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De Gorcias A PLATON ORTHOEPEIA Y NIHILISMO Tomas Calvo Martinez En el titulo de este trabajo aparece como término fundamental la palabra orthoépeia. Como es sabido, esta palabra griega procede del adjetivo orthés = recto, correcto, y del nombre épos que significa «palabra», y también «expresién literaria» 0 «versos». Orthoépeia sig- nifica, por tanto, literalmente Ja correccién de las palabras, 0 bien, la correccién de las expresiones lingilisticas, de modo que con este tér- mino se hace referencia en todo caso al interés critico y reflexivo por el uso correcto del lenguaje. Este tipo especifico de reflexién acerca del lenguaje constituyé un importante foco de interés para los pensado- res griegos en el s. V a.C., interesando a filésofos como Demécrito y los sofistas, particularmente Protdgoras y Prédico, y también poste- riormente al propio Platén, de manera explicita en el Cratilo. Asi es, desde luego. Pero en conjunci6n con la orthoépeia, en el titu- lo se menciona también el nihilismo, y seguramente no faltara quien pueda preguntarse qué tiene que ver el tema de la orthoépeia —enten- dida como correcci6n 0 rectitud en el uso del lenguaje— con la cues- tién del nihilismo. Espero que al final de este trabajo tal pregunta habré quedado adecuada y cumplidamente respondida, pero entre- 23 Tomas Calvo Martinez tanto considero oportuno comenzar ofreciendo las claves necesarias para entender esta relacién, lo cual exige definir con precisién e! marco y el contexto de mi propuesta. En esta ocasi6n me propongo en realidad ofrecer una cierta pro- longacién del trabajo que escribi sobre Gorgias en el marco del Pro- yecto de Investigacién sobre «Nihilismo y metafisica», trabajo qu aparecié publicado en el correspondiente volumen Pensar la nadz. editado por L. Séez, J. De la Higuera y J. Zaftiga’. Mi contribucién e= este volumen lleva —con resonancias nietzscheanas intencionadas— el titulo «De Parménides a Gorgias. E] mundo verdadero como fabu- la». Es este articulo pretendia yo exponer el modo en que, a mi juicio. ha de interpretarse el nihilismo de Gorgias y, en particular, su teoriz del lenguaje, en relacién con el nihilismo. Como es de conocimiento absolutamente comin, Gorgias —en <_ polémico escrito Acerca de lo que no es, 0 Acerca de la Naturaleza— ponia tres tesis 0 principios de forma escalonada. En la vers: °- Sexto Empirico —sustancialmente idéntica en este punto a Anénimo— aparecen formuladas del modo siguiente: «(Gorgias de Leontinos], en su escrito titulado Acerca de lo >. es, 0 Acerca de la Naturaleza, establece tres principios en orden vo: uno y el primero, que nada es; segundo, que aun si es, es :-_ hensible para el hombre; tercero, que aun siendo aprehensible, seri: ~ municable e inexplicable a los demas.» Al comentar esta ultima parte —la parte lingiifstica— del < de Gorgias, sefialaba yo cémo esta tesis gorgiana se sustenta — mente en una teoria del lenguaje de caracter conductista-asociac:. > es decir, que cada hablante asocia la emisién de las distintas pz..- a distintas vivencias o experiencias provocadas por su contacto - = realidad. Se trata de una asociacién en forma de estimulo-resp donde, a juicio de Gorgias, no existe conexion necesaria alguna ex > estimulo y la respuesta. Esta teoria podria compatibilizarse, sin duda, con la afirma 1 Calvo Martinez, T,, «De Parménides a Gorgias. E] mundo verdadero como fit Saez, L, De la Higuera, J. y Ziiiga, J.F, Pensar la nada. Biblioteca Nueva, Madr. — pp.159-200. 24 De Gorgias a Platon. Orthoépeia y nihilismo que el lenguaje es capaz de expresar la realidad en si, siempre que supongamos que las mismas palabras corresponden a vivencias idén- ticas en el hablante y en el oyente. En efecto, si la experiencia asocia- da a cada palabra es la misma en todos los hablantes, entonces habria que admitir que existe una efectiva comunidad de significaciones' . Esta posibilidad, sin embargo, era negada radicalmente y de modo expreso por Gorgias por medio del siguiente argumento que aparece recogido en la versién del Anénimo: «Pero aun si es posible conocer y decir las cosas que uno conoce, ¢cémo el que oye pensara la misma cosa? Pues no es posible que la misma cosa esté a la vez en varios que estan separados, ya que lo uno seria dos. Y aun cuando fuera posible, dice, que lo mismo estuviera en varios, nada impide que se les muestre como diverso, puesto que ellos no son totalmente semejantes entre si ni se hallan en el mismo estado. Y es que si estuvieran en el mismo estado, serian y no dos. Y, por otra parte, parece que ni siquiera el mismo individuo experimenta per- cepciones semejantes en si mismo al mismo tiempo, sino que son dis- tintas para el oido y para la vista, y aparecen distintas ahora y en el pasado. De modo que dificilmente alguien podria percibir lo mismo que otro.» Mediante este argumento Gorgias pretendia mostrar que aun cuan- do el objeto o la situacién a la cual se refiere el hablante fuera real- mente la misma que aquella a la cual se siente referido el oyente, sin embargo nada garantizaria que la forma de percibirla 0 de