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INTRODUCCION He aqui un libro absolutamente_moderno. De «novedad absolutay lo calificé uno de sus mejores conocedores, Marcel.Bataillon. Y a fe que, cuando aparecié, a mediados del siglo XVI, Jo era, en su contenido tanto como en su forma. La primera mi- tad del siglo habia estado literariamente dominada por la narrativa idealista. Desde 1450, una clase ca- balleresca que habia ido perdiendo su funcién social originaria, se refugiaba en la literatura y trataba de insuflar vida, en las convencionales logomaquias de la novela sentimental, a unos ideales en realidad ya caducados. No era muy diverso el signo de los libros de caballerias que, a partir de la publicacién del ‘Amadis, en 1508, propagaban, sin preocupacién al- guna de realismo, ni siquiera de verosimilitud, un heroismo mitico cortesano. Cierto que La Celestina habia introducido otro tipo de discurso impregnado de realismo, y que su descendencia directa —media docena de obras en esa primera mitad del xvi— © indirecta —tipo la Comedia thebaida—, junto con otras obras, como La Lozana Andaluza, alcanzaban notable resonancia e, incluso, introducian en los géneros narrativos idealizados ligeras inflexiones de contraccién hacia la realidad (Pero Ya intensa fermentacion social de 28 VICTOR GARCIA DE LA CONCHA aquella edad conflictiva, que desbordaba la Tragico- media de Calixto y Melibea, no hallaba en |: m1 tiya?un cauce adecuado y se dispersaba en_una seri ae géneros o subgéneros escasamente definidos: el ensayo, las cartas, las memorias, los didlogos. Con todo, no digo ya esta literatura mixta, mas bien minoritaria, sino, incluso, la de corte realista no alcanzaba las proporciones de la novela senti- mental o la que la larga lista de titulos de caballe- tias, a lo humano y a lo divino, evidencian. Al filo del medio siglo iban a empezar a configurarse, ade- ms, partiendo de untronco comin, otros tres géne- tos de cafdcter idealista: los libros de pastores, la novela morisca y Ia bizantina, cuya andadura ocu- pard el resto dei siglo. Dé 1551 es Ausencia y sole- dad de amor, de Antonio de Villegas, obra en que lo sentimental se mezcla a lo pastoril; una heterogénea mezcla de elementos sentimentales, caballerescos, pastoriles y de viajes fantasticos compone el Clareo » Florisea, que Nuitez de Reinoso publica en 1552: y no me parece, en fin, casual que la segunda edicion del prototipo pastoril, la Diana, de Montemayor, in- cluya El Abencerraje, prototipo morisco. UN LIBRO TODO PROBLEMAS Asi las cosas, er{ 1554,/como en una floracion pri- maveral, aparecen ent Burgos, Alcala y Amberes tres ediciones de La vida del Lazarillo dé Tormes, y de sus fortunas y adversidades. Conjetura José Caso (1982) que antes hubo otras y que debieron también de circular bastantes copias manuscritas, cosa en- tonces frecuente: nos encontrariamos, de ese modo, INTRODUCCION 29 ante una rica tradicion lazarillesca, de la que la no- velita que a nosotros ha Ilegado constituiria la fija~ cién definitiva. Alberto Blecua (1974) avanzé estas conclusiones positivas: 1, «ninguno de los tres textos de 1554 puede ser fuente de los otros dos»; 2, las ediciones de Alcala y Amberes «son ramas de una misma familia»; 3, las tres ediciones de 1554 «proce- den de ediciones perdidas y no de manuscritos»; y 4, «las ediciones posteriores a 1554 descienden de ia edicion de Amberes y no de textos perdidos». So- bie esa pauta concluye Francisco Rico (1987) que la edicion de Burgos (1554) procede en linea recta de otra impresion precedente, hoy perdida, que debid de hacerse también en Burgos en 1553 0, a lo sumo, en 1552, y que sirvio a la vez de modelo a otra edi- cién, también perdida, de la que derivan las de Al- cala y Amberes de 1554. Fecha Pero si resulta problematico determinar el nimero de ediciones perdidas, mucho mas lo es fijar la fecha de redaccién de la primera de ellas (0 del manuscri- to que hubiera podido circular en copias). Por sim-(\4e si ple casualidad o intencionadamente, las dos tnicas referencias historicas individualizadas que aparecen en el libro —una batalla de los Gelves (Tratado 1) y unas Cortes presididas en Toledo por el Empera- dor (Tratado VII)— se nos escabullen, ambiguas, en cuanto queremos apresarlas. Veamos un poco la ocho affOs», tras las seis ctapas de servicio a otros tantos amos y después del tiempo invertido en los tres oficios de aguador, ayudante de alguacil y pre- gonero, al redactar su biografia, a los pocos afios de casado, debe de andar por los 24 0, a lo mis, Kediaec > 30 VICTOR GARCIA DE LA CONCHA _* 27 afios. Segin eso, habria que elegir entre una de estas dos opciones de correlacién: batalla de los Gel- ves en 1510 y Cortes de Toledo en 1525; 0 expedi- cin de los Gelves en 1520 y Cortes de 1538. Hay argumentos favorables para cada una de ellas y tampoco nos resuelve gran cosa el recurso a otras referencias ambientales. Porque es cierto_que en_ 1538 las grandes polémicas ideoldgicas del eras- mismo, a las que se supone vinculado el libro, se han atenuado. Pero acabo de decir «se supone» y, en cambio, en la década de 1540-1550 cobra gran auge el movimiento de_défensa de Jas ciudades_con- tra mendigos y vagabundos, y estalla la polémica entre Domingo de Soio, favorable a la libertad de mendicacion, y el benedictino Juan de Robles. En mi libro Nueva lectura del Lazarillo de Tormes (1981) he remarcado la ambigiiedad con que el andnimo aitor del” Lazarillo utiliza, incluso, esos dos datos historicos, la batalla o expedicién de los Gelves y las Cortes de Toled quisiera difuminar toda posibilidad de determina- ) cién y anclaje. En ultima instancia cabe que el padre de Lazaro no muriera realmente en la famosa bata- lla de los Gelves (1510) y que la referencia, en boca de su madre, no fuera mas alla de una ficcién para garantizar ante el ciego la buena estirpe del mozuelo que iba a tomar por lazarillo. Con todo, la concordancia de la obra con formas narrativas que se perfilan a mediados del siglo —tal el relato en primera persona, que hallamos en EI Abencerraje, en el Viaje de Turquia, etc.