mercedes, de manera que no pueda donde quiera,
porque más decente lugar es el alma y más propio para Dios que
ningún lugar corporal. De esta manera leemos en la sagrada
Escritura que hizo Abraham un altar en el mismo lugar donde le
apareció Dios, e invocó allí su santo nombre, y que después,
viniendo de Egipto, volvió por el mismo camino donde había
aparecídole Dios, y volvió a invocar a Dios allí en el mismo altar que
había edificado (Gn. 12, 8, y 13, 4). También Jacob señaló el lugar
donde le apareció Dios estribando en aquella escala, levantando allí
una piedra ungida con óleo (Gn. 28, 13-18). Y Agar puso nombre al
lugar donde le apareció el ángel, estimando mucho aquel lugar,
diciendo: Por cierto que aquí he visto las espaldas del que me ve
(Gn. 16, 3).
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CAPÍTULO 43
Que trata de los motivos para orar que usan muchas personas, que
son mucha variedad de ceremonias.
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CAPÍTULO 44
1. Sepan, pues, éstos que cuanta más fiducia hacen de estas cosas
y ceremonias, tanta menor confianza tienen en Dios, y no
alcanzarán de Dios lo que desean. Hay algunos que más oran por
su pretensión que por la honra de Dios; que, aunque ellos suponen
que, si Dios se ha de servir, se haga, y si no, no, todavía por la
propiedad y vano gozo que en ello llevan, multiplican demasiados
ruegos por aquello, que sería mejor mudarlos en cosas de más
importancia para ellos, como es el limpiar de veras sus conciencias
y entender de hecho en cosas de su salvación, posponiendo muy
atrás todas esotras peticiones suyas que no son esto. Y de esta
manera, alcanzando esto que más les importa, alcanzarían también
todo lo que de esotro les estuviere bien, aunque no se lo pidiesen,
mucho mejor y antes que si toda la fuerza pusiesen en aquello.
Y las ceremonias con que él nos enseñó a orar sólo es una de dos:
o que sea en el escondrijo de nuestro retrete, donde sin bullicio y
sin dar cuenta a nadie lo podemos hacer con más entero y puro
corazón, según él dijo, diciendo: Cuando tú orares, entra en tu
retrete y, cerrada la puerta, ora (Mt. 6, 6); o, si no, a los desiertos
solitarios, como él lo hacía, y en el mejor y más quieto tiempo de la
noche (Lc. 6, 12). Y así, no hay para qué señalar limitado tiempo ni
días limitados, ni señalar éstos más que aquéllos para nuestras
devociones, ni hay para qué otros modos ni retruécanos de
palabras ni oraciones, sino sólo las que usa la Iglesia y como las
usa, porque todas se reducen a las que habemos dicho del Pater
noster.
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CAPÍTULO 45
FIN DE LA OBRA