vivenciarla fuera la misma en uno y otro, puesto que la constitucién (fisica, psiqui- ca y psicosomatica) de los distintos individuos es necesariamente diversa, e incluso deviene diversa en el caso del mismo individuo, segtin el momento y la situacién en que se encuentre. La conclusién definitiva a la que lleva esta critica gorgiana del len- guaje es, por consiguiente, la supresién, no ya de significaciones objetivas, sino también de significaciones compartidas, intersubjetivas. De esta mans ra —sefialaba yo en el articulo citado— se abre y se despeja defini 1 Como es bien sabido, esta era sustancialmente la postura de Arist6teles: las palabras son «signos» convencionales de las representaciones 0 «afecciones (pathémata) del alma», si bien éstas no son ya meramente convencionales, no son signos sino «simbolos». 25 Tomas Calvo Martinez vamente el camino para la retérica como arte (TéXVN) € instrumento de dominacién, de poder social. En efecto, una vez suprimida aquella funcién semédntica que compromete al lenguaje con la realidad, y por tanto con la verdad, el campo queda ya libre y despejado para el ejer- cicio eficaz de su funcién pragmdtica, de su capacidad poético-retéri- ca para crear ilusiones, engafar, persuadir, y, en general, para influir decisivamente en los pensamientos, en las pasiones y en la conducta de los demas. Una vez que ha quedado liberado de su compromiso con la verdad, el lenguaje deja de ser un «érgano» en el sentido platé- nico 0 aristotélico para convertirse en un «farmaco» capaz de alterar el estado del alma de los oyentes, como dice el propio Gorgias en el Encomio de Helena. EI nihilismo lingiiistico de Gorgias comporta, pues, un aspecto destructivo (en tanto que negacién de la existencia de significaciones objetivas e intersubjetivas), pero comporta también un aspecto posi- tivo, en la medida en que abre un espacio absolutamente libre para la creatividad poético-retérica. Ahora bien, en esta exposicién pretendo centrar la atencién exclusivamente en su aspecto destructivo, subra- yando al efecto /a estrecha y doble relacién que existe entre esta concepcién gorgiana del lenguaje y su nihilismo ontoldgico. Asi, y en primer lugar, quisiera subrayar que esta concepcién del lenguaje se sigue, a modo de corolario, de la supresién de lo absoluto, de lo que es verdadera- mente, del ser parmenideo: en efecto, puesto que no hay ser ni valor absolutos, el lenguaje no puede remitir a nada absoluto, sino sola- mente en cada caso a las experiencias cambiantes y particulares de los hablantes. No creo, desde luego, que el nihilismo de Gorgias pueda ser interpretado como un «acosmismo» mas o menos lidico, irénico y pintoresco. Cuando Gorgias afirma que «nada es» (0 hay, o existe) no quiere decir que no hay nada (en el sentido inmediato y comin de esta expresién). La tesis de Gorgias no es que no hay nada, sin mas. Su tesis es que nada «es» en el sentido en que «es», segiin Parménides, aquello que hay o existe. No es que no haya nada, sin mas. Lo que no hay es un mundo verdadero, lo que no hay es una realidad pensada y pensable (vooUpEvov), situada més alla de las apariencias subjetivas e inestables. Hay, sin duda, cosas con las cuales nos relacionamos y de las cuales hablamos. Lo que ocurre es que estas cosas (Gorgias habla de npayyara) son representadas y experimentadas de modo distinto por los distintos hablantes. 26 De Gorgias a Platon. Orthoépeia y nihilismo Pero quisiera subrayar ademés, y en segundo lugar, que esta con- cepcién gorgiana de la referencia lingiifstica no es solamente una con- secuencia del nihilismo, una especie de corolario suyo, sino que con esta tesis lingitistica Gorgias pretendia levantar «... un muro de contencién frente a cualquier intento de volver a la @UOKG, frente a cualquier tentacién de recuperar lo que es en sentido absoluto. El muro de contenci6n se sitta precisamente en Ia negacién de que haya significaciones universales, objetivas e intersub- Jetivas. Y es que la historia posterior no tardaré en demostrar, con Sécrates y con Plat6n, qué es lo que ocurre cuando se admiten las significaciones universales, objetivas e intersubjetivas: ocurre, sencillamente, que con ellas acaban colandose las Ideas, las Esen- cias inmutables y eternas, y con ellas «el mundo verdadero», el mundo de lo d5vrw< dv, el mundo de lo realmente real, el mundo del ser y del valor verdaderos y absolutos»." Pues bien, a partir de aqui intentaré fundamentalmente completar este argumento final poniendo de manifiesto cémo el platonismo, cémo el Sécrates platénico, va a esforzarse en recuperar «el mundo verdadero», el mundo de las Esencias 0 Formas, precisamente vin- culandolo con las significaciones universales dotadas de alcance obje- tivo y de validez intersubjetiva. Y trataré igualmente de mostrar cémo esta apuesta socratica de caracter lingiiistico-ontolégico puede ilumi- narse y presentar aspectos y tonalidades peculiares, en mi opinién, si la consideramos dentro del marco y del contexto de la orthoépeia. II La orthoépeia, decia al comienzo de mi exposicién, entendida como reflexién critica acerca de la correccién de las palabras, o de las expre- siones lingiiisticas, interesé a importantes filésofos como Demécrito, 17 Calvo Martinez, art.cit., p.187. 