— y la ausencia total de alusiones en la literatura anterior a esa fecha a un libro que, a partir de entonces, va a generar, con rapidez, menciones y hasta locuciones tal parece como si_ INTRODUCCION 31 proverbiales, parece que deben inclinarnos a. supo- ner una fecha de redaceidn cercana a la mitad del si- glo_y proxima, por tanto, a su primera aparicion im- presa. De hecho los lectores de entonces, tal como demvestran las continuaciones, entendieron la obrita como una narracién de convencionales «suces contemporaneos. >>. ae lot LY quién seria sy autor? Pocos enigmas histéricos literarios han tentado tanto a los estudiosos como éste. En realidad, creo, no sdlo, ni principalmente, por la satisfaccion erudita del descubrimiento, sino por saber qué fue, y conocer, asi, cual fue su inten- cion al escribir una novelita tan revolucionaria, Se han Tealizado hasta ahora muchas atribuciones, Al- gunas se apoyan en datos historicos: asi, la que for- mula fray José de Sigiienza a favor de su correligio- nario fray Juan de Ortega, reivindicada moderna- mente por Bataillon. La mayor parte, en cambio, sex, basan en el cotejo de ideas y expresiones del Lazari Ho con las del correspondiente hipotético patron don Diego Hurtado de Mendoza o Sebastian de Ho- rozco; Juan o Alfonso de Valdés; Lope de Rueda o, el Comendador Hernan Nujiez de Toledo.. Pues bien, este mismo hecho de que las analogias de unos textos precisos puedan ser orientadas en tan diversas direcciones de autoria parece indicar que nos hallamos ante un conjunto de materias tpicas, formuladas en cantidad de estereotipos lingiiisticos. Y que, en consecuencia, va a resultar dificil desvelar la anonimia, por lo demas, muy frecuente en la épo- ca. Hago mia en este punto la sagaz advertencia de Francisco Rico (1980), quien, tras dar cuenta de la atribucién del Lazarillo a «seis mozos, sin mas ni mas, que lo escribieron en dos dias», no mas sor- 32 VICTOR GARCIA DE LA CONCHA prendente que la formulada a favor de un grupo de obispos en viaje hacia el Concilio de Trento, afiade: «después han venido muchas atribuciones. Pero me temo que progresivamente menos verosimiles». ‘Nada extrafio que quien tan bien se ocultd haya ocultado la clave de una obra que, en su brevedad, nos sigue aguijoneando desde hace mas de cuatro si- glos con sus secretos. UNA CARTA SOBRE «EL CASO» Vio muy pronto la critica al Lazarillo como un es- crito articulado con destino a un enigmatico perso- naje, al que Lazaro, el pregonero toledano converti- do en narrador, llama «Vuestra Merced». Pero Claudio Guillén (1957) avanz6 de manera decisiva al especificar que se trata de una carta, «epistola ha- blada dirigida a una personalidad de rango supe- tior», que le pide amplia noticia sobre un determi- nado «caso». Lazaro cumple, segin ello, un acto de obediencia. Un paso mas y F. Rico (1970) identifi- cara el motivo de la peticién: las hablillas que co- rren por Toledo sobre un ménage a trois con Lazaro como cornudo y el arcipreste de San Salvador como. tercero en concordia. Y no representaria tal caso un mero pretexto inicial para que el pregonero toledano rompa a contar su vida: «La autobiografia depende del caso y a la vez lo justifica [...]. Lazaro, el indivi- duo, asume el pasado en funcién de su presente [...], la carta se organiza en la convergencia de los diver- sos episodios anteriores hacia el caso final.» El La- zarillo —en el que, realmente, Lazaro adulto, mas que el nifio Lazarillo, es el centro de gravedad— cons- INTRODUCCION 33 tituiria, en definitiva, un escrito de defensa ante una Tequisitoria. Desde la logica interna del relato propuso Gonza- lo_Sobejano. algunas ‘reservas: «parece inverosimil que un sefior pida al humildisimo criado de un ami- go suyo que le cuente qué hay de cierto en lo que se rumorea acerca de su vida marital con la manceba de dicho amigo»; «y mas inverosimil aun que el cria- do, para satisfacer esa curiosidad [...], invierta nu- merosas paginas en referirle toda su vida, de nifio a hombre, y dedique s6lo dos al supuesto caso por el que se le preguntaba»; «podria ocurrir, pues, que el caso primero significase cémo lego Lazarillo de 180 , Sig 8 +0 a posesor de un oficio real, o sea, mmi0%0 de ciego a | Gual fue"el proceso de fuerza y mafia». Sobre esa pista proyecté yo mismo una relectura, teniendo en cuenta, como premisa previa, que la situacién en la Espafia del xvi de un matrimonio sobre el que, se- gun las malas lenguas, planea la sombra de un cleri- go, era sociolégicamente irrelevante y literariamente topica, y comprobando que, al margen de la cir- cunstancia objetiva externa, desde la escueta reali- dad de la novela, no se perfilan razones coherentes, —y el andnimo autor cuida al maximo la coheren- cia— para que ese desconocido seiior exija cuentas a Lazaro sobre un problema matrimonial que éste, evoca como agua pasada que no muele molino. Sugiero, por ello, que partamos de un hecho ob- vio: Lazaro, para conseguir lo que todos en ese tiempo persiguen, honra, desea que se conozca su vida. Mas la convencién sociolégico-literaria resér- Vaba entonces el género biografico a solo dos estra- tos de la estiitientalidad, los oradores y defensores, prelados y sefiores. {Quién se iba a ocupar de un po- \ uM VICTOR GARCIA DE LA CONCHA bre pregonero? Sélo él podia_pensar.en hacerlo, y hasta para ello necesitaba un motivo, Un viejo topos literario venia en su ayuda: que alguien se lo pidiera. Pero gquién y por qué? = En uno de los Coloquios familiares recoge Erasmo el que fingidamente mantienen Harpalo y Nestorio. Est4 aquél empefiado en conseguir la honra que no tiene por herencia de sangre, cosa que a su compa- fiero le parece una tonteria, cuestién de puro nomi- nalismo. Mas, como tanto insiste en la peticién, le sugiere una serie de medios: ‘Ante todo, procura alejarte de tu pueblo [...]. No uses vestidos de lana, sino de seda 0, por lo me- nos, de fustin [.... Por supuesto, no permitas, de ninguna manera, que te llamen Harpalo Comense, sino Harpalo de Como, porque es lo que correspon- de a los nobles. No hace falta que sefiale paralelismos con pasajes del Lazarillo. Pero nos interesa mas lo que sigue: ‘Ya, para que la opinién de los demas te sea defi- nitivamente favorable, finge que los grandes te en- ‘vian cartas en las que te traten de Caballero precla- ro y se haga mencién de tus hazafias, de tus po- | sesiones y riquezas..., de tu opulento matrimonio. Y enviales ti, a tu vez, cartas. Es lo que Lazaro va a contrahacer. Finge que un sefior, amigo del arcipreste toledano de San Salva- dor y a quien éste debi de contar maravillas sobre su conchabado, le escribe solicitandole cumplida no- ticia sobre su «carrera de vivir», sobre cémo desde la humilde condicién de «nacido en el rio» logré le- INTRODUCCION 35 gar a la «cumbre de toda fortuna». A mi no me pa- como acabo de decir, se preocupa de asegurar la co- herencia hasta en el mas minimo detalle, haya hecho. que el oficio piiblico que Lazaro alcanza y desde el” que escribe sea precisamente el de Giez0ne7, akzo para el que, en cierto modo, se habia preparado du- rante su etapa de aguador. Quien, segiin presume, es el mejor pregonero de Toledo —«tanto que, en toda la ciudad, el que ha de echar vino a vender, o algo, si Lazaro de Tormes no entiende en ello, hacen cuenta de no sacar provecho» (VII)—, bien puede pregonar su vida y sacar provecho de ello, 7 Para que el «decoro» que la Retorica imponia —la adecuacién entre hablante y estilo— quede asegurada, el anonimo autor cuida de explicitar que Lazaro ha tenido grandes maestros del arte de con- tar y dé crear ficciones verbales. Ante todo, el ciégo, quien «con tanta gracia y donaire» recontaba las ha- zafias de Lazarillo que, recordandolo, Lazaro reco- noce: «aunque yo estaba tan maltratado y llorando, me parescia que hacia sinjusticia en no se las reir». Mas tarde, el hidalgo, capaz de hacerse con las mu- jeres «un Macias, diciéndoles mas dulzuras que Ovi- dio escribié». Y el buldero, que «aprovechdbase de un gentil y bien cortado romance y desenvoltisima lengua». Se comprende, asi, que el pregonero toleda- no tenga tan buen éxito profesional, y se justifica, a la par, su brillantez como pregonero de su propia vida. Queda ya apuntada la raz6n funcional de la carta que se pone a escribir. Se la ha solicitado un gran sefior —«Y pues Vuestra Merced escribe se le escri- ba»— para conocer con detalle los avatares de su 36 VICTOR GARCIA DE LA CONCHA vida. El Renacimiento habia traido consigo un gran incremento del cultivo del género epistolar. Se publi- caron muy pronto en Espafia «Manuales para escri- bir cartas mensajeras», en los que, junto a normas y modelos de cartas «graves» para las mas diversas si- tuaciones y motivos, figuraban, también, cartas «ociosas» en las que los cortesanos ejercitaban el in- genio. El estilo narrativo de estas ultimas —pienso, por ejemplo, en las del protomédico Villalobos— presagian muy de cerca el relato de Lazaro, y no faltan, incluso, conatos de relacién autobiografica, como la que en el Manual de Gaspar de Tejeda \(1547) se recoge, «Graciosa de un sefior muy cansa- do en que haze residencia de su vida a uno que se la pidio...» Subrayo esta referencia al cultivo del género epis- tolar, ocioso 0 jocoso, no sélo porque en sus colec- ciones hallemos cantidad de materiales —dichos, fa- cecias y formulas— que reaparecen en el Lazarillo, sino porque entiendo que, a fuerza de ahondar en éste, hemos perdido todos un poco de vista que se trata_de un. libro jocoso, aunque, al tiempo, nos haga pensar y Ilorar; que es una carta mas que viene a insertarse en esa crecida corriente que, en el ambi- to de la cortesania, Ilevaba y traia burlas y donaires bien arrebozados. Como tal lo leyeron. los coeta- neos, segiin prueban los testimonios de fray José de \Sigiienza, que admira en él «el singular artificio y donaire», 0 del humanista Bartolomé Jiménez Pa- ton, quien lo clasifica entre los «librillos de entrete- imiento y donaire», 0, en fin y por no alargar la sta, de Lopez de Ubeda, el cual, en la genealo- gia de su Picara Justina, resefia las «simplezas de Lazaron. inrropuccrow 37 Claro que en Jo que a la forma literaria se refiere, de este tipo de cartas a la novela restaba un gran trecho. Y ése es el que genialmente va a recorrer, en pocas paginas, el genial autor andnimo. ESTRUCTURA DEL RELATO En un magistral estudio sobre la estructura del Lazarillo sefiala Fernando Lazaro Carreter (1972) la tensién que en la obra generan dos modos. de.narra iva, La narrativa medieval po conocia mas que la fe ensartado de_sucesos, composicion” por el simp anécdotas o facecias dé“un protagonista. EI autor anénimo comienza pér sorprendernos con la nove- dad de abordar en detalle el periodo de infancia, hasta entonéés siempre sobrevolado en las narracio- nes. Pero, lo que es mas decisivamente revoluciona- \ rio, va_imbricando mediante tepeticiones, conver-. gencias, oposiciones y simetrias, elementos de las distintas etapas de la vida, lo que hace que a nues- tros ojos se vaya construyendo —y en eso consiste la novela— la memoria del vivir de un_hombre, Acontece esto en los tres primeros tratados. Cuando entramos en el IV, afiade F. Lazaro Carreter, adver- timos que se ha producido un cambio de composi- cién: «al agotarse el tema del hambre y la gradacién que vertebra los tres primeros capitulos, una especie de fatiga o impotencia creadora parece aduefiarse del autor». Pero como «necesita