27 Tomés Calvo Martinez como los sofistas Protégoras y Prédico, y como el propio Platén. Como veremos a continuaci6n, a cada uno de ellos les interesé desde perspectivas distintas. 1. Por lo que se refiere a Demécrito, Didgenes Laercio nos ha con- servado el catdlogo de sus obras de acuerdo con Ia clasificacién de las mismas realizada por Trasilo. En esta clasificacién aparece un grupo de escritos catalogados como mousikd, como «escritos misicoliterarios». En este apartado se resefian titulos de escritos democriteos como: De la poesta, De la belleza de las palabras (0 De la belleza de los «versos»: énéwv), De las letras eufonicas y cacofénicas, De las palabras (pn ATW) y Vocabulario. Entre estos escritos encontramos ademas uno titulado De Hornero, 0 De orthoépeia y glosas. No sabemos exactamente de qué se ocupaba Demécrito en este escrito. No obstante, el titulo mismo nos indica que el contexto preciso en que se inscribia era la hermenéutica de los textos homéricos. Seguramente Demécrito ofrecia aclaraciones (presumiblemente filos6ficas) acerca de determinadas expresiones homéricas, y particularmente acerca de palabras que resultaban ya incomprensibles, por obsoletas, para los griegos la época. Estas palabras ajenas al uso lingiifstico de la comunidad se deno- minaban «glosas» (cf. DK 68A101 Y B 21-25), Por lo demas, y a modo de inciso, diré que no debe olvidarse que esta actividad her- menéutica y de critica literaria en relaci6n con la obra de los poetas correspondia originalmente a los propios aedos, si bien posterior- mente la recabaron para si los filésofos, en particular los sofistas. Recuérdese, por ejemplo, a Sécrates y a Protagoras discutiendo en el Protagoras plat6nico sobre la interpretacién de unos versos de Sim6- nides y sobre el significado correcto de la palabra xaAen0¢ (dificil y malo/enemigo). 2. Mas interés para nosotros tienen, en todo caso, las aportaciones 1 La distincién entre palabras de uso corriente y palabras extrafias (glosas) aparece expresamente formulada en la Poética de Aristételes cuando dice: «Llamo "corriente” al que se usa en cada comunidad, y "glosa’ al que usan los de fuera de esa comunidad: de modo que es obvio que la misma pala- bra puede ser un nombre corriente y una glosa, si bien no para los mismos hablan- tes. Asi, ‘sigynon' es corriente entre los chipriotas y glosa para nosotros» (Aristételes, Pottica, ¢.21, 1457b3-6). 28 De Gorgias a Platon. Orthoépeia y niilismo de Protagoras. Hay un testimonio de Platon que le reconoce explici- tamente el haber realizado contribuciones propias en el ambito de la orthoépeia (Fedro, 267B-0). Por otra parte, y aunque no por el propio Platén, conocemos algunos de los temas y planteamientos caracteristi- cos de este autor al respecto. Asi, Aristételes comenta en la Poética (29, 456b15-18) que Protdgoras reprochaba a Homero el haber cometido una incorreccién en la invocaci6n a la diosa con que se inicia la Ilfada. El poeta utiliza, en efecto, un imperativo («canta, diosa, la célera del pelida Aquiles»), cuando el modo correcto de dirigirse a una divinidad no es el imperativo, no es el mandato, sino la siplica!. Este testimonio aristotélico concuerda perfectamente con el interés de Protagoras en el andlisis y comentario de los poetas. Y, por otra parte, es razonable conectarlo ademés con la informacién proporcionada por Diégenes Laercio segin Ja cual Protégoras habria distinguido cuatro tipos de oraciones o formas de discurso: la pregunta (EpWTNOIG), la respuesta (ndxpiaic), el deseo (EUXOA‘}) y el mandato (EvToAt})’. Pero siempre con miras a la correccién de la expresién, Protégoras no se limité a distinguir diversos tipos de oraciones. Aristételes nos infor- 1 £1 texto de Aristoteles es el siguiente: « Por qué suponer que comete un error, como piensa Protégoras, porque tratando de dirigir una siplica da una orden cuando dice "canta, oh diosa, la c6lera"? Pues, ‘segtin él explica, mandar hacer o no hacer algo constituye una ordenn. (Arist6teles, Poética, ¢.19,1456b8-18). 2 Este es el texto de Didgenes Laercio: « fue el primero que dividié el discurso en cuatro clases: deseo, pregun- ta, respuesta y mandato. (Otros dicen que lo dividié en siete: narracién, pregunta, respuesta, mandato, informacién, deseo e invocacién, que denominaba "puntos de apoyo de los discursos"). Alcidamas, por su parte, habla de cuatro clases de discur- so: afirmacién, negacién, pregunta ¢ interpelacién ». (Diégenes Laercio IX, 53-4) Esta clasificacion de Protégoras resulta, a mi juicio, doblemente interesante: en primer lugar porque, segtin suele reconocerse, apunta a la distincién gramatical de los modos ver- bales, aunque hay que reconocer que de un modo tan tosco como impreciso; en segundo lugar, y desde una perspectiva més filoséfica, porque el modo indicativo -que es el modo apofiintico por excelencia- apareceria vinculado a la categoria de "respuesta, Podria infe- rirse de ello que el enunciado se concibe como una respuesta a alguna pregunta implicita 0 supuestamente formulada en cada caso. Lo cual pone de manifiesto el predominio de la funcién comunicativa del lenguaje. 