equilibrar el texto con algunos episodios mas, para conseguir una tran- jon aceptable que conduzca al desenlace, al des- honor conyugal de Lazaro», siempre segun la inter- pretacion de nuestro critico, el autor aboceta varios 38 VICTOR GARCIA DE LA CONCHA episodios mas y los ensarta al modo de la narracién folclorica. Solo al llegar al tratado VII se recobra el pulso narrativo de los tres primeros y, con los cie- tres simétricos, retornamos a lo propiamente nove- listico. ‘Aun admitiendo una objetiva desigualdad en el tratamiento narrativo del asentamiento con diversos amos —no tienen nada que ver la enjuta mencién del sexto, el maestro de pintar panderos, ni, por in- tencionada que sea en su apretada brevedad, la del cuarto, el fraile de la Merced, con la riqueza del re- lato en sus primeras etapas—, y por mds que pudiera resultar comprensible el titubeo del autor del Laza- rillo en la transicin de los moldes de la narracién folelorica a nuevos esquemas de narracién, no estoy ‘convencido de que exista en la novela el hiato que »denuncia el admirado maestro Lazaro Carreter. Diré, ante todo, que, con toda seguridad la di- vision y titulacién de tratados, tal como hoy la ve- mos, no se debe al autor sino, cosa muy frecuenté Gi 1d poca, al editor. Y no lo digo solo pensando en la diferenie extension, ya que son muchas las obras del siglo XVI que mezclan capitulos de longi- tud diversa, sino atendiendo, sobre todo, a la con- centracién, en un mismo apartado, de materia na- rrativa heterogénea, lo que implica una palmaria inadecuacion del titulo..Basta comparar a este pro- posito el titulo del VII «Como Lazaro se asentd |con un alguacil yde1o que le acaescid con én— ‘con su contenido real: asentamiento con el alguacil \(sdlo seis lineas); consecucién del oficio de prego- nero; éxitos en la actuacién como tal; matrimonio; rumores populares; escena familiar; etc. Incluso el titulo general del libro —erréneo, puesto que no se {INTRODUCCION io trata de la vida de Lazarillo sino de Lazaro— se le debe al editor. En. orden a, determinar la estructura de la obra, debemos, pues, prescindir de la actual di [ visin y-atender a las marcas lingitisticas que cons-| tituyen las verdaderas articulaciones En mi lectura, el Lazarillo esta construido, si- guiendo la «ley del tres», propia de la narrativa fol clorica, con la repeticién de tres médulos ternarios. He aqui su esquema: Prélogo. «Prdlogo» + Proemio. Preambulo. Origenes: «Pues sepa Vuestra Merced...» Dificultades familiares. Emigracién del hogar. apertura —t Mercedaric Buldero. Maestro pintor en la Carrera de vivir Ley del Tres Aguador: «Siendo ya en este tiempo...» Porquerén de alguacil Pregonero. Matrimonio y asentamiento en el hogar: «En este tiempo [...] el sefior arcipreste...» Dificultades familiares. Superacién y estado de fortuna. 40 VICTOR GARCIA DE LA CONCHA Planteada la lectura sobre este esquema, se relati- viza la objecion de_desigual extension de los episo- dios narrados. No puede, por lo demas, perderse de vista que en toda narracién extensa se mezclan casi siempre relatos extensos y lo que Genette llama «su: marios» elipticos, El fraile de la Merced y el cape- lidn del Tratado VI que ni trabaja ni cobra los saba- dos, son aludidos sumariamente. LA «CARRERA DEL VIVIR» EN TRES MODULOS TERNARIOS —— Establezco en el«Prologo» jla triple distincién de Prdlogo, Proemio y Preambulo, siguiendo la pauta del Manual de escribientes, de Torquemada, para di- ferenciar, respectivamente, el enderezamiento de la carta a una persona; la declaracion de la materia de que en eila va a tratar junto con la intencién que le guia; y, en fin, la captacion de la benevolencia del destinatario. La Retorica clasica es muy estricta en la fijacién del planteamiento que correspondia a la materia que se trataba: de acuerdo con ella, el Laza- rillo constituye un caso «de género humilde» porque en él se trata de un asunto comanmente desprecia- do, la vida de un oficial en su escala mas baja. El anonimo autor hace que Lazaro respete escrupulo- samente las reglas en su ejercicio de ostentacién. Apertura Dentro ya del, Tratado I conviene separar —y asi Jo hugo en la edidién-mediante un espacio en blan- co -- Iu narracién de los origenes, dificultades hoga- INTRODUCCION 4 refias y emigracién del hogar, de otra parte en la que, con la articulacion expresa de la formula «En_ este tiempo, vino a posar...», se inicia la descripcién de la carrera del vivir. Saltan a la vista las simetrias de esa primera parte con el cierte del tratado VIL. el padre “padescio persecucion por justicia», el hijo acompafiara como pregonero a «los que padecen persecucién por justicia»; como la madre que «de- terminé arrimarse a los buenos» y acabé amanceba- da con un negro, Lazaro «determiné arrimarse a los buenos» y se casa con una manceba... Primer médulo: ciego, clérigo, escudero médulo ternario —ciego, clérigo, escudero— es muy iniensa. El ciego enseiia a Lazarillo a ayudar a isd, Con lo que le facilita la entrada al servicio del clérigo; pero, apenas conoce a su segundo amo, el muchacho se da cuenta de que ha escapado del true- no para dar en el relampago. En efecto, las comidas a base de buenos pedazos de pan, torreznos y longa- niza han cedido el paso a platos de huesos roidos, a un bodigo de excepcién, a escasas migas ratonadas. Y la dificultad para remediar el hambre crece: si al ciego todavia podia «egarle», el clérigo tiene vista agudisima; por ello, mientras a aquél era capaz de asirle blancas, transmutandoselas en medias blancas, con éste ha de reconocer: «no era yo sefior de asirle una». El primer amo le mandaba por vino; al segun- do, «de la taberna —dice— nunca le traje una blan- ca de vino». Una tupida red de simetrias, que no de- sarrollo, emparenta, tambien, los episodios del far- . del del ciego y del arcaz del cura. a VICTOR GARCIA DE LA CONCHA Aunque en Maqueda lo pasa mal, el pobre mu- chacho piensa: «Yo he tenido dos amos; el primero traiame muerto de hambre, y, dejandole, topé con estotro, que me tiene ya con ella en la sepultura; pues si déste desisto y doy en otro mas bajo, ,qué sera sino fenescer?» Apenas descubre, ya en el Tra- tado III, la absoluta indigencia del hidalgo, recuerda Azaro: «alli se me vino a la memoria la considera- cién que hacia cuando me pensaba ir del clérigo...». Alababa, falsamente, el cura la continencia en el co- mer y lo mismo hace ahora el escudero. Un eco de las presuntuosas palabras del cura, «Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo. Mejor vida tienes que el Papa», se advierte en estas otras del hidalgo: «comamos hoy como condes». Eran muy viejos los muebles de la casa del clérigo y contadisimos los ali- mentos que en ella se encontraban, pero en la del es- cudero no hay mas que paredes... En resumen, del Tratado I al III las posibilidades de los amos van decreciendo —mas el ciego; menos el clérigo; nada el escudero— y, paralelamente, des- ciende el punto de mira de los objetivos inmediatos de Lazarillo: con el primer amo se muere por el vino; con el segundo, «de sed no era su congoja»; el tercero ya no puede proporcionarle ni pan ni vino, y ha de ser él quien le ayude. La critica ha seialado el médulo. Y_ lo es, mas s6lo en cuanto cataliza las créciéiites dificultades con que el protagonista ha de enfrentarse en la lucha por la existencia. Porque los episodios no constituyen sino el cafiamazo sobre el que Lazaro teje el discurso de ostentacién de su” vida: admirad —viene a decir— mi capacidad de tesistencia, ii astucia para remediarme, mi_sagaci- INTRODUCCION a dad_para descubrir la realidad que se encubre bajo las brillantes apariencias de.personas-y.cosas. Diriase que al final del Tratado III Lazaro ha to- cado fondo. Dicen, de hecho, muchos criticos que en ese momento esta ya totalmente formado. Y, sin embargo, atin le queda no poco que suftir y bastan- te que aprender. Lo que equivale a sostener que to- davia aprovecharé mas recursos al servicio de su ostentacion. Segundo médulo: fraile de la Merced, buldero, maestro de pintar panderos Se abre el segundo modulo ternario con el servi- cio al fraile de la Merced. Va a ser éste el encargado de iniciar a Lazaro en el erotismo. Marcel Bataillon veia en la expresin «cosillas que no digo», que, jun- to con otras explicitas, mueven a Lazarillo a dejar al fraile, una insinuacion de lo peor. Pero es el entero episodio el que esta aludiendo a claves erdticas: za- patos y calzar tienen una significacién erdtica de larga tradicion que llega hasta hoy; Quevedo, por ejemplo, habla de «maridos calzadores, que los me- ten para calzarse la mujer con mas descanso». Y lo mismo, trote. Por lo que hace a las cosillas, baste tecordar el yillancico de Pedro Manuel de. Usrea «Viuda huelga en Zaragoza / mas que casada ni moza; | cada cual dellas retoza /.con mil cosillas que sé.» El Tratado IV viene, segin eso, a decir que el mercedario desvirgaba él solo mas mozas que toda su comunidad junta, y que él fue quien facilité a La- zaro las primeras oportunidades de este tipo: tantas, que no pudo con tanto trote, y que por ello, y por las cosillas que se calla, le dejo. “ VICTOR GARCIA DE LA CONCHA No precisa glosa especial el Tratado V, tan claro en su denuncia del negocio de las bulas. En el VI, en cambio, nos encontramos con una concurrencia de médulos. Es claro que el maestro de pintar pande- TOs pertenece, junto al mercedario y el buldero, al segundo. No hemos descubierto ain la clave de su significacién, de seguro ligada a algin dicho o idea generalizada de su funcidn social: bastaria, segin ello, que Lazaro lo mencionara para que el lector, 0 los oyentes, reconstruyeran con detalle los «mil ma- les» aludidos. Y ahi mismo, a renglén seguido, nos topamos otra vez con la formula «Siendo ya en este tiempo buen mozuelo...», que indica un nuevo tiem- po en la dialéctica narrativa. Tercer médulo: aguador, porquerén, pregonero En efecto, en el tercer médulo Lazaro ya no es un mozo de servicio sino un trabajador. Hasta ese mo- mento no ha subido; ahora comienza a hacerlo: «éste fue el primer escalén que yo subi para venir a alcanzar buena vida», dice refiriéndose al oficio de aguador. Nada extrafio que, para subir mas, haga lo que Nestorio recomendaba a Harpalo: vestirse ropa de fustén comprada en el ropavejero y colgar espa- da, por mas que orinada. Pasar de aguador a por- querén de alguacil significaba, en la convencion so- cial del siglo'XVi, un ascenso. Y mucho mas de por- querén_a pregonero. Se ha insistido con exceso en que era este iiltimo un oficio piblico, si, pero reser- vado sobre todo a moriscos. Habia, sin embargo, en Toledo dos clases de pregoneros, y los mayores, a cuyo grupo pertenecia Lazaro, necesitaban el aval de personas principales y un depésito econémico: INTRODUCCION 4 dentro, pues, de la limitacion, sin duda constituia un ascenso. Cierre Como ya he apuntado, en el Tratado VII se pro- duce una yuxtaposicion de tiempos dialécticos del relato, andloga a la del I y simétrica con ella. Con la Ilegada de Lazaro, en sucesivos ascensos, a la cima del éxito profesional, se cierran los tres mé- dulos ternarios que describen la carrera del vivir. Pero Lazaro, no lo olvidemos, continia siendo un emigrado del hogar; falta atin por cerrar, en sime- tria, la primera parte del Tratado I. No es casual que tornemos a encontrarnos con la consabi- da formula: «en este tiempo, viendo mi habilidad...». A partir de ese punto, el matrimonio resuelve la con- dicién de solitario vagabundo, y las dificultades ma- trimoniales reproducen, en eco, las de la madre que se arrima al negro. Como quiera que el objetivo bi- sico del escrito de Lazaro es la ostentacin de su éxi- to de vida, todo ello esta narrado desde la perspecti- va de quien ha superado los mas arduos obstdculos. Por eso podra Lazaro poner a su carta de relacién la data solemne utilizada en los documentos impor- tantes: «Esto fue el mesmo aio que nuestro victorio- so emperador en esta insigne ciudad de Toledo en- tro y tuvo en ella Cortes...» Todo acaba asi de la manera feliz que las leyes del relato folclérico impo- nen, Lo que no obsta, por paraddjico que pueda pa- recer —y de ello hablaré en seguida—, a la absolu- ta modernidad del relato. 