29 Tomas Calvo Martinez ma en la Retérica (III, 5, 1407b6-8) de que se ocupé también del género de las palabras dividiéndolas en «masculinas, femeninas y de cosas»! Nuevamente parece apuntarse aqui (Arist6teles lo insintia) a un contex- to gramatical en el cual la correccién exige respetar la concordancia que los adjetivos y los participios han de mantener, en cuanto al género, con el nombre o pronombre al que acompaiian. Y sin embargo, por el pro- pio Aristételes sabemos que Protagoras iba mucho més alla de eso. En las Refutaciones sofisticas, al ocuparse del solecismo, dice que: «es posible cometerlo, o bien que lo parezca sin cometerlo, o bien cometerlo sin que lo parezca, tal como Protagoras se expresaba, si el ira (pfjviG) 0 el celada (nANc) son masculinos: en cuyo caso, el que diga « maldita» cometerd un solecismo segin él, aunque no Jo parezca a los demas, mientras que el que diga «» parece cometer solecismo, pero no lo comete» (173b17-22). Protagoras proponia, sin duda, el cambio del género gramatical para ciertas palabras o para determinados usos de ciertas palabras. No sabemos a qué criterios recurria, ni siquiera si tales criterios eran de orden légico o de cardcter lingiiistico. En esta practica concreta, por lo demas, la orthoépeia debia parecerle a la gente algo mas bien extra- vagante y no exento de pedanteria, como cabe conjeturar a partir de la parodia que Arist6fanes presenta en las Nubes (681 ss.) sobre el uso correcto de los géneros masculino y femenino. 3. Prédico es, seguramente, el sofista m4s interesante para nosotros en relacién con la cuestién de la orthoépeia. El fue, sin duda, el mas reconocido maestro en el uso correcto del lenguaje. Era experto en poner de manifiesto los rasgos pertinentes en el significado de las 1 Se trata del texto siguiente, el cual forma parte del andlisis aristotélico de las condi- ciones de la pureza del lenguaje: «En cuarto lugar, atender a la divisién de los géneros de las palabras segdn la propuesta de Protagoras: masculinas, femeninas y cosas. Pues es preciso dar tam- bien estos correctamente: "pero ella, una vez que fue legada y qued6 bien infor- ‘mada, se march6".» (Aristoteles, Retérica, 1115, 1407b7-9). El género de «las cosas» (de los trastos 0 cachivaches: ‘oxeiin) es el que no es ni mascu- lino ni femenino, no es «ni lo uno ni lo otro», es neutro (OUSETEpOV). Esta serd la denomi- naci6n que prevalecerd en la gramitica. 30 De Gorgias a Plat6n. Orthoépeia y nihilismo palabras, lo cual le permitia establecer distinciones precisas entre tér- minos aparentemente sindnimos. Plat6n (el Sécrates de los didlogos plat6nicos) suele referirse a Pr6- dico con una mezela curiosa de afecto, admiracion e ironia, Platon nos presenta una exhibicién de la agudeza de Prédico respecto de la orthoépeia en el didlogo Protdgoras. Cuando la situacion entre Protago- ras y Sécrates se ha vuelto tan tensa que parece que el didlogo entre ellos va a interrumpirse, Prédico interviene pronunciando la siguien- te alocuci6n exhortatoria: «Tu propuesta me parece buena, Critias. En efecto, conviene que los asistentes a discusiones como estas sean, respecto de los dos que dialogan, espectadores imparciales pero no indiferentes (Koos ... igouc), pues no es lo mismo: sin duda, ha de escu- charse a los dos por igual, pero el juicio no ha de ser igualmente favorable para ambos, sino mas para el mas sabio y menos para el més ignorante. Y por mi Parte, os pido el acuerdo para que dis- cutdis pero no disputéis (QupioBnTel ... Epifeiv) sobre los argu- mentos: en efecto, los amigos discuten benévolamente con los amigos, mientras que entre si disputan los adversarios y enemi- gos. De este modo nuestra reunién resultard magnifica. Y asi vosotros, los que hablais recibiréis de nosotros, los asistentes, aprobacién, pero no adulacién (eWdokipoite kai oUK énavoioGe): en efecto, la aprobacién de los que escuchan tiene lugar sin que medie engafio, mientras que la adulacién se produce con fre- cuencia por parte de quienes engafian en contra de lo que opinan. Y ciertamente, de esta manera nosotros, los que os escuchamos, sentiremos mayormente agrado, que no placer (eU@paivoipie8a, OUX NSoivEcBa), pues es efectivamente posible sentir agrado cuando se aprende algo y se participa del conocimiento con la mente sola, mientras que placer se siente comiendo 0 experimen- tando algo agradable con el cuerpo» (Protdgoras, 337 A-e). Resulta, sin duda, admirable la Precisién con que se matizan los significados de estos pares de palabras Pertenecientes en cada caso al mismo campo semantico y aparentemente sindnimas. Y tampoco cabe la menor duda acerca de la Potencia y de la utilidad de la sinoni- mica de Prédico en el campo de la dialéctica y de la retérica. 