6 VICTOR GARCIA DE LA CONCHA LA MODERNIDAD IDEOLOGICA En la parte proemial del «Prélogo» declara Laza- ro como intencién de su escrito el «que se tenga en- tera noticia de mi persona, y también porque consi- deren los que heredaron nobles estados cudn poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuanto mas hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y mafia remando, salieron a buen puer. to». Poco mas adelante, adentrado ya en la narra- cién, torna a decir: «Huelgo de contar a Vuestra Merced estas nifierias, para mostrar cudnta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cuanto vicio.» {Nobles estados, altos, bajos, subir, bajar, Fortuna parcial 0 contraria:; he abi las palabras claves con que, al filo. de la. Modemnidad, se tejen_y destejen en Espaiia innumerables controversias. En concreto, la que, como en eco de la edad clasica, discute sobre la verdadera nobleza: jquién es mas noble, el que la hereda por la via de la sangre o el que la conquista mediante el ejercicio del valor y de la sabiduria? Si proyectamos el Lazarillo sobre ese esquema de fon- do, comprobamos que lo que Lazaro ostenta es una contrahechura de los medios predicados para conse- guir honra: frente al valor y la sabiduria,, la fuerza y la mafia («con fuerza y mafia remando salir a buen puerto»). El valor no es en él arrojo que alienta en la conquista y resplandece en la victoria, sino fuerza como aguante; en tal sentido, Lazaro triunfa porque | soporta pesquisiciones, trompazos, hambre. Y en lo { que respecta a la sabiduria, de lo que él se alaba es- pecificamente es de la «habilidad y buenas maiias». \ ¥ bien, jcudl puede ser el sentido ultimo de esa {INTRODUCCION a7 contrahechura? Situindolo en el marco referencial de la ‘polémica, propone F. Rico tres posibilidades de lectuta” Las dos primeras, mas impostadas, dirfa- mos, sobre la perspectiva del andnimo autor real, responderian a sendas interpretaciones hechas por los innovadores y por los tradicionalistas. Pueden aquélios argumentar: «Lazaro, diga él lo que quiera, no ha subido y en su rélato no hay parodia posible, ya qué, en definitiva, ha venido a probar que solo la virtud eleva de verdad a los hombres.» Concordes eri qué @ picaro no se ha ennoblecido, los conserva- —~ dores’ buscarin la raiz de ello en la insuperable he- Tencia de la sangre: la pretension de mudar de esta- mento es intrinsecamente pecaminosa. Pero queda “una tercera lectura) desde la perspectiva del prego- nero: «que Lazaro si haya subido; que para un po- brete como él'dejar el hambre de los caminos por la modesta “prosperidad” de un oficio real signifique efectivamente un progreso», porque —y aqui radica_ el fermento de modernidad— «no hay Valores, hay vidas, y lo que sirve para una, tal vez es initil para otra» (Rico, 1972). “Segin esta ultima lectura, que prefiero, el Lazari- No no seria ni una parodia de la literatura de nobili- tate, ni argumento a favor o en contra de las partes™) en ella contendientes, ni contestacién frontal. La no- | vela seria, tan solo, un testimonio marginal de Ta inutilidad de la’ polémica, mero reflejo de la patolo gia colectiva de honta que inficiona el siglo XVI ¢8= pafiol. Y. también en eso seria, por contraste, abso- lutamente moderno. L “a VICTOR GARCIA DE LA CONCHA «UN LIBRO HETERODOXO? Son muchos los criticos que, en distintas direccio- nes de la heterodoxia hispanica de aquella época, buscan la clave del Lazarillo en el erasmismo, en las corrient#S dé1oS-aliimbrados o en la paternidad de un autor converso. Remito al lector interesado a las abundantes paginas que en mi Nueva lectura... he dedicado al problema. Diré aqui, en resumen, que el concepto utilitario y nada trascendente de Dios que Lazaro revela en sus attitudes y en Sus palabras no difiere de la religiosidad” comin, tal como ésta sé manifiesta en obras coetaneas para nada sospecho- sas_de _heterodoxia. Por lo que hace @ Ta parodia de la Eucaristia, que se construye, con el episodio del arcaz-sagrario, en el Tratado Il, conviene tener en cuenta que el pueblo del siglo xvi estaba muy habi- tuado a la alegorizacién de textos sacros y, por fuer- za de la propia sobrecarga religiosa de la cultura po- pular, propendia a establecer en seguida la relacion de un hecho o situacion con Cristo y la liturgia cris- tiana. A nadie escandalizaba, por ejemplo, que en una comedia —valga la Tinellaria, de Torres Naharro— se hiciera la parodia del «Domine, non sum dignus» y otras oraciones que el sacerdote recitaba durante la comunién de la misa. He aqui el «edificante» did- logo de dos criados de un cardenal en su bodega: «—Escalco: bebe, sus, que no hay tal cosa.