31 Tomas Calvo Martinez Il Pero vayamos finalmente a Platén. El didlogo Crdtilo constituye el primer estudio detallado de Platén acerca del lenguaje. Su tema central es precisamente la orthoépeia que reiterada y canénicamente se expresa mediante 1a formula «correc- cién de los nombres» (6p86TNSG THV dvopaTwv). Ciertamente, un estudio detallado de la estructura, del contenido y del alcance de este peculiar diélogo queda fuera de las posibilidades de mi exposicién actual. No obstante, haré algunas observaciones sustanciales acerca del modo en que Platén se plantea esta cuestién de la «correccién de los nombres». Espero que a partir de ellas resultaré mas facil deter- minar tanto los aspectos filos6ficos como los aspectos lingitistico-gra- maticales involucrados en el didlogo. Comenzaré por tres matizaciones acerca del planteamiento platé- nico. (1) En primer lugar, que la cuestién que fundamentalmente interesa a Platon es dilucidar las relaciones existentes entre el lenguaje y la realidad. (2) En segundo lugar, que Platén afronta esta problemati- ca atendiendo exclusivamente a una funcién del lenguaje, que es la funcién denominativa, designativa: de ahi que la cuestién recaiga pre- cisamente sobre el «nombrar» y se concrete como el problema de la correccién de los nombres. (3) En tercer lugar, en fin, la cuestién se plantea en el marco de la oposicién entre lo que es natural y lo que es convencional (pUoIG — VOHOG), a través de una confrontacién entre las concepciones esencialista y convencionalista del lenguaje, sostenidas respectivamente por Cratilo y por Hermégenes. La distincién no es en absoluto baladi para Platén. En efecto, si la conexién entre los nombres y las cosas nombradas fuera natural, seria posible acceder al conocimiento de las cosas a través del conocimiento de sus nombres; por el contrario, si se trata de una conexién puramente convencional (=arbitraria), entonces el conocimiento del lenguaje resultaré irrele- vante e indtil para el conocimiento de la realidad. La discusi6n ulterior acerca de la correccién de los nombres se basa en ciertos presupuestos de cardcter estrictamente filoséfico junta- mente con otros que son, mas bien, presupuestos de cardcter lingitis- 32 De Gorgias a Platén. Orthoépeia y nihilismo tico. La perspectiva filos6fica, ontolégica, en que se sitta Platon se concreta en las dos siguientes presupuestos 0 tesis: (1) Hay discursos verdaderos y discursos falsos: verdadero es aquel discurso que dice las cosas como son y falso es el que dice las cosas como no son (3848), y (2) Las cosas poseen un ser firme, una esencia sdlida y consistente (BéBaioc ouia) (385E-86E). A estas dos tesis filoséficas se afade una tercera tesis, ya de cardcter lingiiistico: (3) que el discurso se compone de nombres, siendo el nombre la parte mds pequefia, la unidad signifi- cativa basica del discurso (3858, 387C). Ahora bien, de la conjuncién de la primera tesis (filoséfica) y de esta tercera tesis (lingiiistica) se deduce, a su vez, una cuarta tesis de enorme transcendencia: (4) que la verdad o falsedad del discurso depen- de de la verdad o falsedad de los nombres que lo componen, de donde es necesario suponer, a su vez, que al hablar de las cosas (5) es posible pro- ferir nombres verdaderos y nombres falsos (385C). A estas tesis se aiade, en fin, (6) una consideracién explicita del lenguaje como actividad (de decir y nombrar). Como cualquier otra actividad, el nombrar se reali- za mediante el instrumento adecuado correspondiente. Y el instru- mento adecuado para nombrar, sefiala Sécrates, es el nombre que finalmente es caracterizado como «instrumento que sirve para ensefiar y para distinguir la esencia» (Ovoya Gpa didaoKaAiKév Ti éomiv dpyavov kai diakprriKov Tij¢ OUTiac) (388B-88C). Aceptar esta concepcién del nombre como «instrumento adecuado para discernir la esencia» de la cosa comporta, sin duda, reconocer ya de antemano que la relacién entre el nombre y la cosa no es mera- mente convencional, como no es convencional la adecuacién del tala- dro respecto de la accién de taladrar y de su objeto, ni lo es la ade- cuaci6n de la lanzadera respecto de la accién de tejer y de su objeto. El taladro y la lanzadera son, por su parte, instrumentos apropiados, adecuados a su funcién, en la medida en que han sido fabricados por un artesano competente. A partir de esta analogia recurre Sécrates a la figura mitica de un legislador lingiiistico que habria establecido los nombres apropiados de cada cosa bajo la competente direccién del dialéctico (388C-90A). El conjunto de estas tesis constituye, en realidad, el punto de par- tida de todo el didlogo ulterior en cuyo desarrollo no entraré. Consi- dero suficiente recordar que la cuestién inmediata serd ya la de deter- minar de qué modo los nombres pueden ser correctos, adecuados a la 33: Tomas Calvo Martinez esencia de las cosas nombradas. Sécrates propone considerarlos como imitaciones de las cosas. La prueba a que se someterd esta hipdtesis es de caracter filolégico y sera Ilevada a cabo mediante un variopinto ejercicio de busqueda de etimologias. Por lo demas, esta tesis de la adecuacién natural de los nombres se vera finalmente descartada, pero no porque se considere radical y completamente falsa, sino porque resulta inutil, porque carece de rentabilidad para el conocimiento de la realidad. De ahi que la conclusi6n relevante venga a ser que «las