—Cana- vario: Ta, Seftor me redemiste / por la tu sangre preciosa; / no soy digno de beber agua sin vino / Por amor qu’es de la fragua; / mas por tu verbo di- 10 / beberé vino sin agua». En ese contexto de sociologia cultural los vestigios INTRODUCCION 0 propio cabe afirmar de su anticlericalismo. Marcel Bataillon, autor, como es sabido, del monumental estudio sobre Erasmo y Espaiia, aseguraba que si el autor del Lazarillo era_personalmente erasmista, lo igimuld muy bien. Ni las acidas criticas del clero\ ninguna de ellas dirigida contra el alto clero, blanco preferido de la heterodoxia— ni la corrosiva denuncia de las trapacerias de las bulas rebasan lo | gig en sinodos, memoriales conciliares y piilpitos sey repetia a cada paso. En suma, Lazaro y el Lazarillo se mueven en la érbita de la religiosidad comin del siglo XVI espa- de posible heterodoxia del Lazarillo se diluyen. Y lo fiol, tan incoherente y mezclada de impurezas. Con razon el propio Lazaro confiesa «no ser mas sancto» que sus vecinos. . PERSPECTIVISMO Y ARTE LITERARIO No deja de resultar sospechoso que un adagio programatico de la escritura literaria, tan clasico como el delectare et prodesse —deleitar y aprove- char o deleitar aprovechando—, se convierta en boca deLazaro, ala hora de declarar sus objetivos, en agradar y deleitar>«podria ser que alguno que las tea us Cosas] hiille algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite» («Prologo»). Como en respuesta a ese guifio, los lectores del Siglo de Oro vieron el Lazarillo —ya queda dicho— como un libro regocijante. Y sin duda el regocijo fue ma- yor en los oyentes, dado que esta «epistola hablada» gana en su recitacion oral: su disposicién retérica es la de un cuento narrado en alta voz, con lo que el 50 VICTOR GARCIA DE LA CONCHA wreopucerow o an6nimo autor real se acopla cefiidamente a la pre- paracién del autor fingido, el pregonero, formado mo hace que, merced a un nuevo superior distancia- en la escuela de habiles narradores populares. miento, quien rompa a hablar para pregonar su vida No. quiero con esto negar cualquier significacion eee eee oa Taco Lee trascendente a una obra que tanto inquietd y desa- a : ee ne eee den perspectiva. Lo que su novella vista va captando des- sosego a la par. ,Podra encontrarse una via interme- Pea eae ee ne dia que nos evite naufragar en uno de estos dos es- ae L iguo: un pro- S tagonista que se mueve siempre en medio de gente, collos extremosos: leer el Lazarillo como mero juego sin apenas espacio fisico de aislamienti la inti reducirlo todo a un rosario de criticas ideolégicas ner Cee Ee eee ae ee midad, y, en cambio, aislado; que aparece como los y sociales? dems, sin serlo; un personaje en cierto modi Pienso que si, que hay una clave iiltima} raiz y mas, sun personaje en cierto moco ana- que mérfico, que, reclamado de continuo a la accién por fruto, al mismo tiempo, de la absoluta modernidad Pe oS x del libro: el perspéctivismo) Era la gran conquista a are ene cecum Ore eee ene cultural y estética del Renacimiento, Anota Pa- defensa, se convierts, en filésofo y.juez.de cuanto | nofsky que el término perspectiva esta filolégicamen- Sr eee te vinculado a perspicere, en su significacién de ver Cera et ate eee Tastee a eet at \ claramente, Cuando, de la mano del ciego, Lazarillo Otel Yj. dme|es| er oduct 0) de) una teslidad) dus) 9e]in | se pone en la carrera del vivir, tras el topetazo con dependiza de él y se le muestra hostil. Todo, segin el toro de piedra, exclama: «cumple avivar el ojo y Sete | de Lazaro sea el de pregonero, y una de las geniales |ciente, Lazarillo va descubriendo el engafio a los habilidades del andnimo autor consistié en ocultar | ojos en las mas diversas areas sociales y en los valo- ‘res que la convencion de una sociedad hipécrita sos- Gd a Maar a final de la novelita. Si el lector su- tenia como mas elevados. Pero en la configuracion Pie ee duel dae cron euyeelvieny de su corrosiva vision del mundo incide otro factor: anzas era uni pregonero, recelaria de due, como re- la cambiante posicién de Lazaro como marginado enor en efecto le candurene i, diera agua por social, como «outsider». En paraddjica dicotomia, ban los deliv ie haber e quienes prego- ese Lazarillo que, a fin de subsistir, se adapta ¢ inte- ae aces oom panaean © toe condenadoa ‘ : 4 era con frecuenci: ia gra mas y mas en las convenciones de la sociedad, se cia asimilada a los de éstos. Pero el va haciendo, de manera paralela, el Lazaro que se lector sdlo -de la obra de tan re- Lv fativizadora situacion; y a partir deahi, retroactiva- | distancia interiormente, cada vez mis, de ella. | muizadora situ retroactiva: Cuando llega a la cumbre de toda buena fortuna, mente proyectaré sobre su lect un tadial inte es un personaje dividido, mas, absolutamente irisado = Vs dical pempaniviome } ste |r; |_perspectivismo |se realiza en una ex- ii . En ese punto el genial autor anoni- en ambigiiedad. Pl g co presion lingiiistica que, a fuerza de perseguir de con- 32 VICTOR CARCIA DE LA CONCHA tinuo la ambigiiedad por todas las vias posibles de la ironia y el humor, llega hasta a disipar el sentido. Imposible resumir aqui, siquiera, los innumerables recursos de ironia situacional y verbal, de la ironia que se agazapa en el eufemismo o de la que crea ri- cas transposiciones metaféricas. Por aducir un solo ejemplo de este ultimo apartado, evocaria el episo- dio de las uvas, donde lo que se habia planteado como pacto de caballeros —banquete, liberalidad, concierto— se trueca, por la magia de la palabra, en un duelo de fulleros: «hecho asi el concierto, comen- zamos; mas luego al segundo /ance, el traidor mudd el propésito... Como vi que quebraba la postura, no me contenté ir a la par délv. En la expresion humo- ristica de Lazaro las cosas se transfiguran: un col- chon aparece hambriento, como avariento se muestra un fardel, y el arcaz del clérigo, también personifica- do, se convierte en un guerrero enemigo que «luego se me rindié y consintid en su costado». El anonimo autor del Lazarillo moldea la expre- sion lingitistica de Lazaro sobre la pauta de la Reté- rica de Quintiliano, y pone asi en su boca un discur- so no rustico sino urbano, «cum gratia quadam et venete» —gracioso y con donaire—, y, en fin, sal- sus, «a fin de que la sal nos produzca sed de escu- char». De ahi ese aprovechamiento lidico del len- guaje —«al cabo carga un porquerén con el viejo alfamar de la vieja, aunque no iba muy cargado»; “finalmente, yo me finaba de hambre»—, que, insis- to, cobra especial