realidades no han de aprenderse e investigarse a partir de los nom- bres, sino ellas a partir de ellas mismas» (439B). IV El Cratilo concluye, pues, en un notable fracaso (al menos parcial) res- pecto de sus pretensiones filos6ficas, fundamentalmente en la medida en que se asienta en una concepcién deficiente del lenguaje: se consi- dera que la funcién propia del Jenguaje es nombrar, y en consecuencia el discurso se concibe como una concatenacién de nombres’. Y sin embargo, el tema de los nombres constituia para Platén una cuestion filoséfi- ca sumamente relevante: después de todo éno es el caso que la gente llama «justicia» a lo que en realidad no es justicia? ¢no sucede que la gente lama «virtud», «valentia», «piedad» o «moderacién» a lo que no es, pro- piamente hablando, ni virtud, ni valentia ni piedad ni moderacién? Desde esta perspectiva pareceria razonable considerar, y yo asi lo con- sidero, que los esfuerzos dialécticos del Sécrates platénico no son otra cosa que una ingente y continuada tarea de orthoépeia. Esta perspectiva de la orthoépeia proporciona, a mi juicio, un punto de vista tan interesante como sugestivo para comprender la dialéctica socratica’. A partir de los diélogos socraticos de Platén es posible 1 Esto lo remediaré al distinguir nombre y verbo, y Ia articulacién de ambos, posterior- mente en el Sofista. 2 Cuando en todo este trabajo hablo de Sécrates (aunque no afiada el adjetivo «platni- co») me refiero naturalmente al Sécrates de Plat6n, y no al Sécrates hist6rico sobre el cual no pretendo en absoluto pronunciarme. 34 De Gorgias a Platén. Orthoépeia y nihilismo «reconstruir» un modelo especifico de didlogo, de dialéctica conforme a las lineas siguientes’. (1) El didlogo «socratico» se estructura en funcién de la pregunta ¢qué es X?, donde X suele ser una virtud relevante (justicia, modera- cién, valentia, piedad, etc.). (2) El fin tltimo del didlogo es Iegar a un acuerdo «racional» (homologia) entre los interlocutores. (3) El dialogo se hace necesario en la medida en que la situacién inicial es de desacuerdo. (4) Para proceder en el didlogo es necesario remontarse a algun acuerdo bésico previo a partir del cual sea posible progresar hacia acuer- dos ulteriores sucesivos. (Asi, por ejemplo, para llegar a un acuerdo sobre si la virtud es ensefiable o no, seria necesario establecer previa- mente un acuerdo sobre qué es la virtud, como se subraya en el Menén). (5) El acuerdo fundamental, en fin, acuerdo iiltimo y ya irrebasa- ble, capaz de garantizar la comunicaci6n y capaz de proporcionar un punto de partida minimo para el didlogo,no es otro que la lengua comin compartida. A menudo se ha subrayado como en el Carmides, por ejemplo, Sécrates considera que la condicién minima inicial para el dialogo se halla en el hecho de que Carmides comprende y habla la lengua griega: «y bien, dije, puesto que sabes griego (eAAnvielv éniotacal), éno podras explicarme lo que piensas, qué opinas que es?» (Carmides, 159A; cf, también, Menén, 828). Hasta aqui, todo bien. En efecto, desde el punto de vista semanti- co compartir una lengua es compartir un conjunto de significaciones fijadas en el léxico. Pero ocurre que el acuerdo de los hablantes no es el mismo para todos los ambitos de la experiencia y para todas las zonas del diccionario. Hay ambitos, como el relativo a los objetos fisi- cos 0 a los artefactos, en los cuales el «acuerdo» entre los hablantes es absoluto e inequivoco: asi, si alguien dijera a otro «alcdnzame una piedra», el interlocutor (supuesto que comprende adecuadamente la 1 Sobre este modelo del didlogo «socrético» puede verse mi articulo «Plato's Socrates and dialogical Rationality» en Karasmanis,V.(ed.), Socrates.2000 years since his death. Euro- pean Cultural Centre of Delphi. Athens, 2004, pp. 279-86. 35 Tomas Calvo Martinez lengua en que se le habla) entender que ha de alcanzar una piedra y no un trozo de madera o un libro. Sin embargo, y muy al contrario, el acuerdo no es igualmente firme e inequivoco en el 4mbito del léxico relativo a las virtudes y a las valoraciones morales. Hay, sin duda, un cierto acuerdo en el uso de la palabra ‘justicia’, ya que en caso contra- rio los ciudadanos no podrian discutir en la asamblea si tal medida politica es justa o no es justa. Pero cuando se somete a un anilisis cri- tico y reflexivo, este acuerdo superficial termina revelandose como un profundo desacuerdo. Esto se muestra con claridad, por ejemplo, en el siguiente pasaje del Alcibiades I: «y si preguntas a alguien ¢no estaran de acuerdo en sefialar las mismas cosas y no se dirigiran a las mismas cosas cuando quieran coger una piedra o un trozo de madera? E igual con todas las cosas de este tipo» [...] «y qué? Acerca de las cosas y de los hombres justos e injustos ¢te parece que la mayoria de los individuos est de acuerdo entre si y consigo mismos? — Por Zeus, ni lo més minimo» (111B y 112A)’. 1 La misma distincién puede encontrarse también en el siguiente texto paralelo del Eusifron: «S0c.: €Sobre qué asuntos produce enemistad e irritacién Ia discrepancia? Veé- moslo de este modo. ¢Acaso si ti y yo discrepamos acerca de cual de dos ntimeros ‘es mayor, la discrepancia sobre esto nos convertiria en enemigos y nos irritaria al uno contra el otro, o bien recurriendo al célculo encontrariamos enseguida la solu- cién sobre cosas tales? Evr, : Sin duda. Soc. : €¥ si discreparamos sobre lo mayor y lo menor, recurrirfamos a medirlo y dejariamos enseguida de discrepar? Eur. : Asies. Soc. : ¥ recurriendo a pesarlo, éno decidiriamos, creo yo, sobre lo mas pesado y lo mis ligero? Eur, : €Cémo no? Séc. : Entonces, éal discrepar sobre qué asunto y al no poder llegar a qué decisién nos volveriamos enemigos y nos irritariamos? Quizas no caes en la cuenta, pero, al decirtelo yo, mira si esos asuntos son lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo, éEs que no son estos los asuntos al discrepar sobre los cuales y al no ser capa- ces de legar a una decisi6n suficiente sobre ellos, nos hacemos enemigos unos de otros, cuando nos hacemos enemigos, ti y yo y todos los demés hombres? Eur. : Ciertamente, Sécrates, la disputa es esta y sobre estos temas.» (Eutifron, 7B-D) 36 De Gorgias a Platon. Orthoépeia y nihilismo Este es, a mi juicio, el marco en que se desenvuelve el dialogar del Sécrates platénico que, en Ultimo término, se nutre de una sorpren- dente paradoja: de una parte, el didlogo exige que haya un acuerdo Ultimo que no puede hallarse finalmente en otro lugar que en la len- gua comin compartida; de otra parte, este acuerdo se halla afectado siempre e inevitablemente de un desacuerdo radical. La critica socra- tica resultaba, sin duda, demoledora —y finalmente devino en trage- dia— puesto que afectaba al lenguaje de lo justo y lo injusto, de lo conveniente y lo perjudicial, es decir, al lenguaje que constituye el fundamento de la comunidad politica. De modo que la actividad cuestionadora y permanentemente refutadora de Sécrates podria caracterizarse como la tarea interminable de destruir estos acuerdos «superficiales» con el fin de sustituirlos, eventualmente y si fuera posible, por un acuerdo racionalmente fundado. Desde esta perspectiva puede hablarse con raz6n, a mi juicio, de una orthoépeia socratica: Sécrates est4 interesado en que los atenien- ses llamen «justicia» a lo que verdaderamente es justicia y no a otra cosa, que Ilamen «piedad» a lo que es realmente piedad, y lo mismo en el caso de cada uno de los términos que expresan virtudes y valo- res de cardcter politico y moral. Ahora bien, para llevar a cabo esta tarea ortoépica no basta con la decisién y el coraje morales atestiguados por Sécrates. Es necesario ademas poseer una técnica. Y la técnica ortoépica mas préxima a la del Sécrates platénico parece ser precisamente la practicada por Prédico. Como sefialé anteriormente, la actitud del Sécrates platénico res- pecto de Prédico es una mezcla amable de admiraci6n, afecto e ironia. En distintas ocasiones Sécrates dice haber aprendido de Prédico e incluso, haber sido discipulo suyo (cf. Carmides, 1630; Mendn, 960; Protdgoras, 341A), si bien en algiin caso lamenta irénicamente haber asistido solamente a Ja ensefianza de un dracma, y no a la de cin- cuenta dracmas (Crdtilo, 384B). Mas atin, Sécrates se remite a la auto- ridad de Prédico en relacién con algunas distinciones fundamentales utilizadas por él mismo, como la distincién entre 'temeridad' y 'va- lentia' (appoc - dvSpeia: Lagues, 1970) entre 'ser' y ‘llegar a ser’ (Elva ~ yiyveo@ar: Protdgoras, 340C), o entre ‘querer’ y 'desear' (BOUAEOBal - émi@ipeiv: ibid. 340A-B). Ante este conjunto de indicios, no faltan estudiosos que han afirmado una cierta influencia, m4s o menos intensa, de la sinonimica de Prédico en la dialéctica socratica. 37 Tomas Calvo Martinez Por mi parte creo que, dejando a un lado la habilidad técnica reque- rida y el dominio de la propia lengua, la cuestion decisiva radica en el sentido de la orthoépeia que cada cual practica. En efecto, la idea misma de la correccién de los nombres, del uso correcto de las expresiones lingiiisticas, comporta un planteamiento normativo, no es una cues- tién de mero uso, sino de norma. Y écudl es la norma o criterio de acuerdo con el cual decidir si una expresidn es 0 no es «correcta»? En este punto decisivo los distintos autores a que he hecho refe- rencia en mi exposicién discrepan entre si, estableciendo cada uno de ellos un criterio distinto. Asi, para Demécrito, puesto que se trata de valorar expresiones homéricas, el criterio de correccién vendria dado seguramente por la naturaleza y las exigencias del género épico. En el caso de Protaégoras, por su parte, el criterio de «correccién» es mas bien formal, préximo quizds a una gramdtica légica. En cuanto a Pr6- dico, el criterio vendria a ser el hablante competente y culto. Una prue- ba de ello podemos encontrarla en aquel pasaje del Protdgoras al que ya me he referido, en el cual Prédico acusa al poeta Pitaco de usar incorrectamente la palabra kaAenoc; (dificil/malo) reprochandole que «no sabia distinguir correctamente los nombres porque era de Lesbos y habia sido educado en una lengua barbara» (341C). Ahora bien, si es cierto que los tres discrepan entre sf acerca del cri- terio de