relieve en una recitacién oral en alta voz. INTRODUCCION 5B UN LIBRO ABSOLUTAMENTE MODERNO La traduccion que Boscin hace de El cortesano (1534), de Baltasar de Castiglione, demuestra que los habitos de cortesania —entre ellos, de manera muy destacada, ese divertirse «con dulce burla, cor- tesania y palabras»— habian rebasado con mucho el ambito de cortes y palacios. De un lado a otro iban y venian cuentos y facecias, y la desenvoltura y los juegos lingiiisticos se convertian en una moda extendida por toda Europa. Nuestro Lazarillo'viene a inscribirse en esa ancha corriente literaria por el cauce genérico epistolar. Muchos de los episodios tienen un origen folclérico y provienen de ese acervo comin: el topetazo con el toro de piedra, el reparto de las uvas, la anécdota de la casa lébrega y oscura, la trampa del buldero... Y bastantes mas. Francisco Rico sospechaba, en un escrito reciente, que el ma trimonio del pregonero con una mujer que «hal parido tres veces» debia andar prefigurado en pro- verbios, ya que Gonzalo de Correas recoge el refrain «En Toledo, no te cases, compafiero: no te daran casa ni viiia, mas darte han mujer prefiada o pari- da», Pues bien, puedo ahora afiadir que en la Sylva de Zaragoza (1550) se encuentra esta pieza: «Bien se pensaba la reina / que buena hija tenia / que del conde don Galvan / tres veces parido habia»; exac- tamente, como la mujer de Lazaro. A contrapunto de otra moda, denunciada, como he dicho, por Erasmo en su coloquio «Nobleza fin- gida» —la de fingir cartas en demanda de noticias de la propia vida, a fin de conseguir honra—, un anénimo humanista espafiol introduce a su criatura, el pobre Lazaro Gonzalez Pérez, en el mundo de la 4 VICTOR GARCIA DE LA CONCHA cortesania, convirtiéndolo para ello en el donoso ha- blador que presenta y recita su carta autobiografica en demanda de honra. No le faltaban al anénimo autor modelos parcia- les. Alberto Blecua ha sefialado oportunamente el Baldo castellano (Sevilla, 1542) y Vilanova ha ra: treado minuciosamente las huellas de Apuleyo y su Asno de oro. Son los precedentes mas notables a los que se afiaden otros muchos mas puntuales. Pero nada de esto recorta la genialidad y la radical nove- dad del Lazarillo como avanzada de la novela mo- derna y como obra de arte del lenguaje. Porque aqui todo gravita sobre la palabra. La palabra de Lazaro transfigura en arte lo que es realidad histérica de la vida del siglo xvi espafiol. Y, de manera inversa, esa misma palabra convierte en vida palpable y real lo que era comin folclore literario, narrative o repre- sentable, de pueblos y siglos. Por eso el Lazarillo es un libro absolutamente moderno. VicTOR GARCIA DE LA CONCHA. BIBLIOGRAFIA Un repertorio completo de estudios sobre la picaresca en general y sobre el Lazarillo oftece: LAURENTI, JOSEPH L.: Bibliografia de la literatura picares- ca, Desde sus origenes hasta el presente, Metuchen (Nue- va Jersey), 1973, y Nueva York, 1981 Catdlogo bibliografico de la literatura picaresca (De pro- xima aparicion). Selecciono aqui algunos estudios basicos: BATAILLON, MARCEL: Novedad y fecundidad del «Lazarillo de Tormes», Salamanca, Anaya, 1968 BLECUA, ALBERTO: «Libros de caballerias, latin macarré- nico y novela picaresca: la adaptacion castellana del Baldus (Sevilla, 1542)», en Boletin de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXXIV (1971-1972), pags. 147-239, «ntroducciém» y nota Madrid, Castalia, 1972, Caso GonzAaLez, José: Edicién del Lazarillo, Madrid, Anejos del BRAE, 1967. — «La primera edicién del Lazarillo de Tormes y su rela- cin con los textos de 1554», en Studia Hispanica in Ho- norem R. Lapesa, Madrid, Gredos, 1972, pags. 189-206. CRoss, EDMOND: Lecture ideologique de «Lazarillo de Tormes», Montpellier, 1984. FRENK, MARGIT: «Tiempo y narrador en el Lazaritlo a la edicién del Lazarillo, aD BIBLIOGRAFtA (Episodio del ciego)», en Nueva Revista de Filologia Hispanica, XXIV (1975), pags. 197-218. Gakcia DE LA Concua, Victor: Nueva lectura del «Laza- rillo». El deleite de’ la perspectiva, Madrid, Castalia, 1981 Lazarillo de Tormes. Actas de la VIII Academia Li- teraria Renacentista. Salamanca, en prensa. Incluye, en- tre otros, los ultimos estudios de Lazaro Carreter, Mol- ho, Guillén, Ruffinatto, Rico Bustos, y del propio Gar- cia de la Concha. GUILLEN, CLAUDIO: «La disposicion temporal del Lazari- Ulo de Tormes», en Hispanic Review, XXV (1957), pags. 264-279. — Literature as System, Princeton, 1971, pags. 71-106, 142-155. LAZARO CARRETER, FERNANDO: Lazarillo de Tormes en Ja picaresca, Barcelona, Critica, 1983". MaRAVALL, José ANTONIO: La literatura picaresca desde 1a historia social, Madrid, 1986. MARQUEZ VILLANUEVA, FRANCISCO: «La actitud espiri- tual del Lazarillo de Tormes», en Espiritualidad y lite- ratura en el siglo XVI, Madrid, Alfaguara, 1968, pags. 67-137. MOLHO, MAURICIO: Introduccién al pensamiento picaresco, Salamanca, Anaya, 1972 «Nota al Tratado VI de La vida de Lazarillo de Tormes», en Homenaje a José Antonio Maravall, vol UII, Madrid, 1985, pags. 77-80. REDONDO, AGUSTIN: «Folklore y literatura en el Lazarillo de Tormes: un planteamiento nuevo (El “caso” de los tres primeros tratados)», en Mitos, folklore y literatu- ra, ed. de Aurora Egido, Zaragoza. Publicaciones de la Campzar, 1986, RICO, FRANCISCO: La novela picaresca y el punto de vista, Barcelona, Planeta, 1973°. — «ntroduccion» y notas a la edicién del Lazarillo, Barcelona, Planeta, 1980; Madrid, Catedra, 1987. BIBLIOGRAFIA a7 RUFFINATTO, ALDO: Struttura ¢ significazione del «Laza- rillo de Tormes». 1. La construzione del modelo operati- vo. Dall’intreccio alla fabula. MI. La «fabula», il modello transformazionale, Turin, 1975 y 1977. SIEBER, HARRY: Language and society in «La vida de La- zarillo de Tormes», Baltimore y Londres, 1978. 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