correccién de las palabras, no es menos cierto que los tres coinciden en algo fundamental desde el punto de vista filos6fico: los tres coinciden en proponer un criterio intralingilistico, un criterio pertene- ciente a la propia lengua, sea estilistico (Demécrito), sea gramatical, de tipo morfolégico o sintactico (Protagoras) o sea, en fin, el modo de hablar de los hablantes competentes de la lengua en cuestién. Esta coincidencia es muy importante desde el punto de vista del tema que nos ocupa. En efecto, dado que el criterio de correcci6n no transcien- de més alla de la propia lengua, las tres posiciones serfan perfecta- mente compatibles con el nihilismo lingiiistico de Gorgias. En relaci6n con el criterio de correccién de los nombres la posicién del Sécrates platénico es radicalmente opuesta a las posiciones de los otros tres. Para Sécrates/Platon la orthoépeia no es una cuestion de estilistica, ni es una cuesti6n de gramitica, ni siquiera lo es de compe- tencia lingiiistica factica, como suponia Prédico. Sencillamente, para Sécrates el criterio no pertenece a la lengua, no es intralingiiistico, sino extralingiifstico: Sécrates viene a proclamar que las palabras se 38 De Gorgias a Platon. Orthoépeia y nitilismo aplican correctamente cuando el significado que les dan los hablantes se ajusta a la esencia de las cosas que constituyen su referencia extra- lingitistica. Esta era la base del Cratilo, como veiamos: (1) que las cosas poseen un ser firme, una esencia sélida y consistente (BeBaioc oucia: 385E-86E); (2) que el modo de referirse a las cosas es nombrarlas; (3) que como cualquier otra actividad, el nombrar se realiza mediante el instrumento adecuado correspondiente; y (4) que el instrumento ade- cuado para nombrar es el nombre que finalmente era caracterizado como «instrumento que sirve para ensefiar y para distinguir la esencia» (Ovopa dpa didaoKaAiKdv ti éoTiv Spyavov Kai Siakpmikov Tic oliac: 388B-88C). Todo lo cual solamente es posible, en fin, si el que pone los nombres es conocedor de la realidad extralingitistica que se trata de nombrar. Lo cual significa, dicho lisa y claramente, que para Plat6n el tinico hablante competente es el dialéctico, como pone inequivo- camente de manifiesto este conocido pasaje del Cratilo: «SOc: Pues bien, équién es el que va a juzgar si se encuentra en cualquier clase de madera la forma adecuada de lanzadera: el fabri- cante, el carpintero o el que la va a utilizar? Her: Es més razonable, Sécrates, que sea el que la va a utilizar. [..] Soc: ¢¥ quién podria dirigir mejor la obra del legislador y juzgar- la, una vez realizada, tanto aqui como entre los barbaros? ¢No sera el que la va a utilizar? HERM : Si Soc : €Y no es este el que sabe preguntar? HERM : Desde luego. Soc : ¢Y también responder? HERM : Si. Soc : ¢Y el que sabe preguntar y responder lo lamas tu otra cosa que dialéctico? HeErM : No, eso mismo. Soc : Por consiguiente, la obra del carpintero es construir un timén bajo la direccién del piloto, si es que ha de ser bueno el timén. HErw : iClaro! Soc : Y la del legislador, segin parece, construir el nombre bajo la direccién del dialéctico, si es que los nombres han de estar bien puestos.» (Cratilo, 390B-0) (Trad.J.L. Calvo, ed.Gredos) 39 Tomas Calvo Martinez El que pone los nombres, si ha de hacerlo correctamente, estard ase- sorado por alguien que conozca cuél es la funcién del nombre y que conozca también la realidad extralingiiistica que se trata de nombrar, personaje que no es otro sino el dialéctico, el fildsofo. Dicho de otro modo, el criterio de la correccién en el uso de las palabras (‘justicia’, 'va- lentia', moderacién’, etc.) se encuentra en la esencia, en la Idea. v Llegados a este punto, ya solamente me resta terminar por donde empecé, cerrando de este modo el circulo de mi exposicién. Como he recordado al principio de esta, la concepcién gorgiana del lenguaje venia a constituir un muro de contencién frente a cualquier intento de regresar a la pUoIG, frente a cualquier tentacién de «recuperar» lo que es realmente, «el mundo verdadero» del ser y de los valores abso- lutos. Este muro de contencién no era otro que la exclusion definitiva de significaciones universales, de alcance objetivo e intersubjetivo. Como hemos visto, la historia posterior, con la irrupcién del socratismo/pla- tonismo, vendria a mostrar precisamente qué ocurre cuando se admi- te que hay significaciones universales, objetivas e intersubjetivas: ocurre sencillamente que con ellas acaban colandose las Ideas, y con las Ideas las esencias, es decir, se acaba reintroduciendo nuevamente «el mundo verdadero», el mundo de lo évtw¢ 6v, el mundo de lo que es verdadera y absolutamente. Frente al nihilismo gorgiano, el Sécrates platonico vino a reclamar que el nombre remita a la esencia, si es que ha de cumplir correctamen- te la funcién que le es propia y especifica. De este modo, las signifi- caciones lingiiisticas, dialécticamente fijadas y socialmente comparti- das, sirven como un ariete en el esforzado empefio platénico de rom- per el cerco del nihilismo gorgiano. 40

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